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República Dominicana: Desempleo y bajo gasto social inciden en poco bienestar de población

República Dominicana/01 de agosto de 2017/Autora: María Teresa Morel/ Fuente: http://www.elcaribe.com.do

Según datos oficiales, en el país el desempleo neto es de 14% y el desempleo relativo o empleo informal, de 57%

Mientras no haya una reducción significativa del desempleo y un aumento en el gasto social por encima del 10% del Producto Interno Bruto (PIB), el crecimiento económico que ha venido experimentando el país en los últimos años no se traducirá en una mejora de la calidad de vida de los dominicanos.

Así lo explica el economista Pavel Isa Contreras cuando analiza los pobres indicadores de desarrollo humano que exhibe el país en materia de educación, salud, vivienda, acceso a agua potable, entre otros, que mantienen rezagado al país cuando se le compara con otras naciones de la región.

El Índice de Desarrollo Humano es un indicador creado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) que mide tres dimensiones para alcanzar un estándar de vida decente, como son el ingreso o poder adquisitivo de las personas, el nivel de estudios alcanzado y la esperanza de vida al nacer.

Isa Contreras, insiste en que existe una brecha entre el crecimiento económico y el empleo, ya que los sectores que están creciendo generan poco trabajo y los que genera, son de baja calidad, es decir, de baja remuneración.

“Si usted no tiene una caída en el desempleo, usted va a tener la misma oferta de fuerza de trabajo disponible y ansiosa por conseguir un trabajo, y si hay mucha gente ansiosa por encontrar un trabajo, usted va a tener una tendencia a la baja del salario”, argumenta.

Admite que el desempleo se ha reducido en los últimos tres años pero de manera lenta e insuficiente conforme al crecimiento económico experimentado.

Y aunque el Gobierno enarbola como logro la creación de 800 mil empleos en dos años, el economista plantea que 400 mil empleos al año, solo mantienen estática la tasa de desempleo. “Argumentar que se han generado 800 mil empleos en los últimos dos años es argumentar que las cosas se han quedado fundamentalmente en el mismo punto. Eso es llenarse la boca con cifras. No son cifras que son contundentes. Eso es lo que genera normalmente la economía para que no haya un aumento del desempleo”, dice.

Generar empleos de calidad

Indica que la respuesta a esta problemática está en estimular ciertos sectores económicos que generen empleos de calidad, en particular, la agricultura, la industria manufacturera o agroindustrial, y aquellos servicios con alto valor agregado como la exportación, el turismo de aventura o cultural, los ‘call center’ o los “back offices” (labores informáticas, comunicaciones, gestión de recursos humanos, contabilidad o finanzas), que suelen requerir una mano de obra más calificada a la que habría que pagarle mejores salarios.

Más gasto social= más impuestos

En otro orden, el economista plantea que un aumento del gasto social por encima del 10% para la provisión de servicios sociales fundamentales que impacten en el bienestar de la población, necesariamente está relacionado con un incremento de los ingresos fiscales. El problema radica, según Isa Contreras, en que actualmente, el Gobierno no tiene la suficiente credibilidad ni el liderazgo para negociar un aumento de las recaudaciones por los últimos escándalos de corrupción en que se ha visto envuelto.

“La gente está ávida de que el Estado provea bienes públicos fundamentales y esos bienes públicos los provee recaudando pero con el manejo del Estado que estamos viendo, la gente está totalmente incrédula y con toda razón”, dijo.

Sostiene que si el Gobierno no aumenta la provisión de servicios sociales de calidad, entonces no puede haber mejoría en indicadores como la mortalidad infantil, mortalidad materna, el acceso a agua potable, vivienda, entre otros.

“Todavía persisten viviendas de muy baja calidad en donde los vectores (mosquitos, moscas, cucarachas, ratas, etc) se reproducen y generan enfermedades”.

RD no aprovecha avance del PIB para mejorar la salud y la educación

El también economista y especialista en temas de desarrollo Miguel Ceara Hatton afirma que la República Dominicana es el séptimo país del mundo que más desaprovecha las oportunidades del avance en el PIB para mejorar la salud y educación.

En pocas palabras, especifica que en los últimos 25 años, 137 países, con los mismos recursos o menos, han logrado un mejor
desempeño en salud y educación que la República Dominicana.
Argumenta que si un país aumenta la riqueza por habitante y avanza en el “ranking” mundial, debería en el largo plazo mejorar la posición de bienestar, en especial en estos dos renglones.
Dice que la posición dominicana prácticamente no se ha movido en el largo plazo, “de hecho ha retrocedido acumulativamente una posición, estando mejor colocado en la década del noventa.

¿Adónde ha ido el crecimiento económico?

“Esta tendencia plantea serios cuestionamientos a la forma de cómo ha crecido la República Dominicana, que lleva a la paradoja de un avance sustancial en la posición mundial de la “riqueza por habitante”, siendo el país 18 que más lugares avanzó en el mundo en 25 años y al mismo tiempo retrocedió relativamente en salud y educación (ocupó la posición 111). Cabe preguntarse: ¿Adónde se ha ido ese crecimiento? ¿En qué se ha utilizado? ¿En corrupción? ¿En Odebrecht, en los Tucanos, en la Oisoe y en otros tantos destinos espurios?”, cuestiona. A su juicio, el crecimiento ha servido para cambiar cosas (edificios exclusivos y lujosos, hermosas avenidas, concentrar riqueza) pero no para mejorar las condiciones de vida de la gente.

Educación y salud
Isa afirma que si hubo un aumento del 4% del PIB en educación fue forzado por la movilización social. Mientras, el gasto en salud es menos del 2%

Debajo del promedio
Mientras el gasto social en América Latina ronda el 14% del PIB, en la República Dominicana se mantiene por debajo del 8% del PIB.

 Fuente de la Noticia:
http://www.elcaribe.com.do/2017/08/01/desempleo-gasto-social-inciden-poco-bienestar-poblacion/
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Entrevista a Joaquim Sempere: «Tenemos que aprender a controlar nuestras expectativas a lo psíquicamente razonable y ecológicamente posible. La palabra clave es autocontención»

Entrevista a: Joaquim Sempere

Nuria del Viso (NV): Para abrir este boletín sobre calidad de vida, nos gustaría primeramente que nos ayudaras a acotar conceptos y relaciones entre calidad de vida y bienestar; y entre buena vida y su equivalente del buen vivir en América Latina.

Joaquim Sempere (JS): “Bienestar” y “calidad de vida” se usan a menudo como sinónimos, aunque con acentos distintos. Bienestar alude más bien a los elementos “objetivos” o utilitarios, como la satisfacción de necesidades básicas objetivables: alimentación adecuada y suficiente, buen estado de salud, acceso a vivienda digna, vestido, protección ante los imprevistos de la vida, etc. Calidad de vida alude a aspectos más cualitativos y subjetivos, es decir, a los niveles de satisfacción experimentados, que incluyen presupuestos culturales distintos para las distintas sociedades consideradas, así como la adecuación a los tipos y niveles de expectativas de las personas consideradas. De todos modos, las diferencias son pequeñas y los dos términos a menudo se usan indistintamente para designar lo mismo.

Entiendo que el “buen vivir” de las comunidades autóctonas de América Latina es más que lo que nosotros consideramos “vida buena” porque incluye una relación armónica con el medio natural que supone también armonía social, esto es, justicia, reciprocidad en los derechos y deberes, vida humana adaptada a ritmos menos artificiales que los de las ciudades modernas. Es obvio que se trata de un planteamiento de vida del que tenemos mucho que aprender.

Quiero insistir en el tema de las expectativas. La sociedad productivista-consumista genera incesantemente expectativas materiales cada vez más altas, lubricando así la tendencia al crecimiento, pero con efectos psicológicos y morales devastadores porque reproducen sin cesar la insatisfacción (que a su vez realimenta el deseo de más cosas). Tenemos que aprender a controlar la formación de nuestras propias expectativas, a adaptarlas a lo que es psíquicamente razonable y ecológicamente posible. La palabra clave en esto es autocontención.

NV: Desde tu óptica, ¿cuáles son los ejes principales de la calidad de vida?

JS: En la calidad de vida creo que debe incluirse la satisfacción suficiente y adecuada de las necesidades básicas materiales (alimentación, vivienda, vestido, salud) junto con ciertos parámetros que dan a la vida humana una densidad de significación satisfactoria. Comer, vestirse y cuidar la salud son, en definitiva, bienes instrumentales: necesarios para “estar bien” pero no suficientes para una vida buena. Se dice, con razón, que estamos físicamente bien cuando no sentimos el cuerpo, porque funciona como debe: es al enfermar o sufrir dolor cuando nos apercibimos de que “tenemos” cuerpo. Con las necesidades materiales pasa algo parecido: si están bien satisfechas no las sentimos y podemos dedicar nuestras energías a construir nuestra vida, nuestra persona, nuestras relaciones con los demás. “Calidad de vida” viene a ser esta conjunción de unas necesidades básicas adecuadamente satisfechas con una panoplia de actividades y relaciones humanas que dan sentido e interés a nuestra existencia.

Conviene precisar que “necesidades materiales” es un término que a veces se usa de manera restrictiva, olvidando que en su satisfacción propiamente humana se juega una gran variedad de aspectos. La comida no es mero metabolismo animal, sino arte, gastronomía, cultivo de la riqueza sensorial, búsqueda y experimentación, y comer es también un acto social donde juegan elementos de reciprocidad, compañía, intercambio de dones y de afectos, etc. Algo parecido puede decirse del alojamiento: la vivienda no sólo nos protege de la intemperie, sino que es el espacio que organizamos a nuestra manera, proyectando nuestra personalidad en la decoración y en la búsqueda de algún confort vital, etc. Y lo mismo de otras necesidades materiales.

Pero la calidad de vida no se detiene ahí. Incluye todo lo que da a nuestra vida sentido, relieve, riqueza emocional, artística e intelectual, incluyendo las experiencias relacionales de amor, amistad y otras interacciones, como las comunitarias, políticas, recreativas, ceremoniales, deportivas…

NV: Todas estas actividades implican tiempo. Precisamente, una de las percepciones más repetidas actualmente es la sensación de falta de tiempo con la aceleración de los ritmos de vida. En este contexto, ¿qué significa la aparición del movimiento slow? Y en el ámbito laboral, ¿cómo incidir para una mejora de la calidad de vida?

JS: El movimiento slow es una rebeldía contra la prisa que invade la vida moderna en casi todas sus facetas. La sensación de falta de tiempo y la prisa que se deriva de ella proceden de la lucha fáustica contra la finitud de la vida humana, la reacción desesperada para lograr este imposible que es detener el tiempo, otra manera de experimentar la ilusión de la eternidad imposible. Naturalmente, se refuerza con la dinámica capitalista de la acumulación indefinida de capital que requiere una ampliación permanente de la demanda de mercancías; el resultado de esta dinámica es la demanda incesante de más bienes y servicios para consumir, que se disputan entre sí el tiempo de que disponemos, que es limitado. No puedo trabajar mis ocho horas al día, preparar la comida, comer, aprender idiomas, jugar al tenis, ir al cine, ver televisión, usar mi teléfono móvil para mil y un usos, y así al infinito en las 24 horas que dura un día. El mensaje del movimiento slow lo interpreto así: el tiempo que nos es asignado es, en cualquier caso, limitado; como no nos permite abarcarlo todo, tenemos que autolimitarnos; es mejor hacer menos cosas y dedicar más tiempo a cada una de ellas, experimentándolas con la máxima intensidad posible, en lugar de mariposear superficialmente sobre un montón excesivo de actividades y estímulos, para descubrir, al final, la vaciedad y la frustración de tantas experiencias veloces, acumulativas, abundantes y superficiales. Más vale saborear con detenimiento y atención pocas experiencias que nos dejen huella.

NV: Nos hallamos inmersos en una profunda crisis ecológica y social. Sin embargo, las políticas económicas al uso continúan situando la meta del bienestar en el crecimiento (para “tener más cosas”), lo que implica no sólo mantener, sino aumentar, el ritmo de extracción de energía y materiales, alimentando estilos de vida que no son generalizables. ¿En qué consiste la calidad de vida en este contexto?

JS: La calidad de vida que se nos vende en estas circunstancias es una estafa. No digo que no se pueda vivir bien teniendo más cosas, pero cuando se descubre la profundidad de la crisis ecosocial, cuando se le cae a uno la venda de los ojos, ya no se puede ser feliz sin tratar de detener esta carrera hacia el desastre. La respuesta tiene dos vertientes, a mi juicio. Por un lado, la lucha política (en sentido amplio) para detener la carrera hacia el abismo, tratando de influir en la cultura, en la vida pública, en la política, para encaminar nuestras sociedades hacia la sostenibilidad. Por otro lado, adoptar personalmente, y con la gente que te rodea, estilos de vida congruentes con la consciencia de la crisis, tratando de reducir el impacto ecológico propio: andar, ir en bicicleta, viajar poco o nada en avión, prescindir del coche particular, instalar fotovoltaicas, vigilar lo que comes y lo que consumes en lo que atañe al despilfarro de recursos y energía, etc. El cambio personal de estilo de vida no resuelve el problema, que es de dimensiones colectivas inmensas, pero determina la ejemplaridad de la conducta adoptada como conducta deseable: en este sentido tiene que articularse con la acción política contribuyendo a señalar el camino correcto. Y a la vez, es una manera de avanzar en calidad de vida congruentemente con la toma de conciencia del desastre ambiental.

NV: En un artículo anterior para Boletín ECOS, relacionado con tu libro Mejor con menos (Crítica, 2008), apuntabas que “hace falta una reconsideración de muchos parámetros de la vida social”. ¿En qué consistiría este cambio de paradigma?

JS: Consistiría en no superar la biocapacidad de la biosfera para que podamos vivir dignamente en ella todos los seres humanos y el máximo número posible de especímenes de otras especies animales. En otras palabras: no superar la huella ecológica media por habitante que la biosfera puede soportar sin degradarse. ¿Cómo se arbitra esto? Ahí radica la dificultad, dado que hemos construido un mundo no sólo insostenible ecológicamente, sino encadenado por unas dinámicas incontrolables. Las interdependencias son tan densas y tan fuertes que no se puede intervenir en un lugar sin que tengan lugar efectos en otros lugares. Y como la oligarquía mundial del dinero controla los mecanismos esenciales, procura que ninguna comunidad, ningún país, escape a la lógica dominante, y puede conseguirlo. El ahogo de Grecia por la UE es un ejemplo. Para que la ciudadanía recupere capacidad de autogobierno, tendrá que producirse, a mi entender, un desmontaje de estas interdependencias, una transición a comunidades más autárquicas (permitidme esta palabra maldita) o más autosuficientes. No pienso en autarquía plena, sino en reorganizar el metabolismo entre sociedades humanas y medio natural cercano para lograr un aprovechamiento eficaz y no destructivo de los recursos que proporciona la naturaleza. Así sería más fácil ajustar las necesidades humanas al entorno ecológico cercano, materializando una cierta armonía entre ser humano y naturaleza.

Lo ideal sería conservar los adelantos de la tecnociencia que pueden enriquecer la vida humana, y para ello la autarquía propuesta debería combinarse con una “mundialización espiritual” que permitiera compartir los saberes y las otras expresiones espirituales sin limitación. Las técnicas de comunicación de que disponemos hoy hacen posible esta mundialización. Pero esto requeriría también una estructura industrial muy sofisticada: ¿cómo hacerla compatible con un metabolismo simplificado? Esta compatibilidad es uno de los retos importantes para “salvar” el progreso tecnocientífico sin sacrificar la biosfera.

NV: ¿Alguna pista sobre las medidas necesarias para implantar ese cambio de paradigma?

JS: El capitalismo desregulado que impera en el mundo es, en las actuales circunstancias, lo peor que nos podía suceder, pues las tareas necesarias para salvar la civilización humana requieren dosis importantes de intervención deliberada en la vida pública, regulación y planificación (con todos los correctivos que se desprenden de los fracasos del siglo XX en materia de planificación). Pero no se ve cómo introducir cuñas en un sistema tan compactamente interdependiente para introducir regulaciones conscientes. A mí, este sistema capitalista, asociado a una megamáquina, como decía Mumford, se me aparece como invencible. Sin embargo, se me aparece tan invencible como inviable: creo que camina hacia su autodestrucción. Si esto es así, tras la autodestrucción del capitalismo tecnológico desregulado surgiría la oportunidad de reconstruir una sociedad nueva desde las ruinas de la vieja. Pero esto sólo sería posible si hubiese una masa crítica de personas con la suficiente consciencia ecosocial (y la suficiente mochila de experiencias alternativas previas, aunque fueran modestas y locales) para tomar el relevo y marcar la dirección a seguir. Si en el momento oportuno no existe esa masa crítica, la ruina de la megamáquina puede desembocar en el caos más espantoso, en una “nueva Edad Media” dominada por grupos armados y mafias que impongan la ley del más fuerte en un planeta devastado. Por eso creo en las pequeñas acciones, en las intervenciones modestas para construir desde hoy embriones de futuro en los intersticios de la sociedad existente. Estas experiencias pueden parecer insignificantes hoy, pero pueden ser decisivas mañana. El futuro no está escrito en ninguna parte: dependerá de lo que hagamos desde hoy mismo. Y no debemos despreciar ningún ámbito de acción: ni esta construcción de experiencias locales que sean embriones de futuro, ni la acción política, ni la acción cultural, ni el desarrollo del saber, ni la transformación personal.

Joaquim Sempere (Barcelona, 1941) es doctor en Filosofía por la Universidad de Barcelona y licenciado en Sociología por la Universidad de París-X. Ha trabajado como director de la revista Nous Horitzons y forma parte del consejo editorial de la revista Mientras tanto. Es profesor emérito de Sociología de la Universidad de Barcelona, especializado en temas de medio ambiente. Ha desarrollado su pensamiento en torno a las necesidades humanas, el papel de la ciencia y los conflictos socioecológicos. Entre sus libros más recientes figura Mejor con menos (Crítica, 2008) y, en coautoría con Jorge Riechmann, Sociología y medioambiente (Síntesis, 2014). En esta entrevista desgrana su visión sobre la calidad de vida.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=220492

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Libro: (Re)construcción de las matrices de bienestar en América Latina

Resumen:

Los dilemas de las izquierdas latinoamericanas

Christian Adel Mirza. [Autor]

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Colección Estudios sobre las Desigualdades.
ISBN 978-987-722-020-9
CLACSO.
Buenos Aires.
Mayo de 2014

Tras los ensayos neoliberales aplicados en el último cuarto del siglo pasado quedaron secuelas negativas en toda la región. Más pobreza, ensanche de la brecha social, desempleo y precarización del trabajo, mayor incertidumbre e inseguridad socioeconómica. En otras palabras, mientras que el modelo económico y social (cuyos ejes rectores se condensaron en el denominado consenso de Washington) beneficiaba a unos pocos, las grandes mayorías populares latinoamericanas seguían hundiéndose en el desamparo más absoluto y apenas contempladas en programas sociales hiperfocalizados.
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