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Pide UNESCO mantener avances en Derechos Humanos y educación en Afganistán

UNESCO

Afganistán se encuentra en un punto de inflexión en su historia. Para el país, como para toda la región, es esencial que se mantengan los progresos logrados en las dos últimas décadas en materia de derechos humanos, educación y estándares internacionales.

Desde 2002, la UNESCO y sus socios afganos e internacionales han llevado a cabo varios programas de ámbito nacional para reformar el sistema educativo, proteger el patrimonio cultural, aumentar la capacidad científica y garantizar la seguridad de los periodistas. Estas iniciativas han contribuido a impulsar el desarrollo de Afganistán.

Los progresos de Afganistán incluyen:

  • Un aumento significativo del 34% (2002) al 43% (2020) de la tasa de alfabetización.
  • Desde 2006, con el apoyo de aliados como Dinamarca, Japón, Noruega, Suecia, agencias de la ONU y organizaciones de la sociedad civil de todo el país, la UNESCO ha llevado a cabo el mayor programa de alfabetización de la historia de Afganistán: 1 millón 242 mil alumnos, entre ellos 800 mil mujeres y niñas, se han beneficiado de este programa. Los programas de alfabetización también han formado a 45 mil agentes de policía.
  • Desde 2002, la UNESCO ha colaborado con el gobierno en el desarrollo de una reforma educativa que abarca todas las estrategias nacionales de educación, incluido un análisis exhaustivo del sector educativo, una reforma del plan de estudios general (que afecta a más de un millón de alumnos) y un plan estratégico para la enseñanza superior. Este plan permitió la creación del primer Instituto Nacional de Planificación Educativa de la historia.
  • La UNESCO ha reforzado y aumentado las competencias en Afganistán y ha formado a miles de funcionarios afganos.
    • En el ámbito de la educación, hemos formado a 741 funcionarios de planificación de las 34 provincias.
    • En el ámbito de la cultura, hemos formado a varios conservadores y profesionales de museos, así como a especialistas en cultura, para que realicen inventarios y supervisen los sitios del patrimonio.
  • Se han llevado a cabo operaciones de salvaguardia a gran escala para la preservación de los restos del Valle de Bamiyán y del Minarete de Jam junto con otros monumentos emblemáticos de la identidad afgana, cuya conservación es crucial para la cohesión nacional.
  • Se han puesto en marcha varias iniciativas culturales para reactivar el tejido cultural y la creatividad en Afganistán, como el Centro Cultural de Bamiyán, sede de exposiciones y cursos, y concursos de fotografía que en 2017 dieron lugar a la Bienal de Fotografía de Kabul.
  • Desde 2018, el programa Física sin Fronteras, gestionado por el Centro Internacional Abdus Salam de Física Teórica (CIFT) de la UNESCO, ha estado trabajando con la Universidad de Kabul para ayudar a la facultad a desarrollar planes de estudio en física. Unos 400 estudiantes afganosvinieron de todo el país para asistir a cursos intensivos de física en la Universidad de Kabul.
  • Afganistán cuenta con uno de los ecosistemas mediáticos más dinámicos a nivel regional: 1.879 medios de comunicación activos, 203 canales de televisión, 349 emisoras de radio y 1.327 periódicos.
  • En 2020, había mil 741 mujeres profesionales de los medios de comunicación en Afganistán, de las cuales mil 139 eran periodistas.

Todos estos logros demuestran que la sociedad afgana actual es muy diferente a la de hace 20 años. El país ha conseguido grandes avances en el desarrollo del país, pero hay que preservarlos y continuar trabajando para que todos los esfuerzos no hayan sido en balde.

Afganistán aún se enfrenta a muchos retos:

  • 12 millones de jóvenes y adultos (mayores de 15 años) siguen sin saber leer y escribir.
  • Entre 2006 y 2021 fueron asesinados 81 periodistas, 7 de ellos en agosto de 2021.
  • Entre septiembre de 2020 y febrero de 2021, casi una de cada cinco mujeres periodistas dejó la profesión, debido a la violencia y amenazas constantes.

La UNESCO se compromete a intensificar su apoyo al pueblo afgano. Teniendo en cuenta los logros alcanzados en los últimos veinte años, la Organización desea recordar a la comunidad internacional los retos que debe afrontar en sus ámbitos de competencia, para que sirva de referencia en el futuro.

https://www.onu.org.mx/pide-unesco-mantener-avances-en-derechos-humanos-y-educacion-en-afganistan/
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No abandonemos a las mujeres de Afganistán

Fuentes: https://tribunafeminista.elplural.com/Ana de Blas 

Las armas, la bandera blanca y negra y el odio de la milicia talibán se encuentran de nuevo al frente de Afganistán y el destino de sus 32 millones de habitantes. Este es un recorrido por las iniciativas y las tomas de postura de mujeres en nuestro país para no abandonar a quienes se llevarán la peor parte con la aplicación extrema de la ley islámica: las mujeres y las niñas afganas. Según algunos testimonios, la represión contra las activistas, la imposibilidad de trabajar o la conversión en esclavas sexuales –casadas a la fuerza– ya han comenzado. Los burkas han regresado a Kabul mientras en Barcelona alguna mujer se manifiesta quemando el suyo ante la sede local de Naciones Unidas.


Clamar en el desierto

“Hemos estado clamando en el desierto, que se hiciese algo para evitar lo que ya ha llegado”. Quien habla es la periodista de RTVE Pilar Requena, autora del libro Afganistán (Síntesis, 2011), y que junto a su colega Paloma García Ovejero acompaña a la presentación de la iniciativa “Abrid las puertas a Afganistán y a las afganas”, promovida por un grupo de periodistas españolas y que ha tenido difusión trasnacional. Requena y García Ovejero forman parte de la Asociación de Mujeres que Cuentan el Mundo (ACM), formada por profesionales de la comunicación vinculadas a la información internacional.

Pilar Requena es la actual directora de Documentos TV en la televisión pública y conoce bien el terreno afgano. Un país hoy de nuevo en manos del poder talibán, que ya gobernó entre 1996 y 2001, aplicando la sharía –o ley islámica– en su forma más violenta, entre lapidaciones, latigazos y ejecuciones, y condenando a las mujeres y las niñas a la pérdida de todos sus derechos, incluyendo el de ir a la escuela. Durante todo este agosto, los boletines de noticias han estado desgranando los acontecimientos en una región que representa un enorme fracaso para la llamada comunidad internacional, tras veinte años de intervención militar directa. En febrero de 2020, Estados Unidos acordó con los talibanes en Doha, Qatar, su retirada y la de sus aliados, dándoles con ello una carta de identidad como actores internacionales. Y ahora hemos visto muchedumbres agolpadas intentando acceder al aeropuerto de Kabul, la capital del país, y personas aferradas a los aviones extranjeros. Hemos leído a mujeres profesionales y activistas suplicando por una vía de salida. Bajo el intento de parecer “moderados” ante las cámaras, vemos armas, vehículos militares, velos y burkas. El regreso de la palabra “talibán” a la actualidad remite al terror por la realidad más cruel del poder violento de hombres contra mujeres.

La periodista Pilar Requena, en Madrid. (A. B.)

La periodista Pilar Requena, en Madrid. (A. B.)

Colapso de Afganistán, decadencia de Occidente

“Es verdad que evacuaremos a todos los que podamos, pero son una ínfima parte”, continúa la reportera. “Lo que dejamos atrás es todo un pueblo, mujeres y hombres afganos, que creyeron en nosotros”. Explica cómo esa población ha tenido que aguantar en el poder a muchos señores de la guerra –“criminales de guerra”, añade, “que han sido impuestos por la comunidad internacional durante estos veinte años”–. En estos días duros, “lo que recuerdo es a todas esas mujeres, niñas y adolescentes afganas que han confiado, que se quitaron el burka, que se quitaron el terror, que creyeron en un futuro mejor, que fueron a los colegios, a las universidades, que han trabajado, que han colaborado, y que ahora tienen que esconderse, huir, o en el peor de los casos terminarán siendo esclavas sexuales de esos combatientes”. Requena es contundente con los intentos de aparentar cierta moderación ante las cámaras por parte de los integristas: “los talibanes no son mejores que los de los años noventa. Son incluso peores, y más violentos. Entonces no existieron las esclavas sexuales, ahora ya están aplicando esa práctica que aprendieron del autodenominado Estado Islámico en Siria y en Irak”.

Para Requena, el Acuerdo de Doha “ha sido un error fundamental de Estados Unidos, les ha hecho crecerse y está enviando un mensaje a terroristas e islamistas radicales de todo el mundo de que pueden ganar, porque al final la comunidad internacional falla, se va”. “El colapso de Afganistán es la decadencia de Occidente, de los valores de derechos humanos en los que hemos creído”, sentencia desde la necesidad de hacer autocrítica también en Europa. “Cuando del foco mediático se retire de Afganistán, tendremos que seguir, sobre todo las mujeres. Si Afganistán entra ahora en la oscuridad, las afganas entran en el terror”.

Abrid las puertas a Afganistán

Unos minutos antes que la reportera e investigadora, ante los mismos micros y bajo las mismas alegorías de la “civilización romana”, la “civilización cristiana” y la “civilización árabe”, representadas por mujeres pintadas en las paredes del Ateneo de Madrid, las impulsoras de la iniciativa “Abrid las puertas a Afganistán y a las afganas” atienden a los medios. Se trata de las periodistas Soledad Gallego-Díaz –la primera mujer que ha sido directora de El País– y la presidenta de la Agencia Efe, Gabriela Cañas; la también periodista y escritora Rosa Montero y la presidenta de la asociación Clásicas y Modernas, Fátima Anllo. La carta lanzada por ellas y por Maruja Torres –periodista y escritora–, “Abrid las puertas a Afganistán y las afganas”, cuenta con el respaldo de más de 120.000 firmas, recogidas en apenas una semana.

Presentación en el Ateneo de Madrid de la iniciativa “Abrid las puertas a Afganistán y a las afganas”, que ha recogido más de 120.000 firmas de apoyo (A. B.)

Presentación en el Ateneo de Madrid de la iniciativa “Abrid las puertas a Afganistán y a las afganas”, que ha recogido más de 120.000 firmas de apoyo (A. B.)

El escrito se articula en tres puntos, como llamamiento urgente a la comunidad internacional: la exigencia de mantener abiertas las fronteras para todas las personas que deseen abandonar Afganistán, la admisión en los operativos de repatriación del “mayor número posible de afganos y especialmente afganas en peligro inminente”, hayan sido o no colaboradores de las misiones extranjeras, y en tercer lugar que se preste “una atención preferente a las mujeres en especial situación de riesgo” por cualquier motivo. Esta exigencia conlleva el compromiso simétrico necesario para la acogida de los refugiados y refugiadas. El texto ha sido presentado en la sede del Parlamento Europeo en Madrid, tal como han comunicado las promotoras, y se hará llegar también a la representante en España del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), así como al ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares.

Para Gallego-Díaz, la amplia respuesta obtenida demuestra cómo este breve texto ha recogido un sentimiento grande que estaba entre las mujeres. Entre las firmas hay muchas procedentes de Latinoamérica, entre escritoras, artistas o profesionales liberales –ha explicado–, y también empleadas de banca, de la limpieza, administrativas, jubiladas, deportistas o técnicas. Por tanto, esa preocupación se extiende a toda la sociedad y particularmente a mujeres de todo tipo, ha añadido.

Garantías mínimas

Entre esas firmantes figuran escritoras reconocidas como Svetlana Aleksiévich, Premio Nobel de Literatura; Elena Poniatowska, premio Cervantes, o Siri Hustvedt, premio Princesa de Asturias; la ex magistrada del tribunal constitucional, Elisa Pérez Vera; la eurodiputada austríaca Evelyn Regner, presidenta del Women’s Rights Committe; la senadora chilena Isabel Allende; la científica española María Blasco, directora del CNIO;  la delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Vicky Rosell o la filósofa Amelia Valcárcel.

“Una cosa es hablar y otra es reconocer el régimen talibán”, han explicado, si no incluye dentro de sus garantías tres cuestiones mínimas esenciales: el derecho de las mujeres a la educación y la sanidad normalizadas y el derecho a trabajar. En este sentido han valorado las afirmaciones de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, quien tres días antes afirmaba en su visita a la base de Torrejón que ”los 1.000 millones de euros del presupuesto que tenemos para ayuda humanitaria están condicionados al respeto a los derechos humanos”. “No se puede dar ni un euro de ayuda humanitaria a quien no garantice los derechos de las mujeres”, enfatizaba la alta representante europea. “No cejemos en la presión”, insisten las periodistas españolas, en lo que es la “catástrofe” de un “régimen genocida con las mujeres”, como lo ha calificado Rosa Montero. La iniciativa sigue abierta a nuevas firmas, a través de la página web abrirafganistan.com. Su intención es conseguir que este tema “no se agote en dos semanas” en la agenda pública, ya que el problema continuará por mucho tiempo.

“El mundo entero lo sabía”

Han sido varios los comunicados lanzados en estas semanas desde el movimiento de mujeres, tanto en nuestro país como en el entorno europeo. Así, la carta dirigida por el Fórum de Política Feministaal presidente del Gobierno ha recabado más de 16.000 firmas. En ella recuerdan los compromisos internacionales de nuestro país en materia de derechos humanos de las mujeres y solicitan la persecución de los crímenes que los talibanes les infligen en Afganistán, de acuerdo a los principios de la Justicia Universal; medidas de asilo y refugio para ellas en la Unión Europea; así como medidas de boicot a los responsables. Por su parte, la Red Europea de Mujeres Migrantes emitió una Declaración en la que aseguran que serán las mujeres y niñas quienes paguen el precio más alto de este desastre humanitario. “El mundo entero lo sabía, cuando en mayo de 2020, un hospital de maternidad fue atacado en Afganistán dejando 16 madres muertas. El mundo entero lo sabía cuando, en mayo de 2021, una escuela fue bombardeada, causando la muerte de 90 niñas y heridas a muchas más”, escriben, preguntándose por qué el mundo observó en silencio. Ellas coinciden en ver como una trampa las palabras de falsa moderación de los integristas. “Si no se reconoce que la misoginia es un componente esencial de las ideologías y los movimientos extremistas, nunca será posible detenerlos”, afirman en su escrito, en el que recuerdan que más de 3,5 millones de niñas estaban en el presente escolarizadas en Afganistán, en comparación con ninguna durante el gobierno de los talibanes entre 1996 y 2001. “Hay 17 millones de mujeres en Afganistán que se enfrentan a la perspectiva de una muerte rápida si se resisten, o a una muerte lenta”.

También el Partido Feminista de España emitió el 15 de agosto su posición en esta crisis, condenando tanto la retirada de tropas estadounidense como la retirada de los efectivos militares por parte del Gobierno español. Lo que los gobiernos occidentales ocultan, añaden, es que esta «guerra interminable» desencadenada hace más de cuarenta años fue alimentada y financiada por el Departamento de Estado de los EEUU, destinada a minar a la Unión Soviética, “en cumplimiento del principio de que el principal enemigo a batir es el comunismo”. El régimen socialista afgano, recuerdan desde el PFE, inició un programa de reformas que incluía la educación obligatoria de niños y niñas. Por contra, «cuando gobernaron los talibanes aplicaron una de las más estrictas interpretaciones de la ley sharía que se caracteriza por arrebatar todo derecho humano a las mujeres, suponía su muerte civil y una pérdida total de su dignidad como personas”, añaden.

Un burka arde en Barcelona

Si la respuesta a algunos comunicados ha sido muy amplia, no ha sido así a las convocatorias en la calle, con algunos centenares de manifestantes en nuestras principales capitales. Tras la entrada de los talibanes en Kabul y la caída del Gobierno del presidente Ashraf Ghani el 15 de agosto, una de las primeras reacciones del movimiento feminista fue la del colectivo Catab (Catalunya Abolicionista Plataforma Feminista), que dos días después reunió a unas doscientas mujeres en su protesta frente a la sede de la ONU en Barcelona. La imagen de ese día fue impactante, con varias mujeres inmigrantes afganas sumadas a la concentración prendiendo fuego al burka, el símbolo de la opresión de las mujeres. “Ni el velo ni el burka son ropa ni cultura. Son armas feminicidas”, se lee en los carteles de las feministas. Una de las integrantes de Catab, la abogada Núria González,explica que, según estas mujeres afganas, apenas son unas diez familias las que integran en el área metropolitana la comunidad inmigrante de este país. González se muestra muy crítica con algunas instituciones: “desde Catab nos parece muy hipócrita la posición de los ámbitos oficiales de la Generalitat y del ayuntamiento de Colau, que se han pasado la vida defendiendo que “el velo empodera”. Ahora pretenden hacer ver que están por los derechos de las afganas, cuando siguen aquí promoviendo el burka y el velo como elementos culturales”, explica.

La politóloga y escritora Nazanín Armanian. (Foto: Montserrat Boix).

La politóloga y escritora Nazanín Armanian. (Foto: Montserrat Boix).

Entender lo que está pasando: “Plan Talibán II” 

“Es imposible entender lo que está pasando sin conocer la historia de Afganistán”, explica Nazanín Armanian. “Plan Talibán II para las mujeres afganas” es el título de la videoconferencia que impartió el 23 de agosto esta politóloga y escritora iraní, experta en el análisis de los regímenes extremistas y de las relaciones internacionales, con la colaboración de las Mujeres Abolicionistas de Rivas, en Madrid. Exiliada en España desde 1983, recuerda cómo ella misma llegó a nuestro país hace 37 años tras cruzar “montañas infestadas de talibanes” en Pakistán. Habla de “fascismo religioso”: «fascismo con todas las letras» cuando el fundamentalismo se convierte en doctrina política, que es precisamente lo que ocurre en este país asiático, algo mayor que España. Solo el 22% de sus habitantes vive en zonas urbanas, y la gran mayoría no tiene acceso a los servicios sanitarios mínimos. Armanian advierte sobre la posibilidad de la partición del país, con la excusa de su realidad multiétnica. La idea sería “convertir países grandes estratégicos en mini-Estados controlables por las potencias”.

Nazanín Armanian recuerda, entre otros muchos datos, que la monarquía afgana en 1921 ya abolió el matrimonio infantil. Las viejas imágenes de los años 60 y 70 muestran una sociedad que se moderniza incluso con un movimiento feminista, siempre secular, en el que destacan el papel de la enfermera Anahita Ratebzad y de la Organización Democrática de la Mujer Afgana. En 1965 Ratebzad es una de las cuatro diputadas en el parlamento afgano, y en 1981 es ministra de Asuntos Sociales. Durante los años de la República Democrática de Afganistán (1978-1992), el régimen socialista establecido tras la Revolución de Saur, la edad nupcial pasó de 8 a 16 años. La influencia de la vecina Unión Soviética tuvo un gran impacto en estos procesos, que contrastan con la persistencia de prácticas brutales con las mujeres en zonas rurales. “Que no nos cuenten de feministas islámicas”, dice, “es una forma de teñir de rosa el fundamentalismo. El feminismo nunca es religioso, porque ninguna religión cree en la igualdad entre el hombre y la mujer”.

Sobre las palabras de los actuales talibanes “moderados”, Armanian explica cómo fueron exactamente las mismas promesas incumplidas dadas por Jomeini a las iraníes en 1978. Es el mismo año en el que interviene por primera vez Estados Unidos en Afganistán, utilizando a la extrema derecha religiosa al organizar los grupos yihadistas: no es 2001, sino 1978, en el contexto de la Guerra Fría, como recuerda esta politóloga y como reconoció en una famosa entrevista de 2010para la Fox News la propia Hillary Clinton, ex Secretaria de Estado de los EEUU.

A partir del triunfo de los islamistas en los noventa, la autora describe un régimen de “apartheid de género” contra las mujeres, desde la extensión del velo a la pérdida de toda libertad personal. El cultivo de la adormidera para la obtención del opio financiará las intervenciones, con un gran impacto sobre la población. En la siguiente etapa, los 20 años del “Gobierno de la OTAN” –así lo llama–, tan solo se ha logrado el 17% de alfabetizadas, la esperanza de vida real está en los 44 años y la corrupción campa a sus anchas, según su exposición. Ahora, mientras algunos grupos organizan la resistencia, Armanian nos recuerda cómo la guerra es un negocio redondo, mientras contempla dos posibles escenarios: una próxima guerra civil o una nueva intervención. Pese a todo, la experta iraní no se rinde: “si la geopolítica y las élites capitalistas del mundo han destrozado la vida a los afganos –a las mujeres más–, esto no ha terminado”. “Organicémonos para construir un mundo donde las conquistas sociales no sean reversibles”, concluye, mientras muestra la fotografía de una niña que sonríe bajo esta frase: “¡Les ganaremos!”.


Fuente: https://tribunafeminista.elplural.com/2021/08/no-abandonemos-a-las-mujeres-de-afganistan/

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Celac muestra preocupación por situación en Afganistán

Por: Tercera Información

La Celac expresó que está preocupada por los derechos humanos y las libertades fundamentales de la población afgana, especialmente de los niños y mujeres.

La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), a través de un comunicado oficial mostró su inquietud sobre la situación en Afganistán, que ha recalcado preocupación por la situación de las mujeres, las niñas, niños, personas Lgbtiq+ y las minorías religiosas.

«El contexto en Afganistán ha afectado el bienestar, la seguridad y la integridad de su población, y en particular, el de mujeres, niñas y niños, minorías religiosas, personas Lgntiq+ y otros grupos en situación de vulnerabilidad”, declaró la Celac.

La Comunidad expresó que está preocupada por los derechos humanos y las libertades fundamentales de la población afgana, incluyendo la dignidad humana, la integridad física, el acceso a la educación y al trabajo, así como la participación política y el libre desarrollo de la personalidad.

Desde la toma de Kabul (capital) por parte de los talibanes el pasado 15 de agosto, los derechos de población afgana se han visto vulnerables. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños señala que además peligra la libertad de expresión y de opinión, la libertad de circulación, así como el derecho a la autodeterminación de los pueblos, el estado de derecho y los principios democráticos sobre los cuales se cimientan el Estado y sus instituciones fueron amenazados.

El 23 de agosto, el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, siglas en inglés), precisó que unos 10 millones de niños precisan asistencia humanitaria en Afganistán, al enfrentarse a problemas de desnutrición o violaciones de sus derechos.

Unicef estima que 1 millón de niños sufrirán desnutrición aguda grave en el transcurso de este año y podrían morir por falta de tratamiento. Asimismo, señaló que producto de la prolongada crisis, unos 4,2 millones de niños no van a la escuela, incluidas más de 2,2 millones de niñas.

Por su parte la plataforma feminista Latfem precisó que la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán en un mensaje enviado afirmó que “después de desperdiciar millones de dólares y miles de vidas, los misóginos y criminales talibanes están de regreso, más poderosos que nunca”.

Fuente e Imagen: https://www.tercerainformacion.es/articulo/internacional/25/08/2021/celac-muestra-preocupacion-por-situacion-en-afganistan/

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¿Qué está en juego para la vida de las mujeres en Afganistán?

Entrevista 

Con la toma del poder de los talibanes en Afganistán, salieron a la luz los verdaderos impactos de la ocupación militar estadounidense en el país. Fueron 20 años de un discurso sobre la libertad, la democracia y la guerra contra el terrorismo que, en realidad, ocultan los billones de dólares y las innumerables muertes para el pueblo afgano. Durante ese periodo, se conformó un gobierno títere, inmerso en una lógica de corrupción y un aumento exponencial de la exportación de opio, acompañado del aumento de la adicción a las drogas en el país. Pese a que, en una pequeña parte del país, se produjeron algunos avances en las posibilidades de vida, estudio y carrera para las mujeres, en otras partes, seguían vigentes las restricciones, la violencia y los azotes. Los talibanes siguieron organizándose bajo la ocupación. Las tecnologías de vigilancia ensayadas por Estados Unidos son ahora instrumentos para el Talibán ejercer su poder.

Las intervenciones militares son una estrategia imperialista de EE UU.para imponer su política y los intereses de sus mu,tinacionales. Recuperamos la posición de la Marcha Mundial de las Mujeres en 2001, anticipándose a los efectos de la ocupación estadounidense que tuvo lugar ese año. La guerra “no soluciona lo más mínimo de los problemas que están a la raíz de la violencia y no hará más que agravar la pobreza y la humillación de las poblaciones afectadas. (…) Habrá gobiernos que aprovecharán esta situación para nutrir la xenofobia, cerrar todavía más sus fronteras para erigirse en fortalezas contra las personas inmigrantes y refugiadas; para amenazar y hasta suprimir los derechos civiles y las libertades fundamentales, en particular de las mujeres, y para criminalizar todo movimiento de oposición a la mundialización neoliberal y sexista actual”. Recuperarla nos sitúa en los tiempos de la política y nos permite observar la alarmante situación actual en Afganistán a la luz de la coyuntura regional e internacional. Los peligros para la vida de las mujeres son centrales, pero no pueden ser analizados de forma aislada.

El 17 de agosto de 2021, dos días después de la toma de Kabul por el Talibán, Capire entrevistó a una mujer afgana que lucha por los derechos de las mujeres, cuya identidad no se revelará por razones de seguridad y por lo delicado de las circunstancias actuales. Estuvo dos años como refugiada en Pakistán y regresó a su país en 2003, donde dio continuidad a sus estudios hasta el 2018. Actualmente vive en Alemania. La entrevista a continuación busca ayudar a entender la situación desde el punto de vista de las mujeres afganas. Nuestro objetivo es construir una solidaridad feminista e internacionalista permanente con las mujeres y el pueblo afgano, con soberanía y autodeterminación para todos los pueblos.

Nos gustaría difundir lo que está sucediendo en Afganistán actualmente desde la perspectiva y la experiencia de las mujeres del país. ¿Qué opina de la actual coyuntura afgana?

La situación en mi país es una pesadilla para la población, especialmente para las mujeres. Todo se derrumbó en cuestión de horas: el trabajo duro de las mujeres que estaban luchando por sus derechos y por la escasa visibilidad que empezaban a tener en la vida pública, conquistando la participación en instituciones gubernamentales y el acceso a la escuela y la universidad. Poco a poco empezaron a confiar en la democracia y en la posibilidad de tener derechos y plantearse un futuro mejor.

La situación es terrible. Hoy vivo en Occidente, en Europa, así que sólo puedo imaginar cómo están viviendo las mujeres en mi país.  Desgraciadamente, algunas mujeres de mi familia que asistían a la universidad no pueden seguir estudiando en este momento. Aunque el Talibán haya anunciado que no habrá restricciones, nadie se fía, teniendo en cuenta lo que hacían hace 20 años. Los crímenes que cometieron en ese periodo siguen vivos en la memoria de la gente.

La gente dice que no sabe qué esperar del futuro. Todos tienen miedo de convertirse en blanco del Talibán. Todos sufren, pero el blanco más fácil son siempre las mujeres. La gente tiene miedo de salir a trabajar y que le sigan a casa, por temor a que le hagan algo a su familia. El silencio en Kabul es aterrador. No se oye a nadie, ni siquiera a los niños jugando en la calle.

Kabul está en el corazón de Afganistán y la mayoría de las activistas vivían allí. Algunos periodistas han vuelto a salir al aire hoy. He visto unos videos de Kabul que muestran que algunas presentadoras han vuelto a aparecer en las cadenas de televisión privadas. A la vez, la gente no puede fiarse de toda la situación. Las cosas pueden cambiar después del 31 de agosto, porque ese será el último día para que los estadounidenses completen la evacuación.

Tal vez los talibanes sólo estén mostrando un lado más moderado por el momento, pero después de formar el gobierno, las cosas pueden cambiar. Hay un video en el que se le pregunta a un soldado talibán específicamente sobre las mujeres y contesta que quieren “implementar lo que la sharía[1] dice sobre las mujeres”, señalando que las mujeres tendrán que seguir el código de vestimenta de la sharía. Se le salió que cree que las mujeres deberían quedarse en casa. Al mismo tiempo, sus líderes dicen que las mujeres podrán tener acceso a sus estructuras y que son necesarias y forman parte de la sociedad. De alguna manera lo demuestran, pero los soldados en los territorios dicen otra cosa.

Algunos dicen que Estados Unidos ha fracasado en Afganistán, mientras que otros dicen que este era su objetivo. ¿Qué significaron los últimos 20 años de ocupación estadounidense en su país?

Cuando Estados Unidos ocupó Afganistán, la expectativa que tenían los afganos en ese momento era de que se produjera un cambio. Pero no ocurrió nada fundamental. Volvieron al gobierno afgano y al mismo tiempo mantuvieron cierta relación con el Talibán, en el sentido de que no lo presionaron, aunque intentaran demostrar que combatían al grupo. En general, la población de las aldeas empezó a oponerse a Estados Unidos, y una de las principales razones fueron los bombardeos que se estaban llevando a cabo. Estaban matando a civiles.

La gente empezó a tener este sentimiento contra los estadounidenses, pero eso no significaba que quisiera a los talibanes en el poder. Ya había vivido el periodo de control talibán y sabía lo que significaba. Durante los últimos 15 años, mi pueblo estuvo bajo su control en cierta medida. A las niñas sólo se les permitía estudiar hasta el sexto grado, no más que eso. La gente sabía que los talibanes no le iban a dar nada. Quería el apoyo del gobierno, quería que el gobierno se hiciera más fuerte. Creía en ese pedacito de democracia que ofrecía el gobierno.

No pedimos a Estados Unidos que se queden. No queremos la ocupación. El problema es la forma como han dejado todo, es el vacío que han promovido. Literalmente tiraron a los afganos a los leones. Esto es lo que hacen: se llevan lo que quieren y los dejan ahí. En este momento, los afganos están viviendo una terrible sensación de pánico.

No se trata de que la gente va a extrañar a los estadounidenses. Quiere un gobierno democrático, con representantes y elecciones, donde las mujeres puedan tener sus derechos garantizados. Incluso con 20 años de ocupación, Estados Unidos no han hecho nada para eso. Se trató apenas de una exhibición al mundo.

Los afganos tenían un Parlamento y las niñas iban a la escuela;  esta es la única imagen que Estados Unidos quieren que el mundo conozca. Pero son las familias afganas las que deben recibir los méritos. Fueron ellas las que mandaron a sus hijas a estudiar, al colegio, a la universidad. Y podían trabajar. Durante ese tiempo, como las mujeres eran blanco de ataques, hubo secuestros y atentados suicidas. Sin embargo, el pueblo debería llevarse el mérito de nuestra seguridad, no Estados Unidos ni el gobierno títere que no nos ha ayudado.

Ahora la población está muy enfadada, especialmente las mujeres. Creen que los estadounidenses deberían haber abandonado el país de forma adecuada, a través de los medios apropiados. La gente no pidió que vinieran. Bin Laden fue asesinado en Pakistán, no aquí. Vinieron y ahora nos dejan de nuevo con un grupo medieval que viene a apoderarse del país.

¿Qué significa esta situación para la coyuntura regional e internacional?

Ahora mismo, todo el mundo está confundido, incluidos los talibanes. No tienen una agenda, no saben cómo formar un gobierno ahora. La situación es un poco confusa para todos. Hoy China ha declarado que reconocerá el gobierno talibán, y Turquía ya ha expresado su apoyo al grupo. Esto lo legitima.

Las cosas cambiaron mucho en los últimos 20 años en lo que respecta a la conciencia de las mujeres sobre sus derechos y el acceso a los medios de comunicación e Internet. Así que los talibanes están mostrando un lado más moderado para ganar algo de reconocimiento, al menos entre los países de la región. Es un momento confuso, pero lo vamos a entender mejor después del 31 de agosto. Todo fue muy repentino.

¿Cuál sería una salida posible para Afganistán y cómo podría ser el apoyo internacional, teniendo en cuenta el aumento del número de personas afganas que pasarán a ser refugiadas?

Cuando el resto del país cayó en manos de los talibanes, una provincia tras otra, la gente se refugió en Kabul. En un periodo de tres o cuatro días, más de 20.000 personas huyeron a la capital. Cuando los talibanes llegaron a Kabul, la gente empezó a intentar salir del país. Esta es una de las cosas que hay que mostrar al mundo: la población no apoya a los talibanes, quiere dejar el país a cualquier precio. Las tres personas que fallecieron al intentar esconderse en el avión que despegaba… este terrible episodio demuestra que la gente quiere irse.

Los alrededores del aeropuerto de Kabul están abarrotados porque la gente cree que va a poder salir. Incluso las Naciones Unidas han hecho un llamamiento a los países vecinos para que acepten a los refugiados. La gente no quiere vivir bajo el control del Talibán porque no sabe cuál será el futuro de sus hijos.

En una situación muy ideal, puede que los talibanes hayan cambiado realmente y permitan a las mujeres trabajar, que no interfieran en la educación de las niñas, que permitan a las mujeres acceder a la universidad. Pero tenemos ejemplos de países como Irán y Arabia Saudí, donde las mujeres son reprimidas y se convirtieron en un blanco fácil. Los intelectuales no tienen libertad para trabajar, las personas que defienden los derechos humanos no pueden actuar.

Los talibanes no se quedarán atrás. Esto es lamentable, porque mucha gente estaba empezando a tener una vida. Si uno tenía un pedacito de tierra en tu pueblo, sabía que podía usarlo. Los habitantes de Kabul empezaban a tener sus propias casas. Hace unos años, los afganos también querían abandonar el país, pero no así, en un número tan elevado. En ese momento, debido a los asesinatos de los hazara[2], por la pobreza. Ahora serán millones en los próximos meses.

¿Qué acciones de solidaridad internacional pueden emprender los movimientos sociales y feministas en este momento?

El mayor apoyo es hacer oír la voz del pueblo afgano, de las mujeres afganas. Esta es la mayor acción de solidaridad, apoyo y ayuda que pueden recibir. No se olviden de nuestro país. Hoy estamos en las noticias, pero dentro de unas semanas, cuando el Talibán anuncie su gobierno, la situación se calmará y ya nadie se va a preguntar qué pasa en el país.

Una vez que el tema esté fuera de los titulares, entonces comenzará el trabajo duro. En ese momento, nuestras mujeres necesitarán a sus compañeras internacionales para alzar la voz.

Me temo que en algún momento se cortará el internet. Esto podría suceder porque los talibanes podrían no querer que se documenten sus crímenes. Así que estas voces deben llegar a todos los rincones del mundo, para no dejar solas a las mujeres afganas. Hay gente que dice que si lo que ocurre es pacífico, como afirma el Talibán, está bien. No está bien. Un cementerio también puede ser pacífico. No queremos que nuestro país se convierta en un cementerio.

[1] La sharía es la ley islámica, basada en el Corán y los hadices, textos complementarios de esa fe. Se adopta en varios países de mayoría musulmana.

[2] Los hazara, de mayoría musulmana chiita, fueron uno de los mayores grupos étnicos de Afganistán, representando alrededor del 67% de la población del país. Se calcula que más de la mitad de esta comunidad fue masacrada a finales del siglo XIX y hasta hoy es uno de los principales blancos del Talibán.

Entrevista realizada por Bianca Pessoa y Tica Moreno
Edición por Helena Zelic
Traducción del portugués por Luiza Mançano
Idioma original: inglés

https://vientosur.info/que-esta-en-juego-para-la-vida-de-las-mujeres-en-afganistan/

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El cinismo ante Afganistán

Por:  Olga Rodríguez/ el diario.es

En 2001 miles de periodistas, analistas y políticos clamaron en favor de una intervención militar en Afganistán como respuesta a los ataques del 11S que Al Qaeda perpetró en Estados Unidos.

La propaganda estadounidense, para convencer a la comunidad internacional, aseguró que además liberaría a las mujeres afganas de la opresión del régimen talibán. Si viviéramos en un mundo idílico podríamos creer que los Ejércitos armados no arrojan bombas, solo construyen paz. Pero como no vivimos en un mundo idílico es obligación analizar la realidad para no caer en la trampa de cualquier propaganda.

Los mismos que defendieron aquella intervención militar, la ocupación del territorio afgano, la imposición de la fuerza armada e incluso los múltiples ataques estadounidenses que en todos estos años han matado a población civil, son los que ahora lamentan la situación en la que queda el país con el avance de los talibanes. De forma asombrosa desvinculan por completo la presencia de EEUU y su aliados de la OTAN durante veinte años en el país de todo lo que ha ocurrido en Afganistán desde 2001.

Nada alcanza el horror impuesto por el régimen talibán en su día, cuando las mujeres no podían salir a la calle sin la compañía de un hombre, ni estudiar, ni reír en público, ni hacer ruido al andar. Pero en dos décadas de ocupación militar ni EEUU ni sus aliados lograron evitar que Afganistán siga siendo uno de los peores países del mundo para las mujeres, como han advertido organizaciones de derechos humanos, activistas y periodistas afganas, sin conseguir nunca suficiente reacción internacional. Ahora la toma del país por los talibanes amenaza con empeorar aún más sus vidas.

Dos tercios de las jóvenes afganas no están escolarizadas y el 75% afrontan matrimonios forzosos, en muchos casos antes de cumplir 16 años

Uno de los peores países para las mujeres

«No uso el transporte público, evito la calle y los lugares públicos, el acoso es continuo o incluso diría que ha aumentado últimamente, tanto verbal como físico», denunciaba en 2019 en una conversación una activista afgana que me pidió mantener su anonimato. Dos tercios de las jóvenes afganas no están escolarizadas, el 80% de las mujeres siguen siendo analfabetas, más de la mitad han sufrido violencia machista en el seno de su propia familia y el 75% afrontan matrimonios forzosos, en muchos casos antes de cumplir 16 años. Todo ello, cuando aún estaban las tropas de la OTAN en el país, antes de que los talibanes conquistaran territorio y llegaran hasta Kabul.

Durante los veinte años de presencia militar extranjera se han seguido registrando ataques a mujeres cuando se desplazan a la escuela o al trabajo. Los porcentajes de violaciones y de casos de violencia machista son muy elevados, así como los índices de abusos sexuales cometidos por las fuerzas de seguridad.

Hay quienes solo elevan su voz ahora que EEUU se marcha. Pareciera que quisieran aceptar el argumento falaz de que las cosas solo empiezan a ir mal cuando las tropas estadounidenses se van

ONG, activistas y periodistas han denunciado durante años la situación de las afganas, pero Europa consideró que Afganistán era un país seguro para ellas y prefirió no aceptarlas como personas refugiadas que asumían riesgos si eran deportadas. Casi nadie puso el grito en el cielo entonces, a pesar de que muchas huían de agresiones sexuales, violencia de género sistematizada, discriminación y ausencia de futuro. Hay quienes solo han querido elevar su voz ahora que Estados Unidos y sus aliados se marchan. Pareciera que consciente o inconscientemente quisieran aceptar el argumento falaz de que las cosas van bien con la presencia de tropas estadounidenses y solo empiezan a ir mal cuando estas abandonan.

Lo cierto es que en 2015 y 2016 miles de personas refugiadas afganas llegaron a Europa, desesperadas, en busca de una salida. Superaban en número a los refugiados sirios e iraquíes. En Grecia, en Macedonia, en Serbia o Hungría nos rogaban a los periodistas que contáramos sus historias. Salvo excepciones, los países europeos consideraron que no eran merecedoras de ayuda. Durante cuatro décadas Afganistán ha sido uno de los países que más personas refugiadas ha generado. Pero los Gobiernos europeos apenas han aceptado a medio millón.

Mujeres afganas a las puertas de un colegio electoral, en 2004. Kabul. Créditos: Olga Rodríguez

Despilfarro en ‘seguridad’ y violaciones de derechos humanos

En 2021 casi la mitad de la población afgana está en situación de necesidad humanitaria. En veinte años miles de millones de dólares de EEUU han ido a parar a la compra de armamento y la inversión en ‘seguridad’. Mucho menos se invirtió en educación, sanidad pública, gobernanza, desarrollo, democratización, infraestructuras. Cada vez que he estado en Afganistán me he topado con decenas de historias de mujeres maltratadas, viudas abandonadas, jóvenes violadas o menores que han intentado suicidarse porque no les permiten estudiar y son obligadas a casarse a temprana edad. La emancipación de las mujeres se limita a las grandes ciudades, y de forma parcial. Aún así, en áreas urbanas como Kabul o Herat muchas han podido acceder a la universidad.

En todos estos años de atrás la corrupción era palpable para cualquiera: eternos proyectos que recibían millones de dólares y que no terminaban de ver la luz, cargos altos y medios que viajaban en cochazos blindados despilfarrando dinero y oportunidades y que tras ello se iban del país y, sobre todo, una estrategia centrada excesivamente en la militarización, en la guerra, en armamento. No hacía falta ser un lince para darse cuenta de ello. El caos era evitable, pero ¿querían todos los participantes en esa guerra evitar el caos?

La honestidad de muchos empleados de organismos internacionales que han trabajado en Afganistán se ha topado de bruces una y otra vez con evidentes dinámicas de corrupción –proyectos fantasma, retrasos perpetuos en los planes, desvío de fondos, debilidad de las instituciones– que podíamos detectar quienes íbamos y veníamos. Si testigos externos eran capaces de percibir el saqueo y el despilfarro en el ámbito militar frente a necesidades mucho más cruciales, ¿cómo no iban a verlo los responsables de la ocupación?

Como ha pasado en tantos países ocupados o intervenidos militarmente por tropas extranjeras, Afganistán se convirtió en un polvorín con demasiadas armas que ahora están tomando los talibanes. Ya en 2004 la población se quejaba de que los tanques estadounidenses que se paseaban por pueblos y ciudades apuntaban sus cañones hacia abajo, hacia la calle, hacia la gente. Las tropas estadounidenses han sido percibidas en sectores importantes de la población como elementos hostiles. No en vano, la cárcel secreta de Bagram, gestionada por EEUU, fue escenario de torturas y violaciones sistemáticas de los derechos humanos. Entre sus paredes se generaron traumas y enorme sufrimiento, al igual que en Guantánamo, por donde pasaron algunos de los hombres que ahora engrosan las filas de los talibanes.

Hace unas horas la afgana Fatima Ayub recordaba que ‘hace 11 años las fuerzas estadounidenses asesinaron a 8 miembros de mi familia mientras dormían’

Ataques de EEUU y sus aliados contra civiles

En estos veinte años de ocupación militar se han registrado multitud de ataques contra civiles perpetrados por las tropas de Washington y sus aliados. Solo entre enero y mayo de 2019 los ataques de EEUU y la OTAN mataron a 145 civiles, la mitad de ellos mujeres y niños. En total las fuerzas estadounidenses y sus aliados –incluidas las fuerzas afganas– mataron en ese periodo a más civiles –305– que los talibanes.

Entre enero y noviembre de 2008 los ataques de las fuerzas internacionales –principalmente los bombardeos estadounidenses– provocaron la muerte de unos cuatrocientos civiles, muchos de ellos mujeres y niños. Buena parte de los casos, dados a conocer por testigos directos, fueron denunciados por oficiales de la Administración afgana y reconocidos por la propia OTAN. En algunas operaciones durante estas dos décadas de atrás los aviones estadounidenses han matado a más de noventa civiles en un solo ataque.

Hace unas horas la activista afgana Fatima Ayubrecordaba en las redes sociales que «hace once años las fuerzas estadounidenses asesinaron a ocho miembros de mi familia, mientras dormían en plena noche. ¿Qué nueva miseria aguarda ahora?». Y añadía: «La mayoría de la gente es incapaz de darse cuenta de que 20 años de guerra produjeron el peor resultado posible. Entonces, ¿por qué ayudaría más violencia y muerte?».

La paz solo llega con inversión en educación y sanidad públicas, con libertad, con democracia, con políticas de igualdad. No con injerencias militares al servicio de intereses ajenos a los de la población, ni con «inversiones» corruptas, ni con bombas, ni con el suministro de armamento. Eso solo perpetúa la violencia.

En 2004 Abdul, un refugiado afgano alojado en la periferia de Kabul –cuya historia relato en el libro El hombre mojado no teme la lluvia– me decía que «si Estados Unidos gastara menos en esfuerzos militares y más en planes humanitarios, quizá esta población aceptaría mejor a sus tropas». En 2006, en la capital afgana, entrevisté por segunda vez a Massuda Jalal, una médica que se había presentado un par de años antes como candidata en las elecciones presidenciales:

«Las afganas siguen sufriendo como siempre –me dijo Massuda– Son víctimas de matrimonios forzados a muy temprana edad, muchas soportan la violencia doméstica y apenas tienen acceso a un asesoramiento legal. Es para alarmarse: Hay una expresión que aún se usa en las áreas rurales que dice que una mujer debería tener su primera regla en casa de su marido, y algunos padres se empeñan en hacer que sus hijas lo cumplan».

Esos señores de la guerra han sido, en muchos casos, los aliados de Estados Unidos en el país

Los ‘señores de la guerra’ aliados de Washington

Ese mismo año la diputada Malalai Joya recibió insultos y amenazas en el propio Parlamento después de que ella acusara a algunos diputados de haber sido criminales de guerra. En 2007 fue inhabilitada por un periodo de tres años. Varias organizaciones internacionales mostraron su apoyo a Malalai, así como seis mujeres Premio Nobel e intelectuales como Naomi Klein o Noam Chomsky. La asociación Paz Ahora emitió un comunicado en el que señalaba que «el 21 de mayo de 2007, con una amplia mayoría, el Parlamento dominado por señores de la guerra y narcotraficantes inhabilitó a Joya por un periodo de tres años y ordenó al Tribunal Supremo que abriera diligencias contra ella». Esos señores de la guerra han sido, en muchos casos, los aliados de Estados Unidos en el país.

En estos años, con las tropas extranjeras en suelo afgano, mujeres emprendedoras y pioneras han recibido continuas amenazas y agresiones. Muchas fueron asesinadas. Entre ellas, la periodista Zakia Kaki, directora de una radio en la provincia de Parwan, con programas dedicados a los derechos humanos, la educación y la emancipación de las mujeres. En junio de 2007 le dispararon siete tiros delante de su hijo de ocho años. Ser mujer y libre en Afganistán es difícilmente compatible. Las integrantes de la organización afgana RAWA llevan denunciándolo desde 1977. Algunas viven en Afganistán; otras muchas han optado por refugiarse en el extranjero.

Niñas y niños afganos refugiados en la periferia de Kabul. Créditos: Olga Rodríguez

En 2008 lamentaron en un comunicado que tras la invasión de su país «los sufrimientos y actos depravados contra las mujeres no se han reducido; es más, ha aumentado el nivel de opresión y la brutalidad que día a día afecta a la población más débil de nuestra sociedad. El gobierno corrupto y mafioso y sus guardianes internacionales están jugando de manera desvergonzada con el intolerable sufrimiento de las mujeres afganas, al que usan como su instrumento de propaganda ante la gente engañada de todo el mundo».

En 2019, dieciocho años después de la invasión y ocupación estadounidense de Afganistán, justificada por muchos porque iba a «liberar a las mujeres», Estados Unidos inició una negociación con los talibanes, excluyendo la presencia de mujeres en las reuniones y sin poner encima de la mesa la necesidad de luchar contra la violencia machista a través de medidas legislativas.

En ese momento diputadas y activistas afganas exigieron participar, pero Washington las mantuvo fuera en los primeros encuentros. «Están negociando a puerta cerrada, sin transparencia, los talibanes quieren aplicar la sharia, estamos muy preocupadas», me dijo entonces Sima Samar, directora de la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán. El cambio de Gobierno en Washington no ha significado una modificación en los planes. El presidente Joe Biden apostó por proseguir con lo trazado por el Gobierno de Trump: negociación con los talibanes y retirada de tropas.

La situación geográfica de Afganistán explica que a día de hoy siga siendo un tablero clave de lo que en el siglo XIX se llamó el Gran Juego

Afganistán, como ‘una cabra entre dos leones’

Afganistán, punto estratégico de Asia Central, importante lugar de paso para posibles rutas de hidrocarburos, comparte frontera con Irán y China, entre otros países. Su situación geográfica explica que a día de hoy siga siendo un tablero clave de lo que en el siglo XIX se llamó el Gran Juego, cuando Reino Unido y Rusia se disputaban la influencia en la región. Londres no logró dominar del todo aquel territorio y su tropas terminaron derrotadas y expulsadas en 1919. En los años setenta Estados Unidos no dudó en financiar a muyahidines para que lucharan contra la URSS en territorio afgano. Aquellos señores de la guerra que recibieron millones de Washington se convertirían posteriormente en el germen de los talibanes.

Desde entonces Afganistán, un Estado bisagra, es un escenario en el que ya no solo Moscú o Washington, sino China y algunos países de la región –Irán, India, Pakistán– se disputan intereses y liderazgo. En 1897 un por entonces joven periodista llamado Winston Churchill, futuro primer ministro británico, destinado en Afganistán con las tropas inglesas, escribió que aquel era un país en el que «todo hombre es un soldado» y en el que «la mano de todo hombre está contra la del otro, y todos a su vez contra el extranjero».

En 1900, el emir afgano Abdul Rahman Khan, tras veinte años en el poder –y con un país en el que se habían librado ya dos guerras contra los ingleses y que servía de escenario para el pulso que mantenían Londres y Moscú– se preguntó cómo Afganistán, que se encontraba «como una cabra entre dos leones o como un grano de harina entre dos enormes ruedas de molino, podría sostenerse en medio de las piedras sin ser reducido a polvo».

Ayer Europa rechazaba aceptar a refugiadas afganas, ante demasiados silencios. Hoy la hipocresía pública lanza SOS por ellas

Washington invadió Afganistán porque quería demostrar que respondía ante los atentados del 11S. Su objetivo no fue mejorar la vida de los afganos o democratizar el país. En veinte años de ocupación lo ha dejado claro. En un mundo idílico podemos creer en los unicornios. Pero en la vida real las invasiones con ejércitos buscan intereses propios que a menudo chocan con los de la población autóctona. Y en medio de todo ello, las mujeres suelen ser un argumento de quita y pon para justificar operaciones militares y estrategias geopolíticas.

Ahora parece que las afganas preocupan, al fin. Veinte años tarde. No son las únicas que viven una terrible opresión. Pero la geopolítica decide quiénes merecen atención y quiénes no (ahí están las saudíes, por ejemplo). Las personas refugiadas en Europa son estigmatizadas en demasiados sectores, algunos de los cuales ahora se echan las manos a la cabeza ante la situación de Afganistán. Ayer Europa deportaba a la población afgana o la encerraba en centros de internamiento, ante demasiados silencios. Hoy la hipocresía pública lanza SOS por ella. Esperemos que ahora sí toque.

Fuente: https://www.eldiario.es/opinion/zona-critica/cinismo-afganistan_129_8223398.html

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Y ahora imaginen una cárcel de mujeres en Afganistán

Fuentes: Público [Foto: Mujeres presas en una cárcel femenina afgana. – REUTERS]

En la noche del domingo 29 de marzo de 2020 un grupo de mujeres presas de la cárcel de Herat, Afganistán, protagonizó un motín en protesta por la inexplicable discriminación de otorgar el permiso de salida a algunas reclusas para evitar la propagación del coronavirus, mientras que a otras muchas no. Y eso sucede cuando, por la exigencia de EEUU —que busca una paz a cualquier precio con los Talibán— el Gobierno afgano ha aceptado excarcelar a unos 5.000 reos del grupo fascista.

Hace casi dos décadas los países de la OTAN, en uno de esos timos de las «intervenciones humanitarias», prometieron que, a cambio de apoderarse del estratégico Afganistán y sus recursos, harían de bombero pirómano y liberarían a las mujeres de la opresión de los yihadistas, que habían convertido el país en el peor del mundo para nacer mujer. Esta categoría hoy le queda corta al país centroasiático: a la violencia de los talibanes, que controlan gran parte del país, se han sumado la de decenas de miles de soldados y contratistas de la Alianza Atlántica, que han montado sus propios burdeles en las bases militares y hoteles, secuestrando o «arrestando» a las mujeres y niñas afganas, y también la de un gobierno títere que con sus leyes medievales sostiene la tercera pata de este triángulo de la guerra contra la mujer, aprovechando las tradiciones patriarcales arraigadas en la sociedad afgana.

«Patadas y paliza» es el maltrato más habitual que sufren las afganas. Afeitar la cabeza de la mujer, quemar su cara con agua hirviendo o cortarle la nariz y las orejas son otras formas singulares de la barbarie machista en este país. No es una contradicción que el mismo hombre que ha colocado su honor en el cuerpo de la mujer sea capaz de alquilarlo por horas a otros hombres -en la provincia Nangarhar, por ejemplo- o la ponga en subasta, mientras por este mismo «honor» le prohíbe a ella entrar en el mercado de trabajo, tener algo de seguridad económica y, por lo tanto, poder.

La violencia psicológica que experimenta desde la infancia y que ataca a la dignidad y la confianza de la mujer en sí misma y le genera ansiedad, miedo, soledad y depresión está dirigida a anular su capacidad de enfrentarse a una opresión que es integral y sistemática: Arezu, de 23 años, dio un beso de despedida a su hijo de tres meses y recitó una breve oración: «Por favor, Dios, detén este sufrimiento». Mientras, vertía queroseno de una lámpara sobre su frágil cuerpo. Luego encendió una cerilla.

El hospital de Herat tiene una unidad de quemaduras especial para estas mujeres-antorcha, que así visibilizan su desesperación, en una sociedad desgarrada, donde cuatro décadas de conflictos y guerra han hecho desaparecer la conciencia sobre los derechos más elementales del ser humano.

El infierno fuera de la cárcel

Rakhshaneh, de 19 años, fue lapidada en 2015 por los talibanes por fugarse con su amor, un chaval de 23 años, huyendo de un matrimonio concertado. Fueron entregados por los familiares y acusados de «relaciones sexuales». Él recibió unos latigazos. En esta tierra cogerse de la mano, darse un beso o incluso una mirada furtiva de amor son considerados «relaciones sexuales», y el cuerpo de la mujer, aquí al igual que en el resto del planeta, es propiedad de todo el mundo (sus padres, el marido, la comunidad, la religión o el Estado, y a veces todos juntos), salvo de ellas mismas, y cualquier atisbo de «autonomía» es castigado por ser un atentado contra la autoridad.

A Zarrineh su esposo le ató las manos y los pies y le cortó la melena y las orejas por pedirle el divorcio después de años de malos tratos. Un detalle: en la lengua darí no existe le verbo «divorciarse», sino «repudiarla»: «pido que me repudies» equivale a «quiero el divorcio», y los malos tratos no son motivos para que ella rompa un contrato que ha firmado su «tutor» varón con otro hombre, el esposo.

A Farjunda, de 27 años, la linchó una turba el 19 de marzo de 2015. Estaba discutiendo con un clérigo sobre los derechos de la mujer cuando este, en voz alta, le acusó de brujería y de haber quemado el Corán. Su cuerpo ensangrentado dejó de moverse minutos después. La policía afirmó que era inocente y arrestó a 49 hombres.

Las leyes prehistóricas

De los 43.000 presos de todo el país (datos del 2019), alrededor de 1.200 son mujeres, pero el número de las personas encarceladas es mayor: cerca de un centenar de niños y niñas, desde cero edad hasta los doce años, están encerrados en estos agujeros detestables y deshumanizados junto a sus madres; algunos incluso han nacido allí, en medio de dolor, tristeza, soledad y suciedad. No hay colegio en las cárceles ni tienen juguetes ni un lugar para entretenerse. Los familiares no los acogen por estar estigmatizados. Por otra parte, los hijos que permanecen con sus padres fuera de la prisión casi nunca pueden visitar a sus madres «delincuentes». La señora Marzi, de 60 años, está condenada a 30 años por la desaparición de su esposo, al que ni siquiera han buscado como es debido. No ve a sus hijos desde hace años.

Aunque hay reclusas por delitos del tráfico de droga, robo o incluso el asesinato (y no porque el CSI afgano hubiese descubierto el crimen a base de pruebas forenses, sino por la acusación de los hombres de la comunidad), la mayoría de estas mujeres están condenadas por los «delitos morales» redactados a base de un brutal sesgo androcéntrico pensando en mujeres, para los que estipula 16 años de cárcel. Estos delitos incluyen:

1) Huir del hogar, de los matrimonios forzados y de los abusos y palizas. La policía debe localizarlas y encerrarlas: son una verdadera amenaza para un orden social que protege al verdadero delincuente.

2) Haber sido violada. Para la ley no existen las relaciones forzadas: se trata de fornicación y adulterio. Punto. Las autoridades apoyan esta medida «porque es una forma de prevenir las enfermedades sexuales contagiosas». Muchas han sido violadas por «manadas» tras ser secuestradas. En 2011, Gulnaz de 19 años fue condenada a 12 años de cárcel por ser violada por el marido de su prima. Le ofrecieron una opción: esquivar la cárcel casándose con su violador (la ley bíblica 22: 28-29), como un castigo ejemplar al violador, quien así llevará de por vida el estigma de ser esposo de una deshonrada.

3) Exigir el divorcio al esposo y negarse a seguir manteniendo el núcleo esencial de un sistema perverso del poder.

Nadia, de 21 años, se escapa de los malos tratos de su esposo y es violada por un hombre que le iba a ayudar. Aprovecha la oportunidad cuando el violador está viendo la televisión; coge su escopeta y primero le dispara a él, después a sí misma. Ella sobrevive, y ahora se encuentra en la cárcel por dos delitos: huir de casa y matar a un agresor en defensa propia.

En el infierno 

La Dirección General de Asuntos Penitenciarios reconoció el año pasado que varias mujeres del personal de las cárceles habían sido acosadas sexualmente por los compañeros masculinos. ¡Imagínense lo abusos que pueden sufrir las reclusas! En las redes sociales afganas se está denunciando a este personal por «alquiler» a las presas por cientos de dólares por noche a los presos pudientes, o sea, los traficantes de droga. Lo que explica el embarazo de varias de ellas que llevan años encerradas.

Si bien la situación de estas mujeres había sido reflejada en el documental «Mujeres afganas, prisioneras con rostros» del director iraní-sueco Nima Sarvestani, quien instaló una cámara en la prisión Pul-e-Charkhi de mujeres de Kabul, fue Transparencia Internacional para Afganistán que visitó tres cárceles en 2018 para llamarlas «deplorables»: los presos no tenían acceso al agua limpia, ni a suficiente comida e incluso suficiente oxígeno, por falta de ventilación.

En las prisiones de Takhar, Lashkar Gah, Pul-e-Charkhi,  Baghlan,y Maidan Wardak, etc. no existe una clasificación de las presas y las niñas de 15 años están en la misma celda que las contrabandistas de droga; la mayoría de las mujeres, antes de entrar, estaban casadas y, por lo tanto, embarazadas o tenían hijos. Haciendas en celdas para cuatro personas «viven» unas diez con 5-6 hijos. Algunas ni tienen baño, por lo que el aire es irrespirable, ni entra la luz del sol, por lo que sus habitantes padecen enfermedades de piel, hueso y respiratorias. Aquellos recintos que cuentan con un patio pueden ser utilizados por ellas  una vez a la semana y durante solo una hora, el resto de los días y horas serán ocupados por los hombres presos.

Fatima, de 60 años, es condenada a 17 años por el asesinato de su anciano esposo y su joven nuera: «les sorprendí teniendo sexo y los maté con un cuchillo» reconoce, aunque ella, como el gobierno, no distingue entre la violación de ella a manos de él y «hacer el amor». Morirá anciana entre rejas cuando debería estar rodeada de sus hijos y nietos en su casa.

Algo diferente son las prisiones de Herat y Badam Bagh cerca de Kabul, reformadas por el Equipo de Reconstrucción Provincial – una constructora estadounidense, incrustada en su ejército. Estos centros cuentan con un espacio para niños, y se organizan clases y talleres de formación de tejer alfombra o costura.

Esta otra República Islámica instalada por EEUU y sus aliados, es incapaz de construir una sociedad justa e igualitaria, por lo que está levantando más cárceles en Tajar, Jozan y Panjshir pagando al Complejo de Industria de Prisiones de EEUU: pronto cerrarán las pocas fábricas que hay en estas regiones para dar sus trabajos a los «presos-esclavos» bajo el nombre de «reinserción».

En este espantoso sistema, la familia puede sobornar a los jueces para que retengan en la cárcel a las mujeres acusadas de «delitos morales», o para que las liberen si cumplen una condena por el narcotráfico.

También hay un grupo de mujeres de «Daesh» con sus hijos. Las que fueron esclavas sexuales de estos grupos terroristas de extremaderecha no tienen ninguna esperanza de salir: su vida aún es más difícil. Las compañeras les maltratan por haber sembrado caos y muerte por todo el país. Ellas ni pueden comunicarse con los carceleros, siendo de Indonesia, India o Pakistán, ni tampoco pueden contratar un abogado, por pobres.

Cientos de mujeres pasarán largos años con sus hijos en estos agujeros, y cuando cumplen sus condenas, puede que no sean liberadas debido a la burocracia y, si lo son, esta libertad puede significar una muerte segura, esta vez a mano de sus familiares: la deshonra sólo se limpia con la sangre de la víctima (de allí el sacrificio de animales ante los dioses). Tan sólo que una mujer pise el suelo de una comisaría supone en esta región del planeta haber mancillado la reputación de la familia, y no porque sean delincuentes, sino porque son manoseadas por la policía.

La artista afgana Kubra Khademi denuncia la inseguridad de la mujer al caminar por las calles de su país.

La artista afgana Kubra Khademi denuncia la inseguridad de la mujer al caminar por las calles de su país.

Gran parte de los miles de proyectos que supuestamente han sido realizados en Afganistán por las oenegés, esos mercaderes de caridad incrustadas en los tanques de la OTAN, se han hecho bajo el nombre de «ayuda a la mujer afgana». Este negocio ha movido una ingente cantidad de dinero, enriqueciendo a sus promotores y lavando los crímenes de los ejércitos ocupantes. Según la ONU, en 2018, alrededor del 80% de las mujeres y el 60% de los hombres eran analfabetos, a la vez que millones de niños y sobre todo niñas hoy tampoco van al colegio: y abrir colegios para niñas era y es uno de los reclamos de pedir subvenciones por estas organizaciones.

En 1978, las fuerzas progresistas afganas tomaron el poder para levantar un país justo e igualitario, y eligieron a la ministra doctora Anahita Ratebzad organizar este progreso para las niñas y mujeres. EEUU se les impidió.

Las valientes mujeres afganas se están jugando la vida para romper la carcomida estructura patriarcal aunque tengan que vestirse, como Kubra Khademi, de gladiadora.

Fuente: https://blogs.publico.es/puntoyseguido/6923/y-ahora-imaginen-una-carcel-de-mujeres-en-afganistan/

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Coronavirus: cinco de los países con mayor riesgo de hambruna en 2020

Por: BBC Mundo

A medida que las muertes causadas por el coronavirus en todo el mundo continúan aumentando, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) advirtió que el mundo enfrenta una posible «pandemia de hambre», ya que la cantidad de personas que más necesitan alimentos podría casi duplicarse este año.

A finales de 2019, 135 millones de personas vivían con «hambre aguda». Pero con muchos países de todo el mundo aplicando cuarentena, es probable que ese número aumente a 265 millones, dice el PMA.

«Antes de que el coronavirus se convirtiera en un problema, decía que 2020 enfrentaría la peor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial por varias razones», dijo el martes el director ejecutivo del PMA, David Beasley.

La organización, que recibió $ 8,3 mil millones (£ 6,7 mil millones) en 2019, ahora necesita entre $ 10-12 mil millones para mantener sus operaciones para este año.

Mapa que muestra la cantidad de personas que enfrentan inseguridad alimentaria

Entonces, ¿qué países están en mayor riesgo?

Yemen

Incluso antes de que comenzara la guerra en Yemen, el país era el más pobre del mundo árabe.

Pero desde que una coalición liderada por Arabia Saudita intervino en el conflicto contra los rebeldes hutíes de Yemen en 2015, la situación humanitaria del país se ha deteriorado aún más.

«A medida que los conflictos se hacen más largos, más y más personas se vuelven vulnerables», dijo a la BBC el economista jefe del PMA y director de la División de Investigación, Evaluación y Monitoreo, Arif Husain. «En 2016 en Yemen, tal vez estábamos ayudando a tres o cuatro millones de personas. Hoy ese número es de 12 millones».

Para empeorar las cosas, el PMA dijo a principios de este mes que reduciría a la mitad la ayuda a las zonas controladas por los hutíes, por las preocupaciones expresadas por algunos países de que los rebeldes estaban obstruyendo las entregas de ayuda.

Yemen informó su primer caso confirmado de coronavirus a principios de este mes, y las agencias de ayuda advirtieron que la enfermedad podría abrumar rápidamente los debilitados sistemas de salud del país.

República Democrática del Congo (RDC)

Después de más de un cuarto de siglo de conflicto armado en partes del país, la RDC es la segunda crisis de hambre más grande del mundo, según el PMA.

Soldados marroquíes de la misión de la ONU en la RDC viajan en un vehículo mientras patrullan en el territorio devastado por la violencia de Djugu en el este de la RDCDerechos de autor de la imagenAFP

Más del 15% de la población del país está clasificada como «gravemente insegura de alimentos», lo que significa que se encuentran entre 30 millones de personas en zonas de guerra en todo el mundo que dependen casi por completo de la ayuda. Se necesitan casi $ 2 mil millones para asegurar el suministro de alimentos para estas poblaciones solo en los próximos tres meses, dijo Husain.

«Esas fueron las personas más afectadas y ahora están en más problemas», dijo.

La RDC también tiene 5 millones de desplazados internos y más de medio millón de refugiados de países vecinos.

Gráfico que muestra los países más afectados

Además del mayor riesgo que enfrentan las personas que viven en zonas de guerra, las personas desplazadas son aún más vulnerables durante el brote de coronavirus porque a menudo carecen de los servicios básicos de higiene necesarios para ayudar a detener la propagación de la enfermedad.

A principios de este mes, el portavoz de la agencia de la ONU para los refugiados, ACNUR, advirtió que la violencia en curso en la RDC amenazaba los esfuerzos para contener la propagación del coronavirus allí, que hasta ahora ha afectado principalmente a la capital, Kinshasa.

Venezuela

A diferencia de los otros países en la lista, el hambre de Venezuela no ha sido causada por conflictos o factores ambientales, sino por dificultades económicas.

Los ciudadanos venezolanos cruzan desde Cúcuta en Colombia de regreso a San Antonio del Táchira en Venezuela a través de un sendero ilegal en la frontera entre los dos países.Derechos de autor de la imagenAFP
Image captionAlgunos venezolanos se han visto obligados a cruzar la frontera ilegalmente para poder comprar alimentos y medicinas.

Aunque Venezuela tiene las reservas de petróleo más grandes del mundo, la hiperinflación en el país alcanzó el 200% en enero del año pasado, dejando a un tercio de su población necesitada de asistencia.

Las dificultades se han visto agravadas por un éxodo masivo de trabajadores de la salud, según el PMA.

Y los problemas no terminan ahí: alrededor de 4.8 millones de personas (o el 15% de la población) han abandonado Venezuela en los últimos años, y cientos de miles de estos migrantes enfrentan inseguridad alimentaria en los países vecinos.

Sudán del Sur

El país más joven del mundo solo se independizó de su vecino del norte, Sudán, en 2011. La medida estaba destinada a marcar el final de una guerra civil de larga duración, pero el país cayó en un conflicto violento después de solo dos años.

El PMA advierte que el hambre y la desnutrición en Sudán del Sur se encuentran en los niveles más extremos desde 2011, con casi el 60% de la población luchando por encontrar comida todos los días.

Para empeorar la situación, los enjambres de langostas que habían destruido los cultivos en África Oriental llegaron a Sudán del Sur a principios de este año.

«Si Covid [-19] no fuera una historia en este momento, las langostas del desierto serían la historia más importante», según Husain.

Y como uno de los países más dependientes del petróleo del mundo, es probable que el país se vea muy afectado por la caída de los precios del petróleo.

El país ahora ha registrado cuatro casos de coronavirus, según la Universidad Johns Hopkins.

Afganistán

Otro país devastado por el conflicto, Afganistán había sufrido casi dos décadas de guerra cuando Estados Unidos invadió en 2001.

La fuerza de seguridad hace guardia mientras las mujeres hacen cola para recibir la ración gratuita distribuida por el PMADerechos de autor de la imagenEPA
Image captionEste soldado hace guardia en Herat mientras las mujeres hacen cola para recibir raciones.

Dieciocho años después, más de la mitad de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, y el PMA clasifica a más de 11 millones de personas como personas con inseguridad alimentaria severa.

Según las cifras del gobierno afgano, ha habido más de 1,000 casos confirmados de coronavirus.

Si bien los números parecen bajos, el país tiene acceso limitado a las pruebas y el sistema de salud ha sufrido décadas de conflicto.

También se teme que el virus se haya propagado después de que más de 150,000 afganos regresaron de Irán afectado por el virus durante marzo , mientras que decenas de miles de otros regresaron de Pakistán.

… y los nuevos 130 millones

Además de las áreas afectadas por la guerra, los problemas ambientales o las crisis económicas, es probable que muchos más países de ingresos bajos y medianos se vean afectados por la pérdida de empleos y otras dificultades económicas causadas por la propagación del coronavirus en los próximos meses.

El problema se agravará por presiones económicas similares en países de todo el mundo, lo que significa que las remesas, o el dinero enviado por familiares en el extranjero, caerán en estos países.

«Lo más importante es un tratamiento asequible que debe estar disponible para todos en todo el mundo», dijo Husain. «Pero hasta que lleguemos a ese punto, debemos asegurarnos de hacer todo lo que esté a nuestro alcance para salvar vidas y proteger los medios de vida».

Fuente e Imagen: https://www.bbc.com/news/world-52379956

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