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El conocimiento y la posverdad

Por: Benito Navarrete Prieto

El autor pone en duda «la fortaleza científica» de la muestra ‘Leonardo Da Vinci. Los rostros del genio’

El tema está de plena actualidad. Se trata del conocimiento, de la investigación, de la ciencia y de la obligación que tienen las instituciones depositarias del legado cultural atesorado por el hombre de hacerlo accesible al ciudadano y legarlo a las generaciones futuras en las mejores condiciones y con la garantía de la búsqueda del rigor y de la verdad. No voy a entrar en la idoneidad del nombramiento de Christian Gálvezcomo comisario de una exposición asociada a la Biblioteca Nacional (BNE),ni en sus becas de investigación o reputación en el ámbito científico como experto en el Renacimiento. La propuesta de Gálvez se completa con la muestra en la BNE de los denominados Códices I y II de Madrid, que se encuentran entre los más importantes manuscritos de Leonardo para la ingeniería y la historia militar, al cuidado de la profesora de la Universidad Complutense de Madrid Elisa Ruiz García, la investigadora que mayor luz arrojó al conocimiento de estos manuscritos en su memorable libro de 2012: El imaginario de Leonardo: códices Madrid de la Biblioteca Nacional de España editado por el Ministerio de Cultura, indexado en el Scholarly Publishers Indicator por su impacto en el campo científico. Los códices se custodian además en los depósitos de la sala de manuscritos, incunables y raros, cuyo director técnico es uno de los más reputados expertos a nivel internacional en el estudio de libros miniados.

Entiendo el noble propósito de la dirección de la institución a la hora de divulgar el conocimiento y atraer a otro tipo de público, y no solo a los investigadores. Sin embargo, creo que en esta iniciativa hay que diferenciar tres conceptos que últimamente tienden a mezclarse, cuando no a confundirse: investigación, divulgación científica y ficción novelada. Todos son legítimos e incluso pueden complementarse, pero no podemos engañar al público que no tiene la obligación de saber en quién reside la fuente de autoridad.

He leído Leonardo da Vinci –cara a cara-, edición Debolsillo, 2018. Reconozco que es un ensayo que, bien tutorizado, podría haber sido un excelente libro de divulgación, siempre que en él se hubieran discriminado claramente lo que son libros científicos contrastados, opiniones personales, entrevistas a presuntos expertos y artículos de periódicos de variada credibilidad que no viene al caso prejuzgar.

El problema del planteamiento de la exposición que se inaugurará el próximo lunes en dos sedes, la del vestíbulo de la BNE y la Sala del Palacio de las Alhajas de Montemadrid, es el sensacionalismo derivado del citado libro. Por cierto, en sus 677 páginas no hay ni una sola cita a la profesora Elisa Ruiz, como tampoco a las personas que arrojaron luz y dieron con las claves del contenido del Códice I y II de Madrid. Ambos pertenecieron en el siglo XVII al importante coleccionista Juan de Espina, fascinante personaje para la historia de la ciencia que está estudiando el profesor de la Universidad de San Andrews, José Ramón Marcaida; uno de tantos cerebros fugados, como el propio Leonardo, según expresión a propósito del comisario de esta muestra. En el citado libro Leonardo da Vinci -cara a cara-, tampoco están citados los estudios de Amelio Fara, Leonardo e l’architettura militare, Giunti, 1997 ni tampoco el de Fara y Natali dedicado a Leonardo A Piombino e L’idea della città moderna tra Quattrocento e Cinquecento, Leo S. Olschki editore, 1999. Por supuesto, estos trabajos están recogidos y correctamente aprovechados en el estudio de la profesora Ruiz, verdadera fuente de autoridad. Desgraciadamente desconozco lo que es la asociación española de sindonología a la que el comisario pertenece.

Otro problema añadido es la inclusión en las salas del Palacio de las Alhajas de la denominada Tavola Lucana, un presunto autorretrato de Leonardo que es autógrafo únicamente para su descubridor, el profesor de historia medieval Nicola Barbatelli quien lo localizó en una colección privada de Acerenza, sur de Italia en 2009 (véase Gálvez, 2018, pp. 389-428). Sin embargo, ninguno de los prestigiosos estudiosos de Leonardo reconoce la obra como original. Niegan su autoría como pintura autógrafa o directamente la ignoran: Mauro Natale, Marco Tanzi, Francesco Frangi, Alessandro Ballarin, Alessandro Cecchi, Martin Kemp, Antonio Natali, Cecilia Frosinini y Pietro Marani.

Llamativo es asimismo que para Matteo Ceriana, antiguo director de la Gallería Palatina de Florencia, actual jefe de conservación del Museo Nazionale del Bargello y miembro de la Junta de Exportación de obras de arte del Ministerio de Cultura de Italia, la pintura en cuestión es probablemente un constructo del siglo XIX realizado en una tabla antigua, con una imagen de Leonardo basada en la xilografía publicada por Vasari en la segunda edición de sus vidas de 1568, y con elementos tomados del dibujo tenido por algunos investigadores como autorretrato de Leonardo conservado en la Biblioteca Real de Turín y que perteneció a su discípulo Francesco Melzi. La imagen de la Tavola Lucanaademás se inspira en otro falso retrato de Leonardo conservado en los Uffizi, probablemente ya del siglo XVII, un punto que el propio Gálvez (2018, p. 402) reconoce. La fusión o pastiche se advierte sobre todo en los cabellos del personaje, en la extrema debilidad de la pincelada del retrato y en la absoluta disparidad con la técnica que solía emplear Leonardo. Más increíble resulta la presunta “firma especular” en la trasera de la obra, donde se quiere leer pinxit mea, pues ni existe tradición de una firma así en la historia precedente ni Leonardo solía escribir en latín, una lengua que prácticamente desconocía y no leía bien, como ha defendido recientemente Martin Kemp en Leonardo da Vinci: las maravillosas obras de la naturaleza y el hombre editado por Akal en 2011, editorial también indexada en el SPI y fuente de verdad para la Aneca.

Más preocupante -el verdadero problema para el que esto escribe y para muchos colegas de la comunidad científica- es que la exposición venga avalada por una de las instituciones culturales más importantes de nuestro país, y que se respalde un proyecto expositivo que da una imagen falsa o, cuanto menos, desvirtuada del artista. Al margen de todos los presuntos intereses que rodean a la Tavola Lucana, hace poco expuesta en la Galería del Palacio municipal de Puebla (México), con fotografía de familia de todos los políticos locales en un espacio sin solvencia, la contrariedad radica en la falta de inquietud por contrastar la fortaleza científica del proyecto con otros investigadores de prestigio de nuestro país, tanto de dentro como de fuera de la BNE; por ejemplo los que trabajan en el Museo Nacional del Prado, quienes no hace muchos años produjeron notables avances en el terreno del proceso creativo de Leonardo, reconocidos por el propio Museo del Louvre que celebrará su magna exposición el próximo año sin los códices de Madrid. Con ello volvemos al principal escollo de partida: realzar la cultura del espectáculo frente al sereno, lento, reflexivo y riguroso método científico que produce la unión y la colaboración de la comunidad de investigadores para luego, en equipo, realizar la necesaria labor de divulgación.

Por desgracia, la imagen que se construye del artista con este proyecto es, de nuevo, la propiciada por la leyenda, la fantasía y la ficción. Una imagen deudora de la visión que se construyó sobre Leonardo en el siglo XIX, bajo un prisma positivista, y condicionada por criterios políticos derivados del problema de la unidad de Italia y de la fabricación de héroes nacionales. Esta invención de un ingenio, al margen de su obra artística, descontextualizada de la historia de la ciencia y de su sociedad y cultura, ha llenado la literatura sensacionalista de absurdas teorías a lo Dan Brown que han terminado por contaminar y desfigurar a un artista en el que últimamente hay demasiados intereses económicos de por medio y que, sin duda, seguirá siendo materia de best sellers de mejor o peor gusto.

Seguramente la exposición será un éxito y se venderán muchos ejemplares de los libros de su comisario, aunque ese mismo éxito merecería desarrollarse en otro marco. Espero también que estas líneas sirvan para que nuestra Biblioteca Nacional y su sala de Manuscritos y Bellas Artes continúen siendo el lugar de referencia.

Fuente: https://elpais.com/cultura/2018/11/28/actualidad/1543430797_848164.html

 

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El fascismo de la amapola y el sistema educativo inglés

Por: Kerron Ó Luain

‘Y aún te enseñan en la escuela acerca de aquellos gloriosos días de dominio’.

Lo que Jon Snow, periodista del Channel 4 (de la television inglesa), identificó sabiamente como ‘fascismo de amapola’ [la amapola es en Gran Bretaña el símbolo de los caídos, originalmente de la I Guerra Mundial, y se lleva en la solapa todos los meses de noviembre a modo de homenaje] llegó a su crescendo este fin de semana, como sucede con más vitalidad con cada año que pasa. Sin embargo, este año de 2018, dado que  era el centenario del  Armisticio de la I Guerra Mundial, el tono del crescendo se ha sentido más agudamente de lo habitual.

Cuando a mediados de semana veía Sky News Live en YouTube desde mi apartamento de Filadelfia, irrumpió en la pantalla un niño que sin darse aparentemente cuenta proclamaba la importancia de transmitir el ‘conocimiento’ de la I Guerra Mundial tomándolo de quienes habían vivido antes que él. Este segmento se retransmitió junto a una información sobre un  ‘artista’ [léase, ‘lunático’], de nombre Rob Heard, que a lo largo de cinco años había tallado miles de figuritas de madera de soldados británicos muertos en el conflicto y los había esparcido por el suelo de alguna parte de Inglaterra para conmemorar este centenario de una matanza fútil. Nada de contexto, nunca.

Para que no nos superemos y asumamos que termina aquí el fanatismo, se nos recuerda de modo intermitente a lo largo de la semana desde diversas fuentes de noticias inglesas que se encienden 10.000 antorchas cada noche (¿se acuerdan de esas antorchas que portaban los fascistas de Trump en Charlottesville el año pasado?) en la Torre de Londres para  recordar a los ‘caídos’.

Pero la breve entrevista del canal Sky al joven desencadenó en mí el recuerdo de uno o dos versos del principal trovador político irlandés de estos tiempos, DamienDempsey:

Y aun te enseñan en la escuela
Acerca de aquellos gloriosos días de dominio
Y cómo es tu destino
Ser superior a mí

¿Cuál debe ser el programa escolar de Historia de estos niños en el país sobre cuyo imperio no se ponía jamás el sol? Una somera pizquita («smidgeon» en ingles, una palabra prestada del irlandés, o sea, del «gaeilge») de investigación revela que, aunque el programa principal de las escuelas en Inglaterra, y forzosamente por extensión de  Gales y Escocia, mencionaba la historia de la colonización de otros países, esos aspectos no eran ‘obligatorios’. En lo esencial, existe una lista ideal de aspiraciones de lo que el niño y la población adolescente en general del Reino Unido deberían aprender en el colegio, pero lo que sabemos en realidad se reduce en la mayoría de los casos al banal estudio del linaje real, o, en muchos casos, al homenaje imperial/capitalista.

¿Cómo puede el Estado irlandés, o quienes residen en él, sostener una queja justificable sin parecer hipócritas? ¿No permitimos la eliminación de la historia del ciclo del Junior Cert [enseñanza medial] como materia principal? Sin protestas, sin un murmullo, de verdad.

Los protagonistas del discurso decolonial en tiempos modernos parecen provenir, no de Irlanda sino de otros lugares, de otras cimas anteriormente coloniales. ShashiTharoor, parlamentario y especialista académico indio, se ha manifestado ruidosamente en años recientes sobre el violento colonialismo de Gran Bretaña y el Raj [el dominio británico de la India] en su país de origen. Sin embargo, todos los crímenes de Gran Bretaña parecen haber caído en el silencio en Irlanda – primera colonia de Inglaterra  ‘para que no olvidemos’ – como se restriega cada mes de noviembre.

Ciertamente, no sólo considera el llamado Estado irlandés que queda bien erigir una escultura estridentemente grande de un ‘soldado inolvidable’ de la I Guerra Mundial en uno de los lugares donde se fraguó la resistencia revolucionaria republicana en 1916 (St. Stephen’s Green), siendo sus promotores gente como Leo Varadkar (Taoiseach/Primer ministro) y Frank Feighan (diputado [TeachtaDála] /Ministro/lamebotas general de Occidente y los británicos) que insisten en que llevemos un trébol adornado con una amapola teñida de sangre. Vaya impostura, desde luego.

Los oponentes sacarán a relucir la habitual defensa: que deberíamos recordar a ‘todos los que murieron’ en el pasado, por razones humanitarias. Con ello, sin embargo, se pasa por encima del elemento recordatorio real de la amapola, que resulta supuestamente tan central para su simbolismo. Los actuales soldados británicos – que han servido en Afganistán e Irak – conceden regularmente entrevistas a los medios británicos que vinculan claramente la carnicería sin sentido de antaño con las proezas imperiales contemporáneas.

¿Por qué no se sugiere lucir la amapola blanca alternativa (que carece de los antecedentes de la Legión Británica), que simboliza la paz y el final de todas las guerras? La respuesta sencilla y más cierta es porque la amapola roja – por oposición a la blanca – se utiliza para promover un orden del día militarista en Gran Bretaña, que de modo espeluznante recuerda al militarismo de principios del siglo XX en los preliminares de la I Guerra Mundial.

La ironía de todo esto, por supuesto, estriba en que deportistas como James McClean, jugador internacional de fútbol de la ‘República’ de Irlanda, que se atreven a rechazar este rancio militarismo/fascismo de la amapola, afrontan la ira de una franja enorme de la opinión pública británica cuyos ancestros lucharon supuestamente para sofocar el avance del autoritarismo y la intolerancia entre 1939-1945. Para que no olvidemos, desde luego.

Fuente: https://www.counterpunch.org/2018/11/12/poppy-fascism-and-the-english-education-system/

Traducción: Lucas Antón

Fuente: http://www.bitacora.com.uy/auc.aspx?10170,7

 

 

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21 libros para que los niños aprendan a amar la ciencia

Redacción: Bebes y más/05-12-2018

Si tienes un peque de mente inquieta que no para de hacerte preguntas sobre el por qué de las cosas, disfruta haciendo experimentos o leyendo todo lo que cae en sus manos sobre ciencia, hoy queremos proponerte algunos títulos imprescincibles que no deberían faltar en vuestra biblioteca.

Con estos libros, en los que hemos incluido la edad recomendada, los niños entrarán en contacto con la ciencia de manera lúdica, y aprenderán a amarla y a entender de manera divertida el mundo que nos rodea.

Mi gran libro de experimentos

ciencia

Libro recomendado para niños a partir de ocho años, que contiene 14 capítulos de química y 12 capítulos relacionados con la física para que los peques, no sólo lean y aprendan, sino que también experimenten. Convertir un huevo en una pelota, fabricar una nave espacial o elaborar una tinta invisible son sólo algunos de los divertidos experimentos que los niños podrán realizar.

Descubre la ciencia con experimentos y manualidades

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Divertido libro con pegatinas, experimentos y actividades para descubrir los secretos de la ciencia. Todos los experimentos pueden realizarse con materiales comunes y corrientes que encontrarás en casa. Recomendado para niños a partir de los ocho años.

 100 pasos para la ciencia: descubrimientos e inventos que cambiaron el mundo

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Libro recomendado para niños a partir de nueve años que recoge los avances científicos más importantes de la humanidad, desde la Antigüedad hasta nuestros días. Un trepidante viaje en el tiempo para saber más acerca de de los inventos que cambiaron el mundo.

 4. El gran libro de inventos y descubrimientos

ciencia

Libro recomendado para niños a partir de nueve años, con ilustraciones, curiosidades y fichas recortables, que recoge todos los inventos y descubrimientos más importantes de la historia de la humanidad. La comunicación, la fotografía, el cine, la medicina, la navegación, y mucho más.

5. Astronautica: la ciencia explicada a los más pequeños

ciencia

Este libro está especialmente pensado para niños de entre cuatro y ocho años. A través de sus páginas, acompañarán a su protagonista, Valentina, en un formidable viaje por el espacio para descubrir cómo se propulsan los cohetes o qué es la gravedad, entre otras muchas cosas.

6. Las chicas son de ciencias

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Astronautras, médicas, físicas, científicas… ¿quién dijo que la ciencia es cosa de hombres? Libro especialmente orientado a niños a partir de los nueve años que narra, de manera amena e ilustrada, las vidas, inventos y descubrimientos de las mujeres que cambiaron la historia de la humanidad.

7. Mujeres de ciencias

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Y en la misma línea que el libro anterior encontramos esta otra enciclopedia pensada para niños a partir de los siete u ocho años, sobre la contribución de la mujer al campo de la ciencia, la tecnología, la ingeniería o las matemáticas. Contiene ilustraciones e infografías que ayudarán a los niños a asimilar más fácilmente el contenido.

8. Física divertida para gente curiosa

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Libro dirigido a niños a partir de los seis años para explicarles de manera divertida qué es electricidad, cómo vuelan los aviones o por qué flotamos en el agua, por poner solo algunos ejemplos. El libro contiene experimentos, solapas desplegables y divertidas lengüetas para aprender ciencia jugando.

9. Mi primer libro de física cuántica

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Este libro, dirigido a niños de entre ocho y 11 años, introduce a los más pequeños en el mundo de la física cuántica, despertando su curiosidad e introduciéndoles en el mundo de los átomos, la tabla periódica, la antimateria o la radioactividad.

10. La puerta de los tres cerrojos

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Este libro, recomendado para niños a partir de los diez años, es la primera novela que explica la física cuántica de forma divertida y comprensible para el lector, a través de las aventuras de Niko y la resolución de una serie de enigmas.

11. El Universo en tus manos

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A través de este libro, los niños acompañarán a Eva y a su abuelo Leonardo en un trepidante viaje por el Universo, al tiempo que aprenden ciencia de manera divertida. Especialmente recomendado para niños a partir de los ocho años.

12. La clave secreta del universo

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Este primer libro de Stephen Hawking fue publicado en 2007 y en él se introduce a los niños en el universo del cosmos, a través de un viaje por planetas, estrellas, satélites y agujeros negros. El aprendizaje vendrá gracias a las grandes aventuras que vivirá nuestro protagonista. Orientado para niños a partir de los 10 años.

13. Destroza este libro en nombre de la ciencia

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Curioso y divertido libro indicado para niños a partir de los siete años, con el que los más pequeños aprenderán ciencia a base de manualidades. Recortar, romper hojas, hacer maquetas y completar divertidos ejercicios para dar rienda a su creatividad y despertar su curiosidad científica.

14. Este libro cree que eres científico

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A través de las páginas de este divertido libro, los peques aprenderán a pensar como un científico y a entender el mundo que les rodea experimentando con sus propios métodos y trabajando a través de su laboratorio interactivo. Dirigido especialmente para niños a partir de los siete años.

15. Experimenta-Ciencia: experimentos sencillos para niños

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Este libro está especialmente pensado para niños a partir de los cinco años, e incluye 22 experimentos sencillos y divertidos para hacer en familia, y disfrutar, al tiempo que se aprende, sobre conceptos básicos de ciencia.

16. Mi primer gran libro del espacio

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Con esta guía, enfocada a los primeros lectores, los niños descubrirán nuestro sistema solar a través de maravillosas ilustraciones, fotografías, y textos sencillos y adecuados a la comprensión lectora de los más pequeños.

17. Mi primer Larousse de Ciencias

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Con esta enciclopedia de ciencias, los niños encontrarán respuesta a las preguntas que se hagan sobre el mundo que les rodea. El libro está organizado en seis temas: reino animal, reino vegetal, el cuerpo humano, la ecología, la geología y el agua. Cada sección reúne informaciones variadas y curiosas, acompañadas de divertidas ilustraciones. Orientado para niños a partir de los ocho años.

18. Historia de la Ciencia y la tecnología

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Este libro, dirigido a niños a partir de los nueve años, repasa los principales inventos y descubrimientos de la ciencia y la tecnología, como la rueda, el automóvil, las vacunas, el ADN o el electromagnetismo. Textos sencillos y detalladas ilustraciones que hacen muy amena su lectura.

19. Cómo explicar física cuántica con un gato zombie

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Divertido libro que explica la física cuántica de un modo loco y en clave de humor, para hacer de la ciencia algo comprensible a niños y jóvenes. Incluye también experimentos sencillos para hacer en casa. Lectura recomendada para niños a partir de los diez o 12 años.

20. Atlas de curiosidades: el planeta tierra como nunca antes lo habías visto

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Con este libro, plagado de curiosidades y datos sorprendentes, los niños conocerán todos los detalles del planeta Tierra. Su geografía, naturaleza, gente, historia, arte y ciencia y teconología. Perfecto para peques curiosos a partir de los ocho años.

21. El libro de la tabla periódica

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Libro pensado para niños a partir de los diez años, para introducirles en el conocimiento de la tabla periódica, de forma amena y divertida. Contiene fotografías a todo color que muestran las múltiples formas en las que cada elemento puede encontrarse en la naturaleza, además de mostrar un amplio catálogo de inesperados objetos donde se encuentran los elementos químicos.

Fuente: https://www.bebesymas.com/libros-infantiles/21-libros-ninos-aprendan-a-amar-ciencia

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¿Educamos para la ignorancia?

España / 2 de diciembre de 2018 / Autor: Salvador Rodríguez Ojaos / Fuente: El Blog de Salvaroj

«La ignorancia completamente consciente es el preludio de cada avance real de la ciencia.» James Clerk Maxwell

¿Estamos educando a nuestros alumnos y alumnas de forma que los hacemos ignorantes?

No, rotundamente no… si entendemos ignorante como algo negativo: Que carece de cultura o conocimiento(según la Real Academia de la Lengua, 2.ª acepción).

Pero sí que deberíamos estar educándolos como ignorantes según su 1.ª acepción en el diccionario de la RAE: Que ignora o desconoce algo. Como leí hace unos días en un artículo de La Vanguardia en la educación de nuestros jóvenes estamos pasando del «sé que esto es así, pero no sé por qué» al «no sé qué es, pero puedo averiguarlo».

Durante muchos años la educación se ha basado en el convencimiento de que se podía alcanzar el conocimiento. Pero en el mundo actual necesitamos una educación que se base en la posibilidad de adaptarnos constantemente a él, que nos dote de las herramientas que nos permitan alcanzarlo en un momento y en unas circunstancias concretas.

Y es que en la sociedad del conocimiento, no siempre este está al alcance de todo el mundo. Ni es cierto que todo este a un clic, ni que Internet sea el depósito de todo el saber de la humanidad. La única certeza de la sociedad del conocimiento es que la generación acelerada y continua de datos e información genera constantemente ignorancia, pues nadie es capaz de saberlo todo… ¡ni falta que hace!

Ante este estado permanente de ignorancia, la educación que damos a nuestros alumnos y alumnas debe ser asertiva, resiliente y proactiva, porque lo importante no es lo que sabemos sino lo que aún no sabemos. Ser conscientes de nuestra ausencia de un conocimiento es lo que nos permitirá alcanzarlo, siempre y cuando disponga de las destrezas y habilidades que me permitan hacerlo.

Y es que hay una gran diferencia entre ignorancia y estupidez, La ignorancia nos señala «lo que queda por hacer», la estupidez nos hace creer que podemos «alcanzar el conocimiento pleno». El conocimiento genera ignorancia… y este principio debe estar siempre presente en nuestra manera de educar.

La ignorancia que no nos podemos permitir en educación es aquella que no enseña a trabajar colaborando en equipo, que no saber enseñar a enfrentarse a nuevas situaciones, retos o desafíos, que no deja de castigar el error, que creer que el error es un fracaso y no un paso hacia el éxito.

Como dijo Karl Popper: «La verdadera ignorancia no es la ausencia de conocimiento, sino la negativa a adquirirlo«.

Fuente del Artículo:

http://www.salvarojeducacion.com/2018/11/educamos-para-la-ignorancia.html

ove/mahv

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Universidades con ánimo de lucro en Colombia: ¿riesgo u oportunidad?

Redacción: Semana

¿Deberían las universidades privadas tener la opción de ser entidades con ánimo de lucro? Es la posibilidad que propone un representante a la Cámara por el Centro Democrático. Y aunque la iniciativa no es nueva, esta vez tendría implicaciones en los claustros públicos.

Samuel Hoyos, representante a la Cámara por el Centro Democrático, presentó esta semana su intención de reformar la ley 30 de 1992, la que regula la educación superior. Ante la crisis financiera de las universidades públicas, Hoyos propuso que la reforma le permita a las universidades privadas ser entidades con ánimo de lucro y que los impuestos que le paguen al Estado sean dirigidos exclusivamente a saldar el déficit de las universidades públicas.

De inmediato la iniciativa generó cuestionamientos por las intenciones y las implicaciones de un proyecto de ese calibre. Por un lado, Hoyos valida su propuesta al decir que, de hacerse realidad, deberá ser regulada por el Gobierno. Además, es una alternativa para generar ingresos que contrarresten la crisis de la educación pública, una que se da mientras el país enfrenta un hueco fiscal que tiene a todos los sectores en aprietos.

La propuesta del representante Hoyos es darle un golpe mortal a la calidad de la educación privada», Jorge Robledo..

“Actualmente la Ley 30 prohíbe que las Instituciones de Educación Superior privadas sean de ánimo de lucro. Todas son fundaciones, corporaciones, cooperativas, sin ánimo de lucro. Eso dice el papel. Pero en la realidad esa figura ha servido para que estas instituciones sean grandes negocios exentos de impuestos. Dicen no repartir utilidades, pero de pronto el rector tiene casa en Miami, la universidad es dueña de una isla, paga viajes carísimos a Europa o reconoce gastos de sus miembros fundadores casi a manera de honorarios”. El representante dice que si el Estado no tiene la capacidad de garantizar la cobertura y calidad para todo el país, el rol de las universidades privadas es fundamental. Y si entonces, agrega, estas instituciones desean ser más que todo empresas con libertad para lucrarse, que legalmente sean consideradas como tal.

Por otro lado, personas como el senador del Polo Jorge Robledo rechazaron la idea de Hoyos. Robledo dice que avalar que las universidades sean entidades con ánimo de lucro cambia por completo el sentido de la educación y lo convierte en un negocio más. Y eso va en detrimento de su esencia formadora de la sociedad.

“La educación superior en Colombia es un derecho y un bien común. Entonces, la propuesta del representante Hoyos es darle un golpe mortal a la calidad de la educación privada. Es válida para él porque su mirada es neoliberal y en la economía de mercado todo es y debe ser un negocio. Pero es absurdo pretender eso con la educación”.

El argumento principal del senador recae en que aceptar la ganancia económica de estas instituciones amenaza la calidad de la educación por completo: “Recordemos que las universidades privadas se financian con el dinero de los estudiantes y de los padres de familia. Si una parte de ese recurso se sale de la reinversión que la institución debe hacer, esa plata deja de traducirse en mejores bibliotecas, educadores y planta física, entre otros. Es decir, esas utilidades las utilizarán las universidades en otras cosas que no tienen nada que ver con el beneficio de las universidades. La educación que sirve es la de alta calidad”.

La propuesta es polémica, pero no es nueva. Hace siete años el Gobierno Santos quiso adelantar un proyecto para reformar toda la educación superior y entre los cambios incluyó también dar vía libre a las universidades con ánimo de lucro para solucionar la alta demanda de futuros estudiantes universitarios. Pese a los casos de éxito en otros países que el expresidente y su entonces ministra María Fernanda Campo intentaron traer a colación para convencer a la población, fue más el malestar causado. Los rectores, profesores y estudiantes constituyeron un paro nacional indefinido. El movimiento estudiantil MANE hizo historia al lograr que se retirara el proyecto del gobierno el 11 de noviembre de ese año.

La educación superior genera bienes públicos como investigación, avances en el conocimiento, crítica social. ¿Volverla negocio pone en riesgo esto?

Pese al marcado antecedente, la propuesta vuelve a sonar en el Congreso, aunque esta vez sea presentada como un único aspecto a reformar. Entre los argumentos Hoyos resalta que la libertad de competencia e incluir más actores en el mercado de la educación es algo positivo. “Si el problema es un negocio, entonces habría que prohibir que los colegios sean entidades con ánimo de lucro, como actualmente lo son”.

Según Francisco Piedrahita, rector de la universidad Icesi, esa idea no tiene cabida en esta discusión. Piedrahita es una de las personas que más se ha interesado por el tema y fue uno de los detractores del proyecto de 2011. La educación básica y media, y la superior son dos costales de distinta harina y por eso no se pueden comparar, es lo que dice.

“El colegio no produce conocimiento en términos de bienes públicos, sino como bienes privados: la formación que ofrece va más orientada al desarrollo de la persona y sus competencias. Es algo que se lleva cada muchacho y por eso se puede rentabilizar. La universidad también produce esos bienes privados, pero al mismo tiempo produce bienes públicos y es ahí donde la cosa se complica: cuando la educación es negocio lo que importa es generar utilidades, pero no investigación, avances en el conocimiento, crítica social. Y eso es lo que se hace en el nivel universitario”, explica.

Pero no solo eso. Decir que permitir que las universidades se lucren impulsará la calidad de las instituciones privadas y aportará a resolver el lío financiero de las instituciones públicas es erróneo para Piedrahita.

La plata de los impuestos no resolverá el déficit. En cambio, lo que sí hará es tirarse el sistema. Las universidades con ánimo de lucro no tienen problema en invertir más en mercadeo que en profesores, con tal de lograr inscribir a más estudiantes. Es un modelo con problemas. Así pasa en Estados Unidos y es un fracaso: da cobertura en centenares de miles, pero la tasa de deserción es altísima y los resultados de los graduandos es muy pobre. Algunas de estas son multinacionales como Laureate, Apollo Global y Whitney University System. En Colombia ya hay de este tipo de universidades, pero todas son de pésima calidad. Un ejemplo es la Autónoma del Caribe. Ninguna está entre las 15 primeras en los resultados del Saber Pro y tampoco en investigación”.

Por el momento, la propuesta del representante Samuel Hoyos no ha sido presentada como un proyecto de ley ante el Congreso, solo como una intención del representante. Sin embargo, lo más probable es que la discusión sobre cobertura, calidad y rentabilidad en las universidades privada no sea bien recibida por una parte de la comunidad de educación superior. Tampoco se prevee una atmósfera proclive al apoyo de la iniciativa en momentos en los que se desarrolla un paro.

Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/universidades-con-animo-de-lucro-en-colombia-una-discusion-vieja-que-reaparece-en-el-congreso/588042

 

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Colombia: “La forma de acabar la guerra es la educación, no las armas”: rectora de la Universidad Nacional

Redacción: Noticias Caracol/17-10-2018

“La sociedad no se ha enterado de que el conocimiento genera riqueza”, dice Dolly Montoya al analizar la crisis de las universidades públicas. Acá la entrevista.

¿Están tan graves las universidades públicas en Colombia?

Sí, por una razón: nacimos como universidades del Estado y el Estado financiaba el ciento por ciento de las universidades. Y, como podemos ver, los aportes de la Nación a la Universidad Nacional de Colombia son de 701.308 millones y los recursos propios ya van llegando casi a los aportes de la nación, a los 634.106 millones.

¿Eso quiere decir que la universidad pública se está privatizando?

Eso lo que quiere decir es que a la universidad pública cada vez se le exige más con menos. Hemos pasado, entre 1993 y 2017, de 26.962 estudiantes a 53.880. Así mismo, de 189 programas a 450, y de 323 a 913 grupos de investigación con recursos propios, generados por nuestra propia comunidad universitaria a través de proyectos, de investigaciones, de recursos internacionales.

El Gobierno Nacional ha dicho que se le va a aumentar al presupuesto, para el 2019, 500 mil millones de pesos. ¿Cómo ve esta cifra?

Esta cifra es un poco menos de la mitad (…) para lo que estamos necesitados y para las 32 universidades públicas.

Le entiendo que, de esos 500 mil, casi la mitad va para funcionamiento de las 32 universidades. ¿El resto va para ‘Ser pilo paga’?

Hay dos programas. El ‘Ser pilo paga’ se modificó, ya no son las mismas reglas, ha cambiado también de nombre, pero de todas maneras también es una bolsa donde concursan públicas y privadas. Y el otro rubro que hay es para apoyar la formación de cero, uno y dos.

¿’Ser pilo paga’ no lo hacían antes las universidades públicas, es decir, darles educación superior gratuita a los estratos 1, 2 y 3?

Para nosotros siempre, en las universidades públicas, ser pilo ha pagado. Quien pasa en las universidades públicas, de estratos 1, 2 y 3, es el 81 %. Nosotros tenemos los mejores estudiantes. Desgraciadamente, como no hay más recursos, no podemos recibir más. Recibimos cerca del 12, 13% de los estudiantes en cada examen.

¿Cuántos estudiantes se presentan a la Universidad Nacional?

Le voy a dar el último dato: se presentaron 75 mil para 7 mil cupos. Nos gustaría recibir muchos más porque es buen negocio invertir en la educación pública, porque tenemos infraestructura para hacerlo.

La Universidad Nacional es de las mejores de Latinoamérica. ¿Por qué no invertirle más dinero?

Porque la sociedad no se ha enterado de que el conocimiento genera riqueza. Los coreanos se enteraron de eso hace treinta años y ahora son ricos. Los países escandinavos se enteraron también y, si ustedes ven los indicadores en ciencia y tecnología, son equivalentes a los indicadores de desarrollo económico. La locomotora de Europa, que es Alemania, invierte realmente en educación pública, todas las universidades son públicas. Eso quiere decir que es un buen negocio. Si invertimos en educación, ciencia y tecnología e innovación, vamos a tener un país desarrollado.

Pero se destina mucha más plata del presupuesto nacional para el Ministerio de Defensa que para la educación. ¿Cómo corregir eso, por qué no entienden eso que usted dice si es tan sencillo?

La guerra solo puede acabarse cuando tengamos una población totalmente educada. La forma de acabar la guerra es la educación, no las armas. Por eso hay que invertir en educación.

¿Cuánto se necesita para sacar de la crisis a la educación pública en Colombia?

Hay un cálculo… para un cubrimiento del 84% de toda la cobertura universitaria, de toda la población que podría ingresar, son 18.8 billones de pesos. Lo que pasa es que tenemos que hacer una política de Estado porque hay que mirar, desde la educación media y básica, jardines infantiles, educar en el ser y no en el tener. Y después continuar con los técnicos y tecnológicos, y hacer que la gente que llegue a las universidades realmente pueda investigan y sean científicos, o que desarrollen cosas nuevas. La educación no ha sido vista por la sociedad como tan importante. Es el fin de la guerra, la educación es el fin de la guerra.

Fuente: https://noticias.caracoltv.com/colombia/la-forma-de-acabar-la-guerra-es-la-educacion-no-las-armas-rectora-de-la-universidad-nacional

 

 

 

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Las ciencias del espíritu

Por: J. Montero Tirado

Desde principios del siglo XX, los grandes científicos del mundo atómico, subatómico y la energía rompieron la dualista visión que Descartes con su prestigio impuso en occidente: la división de lo existente en dos reinos radicalmente diferenciados y separados, el de la materia y el del espíritu. Para la visión cartesiana, la materia era el campo de la ciencia, el espíritu era el campo de las religiones, el campo de la fe.

A finales del siglo XIX el filósofo alemán Dilthey enfrentó al cartesianismo con su famoso libro “Las ciencias del espíritu”. Pero serán Albert Einstein y los grandes científicos de la Física Cuántica los que desmonten definitivamente el simplismo del dualismo cartesiano.

La bibliografía científica sobre la relación entre la Física Cuántica y la Espiritualidad es abundante, hasta a nivel de difusión asequible a quienes no somos expertos en física ni en física cuántica. En editoriales de divulgación se nos ofrecen libros accesibles como “El Tao de la Física” de Fritjof Capra o “Ciencias y espiritualidad” de Amit Gosvami. Y más fácil todavía para quien pueda entrar en internet, porque encontrará en el buscador Google, cerca de siete millones y medio de referencias documentales sobre ciencias y espiritualidad.

Al mismo tiempo que las grandes religiones se encuentran desafiadas por crisis crecientes, el interés, los movimientos y la investigación de la espiritualidad están teniendo un desarrollo tan inusitado y expansivo, que han dinamizado las relaciones entre ciencias y espiritualidad. Van apareciendo ininterrumpidamente diversas ciencias que incluyen como una rama de su especialidad la investigación y la exploración de los conocimientos sobre espiritualidad vinculados al objeto de cada ciencia.

La antropología, ciencia que estudia al ser humano como tal, y la historia de la antropología constatan que el ser humano tiene y se caracteriza frente a los demás mamíferos, por su dimensión espiritual. Además de la antropología, las otras “ciencias del hombre” también se ocupan de investigar científicamente esta dimensión esencialmente humana.

La neurología, tan interesada por el complejo mundo de la mente, ha desarrollado la rama especializada de la neuroespiritualidad, hasta el punto de que algún especialista ha propuesto la creación de un neologismo, “espiriteria”, para referirse a ella explicitando con más claridad la vinculación y relación entre el espíritu (espiri) y la material (teria).

La biología ha generado en su ciencia la rama de la espiritualidad y trabaja el campo propio de la biología espiritual. Hasta la genética, que investigando el genoma humano ha descubierto el gen especializado en lo espiritual, al que hiperbólicamente Hamer le llama el “gen de Dios”.

La Psicología y la Psiquiatría se han ocupado necesariamente de las vivencias espirituales y sus implicancias en el conjunto de la estructura y la vida de la persona. Por razones semejantes lo ha hecho la filosofía y dentro de ella la rama específica de la ética. Y, como es obvio, en el campo de estudio científico de la teología, también se especializa como rama sustantiva la teología espiritual. Finalmente, para no abrumar, podemos recordar la significación extraordinaria que la espiritualidad tiene en el estudio, la investigación de la vida moral.

Hoy la relación entre ciencias y espiritualidad es un presupuesto ineludible. Albert Einstein fue más lejos aún cuando dijo: “La ciencia sin religión es manca; la religión sin ciencia es ciega” (Koinonia, 2007). Y hasta en el duro y ambicioso campo de la economía, universidades como Harvard, Notre Dame, Boston Colleges y otras investigan y comprueban que las empresas que desarrollan la dimensión espiritual de sus empleados e incluyen la inspiración y dinámica de la espiritualidad en su organización y funcionamiento, obtienen mejores resultados también económicos.

Cuando el Ministerio de Educación y Ciencias ha abierto el plazo de consulta social sobre la educación que queremos, algunos pensamos que el nuevo plan del sistema y de los procesos educativos que el MEC lance, debe incorporar sin falta la educación y desarrollo de la dimensión espiritual de los educandos. La Constitución Nacional (Art. 73 afirma que nuestra educación debe ser “integral”, es decir que se hace cargo del desarrollo y educación de toda la persona, confirmando con ello el compromiso de la verdadera educación. Es hora de responsabilidad coherente y de cumplir la Constitución.

Fuente: http://www.abc.com.py/edicion-impresa/opinion/las-ciencias-del-espiritu-1745524.html

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