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La comunicación (mentirosa) al servicio de la dominación

“¿A quién debe dirigirse la propaganda: a los intelectuales o a la masa menos instruida? ¡Debe dirigirse siempre y únicamente a la masa! (…) Toda propaganda debe ser popular y situar su nivel en el límite de las facultades de asimilación del más corto de los alcances de entre aquellos a quienes se dirige. (…) La facultad de asimilación de la masa es muy restringida, su entendimiento limitado; por el contrario, su falta de memoria es muy grande. Por lo tanto, toda propaganda eficaz debe limitarse a algunos puntos fuertes poco numerosos, e imponerlos a fuerza de fórmulas repetidas por tanto tiempo como sea necesario, para que el último de los oyentes sea también capaz de captar la idea”. (Joseph Goebbels)

Según el punto de vista que se tome, lo que distingue al ser humano de otros animales pueden ser distintos elementos: por ejemplo, el “ser racional”, de acuerdo a la visión clásica de Aristóteles, que aún sigue rigiendo en nuestro pensamiento occidental. O el ser un “animal político”, en tanto que somos forzosamente miembros de la polis, la ciudad-Estado, que es lo mismo que decir: parte de la sociedad. Otro abordaje nos mostrará que ese ser humano es el único ser vivo que modifica su entorno según un proyecto propio, el cual va variando con el tiempo. En tal sentido “el trabajo es la esencia probatoria del ser humano”, dirá Hegel, frase retomada por los fundadores del socialismo científico: Marx y Engels (véase al respecto: “El papel del trabajo en la humanización del mono”, de Federico Engels).

Otra forma posible de concebirlo está dada por la comunicación, y más exactamente, por aquello que la posibilita: el lenguaje (lo cual es una forma de articular todas las anteriores visiones). Los animales también tienen sistemas de comunicación, pero nunca en el sentido humano. Existen complejos códigos comunicacionales según las muy diversas especies zoológicas; hay diferentes sistemas de emisión de mensajes, utilizando sus sentidos del olfato, la vista, el tacto, oído y gusto, empleando a veces complicados movimientos, bailes rituales, gestos faciales, actitudes posturales. Pero hay una constante: el lenguaje animal no miente. Puede haber mecanismos de “engaño” (el mimetismo, cambio de color o camuflaje, determinadas posiciones amenazadoras, olores “mentirosos” para engañar a la presa o al depredador, etc.), pero siempre en el orden de lo puramente instintivo, como mecanismos al servicio de la sobrevivencia. Nunca hay “intención” de mentir, de falsear; en el lenguaje humano, por el contrario, mentimos. Pensemos rápidamente, como primeros ejemplos, en el discurso político, o en la publicidad: reinos absolutos de la mentira, del engaño y la manipulación descarada. O en las promesas de amor eterno. ¿Nos podemos tomar en serio todo eso? Suenan a chiste, ¿no? Pues bien: el lenguaje humano es el único que posibilita realizar chistes, que son, en definitiva, juegos de palabra.

La mentira es constitutiva de la especie humana. Siempre hay una posibilidad de equívoco en nuestra comunicación, consciente y racional, o no consciente. Los humanos nos comunicamos de diferentes maneras: en modo oral, escrito, gestual, con signos y símbolos varios. Siempre está presupuesto un código universal que nos constituye: el lenguaje. De acuerdo a la definición clásica -la que da la Real Academia Española de la Lengua- el lenguaje posibilita esa comunicación, la cual sería la “acción consciente de intercambiar información entre dos o más participantes con el fin de transmitir o recibir información u opiniones distintas.” Quizá la definición queda corta, porque en la comunicación, además de informar, hacemos otras cosas; de ahí que se habla de las distintas funciones del lenguaje: conativa, poética, fática, metalingüística, emotiva, mágica.

No es cierto, contrariando la tradición aristotélico-tomista que nos domina al día de hoy, que pensamos, y luego transmitimos lo pensado por medio de ese supuesto instrumento que sería el lenguaje. Las ciencias sociales modernas (la semiótica, el psicoanálisis, la lingüística) ven el proceso exactamente al revés: el lenguaje nos constituye, nos arma como sujetos humanos. Como dice Paola Valderrama “Lo que el psicoanálisis descubre es que el lenguaje tiene efectos sobre aquellos que lo ‘habitan’, que el lenguaje no es una herramienta o un objeto a disposición de la voluntad de cada cual, sino que cada sujeto es determinado por el lenguaje, que el lenguaje es tan determinante sobre aquellos que hablan como las relaciones de producción pueden ser determinantes sobre aquellos que trabajan. Este habitar el lenguaje es a lo que Freud llamaba el inconsciente”. De ahí que la comunicación entre seres humanos de ningún modo responde a meros mecanismos instintivos -como sucede en el reino animal-. Siempre hay equívoco, mentira (si no, no existiría el polígrafo: valga este simpático video para evidenciarlo), transmisión de algo más -o algo menos- de lo que queremos decir. “Usted podrá saber lo que dijo, pero nunca lo que el otro escuchó”, expresa Lacan. Hay lapsus, por ejemplo, cosa que no les sucede a los animales. En tal sentido, la comunicación humana siempre debe ser tomada con pinzas. Irremediablemente mentimos.

Ahora bien: en el ámbito de la comunicación de masas, la situación se magnifica a grados superlativos. En ese espacio, el de lo social, de lo público, lo masivo dirigido a grandes colectivos humanos -de ahí que se hable, en forma creciente, de “medios masivos de comunicación”, mass media– lo que menos hay es información objetiva. Hay vil y descarada mentira, apelando siempre a la emotividad. Para graficarlo, quizá de un modo altamente patético, valga lo dicho por el sobrino de Freud, Edward Bernays quien, a partir de la formulación del concepto de inconsciente que hiciera su tío, llevó esa idea a Estados Unidos, dando lugar así a la psicología de la manipulación. Solo el título de su libro principal lo dice todo: “Propaganda. Cómo manipular la opinión pública en democracia”. Allí nos dice, sin ninguna vergüenza, que “El estudio sistemático de la psicología de masas reveló a sus estudiosos las posibilidades de un gobierno invisible de la sociedad mediante la manipulación de los motivos que impulsan las acciones del ser humano en el seno de un grupo.

Pues bien: la comunicación de masas, que ha ido cobrando creciente importancia en el mundo moderno, capitalista, hoy totalmente globalizado, desde la imprenta de Gutenberg hasta las redes sociales de internet omnipresentes que actualmente parecen llevar la verdad revelada (más “verdadera” que la Biblia que imprimía aquel tipógrafo teutón), hoy día decide todo.

Si bien la gran masa humana no decide democráticamente nada -eso nunca fue así, en ninguna sociedad: solo quizá en los socialismos del siglo XX hubo unos primeros balbuceos al respecto-, hoy día el poder de manipulación comunicativa que detentan los megacapitales no tiene parangón. Lo que la gente hace, piensa, consume, aparentemente decide y lo que disfruta, es producto de monumentales, gigantescas y muy bien orquestadas políticas comunicacionales. Hoy ya no es solo la prensa escrita, el “cuarto poder”, como se le llamó. Es la parafernalia de recursos técnicos existentes, cada cual más atractivo, hipnotizador, envolvente. Ahí están, además de la otrora omnipoderosa prensa escrita (hoy ya alicaída), la radio, la televisión, el internet (nueva deidad incuestionable) y un etcétera que no para de crecer, influencers por ejemplo (actores, simples operadores de esos grandes poderes, quizá sin saberlo). Cada vez más, nuestros hábitos de vida están digitados por estos grandes centros decisorios.

En la sociedad tecnotrónica, el rumbo lo marcará la suma de apoyo individual de millones de ciudadanos descoordinados que caerán fácilmente en el radio de acción de personalidades magnéticas y atractivas, quienes explotarán de modo efectivo las técnicas más eficientes para manipular las emociones y controlar la razón”, pudo decir sin ningún tapujo Zbigniew Brzezinsky, uno de los intelectuales orgánicos más importantes de los últimos años en Estados Unidos.

La “verdad” ya no importa (en realidad, a los poderes nunca le importó); lo único que se busca, ahora con medios de manipulación cada vez más finos y eficientes, hechos a la alta escuela, pretendidamente con estatus científico -no pasan de burdas tecnologías empíricas- es el manejo de las grandes masas. Para muestra, ahí está la publicidad, el “arte del engaño”, como se la ha nombrado.

Una agencia de publicidad próspera manipula los motivos y deseos humanos y engendra una necesidad de bienes desconocidos o inclusive rechazados hasta entonces entre el público”, reconoce un pope del mercadeo, el estadounidense Ernest Dichter.

En otros términos, esta comunicación de masas, absolutamente unidireccional (del emisor al receptor, sin la más mínima posibilidad de retorno en sentido contrario) no solo moldea sino que, en todo caso, oficia como impiadosa dictadura. Miente, falsea las cosas, obliga a determinadas conductas (las que desean los emisores). “Para sofocar cualquier revuelta por adelantado (…) métodos arcaicos como los de Hitler son anticuados. Basta con crear un condicionamiento colectivo reduciendo drásticamente el nivel y la calidad de la educación. (…) Que la información destinada al público en general sea anestesiada de cualquier contenido subversivo. Transmitiremos masivamente, vía televisión [hoy día deberían agregarse redes sociales y aplicaciones de internet], estúpidos entretenimientos, siempre halagando el instinto emocional”, decía en 1956 el pensador austro-germano Günther Anders. “Estúpidos entretenimientos” … Más claro: imposible.

La gente no es estúpida, sino que la vuelven estúpida. ¿Cómo entender, si no, que una gran masa de población, eternamente sojuzgada, vea como el principal motivo de sus penurias a un otro diferente? (el extranjero que “viene a robar puestos de trabajo”, el de otra etnia, el de otra orientación sexual, el que no es igual que yo), y no a quien le explota. ¿Cómo entender, si no, que vote en las urnas por su propio verdugo? (Milei en Argentina, la andanada de ultraderecha en Europa, Bolsonaro en Brasil, etc.). ¿Cómo entender que las poblaciones, cada vez más, consuman sin parar cosas innecesarias? Se prefiere comprar el teléfono inteligente de moda antes que alimentarse nutritivamente. “Lo que hace grande a este país [Estados Unidos] es la creación de necesidades y deseos, la creación de la insatisfacción por lo viejo y fuera de moda”, expresó un publicista de la agencia estadounidense BBDO.

El poder de la prensa es primordial. [Hoy debería agregarse toda la parafernalia de los más variados y sofisticados mass media, pues la prensa escrita va de salida] Establece la agenda de discusión pública. Es un avasallador poder político que no puede ser controlado por ninguna ley. Determina lo que la gente habla y piensa con una autoridad reservada en algunas partes del mundo solo a los tiranos, sumos sacerdotes y mandarines”, decía un connotado periodista como Theodore White. Definitivamente la comunicación de masas, la creación de la opinión pública y la inducción de “necesidades” para comprar y comprar hasta el hartazgo, no las decide el receptor. La idea de “libertad”, tan cara a las modernas democracias de mercado que se llenan la boca entronizándola, sin dudas queda herida de muerte al analizar estos mecanismos comunicacionales. Como los perros de experimentación de Pavlov, somos condicionados a hacer lo que otros quieren que hagamos. Tal es el grado inmisericorde de manejo de nuestras voluntades que se llega a hablar de la barbaridad teórica de “post verdad”. Ya no hay verdad: estamos en el reino de la emotividad creada -magistralmente- por estas tecnologías modernas.

Entonces ¿estamos condenados a vivir en esta suerte de hipnosis colectiva? Los grandes capitales que manejan buena parte del mundo lo intentan. ¡Impidámoslo! Solo el pensamiento crítico, y las acciones que se deriven de él, podrán forjar otra cosa.

La comunicación (mentirosa) al servicio de la dominación

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La era digital del amor

La metamorfosis de la intimidad en un mundo interconectado

Las aplicaciones de citas, que facilitan la iniciación y el reconocimiento del mercado amoroso, han transformado el panorama de las relaciones sexuales y afectivas. Tinder, Bumble y OkCupid han sido las principales catalizadoras de los nuevos modos de habitar y vivir la intimidad.

Matches, chats y desafíos

Un joven soltero se aventura a explorar el vasto paisaje de las aplicaciones de citas como Tinder y Bumble. Configura su perfil con cuidado y comienza a deslizar su dedo por la pantalla en busca de conexiones. Rápidamente obtiene varios matches y entabla conversaciones que, en su mayoría, se desvanecen en el aire virtual. Sin embargo, en algunos chats se despliega más afinidad y avanzan a plataformas más personales como Whatsapp o Instagram, lo que proporciona una mayor sensación de cercanía.

Con el tiempo, organiza citas en cafés y bares, donde comparten una cerveza o un vino y, en ocasiones, estas interacciones culminan en momentos íntimos. Sin embargo, a medida que pasan los meses, se enfrenta a la frustración de no encontrar conexiones significativas ante la multiplicidad de opciones y exigencias. A pesar de desinstalar las aplicaciones y de inscribirse en algunos cursos de idiomas y arte, se da cuenta de que tampoco es fácil conocer a alguien fuera de este entorno digital. Así que, una vez más, regresa a las aplicaciones en busca de nuevas posibilidades.

Este ciclo de experiencias refleja el panorama del amor en el siglo XXI, donde la construcción de relaciones significativas puede ser un desafío. Nos encontramos inmersos en un universo en el que las interacciones amorosas se entrelazan con la tecnología, transformando así la geometría del amor. Las aplicaciones de citas han creado una suerte de «juego de la silla» virtual, donde se compite por la atención de los perfiles más atractivos, y donde ni siquiera quienes no participan en estas plataformas pueden escapar del impacto que ellas generan en la sociedad.

Del «no sos vos, soy yo» al «no sos vos, es el algoritmo», pasamos de los paradigmas tradicionales del amor a nuevas formas afectivas moldeadas por la era digital. La centralidad del amor persiste, pero atravesada ahora por interacciones digitales que abarcan tanto la búsqueda de conexiones efímeras como la de un compañero o compañera de vida. En este nuevo paisaje del romance, las estrategias de cortejo se reconfiguran: de escribir cartas de amor, grabar casetes o CD y llamar a radios para dedicar canciones en el siglo XX, a compartir links de Spotify o YouTube a través de chats.

Origen y evolución de las aplicaciones de citas: de las cartas a los swipes

En el siglo XX, presenciamos rápidos avances en las formas de relacionarnos y amar: desde las cartas románticas y los avisos clasificados hasta las citas a ciegas orquestadas por familiares o casamenteras. Las agencias matrimoniales y los romances por correspondencia marcaron una transición hacia una era más conectada. Con la llegada de las redes sociales y las aplicaciones de citas, se abrió un nuevo capítulo en la historia del romance, transformando radicalmente nuestra forma de buscar y establecer relaciones.

El surgimiento de las aplicaciones de citas se remonta a la década de 1990, con la pionera Match.com (1995), que permitía crear perfiles en línea y buscar coincidencias basadas en criterios específicos. Sin embargo, fue con el avance de la tecnología móvil desde 2010 que las aplicaciones de citas se convirtieron en la norma, reemplazando rápidamente a los sitios web tradicionales. Nombres como Tinder, Bumble y OkCupid se volvieron familiares entre las generaciones jóvenes, ofreciendo una experiencia ágil centrada en la geolocalización.

Este cambio tecnológico ha simplificado y acelerado el proceso de conocer a potenciales parejas, poniéndolo al alcance de cualquiera con acceso a internet y un teléfono móvil. Las aplicaciones de citas ofrecen una interfaz fácil de usar, donde crear una cuenta es tan simple como conectarla a Facebook o proporcionar un número de teléfono. Como resultado, estas plataformas se han convertido en el principal medio para conocer personas, especialmente entre aquellos que tienen entre 20 y 40 años y viven en áreas urbanas.

Aunque inicialmente el sentido común indicaba que las aplicaciones de citas fomentarían el sexo casual, la realidad ha demostrado una diversidad de intenciones entre los usuarios. Las aplicaciones atienden tanto a quienes buscan encuentros sexuales como a aquellos que desean relaciones más comprometidas y significativas. Con la pandemia de covid-19 y las restricciones de distanciamiento social, las citas virtuales se volvieron cada vez más comunes ya que ofrecían una alternativa segura a los encuentros en persona.

Entre 2020 y 2023 me dediqué a observar y analizar miles de perfiles en aplicaciones de citas, así como a realizar decenas de entrevistas a usuarios de estas apps. A lo largo del texto cito algunos fragmentos anonimizados, aclarando si corresponde a una entrevista.

«La vida real me arruga la ropa. Carezco de aptitudes sociales, pero sé mucho de comics y videojuegos. Voy y vengo de Tinder, más en cuarentena». (Varón, 30 años)

«Desparasitada con vacunas al día. 1º regla en cuarentena: no enamorarse, todos están aburridos. Doy pocos likes, no busco nada y busco todo». (Mujer, 36 años)

Los fragmentos de biografías de los perfiles sugieren el uso intermitente de estas apps y la extendida ambivalencia de usos y deseos frente al horizonte afectivo. A medida que se reconfiguran las expectativas y prioridades en torno del romance, las aplicaciones de citas también han experimentado cambios. Se han revalorizado la conexión emocional y la compatibilidad a largo plazo por sobre los encuentros casuales, lo que ha llevado a una transformación en la percepción de estas plataformas como simples herramientas para el sexo y la diversión.

«¿Y mi medio limón? ¡Qué difícil! ¡Me aburre Tinder! ¡Con ganas de conocer a alguien q me haga borrar esta app!». (Varón, 34 años)

«Me interesa conocer un hombre leal e inteligente, serio y amoroso… soy independiente, soñadora, sensible, leal… solo personas serias. ¡Soltero y sin hijos no es una virtud!». (Mujer, 34 años)

Las aplicaciones alimentan el ego con la fantasía de personalización al ofrecer un servicio de curaduría mediante preguntas diversas, tales como: ¿le dirías te amo a alguien que nunca has visto en persona? ¿Estás a favor de tener sexo en la primera cita? ¿Estarías dispuesto a relocalizarte? ¿Qué tan importante es la religión en tu vida? ¿Le dirías te amo a alguien con quien tienes una relación a distancia y nunca has visto en persona? ¿Usarías juguetes sexuales? En este nuevo panorama del amor digital, las aplicaciones de mayor crecimiento son aquellas que prometen una experiencia personalizada, donde la racionalización amorosa se mezcla con la intuición e imaginación sexoafectiva en la búsqueda de compatibilidad total.

Navegando entre relaciones líquidas y las comunidades de afecto

En tanto cada vez más relaciones empiezan y terminan en internet, conocerse «en persona» se ha convertido casi en un acto de distinción para la imaginación romántica. En la actualidad, es difícil encontrar a alguien que no haya tenido algún tipo de experiencia en aplicaciones de citas, incluso si esa experiencia se limita al rechazo.

«Me da vergüenza estar acá. Odio las apps: la idea era conocer a alguien en el subte, en un bar o la verdulería, pero eso solo pasa en las películas». (Mujer, 37 años)

«Estuve en pareja 15 años y me separé hace dos. Tuve mi momento eufórico de 5 citas por semana. Ahora quiero pareja y me cuesta encontrar alguien que llene todos los casilleros. Tal vez sea demasiado exigente». (Varón, 43 años, entrevista)

«Escéptica. Mi algoritmo me odia. Si nos enganchamos decimos que nos conocimos en la farmacia comprando el último alcohol en gel antes del apocalipsis». (Mujer, 35 años)

A pesar de su popularidad, las aplicaciones de citas presentan múltiples tensiones, como las sensaciones contradictorias en quienes se separan: el deseo de usarlas junto al temor a cruzarse con ex parejas o conocidos. O como el ghosting, donde las personas cortan abruptamente la comunicación sin previo aviso, lo que puede causar frustración y angustia. Este efecto colateral de las «relaciones líquidas» –tal como las denomina Zygmunt Bauman– no solo atañe a los afectos, sino también a la información, la comunicación, el entretenimiento, el mercado laboral y el financiero. Pero la analogía con la desustancialización del capitalismo en el que vivimos es incompleta porque la singularidad del afecto nunca entra de forma plena en ningún tipo de determinación socioeconómica.

En las aplicaciones de citas a veces se forma una comunidad de servicios ligada al afecto que forma redes de asistencia mutua y recomendaciones por fuera del círculo de contactos. Se trata de una manera de romper habitus y comunidades cerradas al generar cruces que no se dan en un bar ni suceden del mismo modo en una red social.

«Dos matches saben que busco departamento y me ayudan. A una le recomiendo bibliografía. Se arman redes impensadas en estas páginas amarillas con proyección de coger. Hay ventas y permute. Quedar atento al asunto del otro y proponer recursos o soluciones funciona como estrategia de enganche. En cuarentena vi mil intercambios de ‘el mejor bolsón de verdura’, ‘el mejor queso precio-calidad’, ‘cómo sanitizar’. Cierta transferencia que no se consigue leyendo información». (Varón, 38 años, entrevista)

Este extracto da en el corazón de una práctica contemporánea: forjar relaciones que trasciendan los vínculos clásicos (amistades, noviazgos, matrimonios). En un siglo permeado por subjetividades lábiles, la potencialidad de estos vínculos torsiona las nociones de liviandad y profundidad con que suelen abordarse las interacciones. No se trata de romantizar los conflictos que traen, sino de poner de relieve las apropiaciones y desvíos que suscitan, como cimentar comunidades de afecto a veces fragmentarias, parciales o epidérmicas, que no necesitan responder a la clásica pregunta «qué somos».

Archipiélagos de la amistad

Mi tierra, mi sangre (Cuba); mi tinta, parcero, parche, manito (Colombia); pana, valedor (Venezuela); llave (Ecuador); pata (Bolivia); yunta (Chile); hermano, cumpa, rancho (Argentina), causa, compadre (Perú); alero (Honduras); carnal, cuate –que en meocatl significa gemelo– (México). Las diversas expresiones latinoamericanas que definen la amistad resaltan su importancia en el tejido social. Pero ¿hasta qué punto la amistad, tradicionalmente vital en las sociedades modernas para consolidar la identidad en la juventud más allá de la familia de origen, expande su influencia y se afirma como el vínculo afectivo predominante del siglo XXI?

«Aburrido de depender de la virtualidad para conocer personas. Me gustaría viajar al pasado para ver cómo era encarar una conversación con alguien random. No busco nada en especial, solo conocer gente y ver qué pinta. Si es una hermosa amistad mejor». (Varón, 35 años)

«Busco abrirme a nuevas experiencias. No soy celosa, tengo muchos amigos, que son lo que más me importan. El resto va y viene». (Mujer, 34 años)

Los lazos de amistad amplían sus bordes tradicionales, abarcando no solo relaciones fraternales entre pares sino también conexiones en ámbitos románticos, familiares, comerciales y comunitarios. Con el declive de las relaciones de pareja como eje central y fundamental, la amistad emerge como el pilar que sostiene y acompaña cada vez más trayectorias de vida. Mientras que en el pasado los mapas sociales solían estructurarse en torno de la «isla-familia» como célula básica de la sociedad, en la actualidad coexisten con la nueva geografía afectiva de los «archipiélagos de la amistad»: conjuntos de islas individuales que mantienen vínculos electivos a través de redes sociales, grupos de mensajería instantánea y aplicaciones de citas.

«No busco nadie que me complete, estoy entera. Buena vida es muchos viajes y grandes amigos. Tengo 2 mejores amigos que son como mis hermanos y no estoy dispuesta a escuchar que la amistad entre géneros no existe». (Mujer, 37 años)

«Prefiero los animales a las personas. Seamos amigos». (Varón, 34 años)

El ideario romántico tradicional de que la pareja debe ser el vínculo más importante es puesto en cuestión por las nuevas generaciones, los feminismos, el movimiento LGBTIQ y las redes sociales que dominan gran parte del tráfico de internet, donde las amistades en sentido amplio son los vínculos centrales. En una era post-romance que reivindica la amistad como vínculo menos institucionalizado, burocrático, posesivo y transaccional que la pareja, las redes y las apps tensionan la exclusividad amorosa con la reticularidad de las prácticas afectivas. Si la metamorfosis social se expresa en una crisis de pareja y en nuevas gestiones colectivas de los afectos, ¿esa mutación va a cambiar la forma de gestionar hogares, trabajos, familias, gobiernos, vacaciones, o es solo una nueva moratoria social ante las precariedades del capitalismo contemporáneo?

La gramática del pornosoft y el sexting

«¿Por qué limitarse a mirar porno cuando puedes participar?», plantea una publicidad de Pornhub, la plataforma líder en streaming de contenido para adultos antes de cada video. Este enfoque de autogestión del placer se manifiesta de diversas maneras en la sociedad contemporánea, desde el sexting y la participación en foros hasta la búsqueda de tutoriales sobre sexualidad y la creación de selfies seductoras en redes sociales o aplicaciones de citas. Además, los subgéneros del porno amateur y el pornosoft buscan suavizar y humanizar la crudeza del hardcore para llegar a un público más amplio, influyendo así en las estéticas que predominan en las redes sociales y las aplicaciones de citas.

La creciente alfabetización y socialización no solo de porno sino también de feminismos eleva las expectativas en torno del ámbito afectivo y sexual al valorar lo que Eva Illouz denomina «derechos hedónicos»: el mandato sociocultural de buscar placer y pasión para alcanzar una vida plena. Pero esta búsqueda no se limita al disfrute en sí, sino que aspira a emular las performances estilizadas del streaming y de las redes, lo que a menudo termina convirtiendo al match en calabaza. La expectativa de replicar los comportamientos aprendidos, tanto en el porno como en los feminismos, influye desde las primeras interacciones en línea hasta las citas y los intercambios de placer.

La popularización del porno no se limita solo a la producción de contenido, sino que también se extiende a las «burbujas»: prácticas intersticiales influenciadas por la tecnología que forman parte de la excitación anticipada. No se trata simplemente de exhibicionismo deliberado en fotos, sino más bien de una cultura de lo sugerente, como si el entorno siempre estuviera cargado de connotaciones sexuales. Incluso actividades cotidianas como cocinar, revisar el pronóstico del clima, leer o tomar vacaciones pueden activar la imaginación sexual a través de poses aparentemente desenfadadas.

Tras matchear, el chat y las citas suelen generar distintas tensiones de género. Ante la tendencia a la pronta sexualización «masculina» y al deseo de personalización «femenina», innovar a veces tampoco funciona: si ellas son las primeras en sexualizar la charla, a ellos puede resultarles incómodamente «masculino»; si ellos personalizan el vínculo, a ellas puede resultarles demasiado «femenino» o apurado.

«A veces digo ‘ya está, garchemos’, pero les incomoda y se ponen histéricos, dan vueltas. Ven ‘masculino’ que les proponga coger». (Mujer, 29 años, entrevista)

«Difícil saber qué quieren. Que uno sea más clásico, ‘macho’ o sensible. Ni frío ni demasiado sensible. Que la mina me avance me encanta, pero me pone nervioso. No lo digo de machirulo, no estoy acostumbrado». (Varón, 28 años, entrevista)

En definitiva, la expansión del imaginario porno en detrimento del romántico influye en la búsqueda de relaciones y afecta las dinámicas interpersonales. En el pasado, el cortejo, el encuentro y el acto sexual solían seguir una secuencia clara y lineal. En el siglo XXI, esta secuencia suele aparecer superpuesta o rota, al compartir mensajes íntimos, como preferencias sexuales, incluso antes de establecer una conversación de otro tipo, casual o profunda.

La nueva geografía del romance

Hasta hace poco más de una década, el acto de swipear –dar «me gusta» al deslizar el dedo sobre la pantalla a la derecha, o descartar al pasar al siguiente perfil deslizando el dedo a la izquierda– era inconcebible. En un mundo saturado de opciones, se expande la idea de que al segmentar por preferencias –relación buscada, nivel socioeconómico, estilo sexual–, la elección será más satisfactoria. En un contexto en el que, como señalan Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gernsheim en su libro Amor a distancia, cada vez más personas viven, trabajan, aman y sueñan en clave cosmopolita, las aplicaciones de citas permiten una búsqueda discreta, ubicua y anónima que dinamiza la esfera afectiva. No obstante, a pesar de desanclar la búsqueda del entorno social y presencial, aún persisten expectativas diferenciadas según el sector social –consumos, ingresos, nivel educativo, área de residencia– y el género –comunicación, iniciativa, ideología, performance–.

Las aplicaciones de citas articulan una respuesta ante la prolongación de la soltería y la apertura a diversas propuestas, cruces y relaciones. Aunque promueven tensiones y conflictos, como el ghosting, el burnout cognitivo-afectivo, el imaginario de abundancia de candidatos y la proliferación de perfiles falsos, añejos o distantes, es probable que sigan desempeñando un papel importante en la forma de relacionarnos. Estas herramientas actúan como facilitadoras tanto en la iniciación como en el reconocimiento del mercado amoroso, creando una red voyeurista de erotismo sutil, proporcionando formas relativamente legítimas de gestionar experiencias y ofrecer formas de acompañamiento. Combinando racionalidad técnica con la descentralización de prácticas antes arraigadas en bares, fiestas y discotecas, funcionan como el GPS afectivo de cada vez más personas, aunque ninguna indique un único camino para llegar.

Fuente de la información e imagen:  https://nuso.org

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Educación Emocional: cinco consejos para trabajar en el aula

Buscando generar un espacio de contención, la Educación Emocional es una herramienta que ayuda a los estudiantes expresar sus problemáticas.

Sin dudas, el objetivo de la Educación Emocional es ser una herramienta que ayuda a los estudiantes a identificar, expresar y gestionar sus emociones dentro y fuera del entorno educativo. Hoy, este recurso permite expresar sentimientos en un momento dado, promoviendo así una buena comunicación entre pares y el desarrollo de la autorregulación.

Las herramientas para trabajar la Educación Emocional

-Identificación el problema

Brindar la capacidad para identificar y compartir las emociones en el aula. Señalando el nivel o el grado del problema o el sentimiento, en el que se encuentran inmersos, para que así tanto los docentes como sus compañeros pueden interpretar esta emoción.

-Fomentar un diálogo abierto

Fomentar conversaciones abiertas sobre las emociones es fundamental para romper con un montón de barreras que impiden expresarse libremente. Realizar preguntas como. “¿Qué fue lo que te hizo sentir así?” o “¿Cómo podemos ayudarte a sentirte mejor?”. Esto va a ayudar a crear un un espacio y un intercambio seguro para el docente y los estudiantes.

-Seguimiento Individual

El seguimiento individual permitirá llevar un registro con detalle del estudiante y de sus emociones a lo largo del trayecto escolar. Esto puede permitir que se identifiquen patrones de conducta y así poder brindarle estrategias para gestionar sus emociones.

-Actividades Creativas

Realizar actividades creativas en el aula, como dibujar o escribir sobre los sentimientos que experimentan ayudará a expresarse de una manera mucho más descontracturada. Esto también es fundamental para externalizar emociones internas que en muchas ocasiones cuesta comunicar.

-Espacios de comunicación

Facilitar la comunicación efectiva entre educadores y estudiantes es un punto clave para que haya un feedback constante en todo el grupo educativo. Además, esto generará un ambiente en el que se no sientan juzgados; estando cómodos y seguros para expresar sus sentimientos.

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Cuando cae el interés en los medios tradicionales de prensa. Aumenta la indigencia mediática

Por: Sergio Ferrari

Los nuevos hábitos juveniles interpelan y desafían

Suiza se cuenta entre los países más “ricos” del mundo. Sin embargo, uno de cada dos de sus habitantes es un “indigente mediático”. Situación que se repite también, con pocas excepciones, en muchos otros países del planeta. La crisis de la prensa tradicional se expresa en el desinterés creciente por la información de contenido.

Esta es una de las principales conclusiones del último Anuario 2023 publicado por el Centro de Investigación sobre la Opinión Pública y la Sociedad de la Universidad de Zúrich (FÖG, en alemán)

La grieta entre las personas “informadas” y las demás aumenta aceleradamente. Los “indigentes” mediáticos en Suiza representan el 43% de la población. Sinónimo de pobreza, escasez o sub-información con respecto al acceso y consumo de medios tradicionales (prensa escrita, radio y TV). Por ejemplo, los adultos jóvenes de menos de 25 años sólo consumen siete minutos de noticias al día, y en sus teléfonos celulares. Según los autores de esta investigación que vio la luz el 30 de octubre, “el periodismo informativo está perdiendo su impacto social” (https://www.news.uzh.ch/en/articles/media/2023/Yearbook_foeg.html).

En su evaluación de estas conclusiones, Philippe Bach, Redactor en jefe del cotidiano helvético Le Courrier, coincide en que “los medios de comunicación llegan cada vez a menos personas” (https://lecourrier.ch/2023/10/30/medias-la-fausse-piste-de-lia/). “¿Por qué esta realidad constituye un problema?”, Bach se pregunta en un editorial reciente. “En términos democráticos”, se responde el analista, “las personas que pertenecen a esta categoría (la de los indigentes mediáticos), tienden a aislarse de los debates y a dejar de participar en las votaciones políticas, las cuales juegan un papel muy importante en la democracia directa de Suiza”.

En este país europeo se vota, casi sin excepción, cuatro veces por año, y la ciudadanía decide regularmente en las urnas los grandes temas de la política nacional, cantonal (provincial) y municipal. Según Bach, la participación electoral es del 70% entre las personas que utilizan significativamente los medios de comunicación tradicionales (periódicos, radio y televisión), pero cae al 30% entre los “indigentes” que recurren, como máximo, a noticias de diversión, de sociedad o los denominados hechos diversos.

Tendencia global dominante

La caída de la audiencia constituye uno de los tres problemas que amenazan al periodismo a nivel global. Los otros son el bajo nivel de confianza hacia los medios y el amenazado ambiente empresarial en los medios, fundamentalmente producto de la caída de ingresos por anuncios. Así lo analiza el Digital News Report 2023 del Instituto Reuters de Periodismo y la Universidad de Oxford (https://reutersinstitute.politics.ox.ac.uk/es/digital-news-report/2023).

Este informe, publicado en junio del corriente año, reúne datos de “seis continentes y cuarenta y seis mercados”.  Para comprender el uso del concepto de mercado, que aquí reemplaza al de país, es importante recordar que Thomson Reuters, una de las transnacionales de la información más grandes del mundo, a fines de 2020 ya constituía uno de los tres monopolios editoriales más importantes. Su portafolio fundamental consiste en servicios de asesoramiento jurídico a gobiernos, bufetes de abogados y grandes empresas, y en el presente solo un pequeño porcentaje de su actividad empresarial se enfoca en una agencia de noticias clásica. Desde la perspectiva de Reuters, como de muchísimas otras corporaciones de la información, un país –cualquier país– cuenta solamente en términos de oportunidades comerciales, y esto tiene implicaciones muy serias para la dinámica periodística. En otras palabras: ya no se trata de “informar” como de “vender” noticias.

Las revelaciones más sorprendentes del Digital News Report 2023 tienen que ver con “la naturaleza cambiante de las redes sociales”, debido, en parte, por una menor participación en plataformas tradicionales, como Facebook, y el auge de TikTok y otras redes basadas en video. Por otra parte, estos cambios se hallan fuertemente influenciados por los hábitos de las generaciones jóvenes que han crecido con las mismas redes y que en la actualidad suelen prestar más atención a los influencers o a los “famosos” que, a los periodistas convencionales, aun cuando se trate estrictamente de noticias.

En el marco de la temática de la “indigencia mediática”, aunque el Digital News Report 2023 no lo conceptualiza de esta forma, reconoce que la cantidad de gente que evita regularmente (o a veces) leer noticias permanece cerca de máximos históricos: un 36% del total relevado. Y constata que este grupo se divide en dos: por una parte, quienes procuran evitar periódicamente todas las fuentes de noticias y, por el otro, quienes tratan de restringir específicamente el consumo de noticias sobre ciertos temas o en determinados momentos.

En cuanto a las fuentes noticiosas, este informe conjunto de Reuters y la Universidad de Oxford señala que solo una quinta parte (22%) de los encuestados prefiere comenzar sus recorridos informativos con un sitio web o una aplicación noticiosa, lo cual supone un descenso de 10 puntos porcentuales desde 2018. Y subraya que, en todas partes, la juventud prefiere acceder a las noticias a través de canales diferentes, como redes, motores de búsquedas o agregadores móviles.

El informe también muestra como tendencia que Facebook, a pesar de haber perdido usuarios, se sostiene como una de las redes más utilizadas, pero que su influencia sobre el periodismo disminuye a medida que aleja su foco de las noticias. Además, que se enfrenta con nuevos retos de plataformas establecidas, como YouTube, y otras dinámicas y enfocadas principalmente en la juventud, como TikTok. Esta última, una red de propiedad china, llega al 44% de las personas de 18 a 24 años en todos los mercados y representa el 20% de la fuente de información. Su crecimiento más rápido se registra en zonas de Asia-Pacífico, África y América Latina.

En cuanto a las noticias, específicamente, las audiencias de plataformas como TikTok, Instagram y Snapchat reconocen nutrirse más de influencers, “famosos” y personalidades de las redes sociales que de periodistas convencionales. Esto contrasta con el panorama en Facebook y X (Twitter), donde los medios y los reporteros mantienen todavía un lugar importante.

Críticas a la Inteligencia Artificial

Otro tema de actualidad es el de la influencia de la Inteligencia Artificial y sus diversos instrumentos sobre la actividad periodística actual. Es bien sabido que en muchas redacciones en todo el mundo las traducciones ya se generan mediante programas de IA y, cada vez más, también la elaboración de noticias cotidianas.

Según la investigación de FÖG de la Universidad de Zúrich, la población suiza se muestra reticente al empleo de inteligencia artificial (IA) en la producción de noticias, recurso cada vez más utilizado por las grandes empresas mediáticas, en gran medida debido al nuevo impulso que le dio la introducción de ChatGPT. Sólo un tercio de los encuestados está dispuesto a leer contribuciones íntegramente generadas por IA, en tanto que un 84% prefiere textos escritos por periodistas, sin intervención de IA.

Una clara mayoría de los encuestados por FÖG (61%) cree que la calidad general de las noticias se deteriorará si la IA asume una mayor parte de la redacción de contenidos. Además, teme una disminución del pluralismo de opinión y un aumento de la información falsa. Más del 80% quiere que los contenidos creados total o parcialmente con ayuda de IA sean declarados explícitamente como tales.

El Anuario de FÖG, que desde su primera edición en 2010 se ha fortalecido como referente nacional, también se interesa en la calidad de la información. Sus investigaciones periódicas analizan miles de artículos impresos, en línea, de radio y TV. Para su edición el año pasado, por ejemplo, trabajó con 20 mil artículos de 60 medios de gran presencia y respetando la diversidad lingüística de Suiza, que cuenta con 4 idiomas oficiales (alemán, francés, italiano y romanche). Al evaluar la calidad de la información, los investigadores tienen en cuenta cuatro criterios: la pertinencia de la información; la diversidad de contenidos, idiomas y regiones; el profesionalismo en cuanto a las fuentes utilizadas y la transparencia en declararlas y, por último, el contexto para situar la noticia.

Dilemas informativos

La temática sobre la información –su calidad y la confianza de la gente en la misma– es tan amplia como diversa. Develar realidades nacionales (como la de Suiza) o tendencias generales (como las que se desglosan del Digital News Report 2023), son algunos de los aspectos del universo mediático que es casi ilimitado en cuanto a temáticas y desafíos. El papel de los medios públicos en este panorama adquiere, por ejemplo, una importancia clave.

El Informe de Reuters sostiene que sobre la base de lo analizado en una veintena de países-mercados de Europa occidental y Asia-Pacífico, es mayoría la gente que cree que los medios públicos son importantes. Pero constata, también, las amenazas crecientes que dichos medios soportan en el presente. Por ejemplo, en naciones de Europa Occidental, como Gran Bretaña, Austria, Alemania o Suiza.

Las preguntas de fondo, sin embargo, quedan abiertas. Una de ellas, clave y fundamental, nos lleva al tema inicial de la “indigencia mediática”: ¿realmente se puede considerar como indigentes mediáticos a aquellas personas que no se nutren de los medios de información tradicionales?

No menos relevante es el intento por entender ese alejamiento de los medios tradicionales por parte de amplios sectores juveniles, que buscan otros canales para “informarse” y nutrirse. ¿A qué se debe tal comportamiento? La respuesta se compone de un abanico muy amplio de visiones, que va desde aquellos que culpabilizan a la apatía y el creciente desinterés juvenil, a los que creen que la crisis de la información no es sino expresión de la crisis de un sistema global, de la cual las noticias de contenido no logran escaparse.

Aumenta la indigencia mediática

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Opinión | ¿El poder de las palabras o las palabras del poder?

Por: Andrés García Barrios

No aprendemos a escribir para emprender un viaje de descubrimiento. Nos enseñaron la letra escrita para que aprendiéramos a leer: a leer lo que otros escriben, y a escribir lo que otros nos dictan.

Desde que empecé a publicar en este Observatorio, me dio por agrupar mis escritos en series, bajo distintos títulos: El ritual escolarLa educación que queremos, Los expertos como discípulos… Ahora se me ha ocurrido una nueva categoría, inspirado por el comentario de una amiga, quien para referirse a mis textos dijo que éstos la motivan a “hacer comunidad”. Tal halago me gustó muchísimo, y me dio ganas de concentrarme en ese tema: hacer comunidad es, en efecto, uno de los esfuerzos que me parecen más importantes en el contexto actual y por supuesto en la pedagogía de todos los tiempos.

Sin embargo, como siempre en mi caso, apenas me surge una idea, aparece detrás de ella su estela de duda. En este caso, la siguiente: ¿se puede hacer comunidad a través de la escritura? Es decir, ¿es posible comunicarse por este medio? Comunicarse realmente, en el sentido de un ir y venir; no solo de emitir un mensaje sino de tener una réplica a éste (sin esa replica, la comunicación se convierte más bien en pura emisión de información; tal es la crítica que se ha hecho a los medios de comunicación, diciendo que en realidad son sólo canales informativos).

Pero, bueno, ¿escribir no es también una actividad unilateral? Esta pregunta no es banal en un espacio como el del Observatorio, donde entre otras cosas se escribe sobre educación; ni lo es para quienes al parecer no sabemos hacer otra cosa que escribir (éstos, si de verdad queremos hacer comunidad, tenemos que recurrir a ello, o de lo contrario conformarnos con que nuestra comunidad se limite a aquellos con los que convivimos a diario).

Saber si uno puede hacer comunidad por escrito es pues una preocupación en la que vale la pena detenerse. San Pablo ─que solía comunicarse con su comunidad por carta─ afirmaba que “la letra mata”, refiriéndose a que lo escrito estrangula ese espíritu que la palabra hablada ─la voz, el aliento─ sí puede transmitir. ¿Será verdad? Para responder habrá que dar un rodeo y empezar por aclarar si de verdad las letras no existen en el lenguaje hablado y son solo materiales para la escritura.

Una importante hipótesis lingüística dice que nuestro discurso hablado constituye un continuo sin divisiones, de tal suerte que en él es irrelevante el que las cosas se llamen o deban decirse de una forma o de otra; tales separaciones solo aparecen cuando nos detenemos a analizar lo dicho. Así, las abstracciones que conocemos como letraspalabras y oraciones son resultado de un proceso paulatino que empieza ─inventemos un poco de historia─ cuando a un ser humano se le ocurre que así como un palo clavado a la mitad del camino puede significar “pasé por aquí”, un garabato puede representar un fragmento de habla. Acto seguido (es decir, siglos después), mientras afina su garabateo (su escritura), ese ser humano se da cuenta de que las cosas que enuncia, por diferentes que sean (palopasoslejos), tienen elementos comunes (aaaaa… ppppp… sssss…) y que también éstos se pueden representar con garabatos distintos.

Son las letras.

Sí, las letras, unidades mínimas a las que llega la ciencia de la enunciación, elementos formales de incalculable meticulosidad y rigor, tanto que en un lejano futuro, un genial compositor musical descubrirá su básica y poderosa marcialidad y las pondrá a desfilar como un ejército (estoy hablando por supuesto de Cri-Cri, el Grillito Cantor mexicano, que en su maravillosa Marcha de las Letras, dirá):

Primero verán
que pasa la A…

Parece que estoy jugando, pero los pequeños que empiezan la primaria saben muy bien la seriedad con la que hablo. El poder de la letra es tal que en cuanto dejamos de escribir, la palabra recobra el aliento y retorna a ese fluir suyo en que no se distinguen vocales de consonantes, ni palabras de frases,ni frases de oraciones (¿recuerdan esos textos antiguos en que no existían todavía los signos de puntuación? Sí, se parecen a los de muchos de nuestros alumnos).

Hablar y escribir son funciones del lenguaje completamente distintas, casi opuestas.

Y es que, fíjense: en el hablar, la continuidad no existe sólo dentro de lo que uno dice sino también en lo que el otro responde. Por eso es posible comparar una mesa de discusión con una de ping pong, en la que la contestación se espera como un eco, como algo que es natural que vuelva (cada vez que no hay respuesta, el encuentro se acerca tristemente a su fin).

Yuval N. Harari, el historiador israelí, nos dice que ese ir y venir del habla, ese fluir de aquí para allá y de una persona a otra, es el factor que permitió sobrevivir a nuestra especie: según él, las comunidades humanas prosperaron gracias al chismorreo, mediante el cual los incipientes humanos hablaban entre sí acerca de sus semejantes y gracias a ello pudieron constituir colectivos más grandes que sus antepasados simios, quienes para conocerse entre sí (y cuidarse unos de otros o formar alianzas) sólo contaban con la experiencia directa. El lenguaje permitió a los humanos justamente comunicar ya no sólo hechos presentes (“¡Ahí viene el león!”) sino también experiencias pasadas y expectativas a futuro:

─ ¿Por qué vienes herido?
─ ¡Porque ese hombre me golpeó!
─ ¿Y por qué te golpeó?
─ Para quitarme mi comida.
─ Tendré cuidado con él.

Pues bien, en la escritura el flujo natural del habla parece en riesgo.

En una aseveración perfectamente iconoclasta, Paul Valery, el gran poeta francés, decía que leer poesía es un acto solipsista (o sea, individual hasta el hermetismo) disfrazado de comunicación, de convivencia. O sea, quien lee poesía cree que se está comunicando con alguien pero en realidad sólo está en contacto consigo mismo; igual le pasa al poeta, que cree que habla en presencia de otro y está solo, solo y su alma.

─ ¿Eso decía Paul Válery?
─ Sí.
─ Tendré cuidado con él.

Sí, tendré cuidado con él, y es que al menos yo, mientras escribo esto, no puedo quitarme de encima la radical certidumbre de que estoy en contacto con alguien, específicamente con usted, estimada lectora, estimado lector (suelo decir “querido lector”, pero ahora reduzco el término a “estimada(o)” para que ─si Valery tiene razón y usted no existe─ no me duela tanto; es decir ─fuera de bromas─, no estoy seguro de que usted exista, pero al mismo tiempo tengo una radical certidumbre de que sí está ahí).

Ahora veamos cómo este optimismo mío casi de inmediato se topa de frente con otra de las formas en que la letra mata.

En estos tiempos en que el Observatorio me publica de forma regular, se me han abierto también las puertas a esa casta que desde los anales de la historia forman quienes gozan de un público que los lea. A esta casta ─a la que algún día se le llamó de escribas─ ahora le llamamos de intelectuales. Durante siglos, sus miembros formaron un grupo pequeño, aunque muy poderoso (quizás la escritura misma surgió como un arma de poder), que fue extendiendo su influencia hasta que un día se apropió de la enseñanza entera (y con ello de las escuelas) y finalmente ─con la llegada de la modernidad y la democracia─ se impuso al mundo entero.

Su arma principal se llama alfabetización.

La alfabetización ─ese bien tan preciado que incluso se le ha considerado condición para la libertad─ sólo en muy pocos casos ha tenido la intención de que todos aprendamos a hacer comunidad por escrito. No nos engañemos, la verdad es que no busca que expandamos nuestro espíritu, como quería San Pablo, ni quiere darnos la oportunidad de entendernos a nosotros mismos y a los demás a través de la expresión escrita de nuestras ideas y emociones. No aprendemos a escribir para saber qué hemos estado pensando, ni para emprender un viaje de descubrimiento ni para poner en práctica todas esas hermosas y profundas máximas que se pueden encontrar si se googlea: “Frases sobre escribir”.

Si nos enseñaron la letra escrita fue para que aprendiéramos a leer: a leer lo que otros escriben, y a escribir lo que otros nos dictan. Enfocados en lo escolar, ¿no es cierto que tomar apuntes y repetir lo apuntado en un examen, sigue siendo en la mayoría de los casos el punto culminante de la experiencia de aprendizaje, el hecho por el que más vale la pena estudiar? Claro que algunos audaces se atreven de vez en cuando a escribir cartas personales y que hay quien, osado, llega a redactar alguna experiencia propia (redactar, es decir, reducir a unas cuantas palabras el turbulento flujo de impresiones, vivencias y conocimientos que compone su vida). Pero escribir para comunicarnos de verdad, para hacer comunidad, para expresarnos públicamente y compartir algo… ¡Aaahhh, no, eso les está reservado a unos cuantos! No dudo de que si se pudiera enseñar a leer sin que se aprendiera a escribir, así se haría. A nadie o a muy pocos les interesa lo que escriban los no intelectuales: es triste pero la palabra escrita de esa mayoría está destinada a morir sin trascender o, en el mejor de los casos, a bogar como un mensaje en una botella en busca de un muy poco probable destinatario (baja probabilidad a la que por fortuna aún valoramos y a la que llamamos esperanza).

Y así entramos a la tercera forma en que la letra mata, es decir, al hecho de que la única manera que hay de aprender a expresarse por escrito, es haciéndolo. Como con todas las herramientas, sólo el ejercicio constante redunda en un cierto dominio. Esto es verdad tanto para el lenguaje hablado como para el escrito: si nadie te escucha, pierdes motivación para hablar; si nadie te lee, lo mismo. Los privilegiados por los medios nos vamos haciendo de más y más recursos, mientras que los que no son leídos, se quedan rezagados.

¿Es esto hacer comunidad? ¿Comunidad es que unos tengan recursos y otros no? La pregunta me recuerda algo que leí hace poco en un artículo del periódico El País, donde se mencionaba que la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) nunca ha tenido una rectora mujer, y se hacía la pregunta: “¿Se puede hablar de autonomía sin que exista igualdad de oportunidades?” Así también, ¿puede existir una comunidad ahí dónde unos escriben y otros tienen que conformarse con leer, o a lo sumo con correr el rumor?

A pesar de todas las críticas que se pueden hacer contra las redes sociales, muchos vemos en ellas un sitio en el que la población general empieza a ejercer su derecho a la expresión escrita. A los intelectuales y académicos nos causa escozor que los demás cuenten con ese recurso y que escriban en ellas con la misma asiduidad, concentración y autoridad con que lo hacemos nosotros en nuestros medios. Aunque considero legítima la preocupación por el aislamiento y la obsesión que pueden provocar, puedo decir que el empeño que los intelectuales ponemos en criticar las redes sociales más bien hace parecer que no soportamos perder el dominio de lo escrito. ¿Por qué creemos que nosotros podemos estar horas escribiendo, leyendo y contestando textos importantes, pero el resto de los mortales no? Según nosotros, los que no saben escribir y no tienen hábitos claros de creación y pensamiento, deberían dejar esas particularidades que tanto los ocupan y voltear a vernos, escucharnos y leernos (¡sin embargo, en vez de hacerlo, hasta se atreven a inventar su propia ortografía y gramática!).

Devolver a otros los recursos que hemos acaparado, no es fácil. Sin embargo, hay que tener claro que en el mundo actual no hay manera de pensar en una verdadera democracia sin crear una comunidad por escrito. La comunicación no está en los medios de comunicación sino en los fines de la comunicación (que somos las personas); no está en los intelectuales que saben y conocen, sino en los sentimentales ─los inteligentes emocionales─ que somos mayoría.

Abajo ─en este mismo espacio─ hay una sección de comentarios. Siempre voy a ella con la esperanza de escuchar lo que tengas que decirme, querida lectora o lector sí existente.  Estoy seguro de que lo mismo les pasa a todos mis colegas del Observatorio. Quiero creer que los recursos están dados para empezar a hacer de este espacioun lugar de encuentro.

Fuente de la información e imagen:  https://observatorio.tec.mx

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¿Puede el Sur global construir un nuevo orden mundial de la información y la comunicación?

Por Vijay Prashad

Es notable cómo los medios de comunicación de unos pocos países son capaces de marcar la agenda en asuntos de todo el mundo. Los países europeos y norteamericanos disfrutan de un monopolio casi mundial sobre la información, ya que sus medios de comunicación gozan de una credibilidad y una autoridad heredadas de su estatus durante la época colonial (BBC, por ejemplo), así como de su dominio de la estructura neocolonial de nuestros tiempos (CNN, por ejemplo). En la década de 1950, las naciones poscoloniales identificaron el monopolio de Occidente sobre los medios de comunicación y la información y trataron de “facilitar la libre circulación de las ideas por medio de la palabra y de la imagen”, como señalaba la Constitución de 1945 de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

Como parte del Movimiento de Países No Alineados, los países y regiones de África, Asia y América Latina desarrollaron sus propias instituciones informativas nacionales y regionales: en 1958, un seminario de la UNESCO celebrado en Quito (Ecuador) condujo a la creación de una escuela regional para formar a periodistas y profesionales de la comunicación en 1960, conocida como Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (CIESPAL); en 1961, una reunión celebrada en Bangkok creó la Organización de Agencias de Noticias de Asia y el Pacífico (OANA); y en 1963, una conferencia celebrada en Túnez creó la Unión de Agencias de Noticias Africanas (UANA). Estos organismos intentaron amplificar las voces del Tercer Mundo a través de sus propios medios de comunicación, pero también —sin éxito— en los medios de comunicación de Occidente. Paralelamente a estos esfuerzos, en la Conferencia General de la UNESCO de 1972, expertos de la Unión Soviética y de la UNESCO de más de una docena de países presentaron una resolución titulada “Declaración sobre los Principios Rectores del Empleo de las Transmisiones por Satélite para la Libre Circulación de la Información, la Difusión de la Educación y la Intensificación de los Intercambios Culturales”, que reivindicaba el derecho de las naciones y los pueblos a determinar qué información se emite en sus países. Al igual que otras iniciativas de este tipo, contó con la oposición de los Estados occidentales, con Estados Unidos a la cabeza. Aunque conferencia tras conferencia, de Bangkok a Santiago, se tomaron en serio la cuestión de la democratización de la prensa, esta oposición hizo que apenas se pudiera avanzar.

En las décadas de 1970 y 1980, estos esfuerzos confluyeron en el movimiento para construir el Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación, con el fin de resolver los desequilibrios globales en este ámbito entre países desarrollados y en desarrollo. Esta idea influyó en la Comisión Internacional para el Estudio de los Problemas de Comunicación de la UNESCO, o Comisión MacBride, creada en 1977 y presidida por el político irlandés y premio Nobel Seán MacBride, que elaboró un importante, aunque poco leído, informe sobre el tema (Un solo mundo, voces múltiples, 1980). En 1984, Estados Unidos se retiró de la UNESCO en respuesta a estas iniciativas. La privatización de los medios de comunicación en los años 80 acabó con cualquier intento del Tercer Mundo de crear redes de medios de comunicación soberanos, incluso cuando estas redes eran anticomunistas (como la Asia-Pacific News Network, creada en Kuala Lumpur, Malasia, en 1981).

Sin embargo, en los últimos años, el sueño de la libre circulación de la información se ha reactivado en los movimientos del Sur global, frustrados por la ausencia casi total de sus puntos de vista en los debates internacionales y por la imposición a sus países de una visión del mundo estrecha y ajena sobre los dilemas a los que se enfrentan (la guerra y el hambre, por ejemplo). Como parte de este renacimiento, cientos de periodistas, editores y editoras del Sur global se reunieron en Shanghai (China) a principios de mayo en el Foro Internacional de Comunicación del Sur global. Al término de dos días de intenso debate, redactaron y votaron un Consenso de Shanghai, que puede leerse íntegramente a continuación.

Espectáculo cultural de apertura del Foro Internacional de Comunicación del Sur global, 4 de mayo de 2023. Crédito: Instituto de Investigación de la Comunicación Internacional, Universidad Normal de China Oriental.

Promoviendo la construcción de un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación en el siglo XXI

En la década de 1970, como parte del proceso del Movimiento de Países No Alineados para establecer el Nuevo Orden Económico Internacional, los Estados del Sur Global, junto con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), intentaron establecer el Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación. Este intento fue destruido por el auge de la hegemonía neoliberal durante la década de 1980. La ola de globalización neoliberal se aceleró debido a la crisis de la deuda del Tercer Mundo y a la desaparición de la Unión Soviética. Occidente estableció un “orden internacional basado en reglas” para enmascarar sus estructuras neocoloniales y sus acciones imperialistas. Samir Amin sostuvo que la estructura neocolonial se basa en “cinco controles”: sobre las finanzas, los recursos naturales, la ciencia y la tecnología, las armas de destrucción masiva y la información.

En la actualidad, aunque algunos de estos monopolios se han relajado, la estructura desigual de la información y la comunicación no solo no ha cambiado, sino que se ha agravado. El paradigma teórico dominante sobre la producción de información y la comunicación en todo el mundo sigue siendo occidental-céntrico, y el mundo académico y los medios de comunicación del Sur global carecen de mecanismos para generar ideas y un marco que vaya más allá de esa perspectiva.

Vijay Prashad, director del Instituto Tricontinental de Investigación Social, pronuncia el discurso inaugural, titulado “La Historia no ha terminado: Las tres batallas de nuestro tiempo”, el 4 de mayo de 2023. Crédito: Instituto de Investigación de la Comunicación Internacional, Universidad Normal de China Oriental.

Constatamos la prevalencia de estructuras neocoloniales, en particular en los medios de comunicación, controlados por Occidente. Estos medios son incapaces de articular los retos a los que se enfrentan los pueblos del mundo o de comunicar y debatir eficazmente estrategias de desarrollo viables, en particular para el Sur global.

Los imperialistas estadounidenses y sus aliados utilizan los medios de comunicación como armas y lanzan guerras de información contra países de Asia, África y América Latina. Si el Sur Global intenta poner la paz y el desarrollo en la agenda, Occidente responde con guerra y deuda. En manos de los monopolios mediáticos occidentales, el orden comunicacional no se utiliza para promover la paz mundial, sino para exacerbar la división humana y el riesgo de guerra.

Los imperialistas estadounidenses y sus aliados utilizan la hegemonía mediática para distorsionar los bellos conceptos de democracia, libertad y derechos humanos. Atacan a otros países utilizando esos pretextos, mientras guardan silencio sobre su propio atropello a la democracia, la ausencia de libertad y las violaciones a los derechos humanos.

La profesora Lu Xinyu, decana del Instituto de Investigación en Comunicación Internacional de la Universidad Normal de China Oriental, pronuncia el discurso de clausura del Foro Internacional de Comunicación del Sur global, 5 de mayo de 2023. Crédito: Instituto de Investigación de la Comunicación Internacional, Universidad Normal de China Oriental.

Las tecnologías digitales como internet, el big data y la inteligencia artificial, que deberían estar al servicio del bienestar humano, son utilizadas por unos pocos gigantes mediáticos y plataformas monopólicas occidentales para dominar la producción y difusión de información y bloquear las voces disidentes. Dadas estas circunstancias, creemos que es esencial que las y los intelectuales y profesionales de la comunicación del Sur Global y simpatizantes del mismo revivan el espíritu de la Conferencia de Bandung de 1955 y del Movimiento de Países No Alineados (establecido en 1961), respondan a la Iniciativa de Civilización Global (2023) y establezcan la solidaridad internacional a través de la teoría y la práctica de la comunicación.

Creemos que es esencial que las y los intelectuales del Sur Global y quienes simpatizan con él promuevan las síntesis teóricas y la producción académica del Sur Global (especialmente en los ámbitos de la historia y el desarrollo), participen activamente en intercambios y colaboraciones académicas y formen una teoría de la comunicación desde la perspectiva del Sur Global.

Tings Chak, cofundadora de Dongsheng y directora artístico del Instituto Tricontinental de Investigación Social, pronuncia el discurso “Cultura, comunicación y solidaridad en el Tercer Mundo”, 4 de mayo de 2023.

Creemos que es esencial que los medios de comunicación progresistas del Sur Global y quienes simpatizan con él formen una red distribuida y diversificada de producción y difusión de contenidos, compartan sus materiales y experiencias mediáticas y establezcan un frente de comunicación internacional unido contra el imperialismo y el neocolonialismo para abogar por la paz y el desarrollo.

Creemos que es esencial que el Foro Internacional de la Comunicación del Sur Global se celebre anualmente para construir una red y una plataforma diversas y multilaterales de diálogo e intercambio entre intelectuales y profesionales de la comunicación. Esta red y plataforma servirán de base para diversas formas de colaboración con gobiernos, universidades, grupos de reflexión, medios de comunicación y otras instituciones.

La misión histórica del Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación no se ha cumplido, ni se ha desvanecido su espíritu. El antiimperialismo y el anticolonialismo siguen siendo el consenso del nuevo Movimiento de Países No Alineados. Trabajemos juntos y juntas, sobre esta base, para promover la construcción de un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación del siglo XXI en beneficio de la humanidad.

Nor Tijan Firdaus (Malasia), Just Scan It [Solo escanéalo], 2021.

En el Instituto Tricontinental de Investigación Social estamos totalmente de acuerdo con la necesidad de promover el Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación y reavivar el sueño de la libre circulación de ideas. Este empeño se basa en los esfuerzos del pasado, como el Pool de Agencias de Noticias No Alineadas, formado por la agencia de noticias yugoslava Tanjugel 20 de enero de 1975, que reunió a once agencias de noticias. En su primer año de funcionamiento, las agencias compartieron 3.500 historias; una década después, había sesenta y ocho agencias de noticias en la red. Aunque el Pool de Agencias de Noticias No Alineadas ya no existe, la idea que lo inspiró sigue siendo vital. La reciente conferencia de Shanghai forma parte de la nueva conversación para construir nuevos pools, nuevas redes y nuevos medios de comunicación, anclados en organizaciones como Peoples Dispatch y proyectos de medios afines.

Fuente: https://thetricontinental.org/es/newsletterissue/nuevo-orden-mundial-informacion-comunicacion/

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El Informe MacBride y los ejes teórico-metodológicos preponderantes

Por Fernando Buen Abad Domínguez

“Esto plantea muchos problemas, pero el que nos interesa aquí se refiere al contenido de la comunicación.” NOMIC

No pasó desapercibida, para el Informe MacBride, y su filosofía humanista, la disputa teórico-metodológica que subyace en la investigación y la producción de la “comunicación masiva”, especialmente cuando el modo de producción, los medios y las relaciones de producción tienen una influencia imperial mercantilista, individualista y monopólica. Entendieron que debía hacerse visible la vinculación existente entre los enfoques ideológicos y las “prácticas” de los monopolios consagrados a sus negocios, los efectos de la propaganda y a su influencia sobre las sociedades en todos los niveles. Era necesario transparentar la ideología, convertida en gasto enorme, para consolidar “fenómenos de comunicación”, con innovaciones tecnológicas para sus no pocas consecuencias en la subordinación de los “países subdesarrollados”. Transparentar, pues, las raíces ideológicas de la problemática comunicacional.

Era de esperarse que, en la propia la Comisión Internacional para el Estudio de los Problemas de la Comunicación de la Unesco, presidida por el humanista Sean MacBride, Premio Nobel y Premio Lenin de la Paz, convergieran, no sin contradicciones o debates, las corrientes teórico-metodológicas predominantes en la producción de la información y de la comunicación: funcionalismo, estructuralismo y marxismo; concepciones, para resumirlo muy esquemáticamente, “verticalistas” frente a visiones “horizontalistas”; unas instrumentalistas y otras descolonizadoras. Hay que hacer visibles al ojo crítico, los marcos teóricos y las contradicciones al interior de la Comisión y escuchar las voces múltiples de adentro y de afuera, también para un solo mundo y sus voces múltiples. “Los aspectos de ese proceso se modificarán constantemente, mientras que los objetivos continuarán siendo los mismos: mayor justicia, mayor equidad, mayor reciprocidad en el intercambio de información, menor dependencia en relación a las corrientes de comunicación, menor difusión del mensaje en sentido descendente, mayor auto-suficiencia e identidad cultural y mayor número de ventajas para toda la humanidad”. Sean MacBride.

Con tal compendio de posiciones e intereses de la Comisión (16 miembros provenientes de diversas áreas geográficas, culturas, religiones, ideologías y sistemas económicos y políticos, creada en diciembre de 1977) mostrado aquí muy limitadamente, la redacción del Informe adquiere un carácter “ecléctico”, marcado enfáticamente por la “sintaxis diplomática” de su tiempo (1980), y con no pocas derivaciones hacia cierta “neutralidad” con frecuencia poco parecida o representativa de las tensiones, disputas y luchas objetivas del asunto estudiado: El debate capital-trabajo en la producción de la información y la comunicación. Resultó ser un Informe de las disparidades, endógenas y exógenas, existentes en la materia estudiada pero empeñado en reivindicar desde las diversidades, el derecho de los pueblos a la información y a la comunicación priorizando identidades y diversidades culturales, para consolidar un frente de lucha y un movimiento hacia un nuevo orden mundial de la información y de la comunicación (NOMIC).

Como en todo “movimiento”, esperaba la Comisión alcanzar con su Informe la nada sencilla unidad en la diversidad a partir de, al menos, diez problemas clave en materia de: 1) políticas de comunicación; 2) dependencia tecnológica; 3) aportes jurídico-políticos; 4) financiamiento y transparencia de la inversión. 5) identidad cultural; 6) derechos humanos; 7) cooperación internacional; 8) educación; 9) libertad de expresión y 10) democratización de la semántica y de las herramientas. Había un clima de reflexión crítica nutrida con análisis y abordajes desde campos múltiples.

Entendía el Informe MacBride que desde las oficinas de los dueños se financiaba (y sigue financiándose) un proyecto ideológico que, hacia 1980, contrastaba con los procesos democráticos populares y transformadores. Los monopolios auspiciaban una guerra ideológica con dispositivos teóricos y metodológicos para apuntalar, y disfrazar, las contradicciones económico-sociales existentes. Mientras tanto, crecía una corriente crítica y se instalaba en frentes muy diversos, desde donde se expandía la evidencia de que los medios estaban consolidándose como paradigmas privilegiados en la reproducción de la ideología dominante. Estaba en evidencia que la Comunicación ocurre en el marco social de la lucha de clases, y que es posible estudiarla con una base científica poliédrica y dialéctica emancipadora.

Funcionalistas, estructuralistas y marxistas, con interpretaciones y expresiones muy diversas, transitaron incluso ortodoxias, yuxtaposiciones y superposiciones, que no siempre exhibieron con nitidez sus marcos teóricos ni en las bibliotecas ni en la práctica, tampoco pidieron permiso para imponerse, sino que se deslizaron silenciosamente como verdades inobjetables entre las fórmulas de sus modelos discursivos a espaldas de sociedades colonizadas, sin saberlo, por modelos ideológicos. Eso se hizo más patente -y cruel- en no pocos espacios de formación o educación que, en todos los niveles, propagaron bibliografías, investigaciones, tesis y congresos animados más por sus urgencias doctrinarias y comerciales que por consolidar cuerpos científicos para democratizar la comunicación democratizándose ellos mismos.

No hay espacio aquí para una descripción crítica y profunda del funcionalismo, del estructuralismo y del marxismo, con sus versiones y representantes más influyentes, pero existen referencias documentales que han sabido mirar, en su conjunto, las repercusiones de las tesis y las disputas de estos tres ejes teórico-metodológicos no exclusivos pero predominantes en materia de comunicación. MacBride, desde luego, percibió las diferencias y desacuerdos de la Comisión, pero destacó: “A pesar de esas divergencias, no hubo un solo miembro de la Comisión que no estuviese convencido de la necesidad de efectuar reformas de estructura en el sector de la comunicación y de que el orden actual es inaceptable”.

En un nuevo informe, con una nueva comisión más amplia, más duradera, más plural, más combativa y menos “diplomática”, hoy serán inexcusables las contribuciones explícitas y programáticas de los millones de voluntades emancipadores que en materia de comunicación buscan organizarse y van empoderándose, poco a poco, desde los frentes de lucha de los pueblos originarios en todo el planeta; las revoluciones de género en plena batalla cultural, económica y política; los movimientos obreros y campesinos; las luchas estudiantiles, científicas y artísticas contra las hegemonías ideológico-formales y, con urgencia, los frentes combativos por el rescate del planeta y de la vida. El nuevo orden económico y el nuevo orden de la comunicación y la información, indivisibles y como producto de las luchas sociales.

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