Mundo/26-04-2020/Autor(a) y Fuente): Aso. Estudiantil Pedagogía de la Historia y las Ciencias Sociales
Un evento académico internacional, organizado por la Carrera y auspiciado por la Asociación Estudiantil.
Invitamos a los y las estudiantes a formar parte de este evento internacional que tiene como objetivo analizar el Rol de la Universidad Púbica frente al Covid-19.
El evento se llevará a cabo el día de mañana 27 de abril y será transmitido por la Página de Facebook de la Aso. Estudiantil Pedagogía de la Historia y las Ciencias Sociales.
América del Sur/Argentina/26-04-2020/Autor(a) y Fuente: www.diariodecuyo.com.ar
Según cifras oficiales, en Argentina hay por lo menos 80 niños menores de 9 años con coronavirus. Pese a esta cifra, el Gobierno nacional evalúa flexibilizar algunas salidas recreativas o paseos para los niños para evitar el riesgo de depresión por el encierro u otras enfermedades.
Se trata de un tema que empezó a ser mencionado con mayor frecuencia por los especialistas ante la extensión del confinamiento, que ya se acerca a los 40 días en el caso de los chicos teniendo en cuenta que las clases se interrumpieron el 16 de marzo. El encierro empieza a traer algunos cambios en el comportamiento.
Sin dudas es un tema muy sensible que apoyan los epidemiólogos que asesoran al Presidente, pero que divide aguas entre los padres. Algunos prefieren que sus hijos continúen con una cuarentena total a pesar de las dificultades generadas en el humor y en la educación y aquellos que sostienen que los más chicos necesitan un poco de tiempo al aire libre y menos tecnología.
«Estamos pensando habilitar algún tipo de actividad para los niños, como una caminata en la manzana del domicilio. Pero no tenemos en claro cómo lo vamos a regular, aunque estamos viendo alternativas por horarios o por número de documento, pero no se decidió aún», afirmó ayer el ministro de Salud, Ginés González García.
En el mismo sentido, la médica infectóloga Carlota Russ, miembro del comité de expertos que asesora a Alberto Fernández, dijo que «es posible» admitir salidas cortas para los niños. «Creo que es posible que den una vuelta por el barrio, lo que es difícil es regularlo. No es imposible porque hay posibilidades, pero no es lo mismo un lugar con menos densidad de habitantes que barrios de la ciudad de Buenos Aires», explicó.
La especialista agregó que «en un lugar menos poblado, podés decir que salgan a tal hora, por una vereda, o por número de documento; pero en un barrio de CABA con edificios tendríamos que saber la cantidad de niños que hay». Las salidas van a tener que ser muy barriales o locales porque hay que evitar que «un paseo de 30 minutos con un niño no se transforme en uno de dos horas con cinco chicos», completó Russ.
Según un proyecto en el que trabaja el peronismo porteño, la intención es que los niños de la Ciudad puedan alejarse hasta 500 metros de sus casas, siempre acompañados por un adulto para que puedan realizar alguna actividad al aire libre.
¿Más feria judicial?
Los secretarios general y Gremial de la Unión de Empleados de la Justicia de la Nación, Julio Piumato y Mara Fernández, solicitaron ayer al presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, la prórroga de la feria extraordinaria sanitaria y la continuidad de las guardias mínimas, en el actual contexto de pandemia.
554 mil pesos donó el Sindicato de Empleados Provinciales de San Luis para la compra de insumos por la pandemia.
Para embarazadas
El hospital público Materno Infantil de Salta contará con un anexo destinado a internar exclusivamente a embarazadas con sospecha o diagnóstico de infección por coronavirus. Son seis habitaciones individuales con baños privados, y otras seis compartidas, que, en conjunto, tendrán capacidad para albergar a 24 pacientes.
La situación sanitaria que estamos viviendo en estos momentos está repercutiendo en la vida social y educativa de muchos estudiantes como Jimena.
Jimena es una adolescente madrileña de 16 años estudiosa y responsable, que se ha adaptado sin problemas al obligado «home-schooling» debido al coronavirus. Se sigue levantando a las 7:00, se asea, se viste, desayuna, y se pone a estudiar siguiendo los mismos horarios que lleva en su colegio. Curiosamente, lo hace vestida con «el chándal del colegio. Ponerme el uniforme en casa es una forma de delimitar el tiempo de estudio, con el de ocio de la tarde. Es un consejo que nos dieron en el colegio. Todos mis compañeros de clase lo siguen, lo veo cuando hacemos videoconferencias«. «La verdad es que no le ha costado el cambio -reconoce Rocío, su madre- en parte porque ya estudiaban con medios tecnológicos y, en parte, porque Jimena es muy consciente de que tiene que delimitar cuál va a ser el tiempo de trabajo, de ocio y el dedicado a tareas domésticas para una correcta organización de la rutina familiar».
La situación sanitaria que estamos viviendo en estos momentos está repercutiendo en la vida social y educativa de muchos estudiantes como Jimena, y enfrentándonos a todos a nuevos retos, sobre todo el campo educativo, donde muchos colegios están adaptándose al «home schooling» que tan rigurosamente cumple esta adolescente. Ana Herrero, psicóloga y coordinadora del departamento de orientación del grupo Brains International Schools, comparte sus impresiones sobre las ventajas y desventajas del «home schooling» y ofrece algunos consejos para que otros padres, niños y profesores lo integren en su día a día.
Ana Herrero incide en la necesidad de realizar a primera hora una reunión familiar donde organicemos qué vamos a hacer en el día. En casa de Jimena, lo hacen durante el desayuno, que hacen todos los componentes de la familia. “En este momento tan excepcional, una correcta organización será clave para aumentar la motivación de los alumnos. Para ello, los padres deberán facilitar un espacio adecuado de trabajo, así como un horario en el que quede bien diferenciado el tiempo de estudio, el de descanso y el de ocio”, explica esta experta.
Rutinas familiares
En cualquier caso, el tiempo de ocio no debe faltar. De hecho, continua esta experta, dentro de la rutina establecida por cada familia, el tiempo de ocio debe ser igual de importante que el tiempo dedicado al estudio. «A los alumnos puede afectarles la ausencia de sus amigos, y echarán en falta la posibilidad de jugar con estos. Para ello, se les puede facilitar hablar con sus amigos a través de videoconferencias para que puedan contarse sus impresiones y ponerse al día». Es lo que hace Jimena, aunque reconoce que echa de menos «el contacto con mis profesores y amigos de Brains»».
«Podemos aprovechar esta oportunidad para disfrutar del tiempo en familia, hacer una obra de teatro, manualidades, cocinar un bizcocho, etc.», sugiere la psicóloga y coordinadora del departamento de orientación del grupo Brains International Schools.
Otra de las sugerencias de esta profesional es involucrar a los hijos en las tareas domésticas en función de sus edades. «Esto es siempre recomendable, y más cuando se pasa mucho tiempo en casa, para enseñarles a colaborar en familia. Además, el hecho de hacerles responsables de una tarea concreta cada día hará que los niños sientan que su participación es importante».
En un contexto de enorme incertidumbre es cuando más falta hacen mentes lúcidas como las de Daniel Innerarity, catedrático de filosofía política de la Universidad del País Vasco y colaborador en varios medios de comunicación. “De las ruinas no surge necesariamente el nuevo orden y el cambio puede ser a peor”, nos advierte.
La especie humana debe su supervivencia a la inteligencia adaptativa, compatible con que en muchos aspectos sigamos instintivamente aferrados a lo que hasta ahora había funcionado”. Daniel Innerarity no es especialmente optimista sobre las lecciones que como humanidad saquemos de la pandemia del Covid-19. “Ningún acontecimiento natural nos va a ahorrar el trabajo transformador”, advierte, por lo que considera que seguir con nuestro anterior estilo de vida nos convertiría en un especie de sociedad zombi. Tiene la esperanza de que la agenda política cambie, y que con ello se revalorice la educación a distancia pero también la escuela como institución y que, por supuesto, se revalorice la sanidad, que pasará a estar asociada a la seguridad.
¿Cómo le ha pillado esta situación?
Seguramente como a todos: desprevenido. Me consuela pensar que aprenderemos más de ella quienes no sabíamos que iba a venir y todavía tampoco tenemos del todo claro qué va a cambiar después. Nuestro mundo se caracteriza porque, además de cambios graduales o previsibles, cada vez hay más lo que se viene llamando cambios discontinuos, repentinos, no anticipados, y que modifican las sociedades de un modo catastrófico. Una pandemia es un caso típico de esta clase de acontecimientos. La dificultad de predecir estas irrupciones no es solo acerca de cuándo van a suceder sino incluso sobre su naturaleza, de manera que no sabemos exactamente qué va a suceder (o qué ha sucedido y qué va a cambiar después). Este es un territorio que desconocemos, también quienes tienen que gestionarlo, expertos y políticos. De ahí que las decisiones para hacer frente a la crisis tengan un cierto carácter de improvisación y experimento, e incluso estén llenas de errores, especialmente cuando no se ha identificado bien la naturaleza del problema. La mayor parte de estas equivocaciones prácticas obedecen a falta de conocimiento, bien porque no se ha hecho el esfuerzo correspondiente (generación de saber experto, deliberación colectiva, previsión y estrategia), bien debido a que la propia naturaleza de estos fenómenos los pone fuera del alcance de nuestro conocimiento.
Los efectos de esta crisis aún se desconocen, pero ¿podemos empezar a sacar algunas conclusiones, algunas lecciones?
Las catástrofes proporcionan evidencias del daño, pero no de la sanación. Esa idea que algunos defienden de que del sacrificio procede la emancipación es tan increíble como asegurar que de esa conmoción vayan a beneficiarse los que más lo necesitan. Hay en esta expectativa, al menos, dos supuestos difíciles de creer: que lo negativo produzca lo positivo y que esa nueva positividad se vaya a repartir con equidad. De las ruinas no surge necesariamente el nuevo orden y el cambio puede ser a peor. Los tiempos de crisis pueden llevar a ciertas formas de desestabilización que representen una oportunidad para los autoritarismos y populismos iliberales. Nuestra realidad social y política tiene muy poco que ver con el tipo de alteraciones de otra época, la de las revoluciones clásicas, las implosiones de regímenes, el hundimiento de las civilizaciones y los pronunciamientos o golpes de estado. Las democracias liberales son los espacios políticos en los que las expectativas de cambio están equilibradas -en ocasiones, mal equilibradas- por las resistencias a cambiar y donde esa voluntad de transformación se canaliza en vías incrementalistas. No hay ningún acontecimiento natural que nos vaya a ahorrar el trabajo transformador. Este no es un argumento contra el cambio, pues no hay cosa menos transformadora que la nostalgia de lo completamente otro.
En términos de organización social, ¿es de los que piensa que cuando esto termine nada volverá a ser igual, o que todo volverá a su cauce?
Repiten los libros de autoayuda que no debemos malgastar una buena crisis, que son momentos de oportunidad. Las crisis son momentos de cambio por las mismas razones que pueden serlo de conservación o de retroceso. Que nos decidamos por lo uno o lo otro es algo que no nos enseña ningún manual para salir de las crisis, sino que depende de las decisiones que adoptemos. Nada nos asegura el aprendizaje tras las crisis. Podría ocurrir que un mundo se hubiera acabado y que lo siguiéramos pensando con categorías de otro tiempo y gestionándolo como si nada hubiera pasado. La especie humana debe su supervivencia a la inteligencia adaptativa, compatible con que en muchos aspectos sigamos instintivamente aferrados a lo que hasta ahora había funcionado. En ese caso andaríamos como zombis en medio de serias advertencias que no terminamos de tomarnos suficientemente en serio, como si la situación natural del ser humano fuera el despiste y la sociedad el lugar en el que se realiza esa enorme distracción colectiva.
Desde hace un mes, el debate patriótico parece haber desaparecido de la agenda mediática. ¿Es un fenómeno momentáneo o a partir de ahora los temas sociales, como la sanidad o la educación, ganarán peso en la política y los medios?
A una crisis sanitaria de estas dimensiones, que continuará con una crisis económica, inevitablemente tiene que seguirle una crisis política, por la cual no deberíamos entender un cambio de gobierno (que no tiene por qué suceder) sino algo más radical: un cambio en las agendas políticas debido a un reordenamiento de las prioridades. Esto no significa que vayan a desaparecer o disolverse por arte de magia algunos problemas (como ha profetizado alguno en relación con la cuestión territorial, seguramente porque lo desea, no tanto porque así se constate), sino que van a quedar condicionados a otros problemas o van a ser enfocados de otro modo. Que la educación y la sanidad ganen peso en la nueva agenda política es una de las pocas noticias ilusionantes de esta devastación. Mejoraremos las tecnologías de la educación a distancia, pero también revalorizaremos a la escuela como espacio físico e institución que iguala más que las familias. Y la sanidad pasará a ser considerada como un asunto que tiene que ver también con la seguridad.
¿Nos empezaremos a respetar más a partir de ahora o seguiremos insultándonos en las redes?
Una catástrofe no cambia la condición humana y los que son proclives al insulto puede que encuentren ahora y después más motivos para hacerlo. Otra cosa es el pluralismo político, que seguirá existiendo después de la crisis y que se pondrá de manifiesto en cuestiones como que no estamos de acuerdo ni en cómo abordar la crisis ni en cómo debería ser el mundo después de ella. Por supuesto que hay salidas que parecen más razonables que otras e, incluso, algunas decisiones que se acercan mucho a lo indiscutible. Pero no deberíamos olvidar que hay una pluralidad de opiniones sobre lo deseable y que el único modo de decidir acerca de cuál es la dirección adecuada de ese cambio enfático que por todas partes se proclama es el debate democrático. Incluso donde algo se desmorona no siempre es evidente qué debe reemplazarlo y el diálogo democrático es lo que debe ponerse en marcha cuando algo no está del todo claro.
¿Los ‘pactos de la Moncloa 2.0’ son posibles y necesarios?
Pienso que la dimensión competitiva, electoralista y cortoplacista es excesiva en nuestro sistema político. De qué modo puede corregirse esto es una cuestión a la que pueden darse varias respuestas, pero algo habrá que inventar a este respecto. Y me gustaría advertir que la puesta en marcha de un proceso de acuerdo en esta línea debería incluir a más agentes políticos de los que podían gestionar una transformación de esa envergadura en 1977, pero también que las relaciones entre esos agentes deben ser más horizontales e integradoras. Por decirlo gráficamente (y todo el mundo entenderá a qué me refiero), ahora, por así decirlo, el que se mueve sí que sale en la foto…
En Italia cobra fuerza la idea del aprobado general en la educación superior. En España esta opción no parece estar sobre la mesa, aunque algunas voces la reclaman. ¿Cómo lo ve?
El confinamiento está poniendo de manifiesto que la escuela, con todas sus limitaciones, es un instrumento de igualdad. Un aprobado general sería una caricatura de igualdad, pero tenemos que pensar algún instrumento de calificación que tenga en cuenta las circunstancias extraordinarias en las que nos encontramos, que no regale nada pero que tampoco castigue el esfuerzo.
Han enfermado muchos políticos, gente famosa, ricos, personas que habitualmente no usan (y seguramente no valoran) la sanidad pública. De alguna manera, la percepción de determinadas capas sociales sobre lo público debería variar, ¿no cree?
No comparto ese argumento porque da a entender que todos los políticos son necesariamente una casta alejada e insensible a las inquietudes de los demás. Es verdad que hay políticos sin empatía, pero creo que en general nos representan bastante bien, incluidas nuestras miserias. Oponer una élite inepta e insensible a un pueblo sabio y generoso es un autoengaño que sirve para situar a la ciudadanía fuera de cualquier horizonte de responsabilidad.
Escribía usted en un reciente artículo que ahora nos sentimos más desprotegidos y vulnerables, porque ni el Estado ni la UE nos ha protegido. Eso podría reforzar las actitudes individualistas y egoístas. Pero, sin embargo, por primera vez en muchos años muchos gobiernos, entre ellos el español, están renunciando al mantra de la austeridad presupuestaria…
La crisis del coronavirus ha llegado a una Europa desprevenida, cacofónica, y dispuestas las tensiones entre los clásicos alineamientos de sus estados miembros, básicamente entre el Norte y el Sur. Recogidas estas críticas, me gustaría señalar alguna inconsecuencia de este poner el foco en las instituciones europeas como el clásico ejercicio de “echar las culpas a Bruselas”, que en ocasiones no es muy riguroso. ¿Por qué hablamos de Europa cuando queremos decir Alemania u Holanda? Hacemos culpable a Europa cuando no hemos querido dotarla del nivel de integración que sería necesario para hacer frente a una crisis como esta. Una vez pasado el primer momento de urgencia e instalada la crisis entre nosotros, el debate gira en torno a qué medidas tomar en una crisis que va a ser duradera. No hay vía libre a los eurobonos (como querían los países del Sur y rechazaban los del Norte) pero tampoco habrá condiciones para los préstamos, de manera que ni unos países ni otros han conseguido exactamente lo que querían, como es corriente en las negociaciones que caracterizan a esa entidad política tan peculiar que es la UE.
¿Las medidas económicas que ha tomado el Gobierno de Pedro Sánchez son las adecuadas?
Todos los partidos tienen responsabilidades en alguna institución, por lo que el reproche al que vamos a asistir en los próximos meses, siendo inevitable, me parece de las cosas menos beneficiosas de esta crisis. Cuando hay que juzgar a nuestros representantes, me acuerdo de una anécdota del gran Thoreau, un ecologista norteamericano que vivió mucho tiempo en una cabaña perdida en el bosque. Se cuenta que un sacerdote fue a verle cuando estaba moribundo para aportarle los consuelos de la religión y evocarle otro mundo, el del más allá. A lo que Thoreau, sonriendo levemente, le habría respondido: “Por favor, un solo mundo a la vez”.
Al margen del asunto religioso, una cuestión inquietante se nos plantea en la vida con frecuencia: ¿a cuántos mundos pertenecemos? ¿Cuántas cosas tenemos que tener en cuenta a la vez? ¿Cómo compatibilizamos las diversas perspectivas posibles sobre la realidad? La figura del payaso de circo teniendo que mantener en movimiento varios platos al mismo tiempo es una buena ilustración del lío de la vida y del dramatismo de algunas decisiones que equivalen a dejar caer uno de esos platos. Momentos como las crisis nos ponen delante esta diversidad de perspectivas de una manera trágica. Quienes han tenido que tomar las decisiones más importantes para hacer frente a la crisis del coronavirus no podían permitirse el lujo de ocuparse de un solo mundo, sino que tenían que atender a varios al mismo tiempo y con valores e intereses divergentes: el imperativo de la salud pública, en primer lugar, pero también el funcionamiento de la economía, las necesidades de la escolarización, la importancia de la cultura precisamente en estos momentos… Me imagino en su piel decidiendo a favor de algún objetivo que consideraban prioritario y sabiendo que con ello dañaban gravemente a otro. Que haya varias perspectivas sobre un mismo asunto no nos exime de la obligación de acertar con la que es más importante en cada caso; sirve para que caigamos en la cuenta del dramatismo de las decisiones en un entorno de complejidad, como lo es especialmente una crisis. A diferencia de Thoreau, que pasó buena parte de su vida en una cabaña de un bosque, tenemos la suerte y la desgracia de vivir en varios mundos a la vez.
Fuente e Imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/04/21/que-educacion-y-sanidad-ganen-peso-es-una-de-las-pocas-noticias-ilusionantes-de-esta-devastacion/
América del Sur/Colombia/26-04-2020/Autor(a) y Fuente: www.publimetro.co
La señal de internet es pésima.
Las clases virtuales se han convertido en una dificultad para muchos alumnos en la cuarentena. Un estudiante tiene que recibir sus clases virtuales desde un árbol.
Como resultado del periodo de aislamiento por el coronavirus, todos los alumnos en el territorio nacional deben recibir sus clases de forma virtual.
Sin embargo, el caso del estudiante Tomás Gutiérrez Orozco, en el corregimiento de San Basilio, en el Piñón, Magdalena ha llamado la atención.
El joven de 18 años, alumno de Ingeniería de Sistemas, de la Universidad del Magdalena tiene que recurrir a treparse en un árbol en el patio para poder recibir las clases.
«No pude seguir manteniéndome en Santa Marta porque no tenía trabajo y me tuve que regresar para el pueblo. Aquí no hay una buena señal de internet», dijo Gutiérrez a El Heraldo.
Sus primos y varios docentes les han prestado datos desde sus celulares para que Tomás pueda «hacer maravillas» para afrontar su problema de conectividad.
Además lamentó que se está perdiendo varios talleres por no contar con una buena señal.
El joven está pidiendo ayuda al área de Bienestar Universitario de UniMagdalena para que le den solución a su caso.
Un estudiante tiene que recibir sus clases virtuales desde un árbol
Fuente e Imagen: https://www.publimetro.co/co/noticias/2020/04/24/estudiante-recibir-clases-virtuales-desde-arbol.html
Muchos docentes de diferentes asignaturas y de distintas etapas y niveles educativos han empleado las destrezas de pensamiento para la enseñanza del contenido de sus materias. María Teresa Mateo Girona, filóloga Hispánica e Inglesa y doctora en Educación, expone las razones.
En estos momentos de confinamiento, los docentes hemos tenido que reformular nuestros programas y nuestra manera de enseñar aceleradamente. El reto ha sido inmenso: pasar de lo presencial a lo virtual, sin transición y, casi, sin instrucciones. No ha sido fácil, pero ¿y si se convirtiera en una oportunidad para aprender y para desarrollarnos profesionalmente?
En este sentido, el Aprendizaje basado en el Pensamiento nos da claves sobre cómo fusionar los contenidos con las estrategias válidas de pensamiento creativo, analítico y crítico necesarias durante la escolarización pero, sobre todo, desde una perspectiva de aprendizaje permanente a lo largo de toda la vida.
¿Qué es el Aprendizaje basado en el Pensamiento?
Para la UNESCO (2017, p. 10), el pensamiento crítico se encuentra entre una de las ocho competencias clave consideradas como cruciales para el progreso del desarrollo sostenible, por ser “la habilidad para cuestionar normas, prácticas y opiniones; para reflexionar sobre los valores, percepciones y acciones propias; y para adoptar una postura en el discurso de la sostenibilidad”.
El Aprendizaje basado en el Pensamiento (o Thinking Based Learnig, TBL. Nota: usaremos TBL para distinguirlo del ABP, Aprendizaje basado en Problemas o Proyectos) ayuda a los estudiantes a aprender a ser buenos pensadores, de manera que aprendan a desarrollar este pensamiento dentro de la escuela y fuera de ella, donde tan necesario es para, entre otras cuestiones, racionalizar eficazmente la sobrecarga informativa proveniente de medios de comunicación y de redes sociales.
Desde que Robert Swartz creara este movimiento, a principios de los años 80, son muchos los docentes de diferentes asignaturas y de distintas etapas y niveles educativos que han empleado las destrezas de pensamiento para la enseñanza del contenido de sus materias. Entre otras destrezas, en el TBL se trabajan destrezas de pensamiento creativo, analítico y crítico aplicado a distintas situaciones académicas y vitales.
Desde la cuna en la que se materializó esta pedagogía, el Centro para la Enseñanza del Pensamiento (The Center for Teaching Thinking, CTT) de la Universidad de Massachusetts (Boston), se propuso el término “infusión” en el ámbito educativo. Dicho término sirve para “describir la enseñanza en el aula que fusiona la enseñanza de técnicas para un pensamiento eficaz con la enseñanza de los contenidos descritos en el currículo de forma específica” (Swartz, 2019, p. 5).
¿Por qué necesitamos enseñar a pensar a nuestros estudiantes?
Existen diversas razones y motivos para incorporar las propuestas del Aprendizaje basado en el Pensamiento a nuestra enseñanza. Así, el TBL aporta las siguientes ventajas:
1º- Mejora de la capacidad cognitiva superior, el pensamiento, frente al desarrollo exclusivo de la capacidad cognitiva básica, la memoria. Entre otros, Yussuf (2017) presenta los resultados favorables que obtuvieron los estudiantes de un aula en la que se implementó TBL: estos estudiantes mostraron, especialmente, mayores habilidades de resolución de problemas, en comparación con aquellos que fueron enseñados mediante un enfoque basado en la memoria -a pesar de que se comprobó que en ambos métodos aumentan igualmente el conocimiento de los estudiantes-.
2º- Aumenta la creatividad. El docente puede guiar explícitamente a los estudiantes no solo con técnicas como la lluvia de ideas, sino proporcionando instrucciones para que de dos o más ideas se obtenga otra nueva, o mostrando cómo crear metáforas originales. Swartz (2016, p. 10) defiende que “muchas pinturas (…) son metáforas complejas desarrolladas por personas que se habían convertido en genios creativos (…), las semillas que se plantan en los jóvenes de cinco años, si los maestros posteriores las cultivan bien, pueden darnos los Velásquez y los Goyas del siglo XXI”.
3º- Capacita para la resolución de problemas en cualquier circunstancia de la vida. Al desarrollar las destrezas de pensamiento conectadas con los contenidos curriculares, los estudiantes adquieren recursos para que estas puedan aplicarse a su vida cotidiana.
4º- Previene de los errores de pensamiento que se fijan en nuestros esquemas mentales. Es una falacia que todo el mundo sepa pensar correctamente. Pinedo, García & Cañas (2018, p. 5577) explican que “todas las personas piensan, pero no eficazmente. El pensamiento eficaz necesita ser aprendido”.
Partiendo de la experiencia
Para entender la necesidad de esta enseñanza, basta con pensar en la propia experiencia y darnos cuenta de que los siguientes errores de pensamiento los realizamos de manera recurrente, como patrones fijos (Perkins & Swartz, 1991):
− Pensamiento apresurado: se toman decisiones de manera precipitada o se formulan ideas sin apenas reflexionar o sin prestar la mínima atención.
− Pensamiento estrecho de miras: no se consideran las evidencias, los puntos de vista diferentes, las opciones posibles; y el pensamiento se focaliza en un solo aspecto de la realidad.
− Pensamiento vago: las ideas son poco claras y se formulan de manera ambigua, sin especificaciones, sin planteamientos profundos.
− Pensamiento enmarañado: los pensamientos están desorganizados y no se concretan, sino que se formulan de manera inconexa.
Ante estas carencias, se justifica la necesidad de desarrollar de manera explícita las estrategias que permitan a nuestros estudiantes ser pensadores críticos, analíticos y creativos para que resuelvan eficazmente las situaciones complejas de esta sociedad de la información.
¿Cómo aplicar el TBL en el currículo?
Los cuatro pasos importantes para implementar el método TBL son (Tajudin, Zamzamir & Othman, 2019):
1º Detectar estrategias de pensamiento específicas en contextos reales.
En primer lugar, se deben reconocer las estrategias de pensamiento requeridas en un contexto real. Esto significa que se debe desarrollar la capacidad de ser conscientes de estar utilizando una estrategia de pensamiento para poder clasificarla y de etiquetarla.
2º Promover el uso de uno o más hábitos mentales concretos. En segundo lugar, se deben dar herramientas a los estudiantes no solo para ser conscientes de las estrategias que se emplean, sino para que las usen de manera que guíen y dirijan con efectividad su pensamiento.
3º Ofrecer orientación a los estudiantes para que piensen eficazmente sobre el propio aprendizaje de contenidos. En este momento, nos solo se trata de tomar consciencia de que se aprende, sino que se trata de orientar el pensamiento hacia lo que se quiere aprender; así, por ejemplo, se toman las medidas que se creen necesarias para obtener los resultados deseados.
Los organizadores visuales son esquemas verbales o gráficos que sirven para disponer nuestro pensamiento para desarrollarlo eficazmente. Cada estrategia de pensamiento tiene sus propios organizadores visuales. A continuación, puedes encontrar dichos organizadores en los enlaces de la siguiente tabla, la cual presenta una clasificación de las estrategias según el tipo de pensamiento que promueven:
¿Y cómo hacerlo visible en estas circunstancias de confinamiento?
La propuesta es sencilla: se trata de incluir las rutinas de pensamiento en las tareas que solicitemos a nuestros estudiantes.
1º Pensar qué tipo de estrategias de pensamiento les estamos solicitando para llevar a cabo la tarea requerida.
2º Podemos recurrir a vídeos o a textos que les aporten información sobre las mismas.
3º Les pediremos el organizador visual o gráfico para que su pensamiento quede visible en un documento.
4º Les pediremos que reflexionen acerca de la ayuda que les ha proporcionado, o bien que analicen cómo podrían mejorar la tarea concreta.
Este tiempo de confinamiento debe servirnos para la reflexión: ¿qué mejor manera de fomentar ese hábito reflexivo en nuestros estudiantes que proporcionándoles herramientas para que sea un pensamiento creativo, analítico y crítico válido?
Referencias: Perkins, D. N., & Swartz, R. (1991). The Nine Basics of Teaching Thinking. In A.Costa, J. Bellanca& R. Fogarty (Eds.), If minds matter: A forward to the Future, Vol. II, pp.53-69. Palatine, IL: Skylight Publishing, Inc.— Traducción y adaptación, Paulina Bánfalvi Kam y José Blas García Pérez, en INED21. Pinedo, R.; García, N.; Cañas, M. (2018).Thinking routines across different subjects and educational levels. Proceedings of INTED2018 Conference 5th-7th March 2018, Valencia, Spain, pp. 5577-5580. ISBN: 978-84-697-9480-7. Swartz, R. J. (2016). Teaching the thinking that counts making teaching successful and relevant for all students in the 21st century, Center for Teaching Thinking, USA Editorials from ENIAC in Madrid, Spain, September, 2015 – January, 2016.— (2018). Pensar para aprender. Cómo transformar el aprendizaje en el aula con el TBL. Biblioteca de Innovación Educativa, SM.
Tajudin, N. M.; Zamzamir, Z.; Othman, R. (2019). Thinking-Based Learning Module for Enhancing 21st Century Skills. International Journal of Innovative Technology and Exploring Engineering (IJITEE), Volume-8, Issue-6S4, pp. 397-401. ISSN: 2278-3075. Yussuf, M. (2017). Infusing Thinking-Based Learning in Twenty-First Century Classroom: The Role of Training Programme to Enhance Teachers’ Skilful Thinking Skills. In: I.H. Amzat and N.P. Valdez (eds.), Teacher Empowerment Toward Professional Development and Practices, ch. 14, pp. 211-220. Springer Nature Singapore Pte Ltd. DOI 10.1007/978-981-10-4151-8_14
Esta semana participé, a distancia, en un conversatorio académico sobre la función de las humanidades en tiempos de pandemia. Uno de los tópicos abordados fue la necesidad de replantearnos la finalidad de la educación en una sociedad democrática.
Durante décadas, muchos Estados asumieron el supuesto de que la educación tiene como fin la competitividad, adiestrar en una serie de habilidades necesarias para luchar por un puesto de trabajo en el mercado laboral.
Desde esta perspectiva, los sistemas educativos deben focalizarse en la enseñanza de una serie de competencias requeridas por el capitalismo corporativo, dirigidas a entrenar empleados generadores de riqueza para las grandes corporaciones y la industria del consumo.
No obstante, la realidad ha mostrado la insostenibilidad de un modelo semejante. El costo del daño al ecosistema, los ciclos periódicos de las crisis económicas -con sus secuelas de exclusión social e indignación-, el quiebre paulatino de las instituciones democráticas llamadas a sostener el modelo, así como el derrumbe del mito de que la apertura de los mercados lleva de modo inevitable a la apertura política, fuerzan a replantearse la necesidad de un tipo de educación dirigida a formar ciudadanos para una sociedad democrática sostenible.
El problema es que la democracia requiere de una ciudadanía informada, capaz de discriminar la información fidedigna de aquella que es falsa para la toma de decisiones prudente, especialmente en nuestra época, caracterizada por el ritmo avasallante de la información.
La pandemia que vivimos muestra, en toda su crudeza, las consecuencias de una educación que, durante años, se ha preocupado básicamente por servir al mercado, una educación que al marginar el cultivo de las actitudes democráticas, y de las disciplinas que las fomentan, se coloca al servicio de la barbarie, de las fuerzas del totalitarismo.
En un reseña reciente sobre la educación finlandesa, https://www.nobbot.com/educacion/finlandia-ensenan-defenderse-desinformacion-escuela/, Alberto Barbieri informa sobre el empleo de los saberes humanísticos con el fin de formar ciudadanos críticos. Es exactamente lo que considero necesario en un replanteamiento de nuestra educación. Podríamos aprovechar la actual situación para que nuestro estudiantado analice, en clase de Historia, otras pandemias del pasado y sus similitudes con el COVID 19. Podría incentivárselos a problematizar ¿Como se reaccionó ante pandemias de otras épocas? ¿Por qué se reaccionó de ese modo? ¿Qué similitudes y diferencias existen entre nuestras reacciones y las de otros períodos históricos? ¿Constituyen nuestras formas de ver el mundo concepciones más adecuadas para afrontar el COVID 19 que lo que representaron cosmovisiones pasadas para lidiar con otras pandemias?
Desde una clase de Artes, podrían analizarse las ideas del mundo expresadas en la historia, o como se representan nuestras fobias y esperanzas en las imágenes; una clase de Literatura puede proporcionar un magnífico escenario para contar y pensar los relatos o narraciones con las que intentamos dar sentido a nuestro mundo; las clases de Ciencias Sociales pueden servirnos para evaluar por qué una pandemia afecta de modo distinto a los grupos humanos si carece de intencionalidad.
En otras palabras, hablamos de fomentar una educación para la vida cuando la ilusión del mercado omnipotente se difumina. La palabra crisis proviene de un vocablo griego que significa “separar”, “punto de separación o de ruptura”. Si hay algo que esta crisis puede representar es un punto de inflexión en el modo de entender la finalidad de la enseñanza. Podemos obviarlo y olvidarlo cuando la vida vuelva a la “normalidad”, o podemos aprovecharlo y comprender que una educación crítica no es un lujo para las clases acomodadas, sino la única vacuna efectiva contra las fuerzas del totalitarismo y la barbarie.
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