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Estados Unidos: la verdad detrás de las deudas estudiantiles

Redacción: News Week Español

Solicitar préstamos para continuar los estudios es absolutamente innecesario. Aquí te explicamos por qué.

La realidad es evidente: unos 45 millones de estadounidenses tienen una impresionante deuda estudiantil que asciende a 1.6 billones de dólares. Hablamos de uno de cada cuatro adultos, casi el doble de quienes recibieron préstamos universitarios hace 15 años. La cifra de millennials es de uno de cada tres, y muchos adultos jóvenes argumentan que la deuda les impide comprar casa, casarse, procrear una familia o mudarse del sótano de sus padres.

En esos 15 años, la cantidad promedio de un préstamo para pregrado [licenciatura] se ha disparado 60 por ciento, y lo mismo ha sucedido con el impago. Más de la cuarta parte de los estudiantes no puede seguir solventando la deuda 12 meses después de recibir el préstamo mientras que, hace unos pocos años, esa proporción era de apenas 18 por ciento. Es más, se espera que el porcentaje alcance 40 por ciento en 2023. El incumplimiento de deuda se acompaña de muchos problemas: arruina la calificación crediticia; aniquila toda posibilidad de obtener otros préstamos, y rentar o comprar apartamento; y algunos lugares incluso revocan las licencias profesionales.

 

Los préstamos nuevos, sobre todo para estudiantes de licenciatura, han registrado una caída anual en los últimos siete años. Foto: Eduardo Muñoz Álvarez/Getty

 

Por ello, no sorprende que mucha gente hable de “crisis” al describir la deuda estudiantil de estos tiempos. Y tampoco que los préstamos universitarios y el sufrimiento que causan se hayan convertido en temas candentes de la campaña presidencial estadounidense de 2020. Casi todos los candidatos recurren a hipérboles y hacen propuestas para aliviar la deuda, desde mesuradas (Kamala Harris, Beto O’Rourke) hasta drásticas (Bernie Sanders, Elizabeth Warren).

Muchos expertos señalan que, si bien es innegable que algunos deudores estudiantiles enfrentan graves dificultades, es un error afirmar que todo el sistema se ha averiado. Además, esa narrativa catastrófica ensombrece aspectos clave de los empréstitos. Por ejemplo, que son contadas las deudas que exceden 100,000 dólares, y que los estudiantes con las deudas más pequeñas tienden a ser los que más padecen.

“Hablar de crisis falsea la situación”, asegura Sandy Baum, del Centro para Datos y Políticas Educativas en Urban Institute. “No todos los deudores han arruinado sus vidas. La verdad es que el acceso a empréstitos escolares aumenta las oportunidades educativas de muchas personas. Para muchos, es una inversión bien redituada. Y también es cierto que algunos enfrentan problemas graves debido a los préstamos”.

“No es una situación monolítica”, agrega Baum.

Ceremonia de graduación de Stanford, en junio pasado. Foto: Liu Guanguan/China News Service/VCG/Getty

New America, grupo de expertos de Washington, D. C., está por publicar una encuesta que demuestra cuánto se ha generalizado este error de percepción. La abrumadora mayoría de los participantes opinó que los préstamos estudiantiles eran la principal fuente de deuda de los consumidores estadounidenses (de hecho, son las hipotecas, y por mucho) y exageró drásticamente las sumas que reciben los estudiantes, así como el porcentaje de individuos que han incumplido sus empréstitos.

“Temo que los estudiantes estén recibiendo el mensaje de que los préstamos son malos y de que jamás deben pedir un centavo de ayuda para la educación superior”, señala Rachel Fishman, subdirectora de investigaciones en el programa de políticas educativas de New America. “Y dados los costos de la universidad, semejante postura es absurda para buena parte de las familias”.

Hay seis aspectos clave de la deuda estudiantil estadounidense que suelen pasar inadvertidos y que, no obstante, son críticos para informar el debate nacional sobre la reforma del sistema.

AUNQUE NO LO CREA: LOS EMPRÉSTITOS SE HAN REDUCIDO DURANTE SIETE AÑOS CONSECUTIVOS.

La cifra que se cita más comúnmente es 1.6 billones de dólares, y contempla el total de la deuda pendiente para educación superior, la cual ha crecido de manera exponencial desde 2006, cuando sumaba escasos 480,000 millones de dólares. Esto indica que los empréstitos estudiantiles exceden con mucho la deuda crediticia de Estados Unidos y los préstamos para autos, mientras que ocupan el segundo sitio respecto de las hipotecas y las segundas hipotecas sobre la vivienda, que, en conjunto, representan 9.7 billones de dólares: la mayor fuente de deuda del consumidor estadounidense.

Cierto, 1.6 billones de dólares es una cantidad preocupante. Pero esconde una tendencia opuesta igual de importante y que muchas personas desconocen: en los últimos años, los universitarios han pedido menos y no más préstamos. De hecho, los empréstitos nuevos (y lo importante aquí es el adjetivo “nuevos”) han caído anualmente a lo largo de los últimos siete años.

Las cifras cuentan una historia: según la organización College Board, el año pasado los préstamos federales para pregrado cayeron a 4,510 dólares por estudiante, respecto de los 5,830 dólares del ciclo escolar 2010-2011. Y los empréstitos anuales para familias y alumnos de todas las instituciones de educación superior también se desplomaron: de un máximo de 127.7 mil millones de dólares en 2010-2011 a 105.5 mil millones el año pasado.

¿A qué se debe esta caída? Para empezar, menos personas están ingresando en universidades y escuelas de posgrado, por lo que no solicitan préstamos. La educación superior suele aumentar en épocas de recesión —cuando la gente no encuentra empleo— y disminuye cuando la economía se recupera. Baum afirma que este patrón se observó después de la crisis financiera de 2008. Asimismo, cuando mejora el clima económico, los progenitores tienen más capacidad para costear una universidad, y esto contribuye a que los estudiantes dependientes se abstengan de solicitar préstamos. En opinión de Baum, otro factor ha sido que, en los últimos años, se ha registrado una caída en la cantidad de escuelas privadas, las cuales requieren de más empréstitos.

Insignia que porta un estudiante durante una protesta en la Universidad del Sur de Maine. Foto: Shawn Patrick Ouellette/Portland Press Herald/Getty

Por su parte, la recuperación económica ha propiciado que estados y escuelas hagan más esfuerzos para refrenar costos y préstamos. A decir de The Institute for College Access & Success (TICAS), después de la última gran recesión, los gastos estatales en educación superior reflejaron un incremento promedio de 23 por ciento durante el periodo de cuatro años concluido en 2016. Además, TICAS halló que los estudiantes de pregrado de universidades públicas y privadas que cursan carreras de cuatro años tienen mayor probabilidad de obtener becas directamente en las escuelas, cuyos préstamos suelen ofrecer alrededor de 1,000 dólares adicionales.

Lo que no explican estos datos es si la caída de los empréstitos es parte de la respuesta a la creciente negatividad de la narrativa. Fishman ha observado un cambio de actitud en sus grupos de enfoque. “Hace unos años la gente decía: ‘El préstamo es un medio para alcanzar un fin, y lo necesito para ir a la universidad’”, explica. “Ahora la actitud es: ‘Haré todo lo posible para evitar un préstamo’”.

La caída de los préstamos estudiantiles parece contradecir todo lo que pueden haberle contado últimamente, pero no es así, porque se trata de dos medidas diferentes: deuda total vs. empréstitos nuevos. Lo que ha impulsado el crecimiento de la deuda estudiantil total es la acumulación de intereses en los préstamos más añejos, sobre todo porque más deudores están inscribiéndose en programas de repago basados en el ingreso. Esos esquemas, que se han expandido varias veces durante la última década, permiten que el deudor reduzca los montos mensuales prolongando el pago de su deuda a 20 o 25 años, en vez de los 10 años convencionales. No obstante, los intereses se acumulan e incrementan la cantidad adeudada. Casi la mitad de los empréstitos pagados en la actualidad están inscritos en algún programa basado en el ingreso, respecto del 27 por ciento registrado hace apenas cuatro años.

Otro elemento que ha contribuido al aumento de la deuda total es que familias y estudiantes de posgrado están pidiendo montos muy altos. Y aun cuando son muy pocas las personas que hacen esto, el impacto en el saldo de la deuda total es enorme.

MUY POCOS DEBEN 100,000 DÓLARES O MÁS

Si hablamos de cantidades absolutas, son raras las personas que tienen deudas de seis dígitos, a quienes Fishman describe como “unicornios en la tierra de los préstamos”. Si bien solo 6 por ciento de la deuda estudiantil consiste en saldos de 100,000 dólares o más, College Board enfatiza que, en términos de dólares, esas cuentas son enormes y equivalen a un tercio de la deuda total.

El club de los 100,000 dólares está integrado, sobre todo, por estudiantes de posgrado; y la membresía aumenta rápidamente. De los deudores que terminaron sus estudios universitarios y empezaron a pagar sus préstamos en 2014, 20 por ciento tenía deudas de más de 100,000 dólares, más del doble del 8 por ciento registrado en el año 2000, señala Adam Looney, economista del Instituto Brookings. Y según informa College Board, la mitad de los prestatarios con licenciatura (digamos, médicos, abogados, dentistas) deben 100,000 dólares o más, y 20 por ciento adeuda 200,000 dólares o más. Además, esas cantidades no incluyen los préstamos de pregrado.

La orgía de empréstitos inició hace una década, con el programa PLUS para préstamos de posgrado, el cual proporcionaba el costo total de los estudios —sin otra ayuda adicional— mediante una investigación crediticia muy superficial. Por su parte, el gobierno aumentó su préstamo de 18,500 dólares anuales a 20,500 dólares al año para los alumnos de pregrado de Stanford, y facilitó el proceso de préstamo para estudiantes de programas privados y en línea.

Muchos estudiantes que ya habían ingresado en el mercado laboral (el cual recompensa los títulos con salarios más altos) aprovecharon los nuevos programas de financiación para hacer un posgrado. Y esa inversión redituó en muchos casos. En 2014, los deudores con préstamos estudiantiles de 50,000 dólares o más (el empréstito de posgrado promedio) empezaron a ganar casi el doble que quienes habían recibido préstamos más bajos, y sus tasas de impago fueron más bajas.

Pero pronto comenzaron a aparecer las grietas. Cada vez más deudores de posgrado asistían a escuelas privadas, pese a que rara vez conducen a buenos empleos (en 2014, 17 por ciento estudió en instituciones privadas contra apenas 1 por ciento en 1990). Y con miras a reducir los pagos iniciales, una población estudiantil cada vez más numerosa empezó a optar por programas de repago basados en el ingreso (y los intereses siguieron acumulándose). El resultado: por primera vez en años, quienes recibieron grandes montos debían más que cuando se graduaron, a pesar de haber pagado sus préstamos durante varios años.

“Muchos de estos prestatarios están teniendo dificultades”, dice Looney. “No me inquietan tanto los médicos, los abogados ni los administradores de empresas, quienes podrán salir adelante. Lo que me preocupa son las personas que pidieron grandes préstamos para asistir a programas que no tenían valor para el mercado laboral”.

Otra tendencia preocupante: el reciente auge del empréstito familiar. Aun cuando hay menos de un millón de progenitores entre los 45 millones de deudores estudiantiles, las cantidades que solicitan tienden a ser muy elevadas. El año pasado, el empréstito familiar típico era de 16,452 dólares (incremento de 42 por ciento a lo largo de una década) y, encima, muchos padres piden préstamos durante cada año que un hijo o una hija pasa en la universidad; y a veces, para varios hijos. Así, según datos de Urban Institute, los préstamos familiares representan hoy 23 por ciento de los 1.6 billones de dólares en deuda estudiantil, incremento de 14 por ciento respecto de hace cinco años.

Pese a que las familias pudientes y de clase media son las más propensas a solicitar préstamos, una cantidad importante de hogares de bajos ingresos obtienen préstamos PLUS, incluidas 16 por ciento de las familias con ingresos inferiores a 20,000 dólares anuales. Las tasas de impago suelen ser bajas, pero este riesgo es mucho mayor para algunos grupos; en particular, las familias con hijos en escuelas privadas, como la Universidad Strayer, la Escuela Intercontinental Estadounidense o la Universidad Walden.

Y aunque no incumplan, estos préstamos son problemáticos para los progenitores que están por jubilarse, época en que el ingreso mengua y no pueden tener deudas. Urban Institute precisa que la cuarta parte de los padres con préstamos PLUS tienen 60 años o más, y casi la mitad percibe menos de 50,000 dólares anuales.

“Temo por los padres que quieren dar una oportunidad a sus hijos y no encuentran otra manera de hacerlo”, lamenta Baum, coautora del informe.

LA MAYORÍA DE LOS UNIVERSITARIOS DEBE MENOS DE LO QUE SE DICE

Hay una estadística que tiende a citarse casi tanto como la cifra de deuda total: después de cuatro años de universidad, los graduados salen de la escuela con una deuda de 30,000 dólares (exactamente 29,650 dólares, según TICAS). Y aun cuando esa cantidad ha permanecido casi sin cambios durante cinco años, equivale a más del doble del préstamo para licenciatura otorgado en 1996.

Pero hay un detalle: ese “promedio” está muy sesgado debido a los fuertes préstamos de una minoría estudiantil (casi siempre, individuos independientes y de más edad, quienes pueden solicitar préstamos más jugosos), y no refleja las circunstancias del universitario típico. De hecho, tres cuartas partes de los estudiantes de licenciaturas de cuatro años en universidades públicas, y dos tercios de sus homólogos en escuelas privadas, terminan con deudas de menos de 30,000 dólares. Por otra parte, la mitad de los prestatarios han pedido menos de 20,000 dólares y cuatro de cada diez recibieron menos de 10,000 dólares. Por último, tres de cada diez licenciados no tienen deuda alguna.

Es evidente que una deuda universitaria de cualquier tamaño es un lastre para un joven que apenas comienza. Sin embargo, hay otros factores que influyen tanto o más en la decisión de los millennials de abstenerse de cosas como comprar casa o iniciar una familia. Por ejemplo, la vivienda se ha vuelto muy costosa: el salario anual promedio no alcanza para que los residentes de 70 por ciento de los condados estadounidenses compren una vivienda de nivel medio. También consideremos el costo de la atención infantil: una encuesta reciente de Care.com halló que 70 por ciento de las familias paga más de 10 por ciento del ingreso en este rubro, y casi la mitad paga 15 por ciento o más de su ingreso.

Ahora bien, dado que un título universitario mejora las oportunidades de empleo y los salarios más altos, los préstamos para licenciatura son una inversión redituable para muchos, y les permite costear tanto la vivienda como la atención infantil. La licenciatura típica de cuatro años redunda en salarios 70 por ciento más elevados que un simple diploma de bachiller, mientras que los títulos avanzados se traducen en sueldos hasta 120 por ciento o más altos.

LOS DEUDORES PEQUEÑOS TIENEN MÁS PROBLEMAS

¿Qué sucede con los estudiantes que no terminan la universidad, los que piden préstamos y abandonan sus estudios antes de titularse? Esas personas terminan con empréstitos relativamente pequeños, pero sin los beneficios de una licenciatura. Y resulta que, más que el préstamo, esos beneficios son un factor crítico para los resultados.

Veamos esto: casi la mitad de los deudores que incumplen no obtuvieron un título universitario y, de ellos, dos terceras partes adeudan menos de 10,000 dólares, revela un análisis reciente de Ben Miller, vicepresidente de educación postsecundaria en el Centro para el Progreso Estadounidense, y agrega que casi 35 por ciento debe menos de 5,000 dólares. Asimismo, el Banco de la Reserva Federal de Nueva York afirma que quienes han incurrido en una deuda estudiantil superior a 100,000 dólares tienen 50 por ciento más probabilidades de incumplir que quienes obtuvieron un empréstito menor a 5,000 dólares.

“Desconocemos la causa precisa de las dificultades que enfrentan estos prestatarios [de pequeños montos] —escribió Miller—, pero una explicación podría ser que sus ingresos no son suficientes para permitir el pago de la deuda, lo que significa que cargamos con todos los gastos y ninguna de las recompensas de la educación universitaria”.

Evento de contratación para ciberseguridad en Long Beach, California. Foto: Brittany Murray/Medianews Group/Long Beach Press-Telegram/Getty

Hace tiempo que este problema ha pasado inadvertido, previene Judith Scott-Clayton, profesora asociada de economía y educación en Teachers College, Universidad de Columbia. “Se habla mucho de los estudiantes con deudas de más de 100,000 dólares y de la presión que [esos empréstitos] ejercen en su calidad de vida, y en su capacidad para adquirir una casa, tener hijos o hacer todo lo supone la adultez”, agrega. “No pretendo minimizar la dimensión del problema, pero si analizas la situación fríamente, verás que los prestatarios con menos deuda son los que sufren más, los que encaran las consecuencias y las implicaciones financieras más graves, y los que más ayuda necesitan”.

Reconocer esto supone repercusiones políticas muy serias, prosigue Scott-Clayton, quien ha comparecido ante el Senado en tres ocasiones como experta en investigaciones y políticas de ayuda financiera. La profesora añade: “Nuestra respuesta sería distinta si, en vez de pensar que el problema más urgente es la cantidad de estudiantes endeudados, abordamos este asunto desde la perspectiva de que más deudores puedan sobrellevar los pagos”.

Por otro lado, la tasa de impago de los estudiantes que asisten a escuelas privadas es mucho mayor que el promedio: TICA informa que 30 por ciento de los licenciados en instituciones con fines de lucro incumplieron sus préstamos 12 años después de iniciar sus estudios, contra 5 por ciento de los egresados de escuelas públicas o privadas no lucrativas. Otros grupos con un riesgo de incumplimiento superior al promedio incluyen a los estudiantes de hogares de bajos ingresos, los alumnos que son los primeros de su familia en asistir a la universidad, y los afroestadounidenses.

ESTUDIANTES Y FAMILIAS AFROESTADOUNIDENSES TIENEN MÁS DIFICULTADES

Si hay un grupo para el que la palabra “crisis” describe la experiencia de la deuda estudiantil, ese es el segmento de alumnos y familias afroestadounidenses. Los estudiantes negros tienen muchas más probabilidades de pedir préstamos (17 puntos más), obtienen préstamos más grandes (hasta el doble, en promedio), y su tasa de incumplimiento es más alta (38 por ciento incumple a los 12 años de haber iniciado los estudios, vs. 12 por ciento de los universitarios blancos).

Scott-Clayton —cuyas investigaciones recientes se han centrado en los alarmantes patrones de incumplimiento de deuda estudiantil—, comenta: “Lo más perturbador no es que existan estas disparidades, sino su magnitud”.

A diferencia de otros grupos, una licenciatura no evita que los deudores afroestadounidenses tengan dificultades. De hecho, un egresado negro tiene más probabilidades de incumplir su deuda que un blanco que abandonó los estudios.

Y el título tampoco les ayuda a saldar sus préstamos universitarios: a 12 años de iniciar sus estudios, el promedio de los graduados negros debe 114 por ciento de lo que había recibido originalmente —es decir, más que el préstamo original—, comparado con 47 por ciento en el caso de los estudiantes blancos y 79 por ciento para los latinos.

Al buscar una explicación para estas disparidades enormes —no solo entre blancos y negros, sino entre deudores negros y estudiantes de otro color—, Scott-Clayton identificó algunos factores bastante previsibles. No obstante, aun considerando aspectos como ingreso familiar, educación parental, cantidades recibidas, calificaciones, títulos, empleo y salario posuniversitario, encontró que persistía una disparidad de 11 puntos entre las tasas de impago de los deudores negros y blancos.

En una carta dirigida a las senadoras Elizabeth Warren y Kamala Harris (entre otros que pidieron información sobre la mejor manera de atacar las disparidades raciales en la deuda estudiantil), Scott-Clayton compartió sus hallazgos, resaltando la diferencia inexplicable de 11 puntos y señalando que los resultados tal vez no “captaban plenamente las diferencias en las circunstancias económicas posuniversitarias de los estudiantes, el respaldo familiar, ni la información o desigualdad de los servicios que reciben de sus instituciones y otros prestadores para hacer frente al repago”.

Agregó que otro factor es “un legado de sesgo y discriminación persistente y pernicioso, el cual podría explicar por qué los patrones observados en los negros no hispanos son distintivos de las personas de color o los estudiantes de bajos ingresos”.

Fishman concuerda: “Los estadounidenses creemos que la educación resuelve todos los problemas, y la triste verdad es que no es así”, asegura. “Las investigaciones demuestran que la educación superior tiene un impacto muy pequeño en la brecha racial de la riqueza porque intervienen otros factores, como la discriminación del mercado laboral y el racismo institucionalizado en nuestra economía”.

Aun cuando es difícil corregir siglos de racismo sistémico en unos pocos años, Scott-Clayton sugiere medidas prácticas que resultarían útiles mientras tanto. Entre ellas: simplificar y automatizar el programa de repago basado en el ingreso, a fin de que los deudores con más limitaciones financieras puedan aprovecharlo junto con el programa de condonación de deuda, actualmente en estudio y dirigido a quienes deben hasta 6,125 dólares en préstamos para licenciatura. Casi 40 por ciento de los deudores de este grupo, y hasta 70 por ciento de los prestatarios negros, incurren en incumplimientos a los 12 meses. Y Scott-Clayton agrega que esta alternativa es muy buena para esos deudores, ya que los costos serían relativamente reducidos.

LÁSTIMA, PORQUE NO ES FÁCIL CONDONAR PRÉSTAMOS

Casi todos los candidatos presidenciales demócratas han hecho alguna propuesta para reducir la deuda estudiantil, y hasta Donald Trump está a favor de modificar los esquemas de repago para que resulten menos complicados.

No obstante, nada ha despertado más interés público que las drásticas propuestas de los senadores Elizabeth Warren y Bernie Sanders, quienes pretenden borrar todos los montos de todos los deudores universitarios (Sanders) o bien, una porción muy grande de la deuda de todos, excepto los contribuyentes más acaudalados (Warren). Fishman comenta que la condonación de deuda es “una idea nueva y extremadamente atractiva”.

Pero si necesita pruebas de que eliminar la deuda estudiantil estadounidense es mucho más difícil de lo que reconocen los candidatos, basta recordar lo que ocurrió cuando Estados Unidos hizo un esfuerzo más limitado en ese sentido: el programa federal llamado Condonación de Préstamos por Servicio Público. Suscrito por el presidente George W. Bush en 2007, el programa prometía perdonar la deuda estudiantil de quienes prestaran una década de servicio en el gobierno o alguna organización no lucrativa.

El problema es que los primeros deudores fueron elegibles hace apenas 18 meses, y el programa ha rechazado a casi 99 por ciento de los 74,000 aspirantes registrados: una tasa de fracaso espectacular que desató burlas, manifestaciones de ira y una avalancha de demandas legales, incluida la de Federación Estadounidense de Maestros contra la secretaria de Educación, Betsy DeVos, acusándola de una mala gestión pasmosa.

Muchos expertos en educación superior celebran que los candidatos traten de ayudar a los deudores en dificultades, pero también plantean interrogantes sobre los costos, la eficacia y la equidad de sus propuestas.

“Para alguien como yo, que ha trabajado en este campo desde hace mucho, es emocionante y alentador saber que el problema está recibiendo atención”, dice Scott-Clayton. “Pero ahora que hemos sorteado el primer obstáculo importante, me pregunto si estarán dirigiendo toda esa atención de la manera más productiva”.

En vez de acciones amplias y costosas para aliviar a los deudores que pueden costar sus pagos cómodamente, y hacer poco o nada para evitar problemas futuros de deuda estudiantil, muchos observadores abogan por iniciativas más dirigidas. Hacen falta soluciones para los desafíos más graves, como las altas tasas de incumplimiento en las escuelas privadas y los programas de titulación; el hipercomplicado sistema para repago de préstamos; las insignificantes revisiones crediticias; y los altísimos empréstitos otorgados a los estudiantes de posgrado, sus progenitores y cuantos ofrecen cantidades muy superiores a sus medios.

Fuente: https://newsweekespanol.com/2019/08/estados-unidos-la-verdad-detras-deudas-estudiantiles/

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Libro (pdf): Superexplotación al trabajo en el siglo XXI

Reseña:

Este libro, coordinado por Felix y Juliana Guanais – ahora presentado como una edición en castellano de la compilación publicada en Brasil en 20181 – fue pensado con el propósito de consolidar una interlocución iniciada en 2013 entre profesores y grupos de investigación localizados en diversas universidades brasileñas y de otros países, en especial, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) de la Universidad Estadual de Campinas (UNICAMP) y de la Universidad Federal de la Integración Latinoamericana (UNILA).

El grupo de investigadores fue reunido por el renovado interés por la obra y el legado de Ruy Mauro Marini (1932-1997), intelectual y militante marxista que a lo largo de su vida se dedicó intensamente al estudio de América Latina.

Descarga aquí: superexplotacion-del-trabajo-en-el-siglo-21

 

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El “contrato social de la globalización”: ¿otra promesa sin mañana?

Por: Eduardo Camín

Tras un proceso de tres años de negociaciones intensivas y de diálogo, que congregó no sólo a gobiernos y a la sociedad civil sino también a millones de personas comunes de todo el mundo, los estados miembros de las Naciones Unidas acordaron por unanimidad (casi cuatro años atrás) lo que el Secretario General de la ONU describió como “la agenda de desarrollo más inclusiva que el mundo jamás haya visto”.

La Agenda 2030 adoptada en setiembre del 2015 por los líderes del mundo reunidos en una cumbre especial de las Naciones Unidas, abarca las tres dimensiones de la sostenibilidad: económica, social y medioambiental. Está constituida por 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que se basarán en los progresos alcanzados a través de los Objetivos del Desarrollo del Milenio (ODS). En un reciente informe presentado en Nueva York ante el Foro político de alto nivel de las Naciones Unidas (entre el 8 y el 19 de julio ), la OIT señaló que la mayoría de los países todavía tienen un largo camino que recorrer para lograr un trabajo decente e inclusivo para todos. En efecto, la OIT analizo el trabajo decente, como el elemento crucial para el desarrollo sostenible.

La importancia del trabajo decente para realizar el desarrollo sostenible está puesta de manifiesto en el Objetivo 8 cuya finalidad es “promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos”.

Según el informe «(Hora de actuar para conseguir el ODS 8: articular el trabajo decente, el crecimiento sostenido y la integridad medioambiental», en muchos lugares del mundo, el avance hacia la consecución del Objetivos del Desarrollo Sostenible 8 (ODS 8) está ralentizándose. Se estima que más de 600 millones de nuevos empleos deberán ser creados de aquí a 2030, sólo para seguir el ritmo de crecimiento de la población mundial en edad de trabajar. Esto representa alrededor de 40 millones de empleos al año. Sin olvidar la necesidad de mejorar las condiciones de los 780 millones de hombres y mujeres que trabajan, pero no ganan lo suficiente para superar ellos y sus familias el umbral de la pobreza de 2 dólares al día.

“Esto significa que no avanzar hacia la consecución del ODS 8 estaría impidiendo el avance hacia la consecución de otros Objetivos, como los de erradicar la pobreza, reducir las desigualdades, promover la paz y lograr la igualdad de género”, dijo Damian Grimshaw, Director del Departamento de Investigaciones de la OIT.

Por su parte Guy Ryder Director de la OIT añadió: ¿en qué medida fomentamos ese modelo de desarrollo inclusivo, sostenido y sostenible? ¿Poseemos la determinación necesaria? En nuestro informe sobre los avances relativos al ODS 8 se pone claramente de manifiesto que no estamos adoptando el enfoque más adecuado para cumplir dicho objetivo, ni otros ODS. A menos que redoblemos esfuerzos, no lo lograremos”.

La crisis de los proyectos; la caprichosa realidad del capitalismo

Entre muchas cosas que son respetables, la más respetable es la realidad. Nada se paga tan caro como la sustitución de la realidad, por lo que nos parece o nos conviene.

Este nuevo “contrato social” globalizador ya no posee los destellos de la ilustración. Pero nadie, en su sano juicio podría oponerse a dar efectividad a los derechos humanos relacionados con el acceso al agua, al saneamiento, y al trabajo decente, nadie negaría la necesidad de las políticas educativas atentas a la realidad del mercado laboral y el papel del fomento de la capacidad, la educación y el desarrollo de las competencias para la inclusión digital.

La sociedad es un sistema complejo de relaciones sociales. Lo principal en su funcionamiento y desarrollo es la actividad de los hombres. Sin embargo, esto no significa que ella sea una suma mecánica de individuos, sino un organismo social complejo.

Tal vez, ser conocedor del género humano es una de las expresiones más indefinidas con la que vinculamos determinadas capacidades para orientarse entre la gente; ya que la unión de los mejores talentos, dotes y capacidades puede desvalorizarse con el «minúsculo» agregado del sistema económico en el cual se desarrolla la caprichosa realidad.

Pero, en el marco del capitalismo la justicia social se precipita al vacío. Por eso, conocer la esencia del mismo, preserva de las desilusiones y los pasos en falso, de los “funcionarios de la humanidad”.

Esto no quiere decir esto que la realidad no deba ser modificada o transformada: de por sí ella cambia y se transforma y esta variación debe ser orientada, dirigida, a veces acelerada, otras frenada, pero siempre teniendo en cuenta lo que las cosas efectivamente son. Los organismos internacionales han sido los oráculos de la lucha contra la pobreza, miles de proyectos han sido redactados, discutidos en fórums, conferencias, debates, la preocupación por acabar con la pobreza, fue transformada en una mantica constante entre diferentes economistas y particularmente entre los teóricos del desarrollo, quienes adquirieron tal perspectiva debido a los acelerados niveles de crecimiento de la industria y a la aparente posibilidad de que con el capitalismo la humanidad avanzaría hacia el reino de la abundancia de satisfacciones materiales.

Sin embargo, la problemática se mantiene, no solo se mantiene con el advenimiento y desarrollo del capitalismo, sino que permuta las causas que la generaron en el pasado, preserva algunas y crea nuevas maneras de vivir y sufrir la pobreza. Esta contradicción sigue intacta: hay quienes creen que los males del capitalismo pueden superarse mediante la promoción de la libre competencia, la apertura de sus mercados y la colección de tratados comerciales.

Desafortunadamente para sus sueños de gloria ocurre que el capitalismo tiende a la concentración y centralización del capital. Vivimos una transición delicada e incierta del capitalismo globalizador, en crisis aguda, a una forma social aún más bestial, feroz, cruel y despiadada del mismo sistema mundial capitalista, en la cual se han fracturado las barreras sociales que encarrilaban e institucionalizaban los poderes destructores del capital.

Esta es la realidad, en plena contradicción con las loables necesidades de cumplir los objetivos, de los ODS. Inmersos en un capitalismo que genera caos y desintegra las sociedades para reordenarlas bajo su mando despótico; destruye y construye al mismo tiempo. Separa vínculos para volver a reunir, bajo su dominación y control. Por lo tanto, el capitalismo no es sólo caos y desorden. También es orden, un orden cada día más opresivo y depredador.

El contrato social de la globalización se hunde en las turbias aguas del desencanto, de las promesas sin mañana, porque afuera llueve con furia y todo lo inunda.

Eduardo Camin. Analista uruguayo, acreditado ante la ONU-Ginebra, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, 

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=259033

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Las luchas por el feminismo campesino y popular

Por: Francisca Rodríguez

La evolución en la participación política de las mujeres del campo en América Latina está íntimamente relacionada con la rebeldía expresada en el levantamiento indígena, campesino y popular y la unidad de lucha que se construye para hacer frente al intento de celebrar, por los conquistadores, los gobiernos aliados y/o sometidos, los 500 años del descubrimiento y saqueo a nuestra América.

Durante los cinco años en que se lleva a cabo la campaña de resistencias y unidad continental de los sectores del campo y los pueblos indígenas, las mujeres marchamos a la par en este proceso que nos convocó a mirar en la historia el camino recorrido en las luchas y resistencias de nuestros pueblos, por la defensa de la tierra y los territorios como un baluarte esencial para el desarrollo de nuestra vida campesina. Esta gigantesca travesía fue ganando y levantando el espíritu de rebeldía para hacer frente a los críticos momentos que vivíamos en cada uno de nuestros países; las organizaciones fueron recuperándose y ganando la conciencia, lo que elevó su capacidad organizativa y con mayor fuerza enfrentaron la arremetida fascista de la época, que pretendía avasallarnos bajo la bota militar.

Esta etapa del proceso de lucha cuenta con el pleno accionar de las mujeres, que marcan una ruta que se va potenciando y que conlleva a que, en el segundo Congreso de la CLOC, nuestra participación y acción se hacen más visibles y nuestra voz se eleva con mayor fuerza, y adquiere mayor relevancia política, nuestras demandas y propuestas que son claras y certeras. En justicia demandamos una mayor participación en los espacios de dirección, estábamos ciertas que a esta coordinación de los movimientos del campo la paridad de género le daba una mayor connotación política y a la vez se enlazaba al proceso internacional de la Vía Campesina que se iba constituyendo como el mayor referente de sectores campesinos y de las y los trabajadores del agro.

La eficacia mostrada en la acción política de las mujeres en todo el ámbito va dando una dinámica mayor a su actuar, y no solo de las organizaciones nacionales. También se va expresando en el surgimiento de nuevas organizaciones de mujeres, que buscan desde nuestra identidad actuar conjuntamente con el movimiento campesino, generando una nueva cultura organizacional que, dando pasos significativos, vaya rompiendo con las antiguas estructuras masculinizadoras y machistas del movimiento.

El elevar la participación de las mujeres al ámbito dirigencial del movimiento en igualdad de condiciones marca un hito en la historia de los procesos organizativos. Esto nos llevó a avanzar en la construcción necesaria de una articulación continental de las mujeres del campo, con apuestas propias que se articulan con las luchas campesinas y van desarrollando y visibilizando todas sus capacidades para actuar en la política y en el ejercicio de nuestros derechos. Los procesos de formación política que hemos desarrollado desde nuestras escuelas continentales y subregionales nos han allanado el camino de la comprensión más amplia y hemos ido desde lo simple a los más complejo, en esta construcción propia de una propuesta feminista, campesina y popular encaminada a la lucha por una sociedad socialista.

Muchas y muchos aún se preguntan ¿por qué esto del feminismo campesino y popular? Para la elaboración y formulación política de nuestra concepción feminista, no podríamos afirmar que hay un convencimiento unánime en todo el movimiento, aun cuando es un acuerdo de congreso que nos compromete a todas y a todos. Pero es importante señalar que en la medida que vamos avanzando en esta construcción política, han sido muchos más los compañeros y también las propias mujeres campesinas y hermanas indígenas que van validando este pensamiento, encaminando la lucha por alcanzar una sociedad entre iguales, una sociedad sin violencia, donde la exclusión, la sumisión, la discriminación y la pobreza sean cosas del pasado y podamos vivir este paso por la vida en plenitud transitando por los caminos del buen vivir.

Nuestra identidad de mujeres del campo

Ya se cumple una década que la CLOC, el 30 de abril 2009 en Cuba, asumió que nuestra ruta política avanza por la construcción de una sociedad socialista, y nuestra advertencia desde las mujeres fue que “Sin feminismo NO habrá Socialismo”. El reto era cómo esta concepción feminista emergería desde un sector de mujeres que históricamente nos situábamos tan lejos de las posiciones feministas pero al mismo tiempo tan interpretadas por ellas.

De este modo, nuestro feminismo campesino popular se va impregnando de nuestras historias y vivencias, dándole sentido a todo el acumulado político que las mujeres hemos desarrollado y, como lo señalara en nuestra escuela continental de mujeres la compañera Iridiani Seibert, “no estamos inventando algo nuevo, sino reafirmando y profundizando nuestro caminar, el accionar histórico político, social y cultural desde nuestra identidad, desde la realidad de vida y de trabajo para la construcción de una nueva sociedad, rescatando y valorizando nuestra identidad de mujeres del campo, indígenas, afrodescendientes, pescadoras, trabajadoras rurales. Identidad que ha sido negada y desvalorizada histórica y socialmente por el patriarcado y el capitalismo”.

Desde esta mirada, vale significar estos años de debates y estudio que han sido prácticos y teóricos, donde hemos reflexionado sobre cómo el desarrollo de la conciencia social en este sistema económico, patriarcal, opresor, violento y explotador, va debilitando en todos los aspectos la conciencia de los pueblos para impedir que la luchas de clases y de masas, como un principio histórico conductor de las luchas anticapitalista y de liberación de los pueblos, sea el eje principal que una la lucha política y social de los movimientos por una sociedad solidaria, con justicia social e igualitaria, una sociedad socialista. Buscamos que los diferentes aspectos, que van rodeando nuestras formulaciones políticas y que nos van devolviendo identidad, nos lleven a valorarnos como mujeres con derechos; y ello también implica la valorización de nuestro trabajo, de nuestros saberes y cultura y del valor social y económico que esto significa para el desarrollo y el bienestar en la sociedad.

Nuestra apuesta feminista campesina y popular tiene, por tanto, una clara identidad de clase; emerge de nuestras raíces históricas y culturales, de nuestra identidad de mujeres del campo ligada profundamente a la tierra; de ahí hemos hecho el caminar trayendo al presente las luchas y a las luchadoras que nos han precedido, la elaboración teórica de las pensadoras socialistas de ayer y su acervo emancipador, antesala del feminismo histórico, de los procesos acumulados en las innumerables luchas feministas en la región y en el mundo. Se ha ido también forjando la apuesta política de la Vía Campesina por la Soberanía Alimentaria de nuestros pueblos y el pensamiento socialista con miras a las nuevas relaciones que conllevan la construcción de esta propuesta feminista desde nuestra diversidad e identidad de mujeres del campo, que es de clase y de carácter popular enfocada a la sociedad socialista a la que aspiramos.

Recorrer la historia y descubrirnos en ella desde el surgimiento de la agricultura nos ha ido entregando los elementos necesarios para el juicio político del actuar histórico del capitalismo y su instrumento clave, “el patriarcado”, cuyo poder sobre nuestras sociedades y los elementos perversos que va poniendo para obstaculizar e interrumpir los avances en la luchas de los pueblos y particularmente las luchas de las mujeres, hoy vivimos momentos intensos. Nos animan y regocijan las grandes movilizaciones de las mujeres, de las que somos parte, y que bajo las banderas feministas van ampliando el camino de las luchas emancipadoras. Nuestro reto es no perder la ruta ni nuestra identidad de clase. Derribar el capitalismo, acabar con el imperialismo ciertamente es una larga lucha que nos llama sin desmayo a continuar avanzando en la propuesta política e ideológica por un feminismo campesino y popular que nos lleve a conquistar esa sociedad socialista que anhelamos, con la certeza de que con feminismo construiremos socialismo.

Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/200518

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Educación Pública: “Reproducción y Resistencia”

Por: Juan Carlos Miranda Arroyo

“…la iglesia es reemplazada hoy por la escuela en su rol de aparato ideológico de Estado dominante. Está combinada con la familia, como antes lo estuvo la iglesia. Se puede afirmar entonces que la crisis, de una profundidad sin precedentes, que en el mundo sacude el sistema escolar en tantos Estados, a menudo paralela a la crisis que conmueve al sistema familiar (ya anunciada en el Manifiesto), tiene un sentido político si se considera que la escuela (y la pareja escuela-familia) constituye el aparato ideológico de Estado dominante, aparato que desempeña un rol determinante en la reproducción de las relaciones de producción de un modo de producción amenazado en su existencia por la lucha de clases mundial…”:  Louis Althusser

Retomo en esta ocasión algunos fragmentos de uno de mis textos, que gentilmente publicó SDP Noticias, el 23 de mayo de 2018, a 50 años del mayo francés. Dije en ese entonces lo siguiente: La conexión social e histórica (como crisis) que se dio entre educación superior, movimientos sociales y poder político se elevó, hace cinco décadas, a su máxima expresión en diferentes ciudades del mundo. El cambio impulsado por los estudiantes y no pocos profesores, se reveló en forma de protestas, consignas libertarias y huelgas cuyos contenidos giraron en torno al cuestionamiento de las estructuras del poder político y económico, el señalamiento de las relaciones sociales hegemónicas y, entre otros efectos, la decadencia de las teorías sociales monocromáticas.

En relación con las ciencias sociales, las revueltas callejeras estudiantiles que se produjeron en ciudades como París, Praga y México, en 1968, condujeron a reflexionar, críticamente y en el plano teórico, sobre una de las tesis del filósofo francés Louis Althusser, en el sentido de que la institución llamada “escuela” juega un papel social específico, a nivel de conciencia, como “aparato ideológico del Estado”, junto con otras instituciones “clasistas” como los medios de comunicación, la iglesia y demás organizaciones de la cultura. La educación y los aprendizajes escolares, estaban destinados a reproducir, según Althusser, la “ideología de la clase social dominante”. (Tesis de la educación como medio de “reproducción” ideológica)

Con los hechos, la tesis del “reproductivismo (althusseriano) entró especialmente en crisis o sufrió una cuarteadura durante esos años, debido al contraste, al desencanto y al infortunio de sus interpretaciones sobre “lo social” y “lo ideológico”, que se desarrollaron en formato “blanco y negro”. Dicha vertiente se vino a tierra por su “linealidad” o “mecanicismo” en la arena de la discusión teórica, ya que las “escuelas superiores” se convirtieron, paradójicamente y a la luz de los acontecimientos, en las instituciones más “rupturistas” o “contestatarias” del Estado. (1)

De acuerdo con una narrativa de los hechos (2), estudiantes de California protestaron también, además de los europeos: “…(Es) en EUA donde se desarrollan, a partir de 1964, los movimientos masivos y más significativos de este período. En la Universidad de Berkeley, en California, el conflicto estudiantil tomó un carácter masivo. La primera reivindicación que movilizó a los estudiantes fue la «libertad de palabra» en favor de la libertad de expresión política (en particular, contra la guerra de Vietnam y contra la segregación racial). Las autoridades reaccionan de manera extremadamente represiva, contra la ocupación pacífica de los locales, con 800 detenciones.”… “El movimiento va a desarrollarse en masa y a radicalizarse en los años siguientes en torno a la protesta contra la segregación racial, por la defensa de los derechos de las mujeres y sobre todo contra la guerra de Vietnam. Del 23 al 30 de abril de 1968, la Universidad de Columbia, en Nueva York, es ocupada, en protesta contra la contribución de sus departamentos a las actividades del Pentágono y en solidaridad con los habitantes del gueto negro vecino de Harlem.”

Es 1968, los estudiantes en México protestaban también contra la represión policiaca; luchaban contra el autoritarismo en las calles, discutían, redactaban un pliego petitorio; creaban un Consejo Nacional de Huelga (CNH), integrado por representantes de las asambleas de más de 80 escuelas y facultades; creaban también un movimiento social en el cual las diferentes expresiones ideológicas y políticas de estudiantes y profesores, marcharían unidas; se organizaban, tomaban los planteles educativos y los defendían. La dirección colegiada del movimiento pedía diálogo con las autoridades. Convocaban al presidente de la República a protagonizar un diálogo público, que rechazó. El rector de la UNAM, Ing. Javier Barros Sierra, se unía a la protesta y encabezaba una marcha por el sur de la Ciudad de México. Después de diversas movilizaciones urbanas, se vendría la ola de represión y muerte por órdenes del gobierno federal… Tlatelolco en la memoria.

La generación de estudiantes y profesores de 1968, en México y el mundo, inaugura un nuevo lenguaje y un contenido, desde la ciudadanía, en favor de las libertades y los derechos políticos. Era la “contraideología de la clase social dominante”. Las escuelas ya no eran exactamente “las correas de transmisión de las ideas hegemónicas”. Esta generación en movimiento, pese a la represión gubernamental, generó ondas expansivas hacia el ejercicio de la conciencia social, la participación crítica, la defensa de los derechos humanos y la lucha contra las desigualdades sociales en los distintos ámbitos de la vida pública. A partir de entonces, la política ya no fue más un asunto de adultos ni de un grupo de élite. El régimen autoritario, con su hegemonía política priista, se vio obligado a aceptar la apertura democrática y a recrear, con criterios limitados de pluralidad, el sistema de partidos.

Pienso en nuestras protestas universitarias locales de 1983, en la UNAM. En las movilizaciones universitarias y politécnicas, de 1985, solidarias con las víctimas y damnificados de los sismos. O las protestas del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) de la UNAM, contra la “Ley Carpizo” de 1986; en los movimientos sociales, la emergencia de la disidencia magisterial y por la democratización de los sindicatos; en la participación universitaria, amplia y diversa, en el Congreso Universitario de la misma UNAM, en 1990. Hago también memoria de los diversos movimientos estudiantiles que se han dado en diferentes partes de México y el mundo durante los últimos 30 años, a veces con la misma matriz contestataria. Recuerdo con simpatía a los estudiantes críticos y activos del movimiento “#YoSoy132”, que inició en 2012, en la Universidad Iberoamericana (UIA). Y sigo sin olvidar a los 43 o más estudiantes normalistas muertos y desaparecidos, en Iguala, en septiembre de 2014.

Me pregunto, después de 50 años de revueltas callejeras, de consignas ingeniosas e irreverentes, de construcciones y “deconstrucciones”, (como diría Jacques Derrida); de rupturas, crisis y quiebres: ¿Qué hemos aprendido, como sociedad, durante estas cinco décadas de lucha y generación de conciencias críticas desde los espacios educativos? ¿Cómo se han transformado las relaciones políticas, económicas y sociales durante este lapso? ¿Cuál es el estado de cuenta o cómo se encuentra la factura del “autoritarismo” de los gobiernos con relación a la sociedad? ¿Qué avances se han logrado en materia de educación cívica y ética al pasar el tiempo y el transcurrir de estas historias? ¿Los y las estudiantes universitarios, normalistas y polítécnicos, hoy, están de “vuelta a la normalidad”?

Estos fragmentos los recupero para plantear la pregunta que da título a este breve comentario: “Educación Pública: Reproducción y Resistencia”. También planteo esta cuestión a propósito del artículo de opinión que publicó ayer el doctor Lev Velázquez en La Jornada (17 de julio, 2019), puesto que ahí el autor emplea la expresión: “aparato ideológico del Estado”, como categoría filosófica, politológica y sociológica; concepto que no había leído desde hace muchos años en documentos de análisis sobre la coyuntura política en materia educativa.

Esto afirma el doctor Velázquez: “El papel de la escuela como aparato ideológico del Estado está desplazando la dimensión social del currículo, las nuevas identidades del capitalismo neoliberal exigen modelar como un performance los antivalores del libre mercado en todos los aspectos de la organización escolar y en los comportamientos de los actores de la educación: alumnos, familias, funcionarios y, por supuesto, de los maestros. En este sentido, dejo una provocación: la evaluación estandarizada y masiva no tuvo como objetivo primordial el despido, sino la instauración de la evaluación como instrumento para la fiscalización vertical, la precarización y creación de la identidad neoliberal.” (3)

Acepto la provocación y propongo argumentos, no necesariamente en contra, sino a favor, pero con ciertos matices: En su libro “Educación y Política en México” (Nueva Imagen, 1987), Olac Fuentes Molinar escribió (Introducción): “El intento de explicar cotidianamente la finísima dialéctica de la educación y la política me convenció, si alguna duda me quedaba, de que lo que sucede en la escuela no puede entenderse a partir de aquella noción de “aparato ideológico de Estado”, término que no volví a usar y que originalmente me había deslumbrado por su clarificadora sencillez. Reconociendo todas las funciones de reproducción que cumple el sistema escolar, hoy soy mucho más sensible a su otra naturaleza –la de institución ´civil´ y de espacio de la lucha ideológica y política-, como a la supervivencia de prácticas arcaicas, a la filtración de lo popular y dominado, y aún así, gris es la teoría…”.

Pienso que se requiere debatir con más profundidad este tipo de planeamientos o enfoques teóricos, no tanto para convencer o para persuadir a los colegas, sino para comprender de manera más completa el fenómeno de la “reproducción” ideológica y cultural que tiene lugar en las instituciones sociales (no sólo en la escuela pública), así como adentrarse en la fenomenología de las “contrapartes”, de las “rupturas”, las resistencias, las oposiciones y las crisis (del sistema educativo) como procesos complejos, que nos permiten entender y analizar la realidad social tanto en lo local como en lo nacional y global. Por ello, me inclino en pensar a la escuela pública de manera diferente a como lo sugirió Althusser; en su lugar, prefiero la aproximación que propuso en su momento Henry A. Giroux (Teoría y resistencia en educación: una pedagogía para la oposición. México: Siglo XXI, 1992), es decir, mirar a la escuela pública, en parte, como un espacio contradictorio, de resistencia, de contestación, de “antirreproducción” o de apropiación crítica de valores; como opción para ejercer el cuestionamiento a las hegemonías cognitivas, ideológicas o pragmáticas de cualquier signo. (Tesis de la educación como espacio de “resistencia” ideológica y Pedagogía de los límites).

Espero que este diálogo no termine aquí y, sobre todo, aspiro a que las concepciones “reproductivista” y de la “resistencia” se enriquezcan, porque ciertamente describen segmentos importantes de los episodios de distribución ideológica (desde la “célula escuela”); incluso diría que ambas concepciones se complementan para desarrollar el análisis de los fenómenos educativos. Ello lleva implícito dar un nuevo paso teórico de ruptura o quiebre: pasar de tener una mirada monocromática fija a otra multicolor y en movimiento. ¿O acaso la óptica desde la resistencia es la excepción que confirma la regla del reproductivismo?

Fuentes consultadas:

(1) https://www.sdpnoticias.com/nacional/2018/05/23/el-mayo-frances-50-anos-de-aprendizajes

(2) http://es.internationalism.org/revolucion-mundial/200805/2255/mayo-del-68-el-movimiento-de-estudiantes-en-francia-y-en-el-mundo

(3) https://www.jornada.com.mx/2019/07/17/opinion/020a2pol

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¿Topos Huraños?

Por: Fernando Buen Abad

Así como nos asiste la razón nos asiste la alegría. Si somos militantes a tiempo completo, como debe ser, nos anima el buen talente de las buenas ideas en las que confiamos porque las conocemos y las perfeccionamos con el ritmo de la lucha y el rigor de la ciencia. Que también es una alegría. El pesimismo es el purgatorio que quieren imponernos algunos decadentes.

Ser militante, henchido de entusiasmo y alegría, no significa olvido de los dolores ni las angustias con que el capitalismo tiñe nuestras vidas a cada día. Implica desarrollar una actitud proactiva y madurar en la cabeza y en los corazones esa energía de la lucha que imanta los vínculos y fecunda la confianza. Todo lo contrario a esa pose amarga de algunos sabelotodo que, incluso entre filas hermanas, pontifican en tono funerario conceptos poderosos pero amortajados con maneras ríspidas. ¡Y hay cada plomo…! Se piensan que exhibirse como “almas en pena” o dolientes de la desgracia, convence más a los pueblos que la sonrisa franca, el humor inteligente y las ideas presentadas como fuentes frescas de motivación y entusiasmo para la acción de todos.

Ya bastante hemos sufrido el arsenal histriónico de los compungidos. Su forma es, también, su fondo. Y el problema no es sólo por el estilo, el problema es por la defraudación estratégica que implica contar la historia de la esperanza revolucionaria como si fuese una misa de difuntos.

El problema es por la circunspección estereotipada para traficar poses “dolorosas” que nada tienen que ver con las mejores tesis emancipadoras. El problema es por la cantidad de personas que se alejan, y se alejaron, de la praxis para romper la hegemonía de los opresores por culpa de algunos militantes mal formados (o deformados) en las refriegas de la comunicación revolucionaria que no es otra cosa que la red de los vínculos necesarios para la unidad de la clase.

Y no es que todo deba tratarse en chunga ni como torneo de payasadas, hay temas duros y situaciones dolorosas que no admiten chacoteo ni humoradas de pobreza ética pero, incluso, cuando las agendas transitan por terrenos de dolor, de miedos, de angustias o depresiones… más debe estudiar un militante sus estrategias de comunicación si no desea quedar en ridículo, ser un impertinente o condenarse a ser silenciado incluso por el olvido. Comunicación significa, también, construir comunidad y eso es una materia generalmente olvidada o subestimada en casi todas las formaciones políticas y en casi toda estrategia de educación para la militancia.

Por eso, y muchas razones más, el tema de la comunicación sigue siendo uno de los flancos más débiles y no sólo porque no logramos construir blindajes contra los ataques de la burguesía sino porque no logramos desplegar, ni en calidad ni en cantidad, la comunicación revolucionaria con que debemos ayudarnos en la batalla para derrotar al capitalismo que no es sólo un sistema económico sino que también es una sistema de ideas, valores, creencias y cultura impregnado por la necedad de adueñarse de toda riqueza. No te engañes, el objetivo ideológico burgués es que agradezcas que te exploten y saqueen, que les aplaudas cuando te humillen y reconozcas que ellos siempre han tenido la razón. Y que todo eso junto, lo atesores y lo conviertas en la mayor herencia para tu prole.

Parte del trabajo de un militante serio radica en comprender las tácticas del bueno humor y las estrategias de su narrativa política. Estudiar y entrenar los énfasis, los acentos, la dicción y la inelegibilidad de sus propuestas. Un militante debe ser maestro de los adjetivos pero no solamente, debe ser una correa de transmisión entre el programa consensuado desde las bases y que nos conducirá la derrota del capitalismo y muchos compañeros que, más o menos convencidos, constituyen la res de vínculos indispensables de la unidad que necesitamos para la victoria. Descuidar este trabajo minucioso y trascendental suele producir militantes cargados con grandes y buenas tesis transformadoras pero siendo tediosos en los relatos o pretensioso o insufrible… al que sus deficiencias comunicaciones le impiden entender cuán petulante es su pobreza comunicacional. Y los compañeros interlocutores lo recienten aunque no siempre lo expresen. Nada más lamentable que las grandes conquistas de la teoría y la práctica sean expresadas con vocabularios paupérrimos o desaprensión narrativa. Es irritante.

No se trata de exquisiteces retóricas. No se trata de artificios culteranos. No se trata de virtuosismos verbales… nada de eso. Se trata de eficacia y eficiencia, amplitud y profundidad comunicacional capaz de tejer las buenas muchas razones revolucionarias que nos asisten para destruir al sistema más criminal que la humanidad ha padecido y, al mismo tiempo, construir la moral y el pensamiento superadores con que hay que dar curso a una etapa nueva. Se trata de la comunicación (o palabra) confiable basada en hechos y basada en vínculos de respeto e infalibilidad solidaria. Se trata de consolidar los arsenales necesarios para expresarnos con claridad al mismo tiempo que con hondura y calidez humana. Ser como son las personas más sencillas, tener la sonrisa y el afecto a flor de piel y contribuir denodadamente a ver nuestra lucha, objetivamente, con sus desafíos y limitaciones… con sus virtudes y sus emociones revolucionarias. Es decir el peldaño más alto de la especie humana.

No es con gritos ni con exageraciones ripiosas, no es con histrionismos, exageraciones efectistas ni con exhibicionismos; no es con exquisiteces ni con vulgaridades como mejor se comunica el contenido y el espíritu de la lucha revolucionaria. De eso estamos hartos. Con el empobrecimiento generalizado que el capitalismo nos va imponiendo, también nos llega el empobrecimiento de la cultura, de la comunicación y de la palabra. Todos somos víctimas de sus estragos, sus vicios y de sus manías paupérrimas. Por eso es fundamental romper con las manías hurañas y los tonos “didácticos” de los “esclarecidos” que, trepados en las cumbres de su mediocridad, sermonean adustamente a quienes creen que deben “educar”. Muy flaco favor le han hecho a la lucha de la clase trabajadora y de todos los frentes anhelantes de un mundo mejor con mejores relaciones entre los seres humanos. Y a todos nos viene bien una dosis de autocritica fraterna, pero correctiva, desde donde elaboremos un programa de comunicación militante nueva, refrescante, propositiva y entusiasta que sea capaz de ayudar a la organización de todas nuestras fuerzas y a la unidad, conscientes de la necesidad inmediata por transformar al mundo. Eso nos pondrá de buen humor a todos, comenzando por los “Topos”, viejos y nuevos.

Fuente: https://www.telesurtv.net/bloggers/Topos-Huranos-20190322-0003.html

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Por qué razón esta sociedad odia a los jóvenes

Por: Diego Fusaro

No cabe duda de que la sociedad actual odia a los jóvenes. Y cuanto más los odia, más parece que los elogia y halaga. El «juvenilismo» compulsivo es, desde este punto de vista, uno de los mayores enemigos de la juventud: la alabanza de la juventud es, de hecho, casi siempre la pintura que esconde la gerontocracia desenfrenada de nuestra sociedad, en la que el poder está firmemente en manos de las generaciones mayores. Los jóvenes, siempre elogiados con palabras, se mantienen alejados de cualquier papel importante.

Los jóvenes de hoy se ven generalmente obligados a caer en el nuevo cuarto estado, flexible y migrante, destinados a hacerse a la mar para hacer una fortuna en el extranjero en las ocupaciones a menudo más humildes. Y mientras, la casta gerontocrática elogia la «globalización», los jóvenes entienden por sí mismos lo que eso realmente es: ir a lavar los platos en Sídney o convertirse en vendedores en Nueva York. Alejados de las garantías sociales y de los reconocimientos de la vida cotidiana, los jóvenes toman la noche, la eligen para su reino y experimentan con formas de vitalismo de fin de semana para sobrevivir a la condición subordinada, mezquina y despreciable a la que la sociedad les condena.

Esta dinámica dialéctica de alabar a la juventud y, de manera convergente, de reducir a los jóvenes a material humano sobre el cual cargar con los costes, económicos y sociales, pero también existenciales, de la nueva y precaria forma de capital, se explica por el hecho de que la nueva estructura de producción se presenta como propia de una juventud, naturalista. Si las épocas anteriores se basaban en la madurez y en la figura del padre como auctoritas, con todo lo negativo que hay en los términos de autoritarismo y machismo, capaz de proteger el núcleo familiar y de conjugar ley y deseo en la educación de los hijos, la fase absoluta se basa en la figura del joven sin autoridad paterna y en la inmadurez como figura espiritual.

Por esta razón, el capitalismo flexible y precario es, por su propia naturaleza, «juvenilista». Exalta al joven, porque él, sin derechos y sin madurez, sin estabilidad y biológicamente precario y en ciernes, es su sujeto privilegiado de referencia, y esto no sólo por la escasa compatibilidad de lo no-joven con la nueva lógica flexible, desde la que la siempre repetida invitación que la tiranía de la publicidad dirige también a los no jóvenes a vivir como si lo fueran, sino también porque la nueva estructura de producción y consumo coarta todo el «parque humano» para vivir como los jóvenes: es decir, en formas temporales y no resueltas, precarias y nunca maduras, transitorias y siempre a la espera de una liquidación siempre diferida.

Por otro lado, si hoy en día se nos considera «de otra manera jóvenes» hasta los cincuenta años de edad, esto sucede porque somos idealmente precarios hasta el final de nuestra vida laboral tanto en la vida social como emocional, incapaces de estabilizar nuestras vidas en las formas tradicionales de ética burguesa ahora superadas por la nueva forma de producción post-burguesa y post-proletaria. No ocultemos la verdad: esta sociedad odia a los jóvenes.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=257664&titular=por-qu%E9-raz%F3n-esta-sociedad-odia-a-los-j%F3venes-

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