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Las marchas de noviembre

Por: Luis Hernández Navarro

La jornada antiobradorista del 13 de noviembre fue la movilización de masas convocada por un frente opositor más numerosa del actual sexenio. Con el pretexto de “defender al Instituto Nacional Electoral (INE) y la democracia”, una variopinta coalición de fuerzas de centroderecha anti-AMLO logró sacar a la calle a varias decenas de miles de ciudadanos, muchos vestidos de blanco y rosa, en casi todo el país.

Su magnitud estuvo muy lejos de alcanzar el tamaño de las concentraciones populares convocadas por el Presidente. Sin lugar a dudas, también será menor de la que los simpatizantes del mandatario efectuarán este 1º de diciembre. Pero, aun así, sería muy delicado desdeñar el significado y alcance de la protesta del pasado domingo.

Las calles no son el terreno de lucha principal de la centroderecha. Ellos tienen otros medios de presión. John Lennon, compositor de Working class heroe, lo sabía muy bien, cuando, en 1963, en el show de The Beatles ante la reina Isabel II, bromeó: “Para nuestro último número, les quiero pedir su ayuda. ¿Podría la gente de los asientos más baratos, aplaudir? Y el resto de ustedes, sólo sacudan sus joyas”.

Una protesta contra López Obrador del tamaño como la congregación de este domingo es un hecho que no acontecía desde el 27 de junio de 2004. En aquella fecha, la derecha empresarial y mediática, bajo la fachada del combate a la inseguridad pública, orquestó una gran embestida de masas contra el entonces jefe de Gobierno de la Ciudad de México, que sirvió de ensayo para preparar su ­desafuero. La arremetida se orquestó desde los medios de comunicación electrónicos, difundiendo reiteradamente imágenes de violencia, que generaron en la opinión pública de la capital del país una sensación de incertidumbre y miedo. Cientos de miles de personas, muchas vestidas de blanco, marcharon para “rescatar a México”.

Entre otras diferencias presentes en ambas movilizaciones está el que, a diferencia de la de 2004, la del domingo no fue auspiciada por los medios electrónicos, sino por una parte muy importante de la prensa escrita y las redes sociales asociadas a intelectuales públicos de la derecha. Probablemente, la forma en que el Presidente recriminó el llamado a “defender el INE” y se refirió a algunos de sus promotores, catalizó la protesta.

Al analizar la jornada del 13 de noviembre es necesario distinguir entre los convocantes y quienes asistieron masivamente a las marchas. No son lo mismo. El núcleo organizador está formado por la alianza de empresarios abiertamente retrógrados, partidos de oposición, jerarcas religiosos y un archipiélago de intelectuales (los transitólogos) con un enorme peso en el INE y la organización de procesos electorales. Los manifestantes fueron un conglomerado diverso de sectores acomodados, grupos rabiosamente anticomunistas, clases medias y clientelas populares de las alcaldías de la Ciudad de México en manos de la oposición, descontentos con el gobierno federal por razones diversas.

En la marea rosa participaron, entusiastas, familias enteras, muchas por primera vez en su vida. En el río humano que caminó sin organizarse en contingentes por Paseo de la Reforma en la Ciudad de México había personas de todas las edades no acostumbradas a corear ­consignas.

Como versión apache del S how de terror de Rocky, a la marcha asistió una colección de impresentables egos partidocráticos, que desfilaron enjundiosos, y que en otras circunstancias difícilmente habrían convivido bajo el paraguas de la misma convocatoria. En las calles, su presencia se desvaneció ante una multitud que los ignoró y desbordó, pero fueron rescatados del anonimato por la prensa. Como si su biografía personificara la historia del INE, la figura de la mañana fue José Woldenberg. Orador único, fungió de bateador emergente de una oposición de derecha sin figuras políticas fuertes y con intelectuales más que disminuidos. Estará por verse si la coalición antiobradorista lo seguirá placeando.

Más allá de la presencia de consumados mapaches electorales disfrazados de ciudadanos de a pie, como Ulises Ruiz, Elba Esther Gordillo o Roberto Madrazo, las protestas confirmaron la creciente mengua de apoyo hacia la 4T entre sectores medios, anticipada en las elecciones intermedias de 2021. En esos comicios, la oposición ganó la mitad de las alcaldías de la Ciudad de México (la joya de la corona obradorista) y muchas de las capitales de los estados en disputa. Pese a triunfar en las elecciones, la coalición gobernante perdió la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y tuvo 9 millones de votos menos que en 2018.

Las movilizaciones fueron receptáculo de una parte del malestar que hay hacia la 4T entre universitarios, profesionistas liberales, médicos, amas de casa, artistas, defensores de derechos humanos, feministas, familiares de víctimas de la violencia, científicos, ambientalistas y pequeños empresarios. Muchos no son conservadores. No pocos apoyaron en el pasado al Presidente. Pero ya no lo hacen más. Están desencantados e incluso iracundos. El tamaño de su inconformidad los llevó a sumarse al llamado de figuras como el impresentable Claudio X. González, la más rancia partidocracia, ultraderechistas que salieron del clóset y destacados prestidigitadores electorales, ocultos bajo el antifaz de la defensa del INE.

Más allá del final que tenga la reforma electoral promovida por el Presidente, la marea rosa del domingo fue, para la oposición de derecha, no una jornada ciudadana, sino el banderazo de salida de su campaña electoral rumbo a 2024. Falta ver si pueden conservar el impulso y apoyo de masas que tuvieron.

Fuente de la información: https://www.jornada.com.mx

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Educación y democracia: ¿educar tontos o príncipes?

Por: Juan Carlos Yáñez Velazco

Tres escritores de primer orden escribieron o hablaron en días recientes del mismo tema. Juan Villoro, uno de los más destacados en el panorama literario latinoamericano, tituló su colaboración periódica “Democracia para tontos”. Su foco no es angelical o etéreo. Encarrerados en una contienda por ganar la candidatura presidencial del partido gobernante en México, sus máximas figuras, transmutadas en “phono sapiens” (Byung-Chul-Han, dixit) se promocionan en TikTok.

En pos de su objetivo los personajes en cuestión actualizan los medios para alcanzarlo. Las preguntas de Villoro son punzantes: “¿Vale la pena promocionarse ante un público desinformado, buscando votos de quienes no necesariamente irán a las urnas?”. Su juicio es lapidario: “Utilizada como herramienta política, TikTok ayuda a construir una democracia para tontos”.

El último párrafo de Juan Villoro es didáctico: “En el México contemporáneo, los actores públicos están lejos de ser magos o científicos, pero si desean conectar con los jóvenes, deberían ejercer una actividad olvidada por la política: el pensamiento”. Lamentablemente, los políticos no lo leerán, porque están divertidos en redes sociales o grabando sus nuevos tiktoks.

De paso por Oaxaca, donde participó en la clausura de la Feria Internacional del Libro, Fernando Savater se reunió con periodistas. El diario “El economista” recogió parte de sus declaraciones, entre ellas, un pensamiento ya esgrimido: “Una democracia de ignorantes no puede funcionar. La democracia tiene que educar en defensa propia, porque el peligro en contra de la democracia son los ignorantes y su peso dentro de la sociedad”.

La educación tiene que educar príncipes, no súbditos, dijo el donostiarra: “La idea de que la educación es simplemente para mantener a la gente sojuzgada es una ingenuidad. Lo que pretende la educación es que todo mundo forme parte de la élite y no solamente unos cuantos. La educación no busca la igualación por abajo, que todo el mundo sea ignorante o que sea populista, sino que la educación busca que todo el mundo conozca la aristocracia del pensamiento y de la libertad. Por lo tanto, educar es educar príncipes, siempre. Educamos para que la gente sea príncipe, pero no unos cuantos sino todos; esa es la diferencia con la educación que busca elogiar al pueblo y decir ‘que bonito es el pueblo’, para que siga siendo siempre esclavo de los príncipes”.

¿Los sistemas educativos ahora, acá o allende el Atlántico, educan súbditos o príncipes? ¿Caben dichas expresiones?

Entrevistado en el programa televisivo español “El hormiguero”, Arturo Pérez-Reverte volvió a sus críticas contra la escuela que tenemos. Así las recoge “La Vanguardia” el 19 de octubre: “Tú no puedes tratar igual al niño brillante, que el día de mañana puede ser quien esté tirando de la locomotora y del carro de la vida, quien haga mejor el mundo para los otros, que al que se niega a estudiar o al que no tiene el talento suficiente”.

Aficionado a las polémicas en Twitter, Arturo Pérez-Reverte arremetió contra la escuela facilona, que se hinca ante las presiones paternas y edulcora las exigencias: “Todos deben tener las mismas oportunidades, por supuesto, eso es la igualdad, pero, una vez dentro del sistema, al brillante prémialo, apóyalo, ayúdalo, empújalo, estimúlalo. Y al que no es brillante ayúdalo, pero no intentes rebajar al brillante a la altura del mediocre, porque entonces te los estás cargando a todos”,

Acuciosos observadores del mundo de las no-cosas, como lo define Byung-Chul-Han, las coincidencias de los tres escritores invitan a la reflexión sobre las mutaciones culturales que vivimos y sus efectos en los sistemas educativos.

La afinidad de ideas entre ambos filósofos aplica también al territorio de las escuelas. Dice Savater, como repitiendo a Byung-Chul-Han: “actualmente hay una tendencia a, en vez de resolver los problemas, resolver el lenguaje con que nos referimos a ellos. Se buscan fórmulas perifrásticas para referirnos a cosas, entonces, claro, las cosas no se resuelven con eso… No se trata de buscar perífrasis para endulzar nuestro aspecto, nuestras limitaciones, sino buscar remedios a los verdaderos problemas que tienen las personas que no son verbales”.

Si los sistemas educativos tienen a su cargo la tarea (para muchos imposible, o casi) de formar a los ciudadanos, pero los ciudadanos se mueven al compás de las notas volátiles de las redes sociales, por la fugacidad permanente de WhatsApp; por Facebook y los “Me gusta”, “Me encanta”, “Me enoja”… por las selfis como expresión chismosa y vanidosa, ¿entonces, podemos también acusar a los sistemas educativos de la endeblez de los valores prevalecientes? ¿Son los profesores testigos impotentes ante la conversión del homo sapiens en phono sapiens? ¿Cuál es su responsabilidad?

Frente a la idea de la sociedad de la desinformación que construye Daniel Innerarity, tenemos que colocar los fundamentos científicos y humanísticos en su sitio, para evitar los fenómenos que vivimos, impregnados de insustancialidad y buenaonda. Tenemos, quizá, que plantear un nivel más alto de rigor para escapar del discurso pseudopedagógico disfrazado de progresista. Para que en los salones de clase no se privilegien opiniones sin argumento, explicaciones sin profundidad o cualquier clase como sinónimo de enseñanza.

¿Educamos tontos o príncipes? ¿Es un falso dilema? Tal vez sí, sería suficiente, pero bastante, con preparar ciudadanos para estas sociedades enredadas y líquidas. Para los ciudadanos de estas sociedades que, quizá, se perdieron o podrían extraviarse entre gorjeos y tiktoks.

*Publicado en “El Diario de la Educación” (España)

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Marxismo abierto y decolonialidad

Por: Luis Bonilla-Molina[1]

  1. El debate

Asumimos la perspectiva decolonial a partir de los trabajos de Quijano (1930-2018), especialmente El nuevo terreno de la lucha de clases y los problemas de la revolución en América Latina (1974), José Carlos Mariátegui: reencuentro y debate (1979) Poder y Democracia en el Socialismo (1981), El trabajo a finales del siglo XX (2003), entre otros, cuya línea de pensamiento siempre fue trabajar desde América Latina la disputa entre capital y trabajo, a favor de los explotados y contra la burguesías, así como su crítica implacable a la idea del partido revolucionario burocratizado que subalterniza las otras formas de organización de la clase trabajadora. Es decir, una decolonialidad de carácter anticapitalista, que no se escondió en eufemismos para pensar la idea del socialismo, eso si un socialismo no burocrático. Quijano hablo de decolonialidad cuando era impensable que se convirtiera en una moda, que en muchos casos obvia los aportes del intelectual peruano.

Ciertamente el discurso descolonial ocupa hoy una parte importante del trabajo intelectual, sacudiendo los cimientos de muchas verdades fosilizadas, posibilitando aperturas epistémicas. Sin embargo, preocupa el énfasis, las tildes y el carácter pro-normativo de algunos de sus exponentes que limitan el diálogo con otras corrientes de pensamiento, operando este fenómeno como una negación de su propia esencia. En una perspectiva dialéctica nos resultan de mucho más interés, los diálogos plurales que puedan generarse a partir de las provocaciones descoloniales con mirada incluyente.

Pero la motivación de estas pequeñas y dispersas notas no es académica, sino política. Algunos discursos descoloniales están permeando las narrativas de la nueva socialdemocracia latinoamericana, que bajo el rótulo de progresismos está hoy más concentrada en una agenda de conciliación de clases que en una revolución que implique un cambio radical. En ese sentido, cualquier discurso que, atacando al marxismo y la lucha de clases, hable de “lo propio”, les resulta atractivo para seguir manteniendo el aire comunicacional de revolucionarios. Para este sector político la aproximación a la decolonialidad no es esfuerzo para reinventar-se en la lucha contra el capital, el imperialismo, las naciones imperialistas ni las burguesías, sino que sirve de aliento para la pulsión de fuga, respecto a definiciones concretas en el terreno de la lucha de clases, especialmente del socialismo. Las narrativas decoloniales que sin negarla obvian la lucha de clases, allanan el camino para la adaptación política del buen salvaje al buen revolucionario. En ese sentido, algunas “decolonialidades” corren el riesgo de operar más como un dispositivo ideológico reproductor del sistema mundo capitalista, que frena el cambio radical, que, como un punto de partida para pensar el poder y la política desde abajo, desde el terreno de los sin nadie, de los condenados de la tierra.

La decolonialidad desde Quijano siempre tiene lugar de enunciación en las fábricas, el campo, los sectores marginales y contra todo tipo de poder, incluso contra las opresiones que se pretenden presentar como de “socialismo real”, real politik. Quijano no dudo en criticar a los instalados en el poder, a las nomenclaturas partidarias cuando sus prácticas no abrían camino al poder en manos de la propia clase. El pensamiento decolonial de Quijano consideraría un insulto a la inteligencia y la lucha de los pueblos hablar de “burguesía revolucionaria”, algo ante lo cual la decolonialidad socialdemócrata se hace de la vista gorda. Ahí esa variante del discurso descolonial pasa de ser un asunto para convertirse en un problema para el cambio radical, un problema para la lucha de clases desde una perspectiva de la clase trabajadora.

  • El marxismo como narrativa de los explotados y desheredados

Marx fue un hombre de su tiempo histórico quien construyó un horizonte teórico y político radical a partir de su relación con la clase obrera industrial organizada, vista como continuidad de la lucha de clases, pero también tomando partido en las posiciones filosóficas que influían en las posibilidades de organización del mundo del trabajo.

La tarea de Marx fue tremendamente descolonial en cuanto posibilitó romper con la idea y cultura que la burguesía intentaba colocar en las mentes y vida material de la clase obrera, que ubicaba a los ricos como la única clase social capaz de garantizar el bienestar de la sociedad. Las teorías del valor, el develamiento de la plusvalía, el análisis del carácter de clase del Estado, la lucha de clases, la emancipación y la superación de la alienación son estudios decoloniales.

El socialismo no es un credo sagrado, sino un pensamiento del tiempo histórico del capitalismo industrial, una síntesis interpretativa de las resistencias anticapitalistas, que hereda la tradición histórica del proletariado y formula elaboraciones propias del mundo del trabajo. Su elaboración estructural tiene plena vigencia, aunque algunos de sus enunciados estén marcados por las limitaciones del desarrollo del pensamiento alternativo de hace casi 200 años y haga necesario actualizarlo. Es un pensamiento para comprender y actuar en el sistema mundo capitalista, al que hay que enriquecer, ampliar y ajustar permanentemente conforme lo demande la lucha de clases en cada país, algo que Quijano hizo de manera permanente, incluso conflictuando en algunos aspectos con el propio Marx.

La decolonialidad de Marx en cuanto ruptura de alienación burguesa y la explotación de la burguesía sobre los y las trabajadoras, es un punto de referencia sobre el cual situarse en el diálogo con las narrativas descoloniales. Si a diferencia de Quijano, el discurso no sirve para denunciar a la burguesía, para impulsar una sociedad de socialismo democrático desde abajo, para denunciar a los viejos y nuevos burgueses y todas las formas de poder, entonces que es una narrativa funcional al sostenimiento del orden burgués.

El marxismo hoy es abierto, enriquecido por las perspectivas afro caribeñas, feministas, ecológicas, anti raciales, de los pueblos originarios, de las diversidades sexuales, de las culturas juveniles, de las espiritualidades ancestrales. Ese marxismo se reconstruye y actualiza desde una clara perspectiva del mundo del trabajo contra cualquier tipo de explotación, segregación, dominación y alineación. Este artículo, es un punto de partida de un trabajo que aspiramos sostener en el tiempo de encuentro del marxismo abierto con las corrientes decoloniales anti capitalistas.

  • El capitalismo y sus contracturas ideológicas

No solo la clase obrera asume los aprendizajes derivados de las resistencias. El capitalismo y la dominación burguesa aprenden también y han entendido que los discursos y narrativas son muy importantes para mantener una correlación de fuerzas que les permita sostener su lógica de poder, consumo y reproducción ideológica.

Por ello, al agotarse el ideario liberal burgués el sistema capitalista ha estado en búsqueda incesante de nuevas narrativas, ya sean centrales o auxiliares, que no solo fabriquen ilusiones de felicidad marcadas por un mañana de gran consumo individual, sino que resulten útiles para desactivar los nichos de resistencia.  Para el capitalismo, cualquier teoría, narrativa o imaginario del mundo que disuelva la lucha de clases, que sustraiga la idea de sociedad de los y las de abajo, que disipe el riesgo que implica plantearse la eliminación de la burguesía como clase social, resulta de especial interés.

La socialdemocracia jugó un papel central en la idea de cambiar el mundo no solo sin tocar a la burguesía, sino construyendo un Estado que fortaleciera sus intereses. Socialdemocracia y fordismo se complementarían durante décadas, con su lógica de negociación tripartita que hiciera manejable y con límites precisos los conflictos de la clase trabajadora, creando la cultura de circunscribir las luchas a lo económico, dejando a un lado el cambio estructural del sistema.

Con la crisis de los precios del petróleo, la llamada crisis de sobre producción de los años setenta del siglo XX y llegada de la globalización neoliberal, el fordismo se diluyó en su eficacia política para la burguesía. El desmantelamiento de la URSS, proceso que iniciaría el estalinismo y culminaría la era Gorbachov, tuvo como efecto que la socialdemocracia migrara del centro político a la derecha, dejando abierto un amplio campo que vienen cubriendo las izquierdas que abandonan la idea de un cambio radical y se arropan en el discurso del progresismo. Este nuevo actor político requiere nuevas narrativas y categorías discursivas para seguir presentándose como novedosos a la par que se distancian de la perspectiva de lucha de clases.

  • La posmodernidad como ruptura ideológica

Cada cierto tiempo surgen en las universidades micro sectas con impacto mediático pero limitado aporte a la producción de conocimiento. Los cultos académicos operan como grupos de interés para acceder a recursos, ascensos y privilegios y se hacen notar actuando como francotiradores contra corrientes con tradición en la crítica anti sistema. Logran atraer la atención de los medios de comunicación burgueses que suelen tener aprensiones respecto a las narrativas que se inscriben en la lucha de clases.

Tanto la crítica a la modernidad que borra la lucha contra la burguesía, como la canonización del modernismo son aristas de un mismo fenómeno. La crítica a la modernidad emerge como un discurso estructural anti sistema. Hay quienes se adentran a este debate considerando que el capitalismo es hijo de la modernidad, mientras otros que la modernidad es el imaginario ideológico del capitalismo y en especial del capitalismo industrial. Mientras los segundos se fundamentan en premisas que parten del mundo del trabajo y/o los marxismos abiertos, los primeros dan origen al discurso de la posmodernidad.

Como mostraría Jameson en Posmodernismo: la lógica cultural del capitalismo avanzado (1989) las narrativas y la estética son usadas por el capitalismo para su reproducción. La posmodernidad instaló la idea que los dos metarelatos de la era capitalista, liberalismo y socialismo, eran hijos de la modernidad y por lo tanto era imposible salir de su lógica pensando y actuando en clave socialista. Como esto en el fondo implicaba una renuncia a la lucha de clases y la disolución de los programas que procuraban la destrucción del poder burgués, el sistema mundo lo promueve como “perspectiva crítica”. Todo se convierte en efímero, mientras la explotación y la dominación se recrudecen en la era neoliberal. El discurso posmoderno opera como ideología burguesa, aunque artes de sus fundamentos puedan tener algún valor teórico, en la práctica se convierte en propaganda para desmovilizar resistencias anticapitalistas.  Incluso los anuncios de una teoría de la transmodernidad tendrán el desafío de mostrar cómo se sitúan respecto al poder de la burguesía y el capital, por ende, ante las clases subalternas y la cuestión del poder.

  • El discurso descolonial no puede ser una continuidad de las narrativas posmodernas

El discurso descolonial desde la perspectiva de Quijano tiene una potencia radical, porque no esquiva ni asume neutralidad ante el poder de las burguesías, la reproducción del capital y la generación de plusvalía, pero tampoco se deja limitar por categorías como partido único revolucionario, opresiones justificadas por las contradicciones con naciones imperialistas, ni de ningún otro signo. En ese sentido está ubicado en las antípodas del discurso posmoderno. Esto no ocurre con algunas narrativas poscoloniales de especial difusión en la actualidad. Llegó la hora de debatir al respecto

La invitación y el compromiso que asumimos a partir de este pequeño artículo, es trabajar otras descolonialidades posibles a partir de la lucha de clases.

Lista de referencias

Jameson (1989) Posmodernismo: la lógica cultural del capitalismo avanzado. Paidos. Barcelona

Quijano (1974) El nuevo terreno de la lucha de clases y los problemas de la revolución en América Latina. En Antología de CLACSO: Cuestiones y Horizontes (2014). Buenos Aires. Argentina

Quijano (1979) José Carlos Mariátegui: reencuentro y debate. En Antología de CLACSO: Cuestiones y Horizontes (2014). Buenos Aires. Argentina

Quijano (1981) Poder y Democracia en el Socialismo. En Antología de CLACSO: Cuestiones y Horizontes (2014). Buenos Aires. Argentina

Quijano (2003) El trabajo a finales del siglo XX. En Antología de CLACSO: Cuestiones y Horizontes (2014). Buenos Aires. Argentina


[1] Doctor en Ciencias Pedagógicas. Postdoctorado en propuestas y modelos de evaluación de la calidad educativa. Postdoctorado en pedagogías críticas y educaciones populares. Presidente de la Sociedad venezolana de Educación Comparada. Integrante del Consejo Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. Profesor Asociado de la Universidad Nacional Experimental de Caracas (UNEXCA- en Venezuela), Profesor Extraordinario de la Universidad de Panamá (Panamá). Profesor invitado del Instituto McLaren de Pedagogías Críticas y la Universidad Indígena Campesina (México), la Universidad de Tolima y Surcolombiana (Colombia). Director de Investigaciones del Centro Internacional de Investigación Otras Voces en Educación (CIIOVE), centro miembro de CLACSO y la CLADE

Marxismo abierto y decolonialidad

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América Latina por la Democracia

CII-OVE

América Latina, una vez más, está llamada a expulsar al fascismo de sus fronteras. Así fue en los años 60 y así es ahora en este momento histórico.

Brasil, un país continental, que limita con la mayoría de los países sudamericanos, vive un drama. Producto de un golpe parlamentario y mediático, el neofascismo llegó al gobierno con las elecciones de 2018.

Son cuatro años de mucha resistencia a los ataques, cambios negativos y casi 800 mil brasileños asesinados por la pandemia. Las luchas del pueblo brasileño han sido importantes, pero todavía insuficientes para derrotar a Bolsonaro.

En educación sufrimos sucesivos recortes presupuestarios, ataques a proyectos inclusivos y democráticos, congelamiento de salarios, restricción de la libertad de cátedra, además de la utilización del Ministerio de Educación como vehículo de la corrupción.

Por eso, el proceso electoral se ha convertido en un momento decisivo en Brasil: el 2 de octubre de 2022 habrá elecciones presidenciales en el país. La candidatura de Lula da Silva apunta a convertirse en la esperanza de derrotar a Bolsonaro y un nuevo comienzo para Brasil. Unamos a toda América Latina en una sola voz: ¡ELIGE A LULA PARA DERROTAR A BOLSONARO!
Participe del acto internacional virtual el 28 de septiembre, a las 18 h (hora de Brasilia-BR), con la presencia de líderes sindicales y entidades educativas de todos los países latinos. Demostremos la unidad de la clase obrera en defensa de la democracia.

El acto será transmitido a través de los canales de YouTube y Facebook del portal Esquerda Online (EOL) y Otras Voces en Educación (OVE).

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Educar para una participación electoral consciente y comprometida

Por: Dinorah García Romero 

Atrás las campañas electorales que explotan la ingenuidad y la falta de educación de las personas.

La sociedad dominicana no tiene descanso electoral. Desde que el presidente electo jura para el inicio del mandato, empieza la nueva campaña electoral. Es una práctica que hasta la fecha no se ha podido erradicar. Una campaña electoral extemporánea tiene consecuencias nocivas para el fortalecimiento de la democracia, para la economía y para la salud personal y medioambiental. Para la democracia, porque se violentan leyes, políticas y procedimientos que regulan la dinámica electoral. Para la economía, porque los Partidos Políticos invierten recursos que no producen; viven del Estado Dominicano, esto es, del trabajo de los ciudadanos. Como reciben estos recursos sin régimen de consecuencias, han instaurado una cultura de irrespeto a la calidad del gasto, a la austeridad y, especialmente, a la rendición de cuentas. Afectan la salud personal, por el uso de materiales y pinturas que provocan daños en el medio ambiente; asimismo, por los ruidos extremos que progresivamente disminuyen el potencial auditivo de los sujetos. Por otro lado, instauran la cultura del escándalo.

Es necesario indicar que la campaña electoral es un proceso saludable en el marco de la vida democrática de una sociedad, pero necesita regulación. En la República Dominicana, esta regulación no se produce. La legislación es deficitaria; y esto favorece el caos y la incapacidad de la Junta Central Electoral para ponerle fin al desorden en este aspecto que abordamos.

La situación descrita requiere organización y ubicación concreta en las leyes electorales. Es tiempo de avanzar; es hora de ponerle fin a la anarquía generada por la debilidad legislativa en el campo electoral. Además, es el momento de profundizar los procesos de educación de las personas y de la sociedad en el nivel general. Esto permitirá que los afiliados a los partidos políticos y los legisladores adopten una posición más responsable ante los requerimientos de la campaña electoral y de los procesos que esta implica. Las instituciones de Educación Superior y las del ámbito preuniversitario tienen una responsabilidad alta con la educación de la ciudadanía. Urge el establecimiento de una alianza estratégica con la Junta Central Electoral. Esto permitirá el desarrollo de una estrategia de formación ciudadana que introduzca cambios sustantivos en la forma de entender y de asumir los procesos electorales. En esta alianza no debe faltar la Oficina del Defensor del Pueblo. Este organismo tiene, también, una función importante en la educación de los ciudadanos.

La participación electoral requiere cualificación. Para ello se ha de implicar a los medios de comunicación y a las redes sociales, por su influencia en la formación o en la deformación de las personas. Es necesaria una participación consciente y comprometida para garantizar el desarrollo de una democracia robusta. Para aproximarnos a esta meta, se necesita la puesta en ejecución de una estrategia educativa sistemática. Esta demanda la conjunción de fuerzas de las entidades señaladas. Es preciso que su acción genere cambios en la mentalidad y en la práctica de los ciudadanos. Es imprescindible que produzca transformaciones en la formación y en la ingenuidad de los votantes. En los momentos actuales, es importante una población con un pensamiento crítico más desarrollado y con una postura más comprometida con el impulso de la nación.

Una educación electoral con calidad integral posibilitará la elección de legisladores menos corruptos y más empeñados en el avance del país. De la misma forma, la mayoría de los legisladores aprenderá a leer, a escribir y a pensar a favor de la sociedad dominicana. Una educación crítica y sistémica le dará un giro exponencial a la participación electoral. La utilización creativa de las tecnologías posibilitará procesos educativos electorales de amplio alcance y de un impacto decisivo, especialmente en la población joven.  Atrás las campañas electorales que explotan la ingenuidad y la falta de educación de las personas. Atrás, también, los avezados en la falta de ética y en la búsqueda del bien particular. Hay que educar por encima de todo y para el bien de todos.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/educar-para-una-participacion-electoral-consciente-y-comprometida-9099776.html

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Francia Márquez, vicepresidenta electa de Colombia: «Después de 214 años logramos un gobierno del pueblo, el gobierno de los nadies de Colombia»

«Gracias Colombia por este momento histórico. Quiero agradecer a todos los colombianos y colombianas que dieron la vida por este momento. Todos nuestros hermanas y hermanos líderes sociales que tristemente fueron asesinados en este país», así habló Francia Márquez, vicepresidenta electa de Colombia, al dirigirse a sus seguidores en Bogotá tras la victoria de la fórmula Gustavo Petro/Francia Márquez en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del país.

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Limpieza étnica en las bibliotecas de Ucrania

La magnitud del bibliocidio es tal que luego de expurgar los cien millones de ejemplares de todo lo que esté escrito en ruso, el contenido de las bibliotecas quedará reducido a la mitad.

«¿Ser ruso es un problema? ¿Incluso siendo un ruso muerto? Lo que está pasando en Ucrania es horrible, y tengo ganas de llorar solo de pensarlo. Pero estas cosas aquí son ridículas»

-Paolo Nori, traductor italiano.

La limpieza étnica es una característica del fascismo y todas sus variantes de extrema derecha a nivel planetario. Se basa en el supuesto de que hay culturas superiores e inferiores y estas últimas deben desaparecer de la faz de la tierra, para que no quede ni una huella de su presencia histórica. Contra las culturas proclamadas como inferiores se utilizan todos los mecanismos de destrucción física y simbólica, como herencia duradera de la expansión de Europa por los cinco continentes.

El ejemplo más terrible de limpieza étnica fue adelantado por el nazismo en Alemania primero y luego en todos los territorios que conquistó durante la Segunda Guerra Mundial, entre ellos los de los pueblos eslavos, empezando por los ubicados en la entonces Unión Soviética. Y la limpieza étnica incluyó a los judíos, pero no solo a ellos como se ha establecido como verdad oficial por el estado sionista de Israel y los creadores de la industria del holocausto (el lobby judío en los Estados Unidos), sino a todos los pueblos que el nacionalsocialismo alemán consideró como inferiores, en los que cabe mencionar al pueblo rom (los gitanos).

Después de la experiencia nazi se pensó en forma optimista que la limpieza étnica era cosa del pasado y nunca más se volvería a presentar como política de Estado. Fuera de Europa siempre se siguió llevando a cabo en diversos lugares del mundo, y en buena medida con el apoyo de Europa y los Estados Unidos, en los cuales fueron sistemáticamente eliminados diversos grupos étnicos ‒así ha acontecido en América Latina con comunidades indígenas, en Brasil, Colombia, Ecuador…‒ o ha habido intentos fallidos de exterminar a grupos humanos y de expulsarlos de sus territorios ancestrales, como acontece con los palestinos en Israel o los kurdos en Turquía.

Pese al regreso de la limpieza étnica en Europa a finales de la década de 1980 y comienzos de la de 1990, concretamente en los Balcanes, se insinuó en forma falsa que esa situación había sido superada con los bombardeos de la OTAN y la injerencia de la Unión Europea, El Vaticano y Estados Unidos que llevó a fomentar la creación de estados étnicamente puros (como resultó siendo el caso de los nuevos países reconocidos después de 1991, entre ellos esa entidad fantasma que se llama Kosovo). De esta forma, los europeos creían que la limpieza étnica ya no formaba parte de su mentalidad colonialista e imperialista y ahora se habían civilizado plenamente, cuando lo que hicieron fue legitimar una nueva limpieza étnica, consentida por ellos, como la de los criminales que gobiernan a Kosovo que trafican con órganos humanos de sus enemigos étnicos.

Ahora, cuando la guerra está de regreso a Europa, vuelve a reivindicarse abiertamente la limpieza étnica de los rusos, como lo han hecho los europeos desde hace varios siglos y como lo intentó concretar en la práctica el nazismo. Esa limpieza étnica imperante hoy en Europa se manifiesta como rusofobia y adopta los mecanismos criminales que se exhiben con impunidad desde Ucrania, por parte de las clases dominantes de ese país y reproducida por partes significativas de su población, y emuladas por gran parte de los europeos. No extraña que desde la televisión ucraniana locutores, médicos y científicos exaltan la doctrina de la solución final nazi para aplicarla a los rusos y llamen a matar a los niños rusos y castrar a los soldados de Rusia porque son “cucarachas y no humanos” y de cancelar todo lo que tenga que ver con la cultura rusa sin importar su trascendencia para la humanidad.

Pero lo que está sucediendo en Ucrania, con la complacencia de Europa, en cuanto a la reivindicación de la limpieza étnica ‒algo que, además, se viene llevando a la práctica desde el 2014 en los territorios de población rusa de Ucrania‒ no se limita a exaltar los procedimientos tradicionales de esa “purificación étnica”, tales como el llamado abierto a matar rusos por el hecho de serlo, prohibir el idioma ruso, destruir las estatuas de la Segunda Guerra Mundial que recuerdan la lucha contra el nazismo y el sacrificio de millones de rusos, prohibir la lectura de autores clásicos de la literatura universal como Fedor Dostoievski, Alexander Pushkin y de grandes compositores de música clásica como Chaikovski, prohibir bailes tradicionales rusos como la balalaika, denigrar de las comidas rusas y obligar a que ya no se escriba en los menús que ofrecen los restaurantes “Ensalada Rusa o Tártara”, sino que se le cambie el nombre por el de “Ensaladilla Kiev”, que al cuadro del pintor francés Edgar Degas (muerto en 1917) le cambien el título de “Bailarinas rusas” por el políticamente correcto de “Bailarinas ucranianas” y mil ridiculeces por el estilo, que sonrojarían de vergüenza a los grandes pensadores y humanistas de todos los tiempos que han nacido en Europa.

Junto con todo ello, ahora en Ucrania se ha inventado una nueva forma de limpieza étnica, hasta donde sepamos sin antecedentes históricos en ningún lugar del mundo. Es una limpieza étnica de tipo bibliográfico, un bibliocidio con nuevos ingredientes. Veamos en qué consiste. Lo anunció sin eufemismos la directora del Instituto Ucraniano del Libro Aleksandra Koval quien, siguiendo las instrucciones de Ministerio de Cultura ha dado la orden de limpiar las bibliotecas de su país de todos los libros rusos que allí se encuentren. La cifra es asombrosa: se ordenó sustraer de esas bibliotecas cien millones de libros (en números, para que no quepa duda, 100.000.000) y luego destruirlos. Esta burócrata-censora, que tiene más que ver con la muerte que con los libros, ha dicho que se trata de limpiar las bibliotecas de Ucrania, porque no se puede aceptar la “propaganda rusa”, por lo cual en su pobreza mental entiende todo lo que esté escrito en ruso y eso se hace porque según su concepción bélica los libros son “un arma tanto para atacar como defender”. (La entrevista con Oleksandra Koval puede leerse en https://bit.ly/3LEnx4r).

Esta burócrata, que parece que en su vida jamás ha leído un libro, sostuvo que se trata de eliminar antes de que termine este año la literatura de propaganda, con contenido antiucraniano, que comprende todos los libros editados en rusia y escritos en rusia, incluyendo a los clásicos de la literatura universal de todos los tiempos, porque son “ideológicamente dañinos”. Nada se salva de la limpieza bibliográfica ya que en ella se incluyen los libros infantiles, novelas, cuentos y obras policiales. La limpieza bibliográfica no tiene límites cronológicos y se incluyen los libros rusos y soviéticos producidos en cualquier momento, antes y después de 1991 cuando desapareció la Unión Soviética.

En cuanto al argumento de erradicar los clásicos de la literatura rusa vale citar su “sofisticada argumentación”, porque la misma habla por sí sola de la limpieza étnica de índole bibliográfica que está en marcha. Comienza señalando que esos clásicos hacen mucho daño porque los primeros que los leen son los niños y resulta nefasto decirle que un escritor ruso, digamos alguien como Alexander Pushkin, es un autor universal:

“¿Por qué el clásico es tan inquietante? Todos leímos estos libros, en mis años escolares había un sólido clásico ruso, que se consideraba el pináculo de la escritura mundial. Debido al hecho de que conocíamos a los clásicos del mundo de manera bastante mediocre, muchos se quedaron con la convicción de que esta es realmente la literatura sin la cual es imposible desarrollar inteligencia y sensaciones estéticas, ser una persona educada. De hecho, este no es el caso. Por ejemplo, para estudiar literatura extranjera, y el ruso es solo eso, necesitas un cierto equilibrio. Ahora ya estamos convencidos de que tanto la literatura británica, francesa y alemana, la literatura estadounidense y los pueblos orientales han dado al mundo muchas más obras maestras que la literatura rusa”.

Sí, pero que todo el mundo haya dado obras maestras, como las generadas acá desde Nuestra América, no da derecho a desautorizar la de otras latitudes (Rusia en este caso), así se esté en guerra en este momento con ese país. Eliminemos entonces a los literatos rusos, que han dejado de ser clásicos, porque Rusia está en guerra con Estados Unidos y la OTAN en territorio de Ucrania. Tamaña tontería no solo refleja una redomada ignorancia, sino que es un crimen cultural, con consecuencias funestas para el futuro de Ucrania, un país que luego de que termine la guerra deberá pensar sobre su identidad y ella, gústeles o no, está ligada históricamente a Rusia. Que eso lo asuman críticamente es una cosa, pero que pretendan negarlo y hacerlo desaparecer no solo de la historia sino de la vida cotidiana es una estupidez criminal.

Más adelante, la burócrata del Instituto del Libro de Ucrania dice una sarta de tonterías que vale citar con detalle:

“En cuanto a tan queridos por nuestros bibliotecarios y algunos lectores Pushkin y Dostoievski, hay que decir que fueron estos dos autores quienes sentaron las bases del «mundo ruso» y el mesianismo. Desde la infancia, llena de estas narrativas, la gente cree que la misión del pueblo ruso no es involucrarse en sus vidas y en su país, sino «salvar» el mundo en contra de su voluntad. En realidad, es una literatura muy dañina, realmente puede influir en los puntos de vista de las personas. Por lo tanto, mi opinión personal es que estos libros también deberían eliminarse de las bibliotecas públicas y escolares. Probablemente deberían permanecer en las bibliotecas universitarias y científicas para estudiar las raíces del mal y el totalitarismo por expertos. Creo que se escribirán muchas reflexiones científicas e investigaciones sobre cómo los clásicos rusos influyeron en la mentalidad de los rusos”

De tal manera, que una burócrata de poca monta que se encuentra al frente del Instituto Ucraniano del libro viene a descubrir que los clásicos rusos son perversos, a diferencia de los alemanes, estadounidenses o de otras latitudes, y lo son solamente por su origen nacional, y en ellos están las “raíces del mal y del totalitarismo” y por eso debe prohibirse a los habitantes de Ucrania que los lean, sin importar que gran parte de los ucranianos hablen el ruso e incluso que para una porción importante de su población esta sea la lengua cotidiana y no sepan una palabra de ucraniano.

Con esta lógica tan xenófoba y chovinista en ningún lugar del mundo se deberían leer libros de autores “extranjeros”, porque en algún momento han tenido una guerra o han sufrido una agresión por parte de otros países o potencias imperialistas. Con esa lógica de pureza étnica en Argentina se debieron prohibir los libros ingleses (Shakespeare entre ellos) y expurgarlos de sus bibliotecas tras la guerra de las Malvinas de hace 40 años; en Cuba extraer de sus bibliotecas los libros de autores de la talla de Ernest Hemingway, o William Faulkner o John Steinbeck por el bloqueo y las agresiones que soporta desde hace 60 años por parte de los Estados Unidos; de África erradicar la literatura clásica escrita en francés, inglés, portugués, italiano, castellano, alemán… porque esos son las lenguas originales de las potencias colonialistas e imperialistas; en Ecuador de deberían retirar los libros de autores colombianos (como el que escribe estas líneas) tras el brutal ataque a Sucumbíos por el gobierno criminal de los uribeños el primero de marzo de 2008, y así ad nauseam.

La limpieza étnica cultural que se adelanta en Ucrania no tiene que ver con la guerra que se lleva a cabo en estos momentos con Rusia, sino con un proyecto de negar sus propias raíces, que tienen que ver directamente con la historia del pueblo ruso y su vasta cultura, en el mundo de las artes, las letras, el teatro, la poesía, la novela, el ensayo, el pensamiento político (entre el que se cuenta a Lenin, Trotsky, Bakunin, Kropotkin, Herzen, Chernishevski y un largo etcétera.)

Para darse cuenta de lo que está en juego con este nuevo tipo de limpieza étnica de índole bibliográfica esta censora agrega que fue un gran problema recibir obsequios de libros de Rusia sin examinar previamente su contenido, hasta el punto de que “los bibliotecarios estaban contentos con los nuevos libros, pero nadie pensó en su contenido”.

Sobre la literatura científica, la funcionaria apuntó que no es un tema simple, por lo que “se discutirá en mesas redondas de expertos. Si hay literatura puramente médica sin matices ideológicos, entonces no veo ninguna razón para eliminarla en primer lugar hasta que los autores ucranios o extranjeros creen algún tipo de remplazo”. Se evidencia que, como siempre, el problema es de ideología, la de los otros, los enemigos, porque la censora no tendría ideología, estaría por encima del bien europeo y del mal ruso.

La magnitud del bibliocidio es tal que luego de expurgar los cien millones de ejemplares de todo lo que esté escrito en ruso, el contenido de las bibliotecas quedará reducido a la mitad. Es decir, se liquidarán de un tajo el cincuenta por ciento del contenido de las bibliotecas. Y esos cien millones de libros han sido declarados por el Ministerio de Cultura de Ucrania como papel de desecho, lo cual da paso al bibliocausto, a la destrucción pura y simple de libros.

Los burócratas del libro de Ucrania pretenden que la cancelación de las letras de Rusia sea mundial y se vanaglorian de que el boicot a los libros de aquel país en ferias internacionales se debe a su influencia. Pero piden más: que en el resto de Europa se apliquen sus medidas de limpieza étnica bibliográfica y desaparezcan de las bibliotecas (porque ya han desaparecido de las librerías) los escritos de seguidores incondicionales de Vladimir Putin que respondan a los nombres de León Tolstoi, Antón Chejov, Leonid Andreiev, Máximo Gorki…

La burócrata del libro agrega que, aunque por desgracia no puede incidir en ello como si lo hace en Ucrania, afirma que existe “un público que puede ponerse en contacto con todas las bibliotecas locales y exigir que se retiren ciertos libros. Desafortunadamente, es muy difícil para nosotros desde aquí, desde Ucrania, averiguar qué libros rusos hay en cada biblioteca de alguna pequeña ciudad europea”. Por ello, pide a los migrantes ucranianos que donde se encuentren se vuelvan censores e inquisidores de los libros rusos para que estos desaparezcan de las bibliotecas y librerías de las ciudades europeas, porque “en cuanto a las bibliotecas extranjeras, creo que solo la persistencia de la diáspora ucraniana y nuestros movimientos sociales puede llevar al hecho de que habrá menos libros rusos allí, y más ucranianos”.

El precepto central de la caza de libros es que tengan un contenido antiucranio, algo tan vaporoso en lo que cabe todo, comenzando por el idioma ruso en que estén escritos los libros y luego de los autores, incluyendo a los nacidos en Ucrania que se atrevan a criticar a los nazis de su país y planteen la búsqueda de la paz, un acuerdo con Rusia y que su país no se convierta en una base terrestre de la OTAN.

Los lectores de esta nota podrán pensar que no hay nada de nuevo en este bibliocidio, si recordamos los momentos trágicos de destrucción de libros, entre ellos los de la Alemania Nazi, o de la última dictadura argentina o el arrasamiento de las bibliotecas de Irak y el saqueo de sus recursos bibliográficos que eran patrimonio cultural de la humanidad tras la invasión de los Estados Unidos en 2003, o la destrucción de escuelas y bibliotecas palestinas por las fuerzas genocidas del estado sionista de Israel. Pero, que yo sepa, en ninguno de esos casos, aunque se haya llegado al bibliocausto ‒quema de libros‒ se practicó la política sistemática y planificada de expurgar en cada biblioteca hasta el último rincón para eliminar todos los libros que se consideraban perniciosos, perjudiciales y enemigos de un determinado proyecto nacional. Eso es lo que se está haciendo en Ucrania de manera generalizada e impune y con el apoyo de ese círculo de delincuentes que se llaman a sí mismos Comunidad Internacional y Unión Europea.

Que se esté presentando una guerra entre Rusia y Ucrania en lugar de llevar al paroxismo del odio nacional y de la xenofobia, debería conducir a reflexionar sobre la importancia de la cultura, y en especial para el caso que tratamos, de los libros. Porque si algo contribuye a fomentar aún más el odio es la ignorancia, la destrucción de libros y el ocultarles a los habitantes de un país, en este caso de Ucrania, las múltiples influencias culturales que han tenido a lo largo de la historia y la manera como las nuevas generaciones deberían repensar su propia identidad, sin despreciar ni ignorar a una cultura, en especial a la extraordinaria cultura rusa, que es algo completamente distinto a un régimen político en particular.

En estas condiciones ahora tendremos que la riqueza bibliográfica de las escuelas y bibliotecas de Ucrania será cosa del pasado al fomentar el plan que propone la burócrata mencionada en estas páginas que consiste en que “la restauración de Ucrania incluirá tanto la reforma del sistema de bibliotecas como la cuestión de llenar los fondos de la biblioteca después de la incautación de literatura rusa”. Este es un paso seguro hacia la ignorancia, el odio, la sed de venganza que llenara a Ucrania y a Europa de batallones de nazis, para los cuales su máxima es la de “muera la inteligencia”. Y esta acción de perseguir libros adquiere un sentido especial, extra si se quiere, si tenemos en cuenta que vivimos en un mundo donde cada vez se lee menos por la dictadura digital y en tal sentido casi que cualquier libro en la actualidad (con independencia de su contenido) debe considerarse como un artefacto inofensivo para un público amplio, en la medida en que el círculo de lectores cada vez es más reducido. En esas condiciones, si que se nota a las claras el verdadero sentido de limpiar las bibliotecas de Ucrania de literatura rusa: es un proyecto de limpieza étnica y de cancelación absoluta de una cultura multiforme y compleja.

Así, vamos a ver que en las bibliotecas de Ucrania van a desaparecer autores tan perversos y malévolos como Tolstoi, Dostoievski, Pushkin… y en su lugar los estantes se van a llenar de libros no ideológicos, clásicos de la estupidez universal como los que regala Estados Unidos, entre los que se incluyen el Ratón Mickey, Superman, Batman y revistas tan serías como Reader’s Digest y toda la basura anticomunista que se publica en las usinas universitarias y en los laboratorios del pensamiento reaccionario de los Estados Unidos.

Y en el caso de las letras y las artes, veremos como los artistas ucranianos pueden hacer abstracción del teatro de Chejov, de las novelas de Pushkin, de las reflexiones de León Tolstoi, de la crítica literaria de Vladimir Propp o del análisis textual de Mijaíl Bajtín. Una de las ilusiones más terribles es suponer que puede prescindir de esos autores, sin perder una parte de su propia humanidad, todo a nombre de la limpieza étnica de índole bibliográfica que está en marcha en Ucrania.

Paradójicamente, y eso no lo prevén los censores, la literatura rusa adquiere nuevo sentido e importancia al ser prohibida, ya que llevará en el futuro a muchos ucranianos a preguntarse por las razones que conducen a la prohibición y esa literatura seguirá siendo leída en forma clandestina en la “democrática” Ucrania. Sencillamente, una cultura no puede matarse a punta de censura y prohibiciones, por mucho que intenten justificarse a nombre de una absurda rusofobia y de la limpieza étnica de la cultura rusa que se adelanta en Ucrania y que cuenta con el respaldo de la “grande y civilizada Europa”, con sus nuevos tribunales de inquisición y de persecución de autores y libros. Esta medida tiene, además, un tono sombrío de otros tiempos en una época en que la comunidad de lectores de libros se ha reducido drásticamente y en la que predomina la seudo lectora digital, que no es lectura en sentido estricto tal y como lo han demostrado los psicólogos cognitivos. De tal manera, que en Ucrania se pretende eliminar a los pocos lectores de libros que puedan existir para que sus mentes queden en manos de la escuela nazista del Batallón Azov y compañía.

Fuente: https://rebelion.org/limpieza-etnica-en-las-bibliotecas-de-ucrania/

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