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Ecologismo a ambos lados de África: “El acaparamiento de tierras es seguir colonizando pero de otra manera»

Africa y Europa, 20 de mayo de 2017. Fuente: EL PAÍS

“El acaparamiento de tierras es seguir colonizando pero de otra manera”. Así de tajante se mostró Mariam Sow en su intervención en el I Foro internacional de activismo, derechos humanos y justicia social de la XXVII edición del Encuentro de Solidaridad con los Pueblos de África y Latinoamérica (ESPAL), celebrado a principios de abril en Gran Canaria. La presidenta del consejo de la Red Internacional Enda Tercer Mundo, que tiene por misión “decir no a la injusticia social, proponer alternativas y pedir a la sociedad civil que tome partido”, habló, sin pelos en la lengua, de que los inversores que acuden a África en busca de terreno “en vez de negociar, más bien roban”. También insistió en que el rechazo a estos métodos tiene que venir desde abajo. “La población local debe estar al frente. Si resiste, no importa qué medios use el Estado, ¡venceremos!”, aseguró.

Wangari Maathai también era muy valiente. Nunca tuvo miedo a decir lo que pensaba y no toleró ninguna opresión. De este modo la recuerda la también keniana Marion Kamau quien, en calidad de representante de la Fundación Wangari Maathai, viajó a Las Palmas para impartir una conferencia sobre su amiga ya fallecida. En 1977, Maathai fundó el Movimiento del Cinturón Verde para buscar formas de mitigar el cambio climático, conservar el medio ambiente y promover el desarrollo comunitario. Con el tiempo, el Green Belt Movement se ha convertido en un enorme proyecto de reforestación en África: solo en Kenia se han plantado más de 10 millones de árboles y más de 47 millones en todo el planeta.

Reivindicación feminista

Pero la de Maathai no era una iniciativa meramente ecologista, sino también uno de los movimientos feministas más eficientes del continente. Toda mujer que se une al programa recibe clases sobre el mundo natural y su preservación. Además, ellas asumen papeles de liderazgo, dirigen viveros y trabajan con silvicultores, planeando e implementando proyectos para la recolección de agua y la seguridad de los alimentos.

Mariam Sow también tiene clara su responsabilidad hacia las mujeres: hay que reforzar sus capacidades para que puedan contribuir por igual. “Desde Enda, hemos aprendido a leer el interés de las mujeres en la lucha campesina. Lo que les interesa es la comunidad: quieren la tierra para sus hijos”. A fin de implicarlas en la batalla, hacen falta “comités paritarios en los pueblos” en los que las féminas puedan hacer valer su voz.

Para que su mensaje llegue hasta ellas y a una población a menudo analfabeta, la líder campesina ha escrito la canción Ma terre, ma vie, que interpretan Bideew Bou Bess, la banda de los hermanos Sall, del norte de Senegal, muy conocidos por utilizar su música para ayudar a promover el cambio social y el desarrollo sostenible.

Cambio climático

Aparte de la propiedad de la tierra y de la soberanía alimentaria “luchamos para que el Estado acepte financiar la agricultura y que el mercado africano esté más protegido” el otro frente de Mariam Sow es el cambio climático. Sobre todo, le preocupa la sequía en el Sahel. “Cada vez hay menos lluvias y, aunque tenemos un curso de agua importante gracias al río Senegal, desde que modificaron las corrientes que regaban los cultivos de sorgo hay que invertir mucho para extraer el agua que hay en el fondo. Y la población no tiene medios suficientes”.

La problemática del líquido elemento también inquietaba a Wangari Maathai. Según su colaboradora y amiga, en la década de los setenta, Maathai concluyó que hacían falta árboles para asegurar el ciclo hídrico. Así, plantar no solo servía para combatir la deforestación, evitar la erosión del suelo o impedir que el desierto del Sáhara siguiera extendiéndose hacia el sur del continente. También vale para hacer frente a las cada vez más frecuentes sequías.

Contra el poder

Al principio de su lucha, el Gobierno keniano no apoyaba a Maathai e, incluso, llegó a atacarla. Pero eso no la detuvo. Cuando su movimiento llevaba más de 20 años en marcha, la activista entró en la escena política de su país, donde llegó a ser viceministra de medio ambiente. Gracias a ella, hoy la Constitución keniana incluye un artículo de protección medioambiental que se aprobó tal y como lo redactó.

“El acaparamiento de tierras es seguir colonizando pero de otra manera”

Hoy las autoridades kenianas tienen muy en cuenta a la fundación que lleva su nombre. Han manifestado un notable interés por fomentar el cuidado por el medio desde la guardería, han creado programas de doctorado y másteres en gestión medioambiental y, en 2016, el presidente Uhuru Kenyatta colocó la primera piedra del futuro instituto Wangari Maathai, financiado en un 100% por el Estado.

Por su parte, la senegalesa Sow se enorgullece de haber llegado a “un consenso con toda la nación y con las autoridades de las seis zonas agrícolas del país”. Un consenso fruto de los talleres organizados con la población, “de los que han salido unos principios básicos que vamos a presentar al Estado para que no salga solo una ley, sino toda una política agraria”. Así, aunque según Sow toda la población senegalesa está sensibilizada, “el Estado a veces cierra sus oídos y solo mira por los intereses de los otros”, queriendo emprender una reforma agraria solo para dar seguridad a los inversores. “Pero no le vamos a dejar hacerla solo”.

Sow termina afirmando que va a seguir en la lucha y que confía en que las cosas pueden cambiar. Por su parte, la Fundación Wangari Maathai tiene la misión de continuar el legado de la que fue conocida como la mujer árbol y aspira a formar líderes valientes, íntegros y responsables con su medio ambiente.

Fuente noticia: http://elpais.com/elpais/2017/05/17/planeta_futuro/1495033530_234332.html

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La cultura de potrero en Panamá

Olmedo Beluche

De la enorme pila de material bibliográfico que consulté para la elaboración de mi tesis doctoral, que intenta una historia agraria de Panamá, el libro que más me impresionó por la descripción de las formas de vida campesinas y su evolución en el tiempo es “De selvas a potreros. La colonización santeña en Panamá: 1850 – 1980”, del Dr. Stanley Heckadon-Moreno. Es un libro hermosamente redactado, que prueba que la ciencia no tiene que estar reñida con lo ameno, y que acierta en explicar las causas económicas capitalistas que le han impuesto al campesino azuerense la cultura de potrero, la cual  no hace parte de su propia naturaleza campesina.

Alguien de extracción puramente urbana solo puede aprender acerca de la cultura campesina, o através de libros maravillosos como el de Heckadon, o viviéndola personalmente.  Esta lectura me ha servido para racionalizar experiencias personales que adquirí gracias a la guía de Herasto Reyes, gran periodista y revolucionario originario de Vallerriquito, quien me presentó a los líderes del Movimiento Campesino de Veraguas, después Moviiento Campesino de Panamá, muchos de los cuales se habían organizado junto a Héctor Gallegos, en interminables giras desde Santa Fe a Montijo, pasando por Las Palmas, Cañazas y Viguí. Así conocí a algunos que ya no viven como Evaristo Ortega, y otros que siguen luchando, como “mi presidente”, Ricardo Barría.

Heckadon estudia la vida campesina a partir de una preocupación: la destrucción incesante de nuestros bosques. En 1950, tres cuartas partes de Centroamérica estaban cubiertas de bosques, pero en 2009 no llegaba al 30%. Es un proceso inclemente que liquida anualmente 376 mil hectáreas de bosque centroamericano y 50 mil hectáreas en Panamá. Aunque habitualmente se culpa al campesino santeño y su cultura agrícola de la deforestación, lo novedoso del libro de Heckadon es que demuestra que: la pequeña propiedad, combinada con la agricultura de roza para la subsistencia, mantiene un equilibrio con la naturaleza, hasta que el mercado capitalista y la necesidad creciente de dinero la transforman en una máquina de matar bosques.

Heckadon demuestra cómo durante el periodo colonial y la postindependencia, la agricultura de roza y la cría de ganado, aunque implicaba tala y quema, al garantizar la subsistencia de nuestros campesinos, estos también equilibraban su producción con pequeñas variaciones de parcelas y dejando tierras en descanso.

Otro descubrimiento inesperado del libro de Heckadon es la inexistencia de propiedad privada en el campo en Azuero, antes de 1850. La mayor parte  de la tierra era de propiedad comunal o municipal, principalmente los bosques aledaños a los pueblos, que compartían más o menos equilibradamente los ejidatarios, quienes poseían sus parcelas bajo un régimen de usufructo de hecho.

La destrucción de los bosques, la migración incesante a nuevas zonas, la degradación rápida de la tierra y su conversión en potreros cercados, a una hectárea por vaca, no son intrínsecos al campesinado, sino al desarrollo del sistema capitalista panameño a partir de la construcción del ferrocarril a mitad del siglo XIX, y con más fuerza a partir de 1903. Heckadon demuestra cómo la política liberal hizo de la propiedad comunal de la tierra el enemigo y cómo promovió e impuso en la cultura campesina la propiedad privada y la potrerización de la tierra mediante una cantidad de leyes que iniciaron con la república. Robo y privatización de la tierra de la que se aprovecharon algunos políticos encumbrados.

Fuente del articulo:http://www.rebelion.org/noticia.php?id=225573

Fuente de la imagen: http://www.rebelion.org/imagenes/221016_1.jpg

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Ecocidio o la destrucción sistemática de la vida

Mayo del 2017/Ecoportal/http://www.ecoportal.net/

El Primer Juicio Civil Internacional a la multinacional biotecnológica Monsanto, dejó a la vista la significativa organización social existente en los 5 continentes para frenar este desquiciado modelo productivo y cambiar de paradigma. En diálogo con enREDando la abogada y activista Victoria Dunda, que participó del juicio, explica qué significa la figura de “Ecocidio” como un crimen de lesa humanidad y el juicio histórico realizado en La Haya, donde Argentina tuvo una protagónica participación.

Duele tener que hablar de ecocidio.

Duele su magnitud y la necesidad mundial de tipificar este delito de lesa humanidad, no tan nuevo pero globalizado, que ha llevado a la destrucción de nuestro propio hábitat, de la casa común que nos cobija indistintamente.

Duele porque a través de esta figura jurídica queda a la vista el histórico desprecio al perfecto sistema que posibilita la vida del ser humano, entre otras millones de especies, dentro del planeta.

Desde una perspectiva latinoamericana, vale recordar que desde que los conquistadores españoles comenzaron a expoliar nuestro continente, “Abya Yala” para los primeros pueblos de estas tierras, los ecosistemas no han tenido respiro, el mentado “desarrollo” se ha sostenido sobre una misma matriz de saqueo y desguace de la Madre Tierra.

Al día de hoy nuestros países siguen exportando naturaleza, seguimos proveyendo materias primas a los países del “primer mundo”, somos campeones en la exportación de commodities. Se llama commodities o materias primas a los bienes transables en el mercado de valores: los hay de carácter energético (petróleo, carbón, gas natural), de metales y de alimentos o insumos (soja, trigo, maíz).

Pero los pueblos también saben decir basta.

Como ha sucedido a lo largo de la historia, los avances y transformaciones reales en materia de derechos y defensa de la vida, se entretejen desde abajo. Es a fuerza de la obstinada lucha de las comunidades que logran frenarse megaproyectos extractivos y la permanente depredación de los bienes comunes. Son las víctimas del actual sistema económico productivo (extractivista / agroindustrial) quienes están poniendo en agenda este tema urgente e insoslayable.

Y fue por impulso de la sociedad civil organizada, que por primera vez en la historia a través del El Tribunal Internacional a Monsanto (TIM), logró denunciarse pública y mundialmente la obscena brecha entre la legislación internacional de derechos humanos y ambientales, y la legislación internacional de comercio e inversión.

El TIM, constituido como tribunal de opinión (sin competencia jurídica), fue creado para “aclarar las obligaciones legales y consecuencias de algunas de las actividades de la compañía Monsanto”. Entre las referentes mundiales más visibles de esta iniciativa que tuvo lugar en los tribunales de La Haya en octubre de 2016, se encuentran la investigadora y periodista francesa Marie-Monique Robin y la filósofa y escritora india, pionera del movimiento ecofeminista, Vandana Shiva.

En el marco del juicio, el Tribunal integrado por 5 prestigiosos jueces, entre ellos, la argentina Eleonora Lamm, subdirectora de derechos humanos de la Suprema Corte de Mendoza, escuchó las denuncias de 30 testigos de todo el mundo y se comprometió a evaluar los hechos que se recriminan a la empresa Monsanto y juzgar los daños causados por la multinacional en virtud del derecho internacional vigente.

El dictamen de los jueces se dio a conocer el 18 de abril, entre las conclusiones más relevantes se dictaminó que la multinacional es responsable de violar derechos en salud, ambiente y propiedad, y de entorpecer la libre investigación científica de estos temas. Uno de los reclamos prioritarios fue la introducción del delito de “ecocidio” dentro de la jurisprudencia internacional, para litigar en función de este crimen de lesa humanidad.

En diálogo con enREDando, la abogada y activista Victoria Dunda, referente de la Red de Pueblos Fumigados que estuvo en La Haya, nos ayuda a comprender qué significa la figura de “Ecocidio” como un crimen de lesa humanidad y el juicio histórico realizado en La Haya:

– Desde el Tribunal se pidió incorporar el delito de ecocidio dentro del Estatuto de Roma, el concepto tiene que ver con todas aquellas destrucciones que se hagan sobre el ambiente en forma general, o se desequilibren los efectos o beneficios ambientales que generan los ecosistemas, que sea en forma masiva.

– El concepto ha tenido varias transformaciones, por un lado el primer biólogo que habla de esto, que es el creador de alguna manera del agente naranja, termina diciendo que es imprescindible legislar sobre el delito de ecocidio por la masividad de las cosas que se estaban poniendo en el mercado, y de la magnitud que contenían y el tema de la guerra química aplicada en Vietnam. Plantea esta destrucción masiva sobre los ambientes y todo tipo de vida, tanto humana como no humana. Pero implicaba a quien tuviera intención de hacer ese daño.

Hoy el concepto se amplía, haya o no intención, los efectos masivos que se pueden producir en el ambiente prolongadamente, ya genera un delito de ecocidio y tendría que estar planteado así. La opinión del Tribunal Internacional Monsanto es con respecto a que se incorpore esta figura penal dentro del derecho penal internacional. El Estatuto de Roma tiene tipificado el delito de genocidio, el delito de lesa humanidad y el delito de guerra. Entonces, estamos pidiendo que se incorpore en esa nominación de delitos, el de ecocidio.

– ¿Qué nos queda después del dictamen del Tribunal?

– Muchísimo, primeramente el camino andado, de llegar hasta acá. Estos tribunales, si bien no son judiciales y no tienen competencia a nivel vinculante de su sentencia, sí son opiniones mundiales de la sociedad civil, que tiene la necesidad de salir a cubrir una falencia dentro de los Estados por connivencia o por omisión, sobre cuestiones que son fundamentales en la vida de las Derechos Humanos. Esto es insoslayable.

Argentina había tenido un tribunal en el año 2010 contra las multinacionales y transnacionales, dentro del esquema del Estado. Eso fue presentado en el TIM como prueba de lo que habíamos decidido éticamente en Argentina en su momento.

Por otro lado, muchas vicisitudes acerca de cuál es límite que hay que poner con respecto al límite de las transnacionales sobre los derechos humanos y sobre el ambiente, establece que el derecho al ambiente es fundamental y sostenedor para que se cumplan todos los otros derechos. No hay vida sin un ambiente sano, no hay desarrollo ni dignidad sin salud, sin ambiente y demás. Así que plasma esas cualidades que ya estaban en el Convenio Estocolmo en 1972, pero las vuelve a declarar.

Desde lo jurídico nos deja fuertes antecedentes, y principalmente, el poder que tenemos que tener los ciudadanos ejerciendo la democracia, como construcción indivisible, que le está diciendo a la comunidad mundial que hay que poner un límite con respecto a las empresas transnacionales, a los derechos de las transnacionales, los derechos empresarios no pueden ir en contra del derecho a la vida, a la salud y al ambiente, porque iríamos en un camino de -autodestrucción –en el que estamos, precisamente- y que es preciso salir con responsabilidad y con conciencia, apuntamos a eso y creo que es fundamental el Tribunal Monsanto.

– Además de la presentación de los testimonios, nuestro país presentó un informe/ documento elaborado por organizaciones y profesionales de distintos puntos del país…

– Sí, Argentina participó con 6 testimonios orales, 4 dentro del Tribunal y 2 en la Asamblea de los Pueblos, con testimonios presenciales. Asimismo, nuestro país presentó un documento que fue elaborado por las organizaciones sociales, que presentaron todos los testimonios con todo lo que se viene diciendo sobre los efectos que tiene este modelo para la Argentina, tanto en la salud como del ambiente. Una recopilación que se hizo con todos los estudios científicos, tiene un anexo específico sobre el glifosato, mayoritariamente son estudios de la UNL, de la Universidad de Rio Cuarto, de la UBA, que reflejan la realidad de nuestros pueblos y de nuestros ecosistemas.

Los testimonios de Andrés Carrasco, de Damián Marino, de las escuelas fumigadas, de los niños a través de sus dibujos, de las maestros. Presentamos un informe muy interesante que como material jurídico también es importante, donde las comunidades y organizaciones argentinas también se hicieron voz a través de ese escrito. Así que fuimos con muy buena representación, por un lado está bueno y por otro, es triste tener que replicar tantas cosas para que entiendan los propios y los ajenos qué estamos viviendo con este modelo.

– ¿Qué es lo que más te llamó la atención al escuchar los testimonios?

– Que se replicara este modelo en todas las partes del mundo que se expresaron ahí, cada continente tenía representantes que demostraban cómo Monsanto sistemática y estratégicamente iba actuando. Eso fue muy impresionante para mí, porque uno lo ve acá pero no cree que sea tan grande, pero lo es y está pensado y es sistemático.

La vulnerabilidad de los pueblos en cuanto a la destrucción del ambiente, y una gran responsabilidad social y civil para seguir adelante en esto, que implica cambiar sujetos, cambiar sociedades, formas de vida y estructuras. En este camino en que estamos todos de alguna manera.

También, la calidad de la gente, los científicos que han sido atacados, como les costaba en esta dualidad de estar por un lado convencidos de lo que hacen y prueban en sus laboratorios, y por otro no poder decirlo o comprometerse abiertamente porque son perseguidos, sobornados, cuestionados gravemente. El proceder de las multinacionales dentro de la comunidad científica.

Y por otro lado me llenó de satisfacción confirmar que desde la sociedad civil tenemos herramientas, que nos han dado anteriormente otras luchas, y que eso lo podemos seguir llevando adelante y poner en la opinión pública lo que nos pasa en este sentido.

Foto por Centro Indígena Conacin.

Ecoportal.net

Fuente:

 http://www.ecoportal.net/Temas-Especiales/Biodiversidad/Ecocidio-o-la-destruccion-sistematica-de-la-vida

fuente imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/0VOGzeNnj0NVci95KqAMEVnltHTVD87rDbC0YxqWFpelBS9oAH8NtYBtmtySEIABweJwLQ=s85

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Australia: Five things the east coast can learn from WA about energy

Oceanía /Australia/Abril del 2017/Noticias/https://theconversation.com/

Cinco cosas que la Costa Este puede Aprender

de WA sobre Energía

Reseña:

Es un momento interesante para participar en la política energética. Mediante la crisis energética de la Costa Este,   el cierre de la central eléctrica de Hazelwood y los apagones de Australia del Sur, el público pasa de una lectura de folletos ha  estar familiarizado con todo tipo de conceptos esotéricos.  Opinan que , WA está bien situada para investigar, desarrollar y desplegar las soluciones energéticas que todo el país  y se podría utilizar en última instancia. En este sentido  exponen que  hay cinco razones necesarias: 1. Un demanda  por el cambio. 2. Microgrids, máximo resiliencia.3. Pruebas y exámenes superan críticas e informes. 4. El trabajo calificado es abundante. 4. El trabajo calificado es abundante. En consecuencia señalan  que as empresas de servicios públicos de WA ya dependen en gran medida del apoyo del gobierno estatal a la innovación tecnológica, pero también tienen fuertes redes de expertos locales capaces de cerrar los silos entre la academia, la industria y el gobierno y mantener el impulso en los mercados y redes más pequeños de WA.

Fuente :

https://theconversation.com/five-things-the-east-coast-can-learn-from-wa-about-energy-76398

Fuente:Imagen

https://lh3.googleusercontent.com/tt22GTfms9SBsHQbEKk2V40TEm3FI29Gk-03oTtlxhA3r9WU1DdY_Cq2gZIxSC0eoKsH3g=s85

Five things the east coast can learn from WA about energ

It’s an interesting time to be involved in energy policy. Thanks to the east coast energy crisis, the closure of Hazelwood power station and South Australia’s blackouts, the broadsheet-reading public suddenly finds itself conversant with all sorts of esoteric concepts, from gas peaking to five-minute price settlements.

Amid all the disruption, it’s perhaps not surprising that a long-term, coherent national energy policy remains as elusive as ever. Instead we see piecemeal announcements like pumped hydro and battery storage, none of which is itself a panacea. Some innovations can hinge on a single tweet which, while exciting, hardly gives the impression of joined-up policymaking.

Despite its name, the much-maligned National Electricity Market doesn’t extend to Western Australia, which means that federal energy policy discussions don’t always reach across the Nullarbor.

But we suggest looking west for inspiration. In our view, WA is well placed to research, develop and deploy the energy solutions that the whole country could ultimately use. Here are five reasons why.

1. An appetite for change

WA electricity customers have long recognised the advantages that energy innovations provide. More than 200,000 homes have solar panels (rapidly closing in on the penetration levels of Queensland and South Australia), and the appetite for residential battery storage is steadily growing.

This is due to a combination of factors. First, there’s the consistently sunny weather. Then there’s the fact that WA customers cannot yet choose their electricity retailer, meaning that households are more motivated to shop for solar panels to gain independence from government owned monopoly utilities, and can’t simply rely on the innovative price deals of the more nimble retailers found over east.

The vast distance and separation from the rest of Australia’s network means the WA grid won’t be joined to the NEM any time soon, meaning it will need to address the issues for itself, hopefully aided by a newly elected state government with the political capital to reform energy markets.

2. Micro grids, maximum resilience

To move successfully away from the traditional, centralised model of electricity generation, you need to maintain one of its cornerstone qualities: resilience. Being so far from literally everywhere else on the planet has embedded these traits into WA’s energy network, but has also reinforced the need to incorporate “microgrids” into network planning.

Microgrids are best thought of as small electricity sub-grids, able to function in concert with the main grid or in isolation if necessary. This increases the entire network’s resilience – you can’t have a state-wide blackout if you have plenty of microgrids.

WA currently has over 30 isolated microgrids, and is in prime position to be a test bed for more complex systems of network control, which will become necessary as these grids attempt to incorporate ever higher levels of distributed renewable energy from solar panels and other sources.

3. Trials and tests beat reviews and reports

The forthcoming Finkel Review of the National Electricity Market is clearly necessary and welcome. But while the media and political circus focuses on it, the utilities in WA are already out there testing the solutions.

The government-owned retailer Synergy and network operators Western Powerhave helped to investigate a range of innovations, such as strata peer-to-peer electricity trading, microgrids, utility-scale battery storage, demand-management, and standalone power systems for fringe-of-grid areas.

Meanwhile, the state-owned regional provider Horizon Power provides several valuable test case opportunities to understand how future grids and networks will need to operate in more remote areas. For example, it has successfully installed advanced metering infrastructure (‘smart meters’) for every one of its 47,000 customers, spread over 2.3 million square kilometres, no less.

4. Skilled labour is plentiful

During WA’s decade-long mining boom, technical skills were in high demand and short supply. It’s fair to say the opposite is now the case. Meanwhile, the state government has committed to removing 380 megawatts of fossil-fuel generation capacity from the WA energy market, most of which is situated around Collie, south of Perth.

If this pledge leads to greater opportunities for new renewable energy infrastructure it would provide welcome relief for a job market awash with underemployed technical experts, still reeling from the mining downturn.

WA’s world-leading reserves of lithium ore also offer a significance chance to join in the burgeoning battery storage industry.

With the recent closure of Hazelwood’s ancient coal-fired power station, Victoria’s Latrobe valley will no doubt be investigating similar opportunities, and the coal regions of Queensland and New South Wales should not be too far behind.

5. Strong links between government and experts

For WA, the disruptive transition in the energy sector is more acute, partly because its market is dominated by government-owned monopoly utilities that rely heavily on subsidies to ensure consistent power prices. But mostly because in WA there is a very direct link between power prices and politics, and electricity is always a hot topic at state elections.

Because of its physical isolation, WA’s energy policies are also largely independent from the rest of the COAG Energy Council.

As described in point 3 above, utilities will need to be prepared to spend significantly on research and development if they want to survive. WA’s utilities already rely heavily on state government support for technology innovation, but also have strong networks of local experts that are able to bridge the silos across academia, industry and government and keep the momentum going in WA’s smaller markets and grids.

So that was five reasons, among many more, why we think WA has a chance for not just Australian, but global leadership in the renewable power transition. As the rest of the country grapples with its energy headaches, it should consider looking west once in a while.

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Cosmética responsable, cosmética saludable

Isabel Benitez

“La cosmética es muy importante. Se ha usado desde tiempos ancestrales y puede aportarnos salud o quitárnosla. Es como un alimento; el alimento de nuestra piel.” (Beatriz Mayoral, EcoEko)

Posiblemente, el tono de este blog, y en especial de algunos artículos, les hace pensar que soy una consumidora responsable convencida. Desde luego, no puedo negar que tengo cierta predisposición positiva hacia todo lo que suena a alternativa. Sin embargo, eso no quiere decir que no me surjan dudas y cientos de miles de preguntas. La más evidente y recurrente es por qué o para qué optar por un consumo más consciente.

Una de las respuestas más convincentes que he encontrado en las últimas semanas se apareció ante mí en forma de aceite corporal -o, si lo prefieren, de producto cosmético. Y la culpa la tiene EcoEko, una empresa social que opera desde hace años en este sector.

Pero ¿qué puede  hacer a una empresa como esta (o a sus productos) más “responsable”? Varios factores:

  • La materia prima empleada, garantizando la ausencia de químicos y su sustitución por productos ecológicos, como únicos ingredientes del cosmético.
  • Su impacto medioambiental. La agricultura ecológica que proporciona la materia prima beneficia a nuestro entorno; pero, además, sacar los productos químicos de la ecuación reduce la contaminación de nuestro ecosistema…
  • … ¡y de nuestro propio cuerpo! Porque componentes como el aluminio u otros químicos usados en los desodorantes o las cremas que nos aplicamos a diario pueden tener graves efectos sobre nuestra salud a largo plazo, favoreciendo, por ejemplo, al desarrollo de células cancerígenas o afectando a nuestro sistema hormonal. 
  • La ausencia de experimentación con animales. No parece muy ético torturar a un ratón hasta destrozar su piel para dar con la fórmula mágica que hará que la nuestra luzca tersa y suave, ¿no creen?
  • La educación y formación del consumidor. Empresas como EcoEko hacen un significativo esfuerzo por compartir el conocimiento como forma de empoderar a los ciudadanos y contribuir al bien común, a través de talleres o de, por ejemplo, garantizar la transparencia de sus procesos –solo hay que entrar en su web o darse una vuelta por su laboratorio, que abren a quien quiera visitarlo. (Por cierto, como documento útil, aquí y ahora, esta lista de productos químicos que podemos detectar, fácilmente, en el etiquetado de los cosméticos que encontramos en los supermercados.)
  • La promoción de un modelo de belleza más natural (por no decir realista). Frente a los estereotipos de la industria cosmética, trabajan para ayudarnos a ser más felices, encontrar “nuestra” belleza y querernos como somos –con arrugas y todo :p

¿Seguimos?

Fuente del articulo: https://isabelrbenitez.wordpress.com/2016/06/30/cosmetica-responsable-cosmetica-saludable/

Fuente de la imagen:https://isabelrbenitez.files.wordpress.com/2016/06/cosmc3a9tica_natural.jpg?w=625&h=390&crop=1

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Trump y la geoingeniería: un muro en el cielo

Silvia Ribeiro

El 24 de marzo 2017 se realizó un foro en Washington DC, Estados Unidos, sobre geoingeniería solar –formas de alterar la intensidad de los rayos solares que llegan a la Tierra, supuestamente para contrarrestar el calentamiento global. Esto tendría una serie de fuertes impactos injustamente repartidos en el globo, como más sequías y desequilibrios climáticos en Asia, África y América Latina. Quienes promueven estas tecnologías afirman que eso sería un mal menor. Claro, no será en su territorio donde ocurrirán los peores impactos con la aplicación de estas tecnologías.

Se anunció allí la intención de realizar en 2018 el experimento de geoingeniería solar más grande hasta el momento, a cargo de un equipo de la Universidad de Harvard, a menos de 100 kilómetros de la frontera con México. Según David Keith, que lidera el proyecto, llamado Perturbación Estratosférica Controlada o SCoPEx (por sus siglas en inglés), se hará en colaboración con la empresa espacial privada World View, en su puerto espacial privado en Tucson, Arizona. Planean esparcir partículas de sulfato, calcio y otras sustancias en la estratósfera con un globo y usar drones equipados con sensores para estudiar las reacciones químicas y físicas. Keith está financiado entre otros por Bill Gates, pero buscan más fondos para este experimento. (http://tinyurl.com/mzpaodv).

Hay muchos impactos ambientales y de otros órdenes con los experimentos de geoingeniería (http://tinyurl.com/mj689pm). Este violará la moratoria de facto contra la geoingeniería establecida en el Convenio de Diversidad Biológica (CDB), que admite experimentos de pequeña escala, pero solamente en un entorno controlado y que no genere daños transfronterizos, lo cual este proyecto no puede asegurar. Estados Unidos no es parte del CDB, algo que aprovechan los geoingenieros.

El foro, organizado por los programas de geoingeniería de Harvard y la Universidad de California (UCLA), se enfocó en el estado técnico y de gobernancia de la geoingeniería para manejo de la radiación solar en Estados Unidos, otra paradoja, ya que la geoingeniería se propone modificar el clima global y no se puede regular en un solo país. Reunió a un centenar de académicos, funcionarios, periodistas y algunas ONG, entre ellas grandes conservacionistas ligadas a intereses de empresas trasnacionales, como Environmental Defense Fund y The Nature Conservancy, que se han sumado a la promoción de la geoingeniería. Que el foro se realizara en Washington DC, muestra la intención de captar apoyo gubernamental.

Pese al reciente decreto de Trump desmantelando el programa de cambio climático del anterior gobierno, seguramente no se opondrá, y podría apoyar activamente, este tipo de experimentos para construir un muro en el cielo –para tapar el sol, imitando el efecto de una erupción volcánica–, ya que varios de sus colaboradores más cercanos son ardientes defensores de la geoingeniería. La manipulación del clima es buen negocio, crea mercados cautivos, tiene potencial de uso bélico y no demanda reconocer qué o quién causa el cambio climático, ni hacer cambios en políticas y patrones energéticos. Por el contrario, permite seguir con las causas que calientan el planeta y hacer negocios con tecnología para enfriarlo.

Por ello, entre los conocidos promotores de la geoingeniería en la administración Trump está Rex Tillerson, actual secretario de Estado, ex director de Exxon. Esta megaempresa petrolera ha promovido activamente la geoingeniería desde hace décadas, por ejemplo a través de Haroon Keshgi, jefe del programa de cambio climático de Exxon. Este año, la trasnacional logró incluso introducir a Keshgi en el equipo del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) que está redactando el informe sobre cómo limitar el aumento de la temperatura global a 1.5 grados, marco en el cual ya han propuesto que se considere la geoingeniería. Tillerson declaró en diciembre 2016, que el cambio climático no es más que un problema de ingeniería. (Ver ETC Group, http://tinyurl.com/m4dkhkf)

Otro prominente defensor de la geoingeniería del gobierno Trump es David Schnare, del equipo de transición de Trump y hasta marzo 2017 alto funcionario de la EPA. Ser un conocido negador del cambio climático no le impidió trabajar desde 2007 por la inclusión de un plan multianual de apoyo oficial a la geoingeniería y estuvo a punto de lograr que un comité del Senado le aprobara discretamente (titulado con otro nombre) 5 millones de dólares para ello, pero un periodista difundió la maniobra y fue cancelado. Schnare sigue pujando por un programa de apoyo público a la geoingeniería, particularmente para alterar la radiación solar. En 2009 explicaba en una lista sobre geoingeniería cómo enfrentar a los críticos, hay que desafiarlos a elegir entre la muerte por daño económico [por cambiar el modelo petrolero], la muerte por inacción política, la muerte por cambio climático o la vida gracias a la geoingeniería. Un discurso curiosamente convergente con el de David Keith.

Newt Gringich, ex congresista, vocero y notorio colaborador del equipo de Trump, es otro agresivo promotor de la geoingeniería. En el American Enterprise Institute, uno de los institutos financiados por la industria petrolera para producir informes que negaran el cambio climático, estableció un proyecto a favor de la geoingeniería.

Negar el cambio climático no se contrapone sino que va en la misma dirección que la geoingeniería: se trata de no cambiar las causas reales del problema y justificar que los grandes emisores puedan seguir sus negocios como siempre, o mejor dicho, aumentarlos con los negocios de comercio de carbono y tecnologías de geoingeniería.

*Investigadora del Grupo ETC

Fuente del articulo: http://www.jornada.unam.mx/2017/04/01/opinion/018a1eco

Fuente de la imagen: http://www.surysur.net/site/uploads/2014/09/geoingenieria-1.jpg

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Bolivia: Educación ambiental ciudadana

América del Sur/Bolivia/08 Abril 2017/Fuente: Opinión

En la reciente jornada del Día del Peatón, la Alcaldía de Cochabamba dio a conocer los resultados sobre la contaminación. Según los datos presentados, la basura recolectada alcanzó las 9.5 toneladas, mientras que en abril de 2016 se recogieron 11 toneladas de residuos. Pero la cantidad generada depende no solo del consumo, sino también de la cantidad de personas movilizadas y el área de recolección asumida. Bajo el supuesto de que 10.000 personas hubieran estado presentes en el área de recolección de basura, la cifra señalada explicaría que cada peatón hubiera generado casi 1 kilo de basura en un solo día, muy por encima de media producción per cápita municipal es de 0.58 por habitante al día; y es que tampoco amerita hacer tanto cálculo, basta haber recorrido El Prado en horas de la tarde del pasado domingo para haber visto una impresionante cantidad de basura en las calles (principalmente envases desechables), asociada a un grupo igualmente numeroso de comerciantes.

Ahora bien, no es cuestión de restringir la actividad comercial, sino más bien de prohibir el uso de desechables y bolsas para la venta de productos, más aún en una jornada que nos recuerda la importancia de cuidar el medio ambiente. Sin embargo, esta medida no sería suficiente, pues generalmente es el cliente el que exige la “bolsita”. Por lo tanto, se requiere prioritariamente educar a la ciudadanía, a los peatones, no solo un día, sino todos para contar con una ciudadanía ambientalmente responsable. Pero, ¿qué implica educar al ciudadano? Significa generar procesos integrados de formación conceptual, aptitudes y actitudes responsables con el medio ambiente, asumiéndolo como un aprendizaje complejo.

Partamos de lo conceptual, sabemos que no es sostenible un crecimiento poblacional cuantitativo consistente en producir más y consumiendo más recursos naturales. Por ello, cuando se habla de «desarrollo sostenible» hay que dejar claro que el único desarrollo sostenible posible debería estar basado en producir y consumir mejor, evitando el despilfarro consumista. Por lo tanto, resulta claro que los valores de la sostenibilidad deben necesariamente formar parte del curriculum educativo escolar y universitario. Cuando hablamos de «educación para la sostenibilidad», no hemos de limitarnos a las tareas de «concienciación» al respecto en la tarea educativa. No se trata de “campañitis”, sino de transversalización ambiental.

Por otro lado, las acciones y decisiones de cada persona determinan el futuro hacia la sostenibilidad de nuestra sociedad. Sin embargo, no resulta del todo fácil motivar cambios en las acciones de las personas. Los actuales sistemas educativos probablemente nos ofrecen la mejor opción para intervenir en el cambio de acciones, ya que los jóvenes no tienen aún definida su manera de vivir y de tomar decisiones. Es por esto que el aula es una excelente oportunidad de motivar cambios.

Por ello, la educación ambiental requiere de estrategias didácticas innovadoras. Este tema lo trataremos la próxima semana en esta columna. Queremos construir comunidad para un futuro sostenible.

Disponible en la url: http://www.opinion.com.bo/opinion/articulos/2017/0407/noticias.php?id=215863

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