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La Confederación Intersindical en defensa de los Servicios Públicos

Por: Tercera Información

  • La Confederación Intersindical exige que la experiencia del COVID-19 sirva para blindar unos servicios públicos gratuitos, universales y 100% públicos.
  • Exige la protección de todo el personal de la Administración Pública que está en primera línea de lucha contra el COVID-19: sanidad, dependencia, mayores y limpieza.

Comunicado

La Confederación Intersindical se muestra firme en lo que debe ser una lucha común para todo el Estado, la defensa de unos Servicios Públicos gratuitos, universales y 100% públicos.

La Confederación Intersindical reclama, no solo que se recupere todo lo arrebatado durante esta última década, especialmente la recuperación de las 35 horas semanales que supone la contratación de miles de personas, sino que exige ir más allá y ampliar el sector público hasta equipararnos, al menos, a los niveles escandinavos. Queremos recordar que llevamos más de una década denunciando la merma en los servicios públicos, la falta de recursos humanos y materiales, la necesaria renovación de centros públicos obsoletos y la privatización de servicios esenciales. Con esta crisis sanitaria y social se demuestra que nuestro compromiso siempre ha sido y será la defensa del estado del bienestar que llegue a toda la ciudadanía en igualdad y equidad.

Las organizaciones ecologistas y la comunidad científica vienen advirtiendo desde hace años que una epidemia de estas dimensiones podía darse y convertirse en algo recurrente de manera cíclica. La realidad del cambio climático y de una economía capitalista globalizada que tiene como último objetivo la obtención de beneficio a costa de esquilmar el medio natural y la vida de las personas y los derechos de trabajadoras y trabajadores, nos sitúa en un escenario en el que el modelo económico en el que vivimos es insostenible y peligroso para la propia supervivencia de la especie y del planeta.

Exigimos, por tanto, la nacionalización de los sectores estratégicos de la economía, la gestión pública directa de los servicios públicos y todos los trabajos relacionados con los mismos, desde limpieza hasta gestión de residuos, pasando por la gestión de aguas, comedores, atención a mayores y personas dependientes… Exigimos que el sector privado se ponga al servicio del sector público de manera inmediata y permanente para desarrollar una economía puesta realmente al servicio del interés de la mayoría social trabajadora y no de minorías privilegiadas.

La Confederación Intersindical exige, de manera inmediata, que todos los equipos de trabajo que son primera línea contra el COVID-19 estén protegidos. Es urgente que todas las personas cuenten con el material necesario para protegerse, garantizar espacios de trabajo seguros que impidan el contagio y, por supuesto, el respeto por sus derechos laborales, el derecho a la salud laboral y el de conciliación con la vida familiar.

La Confederación Intersindical es consciente del enorme esfuerzo que estamos haciendo, por parte de toda la sociedad, pero recuerda que algunas de las personas que están haciendo frente al COVID-19 pertenecen a sectores enormemente castigados por las medidas neoliberales y se enfrentan con falta de personal y material al virus, estando al cuidado de un sector de riesgo, como son las personas mayores y dependientes.

Exigimos el necesario aumento de las plantillas de manera inmediata y permanente, su adecuada protección y la garantía de que su trabajo se realizará en espacios seguros con rigurosa atención al derecho de trabajadoras y trabajadores.

La Confederación Intersindical quiere recordar también, que precisamente quienes están más expuestas al contagio son sectores feminizados, especialmente castigados por los recortes y por la falta de seguridad laboral y económica. Sanidad, limpieza, cuidado de mayores y dependientes, supermercados… Trabajos feminizados que, en muchos casos se encuentran externalizados y con unos salarios bajos, en comparación con trabajos de la misma categoría pero con mayor presencia masculina (hablamos de brecha salarial).

La Confederación Intersindical exige recuperar la gestión directa por las diferentes administraciones públicas, las medidas necesarias para garantizar que el trabajo realizado se haga de forma segura y que se tomen todas las medidas necesarias para garantizar la conciliación de la vida laboral y familiar, porque por desgracia, siguen siendo las mujeres quienes se encargan de los cuidados también en sus casas.

Exigimos el reconocimiento a nivel estatal del artículo 189 de la OIT sobre trabajo doméstico, para equiparar de una vez por todas este trabajo central con el resto de trabajos. Exigimos una especial atención para quienes están desempeñando labores de cuidado en la economía informal, un sector especialmente vulnerable que, además, forma parte de la red global de cuidados, que permite que los hogares de este país y sus miembros más vulnerables sean cuidados por mujeres migradas, en muchos casos sin papeles y sin ningún tipo de seguridad ni protección legal.

La Confederación Intersindical quiere hacer una llamamiento a toda la sociedad para que reflexionemos cómo esta crisis se está gestionando en nuestras casas, cómo la diferencia de renta hace que se pase mejor o peor esta cuarentena en función del dinero que tengas, de la casa que tengas, de si hay libros, acceso a internet, espacios de ocio, balcones o terrazas, o ventanas que den a un patio interior. No se puede trabajar y cuidar al mismo tiempo. Qué sociedad es esta que hemos construido que permite que haya personas ancianas solas y aisladas, con muy pocos recursos algunas de ellas, otra vez principalmente mujeres. Cómo se puede trabajar y al mismo tiempo atender a hijas e hijos sin una red de cuidados.

La Confederación Intersindical exige que los cuidados se pongan en el centro, que la vida se convierta en lo prioritario, que tengamos, de una vez, una economía para el planeta y para las personas. Exige que la salida de esta crisis fortalezca el Estado del Bienestar que tan necesario se está demostrando en estos días.

Defiende lo público. Defiende lo de todxs!

Fuente e Imagen: https://www.tercerainformacion.es/articulo/actualidad/2020/03/31/la-confederacion-intersindical-en-defensa-de-los-servicios-publicos

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Coronavirus. ¿Enemigo? ¿Guerra?

Por: Miguel Andrés Brenner

En estos días me pregunto: ¿por qué al coronavirus-pandemia se lo denomina “enemigo”? Enemigos son los humanos destruidos por otros seres humanos, en cualquier aspecto de la vida.

Así, Caín es enemigo de Abel.

Así, los EE.UU. entablan una GUERRA comercial contra China, enemiga.

Entonces, podríamos preguntarnos si en la milenaria China es una costumbre comer, por ejemplo, murciélagos: ¿por qué se originó el COVID-19 justo ahora, en el plexo de esta “guerra”? No tengo información fehaciente como para dar respuesta al interrogante planteado.

Recordemos que los EE.UU. desarrollaron armas biológicas contra Vietnam durante la década del sesenta del siglo veinte, que mataba flora, fauna y vidas humanas.

Elisabeth Badinter, en su libro “¿Existe el amor maternal?”, nos mostraba que en ciertas ciudades de la Europa occidental durante los siglos XVII y XVIII, cuando no se conocía el aborto, se descuidaban a los niños pequeños hasta matarlos o desfigurarlos. También, Jean Fourastié, en su libro “La moral prospectiva”, nos mostraba que en esos siglos habían ciudades en Francia donde de cada cien niños nacidos no llegaban al año de vida la mitad de ellos. Matar no significa producir vida como tampoco reproducirla. Cuando se mata, ¿hay enemigo? ¿Habían demasiados niños? ¿Eran como enemigos?

En Europa Occidental hay demasiados viejos. La natalidad es escasa porque perjudica tiempo para el placer del consumo al cuidar a tantos críos. Y por el avance de la medicina, la población vieja crece. Y los Estados o privatizan la salud y la paga quien puede, o gastan más en salud, con lo que se genera déficit fiscal. ¿No es acaso funcional matar a los viejos?

¿Puede ser un virus un enemigo o bien se está proyectando un modo de ser humano sobre un objeto no humano?

Emilio Durkheim, con quien no comparto su concepción de sociedad, en su libro “Formas elementales de la vida religiosa”, nos muestra algo muy interesante: el totemismo en las sociedades arcaicas tiene valor y valor sagrado, pues es la comunidad la que se proyecta sobre el tótem. O sea, en última instancia, lo sagrado en el tótem es la propia comunidad.

¿Qué se proyecta sobre el coronavirus-pandemia? ¿No será, acaso, aquello de lo humano que excluye, que oprime? ¿No será, acaso, la misma condición humana calificada como execrable?

Carlos Marx, en el primer capítulo de los llamados “Manuscritos económico-filosóficos de 1844”, ofrece la explicación más hermosa de lo que el ser humano significa: “vida que crea vida”.

¿No será que el capitalismo actual de base financiero/especulativo/parasitario, neoliberal y globalizado, colonizador y depredador, racista y patriarcal es quien mata y los excluidos/oprimidos serían sus enemigos, material de descarte?

https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-manana-byung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-que-piensa-desde-berlin.html?rel=lom&fbclid=IwAR2evwQ1f2DtDjk3BGXQ7uMGi3Ma-FQQGmCvRzVupFNxLM01lYszrgsxCM8

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¿QUÉ DEJA EL COVID-19?

Por: Franklin González

“Por suerte, y como la historia humana tantas veces ha demostrado, no hay cosa mala que no traiga consigo una cosa buena” (José Saramago, Ensayo sobre la ceguera)

 

El 11 de marzo la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2019) anunció al mundo que el Covid-19 se había convertido en una pandemia.

De inmediato se encendieron las alarmas y comenzaron las redes sociales a circular información de las más variopintas opiniones: religiosas, seculares o científicas.

Aparecieron visiones apocalípticas, incluso hablando de la amenaza de extinción de la especie humana, presentando al Covid-19 como el escatón, el fin del tiempo y del mundo.

Por su parte, los partidarios de las “teorías de la conspiración”, han afirmado que este virus se incubó en los más oscuros laboratorios de guerra biológica, desarrollado en Estados Unidos, que está provocando experimentación y muertes por doquier, especialmente en países que erigen, como desiderátum de la historia, el modelo consumista capitalista.

Pero también hay quienes miran la conspiración por chino. El secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, sostiene que todo fue planificado por el partido comunista chino para darle “jaque mate” a la hegemonía estadounidense.

Por supuesto, ante cualquier acontecimiento de estas magnitudes, resurgen los fundamentalismos y salvacionismos religiosos, predicando que nos encontramos en era de la anarquía y del mal, por cuanto se han incumplido los mandatos de Dios en la tierra y por tanto, nos dirigimos a la destrucción de la especie humana como castigo divino.

Ahora, lo real y concreto, es que las respuestas por parte de los gobiernos ante esta pandemia no son unificadas. Mientras unos ayudan a sus propios pueblos y socorren a otros, practicando el verdadero humanismo (China, Rusia y Cuba), otros, hablan de salvar ante todo la economía y sus pueblos se baten entre la vida y la muerte.

¿Y después qué?

Se habla de que después no seremos iguales, no seremos los mismos. Saramago dice: “no hay cosa mala que no traiga cosas buenas”.

Una verdad verdadera es que las pandemias, tengan el color que tengan, constituyen,  “enemigos invisibles”, amenazas para todos los continentes, todos los países y todas las clases sociales. “Este virus es democrático. No distingue entre pobres y ricos o entre estadista y ciudadano común” (Dixit el viceministro de salud de Iran, Iray Harirchi, quien dijo positivo al virus)

El Covid- 19 puso en jaque el narcisismo y yoísmo. No le concierne sólo al otro. Nuestra campana de cristal se ha agrietado y por tanto, debemos estar conteste que no somos invulnerables. Sin embargo a hay quienes se resisten a creerlo.

Según información publicada en el diario cubano Juventud Rebelde, el 21/03/2020, unos cuantos ricos pensaron comprar trozos del planeta para salvarse de la pandemia, “aferrados a sus millones y a esa frase tan común en ellos de que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. No es cuento: existe la enajenación egoísta de los poderosos.

El Covid-19 está confirmando que no es la humanidad entera el verdadero virus destructor de la naturaleza. Hay unos más responsables que otros en esa forma depredadora y en los excesos de la civilización contemporánea, aunque la visión de la aporafobia intenta responsabilizar de esa tragedia en mayor medida a los pobres.

El Covid-19 ha puesto al desnudo las tesis neomalthusianas, expresadas hoy en la gerontofobia, esto es, el rechazo irracional hacia la gente de tercera o cuarta edad. Para los neoliberales lo importante es reducir el gasto social en aras del crecimiento de la economía. Sus frases son elocuentes: hay “demasiados viejos y debemos eliminarlos” (Dixit Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo) o: “los abuelos deberían sacrificarse y dejarse morir para salvar la economía” (Dixit Dan Patrick, vicegobernador de Texas,

Después del Covid-19 debería extinguirse la “alterfobia”, puesta de manifiesto en esta frase: “es un virus chino” (Dixit Donald Trump).

En pleno desarrollo del Antropoceno están brotando manifestaciones del Necroceno. Tres casos. Uno, lo ocurrido en la Amazonía, en agosto del año 2019 donde centenares de hectáreas de selva tropical se incendiaron; dos, a principios de este año, los impresionantes incendios forestales, imágenes de gente huyendo por caminos polvorientos, columnas de humo que se veían desde el espacio, koalas rescatados en el último minuto en Australia y tres, el Covid-19, que ha puesto a la humanidad entera a discutir cuál es la distancia entre la vida y la muerte.

El filósofo esloveno, Slavoj Zizek, dice que el Covid-19 generará un virus ideológico, que significará “el pensar en una sociedad alternativa, una sociedad más allá del estado-nación, una sociedad que se actualiza a sí misma en las formas de solidaridad y cooperación global”

Mientras otro filósofo, el surcoreano Byung Chul-Han, dirá: “Confiemos en que tras el virus venga una revolución humana. Somos NOSOTROS, PERSONAS dotadas de RAZÓN, quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo destructivo, y también nuestra ilimitada y destructiva movilidad, para salvarnos a nosotros, para salvar el clima y nuestro bello planeta”.

Por su propia lógica, el capitalismo corroe, mata, de allí que, ojalá después de lo malo -el Covid-19-, venga lo bueno, y surja otro sistema económico, político, social y cultural que respete la naturaleza, acabe con la aporofobia, la alterfobia y gerontofobia, y en este último caso se entienda que los “viejitos”, no son una carga a desechar, sino un reservorio de experiencias y sabiduría inestimables.

Fuente: El autor escribe para el Portal Otras Voces en Educación

 

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La URSS y su lucha contra las epidemias

01/04/2020/Autor y fuente: tercerainformacion.es

La actual pandemia de Coronavirus (Covid-19) ha demostrado que tales países han resultado mejor librados que los países capitalistas donde el papel de Estado es menor y al servicio exclusivo de los monopolios privados, aunque si fueran realmente socialistas, hubieran derrotado la epidemia más fácilmente. Mientras que Italia, España y ahora Estados Unidos, países capitalistas donde predominan los sistemas de salud privados, están siendo devastadas por la epidemia, con poca posibilidad de maniobra y con toda la carga para los trabajadores de esos países.

Al socialismo en la URSS no solo le correspondió la tarea de dar el primer paso en la emancipación del trabajo de todas las cadenas del capital, resolviendo la contradicción fundamental entre el capital y el trabajo, es decir, de la explotación y opresión de la burguesía contra el proletariado mediante la instauración de un nuevo régimen social con la socialización de los medios de producción, con un Estado de dictadura proletaria, una revolución de donde se desprenden un sinfín de hazañas y proezas admirables inclusive hasta nuestros días; como el papel de la liberación de la mujer, el desarrollo de las fuerzas productivas, la alfabetización y la lucha contra la ignorancia, el impresionante desarrollo cultural y científico, la derrota del nazi fascismo europeo y asiático, etc., sino que además tuvo el mérito de desplegar una victoriosa lucha por la salubridad pública y la erradicación de epidemias.

Tal es el ejemplo de la erradicación de la viruela, un virus que generó una mortal enfermedad que llevaba miles de años azotando a la especie humana y cobrando muchísimas vidas en cada brote, incluso en algunas momias en el antiguo Egipto hay rastros de dicha enfermedad. La viruela traída por los colonizadores europeos a América fue la principal causa de la casi total desaparición de los aborígenes en muchas partes de este continente, quienes fueron diezmados por la epidemia en el Siglo XVIII después de su conquista. En el Siglo XX, ese mismo virus cobró centenares de millones de vidas, que afectaba especialmente a niños con una tasa de mortalidad del 50%. Y aunque desde el siglo XIX se había descubierto una vacuna, el virus seguía generando muertes pues el capitalismo era incapaz de destinar los recursos para difundirla ampliamente.

El creador del plan para erradicar la Viruela fue Viktor Zhdánov; viceministro de salud de la URSS, quien en 1958 presentó ante una asamblea de la OMS un detallado plan para erradicar la viruela en 5 años. Aunque ya la dirección del socialismo se había extraviado a manos de los revisionistas tras la muerte de Stalin en 1953, la URSS aún no había entrado en crisis y mantenía la inercia del potente desarrollo que venía desplegándose desde la década del 30. Fue solo gracias a esto que la URSS pudo destinar 23 millones de vacunas para iniciar la campaña que fue aprobada en la asamblea de la OMS, además puso a disposición a un millar de médicos soviéticos. En 1959 se dio inicio al plan y en 1977 se produjo el último brote del virus en Somalia. En 1980 la OMS declaró erradicada la viruela y su paso a los anales de la historia.

Otro importantísimo ejemplo de las grandiosas luchas contra las epidemias fue la librada por una comisión médica que visitó a un pequeño pueblo llamado Kjara, de un país asiático y vecino de la URSS que a inicios de la década de 1940 tuvo un mortal brote con la temible “muerte negra”, llamada así por los pobladores del lugar, pero conocida como peste negra en occidente. Los médicos soviéticos libraron allí una dura lucha, tal historia sirvió como fuente de inspiración para la novela “Esta es tu causa” de Yuri Guerman, en donde se registra cómo la peste fue propagada por la caza irresponsable y desenfrenada de las marmotas cuyas pieles se vendían en el mercado y su precio se comenzó a cotizar hasta en 6 veces su precio normal. Esta caza de marmotas incluso enfermas generó la epidemia, la cual se transmitía por la pulga que parasitaba a estos animales, que a la vez transmitía con su picadura una bacteria mortal, la forma pulmonar de la peste negra era terriblemente letal, con una tasa del 100% de mortalidad. En el país asiático sus habitantes se organizaban en aldeas, cuando la peste invadía una, se izaba una bandera negra en señal de contagio. La lucha de 105 médicos soviéticos allí no solo se libró contra la peste, sino contra el grave crimen de las fuerzas imperiales que ante la epidemia comenzaron a desarrollar cercos y masacres en las aldeas infectadas, a donde llegaban eliminando sistemáticamente a sus pobladores, sin discriminar entre sanos y enfermos.

El gran avance dado por las ciencias, sumado a la creación de universidades y la facilidad de ingreso a las mismas en la URSS, y los recursos cuantiosos destinados además a la salubridad pública, ayudaron a que la población contara con un excelentísimo sistema de salud.

La Prevención como arma de combate

Por ejemplo, en la década del 30 era obligatorio que cada obrero acudiera por lo menos cada 2 meses al médico, el cual le diagnosticaba una dieta adecuada según su trabajo y un deporte acorde a sus necesidades, con el fin de fomentar una medicina preventiva.

La ingeniosidad y versatilidad fueron unas características fundamentales del sistema de salud soviético, que fue puesto a prueba en la segunda guerra mundial, a falta de haber descubierto los antibióticos, usaban bacteriófagos (1) para combatir las infecciones bacterianas ocasionadas por las heridas en la guerra -los bacteriófagos son virus que afectan sólo las bacterias-, de esa forma combatieron en la Segunda Guerra Mundial.

Hoy día solamente en los países socialistas por ejemplo China, Corea del Norte o Vietnam, han implementado las medidas que en su momento se realizaron en la URSS, y aún otras específicas para combatir la epidemia.

La actual pandemia de Coronavirus (Covid-19) ha demostrado que tales países han resultado mejor librados que los países capitalistas donde el papel de Estado es menor y al servicio exclusivo de los monopolios privados, aunque si fueran realmente socialistas, hubieran derrotado la epidemia más fácilmente. Mientras que Italia, España y ahora Estados Unidos, países capitalistas donde predominan los sistemas de salud privados, están siendo devastadas por la epidemia, con poca posibilidad de maniobra y con toda la carga para los trabajadores de esos países.

Mirar el pasado y la lucha de la URSS contra las epidemias, hoy en el marco de la cuarentena del Covid-19, llama al proletariado consciente, a la intelectualidad revolucionaria y al pueblo en general a tomar las banderas de la salubridad pública como una forma de defenderse en contra del negocio de la salud y del inminente despido y posterior hambruna y hacinamiento, como una forma no solo de combatir la epidemia sino contra el negocio de la salud, una oportunidad para organizar la revolución proletaria y derrocar este caduco y podrido Estado.

Notas:

1.- https://amistadhispanosovietica.blogspot.com/2020/03/bacterias-necesaria…

Fuente e imagen: https://www.tercerainformacion.es/articulo/memoria-historica/2020/03/30/la-urss-y-su-lucha-contra-las-epidemias

Fuente original: http://www.revolucionobrera.com/covid19/la-urss-y-su-lucha-contra-las-ep…

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Covid-19: El asesino y su cómplice

Por:  Jesús Aller

Tal parece que un minúsculo virus ha puesto a la humanidad contra las cuerdas. El cómputo de sus víctimas crece desbocado día tras día, mientras las ciudades se ven desconocidas, trasmutadas en un paisaje insólito de avenidas y plazas desiertas con las gentes recluidas en sus casas. Los jefes de la barraca, esos políticos de hábil facundia, mantienen el tipo y explican, didácticamente, que todo irá bien dentro de poco, que tengamos paciencia. Los mass media informan a medias y nos tienen entretenidos para que no nos desmandemos. Mientras tanto, en hospitales vetustos o improvisados, héroes vestidos de astronauta lo entregan todo tratando de paliar el desastre. Sería hora de preguntarnos, por lo que nos va en ello, quién es responsable de la desgracia que se ceba con nosotros.

Lo cierto es que sabemos mucho de virus en estos momentos, y cualquier experto reconoce que las muertes que se están produciendo podrían y deberían haberse evitado en su mayor parte. Ante la emergencia de un elemento infeccioso como éste, existen soluciones de manual que podrían y deberían haberse aplicado con rigor y contundencia. Estaríamos entonces en un escenario distinto, sin lamentar tanta desgracia, tanto dolor, tanta pérdida de vidas. ¿Qué ha ocurrido entonces? ¿Por qué estas medidas necesarias de contención no se aplicaron en el momento en que surgió el problema, cuando los especialistas sabían que de no hacerlo teníamos una alta probabilidad de acabar como hemos acabado?

No es difícil darse cuenta de lo que ocurrió. El covid-19 destruye los pulmones de la gente y los mata, él es sin duda el asesino, pero su poder maléfico sólo ha sido capaz de materializarse con tanta crueldad porque ha contado con un cómplice necesario. Cuando se requerían una decisión rápida y una actuación enérgica, éstas no se produjeron porque otro virus más letal que el covid-19 había cegado y endurecido a los que tenían la responsabilidad de atajar el problema. Es hora de comprender que los poderosos no son en realidad tan poderosos, sino simples gestores de un sistema que prioriza el beneficio sobre cualquier consideración y cuyo nombre no es otro que capitalismo. La necesidad de salvar vidas significaba poco ante el peligro de desatar la cólera de los mercados o comprometer el sacrosanto crecimiento.

El miedo cerval a la cólera del monstruo y sus reacciones destempladas hacía imposible una respuesta razonable y abrió el camino al desastre. Además, un sistema sanitario debilitado por recortes no estaba en las mejores condiciones para resistir el envite. Ésta es, en resumidas cuentas, la explicación de lo ocurrido, y muestra a las claras el carácter criminal del sistema económico imperante. Aparte de esto, hay que reconocer que en el caso de nuestro país ha existido también una inconsciencia que no deja de asombrar. Cómo es posible que en un momento crítico en que las autoridades sanitarias europeas ya desaconsejaban actividades multitudinarias, desde nuestra clase política no dudaran en convocar a las masas a las calles. La irresponsabilidad de estos comportamientos es difícil de entender.

La anatomía y la fisiología del capitalismo son casi tan bien conocidas como las del coronavirus, y entre los dos, a cual más siniestro y dañino, nos han metido en esto. Mientras nos absorben las rutinas de cada día, apenas tenemos energía para analizar lo que ocurre, y es por ello que este momento, con toda su tragedia, puede transformarse en una oportunidad que nos haga reflexionar. La experiencia servirá de algo si nos ayuda a comprender que sólo la vida y la realización del ser humano son valores esenciales, más allá de la dinámica de una economía desquiciada. No tenemos más remedio que estar alerta, porque cuando el covid-19 sea vencido al fin, y esperemos que sea pronto, podéis apostar a que nadie de la clase política va a decirnos la verdad, y el otro virus, más peligroso y letal, seguirá campando a sus anchas.

Otro mundo es posible, y estos días estamos viendo con claridad lo necesario que es.

Fuente: https://rebelion.org/covid-19-el-asesino-y-su-complice/

Imagen: https://pixabay.com/photos/hooded-man-mystery-scary-hood-2580085/

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Libro: Colapso del capitalismo global y transiciones hacia sociedades ecomunitarias. Mirando más allá del empleo

Por: Luis González Reyes.

La dependencia del alto consumo material y energético de nuestro sistema, el límite de disponibilidad de estos recursos y la falta de opciones marcan la inevitable quiebra de la civilización industrial. Esta no ocurrirá de forma súbita y total, sino que será un proceso largo, complejo y diferencial, con altibajos. Habrá momentos de reactivación de la capacidad económica y del viejo orden social, pero seguirán nuevas crisis que terminarán en una mayor degradación de la complejidad. El declive de la sociedad industrial se parecerá más a una piedra rodando por una pendiente irregular que cayendo por un precipicio. Así, se irá pasando de lo complejo, grande, rápido y centralizado, a lo sencillo, pequeño, lento y descentralizado.

Los distintos sistemas (ciudades, Estados, subjetividades, tecnología, economía) no colapsarán a la vez, sino que serán los elementos más vulnerables los que lo hagan primero y, a partir de ellos, se irá extendiendo el proceso mediante múltiples bucles de realimentación positiva.

Todo el proceso será largo. La total reorganización social se producirá durante un Largo Declive. La velocidad del colapso de los sistemas complejos depende del grado de integración de sus nodos y de la velocidad de funcionamiento de todo el sistema. A más integración y más velocidad, mayor celeridad. En el pasado, los colapsos societarios fueron relativamente lentos, como su metabolismo. El Largo Declive será rápido al principio (quiebra de la economía financiera y productiva global) pero, conforme avance, transcurrirá con más lentitud (desmoronamiento de lo urbano, quiebra del Estado fosilista) y el ritmo irá siendo más (cambio de subjetividades) y más (reorganización ecosistémica y climática) pausado. Además, el proceso tendrá distintas velocidades en los diferentes territorios.

Lo altamente probable

Entre los cambios que ya han podido empezar, hay cosas que sucederán con una alta probabilidad:

  1. Derrumbe monetario-financiero. Crisis de la banca, los mercados especulativos y el crédito. También de las monedas globales.
  2. Desglobalización y decrecimiento. La energía escasa y el estrangulamiento del crédito ahogarán el comercio, especialmente el internacional. La economía se relocalizará.
  3. Fuertes migraciones. Serán consecuencia de los cambios en el entorno, y de decisiones económicas y políticas.
  4. Reducción demográfica. Esta será una de las etapas lentas que empezará con el agravamiento de la crisis económica y de las condiciones ambientales, pero que se irá profundizando. Habrá serios problemas para sostener la fertilidad de los suelos por la falta de abonos provenientes de la minería (fosfatos) y de los hidrocarburos, y del cambio climático. Tampoco se podrá mantener el vigente sistema sanitario, empezando por la potabilización del agua. Pero los descensos poblacionales podrán ser de formas muy distintas.
  5. Ruralización urbana, éxodo hacia espacios rurales y conversión de las ciudades en minas. La imposibilidad de un transporte rápido y masivo hará insostenibles las ciudades, obligando a un éxodo de ellas y/o a producir una parte importante de la alimentación en ámbitos urbanos. En cambio, será en las urbes donde se podrán extraer los minerales que son cada vez más difíciles de encontrar mediante la minería convencional.
  6. Metabolismo agrícola. Sin combustibles fósiles disponibles de manera masiva, el metabolismo socioeconómico tendrá que tornar a ser, inevitablemente, mayoritariamente agrícola.
  7. Menor especialización social. Las personas se dedicarán a tareas más homogéneas, que probablemente pasen por el sector primario. Solo es posible mantener sociedades especializadas con flujos de energía densos y abundantes que les permitan no tener que dedicar el grueso de sus esfuerzos a la obtención de energía.
  8. Menos información disponible. En el mismo sentido del punto anterior, un sistema educativo complejo que permita sostener una gran cantidad de información solo puede producirse en sociedades con una alta disponibilidad energética. En todo caso, la información disponible puede ser más útil para construir sociedades justas, democráticas y sostenibles que la actual. Esta etapa será lenta y se irá produciendo tras el derrumbe de la economía global.
  9. Tecnologías más sencillas basadas en energías y materiales renovables.
  10. Menos medios para sostener las jerarquías. Esto se debe a varios factores entre los que destaca una menor potencia bélica posible, unas tecnologías y fuentes energéticas de acceso más universal o que las sociedades sean más locales y, con ello, potencialmente con una gestión democrática más sencilla.
    Además, instituciones claves para mantener sociedades desiguales, como el Estado, tendrán menos fuerza. El Estado se fortaleció mediante cinco mecanismos fundamentales: burocratización; estabilización e incremento de los ingresos; monopolización de la fuerza; creación de legitimidades; y homogeneización cultural de la población. Todos ellos retrocederán como consecuencia de la menor disponibilidad de energía y la consiguiente simplificación social.
    En todo caso, las jerarquías que se expresan en lo micro, como el patriarcado, contarán con los mismos medios.
  11. Cambio de los valores dominantes. La sostenibilidad y una vuelta a una concepción más colectiva de la existencia serán elementos inevitables en los tiempos complicados por venir.

De todo ello, surgirán nuevas luchas y articulaciones sociales que se moverán entre neofascismos o autoritarismos, y cuidados de la vida ecomunitarios.

Link para descargar el libro: https://rebelion.org/download/colapso-del-capitalismo-global-y-transiciones-hacia-sociedades-ecomunitariasluis-gonzalez-reyes/?wpdmdl=602381&refresh=5e82ba5043fa91585625680

Fuente de la reseña: https://rebelion.org/escenarios-futuros/

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Coronavirus: el perfecto desastre para el capitalismo del desastre

Por: Leonardo Boff 

La pandemia actual del coronavirus representa una oportunidad única para que repensemos nuestro modo de habitar la Casa Común, la forma cómo producimos, consumimos y nos relacionamos con la naturaleza.

Ha llegado la hora de cuestionar las virtudes del orden capitalista: la acumulación ilimitada, la competición, el individualismo, el consumismo, el despilfarro, la indiferencia frente a la miseria de millones de personas, la reducción del Estado y la exaltación del lema de Wallstreet: “greed is good” (la avaricia es buena). Todo esto se ha puesto en jaque ahora. Aquel ya no puede continuar.

Lo que nos podrá salvar ahora no son las empresas privadas sino el Estado con sus políticas sanitarias generales, atacado siempre por el sistema del mercado “libre”, y serán las virtudes del nuevo paradigma, defendidas por muchos y por mí, el cuidado, la solidaridad social, la corresponsabilidad y la compasión.

El primero en ver la urgencia de este cambio ha sido el presidente francés, neoliberal y proveniente del mundo de las finanzas, E. Macron. Lo dijo bien claro: “Queridos compatriotas, “Mañana tendremos tiempo de sacar lecciones del momento que atravesamos, cuestionar el modelo de desarrollo que nuestro mundo escogió hace décadas y que muestra sus fallos a la luz del día, cuestionar las debilidades de nuestras democracias. Lo que revela esta pandemia es que la salud gratuita, sin condiciones de ingresos, de historia personal o de profesión, y nuestro Estado de Bienestar Social no son costes o cargas sino bienes preciosos, unos beneficios indispensables cuando el destino llama a la puerta. Lo que esta pandemia revela es que existen bienes y servicios que deben quedar fuera de las leyes del mercado”.

Aquí se muestra la plena conciencia de que una economía sólo de mercado, que mercantiliza todo, y su expresión política, el neoliberalismo, son maléficas para la sociedad y para el futuro de la vida.

Todavía más contundente fue la periodista Naomi Klein, una de las más perspicaces críticas del sistema-mundo, que sirve de título a este artículo: “El coronavirus es el perfecto desastre para el capitalismo del desastre”.

Esta pandemia ha producido el colapso del mercado de valores (bolsas), el corazón de este sistema especulativo, individualista y anti-vida, como lo llama el Papa Francisco. Este sistema viola la ley más universal del cosmos, de la naturaleza y del ser humano: la interdependencia de todos con todos; que no existe ningún ser, mucho menos nosotros los humanos, como una isla desconectada de todo lo demás. Más aún: no reconoce que somos parte de la naturaleza y que la Tierra no nos pertenece para explotarla a nuestro antojo; nosotros pertenecemos a la Tierra.

En la visión de los mejores cosmólogos y astronautas que ven la unidad de la Tierra y la humanidad, somos esa parte de la Tierra que siente, piensa, ama, cuida y venera. Sobreexplotando la naturaleza y la Tierra como se está haciendo en todo el mundo, nos perjudicamos a nosotros mismos y nos exponemos a las reacciones e incluso a los castigos que ella nos imponga. Es madre generosa, pero puede rebelarse y enviarnos un virus devastador.

Sostengo la tesis de que esta pandemia no puede combatirse solo con medios económicos y sanitarios, siempre indispensables. Exige otra relación con la naturaleza y la Tierra. Si después que la crisis haya pasado no hacemos los cambios necesarios, la próxima vez podrá ser la última, ya que nos convertiremos en enemigos acérrimos de la Tierra. Y puede que ella ya no nos quiera aquí.

El informe del profesor Neil Ferguson del Imperial College de Londres declaró: “este es el virus más peligroso desde la gripe H1N1 de 1918. Si no hay respuesta, podría haber 3.2 millones de muertes en los Estados Unidos y 510,000 en el Reino Unido”. Bastó esta declaración para que Trump y Johnson cambiasen inmediatamente sus posiciones. Mientras, en Brasil al Presidente no le importa, lo trata como “histeria” y en las palabras de un periodista alemán de Deutsche Welle: “Actúa criminalmente. Brasil está dirigido por un psicópata y el país haría bien en eliminarlo tan pronto como sea posible. Habría muchas razones para ello”. Es lo que el Parlamento y la Suprema Corte por amor al pueblo, deberían hacer sin demora.

No basta la hiperinformación ni los llamamientos por todos los medios de comunicación. No nos mueven al cambio de comportamiento exigido. Tenemos que despertar la razón sensible y cordial. Superar la indiferencia y sentir con el corazón el dolor de los otros. Nadie está inmune al virus. Ricos y pobres tenemos que ser solidarios unos con otros, cuidarnos personalmente y cuidar de los otros y asumir una responsabilidad colectiva. No hay un puerto de salvación. O nos sentimos humanos, co-iguales en la misma Casa Común o nos hundiremos todos.

Las mujeres, como nunca antes en la historia, tienen una misión especial: ellas saben de la vida y del cuidado necesario. Ellas pueden ayudarnos a despertar nuestra sensibilidad hacia los otros y hacia nosotros mismos. Ellas junto con los trabajadores de la salud (cuerpo médico y de enfermería) merecen nuestro apoyo sin límites. Cuidar a quien nos cuida para minimizar los males de este terrible asalto a la vida humana.

Fuente: https://acento.com.do/2020/opinion/8798786-coronavirus-el-perfecto-desastre-para-el-capitalismo-del-desastre/

Imagen: Ria Sopala en Pixabay

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