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La didáctica (infalible) de la vejez

Por: Carlos Mármol

Saber envejecer es un arte que, además del permiso del destino, requiere asumir que la vida es un largo viaje donde lo importante no es que las cosas cambien, sino que cambiemos nosotros.

La vejez, que es una de las tres indudables edades del hombre, encierra en sí misma una contradicción: todos queremos conocerla, pues es la única prueba cierta de una existencia longeva, pero al toparnos con ella –en primera persona o por experiencias indirectas– la maldecimos. Hacerse viejo, esa hermosa palabra que odian los que profesan los dogmas de lo políticamente correcto, es un grave inconveniente al que sólo podemos adaptarnos. Ésta es la enseñanza recurrente que la larga tradición de la literatura didáctica viene recomendando desde el origen de los tiempos. Sépanlo: los mejores tratados de autoayuda no son los que nos venden los predicadores y los clérigos contemporáneos, llenos de lugares comunes, sino aquellos que escribieron –para nosotros– los grandes sabios de la historia.

De las mejores obras clásicas sobre filosofía de la vida, De Senectute, el célebre diálogo de Marco Tulio Cicerón dedicado a la vejez, es una rara avis porque en vez de deleitarse lamentando los quebrantos de la última etapa de la existencia elogia la vejez inteligente como si fuera una suerte de segunda juventud. ¿Exagerado? No sabremos nunca si Cicerón era sólo un intelectual optimista, un consumado idealista o quizás, dadas sus conocidas veleidades políticas, ocultara bajo su oratoria a un demagogo irónico, pero lo cierto es que, frente al rosario de calamidades que otros autores vinculan con el crepúsculo vital, el gran retórico romano siempre ve la botella medio llena. Es de agradecer, aunque no se compartan todos sus argumentos, cuya modernidad de cualquier forma resulta asombrosa si se tiene en cuenta que fueron compuestos cuarenta años antes del nacimiento de Cristo por un hombre al que la elocuencia le hizo pasar a la historia pero que, lejos de morir con sosiego en una de las villas agrarias de la élite romana, fue degollado tras una conjura y su cabeza y sus manos fueron expuestas en el Foro, el atrio de sus mejores discursos. A Cicerón le aplicaron en vida un didactismo absolutamente realista.

Cicerón defiende que la desgracia de hacerse viejo no es consecuencia de la vida, sino resultado de las costumbres y la mentalidad con la que vivimos.

Su obra sobre la decrepitud humana, escrita con 62 años, que en Roma era un edad mágica porque la vida se contaba en periodos de siete años (los septenarios), está planteada como una conversación figurada entre Catón El Viejo y dos jóvenes (Escipión y Lelio). A través de la conversación ficticia entre estos tres personajes Cicerón explica en qué consiste el arte del buen envejecer. Básicamente su tesis es que nos hacemos viejos exactamente igual que vivimos. Dicho de otra manera: nuestra vejez depende del destino tanto como de nuestra personalidad y de la capacidad de adaptación que tengamos ante las circunstancias. La literatura clásica que se demora en exceso sobre las miserias de la edad incide en los males de las enfermedades, el abandono, lo efímero del placer, la pobreza y el maltrato del tiempo. Homero incluye en sus grandes epopeyas a ancianos venerables, como PríamoLaertes o Néstor, pero califica la ancianidad como una etapa abominable. La visión negativa de los viejos está presente en Hesíodo, el teatro griego y en la poesía satírica y elegíaca, donde se somete a escarnio a personajes como la vieja presumida o el viejo enamorado. El derecho romano atribuía laureles al hecho de cumplir muchos años, pero los poetas latinos, desde Plauto a Ovidio, pasando por CatuloJuvenal y Horacio, no dudaron en dar una visión cruel sobre los ancianos, víctimas del tiempo y, de igual manera, seres negligentes.

Marc Tulle Ciceron Cicero, from tome 3, folio 603 recto of Les vrais pourtraits et vies des hommes illustres grecz, latins et payens (1584) by André Thevet.

Grabado de Cicerón de André Thevet (1584).

Cicerón, en cambio, recogiendo ideas de los griegos, defiende que la desgracia de hacerse viejo no es consecuencia de la vida, sino resultado de las costumbres y la mentalidad con la que vivimos. El primer error, según De Senectute, es óptico: todos moriremos, con suerte, tras un deterioro biológico que conviene aceptar de partida. Negarse a esta evidencia no cambiará la rueda del destino. Sólo a partir de la aceptación de cuál es el final del camino cabe hablar de los remedios posibles o detenerse en los atenuantes para afrontar el trance. La clave para vivir una vejez virtuosadepende de cómo hagamos este viaje hacia el final de la vida y de la inteligencia con la que compensemos las dificultades del camino. “Siempre ha sido necesario un final, y, como sucede en los brotes de los árboles y en los frutos de la tierra, tras su madurez oportuna, el sabio ajado y caduco debe aceptar con serenidad su final. ¿Qué otra cosa es oponerse a las leyes de la naturaleza sino luchar contra los dioses, como si fueran gigantes?”, escribe Cicerón.

Tras la aceptación, que no es necesariamente una resignación, envejecer con inteligencia implica aceptar sin ira la muerte de las pasiones –que simplemente dejan de serlo– y tratar de sustituirlas por la actividad intelectual, compensando de esta forma el deterioro físico con el enriquecimiento espiritual. Es lo que hacían los grandes filósofos antiguos: no dejar nunca de aprender, incluso cuando parece que el conocimiento carecerá de finalidad práctica. Catón estudió griego en los últimos años de su vida. Sócrates, antes de recibir la cicuta, fue un eterno aprendiz de arpa. Hasta Borges, que es lo más parecido a un escritor clásico que hemos tenido en los tiempos modernos, dedicó los últimos años de su existencia a aprender lenguas escandinavas. “Cada idioma” –decía– “es una forma distinta de sentir el universo”.

Envejecer con inteligencia implica aceptar sin ira la muerte de las pasiones –que simplemente dejan de serlo– y tratar de sustituirlas por la actividad intelectual.

Aprender es seguir viviendo otras vidas. Muchos siglos antes de que en las escuelas de negocios se inventara la idea de la formación continua, Cicerón recomendaba hacer coincidir el curso de la existencia con el estudio perpetuo y la lectura permanente. La vejez, pese a los males del cuerpo, puede ser una edad digna si se mantiene hasta el final la autonomía mental. Incluso cabe la posibilidad de gozar de cierto predicamento social: la autoridad de los viejos, presente en todas las culturas, es una manera de resaltar el prestigio de la experiencia, un atributo que sólo puede obtenerse si se vive hasta el último día. “Si no vamos a ser inmortales es deseable que el hombre deje de existir a su debido tiempo. Pues la naturaleza tiene un límite para la vida, como para todas las demás cosas. La vejez es el último acto del drama de la vida, de cuyo agotamiento debemos huir sobre todo si esto se añade a la hartura. Esto es lo que tenía que deciros acerca de la vejez, a la que ojalá lleguéis, para que las cosas que me habéis oído decir las podáis comprobar por experiencia”.

Marcus Tullius cicero, De Senectute. Wellcome M0013786

Imagen del diálogo ‘De Senectute’ en una edición para bibliófilos/CG.

Parece una evidencia, pero es un monumento al sentido común. Un argumento que se repite tanto en las culturas orientales como en las occidentales. “La cosa más importante en la vejez es tener un buen entierro”, dice un proverbio chino. Los antiguos funerales orientales duraban siete semanas. En ellos se honraba a los ancianos vivos junto a los ancestros muertos. Los católicos, que creen en la vida eterna, no deberían temer a la vejez, antesala del encuentro con Dios. Tampoco los ateos deberían espantarse si piensan que tras la vida no existe nada más. Sin misterio no hay incertidumbre. Los posmodernos, escépticos ante cualquier relato trascendente, contemplan la vejez como una etapa más del sinsentido de la vida. En la era de la cultura digital podríamos hablar de las extraordinarias virtudes de envejecer con flow. Los sabios coinciden: envejecer con sabiduría es aceptar que no hay nada que hacer. Y adaptarse. Las cosas más inevitables de la vida son las que concitan mayor unanimidad.

Fuente:  https://cronicaglobal.elespanol.com/letra-global/cronicas/didactica-infalible-vejez_128288_102.html

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África: Matrimonio infantil, un problema que persiste

África/19 de Marzo de 2018/Extra

No se trata de una problemática del pasado. El matrimonio infantil continúa existiendo en pleno siglo XXI. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) —que trabaja para disminuir los casos— el matrimonioinfantil “viola los derechos humanos”. Agrega que se trata de una forma generalizada de abuso sexual y explotación de las niños. Esta problemática también puede terminar en trabajos forzados, esclavitud, prostitución y violencia. El desenlace puede ser la muerte.

En el caso de las niñas adolescentes, la probabilidad de muerte es mayor. Las complicaciones médicas por el embarazo y el parto colocan a las menores en riesgo.

En gran parte del continente africano se registra un elevado porcentaje de matrimonios infantiles. Un ejemplo es el conjunto de países que conforman África Subsahariana, ahí el 38 por ciento de mujeres se ha casado durante su infancia.

Los motivos para la incidencia de este fenómeno en África y Asia Meridional están relacionados con presiones económicas, sociales y culturales.

Un paso al frente

Las cifras parecen esperanzadoras. En la última década los índices de menores de edad que contrajeron matrimonio disminuyeron un 15 % a nivel mundial. Sin embargo, esto significa que aproximadamente 1 de cada 5 menores se siguen casando.

Según los datos de la Unesco con esta reducción se han evitado 25 millones de casamientos. La meta para la erradicación total está fijada para 2030, pero el ritmo debe acelerarse. La organización señala que si las medidas no se ajustan, en 12 años más de 150 millones de niños se casarán antes de los 18 años.

En Ecuador

En el país también se registran casos de matrimonio infantil, aunque en un contexto diferente. Según el Estudio sobre prácticas nocivas: matrimonio infantil y uniones precoces en Ecuador—publicado en diciembre de 2016 por el colectivo Coalición Nacional de Mujeres del Ecuador— “el matrimonio infantil precoz (en el país) es consecuencia de la discriminación por sexo, género, grupo de edad, prácticas sociales y creencias culturales que derivan en acciones que afectan los derechos humanos de las niñas”.

Según datos del estudio, entre 2009 y 2014, se registró el matrimonio de 6.740 mujeres menores de edad.

Fuente: Estudio sobre prácticas nocivas: matrimonio infantil y uniones precoces en Ecuador.

La desigualdad de género sale a relucir en los grupos menos favorecidos, especialmente indígenasafroecuatorianos, y en los contextos rurales. A esto se le suman los estereotipos y el embarazo adolescente.

Las consecuencias de un matrimonio a corta edad son:

– Exclusión del sistema educativo

– Problemas de salud (complicaciones en el embarazo)

– Pobreza

– Violencia de género

Fuente: http://www.extra.ec/actualidad/matrimoniosinfantiles-indices-mundiales-unesco-derechoshumanos-EG2080237

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Entrevista Adela Cortina: “No hay felicidad sin compasión”

Por Filosofía&Co

La filósofa Adela Cortina elimina de la compasión cualquier acepción negativa y la explica como el sentimiento de padecer con otro su tristeza y también su alegría. “En nuestro país –aclara Cortina– el alegrarse con el bien de otro es dificilísimo”. Y lo dice la gran experta en ética. Hablamos con ella de filosofía, ética, felicidad, justicia… y de pobreza, el tema central de su último libro, Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia.

Por Gabriel Arnaiz, profesor de filosofía

El filósofo José Antonio Marina ha dicho que todo lo que sabe de ética lo había aprendido de ella. Aunque este comentario es un cumplido quizá exagerado, refleja de manera muy clara una cosa: que quien quiera saber de qué va la ética necesariamente tendrá que empaparse del trabajo que ha venido realizando esta filósofa durante más de tres décadas. Adela Cortina fue una de las primeras introductoras en España de la ética del discurso de Habermas y Apel, aunque su proyecto de ética cordial pretende compensar las limitaciones de este enfoque con una ética de las virtudes, es decir, complementar el enfoque kantiano de esta ética procedimentalista con ciertas dosis de buen juicio aristotélico. Ella ha sido también uno de los primeros filósofos españoles en tomarse en serio el abigarrado universo de las éticas aplicadas, sobre todo de la ética empresarial, de la que es una de las representantes más destacadas en lengua española, con varias obras colectivas sobre este tema que son de consulta indispensable. Casi ningún otro filósofo en España, salvo Savater o Marina, puede presumir de que sus obras hayan sido reeditadas tantas veces: Ética mínima va ya por la decimoquinta edición; Ética sin moral, por la décima; Ética aplicada y democracia radical, por la quinta, y Ciudadanos del mundo y Neuroética y neuropolítica, por la tercera. Además, Adela Cortina es la única mujer que ha sido admitida hasta ahora en la Academia de Ciencias Morales y Políticas.

El libro "¿Para qué sirve realmente la ética?", de Adela Cortina, está editado por Paidós.
El libro “¿Para qué sirve realmente
la ética?”, de Adela Cortina,
está editado por Paidós.

Uno de sus últimos libros se titula ¿Para qué sirve realmente la ética?, y eserealmente ya presupone que la ética no sirve para nada realmente útil, si no no sería necesario haber incluido este escéptico realmente. Así que, antes de que me diga si la ética sirve realmente para algo, ¿podría explicarnos qué es la ética? Hay mucha confusión con otros términos parecidos, como moral o religión.
Un excelente profesor mío, Fernando Cubells, solía decir que “las cuestiones de nombres son también cuestiones sobre cosas”, y por eso importa tanto aclarar de qué estamos hablando cuando utilizamos la palabra ética. La palabra ética viene del griego, del termino êthos, que quiere decir carácter, y, en ese sentido, la ética está relacionada fundamentalmente con la forja del carácter de las personas.

Dice también allí que, si le obligasen a ser lacónica, diría que consiste en “conjugar justicia con la felicidad”.
Un carácter justo y la búsqueda de la felicidad con un buen carácter serían para mí los dos caminos de la ética. ¿Por qué nombro esos dos? Porque la filosofía siempre se ha preguntado por la felicidad, pero se ha entendido de muy diversas maneras. Y en los últimos tiempos se ha entendido de una manera que puede entrar en conflicto con la justicia, porque la felicidad, a mi juicio, se ha reducido a bienestar. Bienestar quiere decir tener una serie de sensaciones placenteras, como estar satisfecho con la vida o tener eso que se llama “una vida de calidad”, es decir, vivir en una ciudad pequeña, tener buenas relaciones, poder ir a conciertos, al teatro, etc. Lo cual, en principio, está muy bien, pero si la felicidad se reduce a bienestar, entonces puede entrar en conflicto con la justicia.

 

"Pobreza y libertad. Erradicar la pobreza desde el enfoque de Amartya Sen", de Tecnos.
“Pobreza y libertad. Erradicar
la pobreza desde el enfoque de
Amartya Sen”, de Tecnos.

¿Cómo puede ser eso?
Porque al que está bien le molestan los que plantean exigencias de justicia. En nuestra tierra se dice que el que estiga bé que no es menetge (el que esté bien, que no se mueva). Al que está bien y le vienen con que tiene que pagar impuestos, lo hará mientras haya coacción, pero si no, en absoluto. Además, pensará que el dinero es suyo y que por qué se lo han de reclamar. De igual modo, si viene un inmigrante en una patera, le parecerá muy molesto, porque él está bien y no entiende por qué el inmigrante ha de obligarle a moverse. Y si al bienestante le cuentan que en España hay ahora una gran cantidad de pobres, que muchas familias acuden a los comedores de Cáritas y que hay niños que sólo comen cuando les dan de comer en la escuela, se siente molesto, porque él está bien y eso le incomoda. Por eso creo que cuando la felicidad se convierte en bienestar (lo cual tiene mucho que ver con la sociedad de consumo), la justicia puede entrar en conflicto con ella. Es en ese sentido en el que digo que la justicia puede entrar en conflicto con una felicidad concebida como bienestar, pues entiendo que la justicia siempre es una exigencia y las exigencias de justicia no se pueden dejar de lado de ninguna manera, porque son las que nos caracterizan básicamente como seres humanos. Quien cae por debajo de los mínimos éticos está cayendo bajo mínimos de humanidad; esa es la idea. Entonces ¿qué debería ser la felicidad? La felicidad siempre tiene que ser una aspiración que incluya las exigencias de justicia, y por eso yo propongo la compasión como algo fundamental.

“La compasión no es la conmiseración que sienten los que están bien situados frente a los que no lo están”

Pero solemos tener una idea de la compasión más bien negativa. Nos recuerda al día del Domund y cosas así.
Es que la compasión no es la conmiseración que sienten los que están bien situados frente a los que no lo están. La compasión es el sentimiento de padecer con otro su tristeza y también su alegría, porque en nuestro país, donde la envidia es el pecado capital, el alegrarse con el bien de otro es dificilísimo. El otro día leí la noticia de una psicóloga que preguntaba a sus encuestados: “¿Cuándo se alegra usted más, cuando le salen las cosas bien a usted o cuando le salen mal a los otros?” ¡Y la gente contestaba que cuando le salían mal a los otros!

¡Hay que ver cómo somos!
Decía el economista Jeffrey Sachs, y también lo he recogido en el libro, que una de las causas de la crisis ha sido que la élite norteamericana no ha tenido civilidad y yo añadiría, que tampoco compasión. Banqueros, políticos y gentes relevantes, como no les importan los otros, han creído que no tenían por qué ser justos. A mi juicio, la justicia, sin esa compasión básica, no puede funcionar de ninguna manera. Si los demás no importan, la justicia carece de sentido. Por eso es por lo que yo creo que un proyecto de felicidad que incluya a los otros es el que puede plantear exigencias de justicia.

"Pobreza y libertad. Erradicar la pobreza desde el enfoque de Amartya Sen", de Tecnos.
“Aporofobia, el rechazo al pobre”
es el último libro de Adela Cortina
y está editado por Paidós.
rgente, Fundéu.

¿Esto tiene que ver con lo que usted llama la aporofobia, es decir, el rechazo a los pobres, de la que habla en su nuevo libro:Aporofobia, el rechazo a los pobres(editado por Paidós)?
A pesar de que se habla mucho de xenofobia, el extranjero no suele molestarnos cuando viene bien provisto de petrodólares. Por ejemplo, cuando vienen los alemanes a la Costa del Sol o a la Costa Blanca les ponemos la alfombra roja porque traen dinero. No nos molesta en absoluto que sean arios ni nada por el estilo. Entonces ¿quiénes son los que molestan? Los de la propia familia cuando son pobres; es de sentido común. Y ahora que hay muchísimos pobres, la gente lo oculta (que no se vea, que no se sepa), y se relaciona con los parientes que están bien situados. Y además, hasta el último gato presume del pariente bien situado y nadie te nombra al pariente más necesitado. Yo creo que la cuestión es que la aporofobia la tenemos al lado de la calle. Y es por eso que la justicia y la compasión son fundamentales. La pobreza es falta de libertad.

(La palabra aporofobia, acuñada por Adela Cortina, fue elegida “palabra del año 2017” por la Fundéu, Fundación de Español Urgente).

Usted ha sido la máxima exponente en España de una ética dialógica (siguiendo las aportaciones de Habermas y Apel) y ha defendido siempre la necesidad de una ética mínima en una sociedad plural. ¿Nos puede explicar qué es lo quieres decir con esta fórmula?
Quiero decir que la fórmula del pluralismo moral consiste en que convivan distintas éticas de máximos, distintas éticas que hacen ofertas de vida feliz, que hacen propuestas de vida buena, que aconsejan distintos proyectos de vida buena, siempre que dialoguen entre sí y puedan compartir por lo menos unos mínimos valores de justicia con los que no se puede vivir sin caer en inhumanidad.

¿Cuáles serían esos mínimos?
Fundamentalmente, la libertad (entendida como independencia, como participación, como autonomía y como no dominación), la igualdad, la solidaridad, el respeto activo y los derechos humanos de las tres primeras generaciones: es decir, la libertad de expresión, de asociación, de reunión, de conciencia, etc., pero también los derechos económicos, sociales y culturales, es decir, una asistencia sanitaria de calidad, una educación de calidad, un seguro de desempleo, unas pensiones a una edad razonable y la ayuda en tiempos de carencia, como cuando uno está discapacitado o en situación de dependencia. Todos esos derechos son unos valores mínimos sobre los que todos los grupos políticos deberían estar de acuerdo. Es verdad que esos mínimos no son estáticos, sino dinámicos, pero por lo menos debemos tener claro que hay unos mínimos de justicia que todos debemos compartir, porque, si no, los miembros de una sociedad no tienen nada en común y no pueden construir nada juntos. Y eso es lo que me fastidia de nuestra sociedad actual: que todo el mundo está protestando, unos contra otros, pero no hay modo de que esos mínimos salgan adelante. Y eso es algo de lo que se tienen que convencer todos los partidos políticos, todos los sindicatos y los ciudadanos de a pie.

Pero parece que ese consenso del Estado del bienestar, que era típico de Europa, se está dinamitando: hay que reducir las pensiones, privatizar la sanidad, recortar en educación, etc.
Yo escribí un artículo que se titulaba El corazón de Europa, en el que decía justamente que ese modelo que tenía Europa como propio era lo mejor que podía ofertar. Eso y la defensa de la democracia y de la dignidad humana. Cuando estos valores básicos se ponen en peligro con recortes económicos, aduciendo que los recursos son escasos, esto no es sino una coartada. Los recursos siempre son escasos, por eso hay que priorizar. Ya lo decía Hume: “¿Cuáles son las causas de la injusticia? Que los recursos son escasos y que los seres humanos son egoístas”.

¿Y cuál es el papel de eso que usted llama “éticas de máximos” en una sociedad plural?
Las éticas de máximos son los proyectos de vida feliz que proponen distintos grupos, religiosos o no. Si esas éticas de máximos ni siquiera pueden dialogar entre sí y encontrar unos mínimos de justicia, nos encontramos en una sociedad que no es pluralista sino politeísta, una sociedad de personas que no pueden construir nada juntos. Por eso los mínimos de justicia son fundamentales. Pero, a mi juicio, es importante que en una sociedad haya propuestas de éticas de máximos que cumplan los mínimos de justicia, porque en realidad las personas viven de sus proyectos de felicidad, pues a lo que todos aspiramos es a la felicidad. Si los proyectos de vida son muy débiles o poco entusiasmantes, entonces las exigencias de justicia también serán menores. Ahora bien, esos proyectos los tiene que aceptar cada uno personalmente, no se pueden imponer jamás. Eso nunca.

“¿Cómo vas a renunciar a la justicia o a la felicidad? Eso es inhumano”

Aristóteles sería filósofo de la felicidad y Kant el de justicia. ¿Con quién nos quedamos?
Con los dos. ¿Cómo vas a renunciar a la justicia o a la felicidad? Eso es inhumano. ¡Pero si son los dos grandes pilares de la ética! Además, eso es lo que yo intento hacer: unir a Kantcon Aristóteles en el terreno de la ética dialógica, pero no por afán de sincretismo, sino porque sencillamente es lo que toca.

Últimamente está hablando de “una ética de la razón cordial” (con el que obtuvo el Premio Jovellanos de Ensayo en 2007), que es un intento de unir la inteligencia con la compasión. ¿En qué consiste este enfoque?
Yo trabajé con Apel y con Habermas, y cuando conocí la ética del discurso me pareció el proyecto ético más interesante que había entonces (y sigo creyendo que es así), pero siempre le encontraba un fallo: que era excesivamente racional, procedimental, formal, que le faltaba la dimensión del sentimiento, de la cordialidad. Y creo que es muy difícil considerar al otro como interlocutor válido en realidad sin tener en cuenta la dimensión sentiente de los interlocutores. Creo, pues, que ese reconocimiento recíproco del que habla la ética en discurso no tiene que ser solamente lógico-formal, sino que tiene que ser también cordial. Y si no es cordial, es decir, si falla la compasión, va a ser muy difícil preocuparse por la justicia.

Es curioso cómo las mujeres filósofas (no sólo usted, sino también Nussbaum, Camps o Gilligan) hacen siempre hincapié en el tradicional olvido de las emociones por parte de los filósofos varones. Veo como una necesidad de compensar cierta obnubilación de la filosofía por una razón demasiado “geométrica”.
Es verdad que las mujeres tenemos en cuenta esa otra dimensión que sería la cordial. Pero como yo digo en este libro, y también lo dice Gilligan muy acertadamente, no se trata de que las mujeres tengan que ocuparse del corazón y los varones de la razón, sino que hay dos voces morales que tienen que complementarse. No son valores de hombres y de mujeres, sino que son valores de cualquier persona íntegra, tanto de varones como de mujeres. Unos y otras han de recurrir a la razón y al corazón. No se puede condenar a una parte de la humanidad a ser sólo racional o a ser sólo sentiente. Como decía Pascal, la razón geométrica se pierde muchas cosas importantes; a la razón humana le importan también las cuestiones cordiales. Es en ese sentido en el que hablo de una “razón cordial”, tanto en Ética de la razón cordial como enJusticia cordial, una idea que sigo manteniendo y que me gustaría desarrollar en el futuro.

Usted ha sido también una de las introductoras en nuestro país de las éticas aplicadas. ¿Cuál es su opinión sobre la clonación humana?
Afortunadamente, quienes se están ocupando de la clonación están distinguiendo muy claramente entre clonar tejidos y clonar a un ser humano completo y aseguran que no se proponen llegar a clonar seres humanos.

Entonces, en la polémica entre Sloterdijk y Habermas sobre estas cuestiones, ¿con quién está usted?
Habermas, en El futuro de la naturaleza humana, defiende posiciones con las que en parte no estoy de acuerdo y en parte sí. Él entiende que si hay una cierta manipulación genética, la persona que naciera de esa manipulación no sería autónoma, porque distingue entre lo crecido y lo hecho. Yo creo que esto no es así, porque si una persona ha nacido, la autonomía le constituye, tanto si se ha generado a partir de la manipulación como si no ha sido así. En lo que sí estoy de acuerdo con Habermas es en que es preciso ser muy cautos y evitar traspasar el límite de las intervenciones terapéuticas entrando en las de mejora.

¿Pero quién no va querer ser más inteligente si pudiera hacerlo?
Porque eso no garantiza en absoluto una vida buena. El niño necesitará incorporarse a clases para superdotados, necesitará enseñanza especial y sólo si tiene habilidades sociales podrá convivir con tranquilidad. Algo así trataba ya Unamuno en su espléndido Amor y pedagogía, que es todo un aviso para navegantes.

"Neuroética y neuropolítica. Sugerencias para la educación moral", de Adela Cortina, editado por Tecnos.
“Neuroética y neuropolítica.
Sugerencias para la educación moral”,
de Adela Cortina, editado por Tecnos.

En Neuroética y neuropolítica habla de un posible “chip moral”. Si pudieran ponernos un chip moral que nos convirtiera en personas más morales, ¿por qué no íbamos a hacerlo?
Porque no existe ese chip moral ni un GPS moral. Es verdad que Savulescu propone [en [¿Decisiones peligrosas? Una bioética desafiante] intervenir en las bases biológicas de los sujetos para mejorarles moralmente, por aquello de que la educación no parece tener mucho éxito. Pero eso lo plantea a muy largo plazo, y aún así, no comparto su opinión. También aquí conviene recordar La naranja mecánica.

También habla en ese mismo libro de Frankenstein…
Es que la figura de Frankenstein, que menciono en los dos libros, me parece fundamental. La novela de Shelley, más que de la creación de un ser superior, está hablando de la felicidad humana. No hay que empeñarse tanto en mejorar, porque puede ser que lo más importante en la vida para ser feliz no sea tener unas características maravillosas, sino tener unas características normales, pero saber degustar las relaciones humanas; es decir, saber que con la gente somos muchos más felices que con unas capacidades tan maravillosas. Y en eso es en lo que habría que insistir.

En ¿Para qué sirve realmente la ética? dice que es un error querer incrementar la calidad de la educación basándose “sólo en técnicas que permiten llegar a los más diversos fines sin ayudar a calibrar cuáles son los mejores fines”. Lo decisivo es saber discernir cuáles son los mejores fines y nada mejor para ello que la ética. ¿Por qué todo el mundo debería aprender ética?
Porque forjarse un buen carácter aumenta la probabilidad de lograr una vida feliz y justa. Y en la conformación del carácter conviene tener en cuenta que la naturaleza nos ha predispuesto para el cuidado, para la cooperación, y no para el egoísmo estúpido, y para saber valorar aquello que vale por sí mismo. La ética enseña a priorizar, a elegir los mejores valores, a cuyo servicio hay que poner técnicas y habilidades. Todos estos aspectos son fundamentales para una vida íntegramente humana, y los estamos descuidando peligrosamente.

“La política también tiene unos fines, que es conseguir el bien común”

En Ética aplicada y democracia radical escribe que “es imposible construir una sociedad auténticamente democrática contando únicamente con individuos técnica y socialmente diestros”. Parece que la educación actual lo único que busca es formar buenos técnicos, pero no ciudadanos justos. Y en ¿Para qué sirve la ética? se queja de que en esta crisis económica “se ha echado en falta la presencia de buenos profesionales”, especialmente en las entidades financieras.
En el capítulo en el que hablo de las profesiones lo que digo es que cada una de las actividades profesionales tiene una meta que le da sentido y legitimidad social. Por ello, sería muy importante que en todas las carreras hubiera una asignatura de ética en la que se reflexionase sobre la ética de esta profesión. La medicina tiene unos fines que le dan sentido: prevenir la enfermedad, curar lo que puede ser curado, ayudar a cuidar lo que no se puede curar y ayudar a morir en paz. Pero es que la política también tiene unos fines, que es conseguir el bien común, y también la economía tiene unos fines, que es conseguir una sociedad buena, como decía Amartya Sen. Entonces, cada una de las actividades tiene unos fines de los que se ocupa la ética. Por eso tendría que haber en todas las carreras una asignatura de ética donde se reflexionara sobre los fines de esa profesión y cómo alcanzarlos. Si no, tendremos técnicos, pero no profesionales, y es una de las razones por la que creo que la ética tendría que estar en el bachillerato y tendrían que recibirla todos los alumnos.

El rechazo a los pobres explicado por Adela Cortina

En su último libro, Aporofobia, el rechazo al pobre, Adela Cortina afirma:

“No repugnan los orientales capaces de comprar equipos de fútbol o de traer lo que en algún tiempo se llamaban «petrodólares», ni los futbolistas de cualquier etnia o raza, que cobran cantidades millonarias pero son decisivos a la hora de ganar competiciones. Ni molestan los gitanos triunfadores en el mundo del flamenco, ni rechazamos a los inversores extranjeros que montan en nuestro país fábricas de automóviles, capaces de generar empleo, centros de ocio, a los que se da el permiso de fumar en sus locales y bastantes privilegios más. Y todo ese largo etcétera de aportaciones extranjeras que aumentan el PIB.

Por el contrario, lo cierto es que las puertas se cierran ante los refugiados políticos, ante los inmigrantes pobres, que no tienen que perder más que sus cadenas, ante los gitanos que venden papelinas en barrios marginales y rebuscan en los contenedores, cuando en realidad en nuestro país son tan autóctonos como los payos, aunque no pertenezcan a la cultura mayoritaria. Las puertas de la conciencia se cierran ante los mendigos sin hogar, condenados mundialmente a la invisibilidad.

El problema no es entonces de raza, de etnia ni tampoco de extranjería. El problema es de pobreza. Y lo más sensible en este caso es que hay muchos racistas y xenófobos, pero aporófobos, casi todos. Es el pobre, el áporos, el que molesta, incluso el de la propia familia, porque se vive al pariente pobre como una vergüenza que no conviene airear, mientras que es un placer presumir del pariente triunfador, bien situado en el mundo académico, político, artístico o en el de los negocios. Es la fobia hacia el pobre la que lleva a rechazar a las personas, a las razas y a aquellas etnias que habitualmente no tienen recursos y, por lo tanto, no pueden ofrecer nada, o parece que no pueden hacerlo.”

Fuente: https://blogs.herdereditorial.com/filco/adela-cortina-pobreza-falta-libertad/

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Oficios ancestrales, la nueva herramienta para la paz en Colombia

Colombia/10 de Marzo de 2018/Autor: Colprensa/Radio Televisión Nacional de Colombia

Los ministerios de Cultura y Educación acaban de firmar un convenio a través del cual buscarán fortalecer los procesos formativos en todos los niveles, en especial en el reconocimiento de los oficios y conocimientos ancestrales.

Dicho convenio busca aunar esfuerzos interinstitucionales, técnicos, administrativos, logísticos y humanos, para contribuir al fortalecimiento de procesos de educación, empleo y emprendimiento, así como al reconocimiento de los aprendizajes adquiridos a lo largo de la vida, para el caso de las personas con conocimientos tradicionales, trasmitidos de generación en generación.

La formalización de esta alianza entre las dos carteras fortalecerá el Programa Nacional de Escuelas Taller de Colombia: Herramientas de Paz, y la política de oficios de las artes y del patrimonio cultural que se está formulando desde el año 2015.

Según datos del Mincultura, en este Gobierno se fortaleció el Programa Nacional Escuelas Taller con la apertura de cuatro escuelas más en  Buenaventura, Tumaco, Quibdó y Cali. Además, se continuó el apoyo a las otras siete escuelas que ya venían operando en Cartagena, Popayán, Mompox, Bogotá, Barichara, Salamina, Caldas y Tunja.

Con este programa se capacitan gratuitamente a jóvenes colombianos, entre 18 y 25 años, en condición de vulnerabilidad, en oficios tradicionales representativos de cada región. Al final de su ciclo formativo, los egresados de las Escuelas Taller se convierten en emprendedores que entienden el patrimonio cultural como una fuente de desarrollo local. Desde 1992, fecha de creación de la primera ET en Colombia, se han capacitado más de 23 mil jóvenes y el 83,2 % de ellos se ha insertado laboralmente.

Desde el año 2015, el Ministerio de Cultura viene implementando el proyecto ‘Fortalecimiento de Capital Humano’, cuyo objetivo consiste en el desarrollo de estrategias  para el reconocimiento y valoración de los aprendizajes adquiridos a lo largo de la vida, a través del intercambio de información, del desarrollo de proyectos de investigación, innovación y/o transferencia de conocimiento, del fortalecimiento institucional y el desarrollo de una oferta de educación superior, de educación para el trabajo y desarrollo humano e informal pertinente y de calidad.

Fuente: https://www.radionacional.co/noticia/oficios-ancestrales/oficios-ancestrales-la-nueva-herramienta-la-paz-colombia

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Educación infantil en Perú y América Latina: Un desafío ante las múltiples infancias

Por Vital Didonet

Resumen

Este texto invita a repensar conceptos que los adultos —padres y profesionales— tenemos sobre los niños y niñas, al igual que sobre las políticas para la infancia y ciertas prácticas de crianza y educación que se basan en conceptos genéricos, universales o determinados por culturas hegemónicas. La forma como los vemos, las expectativas que tenemos respecto a su desarrollo y nivel de realización personal y social, la definición de qué es su derecho, de lo que necesitan, de qué la familia, la sociedad y el Estado les deben ofrecer y garantizar, las políticas públicas y la prácticas de educación infantil… todo depende, en gran medida, de lo que entendemos por infancia y de cómo ella se constituye en la cultura. La imagen que de ellos formamos con los aportes de las distintas ciencias que investigan los procesos de desarrollo en la infancia es confrontada y complementada por estudios de sociología y antropología de la infancia y por el aprendizaje que resulta del encuentro con las personas concretas que son los niños y niñas. Así, la convergencia entre la mirada que capta lo universal y genérico y la que encuentra lo subjetivo e histórico en los niños y en la infancia nos puede ayudar a ser mejores educadores y mejores compañeros en la aventura de la vida. Diferentes miradas, desde distintos puntos de observación, suman visiones sobre los niños, permitiéndonos una representación más próxima de quiénes son verdaderamente estos pequeños seres humanos, tan iguales y tan distintos entre sí.

Palabras clave: niño/niña, infancia, cultura, prácticas pedagógicas y culturales, pedagogía de la infancia, igualdad, diversidad, re-significación.

Introducción

Pronunciar o escribir las palabras infancia y cultura, una al lado de la otra, es una invitación a reflexionar sobre las relaciones entre niños pequeños y el ambiente en que nacen, se constituyen sujetos psíquicos y se forman ciudadanos. Induce a la pregunta sobre la interdependencia entre el ser-niño y la cultura que actúa sobre y en el interior de ese ser y que, a su vez, recibe influencia de él. En síntesis, es poner de manifiesto la dicotomía o la aparente confrontación entre lo universal y lo particular, global y local, entre igualdad y diversidad, entre subjetividad y patrones generales de ser y desarrollarse. Esta reflexión se vuelve cada vez más necesaria a causa de la aceleración del proceso de globalización. Entendida en su sentido amplio, la globalización es una marcha secular de la humanidad hacia la inclusión y universalización. Se podría decir que ella empezó cuando el hombre primitivo salió de la caverna para juntarse a otros y vivir en bandos. Y que, en los días actuales, llegó, por medio de la tecnología de la información y comunicación, a la posibilidad de que las personas de cualquier parte del globo terrestre puedan ver, sentir, conocer algo que sucede en cualquier lugar del planeta (e incluso, en ciertas circunstancias, en el espacio), en el exacto momento en que está ocurriendo; de comunicarse, por voz e imagen, en tiempo real (on line), con cualquier persona de cualquier parte; de formar redes de cooperación y actuar globalmente, en forma virtual. Si la globalización no edificó la «aldea global», prevista por Marshall McLuhan (McLuhan y Powers, 1990) como consciencia global interplanetaria, logró, por lo menos, como efecto positivo, un mundo más interconectado. Pero también ha cargado en las bélicas espaldas de las grandes potencias económicas la posibilidad —en muchos casos, más que posibilidad, una efectiva y deshumana acción— de dominio sobre pueblos dependientes y periféricos. Ese movimiento de lo local hacia lo universal, de lo individual hacia lo colectivo, de lo privado hacia lo público, está, siempre, ante dos posibles caminos: uno, el de la uniformización de patrones de comportamiento, de mimetismo de pensamientos y sentimientos, de uso de los mismos objetos alrededor de la tierra; otro, el de la valorización de las diferencias, las culturas, las identidades de cada grupo, pueblo y nación. Si predomina la fuerza de los fuertes, la interconectividad aplasta las expresiones más débiles y resalta las más vigorosas; si florece el sentimiento del «otro» y la democracia, la diversidad aparece como riqueza y valor del conjunto. En Perú, en Brasil o cualquier país de América Latina, desde los tiempos de la invasión y conquista española y portuguesa hasta nuestros días, hemos recibido una fuerte y dominante influencia de Europa y, en el último siglo y medio, de los Estados Unidos de América del Norte. La lucha para preservar nuestra cultura y la identidad es permanente, pero en los últimos años ella se está volviendo más organizada y consistente. La educación tiene, en ese proceso, un papel preponderante, pues precisamente ella es la formadora de consciencia, de espíritu crítico, de capacidad de análisis, de instrumentación teórica, de desarrollo de competencias para la acción. Como la educación actúa en el ámbito de la cultura, en ella hace sus opciones.
La educación Infantil en tanto que parte de la cultura ¿Qué tiene que ver la educación infantil con esa cuestión? Si es importante descubrir las relaciones de interinfluencia entre niños concretos y el ambiente sociocultural en que viven es, asimismo, relevante extraer las consecuencias prácticas para la pedagogía de la infancia. Dicho en otras palabras, ello implica definir la educación infantil a partir del lugar sociocultural en que se encuentran los niños y niñas. Pero esa es una opción política y pedagógica que se da en el contexto de una reflexión más amplia sobre el sentido universal y común de lo humano y el sentido individual y particular de cada persona que a él pertenece. Reflexionemos sobre la primera parte de la cuestión. La infancia, ¿no es ella universal? Los niños y niñas, ¿no son niños y niñas en cualquier parte del mundo? No hay duda de que existen características comunes a todos, que hacen posible que se mire, en cualquier lugar de este Planeta, a una persona de pocos años de vida y se diga «es un niño», «es una niña». En Perú o Japón, en Cuba o China, en Brasil o Nigeria, en Quito o Caracas, en una playa de pescadores o en la cordillera de los Andes, en la selva amazónica o en una isla del Pacífico, esos pequeños humanos se parecen en tamaño y forma física, en emociones y comportamientos, en el proceso de crecimiento y desarrollo. Todos tienen necesidad de sentirse amados y acogidos, carecen de vínculos afectivos que les brinden seguridad, estabilidad y dirección en la vida. A todos los niños les gusta jugar, y todos son curiosos e investigadores, quieren tomar iniciativas. Aprender por medio de la acción es una regla común. Todos y cada uno crean y utilizan formas de expresarse y comunicarse. Por más que les guste vivir como niños, todos sienten una fuerza que les empuja al crecimiento, desarrollo y expansión de la vida. Esas son peculiaridades presentes en los niños y niñas en todas latitudes y longitudes, en las distintas culturas y tiempos a lo largo de la historia humana. De ahí la conclusión de que los niños son iguales en todo el mundo. Por eso, se puede hacer ciencia sobre el niño, es decir, definir características universales que explican quién es y cómo se manifiesta y desarrolla esa persona. Sin embargo, dichas características generales nos dicen muy poco sobre cada niño en sí mismo, sobre aquello que lo hace ser él mismo, un individuo único e irrepetible. Las condiciones económicas, los valores sociales, las creencias y prácticas religiosas, las concepciones del mundo y de la vida humana, las relaciones intersubjetivas, además de la carga genética, particularísima de cada persona, y su herencia psíquica, entran como elementos constitutivos, inductores y constructivos del ser-niño; de ser «este» niño, único en su identidad, este «alguien» que responde por su «yo». La clonación del ser humano, por supuesto, tiene implicaciones éticas, morales, filosóficas, existenciales, además de religiosas, que no se pueden olvidar ni «barrer» y esconderlas debajo del tapiz, sobre el que una pseudociencia quisiera caminar. Ella tendrá la posibilidad de crear un clon humano en su componente biológico, o psicosomático, pero jamás un humano en el sentido existencial del ser íntegro y completo que  Educación infantil en Perú y América Latina: un desafío ante las múltiples infancias
lo hace ser hombre o mujer sujetos históricos. En la medida que la educación infantil o de cualquier nivel reduzca al niño a sus características universales, negando su individualidad y particularidad cultural, familiar, étnica, religiosa, comunitaria, se estará aproximando a la pseudopedagogía, produciendo clones amorfos, asépticos, a-históricos, a-psíquicos, a-morales. Bien, elementos esenciales que constituyen el ser-niño, como todo ser humano —son diversos en el tiempo y en el espacio— los niños serán, también, distintos entre sí según la cultura, el ambiente, el tiempo, la visión de mundo prevalente en donde viven. Cada espacio geográfico y cada cultura tienen características propias, que los distinguen los unos de los otros. Dichas características —o «caracteres», para ser más preciso— no solo enmarcan el ambiente exterior, sino también el pensamiento, los sentimientos, los sueños y esperanzas de las personas que en ellos están inmersos. Si eso es válido para los adultos, aún más lo es para los niños, pues ellos están viviendo un período de estructuración de su personalidad y de su esquema de valores.

¿Infancia o, mejor, Infancias?

Eso pasa con los niños y las niñas como sujetos históricos, como personas e individuos. Pero, ¿qué relación tiene eso con la infancia? ¿Es también ella pasiva de cambios según espacio y tiempo? Una gran cantidad de estudios históricos, sociológicos y antropológicos —el texto clásico es el de Philippe Ariès (1987)— están contribuyendo para desconstruir la idea de infancia universal, que atravesaría tiempos y lugares sin alterarse en la esencia. En consecuencia, hoy ya es parte del concepto de infancia la noción de que ella no es apenas un período de la vida con características biológicas propias, sino que es, antes, una representación social formada en la cultura y por la cultura de cada época y, por tanto, intrínsecamente relacionada con la historia y la geografía, es decir, al ambiente socioeconómico, a los valores, a las concepciones de vida vigentes en cada espacio de vida. Nos dice Sarmento (2004): No es posible decir que hay una única infancia. Necesitamos articular las concepciones para percibir lo que es común a todos los niños. En mi opinión, él debe ser percibido como un grupo generacional, distinto del mundo adulto. Los niños son diferentes los unos de los otros y, en esa diversidad, hay fuertes factores sociales, que no son exclusivamente individuales. Por ejemplo, hay elementos comunes durante una parte de tiempo de sus vidas, pues viven bajo la guardia de responsables, una vez que no son capaces de quedarse solos. Sin embargo, eso ha cambiado a lo largo del  tiempo. La independencia de los niños, en los tiempos actuales, se hace más tarde, en relación a lo que pasaba veinte años antes. La entrada en el mercado de trabajo ocurría más temprano y, por eso, los niños se aislaban, con más precocidad, de la guardia de sus padres. El modo como nosotros entendemos la infancia en el Perú es distinto del modo como la ven en otros países de América Latina; la representación social que las personas en Lima tienen de infancia y que la usan como concepto unificador del período de vida de sus niños de cero a diez o doce años no es la misma que los pueblos andinos tienen de sus niños indígenas. Es verdad que la comunicación y el intercambio entre culturas, la hegemonía de una sobre otra, la diseminación de valores, comportamientos y pautas de vida de un pueblo en otros ambientes tensionan en el sentido de la homogeneización, unificación, identificación. Al suprimir las individualidades se suprime también la riqueza de las diferencias y se empobrece el conjunto. Este, en vez de presentar distintos matices, pasa a ser uniforme alrededor de lo que es común o de lo que caracteriza la cultura dominante. Otra vez, el sociólogo portugués Sarmento nos enseña: […] vivimos en un tiempo en que hay coincidencia de varias concepciones – desde la que dice que el niño debe ser sometido a procesos rigurosos de control de la autoridad, hasta la que él, siendo un sujeto de derecho, debe ser respetado en su autonomía. Dichas representaciones son bien diferenciadas y siguen la historia de la humanidad en los últimos 250 años. Es posible decir que hay dos extremos. Uno de ellos es que el niño es un ser irracional e inmoral y, por eso, debe ser sometido a procesos de racionalización y moralización, que acontecen en la educación, familiar o bien escolar. La otra concepción dice que el niño es naturalmente bueno y que, para educarlo, basta sustentar y apoyar su desenvolvimiento. Vale subrayar que dichas comprensiones son producidas, principalmente, en la sociedad occidental y sembradas por el mundo. Es necesario que todos sepan que existen infancias distintas. En Brasil, por ejemplo, hay comunidades indígenas en las cuales uno deja de ser niño solamente cuando es padre o madre» (2004). En nuestra América Latina, los conceptos de niño e infancia han sufrido y siguen sufriendo fuerte influencia exógena. Nuestra concepción y representación de infancia es, en gran parte, europea y norteamericana. Eso se debe a la visión eurocéntrica de la cultura occidental, desde los tiempos de la colonización y, posteriormente, en los últimos 150 años, a la hegemonía de los Estados Unidos sobre América Latina. La ciencia que ellos han producido sobre el desarrollo infantil —que no es neutral ni ascética en relación a la cultura de sus países ni a los valores y concepciones filosóficas, religiosas, políticas y económicas que dirigen sus vidas— y la forma como conciben la educación de sus niños sugieren e inducen, a nosotros, maneras de educar a nuestros hijos e hijas; y a nuestros sistemas de enseñanza organizar la práctica pedagógica en educación infantil. En la pedagogía de la infancia también se perciben las dos rutas: una, que lleva a la homogeneización; otra, que valora la diversidad. Por competencia técnica o pertinacia de los estudiosos, investigadores y educadores, ha sido posible mantener abierto el trayecto número dos… Para subrayar este último, llamo la atención sobre la diversidad de la infancia en América Latina. Un breve análisis sociohistórico del inicio de la colonización hasta nuestros días identifica, acá, distintas concepciones de infancia y diferentes formas de los adultos al establecer su relación con los niños y niñas. En primer lugar, la constatación de que no tenemos una infancia única, sino muchas infancias, que se fueron extendiendo y diversificando en el tiempo. La lucha por la supervivencia, la mezcla de etnias y culturas, la fuerza de la tradición cultural, entre otros, fueron energías que provocaron la diversificación o lograron mantener rasgos de las características originales. Para ejemplificar, sin mínimamente agotar la diversidad, podemos identificar las siguientes infancias en América Latina:

a) La infancia europea occidental, que los colonizadores españoles y portugueses aportaron en estas culturas, modelo en el cual el niño tiene un papel central en la familia;

b) La infancia indígena, inserta en la cosmovisión de los pueblos originarios, que habitaban esas tierras cuando llegaron los conquistadores y colonizadores. Esa infancia, también, no es única ni homogénea. Tiene una inmensa diversidad, no solamente en los países que después de siglos de dominación conquistaron su independencia, sino en el interior mismo de cada país; diversidad tan grande que es más apropiado hablar de «infancias». Dichas infancias siguen presentes en las distintas naciones indígenas, con más fuerza en aquellas que lograron preservar sus identidades, como lengua, tierra y tradiciones. Pueden ser mencionados como ejemplos los pueblos indígenas de los Andes, principalmente en Ecuador, Perú, Chile, pero también los de Paraguay, Bolivia, Venezuela y Brasil, para quedarnos en Sudamérica. En el caso particular de Brasil, hoy existen 250 pueblos indígenas, además de 60 que todavía no fueron contactados, y 180 idiomas o lenguas;

c) La infancia de los pueblos africanos, que llegó con los esclavos y que, hasta hoy día, preside y aproxima actitudes, concepciones y lenguajes entre afrodescendientes y africanos en el cuidado y educación de sus niños. En algunos países, por fuerza de leyes y políticas públicas y de «movimientos negros», se está construyendo un camino de reconocimiento, rescate y valorización de las ricas fuentes de esa infancia. Incluso esa debe ser entendida en el plural, pues en verdad, a pesar de tener una matriz africana común, presenta diversidad según la región de procedencia y la inserción cultural y económica que tuvo en cada país y región;

d) La infancia «mezclada», nacida del señor y del esclavo; del indígena y del negro; del blanco, el indígena y el negro;

e) La infancia de los inmigrantes europeos del siglo XIX y del siglo XX: italianos, alemanes, polacos, suizos, rusos, franceses, ucranianos, austríacos, japoneses. Los primeros fueron ubicados en «colonias», que los mantuvo relativamente aislados, después llegaron los obreros a las empresas agrícolas, más tarde se integraron en las ciudades, como trabajadores, empresarios, industriales. Ejemplos típicos: el barrio Libertad, en São Paulo, en el que la cultura japonesa mantiene sus trazos originales; la pequeña ciudad Nueva Helvecia, en Uruguay, de tradición suiza; en Brasil: Treze Tilias, ciudad con auténticos trazos tiroleses; Pomerode, que mantiene viva la tradición alemana; Prudentóplis, de tradición ucraniana; Nova Brescia, con nítida cultura italiana, etcétera. En esos enclaves «extranjero-nacionales», los niños construyen nociones y experimentan concepciones y prácticas de crianza típicas de la cultura de origen de sus ancestros;

f) La infancia resultado de la integración cultural que se ha procesado en cada país;

y g) La infancia que está conformándose en un espacio de confluencias y choques. De un lado, el deseo y el imperativo de proteger, defender y promover la infancia, expresado por la Declaración de los Derechos del Niño (1959) y la Convención sobre los Derechos del Niño (1989), de las disposiciones constitucionales y legales y las políticas públicas de atención a la infancia en los distintos países. De otro, el deseo y expectativa de los adultos de acelerar el desarrollo y aprendizaje de los niños, estimulados por los descubrimientos sobre desarrollo del cerebro (neurociencias), expectativa y deseo que se convierten en presión por hacerlos adultos tempranamente.

Educación infantil en Perú y América Latina: un desafío ante las múltiples infancias
De lo que hemos visto hasta aquí, podemos decir que en América Latina tenemos la infancia mexicana, la infancia peruana, la chilena, la brasileña, ecuatoriana, venezolana, guatemalteca, cubana. En fin, tantas infancias como países, tantas infancias como culturas. Aún más: dentro de cada país, las infancias siguen diversificándose. Tomemos tres casos: Chile, Brasil y Perú. En Chile, es fácil percibir que hay una infancia en Santiago, otra en el desierto de Atacama; una en la zona austral, otra en los Andes; una vivida entre familias descendientes de europeos y otra en el seno de los mapuches, los aimaras, los rapa-nui, los quechuas. Un niño mapuche experimenta vivencias, retos y oportunidades de su entorno, absorbe la cultura de sus padres y su comunidad, de ellos recibe orientación y apoyo, por medio de la forma de mirarlos, por medio de sus palabras y gestos; tiene deseos motivados por cosas que ve, oye, siente en su medio (además de aquellas que llegan a sus sentidos por las formas de comunicación que su comunidad usa). Si algún deseo es semejante al de un niño que vive en la capital del país, es porque la televisión y educación lo ha provocado. En el Brasil, se reconoce sin dificultad que ser niño en una megalópolis como São Paulo es distinto de serlo en la Amazonía, como es distinto ser hijo de pescador o de conductor de camión; en una familia de colonos en el sur o de vaquero en una hacienda de creación extensiva de ganado en el centro-oeste. No es lo mismo ser niño en la caatinga nordestina y serlo en una playa de pescadores o trabajadores artesanales; pertenecer a la clase alta, en un nivel socioeconómico de bienestar, que lo llena de ropas, juguetes, paseos o ser hijo de la clase obrera, para quien muchos deseos y experiencias están limitados por las carencias, privaciones y los frecuentes «¡no!». Es distinto vivir la infancia en un departamento amplio, frecuentar espacios sociales, pasar el día en un centro de educación infantil y ser hijo de padres sin techo, sin tierra, sin empleo y tener la calle sin saneamiento básico como lugar de juego. Niños de favelas dominadas por el tráfico de droga viven infancias diferentes de los niños ubicados en territorios de tranquilidad social. Por fuerza de la discriminación histórico-cultural, es distinto ser niño blanco, negro e indígena. Tales características son más que circunstancias (en el sentido etimológico —circum stare— de cosas que están alrededor, que circundan) pues entran en la constitución de la persona del niño, le dan pautas de conducta y horizontes de vida. Además de condiciones económicas, son también de lenguaje y pensamiento, de deseos y posibilidades, de experiencias y oportunidades. Tales elementos diversifican los niños, definen esencias y existencias, producen sentidos de infancia.

Perú, el país con mayor diversidad de etnias y lenguas de América, puede ser, por eso, considerado el país con más infancias, es decir, el país con el número más grande de formas de ser niño y niña de toda la América. Hasta hace pocos años se hablaban alrededor de dos mil lenguas en el país… Si una lengua es la expresión de una cultura (idioma significa «lo que es propio»). «Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo», escribió el filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein (1975), las 67 lenguas nativas de cada una de las 71 etnias que existen en el Perú ya estarían decodificando en ellas unos tantos modos de ser niño y niña. Lenguas como el machiguenga, el aguaruna, el quechua o el aimara, pero también espacios geográfico-culturales como la selva amazónica de Loreto, la selva alta de Tarapoto, Chachapoyas, las punas, las cadenas de montañas y sus paisajes andinos y los enormes desiertos de la costa son formadoras de distintas infancias peruanas. Esto presenta un reto de gran magnitud para los formuladores de políticas de educación infantil en el país.

Educación Infantil: Una encrucijada de la individualidad y la diversidad

Esas reflexiones nos aproximan del desafío de trazar el camino de la educación infantil que aproxima, articula e intercomplementa las fuerzas (valores, leyes, políticas…) tendientes a promover la igualdad —derecho fundamental del ser humano— y las fuerzas que abren espacio para la valorización de la diversidad. La educación es desafiada a crear condiciones individuales y sociales para la igualdad fundamental entre todas las personas… Aplicando la tesis al campo de la primera infancia, la educación infantil tiene que valorizar la cultura local, la nacional y la universal, porque todos los niños son ciudadanos del mundo y, al mismo tiempo y en el mismo proceso, brindar las condiciones para que cada uno pueda formar su identidad, desarrollar su individualidad, ser auténticamente él mismo. Negar los valores y necesidades individuales despersonaliza, empobrece, despoja de lo más íntimo y personal de cada uno. Pero, inversamente, privar a la persona de la inserción en la cultura más amplia, no abrirle las puertas del mundo y a la visión para la realidad que siempre sobrepasa el aquí y ahora, es negarle posibilidades y derechos de crecer y llegar a niveles culturales más amplios, a escalones superiores de la existencia, es decir, aumentar su humanidad, ser más. En América Latina se hacen estudios y se toman iniciativas tendientes a avanzar en ese tema. Como ejemplo tenemos el Grupo Latinoamericano de

Educación infantil en Perú y América Latina: un desafío ante las múltiples infancias
Sociología de la Infancia y de la Juventud, que ha elegido ejes de trabajo entre los cuales destaco los que tienden mirada hacia la primera infancia: a) Matrices teórico-metodológicas de la investigación sobre la infancia en América Latina; b) Subjetividades e identidades colectivas; c) Oportunidades y condiciones de vida; d) Consumo, ocio y sociabilidad; d) Sexualidad; e) Participación de los niños; f) Visiones del mundo y perspectivas de futuro. Conocer nuestra diversidad cultural y conocer nuestros niños en ella insertos son condiciones importantes para formular políticas para la infancia. Eso porque diferentes culturas determinan diferentes infancias y diferentes infancias requieren diferentes pedagogías. Mejor dicho, cada infancia implica una pedagogía propia. En ese sentido, no es pertinente hablar de «la pedagogía infantil», sino de las pedagogías de infancia o pedagogías para las infancias. Sobre ello ha alertado el autor de Cien años de soledad, Gabriel García Márquez (1982), en el discurso que hizo cuando recibió el Premio Nobel de Literatura, al referirse a los esquemas de interpretación de nuestra realidad por los europeos: Pues si estas dificultades nos entorpecen a nosotros, que somos de su esencia, no es difícil entender que los talentos racionales de este lado del mundo, extasiados en la contemplación de sus propias culturas, se hayan quedado sin un método válido para interpretarnos. Es comprensible que insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos. La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos solo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios. Para romper la soledad, conquistar la libertad y pasar a ser conocidos en nuestra riqueza humana, precisamos interpretar nuestra realidad y la realidad de nuestros niños y niñas con esquemas propios, según el paradigma de la diversidad como riqueza y como identidad. Augusto Boal1 también subraya esa visión, al afirmar: «No podemos ser ciudadanos plenos sin la base de la educación, sin las audacias creativas de la pedagogía, sin una cultura plural que tenga el rostro de nuestro país mestizo y ‘cafuso, mameluco, zombo y cariboca’ – hijos de blancos, negros, indígenas:
1 Dramaturgo brasileño (1931-2009), creador del Teatro del Oprimido, que enlaza teatro y acción social, transformando al espectador en protagonista del espectáculo, buscando la transformación social y la emancipación política. Sus ideas están inspiradas en Paulo Freire.

europeos, africanos, aborígenes»2 y podemos añadir: asiáticos, americanos… porque las migraciones, los desplazamientos y la búsqueda de otras tierras para vivir siguen tejiendo una sociedad cada vez más plural. Por esta razón, infancia y cultura —en el plural— es un tema crucial para la política educacional, en especial para la pedagogía de la infancia. Los profesores de educación infantil (educadores, maestros, según la designación que reciben en los distintos sistemas de educación) están, también, frente a dos rutas: la que conduce a la uniformización y la que lleva a la explicitación de las individualidades personales, las características étnicas, los rasgos nacionales. En la medida que su compromiso —y así lo determinan las políticas de educación— es formar el hombre pleno o, en los términos de la legislación educacional, promover el desarrollo integral del niño y la niña, su competencia técnica estará ocupada en articular lo universal y lo particular, lo común y lo distintivo. No para estandarizar sino para crear la unidad en la diversidad, el hombre ciudadano del mundo, portador de la riqueza de su cultura, su historia y su utopía. La función de la pedagogía de la infancia es articular, en los centros de educación infantil, las experiencias y saberes existentes con la búsqueda de nuevos saberes y la realización de nuevas experiencias, considerando los niños sujetos, portadores de derechos; en particular, del derecho a la educación emancipadora, en que ellos, con la mediación del educador (profesor o maestro) construyen su identidad personal y colectiva, se constituyen sujetos de su historia, y amplían los comienzos familiares de su proyecto de vida, como ciudadanos libres y responsables.
Bibliografía

Ariès, Philippe (1987). El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen. Madrid: Taurus Ediciones.

Convención sobre los Derechos del Niño (1989). http://www.unicef.es/sites/ www.unicef.es/files/CDN_06.pdf

Declaración de los Derechos del Niño (1959). http://www.un.org/es/comun/ docs/?symbol=A/RES/1386(XIV)

García Márquez, Gabriel (1982). «La soledad de América Latina», fragmento del discurso en la ceremonia de aceptación del Premio Nobel de Literatura,

Grupo Latinoamericano de Sociología de la Infancia y Juventud. (GSIA). Fecha de consulta: 1 de junio de 2011. http://gsia.blogspot.com/2011/09/ grupo-latinoamericano-de-sociologia-de.html

McLuhan, Marshall y Bruce R. Powers (1990). La aldea global. Barcelona: Gedisa.

Sarmento, Manuel (2004). As Culturas da Infância nas Encruzilhadas da 2ª Modernidade. http://cedic.iec.uminho.pt/Textos_de_Trabalho/textos/encruzilhadas.pdf. Fecha de consulta: 5 de abril de 2011. También en: Modernidade. Crianças e Miúdos – perspectivas sócio-pedagógicas da infância e educação. Lisboa: Edições Asa, 2004.

Wittgenstein, Ludwig (1975). Tractatus Logico-Philosophicus. Décimocuarta edición. Madrid. Alianza Universidad.

 

Vol. 21, Núm. 40 (2012):

Fuente: http //revistas.pucp.edu.pe/index.php/educacion/article/view/2506

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España: La carrera de Entreculturas irá beneficio de la educación en Sudán del Sur

España/ 27 de febrero de 2018/Por: Alberto Román/Fuente: http://ubeda.ideal.es

Se celebrará el 11 de marzo desde Safa Úbeda y se espera la participación de unas 3.000 personas de todas las edades.

Úbeda volverá a acoger una nueva edición de la carrera de Entreculturas el próximo 11 de marzo. Una prueba que llegará a su séptima edición y que en pasadas convocatorias gozó de una enorme participación. Este año se prevé igualmente la inscripción de centenares de corredores entre las diferentes categorías propuestas, con el objetivo de colaborar en un causa solidaria.

La cita está organizada por la Fundación Entreculturas, las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia (Safa) de Úbeda y el Ayuntamiento de Úbeda, y cuenta con el apoyo de la Diputación Provincial de Jaén. Los fondos recaudados en la carrera, una vez descontados los gastos ocasionados por la organización del evento, se destinarán a financiar un proyecto educativo dirigido a dar acceso a la educación a niños y jóvenes refugiados y desplazados internos en Sudán del Sur, gestionado por Entreculturas.

La competición tendrá lugar en un circuito urbano en Úbeda, fundamentalmente en el caso histórico, debidamente señalizado, con salida y meta situadas en Safa (avenida de Cristo Rey). En total, la carrera tendrá seis modalidades o pruebas: niños y niñas de educación infantil nacidos en el año 2012 o posteriores que recorrerán un circuito de 250 metros; niños y niñas nacidos en los años 2011 y 2010, que recorrerán un circuito de 650 metros; niños y niñas nacidos en los años 2009 y 2008, que recorrerán un circuito de 1000 metros; niños y niñas nacidos en 2007 y 2006, que recorrerán un circuito de 1200 metros; carrera de 4 kilómetros en la que participarán los jóvenes nacidos en los años 2005, 2004, 2003 y 2002, y en otra categoría los nacidos en 1999 y anteriores; carrera de 10,6 kilómetros para los nacidos en 1999 y anteriores; y marcha para personas de cualquier edad, a realizar dando una vuelta de 4 kilómetros al recorrido marcado.

La hora de comienzo de las pruebas de 10,6 y 4 kilómetros (tanto caminata como carrera), será a las diez de la mañana, cerrándose el control de llegada a las once y cuarto. Las demás pruebas se iniciarán de modo sucesivo al término de ésta, con el siguiente orden: nacidos en 2006 y 2007 empezarán a las once y cuarto; nacidos en 2008 y 2009 a las once y media; nacidos en 2010 y 2011 a las doce menos veinte; y nacidos en 2012 y posteriores (niños y niñas de educación infantil) a las doce menos diez. La participación de menores de 12 años de edad exige la presencia de sus padres, madres o tutores legales durante toda la duración de la carrera.

Para participar habrá que abonar una cuota de inscripción de seis euros para los 10,6 kilómetros, mientras que las cuotas en las pruebas de 4 kilómetros y marcha es de cuatro euros, y las de las carreras infantiles es de dos euros. El trámite on-line (www.correporunacausa.org) permite realizar varias inscripciones a la vez. El plazo concluirá el 9 de marzo o cuando se complete el cupo máximo establecido de 3.000 personas (2.000 corredores para las pruebas de carrera y 1.000 participantes en la marcha solidaria).

La recogida de dorsales se realizará el viernes 9 de marzo de cinco y media a ocho y media de la tarde, el sábado 10 de diez de la mañana a una de la tarde y el domingo 11 a partir de las ocho y media de la mañana, en la sede del centro educativo Safa de Úbeda. Para ello será necesario presentar justificante del pago de la inscripción. En la entrega del dorsal se facilitará a todos los participantes una bolsa de corredor compuesta por una camiseta técnica conmemorativa y cuantos objetos pueda conseguir la organización.

Fuente de la Noticia:

http://ubeda.ideal.es/ubeda/carrera-entreculturas-beneficio-20180223103252-nt.html

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Educación y cultura para una sociedad fracturada

Ernesto A. Holder
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Una de las cosas que entenderemos al final (o al principio de alguna nueva etapa que desconocemos aún) es que la cultura, la memoria y la historia común, y el trabajo constante por aprender de las lecciones que nos han heredado es lo que nos mantendrá de alguna manera unidos; ojalá, enfocados en la construcción de una nueva realidad social que nos beneficie a todos.

Tal como experimentamos en estos momentos y desde hace ya varias décadas, tanto en lo local como a nivel internacional, el deterioro de la condición humana es irreversible desde las perspectivas y con los parámetros generales que se nos imponen. No están funcionado; por más que nos digan que las economías están creciendo o que la expectativa de vida va en aumento: ¿las expectativas de vida de quién?

Algunos nos pintan un mundo mejor, pero no ofrecen igualdad de condiciones sociales para todos. El fanatismo ideológico-religioso que intenta imponer creencias esotéricas al conjunto de la sociedad, lo hace, muchas veces, desde posturas peligrosamente agresivas. No será el dinero lo que nos una. Ese apetito enfermizo por tener más y más de lo que no se puede ni consumir ante la mirada de los que apenas tienen para sobrevivir.

La discusión y análisis del tema sobre la Sociedad Fracturada ( Fractured Society ) tuvo espacio en la reunión del Foro Económico Mundial en Davos, a finales de enero pasado, en donde el tema fue visto y analizado desde varias perspectivas, incluyendo la educativa, la sociocultural y las amenazas del cambio climático, entre otros.

El joven Parvathi Santhosh, de la organización internacional Global Shapers, sobre las ciudades, y tomando en cuenta lo que en estos últimos años hemos vivido aquí en Panamá, sugirió que: ‘Para crear un futuro compartido en un mundo fracturado, necesitamos activar el potencial sin explotar de los niños y las familias que luchan por tener éxito, reorganizando los sistemas y la infraestructura de la ciudad para que sean más personalizados e interconectados, de modo que cada niño en cada comunidad tenga una oportunidad en un futuro brillante’. El tiempo que pasamos yendo y viniendo, poca oportunidad le concede a los jóvenes y niños para que puedan explorar su creatividad e ingenio en la búsqueda de mejoramiento en las cosas que les inquietan y, por el poco tiempo que pasan juntos, lo más posible es que sus progenitores lo desconocen.

Esa reflexión (que debemos tomar unos minutos para internamente examinar) nos lleva a lo que Sarah Al Charif sustentó: ‘Necesitamos educar a nuestros hijos sobre la empatía, necesitamos integrarlo en nuestros sistemas educativos. La empatía es la respuesta para construir la cooperación en un mundo fracturado hoy y en el futuro’. Tomen nota de la creciente impaciencia y poco espacio que le damos al otro para que se equivoque. La chispa violenta en las calles ante la imprudencia de algún semejante, enciende las reacciones más enérgicas, so pretexto de la defensa del espacio y el derecho individual, téngase la razón o no.

Como tercer ejemplo, me hago eco de lo expuesto en Davos por el joven Umair Pervez, de la empresa Calgary Hub, quien muy atinadamente señala que: ‘Como regla general, debemos preguntarnos: ¿esta decisión mejorará el mundo para las generaciones futuras? Si una decisión no pasa esta simple prueba, probablemente sea hora de reconsiderarla’. Esta sencilla pregunta aplica para YA. Que nos veamos parte de una sociedad en peligro… que enseñemos a nuestros jóvenes a pensar de manera colectiva y abandonar las mezquindades individualistas.

Por donde miramos, aquí, en esta sociedad fracturada nuestra, el futuro no se ve muy bien y muy pocas son las señales de que los que trabajan conscientemente por el bien común, tenga el camino despejado para lograr sus objetivos.

Para los que toman decisiones y conducen las cosas del Estado, desde el Gobierno o la empresa privada, las señales que emergen de Davos apuntan a otras responsabilidades para que podamos corregir los problemas existentes y allanar el camino hacia el futuro. Para los que no lo saben y/o prestan atención, en Davos también se reúnen algunos de los líderes culturales más importantes del mundo. Su misión es la de dar forma y sentido a la realidad en el marco de visualizar el bienestar futuro. Tomen nota, que por allí es la cosa.

Fuente del Artículo:

http://laestrella.com.pa/opinion/columnistas/educacion-cultura-para-sociedad-fracturada/24049136

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