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Entrevista: El feminismo negro visto desde la perspectiva de una filósofa intercultural

Entrevista a Maydi Bayona, profesora de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana
El feminismo negro visto desde la perspectiva de una filósofa intercultural

 

Pedro Alexander Cubas Hernández
Prensa Comunitaria
Pedro Cubas (PC): ¿Cómo fueron sus inicios o primeros acercamientos a las temáticas que emanan de los estudios de género, de la mujer y de los feminismos?

Maydi Bayona (MB): Pienso que cada proceso de iniciación irrumpido tiene que ver con informaciones e instrumentos necesitados por tod@s, para acometer nuestra misión de vida. Todo comienzo es la búsqueda de datos, conocimientos y habilidades para transitar el largo y complejo camino de aciertos, desaciertos e integraciones de mundos y saberes.

Acercarme a los estudios de género, de mujeres, de las diversas expresiones de feminismo, me llevó a comprender que para enfrentar los tipos de discriminaciones abiertas y encubiertas que acontecen en nuestra cotidianidad, no pueden enfrentarse sólo desde las viseras, la catarsis, la denuncia en un mundo marcado por la racionalidad como recurso de emancipación. Se hace necesaria una estrategia que encuentra sus recursos en el conocimiento profundo y en la crítica de los paradigmas patriarcales y etnocentristas que fundamentan las bases epistémicas de la historia, la filosofía, la teología, la antropología, la economía, la sociología, las ciencias de la educación, jurídicas, de la comunicación y a las propias ciencias naturales. No obstante, es válido apuntar que “género”, desde los estudios decoloniales latinoamericanos y caribeños, es una categoría en debate entre las teóricas feministas; por ser considerada una categoría etnocentrista que sólo aborda las formas de relaciones entre hombres y mujeres de la cultura occidental.

No obstante a ello, es un instrumento teórico importante que unido a las diversas expresiones de las teorías feministas, en especial la que nos ocupa, el Feminismo Negro, permite comprender los niveles de relaciones y conflictividades de las prácticas humanas; lo que en este ejercicio hermenéutico, implica la incorporación de la diferencia y de los componentes étnicos, clasistas, económicos, regionales, etarios, socioculturales, etcétera, para comprender la causalidad de los complejos procesos de vidas de las mujeres y hombres, en particular, enalteciendo los mundos de mujeres.

Es importante significar que “género” es una categoría gestada, por las luchas femeninas, al corpus de la política internacional y las ciencias sociales, referido a marcar las diferencias sociales y culturales entre lo femenino y lo masculino. Relativizó los significados de ser mujer y ser hombre a partir de la distinción sexo/género. Asimismo desde sus funciones sociales exigió un conjunto de derechos que compartimos con los hombres. Reclamó, de igual modo, un grupo de derechos que es atributivo de las mujeres, en función de destruir la condición de mujeres objetos, condicionada desde las lógicas patriarcales.

Introducirme en estos caminos, me hizo reflexionar acerca de los endebles instrumentos de defensa y legitimación de nuestras identidades plurales a todos los niveles de relaciones e instrucción, que van desde la naturalización de la condición genérica, el masculino del lenguajes, los pobres conocimientos sobre nuestras identidades originarias, la división sexista-clasista-racial del trabajo y la normalización de la epistémica occidental como lo clásico y verdadero, estigmatizando los otros epistemes bajo el velo mítico y alternativo; limitando la pluralidad de voces, saberes, de cuerpos sentí-pensantes a los presupuestos de las culturas patriarcales occidentales y coloniales y sus correspondientes mundos de opresiones y segregacionista.

La visión articulada de la categoría “género” con aristas de las diversas expresiones feministas, en especial, el Feminismo Negro, el comunitario indígena, y el decolonial latinoamericano y caribeño fue, para mí, una invitación a indagar en ese infinito mundo de pluralidades humanas, culturales y epistémicas que me habitan en el plano más personal con altos compromisos sociales. En tanto soy una mujer negra, cubana, afro, caribeña, asiática e hispánica, partiendo de los componentes que conforman mi base genética y cultural, con un alto compromiso con la defensa de la dignidad humana.

El indagar en estos temas que nos ocupan, sirvió para concientizar e hilvanar en principios, lo antes expuesto, con el compromiso de sanar nuestros cuerpo-mentes-espíritus, e incluso invocar la sanación de las generaciones ancestrales, que se guardan en las memorias de nuestros cuerpos. Sanar, rectificar el presente para garantizar los cambios y equilibrios del futuro. Puede ser esta la modesta huella que dejemos como partes de un todo. Porque como bien enarbola la “Red de Sanadoras Ancestrales del Feminismo Comunitario”, mujeres en defensa del territorio cuerpo-tierra, nacida en Guatemala y con mujeres de todo el continente latinoamericano y caribeño: “Sanando tú, sano yo. Sanado yo, sano la memoria y el futuro de nuestros cuerpos oprimidos física y mentalmente. Sanamos arropándonos colectivamente y en solidaridad”.

Asimismo, acercarme a los estudios de género y del Feminismo Negro, con la perspectiva del feminismo comunitario: “En defensa del territorio-cuerpo-tierra”, abrió una puerta que condujo a parte del núcleo de mi existencia. Ello me llevó a tomar conciencia de los efectos de la globalidad y de sus estilos hegemónicos de vida. Un hecho muy triste, no sólo para lamentarse de él, sino como objeto de lucha para sumarse a las acciones por subvertir estos.

Por ejemplo: el recurso de identidad personal, o sea, el derecho a tu nombre y a tu identidad verdadera. Duele cuando te nombran García, Morales, Torres, Bayona, Castyñeira, y en tu condición de ser negr@, descendientes directos de african@s sólo te remitan a estados de dominación y sojuzgamientos. Eres la materialidad de la identidades suplantadas del “deber ser”, la materialidad de la colonialidad del ser que te convierte en el “no ser” de tu legítima identidad desconocida, o como diría Fanon, estas situado en la “zona del no ser”. No siendo estas las únicas razones para estar situado en esta zona.

Esta situación se hace doblemente fuerte y discriminatoria cuando pensamos en el proceso de la maternidad. Es en el cuerpo de las mujeres donde se materializa este misterio de la vida, y son los padres los que determinan la trascendencia de una identidad legitimadora, con el nombramiento de su apellido, en primera instancia, de la identidad primaria y permanente. Resultado de expresiones sociales normativas que determinan a la tradición como un prejuicio de autoridad, que define a los procesos y valores culturales, pre-establecido por el mundo de los hombres.

Nuestros cuerpos femeninos devienen en objeto, y no en ese cuerpo vivo y bendecido, conectado directamente con el corazón de la tierra-útero-luna-corazón del cielo. Las visiones patriarcales te desmiembran de un derecho a nombrar el fruto de nuestros vientres. En la esclavitud fue aun peor, para las mujeres africanas y su descendencia, cuando ese fruto nacido salió generalmente como mercancía al mundo y sin ninguna posibilidad de derecho a un nombre, ni reclamo sobre este. Es un fenómeno que responde a las lógicas del llamado “capitalismo patriarcal racialmente estructurado” –como explican Ku-Kum Bhavnani y Margaret Coulson (2004)– y a la división sexo-racial del trabajo.

En el plano de las identidades legitimadoras, donde las cuestiones de género quedan incluidas, me gustaría profundizar en el enfoque intercultural, en aras de dialogar con las esencias de las culturas africanas, asiáticas, caribeña, cubana y latinoamericana, al mismo nivel que las ibéricas, en tanto, fuentes nutrientes directas de mi existencia y potenciadoras de mi núcleo. Esta perspectiva necesariamente me ha conducido a ahondar en sus complejidades, encontrándome en este corpus identitario, incorporando a este enfoque, además, los notables y complejos conflictos entre sexo/género, clase y raza. Asimismo, al observar las dinámicas de relaciones pre-establecidas por las instituciones, herederas de valores coloniales y neocoloniales, que en su afán de emancipación, no escapan de reproducir e invisibilizar formas de opresiones y discriminaciones.

Ello ha condicionado socialmente rupturas con determinados presupuestos categóricos que niegan, limitan, fragmentan a nuestras existencias femeninas; re-funcionalizando patrones de conductas auto-excluyentes como comportamientos naturales, sin conciencia crítica de la auto-negación misma que practicamos como persona humana. Cuando lo que necesitamos es focalizarnos hacia un locus de enunciación diverso y fecundo, que nos legitima como sujeta de derechos.

La in-visibilización del locus de enunciación diverso y fecundo ha sido la estrategia civilizatoria de occidente en aras de limitar, confundir y fragmentar, por generaciones, nuestra condición humana, coartando las formas de participación, menoscabando todas las otras perspectivas epistemológicas y de concepción del mundo.

Entender esta dimensión como presupuesto ético, me ha hecho recolocarme, ante todo, en la defensa de la dignidad humana, más allá de nomenclaturas y clasificaciones por clase, edad, étnico-racial, género o por lo que se quiera. Comprender la complejidad de los procesos enmarcados en sus locus de enunciación también me han llevado moralmente a indagar acerca de las raíces éticas, culturales, sociopolíticas, históricas y geográficas de mí y nuestras existencias multiculturales, dotada de reservas de humanidad. Son estas las premisas en las que desde un inicio condicionaron mi acercamiento a los estudios de género, de las mujeres y el feminismo desde una perspectiva intercultural y desde la equidad.

Reflexionando sobre esta pregunta, y re-leyendo episodios de mi vida y mi ambiente familiar, me ha hecho pensar en las causas que me llevaron por estos senderos. En línea directa con mi madre en nuestras largas conversaciones desde pequeña, ella me compartía sus tristes experiencias socioculturales como mujer, negra, humilde, instruida y elegante en la búsqueda de trabajo y sus sueños rotos por resistirse al acoso sexual. Con esos antecedentes, juntas edificamos un proyecto de vida para mí, cargado de sacrificios, dedicación, tenacidad, entrega en defensa de una vida digna y de derechos. Que aunque asegurado por la existencia del proceso revolucionario cubano, por una parte; también nos nutríamos espiritualmente en los principios de las memorias de las luchas de nuestr@s ancestr@s por lograr la independencia de Cuba con tod@s y para tod@s las futuras generaciones, que hoy constituimos.

En esta búsqueda un momento importante lo marco en el año 1997, con la asignatura de Antropología en mi tercer semestre de la Licenciatura de Filosofía en la Universidad de La Habana. Recuerdo que tenía la orientación de un trabajo de campo sobre la cinematografía cubana. En la etapa de diagnóstico comencé mis indagaciones dirigiendo la mirada hacia el tratamiento que se les daban a las mujeres en el cine cubano. Múltiples fueron las muestras analizadas por sugerencias de especialistas en la materia: “Cecilia”, “Retrato de Teresa”, “Lucía”, “Madagascar”, “La Última Cena”, “Memorias del Subdesarrollo”, entre otras.

La observación de estas obras me hizo caer en cuenta que existía un grupo de mujeres, hasta cierto punto invisibilizado y estigmatizado en esos grandes clásicos. ¿Cuáles son las condicionantes que provocaba esta constante? Múltiples son las causales que condicionan este fenómeno. En ese momento una respuesta la encontré en la categoría de “modo de apropiación de la realidad”, aportada por Carlos Marx. Sin embargo, aunque esta categoría contribuía a la reflexión del fenómeno me era limitada, lo cierto es que existe un patrón de medida que presupone un “deber ser”, legitimado por los valores éticos, estéticos, políticos y culturales de Europa. La ideología colonial se estableció como norma del status quomoldeando nuestras subjetividades a su imagen y semejanza. La representación desmedida de objetualidad de las mujeres negras, en estos filmes, me confrontó en mi condición de mujer negra, provinciana, de familia humilde, formándose como una intelectual.

La repetición de patrones secundarios para crear ambientes marginales en las locaciones de determinados planos fotográficos, como protagonistas del complejo mundo plantacionista de la esclavitud, donde el irrespeto a la condición humana, la objetualidad, la ignorancia, el dolor, la servidumbre y los cuerpos violentados, fueron una constante. Las pocas veces en las que fueron protagonistas, en realidad no lo eran, sólo daban un servicio, porque en realidad la verdadera protagonista eran la marginalidad, el estatus social a lo que debería estar confinadas y la religión africana, presentadas con sus mejores velos de prejuicios y estigmatizadas de igual forma que sus representantes. ¿Existía alguna intencionalidad en este patrón representacional?

Esta situación me colocaba en el primer año de la carrera cuando una de las profesoras, para alentarnos, nos decía: “No entiendo para qué tantas mujeres filósofas. En la historia de la filosofía nada han aportado las mujeres…” Por cómo me trataba comprendí, que desde sus normativas, y si por demás eras mujer negra, no había esperanzas para la Filosofía. Lo interesante es que ella legitimaba los ecos de una cultura clasista, patriarcal y etnocentrista. Ella estaba convencida que ese era el “ser” del “deber ser”. Siendo este el mismo patrón que media en las subjetividades materializadas en las producciones audiovisuales de cine y televisión antes mencionadas y no superadas.

Por este tiempo, la Facultad de Filosofía e Historia abría un capítulo en la Universidad de La Habana: los estudios de Género e Historias de Mujeres, un curso optativo impartido por el Doctor en Ciencias Históricas Julio César González Pagés. Participaron unos 10 o 12 estudiantes de lo más selecto de las carreras de historia y sociología. Para gran parte de l@s profesionales de la filosofía en Cuba, hasta hoy, dichos temas no han sido, penosamente, una problemática de importancia.

PC: ¿Cuándo comenzó su interés por estudiar e investigar específicamente el Feminismo Negro?

MB: Fue en el año 2003, en el Departamento Investigaciones Ecuménicas (DEI), de Costa Rica. Fue un curso impartido por la Doctora Silvia Regina de Lima Silva (brasileña), que se titulaba “Feminismo negro”. Para mí fue un descubrimiento, pues ella indagaba en la raíces del fundamentalismo teológico colonial.

Recuerdo que en esa semana dormí muy poco meditando acerca de las reflexiones que la profesora hacía en el aula acerca del concepto de “interseccionalidad”, definido como la interdependencia existentes entre sexismo, clases sociales, racismo y opresión; unidades objetivas necesarias para el análisis de la situación de las mujeres negras. Las que se derivan como formas legítimas establecidas que afectan el modo de vida y las historias de las mujeres negras en los procesos colonialistas, globalizados y contemporáneos en el ámbito de las estructuras de las relaciones sociales de producción, en las división social e internacional del trabajo. Asimismo, puntualizaba sobre otro elemento de ese núcleo: la teología fundamentalista colonial, y su sentido mesiánico.

Pensaba sobre las diversas y contradictorias reacciones que se derivaban. Recuerdo que trabajamos mucho el pensamiento ecuménico brasileño y feminista negro de Brasil, líderes en ese momento y en estas cuestiones en América Latina. Conocí de la militancia, acciones y aportaciones de Luiza Helena de Bairros, Léila González, Sueli Carneiro y de la propia profesora, entre otras.

Yo en el año 1998 había hecho un trabajo sobre la esclavitud y la representación de la mujer negra. Pero era beber de hipótesis que nacían de interpretaciones críticas de la historia e interpretando historias de vidas de mujeres y familiares negras. Pero descubrir el Feminismo Negro desde las líricas y poéticas mujeristas, vientristas, interseccionalista, de conocimientos, empoderamientos, etcétera, propuestas por estas mujeres: Angela Davis, Alice Walker, bell hooks, Kimberlé Williams Crenshaw, Patricia Hill Collins, Afua Cooper, Rebecca Walker, Betty Ruth Lozano Lerma, Ochy Curiel, Wendy Patricia Maswell, y su impronta, fue una revelación.

En el 2016 estuve en Haití, donde pude conocer a Angela Davis, y una vez más su discurso fue estremecedor, alrededor de este y otros temas de urgencia en la sociedades globales, modernas y contemporáneas. Sólo que estos discursos, como muchos otros, necesita salir a la calle y llenarse de gente, calar la conciencia crítica. Quedarse en los oídos de las élites, no es justo. Y es eso lo que habitualmente pasa.

PC: ¿Qué conocimientos tiene usted sobre la historia del Feminismo Negro o de las mujeres negras en Cuba; y cuál es la importancia de esos saberes en la actualidad cubana?

MB: La lucha de las mujeres negras en Cuba encuentra sus principales referentes en las mujeres esclavizadas que de múltiples maneras llevaron la resistencia y la defensa a su existencia y valores identitarios, desde el espacio de cocina con la culinaria, la oralidad, su religiosidad, el cimarronaje y hasta la manigua, como el ejemplo de Carlota Lucumí, en 1843, en Matanzas. Otro emblemático ejemplo se encuentra en Mariana Grajales, “Madre de la Patria”, designada así por José Martí; ratificada en reiteradas ocasiones por Raúl Castro; y limitada sólo a “Madre de los Maceos”. Ella no sólo donó sus fuerzas e ideales, sino también a sus hij@s al servicio por la independencia de Cuba. Una vez, en 1878, desde Jamaica, junto a sus hijas y nueras, crea clubes patrióticos con el objetivo de continuar apoyando la gesta emancipadora cubana. ¿Será que la resistencia a asumirla como “Madre de la Patria” responde a patrones racistas marcados por la colonialidad y a rezagos patriarcales que forman parte de los cimientos de nuestra identidad? Nuestra Patria –multicultural y mestiza– tiene reconocido un indiscutible “Padre de la Patria”: Carlos Manuel de Céspedes; pero no así, una madre; aunque criterios de autoridad como nuestro José Martí, lo haya expresado en el siglo XIX y en el XXI, con convicción lo reitere nuestro presidente Raúl Castro Ruz, ¿es acaso eso posible?

Ejemplos como este nos dicen que en Cuba se dio, en la década del 60 del siglo XX, una gran Revolución en el mundo de las mujeres cubanas; pero a mi parecer, no se tenía conciencia de género. Muchas personas aún no tienen una idea clara de lo que significa la categoría “género” y una casi total idea errada y prejuiciada del feminismo. Asimismo, hubo altos desconocimientos de sus tipologías e historias.

Pienso que muchos de los grupos de trabajo y de mujeres que llevan una lucha en defensa de la mujer y sus derechos, lo hacen empíricamente o desde un superficial acercamiento a los temas. Por múltiples causas, no siempre se hace un buen manejo de la complejidad de la teoría de género y de todas las tendencias feministas. Muchas veces reproducen estereotipos y re-funcionalizan el sexismo, y otros valores patriarcales entre grupos de mujeres y diversos. Por otra parte, no siempre se hacer un uso adecuado del instrumento que estas teorías les proporcionan.

Con ello no niego el trabajo de organizaciones, activistas e instituciones nacionales e internacionales, gubernamentales y ONG en la Isla. Sólo afirmo que es insuficiente. Y que los logros que han alcanzado las mujeres cubanas en el orden social no son proporcionales a la conciencia de género alcanzada.

Pienso que hay que continuar trabajando duro en la recuperación de las memorias de mujeres invisibilizadas en nuestra historia, en particular de las mujeres negras y sus improntas en el siglo XIX y XX cubano. El conocimiento de estas cuestiones en las generaciones de hombres y mujeres cubanas en la actualidad, y en particular en el caso de las mujeres negras, contribuye a reconfigurar nuestros centros humillados, sojuzgados históricamente.

Es la invitación a caminar en la búsqueda de nuestro propio ser, ese que las ideologías coloniales han intentado ubicar en el fondo del pozo y que no siempre se deja ver en la superficie. Con la Revolución cubana de 1959 y con la creación, en 1960, de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), se abrió un marco de oportunidades sociales para tod@s, sólo que unido a sus programas de justicia social, equidad y la impronta humanista y revolucionarias, que la define. Sin embargo, quedan efectos del sesgo de valores heredados de la ideología colonial, que están en los modos de apropiación de la realidad de los sujetos/as. Esto se expresa en el comportamiento y se re-funcionaliza en las dinámicas sociales, como parte de las contradicciones que la misma sociedad genera en su seno; más allá de las voluntades políticas. Y, ¿cómo dejar de ser patriarcal o dejar de ser racista?

Las imágenes televisivas representan, de forma abierta o subliminar, a la esclavitud y a la “mala suerte” que, en consecuencia, heredaste como “único patrimonio”; aunque las lógicas sociales de nuestro proyecto revolucionario garanticen otras posibilidades para nuestras existencias y dignificación de nuestras vidas.

Dentro de los principales exponentes del Feminismo Negro cubano, en la contemporaneidad, encontramos, en el campo de la investigación, a: Inés María Martiatu Terry, Leyda Oquendo Barrios, Daisy Rubiera Castillo, Norma Guillard Limonta, Digna Castañeda Fuertes, Lourdes Serrano Peralta, Magdalena Mazón Hernández, Yulexis Almeida Junco, Olida Hevia Lanier, Zuleica Romay, Belkis Rojas, entre otras. En el arte: Belkis Ayón (en la plástica), Gloria Rolando (en el cine), Georgina Herrera (en la poesía), Fátima Patterson (en el teatro santiaguero y caribeño). En cuanto a proyectos sociales, me gustaría mencionar la labor de Cuba en la Articulación Regional de Afrodescendientes (ARA).

Pienso que es significativo el libro Afrocubanas, coordinado por Daisy Rubiera e Inés María Martiatu. Ese texto brinda múltiples aristas del significado de ser mujer negra y desarrolla nuestros presupuestos de Feminismo Negro. De igual modo es de destacar las tertulias organizadas por Daisy, Yulexis y Oilda. Desde mi modesto punto de vista, el espacio se caracteriza por ser profundo en sus análisis, intercultural, interreligioso e interdisciplinario de creación, en despertar y visibilizar el universo simbólico de opresiones a las que son sometidas las mujeres; así como llamar la atención sobre sus potencialidades. Ha brindado capacitación sobre diversos temas, siempre reflexionando acerca de la situación de la mujer, en general, y de las mujeres negras, en particular. El espacio es un ejemplo de cómo el feminismo puede ser un verdadero movimiento de emancipación.

En cuanto a la capacitación puntualizar a la socióloga Yulexis Almeida Junco, quien lleva un sostenido trabajo en esa dirección, particularmente en la socialización de la impronta del Feminismo Negro. La profesora desarrolla cursos optativos en la Universidad de La Habana y en otros espacios académicos y comunitarios. Asimismo, los proyectos sociales de FLACSO-Cuba de la Universidad de La Habana.

Una mención especial para nuestra cineasta Gloria Rolando, exponente del Feminismo Negro cubano. Desde el discurso cinematográfico, y el ejemplo consecuente de su propia vida, ha dejado obras maestras, que recogen la impronta ancestral, el mundo de opresiones y de prejuicios a los que hemos sido sometidas las mujeres y las culturas africanas y caribeñas. Ella expone los rostros humanos, las esencias y complejidades culturales que las habitan, tanto en sus subjetividades como en los espacios de enunciación, siempre desde un universo plural. Ella aborda, desde la indagación seria, fragmentos de la historia de Cuba no recogidos. Como bien ella plantea, “los investigo y visibilizo, no por ser mujer negra, sino por ser cubana”. Obras como: “Oggún un eterno presente” (1991), “Los hijos de Baraguá” (1996), “Los ojos del arcoíris” (1997), “Rembarque” (2014), “Conversando con mi abuela” (2016), son muestra de ello. En la búsqueda de su propia historia nos revela un mundo muchas veces desconocido, sutilezas naturalizadas donde toman cuerpo la opresión, la segregación, el dolor, la nostalgia y el aporte de fenómenos sociales, como las migraciones. En sus obras recupera lo auténtico de las manifestaciones que adopta la condición de sujeta/o histórica/o en la nación cubana. Lo que tributa a un fortalecimento de identidades liberadoras.

Pienso que en Cuba, en los espacios institucionales, culturales y académicos, se debe continuar sistematizando el trabajo de sensibilización, libre de prejuicios, hacia estudio de las teorías feministas como instrumentos necesario para educar y trabajar el perfeccionamiento de políticas públicas por el mantenimiento de la equidad social. Que ello no sólo constituya un asunto de las élites que se ocupan en estos temas. Insisto, debe concientizarse desde la base, porque cuando llega verticalmente como política, se pierde su sentido emancipatorio y de defensa de la dignidad y derechos de las mujeres.

Por ejemplo, aun no se comprende la necesidad de la perspectiva de género en el lenguaje. Aunque mucho se ha escrito sobre el tema, se defiende un lenguaje puramente patriarcal. No obstante a ello, la educación y los medios de comunicación, así como sus productos culturales, desempeñan un papel importante en ir desmitificando estas lógicas sexistas y discriminatorias, de la que a veces no se tiene conciencia, porque tampoco se tiene conciencia del valor y significado de la diversidad como patrimonio para nuestro espacio.

PC: ¿Cuáles son las contribuciones teóricas y metodológicas fundamentales del Feminismo Negro que, en su opinión, coadyuvan a una comprensión real de la situación de las mujeres negras en el contexto en que usted vive, estudia y trabaja actualmente?

MB: Para responder a esta pregunta se requiere acercarse a los rasgos generales que definen al Feminismo Negro, del resto. En este sentido, Yulexis Almeida identifica un grupo de características, que me gustaría tomar como referencias para dejar bien definido de que hemos estado hablando hasta ahora.

Marca sus inicios en los años 60 y 70 del siglo XX en Estados Unidos y Gran Bretaña. Se focaliza en el análisis del origen de la opresión de las mujeres, “la división sexual del trabajo y el trabajo doméstico. Profundiza en la lucha anti-colonialista contra el racismo, la desigualdad de clase y las prácticas patriarcales. El concepto de “mujer negra” se convirtió en una identidad política estratégica. La reformulación de la separación de espacios público y privado (a partir del eslogan lo personal es político). El estudio de la vida cotidiana”. Se reivindica enérgicamente la despenalización del aborto. Se publican, crean y se usan anticonceptivos como un derecho de las mujeres sobre sus cuerpos. Se produce la descentralización, diversificación de la masculinidad hegemónica. Critica el carácter racista y clasista que no reconoce a la mujer negra, y la ve como fuerza de trabajo y ser mal remunerada.

Una vez definido debo plantear, en segundo lugar, que no obstante a todos estos aportes que definen al Feminismo Negro, penosamente, en mi espacio académico más inmediato, estos estudios no son prioridad. No esta modalidad del feminismo, ni ninguna otra. Existen aislados estudios sobre el pensamiento filosófico de mujeres muy puntuales. No se ha fraguado la conciencia del valor que tributan al campo de la filosofía, los estudios de género y feminismo, aun existiendo feministas marxistas. Sin embargo, algunas acciones en el área de postgrado se están desarrollando en relación a los estudios de género y el Feminismo Negro, decolonial, comunitario, por quien les habla. No pasa así en el área de los estudios sociológicos, quienes son la vanguardia en estos temas.

En tercer lugar, apelando al plano personal, como filósofa, desde estudiante ya me había introducido en estas imprescindibles redes para comprender la complejidad y totalidad de las dinámicas y comportamientos del/la sujeto/a social. Y para poder entender mejor desde mi lugar de enunciación el verdadero significado del cosmos de la polis griega y otras formas del cosmos más apegadas a mi existencia. Para ello los estudios decoloniales me aportaron mucho, sobre todo en poder articular lógicamente a la categoría de género y raza en el sistema de relaciones sociales de producción. Las que en el espacio colonial americano y caribeño adoptan un significativo valor epistemológico y cultural.

En un cuarto momento de la respuesta me gustaría poner en diálogo principios provenientes de la cosmovisión del feminismo comunitario y –en entrevista con la psicóloga social guatemalteca Lorena Cabnal–, el Feminismo Negro y decolonial como mensajes para concientizar sobre la complejidad que habita en ser mujeres y sus conexiones con las dimensiones físico, mental, espiritual y lo comunitario. En pensar en nuestra primera casa, nuestros cuerpos y en su plataforma en la que habitamos colectivamente, la tierra. Acerca de estos referentes y sus significados reflexionemos.

En la voz de Lorena Cabnal, como lideresa espiritual, desde el feminismo comunitario apunta: “Es necesario que las mujeres: conozcan y concienticen que en el cuerpo tenemos un mapa. Hay una memoria corporal, espiritual, ancestral de nuestros úteros que condiciona nuestros tiempos presentes. Es imprescindible interiorizar que existe una razón de los cuerpos y una necesidad de energizarse en las cuatro dimensiones: físico, mental, espiritual y lo colectivo comunitario”.

Concientizar que el cuerpo femenino no sólo son cuerpos-placer, cuerpos-gestantes. Son además, cuerpos conectados por un hilo cósmico y sincronizado con la luna y los astros. De este hecho nacieron los primeros calendarios lunares hasta el siglo XIII, cuando el poder eclesiástico y patriarcal impuso el calendario Gregoriano por encima de los calendarios lunares.

En cuanto a esa histórica relación “ser humano- naturaleza”, que determina el contenido de la producción, sería interesante que supiesen que en la antigüedad los vientres de las mujeres, la Luna y la Tierra, tenían una comunicación directa. Las mujeres sabían cuando plantar la semilla, tanto en su territorio cuerpo, como en el territorio tierra, razón por la que eran consideradas por el sistema patriarcal como brujas, hechiceras y amenazas.

Por eso se hace indispensable asumir el acto del sangrado como algo hermoso y su tiempo como una posibilidad de viajar hacia nuestros mundos interiores. La menstruación hay que naturalizarla en nuestra psiquis como generadora de energías hermosas, vitales y sanadoras. Vivir la posibilidad de tenerla como una manera legítima de florecer, ser libres y sentir. Hacer conciencia el hecho de que las opresiones vividas por las mujeres, a través de los tiempos sobre sus cuerpos, constituye una de las causas de la desincronización con la Luna, los astros y sus hilos astrológicos y, por tanto, de los períodos menstruales y sus dolencias. Interiorizar que la desarmonización de los cuerpos de las mujeres con la Luna es la causa del sistema opresor patriarcal que sufren las mujeres.

Estos son algunos de los principios del feminismo comunitario de las mujeres indígenas de Guatemala. Ellos, indiscutiblemente, confrontan nuestras vidas de mujeres e invita a pensar y activar estos complementos dormidos, silenciados y estigmatizados. Ello, a su vez, nos conecta con otros elementos a tener en cuenta para nuestras vidas como legado de las múltiples comunidades de mujeres afro-latinas-caribeñas, quienes han salvaguardado el legado de las cosmogonías, cosmovisiones y espiritualidades africanas, lo que reafirma la tenencia de un patrimonio tangible e intangible que se estableció como tronco cultural legítimo en el diverso y denso bosque del continente americano.

Es este último, uno de los conflictos que enfrentan las mujeres afro-latinas-caribeñas. Dicho problema se ubica entre las dos orillas del Atlántico: los archipiélagos caribeños y las orillas americanas bañadas por las aguas del Océano Atlántico. Cuando pensamos física y literalmente en el territorio cuerpo–tierra, nuestras ancestras africanas perdieron sus tierras natales y, con ello, su libertad. Sólo con la muerte a través de sus espíritus volverían a su lugar de origen en estado de libertad. Ese fue un principio de vida de l@s african@s en estas tierras. Como alternativa de supervivencia se fueron adaptando y modificando estos lares. Fueron troncos culturales muy fuertes que lograron fructificar y hacerse perdurables. Estos son memorias históricas que sostienen los principios del Feminismo Negro y decolonial, respectivamente.

Se hace imprescindible concientizar que América Latina y el Caribe, para las generaciones posteriores, dejó de ser el espacio de acogida para convertirse en un espacio originario. Entonces, cómo explicar que aun hoy, en pleno siglo XXI, luego de cinco siglos de haber llegado nuestros primeros ancestros y haber procreado a sus descendencias, todavía la condición de inferioridad y el racismo colonial y natal haga estragos sobre el cuestionamiento de si los descendientes de las/os africanas/os son, o no son, originarias/os.

Sobre los cuerpos–mentes femeninos negros, aún pesan las incomprensiones del ser o no ser originario como una causa más para la exclusión. Razón por la cual, lo originario se legitima como una condición política incuestionable para los nativos del continente; pero, al mismo tiempo, posee un carácter excluyente. Este último ha sido muy bien manejado por el sistema capitalista neoliberal que utiliza las diferencias étnicas, raciales, culturales y residenciales para usurpar territorios y lo más auténtico de nuestras culturas y espiritualidades.

En estas polémicas entre “ser-no ser-pertenecer” ha constituido en el mundo de las mujeres afro-descendientes un recurso de resistencia y mediación intercultural. Los saberes ancestrales han sido elemento común tanto para las mujeres afro-descendientes como para las indígenas. Estos han condicionado y hasta determinado las concepciones de sus metodologías, cimentadas en el complejo y misterioso mundo de las espiritualidades; la búsqueda de la libertad, que en diálogo con los modos de hacer contemporáneos implementan estrategias de lucha frente a las injerencias del capital y las concepciones patriarcales en no pocos grupos que han concientizado su condición y misión.

PC: ¿En qué medida usted podría contribuir, desde la práctica, a enriquecer las discusiones teóricas y cotidianas sobre Feminismo Negro en el contexto de la lucha por los derechos, la visibilización y el empoderamiento de las mujeres negras?

MB: En este sentido, me identifico como una agente intercultural, entre las sabidurías ancestrales que nos habitan y las sabidurías institucionalizadas por la geopolítica del conocimiento etnocentrista de occidente. Experimento el desarrollo de un lenguaje que se re-significa y democratiza todo el tiempo, como consecuencia de una toma de conciencia crítica de mi ser y sus “yo” plurales, integrados en mi condición de mujer y de persona. La cuestión no es solo política, es también existencial; aunque ha sido la práctica consolidada del modo de apropiación de la realidad occidental institucionalizado y legislado en políticas fragmentarias y prejuiciosas, por más de 500 años, las que han limitado los lenguajes, las conciencias; dividiendo y excluyendo por sus marcas genéricas, clasista, étnico-racial, etaria, geopolítica, etcétera.

Las observaciones analíticas en mis investigaciones y maneras de enseñar desde la perspectiva de género me llevan a tener en cuenta, en mis reflexiones y modos de hacer, a las interrelaciones de los locus de enunciación en el que existimos y en el que hemos sido educados. Y es desde acá que desarrollo esta reflexión. No puedo escapar de la historia, aunque no por ello tengo que ser víctima, ni objeto de ella. Este presupuesto me llevó a comprender una de las funciones de los estudios de género y feminismo, pues me hizo caer en cuenta de la responsabilidad, que en tanto mujer cubana, negra y profesional posee con la salvaguardia y renacimiento de los valores de nuestra “Ancestralidad”. Recuperando desde ello a sus hacedoras, que nos hacen sentirnos personas y pertenecientes de un lugar y múltiples culturas. Recuperar el orgullo y la dignidad de ser mujer afro-latina-caribeña.

En mis escritos, charlas entre amig@s, docencias de postgrado de “Género, Comunicación y Decolonialidad”, he experimentado unas metodologías “otras”, preocupadas no por la trasmisión de conocimiento, sino por la sensibilización de la conciencia a partir de legitimar a la dignidad humana, como un derecho de vida y de respeto a la diferencia. Elementos estos, que le desconocieron a una parte importante de mis ancestr@s, en particular a los african@s y sus descendientes; pero también pienso que no es desconociendo la humanidad de los otros que legitimaremos la nuestra. Con ello gano una comprensión otra de un problema ético-cultural que defiende la esencia de la diversidad humana.

Por otra parte, la experiencia interdisciplinaria entre filosofía, antropología y estética (como salida a mis investigaciones), ha sido transversalizada por las teorías de género, del Feminismo Negro y del feminismo comunitario latinoamericano. Ello ha contribuido a la comprensión de las tipologías que puede adoptar el “sujet@ y su negación” en su corporalidad y extensión.

Ahora me encuentro trabajando en el concepto “clave intercultural”, la paradoja de la emancipación y los prejuicios como círculo hermenéutico. Herramienta epistémica y sociopolítica para develar problemáticas, que ante los presupuestos tradicionales de la lucha de clases, se quedan fuera de contexto e invisibilizados. Tales como: la recuperación de las memorias históricas de las abuelas y abuelos (amerindios, africanos, asiáticos y caribeños); las que han sido silenciadas junto a sus corpus antropológico y filosófico, unos más que otros. Introducir transversalmente las contribuciones de las teorías de género y feministas, en estas problemáticas filosóficas que acontecen en nuestra sociedad, me ha servido para comprender la diferencia y la necesidad de rehacer el mapa de la historia de nuestras raíces y a recuperar, entender y respetar el patrimonio heredado, en especial el relacionado con el mundo de las mujeres y la re-evaluación de su lugar en el mundo.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=233987

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La huelga de la que nadie habla

Por: Lidia Falcón

Las empleadas de de Bershka —cadena propiedad del grupo Inditex—, en la provincia de Pontevedra, han estado dos semanas hasta conseguir ganar su batalla contra Inditex. Setenta y cuatro mujeres, y un hombre, se han mantenido firmes frente a una empresa que es el gigante español de la confección y la moda. Las trabajadoras de las tiendas de esta marca orientada al público adolescente en Vilagarcía, Pontevedra y Vigo han mantenido la huelga más larga que ha afrontado el grupo desde su nacimiento, donde son muy poco habituales los paros, al margen de algunos celebrados en las huelgas generales.

Esas mujeres, sin relevancia social, con empleos precarios y mal pagados, situadas en la cola de la promoción laboral como corresponde a dependientas cuya única labor es facilitar las prendas a las clientas y cobrarles, se han atrevido a enfrentarse a la patronal española más fuerte del país. Pero, como suele suceder, no han acaparado las portadas de los periódicos ni sé que las televisiones les hayan dedicado sus preciosos espacios. Mientras otros temas de “importancia” consumen el tiempo y las neuronas de periodistas, políticos y tertulianos, las mujeres de Pontevedra, en su modestia y anonimato han demostrado tener más valor que tantos otros trabajadores y no digamos políticos.

Porque una huelga implica perder el magro salario que se ganan. Pero, como todo trabajador sabe, la mayor pérdida no es la de los ingresos, siempre necesarios en la economía familiar, sino el riesgo, muy cierto, de ser incluidas en la lista negra que todas las grandes empresas guardan sobre los trabajadores díscolos y protestones. Y eso puede suponer no acceder más a ningún empleo no solo en la provincia, que no se caracteriza ni por su caudal de habitantes ni por las oportunidades que ofrece a las mujeres que pretenden acceder a un empleo asalariado, sino dada la potencia de Inditex, quizá en toda España.

Las reclamaciones eran de elemental sentido de equidad y proporcionalidad. Pretendían poner fin a la “doble discriminación” a la que las empleadas han sido sometidas. De una parte, por percibir “salarios inferiores” a sus compañeras de otras provincias que han conseguido firmar mejores convenios laborales y, de otra, por “las diferencias entre las dependientas” de los mismos comercios que trabajan a tiempo completo y las que tienen jornada parcial.

Sin que se entienda cual es la causa y los objetivos que se propone la empresa con esas discriminaciones, resulta que mientras las empleadas de Santiago (A Coruña) tienen 39 días de lactancia, las de Vilagarcía (Pontevedra) disponen de 21 y las primeras cobran además dos pluses, por importe de casi 2.000 euros, que estas no han recibido. A la vez las empleadas a media jornada “hacen los peores turnos y más fines de semana que las demás” así como “horas complementarias que no computan para el descanso semanal” pese a que, aseguran, hay volumen de trabajo suficiente para que la empresa les aumente su jornada hasta un 65% o 75%.

Que nadie piense que el trabajo de una vendedora es simple y divertido. Las empleadas tienen que permanecer en pie de 8 a 10 horas, controlando a las clientas y las ventas, cuadrando la caja, reponiendo las prendas en los colgadores y en las estanterías, arreglando el almacén, cargando pesos cuando hay que mover enormes cajas de trajes y abrigos, y aguantando las órdenes de la superioridad. La permanencia en pie supone la deformidad de los pies, el descenso de la columna vertebral, con dolor de espalda, varices e inflamación de las piernas, añadida a la inflamación de ovarios y de matriz. Pero ninguna de estas patologías están contempladas como enfermedad profesional en el vademecum de la Seguridad Social. Al fin y al cabo vender en una tienda de moda es un placer para las mujeres a las que siempre les gustan los trapos.

En los años de grandes luchas obreras y cuando las mujeres fueron sumadas a la fuerza de trabajo industrial, en España se aprobó una curiosa ley, llamada la Ley de la Silla. El 29 de febrero de 1912, el periódico El Imparcial publicaba la noticia de que  “En los almacenes, tiendas y oficinas, escritorios, y en general en todo establecimiento no fabril, de cualquier clase que sea, donde se vendan, artículos ú objetos al público ó se preste algún servicio relacionado con él por mujeres empleadas, y en los locales anejos, será obligatorio para el dueño o su representante particular ó Compañía tener dispuesto un asiento para cada una de aquéllas. Cada asiento, destinado exclusivamente á una empleada, estará en el local donde desempeñe su ocupación…”

Recuerdo el relato que mi abuela, Regina de Lamo, anarquista, sindicalista, cooperativista, me hacía de aquella peculiar lucha de las mujeres para conseguir que en las tiendas o allí donde se preste cualquier servicio al público, hubiese una silla donde las empleadas pudiesen descansar unos minutos, entre cliente y cliente. Me explicaba precisamente las dificultades y enfermedades que podía suponer para las mujeres la permanencia en pie todo el día, durante largos años. Pero aquellos eran otros tiempos, en que no solo el Movimiento Obrero era potente y estaba envalentonado por la inminencia de la revolución soviética en Rusia, sino que el Movimiento Feminista, tras 70 años de luchas ininterrumpidas en EEUU y Europa se encontraba en la víspera de alcanzar su más sonada victoria: la consecución del sufragio femenino. Y con él una serie de reformas legales que las acercaron más a su objetivo: ser consideradas ciudadanas de su propio país.

La ley de la silla tuvo poco recorrido. Fundamentalmente porque las empresas no la cumplieron y cuando algunas trabajadoras la reclamaron los sindicatos no les hicieron ningún caso, caprichos de mujeres cuando había tantas causas que defender. Y luego llegaron años peores en que ni las mujeres pudieron acceder a empleos asalariados ni los dirigentes sindicales estaban para defender minucias semejantes.

Ciertamente que estos son otros tiempos en que las mujeres no solo podemos votar y ser votadas sino que también hemos alcanzado la igualdad legal, pero hoy tampoco las vendedoras reclamarían la silla que conquistaron en 1912 cuando ni aún alcanzan la jornada completa, y las huelguistas de Bershka no han conseguido las portadas de los periódicos ni las pantallas de televisión.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2017/11/05/la-huelga-de-la-que-nadie-habla/

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Entrevista a Claudia Korol, educadora popular “El patriarcado desató una guerra contra las mujeres y la respuesta espontánea fue el Ni Una Menos»

 Por: Francisco Parra

Feminista, marxista y anticolonialista. Esos son los tres ejes en que gira el ideario político de la activista trasandina. En entrevista con El Desconcierto, Korol repasa la actualidad del movimiento feminista y las luchas de los pueblos en América Latina. «El Ni Una Menos lo pongo al mismo nivel de lo que fue el Nunca Más para nuestros pueblos», opina.

De toque a toque. Así eran las fiestas que recuerda Claudia Korol en Chile. Entraban antes del toque de queda y salían después. Eran los años ’80 y, en plena dictadura militar, Claudia llegó al país como dirigenta estudiantil universitaria, con las brigadas de trabajo voluntario. Conoció de cerca la lucha contra ese régimen. Tanto, que terminó escribiendo un libro llamado “Rebelión”.

“El libro trata de ser un aporte chiquito a la rebelión chilena. Nos involucramos mucho en esa historia de la juventud que estaba pensando concretamente en derrocar a la dictadura a partir de la lucha del Frente Patriótico, el MIR, el Lautaro, las distintas organizaciones”, comenta.

Claudia habla casi siempre en plural. Militante, activista, feminista. Se presenta como educadora popular y miembro de la organización Pañuelos en Rebeldía, colectivo que trabaja en la formación desde una pedagogía feminista, descolonizadora y anticapitalista.

Su trabajo es reconocido en todo el continente por lograr esa conjunción que pareciera algo extraña, pero que ella hace sonar simple. Desde la experiencia del trabajo en concreto, desde los cuerpos oprimidos de las mujeres, los territorios saqueados, la explotación. El debate, dice, no es teórico.

Claudia Korol fue una de las invitadas estelares al Seminario “Proyectos revolucionarios en América Latina: Una mirada desde el feminismo”, organizado por la Marcha Mundial de las Mujeres, un colectivo que agrupa a organizaciones feministas a lo largo del mundo.

En entrevista con El Desconcierto, repasa su amplia relación con Chile, su amistad con Gladys Marín, el Ni Una Menos, la actualidad del movimiento feminista y las luchas de los pueblos en América Latina. Hábil conversadora y de fácil risa, los ejes de un proyecto socialista, feminista y anticolonial parecen ordenar sus palabras, su pensamiento y su vida.

Su amiga Gladys

“Yo soy parte de una generación que nació en la lucha política con Chile. Era muy joven, en mis primeras nociones de militancia en el colegio secundario se había iniciado el gobierno de la Unidad Popular en Chile. Las campañas de alfabetización, la reforma agraria, la nacionalización del cobre, soñábamos con venir para eso. Y en eso vino el golpe, que fue muy duro, no solo en términos de represión, sino en frustración para nuestros sueños. Por eso digo que es una generación que nació con Chile y con el golpe, es una marca muy fuerte”, afirma.

– Y después vinieron los golpes en los otros países de América Latina…

– Y ahora que hay tantos golpes en América Latina… tenemos más experiencias en golpes que en revoluciones jaja. Hemos vivido revoluciones, pero la marca de nacimiento fue el golpe de Chile. Cantábamos en Argentina que íbamos a cruzar la cordillera para estar con el pueblo chileno, nuestro deseo era estar acá. En los ’80 vinimos con las brigadas de trabajo voluntario al sur, estuvimos con el pueblo mapuche y los estudiantes. Después volvimos cuando fue el terremoto. La solidaridad era con los afectados y las organizaciones chilenas que luchaban contra la dictadura, soñando y peleando por la rebelión popular.

– ¿Qué es lo que más recuerdas de esa época?

– Cada vez que vengo me emociona, porque fue un momento intenso de vínculo. La primera vez estuve con el pueblo mapuche y sus comunidades amenazadas por la presencia de los pacos y la represión. Aprendí mucho de su capacidad de enfrentamiento y resistencia, claro que como yo era la extranjera me mandaban al frente para poner la cara cuando venían los medios jaja. Muchos años después, cuando volví, muchos compas me lo recordaron, se dieron lazos de convivencia muy fuerte, lazos fraternales en condiciones que pensabas que todos los días podrías perder la vida, una cuestión cotidiana con el pueblo mapuche. Después estuve bastante en Valparaíso, me acuerdo mucho de las fiestas.

– ¿Cómo eran esas?

–Las de toque a toque, entrábamos antes del toque de queda y salíamos después jaja. La idea de que eramos jóvenes no se había perdido, la alegría, la idea de la fiesta, de hacer de las cosas.

– Te relacionaste mucho con esa resistencia activa a la dictadura. Después otra cosa fue cómo se gestó la vuelta a la democracia y cómo siguió, lejos de eso.

– Totalmente. En realidad mi entusiasmo fue la experiencia de la juventud que se radicalizó, se organizó. Los niveles de confrontación eran importantes y tengo recuerdos intensos que siempre me acompañaron para pensar la capacidad de resistencia organizada de los pueblos, aún en condiciones tan difíciles. Hoy le contaba a una compañera que yo estaba en Santiago cuando fue el tema de los degollados. Alcancé a estar en el cementerio, a Manuel (Guerrero) lo escuché de niñito hablar, exigiendo el derecho de los niños a tener padres, algo que me quedó muy grabado. También cuando fue la inmolación de Sebastián Acevedo… es que siempre pasaba algo acá. En la Argentina no se habían desarrollado organizaciones con esa capacidad de resistencia. Hubo otras, pero la idea de derrocar a la tiranía de ese modo, de la insurrección, el levantamiento armado, esas perspectivas no se habían desarrollado. Era una apuesta súper importante que hacía la juventud chilena. Sabía que habían partidos y organizaciones atrás, pero quienes fundamentalmente salieron a poner el cuerpo fueron los y las jóvenes. De ahí nos expulsaron del país y volví cuando fue el lanzamiento de la candidatura presidencial de Gladys Marín.

– Fueron amigas con Gladys. Me imagino grandes debates entre ustedes…

– Fue parte de nuestra amistad poder discutir con mucho respeto y apasionadamente a la vez, por cómo éramos las dos jaja. Fue muy fuerte e intensa la relación. Cuando ella lanzó la candidatura estuve en la fiesta de los abrazos. Después me invitó al lanzamiento en el sur y, como yo había estado antes, fue muy lindo volver. Hubo debate con las organizaciones mapuche que no apoyaban la candidatura, por eso digo que ella tenía capacidad para dialogar. Todos explicaron su estrategia, de porqué unos le apostaban a las elecciones y otros no, con las posiciones de autonomía de los colectivos. Fue un debate de dos días súper interesante. Estuve varias veces con ella acá y en Argentina y de ahí sale otro libro, el de conversaciones con Gladys Marín.

– ¿Y cómo ves la figura de Gladys para la izquierda en Chile? Además de no haber muchos liderazgos femeninos, ella incorporó al mundo de la diversidad sexual que no tenía cabida hasta entonces.

– Los recuerdos que tengo de los 11 de septiembre en Chile son con Gladys y Pedro. Íbamos a la marcha, nos comíamos los gases en el cementerio y después íbamos a la casa de Gladys. Su amistad con Pedro fue fundamental para que ella cambiara y que él se sintiera querido y protegido en su identidad política. Muchos compañeros no lo querían a él por esa homofobia. Gladys abrió un camino porque sabía escuchar mucho y se dejaba interpelar. Dialogamos un montón de temas del feminismo y desde su experiencia de vida ella se dejó atravesar por esas reflexiones. Además se enfrentó a un partido patriarcal, eso lo sabía, no había que contarle de las resistencias que tenía que enfrentar una mujer en una organización política. Ella se adelantó en varias cosas al partido y su tiempo y nos abrió camino. Se puso con toda la voluntad para hacer las revoluciones que queríamos.

Guerra al patriarcado

– Ante esta aparición masiva del Ni Una Menos, ¿qué posibilidades crees que abre para el movimiento feminista?

– Es una gran oportunidad, nosotras lo llamamos una rebelión anti patriarcal, aunque en verdad es una rebelión contra los femicidios. Lo que llevó al Ni Una Menos es un miedo a la muerte. De parte de las mujeres, que decimos ya basta de matarnos e incluso de algunos varones que dicen qué pasa que de pronto te pueden matar o desaparecer a tu novia, tu hija, tu hermana. El patriarcado desató una guerra contra las mujeres y la respuesta espontánea fue el Ni Una Menos. Ahora, así como nació de la nada puede volver a la nada si no se construye, pero nos abrió muchas posibilidades. Ya lo que hizo es importante, visibilizar la violencia patriarcal y acercar el feminismo, aunque sea instintivamente, a una generación. El Ni Una Menos lo pongo al mismo nivel de lo que fue el Nunca Más para nuestros pueblos.

– Como se rechazó a la dictadura en Argentina…

– Sí. Ni Una Menos dialoga con el Nunca Más porque son la búsqueda para ponerle freno a la muerte y a la impunidad de los agresores. Nos desafía a repensar las nuevas formas que debemos hacer como feministas. En Argentina tuvimos 31 Encuentros Nacionales de Mujeres hechos previos al de este año, y esos encuentros abrieron la posibilidad del Ni Una Menos. La campaña del derecho al aborto seguro, libre y gratuito también es una campaña de más de 10 años, así como una gran cantidad de campañas de los colectivos feministas. Pero el Ni Una Menos saltó todo y al mismo tiempo nos involucró a todas. El desafío ahora es cómo dar pistas organizativas, que no lo amarren tampoco tanto, porque a veces en la idea de querer tener todo controlado podés matar la espontaneidad. Que el movimiento siga, pero con cuestiones concretas.

– ¿Cómo se traduce eso?

 – No en una capitalización política, sino en que las compañeras se sientan movilizadas y estimuladas a hacer denuncias que antes no hacían. Ellas tienen que tener respuesta y esa respuesta requiere organización, porque hay que acompañarla al juzgado, al tribunal. Ahí es donde hay que jugar, no en una disputa de quién figura, sino quién acompaña a las que se animan a dar ese paso.

– Pero el intento de figurar existe. El mismo Macri se sacó fotos con un cartel de Ni Una Menos. Acá se iluminó La Moneda con la consigna para la última marcha.

 – Nosotras no nos desesperamos por eso, aunque algunas compañeras sí jaja. Ya después de la segunda marcha que Macri ni sus funcionarios se aparecen, porque si van la pasan mal. Ahí hay que decir: “Bueno, si estos tipos se quieren aprovechar vamos a intentar que no lo hagan, vamos a decirle todo lo que hacen mal si se aparecen”. Ahora, la disputa no es mediática. Lo fundamental es que no haya frustración en los casos concretos de las vidas concretas de las mujeres o travestis concretas que están sufriendo violencias y que pueden ser asesinadas. Ponemos el ojo en cómo concretar esa lucha por la vida y la justicia. Ahora tenemos el 32° Encuentro Nacional de Mujeres en el Chaco, donde hay una chica desaparecida, Mayra Benítez, y al gobernador, que también dice Ni Una Menos, le decimos que queremos que Mayra esté en el Encuentro, con vida. ¿Y qué hacés vos para traerla, para desarticular las redes de trata en tu provincia? Es decir, es buscarle esa vuelta que ni siquiera es discursiva, es concreta, necesitamos que aparezca Mayra. Ese tipo de acciones nos va a permitir superar esa disputa.

– ¿Cómo debe relacionarse con los distintos feminismos, ya sea institucional, de ONG, etc? Pienso, por ejemplo, en el aborto en tres causales en Chile, gran avance para el país, pero todavía mínimo en cuanto al porcentaje de mujeres que abortan.

 – Nosotras nos definimos dentro de la corriente del feminismo popular, pero lo que intentamos es no matarnos con otras corrientes feministas sino ver en qué podemos avanzar juntas y, en lo que no, discutir, debatir, polemizar, pensar cómo empujar más fuerte. Pienso que, y nos pasa a las izquierdas en general, como que les exigimos a otros cosas que nosotros no estamos en condiciones de garantizar. Tenemos que empujar todo lo que podamos, sabiendo que todas las libertades no se van a dar dentro del capitalismo. Muchas corrientes del feminismo son burguesas, que buscan un espacio dentro de la institucionalidad burguesa y no están preocupadas por destruir esa institucionalidad. Nosotras, con esto que te decía de acompañar a esta chica, a esta familia, lo hacemos sabiendo que vamos a chocar con los límites de este sistema político, cultural, económico, social que hay que derrumbar si es que queremos realmente pensar en la pacificación de la vida de las mujeres. ¿Cómo terminamos con la guerra contra las mujeres? El capitalismo, el patriarcado y el colonialismo la van a seguir realizando. ¿Y quiénes son las víctimas de redes de trata y prostitución? Las mujeres pobres, indígenas, migrantes. Ahí hay grandes ganancias del capital. Entender esas relaciones también es decir, bueno, no todas las mujeres que luchan por una ley tal o cual están pensando en las revoluciones que nos faltan en nuestros países.

Sin socialismo no hay feminismo

– Es interesante cómo haces dialogar al feminismo con el anticolonialismo, algo propio de nuestros países en América Latina, y además con el marxismo, una corriente que no se caracteriza precisamente por ser feminista.

– Ahora como que empiezan a haber marxis-mos, feminis-mos y anticolonialis-mos jaja. Yo me reconozco dentro de una vertiente que las asume las tres. El marxismo en la dimensión de la lucha socialista donde, como dicen las campesinas del movimiento sin tierra, sin feminismo no hay socialismo. Nosotras decimos que sin socialismo no hay feminismo, porque la realización de la plena libertad de las mujeres no se puede dar en el marco del capitalismo. Reconociendo nuestras raíces, estamos en un territorio donde el capitalismo y el patriarcado se establecieron a partir de la conquista. La lógica que relaciona el colonialismo, el capitalismo y el patriarcado está entrelazada, es un mismo sistema de múltiples opresiones y, cuando hablamos de los cuerpos concretos de las mujeres, están esas opresiones. Es más que un debate entre teorías, lo relacionamos con una práctica y una experiencia. En la Argentina estamos tan conmocionadas por Santiago Maldonado. Las compañeras del Ni Una Menos están diciendo de hacer una asamblea en El Bolsón, que es donde está el Lof Cushamen, donde desaparecieron a Santiago. Son todas las mismas luchas y somos las feministas las que vamos a ir ahí, pensando que la desaparición tiene que ver con el intento de frenar la lucha del pueblo mapuche, que está recuperando tierras de Benetton y defendiendo el derecho al territorio. Para nosotras feministas, el territorio y el cuerpo son dimensiones de nuestra lucha, entonces nos parece natural estar ahí, como también estar en la carpa de Pepsico con las trabajadoras que ocupan su empresa y están resistiendo las políticas de precarización laboral. No tenemos unos pocos “temas de mujeres”, son todos nuestros temas y ahí es donde se relacionan en la lucha concreta. Si es una lucha anticapitalista porque estamos en Pepsico, nos va a servir el marxismo para analizar qué está pasando en el marco de esta etapa del capitalismo y nos sirve para pensar que las mujeres de Pepsico tienen una realidad particular en relación a los varones. Y así vamos hilando las reflexiones.

– ¿Y qué significa dar esas luchas desde los cuerpos y el territorio?

– Estamos en una guerra contra los cuerpos de las mujeres. Esa guerra nosotras la tenemos que dar en el territorio más que en la propaganda. La campaña hay que hacerla en los medios, pero quienes conocen cómo funciona la red son las mujeres del territorio. Dónde está el tipo o los grupos vinculados a las redes de trata o al narco, cómo juega la policía del territorio en alianza con eso, por dónde las lleva, cuáles son los bares donde funciona. Eso en un territorio se sabe y no se dice por seguridad, por miedo. Tenemos que encontrar un modo para poder recuperar a las pibas que nos desaparecen. Es un trabajo que no da prestigio, no figura y mejor que no lo haga, pero que es necesario. En las escuelas, las maestras o profesoras saben que si las chicas faltan lunes y viernes es que están siendo captadas para alguna de esas redes porque son los días que funcionan. Ese tipo de cosas se conoce cuando hay trabajo territorial, de organización y relación con las mujeres para construir estrategias que hoy más que nada es sobrevivencia, que no nos maten, pero esperamos que sea para vivir y vivir bien.

*

Claudia toma una pausa y vuelve a recordar las fiestas en Valparaíso en los ’80, las de toque a toque. En medio de una conversación tornada trágica, apunta a cómo dar vuelta la situación políticamente. Habla del deseo, de la alegría, de la fiesta.

“Estoy segura de que no hay capacidad de resistencia sin una capacidad de fiesta y alegría, esas fiestas de toque a toque jaja. Lo aprendí acá eso. De verdad, no se sostiene la lucha sobre la base del martirio y el dolor. Muchas veces la captación de jóvenes tiene que ver con desastres familiares que hay. Entonces, que las chicas encuentren sus lugares de construcción de identidad en sus territorios y no que tengan que salir a ser mulas de los narcos. Es un desafío bien importante y grande que tenemos”.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=232079

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Entrevista a Rita Laura Segato: El cuerpo de las mujeres es un lugar en el que se manifiesta el fracaso del Estado.»

Violencia y relaciones de poder
“El cuerpo de las mujeres es un lugar en el que se manifiesta el fracaso del Estado.»

 

Nuria Alabao
www.ctxt.es

 

Entrevista a Rita Laura Segato (Buenos Aires, 1951) es una antropóloga y feminista argentina, profesora de Antropología en la Universidad de Brasilia. Sus trabajos se centran en las nuevas formas de violencia contra las mujeres y las relaciones entre poder y colonialismo.

 

Esta obra parte de una constatación: la violencia contra las mujeres aumenta, se hace mucho más cruel y sistemática allí donde el Estado falla como en Ciudad Juárez –en México en general–, en los países de Centroamérica, u otros “Estados fallidos”. La hipótesis de partida es espectacular: estas nuevas formas de violencia machista son signo de una amplia transformación económica y política, que tiene que ver con el desarrollo de la economía informal y criminal y con la descomposición del Estado como monopolista de la violencia. En este marco, el cuerpo de la mujer se convierte en un soporte en el que se inscriben nuevas formas de dominio y de soberanía.
Se trata por ello de una violencia pública, sistemática, impersonal, en la que grupos criminales y corporaciones establecen una forma de control sobre el territorio que se expresa públicamente a través del sometimiento total del cuerpo de la mujer.
 
La violencia machista genera aquí cierta perplejidad, sobre todo porque rompe con el relato de progreso moral y social de Occidente, según el cual la historia es progresiva y Europa representa algo así como “la cuna de la civilización”. Esta violencia, además, parece aumentar, ¿qué nos dice de nuestras sociedades?
Lo que yo veo muchas veces en las audiencias españolas es que cuando pongo en duda el progreso que resulta de las instituciones del Estado, de la modernidad, la gente reacciona, le duele. Porque es como decir que la apuesta por este camino no ha dado resultados.
El cuerpo de las mujeres es un lugar por excelencia en el que se manifiesta el fracaso del Estado. Estoy leyendo diversos casos españoles para un trabajo que hago con la ONG Mugarik Gabe y me impresiona que son muy duros de aceptar; muertes de mujeres que podrían haber sido evitadas si el Estado hubiera cuidado; condenas a asesinos que deberían haber sido mayores si el Estado velase por la vida de las mujeres. En eso, España, o el mundo occidental, no son diferentes de otros lugares. También aquí las instituciones muestran su falencia para persuadir a los hombres de no violentar la vida de las mujeres. Además existe la situación de la trata de personas –o sea, la esclavitud sexual– que aquí es severa. Entonces, surge la pregunta sobre la forma que pensamos que tenía el progreso. Creo que el tema de género es adecuado para pensar si realmente el camino de la modernidad es el camino del bienestar de las personas, de la garantía de la protección de la vida, especialmente de las mujeres.
¿Entonces, si el Estado en estos casos no ha cuidado de las mujeres, cree que se debería poner el acento en la demanda de mejores soluciones penales? 
No tengo mucha fe en ese tipo de soluciones. El otro día fui a Sudáfrica a una reunión sobre feminismos anticarcelarios. No es algo muy escuchado, pero digamos que algunas feministas nos preocupamos también por la situación de las cárceles y como la cárcel escala la violencia, escala el resentimiento social. Entonces, ¿son las soluciones que el Estado puede dar el tipo de soluciones que necesitamos? ¿O deberíamos ser capaces –sin abandonar ese camino– de pensar en otras formas de transformar la sociedad y las relaciones entre las personas?
Pienso que estamos en tiempo ya de pensar en otros caminos de la propia sociedad. Caminos que tienen que ver con la reconstrucción de lazo allí donde existen jirones de comunidad –como todavía se da ciertamente en España–, reconstrucción de vida relacional, de una comunidad que cuida. Reforzar ese camino traerá soluciones mejores para la protección de las mujeres que las penas de cárcel, que las penas punitivas. Hay que reforzar un ojo vigilante que es el de la propia sociedad.
 
Respecto a los casos extremos de Ciudad Juárez, dice que la violencia contra las mujeres opera como un sistema de comunicación donde el acto violento es expresivo, un mensaje. ¿Qué nos dice ese mensaje?

Es un signo de arbitrio, o sea, de dominio. Da un mensaje de jurisdicción, de control territorial. Quien puede matar mujeres, torturarlas hasta la muerte sabiendo que quedará impune, está pasando un mensaje de dominación a la sociedad, de dueñidad, en un mundo de dueños. Más que de desigualdad, hoy deberíamos hablar de dueñidad porque el grado de concentración de la riqueza es obsceno, el ritmo con que se va concentrando el número de personas que son propietarias de la riqueza es vertiginoso. Entonces, el uso del cuerpo de las mujeres por ejemplo en la trata, la impunidad en el uso del cuerpo de las mujeres es un termómetro de esta dueñidad. Es una manifestación, una expresión, un síntoma de un mundo de dueños.
¿Qué quiere decir con arbitrio?

Arbitrio quiere decir capricho, que a mí se me ocurra que esa persona se muera y se muere. Arbitrio es discrecionalidad en términos del derecho. O sea, tengo el poder de decidir sobre la vida y la muerte y este es uno de los síntomas de la época, que se manifiesta en lo que nos pasa a las mujeres.

¿Y por qué específicamente contra las mujeres? 

Hay muchas razones. Una vez en una reunión en Colombia me preguntaron cómo terminar con la extrema violencia hacia las mujeres que se da en ese territorio y yo dije: desmontando el mandato de masculinidad. El mandato de masculinidad es un mandato de violencia, de dominación, el sujeto masculino tiene que construir su potencia y espectacularizarla a los ojos de los otros. O sea, la estructura de la masculinidad, la estructura de género, la estructura del patriarcado son análogas a la estructura machista. Son como el guante a la mano. El mandato de masculinidad le dice al hombre que espectacularice su potencia ante los niños, ante los compañeros, ante los primos, ante los hermanos, delante de los ojos del padre, en sociedad. Eso pasa después a la guerra, pasa a las formas violentas que se están dispersando en la sociedad y que están creciendo, por ejemplo el bullying. Porque la expansión del bullying significa eso.
¿Cómo está relacionado ese código de la violencia con la masculinidad –por ejemplo en lugares que han sido abandonados por el Estado como los suburbios de distintos lugares del planeta–. ¿Cuál es la relación entre el mandato de masculinidad –y sus expresiones violentas– con la desigualdad y la pobreza? 

Lo que pasa es que el hombre más letal es el sujeto inseguro. El hombre tiene que probar su masculinidad todo el tiempo. Es una cuestión de prueba, de examen, de adquisición de un estatus que no es dado, que tiene que ser constantemente reproducido. Y es en las situaciones vulnerables donde ese estatus se adquiere por la vía de la fuerza, de la violencia. Yo hablo del hombre en nuestro continente, pero también del sujeto español. Es un sujeto bisagra que se emascula –castra– frente a otros más poderosos y emula la masculinidad de los vencedores y tiene que restaurar su masculinidad frente a su familia, a sus hijos y su mujer, que es una manera de restaurar su potencia. Pero la potencia lastimada se encuentra en otros lugares también, por ejemplo, con el paro, con la dificultad de posicionarse como proveedor, como tutor de los cuerpos de mujeres, debido a la vulnerabilidad económica o la vulnerabilidad del migrante. No olvidemos que el hombre español fue migrante, en algunos casos, sigue siéndolo. Todas estas formas de vulnerar la potencia masculina llevan a una violencia restauradora de la masculinidad con quien puede, que es la mujer que tiene al lado.El hombre tiene que probar su masculinidad todo el tiempo. Es una cuestión de prueba, de examen, de adquisición de un estatus que no es dado, que tiene que ser constantemente reproducido

 ¿Cuál es la diferencia entre la violencia que estos hombres ejercen contra las mujeres y la que ejercen entre sí?

Lo que pasa es que los hombres mueren mucho y matan mucho de muerte violenta y las mujeres mueren mucho más de lo que matan. O sea, es desproporcional el grado de asesinatos perpetrados por mujeres respecto al número de mujeres asesinas.

¿Por qué ejercen esa fascinación masculina personajes como Pablo Escobar, el narco colombiano?

Yo me he preguntado por qué la serie, por qué la onda ahora de filmar su vida. El otro día escuché una entrevista al hijo que vive en Argentina y confirmó lo que yo pensaba: porque no existen más dueños del crimen organizado con el perfil de Pablo Escobar. Pablo Escobar es un personaje del pasado porque hoy el crimen no se encuentra en relación antagónica con el Estado como lo estuvo él. Es como si fuera un banditismo prepolítico. El crimen organizado hoy es una de las caras de las figuras estatales.
 
¿Que son capaces de infiltrarse en el Estado?
 
  Hay un título en mi libro que es ‘La captura del Estado por el crimen’. Quien captura al crimen es el propio Estado y no al revés. Es el Estado el que se infiltra en el crimen.
¿La corrupción pertenecería a otra categoría distinta?
No, es lo mismo, entra en el crimen organizado, porque son formas que agreden la posibilidad de la democracia.
 
¿Entonces se puede vincular la corrupción con la violencia contra la mujer?
Totalmente. Todo eso para mí es un conjunto de prácticas que están todas juntas en ese mismo espacio del control paraestatal de la vida. Es el sustrato oscuro donde la luminosidad de las leyes en las cuales confiamos, la luminosidad en las instituciones en las cuales confiamos, no actúa. Es la demostración de la falencia institucional, o la demostración de que, quién sabe, quizás las instituciones siempre fueron ficciones.
 
Antes nombró a los refugiados, también en los campos de refugiados, incluso en Europa, se han denunciado casos graves de violaciones sistemáticas a mujeres y niños ¿cuál es la relación entre la guerra y la violencia machista? 
Muchos autores dicen que la guerra hoy es feminizada. Una forma muy fácil de destruir una articulación comunitaria y la confianza en el edificio social, de disgregar una malla social, es atacando, vulnerando sexualmente a sus mujeres. Porque la vulneración sexual equivale al asesinato moral, no es solamente la eliminación, la destrucción moral se da de forma sexual.
 
Lo que se ha dado aquí han sido violaciones y agresiones en grupo en fiestas populares como en los últimos sanfermines en Pamplona. ¿Por qué en esos espacios?
Lo explico bastante en mi libro anterior que se llama Las estructuras elementales de la violencia. La violencia contra las mujeres no tiene solo un eje de relación entre el agresor y la agredida –para mí, ni siquiera es ese el eje fundamental– sino que es una relación entre hombres: expresa mandato de masculinidad. Es decir, un espectáculo ante los ojos de otros hombres. Por eso las peores violencias, las peores agresiones contra la mujer son realizadas por gangs –bandas– de jóvenes porque es donde algo tiene que ser probado, tiene que ser demostrado: la capacidad de crueldad ante los ojos de los otros, de los pares, de lo que llamo la “cofradía masculina”.
 
Por unos mensajes que se intercambiaron por móvil los agresores se traslucía que hablaban de algo que ni siquiera parece que considerasen una transgresión.
 
Claro, porque ahí hay una ley mayor que la ley del Estado que atraviesa al sujeto, que es la ley que te va a colocar en tu estatus masculino para llegar a ser humano. La humanidad del hombre está comprometida con una manera de entender la masculinidad. Los hombres que van a las manifestaciones como la del 8M o que afirman ser feministas no lo hacen por las mujeres. Hay que repetir hasta el cansancio que entiendan que no lo hacen por las mujeres, lo hacen por ellos mismos, para poder vivir libres del mandato de masculinidad.
¿Y cómo se termina con el mandato de masculinidad?
 
 Cuando los hombres se den cuenta de que son sus primeros esclavos, de que son sus primeras víctimas. Explicándoles a los hombres cómo de insoportable es su existencia por tener que supeditarse todo el tiempo a la ley “del hermano mayor”.
¿Cuál sería la relación entre esas formas extremas de violencia machista que usted ha estudiado –como la que puede darse en los asesinatos masivos de Ciudad Juárez– y las que se producen en Europa, donde un porcentaje alto se produce a manos de la pareja o expareja de la víctima?
En mi definición de femigenocidio –asesinatos de mujeres que no ocurren en la intimidad– Europa se puede incluir plenamente por la trata, porque la trata responde a una de las formas del genocidio que es la que se da en condiciones concentracionarias de vida. Las mujeres que son tratadas, cuyos pasaportes son secuestrados, que son drogadas y a las que se impide la libre circulación, viven en condiciones concentracionarias y esas condiciones se dan también en Europa y me permiten incluir, sin lugar a dudas, a Europa entre los continentes femigenocidas.
¿Qué quiere decir con femigenocidio?
Son los asesinatos de mujeres que no se producen por razones relacionales. Donde se captura a una mujer que no se conoce, con quien no existe ningún vínculo. La violencia no se produce porque sea contra una mujer, sino porque a través de ella se va a espectacularizar una capacidad de impunidad, un control territorial, una capacidad de arbitrio, de dominación, que exhibe la sujeción total de esa mujer.
 
¿Se refiere a situaciones como la de Ciudad Juárez?
Sí, pero también hablo de la trata. Porque en los hombres que van a los lugares donde existe esclavitud sexual hay un componente de crueldad. No se acude únicamente por el servicio sexual que esa mujer ofrece, sino que es un espectáculo de dominación.
¿Saben los clientes que esas mujeres son tratadas?
Seguro. Y si no lo saben es porque no les preocupa, y si no les preocupa es porque son crueles.
En su libro relaciona los asesinatos de mujeres con la retirada del Estado y también lo vincula con el neoliberalismo. En la trata ¿cuál es la relación que se produce con el Estado?
Hay muchos factores. Yo creo que en el mundo en el que estamos, en este momento hay una expansión de la esfera paraestatal del control de la vida. Nuestra fe cívica nos dice que normalmente es el Estado el que protege la vida y los bienes, protege la propiedad. Lo que se está dando ahora es una esfera paraestatal de protección de la propiedad. Hoy en día, caudales de capital de gran magnitud son producidos en un territorio oscuro, en lo que yo llamo “de segunda realidad”. La riqueza tiene un pie en lo lícito y un pie en lo ilícito. Toda la gran riqueza, la que circula hacia el norte, hacia los bancos de Estados Unidos, de Suiza, de los paraísos fiscales. Y hay modos de protección de esa riqueza que no son lícitos. Estos capitales tienen origen muchas veces en varias formas del crimen organizado, del control de las personas: el tráfico de drogas, el tráfico de armas y la trata de personas para esclavitud, para el trabajo y para esclavitud sexual también. Hay un caldo subterráneo al que he llamado “de segunda realidad”, porque tienen papeles de control social como los del Estado, pero están ocultos y están expandiendo esa esfera paraestatal de control de la vida y lo notamos en la vulnerabilidad creciente de las mujeres.

¿Aquí la trata está vinculada con el control de las migraciones?

Depende, porque decimos migraciones pero están los refugiados, la gente que está fluyendo en dirección hacia donde está el consumo… Hay varios tipos de migraciones que son muy diferentes entre sí y todos implican una gran vulnerabilidad de forma particular en las mujeres. Tenemos indicios de que la vulnerabilidad de las mujeres está aumentando. Yo en mi juventud podía hacer cosas que una joven hoy no puede hacer, quizás sí en Europa, pero no en mi continente. Mi hija no puede tener la libertad de circulación que yo tuve hace 40 años. La mujer se encuentra en una situación muy vulnerable al atravesar fronteras. Eso es mayor en nuestro continente, pero el destino de muchas capturas de mujeres es Europa y es España y Portugal. Por ejemplo, uno de los casos que han sido más conocidos en Argentina y que provocó una militancia intensa contra la trata es el caso de Marita Verón. Era una mujer de veinticuatro años casada y con una hija que desapareció y cuyo destino final parece que fue España. Yo creo que tenemos que hablar del mundo, porque si no, caemos en el gran peligro de la superioridad moral, y de que alguna gente se sienta del lado de la seguridad. Yo creo que hoy hay un proceso en expansión de la esfera paraestatal del control de la vida. Más allá de la época del franquismo aquí o de las dictaduras en nuestro continente donde se daba un control represivo: o sea, militares, por ejemplo, actuando paraestatalmente.

¿Quiere decir al margen de la ley? 

Algo muy común es que el Estado en situaciones de gobiernos autoritarios se desdoble, y actúe paraestatalmente. Sin ir muy lejos, las leyes antiterroristas que aquí se han aplicado –sobre todo en el País Vasco– como la ley que permite secuestrar a personas durante cinco días. O las leyes contra los musulmanes. Hay un libro de un argentino, Eugenio Raúl Zaffaroni, El Derecho Penal del enemigo, en el que explica cómo la denominación de “enemigo” –por ejemplo aplicada a los musulmanes en Alemania– permite o legitima un tratamiento particular al convertirlos en sospechosos. Esta legislación de excepción ejemplifica la paraestatalidad de un Estado de Derecho. También las formas que tienen que ver con la expansión del control mafioso, lo que pasó en México por ejemplo.

México con todos sus defectos, dentro del universo de América Latina, era un paradigma democrático que fue destruido en diez años por la mafialización, que es otro golpe a la democracia que viene por el lado militar, por el lado del autoritarismo de charreteras. En el fondo son todo formas de la expansión de esa forma paraestatal del control de la sociedad.


En ese libro que nombra, Zaffaroni habla de que el derecho penal del enemigo –o de autor– es el que se juzga en función de la categoría en la que se hace recaer a los acusados, y donde se juzga más la intencionalidad que los propios actos. Por ejemplo en el caso del terrorismo porque se va contra el Estado o contra el orden social. Por este motivo, el mismo autor está en contra del endurecimiento de las penas contra los culpables de violencia machista porque dice que se aplican figuras jurídicas similares.

Zaffaroni, que es un gran jurista, es crítico de las leyes que están basadas en categorías como por ejemplo nombrar el feminicio en la ley: porque supone juzgar la intencionalidad. Yo no estoy de acuerdo con él. Una dificultad de la gente del campo del derecho es que no piensan en el poder. Hacer una ley que ya presume la culpabilidad del musulmán inmigrante es una ley que presume la culpabilidad de aquel que es fundamentalmente débil. Pero hacer una ley que presume la culpabilidad del hombre supone hacer una ley para proteger al débil respecto a aquellos que tienen poder.

Pero las leyes son expresiones culturales y producen cultura. Entonces, cuando se pide desde el feminismo más represión ¿qué sociedad estamos prefigurando?

Lo que pasa es que la ley tiene dos finalidades: una es la eficacia material, se supone que aquel que mata será juzgado y será condenado, y habrá una sentencia. Eso pasa muy pocas veces en todos los continentes. El porcentaje de las acciones contra la vida que llegan a una sentencia es mucho menor del que pensamos que es –las cifras negras del derecho–. Pero la ley tiene otra eficacia mucho más importante que esta, que es nombrar lo que la sociedad desea. A partir de ese nombre, de esa nominación, en la que se establece que matar es un crimen, se va transformando la sensibilidad ética de una sociedad. Entonces, la ley solo tiene vigencia cuando persuade y cuando disuade. Si no persuade y no disuade, no tiene vigencia real, que es uno de los problemas para el feminismo. Volvemos a casa contentas a tomar champán cuando aprobamos una ley porque legislamos, pero a veces es simplemente para decir que se legisló sin que eso llegue a tener un impacto real en la vida de las mujeres. La ley por sí no es causa de comportamientos si no tiene una eficacia retórica persuasiva, si no va cambiando la manera en que las personas piensan.

En la marcha del 8M vivimos un desborde, una prueba más de la importancia del feminismo, de la extensión de los temas feministas en la agenda pública ¿qué oportunidades y retos implica eso? 

Hay varios indicios de que estamos en un cambio de época, de que las políticas de Estado, las políticas de los hombres han fracasado, no han traído un bienestar mayor. El único bienestar que han traído en algunas circunstancias es la expansión del consumo, pero la expansión del consumo tampoco es un bienestar muy consistente, muy permanente, digamos. Entonces, las mujeres, de una manera sorda, casi no totalmente articulada, proponen otro tipo de política: una nueva era, una nueva forma de estar en la vida, donde hay otras formas de felicidad. Formas políticas que proponen nuevas formas de vinculación entre las personas.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232681&titular=%93el-cuerpo-de-las-mujeres-es-un-lugar-en-el-que-se-manifiesta-el-fracaso-
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Libro: Mujeres migrantes. Trayectoria laboral y perspectiva de desarrollo humano

Mujeres migrantes 
Trayectoria laboral y perspectiva de desarrollo humano

Gloria Camacho Z.. [Autora] 

Colección Cátedra Iberoamericana de Estudios sobre Migraciones. 
ISBN 978-987-1543-52-6
CLACSO. IE. Abya-Yala.
Buenos Aires.
Septiembre de 2010

El estudio de Gloria Camacho, conformado por una serie de sugerentes reflexiones cualitativas, sustentadas en una sólida base cuantitativa, abre la puerta a un conocimiento más profundo del efecto de la emigración dentro de la sociedad en general, destacando su efecto sobre las mujeres y las familias en particular. Descubre como las mujeres han visto minimizado su potencial económico, social e incluso político en Ecuador; potencial que es aprovechado en los países de destino. Este libro constituye un aporte digno de ser interiorizado en las investigaciones académicas y, por cierto, en la definición de políticas públicas. Del Prefacio de Alberto Acosta.
Fuente: http://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/buscar_libro_detalle.php?id_libro=533&campo=titulo&texto=mujer
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Nuestras heroínas las Kellys

Por: Lidia Falcón

El día 16 de agosto las kellys convocan a toda la ciudadanía a apoyarlas en su lucha, manifestándonos en las calles. Las kellys, un acrónimo de la expresión “las que limpian”, han logrado ser tema de noticias publicadas, reportajes escritos y televisivos. Y de la admiración del Movimiento Feminista. Nosotras, como Partido Feminista, estaremos allí con ellas.

Estas mujeres, desde su extrema modestia y anonimato comenzaron a reunirse, a organizarse, y a alzar sus voces en protesta por la situación de extrema explotación que estaban sufriendo, en Lanzarote, esa isla perdida en el Atlántico que tenía como únicos méritos ser totalmente volcánica y haber dado cobijo a José Saramago.

En marzo de 2016 se registraron como asociación, porque sus demandas no habían sido atendidas ni por los sindicatos ni por los partidos políticos. Ellas, tan humildes, solamente limpian. Limpian habitaciones de hoteles, apartamentos, casas rurales, escuelas, hospitales. Solamente limpian…y nada menos.

En su manifiesto dicen: “Nos llaman las mujeres de verde porque sudamos una camiseta que grita “Organízate si no quieres que te organicen”. Y ellas lo han hecho. Se han constituido en una asociación independiente. Para reivindicar sus derechos de trabajadoras,  continuamente conculcados.

En este último ingenioso invento del capital -y como tiene el poder y el dinero siempre se nos adelanta en crear nuevas formas de esquilmar a los trabajadores- las limpiadoras de habitaciones, de cuartos de baño, de suelos de hospitales, ya no son proletarias ni empleadas. Ahora son emprendedoras. Esta preciosa terminología que se ha descubierto en la época de la posverdad, con la que pretenden engañar a sus víctimas, y a veces lo consiguen. Ellas son sus propias empresarias que se pagan la seguridad social y los impuestos y contratan en términos de igualdad con los empresarios de hostelería o las empresas externalizadas –otro eufemismo- que contratan a su vez los servicios de limpieza. ¡Qué bonita cadena de subcontratas que desde el primer empresario hasta la limpiadora va reduciendo el salario y los derechos de la obrera!

-No cumplen el contrato, me decía una de las dirigentes de Las Palmas, Olga, hace unos días. Dicen que tenemos una jornada de seis horas pero en ese tiempo no puedes limpiar el número de habitaciones que te exigen. Acabas haciendo jornadas de 8 y de 10 horas.

-¿Por qué no te vas a tu casa a las seis horas de trabajo?

Olga me miró con compasión y reproche a la vez.

-Porque me despedirían inmediatamente.

-Podrías recurrir a los juzgados para que cumplieran el contrato…

Nuevamente la sonrisa conmiserativa ante mi ignorancia.

–Te contratan por un día…

         Y les pagan 2,50 euros por cada habitación limpiada.

Han trabajado hasta ahora empujadas por la necesidad -muchas tienen hijos pequeños- hundidas en la desesperanza, a base de analgésicos, para ganar 700, 800 euros mensuales, pagándose ellas la seguridad social y los transportes.  Plantearon sus problemas a UGT, a CCOO, a abogados laboralistas, sin que ninguno de sus dirigentes y expertos les dieran solución a sus problemas.

Hasta que en Lanzarote unas cuantas se reunieron y decidieron organizarse, antes de que los demás las organizaran. Y se dieron nombre, Las Kellys. Las que limpian. Y escribieron un manifiesto que todos ustedes pueden leer. Después de Lanzarote otras compañeras se unieron a ellas, en Tenerife, en Las Palmas, en Sevilla, en Barcelona, en Madrid. Cada mes se crea una asociación más. En septiembre estarán en la asamblea nacional en Madrid para decidir si se constituyen en sindicato.

Ellas han llevado sus reivindicaciones al Congreso, al Senado, a Ayuntamientos, a Juntas de Distrito, a diversas instituciones autonómicas. Su persistencia y resistencia, la legitimidad de sus reivindicaciones, las reclamaciones judiciales que comenzaron a ganar en los tribunales, las llevaron a las pantallas de las televisiones y las portadas de los periódicos.

Ellas hablan de Derechos, Salud y Dignidad. Y saben cómo reclamarlos. Porque tienen la razón y ahora son conscientes de que también tienen la fuerza.

Sin ellas no solo los hoteles sino todo el país no funcionaría. Cómo no funcionaría sin amas de casa que limpian cada día. Pero éstas ni siquiera tienen el mísero sueldo de las camareras de piso.

Me decía Olga que si consiguieran convencer a las compañeras de que es imprescindible plantear una huelga coordinada, aunque solo fuera de un día, tendrían la batalla ganada. Porque sin limpiar las habitaciones de los hoteles no hay clientes. Y si no hay clientes no hay turismo y si no hay turismo iremos todos los españoles a pedir limosna, incluidos los empresarios.

Porque sea el que sea el ramo de producción de que hablemos la limpieza es imprescindible, siempre más cuando se trata del alojamiento de personas. Sin ellas, sin las kellys, la patronal no puede seguir adelante en su frenética carrera de acumular capital. Sin ellas, sin las humildes, anónimas y hasta ahora tratadas despectivamente, camareras de piso, no se pueden habitar los hoteles, ni entrar en los bares y restaurantes, ni atender a los enfermos ni enseñar a los niños. Por tanto, el país no funciona. Y ellas son las dueñas de la llave.

Como en todos los sectores, el proletariado, esa categoría que algunos sabios latiniparlos que crean opinión, dicen que no existe, tiene el poder de paralizar el país. Lo estamos viendo en el conflicto de los estibadores, en los guardas de seguridad del aeropuerto del Prat y se puede asistir a la paralización del sector turístico si las kellys se lo proponen.

Para ello hace falta que muchas más limpiadoras, esos miles y miles de mujeres que se levantan a las 6 de la mañana sin haber apenas descansado, y cogen autobuses y metros para acudir a las empresas a limpiar la suciedad, recoger la basura y dejar en condiciones habitables, dormitorios, baños, despachos, vestíbulos, pasillos, escaleras, hospitales y colegios, y regresan destrozadas diez horas más tarde a su casa, para seguir limpiando y cuidando niños, después de haberse tomado varios analgésicos, sepan el poder que tienen. Porque ellas mantienen el país por la base, permitiendo que cada día podamos subsistir en un entorno habitable. Porque ellas son las heroínas anónimas de nuestro tiempo.

Este tiempo que la derrota del socialismo en Europa ha llevado a la máxima soberbia al capital y permitido que la legión de trabajadores vuelva a ser esclava. Con la anuencia de partidos políticos y partiditos y sindicatos y medios de comunicación y legisladores y ejecutivos, que han ido cediendo rápidamente ante el enemigo la pérdida de los derechos tan dura y sangrientamente conquistados  por los y las trabajadoras en los dos siglos anteriores.

Pero hoy las kellys tienen el destino del país en sus manos, esas manos tan trabajadas, tan cansadas, tan deformadas de tanto limpiar, y deben ser conscientes de ello. Ha llegado el momento de que se unan todas y planten cara a la reforma laboral, a la externalización, a los emprendimientos, a los contratos de un día, a las tarifas de miseria, a los horarios extenuantes. Porque ellas sí que pueden.

Y todas las personas bien nacidas tenemos que estar con ellas, apoyándolas, manifestándonos, gritando sus razones y exigiendo sus derechos. Porque su triunfo es el de todas las mujeres explotadas, porque su victoria es la de todos los trabajadores, porque sin que sus derechos, su salud y su dignidad sean respetados, ni habrá turismo ni habrá futuro. Porque es preciso que ya de una vez el mundo cambie de base.

En definitiva, en pie a vencer, compañeras.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2017/08/15/nuestras-heroinas-las-kellys/

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Juana Rivas está en mi casa

Por: Lidia Falcón

Y en la de todas las personas de buena voluntad. Porque no podemos consentir que una vez más se ponga en peligro la vida, la salud y el bienestar de unos niños, entregándolos a la insania de un padre maltratador.

Este 8 de agosto todos y todas debemos manifestarnos en la puerta de los juzgados, allí donde estemos, exigiendo que Juana pueda vivir con sus hijos en paz. Porque ese día la jueza –y una mujer tenía que ser- del número 3 de Granada ha impuesto a la madre que hoy debe entregar a su exmarido, condenado por maltrato, sus dos hijos -de 3 y 10 años. Como es ciudadano italiano se los llevará a su país. Y todo este drama mientras el Tribunal Supremo todavía no se ha posicionado sobre el caso tras el recurso de Juana, y suponiendo que se ha aprobado un  pacto de Estado donde se prohíbe entregar la custodia de menores al padre que sea maltratador.

La jueza ha señalado la entrega de los dos menores para las 16.30 horas del día 8 en el Punto de Encuentro Familiar de Granada, al que deberán ser llevados por la madre a fin de que el padre los recoja  y traslade a Italia, donde tiene su «residencia habitual».

Porque el Patriarcado está triunfante en esta nueva ofensiva de los machistas. Los tribunales se llenan de casos en los que jueces y juezas se niegan a proteger a los menores de padres violentos, abusadores sexuales e incluso homicidas.

Veintiséis niños han sido asesinados por su padre cuando convivían con él cumpliendo el régimen de visitas impuesto por algún juzgado. Ángela González Carreño presentó 51 denuncias antes de que el padre asesinara a la hija de 8 años, en la tarde de visita que impuso el juez.

José Bretón quemó vivos a sus dos hijos, Ruth y José, en su finca de Córdoba cuando se los llevó la tarde de visita que impuso el juez.

Daniel Ubiel Renedo asesinó hace dos años a sus dos hijas, Amaia y Candela con una radial y un cuchillo, después de haberles proporcionado unos calmantes, que en el caso de la mayor de 9 años no tuvieron efecto, ya que hubo señales de lucha cuando intentó librarse de la cinta adhesiva con que la había atado. Ubiel había llamado previamente a la madre para decirle que pensaba matar a las hijas para vengarse de ella.

La serie de asesinatos de niños y niñas perpetrados con absoluta crueldad por sus propios padres a fin de hacerle daño a la madre excede de la crónica de un siglo XXI. Solamente en los ritos satánicos y las sectas fanáticas de la Edad Media encontramos hechos semejantes.

Y sin embargo, en el primer tercio del siglo XXI las mujeres seguimos teniendo que defendernos de los ataques de agresores machistas, jueces y juezas formados en los más reaccionarios principios patriarcales que, amparándose en su libertad de criterio, dictan resoluciones que dejan en la indefensión a las madres y a los niños, fiscales que no cumplen con su mandato de proteger a los débiles y legisladores que no piensan modificar las normas legales vigentes, ni aún para garantizar la seguridad de los menores.

Las feministas no sabíamos que los avances conseguidos, tan largas y penosas luchas, durante el siglo XX, para reconocer a las mujeres como ciudadanas con igualdad de derechos con los hombres, podrían revertirse de forma tan cruel y desaforada. Como dice Susan Faludi, la reacción de los sectores machistas de la sociedad no se ha hecho esperar.

Si algún reconocimiento se otorgó a las mujeres en tiempos bien difíciles como los de la dictadura fue el de que indiscutiblemente eran buenas madres y en los procesos de separación se les entregaba la custodia de los menores sin vacilaciones. Ha sido alcanzar la legalización de la igualdad cuya implantación en la sociedad se supone, por eso incluso tuvimos un ministerio de Igualdad y una ley que la garantiza, para que a las mujeres se les achacaran toda clase de maldades, a través de perversas campañas de difusión de la más atrasada ideología patriarcal.

A partir del momento en que se difunde la consigna de que la igualdad se ha instalado en nuestra sociedad, se hace más aguda la discriminación social respecto a los hombres. Ya no basta con que los salarios sean el 30% más bajos que los de los hombres, ni que apenas tengan poder político ni económico, que las violaciones se hayan multiplicado y que la mayoría sufran explotación laboral y acoso sexual, ahora hay que convertirlas en sujetos detestables.

Se ha difundido la especie de que las mujeres presentan denuncias falsas de maltrato; se las acusa de influir malévolamente en los hijos para separarlos de su padre, según un delirante diagnóstico de padecer el SAP, que ninguna autoridad médica ha reconocido, y se les imponen multas y penas de cárcel si no cumplen las órdenes judiciales de entregar sus hijos a un padre violento y peligroso que puede acabar con su vida. Y cuando obediente y mansamente las más sumisas cumplen lo ordenado por el juzgado y el progenitor los asesina, nadie es responsable del incumplimiento del deber de protección que tiene el Estado, según nuestros preceptos constitucionales.

La tutela judicial efectiva que tan pomposamente impone la Constitución es una declaración vacía para los 500 niños que han quedado huérfanos porque el padre mató a la madre, para los más de 60 que han sido asesinados por su propio padre, para las 1.200 víctimas de feminicidio que hemos contado en los últimos diez años.

Como en un remedo de los tiempos siniestros de la persecución de las brujas, las mujeres están siendo víctimas, cada vez en mayor número, de la insania de maltratadores y asesinos, de jueces y fiscales que se complacen en perseguirlas y castigarlas, de funcionarios y médicos y trabajadores sociales que creen que su labor consiste en investigar la maldad de las mujeres en vez de protegerlas, de legisladores que mantienen las normas patriarcales.

Y se cometen cada vez más frecuentemente  infanticidios ante la indiferencia de los responsables de proteger a nuestros niños.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2017/08/07/juana-rivas-esta-en-mi-casa/

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