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Libro(PDF): «Medios de comunicación ¿Al servicio de quién?»

Reseña: CLACSO

El sistema neoliberal, incluida hoy su variante más ultraderechista, siempre se ha explicado en función de factores políticos, económicos y sociales diversos. Sin embargo, ¿cuál es el papel de los medios de comunicación masiva? ¿Son simples relatores de la actualidad o juegan un rol determinante y protagonista en ese fortalecimiento del sistema? ¿Existe diversidad ideológica entre los medios de comunicación masiva o es un espejismo interesadamente alimentado? ¿Cuál es la relación entre medios y élites?

Autor (a):  Jesús González Pazos.

Editorial/Editor: CLACSO. Icaria. Mugarik Gabe.

Año de publicación: 2020

País (es): Argentina, España

Idioma: Español.

ISBN: 978-987-722-597-6

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Libro(PDF): «La cruel pedagogía del virus»

Reseña: CLACSO

La irrupción de la pandemia en la vida cotidiana puso en crisis una «normalidad». Frente a ello, el sociólogo Boaventura de Sousa Santos expone un conjunto de preguntas inquietantes: ¿Qué conocimiento potencial proviene de la pandemia de coronavirus? ¿Carecen las democracias de la capacidad política para responder a emergencias? ¿Qué significa la cuarentena para los trabajadores que ganan cada día lo que necesitan para vivir ese día?

La biblioteca masa crítica pone a disposición de las y los lectores un conjunto de textos esenciales para interpretar las nervaduras del presente y desplegar las capacidades colectivas para transformarlo.

Autor (a):  Boaventura de Sousa Santos.

Editorial/Editor: CLACSO

Año de publicación: 2020

País (es): Argentina

Idioma: Español.

ISBN: 978-987-722-599-0

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Democracia y dictadura

Por: Miguel Guerrero

Las dictaduras y los gobiernos autoritarios son más fáciles de sostener que una democracia auténtica. Sólo necesitan valerse de la fuerza y de la intimidación para mantenerse y luego el miedo los hace una costumbre. Esa ha sido la historia siempre. La hemos vivido una y otra vez en esta nación, en la que sus fundadores, los que se entregaron a la causa de la redención del pueblo dominicano, terminaron en el cadalso o murieron en medio de una pobreza atroz en el exilio, olvidados de aquellos que habían contraído con ellos una deuda de gratitud impagable.

La democracia, en cambio, requiere de una construcción basada en la tolerancia y la paciencia. No se edifica de un tirón como las dictaduras. Es una cultura. Los gobernantes democráticos están obligados por las constituciones y las leyes y están moral y legalmente forzados a respetarlas y hacerlas cumplir, por encima de sus simpatías y compromisos personales o de logias.

La dictadura y el autoritarismo son monolíticos. Tienen una sola finalidad y se alcanzan por el sometimiento. La democracia exige comprensión y en ella los gobiernos están sometidos a la autoridad del pueblo, al que deben servir. En la dictadura la fuerza se ejerce para doblegar voluntades y erigir fortunas ilícitas y famas tan frágiles como efímeras. En la democracia el legado es moral y permanente. No se mide en función de obras materiales que casi siempre tienden a acelerar perversos e ilegítimos procesos de acumulación. Se la estima en la medida en que construye el futuro en un clima de respeto y convivencia.

La dictadura adquiere modalidades adaptables al tiempo y las circunstancias y suele ser engañosa vistiéndose con un ropaje de mentiras y simulación. La democracia es auténtica e indivisible. No se practica a medias. El gobernante autoritario acumula poderes para provecho propio. El demócrata trabaja para preservar los derechos de sus compatriotas.

Fuente: https://acento.com.do/2020/opinion/8806210-democracia-y-dictadura-2/

Imagen: https://pixabay.com/vectors/demonstration-show-me-demonstrate-2137450/

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Libro(PDF): «Giros políticos y desafíos democráticos en América Latina. Enfoques de casos nacionales y perspectivas de análisis»

Reseña: CLACSO

Después de más de tres décadas de vigencia, ampliación y profundización de la democracia, la política latinoamericana presenta nuevos contornos en estrecho vínculo con transformaciones sociales, económicas y culturales. En la actualidad, los temas convencionales referidos a la consolidación democrática, que enfatizan en el nexo entre lo político y lo social, se enlazan con indagaciones sobre la calidad de la democracia, que reclaman la vigencia del Estado de derecho, y enfatizan en el vínculo entre lo político y lo institucional. No obstante, estas apelaciones normativas contrastan con la persistencia de instituciones informales: la acción directa de movimientos sociales, el peso decisivo de los liderazgos carismáticos o la influencia de los consorcios mediáticos en la comunicación política. Precisamente, los trabajos que integran este libro, permiten la intelección de la democracia latinoamericana desde diversas aristas, tanto para ahondar en su caracterización y conceptualización como para abrir vetas de debate conceptual y metodológico en teoría política y social.

De la introducción de Gerardo Caetano y Fernando Mayorga

Autores (as): Gerardo Caetano. Fernando Mayorga. [Compiladores]

Gerardo Caetano. Fernando Mayorga. Ernesto Nieto. Lucía Selios. Martín Plot. Manuel Antonio Garretón. Cláudio G. Couto. Alberto Olvera. Carlos de la Torre. Margarita Lopéz Maya. Osvaldo Iazzetta. Hugo Quiroga. [Autores y Autoras de Capítulo]

Editorial/Editor: CLACSO.

Año de publicación: 2020.

País (es): Argentina.

Idioma: Español.

ISBN: 978-987-722-579-2

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Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=1852&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1380

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Coronavirus: el perfecto desastre para el capitalismo del desastre

Por: Leonardo Boff 

La pandemia actual del coronavirus representa una oportunidad única para que repensemos nuestro modo de habitar la Casa Común, la forma cómo producimos, consumimos y nos relacionamos con la naturaleza.

Ha llegado la hora de cuestionar las virtudes del orden capitalista: la acumulación ilimitada, la competición, el individualismo, el consumismo, el despilfarro, la indiferencia frente a la miseria de millones de personas, la reducción del Estado y la exaltación del lema de Wallstreet: “greed is good” (la avaricia es buena). Todo esto se ha puesto en jaque ahora. Aquel ya no puede continuar.

Lo que nos podrá salvar ahora no son las empresas privadas sino el Estado con sus políticas sanitarias generales, atacado siempre por el sistema del mercado “libre”, y serán las virtudes del nuevo paradigma, defendidas por muchos y por mí, el cuidado, la solidaridad social, la corresponsabilidad y la compasión.

El primero en ver la urgencia de este cambio ha sido el presidente francés, neoliberal y proveniente del mundo de las finanzas, E. Macron. Lo dijo bien claro: “Queridos compatriotas, “Mañana tendremos tiempo de sacar lecciones del momento que atravesamos, cuestionar el modelo de desarrollo que nuestro mundo escogió hace décadas y que muestra sus fallos a la luz del día, cuestionar las debilidades de nuestras democracias. Lo que revela esta pandemia es que la salud gratuita, sin condiciones de ingresos, de historia personal o de profesión, y nuestro Estado de Bienestar Social no son costes o cargas sino bienes preciosos, unos beneficios indispensables cuando el destino llama a la puerta. Lo que esta pandemia revela es que existen bienes y servicios que deben quedar fuera de las leyes del mercado”.

Aquí se muestra la plena conciencia de que una economía sólo de mercado, que mercantiliza todo, y su expresión política, el neoliberalismo, son maléficas para la sociedad y para el futuro de la vida.

Todavía más contundente fue la periodista Naomi Klein, una de las más perspicaces críticas del sistema-mundo, que sirve de título a este artículo: “El coronavirus es el perfecto desastre para el capitalismo del desastre”.

Esta pandemia ha producido el colapso del mercado de valores (bolsas), el corazón de este sistema especulativo, individualista y anti-vida, como lo llama el Papa Francisco. Este sistema viola la ley más universal del cosmos, de la naturaleza y del ser humano: la interdependencia de todos con todos; que no existe ningún ser, mucho menos nosotros los humanos, como una isla desconectada de todo lo demás. Más aún: no reconoce que somos parte de la naturaleza y que la Tierra no nos pertenece para explotarla a nuestro antojo; nosotros pertenecemos a la Tierra.

En la visión de los mejores cosmólogos y astronautas que ven la unidad de la Tierra y la humanidad, somos esa parte de la Tierra que siente, piensa, ama, cuida y venera. Sobreexplotando la naturaleza y la Tierra como se está haciendo en todo el mundo, nos perjudicamos a nosotros mismos y nos exponemos a las reacciones e incluso a los castigos que ella nos imponga. Es madre generosa, pero puede rebelarse y enviarnos un virus devastador.

Sostengo la tesis de que esta pandemia no puede combatirse solo con medios económicos y sanitarios, siempre indispensables. Exige otra relación con la naturaleza y la Tierra. Si después que la crisis haya pasado no hacemos los cambios necesarios, la próxima vez podrá ser la última, ya que nos convertiremos en enemigos acérrimos de la Tierra. Y puede que ella ya no nos quiera aquí.

El informe del profesor Neil Ferguson del Imperial College de Londres declaró: “este es el virus más peligroso desde la gripe H1N1 de 1918. Si no hay respuesta, podría haber 3.2 millones de muertes en los Estados Unidos y 510,000 en el Reino Unido”. Bastó esta declaración para que Trump y Johnson cambiasen inmediatamente sus posiciones. Mientras, en Brasil al Presidente no le importa, lo trata como “histeria” y en las palabras de un periodista alemán de Deutsche Welle: “Actúa criminalmente. Brasil está dirigido por un psicópata y el país haría bien en eliminarlo tan pronto como sea posible. Habría muchas razones para ello”. Es lo que el Parlamento y la Suprema Corte por amor al pueblo, deberían hacer sin demora.

No basta la hiperinformación ni los llamamientos por todos los medios de comunicación. No nos mueven al cambio de comportamiento exigido. Tenemos que despertar la razón sensible y cordial. Superar la indiferencia y sentir con el corazón el dolor de los otros. Nadie está inmune al virus. Ricos y pobres tenemos que ser solidarios unos con otros, cuidarnos personalmente y cuidar de los otros y asumir una responsabilidad colectiva. No hay un puerto de salvación. O nos sentimos humanos, co-iguales en la misma Casa Común o nos hundiremos todos.

Las mujeres, como nunca antes en la historia, tienen una misión especial: ellas saben de la vida y del cuidado necesario. Ellas pueden ayudarnos a despertar nuestra sensibilidad hacia los otros y hacia nosotros mismos. Ellas junto con los trabajadores de la salud (cuerpo médico y de enfermería) merecen nuestro apoyo sin límites. Cuidar a quien nos cuida para minimizar los males de este terrible asalto a la vida humana.

Fuente: https://acento.com.do/2020/opinion/8798786-coronavirus-el-perfecto-desastre-para-el-capitalismo-del-desastre/

Imagen: Ria Sopala en Pixabay

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Entrevista: Jacques Pauwels, una lectura subversiva de la historia

Por: Frederik Polfliet

La ciencia histórica no nos proporciona una imagen definitiva de «cómo sucedió realmente». Es una práctica perpetua de interpretación de hechos y fuentes, de deconstrucción y revisionismo. Maquiavelo ya sabía que la lucha por la interpretación es una batalla política. El autor e historiador Jacques Pauwels (Gante, 1946), que trabaja principalmente en Canadá, se apresura a agregar, a raíz de Marx, que son sobre todo los poderosos de la tierra los que logran imponer su versión del Historia. Esto fue lo que ilustró vívidamente en su trabajo anterior de Big Business con Hitler.(2013), con el ejemplo del sexagésimo aniversario del desembarco de tropas en Normandía. En esta ocasión, la televisión estadounidense transmitía constantemente anuncios de General Motors donde la compañía automotriz se autocensuraba como proveedora de armas a las tropas aliadas. Los anuncios obviamente no mencionaron que la compañía también suministró a la Alemania nazi todo tipo de bienes relacionados con la guerra. Además, este desembarco, según Pauwels, tenía como objetivo final evitar que la Unión Soviética tomara la mayor parte del pastel, y no, como dice el mito de la «buena guerra», restaurar en Europa el ideales de libertad, derecho y democracia. Es en contra de este tipo de enseñanza de la Historia impregnada de intereses de clase pero que se ha vuelto convencional, que Pauwels se opone en Los mitos de la historia moderna .

 

Intercambio de ideas entre Vrij Nederland y el historiador belga-canadiense sobre algunos conceptos erróneos históricos muy comunes y los impulsores de la historia.

 

Sr. Pauwels, en su trabajo cita activistas como Howard Zinn, Noam Chomsky en Michael Parenti. Sin embargo, su trabajo reciente está dedicado a una personalidad menos conocida pero particularmente interesante, el filósofo e historiador italiano Domenico Losurdo (1941-2018). ¿Puede contarnos más sobre su visión y cuánto le debe por las ideas en su libro?

 

Domenico Losurdo era profesor en la Universidad de Urbino y murió repentinamente el año pasado. Lo conocí hace unos diez años a través del traductor italiano de mis libros. Sus muchos escritos tuvieron una gran influencia en mí. Era especialista en filosofía alemana del siglo XIX, con una visión marxista amplia, original y no dogmática. No solo de Alemania sino de Europa y del mundo entero. Su trabajo resuelve una serie de malentendidos sobre importantes temas históricos como las revoluciones estadounidense y francesa, el surgimiento del liberalismo, el imperialismo, la lucha de clases, la revolución de octubre, el fascismo, las dos guerras. mundo, Gandhi y la no violencia. Sus ideas me llevaron a escribir Los mitos de la historia moderna., que podría describirse como «Losurdian». El lector de mi libro que esté interesado en este tema sin duda querrá consultar al propio Losurdo. Desafortunadamente, que yo sepa, hasta ahora ha habido pocas traducciones de sus libros al francés, holandés, inglés y alemán. 

 

Comienzas tu libro con la rehabilitación de una figura que algunas personas odian, Maximilien de Robespierre, dices que bajo su liderazgo la causa de la democracia ha despegado. ¿Nos lo puede explicar con mayor precisión?

 

La Revolución Francesa fue un primer paso hacia un ideal aún lejos de realizarse, el de una comunidad democrática. En otras palabras: un «estado» donde la gente común participa en la política, por ejemplo a través de elecciones, y que también les ofrece ciertos servicios «sociales» como la educación gratuita. A este respecto, la Revolución Francesa proporcionó un enorme beneficio en su fase radical, cuando Robespierre estaba en el poder. Fue bajo sus auspicios que se abolió la esclavitud, una de las instituciones más antidemocráticas de la historia mundial. Pero esta medida no fue bien recibida por la gran burguesía. Estas damas y caballeros eran «muy liberales en espíritu» y, por lo tanto, partidarios de la libertad (al menos en teoría), pero consideraban a los esclavos como una forma de propiedad privada, por lo tanto intocable. También les pareció terrible que Robespierre quisiera introducir el sufragio universal. Esta innovación democrática apenas complacida. Es por eso que lo derrocaron por un golpe. Porque era demasiado democrático y que una verdadera democracia no interesa a la gran burguesía, una minoría demográfica. Pero eso, naturalmente, no se puede decir en voz alta. Por lo tanto, se afirmó que la burguesía deseaba poner fin al derramamiento de sangre, al terror, al trato despiadado de Robespierre por parte de los contrarrevolucionarios. Esto todavía se encuentra en la mayoría de los libros de historia de hoy. Ni una palabra sobre la abolición de la esclavitud por Robespierre, por lo que de hecho merece tener su estatua en medio de la Place de la Concorde en París. Silencio también sobre el hecho de que Napoleón,

 

«Para hacer que el mundo sea seguro para la democracia», así es como el presidente Woodrow Wilson motivó su decisión de llevar a los estadounidenses a la guerra en 1917. En su libro argumenta que para la Primera Guerra Mundial fue más bien una cuestión de ‘una guerra contra la democracia.

 

En abril de 1917, Wilson declaró la guerra a Alemania porque Wall Street lo quería. Y Wall Street lo quería porque parecía entonces que sin la ayuda de los estadounidenses, los británicos y sus aliados perderían la guerra y nunca podrían pagar las colosales cantidades que habían tomado prestados de los bancos estadounidenses, lo que habría sido Un desastre para Wall Street. Pero eso no se podía decir al público estadounidense, y Wilson, por lo tanto, exhibió la coartada de una guerra por la democracia. En realidad fue una guerra por las ganancias, las ganancias de Wall Street. Además, también fue una guerra contrala democracia. En los Estados Unidos había una pobreza desgarradora, al igual que hoy del resto, y la gente estaba preocupada, incluso rebelde. La situación de guerra proporcionó una excusa perfecta para endurecer el tono con estos investigadores. Y, de hecho, el presidente Wilson, el llamado demócrata, utilizó la guerra ampliamente para contrabandear leyes represivas y antidemocráticas, leyes que nunca han sido completamente derogadas.

 

También eliminas el cliché: «Hitler también fue elegido democráticamente», que siempre se usa para advertir contra la participación en el poder de todo tipo de partidos radicales.

 

Hitler nunca ganó la mayoría de los votos en las elecciones generales. Su partido, el NSDAP, se convirtió en el partido más grande de Alemania después de las elecciones en el verano de 1932, pero no tenía una mayoría parlamentaria … una coalición de otros partidos podría haber formado un gobierno. Y durante las nuevas elecciones en noviembre del mismo año, el NSDAP perdió muchos votos y, por lo tanto, escaños en el Reichstag. Los comunistas, por otro lado, hicieron progresos electorales. Esto hizo que los banqueros, los industriales, los grandes terratenientes de la nobleza, los generales y otros miembros de la élite temieran que un gobierno popular de tipo frontal llegaría al poder. Para evitar esto, los ricos y poderosos comenzaron a tramar detrás de escena. Resultado? Contra toda lógica parlamentaria,

Fue de esta manera absolutamente antidemocrática que Hitler se convirtió en canciller. Los nazis hablaron de un Machtergreifung como si Hitler hubiera llegado al poder por sus propias fuerzas. Pero en realidad el poder le fue otorgado por la élite alemana en bandeja de plata y sería mejor hablar de un Machtübertragung .

 

Napoleón y Hitler generalmente están representados como individuos excepcionales que han cambiado el curso de la historia por su cuenta. En su lectura de Historia, aparecen más bien como peones.

 

La historiografía convencional sigue siendo fiel a la concepción del siglo XIX según la cual grandes personalidades, tanto los malos como Hitler y los héroes como Churchill, determinan el curso de la historia. En realidad, los factores económicos y sociales son decisivos. Toma a Napoleón. Napoleón Bonaparte representó a la gran burguesía francesa que deseaba frenar la radicalización de la Revolución y la democratización, desarrollos de los cuales Robespierre fue la encarnación y el mascarón de proa. El dictador Napoleón aún podía someter al pueblo a los cuatro deseos de la élite económica. Del mismo modo, las élites alemanas permitieron que cierto Adolf Hitler llegara al poder en 1933 para que defendiera sus intereses, lo que llevó a cabo con entusiasmo hasta el final. Con su programa de armas, con su guerra, como lo muestro en mi libro. Mussolini no era un hombre hecho a sí mismo, ya que muchos historiadores todavía lo presentan, sino un instrumento. Un peón de la élite del país que también elige la dictadura en lugar de la democracia. No es sorprendente. Los intereses económicos y sociales de la élite están mejor atendidos por una dictadura que por una democracia, un sistema en el que, mediante el sufragio universal, la «masa» popular puede imponer su voluntad a la minoría demográfica que en realidad es esta élite.

 

Estados Unidos ha planeado atacar a Japón durante mucho tiempo y se ha aprovechado del ataque a Pearl Harbor como casus belli. Los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki estaban destinados esencialmente a imponer su voluntad a los soviéticos. E incluso dudas de que los estadounidenses hubieran ido a la guerra contra Alemania si Hitler no les hubiera declarado la guerra. No se trata de una mano muerta cuando se trata del gran mito de los estadounidenses que luchan desinteresadamente por la libertad, la democracia y los derechos humanos. Hoy tampoco se puede argumentar que Estados Unidos es el guardián del orden internacional. Pero el primer curso de Trump en Estados Unidos que promueve abiertamente los intereses estadounidenses parece haber puesto fin a la fachada del liderazgo moral. Que piensas

 

Aquí también debemos tener en cuenta el hecho de que demasiados historiadores y periodistas sobreestiman fuertemente el papel de las personalidades y prestan muy poca atención a la importancia de los sistemas, de los sistemas socioeconómicos. Hoy todos critican a Trump. Pero los presidentes anteriores, no solo George W. Bush sino también Barack Obama, no fueron mejores. El meollo del asunto es el imperialismo estadounidense, el capitalismo estadounidense en su forma internacional, global, agresiva y al mismo tiempo hipócrita, que no muestra preocupación por la libertad, la democracia y los derechos humanos. . En todo el mundo, el imperialismo busca imponer su voluntad en beneficio de los grandes bancos y compañías estadounidenses, por ejemplo, los fideicomisos petroleros y los fabricantes de armas. Contrariamente a todas las reglas del derecho internacional, el imperialismo estadounidense quiere eliminar política o físicamente a los gobiernos recalcitrantes y sus líderes; se llamaLos cambios de régimen, imponen sanciones ilegales a estos países y a menudo los aplastan con bombas. Todos los presidentes recientes, cada uno a su manera, han estado al servicio de este imperialismo, Obama también. Bajo Trump, el imperialismo estadounidense es más agresivo y más peligroso que nunca, pero sería un error atribuir todas estas molestias al hombre personalmente. El problema es el imperialismo estadounidense … pero nuestros medios e historiadores tienen poco o ningún interés en este sistema, parece que no existe. Se centran una y otra vez en los líderes, los presidentes, hoy en Donald Trump. El meollo del asunto, no hablamos de eso.

 

En tu libro, desentrañas de manera convincente la retórica idealista liberal mediante la cual la historiografía occidental a menudo embellece los intereses económicos y geoestratégicos. ¿Pero los eslóganes antiimperialistas y emancipadores de los soviéticos no ocultaron también la búsqueda de la antigua ambición rusa de poder y expansión territorial?

 

La Rusia zarista antes de 1917 aspiraba a la expansión territorial como todas las potencias imperialistas de la época. La revolución bolchevique de octubre provocó un cambio radical en este sentido. Lenin y los bolcheviques estaban a favor del derecho a la autodeterminación de los pueblos, especialmente los muchos pueblos del imperio zarista, como los polacos, los países bálticos y los finlandeses. Pero tal como querían una Rusia socialista, Lenin y compañía esperaban que estos pueblos persiguieran objetivos socialistas. Es por eso que, en los países bálticos y en otros lugares, no apoyaron a los elementos «blancos», capitalistas, contrarrevolucionarios, antibolcheviques y antirrusos que buscaban la independencia total de Moscú, pero los elementos revolucionarios «rojos» que vieron su interés en una forma de autonomía dentro del nuevo estado socialista federal creado por los bolcheviques, la Unión Soviética. (En Finlandia y los países bálticos estos «rojos» eran muy numerosos, pero los medios occidentales los ignoran). Así, después de la Primera Guerra Mundial, Ucrania se convirtió en una «república soviética» dentro de la Unión Soviética. Lo mismo sucedió después de la Segunda Guerra Mundial con los Estados Bálticos. Los partidarios «blancos» de la independencia habían triunfado allí después de la Primera Guerra Mundial gracias al apoyo militar de los aliados occidentales. Posteriormente, los «rojos» partidarios de la autonomía dentro de la URSS triunfaron gracias al apoyo del Ejército Rojo. Pero Polonia y Finlandia se independizaron y Moscú lo aceptó. Polonia también aprovechó la furiosa guerra civil en Rusia para capturar parte de la Rusia blanca y Ucrania, y que Moscú no aceptó. Este territorio conocido como «Polonia Oriental» debía recuperarse temporalmente en 1939-1941 y definitivamente después de la Segunda Guerra Mundial. (Si queremos llamar a esto «expansión territorial», también debemos calificar como expansión territorial la recuperación por parte de Francia de Alsacia-Lorena). En lo que respecta a Finlandia, durante la Segunda Guerra Mundial, este país fue co-beligerante de la Alemania nazi durante la invasión de la URSS en 1941. En 1945, los soviéticos pudieron fácilmente haber ocupado y anexado la derrota de Finlandia, pero no lo hicieron. no tengo Después de la segunda guerra mundial, Si bien la Unión Soviética apareció como el gran ganador, este país tampoco adquirió nuevos territorios en otros lugares, con la excepción de una pieza relativamente pequeña de la antigua Prusia Oriental alemana. Incluso en el apogeo de su poder en 1945, la Unión Soviética manifestó poca o ninguna ambición por la expansión territorial.

 

A la derecha, a menudo culpamos a la burbuja progresiva de la izquierda en la que se encuentran los medios y la educación. Usted dice, por el contrario, que las pequeñas lecciones de la historia nos las dan principalmente los medios de comunicación y la industria del cine, que están en manos de los ricos del planeta. La información que nos presentan como imparcial tiene como objetivo principal defender el status quo y los privilegios de los poderosos. ¿Cómo ves este equilibrio de poder?

 

En nuestra llamada civilización occidental, todos son libres de expresar su opinión, de dar a conocer su visión de la historia al mundo. Pero a este respecto, no todos disfrutan de la misma libertad. Algunos hablan en voz más alta, tienen una libertad inmensa para expresar su opinión y ser escuchados. Estos son los súper ricos, las personas que a veces se denominan colectivamente como el «1%». Son dueños de los medios de comunicación que llevan la Historia a las personas, especialmente a través de producciones de Hollywood y documentales de televisión. Los súper ricos reescriben la historia y solo tienen un gran mensaje, a saber, que adquirieron su riqueza por su talento, su perseverancia, su voluntad y, por supuesto, también por su arduo trabajo, ese progreso hacia la democracia y el bienestar les debe todo, y a la inversa, han surgido grandes problemas. Especialmente en forma de guerras y revoluciones. Por culpa de sus celosos enemigos. Estados Unidos es la meca de los súper ricos, por lo que no debería sorprendernos que la industria cinematográfica estadounidense se extienda con entusiasmo y éxito. – Este tipo de representaciones históricas. En películas con grandes presupuestos y que a menudo reciben una importante ayuda financiera y de otro tipo del Pentágono, la CIA, etc., Estados Unidos se presenta siempre y aún como el campeón altruista de la libertad, la democracia y los derechos. del hombre. Los bastardos son, por supuesto, los nazis, pero también los soviéticos, los árabes y los musulmanes en general, los revolucionarios latinoamericanos, etc. Este tipo de película también es apreciada por los «expertos», alabado en los medios y coronado en los Oscar. Cualquiera que, como yo, presente la historia de una manera totalmente diferente, no puede contar con ese apoyo. De lo contrario.

 

También odias la enseñanza de la historia en la que el capitalismo y la democracia se presentan como una entidad gemela orgánica. En su opinión, ¿sigue siendo válida la famosa fórmula de Max Horkheimer, fundador de la Escuela de Frankfurt? : «Cualquiera que hable sobre el fascismo sin hablar sobre el capitalismo será mejor que se calle».

 

Horkheimer tenía razón, y todavía tiene razón. El fascismo, incluida la variante alemana de Hitler, el nazismo, fue y es una forma del surgimiento del capitalismo. El capitalismo no proviene de una sociedad democrática, no es fruto del árbol democrático. Además, el capitalismo aún juvenil del siglo XIX no saludó con alegría el surgimiento de la democracia, por el contrario. La democracia se asoció con el enemigo del capitalismo: el movimiento obrero, el socialismo. En Francia, por ejemplo, el capitalismo se sintió como en casa bajo la dictadura de Napoleón III. Y en Alemania floreció bajo Bismarck, el «canciller de hierro» y también bajo el emperador altamente antidemocrático Guillermo II. Después de la caída de este último en 1918 nació la República de Weimar, Indique que los banqueros e industriales del Reich no dejaron de despreciar. Precisamente porque era una democracia donde la gente común, incluida la clase trabajadora, tenía algo que decir. Los capitalistas alemanes soñaban con un nuevo «hombre fuerte» como Bismarck, un jefe que conduciría a la gente con la vara y aprendería a vivir con la escoria de la izquierda. Entonces llevaron a ese tipo de líder, Hitler, al poder. Bajo su régimen – ¡incorrectamente llamado «nacionalsocialismo»! – El capitalismo ha florecido como nunca antes. En otros lugares también los capitalistas (con la colaboración de grandes terratenientes, altos ejecutivos militares Los capitalistas alemanes soñaban con un nuevo «hombre fuerte» como Bismarck, un jefe que conduciría a la gente con la vara y aprendería a vivir con la escoria de la izquierda. Entonces llevaron a ese tipo de líder, Hitler, al poder. Bajo su régimen – ¡incorrectamente llamado «nacionalsocialismo»! – El capitalismo ha florecido como nunca antes. En otros lugares también los capitalistas (con la colaboración de grandes terratenientes, altos ejecutivos militares Los capitalistas alemanes soñaban con un nuevo «hombre fuerte» como Bismarck, un jefe que conduciría a la gente con la vara y aprendería a vivir con la escoria de la izquierda. Entonces llevaron a ese tipo de líder, Hitler, al poder. Bajo su régimen – ¡incorrectamente llamado «nacionalsocialismo»! – El capitalismo ha florecido como nunca antes. En otros lugares también los capitalistas (con la colaboración de grandes terratenientes, altos ejecutivos militarese tutti quanti ) puso a los fascistas en el poder, como Mussolini en Italia. El capitalismo deploraba en secreto la caída de los regímenes fascistas «clásicos» y el regreso de la democracia en 1945. Y la preferencia duradera de los capitalistas por los regímenes fascistas después de 1945 estuvo marcada por la tolerancia de Franco en España, en colaboración con el establecimiento de regímenes neofascistas como el de Pinochet, así como el apoyo activo a los neonazis que prosperan en Ucrania.

 

También escribes que el socialismo soviético realmente existente fue hostigado desde el principio por hostilidad interna y extranjera, lo que inevitablemente lo hizo más desastroso y menos efectivo. Ciertamente, ciertas circunstancias históricas específicas juegan un papel esencial, pero ¿no se usan con demasiada frecuencia tales afirmaciones para aclarar la ideología misma?

 

El socialismo soviético fue efectivamente atacado desde el principio por enemigos nacionales y extranjeros, lo que inevitablemente lo hizo más oscuro y más represivo. Lo mismo ocurre con cualquier país que esté amenazado o se sienta amenazado. En Francia y en Gran Bretaña, durante la Primera Guerra Mundial, los gobiernos supuestamente democráticos se volvieron autoritarios e intolerantes hacia los pacifistas, socialistas y diversas minorías. El reinado de Georges Clemenceau y David Lloyd-George dio lugar a dictaduras de facto que los historiadores como Losurdo describen con razón como (proto) totalitario. Del mismo modo, en los Estados Unidos, el presidente Woodrow Wilson ha promulgado leyes draconianas. Todos reconocen que esta situación fue muy desagradable, pero sin embargo comprensible e incluso justificada, de alguna manera. Y nadie imaginará que tales afirmaciones surgen de una intención secreta de «despejar» la ideología liberal-democrática dominante en Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos. En la Unión Soviética, la amenaza interna y especialmente externa fue infinitamente más duradera y mayor que en Francia, Gran Bretaña o Estados Unidos, y solo de 1941 a 1945 reclamó casi 30 millones de víctimas. Después de lo cual el país fue amenazado con bombardeos atómicos masivos. En este caso, podemos avanzar en el argumento de la amenaza sin despertar la sospecha de querer aclarar la ideología prevaleciente de esta manera. También hay que decir que esta misma ideología, el comunismo, también reinó en Yugoslavia durante la Guerra Fría. Pero a diferencia de la URSS, este país no estaba amenazado.

Fuente e imagen: https://www.investigaction.net/fr/jacques-pauwels-une-lecture-subversive-de-lhistoire/

Fuente original: Vrij Nederland

Traducción del holandés: Anne Meert para Investig’Action.

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Las lecciones que nos deja Bolivia

Por: Pablo Stefanoni

La caída del gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) abrió numerosos debates en las izquierdas y, al mismo tiempo, permite reflexionar sobre las vías del cambio social, la cuestión de la democracia y, no menos importante, cómo evitar backlash reaccionarios.

La renuncia y salida al exilio de Evo Morales, en noviembre pasado, no solo acabó de manera repentina con el llamado «proceso de cambio» iniciado en 2005 sobre la estela del ciclo de movilizaciones abierto en 2000 y que tuvo su momento de mayor intensidad en la «guerra del gas» de 2003. Significó también la caída de uno de los gobiernos del «giro a la izquierda» que atrajo más simpatías a escala global. De ahí que, desde entonces, las discusiones sobre lo que realmente pasó en Bolivia sigan atravesando a la izquierda internacional. Una parte sostiene la tesis del golpe como variable explicativa «total» y otra, minoritaria pero con figuras relevantes, que no hubo golpe sino que Evo Morales habría caído por su propio peso.

El problema de estas visiones es que invisibilizan una serie de cuestiones relevantes y desprecian una sociología política de la crisis boliviana: ni la tesis del golpe de Estado tout court ni la del no golpe son capaces de dar cuenta de la deriva reaccionaria concreta en la que ingresó Bolivia, que combina un proceso de derechización desde arriba y, también, desde abajo, es decir, desde la propia sociedad civil. Tampoco informa sobre la forma en que se movieron los actores de ambos bloques en esas jornadas y después. Ni sobre la compleja secuencia de acontecimientos.

Hay dos cuestiones que deben enfrentarse para hacer cualquier «anatomía del derrocamiento» del gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS), sin dejar de lado los «instantes huidizos» que en contextos de crisis definen el devenir de los acontecimientos.

La primera es que las organizaciones sociales, pese a las promesas de sus dirigentes en reuniones con Evo Morales, no salieron de manera significativa a defender al «gobierno de los movimientos sociales» en los momentos decisivos. La segunda: que los militares jugaron sus cartas «en última instancia», es decir después de que el gobierno fuera superado por la reacción en las calles, lo que incluyó un amotinamiento policial en coordinación con los sectores más derechistas de la oposición, especialmente con el presidente del Comité Cívico de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, y una radicalización de las movilizaciones. Es esto último lo que habría hecho fracasar las negociaciones que, según referentes del MAS, habían avanzado con Carlos Mesa en favor de una salida que incluía la renuncia de Evo Morales y la asunción de la presidenta del Senado, Adriana Salvatierra, en una especie de gobierno transitorio de consenso para llamar a nuevas elecciones.

Todo esto no anula la tesis del golpe. En efecto, que los militares «sugieran» la renuncia del presidente y le coloquen la banda presidencial a su sucesora se parece bastante a un golpe. Al igual que la evidencia de que los mandos, especialmente la fuerza aérea, habrían comenzado a actuar por su cuenta antes de la renuncia de Evo Morales, es decir cuando aún era Comandante en Jefe. (Hay que decir, también, que los militares fueron «politizados» en estos 14 años, incluyendo cursos en la Escuela Antiimperialista, etc., legitimando cierta injerencia política, aunque en el caso de Bolivia nunca fueron parte orgánica del poder como en Venezuela). No obstante, es necesario colocar la cuestión del golpe en un marco más amplio: la crisis de una forma de ejercer el poder cuyo origen hay que buscarlo en el referéndum del 21 de febrero de 2016, cuando el gobierno consultó a la población sobre un cambio constitucional y el «No» a la reelección indefinida se impuso por 51,3% a 48,7% y, más ampliamente, en la imposibilidad de pensar la posibilidad de una derrota electoral.

El MAS –al igual que parte de la izquierda global– subestimó entonces lo que significa pasar por encima del resultado de una consulta al pueblo y se apeló a una miríada de argumentos para relativizar los resultados. A partir de ese momento, y por primera vez desde 2006, la bandera democrática quedó en manos de la oposición, con importantes consecuencias hacia el futuro.

Tras el 21-F, el gobierno dedicó todas sus energías a pergeñar vías para la reelección. Casi no hubo otro tema en la agenda. En ese marco es que, a finales de 2017, el Tribunal Constitucional habilitó a Evo Morales. Eso fue lo que terminó de crear el caldo de cultivo para la (re)emergencia y legitimación de figuras radicales, como el propio Camacho, quien llegó a la cabeza Comité Cívico con la bandera del 21-F y denunciando un «pacto» de las elites cruceñas con el gobierno del MAS.

La campaña electoral, como refleja el documental de Diego González, «Antes del golpe», careció de épica, se basó en la movilización de recursos estatales más que en la movilización social y tensionó enormemente el clima político. Sobre esa tensión es que se montaron las denuncias de «fraude» el 20 de octubre, que tuvieron respuestas descoordinadas, y por momentos poco creíbles, de parte del gobierno, lo que que terminó de minar la legitimidad presidencial. Todo ello ayudado por el timing preciso de la Organización de Estados Americanos (OEA) para adelantar su informe. Con la paradoja de que, en el inicio de la campaña electoral, Luis Almagro había sido denunciado de secuaz de Evo por la oposición y el ex presidente Jorge Tuto Quitoga lo acusó incluso de «vender su alma» al gobierno del MAS.

Es claro que Evo Morales no cayó por su propio peso como sostuvo Rita Segato. El MAS cayó por la movilización se sectores urbanos, ayudados por un motín policial en los 9 departamentos del país y, finalmente, por las FFAA, en un contexto de extremada violencia contra cualquier persona identificada con el oficialismo que rayaba con un clima de fascistización social. Esas movilizaciones denunciaron sobre déficits democráticos reales, pero como ya ocurriera con otros levantamientos «antipopulistas», como el de 1946 que terminó con el brutal asesinato y colgamiento del presidente Gualberto Villarroel, el resultado no fue más democracia sino a un tipo de revanchismo reaccionario y antipopular.

Esa dimensión fue un punto ciego para la izquierda crítica, que, pese a las tempranas evidencias, diluyó la faceta restauradora del nuevo bloque de poder y solo se enfocó en la «disolución de la dominación masista». Pese a que las movilizaciones incluyeron a diversos actores y sensibilidades ideológicas (ecologistas, progresistas, feministas, etc.), la derecha conservadora se impuso sin dificultades. Un caso excepcional es el de la feminista libertaria María Galindo, quien, pese a sus fuertes críticas al MAS, se posicionó enérgicamente contra el giro conservador y reaccionario. Un giro, hay que decirlo, que incluyó diversos tipos de grupos civiles que acosaron embajadas, sobre todo la mexicana donde hay asilados, y viviendas particulares, y adoptaron estéticas y formas de movilización de extrema derecha.

En el caso del exterior, una gran parte de las izquierdas, sobre todo las nacional-populares, asumieron un tipo de solidaridad internacionalista que tuvo escasos efectos en Bolivia, donde no existió una resistencia antigolpista en sentido estricto. Mientras que el núcleo en el exilio denunciaba el golpe desde Buenos Aires con una radicalidad que no daba cuenta de las posibilidades de acción en la coyuntura boliviana, el propio bloque parlamentario del MAS, que controla dos tercios del Congreso, entró en una dinámica de «pacificación» y negociación con la presidenta interina Jeanine Áñez y se alejó de las instrucciones del ex presidente. Hay varios elementos para explicar esta situación. Uno es la falta de organicidad del MAS y el decisionismo presidencial: tras la renuncia de Evo Morales y la salida del poder de otras figuras «fuertes» del anterior gobierno, parlamentarios que consideraban que no habían tenido el lugar que merecían se vieron en una inédita situación de poder (como la alteña Eva Copa) y comenzaron a jugar en la nueva cancha con la legitimidad de «haber puesto el cuerpo». Por otro lado, al permanecer en Bolivia, estos parlamentarios tenían una mayor conciencia de las nuevas relaciones de fuerza y de la amplitud del rechazo al MAS, sobre todo en los días posteriores a la salida del país de Morales. (Y posiblemente, también, algunos solo cuidaran sus salarios y sus cargos).

A su turno, las organizaciones sociales combatieron por algunas cuestiones sensibles, como la defensa de la Wiphala, pero no pidieron el retorno de Evo Morales al poder. Esto mostró la distancia entre el exilio y Bolivia, pero también refleja la situación de unos movimientos sociales debilitados ¿paradójicamente? por años de «gobierno de los movimientos sociales»: falta de pluralismo e imposición de las decisiones gubernamentales, pérdida de intensidad de la vida interna, capas dirigenciales demasiado interesadas en ocupar cargos en el Estado, etc. En muchos sentidos, y con el alto pragmatismo que suele caracterizarlas, las organizaciones se prepararon para el escenario post-Evo (lo que no significa que el ex-presidente no siga siendo una figura popular ni que su carrera política haya concluido). Una muestra de ello fue el apoyo a David Choquehuanca como candidato presidencial –una figura hoy resistida por Morales que finalmente quedó como compañero de binomio del ex ministro de Economía Luis Arce Catacora, apoyado desde Buenos Aires– y el entusiasmo que genera el joven cocalero Andrónico Rodríguez hoy a la cabeza de hecho de las Seis Federaciones del Trópico de Cochabamba, que siguen siendo presididas por Morales.

En efecto, el núcleo en Buenos Aires, la bancada parlamentaria y las organizaciones sociales (especialmente las de matriz campesina) son las tres galaxias que hoy dan cuenta de lo que es el MAS, una organización que siempre careció de una verdadera organicidad y cuyo «pegamento» fue la expectativa de acceso al Estado para sectores populares largamente excluidos del poder. Si bien Evo Morales fue central para mantener unido al MAS, nunca fue estrictamente un líder carismático. De manera progresiva, debido a las necesidades reeleccionistas, fue asumiendo el papel de un «líder irreemplazable», pero su legitimidad siempre se basó en la idea de autorrepresentación campesina que es un mito de origen del MAS y en la imagen de que «Evo es uno de nosotros».

Las vías seguidas por el proceso de cambio boliviano pone sobre la mesa varias cuestiones. Una de ellas es la posibilidad de pensar de manera no catastrófica la salida del poder y las consecuencias de forzar una y otra vez, contra viento y marea, la reelección presidencial; y junto con esto visiones excesivamente instrumentales de la democracia. La otra es cómo combinar el impulso hacia cambios profundos con un ejercicio pluralista del gobierno y una mejora de la vida cívica. (Salvo que se piense, como en efecto lo hacen algunos «bolivarianos», que la caída del MAS fue porque el gobierno no habría apretado suficientemente las tuercas –como sí lo hacen Nicolás Maduro y los militares venezolanos– y que el problema habría sido, entonces, el «exceso de democracia»). Y, junto con ello, un aspecto clave es cómo evitar que se legitimen los backlash reaccionarios.

Como se puede ver revisando la historia reciente, Evo Morales ganó en 2014 con más del 60% de los votos, y en esa ocasión triunfó incluso en la reticente Santa Cruz gracias a la buena situación económica. El periodista Fernando Molina habló incluso, con evidencias, del «fin de la polarización». Por entonces, nadie hablaba de «tiranía», como ahora lo hacen a diario los columnistas de clase media en unos medios que no cejan en su empeño de inyectar mística a la «revolución de las pititas» (por los cordeles usados en los bloqueos de calles), leída como una «revolución libertadora». Hasta se habló de «14 años de penumbra»: el sol parece que no salía bajo el evismo. Pero, contra la creencia de algunos sectores nacional-populares, lo que repolarizó a Bolivia no fueron medidas radicales del gobierno (no hubo ninguna desde 2014) sino la insistencia en la reelección indefinida, en un país que a lo largo de su historia fue anti-reeleccionista y estuvo plagado de amotinamientos contra quienes intentaron seguir en el poder. En este caso, sobre ese movimiento se aupó una reacción más amplia contra la emergencia plebeya que en estos años erosionó como nunca antes el poder «señorial» en al país.

En este contexto, el MAS entra en una nueva etapa de recomposición, tras el golpe que significó la salida del poder, y quizás de autocrítica. En cualquier escenario, el MAS será clave en la futura gobernabilidad. Incluso si pierde la presidencia podría tener la mayoría parlamentaria. Las encuestas muestran que mantiene una base dura de apoyo popular que ronda el 30% y hoy es la única fuerza de izquierda con proyección política en el país, y la más importante en el mundo rural boliviano.

Fuente e imagen: https://nuso.org/articulo/Bolivia-Evo-Morales-elecciones/

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