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James Dyke: “Hemos creado una civilización totalmente decidida a destruirse a sí misma, estoy aterrado”, escribe un científico de la Tierra.

Redacción: Rebelión

Traducido Por: Eva Calleja

El café sabía mal. Agrio y con un olor dulce y pegajoso. La clase de café que resulta de llenar demasiado el filtro de la máquina y luego dejarlo recociéndose al calor durante varias horas. La clase de café que yo bebía continuamente durante el día para mantener funcionando los engranajes que me quedan en la cabeza.

Los olores están poderosamente asociados a los recuerdos. Y así es que el olor a café malo se ha entrelazado con el recuerdo del momento en el que de repente comprendí que nos estamos enfrentando a la ruina total.

Fue en la primavera de 2011, y había conseguido acorralar a un miembro de alto rango del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) durante el descanso de un taller. El IPCC se creó en 1988 como respuesta a la creciente preocupación sobre como los cambios observados en el clima de la Tierra estaban causados en su mayor parte por los humanos

El IPCC revisa las grandes cantidades de ciencia que se generan sobre el cambio climático y emite informes de evaluación cada cuatro años. Teniendo en cuenta el efecto que las conclusiones del IPCC tienen en la política y en la industria, su presentación y comunicación se hacen con un enorme cuidado. Así que no esperaba mucho cuando le pregunté directamente qué grado de calentamiento creía él que íbamos a alcanzar antes de que fuésemos capaces de hacer los recortes necesarios en las emisiones de gases de efecto invernadero.

“Oh, creo que nos dirigimos hacia un calentamiento de 3ºC por lo menos” dijo.

“Ah, sí, pero nos dirigimos,” contesté: “No llegaremos a los 3ºC, ¿verdad?” (Porque sea lo que sea que pienses del umbral de 2ºC que separa un cambio climático “seguro” de uno “peligroso”, 3ºC es muchísimo más de lo que gran parte del mundo podría soportar)

“No es así,” contestó

Eso no era una evasiva, sino su mejor valoración de dónde terminaremos después de todas las disputas políticas, económicas y sociales.

“Pero, ¿qué pasa con los muchos millones de personas que están amenazadas directamente?,” continué. “¿Aquellas que viven en naciones a nivel del mar, los agricultores afectados por los cambios de tiempo abruptos, los niños expuestos a nuevas enfermedades?”

Suspiró, se quedó en silencio unos segundos, y una sonrisa triste y resignada se dibujó en su cara. Entonces dijo simplemente: “Morirán.”

Ese episodio marcó un antes y un después en mi carrera académica. En ese momento, era un profesor numerario nuevo en el área de sistemas complejos y ciencias del sistema terrestre. Anteriormente había trabajado como investigador en un proyecto internacional de astrobiología con sede en Alemania.

En muchos aspectos, ese había sido el trabajo de mis sueños. Cuando era joven, me tumbaba en la hierba en las noches despejadas de verano y miraba a uno de los puntos del cielo nocturno y me preguntaba si alrededor de esa estrella orbitaba un planeta con seres que podrían mirar desde la superficie de su mundo, y de manera similar preguntarse sobre las posibilidades de encontrar vida dentro de este sistema solar común y corriente al que llamamos casa en el universo. Años más tarde, mi investigación implica pensar en cómo la vida de la superficie puede afectar a la atmosfera, a los océanos e incluso a las rocas del planeta en la que habita.

Ese es ciertamente el caso con la vida en la Tierra. A una escala mundial, el aire que respiramos contiene oxígeno principalmente como resultado de la vida fotosintética, mientras que los acantilados blancos de Dover, para algunos una parte importante de la identidad nacional en Gran Bretaña, están compuestos de incontables organismos marinos minúsculos que vivieron hace más de 70 millones de años.

Así que no había más que un paso entre pensar como la vida ha alterado radicalmente la Tierra durante miles de millones de años y mi nuevo estudio que analiza como una especie en particular ha provocado cambios importantes durante los últimos siglos. Sin tener en cuenta otros atributos que el Homo sapiens pueda tener, nuestros pulgares oponibles, postura erguida y grandes cerebros; nuestra capacidad de afectar el medioambiente en todos los aspectos puede que quizá no tenga precedentes en toda la historia de la vida. Cuando menos, los humanos somos capaces de preparar un lio tremendo.

Cambio a lo largo de una vida

Nací a principios de los años 70. Desde entonces, el número de personas que habita la tierra se ha duplicado mientras que el número de poblaciones de animales salvajes ha caído un 60%. La humanidad ha lanzado una bola de demolición contra la biosfera. Hemos cortado más de la mitad de selvas del mundo y para mitad de siglo no quedará mucho más que un cuarto. Esto ha ido acompañado de una pérdida masiva de biodiversidad, tal es así, que la biosfera puede estar entrando en uno de los grandes eventos de extinción masiva de la historia de la vida en la Tierra.

Lo que hace que esto sea mucho más preocupante es que estos impactos todavía no se han visto muy afectados por el cambio climático. El cambio climático es el fantasma de los impactos futuros. Tiene el potencial de intensificar a niveles incluso mayores lo que hemos hecho los humanos. Existen evaluaciones fiables que concluyen que una de cada seis especies está amenazada de extinción si continúa el cambio climático.

La comunidad científica lleva dando la voz de alarma sobre el cambio climático durante décadas. La respuesta política y económica ha sido, en el mejor de los casos, indolente. Sabemos que para evitar los peores efectos del cambio climático necesitamos reducir las emisiones rápidamente, ahora.

El repentino aumento de cobertura sobre el cambio climático en los medios de comunicación, como resultado de las acciones de Extinction Rebellion y de la pionera de las huelgas escolares por el clima Greta Thunburg, demuestran que hay un amplio segmento de la sociedad que está despertando a la necesidad de acciones urgentes. ¿Por qué se ha tenido que llegar a ocupar la Plaza del Parlamento en Londres o a que niños por todo el mundo salgan de las escuelas para conseguir que se escuche este mensaje?

Hay otra manera de considerar como hemos estado reaccionando al cambio climático y a otros retos medioambientales. Es emocionante y terrorífico a la vez. Es emocionante porque ofrece una nueva perspectiva de cómo podríamos evitar la inacción. Terrorífico porque, si no tenemos cuidado, podría llevarnos a la resignación y al parálisis.

Porqué una explicación a nuestro fracaso colectivo contra el cambio climático es que dicha acción colectiva sea quizá imposible. No es que no queramos cambiar, es que no podemos. Estamos encerrados en un sistema a escala planetaria que aunque esté construido por humanos, esta mayormente fuera de nuestro control. Este sistema se denomina la tecnosfera.

La tecnosfera

Término acuñado por el geocientífico estadounidense Perter Haff en 2014, la tecnosfera es el sistema formado por individuos humanos, sociedades humanas, y cosas. Desde el punto de vista de las cosas, los humanos hemos producido 30 billones de toneladas métricas de cosas. Desde rascacielos a CDs, desde fuentes a juegos de fondue. Gran parte son infraestructuras, como carreteras y ferrocarril, que conectan a los humanos entre ellos.

Junto con el transporte físico de los humanos y los bienes que consumen, esta la transferencia de información entre los humanos y sus máquinas. Primero a través de la palabra, luego en pergamino y en documentos de papel, luego en ondas de radio convertidas en sonido e imágenes y más tarde la información digital enviada por internet. Estas redes facilitan la creación de comunidades humanas. Desde las bandas errantes de cazadores-recolectores y pequeñas tribus agrícolas, hasta los habitantes de una mega ciudad que aglutina a más de 10 millones de habitantes, el Homo sapiens es una especie fundamentalmente social.

Tan importante, pero menos tangible, es la sociedad y la cultura. El reino de las ideas y las creencias, de los hábitos y las normas. Los humanos hacen muchísimas cosas diferentes porque en asuntos importantes ven el mundo de maneras diferentes. A menudo se cree que estas diferencias son la causa de nuestra incapacidad de actuar efectivamente a nivel mundial. Para empezar, no existe un gobierno mundial.

Pero a pesar de lo diferentes que podamos ser, la gran mayoría de la humanidad se comporta ahora de maneras fundamentalmente similares. Sí, todavía hay nómadas que deambulan por las selvas tropicales, y gitanos marineros errantes. Pero más de la mitad de la población mundial vive ahora en ambientes urbanos y casi todos están conectados de alguna manera a actividades industriales. La mayor parte de la humanidad está fuertemente involucrada en el complejo sistema industrial globalizado que es la tecnosfera.

Sobre todo, el tamaño, la escala y el poder de la tecnosfera ha crecido de forma dramática desde la Segunda Guerra Mundial. Este enorme aumento del número de humanos, de su consumo de energía y materiales, de la producción de alimentos y del impacto medioambiental se conoce como la Gran Aceleración.

La tiranía del crecimiento

Parece sensato asumir que la razón por la que se crean los productos y servicios es para que se puedan comprar y vender y para que quienes los fabrican puedan tener un beneficio. Por esto es que el deseo por la innovación, por teléfonos más pequeños y más rápidos por ejemplo, está motivado por el ser capaz de ganar más dinero vendiendo más teléfonos. En línea con esto, el escritor medioambientalista George Monbiot argumento que la causa principal del cambio climático y de otras catástrofes medioambientales es el capitalismo y como consecuencia, cualquier intento de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero fracasará si permitimos que el capitalismo continué.

Pero dejando de lado el esfuerzo de productores individuales, e incluso a la humanidad, permítannos utilizar una perspectiva completamente diferente, una que trasciende a las críticas al capitalismo y a otras formas de gobierno.

Los humanos consumen. Primeramente, debemos comer y beber para mantener nuestro metabolismo y continuar vivos. Más allá de eso, necesitamos cobijo y protección de los elementos físicos.

También están las cosas que necesitamos para funcionar en nuestros diferentes trabajos y actividades y para viajar desde y hasta esos trabajos y actividades. Y después de eso está el consumo más discrecional: Televisores, consolas de videojuegos, joyas, moda.

El objetivo de los humanos en este contexto es consumir productos y servicios. Cuanto más consumimos, más materiales se extraen de la Tierra, más recursos energéticos se consumen, y más fabricas e infraestructuras se construyen. Y finalmente, más crece la tecnosfera.

El surgimiento y el desarrollo del capitalismo, obviamente llevó al crecimiento de la tecnosfera: la aplicación de mercados y de sistemas legales, permite un aumento del consumo y por ende el crecimiento. Pero otros sistemas políticos pueden servir al mismo objetivo, con distintos grados de éxito. Recuerden la producción industrial y la contaminación ambiental de la antigua Unión Soviética. En el mundo moderno, todo lo que importa es el crecimiento.

La idea de que el crecimiento está detrás de nuestra civilización insostenible no es un concepto nuevo. Como es sabido, Thomas Malthus argumentaba que existían límites al crecimiento de población humana, mientras que el libro del Club de Roma de 1972, Limites al Crecimiento (Limits to Growth), presentó resultados simulados que apuntaban al colapso de la civilización mundial.

Hoy en día, las narrativas alternativas a la agenda del crecimiento están ganando tracción política con un Grupo Parlamentario de Todos los Partidos convocando reuniones y actividades que se toman en serio las políticas de decrecimiento. Y frenar el crecimiento dentro de los límites medioambientales es de suma importancia para la idea de un Green New Deal, que ahora se está debatiendo con seriedad en EE.UU, Gran Bretaña y otras naciones.

Si el crecimiento es el problema, entonces solo tenemos que ponernos a trabajar en ello, ¿no? No será fácil, ya que el crecimiento está integrado en cada aspecto de la política y la economía. Pero al menos, podemos imaginarnos como sería una economía de decrecimiento.

Mi miedo, sin embargo, es que no seremos capaces de frenar el crecimiento de la tecnosfera incluso si lo intentamos, porque en realidad no lo controlamos.

Límites a la libertad

Puede parecer un sinsentido que los humanos sean incapaces de realizar cambios importantes en un sistema que ellos mismos han construido. Pero ¿qué libertad tenemos? En lugar de ser los amos de nuestro propio destino, puede que tengamos nuestra capacidad de actuar bastante restringida.

Como las células sanguíneas individuales fluyendo a través de los capilares, los humanos son parte de un sistema a escala mundial que cubre todas sus necesidades y del que han llegado a depender completamente.

Si te montas en el coche para ir a un lugar en particular, no puedes viajar en línea recta directa a tu destino, como haría un pájaro. Usarás carreteras que en algunos casos son más antiguas que tu coche, que tú, o incluso que tu nación. Una parte significativa del trabajo y del esfuerzo humano está dedicado a mantener este tejido de la tecnosfera: arreglando carreteras, líneas de ferrocarril, y edificios, por ejemplo.

En ese sentido, cualquier cambio debe ser incremental porque debe usar lo que las generaciones actuales y pasadas han construido. Encauzar a la gente a través de redes de carreteras parece una forma trivial de demostrar que lo que pasó en el pasado puede constreñir el presente, pero el camino de la humanidad hacía la descarbonización no va a ser directo. Debe comenzar desde aquí y, al menos al principio, usar las rutas de desarrollo existentes.

Esto no tiene la intención de excusar a los políticos por su falta de ambición, y su cobardía. Pero indica que hay razones más profundas por las que las emisiones de carbono no están disminuyendo incluso cuando parece que hay noticias cada vez más halagüeñas sobre alternativas a los combustibles fósiles.

Piénsalo: a escala mundial, hemos sido testigos de un rápido desarrollo en la generación de energía solar, eólica y otras fuentes de energía renovable. Pero las emisiones de gases de efecto invernadero continúan subiendo. Esto es porque las renovables promueven crecimiento, simplemente representan otra manera de extraer energía, en lugar de reemplazar una existente.

La relación entre el tamaño de la economía mundial y las emisiones de carbono es tan fuerte que el físico estadounidense Tim Garret ha propuesto una formula muy simple que une ambos conceptos con una exactitud asombrosa. Utilizando este método, un científico atmosférico puede predecir el tamaño de la economía mundial durante los últimos 60 años con una precisión enorme.

Pero correlación no implica necesariamente causalidad. Que haya habido una relación estrecha entre el crecimiento económico y las emisiones de carbono no significa que ha de continuar indefinidamente. La explicación tentadoramente simple de esta relación es que la tecnosfera puede verse como un motor: uno que funciona para hacer coches, carreteras, ropa, y cosas, incluso personas, usando la energía disponible.

La tecnosfera todavía tiene acceso a suministros abundantes de combustibles fósiles de alta densidad energética. Y por tanto, la separación absoluta entre las emisiones mundiales de carbono y el crecimiento económico no tendrá lugar hasta que estos no se acaben, o hasta que la tecnosfera haga finalmente la transición a una generación de energía alternativa. Eso bien puede quedar pasada la zona de peligro para los humanos.

Una conclusión repugnante

Acabamos de empezar a apreciar que nuestra influencia en el sistema terrestre es tan grande que posiblemente hayamos dado lugar a una época geológica nueva: el Antropoceno. Las rocas de la tierra serán testigos del impacto de los humanos mucho después de que desaparezcamos. La tecnosfera puede considerarse el motor del Antropoceno. Pero eso no significa que lo estemos impulsando. Puede que hayamos creado este sistema, pero no está construido para nuestro beneficio común. Esto va totalmente en contra de como vemos nuestra relación con el sistema terrestre.

Consideremos el concepto de límites planetarios, que ha generado mucho interés científico, económico y político. Esta idea describe al desarrollo humano impactando en nueve límites planetarios, que incluyen el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la acidificación de los mares. Si traspasamos estos límites, el sistema terrestre cambiara en maneras que harán que sea muy difícil, sino imposible, que se mantenga la civilización humana. El valor de la biosfera aquí, por ejemplo, es que nos suministra bienes y servicios. Esto es, lo que literalmente podemos obtener del sistema.

Este mismo enfoque centrado en el individuo debería llevar a un desarrollo más sostenible. Debería restringir el crecimiento. Pero el sistema tecnológico mundial que hemos construido es hábil esquivando esas restricciones. Usa la ingenuidad humana para construir nuevas tecnologías, como la geoingeniería, para reducir la temperatura de la superficie. Eso no detendrá la acidificación de los mares y podría causar el colapso potencial de los ecosistemas marinos. No importa. La limitación climática se habrá evitado y la tecnosfera podrá ponerse a trabajar para superar cualquier efecto secundario de la pérdida de biodiversidad. ¿Se agotan las reservas de pescado? Cambiamos a la piscicultura o al cultivo intensivo de algas.

Como hemos explicado hasta ahora, no hay nada que evite que la tecnosfera liquide la mayor parte de la biosfera de la tierra para satisfacer su crecimiento. Mientras haya bienes y servicios que consumir, la tecnosfera podrá seguir creciendo.

Y así que puede que tanto aquellos que temen el colapso de la civilización como aquellos que tienen una fe permanente en que la innovación humana será capaz de solucionar todos los problemas de sostenibilidad, estén equivocados.

Después de todo, una población mucho más pequeña y mucho más rica, del orden de cientos de millones, podría consumir más que la actual población de 7,6 miles de millones o la población estimada de nueve mil millones para mitad de siglo. Aunque habrá disturbios generalizados, la tecnosfera puede que sea capaz de capear un cambio climático más allá de los 3ºC. No le importa, no le puede importar, que miles de millones de personas hayan muerto.

Y en algún momento del futuro, la tecnosfera podría incluso funcionar sin humanos. Nos preocupa que los robots nos quiten el trabajo. Quizá debería preocuparnos más que nos quiten el papel de consumidores alfa.

Plan de escape

La situación puede parecer bastante desesperada. Sea mi argumento una representación acertada o no de nuestra civilización, existe el riesgo de que se produzca una profecía autocumplida. Porque si creemos que no podemos ralentizar el crecimiento de la tecnosfera, ¿para qué vamos a preocuparnos?

Esto lleva la cuestión de “¿qué puedo hacer yo?” a la de “¿qué puede hacer nadie?” Mientras que volar menos, comer menos carne y productos lácteos e ir en bici a trabajar son iniciativas loables, no suponen vivir fuera de la tecnosfera.

No es que demos un consentimiento tácito a la tecnosfera al usar sus carreteras, ordenadores o alimentos cultivados de manera intensiva. Es que al ser miembros productivos de la sociedad, al ganar y gastar, y sobre todo al consumir, estamos ayudando a su crecimiento.

Quizá la mejor manera de evitar el fatalismo y el desastre sea la aceptación de que los humanos no controlamos realmente nuestro planeta. Este sería un paso vital que podría darnos una perspectiva más amplia que no solo incluya a los humanos.

Por ejemplo, la actitud económica generalizada hacia los árboles, las ranas, las montañas y los lagos es que solamente tienen valor si nos proporcionan algo. Esta visión los clasifica como meras materias primas para explotar y depósitos para desechos.

¿Y si pensásemos en ellos como componentes o incluso como nuestros compañeros en el complejo sistema terrestre? Las cuestiones sobre desarrollo sostenible se transforman en cuestiones sobre como el crecimiento de la tecnosfera puede acomodar sus problemas, intereses y bienestar además de los nuestros.

Esto puede generar cuestiones que parecen absurdas. ¿Cuáles son los problemas o intereses de una montaña? ¿Los de una pulga? Pero si continuamos enmarcando la situación en términos de “nosotros contra ellos”, del bienestar humano por encima de todo en el sistema terrestre, entonces puede que estemos amputando la mejor manera de protección contra una tecnosfera peligrosamente incontrolada.

Así que la protección más efectiva contra el colapso del clima puede que no sean las soluciones tecnológicas, sino volver a imaginar de una manera más fundamental lo que supone vivir bien en este planeta en particular. Puede que estemos gravemente restringidos en nuestra capacidad de cambiar y refundir la tecnosfera, pero deberíamos ser libres para concebir futuros alternativos. Hasta ahora nuestra respuesta al reto del cambio climático muestra un fallo fundamental en nuestra imaginación colectiva.

Para entender que estas en una cárcel, antes debes de ser capaz de ver los barrotes. Que esta cárcel fue creada por humanos durante muchas generaciones no cambia el resultado de que actualmente estamos estrechamente ligados a un sistema que podría, si no actuamos, llevarnos a la pobreza e incluso a la muerte de miles de millones de personas.

Hace ocho años, desperté a la posibilidad real de que la humanidad se esté enfrentando al desastre. Todavía puedo oler el café malo, todavía puedo recordar mi intento desesperado de encontrar sentido a las palabras que estaba escuchando. Aceptar la realidad de la tecnosfera no significa rendirse, o volver a nuestras celdas con resignación. Significa conseguir una nueva pieza vital del mapa y planear nuestro escape.

James Dyke, profesor asociado en Sistemas Globales, Universidad de Exeter, para The Conversation

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=256877

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Redacción: Hatsnew

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Fuente: https://wwwhatsnew.com/2019/06/06/cursos-online-gratis-ciencias-sociales/

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Amadou Diaw: “En África sopla un nuevo viento: las mujeres y los jóvenes vienen fuertes, van a cambiar el continente”

Redacción: El País

Amadou Diaw es una persona clave en el desarrollo educativo de Senegal en el último cuarto de siglo y uno de los principales mecenas culturales de Saint Louis

Impecable en estilo y formas, Amadou Diaw (Dakar, 1961) abre cada día las puertas de su casa, situada en el sur de la isla de Saint Louis, en el barrio de Sindoné, a mucha gente, según vaya surgiendo. Es el espíritu de la teranga senegalesa que él reivindica: la acogida, la hospitalidad, la fluidez en las relaciones.

Invita a entrar no solo a un antiguo almacén de la época colonial magníficamente rehabilitado y reconvertido en vivienda con vistas al río Senegal, sino también a un fondo pictórico homenaje al primer pintor de Saint Louis, Iba N’diaye, a decenas de obras sobre las artes y culturas de Senegal y a una cocina en donde se experimenta la fusión gastronómica y se revisitan platos tradicionales.

Diaw es una figura inevitable en el impulso cultural actual en la ciudad. Todas las pistas llevan a él, en todos los encuentros sale su nombre. El que fue y sigue siendo un gran hombre de negocios, dice no buscar reconocimiento político, sino devolver a la ciudad de la que se siente originario, “lo que pueda aportar” al final de su carrera. Por esa razón, desde hace unos años su proyecto faro es la revitalización de Saint Louis, que para él representa los pilares que África debe exportar al mundo.

Un mediodía de abril nos recibe en su despacho, rodeado de libros y cuadros, y fotos en las que se le ve con todos los jefes de Estado que ha tenido el país desde su independencia. Poco importa el bando político. Su secretaria entra y sale de la pieza ordenando papeles hasta que Diaw silencia el teléfono: se sienta cómodo en un sillón de cuero marrón, sin más expectativas que conversar.

Pregunta: Usted ha nacido en Dakar, pero se reivindica saintlouisien. ¿Cuál es el encanto de esta ciudad? Háblenos de la historia de Saint Louis.

Respuesta: Saint Louis ha tenido varias vidas. Aún no se sabe científicamente si ha habido población antes de la llegada de los colonos, lo que sí es seguro es que cuando llegan los primeros franceses a la zona, venidos de Normandía, negocian la isla con los jefes tradicionales a través de un contrato por el cual, para asentarse, tuvieron que pagar algo a modo de alquiler en el que se incluían barras de hierro, muchas telas, y también aguardiente. Tras ellos, por aquí pasaron muchos pueblos: ingleses, marroquíes, sirio-libaneses, bambaras desde Malí, otros reinos del interior de Senegal… Saint Louis es una ciudad en la que se han superpuesto diferentes civilizaciones a lo largo de la historia. Su particularidad es ese mestizaje: africanos, europeos, árabes, bereberes, cristianos, musulmanes… Cada una de las comunidades aportó algo. El Saint Louis del que estamos orgullosos no lo ha creado una sola comunidad: han sido todas y cada una de ellas.

¿Cuál sería para usted una época importante pero quizá poco conocida de la historia de la ciudad?

En la época de las independencias, Saint Louis juega un papel extraordinario y poco conocido, y de la que estamos montando una exposición para dar a conocer a la población. La gran presencia de gente de ultramar en la etapa de entreguerras en Francia propició el encuentro de grandes intelectuales como Aimé Césaire, Léopold Sédar Senghor, Léon-Gontran Damas, quienes, influenciados también por las teorías sobre la raza que llegaban desde la comunidad negra de América, crearon la corriente literaria y política de la Negritud. La expansión de estos mensajes de reivindicación de pertenencia al mundo negro (tanto África, como el Caribe, las Antillas, Guadalupe, etc.) se hace alrededor de una casa editorial, Présence Africaine, fundada por un saintlouisien, Alioune Diop.

En el ámbito político aparece otro importante hombre de la ciudad: Lamine Guèye, diputado francés originario de Saint Louis que consigue hacer pasar una ley que se conoce como la Ley Lamine Guèye por la cual ya no solo eran considerados como ciudadanos franceses los habitantes de Dakar, Gorée, Rufisque y Saint Louis, sino todas las personas del África Occidental Francesa y territorios de ultramar.

En el plano educativo, es importante resaltar que todos los líderes africanos de ese período de la historia fueron formados en Senegal: las mujeres en Rufisque y los hombres entre Gorée y Saint Louis. En el sur de la isla, desde la escuela que hoy se llama Ameth Fall hasta el liceo Faidherbe, se formaron la mayoría de los hombres que después construyeron el África independiente. Saint Louis es la ciudad colonial, pero también es donde nacen los movimientos políticos que se opusieron a la colonización.

En este contexto, ¿cuál es la historia de Amadou Diaw?

Yo vengo de ese Saint Louis: mi referente es Lamine Guèye; mi abuelo fue un médico muy respetado, en mi familia ha habido políticos, escritores, hombres de la administración que han sido clave en la construcción del país. ¡Si me pinchas en las venas, no sale sangre, sale Saint Louis!

Nací en Dakar porque a finales de los años cincuenta la capital senegalesa se traslada allí y, con ella, parte de mi familia. Crezco allí, pero con una cultura saintlouisienne muy fuerte. Por eso me considero un retornado: vuelvo a mis orígenes.

El Saint Louis del que estamos orgullosos no lo ha creado una sola comunidad: han sido todas y cada una de ellas

Efectivamente, en los últimos años vuelve a la ciudad con un proyecto de renovación cultural, ¿por qué la cultura?

La cultura porque está ligada a la educación, sector al que me he dedicado durante 25 años: no se puede construir un buen sistema educativo sin enseñar cultura. Y en ese sentido, Saint Louis es un polo de creación inigualable: música, danza, teatro, pintura… ¡Todo eso en una pequeña superficie! No conozco una densidad tan fuerte de creatividad en otra ciudad de África del oeste. Saint Louis es la capital cultural de África, aunque no está suficientemente presentada al mundo.

Apuesta especialmente por la fotografía, ¿qué le atrae de esta disciplina?

En esta ciudad nació la fotografía africana. Aunque Bamako (Malí) se haya llevado ese título, ¡fue aquí! Así que quiero revivir ese espíritu. Todos mis proyectos culturales van a confluir en los Museos de la Fotografía, ya que es una herramienta potentísima y tenemos que usarla para inmortalizar nuestro modo de vida, antes de que desaparezca.

Ese es también el espíritu de su otro gran proyecto, el Foro Saint Louis: mostrar los valores africanos al mundo.

Así es. Pensamos que África tiene mucho que ofrecer al mundo: tolerancia, apertura, elegancia, mestizaje, historia… Son elementos que hay que exportar, y Saint Louis es el ejemplo.

La primera edición de este foro ha sido en la ciudad, pero después ha volado a otras latitudes… ¿Aquí no ha funcionado?

Sí, y volverá, pero si mandamos el mensaje de Saint Louis solo a la ciudadanía africana no tiene tanto impacto. Hay que dirigirlo al mundo. Es el mundo el que necesita escuchar esos mensajes. El año pasado lo llevamos a Essaouira (Marruecos) y este año iremos a Berlín (Alemania). Y seguiremos, espero que en Asia, América…

¿Puede ser una contribución para cambiar las relaciones neocoloniales?

Si vamos a Berlín es porque fue allí donde se hizo la Conferencia de Berlín, en la que las potencias europeas se repartieron África en 1884. Es allí donde vamos a presentar un África unida y fuerte. A explicar al mundo que el África de ahora no es el que se diseñó en Europa a finales del siglo XIX.

En su apuesta cultural por la ciudad, ¿cuáles son los retos a los que se enfrenta?

Principalmente, hay un problema de accesibilidad a la ciudad desde el punto de vista de las infraestructuras y el transporte. Hay que hacer un buen Plan Marshall para la cultura en Saint Louis, y no creo que sea una cuestión de dinero solamente. El dinero se encuentra. Es una cuestión de compromiso y voluntad. En este proyecto hay que movilizar tanto a los saintlouisiens del mundo como a los habitantes de la ciudad. Si esto ocurre vendrán los inversores internacionales.

¿La implicación de la población?

Como en todos los países, en la cultura hay dos velocidades. La mayoría de la gente se interesa por la danza y a la música tradicional, pero hay una brecha: no a todo el mundo le interesa visitar un museo o entiende el arte contemporáneo. Yo creo que hay que ganarse a la población a través de la educación, introduciendo el arte en las escuelas.

Vamos a explicar al mundo que el África de ahora no es el que se diseñó en Europa a finales del siglo XIX

¿Cómo ve Saint Louis en 2029?

Espero, creo, sueño que en diez años Saint Louis será la ciudad africana de la cultura porque se accederá a ella sin dificultad, gracias a medios de transporte modernos para llegar desde Dakar. La entrada de la ciudad estará limpia y arreglada y habrá una población receptiva que dará la bienvenida con una gran sonrisa al visitante.

Las casas estarán rehabilitadas, según las normas Unesco, y espero que el río esté más cuidado y limpio de lo que está ahora. Tendremos un centro dinámico, con tiendas alrededor.

También veremos una ciudad religiosa con escuelas coránicas estructuradas, porque hay importante tradición de enseñanza del Corán aquí, y espero que la comunidad católica también tenga su catedral debidamente restaurada para rezar en la ciudad.

Para hacer todo lo que usted propone también hace falta voluntad política, ¿ve ese compromiso en la clase política actual?

No en la de hoy pero sí en la de mañana. Es la juventud que viene la que cambiará las cosas. Los políticos de hoy en día fueron formateados para otras cosas. En África hay un nuevo viento que sopla: las mujeres y los jóvenes vienen fuertes y van a cambiar el continente. Nadie podrá pararlos: van a cambiar el continente.

¿Hay alguna cosa que Amadou Diaw haya querido hacer pero que no haya sido aun posible?

¡No es posible no es saintlouisien! Aquí hacemos todo los días… Pero no tenemos prisa: nos tomamos nuestro tiempo.

AMADOU DIAW, EL EMPRESARIO QUE SUEÑA CON UNA NUEVA ÁFRICA

El hombre de negocios y fundador de un imperio en el ámbito de la educación superior privada en Senegal quiere promover otra imagen del continente y conectarlo al resto del mundo por sus valores y la excelencia de su juventud.

Amadou Diaw (Dakar, 1961) es un hombre atento, visionario y ambicioso, formado en una “cultura de la excelencia” que hoy reivindica y replica en cada acción que emprende tanto en su país natal, Senegal, como fuera de él.

Economista formado en Francia y en diversos organismos internacionales como la Organización Internacional del Trabajo, la Banca Mundial o las universidades de Georgetown o Harvard en Estados Unidos, pronto se lanza al ámbito privado en la agroindustria y después al sector de los seguros siempre en el extranjero y con cargos de importante nivel.

Con este bagaje, en 1986 vuelve a su país natal para continuar una fulgurante carrera con puestos de gran responsabilidad como Director Ejecutivo del Consejo Nacional de Empleadores de Senegal (CNES) y participando en las negociaciones para la puesta en marcha de la Nueva Política Industrial de Senegal (NPI) y las Políticas de Ajuste Estructural (PAS), desarrollando herramientas para el apoyo al sector privado que serán replicadas en la subregión por cuenta de la Banca Mundial.

Sin embargo, es por la labor en el ámbito de la educación superior, que su figura es ampliamente conocida. En 1992, cuando aún no había un marco regulador, Diaw funda el Instituto Superior de Management (ISM) en Senegal, la primera escuela privada de negocios del África Francófona que cumple ahora su cuarto de siglo.

Esta institución, que ocupa hoy en día un tercio de los establecimientos de educación superior en el país, se ha convertido en un referente en la subregión con ocho campus en Senegal que cuentan con cerca de 5.000 estudiantes de 30 nacionalidades, más de 50 convenios firmados con universidades de todo el mundo y otros 200 con empresas de diferentes sectores. Su calidad ha sido labelizada como Centro de Excelencia por la Unión Económica y Monetaria de África del Oeste (UEOMA) en 2005 y ocupa las primeras plazas en las clasificaciones de las bussiness schools de todo el continente.

Su modelo ha sido valorado por líderes internacionales del sector y acogido por el grupo Galilleo, tercer operador mundial en el ámbito de la educación, con quien Diaw se ha asociado recientemente para extenderse a otras capitales como Abiyán o Libreville. El éxito de la fórmula se basa en el desarrollo integral de la persona como individuo al servicio de la sociedad. “Debemos formar personas capaces de adaptarse a lo que viene, y no a una profesión, pues vivimos en un mundo en continua transformación”, afirma Diaw y añade que “los sistemas universitarios clásicos no tienen la suficiente flexibilidad para adaptarse a los cambios a la misma velocidad que lo hacen los privados, por la burocratización que les caracteriza”.

Fuente https://elpais.com/elpais/2019/05/28/planeta_futuro/1559063039_384395.html

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¿Educación permanente, educación abierta o educación para la vida?

Por: Beatriz Villarreal.

El origen de la educación está en la libertad cuando el humano descubre que necesita tomar decisiones para ser y vivir. Necesita aprender para vivir y luchar, para pensar y definir por sí mismo(a) lo que considera que es lo mejor. Quiere y necesita  desarrollar sus  cualidades para la vida. Para decidir por sí y para sí. Para ser libres  las personas toman conciencia de la importancia y del significado para el ejercicio de esa libertad durante toda su vida, pues tanto la libertad como la educación son procesos  de aprendizaje abiertos en constante crecimiento que le permiten poder  aprender, conocer y reflexionar con criterio propio.  Nunca se acaba de aprender. Cada vez somos más libres y podemos aprender más. La crítica que hace el filósofo español Emilio Lledó al concepto actual de educación permanente es que  la educación sigue siendo considerada un proyecto parcial o temporal, con ir a la escuela por unos años los capacita y es suficiente para conocer todo lo que existe y de manera permanente.

Este autor opina que al concepto de educación permanente actual  se le sigue dando el énfasis que continúa la concepción tradicional de educación. No se especifica ni se demuestra que la educación tiene que estar presente en toda la vida de la persona. Para Lledó la educación permanente tiene que proyectarse más allá del aula o de la escuela. Rebasar su acción más allá del sistema escolar. Y recoger la posibilidad de ejercer funciones educativas a otras agencias o agentes sociales además del profesor. Esta definición la realiza retomando de la concepción del escritor Manuel Pereira López  escribió en 1977. Esto le permitió poner en contexto y exponer las dimensiones y potencialidades que guarda el concepto de educación permanente. Según las definiciones teorizadas con distintas perspectivas y críticas permiten  superan la perspectiva tradicional que se le da dado a la idea  permanente como parcial y desactualizada.

Además para continuar con la amplia relación entre educación y libertad es importante incorporar la definición de la  UNESCO  de 1996.  Es la noción que produce la verdadera significación de la educación moderna y aquella que debe inspirar todos los esfuerzos de renovación. Lledó profundiza esta teoría con un escrito de Juan de Amos del siglo XVII donde señala que “de la misma manera que para el género humano el mundo es una escuela, desde el comienzo de los tiempos, así también par el individuo es una escuela su vida entera desde que nace hasta que muere”.  Y para Condorcet  en 1792 “es ofrecer a todos los individuos de la especie humana los medios para satisfacer sus necesidades de asegurar su bienestar, de conocer y ejercer sus derechos, de saber y cumplir sus deberes”. Educar para Lledó es hacer posibles en el individuo los logros mejores de una colectividad. Esto le permite superar una educación parecida a un adoctrinamiento que lo aniquila y lo embrutece, sino que es algo que lo libera. Esta liberación es creación que lo hace poner sobre el plano de la naturaleza un producto único y exclusivamente humano que es la cultura.

La educación tiene que ser permanente si lo hace capaz de mirar más allá de lo inmediato y simple. E ir hacia el  desarrollo de la sensibilidad y la inteligencia humana. Educar es todo lo que fomente este despliegue y al mismo tiempo es lo que esfuerza por extender en la mayoría de los hombres esos deseos, integrando todos los conocimientos en la vida y la solidaridad de la comunidad que los produce. Es por esta razón que la educación siempre es permanente. Se aprende desde la vida, la escuela está hecha de la misma materia que la vida. La vida es múltiple y complicada e infinitamente más rica que el catecismo que muchas veces le impone el poder a la educación escolar. No hay separación entre vida y escuela, ambos son vasos comunicantes.

En el mundo actual ante y con la aceleración histórica se aprenden y transmiten con gran rapidez los logros y los errores. La cultura y la comunicación son instantáneas. Por lo que se impone la dialéctica del error, el logro y la esperanza a lo que antes era el “todo es igual”. Este tipo de enseñanza permite replantear los supuestos metodológicos de la enseñanza tradicional que para Harold y June Shane  en 1974 la pensaron como una revolución necesaria para la práctica de la enseñanza que va: 1) del aprendizaje singular al aprendizaje múltiple. 2) De la incorporación pasiva de respuestas a la búsqueda activa de ellas. 3) De programas rígidos a programas flexibles. 4) De entrenamiento de saberes formales a construir actitudes que estimulen la necesidad y búsqueda de conocimientos. 5) De la iniciativa y dirección del profesor a la planificación común de iniciativas. 6) De contenidos aislados a contenidos interrelacionados. 7) De respuestas memorizadas a planteamientos de problemas. 8) De la importancia de los libros de textos al uso de otros medios complementarios de la pura información. Y 9) Del dominio pasivo de la información a la estimulación activa  del entendimiento. Estos planteamientos son parte de las visiones nuevas en educación que son resultado de la ampliación de la base teórica, concepción, definición y profundización de  la teoría  educativa anterior.

Porque hoy las formas de vida están menos ligadas a la tradición que en épocas anteriores ya que les ha permitido a las sociedades democráticas, cada vez más, construir un territorio neutral, menos ideológico, sobre el que le permitan levantarse las ideas que determinen las actuaciones del futuro. Y renovar los métodos educativos anticuados  de sus ideologías. Son superados pues en estos días los materiales de instrucción pueden estar en todas las acciones sociales, técnicas y científicas que se están realizando constantemente en el propio proceso de la vida colectiva global. Con esta gran innovación, la vida misma alumbra y adquiere un auténtico valor educativo, según lo evidenció B. Suchodolsky desde el año 1975 cuando afirmó que “De hecho el cine, la radio, la prensa, etcétera, no son unos centros separados de la vida, como la escuela, sino que forman parte integrante de la vida”. Y son el dominio inmenso  a los que se denominan como los medios de comunicación de masas que tanto influencia tienen  en la vida cotidiana de todos nosotros (as).

Esta es in situación inusitada que se tiene que tomar en cuenta. Nunca antes han coincidido tantas instancias que se pueden calificar de educativas  que ofrecen contenidos educativos a  escuelas y universidades, sistemas de valores, doctrinas religiosas, grupos familiares, productos culturales e ideologías políticas. Para hacer realidad la  identificación entre educación y libertad los proyectos educativos deben ser permanentes, abiertos y para la vida. Para mantener el fecundo equilibrio entre las experiencias y los conocimientos  que se ofrecen a la creatividad material e inmaterial de los individuos que los asume y asimila.

Fuente del artículo: https://www.horizontegt.com/beatriz-villarreal/2018/12/4/educacin-permanente-educacin-abierta-o-educacin-para-la-vida-beatriz-villarreal

 

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“En Brasil se ve a los artistas como enemigos y a los intelectuales como seres despreciables”

Redacción: El Espectador

La cinta brasileña Bacurau, dirigida por Kleber Mendoça Filho y Juliano Dornelles, opta por la Palma de Oro en el Festival de Cannes.

Mientras las calles de más de 150 ciudades en Brasil se abarrotaban de manifestantes contra los recortes en el sector educativo, en el Festival de Canneslos directores Kleber Mendoça Filho y Juliano Dornelles, flanqueados por varios de sus actores, avanzaban por la alfombra roja del Grand Théâthe Lumière

Más que una ironía, fue una feliz coincidencia que el estreno mundial de Bacurau sucediera casi al unísono de la multitudinaria demostración. “En un momento en el que se está intentando destruir la cultura y el arte en Brasil y se trata de ocultar lo que hacemos, es fantástico tener en Cannes esta película”, afirmaba después de la premiere el co-director Kleber Mendoça Filho, quien junto a Juliano Dornelles desarrolló la historia de esta cinta que compite por la Palma de Oro en el Festival de Cannes.

Bacurau cuenta de un pueblo que tratan de desaparecer del mapa, aislando a sus habitantes, restringiéndoles el suministro de agua y hasta sembrando el terror. Sonia Braga, Udo Kier Bárbara Colen y Thomas Aquino, son algunos actores que conforman el nutrido ensamble de este filme que ha generado excelentes críticas.

En esta magnífica mezcla de spaghetti western, suspenso, ciencia ficción y realismo mágico, el co-director Dornelles cuenta que el cruce de géneros fue surgiendo a medida que escribían las escenas, donde se plantean temas que remiten a la realidad de Brasil.

Aunque de inmediato se pueda pensar que Bacurau guarda una relación estrecha con la situación actual del país, Dornelles apunta que más bien “es una coincidencia, porque este proyecto lo iniciamos hace casi 10 años, las motivaciones son poco políticas, pero tienen más que ver con la manera como deberían ser las cosas, sobre todo desde el punto de vista social y humano”.

Bacurau es una potente propuesta, que desconcierta pero atrapa. Entre los varios temas que plantea se encuentra la corrupción, el pulso por mantener el poder y someter a los habitantes de esa localidad. “Es una película política pero no como los filmes de Costa Gavras u Oliver Stone que son políticos de una manera muy frontal”, aclara Mendoça Filho y agrega que así mismo se trata sobre el poder de la historia en una nación relativamente joven, de apenas 500 años.

“La historia suele repetirse de muchas maneras”, apunta Mendoça Filho cuando se le pregunta si de alguna manera la historia planteada en Bacurau refleja la colonización de la que también fue objeto Brasil. “Ese tipo de contextos se repite, como si el mundo diera marcha atrás haciendo círculos, y ante eso la resistencia es una posibilidad”, tal como sucede en esta cinta brasileña que desde su estreno se coloca como una de las favoritas en la contienda por la Palma de Oro.

Sin embargo el co-director se muestra realista, “no siempre ejercer resistencia tiene éxito, pero por ciertas razones en esta película sí que lo consigue, tal vez por fantasear en darle una patada en el trasero a alguien poderoso”, apunta.

Fuente: https://www.elespectador.com/noticias/cultura/en-brasil-se-ve-los-artistas-como-enemigos-y-los-intelectuales-como-seres-despreciables-articulo-861253

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La comunidad civilizada (o de creencias, ofensas y razón)

Por:  José María Agüera Lorente

«Creo que el edificio de la civilización está siempre en peligro de derrumbarse y que hace falta una continua vigilancia para sostenerlo».
(Antonio Muñoz Molina, Todo lo que era sólido)

 

Somos muy afortunados todos los que vivimos en una sociedad en la que es posible abrir espacios y dedicar momentos al diálogo. En un tiempo en el que ya se ve que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) no garantizan por sí solas la calidad de los debates, observamos que hay síntomas preocupantes en el uso de las mismas que nos advierten de su poder para generar burbujas, las burbujas de filtros (filter bubble) denunciadas por Eli Pariser, donde creencias de toda laya se retroalimentan al margen del conocimiento. La manipulación de la realidad con fines políticos de siempre ha experimentado esa mutación 2.0 que ha dado en llamarse posverdad o fake news o «hechos alternativos», de efectividad desgraciadamente ya constatada en eventos de cierta trascendencia como las últimas elecciones presidenciales de los EEUU de Norteamérica o el referéndum del Brexit. En este contexto uno aprecia mucho más por contraste el valor de esos debates presenciales en los que personas que no se cruzarían en el ciberespacio o en su discurrir cotidiano tienen la oportunidad de aplicar el siempre sano escepticismo a sus propias ideas merced al estimulante ejercicio de la dialéctica.

Todos solemos andar con los que piensan como uno y leer a los que piensan como uno y escuchar las noticias que confirman las creencias de uno. Es el conocido en psicología como sesgo de confirmación, uno de esos mecanismos inconscientes de nuestra mente que nos lleva a prestar atención únicamente a aquella información favorable a nuestras creencias despreciando toda la que va en su contra. Porque es un hecho asumido por la psicología cognitiva que el individuo sustenta determinadas actitudes y creencias (incluyamos aquí valores) para satisfacer su necesidad de identidad personal y apoyo social. Por eso el librepensamiento siempre tiene un coste psicológico que no todo el mundo está dispuesto a asumir y, por ende, es una actividad más bien rara. Si encima creamos un ambiente hostil al mismo con instituciones que no lo favorecen y modos de vivir tóxicos para su práctica eso que los laicistas llaman libertad de conciencia se convierte en la práctica en un imposible. Elimínesela y se tendrá la prisión perfecta, el definitivo panóptico, esa cárcel para la mente soñada por la distopía de Matrix, sofisticada versión de la caverna platónica.

De modo que –insistamos– somos afortunados los que podemos asistir a espacios en los que se trata de lo contrario, es decir, de crear el ambiente psicológico propicio para el debate de ideas alentado por la vocación de conocer. Esto es civilización. Lo escribió el gran filósofo Bertrand Russell en un momento en el que el mundo estaba aún conmocionado por las dos grandes guerras del siglo XX y se gestaba el paradigma político mundial definido por el poder nuclear. En su delicioso ensayo titulado Las funciones de un maestro respondía así a la pregunta de qué es lo que constituye una comunidad civilizada: «La civilización, en su sentido más importante, es una cosa de la mente, no de los agregados materiales al aspecto físico de la vida. Es una cuestión en parte de conocimiento, en parte emocional». Entiendo que ambas partes son un trabajo comunitario o no lo son. Y son un trabajo porque no se pueden cultivar sus mejores frutos desde un solipsismo irresponsable. Este valdría si no tenemos que convivir; y valdría igualmente a escala colectiva si nos mantuviésemos en aquel mundo tribal de antaño en el que las comunidades humanas eran como universos culturales cuasi aislados y autosuficientes. Ese mundo desapareció al menos hace décadas. Ahora (con)vivimos en sociedades multiculturales: no hay una única moral, no hay una única religión, no hay un único sistema de valores y creencias que rija el pensamiento de las mentes de las mujeres y hombres que las integran. Y, sin embargo, tenemos que convivir (pacíficamente); es lo que a todos nos conviene.

Pensamos a partir de una cultura. Actuamos a partir de creencias y actitudes consolidadas mucho antes de nuestra llegada al mundo que nos toca vivir por la lotería del nacimiento. Y tenemos que empezar a vivir a partir de ellas y en ellas sin haber establecido su fiabilidad, pero en la práctica dando por hecho su verdad. El filósofo que inaugura la modernidad, René Descartes, es reconocido como tal, entre otras cosas, porque se da cuenta de ello: que todas nuestras creencias, en un principio, son prestadas, están tomadas del ecosistema cultural en el que hemos venido a nacer y son asumidas «sin haber sido asimiladas en virtud de la razón»; eso dice en su Discurso del método de 1637, año en el que Europa se halla inmersa en esa atroz guerra de religión que fue la Guerra de los Treinta Años a la que no se le pondría fin hasta que no transcurriesen once años más. La prueba dolorosamente carnal de que política y religión no mezclan bien. Una de esas lecciones de la historia que parece no acabamos de aprender.

Ante la imparable globalización y la realidad multicultural, sobre todo de los países reconocidos como los más desarrollados, el pensamiento posmoderno ofreció la actitud de un resignado relativismo que, siendo flaqueza moral, se presentó como virtud. Porque tal actitud no vale para una convivencia universal que requiere marcos comunes de entendimiento. Estos, por cierto, tienen que ser apreciados en la práctica de la convivencia de las gentes que viven en sistemas de creencias distintos e incluso contrapuestos. Los marcos comunes de entendimiento han de ser apreciados vitalmente a través de las experiencias cotidianas por su utilidad en el cuidado de un estado de cosas que haga posible para toda la ciudadanía alcanzar sus fines personales, los que para cada cual definan una vida buena.

El jueves pasado, 4 de abril, tuve la ocasión de asistir a una más de las interesantes conferencias que conforman el ciclo organizado por Granada Laica y el Seminario Galileo Galilei de la Universidad de Granada (UGR) bajo el título general este curso de Modernidad, ilustración y laicismo. He aquí un ejemplo de lo que decía; una concreción material de ese marco común de entendimiento que necesitan nuestras sociedades diversas y multiculturales; un espacio de diálogo y un tiempo para reflexionar tomando como objeto la esfera de nuestras creencias la cual constituye –como ya se ha dicho– un elemento imprescindible si se quiere comprender el devenir de nuestra especie, su momento presente así como sus opciones de futuro. En esa esfera están nuestros valores, tradiciones y relatos que dotan de sentido lo que hacemos, que lo justifican y explican en gran medida. Sabemos de sobra por la historia que homo sapiens es capaz de lo mejor y de lo peor; que cualquiera de sus epecímenes, dadas unas circunstancias, dará lo mejor de sí y, dadas otras, será capaz de lo peor, por inconcebiblemente inhumano que nos pueda parecer (como el espeluznante genocidio de Ruanda del que en estas fechas se cumplen veinticinco años).

«Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo» fue la frase que nos legó José Ortega y Gasset, réplica al «pienso, luego soy» cartesiano que hacía del sujeto un ente abstracto definido por su mera conciencia. En efecto, importan las circunstancias a la hora de definir quiénes somos y de promover una forma de comportamiento, dada una determinada situación. Ese conjunto de circunstancias puede componer un ambiente psicológico favorable al diálogo como puede contribuir al desencadenamiento de conductas lesivas para la buena convivencia si se constituye en caldo de cultivo de actitudes intolerantes y fanáticas. El conflicto social es un hecho ineludible que ocurre tarde o temprano incluso en las comunidades mejor avenidas. Lo decisivo a la hora de afrontarlo convenientemente es qué clase de actitudes han sido reforzadas en la experiencia cotidiana de los ciudadanos.

Pues bien, tareas como las que lleva a cabo Granada Laica y el Seminario Galileo Galilei convierten en algo vivo –objeto de experiencia al alcance de cualquier ciudadano– el ejercicio de un diálogo que busca el conocimiento a pesar de las creencias en las que todos estamos, contribuyendo así a que las circunstancias sean favorables para el cultivo de la libertad de conciencia, que es un derecho de todos y cada uno si queremos cumplir con el ideal de humanidad.

La última de las conferencias, que tuvo lugar en la susodicha fecha, trató sobre la modernidad en el mundo árabe. Como todas las anteriores, de indiscutible interés, y para el que escribe una magnífica oportunidad de saber algo sobre una cultura que nos es muy desconocida en general, la árabe, a pesar de su indiscutible importancia histórica incluso en la conformación de la propia civilización europea. Muchos y desgraciadamente poderosos son los prejuicios y pobre el conocimiento al respecto (como respecto de otros tantos temas tan importantes o más, desgraciadamente). De la mano de María Isabel Lázaro Durán, profesora de Estudios árabes e islámicos de la UGR, supimos que entre finales del siglo XIX y primera mitad del XX hubo un intento de modernización de una importante cuota de territorios del entorno árabe, emulando en ello el proceso histórico europeo, incluida cierta dosis de feminismo. Por su parte, el profesor Aly Tawkif Eldaly, traductor de origen egipcio, nos ofreció un sintético y ameno relato del devenir de su país natal desde la segunda mitad del siglo XIX hasta nuestros días. No exento de dramatismo hay que decir dado que, a través de su exposición, uno constata cómo el país seguramente decisivo del mundo árabe vio truncadas sus posibilidades de prosperidad pasando de una serie de procesos de reformas modernizadoras a la corrupción institucional galopante, luego a la frustración de la promesa de la primavera árabe y al crecimiento imparable del islamismo hasta llegar al actual gobierno del militar Abdelfatah Al- Sisi.

En el turno de intervenciones del público asistente fue cuando uno pudo disfrutar de las estimulantes posibilidades para el intelecto y el sentido de ciudadanía que ofrece el marco común de entendimiento dentro del que cabe un evento como el que se refiere. En una de las preguntas se planteó la cuestión del islam como obstáculo para el progreso político de los países árabes. Quien introdujo la variable religiosa, apenas presente en el discurso de los ponentes, fue alguien que llevaba puesta una camiseta con la siguiente declaración impresa: «tu Dios no existe sea el que sea». Este ciudadano defendió en su intervención que las creencias eran algo de una decisiva relevancia a la hora de identificar las causas de por qué estados como Egipto parecen hallarse atados a un fatal destino que los mantiene prostrados desde hace décadas si no siglos. Entendía el interviniente que la ausencia de una Ilustración como la europea, que había sido decisiva en el proceso histórico de secularización de las sociedades de nuestro continente, era un hecho a tener muy en cuenta a la hora de construir una explicación plausible, y ponía la consideración de la apostasía en el Corán como prueba del excesivo peso de la religión en las sociedades árabes, mayoritariamente musulmanas y que no parecen avanzar hacia esa secularización sino todo lo contrario. A partir de aquí, las intervenciones de un joven universitario egipcio presente en la sala y de los conferenciantes fueron para negar que el texto sagrado mahometano permitiera la justificación de la intolerancia o incluso estuviese en contra del librepensamiento. Sin entrar en esta polémica teológico-epistemológica, lo que a mí me llamó la atención es cómo se afeó que el iniciador de este debate, que hizo subir de tono la temperatura del diálogo iniciado tras la conferencia (la religión tiene indefectiblemente este efecto), luciera la antes descrita camiseta por considerarla ofensiva para los creyentes que pudieran estar presentes. Es en este punto donde tropezamos con las costuras del valiosísimo marco común de entendimiento, como ocurre cuando se denuncian ofensas contra el sentimiento religioso de los católicos por –digamos– procesionar la escultura de una vulva gigante. Así es como ponemos en riesgo esa civilización que permite la pacífica convivencia de los diversos, cuando confundimos creencia y conocimiento, libre expresión y ofensa.

Mientras oía cómo se desgranaban argumentos de uno y otro lado, me vino a la mente la imagen por mí captada aquella misma mañana de tres mujeres –supongo– que paseaban por una céntrica calle granadina cubiertas (totalmente, cuerpo y rostro) por el negro niqab de uso muy extendido en Arabia Saudí. ¿No ofende esa imagen a quien cuenta con una cierta sensibilidad feminista como no ofende a muchos las imágenes de las cofradías de Semana Santa mediante las que se promueve una supersticiosa idolatría carente de sentido, incluso atendiendo al genuino mensaje evangélico?

Volviendo a la idea de Russell de civilización, a la dudosa fiabilidad de las creencias hay que insuflarles la sensatez del conocimiento y a la emoción de la ofensa la moderación de la actitud de la tolerancia. Por higiene mental, no hay que perder de vista el ideal de la razón, que exige la honestidad intelectual del reconocimiento de la verdad, aunque no nos guste y nos suponga un coste psicológico de difícil asunción por cuanto socava nuestras más queridas convicciones, las que conforman nuestra identidad, que tanto depende de nuestro vinculación al grupo cultural. A juzgar por episodios como el ya expuesto de la conferencia, diríase que los únicos que tienen derecho a ofenderse son los creyentes. Pero a los librepensadores también nos ofende todo aquello que promueve la ignorancia, el secuestro de las mentes y alimenta el espectro del fanatismo, arriesgando una convivencia pacífica en la que se den las condiciones que requiere el cultivo del conocimiento y de las virtudes de la inteligencia. El laicismo es rasgo esencial de la comunidad civilizada que para mantener su vigor debe cuidar el marco común de entendimiento, que es de naturaleza racional o no es, que debe procurar ese conjunto de circunstancias (sobre todo, institucionales) en las que el apego a nuestras creencias no traicione la obligación que nos compromete civilmente con los demás. Eventos cívicos como el organizado por Granada Laica y el Seminario Galileo Galilei dan la ocasión, de un inapreciable valor para el mantenimiento de la salud democrática de una comunidad, de que los ciudadanos experimentemos las bondades de una convivencia civilizada, que sintamos vivencialmente el marco común de entendimiento que hace del fenómeno de la multiculturalidad no una amenaza sino una fuente de enriquecimiento para todos.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=254709

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Suiza: Insuficientes avances en la OMPI en protección de derechos indígenas

Redacción: Alainet

Representantes indígenas que acudieron a la 39ª sesión del Comité Intergubernamental sobre Propiedad Intelectual y Recursos Genéticos, Conocimientos Tradicionales y Folclore (CIG) de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), quedaron decepcionados por los mínimos avances en la negociación del Instrumento Jurídico Internacional para proteger el derecho de sus pueblos y comunidades.

De acuerdo al mandato del CIG ésta fue su penúltima reunión para avanzar en las negociaciones referentes a uno o varios instrumentos que aseguren la protección y los derechos de las Expresiones Culturales Tradicionales y los Conocimientos Tradicionales de los Pueblos Indígenas.

De ahí que en esta oportunidad la sesión, realizada del 17 al 22 de marzo pasado, se enfocó a la revisión de los proyectos de artículos para la protección de las Expresiones Culturales Tradicionales (ECT) y la Protección de los Conocimientos Tradicionales (CC.TT.).

En su exposición inicial, Ian Goss, originario de Australia, presidente del Comité Intergubernamental de la OMPI, reconoció que los trabajos del Comité están lejos de cumplir con los objetivos del Mandato.

La batalla fue intensa. La habilidad de los negociadores indígenas encabezada por Preston Hardison de la Nación Tulalip de Estados Unidos de Norteamérica y Jennifer Tauli Corpuz, vieron coronados sus esfuerzos en la aceptación por la plenaria del concepto de uso inapropiado como parte sustantiva del artículo 2 del instrumento jurídico.

Preston, un prestigiado analista indígena reafirmó su compromiso para hacer que se respete el derecho de los pueblos indígenas al Conocimiento Tradicional.

Para el especialista “los conocimientos tradicionales son lo que poseen los pueblos indígenas y las comunidades locales que tienen una continuidad histórica con sociedades que se consideran distintas de otros sectores de la sociedad, que tienen un linaje común, que pueden ocupar tierras ancestrales o que residen en una región de un país que poseen un idioma y una cultura distinta y que están decididas a preservar, desarrollar y transmitir a las generaciones futuras su identidad y sus tradiciones étnicas ancestrales”.

Jennifer Tauli Corpuz, del pueblo Kankana-ey Igorot de la provincia de Montaña de Filipinas, de la Fundación Tebtebba, expresó al igual que Preston Hardison, que el instrumento internacional no debe restringir mecanismos de conservación de los conocimientos tradicionales y se oponen a la apropiación indebida de estos por parte de entes ajenos a los pueblos indios.

Las negociaciones fueron complejas

El Caucus Indígena busca que se amplíe el Mandato del CIG después de su 40 sesión en junio de 2020 y generar un consenso en torno a definiciones y elegibilidad en la discusión de las ECT y los CC.TT de los pueblos indígenas como los dueños de éstos.

Porque, mientras para la mayoría de países el tema de ECT y CC.TT se reduce solo a la mercantilización, para los pueblos indígenas es muy distinto.

Tal y como establece la DNUDPI y el CDB, el conocimiento tradicional forma parte de la memoria colectiva de los pueblos indios que no puede limitarse la protección a 50 años como pretenden en principio los Estados. Está íntegramente relacionada con el territorio, la cosmovisión, los saberes ancestrales, algo que va mucho más allá que lo material.

Son historias, filosofía, identidades milenarias que, por lo mismo, no puede determinarse una protección de 50 años como pretenden varios países. Son categóricos “el conocimiento no está en venta”.

Para la delegación indígena, también compuesta por representantes de Canadá, Brasil, México, Perú, Paraguay, Bolivia, Noruega, Finlandia, entre otros, los requisitos temporales que algunos Estados miembros propusieron en este proceso son aún un problema y seguirán siendo un obstáculo en la protección de los conocimientos tradicionales y expresiones culturales tradicionales.

Señalan que establecer una cantidad de años o generaciones desde el origen como criterio de admisibilidad es imposible. Refleja una comprensión errónea de la naturaleza del conocimiento tradicional que es un proceso en desarrollo y dinámico dentro de un marco propio que puede incluir el conocimiento tradicional recibido por los pueblos indígenas del mundo espiritual.

Los indígenas enfatizan la exigencia a quienes quieran hacer uso de los CC.TT. y ECT, realizarlo con la debida diligencia, revelen quiénes son los propietarios originales y se comprometan a abordarlo con el consentimiento, previo y libre para determinar si pueden acceder y utilizar legalmente los CC.TT y ECT o no.

Cualquier definición de conocimientos tradicionales en el texto, subrayan, debe reflejar la cosmovisión de los Pueblos Indígenas; debe tener en cuenta la propiedad colectiva de dicho conocimiento; incluso, cuando el conocimiento tradicional legítimamente adquirido esté en manos de un individuo o grupo de individuos.

Por ello, afirmaron, les preocupan las propuestas que buscan promover la superioridad del dominio público en los instrumentos jurídicos propuestos en la OMPI y afirman que los CC.TT y ECT no forman parte de esto y que todas las referencias a ello deben eliminarse del texto.

Alertaron que el concepto de dominio público es de gran riesgo y propicia el despojo a los pueblos indígenas, verdaderos titulares de los Conocimientos Tradicionales.

De ahí su insistencia en impedir que en los objetivos de los instrumentos jurídicos en cuestión se permita abrir la puerta para el despojo.

En conversación con AIPIN, Karina Céspedes, jurista de Paraguay, alertó del riesgo que conlleva el hecho que los resultados en la OMPI sean para favorecer a las transnacionales.

Lo que debe quedar claro, afirman, es que el Instrumento Jurídico Internacional impulsado por la OMPI, realmente garantice la protección de los derechos de los pueblos indígenas y reconozca los sistemas normativos propios de estas sociedades.

En su análisis, aseguran que el régimen actual de propiedad no protege los CC.TT y ECT de los Pueblos Indígenas. Se necesitan, indican, nuevas reglas que reflejen los derechos colectivos culturales y sociales. “El nuevo régimen debe apoyar la jurisdicción sobre la cultura de las Naciones Indígenas, así como sus derechos espirituales, morales y económicos”.

Y dada la escasa asistencia de representantes indígenas en esta reunión, pidieron que los estados financien directamente a los pueblos indígenas de sus países para que participen en el CIG.

La postura fue reafirmada en el cierre de trabajos del CIG 39 el 22 de marzo reciente.

Al ratificar su preocupación por las propuestas que buscan promover la supremacía del dominio público en los instrumentos legales, el Caucus indígena señaló que el nuevo régimen debe apoyar la jurisdicción sobre su cultura, al igual que sus derechos espirituales, morales y económicos.

Para abonar a esto, la División de Conocimientos Tradicionales de la OMPI, elaboró una Guía práctica sobre la propiedad intelectual para los pueblos indígenas y las comunidades locales.

En ella se menciona que se está trabajando en una legislación especial para proteger los conocimientos tradicionales y las expresiones culturales tradicionales de propiedad intelectual que tengan en cuenta las características particulares de los CC.TT. y las ECT.

Detalla que en la esfera internacional, el Comité Intergubernamental sobre Propiedad Intelectual y Recursos Genéticos, Conocimientos Tradicionales y Folclore de la OMPI (CIG) está negociando uno o más instrumentos jurídicos internacionales para proteger los CC.TT. y las ECT.

La presente guía, revelan, tiene la finalidad de ayudar a los pueblos indígenas y comunidades locales a comprender mejor el sistema de propiedad intelectual y decidir, con conocimiento de causa, el momento y la manera de usar los medios que brinda la propiedad intelectual para proteger y promover sus conocimientos tradicionales y expresiones culturales tradicionales.

Desde la perspectiva de la OMPI, los conocimientos tradicionales (CC.TT.) son los conocimientos especializados, capacidades, innovaciones y prácticas que son propios de los pueblos indígenas y las comunidades locales, mientras que las expresiones culturales tradicionales (ECT) designan las formas materiales e inmateriales por cuyo medio se expresan, comunican o manifiestan los conocimientos y las culturas tradicionales.

Por ejemplo, aducen, son CC.TT., los conocimientos que poseen los pueblos indígenas y las comunidades locales relativos al uso de las plantas con propiedades medicinales, mientras que las danzas, las canciones y los diseños tradicionales son ECT. En la artesanía tradicional pueden caber tanto los CC.TT. (el método de fabricación) como las ECT (su aspecto externo).

El Artículo 31 de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas es una importante referencia y estipula que “Los pueblos indígenas tienen derecho a mantener, controlar, proteger y desarrollar su patrimonio cultural, sus conocimientos tradicionales, sus expresiones culturales tradicionales y las manifestaciones de sus ciencias, tecnologías y culturas, comprendidos los recursos humanos y genéticos, las semillas, las medicinas, el conocimiento de las propiedades de la fauna y la flora, las tradiciones orales, las literaturas, los diseños, los deportes y juegos tradicionales, y las artes visuales e interpretativas.

También a mantener, controlar, proteger y desarrollar su propiedad intelectual de dicho patrimonio cultural, sus conocimientos tradicionales y sus expresiones culturales tradicionales.

En la sesión informal del 21 de marzo, Ian Goss, de Australia, presidente del Comité Intergubernamental de la OMPI, vaticinó que era posible que no logren el consenso y pidió esforzarse para acercarse a ello.

En esa reunión coincidieron en que el término “apropiación indebida” era importante, y aunque algunas delegaciones discreparon, se impuso, la concepción.

Jenifer negociadora del Caucus Indígena expresó, ¿Cómo se reflejará el derecho consuetudinario? Una buena manera de alejarse de la «apropiación indebida», pero no es exactamente una buena redacción desde la perspectiva de los pueblos indígenas. El «uso inapropiado» también debe ser reflejado.

La Nota Informativa preparada por Ian Goss, presidente del CIG, recuerda que de conformidad con el mandato del Comité Intergubernamental sobre Propiedad Intelectual y Recursos Genéticos, Conocimientos Tradicionales y Folclore (CIG), la 39.ª sesión del CIG debe servir para emprender negociaciones sobre los conocimientos tradicionales (CC.TT.) y las expresiones culturales tradicionales (ECT), centrándose en el examen de las cuestiones transversales y no resueltas y la consideración de las opciones relativas a uno o varios proyectos de instrumentos jurídicos.

En su turno, el Grupo de Países de Latinoamérica y El Caribe (GRULAC)del cual México es parte, señaló la importancia de la participación de los pueblos indígenas y las comunidades locales, así como su contribución en los trabajos de este Comité.

El Caucus Indígena mantiene su determinación de defender con todo los derechos de sus pueblos y comunidades y, en breve, diseñarán un mecanismo para ello.

A esta 39 sesión del CIG de la OMPI, acudieron entre otros June Lorenzo del International Indian Treaty Council; Ray Fryberg del Tulalip Tribes of Washington Governmental Affairs Department; Preston Hardison, Policy Analyst, Washington, Tomás Condori del Consejo Indio de Sudamérica; Karina Cespedes, jurista de Paraguay; Jessica Milagritos Forero Avendaño, de Capaj, Perú;

También, Geise Perrelet de la Delegation Indigéne des Peuples de l’Amazonie Brésilienne.Acsuus et Institut JAPOAM;  Edith Bastido de la Red de Mujeres Indigenas sobre Biodiversidad RMIB-LAC; Aslak Holmberg, Saami de Finlandia; Melanie Nielsen Emonet de Drumbeat Media: telling it like it is, filmmaker; Marlene Poitras, Stuart Wuttke y Jeremy Kolodziej de la Assembly of First Nations de Canadá;  Kim Gottschalk de NARF / NCAI Hanna Rebecka Forsgren de WIPO Indigenous Fellow y Saami from Norway; Frank Ettawageshik del National Congress of American Indians; Sue Noe, NARF; así como Johanna Massa y Maryna Yazianok del DOCIP.

Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/199124

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