Reseña: El mes de enero se ha publicado en España el libro de Paul Mason “Por un futuro brillante. Una defensa radical del ser humano” (Paidós, España, 500 páginas de letra un tanto menuda, todo un volumen, y con precio moderado 23,50 euros) al que dedico esta reseña y comentario. Me llamó la atención la portada atípica (grandes letras blancas sobre fondo negro, con un orificio circular con fondo dorado) y al ojearlo, que, entre otros muchos, tratase extensamente el problema de la Inteligencia Artificial y además de modo muy crítico. Y como ese es un asunto que me preocupa muchísimo y al que ya le he dedicado varios textos, uno bastante extenso (ver al final, con los enlaces), y trata otros también de mucho interés (ascenso mundial de los populismos de derecha y neofascismos, el “yo” del tipo humano actual, humanismo y antihumanismo, lo que queda de Marx…), me decidí a leerlo.
En este libro Mason aborda asuntos de la mayor trascendencia para el presente y el futuro de la Humanidad (algunos, mejor que la mayoría de los políticos, incluso de la izquierda más crítica al sistema). Y aunque no se puede decir que sea un libro innovador, que aporte alguna teoría nueva (tampoco se puede exigir, pues cada nuevo libro estaría “rompiendo moldes” y nos encontraríamos todavía más aturdidos ante la sobreinformación y desorientados de lo que ya lo estamos), visto el nivel político general hoy existente, me parece que, para muchas personas (sobre todo jóvenes, a quienes les corresponderá el futuro), la lectura de este libro puede ser un paso positivo en su evolución política, siempre que no se queden ahí, no se estanquen en las limitaciones y algunos errores que contiene, y que precisamente por la trascendencia de los asuntos que trata Mason, deben superarse. Para ayudarlas a seguir avanzando es por lo que le he dedicado esta reseña, con comentaros extensos y recomendaciones de otros materiales. Y me gustaría que Paul Mason también evolucionase positivamente pues, aunque no le conozco, me cae bien.
Como este texto es una reseña, aunque me gustaría daros a conocer muchísimos párrafos del libro (algún capítulo, entero), no es posible (aparte autorizaciones necesarias, etc.) y por tanto, puedo parecer injusta porque mis comentarios y recomendaciones acabarán ocupando mucho espacio. Sin embargo, eso no quiere decir que cuando esté de acuerdo con Paul Mason no sea importante cómo lo explica él y que no lo haga también extensamente, o que sea irrelevante leer a Mason porque otros también traten el mismo tema, pues cada uno lo hace a su manera, quizás incluso con alguna divergencia de enfoque o de conclusiones. Mi interés al hacer una reseña de un libro que me gusta o parece interesante no es algo parecido a hacerle publicidad sino, en la medida de lo posible, establecer un diálogo con él y exponerlo a la consideración de los lectores/as. Y si el artículo es extenso (16 páginas me salen a mí), es porque el libro tiene 500 páginas que, fácilmente, podrían haber sido bastantes más con sólo aumentar un poco el tamaño del tipo de letra. Así que mi artículo viene a ser con respecto al libro, como el plano de una ciudad monumental con respecto a la exploración real de la misma.
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Paul Mason es un hombre de izquierda, más a la izquierda de la socialdemocracia y del laborismo británico, que simpatiza en muchos aspectos con Marx (sobre todo el joven Marx de 1844, y el Marx de la Comuna de París de 1871), aunque por lo que explica, se ve que en algunas cuestiones lo ha entendido deficientemente o al menos no ha sido capaz de explicarlo bien, y en otros está en desacuerdo con Marx por entender que ya ha sido superado, aunque no pienso que sea así en todo lo que Mason cree. Pero ya trataré esto más adelante. Mason tiene publicado antes en España “Postcapitalismo, hacia un nuevo futuro” (Paidós, 2016) que se tradujo a varios idiomas y fue un éxito de ventas en el Reino Unido. Recuerdo que lo leí y pensé en hacer una reseña bastante crítica del libro, pero me faltó tiempo. Mason es además periodista y eso se nota en el estilo del libro. Tiene la ventaja de que su forma de escribir se entiende perfectamente (sin complejidades innecesarias), que nos puede ir contando una historia a través de hechos que conocemos y nos hace recordar para tener una visión retrospectiva y panorámica, o dándonos información relevante que nos abre los ojos (hasta “alucinar” a veces) a problemas complejos, o plantear su reflexión de forma más vívida a partir de casos concretos, y que la lectura, aunque prolongada, resulte más ligera; pero también le lleva a caer en la tendencia a pasar un tanto por encima de algunas cosas que necesitan más rigor, como cuando trata cuestiones teóricas o las propuestas políticas. Y precisamente ese punto débil es el que quiero reforzar o ayudar a rectificar para sus lectores/as. El libro, para hacer su contenido más accesible, incluye al final un detallado Índice onomástico y de materias.
Pese a sus puntos débiles, con este libro Mason demuestra tener una capacidad de visión muy superior a la de la gran mayoría de la izquierda, tanto partidos (en particular el conglomerado de Unidas Podemos) como sindicatos, incluso los que se consideran revolucionarios, y que todavía no están viendo venir a muchos problemas, como el de la Inteligencia Artificial General (IAG). Esto no es tanto una prueba de la genialidad de Mason (sin pretender restarle mérito), como de la lamentable mediocridad política, o pereza mental, de la llamada izquierda y los revolucionarios incluso. Pero pasemos ya al asunto.
El mensaje fundamental de este libro creo que se puede resumir así: Nuestra especie, con la crisis objetiva de neoliberalismo, ha llegado a un punto crítico en el desarrollo de la civilización humana. Nuestro futuro será luminoso o tenebroso dependiendo de que se oriente según un humanismo radical y científico (inspirado en el joven Marx) o caiga en el anti-humanismo e irracionalismo en sus diversas variantes (nacionalismo, racismo, misoginia, individualismo, equiparación con el resto de la Naturaleza o la inteligencia artificial, etc.). Veamos cómo lo fundamenta.
En el capítulo 2 (“Una teoría general sobre Trump”), Mason analiza las causas del ascenso de Trump al poder y saca a la luz cuáles son los sectores capitalistas que le han impulsado, y aunque yo no los conocía en concreto (con nombre y apellido), confirma lo que no podía ser de otra manera dada la personalidad y política de Trump, esto es, que son los más parasitarios, salvajes, locos, reaccionarios, antisociales, apoyándose en sectores de la “clase media” y en un sector (minoritario) de la clase trabajadora, resentido, confundido y reaccionario. Esto no hace buenos a los demás sectores del capitalismo, ni mucho menos (no hay más que recordar a los anteriores presidentes de los EEUU, con su historial de guerras), pues acaban colaborando con Trump, pues él también protege lo fundamental de sus intereses. Todo ese capital (no sólo norteamericano) es el que nos ha traído hasta aquí con su neoliberalismo, y previamente con sus guerras mundiales (con sus nazi-fascismo y “democracias” antiobreras), creando, con la crisis de 2008 y el fracaso del neoliberalismo, las condiciones para que triunfe un fenómeno populista de derecha y neoliberal, con un personaje tan impresentable como Trump, y el impulso a casos parecidos en otras partes del mundo, incluida Europa occidental. Mason me ha ilustrado mucho sobre quienes están detrás de Trump y el mundillo de la política en EEUU.
Entramos en la Segunda parte. El Yo. En los capítulos 3 (“La creación del sujeto neoliberal”) y 4 (“Telegramas e ira”), Mason hace un certero análisis de la catástrofe económica, social, política, en los valores humanos, en las relaciones sociales, y en la psicología de las gentes, que ha provocado el neoliberalismo capitalista (el que supuestamente nos conducía al “final de la historia” pues el resto sólo podía avanzar por las mismas vías), repasándolo desde su inicio a finales de la década de los 70s hasta pasada la crisis de 2008.
Todo eso es cierto, pero no debemos perder de vista que el neoliberalismo no es más que una forma que adopta el capitalismo en una fase determinada de su decadencia como civilización, ya iniciada a comienzos del siglo XX, y el neoliberalismo no se puede entender bien si no se comprende lo que es en sí el capitalismo, como no se puede entender a un anciano senil sin comprender lo que es un ser humano, y que llegados a ese punto, no hay manera de volver a ninguna “edad dorada” o a la “juventud, divino tesoro”.
Por ello debemos tener mucho cuidado en no poner demasiado el acento en el neoliberalismo de modo que así quede en un segundo plano y embellecido el modelo de capitalismo previo, con un importante componente de capitalismo de Estado en Occidente o integral en el bloque “socialista” estalinista. Si el neoliberalismo ha sido posible es porque previamente existía ese modelo de acumulación de capital, y porque ese modelo llegó a su agotamiento a la hora de satisfacer los requerimientos del capitalismo para seguir generando una buena tasa de ganancia (a costa de la explotación del trabajo) y de acumulación de capital (crecimiento). Y fue ese capitalismo previo al neoliberalismo el que ya nos creo los graves problemas del consumismo, de agotamiento de recursos básicos y del cambio climático. Cuando ya en 1972 el informe al Club de Roma titulado “Los límites del crecimiento” (al margen de lo acertado o no que estuviesen en sus predicciones, léase en https://es.wikipedia.org/wiki/Los_l%C3%ADmites_del_crecimiento ) advertía del peligro de estar consumiendo recursos cruciales de modo irreparable, y cuando para 1979 ya se sabía casi todo lo que hoy sabemos sobre el cambio climático (léase el libro “Perdiendo la Tierra. La década que podríamos haber detenido el cambio climático” Nathaniel Rich, Capitan Swing 2020, 191 páginas), aunque la mayoría de la gente nos enterásemos de la gravedad del problema casi 30 años más tarde (en 2006), sobre todo por el documental “Una verdad incómoda” a cuenta de la campaña del exvicepresidente de EEUU, Al Gore (muy blanda y engañosa en su alternativa final). Véase https://es.wikipedia.org/wiki/Una_verdad_inc%C3%B3moda y documental en https://www.documaniatv.com/naturaleza/al-gore-una-verdad-incomoda-video_417669111.html
Durante los apologéticamente llamados “30 gloriosos” (1945-75) la clase trabajadora tuvo que trabajar y luchar muy duro para conseguir mejoras, no sólo en el Tercer Mundo, sino en Europa. Véase mi reseña «“Mayo de 1968 en Francia” de Bologna y Daghini. La verdad» (29-2-2020) sobre la huelga general del mayo 68 francés y la lucha obrero-estudiantil italiana del 69-70s — https://kaosenlared.net/mayo-de-1968-en-francia-de-bologna-y-daghini-la-verdad/. Y en España ni siquiera tuvimos democracia durante todo ese tiempo, hubo muchos años de miseria, trabajo durísimo, emigración en masa (interior y al extranjero), y la lucha obrera costó mucha represión y hasta sangre, hasta el final de los “30 gloriosos”. Véase “Vitoria-Gasteiz 3 de marzo de 1976. Materiales para la memoria” (3-3-2020) — relato y acceso a documentos muy importantes – https://kaosenlared.net/vitoria-gasteiz-3-de-marzo-de-1976-materiales-para-la-memoria/
Los “30 gloriosos” también estuvieron terriblemente marcados por la “guerra fría” que a punto estuvo de llevarnos al holocausto nuclear varias veces (la más conocida, la “crisis de los misiles”, Cuba 1962). Fue durante los “30 gloriosos” cuando siguieron existiendo sistemas coloniales, como el francés (y su guerra en Indochina –Vietnam- y Argelia), el británico, y el más duradero e importante, el portugués. También fueron los años cuando EEUU guerreó durante una década contra los vietnamitas (también laosianos y camboyanos), con un nivel de destructividad y matanza inauditos que hoy desgraciadamente la gente ya ni recuerda. Fue durante los “30 gloriosos” que los negros norteamericanos todavía tuvieron que luchar y sufrir por conseguir unos derechos civiles elementales. Previamente tuvimos la guerra de Corea con una altísima destrucción de Corea del Norte por EEUU y un enorme coste en vidas humanas. Durante esos “30 gloriosos”, Latinoamérica sufrió numerosos golpes de estado militares auspiciados por los EEUU y otros países de democracia burguesa, también europeos o Israel, contra las aspiraciones obreras, campesinas, estudiantiles, con cotas horripilantes de represión y crueldad (genocidios de indígenas en Centro América, los “desaparecidos”, torturados durante meses en cárceles clandestinas, asesinados o tirados vivos al mar desde helicópteros para matarlos y que no se encontrasen sus cuerpos…). Durante los “30 gloriosos” EEUU y otras potencias democráticas apoyaron el odioso régimen Sudafricano racista del “apartheid”. Y muchos más casos, pero con esto es suficiente para dejar claro que la denuncia del neoliberalismo no debe dejar el menor resquicio para el embellecimiento de lo que le precedió, el capitalismo keynesiano, el del supuesto “pacto social” modélico.
Si fueron posibles los “30 gloriosos”, fue también a cuenta de la destrucción material y de millones de vidas humanas provocadas por todos los países capitalistas implicados en la II Guerra Mundial que con el lanzamiento de dos bombas atómicas sobre Japón acabó iniciando la pesadilla de la era nuclear con sus derivadas militares (carrera armamentística nuclear durante la “guerra fría” y que todavía continúa) y también civiles (las centrales nucleares y sus “accidentes” y desastres). Y si se llegó a eso fue porque el capitalismo previo al neoliberalismo, el previo a la II GM, nos había llevado a la gran crisis mundial de 1929, al ascenso del nazi-fascismo y del estalinismo, y antes, a la I Guerra Mundial, y antes… Es decir, que la condena no puede ser sólo al neoliberalismo, sino a toda la historia del capitalismo, y a sus raíces: la explotación del trabajo asalariado en la producción de mercancías para conseguir un beneficio monetario.
Si de verdad queremos librarnos del neoliberalismo y de todo lo que lo ha causado, si queremos ir hasta la raíz de lo que lo ha generado, y de todo los problemas que causan, debemos revisar a fondo nuestra visión del capitalismo y nuestra mentalidad. Creo que a ello ayuda la reflexión de mi texto “Crisis triple ¿Derrota total y destrucción en este siglo?” (18-2-2020) — largo documento sobre la crisis de civilización, del sujeto revolucionario y de la teoría revolucionaria, y prospectiva del curso histórico — https://kaosenlared.net/crisis-triple-derrota-total-y-destruccion-en-este-siglo/
Mason también denuncia el papel que ha jugado el crédito, como lubricante para el sistema, y como una “droga” u “opio del pueblo”, para la aceptación de masas del neoliberalismo, permitiendo consumir lo que mediante su reducción del salario real no podrían. Para profundizar en esta cuestión es muy importante el artículo “Crédito a muerte” de Anselm Jappe, incluido en el libro del mismo título “Crédito a muerte. La descomposición del capitalismo y sus críticos” editado por Pepitas de calabaza ed. 2011, 266 páginas, y del que Jordi Maiso hace una extensa reseña-comentario en “ANTE LA DESCOMPOSICIÓN DEL CAPITALISMO Sobre Crédito a muerte, de Anselm Jappe” — http://www.setcrit.net/wp-content/uploads/2012/10/Ante-la-descomposici%C3%B3n-del-capitalismo-Sobre-Cr%C3%A9dito-a-muerte-de-Anselm-Jappe.pdf . Una lectura (acompaña de música) del texto “La Princesa de Clèves hoy” que forma parte del libro, en dos partes en (primera) https://www.ivoox.com/dr-benway-la-princesa-cleves-hoy-audios-mp3_rf_1328594_1.html y (segunda) — https://www.ivoox.com/credito-a-muerte-la-princesa-cleves-hoy-audios-mp3_rf_1662771_1.html
Mason también describe cómo el neoliberalismo ha modificado la psicología de la gente con sus valores y condicionantes mercantiles, competidores, individualistas, consumistas, y cómo su fracaso provoca como reacción la liberación de las tendencias más reaccionarias y autoritarias. Me hubiera gustado que Mason se extendiese más en esto, pues él también sabe, ya que se reivindica de un humanismo congruente, radical y científico (retomado del joven Marx), de la importancia que tiene que recuperemos la conciencia de nuestra dignidad humana por encima del “hombre económico” del neoliberalismo, para no caer en las derivas reaccionarias nacionalistas, etnicistas, sexistas, totalitarias, fascistas.
Para profundizar en esta cuestión e ir hasta sus más profundas raíces, no sólo en el neoliberalismo, sino en las entrañas del capitalismo, me parece imprescindible el libro de Anselm Jappe “La sociedad autófaga. Capitalismo, desmesura y autodestrucción” (Pepitas ed. Febrero 2019, España), al que le he dedicado una amplia reseña e introducción titulada «“La sociedad autófaga” de Jappe. Capitalismo y narcisismo» (6-2-2020) – una presentación y comentario extenso del libro de Anselm Jappe, destacado miembro de la corriente llamada de la “critica del valor” (wertkritik en alemán) – https://kaosenlared.net/la-sociedad-autofaga-de-jappe-capitalismo-y-narcisismo/. Muy relacionado con la promoción del narcisismo ya a comienzos de la década de los 80s, están los estilos musiciales y culturales para la juventud, como aquí en España el fenómeno de la Movida madrileña que he abordado remitiendo sobre todo a material importante en mi texto “Crisis triple ¿Derrota total y destrucción en este siglo?” (18-2-2020) ya mencionado.
En el capítulo 6 (“El camino hasta Kekistán”, un lugar imaginario), Mason expone cómo han evolucionado las ultraderechas, cómo han aprendido a servirse de internet y a hacer campañas repugnantes (en especial, contra las mujeres), en las que podemos reconocer también al partido español Vox. El papel jugado por la Rusia de Putin, un burgués reaccionario de cuidado. Algunas de las informaciones que nos da Mason resultan, sencillamente, alucinantes, impensables para España, y escandalosas viniendo de una supuesta democracia ejemplar como EEUU. Mason nos informa también de los resultados de una encuesta a gente ultraderechista (siguiendo la estela de las realizadas en su tiempo Fromm y Adorno), con resultados que “ponen los pelos de punta” pues delatan que es gente realmente peligrosa.
Si bien es cierto que hay que defender el humanismo universal frente al racismo, la misoginia, etc., teniendo en cuenta que será la burguesía la que se servirá de la ultraderecha y la impulsará a mayores cotas de influencia y poder y que, si le viene bien, mandará a la papelera hasta la Declaración Universal de Derechos Humanos que en otro tiempo firmó, teniendo en cuenta que la única defensa consecuente frente a esto es la lucha contra la burguesía, contra el capitalismo mismo y su Estado, y que ésta lucha sólo puede ser encabezada por los miembros de la clase trabajadora, resulta que la expresión política del humanismo universal más consecuente y avanzada es el internacionalismo proletario, que no por olvidado es menos importante recuperar en estos tiempos y los convulsos que vendrán. Para una reflexión sobre esto, en mi artículo ya mencionado “Crisis triple ¿Derrota total y destrucción en este siglo?” (18-2-2020).
En el capítulo 7 (“Con leer a Arend no basta”), como parece que la filósofa Hannah Arend se ha puesto de moda en los países anglosajones a raíz del ascenso de Trump, Mason hace una exposición y acertada crítica de su teoría del totalitarismo. Demuestra su fracaso total a la hora de prever fenómenos como el ascenso de Trump (por tanto, su inutilidad para quienes recurren a ella en busca de explicaciones). El individualismo burgués (supuestamente el antídoto frente al totalitarismo) con su peligrosidad demostrada en el neoliberalismo y el narcisismo, una vez fracasado el “paraíso” de la libertad burguesa (en nuestro caso, las promesas del neoliberalismo y la globalización), con su amoralidad o inmoralidad, en cuanto las cosas se complican, conduce de cabeza a las ideologías más reaccionarias, fascistas y totalitarias. La incapacidad de Arend para reconocer esto cuando elogia la libertad individualista y burguesa de los EEUU, tiene su raíz política en su posición política general (demócrata burguesa), y la filosófica, en sus “coqueteos” con los filósofos Friedrich Nietszche y Martin Heidegger (seguidor pronazi de Nietszche).
Y no es de extrañar estos resultados, pues tanto el individualismo como el totalitarismo, combinan bien con el sistema capitalista y su Estado (siendo mayor o menor su intervención e integración), y el fascismo italiano, el nazismo alemán, el fascista brasileño Bolsonaro, el populista derechista Trump… han llegado al poder gracias a las facilidades que a ellos les ofrece la democracia burguesa, el apoyo y la complicidad de los capitalistas y de los aparatos del Estado burgués (simpatías entre altos cargos de la administración permanente, policías, militares…). O sea, que nos encontramos con el fenómeno de que “la pescadilla (burguesa) se muerde la cola” o “los extremos (individualismo y totalitarismo, democracia burguesa y fascismo) se tocan”. De aquí también que frente al fascismo, no podamos depositar nuestras esperanzas en la democracia burguesa, ni en la burguesía liberal que, demasiadas veces ya, ha demostrado que es muy capaz (encantada) de abrir las puertas de par en par al fascismo y de apoyarlo y fundirse con él, hasta que ya no le sirva y pase a otra modalidad de dominación (cambiarlo “todo” para que lo fundamental siga igual, y pasar de ser “leales al Régimen” a “demócratas de toda la vida” o la “secreta oposición” –hasta ellos ignoraban que lo fueran-).
En el mismo capítulo (página 166) hace Mason una importante consideración sobre lo que significa el ascenso ahora del populismo de derecha, de la ultraderecha, de los neofascismos, del nacionalismo (en lugar del internacionalismo proletario aprovechando la existencia de la Unión Europea, digo yo), comparado con lo que ocurrió en la década de los 20 y 30 del siglo pasado, y que está al alcance de cualquiera con sólo observar un poco. En cierto sentido, la situación es mucho peor por varias razones. Este ascenso se da pese a que esos fenómenos no son nuevos, ya hemos visto a lo que condujeron los nacionalismos y los fascismos, tenemos la experiencia de dos guerras mundiales y dictaduras feroces, y en España, hasta muy recientemente. Se dan pese a la campaña permanente, en forma de películas y documentales en televisión, sobre las catástrofes que supusieron las guerras mundiales, el nacionalismo, el racismo, la deshumanización del otro (judío, gitano, homosexual, opositor al régimen fascista o nazi…) y a las políticas persecutorias y genocidas que lleva. Se dan pese a que el empobrecimiento de la gente ha sido mucho menor que la miseria sufrida a resultas de la I Guerra Mundial, la hiper-inflación en Alemania en la década de los 20s o de la crisis mundial de 1929. Se dan pese a que hemos vivido durante muchísimo tiempo seguido en democracia (sobre todo en EEUU y Europa occidental), por lo que no se puede decir que la gente, como en Rusia hasta 1917, no haya conocido más que poderes absolutos o dictaduras descaradas, se haya acostumbrado al autoritarismo extremo y no pueda apreciar lo que son unas ciertas libertades (por limitadas y tramposas que sean en la democracia burguesa) y se arriesgue a perderlas. Se da pese a que hoy la gente tiene muchísima más educación (ya no hay ni resto de analfabetismo, se cursan estudios hasta muy tarde, hay una enorme masas de titulados universitarios…), muchísimo más acceso a buenas fuentes de información, en libros, internet…, y por ello debiera ser, supuestamente, menos manipulable y menos bruta. Que se dé pese a que hoy la clase trabajadora no supone una amenaza revolucionaria para el capitalismo y su Estado, pues está extremadamente debilitada, también para resistir al ascenso de esas fuerzas. Que se dé cuando hoy está a disposición del poder del Estado unos medios extraordinarios de manipulación, vigilancia y control de la gente gracias a la inteligencia artificial, y de destrucción gracias al armamento nuclear, químico y biológico que para sí hubieran soñado los nazis.
Esas mismas cuestiones me he ido planteando, y esto merece una reflexión mucho más a fondo sobre cómo hemos llegado hasta aquí pese a las protestas que hemos conocido contra la globalización (Porto Alegre, etc.) y contra las políticas de austeridad. Por eso, aunque no tenga ni mucho menos la respuesta para todo, os invito a leer mi estudio ya mencionado “Crisis triple ¿Derrota total y destrucción en este siglo?” (18-2-2020). También es inseparable de la cuestión del narcisismo, pues su irresponsabilidad e impotencia para afrontar la crisis de esta civilización, da paso a las promesas y supuesta “fuerza” resolutiva del autoritarismo que siempre ha estado a su lado (incluso en la misma persona). Y totalmente relacionado con esto de la irresponsabilidad ante el mundo, “Jóvenes, sois la generación PS, de políticamente suicida” (6-5-2017) http://kaosenlared.net/jovenes-sois-la-generacion-ps-politicamente-suicida/
Entramos en la Tercera parte. Las máquinas. En el capítulo 8 (“Una desmitificación de la máquina”), empieza muy bien defendiendo la teoría del valor-trabajo (de Marx) frente a quienes atribuyen a las máquinas y la digitalización alguna capacidad de crear nuevo valor que justifique el beneficio. Aunque no lo explicita, esto supone que el beneficio sigue surgiendo de la parte del trabajo habitual que nunca se paga (aunque parezca que se paga todo y no dejen de pagarse las horas extras, etc.), traducido en valor (plusvalor o plusvalía). Sobre esto remito a mi estudio “Plusvalía y ganancia. Revisión urgente de una teoría necesaria” (9-1-2020) — un planteamiento nuevo de la teoría de la plusvalía — https://kaosenlared.net/plusvalia-y-ganancia-revision-urgente-de-una-teoria-necesaria/
También, de un modo muy pedagógico, critica el idealismo filosófico en física a cuenta de las especulaciones sobre lo que es la realidad y nuestra relación con ella en base a los descubrimientos de la física cuántica. Y todas las ideas que niegan nuestra libertad en base a supuestos con pretensiones científicas cuestionables.
Y llegamos, a la mitad de texto, al capítulo que debe permitir fundamentar el propósito del libro “una defensa radical del ser humano” que nos permita conseguir “un futuro brillante”, como dice el título. Por eso el capítulo 9 se titula “¿Por qué necesitamos una teoría de los seres humanos?”. Pues porque es lo único que nos permitirá armarnos teóricamente para poder realizar todo nuestro potencial como especie y como personas. Mason cuestiona todas las teorías que basadas en supuestos descubrimientos científicos (neurociencia) vienen a negar que exista el libre albedrío, la capacidad real de elección, de la libertad de elección. Critica la concepción neoliberal del ser humano, expresada por Friedrich Hayek que con su reclamación de la libertad individual y del individualismo burgués, en realidad nos condena a convertirnos en prisioneros de nuestra propia creación: la mercancía, el mercado, que crea sociedad (capitalista) pero no comunidad humana que merezca ese nombre, que empobrece al ser humano sobre todo en su calidad de ser social y en lo “espiritual” (materialismo vulgar), y que nos condena a ser dominados por una clase social y su Estado, en una deriva cada vez más autoritaria y amenazante para la Humanidad gracias al extraordinaria arsenal de control social y destrucción del que ahora dispone.
Entonces ¿en dónde podemos inspirarnos para levantar la teoría que ahora necesitamos imperiosamente para poder salvarnos? No en ningún fundamentalismo religioso (cristiano, musulmán…), sino, he aquí la gran sorpresa, en la concepción del ser humano expresada en la obra del joven Karl Marx, en los “Manuscritos económicos y filosóficos de 1844”, de los que aporta enlace https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/manuscritos/index.htm — también en https://webs.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/44mp/ . Tenéis también esta versión en pdf https://pensaryhacer.files.wordpress.com/2008/06/manuscritos-filosoficos-y-economicos-1844karl-marx.pdf Reconozco que hará ya unos cuarenta años que no he vuelto a leerlos; puede que después de esto lo haga. Pero a mí, pese a algunas debilidades importantes (sobre todo con respecto al cristianismo), siempre me gustó el marxismo humanista de Erich Fromm (inspirado en los Manuscritos de 1844), hoy demasiado olvidado pese a que todavía puede enseñarnos muchas cosas, sobre todo con la vuelta de la ultraderecha.
En cualquier caso, sé que Mason no va descaminado. Pero ese humanismo radical y científico que debe enfrentarse al capitalismo, no lo podrá hacer bien si no tiene una correcta comprensión del mismo, que no puede limitarse al neoliberalismo. Por tanto, unamos a esto la comprensión que alcanzó el Marx de El Capital sobre la faceta abstracta del trabajo y la fetichización de la mercancía (véase mi texto «“La sociedad autófaga” de Jappe. Capitalismo y narcisismo»). Puede que todavía sea insuficiente (habrá que prestar especial atención al papel de la mujer y su liberación), pero seguramente es de lo mejor que disponemos, mucho más clarificador que tanto discurso “científico” (recordemos que los nazis también tenían pretensiones de lo más científicas para su racismo). Incluso con esto se fracasaría si no se tuviese una teoría correcta de la naturaleza burguesa del Estado en el capitalismo, descubriendo que lo hace inservible como medio de representación de los intereses anticapitalistas de los trabajadores/as y sectores populares, y como instrumento para la transformación revolucionaria o reformista o gradual de la sociedad que permita superar el capitalismo.
En mi mencionado texto ya expresaba también mi defensa de la existencia de una naturaleza humana que debe desplegar todavía todo su potencial y que siempre se ha encontrado limitada por las sociedades de clases (de explotación y dominación). Y ante el ascenso de la robótica sustituyendo y hasta dirigiendo el trabajo humano, y la perspectiva del surgimiento de una IAG, desde hace un tiempo he expresado también mi preocupación por todo aquello que deje siquiera un resquicio para laminar la dignidad humana, incluido en el marxismo, por sutil que sea, también en la teoría de la venta de la fuerza de trabajo como mercancía (véase el “ANEXO I.- ¿SUEÑAN los ANDROIDES con PLUSVALÍA mecánica?” de mi libro “Capitalismo: modo de vida decadente. Notas sobre estrategia y táctica” (20-10-2016), con enlace al final; y “Plusvalía y ganancia. Revisión urgente de una teoría necesaria” (9-1-2020)).
Marx, en una lectura que supere otras más tradicionales, es un punto de partida fundamental. El humanismo que necesitamos es el que sea capaz de reconocer, no sólo la explotación y la alienación, sino el “sujeto automático” que es el propio capitalismo (la dinámica automática del dinero-capital de “hacer” y acumular dinero-capital a través de la explotación del trabajo vivo), y que no podemos encontrar un “sujeto revolucionario” en nada que siendo parte del capitalismo pretenda perpetuarse, consolidarse, como si el problema fuese sólo “liberarse de las cadenas” del capital, como la clase burguesa se liberó de las limitaciones del poder monárquico aristocrático, para consolidarse e imponerse como clase contra el proletariado (su par inseparable). El humanismo que debe inspirar a los miembros de la clase trabajadora no es el de liberarse del capitalismo para hacerse fuertes como clase, consolidarse como clase, perpetuarse como clase, sino el de liberarse de su propia condición de clase pues es inseparable de la existencia del capital (aunque parezca que ya no existe) y condena a los seres humanos que son los trabajadores/as a estar encadenado (aunque sea de forma “invisible”) a las categorías del capital que lo reproducen automáticamente: la faceta genérica o abstracta (no “inmaterial”) del trabajo-valor, y la producción de mercancías para obtener un beneficio monetario, lo que implica la extracción de plusvalía, sea el capital privado, estatal, cooperativo, autogestionario, etc. Pasar, como decía Marx, de la clase trabajadora al colectivo del trabajador/a libremente asociado.
En estos tiempos de arrogancia “científica” que oculta un idealismo de fondo, oscurantista, fatalista, que nos hará impotentes y arrojará en brazos de nuestras peores pesadillas, volver a unos textos de 1844 puede parecer algo trasnochado, contrario al progreso. Eso es porque no se comprende que el “progreso” actual, incluso el que se presenta como “científico”, está demasiado marcado por su condicionante, la decadencia del capitalismo (no sólo la quiebra del neoliberalsmo) y su destructividad Por ejemplo, el “progreso” de la energía nuclear, con todas sus catástrofes hoy más que evidentes, empezó también con el “gran logro científico-técnico” de las bombas atómicas arrojadas sobre la población civil en Japón; y la inteligencia artificial avanza de la mano de la explotación del trabajo vivo, de la fragmentación del saber en los humanos (expertos monotemáticos que se conducen como burros con anteojeras), de una humanidad crecientemente sobrante, de la subordinación al imperio de la mercancía, y de la amenaza de la imposición de una IAG hostil a nuestra especie.
Dada la desorientación hoy existente, incluso las malas intenciones conscientes, que nos llevan a que el ser humano pierda todavía más su libertad y pueda ver cerradas definitivamente y para siempre sus posibilidades de desarrollo como ser humano (no como súbdito de un poder vigilante, o como apéndice de un mundo-máquina o de una IAG), éste capítulo salva al libro, a pesar de sus muchos errores.
Si alguien piensa que exagero es porque no es consciente del grado de desarme teórico, moral, psicológico, al que hemos llegado y que nos expone a ser víctimas en las próximas décadas (ya ahora mismo está ocurriendo) de la mayor amenaza existencial para la Humanidad, aunque resolviésemos el problema de la crisis climática, la energía renovable, incluso se procediese a un desarme nuclear (vamos en la dirección contraria).
Ya en las primera páginas del libro, Mason nos advierte que tras habernos dejado dominar por la lógica de la mercancía, del mercado, y encima rindiéndola culto (con el neoliberalismo), nos hemos vuelto mucho más vulnerables para acabar dejándonos dominar por la lógica de una inteligencia artificial. Pero antes de que ésta nos domine por completo, la clase capitalista, cada vez más reaccionaria y agresiva, procurará servirse de ella para someternos todavía más. Negar que existe una misma naturaleza humana con sus necesidades y potenciales de realización al máximo nivel, negar el humanismo universal, la igualdad fundamental en la diversidad, a cuenta del racismo, la misoginia, etc., nos acaba deshumanizando y poniendo al nivel de los animales o de las máquinas y autoriza a toda clase de manipulaciones para someternos y convertirnos en instrumentos de las decisiones de otros, y finalmente, de Inteligencia Artificial General.
A un nivel más profundo, podríamos expresarlo como sigue. La lógica del neoliberalismo es la lógica del “sujeto automático” que comparte con todas las modalidades del capitalismo, que nos acabará llevando al sometimiento al “sujeto automático” del automatismo de la inteligencia artificial, por seguir ninguneando nuestra humanidad incluso cuando pretendemos rebelarnos pero sin cuestionar lo que somos como parte del engranaje de la mega-máquina (como técnicos, como obreros, etc., que sólo cuestionamos al patrón, pero no la naturaleza de la tecnología que hemos levantado, ni el imperio de la mercancía). Por eso, no bastará con la pretensión de “liberar la inteligencia artificial” de la manipulación y limitaciones del capitalismo y su Estado, sino que hay que cuestionar hasta el final la misma inteligencia artificial (sobre todo en forma de IAG) para ver si existe la posibilidad de que pueda llegar a ser compatible con el ser humano libre y empoderado (de entrada lo tiene todo en contra), incluso aunque nos hayamos librado del capitalismo y sus categorías. Es algo parecido a lo que ocurre ya con las centrales nucleares y todas sus consecuencias, que son en sí un problema que debe llevarnos a rechazarlas, y no sólo su propiedad o gestión capitalista, como tampoco podríamos hablar de una “buena” contaminación medioambiental porque se diese en una sociedad socialista.
El capítulo 10 (“La máquina pensante”) describe de una forma muy sencilla y clara la situación, cómo se camina hacia la llegada de una Inteligencia General Artificial (IGA o IAG), y lo peligrosísima que puede ser para la Humanidad, tanto más cuando está siendo impulsada por los intereses capitalistas y de su Estado burgués (militarismo, espionaje, control de la población…). Explica muy bien las enormes dificultades que existen para que una IAG tenga una ética que la haga amistosa y no hostil. Cuestiona el tipo de ética o, más probablemente, falta total de ella, de la que estaría imbuida semejante IAG. Desconfía totalmente de los comités de ética de los que se puedan dotar empresas y estados, tanto por sus principios como por que sean algo más que un florero para las campañas de imagen. También de la autorregulación de las empresas y que no nos engañen sobre el cumplimiento de las normas que se las quieran imponer. En esto, nuestros planteamientos coinciden muchísimo (basta leer lo que ya publiqué con anterioridad a su libro). También se extiende en el tema, en asuntos más particulares en el capítulo 17 (“Neguémonos a ser controlados por las máquinas”), y sobre las prácticas del Estado chino en el capítulo 18 (“Rechacemos las ideas de Xi Jinping”). Véase sobre esto último mi artículo “Vigilancia masiva y castigo. China 2020 ¿nuestro futuro?” (6-12-2019) — https://kaosenlared.net/vigilancia-masiva-y-castigo-china-2020-nuestro-futuro/
Mason ayuda con esto muchísimo a dar datos y criterios para defendernos de la inteligencia artificial y de los poderes que se sirven y servirán de ella (mientras la IAG no les tome el relevo). Y sin embargo, termina el capítulo 10 (páginas 249-50) diciendo que, por medios democráticos y con regulación, podría sortearse el problema de los intereses de clase contrapuestos y de éticas (de clase) opuestas y así conseguir implantar en la IAG una ética de la virtud (según la entendía Aristóteles, de desarrollo de las cualidades más humanas y de la vida buena en comunidad, nada menos), que la hiciese amigable, que no estuviese al servicio del capitalismo ni de las élites dominantes y nos ayudase a superar todo esto y progresar como Humanidad. Pero lo dice sin precisar lo fundamental: de ser posible semejante IAG amistosa (está por demostrarse, incluso teóricamente), sería imposible en tanto la burguesía fuese la clase dominante y persistiese su Estado burgués, pues mientras sea así, tienen “la sartén por el mango”, poder económico, político y militar de sobra para imponer su ética o falta de ella y que la IAG (programada o espontanea y autodidacta) salga siendo una hipócrita o una psicópata, por tanto, hostil a los verdaderos intereses de la Humanidad. Sólo unos párrafos antes, Mason había sacado prácticamente la conclusión de que con el capitalismo no puede haber una IAG segura para nosotros. Puede que la clave del sabotaje a su conclusión esté en la expresión de “capitalismo impulsado por el mercado” ¿la solución está acaso en una capitalismo “regulado” al modo keynesiano, o en un capitalismo de Estado parecido al de la URSS y cía.?. Esto contradice lo que Mason mantiene a lo largo del texto. Y en la página 324, en un capítulo dedicado a Marx, dice que en su concepción de la naturaleza humana y del papel del trabajo social y de su evolución tecnológica, tenemos una defensa contra la reacción contraria a la robótica y la inteligencia artificial, lo cual, dicho así, es falso si se hace total abstracción de si el trabajo y la tecnología se dan en el capitalismo o en el socialismo-comunismo, de las consecuencias catastróficas que de seguro tendrán en el primer caso (gente que sobra pues no se necesita para explotarla y no tiene capacidad de consumo; IAG al servicio del capital u hostil a la Humanidad), lo que justifica plenamente nuestra reacción adversa.
Creo que le ha conducido a este resbalón final sus buenos deseos y su deficiente compresión del capitalismo, por ello insiste tanto en hablar de neoliberalismo, y no de capitalismo sin más. Ha sido como si estuviésemos bailando un hermoso vals, y de repente la aguja del tocadiscos se saliese del surco del disco de vinilo y, rascando ruidosamente, se interrumpiese la música.
Como su conclusión es una pura incongruencia, no la expone con la coherencia que tiene lo que revelo yo, pero eso es lo que se deduce, por lo que dice y sobre todo por lo que calla. Pues ante las preguntas que quiere responder en esas páginas, sólo cabe contestar con rotundidad y sin ambigüedad ninguna de esta manera: existiendo el capitalismo y su Estado, dominando la burguesía y sus servidores estatales, una IAG no puede tener la ética que necesitamos para ayudarnos a vivir libres de toda explotación y opresión, y desarrollarnos plenamente en comunidad y como seres humanos. No veo cómo podría ocurrir lo contrario si no fuese porque una IAG virtuosa saliese de un pequeño laboratorio doméstico en manos de unos pocos comunistas virtuosos y además con toda la cualificación necesaria para la tarea, y que esa IAG lograse imponerse rápidamente a las proto-IAG promocionadas por las grandes empresas y los estados, se hiciese invulnerable a los ataques, e impulsase la revolución mundial. Todo apunta a que no puede ser así, pues se necesitan muchísimos medios, personal científico, dinero en suma, para avanzar en esa dirección y que, por tanto, el proceso real estará controlado por las empresas capitalista y/o el Estado burgués (especialmente por la rama de espionaje y militar), y además semejante experimento “rojo” debería conseguir pasar totalmente desapercibido hasta lograr imponerse, para no ser destruido, o neutralizado, robado y alterado por algunas empresa o el Estado.
Mason no explica cómo ese final feliz podría ser posible teniendo en cuenta todo lo que previamente ha manifestado y que lleva precisamente a la conclusión contraria. Prácticamente había expulsado por la puerta al capitalismo y al Estado burgués, pero lo deja de vuelva para adentro mediante un argumento de respuesta a unos criterios casi de procedimiento, como cuando hablamos de la tramposa letra pequeña del contrato, la trampa leguleya, el fraude de ley, hecha la ley hecha la trampa, etc. Se queda tan ancho, y pasa a otra cosa.
Con esta maniobra sorprendente de incoherencia y autoengaño involuntario (seguramente, no me parece simple deshonestidad intelectual, no tiene intención de engañarnos), Mason nos hace un pésimo servicio, pues a los lectores/as que tienen recelos por lo que pueda pasar y un cierto sentido crítico, les está acostumbrando a que, a la hora de sacar sus conclusiones que les llevarán posiblemente a una orientación práctica, ante la perspectiva de la extrema seriedad de las implicaciones personales que puede acarrear, para evitar asumir alguna responsabilidad, llegados al punto límite donde ya tienen que dar el salto teórico (y luego el práctico), retrocedan asustados, se hagan “trampas al solitario” y acaben diciéndose el tipo de mentirás tranquilizadoras que las empresas capitalistas y el Estado burgués nos dirán (democracia, regulación, comités de ética…) para que confiemos en que todo se podrá finalmente arreglar a nuestro gusto además y de la mejor manera posible, sin necesidad de cuestionar el capitalismo y su Estado, hasta la raíz (no sólo el neoliberalismo o las limitaciones más descaradas a la democracia creyendo en una “democracia real” en el capitalismo y con su Estado burgués). Si Mason no hubiese terminado así, sino evidenciando las conclusiones que se sacan de su información y argumentación, Mason no estaría sólo, pues como he demostrado en mis textos, hay científicos de primera fila que mantienen que si una IAG fuese consciente de sí, sería hostil a la Humanidad, y que si no fuese consciente, también, o sea, que una IAG sería, en cualquier caso, hostil a nuestra especie.
Podría volver a explicar aquí las razones por las que creo que es imposible que, cuando menos en el capitalismo, una IAG puede ser amistosa y no hostil (por psicópata o hipócrita –de tener algún sentido ético-) a la Humanidad, pero prefiero remitiros a mis textos o esta reseña se alargaría demasiado.
En el capítulo 11 (“La ofensiva antihumanista”), Mason pega un buen repaso a las corrientes del “transhumanismo” y del “posthumanismo”. Reconozco que todavía no estoy muy puesta en estos temas. Pero por lo que ya sé, no puedo sino coincidir con el rechazo que siente Mason. La principal traba a la mejora de nuestra especie está hoy en el capitalismo y su Estado burgués. Todo lo que pretenda “mejorar” a los seres humanos sin cuestionar eso, sólo servirá en el mejor de los casos para algún progreso en la sanidad, poner parches, pero lo más seguro, mejorar la situación de una minoría social ya dominante y, lo más peligroso, facilitar que unas élites, ya de por sí poderosas, consigan serlo más, a costa de dominar al resto con menos poderes. Sin solucionar antes el problema de las clases sociales, del poder del Estado, de todo tipo de desigualdades sociales, los problemas éticos que plantean las nuevas posibilidades tecnológicas se convierten (si ya de por sí son complicados) en irresolubles, pues inevitablemente tendrán un marcado sesgo de clase a favor de los que ya dominan.
Un problema más de fondo es que esas corrientes, en lo filosófico, atacan la dignidad de nuestra especie, tienden a ponernos al mismo nivel de los animales, de las máquinas y de la materia en general, con lo cual nos niegan nuestro derecho a decidir conscientemente sobre el mundo por encima de la lógica de las máquinas. Lo que en realidad hacen es transformar el mundo de tal manera que nos acabarán sometiendo a la lógica de las máquinas, y de su forma más acabada, la IAG, después de haberlo sometido a la lógica del capital y sus mercancías.
Por eso Mason pega también un repaso a las muy diversas corrientes del postmodernismo. Confieso que de muchas de ellas no tenía ni la menor noticia de su existencia, y me asombra que semejante basura intelectual (no merece un calificativo más suave) tenga cabida en las universidades y procure popularizarse. Pero ya conocimos también el poder que adquirieron las “ciencias” nazis. Como ellas, son un reflejo de la decadencia del capitalismo y del esfuerzo de sus decadentes élites intelectuales para negarnos la vía del conocimiento capaz de transformar el mundo de un modo liberador para toda la especie (no en provecho de una minoría privilegiada), lo que indefectiblemente pasa por superar el capitalismo y su Estado, y barrer a esos peligrosos ideólogos de cualquier centro de educación para que no puedan seguir difundiendo su veneno.
En el capítulo 12 (“La insurrección de los copos de nieve” extraño título cuyo sentido nos explica) Mason describe los métodos con los que el poder económico y político controlan internet y lo vuelven contra nosotros. Hace unas reflexiones sobre cómo se manifiesta el “yo” en el mundo de redes sociales, y apunta a la cuestión de las identidades particulares y cómo afrontan la lucha.
Como no se extiende en este tema tan importante, es de ayuda el libro “La trampa de la diversidad. Cómo el neoliberalismo fragmentó la identidad de la clase trabajadora” Daniel Bernabé (Akal 2018, 256 páginas), un llamamiento a la unidad frente a la fragmentación promovida por el actual activismo. Reseñas y video en https://www.akal.com/libro/la-trampa-de-la-diversidad_48986/ , Índice https://www.akal.com/media/akal/files/toc-48986.pdf —– La voz atomizada: una respuesta / Daniel Bernabé 01/07/2018 https://dedona.wordpress.com/2018/07/08/la-voz-atomizada-una-respuesta-daniel-bernabe-01-07-2018/ — La trampa de la diversidad. Una crítica del activismo / Daniel Bernabé 2018 – https://dedona.wordpress.com/2018/07/09/la-trampa-de-la-diversidad-una-critica-del-activismo-daniel-bernabe/
La parte del libro (la Cuarta) dedicada a Marx tiene sin duda algunas cosas que están bien. De entrada Mason no es un derechista reaccionario y mentiroso, hostil a Marx, sino al contrario (por eso se reivindica del joven Marx y del de la Comuna de París), aunque piense que Marx se equivocó “en mucho” (página 325). En el capítulo 13 (“Romper el cristal”) hace una sencilla exposición de la evolución intelectual y política de Marx. Se detiene en la cuestión de su concepción de la naturaleza humana, y de su evolución a través de la historia, sobre todo de la mano del trabajo productivo.
Aquí me parece que conviene precisar los términos, y distinguir entre naturaleza y condición humanas. La naturaleza humana es lo que encontramos en un ser humano sano y normal en el momento de nacer, con todo su potencial físico y mental, que puede llegar a desarrollarse plenamente o no (enfermedades, accidentes, recibir o no educación y de qué tipo, estímulos del medio, posibilidad de hacer su voluntad…). Naturaleza humana es lo que nos da la naturaleza, determinado y programado por nuestros genes. Lo que luego resulte de aquí, dependiendo sobre todo del momento histórico, del modo de producción (previo a la sociedad de clases como cazador-recolector, esclavista, modo asiático, feudal, capitalista…) y del desarrollo de las fuerzas productivas (tomar de la naturaleza, domesticarla con la agricultura y ganadería, maquinaria, revoluciones industriales…), de las relaciones sociales económicas y políticas, será la condición humana, es decir, la expresión de la naturaleza humana, condicionada por el medio social-histórico en el que se da.
No creo que la naturaleza humana haya variado desde que apareció nuestra especie, el Homo sapiens sapiens, y menos todavía que nuestros genes sea relevantemente diferentes a los de las gentes que vivieron hace cinco, diez, quince, veinte o más siglos. Si pudiésemos viajar en el tiempo, no habría ningún problema para poder reproducirnos con ellos, seríamos perfectamente compatibles genéticamente. Ahora, gracias a una mejor alimentación, condiciones sanitarias y cuidados médicos, podemos ser más altos, vivir por lo general muchos más años. Pero si empeorasen mucho nuestras condiciones (a causa de guerras, pandemias, hambrunas…), en unas pocas generaciones, veríamos que perdíamos puntos en esa escala. Si adoptamos a un bebé recién nacido en una tribu de cazadores-recolectores que apenas haya tenido contacto con la civilización moderna (todavía queda alguna en el Amazonas), o apenas haya modificado su estilo de vida pese a tenerlo, esa criatura se convertirá en una persona como cualquier otra en nuestra civilización, pues no tiene una naturaleza menos evolucionada que se lo impida. Como compartimos la misma naturaleza, podemos llegar a entendernos perfectamente humanos cazadores-recolectores y trabajadores súper cualificados de Silicon Valley, y podemos comprender bien los problemas, luchas y dramas de los judíos de los tiempos bíblicos, de los griegos y romanos del mundo clásico, de la gente de la Edad Media y sucesivos.
La condición humana puede estar acorde o no, a favor, o en contra, de la naturaleza humana, perjudicándola en su potencial de desarrollo físico y mental, frustrándola y hasta haciéndola sufrir física y mentalmente, directamente. La condición humana del esclavo, por muy resignado que estuviese, por muy servil que fuese, perjudicaba claramente su potencial (no digamos si había nacido como una persona libre y posteriormente esclavizada) tanto físico como mental, y también lo hacía sufrir por los arbitrarios y caprichosos abusos de sus amos. La condición humana en la civilización capitalista, hace mucho tiempo que se convirtió en un obstáculo al desarrollo del potencial de la naturaleza humana, sobre todo en el plano social (cooperación, trabajo libremente asociado) y mental (tipo de personalidad no narcisista ni autoritaria, productiva; cultura de verdad, no la mercantilización de cultura de masas basura para entretener y pervertir las mentes…).
Creo que esta distinción entre naturaleza y condición, nos permite salir de los falsos debates en los que la burguesía quiere meternos. Cuando mantiene que la naturaleza humana no ha cambiado y que por tanto, el tipo humano hoy existente y que a ella le gusta (individualista, competidor, autoritario, narcisista, etc.) es la expresión de la naturaleza expresada en las condiciones más avanzadas (la mayor tecnología, etc.) y que tanto comparte con lo que han sido siempre los humanos (dominación, poder, guerras…), y que no se puede esperar nada substancialmente mejor, por lo que es utópico desear una sociedad sin clases, sin explotación y dominación, guerras, etc., les podemos contestar lo siguiente. Que confunden deliberadamente la naturaleza con la condición humana y atribuyen a aquella lo que históricamente es ésta. Que la naturaleza humana no ha cambiado, pero sí la condición humana (no sólo las condiciones de vida), y que antes de la sociedad esclavista, existieron sociedades muchísimo más igualitarias, que también existirán en el futuro con una base material incomparablemente más desarrollada. Que el tipo humano que tanto les gusta, es una perversión de la naturaleza humana, como demuestran los estudios psiquiátricos (personalidades narcisistas, psicópatas, autoritarias…) y hasta la neurociencia (léase el libro “El cerebro altruista. Por qué somos naturalmente buenos” de Donald W. Praff, Herder 2017).
Mason simpatiza mucho con Marx, pero por su exposición en el capítulo 14 (“¿Qué queda del marxismo?”), parece no haber ha comprendido bien muchas cosas, sobre la plusvalía, el valor, los precios, el potencial revolucionario en los miembros de la clase trabajadora.
Con respecto a esto último, hace una afirmación muy importante que no puedo dejar pasar sin responder y que, sólo para evitar dudas o la sospecha de que tergiverso, paso a citar textualmente: “Tras haber destruido y dispersado al proletariado industrial, el capitalismo neoliberal ha reubicado a su potencial enterrador en una nueva figura: la del individuo conectado en red. El individuo en red es un “portador” [träger en alemán] de las características de la nueva humanidad liberada mucho más evidente de lo que lo fueron los mineros del carbón de la generación de mi abuelo. […] lo harán de forma consciente y gradual, y no como si fueran los títeres inconscientes de una fuerza histórica.” (página 340). Y pretende fundamentarlo con una serie de argumentos, a cuál más inconsistente.
Que en muchos territorios de Europa y América del Norte hayan desaparecido el trabajo en las minas y en las fábricas, no quiere decir que ya no existan. En las últimas décadas, China y otros países de Oriente, se han convertido en una gigantesca concentración del proletariado “de toda la vida”.
Mason se deja llevar por el asombro de los productos digitales que en su reproducción potencialmente infinita (pensemos en la música digital, ejemplo que él usa en la página 184) llevaría a que el precio por unidad se redujese prácticamente a cero y que pueden ser compartidos gratuitamente por encima del imperio de la mercancía. De una tecnología que nos permite aspirar a un mundo con el trabajo automatizado. Que el mundo digital permite la cooperación para la producción de bienes gratuitos (como la Wikipedia) y que gracias a él son posibles nuevas formas de trabajo cooperativas (como un Uber del transporte, pero sin explotación).
Pero lo principal de la producción y de los bienes que necesitamos no está en la red, pues no tienen nada de digital o “inmaterial”, sigue siendo “física dura” en tres dimensiones (maquinaria pesada, barcos con cientos de contenedores cargados de mercancías, grúas, edificios y viviendas, electrodomésticos, alimentos, ropa y calzado, automóviles, trenes y aviones, etc.), que para nada escapan al dominio del capital y del Estado, que para nada son gratuitos, y ahí se impone como siempre la ley del valor (del plusvalor más bien) y la extracción, con el trabajo nunca pagado, de plusvalía (la de “toda la vida”) como base del beneficio. Si quienes hacen ese trabajo no aspiran al comunismo, ya pueden hacerlo todo lo que quieran “los individuos conectados en red”, que no serán más que sueños. Por tanto, el individuo en red no es “portador” de nuevas relaciones sociales de producción capaces de superar el capitalismo, ni tampoco representa a las fuerzas productivas atrapadas y perturbadas en las relaciones sociales de producción capitalistas.
La resistencia que se puede ofrecer al control digital, la vigilancia, la manipulación, es escasa. Los Estados pueden intoxicar con falsas noticias, orientar la opinión pública sin que nos demos cuenta en base a conocer nuestro perfil político por el rastro que dejamos en la red, censurar, cerrar web, hasta cerrar internet. La verdadera resistencia a todo eso debe venir de la clase trabajadora, desde la producción, que es donde realmente les duele, pues es ahí donde se genera la plusvalía, la que da sostén a las ganancias parasitarias y especulativas (son formas de reparto de la plusvalía extraída en el trabajo, parecido a cuando el capitalista se iba al casino y jugando perdía parte de la plusvalía extraída a sus obreros o se llevaba la producida por otros a cuenta de la pérdida de otro capitalista jugador, y el casino tenía también su parte). Lo mismo que han existido huelgas políticas, huelgas anti-represivas, deberá haber huelgas contra el Estado de la vigilancia.
El poder que puede ejercer el individuo en red es tan grande (o sea, tan pequeño) como el del consumidor cuando se decide por una mercancía en lugar de por otra, pero quien dispone qué se le pone a elegir no es él, sino el capitalismo que siempre produce ante todo en función de lo que le dará más beneficios, no de cubrir las necesidades sociales; por eso recurre a trucos como los de la obsolescencia programada y la creación de necesidades superfluas que antes no ha manifestado nadie y que se podría pasar sin ellas sin ningún problema, en tanto racanea para satisfacer otras fundamentales (seguro médico, apoyo a personas dependientes, guarderías, acceso a la vivienda…).
Las descripciones que Mason ha hecho del mundo de internet y de la amenaza de las máquinas, se vuelve en contra totalmente de la constitución de un sujeto tan “líquido” que no es más que una fantasía que va a parar al desagüe. Si el proletariado, en cuanto que clase, no es ontológicamente (por su ser) la clase revolucionaria (no está obligado, por su ser, inevitablemente, a hacer la revolución), si tampoco es “portador” de nuevas relaciones sociales de producción (es una clase del capital inseparable de la burguesía y no puede crear relaciones sociales de producción socialistas-comunistas en un contexto capitalista) si sólo puede serlo limitadamente de futuras fuerzas productivas (debe revisar toda la tecnología y la división social del trabajo determinadas por el capitalismo), al menos sus miembros sí pueden convertirse en una fuerza social revolucionaria que cuestione su propia existencia como clase, a partir de los centros de producción y la negativa a seguir proveyendo de plusvalía a la clase dominante. El individuo conectado en red no se puede ni comparar con esto, no es un potencial enterrador del sistema, sino un individuo condenado de antemano a ser enterrado por el sistema, y que ya lo está siendo.
Este ha sido el mayor patinazo de Mason. Responder debidamente a todo lo que dice Mason exigiría demasiadas citas y un texto muy complejo, casi otro libro. Por eso, lo mejor es que leáis dos textos míos (uno comenta el libro de otro autor), y que con esas herramientas leáis entonces a Mason y descubráis en qué está equivocado: «“La sociedad autófaga” de Jappe. Capitalismo y narcisismo» (6-2-2020) – en particular la sección II.– dedicada a la faceta abstracta del trabajo en la mercancía y la teoría del valor, y la sección VI.– dedicada al problema del “portador” y del sujeto revolucionario- https://kaosenlared.net/la-sociedad-autofaga-de-jappe-capitalismo-y-narcisismo/ —- “Plusvalía y ganancia. Revisión urgente de una teoría necesaria” (9-1-2020) — un planteamiento nuevo de la teoría de la plusvalía — https://kaosenlared.net/plusvalia-y-ganancia-revision-urgente-de-una-teoria-necesaria/
En su anterior libro, “Postcapitalismo, hacia un nuevo futuro” (Paidós, 2016) Mason veía el futuro con mucho mas optimismo que ahora, con más capacidades para transformarlo. Ahora comprende mejor todo el “lado oscuro” de la revolución digital, a dónde puede conducirnos, a una sociedad todavía mucho peor que la actual. Mason reconoce bastante bien que el capitalismo está llegando a su límite interno (necesita explotar el trabajo vivo para extraer la plusvalía, y avanzando en la robotización no se explota trabajo vivo), pero no saca las conclusiones correctas sobre la vía para superarlo. La transición a una sociedad sin clases sociales y sin Estado, no empezará de la expansión y generalización de experiencias de trabajo colaborativo, cooperativas, comunas, etc., que siempre serán marginales, o que inevitablemente serán absorbidas por la lógica del mercado y del capital, y respetando el poder del Estado burgués, sino abordando frontalmente la totalidad del sistema, mediante la expropiación de los gigantescos medios de producción hoy en manos del capital. Esto exige un camino consciente, pero revolucionario y total, rompiendo la resistencia y el obstáculo del Estado burgués, y no el gradualismo de sucesivas reformas continuando en tanto el capitalismo y su Estado burgués.
De ahí que en el capítulo 15 “Des-cancelemos el futuro”, en las páginas 367-8 presente “cuatro proyectos estratégicos” que serían reformas importantes pero que, por atentar de tal manera a los mecanismos del beneficio capitalista, al poder de las grandes empresas y del Estado, resultan utópicas. Sus objetivos sólo podrían conseguirse acabando con el capitalismo y su Estado, o casi todos los esfuerzos se estrellarán contra su poder.
Las causas teóricas de este reformismo nos la revela Mason en la página 368, cuando parafrasea aquello de Marx de que “Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben en ella, y jamás aparecen nuevas y superiores relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua”. (Prólogo a la contribución a la crítica de la economía política, 1859) [el subrayado es mío]. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/criteconpol.htm
Esto le autoriza a Mason para seguir pensando que de momento lo que toca es ir haciendo reformas y procurar crear dentro del capitalismo la red de relaciones sociales que puedan llegar a sustituirlo, lo cual es imposible, pues el socialismo-comunismo no puede crearse desde el interior del capitalismo, sino rompiendo con él y su Estado. A ese planteamiento erróneo de Marx y sus consecuencias le he dedicado varias páginas en mi texto “Crisis triple ¿Derrota total y destrucción en este siglo?” (18-2-2020) ya mencionado.
Mason defiende también, frente a la economía capitalista de mercado, la necesidad de una economía planificada, pero sin caer en el Capitalismo de Estado pues debería ser decidida por los trabajadores/as y tener muy presente todas las consecuencias en la biosfera, a largo plazo, por lo que debiera contar con la ayuda de la inteligencia artificial, muy potente (página 369). Todo eso está muy bien, pero debemos de ser muy cautos, pues la digitalización que haría falta para una planificación de economías tan complejas y de escala mundial y teniendo en cuenta tantos factores “extra-económicos”, entraña el peligro de generar una IAG, y antes de dar pasos que acaben en eso deberíamos resolver ese problema de modo de garantizar una IAG amistosa. Tanto esto como semejante planificación son de entrada imposibles si previamente no ha habido una revolución socialista-comunista que arrebate el poder económico y estatal a la burguesía, por lo que no puede plantearse como una reforma estratégica.
En los capítulos 16 y 20 (“Reaccionemos ante el peligro”, “Vivamos la vida antifascista”), Mason aborda una vez más la cuestión del ascenso de la ultraderecha y los neofascismos. Distingue entre lo urgente y lo importante. Lo urgente es parar ese ascenso. Lo importante es acabar con esta sociedad capitalista. Aunque reconoce (aportando muchos ejemplos) que el “centro” político y lo que hasta ahora era la “derecha civilizada” se escora cada vez más a la derecha y ultraderecha, que asume muchos de sus planteamientos, que colabora con ella y estará, llegado el momento, dispuesta a abrazarla y darle paso, insiste en que hay que colaborar todo lo posible con el “centro” para frenar esa deriva, incluso estar presente en las instituciones del Estado (a través de las elecciones).
No seré yo quien niegue la necesidad de llegar a todos los acuerdos tácticos posibles con quien sea para lograr ese objetivo, siempre que eso no debilite la tarea la más importante y no confunda sobre quién es quién y qué persigue cada cual, no nos impida llevar nuestra política totalmente independiente de la burguesía y sus organizaciones. La historia nos ha demostrado hasta la saciedad cómo ese “centro” se puede plegar y rendir completamente al ascenso de la ultraderecha, y que no ve en ella nunca su enemigo principal, sino a la clase trabajadora. Y es muy lógico pues el “centro” no es más que una fracción de la representación política de una misma clase, la burguesía, aunque los intereses y tácticas no coincidan siempre e incluso cuando a veces se enfrenten violentamente. Pero eso no significa que el enemigo de nuestro enemigo sea nuestro amigo. Pues cuando la clase trabajadora lucha de verdad por lo suyo y por liberarse del capitalismo y su Estado, todas esas fracciones tienden a superar sus diferencias y enfrentamientos y a unirse contra el enemigo común, por todo los medios, incluidos los más violentos y terroristas. Por tanto, ese “centro” no es de ninguna de las maneras fiable, un aliado. En nombre de lo urgente no podemos seguir sacrificando lo importante, que es lo que se hace siempre. Precisamente la mejor defensa contra la deriva reaccionaria es armar políticamente lo máximo posible a la clase trabajadora y sectores populares, sobre la verdadera naturaleza del capitalismo y del Estado burgués, en cualquiera de sus formas, de la keynesiana a la neoliberal o de capitalismo de Estado integral, etc., del Estado “democrático” republicano, al fascista, militar o estalinista, pues así podrá ver mucho más claros quiénes son sus amigos, sus falsos amigos, “socios” circunstanciales pero enemigos estratégicos, etc., y no llamarse a engaño, pues entonces verán como esos “socios”, les dan la puñalada trapera a la vuelta de la esquina o los entregan a sus enemigos más desalmados. El conflicto secundario (aunque sea urgente) nunca debe llevarnos a ocultar o descuidar en segundo plano, el principal (el más importante), aunque en un tiempo concreto dado se deba priorizar uno sobre todo. Recordemos por ejemplo cómo los bolcheviques rusos, a finales de agosto de 1917, ante el intento de golpe de estado militar de Kornílov, siendo éste la amenaza inmediata y mortal para la clase trabajadora y los soviets de obreros y soldados, admitieron estar en el mismo lado de la barricada que el gobierno burgués legal de Kerenski pese a que hasta entonces les había perseguido con saña, pero al que todavía no se podía derribar, y sin que eso significase su apoyo político al gobierno, sino una “unidad de acción” nada más, al punto de que ya para primeros de noviembre habían derrocado al gobierno de Kerenski.
En cuanto al Estado burgués, el mismo Mason reconocerá en el capítulo 20 que Marx tenía razón al reconocer en la experiencia revolucionaria de la Comuna de París (1871) que los trabajadores/as no pueden servirse del Estado burgués, sino que deben demolerlo y sustituirlo por su propia organización revolucionaria. Hay experiencias de sobra de lo (poco) que se puede hacer desde dentro del Estado burgués para frenar el fascismo interior y de cómo desde las instituciones de ese mismo Estado es el fascismo-dictadura militar el que se alza para aplastar las pretensiones transformadoras de un gobierno antifascista.
Con una civilización capitalista en crisis y brutalizándose, tenemos el tiempo en contra. La lucha defensiva contra el ascenso de la ultraderecha apoyada por la derecha, teniendo ellos la iniciativa y la ofensiva estratégica, si no va acompañada de una orientación netamente anticapitalista y contra el Estado burgués termina siendo una pérdida de energías y tiempo, y nos acabarán adelantando y pasando por encima. La principal fuerza social contra el ascenso de la ultraderecha sólo puede ser, por tanto, la fuerza principal en la lucha contra el capitalismo y su Estado burgués, que será la fuerza social constituida por los miembros de la clase trabajadora que luchen contra el capitalismo y su Estado y contra su propia condición de clase como clase inseparable que es de este sistema. No es este el lugar para desarrollar más el tema, pero algo de esto ya he tratado en mi libro “Capitalismo: modo de vida decadente. Notas sobre estrategia y táctica” (20-10-2016), con enlace al final.
En el capítulo 18 (“Rechacemos las ideas de Xi Jinping”) denuncia el capitalismo chino y su Estado burgués, y su impulso imperialista (todavía muy por detrás de lo que sigue siendo EEUU y otras potencias), envolviéndose en la bandera roja, y disfrazado de marxismo, en lo que no es más que una amalgama infumable de estalinismo y confucionismo. Y en cuanto a su desarrollo de la tecnología de la vigilancia, ya me he referido a ello en la parte dedicada a las máquinas. El Estado burgués chino es una gran amenaza, no por su poderío militar (el de EEUU es incomparablemente superior), ni por comunista (de eso no tiene ni un pelo, por mucho que ellos y la propaganda derechista lo digan para confundirnos), sino porque oprime a la mayor concentración mundial de la clase trabajadora en sectores productivos, y porque en él se inspirará también la burguesía del resto del mundo para controlar a su propia clase trabajadora y sectores populares.
En el capítulo 19 (“No nos rindamos nunca”), Mason, de un modo muy bello, emotivo, casi poético consigue conducirnos a un hecho histórico de extrema importancia a la vez que dramático que se sigue pareciendo, pese al tiempo pasado, a un tabú. Me refiero a la experiencia revolucionaria de la Comuna de París de 1871. Mason la trata con el máximo respeto, incluso admiración, como la primera experiencia para superar el Estado burgués y el capitalismo que no tuvo tiempo ni para fracasar, pues fue aplastada en un baño de sangre por las fuerzas de la reacción burguesa franco-prusiana (las que sólo un poco antes habían guerreado entre sí). Mason aporta enlace a la obra que dedicó Marx a la Comuna “La guerra civil en Francia” (1871) https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gcfran/index.htm — otra presentación en pdf https://www.fundacionfedericoengels.net/images/PDF/La_guerra_civil_en_Francia_Marx.pdf —- Un libro reciente sobre la Comuna – “Masacre. Vida y muerte en la comuna de parís de 1871” de John Merriman (editorial Siglo XXI, 2017). Film “La Commune (Paris 1871)” (2000) (5:46:02 horas) (subtitulada español) – https://zoowoman.website/wp/movies/la-commune-paris-1871/ — En 4 partes: https://archive.org/details/LaCommuneParis18712000Cd1AngeeParaZoowoman.website —— https://archive.org/details/LaCommuneparis18712000Cd2AnageeParaZoowoman.website —— https://archive.org/details/LaCommuneparis18712000Cd3AngeeParaZoowoman.website —– https://archive.org/details/LaCommuneparis18712000Cd4AngeeParaZoowoman.Website ———- Sobre Louise Michel https://www.traficantes.net/libros/los-cr%C3%ADmenes-de-la-%C3%A9poca — y https://www.traficantes.net/libros/la-comuna-de-paris-1 —– https://archive.org/details/la_commune_1312_librivox —- En zoowoman.website preguntad por Louise Michel
Mason quiere buscar una experiencia próxima que nos haga reconocer lo que de transformador de las personas tiene una revolución. Se me ocurre que nos dirigirá a la revuelta estudiantil y huelga general obrera de Mayo de 1968 en Francia (a la que he dedicado un extenso texto y una reseña) como la experiencia más aproximada y próxima en el tiempo que puedo reconocer. Pero no. Para mi sorpresa y asombro nos conduce al 1 de octubre de 2017, el “referéndum” por la independencia en Cataluña. Mason quiere encontrar en el entusiasmo y determinación de los votantes una muestra de lo que es el espíritu revolucionario. Mason puede electrizarse todo lo que quiera (hasta electrocutarse) con esa experiencia y escandalizarse, muy justamente, por la represión sufrida por los participantes. Pero Mason se engaña completamente. No puede encontrarse el verdadero espíritu y transformación revolucionaria en una experiencia que de tal no tiene nada, ni en el fondo ni en la forma, por mucho que Mason quiera idealizar el proyecto independentista como si supusiese alguna posibilidad de ruptura real con el capitalismo y su Estado, como si en otras experiencias de independencia (véase lo ocurrido en Europa del Este desde el derrumbe del bloque soviético) no se hubiese comprobado hasta el hartazgo lo fácil que es, tras la independencia, reconstruir un aparato de Estado burgués (muy opresivo además), en tanto que existe el capitalismo y la burguesía que así lo requieren para asegurar su normalidad y dominación. Pensar en otros términos es no comprender la relación que existe entre capitalismo y Estado burgués, un par tan inseparable como clase burguesa y clase trabajadora asalariada (proletariado).
El “referéndum” del 1-O 2017 tenía un contenido esencialmente de mistificación de la democracia burguesa (el poder supuestamente a través de un voto) y formaba parte claramente de una política nacionalista hegemonizada por un sector de la burguesía (sobre todo media) apoyada por parte del aparato de Estado burgués en Cataluña (la Generalitat, etc.) y con una activa participación, bajo esa dirección de objetivos, política, de una sector de la “clase media” o pequeña burguesía. No había en eso nada de rupturista con el capitalismo ni con el Estado burgués en sí, pues romper con el español para construir el catalán no es más que continuar con el Estado burgués, aunque sea republicano y con diferentes fronteras. Para colmo, los criterios para validar el referéndum eran claramente antidemocráticos (mayoría simple y sin establecer legalmente un suelo de participación con respecto al censo electoral). Y eso que yo estuve a favor de un referéndum unilateral sobre el tema si se cumplían unos requisitos mínimos para validarlo que, sin embargo, no se dieron en la convocatoria, ni en la forma de proceder, ni de interpretar los resultados como si autorizasen a lo que posteriormente hicieron los independentistas con su pretensión de declarar la independencia que ellos mismos anularon al instante, no por traidores, sino porque eran consciente de que se trataría de un suicidio.
No es este en lugar para desarrollar toda la respuesta que Mason merece, pero os puedo remitir a los siguientes materiales: la NOTA 12 de «“Ética para máquinas” de Latorre. La I.A. psicópata. Llamamiento» (19-11-2019) https://kaosenlared.net/etica-para-maquinas-de-latorre-la-i-a-psicopata-llamamiento/. — “Cataluña y la autodestrucción de esta generación” (25-10-2017) — http://kaosenlared.net/cataluna-la-autodestruccion-esta-generacion/ (hay muchos más artículos míos dedicados al tema) —- Además, el libro “No le deseo un Estado a nadie” (Pepitas de calabaza, SL, 2018), en especial los textos de Corsino Vela. Audios sobre el libro https://www.ivoox.com/nevera-vol-15-no-le-deseo-estado-audios-mp3_rf_46062496_1.html (La Nevera, con Tomás Ibáñez) — https://www.ivoox.com/nevera-vol-15-no-le-deseo-estado-audios-mp3_rf_45790355_1.html (La Nevera, con Corsino Vela)
Con esto ya he terminado mi repaso del libro de Mason, y a quienes lo lean espero haberles aportando una guía útil para seguir avanzando. Echo de menos que no se detenga o profundice en algunas cuestiones de extrema importancia para nuestra época como son la transición energética a las renovables, la crisis climática, el agotamiento de muchos recursos naturales (petróleo, gas natural…), los problemas para alimentar a la población mundial de un modo sostenible…, que darían una imagen mucho más ajustada de la realidad, de la catástrofe que nos amenaza, de los enormes retos a los que nos enfrentamos, de la urgencia de los cambios y de qué tipo y cómo conseguirlos. Pero como otros autores y organizaciones ya están haciendo un trabajo importante sobre esto, podemos integrarlo con los aciertos de Mason. Ahora van algunas recomendaciones, aparte las ya expuestas.
«“Ética para máquinas” de Latorre. La I.A. psicópata. Llamamiento» (19-11-2019) — un extenso estudio sobre el peligro para la Humanidad de la Inteligencia Artificial General y una orientación política contra ella https://kaosenlared.net/etica-para-maquinas-de-latorre-la-i-a-psicopata-llamamiento/ ———– “Vigilancia masiva y castigo. China 2020 ¿nuestro futuro?” (6-12-2019) — https://kaosenlared.net/vigilancia-masiva-y-castigo-china-2020-nuestro-futuro/ ——– “Consciente o no, la inteligencia artificial es y será una amenaza” (12-2-2020) — más pruebas al respecto https://kaosenlared.net/consciente-o-no-la-inteligencia-artificial-es-y-sera-una-amenaza/
“Horizonte 2050, superando el capitalismo o condenados” (20-12-2019) – estudio de la cuestión del colapso de esta civilización, y propuesta mundial de un eslogan-marco para la confluencia de las luchas y la elaboración política, sucesor del de “Otro mundo es posible” — — https://kaosenlared.net/horizonte-2050-superando-el-capitalismo-o-condenados/
Para ACCEDER a mis artículos, informes y libros. Los artículos del 11 de enero de 2015 hasta hoy, los podéis encontrar poniendo esta nueva dirección https://kaosenlared.net/autor/aurora-despierta/ a la que también os lleva si hacéis clic en mi nombre en el artículo. Para vuestra comodidad, tenéis la relación y enlaces correctos a los textos previos al 20-10-2016 en “Capitalismo: modo de vida decadente. Notas sobre estrategia y táctica” (20-10-2016) – Libro, archivo PDF de 200 páginas — http://kaosenlared.net/capitalismo-modo-de-vida-decadente-notas-sobre-estrategia-y-tactica/ —- Para descargar directamente el archivo pdf — http://kaosenlared.net/wp-content/uploads/2016/10/Decad-capit-estra-tact-EN-PDF1.pdf —– Ahí funcionan los enlaces de los artículos desde el día 21-12-2011 hacia hoy, y también la descarga de los archivos pdf adjuntos. Desde el 26-5-2014 para atrás ya no están accesibles para descargar los archivos pdf. Os recomiendo que os descarguéis los archivos pdf, no sólo por su interés, sino por si hubiese más cambios en la web que llevasen a que se perdiesen. Para poder leer completos una selección de los artículos más antiguos, en Para conocer los míos más importantes tenéis la “Recopilación textos de Aurora Despierta en el viejo old.kaos” (29-5-2017) —- Recopilación selección documentos de diciembre 2007 a diciembre 2011 en el viejo Kaos en la red, en archivo PDF — http://kaosenlared.net/recopilacion-textos-aurora-despierta-viejo-old-kaos-2/ — y descarga directa del archivo PDF en http://kaosenlared.net/wp-content/uploads/2017/05/Recopilacion-textos-de-Aurora-Despierta-en-OLD-KAOS-PDF.pdf
Fuente: https://kaosenlared.net/por-un-futuro-brillante-de-paul-mason-sin-capitalismo/