https://www.instagram.com/reel/DDsS83lvtIk/?igsh=MWs0cXdycDd0dWU5cg==
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Estos empleados y empleadas laboran hasta 11 horas diarias y ganan poco. Conozca los detalles del panorama.
La jornada laboral de los trabajadores domésticos, en promedio, varía entre 8 y 11 horas diarias y los salarios suelen ser solo el 50% del sueldo mínimo legal ($1.300.000), con una reducción aún más pronunciada en las áreas rurales.
Estos datos se desprenden del informe ‘Propuestas para la Formalización del Trabajo Doméstico en Colombia’, que desarrolló la Facultad de Economía de la Universidad del Rosario, en colaboración con la Corporación para el Desarrollo de la Seguridad Social (Codess).
El estudio reveló los serios desafíos que sigue enfrentando este sector de la población ocupada en cuanto a su histórica subvaloración y regulación inadecuada, en donde el 98% de los empleados son mujeres entre 30 y 50 años, con cerca de 20 años de experiencia laboral y muchas son jefas de hogar.
Entre los resultados de la investigación se encontró que, en las zonas urbanas, estas trabajadoras suelen estar contratadas en hogares de clase media alta, mientras que en las áreas rurales enfrentan condiciones mucho más precarias.
El profesor e investigador de la Facultad de Economía de la Unirosario, Darwin Cortés, quien dirigió el estudio, informó que el 84% de las trabajadoras se concentra en áreas urbanas, especialmente en ciudades como Bogotá, Medellín y Cali.
Precisó que, en Bogotá, el 70% de las trabajadoras domésticas no tiene acceso a seguridad social y el 40% reporta ingresos por debajo del salario mínimo mensual.
El economista señaló que, en las zonas rurales, la situación es aún más crítica, porque el 65% de las trabajadoras percibe ingresos por debajo de la mitad del salario mínimo legal y solo el 30% accede a seguridad social.
“Las trabajadoras rurales, especialmente en departamentos como Antioquia, Santander y Cundinamarca, enfrentan condiciones de extrema precariedad debido a la falta de contratos formales y a la ausencia de mecanismos de protección laboral”, agregó la investigadora principal del informe, Diana Londoño.
Reformas urgentes
El investigador de Codess, Jhon Marulanda, dijo que los grupos focales revelan que las trabajadoras domésticas enfrentan retos significativos como largos desplazamientos, estrés laboral y bajos salarios. Resaltó que los principales desafíos incluyen la falta de inspección, la estigmatización y las barreras económicas.
Subrayó que, en la capital de Colombia, el tiempo promedio de desplazamiento de estas empleadas es de 1.5 horas, mientras que en las zonas rurales puede alcanzar hasta 3 horas diarias, afectando gravemente su calidad.
El investigador del proyecto, César Valderrama, sugirió que el país podría beneficiarse de las estrategias implementadas en naciones como Argentina, Brasil y Uruguay, que han mejorado la protección de los ocupados domésticos mediante regulaciones específicas.
Darwin Cortés subrayó la necesidad de reformar la Ley 278 de 1996, para incluir a los sindicatos de trabajadores domésticos en la Comisión Permanente de Concertación de Políticas Salariales, recopilar datos sobre necesidades jurídicas, crear un registro de empleados para fortalecer la seguridad social y alinear la jornada laboral con la de otros trabajadores.
El estudio recomienda una serie de acciones para mejorar la situación del trabajo doméstico, incluyendo el fortalecimiento de la inspección laboral, la promoción de la afiliación sindical y el uso de nuevas tecnologías para facilitar la formalización de contratos y el acceso a la seguridad social.
Herramienta tecnológica
La experta Diana Londoño subrayó que se implementará una herramienta tecnológica llamada DigniHogar, que permitirá a empleadas y empleadores de servicio doméstico disponer de una plantilla de contrato ajustada y desglosar los costos de seguridad social.
A nivel latinoamericano y del Caribe, la OIT estima que 76 millones de personas trabajan en el sector doméstico.
Aunque se han logrado algunos avances legislativos con el Decreto 824 de 1988, la Ley 1788 de 2016 y la ratificación de los convenios 189 y 190 de la OIT, las normativas actuales siguen siendo insuficientes para garantizar condiciones laborales dignas para estos trabajadores.
El dato
En el trimestre mayo-julio, según el reciente informe del mercado laboral del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), en el país hay 309.000 empleados domésticos, 8.000 de ellos en Cúcuta.
Aunque, de acuerdo con el Ministerio del Trabajo, las labores domésticas en Colombia involucran al menos 700.000 personas.
https://www.laopinion.co/economia/el-trabajo-domestico-uno-de-los-que-peores-condiciones-tiene-en-cucuta-y-colombia
Las enfermedades mentales han sido reconocidas desde tiempo primitivos. Antiguos escritos griegos y egipcios mencionan síntomas que hoy podrían ser considerados y avalados como evidencia subjetiva de las enfermedades mentales. De aquella información disponible, podemos asumir que en aquellos tiempos se pensaba que la mayoría de las enfermedades físicas y mentales eran causadas por espíritus endemoniados. Sin embargo, a diferencia de una enfermedad somática, la cual tiene a menudo una serie de causas probadas una enfermedad mental, puede tener variedad de causas.
No obstante, el abordaje de los trastornos mentales no es la única forma de entender la salud mental, sobre todo si consideramos que la mayoría de la población no padece ningún trastorno mental y por lo tanto no tiene un diagnóstico psiquiátrico: no necesita tomar psicofármacos, no necesita internamiento, ni amerita atención psiquiátrica especializada, pero puede llegar a tener problemas de salud mental con afectaciones en su salud emocional que implicará la necesidad de buscar alternativas terapéuticas como algún tipo de psicoterapia, sin necesidad de tomar psicofármacos, pero si hay factores determinantes.
En 2011, la Organización Mundial de la Salud publicaba un estudio titulado “Impact of economic crises on mental health”, en el que se analizaba el impacto en la salud mental de la crisis económica iniciada en 2007, donde se comprobaba la relación entre el cambio en la tasa de suicidios con respecto al cambio en la desigualdad según los valores del coeficiente de Gini en determinados países europeos.
A su vez, se comprobaba igualmente el riesgo de padecer enfermedades mentales en personas que veían incrementadas sus deudas económicas. En ambos casos se encontró una relación entre esos factores económicos y el incremento de enfermedades mentales y suicidios.
Estudios posteriores, entre la OMS y la OIT sobre salud mental en el trabajo no hicieron más que avalar esta tendencia. Se estima que cada año se pierden 12.000 millones de días de trabajo debido a la depresión y la ansiedad, lo que cuesta a la economía mundial casi mil millones de dólares. Por lo tanto, es evidente que la situación económica es un factor determinante en la salud mental de las personas.
La situación de empobrecimiento generalizado que la clase trabajadora sufre cada día más en el capitalismo que genera numerosos problemas de salud, desde el estrés hasta la ansiedad y la depresión, que en ocasiones se convierten en suicidios.
El silencio generalizado sobre los suicidios en los medios, de (des) información lejos del temor al posible ‘efecto llamado’, está más relacionado con la incapacidad de encontrar factores que expliquen estos casos sin apuntar a la raíz de la gran mayoría de problemas que llevan a una persona a padecer problemas mentales que puedan acabar en suicidio, el propio sistema capitalista.
Las directrices mundiales de la OMS sobre la salud mental en el trabajo recomiendan medidas para hacer frente a los riesgos para la salud mental, como la gran carga de trabajo, los comportamientos negativos y otros factores que generan angustia en el trabajo. Por primera vez, la OMS recomienda la formación de los directivos para que puedan prevenir los entornos laborales estresantes y responder a los trabajadores que sufren.
El Informe Mundial de Salud Mental de la OMS, publicado en junio de 2022, mostró que de los mil millones de personas que viven con un trastorno mental en 2019, el 15% de los adultos en edad de trabajar experimentaron uno.. El trabajo amplifica problemas sociales más amplios que afectan negativamente a la salud mental, como la discriminación y la desigualdad. La intimidación y la violencia psicológica (también conocida como «mobbing» o acoso psicológico) son las quejas clave de acoso laboral que tienen un impacto negativo en la salud mental. Sin embargo, hablar o revelar la salud mental sigue siendo un tabú en los entornos laborales de todo el mundo.
Las directrices también recomiendan mejores formas de atender las necesidades de los trabajadores con problemas de salud mental, proponen intervenciones que apoyen su reincorporación al trabajo y, en el caso de los que padecen problemas graves de salud mental, ofrecen intervenciones que facilitan la incorporación al empleo remunerado. Es importante destacar que las directrices piden intervenciones dirigidas a la protección de los trabajadores sanitarios, humanitarios y de emergencias.
«El bienestar del individuo es razón suficiente para actuar, pero una mala salud mental también puede tener un impacto debilitante en el rendimiento y la productividad de una persona. Estas nuevas directrices pueden ayudar a prevenir situaciones y culturas laborales negativas y ofrecer una protección y un apoyo a la salud mental muy necesarios para los trabajadores.» ha dicho el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS
En otro documento de la OMS/OIT se explican las directrices de la OMS en términos de estrategias prácticas para los gobiernos, los empleadores y los trabajadores y sus organizaciones, en los sectores público y privado. El objetivo es apoyar la prevención de los riesgos para la salud mental, proteger y promover la salud mental en el trabajo, y apoyar a las personas con problemas de salud mental para que puedan participar y prosperar en el mundo del trabajo. Inversión y liderazgo serán fundamentales para la aplicación de las estrategias.
El Convenio de la OIT sobre Seguridad y Salud en el Trabajo (N°155) y la Recomendación N° 164) proporcionan un marco legal para proteger la salud y la seguridad de los trabajadores. Sin embargo, el Atlas de Salud Mental de la OMS descubrió que sólo el 35% de los países aseguraron contar con programas nacionales de promoción y prevención de la salud mental relacionada con el trabajo.
Por su parte la Covid-19 provoco un aumento del 25% en la ansiedad y la depresión en todo el mundo, lo que puso de manifiesto la falta de preparación de los gobiernos para lidiar con su impacto en la salud mental y reveló una escasez crónica de recursos de salud mental a nivel mundial. En 2020, los gobiernos de todo el mundo gastaron una media de sólo el 2% de los presupuestos sanitarios en salud mental, y los países de renta media-baja invirtieron menos del 1%.
Sabemos de antemano que derivamos en un Waterloo en perspectivas: nada de lo que digamos perturbara las conciencias, pero, aunque lo enseñe Maquiavelo no es cierto que “el fin justifique los medios”. Ya que el fin no puede considerarse excelente cuando los medios son detestables, y es condenarse a todos los enojos el subordinar la moral, que es la única soberana.
Pero en un contexto social en el que la respuesta política brilla por su ausencia, se nos propone como modelo a seguir la figura del emprendedor, el «hombre hecho a sí mismo», la representación legítima del éxito en nuestra época. De igual manera, el sistema nos ofrece su particular solución para facilitar la pesada digestión de nuestros fracasos y frustraciones: la interiorización individual del desempleo, la precariedad o la frenética flexibilidad laboral generan niveles de estrés y sufrimiento que son tratados como trastornos mentales a base de ansiolíticos y otros psicofármacos, para consuelo de los grandes laboratorios.
Más de la mitad de la fuerza laboral mundial trabaja en la economía informal , más de 2500 millones de trabajadores, para los cuales no hay protección regulatoria en materia de salud y seguridad. Con frecuencia, estos trabajadores operan en entornos laborales inseguros, durante largas horas, con escaso o nulo acceso a protecciones sociales o financieras, y se enfrentan a la discriminación, todo lo cual puede redundar en detrimento de la salud mental. En 2019 se estimó que el 15% de los adultos en edad de trabajar tenía un trastorno mental. Se estima que cada año se pierden 12 000 millones de días de trabajo debido a la depresión y la ansiedad, a un costo de mil millones de dólares por año en pérdida de productividad.
Aunque pueden los riesgos psicosociales pueden encontrarse en todos los sectores, algunos trabajadores tienen más probabilidades de estar expuestos a ellos, por la labor que realizan o los entornos en que se desempeñan y la manera de hacerlo. Los trabajadores de la salud, humanitarios o en situaciones de emergencia a menudo tienen que realizar tareas que conllevan riesgos elevados de exposición a eventos adversos, lo que puede afectar negativamente a su salud mental.
Las recesiones económicas o las emergencias humanitarias y de salud pública provocan riesgos como la pérdida de empleos, la inestabilidad financiera, la reducción de las oportunidades de empleo o el aumento del desempleo. Sin duda, el lugar de trabajo puede constituir un entorno que amplifique problemas generales que afectan negativamente a la salud mental, incluidas la discriminación y la desigualdad, basadas en factores como la raza, el sexo, la identidad de género, la orientación sexual, la discapacidad, el origen social, la condición de migrante, la religión o la edad.
Lo veamos como lo veamos, dentro del capitalismo la clase trabajadora no puede aspirar a un bienestar mental. La única forma de lograr reducir los factores que incrementan estos problemas es armonizar las relaciones de producción, superar todas las contradicciones del capitalismo, construir un sistema en el que la producción de bienes materiales se rija por criterios sociales, no por el afán de lucro privado de una minoría.
Como lo señalaba Karl Marx en «El Manifiesto Comunista “No ha dejado otro (…) vínculo entre hombre y hombre que el interés desnudo , que el frio “pago” en efectivo”(…) Ha disuelto la dignidad humana en valor de cambio.
*Periodista uruguayo residente en Ginebra, exmiembro de la Asociación de Corresponsales de Prensa de Naciones Unidas en Ginebra. Analista Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
Fuente de la información e imagen: https://estrategia.la
Los sindicatos de la educación en Francia cumplen hoy una jornada de huelga en demanda de mejores condiciones de trabajo y vida en el sector, protesta que se añade al movimiento en curso de los agricultores.
Es marxista con muchos ‘peros’ y feminista sin duda alguna. Dice que le gusta «explicar» y son muchas y muchos quienes la escuchan. Con ‘Calibán y la bruja’ como su obra clave, Silvia Federici es una referente del feminismo.
Silvia Federici (Parma, Italia, 1942) llega a Iruñea invitada por Katakrak. Pende de sus ojos el peso de una mirada prospectora desviada de lo común –vuelta hacia los comunes– y hojea los títulos que llevan su firma y que Katakrak ha colocado en una mesa aparte. «¿Puedo llevarme una copia de este?» pregunta a la responsable del espacio cultural, y esta le responde con un «claro» tan evidente que parece que piensa: «¡Si es suyo!»
Ochenta años atraviesan sus palabras y su cuerpo y no puede dejar de mirar a la historia para leer el mundo actual: lo piensa, mastica y devuelve comprensible a sus lectoras. Recurre y regresa a menudo a las luchas feministas de la década de 1970 en Estados Unidos, como si intuyera que si hace cincuenta años no hubiera estado allí, no estaría en Iruñea un día de octubre del 2022 presentando ‘Ir más allá de la piel’.
¡Al contrario! Todos mis libros llegan hasta la experiencia contemporánea, a pesar de que siempre tengo una perspectiva histórica, porque el pasado para mí no es pasado, no es algo que ha muerto: vive en el presente. Nunca podría analizar el presente olvidándome del pasado. La clave es comprender el cambio social, comprender cómo las estructuras que son históricas todavía se transforman. El capitalismo tiene una historia de más de cinco siglos y en cada fase histórica se cambia, se vuelve en respuesta a las luchas, a los cambios económicos, a las crisis… pero la experiencia actual es fundamental.
Sí, cualquier tipo de trabajo, las mujeres lo hacen. Hacen el trabajo de reproducción, que incluye el trabajo del campo, de la agricultura o de la sanidad. También el trabajo extradoméstico, en las oficinas, en las fábricas, el trabajo industrial. En Bangladesh, en México a la frontera con Estados Unidos, en las llamadas zonas de libre comercio, hay formas de explotación del trabajo de la mujer similares a la esclavitud. Por eso, hoy las mujeres son las protagonistas del desarrollo. Y creo que siempre ha sido así.
Claro, el trabajo de la mujer ha sido la fuerza que ha permitido relanzar una nueva fase del desarrollo. Por eso mismo las mujeres son las protagonistas de muchísimas luchas sociales, empezando por la lucha sobre la reproducción y la lucha contra la destrucción de la naturaleza. En muchos lugares de África y América Latina vemos que las mujeres están en primera línea contra la deforestación, contra la política del extractivismo, la minería, la extracción petrolera… porque se dan cuenta de que la destrucción de la naturaleza es la destrucción de la vida, de la comunidad. Y saben que aunque estas empresas pueden traer salarios para los jóvenes, destruyen a la comunidad la posibilidad de reproducirse.
Sí, pero voy a agregar: solamente se dice que el salario es una medida de control cuando se habla de las mujeres y del trabajo de hogar. No se dice que es una medida de control cuando se habla de los salarios de los profesores o de los salarios de los obreros industriales. Si es verdad que luchar por un salario reproduce el capital, ¿porqué no creamos los mismos discursos en relación a todos los trabajadores asalariados? ¿Qué vamos a proponer? ¿Que todos trabajen sin salarios?
El discurso por el salario en el trabajo doméstico era una estrategia de un momento concreto para liberar las mujeres de la dependencia de los hombres, para visibilizar que lo doméstico es un trabajo, un trabajo que produce capital y sustenta cualquier actividad productiva. Porque aunque no produce coches, produce trabajadores para generaciones futuras. Por ello, pedir un salario era una forma de abrir una vía de contacto y negociación entre mujeres y capital. En los años 70, la relación mujeres-capital era mediada por los hombres. Entonces, el salario no era el fin, nunca lo propusimos como tal, sino una estrategia para cambiar la relación de poder entre mujeres-hombres, mujeres-estado y mujeres-capital. Y a partir de esta posición empezar un nuevo ciclo de lucha.
¡Claro! Pero dos cosas: lo primero, esto no cambiaría la condición de este trabajo. El problema sigue siendo que este trabajo está desvalorizado, no está remunerado y no da acceso a beneficios como pensiones o un seguro de salud. Compartir el trabajo con los hombres es un paso. Pero lo más importante de todo es responsabilizar al Estado. Hemos visto en las luchas en torno al trabajo doméstico que la dificultad de compartir el trabajo con los hombres no es solamente la falta de voluntad de los varones, que es tanta, es también que la organización actual del trabajo y de los salarios provoque que sea mejor que el varón trabaje fuera de casa, porque su salario es mayor. Entonces, además de compartir, se necesita un cambio de la organización del trabajo asalariado.
Claro que el Estado se debe responsabilizar. Aunque yo soy crítica con lo que dicen, porque el Estado debe responsabilizarse sin establecer un sistema de control y la comunidad debe decidir qué servicios nos va a dar el Estado. Soy contraria a que el Estado organice, debemos ser partícipes. Siempre he dicho que estos discursos de los comunes, los entramados comunitarios, las asambleas vecinales, son necesarios para cambiar nuestra relación con lo público. Porque hoy el Estado es neoliberal y no tiene ningún interés en reproducir nuestra vida. Nos ofrecen la sanidad para que volvamos a trabajar lo antes posible, nos ofrecen servicios, lo más baratos que pueden. Entonces, necesitamos una lucha desde abajo y esto significa que la comunidad debe organizarse y relacionarse con quienes trabajan en los servicios públicos. No es suficiente abrir las ventanas y aplaudir a las enfermeras, tenemos que encontrarnos con ellas y decidir qué necesitamos, qué podemos hacer.
«Cuando hablamos de trabajadores es necesario tener en cuenta la diversidad y saber que aún así podemos pensar en formas de lucha conjuntas. Se trata de pensar cómo juntarnos de manera que los que tienen más privilegios no sean los que dominen la lucha. Es una cuestión de organización»
Cuando pensamos en la condición de los mayores hoy, vemos verdaderamente la violencia de esta sociedad capitalista y cómo destruye a las personas. En muchas sociedades precapitalistas, y pienso sobre todo en las comunidades indígenas de Norte América, los mayores eran los guías, también las mujeres mayores. Tenían la sabiduría y la experiencia, la memoria colectiva del pueblo. Tomaban las decisiones. Ahora los mayores son los tontos, no son productivos, pesan, dan problemas a las familias, son una carga. Vivimos una desvalorización de los mayores y se desvaloriza la reproducción. Y todavía el capitalismo privilegia, en el contexto de esta desvalorización general, la infancia, porque de ahí vienen los futuros trabajadores. Así que los mayores se pueden desechar como basura.
Hemos visto con el covid-19 en Estados Unidos que muchos de los mayores que murieron estaban en los centros públicos financiados por el Estado. Pero la crisis de estos centros era precedente al covid-19, porque en estos centros se han cortado los fondos, el personal, así que dejan a los mayores durante horas en sus camas. El tratamiento a los mayores nos da una imagen de la lógica deshumana de esta sociedad capitalista.
Creo que hay problemas en ambos lados. Yo vengo de una lucha que surgió en los años 70, cuando el feminismo criticó la concepción del capitalismo sobre la mujer. Siempre hemos subrayado que mujer no es un concepto biológico. Pero la mujer es importante como sujeto político, porque mujer, en la historia de la sociedad capitalista, ha significado toda una organización particular de la explotación y del trabajo. Y todo un tipo de lucha contra la discriminación.
Es cierto que el feminismo siempre ha tenido más conciencia de las diversidades. Pero lo mismo pasa con los trabajadores, ¿no? ¿Vamos a desechar la condición del trabajador explotado porque un trabajador no es lo mismo en el País Vasco o en España, o en África? Claro que la categoría del trabajador explotado es importante para comprender la lucha en la historia del capitalismo. Y, a pesar de ello, la categoría del trabajador explotado incluye una gran variedad. ¿Porqué se responsabiliza de la diversidad solamente al movimiento feminista? ¿Porqué no se le pide lo mismo al movimiento de los trabajadores?
Cuando hablamos de trabajadores es necesario tener en cuenta la diversidad y saber que aún así podemos pensar en formas de lucha conjuntas. Se trata de pensar cómo juntarnos de manera que los que tienen más privilegios no sean los que dominen la lucha. Es una cuestión de organización.
Verás, en los años 70, a partir del movimiento del Poder Negro, hubo una discusión muy interesante. Trataba de la diferencia entre autonomía y separatismo, porque había una parte del movimiento negro a favor del separatismo, de una forma de organización sin blancos. La autonomía, sin embargo, significa poder decidir, tener espacios sin personas blancas, pero a pesar de ello poder juntarnos en las luchas donde tenemos intereses comunes decidiendo cuándo, dónde y de qué forma.
Este discurso también se ha tratado en el movimiento feminista. Las separatistas decían ‘nada de trabajo con los hombres. Vamos a crear comunidades de mujeres, vamos a crear una cultura exclusivamente de mujeres, porque la relaciones con los hombres son siempre de dominación’. Por otro lado, y yo me posiciono en este lado, hay mujeres que dicen que no, porque los hombres también son explotados.
En ‘Calibán y la bruja’ hablo de acumulación de diferencias, acumulación de jerarquías: el capitalismo, cada vez, en cada fase de desarrollo, no deconstruye estas divisiones. Es así, dividiéndonos, haciendo que peleemos unos con otros, como ha podido perpetuarse. El discurso no debe ser que nunca nos podemos encontrar con los hombres, sino que tenemos nuestra autonomía y capacidad de decidir, que nos organizamos como mujeres y no incluimos hombres en nuestra organización. Y vamos a decidir en qué espacios y cómo participarán los hombres.
Yo hablo de la necesidad de las relaciones comunales hoy, en una sociedad donde en cualquier parte estamos circundados, circundadas, por la relación capitalista. Entonces, la concepción de los comunes hoy no es una concepción final. Pero podemos pensar en lo comunal, sea en el marco de las relaciones sociales, de compartir los bienes, pero sobre todo como un principio de organización social que se puede y se debe aplicar a cualquier aspecto de nuestras vidas. Por ejemplo, compartiendo la riqueza natural y la riqueza que se produce o colaborando en la reproducción de la vida, etcétera. También en la justicia. Decir no a las cárceles, no a la Policía y pensar en la justicia de forma comunal. Hay varios ejemplos en el seno de las comunidades indígenas, porque ellos tienen otros sistemas, como el sistema restaurativo, y podemos valorar si pueden inspirarnos.
Esto, por ello, es un principio de organización social para crear una sociedad que no esté fundada en la explotación ni en la competencia, sino en la colaboración. Y, sobre todo, bajo el principio de responsabilizarnos; de todo, no solamente de nuestras vidas individuales, también de la vida de la comunidad. Responsabilizarnos también de la reproducción de la riqueza que usamos.
Las comunidades indígenas nos dan una lección, pues ellos decían: ‘Debemos dar a la naturaleza para que las próximas generaciones la puedan usar’. Así, no solamente hay que consumir, buscar y traer, también se debe reproducir. Eso es lo que te hace miembro de una comunidad. Porque el miembro de una comunidad no es la persona que llega y toma, es alguien que se responsabiliza de los otros, de las otras, y de la medida de reproducción.
Para mí, lo comunitario es una forma de crear más resistencia, de fortalecer nuestra resistencia hacia el Estado y al capital. Es, también, un terreno para la experimentación. Necesitamos experimentar, la sociedad que queremos construir no se va a construir en un momento. Se va a construir a través de un largo proceso de lucha, que debe ser también un proceso de experimentación para lograr nuevas formas de autogobierno. Ahora no somos capaces de gobernarnos sin el Estado, porque hemos interiorizado esta dependencia. Por ello, necesitamos un proceso de liberación y, para mí, el común es eso.
Podrán acceder a las prestaciones por desempleo en los niveles contributivo y asistencial. Se crea una bonificación del 80% para la nueva cotización por desempleo. Aumentan las bonificaciones por encima del 20% según la tipología de hogar, su nivel de renta y de patrimonio, lo que incrementará el número de beneficiario. Se pone fin al agravio de la figura de la extinción de la relación laboral por desistimiento. Estarán protegidas ante la insolvencia o el concurso de las personas empleadoras. El Gobierno pondrá en marcha políticas de formación y acreditación para las empleadas del hogar. Se crea una Comisión de Estudio para mejorar la protección frente a las enfermedades profesionales.
El Consejo de Ministros ha aprobado este martes el Real Decreto-Ley para la mejora de las condiciones de trabajo y de seguridad social de las personas trabajadoras al servicio del hogar, una norma histórica que termina con la discriminación que sufren muchas mujeres.
El texto ha sido elaborado en contacto con las organizaciones sindicales y las plataformas de las empleadas de hogar que reivindican esta norma desde hace décadas.
La norma tiene como objetivo equiparar las condiciones de trabajo y de Seguridad Social de las personas trabajadoras del hogar familiar a las del resto de personas trabajadoras por cuenta ajena para acabar con la discriminación histórica de este colectivo feminizado.
Este elemento de desvaloración del trabajo doméstico se ha mantenido en las normas y se corrige para terminar con la infravaloración histórica de un trabajo desempeñado mayoritariamente por mujeres, que ha contribuido a la perpetuación de estereotipos y al agravamiento de la brecha de género.
Se resuelve, por tanto, la equiparación con las personas trabajadoras por cuenta ajena tanto en el ámbito del sistema extintivo de la relación laboral como en el de la prestación por desempleo.
También se garantizará la protección de la seguridad y salud de las personas al servicio del hogar familiar equivalente a la de cualquier otra persona trabajadora, esencial no solo para asegurar la equiparación de condiciones que exige la normativa antidiscriminatoria de la Unión Europea y el Convenio 189 de la OIT, sino también para garantizar el derecho constitucional a la salud que corresponde a todas las personas.
También se proporciona cobertura en el ámbito de la garantía salarial a las personas trabajadoras del servicio doméstico en los casos de insolvencia o concurso de las empleadoras.
Por: Rogelio Javier Alonso Ruiz*
Educar siempre ha sido una tarea compleja, pero quizá para muchos docentes colimenses el ciclo escolar 2021-2022 pueda ser recordado como uno de los más difíciles, si no el que más. Condiciones económicas, laborales, sociales, sanitarias, organizativas y políticas formaron un coctel que ha indigestado a las escuelas.
Una primera dificultad tuvo que ver con lo sanitario. Las medidas implementadas en las escuelas trajeron consigo que la asistencia del alumnado se limitara. Los aislamientos de casos sospechosos y confirmados y el temor a la infección se reflejaron en las listas de asistencia de los grupos. La ola de contagios trajo consigo, sobre todo en las fases más agudas de la pandemia, ausencia de personal escolar.
Otra ola, pero de violencia y tragedias, ha tenido efectos negativos en la actividad educativa colimense. El miedo y las amenazas han mermado la asistencia y la matrícula escolar en las zonas de mayor inseguridad. Se han tenido que implementar no sólo simulacros ante balaceras sino protocolos de cierre forzoso. Por si fuera poco, ante la crisis referida, el apoyo que esperarían las escuelas ha sido insuficiente: “que cada director decida”, fue la respuesta de la máxima autoridad educativa. No es un secreto que el miedo es un adversario del aprendizaje.
La situación económica de los planteles también fue desfavorable. Las arcas escolares se encontraban, en muchos casos, vacías cuando se tuvieron que absorber los gastos que implicaba la preparación del protocolo sanitario y el acondicionamiento de un edificio abandonado por casi dos años. La asistencia por subgrupos durante buena parte del ciclo escolar implicó que los ingresos se redujeran. El sostenimiento dependió en una amplia proporción de las aportaciones voluntarias de los padres de familia. Aunque no les espanta la austeridad, las escuelas tuvieron que apretarse aún más el cinturón.
Pocas veces la infraestructura educativa colimense había sido víctima de tantos robos y destrozos. La reanudación de la actividad presencial se retardó debido a las malas condiciones físicas de las escuelas. Muchas quedaron sin agua o electricidad. La atención de las autoridades se fue dando a un ritmo incomprensiblemente lento y, en muchos casos, nuevamente fueron los padres de familia y hasta los maestros los que terminaron costeando las reparaciones. Existen centros escolares que siguen reclamando la intervención de las autoridades.
En el aspecto organizativo, el apetito de las autoridades por solicitar a las escuelas datos y documentos parece que se recargó. Se duplican solicitudes de información: registrar la asistencia diaria del alumnado a la autoridad local, pero también a la federal; de igual manera, a las supervisiones escolares los casos de COVID-19, aunque éstos hayan reportados a la plataforma de control escolar. Informes de evaluaciones de aprendizajes, que seguramente están arrumbados en alguna oficina, también han sido requeridos quién sabe para qué, sin generar algún tipo de retroalimentación o seguimiento. Es un enigma, en muchos trámites y solicitudes de información, su justificación: pareciera que se pide por pedir.
En lo pedagógico, la vuelta presencial a las escuelas ha significado el momento de constatar el impacto de la pandemia en los aprendizajes. En muchos casos la pantalla engañó, ofreció una ilusión de éxito que se derrumbó al primer soplido en las aulas. El desfase entre el grado escolar y el logro de aprendizaje se incrementó. Hoy no es raro encontrar a docentes de primaria alta enfocados en la alfabetización inicial. La heterogeneidad de los niveles de aprendizaje de los alumnos de un mismo grupo propició que el reto pedagógico creciera sustancialmente.
Desde el punto de vista de las políticas educativas, las medidas de asistencia voluntaria y no reprobación, aunque en su momento tuvieron justificación, han traído efectos adversos para la escuela. Para algunos padres de familia tales disposiciones han representado la posibilidad de desentenderse de obligaciones elementales. Pareciera, ya con el paso del tiempo, que las medidas referidas debieron contar con una advertencia elemental: nada con exceso, todo con medida.
Por si fuera poco, ante este rosario de adversidades, debe citarse a una mayor: los problemas de pago al magisterio. Aunque ya es una desafortunada y dolorosa tradición que docentes de Inglés o de Telebachilleratos sufran, año con año, intermitencias salariales, en este ciclo escolar se sumaron los profesores del sistema de sostenimiento estatal. Además de malestar, el impago de las quincenas provocó en los docentes distracción sobre su labor pedagógica, así como, en algunos casos, paros aislados en los centros escolares.
Se remó a contracorriente durante el ciclo escolar 2021-2022. El desgaste del magisterio empieza a ser evidente cuando se acercan las últimas semanas de un calendario escolar cuya extensión ha sido ampliamente cuestionada. No obstante la alegría que representó el reencuentro entre la comunidad educativa durante el presente ciclo escolar, quizá la razón del descontento sobre su prolongación sea el desgaste provocado por un viaje tan accidentado como el descrito aquí. Cada docente, en su estuche de experiencias personales, podrá guardar algún periodo especialmente difícil para él, por condiciones específicas, ¿cuántos seleccionarán el presente ciclo escolar?
*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Profesor colimense. Director de educación primaria (Esc. Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y docente de educación superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía.
Fuente de la información e imagen: http://proferogelio.blogspot.com