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Perú: Indígenas convocan a Comisión Interamericana de Derechos Humanos para que sea mediador

América del Sur/Perú/Octubre de 2016/Autor: Gonzalo López/Fuente: La Región

La Organización Interétnica del Alto Pastaza, ORIAP, convoca a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), para que intervenga y les ayude a solucionar los problemas que tienen los indígenas, que ha llevado a que tomen como medida de lucha la realización de un paro indefinido que ya lleva 35 días. Desean que una delegación llegue al país y sea mediadora para la búsqueda de solución.

Mediante documento dirigido al doctor Paulo Abrão, secretario ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), le hacen saber que, “las CCNN ubicadas en la Amazonía peruana, en las cuencas de los ríos Pastaza, Corrientes, Tigre y Marañón, por donde circula el Oleoducto Norperuano, conformados por los lotes petroleros N° 8 y 192, hoy en paro indefinido por el reclamo de nuestros derechos humanos conculcados, nos dirigimos a usted para presentarle nuestro saludo, hacer de su conocimiento la actual problemática de nuestros pueblos así como solicitar (es más un clamor), la intervención de ustedes en el cumplimiento de sus objetivos y principios…

…A lo largo de 45 años de explotación petrolera hemos sufrido el atropello de Todos Nuestros Derechos Humanos, en nuestros pueblos nos falta todo, no tenemos lo mínimo para vivir o sobrevivir decentemente como cualquier otro ser humano, y por el contrario, la alta contaminación por la explotación petrolera, que es la más grave de las contaminaciones, está acabando con casi toda expresión de vida en nuestras tierras, pero no es necesario explicar más porque esta situación es ampliamente conocida por ustedes…

… Hoy, el gobierno no ha dado muestras claras de querer solucionar nuestros reclamos y por el contrario busca el desgaste de nuestra protesta y el desprestigio de nuestras organizaciones. Estimado doctor Paulo Abrão, la política del gobierno para desgastar nuestra medida de fuerza está dando sus frutos, pero el desgaste de la protesta se torna peligrosa porque algunos hermanos ya no hablan de un paro pacífico, sino de la necesidad de radicalizar nuestra medida de lucha. Ante este peligro nos vemos en la urgente necesidad de dirigirnos a usted para pedir la intervención de su representada. Nosotros no queremos que corra sangre ni que se produzca un nuevo Baguazo, pero somos indígenas y nuestra sangre guerrera nos grita que tenemos que defender nuestra Plataforma de Lucha, porque hoy más que nunca estamos convencidos Que Son Justas y que nuestros hijos y próximas generaciones ya no pueden seguir viviendo así, el grado de contaminación y abandono de nuestra gente ya ha llegado a límites intolerables…”.

En la plataforma de lucha de los indígenas figura los siguientes puntos: Cambio del Oleoducto NOR-PERUANO; Revisión del contrato Pluspetrol Norte Lote 8;  Remediación urgente del Lote 192 y Lote 8; Aprobar o crear Ley de Monitoreo Ambiental;  Compensación del Estado a los pueblos indígenas afectados por la contaminación petrolera; La pronta Instalación de una Comisión de la Verdad; No a la criminalización de nuestras justas protestas.

Fuente: http://diariolaregion.com/web/indigenas-convocan-a-comision-interamericana-de-derechos-humanos-para-que-sea-mediador/

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Argentina: El fantasma de Marx sigue recorriendo la Universidad de Salta

América del Sur/Argentina/01 de octubre de 2016/www.laizquierdadiario.com/Por: Josefina Cárdenas

El Jueves 29 en el aula FH3 de Humanidades a las 17:30 h será el último encuentro del taller Marx ha vuelto, donde estudiantes continuarán el debate sobre las ideas de Marx.

Este taller, nace como una manera de desarrollar las ideas presentes en el Manifiesto Comunista junto con explicar su vigencia, se acerca a su final en la UNSa.

Hacemos un repaso por el tercer encuentro denominado «El Estado y la Revolución».

Marx nos dice: «La burguesía, después del establecimiento de la gran industria y el mercado mundial, conquistó finalmente el dominio exclusivo del poder político en el Estado representativo». Esta frase indica el eje en torno al cual se debatió en este encuentro: ¿Cómo consiguió la burguesía conquistar el poder político? A modo de grandes procesos revolucionarios encabezados por la burguesía, encontramos la Revolución Inglesa y Francesa (1789/1793). En estas revoluciones, la burguesía incrementó su poder económico, conquistando también el poder político; así, con enfrentamientos entre facciones minoritarias de la sociedad, logró conquistar la hegemonía en el Estado. Estos enfrentamientos que fueron útiles al control y dominio burgués; a su vez, permitieron el desarrollo económico capitalista. Además, concentraron el poder del estado a través de leyes y el uso de las fuerzas represivas. Como diría Engels, «el Estado es una banda de hombres armados». El poder político entonces, entendido como el poder organizado para explotar una clase sobre otra, fue conquistado por la burguesía en estos dos hechos históricos para poder reivindicar y defender sus propios intereses, que se veían desfavorecidos por la monarquía reinante. Es decir, que la burguesía organiza el poder del Estado absolutista para sus propios fines

Es así que para Marx los burgueses se ubicaron en un lugar revolucionario porque consiguieron la sustitución de las viejas formas de producción por otras que le posibilitaron lograr sus objetivos productivos. De este modo, junto con la conquista del poderío económico y del poder político, también la burguesía «revoluciona» el campo de las ideas, y pone en eje nuevas ideas. «Libertad, igualdad y fraternidad» decían en Francia. Claro que detrás de esta supuesta libertad para el pueblo francés se escondía un verdadero objetivo burgués: libertad para comerciar, libertad para los negocios, libertad para hacerse de riquezas. Tampoco le era funcional a la burguesía seguir manteniendo la esclavitud, ya que necesitaba «hombre libres», trabajadores asalariados. A través de esa acumulación de riquezas, la burguesía se reordena y va adquiriendo más poder, y es en definitiva lo que le permite ubicarse como una fuerza política cada vez más fuerte, aunque verdaderamente le lleva 500 años establecerse definitivamente en el poder. Ahora bien, habiendo afirmado el papel revolucionario que llevó a cabo la burguesía en estos procesos históricos, Marx también asegura que hay un momento donde los burgueses dejan de ocupar ese lugar: «La burguesía no puede ya reinar porque es incapaz de asegurarle a su esclavo su existencia dentro de la esclavitud, porque se ve obligado a degradarla hasta el punto tal de tener que alimentar, en lugar de ser alimentada por él. La sociedad ya no puede vivir bajo su dominio, lo que equivale a decir que la existencia de la burguesía es en lo sucesivo incompatible con la sociedad».

Las crisis económicas que desata el capitalismo, las miserias y las hambrunas que acarrean las guerras, llevan a las masas a una situación límite, en la que se alzan con sus demandas. Entra en escena ahora una nueva clase revolucionaria: el proletariado. La Comuna de París (1870/1871), es el ejemplo claro de que ninguna clase dominante abandona su condición social, su poder en definitiva, sin ofrecer resistencia. “El rasgo característico más indiscutible de las revoluciones es la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos.

La historia de las revoluciones es para nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos”, define magníficamente el revolucionario ruso, León Trotsky. Y Marx también afirma que el pueblo trabajador debe llevar a cabo su propia revolución contra la burguesía.

Pero, a diferencia de la revolución burguesa que cambió a una minoría por otra minoría en el poder; la irrupción de las masas proletarias y explotadas, dan lugar a la primera revolución llevada a cabo por las mayorías en beneficio de las mayorías. Por todo esto es que en el final de este tercer encuentro nace la pregunta acerca de cuál es la posición de los comunistas con respecto al proletariado. Y Marx nos contesta: «Los comunistas afirmamos en el Manifiesto Comunista que, aunque luchamos para alcanzar los objetivos inmediatos y defendemos las posiciones cotidianas de la clase obrera, debemos representar a la par, y dentro del movimiento actual, su porvenir».

Tomado de: http://www.laizquierdadiario.com/El-fantasma-de-Marx-sigue-recorriendo-la-Universidad-de-Salta

 

 

 

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Estados Unidos: From the CIA to the GFE

América del Norte/Estados Unidos/Septiembre de 2016/Fuente: Project Syndicate.org

RESUMEN: Los Estados Unidos tiene que cambiar su gasto de la guerra en la educación, a partir de un cambio de régimen apoyado por la CIA a un nuevo Fondo Mundial para la Educación (GFE). Con cientos de millones de niños en todo el mundo, no en la escuela, o en escuelas con profesores sin titulación, la falta de computadoras, clases numerosas, ni electricidad, muchas partes del mundo están encabezados por la inestabilidad masiva, el desempleo y la pobreza. El desequilibrio actual en los Estados Unidos, el gasto en la educación global y los programas relacionados con militares-es asombrosa: $ 1 mil millones por año en el primero, y más o menos $ 900 millones de dólares en este último. programas relacionados con los militares incluyen el Pentágono (alrededor de $ 600 millones de dólares), la CIA y organismos afines (alrededor de $ 60 mil millones), Seguridad Nacional (alrededor de $ 50 mil millones), los sistemas de armas nucleares fuera del Pentágono (alrededor de $ 30 mil millones), y los programas de veteranos ( alrededor de $ 160 mil millones). Por supuesto, los EE.UU. no está solo. Arabia Saudita, Irán, e Israel están desperdiciando grandes sumas de dinero en una carrera de armamentos, en el que los EE.UU. es el principal proveedor financiero y brazos. China y Rusia también están aumentando drásticamente el gasto militar, a pesar de sus prioridades nacionales urgentes. Estamos, al parecer, cortejando a una nueva carrera de armamentos entre las grandes potencias, en un momento en lo que realmente se necesita es una raza pacífica, educación y  desarrollo sostenible.

The United States needs to shift its spending from war to education, from CIA-backed regime change to a new Global Fund for Education (GFE). With hundreds of millions of children around the world not in school, or in schools with under-qualified teachers, a lack of computers, large class sizes, and no electricity, many parts of the world are headed for massive instability, joblessness, and poverty. The twenty-first century will belong to countries that properly educate their young people to participate productively in the global economy.

The current imbalance in US spending on global education and military-related programs is staggering: $1 billion per year on the former, and roughly $900 billion on the latter. Military-related programs include the Pentagon (around $600 billion), the CIA and related agencies (around $60 billion), Homeland Security (around $50 billion), nuclear weapons systems outside of the Pentagon (around $30 billion), and veterans’ programs (around $160 billion).

What US politicians and policymakers in their right minds could believe that US national security is properly pursued through a 900-to-1 ratio of military spending to global education spending? Of course, the US is not alone. Saudi Arabia, Iran, and Israel are all squandering vast sums in an accelerating Middle East arms race, in which the US is the major financier and arms supplier. China and Russia are also sharply boosting military spending, despite their pressing domestic priorities. We are, it seems, courting a new arms race among major powers, at a time when what is really needed is a peaceful race to education and sustainable development.

Several recent international reports, including two this month by UNESCO and the International Commission on Financing Global Education, headed by former UK Prime Minister Gordon Brown, show that annual global development assistance for primary and secondary education needs to rise from around $4 billion to around $40 billion. Only this ten-fold increase can enable poor countries to achieve universal primary and secondary education (as called for by Goal Four of the new Sustainable Development Goals). In response, the US and other rich countries should move this year to create the GFE, with the needed funds shifted from today’s military spending.

If Hillary Clinton, the likely next US president, genuinely believes in peace and sustainable development, she should announce her intention to back the GFE’s creation, just as President George W. Bush in 2001 was the first head of state to endorse the newly proposed Global Fund to Fight AIDS, TB, and Malaria. She should call on China and others to join this multilateral effort. The alternative – to continue spending massively on defense rather than on global education – would condemn the US to the status of a declining imperial state tragically addicted to hundreds of overseas military bases, tens of billions of dollars in annual arms sales, and perpetual wars.

Without a GFE, poor countries will lack the resources to educate their kids, just as they were unable to finance the fight against AIDS, TB, and malaria until the Global Fund was established.

Here’s the basic budgetary challenge: it costs at least $250 in a poor country to educate a child for a year, but low-income countries can afford, on average, only around $90 per child per year. There is a gap of $160 per child for around 240 million school-aged kids in need, or about $40 billion per year.

The consequences of underfunded education are tragic. Kids leave school early, often without being able to read or write at a basic level. These dropouts often sign up with gangs, drug traffickers, even jihadists. Girls marry and begin to have children very young. Fertility rates stay high and the children of these poor, under-educated mothers (and fathers) have few realistic prospects of escaping poverty.

The cost of failing to create decent jobs through decent schooling is political instability, mass migration to the US (from Central America and the Caribbean) and Europe (from the Middle East and Africa), and violence related to poverty, drugs, human trafficking, and ethnic conflict. Soon enough, the US drones arrive to exacerbate the underlying instability.

In short, we need to shift from the CIA to the GFE, from the expensive failures of US-led regime change (including those targeting Afghanistan’s Taliban, Iraq’s Saddam Hussein, Libya’s Muammar el-Qaddafi, and Syria’s Bashar al-Assad) to investments in health, education, and decent jobs.

Some critics of aid argue that funds for education will simply be wasted. Yet the critics said exactly the same about disease control in 2000 when I proposed a scale-up of funding for public health. Sixteen years later, the results are in: disease burdens have fallen sharply, and the Global Fund proved to be a great success (the donors now think so, too, and have recently replenished its accounts).

To establish a successful counterpart for education, first the US and other countries would pool their assistance into a single new fund. The fund would then invite low-income countries to submit proposals for support. A technical and non-political review panel would assess the proposals and recommend those that should be funded. Approved proposals would then receive support, with the GFE monitoring and evaluating implementation, enabling well-performing governments to build track records and reputations for sound management.

Since 2000, the US and other countries have squandered trillions of dollars on wars and arms purchases. The time has come for a sensible, humane, and professional new approach that would scale up investment in education while scaling back expenditures on wars, coups, and weaponry. The education of the world’s youth offers the surest path – indeed, the only path – to global sustainable development.

Fuente: https://www.project-syndicate.org/commentary/establish-global-education-fund-by-jeffrey-d-sachs-2016-09

Imagen: http://protestantedigital.com/cultural/34004/libros_vs_canones

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Globalización y democracia

Por: Lidia Falcón

Hoy, 11 de septiembre, recuerdo que se cumplen 43 años del asesinato de Salvador Allende en Chile. Cuarenta y tres años en que las oligarquías en Latinoamérica han cometido toda clase de crímenes: asesinatos, torturas, desapariciones, ocupación de tierras, despojo de las riquezas naturales, encarcelamientos y juicios amañados. Estas son las democracias aceptadas por la comunidad internacional, en un mundo globalizado.

Milagro Sala está encarcelada en Jujuy (Argentina) desde el 16 de enero de 2016 sin juicio y bajo acusaciones falsas. Milagro Sala es una indígena que se ha dedicado al activismo de barrio para sacar a muchos jóvenes de la pobreza.

La Argentina que es un país teóricamente federal mantiene un gran desequilibrio entre las provincias ricas y las pobres. La de Milagro Sala, Jujuy, es una de las más pobres y con más proporción de gente miserable. Estas provincias son un  feudo de los ricos del lugar. En Jujuy el poder lo tiene el Ingenio Ledesma, una empresa productora de azúcar y papel cuyos dueños han sido acusados de complicidad con los crímenes de la dictadura. Por ello existe una gran masa miserable y unos pocos ricos que los explotan. Para mejorar la situación de esos pobres Milagro Sala creó la asociación Túpac Amaru (un indio que se rebeló en el siglo XVIII contra los españoles y fue descuartizado como escarmiento). La asociación ha construido viviendas sociales, hospitales, centros de cultura y ha liberado a cientos de muchachos de la droga, el alcohol y la delincuencia.

Milagro Sala ha recibido los siguientes premios: 2010. Mención «Ocho de Marzo-Margarita de Ponce» a la construcción social y política, otorgada por la Unión de Mujeres de la Argentina. 2010. Mención especial de los Premios Podestá. Mención honorífica en la Universidad Nacional de Quilmes. Premios Democracia, de la revista Caras y Caretas (Buenos Aires). Premio “José María Aricó”, de la Universidad Nacional de Córdoba, otorgado durante su encarcelamiento.

Mientras el gobierno de Cristina Kitchner otorgó subvenciones a la asociación, el gobierno de Macri se las ha negado y le ha declarado la guerra. Que los pobres tuvieran otra alternativa que ser siervos de la oligarquía de la región convirtió a Milagro Sala en la enemiga del poder, y en cuanto Macri alcanzó el gobierno se apresuraron a encarcelarla con claro espíritu de venganza. Desde entonces, y a pesar de las protestas que han encabezado los activistas que trabajan con ella, permanece en prisión, ante la complaciente indiferencia de la comunidad internacional que no   denuncia la conducta represiva del gobierno de Macri. Porque al fin y al cabo es un “demócrata”, apoyado por el imperio.

El exjuez de la Corte Suprema y miembro de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Raúl Zaffaroni, calificó la detención como una «provocación de la dirigencia de Cambiemos». Jorge Capitanich (exgobernador de la provincia del Chaco y ex jefe de Gabinete de la Nación) y Agustín Rossi (exdiputado nacional y exministro de Defensa de la Nación), calificaron a Sala de «presa política». El Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) calificó el arresto como un «gravísimo precedente de criminalización de la protesta». El 19 de enero de 2016, Amnistía Internacional afirmó que la detención era «un claro intento de criminalizar las prácticas relacionadas con el ejercicio del derecho a la protesta y a la libertad de expresión», exigió su inmediata liberación. En tanto, la CTA nacional publicó un comunicado para exigir la “inmediata liberación” de Sala, cuya detención calificaron como un “hecho gravísimo de violación al derecho de manifestarse públicamente” y un “claro acto de revanchismo” por parte del gobernador de Jujuy, Gerardo Morales.

Este uno de los miles de casos de la persecución que las “democracias” latinoamericanas cometen cotidianamente contra los activistas medioambientales, sindicalistas, socialistas.

Berta Cáceres fue asesinada el 3 de marzo de 2016 en Honduras, por liderar la lucha ambientalista contra la depredación de las multinacionales que pretenden explotar los recursos naturales del país. En 2015 Cáceres obtuvo el Premio Goldman, un galardón denominado el “Nobel Verde” que se concede anualmente como recompensa a defensores de la naturaleza y el medio ambiente. Al año siguiente fue asesinada en su hogar. Lesbia Yaneth Urquía, compañera de Berta Cáceres, fue a su vez asesinada el 7 de julio.  Su cadáver fue encontrado en el vertedero municipal de Marcala, en el Departamento de La Paz, en Bolivia.

Según los datos aportados por la ONG Global Witness, un total de doce activistas medioambientales han sido asesinados en Honduras el 2014, lo que convierte el país en el más peligroso del mundo, teniendo en cuenta su tamaño, para los activistas en defensa de los bosques y ríos.

En 2009 Berta encabezó protestas contra el golpe de Estado del 28 de junio al entonces presidente hondureño Manuel Zelaya. En varias oportunidades, Cáceres denunció la expropiación de sus territorios y las carencias en los sistemas de salud y agrícola, y rechazó la creación de bases militares estadounidenses en el territorio hondureño. Además fue una dura crítica del gobierno de Juan Orlando Hernández y del Partido Nacional de Honduras.

En 2012 fue galardonada con el Premio Shalom en Alemania y en 2014 fue finalista del Premio Front Line Defenders en Irlanda. En abril de 2015, Berta Cáceres fue galardonada con el Premio Medioambiental Goldman, el máximo reconocimiento mundial para activistas de medio ambiente.

Otra comunidad lenca apoyada por Copinh fue el caserío Güise en Intibucá. El 25 de febrero de 2016 fue desalojada violentamente y destruida. Una semana antes de ser asesinada, Berta Cáceres había ofrecido una rueda de prensa en la que denunció que cuatro dirigentes de su comunidad habían sido asesinados y otros tantos habían recibido amenazas.

La situación de Honduras se repite de manera sistemática en todos aquellos lugares donde se asientan las grandes transnacionales extractivas, hidroeléctricas y de la agroindustria, entre otras. No se trata de casos aislados, como lo demuestra el informe de Global Witness: en 2014 fueron asesinados 116 activistas ecologistas en 17 países. En el mismo sentido, el informe de Frontline Defenders, documenta que, por lo menos, 156 defensoras y defensores de derechos humanos fueron asesinados en 2015. Muchos de estos casos tuvieron relación con los denominados megaproyectos, especialmente mineros.

Este conflicto que antepone los negocios de las multinacionales a la propia vida era descrito con mucha claridad por Berta Cáceres: “A medida que han ido avanzando las grandes inversiones del capital transnacional, con empresas vinculadas al poderoso sector económico, político y militar del país, esas políticas neoliberales extractivistas han provocado también un aumento de la represión, criminalización y despojo a las comunidades, que han sido desplazadas de manera forzada”.

Ni el golpe de Estado ni la violación sistemática de los derechos humanos en Honduras ha sido un problema para que la UE implemente un tratado de libre comercio con Centroamérica. Es más, se financian programas de entrenamiento de la policía hondureña con fondos comunitarios desoyendo las acusaciones denuncias sobre los abusos cometidos por las fuerzas del Estado.

En Colombia se están firmando los últimos acuerdos de paz entre las FARC y el gobierno. Pero este acontecimiento, trascendental sin duda, mantiene en vilo no solo a los guerrilleros y la sociedad colombiana sino a todas las fuerzas de izquierda del mundo, porque aunque los medios de comunicación capitalistas han procurado silenciarlo, este proceso de paz no es el primero que se inicia en el país colombino. A inicios de los años 90 los movimientos guerrilleros: el M-19, el EPL, el PRT, el Quintín Lame y más adelante la Corriente de Renovación Socialista proceden a aceptar desmovilizarse a cambio de convertirse en partidos políticos que concurrieran a las elecciones. En 1990, y después de una larga negociación, se desmovilizó la tercera guerrilla del país, el M-19, fruto de la cual se aprobó una nueva Constitución en 1991 que formalmente consolidaba  el Estado de Derecho. En este último año se desmovilizaron otros grupos (EPL, PRT, MAQL), en 1992 el CER, en 1994 la CRS, MPM, MMM y FFG, y en 1998 el MIR-COAR. Pues bien, entre 1990 y 1993 fueron asesinados más de 5.000 pertenecientes a esos grupos que habían abandonado las armas y pretendieron reintegrarse en la vida civil. Desde Carlos Pizarro Leongómez candidato presidencial  por la Alianza Democrática M-19 ametrallado en un avión el 26 de abril de 1990, hasta 1994 los sicarios contratados por la oligarquía colombiana y el Ejército fueron sistemáticamente eliminando a los miembros del M-19, el más golpeado por la oleada de violencia, el EPL y el PRT.

Estas breves pinceladas de cómo actúan las oligarquías en las naciones latinoamericanas, para defender sus privilegios, negocios y beneficios, a sangre y fuego, deberían movilizar a las fuerzas de izquierda de los países europeos para que exigieran a sus gobiernos que aplicaran a esos infames regímenes las sanciones y bloqueos internacionales que han aplicado a Sudáfrica y a Cuba, para poner un ejemplo, hasta que se implantaran verdaderas democracias.

Pero ya sabemos que  Milagro Sala  -y la cito a ella porque todavía está viva- no importa a los dirigentes españoles que tan contentos se muestran con el gobierno de Macri en Argentina. Y tan molestos con el de Maduro en Venezuela. Porque Milagro Sala no va a provocar la oleada de protestas y solidaridad que nuestros políticos españoles han desencadenado a favor del criminal Leopoldo López.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2016/09/11/globalizacion-y-democracia/

Imagen: http://www.analitica.com/opinion/la-democracia-inerme/

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Entrevista a César Rendueles sobre «En bruto. Una reivindicación del materialismo histórico»

Entrevista a César Rendueles sobre «En bruto. Una reivindicación del materialismo histórico»
“La potencia del materialismo reside en que acepta el reto de tratar de entender el efecto en nuestras vidas de dinámicas históricas tan profundas, estables y prolongadas que casi parecen fenómenos geológicos”
Por: Salvador López Arnal

Doctor en Filosofía y profesor de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, César Rendueles ha editado textos de clásicos como Karl Marx, Walter Benjamin, Karl Polany, Antonio Gramsci o Jeremy Bentham y es autor de Sociofobia. El cambio político en la era de la utopía digital y Capitalismo canalla. Una historia personal del capitalismo a través de la literatura. Centramos nuestra conversación en su último libro publicado por Los Libros de la Catarata.

-Enhorabuena por tu nuevo libro. Empiezo por el título. ¿Por qué En bruto?

-Es un título un poco irónico. Durante muchos años nunca oí hablar del materialismo sin el matiz de “vulgar”. No se qué autor, se decía, es un materialista “vulgar”, y así. Pero nunca se aclaraba quiénes eran los materialistas refinados, los no vulgares. Con el tiempo me di cuenta de que la expresión se empleaba como un pleonasmo. Por eso con el título del libro he querido reivindicar un poco esa vulgaridad frente a la sofisticación especulativa huera, ya sea la sofística postmoderna o el neopositivismo individualista. Creo que en buena medida la potencia del materialismo reside en que acepta el reto de tratar de entender el efecto en nuestras vidas de dinámicas históricas tan profundas, estables y prolongadas que casi parecen fenómenos geológicos. Y eso implica cierta modestia epistemológica, pues sabemos de antemano que nuestra comprensión de esos procesos es inevitablemente limitada.

-En el subtítulo hablas de una reivindicación del materialismo histórico. Lo caracterizas como una tradición intelectual. ¿Qué es una tradición intelectual para ti y qué sería lo singular de esta tradición intelectual?

-Hablo de tradición intelectual un poco por descarte. No creo que el materialismo histórico sea una escuela filosófica, ni una ideología, ni siquiera una doctrina coherente. Distintas personas han reivindicado esa etiqueta planteando tesis incompatibles entre sí. A lo mejor se podría entender como un programa de investigación, aunque creo que Lakatos hablaba de algo bastante distinto. Además, me gusta la expresión “tradición intelectual” porque da sensación de historicidad, alude una constelación de autores y teorías unidos por un conjunto de preguntas a las que tratan de dar respuesta y cuyo mismo planteamiento va cambiando a lo largo del tiempo.

-Señalas en la primera página del prólogo que eres completamente incapaz de tomarte en serio las aspiraciones de cientificidad no ya del marxismo sino de la totalidad de las ciencias sociales. Dos dudas: ¿crees entonces imposible que una ciencia social, la que sea, pueda adquirir un estatus de cientificidad similar o cuanto menos cercano al de una ciencia natural (la geología o la química, pongamos por caso?) ¿Y eso por qué?

-Creo que si apareciera una ciencia capaz de hacerse cargo de algunos de los problemas con los que lidian nuestros saberes sociales supondría una reformulación conceptual tan radical que no reconoceríamos su relación con nuestros conocimientos actuales. Un poco como si a un alquimista le enseñaran la tabla periódica. Bachelard tenía razón cuando decía que la alquimia no es un precedente de la química, ni la doctrina aristotélica un antecedente de la física matemática. La ciencia implica una ruptura con nuestras intuiciones cotidianas. Las ciencias sociales, en cambio, proponen una crítica de esas intuiciones, una reformulación refinada.

-¿Vale realmente esa separación entre ciencias sociales y naturales? ¿No es el caso que algunas teorías de las llamadas ciencias sociales, pienso en la bioeconomía, aspiran a tener su base última -o cuanto a menos a ser consistentes- en ciencias naturales como la termodinámica o incluso la biología?

-“Ser consistente” y “tener su base última” me parecen cosas muy diferentes. Por ejemplo, la cocina es consistente con distintas disciplinas científicas. De hecho, cada vez más cocineros se interesan por conocer los procesos biológicos, químicos y físicos que se esconden tras sus recetas: cómo actúan las bacterias durante un proceso de fermentación o qué le ocurre al aceite en una emulsión. Pero la cocina no se reduce a esas ciencias en el mismo sentido en que la biología se reduce a la química orgánica y la química se reduce a la física. Hay una inconmensurabilidad básica. Los bioeconomistas son cocineros, los biólogos científicos.

-¿Cómo definirías la tradición filosófica del idealismo que no siempre, según explicas en el libro, se entiende adecuadamente?

-Como nos explicó hace años Quintín Racionero, el idealismo no es un antimaterialismo ni un espiritualismo. En realidad, el planteamiento de Hegel no exige postular la existencia de una entidad supramaterial más allá de la actividad psíquica humana. El Espíritu hegeliano no es más que la racionalidad humana que se expresa en una una fórmula matemática, una novela, un puente o una constitución… Lo que plantea el idealismo es que esa subjetividad compartida posee alguna autonomía, es una fuente de dinamismo histórico que no queda explicada por los objetos en los que se manifiesta. Por supuesto, el problema entonces es esclarecer la relación entre esa potencia subjetiva y el paisaje material sobre el que interviene. Es un dilema filosófico extenuante que siempre resulta tentador zanjar en falso mediante un dispositivo especulativo.

-Me centro en algunos capítulos del libro. Los resumo tomando pie en lo que tú mismo señalas en la presentación, en las páginas 11-12. El primero “intenta aclarar por qué los ecos de una oscura discusión filosófica surgida al calor de los debates sobre la modernización de Alemania a principios del siglo XIX -la polémica entre el idealismo poshegeliano y la concepción materialista de la historia- siguen teniendo una considerable importancia política en nuestro tiempo”. La pregunta: comentas que Marx y Heine se “burlaban de los poshegelianos que creían que se podía transformar el mundo elaborando oscuros discursos filosóficos que se expandirían como esporas transformando las subjetividades”. Cuesta aceptar, en principios, que gentes razonables pudieran pensar que la cosa fuera tan fácil, pero, más de ello, ¿no ha pasado también algo así en la tradición materialista en términos no muy alejados? Pienso, por ejemplo, en algunas interpretaciones del legado de Gramsci: el trabajo capilar de convencimiento, tenaz, poco a poco, entre colectivos e individuos, lograría a la larga (o en plazos más breves en tiempos de conflictos sociales) una transformación del ser humano y, con ello, el cambio revolucionario estaría ya muy maduro.

-En primer lugar, creo que es correcto describir a Gramsci como un idealista moderado y uno de los responsables de abrir el materialismo a las corrientes hermenéuticas. Es un desplazamiento muy típico del marxismo de entreguerras, que a menudo es una teoría de la conciencia revolucionaria. Pero creo que, a diferencia de Lukács, Gramsci fue consciente de los riesgos de ese movimiento y encontró una solución sencilla pero muy eficaz para neutralizarlos: un giro empírico y una renuncia a resolver el problema en términos filosóficos. Gramsci se dio cuenta de que en la investigación histórica concreta el conflicto entre idealismo y materialismo quedaba muy mitigado. Por eso mismo, aunque se interesó mucho por los fenómenos culturales e ideológicos, fue muy cuidadoso al analizar su autonomía, no negándola sino tratando de dotarla de contenido empírico. Desde ese punto de vista, las estructuras culturales y simbólicas –como la religión o las ideas políticas– no están exactamente en la cabeza de la gente: son normas, compromisos y pasiones que impregnan las instituciones sociales. Un buen ejemplo contemporáneo de esto es es un libro muy bonito de Loic Wacquant, Cárceles de la miseria, donde se explica paso a paso, con una gran minuciosidad, cómo se generó y se difundió la ideología represiva contemporánea, vinculándola además a intereses de clase bien definidos. Los idealistas políticos –que creo que abundan entre los herederos de la postmodernidad– suelen ser mucho menos precavidos y piensan en los procesos de transformación subjetiva en términos vaporosos y muy automáticos. En el fondo, como tantos problemas en ciencias sociales, es una cuestión de grado.

-Hago un gran salto. El quinto capítulo se ocupa de la relación entre “el materialismo y la filosofía de la historia, intentando determinar en qué medida es una alternativa a las metafísicas historicistas y qué consecuencias políticas tiene esa posición”. La pregunta en este caso es un comentario de texto: es perfectamente posible, señalas, “pensar el materialismo histórico como una vía no nihilista de crítica política del historicismo”. ¿Y esto qué significa? Por lo demás, ¿qué concepto de sociedad igualitaria usas en este capítulo?

-El historicismo es la idea de que la historia tiene un sentido determinado y que, por tanto, se pueden cribar los acontecimientos relevantes, separándolos de la inmensa ganga de sucesos insignificantes. Esos acontecimientos significativos pueden ser la coronación de un rey, un descubrimiento científico o una revolución. Da igual: lo importante es que los entendamos como eslabones de una cadena que conduce a la plena expresión del espíritu humano, o sea, como un destino. Es una idea fuertemente incrustada en nuestra manera de entender el mundo que ha tenido efectos políticos atroces. El problema de muchas críticas antihistoricistas –diría que es el caso de Foucault- es que nos colocan al borde del nihilismo. Seguramente no existen los fines de la historia, pero me parece razonable pensar que algunas dimensiones de la vida humana sí tienen un sentido que puede ser entendido en términos teleológicos: hay progresos morales o tecnológicos, por ejemplo. Lo que no existe es una instancia universal que reconcilie esos distintos procesos que, más bien, mantienen relaciones muy conflictivas. Creo que si el materialismo histórico siempre ha tenido una relación compleja con el historicismo es, al menos en parte, por una resistencia no formulada a ese nihilismo antihumanista.

El concepto de igualitarismo que manejo es completamente tentativo y surge de un rechazo de la igualdad entendida meramente como igualdad de oportunidades. Creo que la igualdad es un punto de llegada, no un punto de salida: un proceso que tenemos que reconstruir permanentemente. La verdad es que resulta llamativo lo poco elaborada que está la idea de igualdad en la historia del pensamiento, a diferencia de lo que ocurre con la libertad.

-El epílogo, vuelvo a citarte, “esboza una propuesta programática de extensión naturalista del materialismo histórico clásico y de ruptura de esta corriente intelectual y política con el constructivismo social extremo”. Tu consideración final: “El capitalismo no solo es políticamente injusto, también es ecológicamente suicida y naturalmente conflictivo con algunas de nuestras características sociobiológicas más profundas? ¿Con cuál de nuestras características más profundas? ¿Podemos pensar que existe o puede existir algún sistema socio-económica que no lo sea? Admitiendo tu crítica, ¿no podría ser este el mejor de los mundos concebibles y de lo que se trata por tanto, tocando realidad, sin confundir deseos y realidad, es de humanizar sus aristas más agresivas?

-Bueno, hay unos cuantos procesos sociales obviamente incompatibles con nuestras características biológicas. Por ejemplo, el ideal estético de la delgadez extrema que persiguen algunas marcas de ropa es incompatible con nuestra necesidad de comer. E imagino que algo parecido pasa con el celibato religioso, al menos en muchas ocasiones. Esa incompatibilidad no da a lugar a una contradicción lógica o algo así, sino a fuertes tensiones y conflictos individuales y colectivos. Eso es lo que ocurre precisamente con la pretensión de organizar una sociedad enteramente en torno a la competición mercantil, un proyecto que, por un lado, choca con las profundas dimensiones cooperativas de nuestra naturaleza y, por otro, desafía los límites ecológicos de la biosfera. En realidad, ha habido bastantes sociedades que se han enfrentado a este mismo dilema y han desaparecido, Jared Diamond propone un catálogo interesante en Colapso. Lo peculiar de nuestro tiempo es que nos enfrentamos a la posibilidad real de que ese proceso se de a escala global. En general, creo que el materialismo histórico necesita urgentemente dejar de considerar los datos que nos proporciona la biología como una especie de materia prima trivial e irrelevante políticamente. Eso es lo que llevan haciendo desde hace años los ecologistas: creo que algunos de los desarrollos más interesantes del materialismo contemporáneo rondan el terreno del ecosocialismo.

Quedan pendientes mil preguntas más pero muchas gracias.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=217043

Imagen: https://sites.google.com/a/liceofranco.org/conclusion-filosofia1/

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Libro: La ciudadanía negada

La ciudadanía negada
Políticas de exclusión en la educación y el trabajo

Pablo Gentili. Gaudêncio Frigotto. [Compiladores]

Pablo Gentili. Gaudêncio Frigotto. Thomas Coutrot. Ricardo Antunes. Vanilda Paiva. Mauro del Pino. Maria da Glória Gohn. Rosalí Salete Caldart. Roberto Leher. Susan Street. Deolidia Martínez. Alejandra Birgin. João dos Reis Silva Júnior. Claudio Almonacid. Miguel Arroyo. [Autores de Capítulo]

Colección Grupos de Trabajo.
ISBN 950-9231-53-3
CLACSO.
Buenos Aires.
Septiembre de 2000

El presente volumen reúne una serie de estudios que analizan las condiciones de exclusión social producidas en el campo de la educación y el trabajo en el capitalismo contemporáneo. Al afirmar que tales condiciones niegan o interfieren en la realización de derechos inalienables para el ejercicio de una ciudadanía democrática, los autores alertan sobre los efectos excluyentes de las políticas gubernamentales conservadoras actualmente en curso. Síntesis de la Primera Reunión Anual del GT – Educación, Trabajo y Exclusión Social del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), celebrada en Río de Janeiro en diciembre de 1999, los ensayos aquí publicados constituyen un aporte fundamental para avanzar en la comprensión crítica de las desigualdades sociales producidas e intensificadas por los regímenes neoliberales en América Latina.

Fuente: http://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/buscar_libro_detalle.php?id_libro=271&campo=autor&texto=gentili

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Entrevista con Angela Davis: Raza, género y clase son elementos entrelazados

Entrevista con Angela Davis, histórica activista e investigadora sobre feminismo, racismo y sistema penitenciario

“Raza, género y clase son elementos entrelazados”

Por: Maria Colera Intxausti

Angela Davis, filósofa, profesora de Historia de la Conciencia en la Universidad de California, histórica dirigente del Partido Comunista de EE.UU., ex miembro de las Panteras Negras e investigadora especializada en feminismo, marxismo, abolicionismo del sistema penitenciario, teoría crítica y estudios afroamericanos.

En el ensayo ‘¿Están las prisiones obsoletas?’ (Democracia de la abolición. Prisiones, racismo y violencia. Editorial Trotta 2016), hablas del encarcelamiento masivo de los pobres y de los migrantes ilegales. El capitalismo considera a estas personas como seres prescindibles pero los utiliza como mano de obra esclavizada barata al mismo tiempo que los convierte en consumidores cautivos del excedente de producción, excedente que se sitúa en el origen mismo de una crisis económica que, la vez, genera pobreza y migración, en un bucle perfecto.

¿Observas algún paralelismo entre estas políticas de encarcelamiento y el proceso desarrollado durante la transición del feudalismo al capitalismo, en el que millones de personas fueron expulsadas de las tierras que hasta entonces habían sido su medio de reproducción y fueron forzadas a la esclavitud del salario?

Ciertamente, existen paralelismos entre ambas épocas, pero lo que quizá es más importante es constatar que también hay diferencias considerables entre los dos períodos. En la transición del capitalismo al feudalismo, tal como Marx la describió, los cercamientos y otros procesos de desposesión privaron a la gente de las tierras que constituían su fuente de subsistencia y, de manera simultánea, generaron una clase de personas a quienes no les quedó nada más que su fuerza de trabajo. Así, pues, se convirtieron en la mano de obra necesaria para que el capitalismo naciente pudiera incrementar su riqueza. Aquellas personas fueron liberadas de los constreñimientos del feudalismo, pero se vieron forzadas a cambiar una forma de opresión por otra.

Si bien es cierto que suele resultar inútil hacer un ranking de las diferentes formas de opresión, se puede afirmar que, a pesar de que el capitalismo depende total y absolutamente de la explotación, el hecho de dejar atrás la esclavitud y el feudalismo supuso cierto grado de progreso. Algunos trabajadores al menos encontraron su camino hacia el empleo, por degradante que fuera y siga siendo el trabajo.

Por otra parte, el complejo penitenciario industrial global es ciertamente rentable, pero su rentabilidad reside en las tecnologías destinadas a relegar ingentes cantidades de personas a unas vidas marginales, improductivas y cargadas de violencia. El encarcelamiento masivo de personas negras, de color e inmigrantes en EE UU, Australia y partes de Europa, junto con la persistencia de un racismo y una xenofobia estructurales, son prueba del fracaso absoluto del capitalismo global a la hora de responder a las necesidades de personas reales en todo el mundo.

Se podría argumentar, igualmente, que ello también es la prueba más convincente de la necesidad de concebir un sistema socioeconómico más allá del capitalismo. Así, pues, el movimiento abolicionista contemporáneo, en su llamamiento a desmantelar el complejo penitenciario industrial, se presenta como un movimiento anticapitalista que exige igualdad racial, puestos de trabajo con salarios vivibles, vivienda asequible, sanidad y educación gratuitas y justicia medioambiental para todos los seres vivos.

Abogas por la justicia restaurativa, en lugar de la punitiva. ¿Cómo se restauran la desigualdad y la injusticia causadas por el proceso de acumulación primitiva que conforman la base del capitalismo? En otras palabras, ¿qué forma tendría una justicia restauradora destinada a reparar el ‘pecado original’ de explotación y acumulación que se encuentra en el origen de las desigualdades de redistribución de nuestras sociedades?

Efectivamente, a menudo he utilizado el término ‘justicia restauradora’, junto con otros, como ‘justicia reparadora’ y ‘justicia transformadora’, como alternativas a la justicia punitiva o retributiva. De hecho, prefiero el término ‘justicia transformadora’, ya que no presupone la existencia de un estado ideal que sea necesario restaurar.

Respondiendo a tu pregunta, me gustaría destacar la importancia de la memoria histórica, especialmente en cuanto a la necesidad que hay hoy en día de un análisis explícitamente anticapitalista. «La llamada acumulación originaria» es uno de los capítulos más importantes de El capital, precisamente porque desenmascara la expropiación, injusticia y violencia que marcaron el inicio del capitalismo y que, aunque pudiera parecer que ya no es así, siguen en el centro del proceso capitalista. A finales del siglo XX, el complejo penitenciario industrial comienza a mostrar el grado en que las sociedades capitalistas continúan basándose en ideologías racistas y coloniales a la hora de fabricar tecnologías de violencia, reflejo, a su vez, de la violencia histórica ligada a la esclavitud y a la colonización.

Has hablado de nuestra problemática reacción automatizada con que a menudo respondemos al crimen y al delito, recurriendo a las instituciones jurídico-policiales, en vez de diseñar soluciones desde dentro de la comunidad. En el caso concreto de la violencia sexual, abogas por la autodefensa, lo cual nos lleva al tema de las mujeres y la violencia. En ‘¿Están las prisiones obsoletas?’ haces referencia a la «necesidad de cuestionar las premisas imperantes según las cuales la única relación posible entre las mujeres y la violencia implica que las mujeres sean víctimas». ¿Qué opinas del uso disuasorio y disciplinandor de la violencia feminista como mecanismo dirigido a defendernos a nosotras mismas? ¿Qué es la autodefensa feminista para ti?

Siempre he tenido un cuidado especial en la manera en que utilizo el término ‘violencia’. Como estudiosa de la teoría crítica, siempre me recuerdo a mí misma que las herramientas conceptuales que decido utilizar podrían estar haciendo un trabajo que, en realidad, contraviene lo que pretendo expresar. Así, pues, trato de no equiparar ‘autodefensa’ y ‘violencia contra el agresor’. Y mi apuesta por la formación en autodefensa se inserta en un contexto más amplio, basado en un análisis que vincula la violencia misógina con los sistemas de dominación de raza, género y clase, dentro de una estrategia que pretende purgar nuestras sociedades de toda forma de explotación y violencia.

En ‘Mujeres, raza y clase’ (Akal, 2004) desmontas el mito del violador negro y explicas que «fue una invención claramente política», propaganda construida con el fin de consolidar y justificar los linchamientos, como método de ‘contrainsurgencia’ destinado a evitar que los negros alcanzaran sus derechos. El pasado fin de año asistimos al despliegue de este mismo mito en Colonia, en este caso en los cuerpos de hombres «de apariencia árabe o norteafricana», en un nuevo ejemplo de ‘purple washing’ o utilización de una supuesta defensa de las mujeres para criminalizar a los solicitantes de asilo y a los residentes ilegales, de una manera que parece estar lanzando el mensaje de que «a nuestras mujeres sólo las podemos violar nosotros». ¿Cómo interpretas esta utilización de los derechos de las mujeres (velo, violador negro, opresión de las mujeres afganas …) para otras cruzadas?

En su libro ‘Arrested Justice: Black Women, Violence, and America’s Prison Nation’ [La justicia bajo arresto: mujeres negras, violencia y la nación prisión de América], Beth Richie expone los peligros de confiar en tecnologías de criminalización como supuestas soluciones a los problemas de la violencia de género. Su argumento es que el movimiento antiviolencia predominante en EE UU dio un giro peligrosamente equivocado cuando comenzó a apoyar la represión policial y el encarcelamiento como principales estrategias destinadas a proteger a las «mujeres» de la violencia masculina. Era fácilmente previsible que quienes más estarían el punto de mira de estas iniciativas destinadas a garantizar la seguridad de las «mujeres» serían los hombres de comunidades ya sometidas a una hipervigilancia de la policía y que ya contribuían de manera desproporcionada al incremento de la población penitenciaria.

Resulta, sin embargo, que el uso generalizado de la categoría ‘mujer’ escondía una racialización clandestina operativa dentro de esta categoría, según la cual ‘mujeres’ en realidad significaba ‘mujeres blancas’ o, aún más concretamente, ‘mujeres blancas acomodadas’.

El caso de Colonia y el discurso sobre el violador árabe, que pretende consolidar aún más las representaciones colonialistas de los hombres árabes como agresores sexuales, nos recuerdan la importancia de las teorías y prácticas feministas que cuestionan la instrumentalización racista de los ‘derechos de las mujeres’ y enfatizan la interseccionalidad de las luchas por la justicia social.

En las últimas décadas, hemos experimentado lo que Nancy Fraser define como «desacoplamiento de las llamadas ‘políticas identitarias’ de las políticas de clase», en lo que se ha convertido en una lucha por el reconocimiento, en lugar de por la redistribución, con un desplazamiento del sujeto colectivo hacia uno individual(ista). Tú, en cambio, siempre has defendido las ‘comunidades de lucha’, al considerar que «las comunidades son siempre proyectos políticos». ¿Qué opinas sobre las políticas identitarias y cuáles son, en tu opinión, las luchas y los proyectos políticos que deberían situarse en el centro, en la actual era de hegemonía neoliberal?

Lo que encuentro más problemático de las políticas identitarias es la manera en que las identidades muy a menudo se naturalizan y no son consideradas como un producto de la lucha política, de modo que no se sitúan en relación con las luchas de clase y antirracistas.

Recientemente, el movimiento trans, por ejemplo, se ha convertido en un importante territorio donde luchar por la justicia. Con todo, hay una diferencia fundamental entre las representaciones dominantes de las cuestiones trans, que habitualmente hacen hincapié en la identidad individual, y los movimientos trans interseccionales, que consideran que tanto la raza como la clase son elementos fundamentales en las luchas de las personas trans. En vez de centrarse en el derecho de la persona a ‘ser’ él mismo, ella misma, o ell@ mism@, estos movimientos trans afrontan la violencia estructural (en manos de la policía, la prisión, el sistema sanitario, el sistema de la vivienda, el ámbito laboral, etc.) que las mujeres trans de color tienen más probabilidades de experimentar que ningún otro grupo de la sociedad. En otras palabras, luchan por unas transformaciones radicales de nuestras sociedades en contraposición a la asimilación en un estado de cosas determinado e inamovible.

Continuando con el tema de la identidad, por lo que dices sobre la interseccionalidad, entiendo que apuestas por una confluencia de luchas (Ferguson, Palestina), más que por una conjunción de identidades diferentes, diversas y múltiples, en un momento en que gran parte de las defensoras de las políticas interseccionales afirman y naturalizan las identidades, en vez de cuestionarlas, ignorando a menudo el contexto material e histórico que rodea estas identidades. ¿Cómo entiendes la interseccionalidad y en qué términos resulta productiva hoy en día?

El concepto de interseccionalidad, tal como yo la entiendo, tiene una genealogía muy interesante, que se remonta al menos al período de finales de los años 1960 y principios de los 1970. Como ahora no puedo entrar en gran detalle, me limitaré a mencionar alguno de los elementos fundamentales que me gustaría destacar: la creación de la organización Alianza de Mujeres Negras, como respuesta a la voluntad de plantear un debate sobre cuestiones de género dentro del Comité de Coordinación Estudiantil No Violento (SNCC), principal organización juvenil del Movimiento por la Libertad del Sur.

La Alianza planteaba que no era posible entender el racismo en toda su complejidad sin incorporar un análisis del sexismo y, para sustentar esta tesis, en 1970 Fran Beale escribió un artículo que tuvo gran difusión, titulado «Double Jeopardy: To Be Black and Female» [Riesgo doble: ser negra y mujer]. Poco después de la publicación del artículo, de resultas del hecho de tener conocimiento de luchas como las de las mujeres puertorriqueñas contra la esterilización forzosa, la Alianza de Mujeres Negras se convirtió en Alianza de Mujeres del Tercer Mundo y publicó un periódico titulado Triple Jeopardy, en referencia al racismo, el sexismo y el imperialismo. Aquello implicaba una militancia sobre el terreno que abordaba de manera simultánea el racismo, la misoginia y la guerra imperialista.

Es con el espíritu de aquellos esfuerzos intelectuales orgánicos de comprender las categorías de raza, género y clase como elementos conectados, entrelazados y entrecruzados que entiendo actualmente los conceptos feministas de interseccionalidad.

En un ciclo de conferencias recientemente celebrado en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, con el título «La frontera como centro. Zonas de ser y de no ser [migra y colonialidad]», la representante del partido Indigènes de la République Houria Bouteldja afirmó lo siguiente: «No sé quién es blanco, pero la policía francesa lo sabe perfectamente. Nunca se equivoca a la hora de decidir a quién discriminar y a quien apalear». Igualmente, la feminista vasca Itziar Ziga, en una entrevista en Argia, decía que «Soy una mujer porque es así como he sido violentada física, afectiva, económica y simbólicamente… Proclamo que soy mujer, pero no por lo que tengo entre las piernas». En estos dos casos, el sujeto se define políticamente para/desde el locus de opresión y, por tanto, de lucha. En este sentido, ¿qué es para ti ser mujer y qué ser negra?

Ambas categorías se han ensanchado y expandido más allá de cualquier límite que hubiera podido imaginar en anteriores fases de mi vida. De modo que, si pretendiera aferrarme a modos de ser históricos, continuaría sintiéndome obligada a basarme en definiciones políticas del género y la raza en ambos casos, tal y como planteas en tu pregunta, tanto desde el punto de vista de las estructuras de dominación y sus ideologías asociadas como desde el punto de vista de los movimientos colectivos que buscan desmantelar estas estructuras y hacer frente a estas ideologías.

Al mismo tiempo, siempre he insistido en la prioridad de la práctica radical por encima de la identidad pura y simple. Importa más qué haces para facilitar la transformación radical que cómo te imaginas que eres. Y, claro, como ya he indicado, las categorías de género y raza, al igual que la sexualidad y la clase, sólo son significativas dentro de unas interrelaciones más complejas.

En relación con el panorama político estadounidense, has destacado «el reto de complicar el discurso», en vista de que «la simplificación de la retórica política facilita la adopción de posturas extremistas». En los últimos años, en Europa, hemos sido testigos de la aparición de la autodenominada ‘nueva política’, que se opone a ‘los de arriba’, con miras a provocar una ‘revolución democrática’ por la vía de la ‘revolución de las sonrisas’. ¿Qué significa para ti la democracia en esta era del populismo despolitizador y de los significantes vacíos?

Está claro que los que nos situamos a la izquierda en Estados Unidos, y no sólo a la izquierda, sino también en algunos círculos conservadores, asistimos totalmente estupefactos a la creciente influencia de Donald Trump, el cual se está aprovechando la atracción que importantes sectores de las comunidades de clase trabajadora blanca sienten por este tipo de retórica política simplista, extremista y de tendencia fascista. Esto también ocurre con la peligrosa atracción hacia personajes y partidos de extrema derecha que está habiendo en Austria, Francia, Polonia y otros lugares de Europa, crisis masiva de los refugiados —la cual pone de manifiesto el impacto que la historia de esclavitud y colonialismo de Europa sigue teniendo—, ha hecho prosperar el populismo de extrema derecha, alrededor del racismo antinegros y antiinmigrantes, y ha reactivado la islamofobia, con espectáculos que traen a la memoria racismos del pasado.

No será posible hacer frente al populismo de extrema derecha y generar un diálogo sobre futuros democráticos –enfoques sustantivos y transformadores que desplacen el foco político de la representación neoliberal del individuo hacia las necesidades y aspiraciones de las comunidades–, si no somos capaces de construir movimientos potentes contra el racismo y la xenofobia en el mundo.

Preguntada por tu posición ante las elecciones presidenciales de EE.UU., recientemente has destacado la necesidad de un partido nuevo. ¿Por qué motivo? ¿Qué tipo de partido tienes en mente? Como ex candidata a la vicepresidencia por el Partido Comunista de EE UU, ¿qué similitudes y qué diferencias con el PC debería tener este partido nuevo? En cuanto a su programa, ¿consideras que sigue vigente el Programa de 10 puntos del Partido de las Panteras Negras? ¿Y cuál sería la base electoral de este nuevo partido?

La política electoral norteamericana lleva muchos años siendo rehén del sistema bipartidista. Tanto el Partido Demócrata como el Republicano están absolutamente encadenados al capitalismo. Necesitamos una estructura política alternativa que no capitule ante las estructuras empresariales, sino que represente, en primer lugar, las necesidades de los trabajadores, de la gente pobre y de las personas de color. Esto es evidente desde hace muchos ciclos electorales, y cuando hace muchos años participé de manera directa en la política electoral, como candidata a la vicepresidencia por el Partido Comunista, fue precisamente para visibilizar esta necesidad de declarar la independencia respecto al sistema bipartidista.

Dada la respuesta que ha obtenido Bernie Sanders, ha quedado claro que hay un número considerable de personas que quieren una alternativa al capitalismo. Cada vez más gente está reflexionando seriamente sobre la necesidad de un partido que represente la clase trabajadora, los movimientos antirracistas, las cuestiones feministas y LGBTQ, las reivindicaciones contra la guerra y la justicia medioambiental.

En cuanto al Partido de las Panteras Negras, está claro que el Programa de 10 puntos está profundamente arraigado en las condiciones históricas de mediados del siglo pasado, pero, al mismo tiempo, todos y cada uno de sus puntos tienen un profundo vínculo con luchas radicales contemporáneas.

Continuando con las Panteras Negras, fueron pioneras en su política de womanism, que puso la lucha por los derechos de las mujeres al mismo nivel que la lucha de clases y racial, apoyó el derecho al aborto, organizó cuidados de niñas y niños durante sus reuniones, fomentó el modelo tradicional africano de familia extensa en contraposición a la familia nuclear burguesa, el diario del partido estuvo dirigido por mujeres, y hasta un 70% de su militancia era femenina. ¿Cómo se logró todo ello, más allá de que los hombres estaban siendo asesinados o encarcelados? ¿Qué lecciones pueden sacar los movimientos de liberación, y especialmente las feministas de estos movimientos, de la experiencia del Partido de las Panteras Negras?

En realidad, no debería sorprendernos excesivamente saber que la mayoría de militantes de las Panteras Negras eran mujeres, de la misma manera que no deberíamos sorprendernos por el papel fundamental que las mujeres jugaron dentro del Movimiento por la Libertad del Sur. Lo que sí resulta sorprendente es que medio siglo más tarde sigamos cautivos de visiones históricamente obsoletas sobre el liderazgo carismático masculino.

Históricamente, los paradigmas asociados al liderazgo de las mujeres –desde Ella Baker hasta Ericka Huggins– han tendido a enfatizar el liderazgo colectivo por encima del individualista. Los jóvenes de los actuales movimientos radicales están priorizando el liderazgo de las mujeres, el liderazgo queer y el liderazgo de las colectividades.

Como fuiste alumna de Marcuse, me gustaría hacerte una pregunta que él ya planteó en su Un ensayo sobre la liberación: «¿Cómo puede [el individuo] satisfacer sus necesidades sin [ …] reproducir, a través de sus aspiraciones y satisfacciones, su dependencia de un aparato explotador que, al satisfacer sus necesidades, perpetúa su servidumbre?». En otras palabras, ¿cómo podemos liberarnos de la mercantilización de nuestros sentimientos?

A estas alturas, no estoy segura de si es posible eludir completamente las consecuencias del deseo mercantilizado, ya que es esa la naturaleza del deseo contemporáneo; el capitalismo ha invadido hasta tal punto nuestras vidas interiores que nos resulta extremadamente difícil separar capitalismo y deseo. Sin embargo, creo que sigo la tradición filosófica de Marcuse cuando afirmo que deberíamos tratar de desarrollar una conciencia crítica sobre las maneras en que, en parte, estamos implicados en la propia reproducción del capitalismo, a través de la mercantilización de nuestros sentimientos. Es a través de este tipo de reflexiones negativas que podemos empezar a vislumbrar posibilidades de liberación.

Durante tu visita al País Vasco estuvimos hablando sobre la importancia del arte y la literatura como esferas donde expandir los límites de lo inteligible, desmontar los paradigmas del sentido común hegemónico, confrontar la camisa de fuerza de la verosimilitud, derribar el monopolio de la realidad y traducir, dar forma y ensayar nuestras nociones políticas. ¿Cómo se concreta todo esto?

Especialmente ahora que la posibilidad de liberación parece ser descartada por las mismas luchas políticas que pretenden mostrarnos vías hacia futuros mejores, podemos aprovechar lo que Marcuse llama ‘dimensión estética’ y Robin Kelley, ‘sueños de libertad’ o ‘imaginación radical’. Lo que el reino del capitalismo ha sofocado completamente es nuestra capacidad colectiva de imaginar una vida que no esté repleta de mercancías. Es por esta razón que necesitamos el arte, la literatura, la música y otras prácticas culturales, para educar nuestra imaginación de manera que consiga liberarse de las restricciones impuestas por la privatización.

Durante aquella visita, te organizaron un concierto de homenaje en Bilbao, donde hiciste mención de una canción preciosa de Nina Simone titulada ‘I Wish I Knew How It Would Feel to Be Free’ [Ojalá supiera qué se siente al ser libre ], y que dice así: «I wish I could break all the chains holdin’ me, I wish I could say all the things that I should say, say ‘em loud, say ‘em clear for the whole ‘round world to hear» [Ojalá pudiera romper todas las cadenas que me retienen, ojalá pudiera decir todo lo que debería decir, decirlo todo bien alto, decirlo para todo el mundo lo oiga] .¿Qué significa ser libre para ti, y cuáles son las cadenas que tenemos que romper?

Recordé esa canción de Nina Simone no tanto porque quisiera dar a entender que medio siglo o más después yo tenga una respuesta definitiva a la cuestión subyacente a su anhelo de saber qué es sentirse libre, sino más bien porque seguimos rigiéndonos por este deseo de poner nombre y experimentar la libertad. En los EE.UU., este objetivo nos resulta mucho más complicado hoy en día que a mediados del siglo XX. De hecho, parece que, cuanto más nos acercamos a lo que originariamente habíamos imaginado como ‘libertad’, más nos damos cuenta de que se trata de algo mucho más complicado, de algo con un alcance mucho mayor…

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=216558&titular=%93raza-g%E9nero-y-clase-son-elementos-entrelazados%94-

Fuente de la imagen: http://www.universidad.edu.uy/prensa/renderItem/itemId/34640

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