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El maestro solitario

 Rogelio Javier Alonso Ruiz

Fullan y Hargreaves advierten que, entre las profesiones, la docencia “sin duda aparece entre las más solitarias” (2000, p. 80). Al respecto, Serafín Antúnez asevera que “aun en la escuela mejor estructurada y coordinada, el trabajo de los docentes, su acción directa en el salón –que ocupa la mayor parte de su jornada laboral– casi siempre es individual” (2004, p. 18). Christopher Day coincide al señalar que “la pasión por la enseñanza sigue siendo principalmente una cuestión individual” (2006, p. 153). El defecto de la cultura escolar es claro según estas apreciaciones: docentes ensimismados, cuyos lazos profesionales son frágiles y su práctica cotidiana se realiza, en los aspectos sustanciales, en solitario.

“El problema del aislamiento tiene raíces profundas” (Fullan y Hargreaves, 2000, p. 33), que van desde físicas hasta personales, históricas y culturales. Lo anterior se refleja no sólo en el funcionamiento general de la escuela, sino específicamente en el individualismo de la enseñanza. Aunque la colaboración existe al interior de las escuelas mexicanas, ésta no se enfoca predominantemente en asuntos de desempeño profesional. Dentro de los planteles, “las actividades que en menor proporción se realizan en equipo son aquellas que fortalecen el desarrollo profesional de los docentes, como el análisis de la práctica a partir de las evidencias” (INEE, 2019, p. 64).

Para contrarrestar la soledad de la enseñanza son fundamentales, cuando menos, tres factores: el involucramiento de las autoridades escolares, el fomento del trabajo colegiado y el aprovechamiento de los Consejos Técnicos Escolares. Sobre el primer elemento, directores y supervisores tradicionalmente se encuentran absorbidos por un modelo de administración predominantemente burocrático, lejos de lo que pasa en las aulas:  una consulta realizada por el INEE mostró que “las asesorías pedagógicas del director y del supervisor, que por sus características se definen como estrategias para fortalecer la práctica de los docentes, obtuvieron porcentajes nacionales menores a 50%” (2019, p. 57). Es necesaria pues una redefinición de las funciones directivas, más centrada en los procesos de enseñanza y aprendizaje.

Fomentar un verdadero trabajo colegiado, enfocado en la enseñanza, puede parecer complicado pero sin duda sus efectos son atractivos: “la capacitación entre pares, la enseñanza en equipo, la observación de la clase y aun ciertas modalidades de evaluación del rendimiento pueden ser un verdadero estímulo para la reflexión” (Fullan y Hargreaves, 2000, p. 125). No obstante, la mayoría de escuelas deben vencer obstáculos para el trabajo en equipo, tales como falta de tiempo o de espacios, poca disposición entre docentes o falta de promoción del trabajo colectivo por parte del director, entre otros (INEE, 2019, p. 66). La reflexión sobre la práctica docente sin duda se nutriría si su planeación, ejecución, análisis, retroalimentación y reconstrucción se dan considerando más de un punto de vista: ahí radica la importancia del trabajo colegiado.

Finalmente, debe aprovecharse al Consejo Técnico Escolar, como instancia máxima de los planteles en asuntos académicos, para socializar la tarea de enseñar.  Este órgano “necesita romper con un aislamiento en el aula que no admite cuestionamientos o sugerencias” (Antúnez, 2004, p. 78) y asumirse como “un espacio privilegiado para promover el aprendizaje entre pares” (SEP, s.f., p. 12), teniendo siempre presente la enseñanza como uno de sus asuntos medulares. Nuevamente el papel del directivo es fundamental: resulta desafortunado observar la reproducción de guías de trabajo para las sesiones del Consejo Técnico Escolar, provenientes desde lejanas oficinas, en ocasiones ignorando las necesidades reales del plantel y desaprovechando oportunidades para poner sobre la mesa asuntos relativos a la enseñanza de los profesores.  Reafirmar la autonomía de las escuelas para el buen ejercicio de este órgano es sin duda fundamental para ofrecer posibilidades de colectivizar la enseñanza.

Es bien sabido que el consenso entre los miembros de una escuela en torno a sus prioridades y líneas de acción detonan el potencial de una comunidad educativa: hacer poco entre todos es más que hacer mucho entre unos cuantos.  En ese sentido, no debería concebirse a la enseñanza como un ejercicio individual. Lo que pasa en el aula, la enseñanza, debería ser asunto de interés común al interior de la escuela. El ejercicio de la docencia, contrario a lo que tradicionalmente sucede, tendría que suponer un motivo de confluencia entre los integrantes de un cuerpo escolar. La enseñanza no debería desarrollarse pues en la cueva oscura a la que sólo el maestro tiene acceso y en la que sólo se escucha y se observa a sí mismo.


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REFERENCIAS

Antúnez, S. (2004). Organización escolar y acción directiva. México: SEP.

Day, C. (2006). Pasión por enseñar. La identidad personal y profesional del docente y sus valores. Madrid: Narcea.

Fullan, M. y Hargreaves, A. (2000). La escuela que queremos. México: SEP/Amorrortu.

INEE (2019). Personal y organización escolar de la escuela primaria mexicana. ECEA 2014. México: autor.

SEP (sin fecha). Lineamientos para la organización y el funcionamiento de los Consejos Técnicos Escolares. Educación Básica. México: autor.

Fuente e Imagen: https://profelandia.com/el-maestro-solitario/

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El currículo oculto de “Aprende en Casa II”

 Juan Carlos Miranda Arroyo

¿Dónde aprenden las niñas y los niños a levantar la mano para hacer uso de la palabra? ¿Dónde aprenden a decir “presente” al momento en que la maestra, desde preescolar, pasa lista? ¿En qué contexto social se aprende, por primera vez, a formarse o a hacer fila y a esperar a que un adulto dé indicaciones? Esos y muchos otros episodios de vida cotidiana, se generan en la escuela, no en la familia ni en ninguna otra institución social. Ahí (la escuela) es donde se desarrolla el conjunto de aprendizajes que se requieren para sobrevivir en la vida, tanto en la escuela como fuera de ella. Son los aprendizajes que forman parte del currículo paralelo u “oculto”.

Relacionado con ello, en el año 2019 escribí un artículo sobre la aplicabilidad del concepto de currículo paralelo u “oculto”, en las prácticas docentes, hoy. (1) Ello en el contexto social de la escuela pública en época de no pandemia. ¿Qué aspectos podrían recuperarse cuando hablamos del currículo “oculto” en época de pandemia, y cómo se da su aplicación en la base del sistema educativo?

Uno de los primeros exponentes del concepto de currículo paralelo u “oculto”, P. W. Jackson (2) señala que “…el currículo oculto sirve como mecanismo de adaptación a la sociedad y consiste en una introducción a las exigencias de las relaciones sociales del trabajo… la multitud, el elogio y el poder se combinan para dar un sabor específico a la vida en el aula, y generan colectivamente un currículum oculto o paralelo al currículo formal (académico o explícito), que cada alumno y cada profesor debe dominar para desenvolverse satisfactoriamente” en el medio escolar.

Esto nos lleva a analizar al currículo escolar en dos dimensiones claramente diferenciadas: Lo académico o explícito y lo “oculto” o implícito. Si la escuela es, por definición, una institución binaria, es decir, conservadora e innovadora a la vez, los actores de los procesos educativos que entran en acción en las escuelas (sobre todo los docentes, estudiantes, directivos, personal de apoyo y responsables de las familias), tienden a preservar no sólo las tradiciones sociales y culturales, sino también las relaciones sociales escolares dominantes, que dan soporte a la vida en las instituciones educativas (los llamados patrones de la “cultura escolar”), mismos que se producen, se reproducen e invariablemente se aprenden, se “interiorizan”, se asumen o se subjetivan por parte de dichos actores.

Por esa razón, (debido a la inercia conservadora y a la reproducción de patrones culturales), la realidad de la escuela pública, al menos lo que se observa en México, muestra que no han existido cambios profundos o sustantivos en ella a lo largo de los últimos 40 años, sino que se preservan ciertas rutinas escolares que no cambian al paso del tiempo, en todos los niveles de la educación escolar.

En época de pandemia, los patrones socio culturales se crean y se recrean

Hoy, en tiempos de pandemia, la expresión ampliamente divulgada y conocida –por patética y cotidiana-, de una madre que envía un texto a la maestra de Primaria, por medio del teléfono celular, con un mensaje como el siguiente: ”Cuando tenga dinero para comprar tiempo aire, con mucho gusto le enviaré la tarea de mi niño”. Expresión que da cuenta de los aprendizajes de la vida cotidiana que están vinculados de manera orgánica con las “relaciones escolares extraordinarias” que se desarrollan con la puesta en operación, en México, del esquema “Aprende en Casa II” (AEC-II de la SEP), como dispositivo que lanzaron las autoridades educativas federales para dar continuidad a las actividades educativas del ciclo escolar 2020-2021, en curso.

Lo interesante de este desarrollo de las prácticas escolares “sin escuelas abiertas”, es que el currículo paralelo u “oculto” se crea y al mismo tiempo se recrea, en vista de los contextos, las circunstancias sociales, económicas y culturales que se viven en las comunidades educativas, cuyo avance pende sobre un hilo en un contexto de crisis sanitaria y económica prolongada (estamos en el último día del mes de noviembre de 2020 y los reportes de las autoridades de salud, indican que la pandemia no tiene fecha clara de terminación o de control).

Por otra parte, si en cada una de las escuelas del esquema AEC-II, los propios actores educativos hicieran un ejercicio de autocrítica acerca de los patrones que se reproducen o se ponen en movimiento y en contradicción en el ámbito de las actividades de aprendizaje a distancia, como parte de sus culturas escolares idiosincráticas o diversas, singulares, se obtendrían hallazgos interesantes que darían pie a alternativas o ideas para la acción, las cuales generarían cambios significativos, concretos, a fin de sustituir las prácticas educativas caducas o ajenas a las necesidades planteadas por los estudiantes y sus familias, hoy, en las actividades escolares, a distancia, dentro del esquema AEC-II.

Un eje de gestión educativa y escolar orientado hacia el cambio, por ejemplo, (que deslegitime y desmonte la lógica del “control de grupo” por parte del docente, y del “control del docente”, por parte del directivo escolar), consiste en revisar las actitudes y los valores que son asumidos como “inamovibles” o “irremplazables” en la práctica docente y directiva, los cuales se viven a través de las prácticas educativas cotidianas, que podrían de ser tomadas en cuenta para abonar a favor de dichas aspiraciones de cambio educativo (antes desde el aula; hoy desde las interacciones a distancia).

Precisamente, un caso concreto que se repite como “irreductible”, hoy, es la aplicación de exámenes de conocimientos a distancia (en la lógica de evaluar a los aprendizajes de los estudiantes como acciones ligadas a un producto y no como a un proceso complejo y multifactorial); exámenes que se complementan con la colección de “evidencias de aprendizaje” (tareas a realizar en casa, mapas de conceptos, presentaciones digitales, llenado de cuadernillos o manuales, etc.), por parte de las y los docentes en estas condiciones adversas. ¿Dónde entra aquí la noción o concepto del currículo paralelo u “oculto”? Precisamente en las prácticas paralelas, informales, que acompañan a las actividades formales del currículo académico explícito u oficialmente prescito.

En la experiencia de la educación superior y en el ámbito de la formación de profesionales de la educación, una de las rutinas que más se registran como aprendizajes paralelos que regulan y marcan el paso de las interacciones escolares a distancia, son las ausencias discontinuas o intermitentes de las y los estudiantes en las sesiones virtuales (en tiempo real o asincrónico), y por lo tanto, para participar y realizar las actividades de aprendizaje sugeridas. Esto sucede con frecuencia a pesar de que las y los estudiantes universitarios son relativamente independientes en cuanto al uso de las nuevas tecnologías de la información y el conocimiento. ¿Cómo se darán las intermitencias o ausencias discontinuas en la educación básica, donde las y los estudiantes son, en su mayoría, tecnológicamente dependientes?

Por ello, considero que las innovaciones educativas tendrían que pasar, primero, por la crítica a los esquemas autoritarios que prevalecen (centrados en el control de las y los estudiantes), que cambian de manera gradual o que se trasforman discretamente, esto sobre todo en la escuela pública; sin descartar la idea, como alternativa, de la autogestión, del sentido de responsabilidad social, de la fraternidad y la solidaridad entre los miembros de la comunidad educativa; una educación como espacio social y cultural que establezca los equilibrios necesarios en sus relaciones con el entorno natural y social.

Pero también, y en segundo lugar, la dinámica del cambio educativo implica el extensionismo, es decir, que no solamente se queda en el ejercicio del cambio por parte de los actores educativos principales (docentes y directivos), sino que también habrá de abarcar a los estudiantes y a los familiares de éstos, puesto que sus propias dinámicas están orientadas hacia el “no cambio” o hacia la conservación del “estado de cosas”. Y en ello también está concentrada la inmovilidad educativa.

Así, dicho esto como una primera conclusión, tanto el currículo académico como el currículo paralelo, “social” (u “oculto”), demandan de un ejercicio de autocrítica y de revisión por parte de los diferentes actores o miembros de la comunidad escolar, en un sentido amplio y profundo. Y ahora, con la pandemia, de una manera más generalizada y continua.

Sin duda existen muchos otros temas en la agenda de discusiones sobre lo que podríamos cambiar en las escuelas “desde abajo”, y no como movimientos que vienen “desde arriba”, y atender a las necesidades esenciales de las comunidades educativas. Por ello pienso que el modelo verticalista del cambio educativo, “desde arriba”, está agotado y en franca crisis o decadencia. Como alternativa, el debate que habrá de desplegarse es el que nace desde la escuela pública, como entidad social y cultural de base. Así, los actores principales de ésta habrán de discutir acerca del qué, el cómo y el por qué generar cambios en la vida cotidiana escolar; más allá incluso de las iniciativas “reformistas”, generalmente impuestas a la escuela por parte de las cúpulas políticas, económicas, culturales y sindicales, que han demostrado ser, una y otra vez (por decir lo menos), un verdadero fracaso.

Fuentes consultadas:

(1) Aprendizajes curriculares explícitos y “ocultos”, SDP Noticias.com, 23 de octubre, 2019.

(2) El término en inglés del currículo “oculto” es hidden curriculum, y se escribe entre comillas porque no hay nada oculto o escondido en él. Jackson, en 1968, decía que ese currículo había estado oculto de la investigación educativa hegemónica de los años 60´s del siglo XX. Algunas de las notas tuvieron como referencia al siguiente sitio: http://abhb.blogspot.com/p/philip-w-jackson.html

Fuente:  https://profelandia.com/el-curriculo-oculto-de-aprende-en-casa-ii/

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Libro: Aprender a convivir desde la escuela (PDF)

Tipo de Material (Spa): Libro
Título : Aprender a convivir desde la escuela
Autor : Pérez de Ciriza Santesteban, Jesús
Descriptores / Subjects : EDUCACIÓN
ENSEÑANZA SECUNDARIA
ENSEÑANZA PRIMARIA
INNOVACIONES EDUCATIVAS
DEMOCRACIA
Identificador de lugar: ECUADOR – QUITO
Fecha de Publicación : dic-2014
Ciudad: Editorial : Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador; Corporación Editora Nacional
Paginación: 104 p.
Cita Sugerida : Pérez de Ciriza Santesteban, Jesús. Aprender a convivir desde la escuela. Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador; Corporación Editora Nacional, 2014. 104 p. Serie Magíster, No. 169.
Código: SM-169
Colección / Serie : Serie Magíster. No. 169
Resumen / Abstract: A finales del siglo pasado, la UNESCO, en el Informe de la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI, planteó cuatro pilares en la que esta se debe fundamentar: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a vivir juntos. Como, lamentablemente, en muchas escuelas y colegios existe un ambiente de relaciones interpersonales hostiles que el/la estudiante asume e interioriza como una práctica común para relacionarse con los demás, en este libro se propone una estrategia esencial para el desarrollo del último de ellos: una cultura escolar con prácticas coherentes con el propósito de aprender a vivir juntos, pues la con vivencia en la cotidianidad del centro educativo supone un significativo aprendizaje del estudiante inmerso en él, que, además, le servirá en su futuro. Se analizan aquí los componentes de la cultura escolar que favorecen una convivencia armónica y un ambiente propicio para ello. Para este análisis se han observado y comentado algunos de los aspectos presentes en la cultura institucional del Colegio Ecuatoriano Español América Latina, de la ciudad de Quito, por su experiencia en la búsqueda de prácticas que desarrollen en sus educandos actitudes y comportamientos para una convivencia democrática.
URI : http://hdl.handle.net/10644/4903
ISBN : 978-9978-19-646-5
978-9978-84-808-1

 

Descargar aquí: Aprender a convivir desde la escuela

 

Fuente: http://repositorio.uasb.edu.ec/handle/10644/4903

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La Cultura Escolar ¿Escenario de la crisis?

Por: Elisabel Rubiano.

Resumen
La crisis fue la excusa para la permanente necesidad de reforma y revolución en el ámbito educativo. Sin embargo, el plantear la cultura escolar siempre como en déficit o crisis, parece una trampa. En principio, supone que alguna vez estuvo bien la escuela y ahora está mal, todo tiempo pasado fue mejor. Pero resulta, que lo que encontramos fue continuas invariantes que nos muestran que la escuela es lo que es de acuerdo al devenir de su historia. No está en crisis la escuela, es lo que se le designó que fuera. Por tanto, resulta conveniente reflexionar sobre la cultura escolar preguntándose si realmente es un ¿escenario de la crisis?
Palabras clave: cultura escolar, escuela, educación, crisis, complejidad

The crisis was the excuse for the permanent need of reform and revolution in the educational field. However, stating school culture always in deficit and crisis seems like a scam. Firstly, it is assumed that at some point the school was fine but now it is not, every past time was better. But it turns out that what we found were continuous invariables that show us that school is what it is according to the future of its history. The crisis is not in school, it is what was assigned to it from the outside. Hence, it is convenient to reflect on school culture asking ourselves if it really is a, crisis scenario?
Key words: school culture, school, education, crisis, complexity

A crise foi a escusa para a permanente necessidade de reforma e revolução no âmbito educativo. Não obstante, colocar a cultura escolar sempre como em déficit ou crise, parece uma armadilha. Em princípio, supõe que alguma vez esteve bem a escola e agora está mal. Todo tempo passado foi melhor. Mas acontece que só achamos contínuas invariantes que nos mostram que a escola é o que é segundo o devir da sua história. Não está em crise a escola, é o que ela foi designada para ser. Por isso, resulta convenente refletir sobre a cultura escolar perguntando-nos se realmente é uma ¿cena da crise?
Palavras chave: cultura escolar, escola, educação, crise, complexidade

Nos encontramos en una época en la que prevalece un espíritu de derrota que se une al fracaso de los modelos que sustentaron por mucho tiempo la ilusión de un mejor vivir. La violencia explícita y encubierta que se hace presente en nuestra sociedad, instituciones educativas, de salud y en la familia es una muestra de la tan llamada “crisis”.

Cualesquiera actitudes, incluso aquellas que se presentan como bondadosas, pueden ser violentas si no parten de un respeto a la singularidad humana. La escuela es violenta cuando se niega a reconocer que existen procesos de aprendizaje divergentes que chocan contra la estandarización que se exige a los estudiantes. Habrá violencia educativa siempre y cuando sigamos perpetuando un sistema de enseñanza que obliga a homogeneizar los niños en el aula, a negar las singularidades, a tratar a los alumnos como si tuvieran las mismas características y debieran por eso responder a nuestras exigencias con iguales resultados. La familia es violenta cuando impone a los hijos o a uno de los miembros de la pareja un modelo de comportamiento que no responde a sus exigencias más íntimas y a sus más sentidas urgencias. Y una sociedad es violenta cuando no reconoce las diferencias que animan a grupos e individuos, tratando de imponer a todos la misma normatividad, sin aceptar la existencia de casos singulares que obligan a reconocer modos distintos de convivencia. (Restrepo, 1994. p. 107).

Todo está en crisis, la escuela particularmente, en tanto “ahora” no es lo que era; “ahora” violenta, ineficiente, por tanto en déficit. Entonces, todo lo que ella y su cultura implica se le debe a la CRISIS. Nótese que en el discurso histórico, siempre se han anunciado descontentos en torno a los resultados de las políticas implementadas en todo el país a la luz de los avances que paralelamente se iban desarrollando en las ciencias de la educación y en las teorías relativas al desarrollo curricular. Críticas profundas acerca de la escuela se tejen entre sus líneas discursivas. Sin embargo, todas las razones y los rasgos por los cuales se le adjudica la crisis a la escuela, resultaron propios de la historia, de su complejidad.

Tal concepto frecuentemente adjudicado a la escuela como causa y consecuencia está atado a diferentes variables o factores que se hacen presentes en la escuela; ligado a una necesidad de revolución permanente; y como producto de la crítica a algunas de sus prácticas y ligada a su ineficiencia, está presente siempre.

El punto es que, como hemos visto, deja de ser un estado transitorio deficitario: es decir, la cultura escolar y su crisis tienen una razón histórica. Así, la escuela ha entrañado en su cultura la función de entrenar respondiendo a contenidos y valores que le resultan ajenos. Si ésta es la razón de lo que pasa, el término crisis es una máscara con intención esperanzadora ilusoria, una clave que supone cierta expectativa por su carácter transitorio. De lo contrario, estamos refiriéndonos a algo estructural, un estado perenne que altera el significado que previamente habíamos referido en torno a la crisis. Es decir, la escuela lo que hace ahora, lo ha hecho siempre, y lo seguirá haciendo si no se demanda un proceso de transformación cultural.

En el discurso histórico, recursivamente se anuncia la crisis y el descontento en torno a los resultados de las políticas implementadas, no se detuvo el deterioro de nuestra educación. Según este discurso, la cultura escolar está impregnada de la sensación de crisis, observada en la historia de la educación venezolana debido a la perenne crítica en cuanto a su proceder y a la austeridad de recursos. A partir de allí, ya podemos hacer una conclusión importante. En primer lugar es evidente que las fatalidades y las fortunas de nuestro devenir político, determinantes a su vez en el desarrollo económico del país, han influido en la marcha de nuestro proceso educativo, tal como las marcas epocales en el ámbito mundial fueron prescribiendo la historia universal de la escuela; en consecuencia las escuelas, como parte integrante del sistema educativo, terminaron revelándose como lo que siempre ha sido: un aparato burocrático del Estado. Apenas por aquí vamos descubriendo la procedencia de esas profundas heridas que han aquejado nuestro sistema educativo, al que alegremente se le han adjudicado las utopías colectivas e individuales, sin tomar en cuenta su real capacidad para dar respuestas a tan altas exigencias sociales y humanas.

A su vez, esa falta de concreción de las ilusiones cifradas en la escuela, no han logrado fraguar los proyectos políticos e ideológicos para los cuales se supone destina sus servicios. Los mayores o menores esfuerzos políticos que se han desarrollado a lo largo de la historia con el fin de incrementar los índices de escolarización y actualizar las ideas educativas suponían, indudablemente, además de hacer gala del ejercicio del poder, de la satisfacción de intereses personales y politiqueros, aprovechando la importancia que todos saben tiene la educación en el desarrollo humano. De seguro, no es posible pensar en la política, como la búsqueda de bienestar común, sin pensar en la educación, porque a mayor y mejor educación se esperan más y mejores condiciones de vida; pero justo saber esto implica un compromiso que debió trascender lo electoral, las promesas y la planificación para que realmente se realizara esta relación interdependiente.

De igual forma, en una lógica contraria, un alto índice de educación es, a la vez, una de las consecuencias de un país con mejor desarrollo humano, por lo que todas las apreciaciones que sobre la educación se hicieran a lo largo de la historia, nos dejan también indicios sobre las condiciones de vida que se han generado en el país en los diferentes períodos socio-políticos desde los mandatos coloniales, los gobiernos postindependentistas, los caudillistas, las dictaduras y las democracias teñidas de diversos ideales y valores.

Obviamente encontramos una razón que justifica en forma ineludible la presencia permanente de la educación en todos los programas y planes de gobierno que ha tenido este país, pero lamentablemente no ha sido el objetivo, el norte, sino el fundamento de la campaña publicitaria preelectoral para la venta del “líder” o del partido político que luego, por no ser capaz de asumir esta complejidad social, opta por medir la superficie: el incremento de presupuestos, de escolarizados, de escuelas, etc., amén de que para la conciencia colectiva esto es mejor que nada. La evaluación de esta situación escapa de los alcances del presente trabajo, no obstante el alto índice de escolarización sería directamente proporcional con significativas mejoras en las condiciones de vida, no sólo individuales sino sociales, que debieran reflejarse en los valores colectivos hacia el trabajo, la honestidad, el ambiente, la nación, etc. Sólo así se evidenciaría la mejora en la calidad de la educación, de lo contrario estaríamos en presencia de un sofisma.

Me temo que el hecho de que el discurso histórico se refiera preponderantemente a cifras de acceso a las escuelas, nos llevaría a creer que en Venezuela estamos muy bien porque los éxitos logrados respecto a la masificación de la “educación” en los últimos años, muestran cifras realmente halagadoras que pueden verificarse; a pesar y sin atender los fracasos en la prosecución escolar, el logro de una “alfabetización” centrada en la decodificación me
cánica y superficial, la mayor importancia que se le dio a la acumulación de información que a la construcción de sentidos, al desarrollo del pensamiento y a la formación integral del individuo. Sin embargo, a pesar de esta mirada, nunca se abandona en el discurso la referencia a la crisis: por un lado, se mostraban las estadísticas consoladoras y, por el otro, se penaba por ella, tras un espíritu de sanción engañosa e incoherente.

Otro significado fácilmente deducible que alivie el pesar de la crisis, es que ante la violenta masificación de nuestro sistema educativo, notado en el incremento de matrícula y en vertiginosos aumentos financieros que se anunciaban destinados a la educación, se generaron multitud de problemas cuyo conjunto constituye lo que se denomina crisis de nuestra educación, por su magnitud, complejidad y por la proyección que esto tiene para todos los ámbitos de la vida del país. Carlos Andrés Pérez en 1989, expresa una frase representativa, de esta interpretación
Tenemos que hacer de la crisis una oportunidad. El fruto más importante de nuestra democracia ha sido el empeño por educar a nuestro pueblo y en la realización de ese propósito el crédito principal corresponde a nuestros educadores. Sin embargo no debemos sentirnos satisfechos. (Ministerio de Educación, 1989, p. 33)

Muchos personajes pronunciaron su voz en este sentido a lo largo de la historia. Sin lugar a dudas, la expansión educativa ha implicado un gigantesco esfuerzo y una continuidad en los ocho presidentes que hemos tenido e indudablemente han generado beneficios en el ascenso y la movilidad social, puesto que el sistema social en el que se encuentra inmerso el sistema educativo se encarga de crear mecanismos de inclusión poco exigentes, acordes con parámetros de mediocridad ya identificados en los egresados de la educación formal.

El mayor indicador de crisis lo representa la tendencia a la privatización que desde el año 1983 se exacerbó, paralela al abandono a la educación pública, expresado en algunos de los problemas críticos medulares “deficientes índices de cobertura y baja calidad, falta de capacidad física instalada para atender la demanda requerida; deterioro acusado de la infraestructura escolar; deficiencia de dotación, carencia de textos…” (Ministerio de Educación, 2006)

Por otra parte, la prohibición, el disciplinar del alma de los ciudadanos y los saberes muertos, sin pertinencia social ni significación personal que se imparten en la escuela. Todas aparecen como razones de la crisis. Las escuelas intentan socializar, pero al parecer exaltan las diferencias, por tanto masifican la escolarización, mientras excluyen.

Mostramos que la cultura escolar desde el discurso artístico, revela de manera contundente los juegos de poder del pensamiento moderno, el mismo pensamiento que cifró en la escuela la esperanza de la ilustración y de una mejor calidad de vida. Terreno epistemológico que además queda destacado en el hecho de que la escuela sólo certifica y legitima al hombre en un juego de artificios, justo los artificios que comentábamos anteriormente, el discurso histórico nos mostró. En suma, la caracterización de la cultura escolar, según los diferentes discursos, no han sido producto de la crisis, sino de las tradiciones y herencias que anteceden y han construido la cultura escolar.

A lo largo del tiempo va en incremento un cierto malestar hacia la escuela, y la vía más expedita para explicar y resolver la incógnita que se genera en torno a esta situación, es decir, que todo lo que pasa es porque la “escuela está en crisis”. De allí, que resulta necesario seguir interrogándola, descubrir los sentidos que refiere esta palabra cuando se le adjudica a la cultura escolar. Hasta ahora se refiere a déficit, a algo que falta, que está incompleto, que debe avanzar.
En otro orden de ideas, resulta conveniente focalizar la atención en algunos de los signos que en forma clave muestran a la escuela como un contexto vulnerable ante la incomprensión de la complejidad, ellos son: el conocimiento escolar, el currículo y la didáctica, por ejemplo, tres macroconfiguraciones complejas ligadas a la escuela, las cuales han sido comúnmente resignificadas bajo los criterios de una crisis desesperanzadora.

Ello ha resultado más cómodo que ponerlos a la luz de la relación entre crisis y complejidad. Resulta muy complejo lo que se espera que la escuela haga con el conocimiento, el currículo y la didáctica, pero resulta más fácil ponerse el traje de la crisis cómo déficit antes de generar la discusión, la reflexión del necesario juego teórico-práctico. Así, la escuela siempre estará en situación crítica, porque nunca alcanzará la altura de las exigencias teóricas que de estas configuraciones se han hecho.

Pensar la crisis desde la complejidad, implica una red de diferentes elementos interrelacionados que trascienden lo sistémico. Es dejar de pensar en lo complicado para pensar en lo compuesto. La complejidad significa lo que está tejido junto, lo que quiere decir que las partes no pueden ser aisladas del todo, ni las partes unas a las otras, más bien están en permanente interrelación, interdependencia e interretroacción. Así, “la complejidad es la unión entre la unidad y la multiplicidad” (Morin, 2000a, p. 42) y la crisis, de acuerdo a estas características se constituye en un macroconcepto ligado a las realidades complejas.

Según Morín (1994), los principales elementos que forman parte de la crisis son:
a. Perturbación: las perturbaciones se clasifican como externas e internas. Las externas son aquéllas ajenas al sistema, como las ecológico-naturales. Pueden ser rupturas de alianzas o nuevas alianzas políticas o sociales, guerras, invasiones, etc. Las internas, las más interesantes para Morin, porque emergen de procesos aparentemente no perturbadores, se refieren a los fenómenos de sobrecarga y double-bind. Cuando irrumpe la crisis, el sistema entra en una fase en la que crece la tendencia al desorden, la tendencia a la muerte o la posibilidad evolutiva de una nueva morfogénesis.

De lo anterior se deduce como segundo principio, que en un sistema en crisis el desorden y la incertidumbre se acrecientan y llevan a la regresión de determinismos. c. Bloqueo: la irrupción de la crisis es la ruptura de la regulación del sistema. Ella implica la parálisis, el bloqueo de los elementos que constituyen la flexibilidad organizacional del sistema.

Las complementariedades se transforman en antagonismos, se da un acrecentamiento y manifestación de caracteres polémicos. d. Desbloqueo: la crisis provoca, a su vez, la búsqueda de soluciones, de decisiones, de abandono de programas-estereotipados y la búsqueda de estrategias. Es el momento del desbloqueo, de la capacidad creativa e inventiva de los sujetos, de los individuos. Es el momento en que se efectúa el diagnóstico de una situación dada. e. Soluciones míticas e imaginarias: al lado de las soluciones crítico-racionales se constatan soluciones neuróticas, es decir, mágicas, religiosas y rituales. En el hombre, no es fácilmente separable lo racional de lo imaginario. Toda construcción de la realidad contiene elementos imaginarios y mitológicos.

Así, la crisis se produce porque todos los aspectos se enlazan en forma compleja, es decir, complementaria, concurrente y antagónica. De acuerdo a ello, en ese estado se puede llegar al restablecimiento del orden existente. Pero la crisis también es momentos de innovación, de emergencia de cualidades, sentidos y significados nuevos. Para intentar actuar en ella, se necesita una teoría y un método que permitan ver la complejidad de la realidad y la realidad de la complejidad. La crisis, desde esta perspectiva, no es sólo bloqueo, es también creación de condiciones nuevas para la acción.

Las ideas de la crisis y de la sociedad o de la escuela como parte de ella, como sistema complejo, conducen a complejizar la idea de progreso seguro, irreversible y necesario. En un contexto tal no existe ninguna ley de progreso y nada asegura que un progreso no comporte regresiones. En este sentido, la crisis es heurística como revelación del funcionamiento y la naturaleza de la sociedad, la cual es estructura y sistema a la vez, en progreso dialógico. Mirar la cultura escolar desde esta dimensión la despojaría de esa sensación aniquiladora de que lo que sucede en ella es “malo” o “negativo”, la descargaría del juicio moral para invitarla a que se asuma como una identidad compleja, la cual siempre tendrá la oportunidad de revisarse y probar nuevas realizaciones.

En la sociedad, el evento y el ruido son necesarios para la comprensión del sistema. Trabajar con el azar, el desorden y el mito, implica que la estructura mental acceda a un modo de pensar complejo, dialógico, que abra la mente al juego de lo posible, más que anular lo posible en la dictadura del orden y la simplificación. Se trata de un desafío al pensamiento, pero también de la acción, el abandono, el sociocentrismo, la retroacción puramente negativa y la ideología del orden.
Todas las crisis y complejidades nos plantean el desafío de reimaginar una escuela (con minúscula) que definitivamente tendrá que abandonar el poder de adiestrar y de enseñar, porque tal como sabiamente lo expresa Freire (1990), nadie educa a nadie, nadie se educa a sí mismo. Los hombres se educan entre sí, mediatizados por el mundo. Sin embargo, nadie puede asegurar que ese sea el devenir, ni que se esté gestando otra sensibilidad acorde con esa forma de pensar la escuela.

La escuela, pese a la bandera de la crisis, en el fondo ha permanecido igual, pareciera que por una especie de contenido invariante que habita su inconsciente colectivo y que coexiste con los contenidos variantes, aquellos que dinamizan la escuela de acuerdo a su particularidad, su comunidad y cultura local. Es frecuente oír en los dichos populares que los tiempos pasados fueron mejores, a pesar de las críticas que se puedan hacer respecto al ejercicio del poder y la poca consideración en la valoración del ser del estudiante. En definitiva, se dice que “antes se aprendía más”, “los maestros eran mejores” porque enseñaban verdaderamente, pero lo que no se considera en este argumento cuánto se ha complejizado la sociedad y el saber, ni el poco alcance que tenía la democratización de la educación en tiempos pasados. En todo caso, la sociedad critica a la escuela. Es constante decir que está en crisis pero la avala en sus aspectos determinantes, que justo permanecen inalterables: la existencia de programas curriculares, de la organización escolar, de reglamentos estudiantiles, de las prácticas pedagógicas y de evaluación, de los libros textos usados, de la violencia y resistencia mostrada por los educandos, de la homogenización en grados, uniformes, horarios, etc.

Las escuelas esperan socializar, pero al parecer exaltan las desigualdades no para darles respuestas, sino para desconocerlas, en el rechazo a las variantes dialectales de los alumnos, en las diferencias que se establecen entre las escuelas de acuerdo a su ubicación en los diferentes estratos, descalificando siempre a los más pobres y en las frecuentes clasificaciones que se dan en el aula peores y mejores estudiantes. Mientras teóricamente se propone una escuela justa y democrática que debería constituirse en un agente de integración con respecto a la comunidad y a la sociedad, en la praxis persiste la autocracia, la dominación, discriminación, el castigo y la condena.
Otra crítica permanente la constituyen los resultados estadísticos de los índices de deserción, repitencia y rendimiento escolar. Los indicios de fracaso, como ya lo hemos referido son claros, respecto a lo que siempre se ha esperado de ella. A pesar de todo lo que nos dijo el discurso histórico, acerca del incremento de presupuesto y de la masificación, y el teórico, de los avances científicos en las disciplinas relacionadas con la escuela: la pedagogía, las didácticas generales y las específicas según cada objeto de conocimiento, la psicología, entre otras, la escuela nunca presenta un balance favorable en términos de inversión y producto.

El asunto, mas allá de un balance favorable o desfavorable, de la crisis por perturbación o bloqueo, es que estamos hablando de una crisis por años que no ha generado movilizaciones importantes. De lo que se trata es de asumir la escuela en su devenir, construir los caminos que reclame cada escuela, al fin y al cabo, la educación escolar a lo largo de la historia se ha anunciado necesaria para sobrevivir, para funcionar en sociedad, para alcanzar un recto proceder, como garantía en la transmisión de una cultura a las generaciones futuras de determinadas clases sociales, como prioridad para alcanzar una mejor calidad de vida, para batallar con la pobreza, para abrir las ventanas del mundo y mirarlo más allá de los ojos, para optimizar la condición humana y para la realización social.

La escuela es la concreción de una imagen en la que se deposita mayormente lo que se espera de la educación y por tanto del país, en ella se debe realizar la ciencia y el arte de formar seres humanos. No sabemos qué tan oscuro resulta el panorama, qué tan efectiva puede significar una voluntad de servicio que cree condiciones permanentes para una educación anticrisis que asuma las relaciones educación-sociedad, que comprenda los procesos sociales y que cree las condiciones socio-culturales propias en los actores del proceso. Lo que si aupamos es el desbloqueo, la crisis que aunque dolorosa nos mueva de la inercia. Morin (2000b) nos advierte que la crisis no sólo representa el sentido de que “todo va mal”, ella puede transformarse en una oportunidad reveladora y realizadora, puede develar lo que en condiciones normales permanece oculto o poner en movimiento fuerzas de transformación.

Krisis: el término griego significa decisión. Su utilización inicial en medicina ha conservado

este sentido: la crisis es el momento decisivo, el punto de inflexión que permite el diagnóstico. Ahora bien, en su sentido moderno el concepto de crisis ha pasado a ser de incertidumbre. Tal como hemos dicho, la crisis aporta una relativa indeterminación allá donde imperaba un determinismo aparente garantizado y, en este sentido, debilita la posibilidad de previsión. Pero hay que comprender que no se trata aquí de un cambio del significado del concepto de crisis sino de un paso de un sentido simple a un sentido complejo. En la medida en que hay incertidumbre, hay, desde ese momento, la posibilidad de acción, de decisión, de cambio, de transformación. El momento de la indeterminación y el de la decisión se confunden en la medida en que la decisión y la incertidumbre son interdependientes. La crisis es un momento indeciso y decisivo a la vez. (Ob. Cit., p. 160)

Según estos planteamientos, este hecho puede transformarse en una oportunidad reveladora y realizadora. Cuando “todo va mal”, puede develar lo que en condiciones normales permanece oculto o poner en movimiento fuerzas de transformación. Hasta ahora hemos evidenciado aquí que este término transporta el sentido de déficit sobre otros criterios distintos a los intervenidos en la acción y de estados pasajeros o efímeros de las deficiencias emergentes. Sin embargo, debe ser a partir de este principio propio de la naturaleza de la crisis, es decir, como oportunidad, que tras cada declaración de “crisis” emitida en los discursos se anuncian acciones, transformaciones y “revoluciones”.

De tal manera, que podemos asumir la cultura escolar como escenario de la crisis, pero con el propósito de movilizarla, desde ese contexto podemos partir a la hora de la acción que día a día nos toca desarrollar en las escuelas, de las investigaciones que ahora se gestan desde el paradigma critico, desde el compromiso político y ético que tenemos con el país.

Freire, P. (1990). Pedagogía del oprimido. Montevideo: Siglo XXI. Ministerio de Educación (1989).

Programas y Manuales. Caracas. Ministerio de Educación y Deportes. (2006). Escuelas Bolivarianas. Caracas.

Morin, Edgar (1994). El método. El conocimiento del conocimiento. Madrid: Cátedra.

Morin, Edgar (2000a). Los siete saberes necesarios a la educación del futuro. Caracas: Ediciones Universidad Central de Venezuela.

CIPOST. UNESCO. Morin, Edgar (2000b). Sociología. TECNOS. En dossier del Dr. Alejandro García Malpica.

Universidad de Carabobo. Área de Estudios de Postgrado. Doctorado en Ciencias Sociales. Valencia, Venezuela.

Restrepo, L. (1994). El derecho a la ternura. Bogotá: Arango.

Fuente del artículo: http://www.saber.ula.ve/bitstream/handle/123456789/31251/articulo11.pdf?sequence=1&isAllowed=y

 

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Los niños aprenden mejor trepando un árbol que llenando un examen

América del Norte/ Estados Unidos/ 12.08.2019/ Fuente: www.datanoticias.com.

 

Estados Unidos ha aprendido una gran lección del sistema educativo de Finlandia y es que para que los niños aprendan, en lugar de realizar pruebas estandarizadas que provoquen estrés, deberían centrarse en el bienestar y la alegría.

Hace cinco años dos profesores cambiaron de país

Pasi Sahlberg llegó a los Estados Unidos como profesor visitante a la Universidad de Harvard mientras que William Doyle se mudó a Finlandia para estudiar un sistema escolar como académico de Fulbright. Ambos profesores viajaron con sus respectivas familias.

Pasi, en Cambridge, Massachusetts, llevó a su pequeño hijo a un preescolar donde, probablemente podría inscribirse. Para ello le solicitaron una evaluación detallada del vocabulario y las habilidades de cálculo del niño.

“¿Para qué se necesita saber eso?”, comentó Pasí, debido a que su hijo apenas tenía tres años y su entrenamiento de ir al baño aún era reciente.

Ante esto, el director del preescolar comentó que era necesario para saber si el menor estaba listo para formar parte de su programa educativo.

Pasi, quedó desconcertado por el extraño concepto de preparación que le estaban explicado.  Para agravar el choque, quedó sorprendido por el precio de 25 mil dólares que debía pagar al año para que su hijo tuviera acceso a preescolar, ya que a comparación de los programas casi gratuitos y financiados por el gobierno a los que su hijo tenía acceso en Finlandia, esto era algo insólito.

Entonces Pasi comenzó a darse cuenta que había ingresado a una cultura escolar estadounidense que está cada vez más arraigada al estrés infantil y la eliminación de las artes, la actividad física y el juego; todo para darle lugar a una educación hecha a base de exámenes y pruebas estandarizadas.

Se supone que, con este método de enseñanza estadounidense, se lograría mejorar el aprendizaje a fin de que el país formara parte de los primeros lugares en los rankings internacionales de la educación. Sin embargo, casi dos décadas y miles de millones de pesos después no está funcionando, y, lo único que está resultando es que aumenten los trastornos de salud mental en la infancia, como la ansiedad y depresión.

Finlandia, para el aprendizaje se centra en la equidad, la felicidad y la alegría. William Doyle ingresó al sistema escolar clasificado como número uno en el mundo en educación infantil por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, el Foro Económico Mundial y la Unicef, un sistema construido en gran parte por la investigación pionera. En lugar de buscar datos de pruebas estandarizadas como la educación de los Estados Unidos; Finlandia utiliza como fundamentos para el aprendizaje la felicidad, el bienestar y la alegría de sus alumnos.

Tanto padres como maestros finlandeses coinciden en que los estadounidenses rara vez dicen en las escuelas: “dejen que los niños sean niños” y el “trabajo de un niño es jugar”. Una madre finlandesa le dijo a William: “Aquí no eres considerado buen si no le concedes la oportunidad a tu hijo de realizar muchos juegos al aire libre”.

Los niños finlandeses aprenden a asumir la responsabilidad y gestionar los riegos desde edades muy tempranas, dentro y fuera de la escuela. Un día, William se encontró con un padre finlandés que, encantado le aplaudía a su hija de 6 años el estar trepando un árbol tan alto que a cualquier otro padre le hubiese infartado, sin embargo, él comentó: “si se cae y se rompe el brazo, será por buena causa. Ella habrá aprendido algo”.

En Finlandia, William experimentó una cultura educativa que protege y valora la infancia en que los estudiantes están involucrados en una educación rica en juegos que va desde los primeros años hasta la escuela secundaria. En la escuela de su hijo, William vio a los niños correr en la cafetería en calcetines, riéndose, abrazándose y hasta practicando pasos de baile. Pase lo que pase, los alumnos tienen cada hora un recreo de 15 minutos al aire libre.

De acuerdo con el director de la escuela finlandesa Heikki Happonen, hay muchas razones por la que los niños deben jugar en el colegio. Cuando ellos se mueven, sus cerebros funcionan mejor, se concentran más en clase y mejora su forma de relacionarse.

Finlandia tiene una visión crucial para enseñar a los Estados Unidos y al resto del mundo, cómo se pueden mejorar las calificaciones, el aprendizaje, así como ayudar a el crecimiento social, el desarrollo emocional, salud, bienestar y felicidad. Se puede resumir en una sola frase: “dejar que los niños jueguen”.

“El éxito de toda la vida de los niños se basa en su capacidad de ser creativos y de aplicar las lecciones aprendidas al jugar”, expresó la Academia Estadounidense de Pediatría.

En los distritos escolares de Texas, Oklahoma, Carolina del Sur y Nueva York, se están realizando estudios dejando que los miles de niños reciban hasta 60 minutos de recreo diario al aire libre. Estas investigaciones basadas en el sistema educativo finlandés, está reportando en que hay mejoras importantes en el rendimiento académico, la concentración y comportamiento de los estudiantes.

William comentó que el juego es un componente educativo en peligro o inexistente en muchas de las escuelas tanto estadounidenses como distintas partes del mundo. por ello, se debería tomar la lección de Finlandia y construir las escuela, hogares y comunidades sobre el lenguaje de aprendizaje de los niños, que es jugar.

Fuente de la noticia: https://www.datanoticias.com/2019/08/11/los-ninos-aprenden-mejor-trepando-un-arbol-que-llenando-un-examen/
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Fin de curso: trozos y retales

Por: Xavier Besalú

Pobreza, educabilidad, papel docente, sexismo y flexibilidad y ganas de mejora con algunos de los elementos que no debemos olvidarnos al pensar en la escuela, en la educación.

Uno. Aunque se trata de un clásico, al menos desde el Informe Coleman, no está de más recordarlo cuando lo profundo tiende a difuminarse y lo aparente se expande: “El 90% de los que nacen pobres mueren pobres, por más esfuerzo o mérito que hagan, mientras que el 90% de los que nacen ricos mueren ricos, independientemente de que hagan o no mérito para ello”. Lo ha proclamado Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía. No lo leo como una defensa del determinismo sociológico, sino como una nueva llamada de atención a un grave problema, como un poner el foco sobre lo esencial. ¿Se acuerdan ustedes de aquellos que lo basaban todo en la llamada cultura del esfuerzo? ¿De aquellos que atribuyeron el fracaso y el abandono escolar a los propios alumnos por no esforzarse como es debido? ¿Cuántas veces –desde la propia institución escolar- no hemos hecho gala de la igualdad con que tratamos a los alumnos, de la igualdad de oportunidades que se les ofrece y de que los resultados obtenidos, en consecuencia, serían estrictamente debidos a sus capacidades individuales? La pobreza en la escuela es una realidad invisible, una situación que poco a poco va revistiéndose de nuevos ropajes, de forma que el que entró pobre en muchos casos acabó saliendo suspendido o sin expectativas…

Dos. Xavier Bonal, sociólogo, reclama “más educabilidad y menos educación” si de verdad queremos mejorar los resultados escolares de los pobres, porque los factores asociados a la pobreza (capital económico, capital cultural, red de relaciones, expectativas instructivas y laborales, condiciones sanitarias y alimenticias, uso del tiempo libre, etc.) impiden en gran manera el aprovechamiento de las oportunidades educativas. Poner el acento en la educabilidad tiene como mínimo dos consecuencias. La primera: que garantizar el acceso a un puesto escolar es de todo punto de vista insuficiente. Porque, debido a la segregación sistémica que se da en muchas ciudades españolas, no todas las escuelas disponen de los recursos, contextos y ambiente adecuados. Porque la equidad debe demostrarse también en todo el recorrido escolar, desde que se entra en él hasta que se sale, y en garantizar a todos el dominio de las llamadas competencias básicas y la adquisición de los saberes indispensables para poder seguir en el sistema o para seguir aprendiendo autónomamente a lo largo de la vida. La segunda: que la política educativa no se agota, ni queda restringida, al ámbito del Ministerio de Educación, sino que compete a las políticas del gobierno en general, de manera especialmente significativa a las que dependen de los Ministerios de Igualdad; Sanidad, Consumo y Bienestar Social; Ciencia; Alimentación; Trabajo, Migraciones y Seguridad Social; Cultura y Deporte…

Tres. La escuela y los profesores cuentan. Sabemos que las desigualdades estructurales delimitan y comprimen el campo de posibilidades. Tenemos claro que la enseñanza no es un mundo aparte, sino que se inscribe en el conjunto de políticas y acciones sociales que buscan mejorar la vida de todas las personas, especialmente de las más necesitadas o vulnerables. Pero una vez conseguida la escolarización universal –logro que desgraciadamente todavía no ha llegado a todos los rincones del mundo, no lo olvidemos– los educadores adquirimos una responsabilidad ante la sociedad en su conjunto, ante cada familia en particular y ante cada alumno en singular. “No nos podemos contentar con dar de beber a quienes ya tienen sed; también hay que dar sed a quienes no quieren beber”, nos dice el pedagogo Philippe Meirieu. Ahí radica el núcleo duro del oficio de educar: en buscar, proponer, organizar, mostrar, ejemplificar… alternativas, posibilidades, situaciones, actividades, retos, problemas… que saquen a la luz el deseo de aprender, el ansia de corregir lo que sale mal, el anhelo de comprender lo que parece incomprensible, las ganas de saber, de todos y cada uno de los alumnos, especialmente de aquellos que parecen menos predispuestos o más alejados de la cultura escolar. Aunque la situación no es equivalente, puede ser útil comparar el docente con un entrenador deportivo que busca que cada jugador dé lo mejor de sí mismo y, para ello, procura conocer lo mejor posible a cada uno de sus pupilos, sus carencias y sus posibilidades, para corregir aquellas y potenciar éstas, no para calificarlas, sino para que todos aprendan y mejoren. En contrapartida, ningún jugador tiene la tentación de esconder sus debilidades y errores –como sí ocurre lógica y desgraciadamente en las aulas– sino que es el primero en ponerlas de manifiesto justamente para poder enmendarlas…

Cuatro. El sexismo, la consideración de que las mujeres son inferiores a los hombres, es una discriminación profundamente arraigada en nuestra sociedad y, por ello, muy difícil de revertir. El sexismo tiene manifestaciones dramáticas que afortunadamente la sociedad española mayoritariamente ya no excusa, ni consiente: la violencia de género en los hogares españoles, los abusos y violaciones en el espacio público… la violencia y la violación como técnica de humillación y de combate en tantas guerras y éxodos… Pero más allá de estas agresiones inadmisibles y reprobables, hay todo un mundo de creencias, de imaginarios, de actitudes, de predisposiciones, sutiles, cargadas de ambigüedad, interpretables, que responden a esa misma matriz sexista, androcéntrica, patriarcal. Una de las estudiosas más persistentes de cómo se construye esta ideología y de cómo puede repararse y combatirse desde la educación es Marina Subirats que, en uno de sus últimos artículos publicados, hace especial énfasis en la educación infantil: “El género se adquiere por transmisión desde el nacimiento, al mismo tiempo que se adquiere el idioma o el movimiento, puesto que son mensajes que están en todas partes. Entre los tres y los cuatro años los niños ya muestran desprecio por los juguetes o ropas de niña y las niñas se apartan cuando un niño quiere coger una bicicleta o un juguete”. Si tenemos evidencias más que suficientes de la importancia de la educación infantil, tanto para compensar las carencias y las distancias de las criaturas de familias pobres, como para combatir desde su misma raíz el racismo, el sexismo y la LGTBIfobia, que impregna todavía la cultura y la vida cotidiana, no se explica que los espacios educativos para los niños de 0 a 2 años no sean considerados un servicio público universal y gratuito como lo es el parvulario y se dejen al albur del mercado y de las cuotas, también los centros públicos, muchos de ellos en manos municipales. Dice también Subirats: “Cuando llegan a la adolescencia ya es demasiado tarde” y es sumamente complicado revertir la creencia de que los géneros son fruto de la naturaleza y que ésta ha establecido la superioridad del macho sobre la hembra.

Y cinco. Me gusta la gente que duda, la que está dispuesta a cambiar, a probar; la gente que tiende a ser comprensiva, a perdonar, a ser flexible; aquella que atiende a los matices, a las circunstancias, y no se aferra a los principios, a las tablas de la ley como argumento inamovible y definitivo, caiga quien caiga y tenga las consecuencias que tenga. Por eso cito al filósofo Josep Maria Terricabras, que ahora ejerce de eurodiputado: “Los valores absolutos se mueven siempre en una especie de cielo platónico, lejos de la realidad: si se afirma que aquellos valores valen para siempre y en cualquier circunstancia, es precisamente porque allí, en el paraíso, no hay vida ni circunstancias. Los valores absolutos solo valdrían para un mundo absolutamente puro, pero no para el nuestro, avezado, complejo, ambiguo, difícil”. La ética de los principios absolutos y permanentes suele ser el camino más directo a toda clase de fundamentalismos, políticos, religiosos, pedagógicos… Lo contrario no es –como algunos pretenden– ni el relativismo del todo vale, ni la inseguridad del que siempre se abstiene, ni la indiferencia del que pasa de todo, sino la actitud del que escucha al otro, del que está dispuesto a contrastar sus argumentos, del que está convencido de que la perfección total solo puede existir en algunas pruebas de gimnasia…

¡Feliz verano!

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/07/16/fin-de-curso-trozos-y-retales/

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La etnografía en el ámbito educativo: una alternativa metodológica de investigación al servicio docente

24 de enero de 2018 / Fuente: https://compartirpalabramaestra.org/

Por: Revista Educación y Desarrollo Social-Universidad Militar

Este artículo propone el uso de la etnografía como método de investigación cualitativa apropiada y pertinente para el desarrollo de estudios en el entorno educativo.

Este artículo propone el uso de la etnografía como método de investigación cualitativa apropiada y pertinente para el desarrollo de estudios en el entorno educativo.

En general, los estudios etnográficos contribuyen en gran medida a interpretar y conocer las identidades, costumbres y tradiciones de comunidades humanas, situación en la que se circunscribe la institución educativa como ámbito sociocultural concreto.

La reflexión propuesta insta al empoderamiento de los docentes como intelectuales de la educación; como actores sociales protagónicos; como líderes investigadores, auténticos conocedores de sus propios contextos.

Se plantea el uso del método, como una valiosa alternativa para el emprendimiento de estudios en educación, especialmente encaminada al desarrollo o fortalecimiento de la investigación social, en cumplimento de la insoslayable tarea docente de potenciar la producción académica e investigativa en sus comunidades.

Al hacer uso de la etnografía como herramienta investigativa, el docente tiene la oportunidad de desarrollar una amplia gama de estudios acerca de su contexto; sus propias prácticas, escenarios y procesos didáctico-pedagógicos.

Como miembro de la comunidad educativa, el maestro goza del contacto cotidiano; el ejercicio de su labor le facilita ser parte del grupo, hacerlo de manera comprometida. Es una oportunidad para aportar y gestionar nuevos conocimientos que contribuyan de manera más efectiva a la comprensión de problemas educativos, su intervención y la transformación social de las propias comunidades educativas, condición sine qua non para el mejoramiento y cualificación de la educación desde su ámbito de actuación: el quehacer docente.

Lea el contenido completo en Revista Educación y Desarrollo Social –  Universidad Militar Nueva Granada.

* Publicado bajo licencia Creative Commons-Reconocimiento-No comercial-4.0 International (CC BY-NC 4.0).

Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/opinion-y-analisis/columnas/la-etnografia-en-el-ambito-educativo-una-alternativa-metodologica-de-investigacion-al-servicio

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