El factor olvidado en la conversación sobre equidad

27 de julio de 2016 / Por: Josefina Santa Cruz / Fuente: http://opinion.cooperativa.cl/

Normalmente, no se atribuye al profesor el rol de desarrollar la inteligencia de sus alumnos, pero si pensamos en cómo es alguien inteligente, veremos que es quien tiene buen pensamiento: asocia ideas, identifica patrones, resuelve problemas creativamente, analiza las variables de una situación compleja, empatiza y visualiza una situación desde otra perspectiva, argumenta, sintetiza, tolera la incertidumbre cuando la solución no llega rápido, lee comprensivamente, aprovecha los recursos de manera óptima, reflexiona y transfiere ideas entre distintos escenarios.

Todas estas habilidades se pueden enseñar en forma explícita en la escuela, integrándolas en una asignatura. Por ejemplo, un profesor de historia puede enseñar a sus estudiantes a analizar las causas de la Segunda Guerra Mundial y luego a encontrar un patrón que explique las causas de otras guerras o revoluciones.

También puede enseñar a sus alumnos a evaluar la confiabilidad de las fuentes de información o a analizar críticamente las razones de Truman para lanzar la bomba atómica. Si las habilidades asociadas a la inteligencia (o al buen pensamiento) se pueden enseñar, entonces la inteligencia es “aprendible”, modificable y, por lo tanto, incremental.

Carol Dweck, profesora de la Universidad de Stanford, quien ha teorizado exhaustivamente sobre estos temas, explica que las personas pueden tener dos mentalidades respecto a la inteligencia: creer que es fija o creer que es incremental.

De acuerdo a sus investigaciones, aquellos que creen que la inteligencia es fija (que se nace con ella y poco podemos hacer para incrementarla) tienden a atribuir sus experiencias de fracaso a su escasa habilidad y  asociarlos a una debilidad ajena a su control (“yo soy así”, “todos en mi familia somos así”).

A su vez, esto conduce a evitar las oportunidades que pueden conducirlos a fracasar, lo que impide su aprendizaje posterior. Por ejemplo, si un niño de primero básico se convence de que es “malo” para aprender matemática porque le falta inteligencia y con eso se nace o no se nace, es muy probable que deje de trabajar en clases y que, en consecuencia, sus resultados sean efectivamente tan bajos como él espera. Este niño se siente de manos atadas, es “malo” para los números y no hay nada que pueda hacer para evitarlo.

Por el contrario, las personas que creen que la inteligencia es incremental tienden a perseverar después de los fracasos porque consideran que el esfuerzo y la práctica pueden conducirlos a aumentar sus capacidades y que mientras se esfuerzan su cerebro está haciendo nuevas sinapsis, tal como lo demuestra Dweck en uno de sus experimentos.

En el mismo ejemplo, si este niño atribuyera sus bajos resultados en matemática a su falta de estudio, y no a su falta de capacidad, entonces se esforzaría por trabajar más hasta conseguir los resultados que sueña.

Creer de verdad que la inteligencia no es algo fijo, sino algo modificable tiene importantes consecuencias dentro de la sala de clases. Un profesor con mentalidad de inteligencia incremental aplaude el esfuerzo de sus estudiantes (“bien, se nota el estudio”), más que sus talentos (“usted es tan inteligente”) y no etiqueta a sus estudiantes de acuerdo a los resultados que obtienen en la prueba de diagnóstico (“no hay caso con este niño”), sino que está atento a lo que necesita cada uno para conseguir resultados exitosos (“Juan necesita practicar más la carrera con obstáculos”, “quizás Ana comprendería mejor la estructura de un ensayo si participara en un debate”).

Tan necesario como que los profesores se convenzan de que sus estudiantes pueden aprender, es que tengan las herramientas para enseñarles. Todos los profesores pueden potenciar la inteligencia de sus estudiantes, si han aprendido cómo hacerlo. Este es un excelente desafío para quienes serán mentores de profesores novatos y para quienes imparten instancias de capacitación docente.

Muchos excelentes profesores han sido testigos de cómo cambia la creencia de los estudiantes sobre su propia capacidad cuando viven la experiencia de que su inteligencia es modificable.

 “¿Sabe, profe? Yo nunca había entendido cómo se ponían los tildes hasta ahora, trataba de ‘achuntarle’ pero nunca me salía”. Descubrir que lo que siempre habían considerado cierto de pronto se derrumba tiene consecuencias enormes para el aprendizaje. Todas las barreras que los anteriores fracasos habían levantado se desvanecen y en su lugar aparece un inmenso paraíso de posibilidades. El estudiante que aprende lo que nunca creyó que aprendería se siente capaz de aprenderlo todo. Qué importante es que encuentre en ese momento a otro excelente profesor.

El debate público ha tocado muchas veces el problema de la equidad en educación, el de cómo brindarles a todos los estudiantes chilenos el acceso a las mismas oportunidades. Creo que el principal factor de equidad es la promoción de la inteligencia de nuestros estudiantes y la enseñanza de habilidades y actitudes que harán de ellos ciudadanos pensantes y participantes, independientemente del lugar en que hayan nacido.

Sabemos que el talento se reparte sin mirar de qué material está hecha la cuna y que las diferencias futuras se explican por cuánto se ha potenciado y pulido ese talento inicial. Autores como Reuven Feuerstein y David Perkins han estudiado estrategias de enseñanza que incrementan la inteligencia de los estudiantes y fomentan su aprendizaje.

En Chile hay también investigación y resultados en esta línea, por ejemplo, en el trabajo de Cecilia Assael, miembro del Centro de Desarrollo Cognitivo de la Universidad Diego Portales. Un estudio de la Universidad reportó que las estudiantes que habían participado en su Programa de Enriquecimiento Instrumental—basado en las teorías de Feuerstein—durante séptimo y octavo tenían un rendimiento entre un 19% y un 41% superior a lo esperado para su edad.

Para hacer justicia a nuestros estudiantes, solo falta decidirse y demostrar consecuencia. Hagamos que la promoción de sus capacidades sea verdaderamente prioridad en la sala de clases. Los profesores podemos más y somos capaces de aprender, eso no está en cuestión.

Fuente artículo: http://opinion.cooperativa.cl/opinion/educacion/el-factor-olvidado-en-la-conversacion-sobre-equidad/2016-05-15/061714.html

Foto: http://eljujeño.com.ar/tag/secretaria-de-equidad/

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Las escuelas públicas de la ciudad se unen a lucha contra el poder blanco.

América del Norte/Estados Unidos/Fuente:http://nypost.com/

Por: Susan Edelman

En el último día de clases, la directora Darlene Cameron de Star Academy-PS 63 en el East Village dio en su pequeña facultad un gráfico que define las instituciones racistas y no racistas y les pidió que pensar en donde su escuela encaja.

Una institución no racista, entre otras cosas, es consciente y tiene como objetivo acabar con una cultura de «poder blanco», «privilegio blanco» y «ventaja inherente blanco».

«Nos encajan en la categoría de poder blanco y el privilegio!» Maestra blanca en la escuela K-5 le dijo a sus colegas.

El concepto de que los blancos disfrutan de los beneficios de todos los días simplemente por su color de piel se ha puesto de moda.

Ahora las escuelas públicas están subiendo al carro.Escuelas privadas de élite se han enfrentado con la idea.El post expone un caso extermo la forma en la Escuela de la calle del banco para los niños en el Upper West Side hizo los niños blancos se sienten culpables por su «blancura» mientras que apila alabanza y pastelitos en los niños de color. Director de la diversidad de la escuela se retiro despues del infoeme.

Después de los recientes homicidios de hombres negros por policías y asesinatos de policías, el canciller del Carmen Fariña hizo un llamado a los educadores para hacer frente a «conversaciones difíciles» sobre la raza, la violencia y las armas.

Además, Fariña anunció un nuevo plan de estudios que pone énfasis en la justicia social. También recomendó una lista de lectura K-12 compilada por el Southern Poverty Law Center, «Perspectivas para una diversa Latina», que incluye una selección de temas de raza, género y LGBTQ. En K-2, por ejemplo, los niños pueden aprender la verdadera historia de Z y Vielpunk, una pareja de pingüinos gays crianza de un polluelo en un zoológico alemán.

Las lecturas de noveno a través de-12-grado incluyen un ensayo de 1990, «el privilegio blanco: Desembalaje de la mochila invisible», que enumera 50 beneficios ocultos los blancos disfrutan. Nº 17: «Puedo hablar con la boca llena y no tener personas ponen esto a mi color.»

El gráfico entregado en Star Academy, escrito por un ministerio contra el racismo con sede en Illinois, enfureció a algunos padres interrogados por el Post.

«Al iniciar el envío de este tipo de cosas, que nos divide», dijo Robert Powell, un padre negro en el Bronx que sirvió en el panel de la ciudad para la política educativa. «Es una forma sutil de racismo».

Educación autor Sol Stern, denominada tabla de «propaganda de izquierda» y «lavado de cerebro.» Privilegio blanco «es un argumento, no es un hecho», dijo.

Pero David Bloomfield, un Brooklyn College y profesor de educación CUNY Graduate Center, que es blanco, alaba la idea.

«Me recuerda un poco a cuando» Heather tiene dos mamás ‘se recomienda la lectura por el DOE antes de parejas del mismo sexo se convirtió en la corriente principal «, dijo.

Un mayor conocimiento puede ayudar a los profesores eligen los libros que reflejan otras razas, agregó.

También puede estimular la discusión en clase. «Si pones los presidentes de Estados Unidos en su pared de la clase, se envía una señal de quién está a cargo», dijo Bloomfield. «El profesor puede señalar a los estudiantes que estos son todos blancos, excepto uno, y todos, actualmente, los hombres.»

Cameron dijo al Post que planea tener maestros discuten las cuestiones basadas en la raza en el otoño.

«Queremos estar seguros de que estamos tan inclusivo y acogedor como sea posible, y que todos somos conscientes de los diferentes orígenes que se unen para hacer que nuestra comunidad», dijo.

estudiantes Star Academy son 65 por ciento de hispanos, 20 por ciento de negro, blanco 10 por ciento y 4 por ciento de Asia, según los documentos.

Fuente:  http://nypost.com/2016/07/23/nyc-public-schools-follow-in-racial-privilege-brainwashing/

Imagen:

https://thenypost.files.wordpress.com/2016/07/classroom.jpg?quality=90&strip=all&w=664&h=441&crop=1

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La conversación como método

Conversar es una tarea que en ocasiones resulta presa de las adversidades del momento en que se vive. Ese momento tiene componentes fácticos (cuánto dinero se gana, situaciones violentas cotidianas, acontecimiento sociales, adversidades de salud…), y componentes tácitos que se alojan en el subconsciente y construyen actitudes (tensión social, sensación de rabia, tristeza o alegría). Aunque nos guste conversar, es probable que nos veamos con mucha frecuencia en medio de conversaciones que se reducen a escuchar quejas, reclamos o dolores de otros/as quienes, a su vez, también se dejan envolver en esos pensamientos de forma cotidiana. Creo que la velocidad marcada de estos tiempos parece haber relegado a un segundo lugar la búsqueda por una sana conversación donde escuchar, incluso, los momentos de silencio, sea parte del disfrute de todas y todos.

Por estos días, mi segundo hijo de 14 años me preguntaba cómo podía hacer para participar en una conversación con gente de su edad, aunque no los conociera. «¿Cómo hacen ustedes para seguir una conversación?» nos dijo. Apenas pudimos invitarlo a escuchar lo que otros decían y ver en cuál punto habrían coincidencias de intereses de modo que pudiera participar. Al menos a mi me funciona eso de escuchar por conocer a través del tono de voz, las expresiones que utiliza y lo que habla, una parte de lo que puede ser una posible conexión en alguna conversación. Siempre están los lugares comunes para poder introducir un tema cuando los silencios resultan densos hasta incomodar, pero mejor si antes se escucha lo que el otro quiere decir.

Sin embargo, recordé que a esa misma edad, comencé a hacerme preguntas similares. Por aquellos años me avergonzaba, incluso, saludar en la calle a alguien que bien podía conocer, o responder una pregunta directa que me era hecha. Aunque en bachillerato participaba mucho en aulas de clase, hacía exposiciones e incluso llegué a escribir alguna que otra obra de teatro y a ensayarla con mis compañeras de salón, saludar a alguien con quien me cruzara en la calle al ir a mis clases de piano, me asustaba en muchos sentidos. Me angustiaba que mi tono de voz no alcanzara a ser escuchado y no fuera respondido mi saludo, y me inquietaba saber si las palabras que utilizaría serían «hola», «buenas tardes/días», o si le hablaría de tu o de usted o si sólo aletearía con la mano para que me viera al pasar y devolviera el saludo … total que aquel conocido/a terminaba pasando a mi lado y yo pasaba por antipática porque no lograba ponerme de acuerdo conmigo para hacer algún gesto o decir alguna palabra.

Con el tiempo hice un ejercicio deliberado para asumir alguna posición al respecto: o saludaría o no lo haría pero, en todo caso, sería consciente de lo que hiciera. Creo que la cosa fue mejorando, perdí el temor al silencio y con el tiempo aprendí, además, que la conversación es un vehículo privilegiado para acercarse al otro y conocer, en el proceso de aprendizaje, su apreciación del mundo que se le muestra en el aula. Creo que, en parte por ello, asumo de modo explícito que las clases son espacios de conversación, básicamente, introducida por mi y desde mi visión del mundo. Por ello les enfatizo a quienes participan que hablo desde mi y no desde algo que pueda ser considerado un cánon o norma sobre cómo deben verse las cosas. En el camino de la conversación durante las clases, he conseguido muchos puntos de divergencia y también varias coincidencias con quienes participan, en especial cuando, además, les delego el testigo de preguntarse y, preguntarme.

Creo que, así como la escucha activa es una clave de cualquier conversación, la pregunta denota un interés por aproximarse al otro, y reconocerlo. Pero hay preguntas inquisitivas, que acorralan, que humillan y las hay también las que se abren como invitación a mostrarse sin problemas en grupo. Hay preguntas con juicio de valor pero también hay preguntas cuyo valor y juicio ayudan a construir en colectivo porque, debo confesarlo, vengo asumiendo que mis sesiones de trabajo son, sobre todo, un ejercicio de construcción colectiva que nos ayuda, a todos/as, a perfilar un poco más todo lo que somos y venimos a ser a través del aprendizaje de temas ya estructurados en una malla curricular, y que, gracias a la conversción, acaban siendo contextualizados entre todos los participantes.

Veo a la conversación como un espacio del conocer donde es posible exponer al ser y al hacer como espacios de encuentro en los cuales los contenidos de las asignaturas curriculares pueden llegar a verse expuestos y evidenciados. Pero, en ocasiones, estas conversaciones de aula no están excentas de ser apresadas por dinámicas y circunstancias del momento. Con frecuencia las aulas son espacios de catarsis y resulta una tarea desafiante ayudar a los participantes a abstraerse de los conflictos colectivos cotidianos, superar las quejas y dar un sentido al proceso de conversar desde las preguntas y la escucha de los otros. Pero, creo, la conversación además tiene un poder mayor no descrito en pedagogía: el poder de sanar las angustias en el otro y hacer saber que, al menos en el período de duración de la conversación, hay un compromiso sincero por entender y cuidar al otro y su quehacer.

Quizás, entonces, para hacer de la conversación un método más para el proceso de aprendizaje, una escucha atenta ayuda … y también una comprensión del espacio lugar en el que ocurren las motivaciones por la conversación. Eso, en parte es traer la mayéutica como invitada de lujo a las aulas de aprendizaje.

Imagen destacada disponible desde: http://img.viveusa.mx/sites/default/files/styles/interior_nodo/public/field/image/club_de_conversacion_de_lectura.jpg?itok=bT0P8Ydk

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El remedio para todos los males

EMMA SÁNCHEZ

¿A usted le enseñaron a conversar? Estoy segura que lo hace diariamente ¿Enseña usted a sus hijos a conversar? ¿Conversa todos los días con alguien? ¿Cuántas conversaciones sostiene al día? ¿Cuántas de ellas son “buenas conversaciones”?

Una conversación es una interacción tan cotidiana en nuestras vidas que para la mayoría de personas no supone un esfuerzo pensar en algunas reglas básicas y en las marcadas diferencias de las conversaciones que tiene todos los días. No es lo mismo conversar con el esposo o la esposa, los hijos, la mamá, la vecina, el amigo, o su jefe. La conversación supone una interacción entre al menos dos (a diferencia del monólogo), en donde los participantes de la misma se alternan para expresar pensamientos, ideas, opiniones, y así van formando un texto, un relato hablado de quienes son y de quién es cada uno frente al otro en el plano de ese encuentro. Hasta aquí parece simple. Todos lo hacemos todos los días, como respirar.

Pero saber respirar bien y estar consciente de ello todo el tiempo es tan complejo como difícil puede ser estar alerta de estos “textos conversados” que construimos con los demás diariamente. Desde hace algún tiempo me gusta pensar la finalidad de mi trabajo como la conversación. Pensar que ayudo a que la gente se descubra a sí misma, se oriente sobre cómo vivir, sea “adaptativa” (como le gusta decir a algunos psicólogos), sea feliz o saque todo su potencial, son finalidades hasta cierto punto vanidosas e intimidantes, y por lo mismo peligrosas para un trabajo que no puede dejar de ser humilde. Trato de simplificarme. Hay personas que vienen y me pagan para conversar. Al fin y al cabo, en su sentido más complejo (para nada reduccionista), ¿qué más puede ser la terapia sino un procedimiento inventado hace muchos años porque se descubrió que la gente necesitaba hablar (hablar bien) sobre lo que le ocurría? Ahora, ese es el punto complejo de mi trabajo, saber llevar una conversación de tal manera que las personas logren con esto transformar su vida en felicidad. Pero ¿por qué la gente necesita conversar o “hablar bien” con un psicólogo, un completo extraño y no le sirve conversar con sus seres allegados? Creo que esto ocurre porque, en al menos uno de los niveles de la experiencia humana y social, la gente no ha aprendido muy bien a conversar las emociones, y las interacciones con sus seres queridos están inundadas de ellas.

Yo misma he descubierto una dicotomía muy interesante en mí, que ha tenido que ser objeto de un continuo trabajo de crecimiento personal y como psicoterapeuta. Yo, que me dedico a conversar, no sabía conversar en absoluto. Aún a veces se me olvida. Porque es que conversar es para mí como el descubrimiento de una nueva cultura. Y uno, como conversador, debería esforzarse en ser más un antropólogo que un colonizador imperialista. La aproximación es totalmente diferente. No sé ustedes, pero yo veo todos los días demasiados colonizadores en nuestras conversaciones. Vamos llegando a ese terreno del diálogo, y lo vamos inundando de nosotros mismos, lo arrasamos disimuladamente con nuevas costumbres, vamos imponiendo nuestras verdades, nos hacemos sentir porque hacerse sentir es bien visto en las relaciones sociales actuales, no vayan a pensar mal de nosotros los demás, quienes a su vez quieren colonizar y no ser avasallados, y por tanto van a hacer uso de la burla, del chisme, de la calumnia para crear textos alternativos intentando desprestigiar lo que somos. Hay tal vez pocas sensaciones tan molestas como darse cuenta que hablan de uno a las espaldas y que una cantidad de relatos horrorosos se están tejiendo sin que podamos impedirlo, controlarlos, salir a decir “yo no soy como ustedes creen”. Y creo que también hay pocas cosas tan tentadoras como unirse a una conversación que puede girar sobre un tercero. No nos mintamos, todos hemos sido chismosos alguna vez. Probablemente más de las que deberíamos sentirnos orgullosos.

En esta elección de vida que hice, que fue ser psicoterapeuta, me toca aprender a conversar, y reconozco que el camino ha sido turbulento y lleno de metidas de pata. ¿La razón? porque a mi me enseñaron primero a querer tener la razón, porque tiendo a interrumpir, porque en mi vanidad a veces creo que sé lo que el otro está pensando antes de que éste lo diga, porque estoy más pendiente de mí que de comprender el mundo “siempre” extraño del otro, y finalmente, porque como a casi todo el mundo, no me enseñaron muy bien a pedir cuando quiero pedir, a decir “no” cuando quiero decir “no”, a decir “si” cuando quiero decir “si”, a no responder cuando aun no estoy segura, a callar cuando no hay nada bueno que decir, a expresar mis emociones sin culpar y a disculparme cuando cometí un error.

Además de esto, no nos han enseñado muy bien a conversar posibilidades sino problemas. Y no hablo de siempre ver el vaso medio lleno y no medio vacío. Hablo de ver la posibilidad de llenar el vaso, de vaciarlo, de soltarlo, de olvidarlo, de llenarlo de pinceles, de echarle el agua a las matas, de regalarlo o de compartirlo. Hablo de que incluso en nuestra lógica de autoayuda positiva que es la analogía del vaso, se evidencia nuestra tendencia a ver dos posibilidades, no las infinitas que pueden existir y con ellas hasta podemos clasificar a la población global en optimistas y pesimistas. ¿Y cuánta gente no anda ahora definiendo parte de su carácter y su personalidad de acuerdo a cómo ve el vaso? Tenemos una tradición analítica que nos ha metido hasta cierto punto en un problema, el de no soportar muy bien la incertidumbre y por tanto no respetar mucho el tiempo para escuchar la vida emocional para construir nuestras posibilidades de vida.

Lo que tal vez he aprendido de la finalidad de mi trabajo; conversar bien, es que la gente respira, la gente sonríe, la gente se siente más capaz de resolver los problemas de su vida, sean los que sean, desde una anorexia hasta una tusa, mientras pueda palpar posibilidades, mientras escuche silencios, responda preguntas sobre quién es, quién realmente es, quién quiere ser, quién no ha sido, qué no ha dicho, y con todo eso construya una travesía como la del antropólogo que se extasía, se maravilla, observa y respeta, porque el mundo que acaba de descubrir esta poblado de nuevas formas de ser, de posibilidades.

Esta libertad de construir posibilidades es mi remedio para todos los males. Pruébelo en cada conversación, ¡es verídico!

Fuente del Articulo: https://emmasanchezblog.wordpress.com/2015/08/04/el-remedio-para-todos-los-males/

Imagen: https://comosuperarladepresion9.files.wordpress.com/2014/08/conversar.jpg

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