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OPINIÓN | ¡Quédate en casa! y “¿con qué ojos?”

Por:  Tlachinollan

El pasado sábado 28 de marzo, en la conferencia vespertina el subsecretario federal de promoción y prevención de la salud, el Dr. Hugo López-Gatell, reiteró en varias ocasiones la necesidad de quedarse en casa, con el fin de reducir la velocidad de la propagación del coronavirus en el país. Explicó que es el momento más propicio para controlar la curva de la transmisión del COVID-19. Es la oportunidad para frenar la proliferación de la pandemia. Remarcó que hay que quedarse en casa de forma masiva durante un mes (del 23 de marzo al 19 de abril). Auguró que seguirán aumentando los casos y que, además, habrá muertes. Le apostó a que con esta medida se pueda retardar la velocidad de los casos, para que las 26 mil unidades de salud que hay en el país, sean suficientes para atender a los pacientes.

Este anuncio fue un llamado urgente a la nación. El gobierno federal asumió el compromiso de suspender todas sus actividades con el fin de convocar al sector privado y social para que hagan lo mismo. Su diagnóstico fue alarmante porque manifestó que desde la segunda semana de marzo, existe un crecimiento acelerado de casos a nivel nacional que se elevan para este domingo a 993 personas contagiadas, arrojando un número de 20 defunciones. El 87% de las personas fallecidas son mayores de 65 años y padecían hipertensión y obesidad, y en menor medida diabetes y tabaquismo. Concluyó diciendo que esta medida de quedarse en casa tendrá sus efectos positivos en las semanas que vienen, por eso hizo un llamado enérgico, enfático e infalible, de cumplir con esta medida. De lo contrario, auguró que estaremos enfrentando curvas epidémicas inmanejables como está sucediendo en Italia, España, Estados Unidos y Francia.

Por otra parte, el gobernador del estado con el secretario de salud, informaron este domingo que existen diez casos confirmados y una defunción, reiterando la recomendación de quedarse en casa, de cuidar mucho a la familia y de atender a los adultos mayores. Manifestando que es una lucha que hay que dar entre todos, y que con la ayuda de Dios hay que salir adelante.

Este discurso desde el poder deja entrever una realidad devastadora, se vislumbra un escenario atroz, porque la pandemia no respeta hemisferios, países desarrollados, fronteras, ni el libre mercado. Más bien nos ha colocado en una situación sumamente vulnerable que ha hecho trizas todas las formas de como vivimos, producimos, consumimos y nos relacionamos con la naturaleza. El coronavirus vino a cuestionar de fondo, las supuestas virtudes del capitalismo: la acumulación ilimitada, la competencia irrefrenable, el individualismo craso, el consumismo banal, el despilfarro de nuestra mediocridad y superficialidad, la indiferencia frente a la miseria de millones de personas, la reducción del Estado y la exaltación de que la avaricia es buena. Con el COVID – 19 esto ya no puede continuar.

El presidente francés Emmanuel Macron expresó recientemente que “lo que revela esta pandemia, es que la salud gratuita, sin condiciones de ingresos, de historia personal y de profesión, y nuestro estado de bienestar social, no son costes o cargas, sino bienes preciosos, unos beneficios indispensables cuando el destino llama a la puerta. Lo que esta pandemia revela es que existen bienes y servicios que deben quedar fuera de las leyes del mercado”.

Por otra parte, la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de las Naciones Unidas, manifestó recientemente que “en las esferas más altas del poder, la economía era lo primero … hasta que llegó el COVID – 19. Advirtió que se avecina una recesión global que hará que el Producto Interno Bruto (PIB) de la región decrezca, el desempleo aumente y millones de personas se sumen a los índices de pobreza. Resaltó que, ante la postura de los países desarrollados de cerrar las fronteras ante el temor de la propagación del coronavirus, representa una coyuntura importante para repensar la integración y la autosuficiencia regional. Esto se va parecer mucho a una economía de guerra… porque se ha cortado el transporte y las barreras se han hecho enormes. Por lo mismo, habría que ver cómo se va a reconstituir una economía distinta más integrada hacia lo local, buscando también pautas de autosuficiencia, por ejemplo, alimentaria, que es otro de los temas que no ha salido, pero seguramente van a venir una muy importante escasez de comida, especialmente en las economías vulnerables que dependen de importaciones.

Estas reflexiones colocan a más del 60% de la población pobre de México, en una disyuntiva: de quedarse en casa o de salir a la calle para poder comer. ¿Qué hacer ante un país sumamente desigual donde el 448% de la población vive en la línea de la pobreza? El llamado del doctor Gatell a la autodisciplina del pueblo mexicano de quedarse en casa, debe de tomar en cuenta los índices de pobreza que siguen desbastando a nuestro país. Las mismas estadísticas oficiales nos muestran dramáticamente a un pueblo con hambre. En estas circunstancias el llamado a todos los mexicanos y mexicanas a acatar una medida, que tiene implicaciones económicas sumamente extremas, pone en el limite la desobediencia de esta norma por su inefectividad. Apelar solo a la conciencia de que la permanencia en casa, es la medida más segura para revertir esta pandemia, para la población que vive por debajo de la línea pobreza, es imposible no salir a las calles en busca de la sobrevivencia. La mayoría de mexicanas y mexicanos viven al día, ante esta voracidad del modelo capitalista, que le apuesta a la acumulación de capital y a la privatización de los bienes y servicios. No hay ningún país regido por la economía de mercado, que no haya colapsado su sistema de salud, por esa tendencia obsesiva de fragmentar los sistemas de salud y privilegiar su privatización. Lo que hoy estamos viendo es que no son las empresas privadas, sino el Estado con sus políticas sanitarias generales los que podrán realmente salvarnos de esta pandemia. En los medios masivos de comunicación hemos testificado como el coronavirus ha producido el colapso del mercado de valores (bolsas), que es el corazón de este sistema especulativo.

Retomando al teólogo Leonardo Boff “no basta la hiperinformación y los llamamientos por todos los medios de comunicación (ante la grave tragedia del coronavirus). No nos mueven al cambio de compartimiento exigido. Tenemos que despertar la razón sensible y cordial. Superar la indiferencia y sentir con el corazón el dolor de los otros. Nadie está inmune al virus. Ricos y pobres tenemos que ser solidarios unos con otros, cuidarnos personalmente y cuidar de los otros y asumir una responsabilidad colectiva. No hay un puerto de salvación. O nos sentimos humanos, co-iguales en la misma casa común o nos hundiremos todos”.

Lo que más preocupa es que el sistema de salud de nuestro país, tenga la capacidad de responder ante un escenario que nos coloca en el limite de la sobrevivencia. Además del llamado a permanecer en casa los gobiernos tienen que garantizar la protección de los ingresos de las familias. En esta crisis ese es el tema central, ¿Cómo apoyar a las familias que no tienen un empleo seguro y mucho menos un ingreso diario en casa?

Es sumamente preocupante que la epidemia ocurra en condiciones en las que la mayoría de la población no cuenta con un trabajo formal, con un seguro médico, con un salario suficiente para vivir dignamente. En Guerrero donde las condiciones de pobreza se expanden por las siete regiones del estado es urgente la implementación de un programa que garantice el reparto de alimentos suficientes para toda la población que está en situaciones de pobreza extrema. Sin una medida de esta envergadura no será posible contener la curva ascendente de enfermos por coronavirus y nuestro sistema de salud colapsará ante un llamado de quedarse en casa que nadie atenderá. Las autoridades tienen el gran desafío de implementar programas emergentes para mitigar el problema del hambre que amenaza con desbordarse, ante el déficit alimentario que existe en las regiones indígenas y ante el desempleo galopante que se multiplica en amplias franjas de la población que vive en las periferias de las ciudades. Tiene que garantizarse el abasto de alimentos y de agua para toda la población, así como aprobar un paquete de protección social que contemple el pago de rentas y todos los servicios públicos, para garantizar los derechos básicos.

¿Con qué ojos? Dijera popularmente la gente que a diario tiene que trabajar en la calle para poder llevar alimentos a su familia. Es importante quedarse en casa, pero las autoridades tienen que entender que este llamado no puede hacerse sin tomar en cuenta la abismal desigualdad que existe en nuestro país y en nuestro estado. ¿Qué compromisos asumen los gobiernos de los tres niveles para hacer viable este llamado? Son insuficientes los programas que se han implementado para enfrentar esta pandemia. Por eso es importante, tomar en cuenta a la sociedad que demanda abasto de alimentos, servicios básicos de salud, empleo seguro, vivienda digna y educación que rompa las cadenas del oprobio. El gran desafío es como fortalecer las economías locales y no seguir a la deriva de la dictadura del mercado. Los pueblos nos han enseñado, que los seres humanos somos parte de la naturaleza y que la tierra no nos pertenece para explotarla a nuestro antojo, que  más bien nosotros somos sus hijos, que ella es nuestra madre generosa pero en cualquier momento puede revelarse y enviarnos un virus devastador, como el que hoy nos tiene en vilo.

Fuente e imagen: http://www.tlachinollan.org/opinion-quedate-en-casa-y-con-que-ojos/

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Retos de la educación frente al virus y al internet

Por: Miguel Erasmo Zaldívar Carrillo

La pandemia está abriendo aristas de análisis que se mantenían, por la costumbre y la pereza mental, algo ocultas al pensador común y el crítico. Muchos ya se alarman por el enorme poder que van adquiriendo estos canales para entrar en el proceso de subjetivación del hombre pos-neoliberal, si es que se me acepta el término.

Coincido en que es preocupante que empresas privadas se afilen los dientes para hacerse de un mercado especial para el momento: cultiva tu cultura sin exponerte al virus; títulos a domicilio. Es claro que esto será fundamental para épocas de pandemias, de guerras, de toques de queda; pues pase lo que pase las calificaciones y entrega de títulos no se detendrán y la ganancia en hegemonía y en dinero estará garantizada.

En lo personal creo que estamos asistiendo a reacciones atrasadas de un proceso de dominación que se expande ya por varias décadas; esto es solo la punta del iceberg. El control de la mente humana por el sistema imperialista de dominación y por la cultura que se encarga de socializar, ha sido denunciado desde la primera mitad del pasado siglo. Los textos nacidos de la escuela de Frankfurt son un buen ejemplo de ello. Sin embargo, este no es el problema más serio, hay una pregunta que por mucho que se haga se queda sin propuesta concreta ¿Qué hicieron los sistemas escolares frente a estas contundentes críticas que se hacían a la televisión? ¿Es que acaso se prepararon las escuelas para desarticular la mediación que, cada vez con más fuerza, ejercían las televisoras sobre la manera de ver y comprender la realidad histórica por el gran público? La respuesta puede parecer dura, pero es un no rotundo, no se prepararon y hoy estamos recogiendo los frutos.

En el plano más concreto la escuela no propuso a través de sus sistemas curriculares criterios estéticos para que los alumnos descubriesen las manipulaciones y mediocridades de los productos audiovisuales que consumían. La escuela estaba en su mundo y la televisión ganándose los espacios de preferencia para el tiempo libre de los alumnos. Hoy, luego de muchos años de entretenimiento ya no se trata de que a la población les guste leer o pensar; es que, como norma,  lo que les gusta, disfrutan y llena su tiempo no es otra cosa que la farándula. La familia que hoy en día tenga un hijo que busque la lectura espontáneamente puede darse con una piedra en el pecho porque se reconoce que esto ya no es más lo común.

Y regreso a mi tema. Lo peligroso no es tanto que consuman el producto audiovisual, sino que carecen de los mínimos criterios para hacerse una idea objetiva de lo que consumen. A tal punto que pueden salir de una película como Batman exclamando: ¡viste que buena estuvo la película!

Este no es tema de discusión común entre los educadores ni siquiera en estos momentos: en algunos casos disputamos el derecho a que en la escuela exista conectividad, buenas computadoras y salas de cómputo. Exigen que los alumnos tengan acceso a estas novedosas tecnologías. Pero lo que no se discute es qué haremos pedagógicamente para que estas herramientas no continúen siendo armas de la alienación masiva. En su tiempo no lo discutimos con la televisión y, ahora, no lo estamos haciendo con el internet.

Tanto la televisión como las novedosas tecnologías se convirtieron inmediatamente en conductos para la venta de una vida ilusionada, alimentada en la lógica de un sistema profundamente alienador. Podemos decir que en este momento histórico en que vivimos acosados por una pandemia, fundamentalmente virtual, no somos capaces de ver la enorme posibilidad que se nos abre porque vemos las cosas como ellos desean que lo hagamos. No puede negarse que ya se capitalizó la información por el sistema y nos la sirven a goteros y con el sabor, color y olor que ellos deciden.

El capitalismo aprende rápido y ya está sacándole ganancia a la situación en la que vivimos. Las ventas de Walmart se dispararon con la pandemia. Ya no discutiremos más la mediocre reforma educativa de Peña que no termina de morir, ahora debemos estar alineados en los temas que nos dictan. El capital marcha delante de la izquierda, subsumiendo la crisis y regurgitando sus propias soluciones.

¿Por qué los sistemas educativos nunca discutieron los fundamentos éticos de la televisión y su impacto en la transformación curricular? ¿Por qué, si reconocimos que la televisión es nefasta, no nos dimos a la tarea de incluir en los currículos materias que se ocuparan de contrarrestar su efecto? La respuesta es clara: porque el capitalismo no lo permitía. Mejor nos entretenía con teorías del aprendizaje significativo y por descubrimiento que, como se sabe, ningún daño le proporcionaba a su hegemonía cultural.

Solo los que estudiaban filosofía o historia del arte, entre otras carreras, llegaban a tener criterios objetivos de crítica hacia los productos audiovisuales, que la mayoría alejada de la crítica consumía. ¿Por qué no tuvimos en la secundaria y el bachillerato una materia que se denominase: “Análisis crítico del producto audiovisual”?

Hago estas interrogantes porque hoy, que estamos viendo el enorme poder de manipulación de las redes, tampoco estamos haciéndonos estas preguntas.  En las escuelas se trabajan ciertos programas, como el PowerPoint, como si ello fuese una gran herramienta de las tecnologías; cuando en realidad, entre otros efectos negativos, este programa produce masas de tontos que leen y comentan trozos de textos bajados de internet y combinados con figuritas que se mueven, sin comprender ni teorías, ni autores, ni el tema que exponen. Excel, por ejemplo, ya no autoriza comprender lo que es la desviación estándar porque la mente dejó de seguir la ruta analítica del número y se conformó con introducir datos y dar un clic.

Por todo esto, digo que el problema serio de la relación entre coronavirus, internet y educación, ya lo teníamos solo que, tal vez, no lo vimos. El reto pedagógico no es adaptarse a una nueva manera de desarrollar el proceso educativo, ni siquiera aceptar el reto de humanizar las redes, sino que necesitamos con urgencia procesos de análisis y educación, encaminados a darles los criterios de crítica y análisis a los jóvenes para que puedan estar solos con las redes debatiendo su sentido humano y culturalizador.

La televisión y las redes no tienen el poder de hacer con los humanos nada que no sea autorizado por ellos.  No se trata tanto de lo que las redes pueden hacer, sino de lo que nosotros, como educadores, podemos. Pero resulta que el currículo tradicional que tenemos no nos permite actuar más allá de la instrumentalidad informática; ni contra la vieja televisión, ni contra la nueva tecnología podemos revelarnos, porque se asume que esto es cosa de especialistas y está fuera de los contenidos.

Y este es el tema esencial: la escuela nunca se especializo en la tarea de descolonizar a los jóvenes. Sin entender las herramientas de la dominación semiótica no podremos emanciparnos culturalmente. Es por ello que pedagógicamente la emancipación se quedó en el sueño incumplido de los filósofos y no llegó a aterrizar ni en el contenido, ni en las formas de organización, ni en los métodos y mucho menos en los objetivos de los sistemas de educación. Todo ello generó que el carácter del hombre moderno fuera el consumismo, la competitividad y la meritocracia.

La televisión y las redes alienan, pero entendamos que usted, persona adulta, ya puede decidir. Sé que es discutible, pero en algo coincido son esta frase de Sartre “estamos condenados a la libertad” porque a cierta edad decidimos. Al menos entendamos que si usted, persona adulta, no habla con sus hijos, está alejado de su familia e incomunicado con sus propias emociones se debe al tipo de persona y de padre en que usted se ha convertido. Y aunque usted ha sido educado en una época y por una familia entenderá que: según Sartre: “El hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”. El educador debe ser educado nos decía el viejo topo. Lo que los medios de comunicación nos están haciendo es evitable si nosotros nos organizamos como educadores para contrarrestar.

En este punto todos los educadores debemos hacer algo con lo que han hecho con nosotros. Debemos hacer algo con nuestros hábitos, gustos, deseos y preferencias. Y, claro, también con nuestro tiempo libre.

Reconozcamos que no contamos con las materias escolares que nos permitan preparar a una inmensa masa de estudiantes para criticar la basura chatarra que les venden por las redes. Debemos trabajar urgentemente para incluir en los diseños curriculares contenidos que permitan a las nuevas generaciones luchar contra el capitalismo cultural también en el espacio de la red de redes. Este es un muy buen momento para ello. Estamos en casa, usemos el tiempo en producir para liberar.

Ya sabemos que ni la televisión ni las redes están incluidas como contenidos de análisis en los currículos. No se las analiza y critica en su impacto gnoseológico, axiológico ni práctico. Hasta donde conozco, y sé que solo soy un humano; ni Hollywood ni Disney fueron confrontados por el currículo escolar. Son los peores enemigos del proceso de aprendizaje y formación de valores y los hemos dejado solos en al campo de batalla cultural para que se adueñen del tiempo de vida, las ilusiones, los gustos y los hábitos de nuestros niños y jóvenes.

No creo que esta pandemia haga que la escuela mejore si no nos metemos, sin temor, a debatir, los serios retos que enfrentamos como educadores de una generación que está llamada a salvar al planeta de la extinción definitiva. Pero la pandemia sí nos ha creado un momento especial: ya nos expulsó de las aulas; hagamos que nos expulse de nuestros hábitus.

Fuente: El autor escribe para OVE

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Día X de cuarentena…

Por: Abelardo Carro Nava

De repente, cual fotografías de esas instantáneas, vienen a mi mente varios recuerdos de mi infancia. Mis padres, fieles a las enseñanzas de sus padres, seguían a pie juntillas su ejemplo. No había otra forma de ser “alguien” en la vida. Finalmente, quienes nacimos en condiciones económicas limitadas, teníamos claro que el trabajo dignifica al hombre, y vaya que hay razón en ello.

Levantarse, desde pequeño, muy temprano para acompañar a mi padre y hermanos al campo, a la “pizca” o “trasiego”, era de lo más divertido. ¿Cómo podría ser pesado o aburrido si desde niño era el mundo que habíamos conocido?, ¿cómo negarse, si de tal actividad, obteníamos algún dinero para que mis padres solventaran otros gastos?, ¿cómo no ser parte de algo que, a decir de tus padres, era para el bienestar de la familia?

Pasadas algunas horas de labriego llegaba el desayuno. Ese menú exquisito que se conformaba por abundantes “gorditas” cocidas en comal de barro, con masa de maíz antes cosechado, harta salsa y solo unas cuantas pizcas de queso; y un atole, sí, un atole también de masa cuyo color y consistencia guardo en mis adentros.

El trabajo no menguaba. Las horas pasaban y el calor atosigaba. Sí, esa era la hora en que debíamos volver a casa. ¿Un baño? Ni pensarlo, primero debíamos realizar las tareas asignadas: barrer el patio, escombrar los cuartos, acomodar la leña, limpiar el pequeño establo, en fin, siempre había algo que hacer y rehacer para ayudar en los deberes domésticos. ¿Y luego? Las pequeñas tareas escolares que mis padres nos encomendaban: leer un cuento, resolver problemas matemáticos, repasar lo que en el ciclo escolar habíamos trabajado. ¿Y los juegos? ¡Claro que había espacio para los juegos! Sí, esos momentos que, después de la comida, se propiciaban con los demás niños de la cuadra, una “cascarita” le llamaban. Yo, desde luego, era el portero y, por ser el más pequeño, siempre era el que me “brincaba” a las casas de los vecinos cuando la pelota se nos volaba.

El tiempo pasaba y la cena llegaba, pero antes un baño, sí, un baño que verdaderamente disfrutaba. El correr del agua calientita sobre mi cuerpo, ha sido de las experiencias más extraordinarias que aún conservo.

Sentados en la mesa, mi padre tocaba su guitarra y “La Malagueña” cantaba. No sé si esa canción era la única que se sabía, pero recuerdo claramente cómo siempre se entonaba. La noche llegaba. Unas cuantas horas de descanso y de nuevo la jornada.

No, no eran vacaciones como las que hoy conocemos. La televisión era un lujo que no podíamos darnos en esos momentos. El dinero no alcanzaba para comprar un producto de esa naturaleza. Sin embargo, leer una novela, nos llevaba a mundos insospechados.

Aún recuerdo a María, sí, aquel texto de Jorge Isaacs que me tuvo al borde de las lágrimas. Su muerte, fue uno de esos hechos incompresibles que, desde luego, mi padre con sus sabias palabras, me explicaba. O bien, ese mundo de aventuras y misterios que, con Julio Verne y su Viaje al Centro de la Tierra, viví intensamente. No, no eran las vacaciones como las que ahora conocemos y, mucho menos, los juegos que ahora vemos. Hacer un paracaídas con una bolsa de plástico a la que se le ataban unos estambres en un extremo y del otro, las manos de un luchador, también de plástico, era todo un suceso. Esas competencias con los vecinos para ver cuál “volaba” más alto eran interminables; las apuestas siempre giraban en torno a nuestro gran tesoro: un dulce o un chicle que, como parece obvio, gané una y otra vez, para envidia de todos.

De vuelta a la realidad, de un tiempo a la fecha me he preguntado ¿qué tanto, como sociedad, hemos cambiado para pensar que un televisor es un gran aliado en contra del aburrimiento y el desasosiego?, ¿por qué las tabletas y los videojuegos han sustituido esas “cascaritas” tan amenas que sosteníamos con nuestros amigos?, ¿qué hemos hecho, como sociedad y gobierno, para que todo sea tan diferente pero, lastimosamente, igual que antes? Sí, tal vez se deba a un problema de clases sociales, y a lo que alguna vez algún profesor de la universidad definió como capitalismo. Sí, esa forma de vida que, por más que se diga lo contrario, genera grandes desigualdades sociales por el libre mercado.

Tengo claro que los tiempos ya no son los mismos de aquella, mi infancia, y que las condiciones económicas han acelerado nuestro ritmo de vida; desde luego, hay quienes vamos al día, viviendo y sobreviviendo con lo que hacemos y con lo que tenemos. Por ello comprendo, que las responsabilidades que tenemos en casa, las hemos sustituido con ciertos artefactos tecnológicos que derivan en la poca atención que, de alguna u otra manera, brindamos a nuestros seres queridos.

Tal vez sea momento, mientras vivimos esta pandemia generada por algo que los científicos han llamado coronavirus, de reflexionar sobre lo que hemos hecho y cómo lo hemos hecho o estamos haciendo. Bien se dice que la educación comienza en casa y, desde luego, coincido en ello.

Asignar pequeñas tareas a nuestros hijos logrando que comprendan el porqué de éstas, no es algo de otro mundo. Sé muy bien, porque me pasa lo mismo, que a veces cinco minutos significa destinar un tiempo que no teníamos contemplado porque nuestras actividades, sobre todo, laborales o domésticas, nos meten en un trajín de eventos sin sentido porque, inevitablemente, el sustento es lo primero; sin embargo, desde mi perspectiva, esos cinco minutos pueden ser tan valiosos en las personas como su vida misma. Muchas veces me han preguntado cómo podemos fomentar los valores universales en los nuestros. Mi respuesta ha sido inequívoca: comunicarnos, escucharnos, respetarnos, amarnos, etcétera; son, desde luego, pequeñas acciones que pueden generar ambientes favorables que propicien un sentido de corresponsabilidad y conciencia en los que hacemos y cómo lo hacemos.

No lo olvidemos pues, que los mexicanos, sin distingo de género, somos “luchones”, y es precisamente esa fuerza y ese carácter, lo que puede llevarnos a trabajar para ser mejores seres humanos. Hombres y mujeres empáticos…

Si la educación comienza en casa, y ustedes coinciden en ello, es un buen momento para seguir trabajando en ello. Así, con pequeñas acciones que, seguro estoy, más adelante tendrán grandes resultados colectivos, mimos que nacerán en la individualidad de los individuos.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/dia-x-de-cuarentena/

Imagen: https://pixabay.com/illustrations/tv-man-sofa-tv-room-apartment-1529259/

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La Confederación Intersindical en defensa de los Servicios Públicos

Por: Tercera Información

  • La Confederación Intersindical exige que la experiencia del COVID-19 sirva para blindar unos servicios públicos gratuitos, universales y 100% públicos.
  • Exige la protección de todo el personal de la Administración Pública que está en primera línea de lucha contra el COVID-19: sanidad, dependencia, mayores y limpieza.

Comunicado

La Confederación Intersindical se muestra firme en lo que debe ser una lucha común para todo el Estado, la defensa de unos Servicios Públicos gratuitos, universales y 100% públicos.

La Confederación Intersindical reclama, no solo que se recupere todo lo arrebatado durante esta última década, especialmente la recuperación de las 35 horas semanales que supone la contratación de miles de personas, sino que exige ir más allá y ampliar el sector público hasta equipararnos, al menos, a los niveles escandinavos. Queremos recordar que llevamos más de una década denunciando la merma en los servicios públicos, la falta de recursos humanos y materiales, la necesaria renovación de centros públicos obsoletos y la privatización de servicios esenciales. Con esta crisis sanitaria y social se demuestra que nuestro compromiso siempre ha sido y será la defensa del estado del bienestar que llegue a toda la ciudadanía en igualdad y equidad.

Las organizaciones ecologistas y la comunidad científica vienen advirtiendo desde hace años que una epidemia de estas dimensiones podía darse y convertirse en algo recurrente de manera cíclica. La realidad del cambio climático y de una economía capitalista globalizada que tiene como último objetivo la obtención de beneficio a costa de esquilmar el medio natural y la vida de las personas y los derechos de trabajadoras y trabajadores, nos sitúa en un escenario en el que el modelo económico en el que vivimos es insostenible y peligroso para la propia supervivencia de la especie y del planeta.

Exigimos, por tanto, la nacionalización de los sectores estratégicos de la economía, la gestión pública directa de los servicios públicos y todos los trabajos relacionados con los mismos, desde limpieza hasta gestión de residuos, pasando por la gestión de aguas, comedores, atención a mayores y personas dependientes… Exigimos que el sector privado se ponga al servicio del sector público de manera inmediata y permanente para desarrollar una economía puesta realmente al servicio del interés de la mayoría social trabajadora y no de minorías privilegiadas.

La Confederación Intersindical exige, de manera inmediata, que todos los equipos de trabajo que son primera línea contra el COVID-19 estén protegidos. Es urgente que todas las personas cuenten con el material necesario para protegerse, garantizar espacios de trabajo seguros que impidan el contagio y, por supuesto, el respeto por sus derechos laborales, el derecho a la salud laboral y el de conciliación con la vida familiar.

La Confederación Intersindical es consciente del enorme esfuerzo que estamos haciendo, por parte de toda la sociedad, pero recuerda que algunas de las personas que están haciendo frente al COVID-19 pertenecen a sectores enormemente castigados por las medidas neoliberales y se enfrentan con falta de personal y material al virus, estando al cuidado de un sector de riesgo, como son las personas mayores y dependientes.

Exigimos el necesario aumento de las plantillas de manera inmediata y permanente, su adecuada protección y la garantía de que su trabajo se realizará en espacios seguros con rigurosa atención al derecho de trabajadoras y trabajadores.

La Confederación Intersindical quiere recordar también, que precisamente quienes están más expuestas al contagio son sectores feminizados, especialmente castigados por los recortes y por la falta de seguridad laboral y económica. Sanidad, limpieza, cuidado de mayores y dependientes, supermercados… Trabajos feminizados que, en muchos casos se encuentran externalizados y con unos salarios bajos, en comparación con trabajos de la misma categoría pero con mayor presencia masculina (hablamos de brecha salarial).

La Confederación Intersindical exige recuperar la gestión directa por las diferentes administraciones públicas, las medidas necesarias para garantizar que el trabajo realizado se haga de forma segura y que se tomen todas las medidas necesarias para garantizar la conciliación de la vida laboral y familiar, porque por desgracia, siguen siendo las mujeres quienes se encargan de los cuidados también en sus casas.

Exigimos el reconocimiento a nivel estatal del artículo 189 de la OIT sobre trabajo doméstico, para equiparar de una vez por todas este trabajo central con el resto de trabajos. Exigimos una especial atención para quienes están desempeñando labores de cuidado en la economía informal, un sector especialmente vulnerable que, además, forma parte de la red global de cuidados, que permite que los hogares de este país y sus miembros más vulnerables sean cuidados por mujeres migradas, en muchos casos sin papeles y sin ningún tipo de seguridad ni protección legal.

La Confederación Intersindical quiere hacer una llamamiento a toda la sociedad para que reflexionemos cómo esta crisis se está gestionando en nuestras casas, cómo la diferencia de renta hace que se pase mejor o peor esta cuarentena en función del dinero que tengas, de la casa que tengas, de si hay libros, acceso a internet, espacios de ocio, balcones o terrazas, o ventanas que den a un patio interior. No se puede trabajar y cuidar al mismo tiempo. Qué sociedad es esta que hemos construido que permite que haya personas ancianas solas y aisladas, con muy pocos recursos algunas de ellas, otra vez principalmente mujeres. Cómo se puede trabajar y al mismo tiempo atender a hijas e hijos sin una red de cuidados.

La Confederación Intersindical exige que los cuidados se pongan en el centro, que la vida se convierta en lo prioritario, que tengamos, de una vez, una economía para el planeta y para las personas. Exige que la salida de esta crisis fortalezca el Estado del Bienestar que tan necesario se está demostrando en estos días.

Defiende lo público. Defiende lo de todxs!

Fuente e Imagen: https://www.tercerainformacion.es/articulo/actualidad/2020/03/31/la-confederacion-intersindical-en-defensa-de-los-servicios-publicos

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Coronavirus. ¿Enemigo? ¿Guerra?

Por: Miguel Andrés Brenner

En estos días me pregunto: ¿por qué al coronavirus-pandemia se lo denomina “enemigo”? Enemigos son los humanos destruidos por otros seres humanos, en cualquier aspecto de la vida.

Así, Caín es enemigo de Abel.

Así, los EE.UU. entablan una GUERRA comercial contra China, enemiga.

Entonces, podríamos preguntarnos si en la milenaria China es una costumbre comer, por ejemplo, murciélagos: ¿por qué se originó el COVID-19 justo ahora, en el plexo de esta “guerra”? No tengo información fehaciente como para dar respuesta al interrogante planteado.

Recordemos que los EE.UU. desarrollaron armas biológicas contra Vietnam durante la década del sesenta del siglo veinte, que mataba flora, fauna y vidas humanas.

Elisabeth Badinter, en su libro “¿Existe el amor maternal?”, nos mostraba que en ciertas ciudades de la Europa occidental durante los siglos XVII y XVIII, cuando no se conocía el aborto, se descuidaban a los niños pequeños hasta matarlos o desfigurarlos. También, Jean Fourastié, en su libro “La moral prospectiva”, nos mostraba que en esos siglos habían ciudades en Francia donde de cada cien niños nacidos no llegaban al año de vida la mitad de ellos. Matar no significa producir vida como tampoco reproducirla. Cuando se mata, ¿hay enemigo? ¿Habían demasiados niños? ¿Eran como enemigos?

En Europa Occidental hay demasiados viejos. La natalidad es escasa porque perjudica tiempo para el placer del consumo al cuidar a tantos críos. Y por el avance de la medicina, la población vieja crece. Y los Estados o privatizan la salud y la paga quien puede, o gastan más en salud, con lo que se genera déficit fiscal. ¿No es acaso funcional matar a los viejos?

¿Puede ser un virus un enemigo o bien se está proyectando un modo de ser humano sobre un objeto no humano?

Emilio Durkheim, con quien no comparto su concepción de sociedad, en su libro “Formas elementales de la vida religiosa”, nos muestra algo muy interesante: el totemismo en las sociedades arcaicas tiene valor y valor sagrado, pues es la comunidad la que se proyecta sobre el tótem. O sea, en última instancia, lo sagrado en el tótem es la propia comunidad.

¿Qué se proyecta sobre el coronavirus-pandemia? ¿No será, acaso, aquello de lo humano que excluye, que oprime? ¿No será, acaso, la misma condición humana calificada como execrable?

Carlos Marx, en el primer capítulo de los llamados “Manuscritos económico-filosóficos de 1844”, ofrece la explicación más hermosa de lo que el ser humano significa: “vida que crea vida”.

¿No será que el capitalismo actual de base financiero/especulativo/parasitario, neoliberal y globalizado, colonizador y depredador, racista y patriarcal es quien mata y los excluidos/oprimidos serían sus enemigos, material de descarte?

https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-manana-byung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-que-piensa-desde-berlin.html?rel=lom&fbclid=IwAR2evwQ1f2DtDjk3BGXQ7uMGi3Ma-FQQGmCvRzVupFNxLM01lYszrgsxCM8

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¿QUÉ DEJA EL COVID-19?

Por: Franklin González

“Por suerte, y como la historia humana tantas veces ha demostrado, no hay cosa mala que no traiga consigo una cosa buena” (José Saramago, Ensayo sobre la ceguera)

 

El 11 de marzo la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2019) anunció al mundo que el Covid-19 se había convertido en una pandemia.

De inmediato se encendieron las alarmas y comenzaron las redes sociales a circular información de las más variopintas opiniones: religiosas, seculares o científicas.

Aparecieron visiones apocalípticas, incluso hablando de la amenaza de extinción de la especie humana, presentando al Covid-19 como el escatón, el fin del tiempo y del mundo.

Por su parte, los partidarios de las “teorías de la conspiración”, han afirmado que este virus se incubó en los más oscuros laboratorios de guerra biológica, desarrollado en Estados Unidos, que está provocando experimentación y muertes por doquier, especialmente en países que erigen, como desiderátum de la historia, el modelo consumista capitalista.

Pero también hay quienes miran la conspiración por chino. El secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, sostiene que todo fue planificado por el partido comunista chino para darle “jaque mate” a la hegemonía estadounidense.

Por supuesto, ante cualquier acontecimiento de estas magnitudes, resurgen los fundamentalismos y salvacionismos religiosos, predicando que nos encontramos en era de la anarquía y del mal, por cuanto se han incumplido los mandatos de Dios en la tierra y por tanto, nos dirigimos a la destrucción de la especie humana como castigo divino.

Ahora, lo real y concreto, es que las respuestas por parte de los gobiernos ante esta pandemia no son unificadas. Mientras unos ayudan a sus propios pueblos y socorren a otros, practicando el verdadero humanismo (China, Rusia y Cuba), otros, hablan de salvar ante todo la economía y sus pueblos se baten entre la vida y la muerte.

¿Y después qué?

Se habla de que después no seremos iguales, no seremos los mismos. Saramago dice: “no hay cosa mala que no traiga cosas buenas”.

Una verdad verdadera es que las pandemias, tengan el color que tengan, constituyen,  “enemigos invisibles”, amenazas para todos los continentes, todos los países y todas las clases sociales. “Este virus es democrático. No distingue entre pobres y ricos o entre estadista y ciudadano común” (Dixit el viceministro de salud de Iran, Iray Harirchi, quien dijo positivo al virus)

El Covid- 19 puso en jaque el narcisismo y yoísmo. No le concierne sólo al otro. Nuestra campana de cristal se ha agrietado y por tanto, debemos estar conteste que no somos invulnerables. Sin embargo a hay quienes se resisten a creerlo.

Según información publicada en el diario cubano Juventud Rebelde, el 21/03/2020, unos cuantos ricos pensaron comprar trozos del planeta para salvarse de la pandemia, “aferrados a sus millones y a esa frase tan común en ellos de que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. No es cuento: existe la enajenación egoísta de los poderosos.

El Covid-19 está confirmando que no es la humanidad entera el verdadero virus destructor de la naturaleza. Hay unos más responsables que otros en esa forma depredadora y en los excesos de la civilización contemporánea, aunque la visión de la aporafobia intenta responsabilizar de esa tragedia en mayor medida a los pobres.

El Covid-19 ha puesto al desnudo las tesis neomalthusianas, expresadas hoy en la gerontofobia, esto es, el rechazo irracional hacia la gente de tercera o cuarta edad. Para los neoliberales lo importante es reducir el gasto social en aras del crecimiento de la economía. Sus frases son elocuentes: hay “demasiados viejos y debemos eliminarlos” (Dixit Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo) o: “los abuelos deberían sacrificarse y dejarse morir para salvar la economía” (Dixit Dan Patrick, vicegobernador de Texas,

Después del Covid-19 debería extinguirse la “alterfobia”, puesta de manifiesto en esta frase: “es un virus chino” (Dixit Donald Trump).

En pleno desarrollo del Antropoceno están brotando manifestaciones del Necroceno. Tres casos. Uno, lo ocurrido en la Amazonía, en agosto del año 2019 donde centenares de hectáreas de selva tropical se incendiaron; dos, a principios de este año, los impresionantes incendios forestales, imágenes de gente huyendo por caminos polvorientos, columnas de humo que se veían desde el espacio, koalas rescatados en el último minuto en Australia y tres, el Covid-19, que ha puesto a la humanidad entera a discutir cuál es la distancia entre la vida y la muerte.

El filósofo esloveno, Slavoj Zizek, dice que el Covid-19 generará un virus ideológico, que significará “el pensar en una sociedad alternativa, una sociedad más allá del estado-nación, una sociedad que se actualiza a sí misma en las formas de solidaridad y cooperación global”

Mientras otro filósofo, el surcoreano Byung Chul-Han, dirá: “Confiemos en que tras el virus venga una revolución humana. Somos NOSOTROS, PERSONAS dotadas de RAZÓN, quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo destructivo, y también nuestra ilimitada y destructiva movilidad, para salvarnos a nosotros, para salvar el clima y nuestro bello planeta”.

Por su propia lógica, el capitalismo corroe, mata, de allí que, ojalá después de lo malo -el Covid-19-, venga lo bueno, y surja otro sistema económico, político, social y cultural que respete la naturaleza, acabe con la aporofobia, la alterfobia y gerontofobia, y en este último caso se entienda que los “viejitos”, no son una carga a desechar, sino un reservorio de experiencias y sabiduría inestimables.

Fuente: El autor escribe para el Portal Otras Voces en Educación

 

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