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La capacidad de la infancia de transformación del entorno: Haciendo hacenderas

Por: Pablo Gutiérrez del Álamo

Hacenderas, obrerizas, sextaferias, andechas, auzolanes. Estos son algunos de los nombres que reciben los trabajos comunitarios que en muchas partes del país (Segogia, Soria, Asturias, Cantabria, Navarra, País Vasco) históricamente se han venido desarrollando por parte de vecinas y vecinos para el mejoramiento de las infraestructuras de las poblaciones, de los caminos de acceso, o también del cuidado de los cultivos. De hecho, la legislación permite que a base de estos trabajos se “paguen” impuestos municipales.

Segovia es una de las provincias en las que las hacenderas (u obrerizas, según la zona) se siguen manteniendo con bastante frecuencia. Aunque la despoblación o la llegada de nuevas y nuevos vecinos va diluyendo las antiguas costumbres. La fuerte mecanización del rural también ha hecho que lo que antes suponía reunir a todo el pueblo para pavimentar una calle, ahora lo puedan hacer entre dos o tres vecinos.

El caso es que desde hace algunos años, de la mano de la cooperativa enProceso algunos municipios están recuperando este tipo de trabajos. Pero con el matiz de que son los centros educativos el motor de la actividad. Preferentemente, a las escuelas unitarias en las que niños y niñas de diversas edades se encuentran en la misma aula.

Los mayores hablan con los niños sobre las hacenderas.

El proyecto

El objetivo es que niñas y niños sean los artífices de un cambio en el entorno en el que habitan. El primer paso es traer a la escuela a personas mayores del pueblo para que les cuenten en qué consiste una hacendera, cómo se hacía en su tiempo y qué suponía.

“Cada pueblo tiene su tradición”, dice Sergio Arranz, uno de los miembros de enProceso. El proyecto lo han puesto en marcha en siete pueblos de Segovia. “Por ejemplo, en Carrancillo se hacía el martes de Carnaval, , que era cuando había poco trabajo en el campo, llovía poco en esa época, y ya tenías algunas horas más de luz. Muchos de los mayores lo recuerdan como una fiesta”, afirma.

Después, tras haber mapeado el pueblo para estudiar sus necesidades, en un primer momento, por separado pensarán qué les gustaría cambiar del pueblo para exponerlo ante sus compañeros. De la puesta en común surgirá el proyecto que, en principio, sumará las aportaciones de todo el grupo.

Presentarle el proyecto a la alcaldesa es otro de los hitos.
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En esa reunión se afinará el proyecto con los comentarios del alcalde, sobre las posibilidades reales de todo aquellos que niñas y niños han planificado. Después, mediante un bando, se convocará a todas las vecinas y vecinos a la hacendera un día a una hora determinados.

Haciendo hacenderas tiene todo de acción-investigación participativa con los niños como grupo motor. Pero, además bebe de la tradición de trabajos comunitarios, al mismo tiempo que se acerca al aprendizaje servicio. Y, al mismo tiempo, bebe del concepto de inteligencia cultural trabajado en las comunidades de aprendizaje, al igual que del aprendizaje dialógico.

La colaboración de todo el municipio es básica.

“Yo soy de pueblo y ser de pueblo mola”

“Lo interesante es que se articula la conexión”, dice Arranz. “Con algo muy pequeño se disparan muchas oportunidades”.

Porque el proyecto, claro, tiene un gran peso en lo educativo. Es un proceso en el que los niños son protagonistas de muchos aprendizajes (hablan en público, redactan sobre el proceso, han de construir una maqueta, han de escucharse, aprender de su pueblo, hablar con diferentes personas). Pero si tiene algo potente Haciendo hacenderas es la capacidad de atraer hacia sí a muchas personas.

Es posible imaginar lo que despierta no solo en la infancia de un pequeño pueblo de lo que algunos llaman “la España vacía”, sino en la administración local, en las familias, en las personas mayores.

Hablamos con Sergio en un congreso de alcaldes innovadores en Segovia auspiciado por la Fundación COTEC. Su proyecto es uno de los que la Fundación “apadrina” y van a presentarlo a otros municipios, como una práctica innovadora. Una innovación que va de la mano de las costumbres más arraigadas y antiguas.

“Los niños se movilizan y movilizan al AMPA que atrae a mucha gente. Las AMPA, asegura Sergio, son clave en el medio rural para el mantenimiento de la escuela y para la cohesión social”.

En la zona hay un cierto número de familias migrantes de Rumanía y Bulgaria. Muchas tienen, claro, vínculo con el AMPA. A lo que hay que sumar que a las hacenderas se han acabado acercando muchas, algo que Arranz lee como muy bueno para el pueblo.

La vinculación con el territorio es uno de los objetivos y de los fines más importantes de proyectos como este. Pensando, además, en la posibilidad de que niñas y niños no huyan de pueblos en los que ellos han construido algo. Para Arranz es interesante como “un granito de arena más” que pueda suponer la construcción de una identidad rural positiva: “Yo soy de pueblo y ser de pueblo mola” porque hacemos todas esatas cosas.

Otra de las ventajas de Haciendo hacenderas, desde el punto de vista docente, es que la metodología está más que fijada. Esto supone que los centros en los que tienen un enfoque más constructivista y se trabaja por proyectos, pueden hacer de este uno más de sus proyectos. Y por contra, al estar tan trabajado, en aquellos en donde el maestro o maestra no se ha atrevido a cambiar la metodología, se lo pone fácil para comprobar cómo funciona, qué implicaciones tiene y cuáles son algunos de los resultados.

Si las relaciones colegio-ayuntamiento en lugares como Pinarejos, Samboal, Carracillo, Narros, Chatún o Mudrián ya son estrechas, con un proyecto así se acercan todavía más. Sin olvidar la “oportunidad pedagógica” que supone que niñas y niños, junto a su docentes, visiten el ayuntamiento, conozcan parte de su funcionamiento y tengan que presentar el proyecto ante el alcalde.

Para Arranz, a pesar de la dificulta de medirlo, proyectos como este podrían suponer que mañana estos niños creen cooperativas y se queden en sus territorios, no los abandonen para ir a la ciudad. “Generar un pueblo vivo hará que se mantenga” en el futuro. “Hay pueblos pequeños que hacen proyectos muy grandes”.

“Por ejemplo, dice, en Mudrián, que es mi pueblo, hicimos el proceso de hacnderas y luego nos metimos en la metodología oasis, de participación comunitaria; montamos una obreriza a la que asistieron 70 personas de un pueblo de 200 habitantes”.

“En los pueblos hacemos ciudadanos, no clientes. Tienes mucha responsabilidad y un papel mucho más activo a la hora de que tu pueblo funcione bien”.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/11/15/la-capacidad-de-la-infancia-de-transformacion-del-entorno-haciendo-hacenderas/

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Entrevista a Kailash Satyarthi, Nobel de la Paz 2014: «Eliminar el trabajo infantil es una cuestión de honestidad política ¿Priorizamos niños o guerras?»

12 noviembre 2017/Fuente: El Diario

  • El Nobel de la Paz Satyarthi apunta que «solamente cuatro días y medio del gasto militar global servirían para garantizar la educación primaria de todos los niños del mundo».
  • «Lo más importantes es la mentalidad de la gente, que realmente se interiorice que es necesario respetar la infancia de los niños. Y esa mentalidad debe ser contruida a nivel global».
  • «Es responsabilidad de los políticos y de la comunidad internacional invertir más en nuestra infancia».

Kailash Satyarthi (Vidisha, India, 1954), Premio Nobel de la Paz en 2014 e histórico defensor de los derechos de la infancia, desprende paz y sosiego a pesar de que su tarea no es sencilla: lucha por eliminar el trabajo infantil en todo el mundo. Preso aún de la estadística, sigue la estela de su compatriota Mahatma Gandhi en el compromiso con los más débiles y se muestra optimista y autocrítico a partes iguales. A día de hoy, 152 millones de niños, niñas y adolescentes entre 5 y 17 años se encuentran en situación de trabajo infantil. La mitad de ellos lo hacen en actividades peligrosas que ponen en grave riesgo su salud, seguridad o moralidad.

El pasado miércoles fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad Pablo de Olavide como reconocimiento a su trabajo contra la opresión infantil y en favor del derecho de todos los niños y niñas a la educación. Tras participar en el foroEl rol de la sociedad civil en la erradicación sostenida del trabajo infantil y la protección del adolescente trabajador que ha tenido lugar en Sevilla, atiende en exclusiva a  eldiario.es/andalucía en la Fundación Tres Culturas.

La primera llama surgió cuando tenía cinco años y medio y fui a la escuela por primera vez. Me encontré en la puerta de la escuela con un chico que trabajaba recogiendo carbón. Él y su padre nos miraban y preguntaban si se les podía dar algún trabajo. Fue extraño porque yo entendía que todos los niños tenían que ir al colegio. Mi profesora me dijo que no era poco habitual que niños de familias pobres tuvieran que apoyar a sus familias. Mi círculo más cercano me dio una respuesta bastante similar, pero cada día lo veía trabajando en duras condiciones y me sentía muy mal.

¿Qué hizo entonces?

Un día le pregunté al padre y me dijo que nunca había pensado en que su hijo tenía que ir a la escuela porque ni su padre ni su abuelo habían ido nunca. Me miró bastante indefenso y me dijo que ellos estaban hechos para trabajar. No pude entenderlo, pero más tarde comprendí que estaba relacionado con el sistema de castas de la India. Fue un incidente que cambió algo dentro de mí y sirvió para darme cuenta de que la gente asumía que las cosas tenían que ser así, pero yo empecé a cuestionarlo. Tuve una infancia normal como niño de clase media pero me puse con gente cercana a recaudar dinero para apoyar a esas familias y que pudieran comprar libros de texto a sus hijos.

Su labor es difícil, más aún en su país. Incluso ha sido víctima de ataques. ¿Cómo es la situación actual de trabajo infantil en la India y cómo lo vive personalmente?

He sido atacado bastantes veces. Dos de mis compañeros fueron asesinados. Según las estadísticas gubernamenatles, en mi país hay 4,2 millones de niños y niñas trabajadores. Datos no oficiales hablan de 30 millones. La mayoría están en el sector agrícola, aproximadamente un 60%, o en el sector de la construcción. La buena noticia es que las cifras han descendido bastante en los últimos 15 ó 20 años. De acuerdo con el censo de la India, en 2011 había unos diez millones de niños trabajando. No es un número correcto porque la cifra absoluta es más alta pero ha habido un descenso muy marcado. India acaba de aprobar una ley sobre trabajo infantil y ha ratificado los dos convenios de la Organización Internacional del Trabajo. Esto son estadísticas pero la realidad es que el hecho de que un solo niño esté en peligro significa que el mundo no es seguro.

Kailash Satyarthi

¿La educación es la solución a este mal global?

La educación es sin duda la herramienta con mayor efecto preventivo, incluso rehabilitador, pero no es la única medida necesaria. Deberíamos contar con leyes estrictas sobre trabajo infantil y que fueran cumplidas junto a normativas aplicables a las empresas para que no se contrate mano de obra infantil. De igual manera es importante que contemos con medios de protección social para proteger a los padres y madres de estos niños y adolescentes. Lo más importante es la mentalidad de la gente, que realmente se interiorice que es necesario respetar la infancia de los niños. Y esa mentalidad debe ser construida a nivel global.

Desde que se celebró en 1997 en Oslo la I Conferencia internacional contra el trabajo infantil, el mundo está comprometido a eliminarlo pero, ¿por qué no se consigue definitivamente?

Desde Oslo, el dato importante con el que me quedo es que el trabajo infantil se ha reducido en 100 millones. Eso se debe a todos los esfuerzos que se han coordinado y articulado en torno a esta situación. De acuerdo con estimaciones globales, existen aún unos 150 millones.

¿Qué piensa que va a traer la IV Conferencia Mundial sobre la Erradicación Sostenida del Trabajo Infantil que empieza el próximo martes en Buenos Aires? ¿Se verán modelos de intervención innovadores?

Durante las últimas conferencias hemos hechos muchas promesas, nos hemos comprometido a distintas cosas. Las promesas de la primera Conferencia se reiteraron en la segunda, y así en la tercera. He participado en todas ellas y, sin embargo, creo que siempre hacemos promesas y creamos nuevas cuando todavía no hemos terminado de cumplir con las primeras.

¿A qué promesas se refiere exactamente y por qué no se han logrado cumplir?

Por ejemplo, hemos hablado ampliamente sobre leyes y su cumplimiento. Algo muy simple. También se ha prometido que se iban a destinar más recursos a la educación y sin embargo la comunidad internacional no lo ha hecho. Prometimos que las empresas no iban a emplear niños pero no lo hemos logrado completamente. Estos niños no votan, es decir, no van a venir a exigirnos que cumplamos lo prometido con sus necesidades y sus derechos. Pero lo que tenemos que hacer nosotros es honrar los compromisos que hemos asumido. Es la responsabilidad moral de todo político cumplir con esto.

¿Confía, como se pretende, en que se acelere la erradicación sostenida del trabajo infantil en todas sus formas para 2025 y la erradicación del trabajo forzoso para 2030?

Creo que sí, porque la IV Conferencia va a dar un impulso muy fuerte y va a haber un nuevo compromiso. Es un dato, pese a todo, pero no es imposible. Necesitamos mucha más honestidad, honestidad política. En último término es responsabilidad de los políticos y de la comunidad internacional invertir más en nuestra infancia. Eliminar el trabajo infantil es una cuestión de honestidad política. Solamente cuatro días y medio del gasto militar global servirían para garantizar la educación primaria de todos los niños del mundo. Esos son solo 22.000 millones de dólares y, sin embargo, nos gastamos 8,1 billones de dólares en gasto militar. ¿Qué priorizamos, niños o guerras?

Trabajo infantil y adolescente. Distribución por regiones. Población de 5 a 17 años

Entiendo que las grandes corporaciones también tienen una gran responsabilidad, ¿no cree?

Sí, pero no hay que omitir la responsabilidad del Estado, porque es su labor implementar leyes y hacerlas cumplir para que no haya trabajo infantil. Es una responsabilidad compartida entre toda la sociedad: los padres de los niños, los maestros, la comunidad como un todo, las entidades religiosas, las empresas,… Pero cuando hablamos finalmente de cumplir las leyes y de crear preceptos constitucionales que protejan a los niños, la responsabilidad última recae sobre los estados. No solo se trata de la responsabilidad social corporativa sino del control a esas empresas.

Más de 9,5 millones de niños, niñas y adolescentes de América Latina y el Caribe han dejado de trabajar en el período 2000 – 2016. ¿En qué sentido la conferencia es una oportunidad para este caso específico?

Entre 2000 y 2012 ha habido un descenso significativo, también en estas zonas, pero la tendencia de reducción en los últimos cuatro años ha sido lenta. El foco se debería poner ahora en los niños a los que es más difícil llegar, a nivel geográfico, cultural, etc, como pudieran ser niños de familias indígenas que viven en lugares más remotos. Es una clave importante la inclusión social y eocnómica para poder avanzar en la erradicación del trabajo infantil en esas zonas. Además, hay que tener en cuenta la vinculación entre trabajo infantil y violencia, porque en los niños sometidos a violencia se ve incrementado el abandono escolar.

Contra el trabajo infantil

La organización liderada por Satyarthi, Bachpan Bachao Andolan, ha ayudado a liberar a decenas de miles de niños en todo el mundo que estaban en condiciones de esclavitud. También fue cofundador de la Campaña Mundial por la Educación (CME) en 1999.

La Declaración de Brasilia sobre el Trabajo Infantil, de 2013, reconoció los significativos avances logrados, especialmente en el periodo 2008-2012, pero llamó a intensificar los esfuerzos. La IV Conferencia Mundial sobre la Erradicación Sostenida del Trabajo Infantil (Buenos Aires, 14 – 16 de noviembre de 2017) constituye el primer evento global tras la adopción de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en relación directa con la meta 8.7,  lo que representa una oportunidad para comprometer a diferentes actores y avanzar hacia una América Latina y el Caribe libre de trabajo infantil.

La meta 8.7 plantea «adoptar medidas inmediatas y eficaces para erradicar el trabajo forzoso, poner fin a las formas contemporáneas de esclavitud y la trata de personas y asegurar la prohibición y eliminación de las peores formas de trabajo infantil, incluidos el reclutamiento y la utilización de niños soldados y, de aquí a 2025 poner fin al trabajo infantil en todas sus formas».

En ese sentido, la Iniciativa Regional América Latina y el Caribe libre de Trabajo Infantil representa un innovador instrumento de cooperación intergubernamental conformado por 27 países.

Fuente: http://www.eldiario.es/andalucia/Kailash-Satyarthi-Premio-Nobel-Paz_0_705529810.html

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Intervenir con las familias para lograr una mayor autonomía de la infancia para mejorar su desarrollo integral

Por: El Diario de la Educación

Conseguir que la infancia pueda hacer uso del espacio para explorarlo y jugar en él, pasa por cambiar los usos que se hacen y generando una reflexión importante en las familias sobre los derechos de la infancia.

La posibilidad de que niñas y niños se desarrollen de manera autónoma es uno de los retos principales de la educación, entendida más allá de lo escolar. Para que puedan hacerlo, es fundamental que tengan autonomía, capacidad de utilizar el territorio cercano, de explorarlo, de que dispongan, también, de tiempo y espacio para el juego, aunque no solo para el juego.

Pero, aunque el urbanismo es importante a la hora de cómo las familias y las niñas y niños usan los espacios (pueden facilitar o dificultar las posibilidades de unos y otros) son las ideas y los usos de estos espacios los realmente determinantes.

En este sentido Elena Martín, catedrática de la Universidad Autónoma de Madrid, considera que es importante centrarse en la disyuntiva entre seguridad y autonomía.

Martín intervino en la presentación del libro resultante del IX Encuentro la Ciudad de los Niños del año pasado, editado ahora. El encuentro trató el pasado año sobre la infancia, el juego y la ciudad, y en sus páginas se recogen las reflexiones más importantes derivadas de aquella reunión.

La catedrática de Psicología Evolutiva y de la Educación no quiso circunscribirse al juego como herramienta fundamental para el aprendizaje y el desarrollo de niñas y niños (“si no hay relación entre pares hay desarrollos que no se producirán”, aseguró en referencia a los momentos de juego). Para ella, previo a esto, hay que pensar en el espacio en el que la infancia se desarrolla.

Los espacios son sus usos

Martín recordó su tesis doctoral en la que analizó, de la mano de 160 niños y niñas, los usos que hacía del espacio. 80 vivían en un barrio de nueva creación de Madrid, Saconia, en el que se había hecho un gran esfuerzo de urbanismo y planificación para que la infancia tuviera suficientes espacios, seguros, en los que explorar. Los otros 80 vivían en un pueblo de la sierra, en Rascafría. Entre las conclusiones se encuentra que la exploración y la representación del espacio que hacían los segundos era mucho mayor que la de los primeros. Es decir, llegaban mucho más lejos que sus pares de la ciudad a la hora de explorar los alrededores de sus casas y sus centros educativos.

Para la catedrática los miedos de las familias son fundamentales a la hora de fomentar unos usos u otros del espacio. Y estos miedos, estas ideas casi innatas que todas las personas tenemos, influyen en el desarrollo de la infancia.

“Hay que pensar en las familias”, dijo, “hay que intervenir en la familia”. Y esto porque siempre se mueven en el binomio seguridad autonomía, y cuando ambos conceptos entran en conflicto, siempre se decantan por la seguridad en detrimento de la autonomía. Y es primordial que las familias comprendan que la autonomía favorece la seguridad.

Para Martín es importante que en los municipios haya más espacios en los que las familias puedan contar con asesoramiento y apoyo a la hora de tomar según qué decisiones relativas a la crianza y la educación de los niños. Pero es primordial, para el cambio de las ideas que los adultos tenemos sobre la seguridad de la infancia, que cambien los costumbres, “Si los usos de las calles no cambian, no llegarán a cambiar las ideas”.

En este sentido dijo que las ideas cambian cuando las personas nos vemos inmersos en otras prácticas diferentes a las habituales; así se consigue las las personas “conciban” otras posibilidades. Y lo ejemplificó con el consumo de tabaco en ciertos espacios y momentos. Lo que hace unos años era normal (fumar en una universidad, o en muchos lugares públicos) se ha vuelto inconcebible, y lo ha hecho mediante el cambio de las conductas, lo que ha empujado el cambio de las ideas.

Es necesario “que las personas aceptemos, que hagamos otras prácticas y comprobemos que tienen éxito” y además, “que hagamos reflexionar a la gente sobre lo que ha pasado”. Es decir, cuando realizamos acciones diferentes y reflexionamos sobre lo que ha ocurrido diferente, podemos cambiar nuestras concepciones.

A esto habría que sumar, desde el punto de vista de Martín que si, como se asegura en el libro presentado, el juego es un derecho de la infancia, la sociedad debe hacerse responsable de que se cumpla este derecho. Para que esto sea posible, insistió, “somos responsables de que las familias estén preparadas” para consentir que sus hijos e hijas tengan tiempo para jugar. Pero no siempre desde la perspectiva del juego libre constantemente. Para ella, es importante que el mundo adulto pueda planificar, al menos, espacios y tiempos, dirigir de alguna manera, el juego, aunque luego su desarrollo sea libre por parte de la infancia. “Planificar la intencionalidad de los espacios y las actividades no es restar autonomía”, defendió. Para ella, con esta dirección “se puede ayudar a la autonomía, se puede provocar el desarrollo” de la infancia.

¿Y la participación?

Martín habló también de la participación de la infancia a la hora de decidir sobre tiempos y espacios, sobre los usos que harán de unos y de otros. Pero una participación que sirva para que tomen conciencia de los cambios de prácticas que se les ofrecen. “La clave del éxito es que seamos capaces de equilibrio casi mágico por lo difícil entre control y afecto”.

La catedrática insistió en la idea de la planificación adulta es fundamental, aunque haya participación de niñas y niños. “El éxito de cualquier cambio en la familia pasa por la participación de los hijos, pero eso no es incompatible con la asimetría en la toma de la decisión”.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/11/10/intervenir-con-las-familias-para-lograr-una-mayor-autonomia-de-la-infancia-para-mejorar-su-desarrollo-integral/

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Cómo la falta de juego está alimentando la depresión y ansiedad infantil

Por: Jennifer Delgado Suárez

Todos somos conformistas, nos guste o no admitirlo. Es parte de nuestra naturaleza humana. No podríamos vivir en sociedad si no tuviéramos un lado conformista. Para que todo fluya, es necesario cierto grado de conformidad.
La Psicología Social reconoce dos razones principales para la conformidad. Una tiene un carácter pragmático y se relaciona con el dominio de información. Por ejemplo, pensamos que si muchas personas cruzan el Puente A y evitan el Puente B, es posible que sepan algo que nosotros desconocemos.
Para estar seguros, será mejor que también crucemos el Puente A. De hecho, una de las grandes ventajas de vivir en sociedad es que no tenemos que aprender todo por ensayo y error. No tenemos que intentar cruzar el Puente B y caer para darnos cuenta de que no debíamos haberlo hecho. Si vemos que otras personas lo evitan y sobreviven, simplemente las imitamos. Esto se conoce como influencia informacional.
La otra razón principal de la conformidad se basa en la cohesión grupal y el deseo de ser aceptados por los demás. Lo queramos o no, dependemos en gran medida de los otros. Los grupos sociales no pueden funcionar si no existe cierto grado de cohesión entre sus miembros, lo cual también implica cierta conformidad de comportamiento y objetivos comunes.
La conformidad permite que un grupo actúe como una unidad coordinada en vez de ser una suma de personas separadas. Por eso tenemos la tendencia a asumir las ideas, tradiciones y hábitos de los grupos a los que pertenecemos. Eso promueve la aceptación y permite que el grupo funcione como una unidad.
En este caso, pensamos que si todos cruzamos el Puente A, es porque somos «la gente del Puente A». ¡Y estamos orgullosos de serlo! Si alguien cruza el Puente B, quizá lo hace porque no quiere formar parte de vuestro grupo, por lo que os parecerá extraño, posiblemente peligroso, y es probable que lo apartéis. Ese tipo de conformidad se denomina influencia normativa.
Las influencias sociales y la conformidad no son fenómenos negativos, o al menos no del todo. Sin embargo, a veces nuestra tendencia al conformismo puede hacernos decir o hacer cosas que no tienen ningún sentido o que incluso pueden llegar a ser dañinas. Y todo eso impacta, lo queramos o no, en la crianza de nuestros hijos.

Una dolorosa norma social que duró mil años

Cada cultura tiene sus propias normas sociales, y las seguimos fundamentalmente debido a las consecuencias negativas que implica parecer diferentes. En general, la mayoría de esas normas son positivas, pero algunas son dañinas o incluso crueles, como la costumbre china del vendado de pies, o “pies de loto”, como también se le llamaba.
Durante aproximadamente mil años, desde el siglo X, a las niñas en China les vendaban sus pies. Normalmente la práctica comenzaba entre los 4 y 6 años de edad: los pies de las niñas se vendaban fuertemente, con envolturas cada vez más apretadas. El proceso implicaba romper deliberadamente los huesos de los dedos de los pies y el arco, para curvar los dedos rotos hacia abajo, de manera que los pies fueran mucho más pequeños y cumplieran con los estándares de belleza.
Además de ser un proceso extremadamente doloroso, las mujeres tenían dificultades para caminar con normalidad durante toda su vida. Este procedimiento también podía causar infecciones y más de una niña murió por gangrena.
Los historiadores sugieren que esta práctica comenzó en el siglo X, debido a la fascinación del emperador Li Yu por el seductor baile de una de sus concubinas, a quien ataba los dedos de los pies. Otras damas de la corte comenzaron a vendar sus pies, y gradualmente la práctica se extendió al resto de la población y se volvió cada vez más extrema. A mediados del siglo XVII, el vendado de pies estaba tan extendido que la mayoría de las niñas y mujeres de China tenían pies diminutos.
Las únicas que escaparon a esta práctica eran las últimas hijas y las que provenían de familias muy pobres ya que estas necesitaban pies fuertes para trabajar como sirvientas o en los campos. Así, los pies grandes se convirtieron en un signo de clase baja, mientras que los pies pequeños les facilitaban a las mujeres un buen casamiento.
Más adelante se llevaron a cabo campañas para tratar de eliminar esta práctica, pero la norma social era tan poderosa que no tuvieron mucho éxito. Las madres seguían vendando los pies de sus hijas, no porque fueran «malas» sino precisamente porque tenían buenas intenciones, creían que se trataba de un mal necesario para facilitarles la vida en el futuro.

No fue sino hasta el siglo XIX, con la llegada de las ideas occidentales, que las mujeres de clase alta comenzaron a dejar de atar los pies de sus hijas, lo que condujo finalmente, a principios del siglo XX, a la extinción de esta práctica cultural.

Las normas sociales que afectan las prácticas de crianza actuales

Hoy no les vendamos los pies a los niños, pero existen otras formas en las que interferimos en el desarrollo infantil. Por naturaleza, los niños deben desarrollarse física, social, emocional e intelectualmente a través del juego y la exploración, junto a otros niños. De hecho, durante casi toda la historia de la humanidad, excepto en los tiempos de esclavitud o trabajo infantil intensivo, los niños pasaban gran parte de su tiempo jugando y explorando con otros niños, lejos de la supervisión constante de los adultos. El juego libre fue su principal fuente de alegría y la forma natural de aprender a convertirse en personas independientes, responsables y competentes.
Hace tan solo 30 o 40 años, todavía era común que los padres dejaran a los niños jugar fuera de casa, donde podían encontrar a otros niños y jugar a lo que quisieran. Sin embargo, en las últimas décadas se han ido desarrollado gradualmente una serie de normas sociales que impiden ese tipo de juego. Lo peor de todo es que existen buenas razones para creer que estas normas de restricción de la libertad infantil son una causa importante de los niveles récord de depresión, ansiedad y otros trastornos psicológicos que proliferan entre los jóvenes de hoy.
Desde 1950 hasta la fecha, los síntomas de depresión y ansiedad en niños y adolescentes se han disparado. En la actualidad, el 85% de los niños y adolescentes tienen niveles de depresión y ansiedad mucho mayores que en los años 1950. Entre 1938 y 1955, solo el 1% de los niños sufrían depresión infantil, entre los años 2000 y 2007 esa cifra ascendió al 8%. Entre 1950 y 2005, en Estados Unidos el índice de suicido en los menores de 15 años se cuadriplicó. Quizá privar a los niños del juego libre con sus coetáneos fuera de las cuatro paredes del hogar, es tan cruel como atar sus pies.
De hecho, es curioso que la mayoría de los padres reconocen que sus hijos juegan al aire libre con otros niños mucho menos que ellos mismos cuando tenían su edad. Muchos de ellos son conscientes de la importancia del juego libre, fuera de casa y con otros niños. Sin embargo, también afirman que es imposible, sobre todo porque otros padres no dejan que sus hijos salgan a jugar. Por otra parte, explican que si los demás ven a sus hijos solos en varias ocasiones, hay grandes probabilidades de que informen a los servicios sociales y concluyan que están siendo negligentes. En el caso de esos padres, el temor a lo que puedan pensar los demás, la conformidad con las normas sociales que se han ido imponiendo, les impide brindarles más libertad a sus hijos.
No hay duda de que las normas sociales pueden convertirse en imperativos morales, y cuando eso sucede, es particularmente difícil violarlas. Los juicios morales prevalecen sobre el sentido común. Si una práctica se percibe como inmoral o incorrecta, aunque existan evidencias de lo contrario y la lógica dicte que en realidad es beneficiosa, el conformismo nos hará seguir el imperativo moral.
Un estudio particularmente alarmante realizado en la Universidad de Michigan reveló cómo ha cambiado en poco más de una década la distribución del tiempo en los niños de 6 a 8 años. Los pequeños dedican un 25% menos de tiempo al juego, que es fundamentalmente dirigido y con dispositivos electrónicos, mientras que el tiempo de juego al aire libre disminuye un 25%. En contraste, pasan un 18% más de tiempo en la escuela, le dedican un 145% más de tiempo a hacer los deberes escolares y un 168% a ir de compras con sus padres.
Por desgracia, la norma social actual de protección extrema de los niños no solo es una regla social sino que se ha convertido en una norma moral. Si los padres no vigilan a sus hijos continuamente o los dejan con alguien mal, son mal vistos y les tachan de negligentes.
En este sentido, un estudio realizado en la Universidad de California desveló cómo los juicios morales pueden nublar nuestro razonamiento. En la investigación participaron más de 1.500 personas adultas de diversos orígenes. Todas leyeron historias en las que un niño se quedaba solo durante cierto período de tiempo. Por ejemplo, en una historia, un niño de 8 años se quedó solo durante 45 minutos, leyendo un libro en una cafetería a una cuadra de distancia de su padre. Después de cada historia, las personas debían calificar el grado de peligro al que se exponían esos niños mientras el padre estaba ausente.
Sorprendentemente, muchas personas consideraron que el niño se hallaba en una situación de máximo peligro. Sin embargo, lo más curioso, que denota un juicio moral de fondo, es que las personas eran más propensas a aumentar el grado de peligro cuando sabían que el padre había dejado solo al niño deliberadamente. El grado de peligro disminuía si en la historia se contaba que el padre se había visto obligado a dejar solo al niño debido a un accidente inevitable.

Sin embargo, esta percepción va contra la lógica, que nos indica que si un padre deja solo a su hijo deliberadamente, es porque ya ha sopesado los riesgos y le deja en un lugar seguro mientras que, si le debe dejar debido a un accidente, no podrá tomar esas precauciones. Aún así, los participantes juzgaban contra el sentido común, aplicando una regla moral: hay que vigilar constantemente a los niños.

Sin duda, es importante asegurarse de que los niños vivan en un entorno seguro, pero quizá el miedo por su seguridad está haciendo que pasemos de la protección a la sobreprotección. Quizá no vendría mal que los niños socialicen con sus coetáneos en espacios al aire libre, donde puedan jugar a lo que les apetezca y tengan la posibilidad de desarrollar las habilidades sociales y de Inteligencia Emocional indispensables para su vida como adultos.

Fuentes:

Gray, P. (2017) Social norms, moral judgment and irrational parenting. Psychology Today.
Thomas, A. et. Al. (2016) No child left alone: Moral judgments about parents affect estimates of risk to children. Collabra; 21: 1-15.
Foreman, A. (2015) Why foot binding persisted in China for a millennium. Smithsonian Magazine.
Gray, P. (2011) The Decline of Play and the Rise of Psychopathology in Children and Adolescents. American Journal of Play; 3(4): 443-463.
Twenge et al. (2010) Birth Cohort Increases in Psychopathology Among Young Americans. Clin Psychol Rev; 30(2): 145-154.
Hofferth, S. L. & Sandberg, J. F. (2001) Changes in American Children’s Time, 1981–1997, in Children at the Millennium: Where Have We Come From? Where Are We Going? Advances in Life Course Research; 6: 193–229.
Twenge, J. M. et. Al. (2000) The Age of Anxiety? The Birth Cohort Change in Anxiety and Neuroticism, 1952–1993. Journal of Personality and Social Psychology; 79: 1007–1021.

Fuente: https://www.rinconpsicologia.com/2017/11/falta-de-juego-alimenta-depresion-ansiedad-infantil.html

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El maltrato infantil que empieza con el primer azote

Por: Lola Hierro

Unos 300 millones de menores entre dos y cuatro años en el mundo sufren castigos físicos o psicológicos en casa. Un informe de Unicef desvela los tipos de violencia actuales contra la infancia y la adolescencia.

— «Una cosa es moler a palos a un crío y otra, pegarle un azote suave en el culo».

— «Hay veces en las que un bofetón a tiempo evita males mayores».

— «Creo que la violencia física debe usarse, pero como última opción».

¿Cuántas de estas afirmaciones se han escuchado en una conversación cualquiera con adultos? ¿Con cuántas ha estado de acuerdo? Si cree que con una, o con más de una, lea y piense en estas otras: 300 millones de niños de dos a cuatro años de todo el mundo —es decir, unas tres cuartas partes— sufren castigos físicos y/o psicológicos por parte de sus cuidadores en el hogar. En 30 países, otros seis de cada diez de un año de edad están sometidos a algún tipo de disciplina violenta de manera sistemática en casa. Y cerca de uno de cada 10 recibe un golpe o una bofetada en la cara, la cabeza o los oídos. Los adultos, parece ser, tenemos la mano muy larga y dan fe de ello niñas como Jenny, que son solo tres años vive en un hogar de acogida en El Alto (Bolivia) tras ser encontrada viviendo en las calles después de haber sido maltratada por sus padres.

Estos datos pertenecen, con otros muchos, al último informe mundial del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), publicado este miércoles. Su título es Una situación habitual: violencia en las vidas de los niños y los adolescentes e intenta arrojar luz sobre la magnitud de los distintos tipos de violencia que los menores sufren en todas las etapas de su infancia y en todos los entornos. Su contenido no da respiro. Lo que demuestra es un hecho rutinario y aceptado: según este estudio, al menos 1.100 millones de cuidadores —o algo más de uno de cada cuatro— creen que el castigo físico es necesario para criar adecuadamente a un pequeño pese a que la Convención de Derechos del Niño de las Naciones Unidas, de 1989, enfatiza que ninguna forma de violencia es admisible. Las metas 5 y 16 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible también mencionan la necesidad de acabar con el maltrato infantil.

MORIR EN BRASIL POR EL COLOR DE LA PIEL

PATRICIA PEIRÓ

El riesgo de ser asesinado en Brasil se multiplica por tres para los negros y mestizos, y es uno de los cinco países del mundo con la tasa de homicidios adolescentes más alta (59 muertes por cada 100.000 habitantes). En lo más alto de esta clasificación le acompañan otras cuatro naciones latinoamericanas: Venezuela (97), Colombia (71), El Salvador (66) y Honduras (65). La mitad de las muertes violentas de jóvenes entre 10 y 19 años que se registraron en 2015 en todo el mundo sucedieron en la región latinoamericana y caribeña, a pesar de que estos territorios comprenden tan solo un 10% de la población adolescente global. >>Sigue leyendo

Si la violencia en el hogar por parte de los cuidadores está a la orden del día, no es menos preocupante la que se ejerza en los centros escolares. Aún hoy, la mitad de la población de niños en edad escolar —732 millones— vive en países donde el castigo corporal en la escuela no está completamente prohibido. El bullying, por su lado, afecta a unos 130 millones de adolescentes de entre 13 y 15 años. En el último cuarto de siglo se registraron 59 tiroteos en las escuelas de 14 países y casi tres de cada cuatro fueron en Estados Unidos.

Las muertes violentas por homicidio o a consecuencia de un conflicto armado también se tienen en cuenta: cada siete minutos, un adolescente es asesinado en un acto violento en el mundo. Aunque las cifras globales disminuyen, en la región de América Latina y el Caribe la tendencia es la contraria, y en 2015 casi la mitad de todos estos homicidios se dieron allí. El estudio llama la atención sobre la importancia de la raza o el sexo a la hora de ser víctima de un asesinato. Ejemplo clarificador es el de Estados Unidos, donde los varones negros no hispanos de 10 a 19 años tienen casi 19 veces más probabilidades de ser asesinados que los blancos no hispanos de la misma edad. De hecho, en 2015, el riesgo que tenía un adolescente negro no hispano en Estados Unidos de ser asesinado por homicidio era el mismo que tenía un adolescente de Sudán del Sur de ser asesinado debido a la guerra que sufre el país.

Honduras es ejemplo paradigmático de los riesgos que sufren los adolescentes para ir a la escuela, que ya no son lugares de aprendizaje seguros sino que se han convertido en territorios de reclutamiento para las pandillas. Muchos menores corren el riesgo de ser reclutados, amenazados, maltratados, atacados e incluso asesinados. El ciclo de violencia aumenta las tasas de deserción escolar, ya que los niños temen continuar su educación. Javier y Jesús, ambos de San Pedro Sula, sufren a diario esta realidad. El primero, de 10 años, vive con su abuela después de que su padre y sus cinco tíos fueran asesinados por una banda. Él no ha sido amenazado pero tiene amigos que sí. Jesús, de 15 años, iba a un colegio situado en un barrio donde las peleas entre pandillas rivales son frecuentes. A los 12 fue agredido y eso le llevó a dejar los estudios. Poco después, su mejor amigo murió asesinado. Ahora asiste a un centro ubicado en el límite entre los dos territorios de estas bandas, donde puede aprender el currículo escolar a través de internet.

Estamos aún en proceso de asumir que un niño tiene que estar protegido de cualquier violencia, incluida la de la familia

BLANCA CARAZO, UNICEF

Por último, el informe se ocupa de la violencia sexual. En 38 países de ingresos bajos y medianos, 17 millones de mujeres adultas reconocieron haber sido forzadas a mantener relaciones cuando eran niñas. Y solo en 28 países europeos, alrededor de 2,5 millones de mujeres fueron violadas o agredidas antes de los 15 años. Nueve de cada diez, además, dijeron que habían sido forzadas por personas de su entorno (familiares, pareja…). También hay rostros y dolor real detrás de estos números. El de Rosie, nombre ficticio para una jovencita de la República Dominicana que sufrió abusos sexuales por parte del novio de su madre. Al cabo de los años, ya adolescente, tuvo valor para contarlo y hoy sigue tratándose sus heridas psicológicas. Ella al menos no quedó embarazada, como sí le ocurrió a la sierraleonense de 14 años Mery, nombre falso también. Fue violada por un hombre mayor de su pueblo y ha tenido que dejar la escuela hasta que dé a luz. «No me siento bien porque soy solo una niña pequeña», dice.

¿Por qué seguimos pegando a los niños?

Pegar es un problema de arraigo cultural y de reproducción de patrones experimentados en el seno familiar desde la infancia. «Aunque ahora haya otros mensajes, si los adultos actuales vivieron los castigos corporales como algo normal, sigue quedando esa pautas en el comportamiento», indica Blanca Carazo, del Comité Español de Unicef. Otro apunte: la madre de uno de cada cuatro niños —unos 176 millones— es víctima de violencia por parte de su pareja.

Además, apunta la experta, no en todos los países existen mensajes claros sobre la disciplina violenta. «El discurso es reciente, la declaración sobre los derechos del niño, también; estamos aún en proceso de asumir que un niño tiene que estar protegido de cualquier violencia, incluida la de la familia», denuncia la experta.

Sin datos del alcance real

El informe pone de relieve que se progresa en la concienciación y en la reducción de la violencia contra los niños. No obstante, la falta de información dificulta conocer el verdadero alcance del problema. Aunque aumenta, la disponibilidad de información sigue siendo muy baja, así que es difícil obtener una imagen fiable de la evolución. Para Carazo es algo que se retroalimenta: «Como no hay datos, no es fácil visibilizar la problemática y lograr que se destinen recursos a combatirla. Y como no está en las agendas políticas, no se prioriza y seguimos sin tener datos». «Se trata de un tema muy delicado, son  tabúes o a los que no se da importancia», explica otra de las expertas del Comité Español, Almudena Olaguibel. «A los niños no se les suele creer, o se minimiza lo que cuentan». Prueba de ello es que solo un 1% de las niñas que han sufrido violencia sexual se atrevieron a buscar ayuda. Al final, el resultado es que se justifican comportamientos hacia un menor que no se tolerarían en un adulto.

SIETE DE CADA DIEZ PADRES ARGENTINOS SON VIOLENTOS CON SUS HIJOS

MAR CENTENERA

Cada día se registran 85 denuncias por maltrato infantil de media en la provincia de Buenos Aires, donde se concentra el 40% de la población de Argentina. La mayoría son por casos graves —palizas, abusos sexuales y abandono— y no contemplan otras formas de violencia invisible, ejercida contra los niños en millones de hogares. Gritos, bofetones, insultos, azotes y sacudidas forman parte de los métodos de de disciplina aplicados por los padres a sus hijos en siete de cada diez familias argentinas. >> Sigue leyendo

¿Qué hacer?

Para paliar estas carencias, la organización ha desarrollado varias acciones en los últimos años, entre ellas la nueva #STOPViolenciaInfantil, y la más veterana #EndViolence, en la que han participado ilustres como David Beckham y que dispone de una herramienta en Internet para denunciar agresiones. En la actualidad, se ha logrado que el número de países con datos comparables sobre disciplina violenta haya aumentado de 39 a 79 desde 2005, por ejemplo.

Eliminar todas las formas de violencia contra los niños pasa por preguntarse si de verdad un castigo físico es efectivo. Para Carazo, sucede al contrario: «Las víctimas de castigos físicos no se desarrollan bien. Posteriormente sufrirán problemas para relacionarse y tenderán a replicar esos comportamientos violentos. Y no hay nada que avale que un castigo físico es más eficaz que otro».

Unicef aboga por cambiar las normas. Para ello es importante promover y dar a conocer a los padres otras formas de disciplina basadas en el refuerzo positivo y en transmitir lo que está bien y lo que está mal desde la no violencia. «También nos sirve a los mayores, pues en nuestra manera de resolver conflictos en la vida diaria no siempre es pacífica», opina Carazo. Una de las claves es el tiempo, tiempo para transmitir valores y conocimientos a los hijos y alumnos; para hablar, razonar, y crear un clima de intercambio de opiniones en el que los niños se puedan expresar.

Desde el punto de vista institucional, es importante fortalecer los marcos jurídicos promulgando nuevas leyes y haciéndolas cumplir para proteger a los niños. Unicef también destaca la necesidad de fijar estrategias de prevención, entre ellas la limitación del acceso a las armas de fuego, e implementar más servicios sociales para responder a las necesidades de niños y adolescentes.

Devuelven el optimsmo ejemplos como el de  Edward, de Uganda. Su padre no le prestaba ninguna atención y su madre era demasiado estricta. Él tuvo una infancia complicada pero, al menos, rompió la maldición y hoy es un solícito progenitor con su hijita Vera Edna, de siete años, y el resto de su prole. Cuando miro a mis hijos, los tomo como mi tesoro. Me aseguro de que su entorno en el hogar y la escuela sea seguro», afirma.

27.100 MENORES VÍCTIMAS DE VIOLENCIA EN ESPAÑA

La violencia en España existe, igual que existe en el resto del mundo. Unicef maneja cifras del Registro Unificado de Maltrato Infantil (RUMI), una base de datos en la que se recogen notificaciones de sospecha de violencia en el ámbito familiar por parte de profesionales que tienen contacto con menores, como servicios sociales, policía, educadores y sanitarios. En 2015 se notificaron 13.818. Más reciente es la información extraída del Ministerio de Interior: en 2016, 27.100 niños fueron víctimas de delitos que implican algún tipo de violencia, según las denuncias recogidas por los cuerpos de policía nacional y autonómicas y la Guardia Civil. De estas, 5.523 fueron víctimas de delitos graves en el ámbito familiar. «Hay que poner estos datos en relación con los del RUMI, que son sospecha, frente a estos que son denuncias firmes», detalla Almudena Olaguibel, del Comité Español de Unicef.

Otros 4.393 menores fueron victimas de delitos contra la libertad e indemnidad sexual en España, que engloba acoso, agresión, pornografía y otros a través de redes sociales con componente sexual. «Llama la atención que los niños y adolescentes suponen casi la mitad de todos los delitos contra la libertad sexual e indemnidad, cuando no son ni la mitad de toda la población española», resalta la experta. Por último, otros 26 menores murieron a causa de agresiones y otros 28 fueron localizados como víctimas de trata con fines de explotación sexual, dos de explotación laboral y tres que iban a ser casadas a la fuerza

Estas cifras aumentan con relación a las recogidas en periodos anteriores, pero para la experta de Unicef no es algo negativo. «Tenemos cada vez más datos, y aunque hay que cogerlos con pinzas, vemos que ocurre lo mismo que con la violencia hacia la mujer: tener más casos no significa que haya aumentado el maltrato, sino que los mecanismos de denuncia se van poniendo en marcha».

Fuente: https://elpais.com/elpais/2017/10/31/planeta_futuro/1509452811_194730.html

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5 frases muy comunes que revelan un trauma infantil no superado

Por: Jennifer Delgado Suárez

Los traumas del desarrollo son mucho más comunes de lo que nos gustaría aceptar. Una serie de estudios realizados por psicólogos de la Duke University Medical School, reveló que el 78% de los niños reportaron haber vivido más de una experiencia traumática antes de los 5 años. A los 6 años, el 20% había sufrido experiencias traumáticas que incluían desde el abuso sexual hasta la negligencia emocional, la exposición a violencia doméstica y una pérdida traumática.

Sin embargo, quienes han sufrido un trauma del desarrollo pueden llegar a padecer estrés postraumático complejo (TEPT-C), un problema que se caracteriza por dificultades en la regulación emocional, percepciones distorsionadas sobre los abusadores, dificultades en las relaciones interpersonales, somatizaciones y problemas para encontrar el sentido de la vida.

Sin embargo, muchas veces estas personas no son conscientes de que tienen un problema cuyo origen se remonta a su infancia. Creen que han dejado su pasado atrás, pero este les persigue desde el inconsciente.

¿Cómo influye un trauma infantil en la formación de identidad?

La formación de identidad es un proceso complejo que ocurre a lo largo de la vida. La construcción de la identidad, incluida la sensación de ser lo suficientemente bueno, la capacidad para integrar armónicamente las emociones y la razón, la conciencia básica del estado emocional, el sentirse seguro y saber quiénes somos realmente, se ve afectada por los traumas infantiles. Lo que ocurre es que la supervivencia básica tiene prioridad sobre el desarrollo equilibrado del “yo”.
Un trauma a edades tempranas puede cambiar el desarrollo del cerebro. De hecho, se conoce que un entorno donde prevalece el miedo y la negligencia genera diferentes adaptaciones de los circuitos cerebrales, en comparación con un ambiente donde el niño se siente seguro, protegido y amado. Y lo peor es que cuanto más temprano se experimente esa angustia, más profundo y duradero suele ser su efecto.
Por eso, a menudo la identidad de un adulto que ha sufrido traumas infantiles se organiza en torno a la necesidad de sobrevivir y conseguir un nivel de seguridad básica en sus relaciones con los demás. Esto los conduce a un círculo vicioso en el que, por una parte, vuelven a revivir experiencias desalentadoras y traumáticas, y por otra parte tienen la tendencia a evitar las experiencias orientadas al crecimiento.
Las personas en esta situación se identifican mucho con un «yo traumático», a expensas de un sentido de sí mismo más inclusivo y flexible. Se desvinculan de su entorno y de sí mismos desde el principio, como un mecanismo de supervivencia, y pueden permanecer desconectados de sí mismos durante la infancia, la adolescencia o incluso hasta la adultez temprana, cuando salen del entorno tóxico. En práctica, siguen experimentando esa necesidad de sobrevivir.

Las frases que esconden una «identidad traumática»

1. Pérdida de la infancia – “No tuve una infancia”
Cuando las personas viven una infancia particularmente angustiante, lo más común es que no puedan recordar gran parte de sus primeros años. Estas personas suelen decir No tuve una infancia” o “No recuerdo mucho de cuando era niño”.
Pueden recordar momentos particularmente vívidos, que se conocen como “recuerdos de destello”, pero esos instantes no tienen contexto, por lo que no cobran mucho sentido para la persona. Es usual que no tengan una historia muy clara de sí mismos como niños, hasta llegar a la adolescencia o incluso a la adultez temprana.
En sentido autobiográfico, carecen de lo que se denomina «narrativa coherente», no pueden contar su vida siguiendo un hilo lógico. De hecho, muchas personas incluso afirman que sienten que les han robado su infancia. Y sin esa base, la identidad del adulto se ve seriamente comprometida.
 
2. Partes perdidas de uno mismo – “Siento que me falta algo” 
Debido a los traumas infantiles, los niños a menudo reaccionan desconectando partes importantes de sí mismos para poder sobrevivir, es una especie de mecanismo de disociación. Estas personas suelen afirmar: “Siempre he sentido que falta algo, pero no sé qué es”.
El problema es que tienen la tendencia a desconectarse de las áreas sensibles, mientras refuerzan otras esferas, como una medida de compensación para escapar del sufrimiento emocional. De esta forma, un niño con problemas en el hogar, puede intentar convertirse en un estudiante modelo.
Más adelante en su vida, puede descubrir que tiene grandes habilidades en ciertas esferas mientras otras permanecen completamente en la oscuridad, normalmente aquellas vinculadas a las emociones, el autoconocimiento y las relaciones interpersonales.
3. Evitarse a sí mismo – “Me sienta mal pensar sobre mí”
Muchas de las personas que han sufrido traumas infantiles afirman: “No me gusta pensar sobre mí, solo me hace sentir mal”. Esta sensación es particularmente intensa cuando el trauma está relacionado con personas clave y significativas en su vida, como pueden ser los padres o hermanos.
El problema es que el ejercicio de introspección, el acto de profundizar en sí mismos se convierte en un recordatorio de esas experiencias dolorosas, lo cual implica que debe reconstruir su propia identidad, y a menudo es mucho más fácil escapar de uno mismo que enfrentar problemas de tan larga data.
Estas personas pueden aprender a vivir desconectadas de su “yo”, pero a menudo ello les conduce a comportamientos autodestructivos o a una profunda insatisfacción ya que realmente no saben lo que quieren ni logran construir un proyecto de vida sólido.
4. Relaciones destructivas – “Atraigo a personas que no me convienen”
No es raro que las personas traumatizadas por sus padres o cuidadores terminen estableciendo amistades, relaciones románticas o incluso vínculos laborales que no son buenos para ellos. A menudo dicen frases como “Atraigo a personas que no me convienen” o “Tengo un imán para la gente que me hace daño”.
El problema es que estas personas encuentran a gente que se ajusta a su identidad traumática, a pesar de que se esfuercen por tomar decisiones diferentes o de que los demás les alerten de que esas relaciones no son beneficiosas. Eso genera un círculo vicioso de re-traumatización a través de la repetición del pasado.
Como resultado, pueden terminar rodeados de personas emocionalmente no disponibles, abusivas o narcisistas, o terminar intentando rescatar y «arreglar» a las personas con las que salen, asumiendo el rol de “salvador”. Es obvio que estas personas desean encontrar a alguien que les pueda proporcionar la estabilidad emocional que necesitan, pero inconscientemente sienten una poderosa “química” hacia el perfil del maltratador psicológico.
Los continuos traumas y las decepciones, les llevan a pensar que “es mejor estar solo”. Su estela de relaciones destructivas les ha llevado a asumir una imagen pesimista de los demás, pensando que siempre les harán daño.
5. Desconexión emocional de la identidad – “Las emociones son un estorbo”
Cuando los sentimientos no tienen cabida en la familia de origen, las emociones se separan de la identidad. Si una persona ha crecido con frases como “llorar es de débiles” o lo han castigado o reprendido cada vez que ha expresado sus emociones, no podrá desarrollar un vínculo sano con esta parte de su “yo”.
Las emociones seguirán estando presentes, a pesar de que muchas personas se aferran a la creencia de que “no son emotivas” o que «las emociones solo son un estorbo«. Por eso, las emociones terminarán generando confusión y caos, ya que esa persona no será capaz de reconocerlas y gestionarlas asertivamente, puesto que solo aprendió a esconderlas y reprimirlas.
El problema es que necesitamos las emociones incluso para tomar buenas decisiones en la vida. La desregulación emocional nos desconecta de nuestra intuición, nos puede llevar a tomar decisiones impulsivas y daña las relaciones con los demás.
Otros pueden describir una sensación de anestesia emocional ya que solo pueden experimentar un abanico limitado de emociones. De hecho, a menudo solo refieren emociones vagas, como la frustración y el aburrimiento, ya que no aprendieron a conocer sus estados emocionales. También es común que bloqueen sensaciones como la insatisfacción, hasta que esta crece y se sobredimensiona, explotando en una ira contenida que causa un enorme daño.

Sin duda, las consecuencias de los traumas infantiles en la edad adulta son desalentadoras. Sin embargo, la persona puede reconstruir su identidad y rehacer ese “yo” traumatizado. Eso implica volver al pasado para aceptar esas experiencias dolorosas, de manera que se puedan integrar en la historia de vida y se logre pasar página realmente.

Existen dos claves fundamentales: 1. Comprender que ahora estamos a salvo y que ya no somos ese niño asustado y, 2. Asumir que aunque somos adultos, es probable que sigamos procesando emocionalmente las experiencias traumáticas como niños. Darse cuenta y asumir esas realidades suele ser extremadamente liberador.

Recuerda que siempre es posible volver a conectar con uno mismo, aunque sea preciso remover varias capas, para reconstruir una identidad que sea mucho más saludable. Sin duda, es un proceso difícil, y puede que sea necesario recurrir a la ayuda de un psicólogo, pero invertir en ti es lo mejor que puedes hacer. No es necesario seguir cargando el fardo del pasado, de manera que limite tu presente y obscurezca tu futuro.
Fuentes:
Egger, H.L. & Angold, A. (2006) Common emotional and behavioral disorders in preschool children: presentation, nosology, and epidemiology. J Child Psychol Psychiatry; 47: 313–337.
Costello, E.J.; Egger, H.L. & Angold A. (2005) The developmental epidemiology of anxiety disorders: phenomenology, prevalence, and comorbidity. Child Adolesc Psychiatr Clin NArn; 14: 631–648.
Costello, E.; Egger, H., Angold, A. (2005) 10-year research update review: the epidemiology of child and adolescent psychiatric disorders: I. Methods and public health burden. J Am Acad Child Adol Psychiatry; 44: 972–986.

Fuente: https://www.rinconpsicologia.com/2017/10/trauma-infantil-no-superado.html

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Cómo detectar el riesgo de dislexia antes de aprender a leer

Por: El Diario de la Educacion

La dislexia afecta a casi una de cada diez personas en el mundo. Adelantar su diagnóstico permitiría crear programas de entrenamiento para paliar este trastorno. Ese hito puede estar ahora más cerca gracias a un estudio realizado en el centro de investigación vasco BCBL, que asocia el procesamiento auditivo de los niños con sus habilidades lectoras. Los resultados suponen una nueva vía para detectar el riesgo antes de saber leer.

Dificultad para el reconocimiento de las palabras, problemas de descodificación y de escritura, limitación de la comprensión lectora… Estas son las principales consecuencias de la dislexia, un trastorno cognitivo de origen neurológico cuyo mayor hándicap es el diagnóstico tardío.

Un estudio liderado por investigadores del Basque Center on Cognition, Brain and Language (BCBL) ha demostrado la relación entre la capacidad de los niños para aprender a leer y su capacidad auditiva.

Este avance, publicado en Frontiers in Psychology, arroja luz sobre la detección del trastorno y podría ayudar a fijar el riesgo de dislexia de manera temprana, así como a desarrollar programas de entrenamiento para paliar las limitaciones lectoras con antelación.

“La capacidad de los niños para escuchar y procesar el lenguaje hablado es un factor determinante a la hora de aprender a leer”, explica Paula Ríos-López, responsable del trabajo e investigadora del BCBL. En la actualidad, para diagnosticar la dislexia es necesario esperar a que los niños cumplan los 9 años de edad.

Sin embargo, los resultados del centro donostiarra suponen que, a través de la medición de las capacidades auditivas de los niños desde muy pequeños, se podría determinar quiénes están expuestos a tener problemas con la lectura y, por tanto, más predispuestos a desarrollar dislexia.

Además, podrían desarrollarse con antelación a los 9 años diversos entrenamientos basados en la prosodia – acento, tonos y entonación– y los ritmos del lenguaje, así como programas para paliar las dificultades lectoras.

El estudio se ha llevado a cabo con un total de 40 niños de 2º y 5º de Educación Primaria. / BCBL

La importancia del ritmo

El estudio se ha llevado a cabo con un total de 40 niños de 2º y 5º de Educación Primaria. Para demostrar la relación entre la habilidad para aprender a leer y las capacidades auditivas, los sujetos fueron expuestos a una pseudopalabra (una palabra inventada y sin significado), que los niños tenían que repetir verbalmente tras ser preguntados por ellas.

La prueba experimental determinó que dicha palabra se comprendía mejor cuando iba precedida de frases elaboradas únicamente con información prosódica, es decir, aquellas en las que la única información eran los ritmos y las entonaciones y que no incluían fonema alguno.

Tal y como apunta la experta, los niños que demostraron en el test de habilidad lectora una peor puntuación, fueron los que recibieron más ayuda de la frase con información prosódica para comprender y repetir con éxito la pseudopalabra.

En este sentido, los niños que no procesan de manera óptima las ondas de frecuencia baja –tonos, acentos y entonaciones del lenguaje– tienen mayores dificultades para decodificar correctamente los fonemas y palabras, lo que se relaciona directamente con la capacidad lectora y los posibles trastornos de la misma.

“El ritmo ofrece al cerebro las claves necesarias para focalizar la atención auditiva en los momentos en los que aparece información relevante para la percepción del habla”, apunta Ríos-López. “Cuando el cerebro predice la aparición de esa información, se sumerge en un estado excitable y despliega unas neuronas destinadas a acoplarse a la misma”, concluye.

Paula Ríos-López, Monika T. Molnar, Mikel Lizarazu and Marie Lallier. ‘The Role of Slow Speech Amplitude Envelope for Speech Processing and Reading Development’. Front. Psychol., 31 August 2017 |

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/10/20/como-detectar-el-riesgo-de-dislexia-antes-de-aprender-leer/

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