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Jaque a la educación.

Por: Teresa Tovar

El video de un hombre arrastrando de los pelos a una mujer y la infame afrenta contra la dignidad de las niñas cometida desde un púlpito religioso, han sido 2 detonantes para que el tema de la violencia de género supere el ámbito de lo privado e invisible e invada la escena pública, mostrando su aterradora magnitud.

Lo ignominioso de los hechos aunado a su flagrante impunidad posibilitaron que este tema, sempiternamente invisibilizado y ninguneado, irrumpa como vendaval desafiando las políticas de Estado y colocándose por vez primera en el sentido común, como asunto de todos, no solo de las mujeres. Igual que las capas de un milhojas aparecen la trata de niñas, las esterilizaciones forzadas y miles de historias de niñas abusadas y testimonios de violencia cotidiana a través de las redes sociales.

Se ha roto el manto encubridor de un maltrato generalizado a las mujeres y hemos sido testigos de una afrenta y vergüenza nacional que contrasta burdamente con las afirmaciones y visión de un país que se presume y aspira como democrático. Cada vez más familias, autoridades, instituciones y empresas se van sumando esta causa, hoy agenda de país.

En educación, la desigualdad de género fue siempre marginal. Ministros y viceministros exigieron que se “demuestre” con cifras, mientras sus funcionarios señalaban que estaba superada. La miopía se expresó en 5 aspectos: reducción del tema a cifras de matrícula; ausencia total en la formación docente; presencia microscópica en el currículo, falta de estrategias para enfrentar la violencia de género y dilución de la poca institucionalidad responsable en el sector.

Y así la igualdad de género se fue haciendo chiquita. Es “transversal” al currículo pero exige una lupa para encontrarla (fraseos puntuales en 2 de las 31 competencias). La religión, el manejo de TIC, el inglés o el emprendedurismo tienen mucho más peso que la igualdad entre hombres y mujeres. La discriminación y violencia contra las niñas y la defensa de sus derechos no son priorizadas ni en los lineamientos ni en las asignaciones presupuestales.

Fuente: http://orei.campanaderechoeducacion.org/post_analisis/jaque-a-la-educacion/

Imagen: http://orei.campanaderechoeducacion.org/wp-content/uploads/2015/05/ken-weaver-2-820×300.jpg

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Los derechos de las mujeres se juegan en el transporte público

Por: Rose Delaney

El acoso que sufren las mujeres en el transporte público está tan generalizado en todo el mundo, que lo más común es que se callen y no denuncien el acoso verbal, sexual y físico que sufren en ese espacio.

Hay estudios que estiman que alrededor de 1,5 millones de las niñas que en 2030 serían susceptibles de sufrir algún tipo de violencia y acoso por su condición de género en el transporte público, residirán en las ciudades. Si en tanto que comunidad internacional de mujeres, hacemos la vista gorda a las miradas que chorrean saliva y al contacto denigrante de los hombres, ¿no estaremos avivando un “mercado de carne” y sucumbiendo a la objetivación sexual de las mujeres a escala global?.

En Bogotá, la ciudad colombiana considerada como la que tiene el transporte público más peligroso del mundo para la población femenina, seis de cada 10 mujeres denunciaron haber sido víctimas de acoso físico mientras viajan. ¿Acaso la renuncia de las mujeres a reconocer el temor generalizado que les provocan bien adentro no le da a los hombres que chistan un poder imbatible?.

Al desestimar el acoso, ¿las mujeres no estarán fortaleciendo la cadena represiva del patriarcado al no cuestionar ni reprender ese comportamiento? Una buena oportunidad para hacer frente al acoso sexual y a la amenaza que soportan las mujeres en el transporte público y luchar por su derecho básico a la libertad de movimiento en su propio entorno es la Tercera Conferencia de Naciones Unidas sobre vivienda y desarrollo urbano sostenible (Hábitat III). En especial porque en el encuentro, organizado por ONU Hábitat y que tendrá lugar en Quito del 17 al 20 de octubre, se discutirá una Nueva Agenda Urbana mundial.

Muchas personas podrán considerar que chistar o que un “pequeño manoseo” son inofensivos, pero el retroceso que implica que los hombres supongan una amenaza para ellas en el transporte público es vital. La gente no se pone a considerar que un comentario amenazante ni que una mirada lujuriosa puede representar un obstáculo para la libertad y el desarrollo educativo y social de las mujeres. Según los últimos debates dirigidos por el espacio digital de debates Wikigender, las cuestiones relacionadas con la accesibilidad y la seguridad pueden disuadir a las mujeres de usar espacios públicos, de continuar su educación, de aprovechar oportunidades económicas y de recibir atención médica.
Si la Nueva Agenda Urbana que saldrá de Hábitat III se concentra en cómo hacer para que el transporte público contemple a las mujeres, se estará más cerca no solo de lograr el quinto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que promueve la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas. También ayudará a cumplir con el 11 ODS, que se propone lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles.

La necesidad de erradicar los sistemas de transporte que son omisos frente a las cuestiones de género es especialmente importante en la coyuntura actual y por primera vez en la historia, pues hay más personas viviendo en las ciudades que en las áreas rurales. No hay mejor momento para implementar iniciativas inclusivas de género en el transporte que el actual. En los países en desarrollo, cinco millones de personas comienzan a vivir en las ciudades cada mes. Un informe de la organización humanitaria a favor de la infancia y la adolescencia Plan International indica que el miedo a la violencia que sienten las adolescentes prevalece particularmente en ciudades de países en desarrollo como Kampala, Nueva Delhi y Lima, donde se realizó la investigación.

Las conclusiones hablan a gritos del terror y de la incomodidad que genera un sistema de transporte que no contempla las cuestiones de género en perjuicio de niñas de apenas 12 años. En Nueva Delhi, solo 3,3 por ciento de las consultadas dijeron sentirse seguras en un medio de transporte público. En tanto, en Lima, solo 2,2 por ciento dijeron sentirse seguras cuando caminaban en espacios públicos. Mientras que en Kampala, más de 80 por ciento de las jóvenes mujeres entrevistadas dijeron no sentirse seguras en la transición urbana, en general. El estudio se realizó en distintas partes del mundo, sin embargo, el silencio fue el común denominador en todas partes. La duda de las mujeres a la hora de denunciar situaciones difíciles permite que se mantenga el círculo vicioso de victimización, acoso y amenaza en el transporte público. Las entrevistadas subrayaron el hecho de que sus opiniones no fueron consideradas a la hora de realizar la planificación urbana y compartieron un sentimiento generalizado de exclusión en lo que respecta a la toma de decisiones clave en sus respectivas ciudades. Y lo que es irónico, muchas jóvenes restaron importancia o excusaron las acciones de los acosadores y agresores. Durante las entrevistas para el informe de Plan International, palabras como “agresión” y “acoso” fueron reemplazadas por “tonteo inocente” en Nueva Delhi y por “contacto inapropiado” en El Cairo. Eso revela que la renuncia de las mujeres que sufren acoso y violencia a condenar a los agresores deriva de un sentimiento intrínseco de la vergüenza que les ha sido inculcada. Y en lo que puede considerarse como un proceso de revictimización, el profundo temor social de ser responsable del acoso, la consiguiente consecuencia de ser objeto de burla, de ridículo y hasta de sufrir castigos, funciona como eje del silencio que rodea al acoso contra las mujeres en el transporte público. A la larga, la recurrente negación del derecho fundamental que tienen las mujeres a desplazarse en las ciudades no genera nada menos que indignación.

La incomodidad y la inseguridad femenina ya no pueden considerarse una “norma social” o una consecuencia asociada o vinculada al hecho de ser mujer. La apatía de los testigos del acoso es consecuencia de un miedo subyacente a intervenir de alguna forma en la situación. Si nadie elige condenar la agresión, seguirán existiendo los obstáculos a la libre circulación de las mujeres. Es fundamental comprender que este asunto no es menor ni específico de las mujeres, sino que es una epidemia mundial avivada por un sentimiento de machismo adquirido. De hecho, una investigación realizada por Hollaback, un movimiento internacional contra el acoso callejero, y  la estadounidense Universidad Cornell, en base a 16.000 entrevistas en 22 países, concluyó que entre 80 y 90 por ciento de las mujeres sufren acoso en espacio públicos.

La evidencia revela la impactante dimensión del acoso público al punto que 66 por ciento de mujeres alemanas consultadas dijeron que las habían manoseado o toqueteado en público y que 47 por ciento de las indias fueron testigos de distintos tipos de exposición masculina en espacios públicos. En Nueva York, se estima que no se denuncian 96 por ciento de los casos de acoso sexual ni 86 por ciento de las agresiones sexuales que ocurren en los trenes metropolitanos subterráneos. En Bogotá, la ciudad colombiana considerada como la que tiene el transporte público más peligroso del mundo para la población femenina, seis de cada 10 mujeres denunciaron haber sido víctimas de acoso físico mientras viajan.

Esos datos revelan que el continuo acoso de los hombres es una amenaza generalizada y perjudicial para el futuro de la igualdad de género.  Por eso es fundamental que la Nueva Agenda Urbana de Hábitat III implemente iniciativas con un fuerte énfasis en lograr que la movilidad de las mujeres y las niñas sea segura en los entornos urbanos.  Al garantizar un transporte seguro y la protección de las mujeres, crear una red de apoyo y reconocer el significado fundamental de la voz femenina en los procesos de decisión en los ámbitos urbanos, estará allanado el camino para que se desplacen libremente en las ciudades. De esa forma, la próxima mujer o niña que se sienta amenazada por una mirada denigrante o por un comentario humillante no temerá a las consecuencias de los reproches, y en cambio denunciará al acosador y ayudará a poner fin a la inseguridad y a la victimización en el transporte público.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=216734&titular=los-derechos-de-las-mujeres-se-juegan-en-el-transporte-p%FAblico-

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La masculinidad patriarcal y la violencia de género

Coral Herrera Gómez

El 90% de los hombres son asesinados por hombres, el 95% de las mujeres, también. De cada 3 mujeres en el mundo, 1 sufre o ha sufrido violencia por parte de un hombre. Los feminicidios son consencuencia de la cultura patriarcal en la que vivimos, aquí unas claves para entender cómo educamos a los hombres en la cultura del machismo y la violencia, cómo podemos hacer para desaprender lo aprendido, y cómo adquirir herramientas para acabar con la desigualdad, y construir un mundo más pacífico e igualitario.


¿Por qué matan los hombres a las mujeres?
Los hombres matan a las mujeres en todo el mundo porque han sido educados, y están siendo educados, para que resuelvan sus conflictos mediante la violencia, por eso la mayoría de ellos la usan a lo largo de toda su vida para obtener lo que desean, o para arreglar sus problemas.

Los hombres matan a las mujeres porque creen que son dueños de sus compañeras, sus hijas e hijos, su casa, su coche y su perro. Se sienten muy superiores a ellos, y como propietarios, hacen lo que les da la gana con ellos.

Los hombres matan a las mujeres porque han sido educados desde niños para ser los reyes absolutos de la familia, y los dictadores en su hogar. Los niños aprenden que los hombres de verdad son siempre respetados, obedecidos y adorados, y que solo por ser varones gozan del amor incondicional y perpetuo de los suyos, especialmente si dependen de sus recursos económicos.

Los hombres matan a las mujeres porque en la televisión aparecemos representadas como objetos de posesión que pueden ser comprados y vendidos, que pueden ser violados y abusados, que suelen sentir placer obedeciendo y sometiéndose, y que están ahí para satisfacer los deseos de cualquier varón que tenga algo de dinero. Y como cualquier objeto, si no servimos o no obedecemos, pueden destrozarnos con impunidad, porque la prensa lo llamará «crímen pasional» y explicara «sus motivos» (como si hubiese motivos para justificar el asesinato de una persona).

Los hombres matan a las mujeres porque la gran mayoría no sabe gestionar sus emociones y viven presos de su sufrimiento, sus miedos, su dolor, sus traumas, sus inseguridades, sus malos recuerdos, sus carencias afectivas y sus problemas más íntimos. Cuanto más miedo y dolor acumulan, más dramáticos se ponen. Cuanto más inseguros se sienten, más violentos son.

Los hombres matan a las mujeres porque son machistas: creen que en el mundo unas personas valen más que otras, y nada más nacer se les coloca en la cúspide de la jerarquía socioeconómica y se les regala una serie de privilegios: mejores salarios, los puestos políticos y empresariales más altos, la propiedad de todas las tierras del planeta son de ellos (más de un 80%). Ellos gobiernan en mayor medida que las mujeres, ellos son los dueños de los bancos, las empresas, y los medios de comunicación…. ellos tienen los bienes y los recursos, lo que les da poder sobre los demás, y especialmente, sobre las mujeres. Nosotras somos, para los machistas fundamentalistas, como los animales: un objeto que se vende, se compra, se alquila, se intercambia por ganado, se disfruta, se explota, se mutila y se maltrata.

Los hombres matan a las mujeres porque nuestra cultura amorosa es patriarcal y está basada en el egoísmo, en el sufrimiento, en la desigualdad, en las relaciones verticales, en las luchas de poder. El capitalismo romántico nos hace egoístas, el romanticismo patriarcal perpetúa los mitos románticos y ensalza el dolor como vía para alcanzar el amor. El romanticismo patriarcal está basado en la doble moral sexual, en el placer del sufrimiento, en la dependencia emocional femenina, en la violencia de género, en el odio como forma de relación, en el esquema de dominación y sumisión, o la estructura del amo y el esclavo. Los hombres se han creído que las mujeres somos buenas o malas, y siguen teniéndole miedo a nuestra libertad y autonomía, a nuestra sexualidad y erotismo, porque no saben cómo relacionarse con nosotras de tú a tú. Han sido educados para sentirse adorados, respetados y necesitados, no para construir relaciones igualitarias.

Los hombres matan a las mujeres porque no soportan las derrotas. No saben gestionar una ruptura sentimental porque no les han enseñado que la gente puede seguir su camino libremente, que nadie nos pertenece, que todos somos libres para unirnos y separarnos. Los niños que son educados patriarcalmente en la competición más despiadada no tienen herramientas para relacionarse en condiciones de igualdad, necesitan sentirse ganadores, y por eso una ruptura sentimental se vive como un fracaso. No tienen herramientas para superar el duelo, no pueden hablarlo con nadie para no sentirse débiles o perdedores, no tienen a quién acudir cuando se sienten desesperados porque les importa más dar una imagen de ser alguien fuerte y poderoso. No pueden desahogarse, no saben pedir ayuda, y en la tele no dejan de enviarles el mensaje de que el uso de la violencia es legítima y normal cuando uno tiene que defenderse o defender sus propiedades.

Los hombres matan porque los héroes masculinos matan y están llenos de gloria. El dios de nuestra época es un dios guerrero, un macho mitificado por su fuerza y su violencia. En la publicidad, en los cómics, en las películas, en los videojuegos se rinde culto a todas horas a los guerreros asesinos, ya sean androides o caballeros medievales. Todos nuestros héroes consiguen sus objetivos a través de la violencia, por eso las películas se desarrollan entre balazos, bombazos, flechazos, navajazos, puñetazos, machetazos, y escenas de tortura y dolor. La mayor parte de las películas que emiten en cines y televisión tienen machos alfa, armas y sangre, gritos y violencia. En todos ellos el héroe exhibe su fuerza, su valentía, y su capacidad para aniquilar a quien se le ponga en el camino… los efectos especiales y la música de la ficción espectacular aumentan su poder de seducción sobre los espectadores y las espectadoras, que admiran la sensualidad de la violencia patriarcal y la poesía del sacrificio varonil.

Los hombres matan a las mujeres porque sienten que se han sacrificado mucho para ser lo que son, y que eso les da poder sobre las vidas ajenas. A los niños les enseñamos que si quieren ser héroes y tener poder y fama, si quieren ser los número uno, si quieren ser los mejores en todo, tienen que sacrificarse para conseguirlo. El premio es muy seductor: si eres un macho patriarcal vencedor, tendrás la admiración y el respeto de los demás machos, y muchas mujeres suspirando por ti y por tu belleza, por tu valentía, por tu poder y tus recursos. El sacrificio, sin embargo, es tremendo: tendrán que mutilarse emocionalmente, aprender a no llorar en público, aprender a esconder su vulnerabilidad, a no expresar emociones y parecer fríos como un témpano de hielo. Podrán dar rienda suelta a su ira o a su frustración, pero no a emociones como la ternura, el cariño, la tristeza, el miedo, o el amor.  Esas son cosas de mujeres, esas personas imperfectas, débiles y cobardes a las que nadie quiere parecerse.

Los hombres matan a las mujeres porque otros hombres matan mujeres también, y porque en la guerra de los sexos, ellas son las enemigas. El sacrificio patriarcal implica abandonar el mundo de las mujeres para poder llegar a ser un «hombre de verdad», dejar el nido materno y unirse solo a los iguales, es decir, a los varones que demuestren serlo. Para no descender en la jerarquía social, los hombres tienen que hacer muestra constante de su masculinidad, so pena de ser comparados con las mujeres, los niños o los homosexuales. Para no perder el honor ni ser objeto de burla en el entorno masculino, los hombres jóvenes tienen que demostrar permanentemente su virilidad: el objetivo es ser y parecer lo contrario de una mujer. Desde muy jóvenes, se les enseña a proteger su libertad, y a defenderse del enorme poder sexual de las mujeres. Los hombre machistas creen que al enamorarse pierden su poder, por eso necesitan sentir que controlan sus sentimientos, que no se dejarán manipular por el enemigo y que pueden acabar con él si no logran dominarlo. Si el enemigo no se somete, se le mata, como en todas las películas y en todos los cuentos patriarcales, como en todas las guerras entre pueblos.

Los hombres que matan a las mujeres primero se hacen terroristas: siembran el terror en la casa durante años, e instauran una especie de guerra en la que él es el único soldado que va armado. Ellos imponen las normas y las hacen respetar, exigen obediencia y sumisión, tomam decisiones e imponen castigos, exigen que una o varias mujeres satisfagan sus necesidades básicas (sexo, comida, higiene, cuidados y mimos, crianza de sus descendientes). Los hombres machistas quieren ser respetados, admirados y obedecidos, y necesitan saberse necesarios e imprescindibles, por eso exigen amor eterno e incondicional, por eso quieren ser los dueños absolutos, por eso creen siempre merecer el perdón cuando se portan mal.

Los hombres matan a las mujeres porque tienen impunidad, y porque a la opinión pública no le parece tan grave que un hombre asesine a «su» mujer, por eso lo ponen en la sección de «sucesos», aunque no sean acontecimientos extraordinarios porque mueren mujeres todas las semanas. Para perder esta impunidad, es necesario que los hombres condenen la violencia de género y que los gobiernos dejen de mirar a otro lado como si fuese un asunto menor.

Los hombres matan a las mujeres porque no piden ayuda ni se lo trabajan para dejar de ser violentos y dominadores. Tampoco los gobiernos parecen preocupados por la cantidad de adolescentes que dominan y maltratan a sus parejas, ni por los niños que son asesinados en cada feminicidio, ni por los niños que reproducen el comportamiento violento de sus padres con sus parejas cuando crecen. Ni las instituciones ni la sociedad apuestan por enseñar la cultura del buen trato y la igualdad a los varones, y los medios nos bombardean a diario con imágenes violentas. Sólo cuando los hombres hacen mucho daño y causan mucho dolor, se les proporciona terapia o cárcel, o las dos cosas.

Los hombres educados en la tradición patriarcal no aprenden a amar de igual a igual, por eso es preciso empezar a trabajar ya en instituciones educativas, penitenciarias, sociales, etc. para poder ofrecer a los varones recursos que les permitan adquirir herramientas para resolver conflictos sin violencia, para gestionar sus emociones, y para eliminar el machismo de sus vidas. Necesitan atención psicológica y formación: muchos están desorientados con los cambios políticos, económicos y sociales, y creo que la solución no es la cárcel, sino la educación, la concienciación, la prevención y la rehabilitación.

Existen cada día más colectivos de hombres feministas, igualitarios y antipatriarcales, que están en las redes publicando en sus blogs, haciendo talleres de masculinidades, debatiendo y compartiendo material, y creciendo cada día más. Su trabajo con chavales jóvenes, varones adultos y mayores es impresionante, y creo que merecen mayor visibilidad. Puedes conocer más sobre ellos aquí.

Propuestas para acabar con el terrorismo machista y la violencia de género
Creo que es esencial poner el foco sobre la responsabilidad que tienen los varones en la violencia en todo el mundo, exigirles que aprendan a relacionarse de otras maneras, y a comunicarse para resolver los conflictos sin violencia. Ya no pueden posponer por más tiempo el trabajo personal para despatriarcalizarse y obtener sus propias herramientas para enfrentarse a la vida sin miedo y sin violencia. 

Los varones no pueden seguir pasivos mientras nos matan. No pueden seguir neutrales, como si la cosa no fuera con ellos. Tienen que ponerse las pilas, espabilar, y sumarse al cambio que se avecina: la igualdad y el feminismo llegaron para quedarse, y el avance es imparable. Cada vez son más los grupos de hombres igualitarios y antipatriarcales que han empezado a trabajarselo individual y colectivamente, pero aún son una minoría muy pequeña (a la que yo admiro mucho).

A la velocidad con la que nosotras estamos cambiando, los hombres tienen que renovarse, cuestionarse, mirarse individual y colectivamente, trabajarselo para dejar a un lado la tradición de los privilegios machistas. Atrás quedó el sueño húmedo de poseer una criada-esposa que les atienda indefinida y abnegadamente. 

Los chicos tienen que desmontar todo el patriarcado, como estamos haciendo nosotras desde hace décadas. Aprender a hacer autocrítica amorosa, aprender a expresar sus emociones con asertividad, a comunicarse horizontalmente y tratar a las mujeres de tú a tú, a renunciar a sentirse superiores o inferiores a los demás, deshacerse de la necesidad de ganar, conocerse mejor y trabajar para ser mejores personas… las tareas que tienen los hombres por delante son muchas y muy variadas, pero cuanto antes empecemos a destronar al macho alfa, antes acabaremos con las violaciones, los abusos, las agresiones y los asesinatos de los hombres machistas.

Creo que sólo podremos acabar con esta matanza de mujeres y niños si logramos acabar con la desigualdad y el machismo, y con la exaltación poética de la violencia en las películas y relatos de ficción. Necesitamos revolucionar todas nuestras estructuras, acabar con la cultura que sublima la violencia y el poder masculino, y crear otra cultura más igualitaria y pacífica que promueva el bien común, el buen trato, la diversidad y el amor.

Otras propuestas para acabar con la violencia de género: 
– Educar a niños y niñas en los valores del feminismo, la igualdad, la diversidad y la solidaridad.

– Aprender desde la infancia a trabajar en la gestión de las emociones. Alejar a los niños de las armas, enseñarles a divertirse sin competir, enseñarles a compartir y a no discriminar.

– Desmitificar y despatriarcalizar el amor romántico para acabar con las relaciones de dependencia basadas en el eje dominación/sumisión.

-Acabar con las luchas de poder en nuestras relaciones humanas, con el egoísmo y la explotación de unos sobre otras. Aprender a compartir, a trabajar en equipo, y a relacionarnos horizontalmente, en igualdad.

– Concienciar y formar a medios de comunicación y periodistas para que eviten fomentar la violencia contra las mujeres mediante los mitos y los estereotipos machistas que incluyen en sus noticias.

– Exigir a los gobiernos que aumenten la protección de las víctimas, y aplicar políticas de igualdad que permitan a las mujeres alcanzar la autonomía económica y la garantía sobre el ejercicio de sus libertades y derechos más básicos.

– Que medios de comunicación e industrias culturales dejen de mitificar la violencia como algo sublime y grandioso. 

– Acabar con la impunidad de los maltratadores y asesinos de mujeres.

– Exigir al gobierno políticas educativas de prevención, y asistencia y apoyo a los hombres que quieran salir de la rueda de violencia en la que están mediante terapia y formación. Dotar a los hombres con problemas de violencia y machismo, de mecanismos y recursos para trabajarse individual y colectivamente

– Sensibilizar a las personas creativas que escriben novelas, guiones de películas, obras de teatro, canciones, videojuegos, etc, para que no sigan venerando la figura endiosada del macho que mata y se atrevan a destronar a los héroes que matan, a inventar otras tramas, otros finales, y otros protagonistas, otras masculinidades y otras feminidades que no sean patriarcales.

– Poner de moda a los hombres feministas que luchan contra la violencia de género, unirnos todxs en la erradicación de esta lacra social.

Fuente del articulo:  http://haikita.blogspot.com/2015/08/la-masculinidad-patriarcal-y-la.html

Fuente de la imagen: http://2.bp.blogspot.com/-0-xqPohqmqs/T5SnU0ywe1I/AAAAAAAADTA/04BpR3shlM8/s400/violencia320.png

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Perú: Universitarios piden que igualdad de género forme parte de currícula en las aulas

América del Sur/Perú/14 Agosto 2016/Fuente y Autor: andina

Un grupo de estudiantes universitarios defendieron hoy la necesidad de que el tema de la igualdad de género forme parte de la currícula en las universidades y colegios a fin de desterrar el machismo en el inconsciente de la sociedad peruana.

Durante la marcha cívica»Ni una menos?, Geraldine Zapata, estudiante de la Universidad Femenina del Sagrado Corazón (Unife), señaló que se trata de una iniciativa tan importante como el curso de educación cívica en los colegios.

«Es necesario enfatizar en este aspecto debido a las cifras de asesinatos y violencia. No es un capricho, es una necesidad. Si desde niños proponemos estas ideas, creamos una generación alejada de estas taras y prejuicios?, manifestó.

Por su parte, Vanessa Gutiérrez, estudiante de la Universidad San Marcos, sostuvo que son las escuelas y las universidades las responsables de asumir su rol formador frente a la problemática social de la violencia de género.

«Las escuelas y universidades son entornos donde se ve la violencia de género. Tal vez no de forma física, pero si verbal y psicológica?, anoto.

 

Fuente de la noticia: http://www.andina.com.pe/agencia/noticia-universitarios-piden-igualdad-genero-forme-parte-curricula-las-aulas-626078.aspx

Fuente de la imagen:http://portal.andina.com.pe/EDPfotografia3/Thumbnail/2016/08/13/000370644W.jpg

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África dice no a la mutilación genital femenina

Unión Africana/11 agosto 2016/Fuente: El País

El Parlamento de la Unión Africana ha avalado la prohibición de la mutilación genital femenina en todo el continente, una práctica en retroceso pero que se sigue realizando en una treintena de países sobre todo en la banda del Sahel, desde Somalia hasta Senegal. Aunque el Parlamento Panafricano, con sede en Sudáfrica, sólo tiene carácter consultivo y asesor y no legislativo, esta decisión supone un espaldarazo a la creciente adopción de medidas por buena parte de los países afectados, que obedece tanto al trabajo y las presiones ejercidas por los organismos internacionales como a la lucha que desde hace décadas lideran asociaciones africanas de defensa de los derechos de la mujer y la infancia.

El acuerdo se produce tras intensas sesiones realizadas entre miembros del Grupo de Trabajo para la Mujer del citado Parlamento y representantes del Fondo para la Población de Naciones Unidas (UNFPA). En realidad, lo acordado es un plan de acción encaminado a erradicar la ablación, que sufren cada año unos tres millones de niñas en África y Oriente Próximo y que afecta en la actualidad a 125 millones de mujeres. A partir de ahora comienza la tarea de los 250 diputados firmantes de hacer llegar esta decisión a sus respectivos países e impulsar la puesta en marcha del plan de acción en coordinación con las autoridades nacionales.

En los últimos años, los avances sociales y legislativos en África occidental, una de las regiones afectadas han sido imparables. Nigeria prohibió la ablación en todo su territorio en mayo de 2015, mientras que Gambia, hasta ahora refugio de esta práctica, hizo lo propio en noviembre pasado. Issatou Touray, histórica activista gambiana, asegura sin embargo que “sólo con el trabajo en las comunidades se podrá dar un cambio real, las leyes son necesarias pero no bastan”.

Cada país es un mundo. En Senegal está prohibida desde hace años, pero se sigue practicando de manera clandestina y por eso, la ONG Tostan sigue llevando a cabo su política de juramentos, en la que las mujeres y líderes comunitarios prometen públicamente el abandono de la ablación. En Guinea también está prohibida, pero la tasa de prevalencia está en torno al 90% porque cuenta con una enorme aceptación cultural. En Malí, sin embargo, es legal aunque existe un plan nacional desde 2010 para erradicarla. Virginie Moukoro, defensora de los derechos de la mujer y la infancia maliense, cree que aún queda mucho trabajo por delante, pero que en el plazo de una generación se podrá acabar con la ablación. “Un día será historia, como ocurrió con la práctica de atar los pies a las niñas en Japón”, asegura.

En África oriental el optimismo es más moderado. Países como Egipto, Sudán, Eritrea, Yibuti, Etiopía o Somalia tienen el triste honor de concentrar las tasas de prevalencia más elevadas, en este último país del 98%, la más alta del mundo. Allí se practica un tipo de ablación conocida como la circuncisión faraónica, que además de la extirpación del clítoris y labios mayores y menores conlleva el cosido de la vulva hasta dejar un pequeño orificio para permitir la salida de la orina. Las consecuencias son terribles y provoca cientos de muertes cada año. Somalia es un ejemplo de la ambigüedad legislativa en la que se mueven muchos países sahelianos, la Constitución establece la prohibición de la práctica pero ninguna ley ha sido aprobada para hacer efectiva esta decisión.

La mutilación genital femenina comprende un conjunto de prácticas que van desde la amputación total o parcial del clítoris hasta la extirpación de labios mayores y/o menores, con consecuencias trágicas para las niñas. Según la Organización Mundial de la Salud, además del riesgo de muerte y enfermedades, el dolor, el trauma y las lesiones creadas por el procedimiento en sí mismo, muchas veces realizado en penosas condiciones higiénicas, las consecuencias a largo plazo incluyen las infecciones recurrentes, quistes, esterilidad y aumento de las complicaciones durante el parto, además, claro está, de la imposibilidad o dificultad de sentir placer durante el acto sexual. Además de un atentado para la salud de la mujer, supone una violación de sus derechos y una forma de discriminación que refleja la desigualdad entre los sexos.

Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2016/08/09/actualidad/1470746651_803060.html

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Escúchame, soy víctima de trata

Ilka Oliva Corado

Cuando vivía en Guatemala escuché decir a una madre de familia, refiriéndose a una jovencita que trabajaba en un bar (en Guatemala se le llama bares a centros nocturnos parecidos a las cantinas donde también se ofrece el servicio sexual, también llamados prostíbulos)  de mesera y había tenido tres hijos de distinto padre, era mamá soltera: “esa está ahí porque es una puta y le gusta el pico”.

Las mujeres que participaban de la conversación, todas madres de familia, casadas por la iglesia y por todas las leyes, secundaron el comentario y también despotricaron contra la jovencita, a la que cuando miraban saludaban amablemente de beso y abrazo y llamaban sobrina. Yo que no me puedo quedar callada ante injusticias así, pregunté: ¿y ustedes no son putas y no les gusta el pico? Pero es aparte, nosotras estamos casadas, somos mujeres de la casa. ¡Todas somos putas, casadas o no!

 La jovencita había emigrado de su pueblo natal a la capital para trabajar como empleada doméstica,  en su pueblo se había enamorado de un patán que cuando la embarazó huyó cobardemente, cuando ella tenía 15 años. Sus padres la echaron de la casa, con  un hijo qué mantener se fue en busca de trabajo.  En el camino,  sola,  sin conocer a nadie en la capital, deprimida, angustiada,  cayó en una de esas redes de trata que la engañó ofreciéndole techo y comida, aparte de un trabajo; fue a dar a un bar. Conocidos decían que la habían visto trabajando como sexo servidora y no como mesera. “No estaba a la fuerza”, porque ella salía y viajaba a su pueblo a ver a sus hijos.  La suya era una modalidad de esclavitud sexual tan común en el mundo.

Pregunto, ¿qué hacían metidos en un bar, hombres padres de familia, casados? ¿Y encima alardeando con sus esposas, sobrinos e hijos sus andanzas en bares?

Un buen día cuando mi hermano empezó a desarrollar llegó mi papá con sus once ovejas, le dijo que se alistara porque se lo iba  a llevar a un bar para que se hiciera hombre, mi hermanito tendría unos 12 o 13 años. Mi padre lo dijo tan quitado de la pena enfrente de su esposa y sus hijas, como si de comida  hubiese estado hablando. Mi mamá y mi hermana mayor no dijeron nada, la que brincó fui yo, ¡pues entonces también lleváme a mí para que me hagan mujer!, ¡sobre mi cadáver que te llevás a mi hermano a violar niñas! Aquello fue una discusión en la que mis papás terminaron gritándome: ¡loca de mierda! No sé si mi papá llevaría en el transcurso de los años  a mi hermano  “ a que se hiciera hombre”  a un bar, solo ellos lo saben.

Los hombres de mi familia, contando desde mi abuelo hasta mis primos, (imagino que mi hermano también aunque me niegue a aceptarlo) desde que tengo memoria visitan bares, y ha sido aceptado y visto como normal por las mujeres de mi familia que, como salvedad dicen: el hombre es de una de la puerta de la casa para adentro, de la puerta de la casa para afuera es de la calle, con que no nos peguen enfermedades es todo. Es por eso que la mayoría tiene hijos fuera del matrimonio, (a los que no reconocieron, por supuesto) su número galán de amantes y sus visitas habituales a los bares a donde van a dejar buena parte del salario a fin de mes.

Escribo esto no para satanizar a mi familia, lo escribo como ejemplo de una sociedad patriarcal de la que también somos parte. La trata de niñas, niños, adolescentes y mujeres no existiría si los clientes no serían nuestros hombres: padres, amigos, hermanos, compañeros de trabajo, jefes, hijos, abuelos.  Y las mujeres en baños de pulcritud y virginidad no tacháramos a  otras de putas y las dejáramos a su suerte. 

El otro día estaba en una reunión social, conversaba con un grupo de hombres que se llaman así mismo revolucionarios y que se saben la historia política del continente de memoria,  y que muy Fidelistas, Chavistas y Guevaristas, al finalizar se despidieron porque iban todos para un bar y no querían llegar tarde porque sino otros les ganaban a las jovencitas nuevas que llegan cada sábado.  ¿Es de vómito verdad?

Cuando estudiaba en la universidad un buen grupo de compañeros, futuros profesionales (muchos ellos ahora son docentes universitarios) se iban todos los viernes al bar que quedaba al final de la cuadra, decían que con las “putas” del bar podían hacer lo que con sus novias no. ¿Qué puede hacer un hombre con una mujer que está en un lugar para ser maltratada y humillada? Somos nosotros como sociedad de consumo.

Cuando ejercía el arbitraje en Guatemala y nos tocaba dirigir en los departamentos y nos tocaba dormir allá, muchos de mis compañeros la noche anterior al juego se iban al bar del pueblo, a buscar jovencitas, allá se juntaban con los jugadores. El domingo salían en televisión impecables, como jueces imparciales y dignos. Los jugadores como las estrellas inalcanzables. Y eso sucede también a nivel internacional, los árbitros del país anfitrión cuando hay torneos o juegos internacionales, lo primero que hacen como cortesía y bienvenida es llevar a los árbitros a casas de citas de abolengo.  Somos nosotros como sociedad de consumo.

Podría poner mil ejemplos, y sé que ustedes también como lectores tienen miles de ellos, la trata existe porque somos nosotros la sociedad que la consume. En este artículo hablo expresamente de la trata con fines de explotación sexual, pero también existe con fines de explotación laboral y tráfico de órganos.

Y somos insensibles ante esto que debería ser nuestra mayor vergüenza como humanidad, porque con las víctimas no existen los lazos de sangre. Porque no son nuestras hijas, hermanas, amigas, madres. Porque somos egoístas y creemos que solo es importante quien está dentro de nuestra burbuja y zona de confort. Porque no hemos entendido aún que este mundo no va a cambiar sino cambiamos nosotros. Porque la indolencia y la perversidad nos corroe. La mojigatería y la deshumanización se han apoderado de nosotros (cuando nos conviene).

¿Qué sociedad permite la existencia de bares y casas de citas? ¿Qué sociedad permite la existencia de las redes de trata con fines de explotación sexual, laboral y tráfico de órganos?

Somos nosotros quiénes lo permitimos, somos la sociedad de consumo. Unos por hacer y otros por callar. Qué haríamos si un día en cualquier circunstancia nos encontramos con un niño, niña, adolescente o mujer que nos diga: ayúdame, soy víctima de trata?

Es lo que muestra el documental (4.55 minutos de duración) Eschúchame. Creado para la concientización de la sociedad de consumo. O las película Evelyn, Trade, La mosca en la ceniza, La jaula de oro,  La vida precoz y breve de Sabina Rivas. Y tantas otras…

Ilka Oliva Corado.  

@ilkaolivacorado

contacto@cronicasdeunainquilina.com

Audio de la entrevista: https://soundcloud.com/ilka-oliva-corado/escuchame-soy-victima-de-trata

Fuente del articulo: https://cronicasdeunainquilina.com/2016/07/31/escuchame-soy-victima-de-trata/

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Entrevista a Alejandra Rodriguez:»La Universidad no está exenta de la violencia de género»

19 Junio 2016/Fuente: La Haine/Autor: Mario Hernández

Mario Hernández (M.H).: Con Alejandra, Consejera de la Facultad de Ciencias Sociales. Hace unos días atrás, previamente a la movilización del viernes bajo la consigna “Nos queremos vivas, a todas” se produjo un intento de secuestro en la plaza Houssay, donde están las facultades de Medicina, Ciencias Económicas y Sociales, un hecho que no fue una novedad, recordemos que en la Facultad de Ciencias Económicas hay una estudiante desaparecida desde hace más de diez años: Florencia Penacchi. Y recordemos también que hace unos años tuvimos una situación muy delicada en la sede de la Facultad de Psicología en la calle Hipólito Yrigoyen en el barrio de Once, y luego hubo denuncias también en el IUNA por este tipo de situaciones. También en la Facultad de Ciencias Sociales en la calle Santiago del Estero, se han sucedido una serie de hechos de violencia y acoso contra las estudiantes que me gustaría que nos comentes.

-A.: Efectivamente, lo que estás enumerando son hechos que atraviesan a la Universidad de Buenos Aires y como manifestamos desde nuestra organización y en cada facultad donde intervenimos, la Universidad no está exenta de la violencia de género sino que es un ámbito más donde se reproducen estas prácticas que afectan cotidianamente al conjunto de las mujeres.

Como bien dijiste, en la Facultad de Psicología tenemos el antecedente de hace algunos años cuando hubo una red de trata operando en el barrio de Once, es una manera que tienen de accionar, merodean facultades, colegios, lugares donde hay una gran concentración de estudiantes mujeres. En la facultad de Psicología en esa oportunidad fueron las estudiantes y docentes las que se organizaron para denunciar el accionar de la red de trata, se movilizaron a la comisaría, lograron incluso que se traslade del cargo al comisario que estaba aparentemente implicado, también denunciando las responsabilidades políticas del Estado, porque sabemos que las redes de trata operan en complicidad y con el amparo de distintos sectores del Estado como la justicia, la policía y el poder político.

En Sociales el año pasado tuvimos una situación similar, varias compañeras a partir de una estudiante que hizo una publicación en los grupos de la facultad en Facebook contando cómo un tipo se le acercó a las 11:00 de la noche, cuando salía de la facultad y le propuso un trabajo de promotora, algo muy extraño; a partir de esa publicación otras compañeras comentaron que habían pasado por la misma situación y ese es el modus operandi de una red de trata, un tipo, de noche, merodeando el barrio de Constitución ofreciendo trabajos de mucho dinero para lo que significaba la tarea, incluso a una compañera este tipo llegó a forcejearla intentando meterla en el auto. Ahí también fuimos los estudiantes los que nos movilizamos para hacer llegar a las autoridades la situación.

Esto nos trae a este caso que pasó en Plaza Houssay. La estudiante de Medicina relata en un audio, cómo un tipo la agarró amenazándola de muerte, la intentó meter en un auto y gracias a alguien que pasó por ahí que distrajo al hombre, pudo escaparse y salir corriendo a pedir ayuda.

Somos las estudiantes las que sufrimos este tipo de situaciones y estamos totalmente desprotegidas por los responsables que son las autoridades de las facultades, que son quienes deberían ocuparse de que los estudiantes cursemos en condiciones, de que los trabajadores también y proteger la integridad física de cada uno de los y las compañeras que asistimos a las distintas facultades.

La policía consume, fomenta, ampara y permite que las redes de trata funcionen como un kiosquito más

-M.H.: Frente a estos hechos, ¿qué actitud han adoptado las autoridades de la Universidad, las fuerzas de seguridad? Porque en el caso de Florencia Penacchi incluso en algún momento se involucró a un personaje que después apareció en una foto con el actual Presidente de la Nación y su señora en Cancún. Situación que nunca se aclaró, me estoy refiriendo a Martins, siendo que Florencia Penacchi también era empleada del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

-A.: Vengo de la Facultad de Sociales, donde tuvimos un intercambio con las autoridades sobre otro caso de violencia que ocurrió allí. Pero concretamente sobre este caso de las redes de trata operando sobre Plaza Houssay, las autoridades de Medicina, de Económicas y de la UBA en general, no dieron ningún tipo de respuesta, de hecho es una de las exigencias que marcamos constantemente cuando surge algún caso de violencia donde hay alguna compañera que sufre algún tipo de ataque. Las autoridades deben garantizar la integridad de las personas que asisten a las casas de estudios, sin embargo, hacen oídos sordos y no ofrecen ningún tipo de salida.

Esto de la seguridad es interesante plantearlo, porque nosotros no creemos que la solución sea más policía, de hecho la policía como institución son los que consumen, fomentan, amparan y permiten que las redes de trata funcionen como si fuesen un kiosquito más. Muchos de los prostíbulos donde hay pruebas de que hay mujeres víctimas de la explotación sexual a partir de las redes de trata, funcionan con la complicidad del Gobierno de la Ciudad, de la Policía y sectores judiciales. Los Centros de estudiantes de Económicas y Medicina que están dirigidos por la Franja Morada, que es el sector político que dirige la UBA, fue a pedir más policía, pero nosotros entendemos que esa no es la salida porque son los mismos sectores implicados.

-M.H.: ¿Qué proponen?

-A.: Lo que nosotros remarcamos es que el Consejo Superior a partir de lo que fue la primera movilización de “Ni una menos”, en el Rectorado se aprobó un Protocolo de intervención en casos de violencia de género. Esto pasó a fines del año pasado y hasta hoy no fue implementado.

Los femicidios son el eslabón final de una larga cadena que parte desde el propio Estado

-M.H.: Dejando de lado que apañaron y cubrieron a un violento, como el decano de Ciencias Económicas, denunciado por su mujer y que luego tuvo que renunciar, lo que es de resaltar es un avance importante en la conciencia, la valentía de parte de las mujeres. La movilización del viernes pasado fue una demostración cabal de eso. Pero desde el lugar de las autoridades nacionales, se ve una actitud parecida a la de las autoridades universitarias, porque el presupuesto con el que cuenta el Consejo Nacional de la Mujer es ridículo, el 0,0055%, o sea 4,50 pesos por mujer, por otro lado, la Ley de patrocinio jurídico gratuito que propuso el senador Abal Medina y fue aprobada por unanimidad en noviembre del año pasado, jamás se implementó. Esto sabiendo que la denuncia en la comisaría es el inicio de un oneroso proceso judicial que debe ser costeado por la propia víctima que ya se encuentra en un estado de vulnerabilidad.

Otro proyecto que tampoco avanza es la llamada Ley “Brisa”, que prevé una asignación para los hijos de las mujeres asesinadas. Así podríamos seguir. Veremos si Fabiana Túñez, responsable del Consejo Nacional de la Mujer, presenta como dice, un Plan nacional contra la violencia de género y marca una tendencia para empezar a concretar algunas de estas cuestiones. Porque claramente se ha avanzado en concientización y valentía pero en el terreno concreto no se ha avanzado y los femicidios han aumentado, 225 el año pasado y en lo que va de éste ya se relevaron 235, esto deja en claro que desde el punto de vista concreto no se está a la altura de las circunstancias.

-A.: La movilización del año pasado del 3 de junio fue una reacción popular ante un flagelo social que sufren las mujeres constantemente. La movilización puso en agenda los reclamos de las mujeres. Del año pasado a éste, ni el gobierno anterior y mucho menos éste dieron una salida a esta problemática. Miles y miles nos movilizamos en todo el país y, efectivamente, los casos aumentaron, se visibilizó aun más y los femicidios son moneda corriente. Y queremos remarcar que los femicidios son el eslabón final de una larga cadena que parte desde el propio Estado. Y hay que remarcar las responsabilidades políticas, y cuando hablamos del Estado hablamos de cada una de sus instituciones y sus representantes, no es una cuestión de un gobierno sino que reproducen una lógica de relación cultural que necesita tener a las mujeres con la cabeza gacha y por eso en la Universidad pasa lo mismo.

Esto de las leyes es un punto importante, hay distintas leyes presentadas por distintos sectores políticos, que algunas tienen más limitaciones que otras. Hoy en día, por ejemplo, la Comisión de la Cámara de Diputados que debería tratar proyectos que tienen que ver con la violencia hacia la mujer o cualquier reclamo de las mujeres, que es la Comisión de mujer, niñez, adolescencia y familia no funciona, estamos a mitad de año y la comisión no se ha reunido nunca. Y está presidida por Julián Dindart, que fue asignado por el bloque del radicalismo y avalado por todos los sectores políticos, que es conocido porque cuando fue Ministro de salud de la provincia de Corrientes estuvo en contra del aborto no punible en dos casos de niñas que habían sido violadas y habían quedado embarazadas, eso entre otras declaraciones homofóbicas. Ese personaje es quien encabeza la Comisión de mujer en la Cámara de Diputados.

-M.H.: Además una Comisión de mujer presidida por un hombre y con estos antecedentes es algo bastante raro. Ya que tocaste el tema del aborto, no quiero dejar pasar el caso de Belén, la chica tucumana, porque es un caso que ilustra la criminalización del aborto y la falta de una perspectiva de género en los fallos judiciales. Porque como mencionaste, el otro eslabón importante es la justicia, una justicia misógina y machista.

-A.: No solo es misógina, machista y patriarcal, sino que es clasista, porque la justicia opera para un sector social en particular, Belén es el nombre ficticio de una joven tucumana que hace dos años llegó al hospital de Clínicas de Avellaneda de la Provincia de Tucumán con una hemorragia interna y en vez de recibir la asistencia que necesitaba porque se estaba desangrando, fue acusada de matar a su hijo, le pusieron un feto en la cara al que nunca se le hizo un ADN para saber si era de ella.

Es un caso que tiene una serie de irregularidades, ella sufrió maltratos de todo tipo, esto sucedió hace dos años, bajo el gobierno de Alperovich, y durante ese tiempo Belén esperó su condena presa, a diferencia de otros casos como, por ejemplo, el de Marita Verón, donde todos los acusados esperaron su condena en libertad y encima después fueron absueltos en primera instancia. Belén estuvo en una cárcel durante dos años y hoy el gobierno de Juan Manzur y la justicia tucumana decidieron darle ocho años más simplemente por tener un aborto espontáneo, que ni ella sabía que lo tenía. Es un caso, como bien dijiste, de criminalización del aborto pero hacia un sector en particular, es la regimentación, el disciplinamiento y la criminalización de las mujeres pobres, jóvenes y trabajadoras.

Hoy el aborto para muchos sectores es un tema polémico que quizás no habría que debatir, pero el aborto es una realidad y cientos de mujeres jóvenes y niñas mueren por realizarse abortos clandestinos. Insisto en el tema del sector social, porque la mujer que tiene los recursos puede acceder a una clínica privada y practicarse un aborto en condiciones óptimas, las que no pueden hacerlo se mueren. Es una pelea de las organizaciones de mujeres y que particularmente nosotras venimos dando hace años, el proyecto que presenta la Campaña nacional por el aborto que lleva diez años siendo presentado constantemente para que por lo menos se discuta, ha sido cajoneado por todos los gobiernos que pasaron.

Además, en cuanto a lo de la justicia, otro caso reciente es el de una niña wichí en Salta, de doce años que padece un cuadro de desnutrición, retraso mental, que fue violada por 8 personas, quedó embarazada y la justicia y el Estado de Salta le negaron el aborto no punible, incluso incumpliendo el fallo F.A.L de la Corte Suprema que establece el aborto no punible y lo único necesario era la declaración de una mujer para poder practicárselo y que no sea penalizada.

Provincias como Tucumán y Salta incumplen este fallo y tienen protocolos restrictivos, por ejemplo, en Tucumán hay un protocolo que establece que solo la mujer que fue víctima o algún pariente muy cercano son los únicos que pueden efectivamente hacer el pedido del aborto, pero en un plazo de doce semanas.

Este caso es significativo también porque esta niña fue violada en noviembre del año pasado y esto está saliendo a la luz ahora, se le negó el aborto no punible, se le practicó una cesárea porque el feto tenía malformaciones craneanas, incluso con el riesgo de que afecte su vida porque tiene una afección pulmonar. Los propios médicos dijeron que no tenía ninguna posibilidad de vida. Esto también demuestra como la justicia actúa para un sector en concreto y que criminaliza y regimenta a las mujeres trabajadoras constantemente.

-M.H.: ¿Querés agregar algo más?

-A.: Sí, en relación a Julián Dindart, quien preside la Comisión de mujer de la Cámara de Diputados, nosotras desde el FIT y el PO, con nuestra diputada por la provincia de Mendoza que es Soledad Sosa, hicimos un pedido al Presidente de la Cámara de Diputados para que se lo remueva de su cargo porque entendemos que un tipo con estas características, que está totalmente en contra de los intereses de las mujeres, no puede presidir esa Comisión.

Ese pedido no fue escuchado y es por eso que esa Comisión hoy no se reúne y no discute estas problemáticas. Mientras que en la segunda movilización por “Ni una menos”, en su primer aniversario, fuimos nuevamente miles y miles de trabajadoras y trabajadores, mujeres, niñas y hombres que salimos a la calle porque entendemos que motivos nos sobran.

Nosotros, si bien damos la batalla institucional, en las facultades, en el Congreso, en los distintos ámbitos, entendemos que la única forma de que los reclamos de las mujeres se lleven adelante o de conseguir las conquistas que estamos reclamando va a ser a partir de la organización independiente de las mujeres, del Estado y la Iglesia que son los principales responsables en todo caso de violencia de género.

Fuente de la entrevista: http://www.lahaine.org/mm_ss_mundo.php/la-universidad-no-esta-exenta
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