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¿Educación virtual o la enseñanza de la desigualdad social?

Por: Tlachinollan


Para el defensor comunitario Gaudencio Mejía:

En la Montaña,

en la década de los 90, fuiste de los jóvenes rebeldes

que asumieron su indianidad con gran orgullo.

Nunca te arredraste ni retrocediste,

ante el desprecio y a la humillación de los caciques y políticos pendenciaron.

Siempre luchaste contra el racismo y la discriminación.

Tu retorno a la Montaña estuvo marcado

por tu lucha para romper las cadenas del oprobio

y desmontar el andamiaje delincuencial,

anclado en la burocracia gubernamental.

Abriste las puertas de la Voz de la Montaña

para ceder sus micrófonos

a quienes luchan por la justicia.

Tu despedida fue premonitoria, como los sabios y sabias de la Montaña: te quedas en el corazón de nuestras luchas.

El pasado domingo 23 de agosto, al filo del mediodía, 10 niñas y dos niños del segundo grado de la escuela Telesecundaria “Genaro Vázquez Roja”, se encontraban reunidos bajo un cobertizo, a un costado de la comisaría de Xochitepec, municipio de Acatepec. La escena era impactante, porque no había ningún docente o padre de familia que estuviera coordinando la reunión. Por iniciativa propia quedaron de verse para acordar cómo van a trabajar en este nuevo ciclo escolar, que inicia con un nuevo modelo de la educación virtual. Era increíble ver su capacidad de adaptación en un lugar incómodo para revisar la guía de trabajo que su maestra recién había entregado al comité de padres y madres de familia. Las niñas comentaban, en Me’phaa, la forma cómo trabajarían. Se integrarían por pequeños equipos para hacer los ejercicios que vienen en la guía. Quedaba descartada la posibilidad de recibir las clases por internet o por televisión, porque con el cierre de la escuela no hay manera de acceder a una computadora.

Fue muy grato constatar cómo los niños y niñas de una comunidad recóndita de la Montaña, se reúnen para planear sus actividades en la víspera del nuevo ciclo escolar. Ante la falta de un espacio idóneo para su reunión, se sentaron sobre unas tablas y bancas de madera, para preparar su primera sesión académica.

A la intemperie la mayoría de niñas y niños de la Montaña inaugurarán el nuevo ciclo escolar:  sin luz en sus casas, trabajando en el surco, enfrentando la escasez del maíz y padeciendo los estragos la nueva enfermedad del Covid-19. Se las ingeniarán para darse el tiempo con sus compañeros y compañeras, con el apoyo de un padre o madre de familia, para contestar la guía. Ante la lluvia pertinaz, los pisos de tierra, la oscuridad de las viviendas y el viento que se cuela por los techos de lámina, las niñas y los niños difícilmente podrán ejercitar la lectura y la escritura, cuando sus padres se encuentran en la parcela. Esta brecha de la desigualdad social se profundizará más con la nueva normalidad impuesta por las autoridades educativas a causa de la pandemia.

En estas circunstancias los funcionarios de la Secretaría de Educación descargan su responsabilidad en las madres y padres de familia y en los mismos niños y niñas. Con este abismo tecnológico, es inconcebible revertir el rezago educativo sin generar condiciones materiales para que las comunidades rurales estén en posibilidades de trabajar académicamente en esta modalidad de la educación virtual.

Son muy reveladores los testimonios de las maestras y maestros de educación indígena ante una realidad que los avasalla. Para la maestra Diana de la comunidad Na Savi de Arroyo Prieto, municipio de Cochoapa el Grande, la educación dentro del aula, antes de que llegara la pandemia, de por sí era muy deficiente por el rezago social en que se encuentran los niños. Lo normal es que no van seguido a la escuela.  Tampoco cumplen con las tareas o no hay materiales para trabajar. Como maestras nos la ingeniamos pedagógicamente, para que las niñas y niños capten los contenidos. Es muy difícil cumplir con las metas que nos marcan los programas educativos.

La pandemia nos puso en un dilema: de trabajar en la comunidad o enseñar a la distancia. Lo que nos preocupa es que ya arrastramos problemas con la enseñanza de los niños, porque las madres y padres de familia no pueden apoyarnos para que sus hijos realicen sus tareas. El analfabetismo intergeneracional es un gran obstáculo para avanzar, porque se requiere un trabajo más intenso con las madres y padres para generar una comunidad de aprendizaje. La situación del campo es más crítica, por eso los jefes y jefas de familia han optado por dejar su comunidad, para irse a trabajar como jornaleros agrícolas. Se van con todos sus hijos e hijas, porque lo primero es el ingreso económico para alimentarse y lo segundo es juntar dinero para curarse, dejando en último lugar el estudio para sus hijos. Ya no hay forma de trabajar con ellos, a causa de la migración temporal. Por eso no sabemos que vamos hacer, porque no sólo está cerrada la escuela sino también las casas de las niñas y niños que se han ido a los campos agrícolas del norte del país.

Para el maestro Pragedis, quien se siente orgulloso de saber escribir en Náhuatl, manifiesta que se siente preocupado en este inicio de clases por la situación que se vive en la Montaña. Uno no tiene los medios para trabajar a distancia, como lo plantea la Secretaria de Educación Pública. Tal vez desde un enfoque que ellos ven desde la ciudad, donde los niños tienen televisión, tienen laptop, tienen internet, Tablet, en las que ellos se pueden apoyar. Pero desafortunadamente en nuestra Montaña, la mayoría de las comunidades enfrentamos situaciones muy difíciles. Yo soy maestro multigrado, atiendo a alumnos de primero a sexto grado. Tengo que trabajar con ellos y lo que hago es llevarme sus trabajos. Les explico a mis alumnos y los padres de familia para que puedan hacer estos trabajos. Pero como usted comprenderá esto es muy complicado, porque de manera presencial de por sí se dificulta la atención de los niños, ahora a distancia con trece padres de familia es muy difícil avanzar, porque no todos saben leer y tampoco tienen el mismo interés de apoyar. También tengo niños y niñas que viven con su abuelitos y abuelitas y con ellos no cuento, porque no me pueden ayudar.

La mayoría de los padres de familia se dedican al campo.  La única fuente de ingreso es cortar leña y migrar a otros estados.  A veces ni me avisan cuando se van a trabajar por varios meses, simplemente sus niños y niñas dejan de asistir a la escuela. No me queda de otra que trabajar con los pocos niños que se quedan y me siento mal de reprobar a las hijas e hijos de los jornaleros, porque es condenarlos a vivir en analfabetismo.

Mi forma de trabajar, desde que empezó la pandemia, es ir a dejar los trabajos a la comunidad. Les explico a los niños y niñas lo que van a hacer. En una semana voy dos veces: los lunes llevo los trabajos y los viernes los recojo.  De esa manera los he estado atendiendo, aunque no estoy obedeciendo al cien por ciento las órdenes de mi supervisor. Porque nos dijo que llamemos al comité para que venga a Tlapa por los trabajos. No lo veo bien porque es una hora y media en camioneta y tienen que gastar para el pasaje, además hay un tramo que se camina. Por eso prefiero ir, aunque salga caro y tenga que levantarme muy temprano.

Antes de la pandemia mi vida era así: me iba el lunes a la comunidad. Llegando empiezo a trabajar con ellos hasta las 2 de la tarde. Los señores y las señoras no están en sus casas. Regresan muy tarde del campo. Mientras las niñas y los niños se van a echar un baño. Luego regresan y les pongo actividades de lectura. Trabajo con niños con rezago. Como soy maestro unitario, trabajo solo.  Hay días que me llama el supervisor porque necesita la documentación y dejo abandonados los niños. Por eso trato de trabajar en la mañana y en la tarde cuando estoy en la comunidad para no desatenderlos y ayudar más a los de lento aprendizaje.

Como docente siento tristeza por no poder atender a mis niños y niñas. Desde el mes de marzo dejamos de ir a la escuela. No los abandoné totalmente porque iba dos veces a la semana. Avancé con mi programa de trabajo, pero no logré los aprendizajes esperados. Ahora con el nuevo ciclo escolar va ser más difícil porque no vamos a saber medir lo que aprendieron. ¡Imagínese si les aplicamos un examen! Ellos no pueden ver los contenidos de las clases por la televisión. De los 13 padres de familia, si acaso uno tendrá televisión, pero no tiene esos canales donde van a pasar las clases virtuales, ¿cómo van a pagar el sky? Allá no llega la señal. ¿Cómo voy a evaluar a mis niños? Los he atendido poco, de hecho, los conozco, puedo decir a este niño le pongo un 9, pero eso no es lo correcto. Lo correcto es medir qué tanto ha aprendido.

Para el maestro Silvano de Yerba Santa, municipio de Acatepec, es muy difícil explicarles a las madres y padres de familia lo que va a pasar en este ciclo escolar. En primer lugar, porque suspendimos labores el 21 de marzo sin poder avisarle a la comunidad. No hubo un acuerdo con ellos, solamente les dijimos que hasta nuevo aviso regresaríamos y les diríamos cómo íbamos a trabajar a distancia. Pero ya no se pudo porque la escuela no cuenta con internet. Hay una sola computadora que sólo usa el director. Se la lleva a casa y aparte no sirve porque tiene virus y no se ocupa. El internet solamente lo tiene un señor de la comunidad que vende fichas, pero salen arriba de 35 pesos por 24 horas. La señal ahí no es tan buena que digamos porque está bien lento el internet. A veces hay, a veces no hay. A veces se va hasta por dos días.

Cuando estuve en la comunidad Cerro Ocotal, fue muy complicado, porque yo no hablo Me’phaa. Era una escuela multigrado y los niños estaban prácticamente abandonados. La escuela no es como la imaginamos o como la vemos en la televisión. Ahí la escuela es una casa de adobe con una división de dos cuartitos, una para la dirección y otra para las clases, de 3×2 m y unas mesitas. Ahí las señoras y señores no saben leer, no saben contestar llamadas por whatsapp cuando hay internet.

Mañana tenemos una reunión en la comunidad y al parecer nos van a instruir o vamos a platicar con los compañeros docentes cómo se va a trabajar. De antemano tenemos previsto que no se podrá llevar la enseñanza por la televisión, por eso estamos planeando hacer unas guías para llevarlas cada 15 días a las niñas y los niños. Se las dejaremos a las madres y padres de familia con el compromiso de que las entreguen a sus hijos y revisar sus trabajos a las dos semanas que regresemos. Aun así, vemos que no hay condiciones porque son como cinco horas de camino en pasajera y la distancia es un problema porque con las lluvias no están fácil llegar. Vamos a ir a la comunidad para decirles que no podemos iniciar clases dentro de la escuela. No sabemos cuál será la respuesta, porque algunos padres de familia ya nos advirtieron “profe, ahora si tiene que venir a atender a nuestros niños. Lo de la pandemia ya pasó, además aquí no hay contagios. Nosotros nacimos para morir”. Lo más probable es que varias mamas y papás nos digan que les demos clases a sus hijos porque para ellos las clases por televisión no son clases, son para entretener a los niños o para ver películas. También vemos muy complicado que los papás quieran trabajar con las guías y ayudarles a sus hijos a hacer la tarea. La educación virtual en la Montaña se corre el riesgo de seguir zanjando la desigualdad social y remarcando la discriminación a la niñez indígena. La nueva normalidad tiene que salvaguardar los derechos de la población más vulnerable que se encuentra cercada por el hambre, el coronavirus y el analfabetismo.

Publicado originalmente en Tlachinollan

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España: La asombrosa desaparición de 7 millones de niños españoles por el coronavirus

La asombrosa desaparición de 7 millones de niños españoles por el coronavirus

El filósofo y profesor universitario analiza las claves del confinamiento infantil por el coronavirus. ¿ Los ha ignorado el Estado más que a los perros salvo para hacer deberes y comer pizzas?

¿Sabían que hay 7 millones de menores de 15 años en España? ¿Y que ahora mismo están todos encerrados en sus casas sin poder salir y con un montón de deberes? No, no es que el Estado les haya castigado a todos por mal comportamiento. O sí. Son la población invisible del confinamiento por coronavirus.

César Rendueles -ensayista, filósofo y profesor de sociología en la UCM- lleva días reflexionando en Twitter sobre el difícil equilibrio entre crianza, cuidados, tareas escolares, alimentación y niños encerrados. Rendueles, autor de libros como ‘Sociofobia’, analiza las claves infantiles del coronavirus en esta entrevista.

PREGUNTA. Critica que los estamentos oficiales no han tenido en cuenta las necesidades de los niños en esta crisis. ¿Deberían poder salir?

RESPUESTA. Me gustaría comenzar aclarando que en ningún caso deberíamos incumplir las instrucciones que han dado las autoridades sanitarias. Nadie que no cumpla las excepciones establecidas por la ley debería salir de casa. Dicho esto, sí creo que podemos plantear preguntas sobre algunas decisiones, sobre todo cuando afectan al bienestar de colectivos vulnerables. En concreto creo que es llamativo el enfoque tan adultocéntrico que está teniendo esta crisis. En ningún momento se ha tenido en cuenta las necesidades de la infancia, una población que normalmente es objeto de una especial protección.

La primera ministra noruega dedicó una rueda de prensa de media hora exclusivamente a los niños. En la comparecencia de Pedro Sánchez de la semana pasada mencionó varias veces a las mascotas y sus necesidades y ninguna a los niños. Desde el primer momento se autorizó a los dueños de perros a sacar a pasear a sus animales. Lo cual me parece muy bien, por supuesto. Pero lo cierto es que los dueños de los perros también contagian y estamos hablando de muchísima gente. En España hay 13 millones de mascotas registradas, más que niños menores de 15 años. Simplemente se confía en que esas personas actuarán con responsabilidad y no abusarán de ese privilegio.

En el caso de las madres y padres de niños no se ha tenido esa confianza. No se ha permitido, por ejemplo, que los niños salgan a pasear diariamente unos minutos con todas las medidas de seguridad que sean necesarias: de uno en uno, acompañados de cerca por un adulto, en cierta franja horaria, respetando la distancia de seguridad, sin usar parques ni zonas comunes… Tal vez ni siquiera se ha tomado en consideración esa posibilidad.

P. ¿Por qué?

R. Estamos acostumbrados a esperar que los niños sean invisibles, que no molesten, no hagan ruido y no alteren el mundo “normal”, que entendemos que es el de los adultos. La crisis del coronavirus es una especie de paraíso adultocéntrico. Los niños han desaparecido completamente de la vista pública, por fin son asunto exclusivamente privado de sus padres.

Y luego está esa especie de rencor social: como a los niños les afecta menos gravemente el coronavirus, no sólo están invisibilizados, sino que se les ve como minibombas biológicas. Parece como si todo el mundo hubiera hecho un curso de epidemiología a distancia para explicarte que tus hijos son “supercontagiadores asintomáticos”. Cuando, en realidad, cualquier persona puede ser un contagiador asintomático durante el periodo de incubación de la enfermedad, también la gente que va a trabajar en metro por la mañana.

Insisto en que hay que respetar las decisiones de los médicos. Pero en otros países como Francia, Bélgica, Suiza o Austria han optado por otras regulaciones más atentas a la infancia. Tal vez esos países pequen de imprudentes pero echo de menos al menos una explicación. Hay que tener en cuenta que el confinamiento tiene un fortísimo sesgo de clase. No es para nada lo mismo vivir el encierro en una casa amplia, luminosa, con terraza o incluso jardín que en diminutos pisos interiores sin luz natural.

P. Respecto a las tareas escolares durante el confinamiento. ¿Hay un problema de ‘deberitis’ en las casas?

R. El cierre de todos los centros educativos nos ha pillado con el paso cambiado a todos los profesores. Es una situación complicadísima y sin precedentes en la que mucha gente está haciendo grandes esfuerzos por encontrar soluciones razonables. Las situaciones educativas son muy distintas entre sí. No tiene nada que ver tratar con estudiantes de 16 o 17 años, que son mucho más autónomos que con niños pequeños, de 7 u 8. No tienen nada que ver tampoco las asignaturas en las que las prácticas tienen mucho peso con otras más teóricas. En cualquier caso, todos los docentes, pero especialmente los de primaria y secundaria, tenemos que ser conscientes de la tensión que supone esta situación para las familias, tanto para los niños como para los adultos.

Hay colegios y profesores que, como decía, están haciendo una labor increíble en ese sentido, a menudo con pocos medios materiales, a base de sacrificio personal. En otros casos… no tanto. Algunos colegios piden a los padres que teletrabajen mientras supervisan que sus hijos realizan tareas complejas que requieren un alto grado de conectividad con los típicos problemas técnicos sobrevenidos y todo ello completamente encerrados en sus casas. Conozco personalmente varios casos de madres solas con situaciones laborales y sociales complicadísimas que me han dicho que lo que peor están llevando de esta crisis no es la incertidumbre económica o el miedo a la enfermedad sino el estrés de ser incapaces de ayudar a sus hijos con la avalancha de tareas que les llegan desde el colegio.

P. ¿El bilingüismo ayuda?

El programa bilingüe de la Comunidad de Madrid lo agrava todo mucho. Si muchas familias tienen dificultades para ayudar a sus hijos normalmente, cuando las tareas se multiplican y además están en inglés la cosa se vuelve surrealista. Hay madres y padres que sencillamente no entienden qué es lo que tienen que hacer sus hijos en Science.

P. Dice que el confinamiento ha agravado la desigualdad educativa. ¿Cómo?

R. Un hecho bien conocido en sociología de la educación es que los deberes aumentan la desigualdad. Los deberes benefician a los estudiantes con la capacidad para estudiar autónomamente y deja completamente descolgados a los que más ayuda necesitan. El papel de las familias es crucial, en ese sentido. Aquellos estudiantes cuyos padres tienen conocimientos y tiempo para ayudarles tienen una ventaja enorme. El confinamiento ha hecho que la educación consista sólo en deberes. Así que creo que no es muy aventurado suponer que en este periodo las desigualdades se agravarán. Habrá niños que avanzarán más que si hubieran ido a clase. Y otros se habrán quedado mucho más descolgados de lo que ya estaban.

P. ¿Por qué no le gusta el plan Telepizza de Ayuso para los niños con beca de comedor? ¿No es eso mejor que nada?

R. Rebuscar en un basurero también es mejor que nada, creo que esa no es la cuestión. El hecho es que existía una alternativa facilísima: dar el dinero que se va a entregar a Telepizza y Rodilla a las familias que necesitan esa ayuda para que compren la comida que les parezca.

Es realmente la solución más rápida y fácil y la que se ha elegido en otras comunidades autónomas. También es la que les gusta a los liberales cuando les beneficia a ellos. El único motivo para no optar por esa vía es el puro clasismo. Ayuso y los suyos creen que los pobres gastan mal el dinero y que es mejor financiar a papá Telepizza para que los alimente.

P. ¿Se ha necesitado una pandemia para entender la importancia de la sanidad pública?

R. Con la sanidad y otros servicios públicos, como las residencias para mayores, ha pasado lo mismo que con la educación. El confinamiento hace que veamos concentrado en un periodo de tiempo muy rápido procesos que normalmente podemos ignorar porque se dan a cámara lenta. El 31 de enero de 2019 una plataforma en defensa de la sanidad pública madrileña presentó un escrito en el que denunciaba la pérdida de más de tres mil camas en los últimos seis años. Explicaban, por ejemplo, que los operadores del 061, que atienden llamadas de urgencias sanitaria, esos que ahora están desbordados, tienen un convenio de telemarketing.

Hasta hace quince días esa degradación de la sanidad pública o la educación nos preocupaban pero las tolerábamos porque eran dinámicas que nos afectaban esporádicamente. De repente esas camas que han desaparecido, las corruptelas en la privatización de servicios sanitarios, la precarización del personal sanitario… Todo eso se ha vuelto cuestión de vida o muerte. En realidad, ya lo era. Miles de personas llevan años padeciendo en su cuerpo las consecuencias de ese desastre. Simplemente ahora nos afectan a todos a la vez.

Fuente de la Información: https://www.elconfidencial.com/espana/2020-03-22/coronavirus-millones-ninos-espanoles_2509379/

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«El coronavirus es un pedagogo cruel porque la única manera que tiene de enseñarnos es matando»: entrevista con Boaventura de Sousa Santos

«El coronavirus es un pedagogo cruel porque la única manera que tiene de enseñarnos es matando»: entrevista con Boaventura de Sousa Santos

Descrito como el «sociólogo de la antiglobalización», Boaventura de Sousa Santos es uno de los principales impulsores del Foro Social Mundial.

Considerado uno de los grandes referentes entre los pensadores de izquierda, el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos cree que el nuevo coronavirus es un gran pedagogo, eso sí, uno cruel.

Así nos lo presenta en su nuevo ensayo, «La cruel pedagogía del virus», en el que dice que la pandemia de covid-19 es la forma en el que nuestro planeta nos está diciendo basta. ¿Aprenderemos? Ese es el gran interrogante ahora.

Boaventura de Sousa Santos es director emérito del centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra, en Portugal; investigador distinguido de la facultad de Derecho de la Universidad de Wisconsin-Madison, en Estados Unidos.

Descrito como el «sociólogo de la antiglobalización», es uno de los principales impulsores del Foro Social Mundial.

En su nuevo trabajo, el sociólogo reflexiona sobre todas las lecciones que nos está dejando este virus, que ha evidenciado las desigualdades de nuestra sociedad, de nuestro modelo de desarrollo, con el que Santos es muy crítico.

Un virus capaz de infectar a cualquiera, sí, pero que se ha cebado con los más vulnerables, con los pobres.

«El 30% de la población mundial tiene falta de agua», dice. «¿Cómo van a lavarse las manos? La poca agua que tienen la necesitan para comer y beber».

Lo que sigue es una síntesis de la conversación telefónica de BBC Mundo con Boaventura de Sousa Santos.

Desde varias esferas se ha usado una retórica belicista y se ha calificado este virus como un enemigo. Usted se refiere a él como un pedagogo cruel. ¿Cuál es la pedagogía de este virus?

Es virus es un pedagogo en el sentido de que nos está dando varias lecciones. El problema es saber si nosotros las vamos a escuchar y las vamos a aprender.

Es cruel porque la única manera que el virus tiene de enseñarnos es matando, matando a inocentes, y lo hace por miles y miles.

¿Qué nos está tratando de enseñar?

El virus es un pedagogo que nos está enseñando que la Madre Tierra no está satisfecha con el modelo de desarrollo que tenemos. Nosotros somos una parte muy pequeñita, ínfima, de la vida del planeta.

Solo representamos un 0,01% de la vida en el planeta, pero a pesar de eso nos disponemos a intentar destruir el resto de la vida.

Entonces la naturaleza se defiende, y nos está diciendo «así no, si siguen así, va a haber más pandemias».

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Estamos desbaratando los bosques, contaminando el agua, minería a cielo abierto expulsando indígenas, campesinos… para una explotación de los recursos naturales sin límites… con un calentamiento global tremendo…

Y todo eso está desestabilizando los hábitats de los animales silvestres, y por eso vamos a tener más pandemias.

Otra cosa que está haciendo este virus es ponernos a pensar más sobre la capacidad del Estado. ¿Hay otra lección ahí?

En los últimos 40 años nos han dicho que el Estado es ineficiente, es corrupto, y que lo bueno son los mercados, que el mercado es el mejor regulador de la vida social.

Pero viene una pandemia, y nadie pregunta por los mercados. Nadie pide al mercado que los salve, que los proteja, se lo piden al Estado.

Esa es una lección muy fuerte, y si de verdad la vamos a aprender, entonces tenemos que reinvertir en educación, en salud, transportes e infraestructura que no tenemos.

En muchos países se ha privatizado la salud, en Estados Unidos, por ejemplo, ni siquiera existe un sistema público de salud. Me parece que esta es una enseñanza muy fuerte.

Otra lección es que me parece ha habido gobiernos, algunos de derecha o de extrema derecha, que se han revelado muy incompetentes para proteger la vida de la gente. Hablo de Inglaterra, de Estados Unidos, de Brasil, de India, y de otros países.

Son países cuyos gobiernos han creado una ecuación fatal entre la economía y la vida, y han dicho que la economía es más importante que la vida, y por eso se han resistido a ordenar confinamientos, han descuidado la gravedad de la pandemia, se han retrasado y ese retraso se ha traducido en miles de muertos.

El caso de Inglaterra es paradigmático. El señor Boris Johnson quería privatizar el Servicio Nacional de Salud, y después ese Servicio Nacional de Salud fue el que lo salvó. Esa es otra enseñanza: la vida es más importante que la economía.

Hospital en Iquitos, Perú.

El sociólogo dice que el virus ha sido más mortífero entre los que ya son más vulnerables, los pobres.

Otra lección muy importante es que el virus también nos ha mostrado que, al contrario de lo que muchos piensan, no es democrático para nada.

Es caótico, por supuesto. Entra e infecta a gente de todas las clases, es verdad, pero ¿a quién mata? Mata a los que ya son vulnerables, los pobres, los que no tienen acceso a la salud.

En ese sentido, como diría (Eduardo) Galeano, el virus muestra «las venas abiertas» del mundo.

Usted dice que como modelo social, el capitalismo no tiene futuro. ¿Qué escenarios nos deja esta pandemia sobre la mesa? ¿Cuáles son las alternativas?

La alternativa es empezar realmente por una transición que va a ser larga, no se puede cambiar la sociedad de un día para otro, sería una ruptura, una revolución, no estamos en tiempos de revoluciones muy radicales.

Lo primero es la matriz energética, que habría que cambiar rápidamente, es decir, ir a energías renovables.

En segundo lugar, las estrategias de consumo tienen que ser alteradas, particularmente la alimentación.

No tiene sentido que los países tengan que importar alimentos cuando los pueden producir dentro de sus fronteras. Llamamos a eso soberanía alimentaria y es fundamental porque si hay una crisis, una pandemia, y un país depende de la agricultura de otro país, eso puede significar hambre, y eso ha pasado.

Pastores recogiendo agua en un pozo en Senegal.

Según Boaventura de Sousa Santos, para la mayoría de la población del planeta es imposible seguir las recomendaciones de la OMS.

Ha pasado ahora, por ejemplo -un caso que conozco bien- entre Mozambique y Sudáfrica. Mozambique depende de los productos agrícolas procedentes de Sudáfrica y cuando se cerró la frontera se creó una crisis.

Y tenemos que empezar por una lógica de bien común. Hay productos que son un bien común y no deberían ser privatizados nunca. El agua por ejemplo, es un bien común que no debería ser privatizado.

Lo hemos visto en esta pandemia con una brutal crueldad. Por un lado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que la gente debe lavarse las manos, por otro, la gente se quedó sin empleo, y no podían pagar las facturas, entonces, las compañías cierran el agua.

En algunos países, en Centroamérica por ejemplo, los gobiernos tuvieron que suspender los cortes de agua por impago.

¿Está la globalización en tela de juicio? ¿Habrá un cambio de paradigma?

Puede, no creo que sea un cambio radical, pero muchos países están pensando realmente que hay que repensar la parte industrial, para que bienes esenciales estén disponibles en el país y no sean dependientes, como se ha visto, de China.

El sociólogo portugués cree que vamos a entrar en un período al que llama l pandemia intermitente.

No tiene sentido que el país más poderoso del mundo, que es Estados Unidos, no produzca guantes, mascarillas, ventiladores… cosas esenciales. Tenemos que relocalizar alguna industria de bienes esenciales.

La pandemia impuso cambios drásticos en nuestras vidas. En algunos países se decretaron cuarentenas severas. Las calles estaban vacías. ¿Cree que las sociedades están preparadas para vivir de otra manera, para una alternativa a esa vida de consumo constante?

Preparadas no están, pero lo importante es saber que somos capaces. Somos capaces de no ir al supermercado a todas horas, ni pasar el fin de semana en el centro comercial. Somos capaces, pero porque hemos sido forzados.

Lo importante es que la posibilidad existe, que hay alternativa para que la gente pueda cuidar de sus hijos, quedarse más en casa, consumir menos… pero porque las personas han sido forzadas de una manera cruel.

Ahora creo que deberíamos ver una pedagogía en eso, porque este modelo de desarrollo y consumo que tenemos nos traerá otras pandemias.

Madrid vacía por el coronavirus.

La pandemia mostró, según el sociólogo, que hay alternativa a la vida de consumo constante.

Vamos a entrar en un período al que llamo la pandemia intermitente, es decir, salimos a la calle, vamos a los bares, durante unos meses; después viene el invierno, las cosas empeoran… porque no sabemos cuándo vamos a tener una vacuna y además porque obviamente pueden surgir otros virus, quizás más mortíferos.

Es realmente mediante una acción política y una acción educativa que la gente debería prepararse de otra manera.

Nuestros productos están hechos para que duren poco tiempo. Un reloj podría durar toda la vida, pero la gente cambia de reloj según el color de la ropa. Esto, que llamamos la obsolescencia de los productos, es programada para que duren muy poco y gastar más recursos naturales.

Antes mencionó la recomendación de la OMS sobre lavarse las manos. Algo que hemos visto, y que usted señala en su ensayo, es que instituciones globales, como la OMS, hicieron recomendaciones que en realidad solo podían seguir una parte pequeña de la población. ¿Cree que estas instituciones de la gobernanza global están alejadas de las sociedades?

Lo están, porque son instituciones que realmente no reflejan la realidad, porque están especializadas.

La OMS no trata sobre la desigualdad, ese es otro departamento de la ONU y por eso hace las recomendaciones, pero no se preocupa de si la gente tiene la posibilidad de lavarse las manos.

Sabemos que el 30% de la población mundial tiene falta de agua, y de agua potable todavía más, y que para 2050 la mitad de la población no va a tener agua potable. Mucha gente, la poca agua que tiene, es para beber y cocinar, no para lavarse las manos.

Suburbio en Buenos Aires.

¿Cómo mantener la distancia social en zonas donde la gente tiene que vivir hacinada? Se pregunta Santos.

Por otro lado, la distancia física y sanitaria… ¿cómo? Si vives en villas miseria, en barriadas, en favelas donde en el mismo departamento tienes 10 o 15 personas.

¿Cómo pueden teletrabajar los uberizados que te entregan la comida? Yo puedo protegerme teletrabajando, pero alguien me va a traer la comida, y esa persona no está protegida.

Esto no puede seguir por este camino de vulnerabilidad.

¿Y cuál cree que es el papel de los intelectuales en este escenario de crisis y en el de la postcrisis?

Los intelectuales tienen que acompañar mucho las aspiraciones de la gente y trabajar no solamente en el medio universitario, sino en las comunidades.

Yo trabajo mucho en las barriadas de Colombia, de México, de Argentina, de Brasil, etc., con la gente, para aprender con ellos. No podemos ir con teorías de vanguardia diciendo que vamos a cambiarlo todo de un día para otro, porque no me parece que sea posible.

Creo que hay que ir despacio y tendremos que ser pedagogos de esta alternativa.

Yo aprendo más con los indígenas que con otros. En términos ecológicos, quienes me han enseñado lo que sí fueron los indígenas, y los campesinos. Son ellos los que saben cuidar a la Madre Tierra y ser un vocero.

Creo que los intelectuales deberían ser voceros de mucha voz silenciada en el mundo y que son voces de futuro, no son voces del pasado.

BBC

Fuente de la Información: https://www.bbc.com/mundo/noticias-53219916

 

 

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Emilio Tenti Fanfani “La meritocracia les permite dormir tranquilos a los ricos”

Las demandas crecientes a la escuela, la necesidad de focalizar su tarea en aquello que otras instituciones no están en condiciones de enseñar, los mitos sobre la educación, la paradoja de desear la inclusión, pero preferir lo exclusivo y la reformulación de la formación docente inicial, son algunos de los temas abordados en la entrevista al destacado sociólogo Emilio Tenti Fanfani, en su paso por Córdoba para dictar un seminario del ISEP.

“El tema es la injusticia, no la desigualdad”, afirma el profesor titular e investigador de la Universidad Pedagógica Nacional y autor de más una docena de libros donde aborda la cuestión educativa, para diferenciar entre una competencia, en donde parte del juego es que haya ganadores y perdedores, y lo que ocurre en las instituciones escolares, donde el contexto socioeconómico condiciona los logros académicos de los estudiantes: “Nadie cuestiona los resultados en los Panamericanos, porque hay las mismas reglas para todos, las condiciones son más o menos iguales, todos parten en la misma línea. Resulta que en la escuela no es así, unos largan sabiendo escribir y otros nunca vieron un lápiz, un cuaderno, un libro”.

Invitado por el ministerio de Educación de Córdoba para brindar la conferencia organizada por el Instituto Superior de Estudios Pedagógicos, La producción de las desigualdades escolares: estructuras y estrategias en sociologías de la educación de Francois Dubet, Emillio Tenti Fanfani señala que “uno de los problemas de la escuela contemporánea es la tensión que existe entre las demandas crecientes que se le hacen y sus capacidades limitadas”.

—¿Por qué, entre otras cuestiones, se le pide a la escuela que luche contras las desigualdades sociales?

—Las demandas crecientes tienen que ver con esta creencia, que les gusta mucho a los políticos, de que la escuela sirve para todo: con educación va a crecer la economía, porque vivimos en sociedades del ­conocimiento; va a haber más justicia e igualdad social, porque la gente va a conseguir trabajo; va a haber menos violencia porque la escuela enseña valores morales; va a haber menos enfermedades porque las mujeres con más educación cuidan mejor a sus hijos; vamos a proteger el medio ambiente…

La pregunta es qué es lo importante para el crecimiento de los chicos, para su desarrollo y bienestar, que solo la escuela puede hacer o, al menos, está en mejores condiciones para hacerlo que la familia, los medios, la iglesia, la publicidad.

—¿Eso qué consecuencias trae?

—Estas expectativas se traducen en una sobrecarga del currículum escolar: no alcanza el tiempo para cumplir con el programa. En la primera investigación que se hizo sobre evaluación de la calidad en Argentina, en el cuestionario complementario se les preguntó a los docentes cuánto alcanzaron a desarrollar el programa ese año. El promedio era entre el 60 y 70 por ciento. Entonces, uno debe hacerse una autocrítica, preguntarse para qué están las instituciones educativas: ahí hay un problema de sentido. La escuela no puede competir con otras instituciones.

—¿Por ejemplo?

—Por ejemplo, para desarrollar los principios de una buena alimentación: si estamos preocupados por lo mal que comen los chicos; presionemos a los que producen alimentos, a los que hacen publicidad para que sean más responsables y éticos con la promoción de comida basura. Pero no carguemos a la escuela. Tampoco tenemos el monopolio para enseñar valores… La pregunta es qué es lo importante para el crecimiento de los chicos, para su desarrollo y bienestar, que solo la escuela puede hacer o, al menos, está en mejores condiciones para hacerlo que la familia, los medios, la iglesia, la publicidad.

—¿Y la respuesta sería…?

—El conocimiento. El niño no va a aprender a leer y a escribir, no va a aprender cálculo, ni siquiera los principios básicos del funcionamiento de la sociedad en la que vive a través de los medios masivos de comunicación o la inserción en redes sociales: el conocimiento del mundo natural y social requiere de un trabajo sistemático, obra de especialistas, de pedagogos, que son los que saben qué hay que enseñar, en qué etapa evolutiva. Hay dos competencias que son fundamentales. Primero, las competencias expresivas (orales, gestuales, con imágenes). Implica, usar el lenguaje —y ya no basta el español— para poder dar forma a tus pensamientos, tus necesidades, tus angustias, fantasías. Esta es una competencia transversal, no solo de la señorita de Lengua, también de Ciencias, de Historia. Desarrollar la lectoescritura debería ser un objetivo central de la institución escolar.

—Se supone que de eso se encarga la educación primaria…

—La obligatoria. Para mí, ahora, la primaria y la secundaria son un paquete para la educación de todos los ciudadanos. Dubet insiste mucho en esto: hay que prolongar la escolaridad general, básica, común, hasta los 16 años. Si no sabés leer, no vas a poder aprender nunca Física, ni Historia, ni Geografía. Y si no sabés cálculo, no vas a aprender ninguna de las otras Ciencias. Son básicas en ese sentido, son dos grandes herramientas de conocimiento, hay que poner el foco ahí. Yo puedo enseñar la diversidad, pero escribamos sobre la diversidad, hablemos, leamos: no importa el contenido, sino desarrollar la competencia básica esta, que tiene tres grandes funciones.

—¿Cuáles serían?

—El primer objetivo es desarrollar la reflexividad. ¿Para qué queremos la escuela?: para hacer ciudadanos libres, autónomos, reflexivos. ¿Con qué pensamos? Con el lenguaje, cuantas más palabras tenés, más posibilidades de reflexionar. Segundo, si “tenemos que desarrollar las capacidades productivas, facilitar la inserción de los individuos en las nuevas relaciones del mercado de trabajo”, como se plantea; debemos saber que la mayoría de los trabajos modernos tienen que ver con servicios personales, para lo cual es necesario tener competencias expresivas, saber hablar, emitir y entender mensajes. Incluso en la gran industria moderna es indispensable el trabajo en equipo: hablar en público, argumentar, proponer, escuchar, saber cómo hablar de acuerdo al interlocutor, al contexto, armar grupos, dividir las tareas. El lenguaje se ha convertido en instrumento poderosísimo para la inserción, es una competencia laboral. Y la tercera gran expectativa es “formar ciudadanos, aprender a convivir juntos, en democracia”. ¿Cómo se participa en democracia? A través de la representación. ¿A quién se elige normalmente de representante? Al que tiene la capacidad de decir en público lo que otros solamente piensan. Cuando está muy concentrada esa capacidad, tenemos una democracia renga. ¿Cómo puede contribuir la escuela a la ciudadanía y la democracia? Lo digo claramente: desarrollando la competencia expresiva.

—¿De qué otra manera puede contribuir?

—El verbo contribuir es muy importantes: contribuye, no resuelve por sí misma. Luego la escuela puede proveer a los chicos de oportunidades para que aprendan, participando en experiencias de vida democrática en las instituciones educativas. Solo después vienen la teoría, los conceptos. Pero primero la práctica: no empezamos con teoría de la democracia. Hay que enseñarle a hablar a ese chico, en público. Me pasa en la facultad, que hay gente que no habla, no porque no sepa sino porque no se siente autorizada, no se anima, no tiene seguridad. ¿Viste que los sectores populares son calladitos? La humildad es una virtud de los pobres ¿por qué no les pedimos que sean humildes los ricos? Las clases humildes parece que no hablaran. “No. Vos tenés derecho a hablar”, esa es la contribución de la lengua. Después está el cálculo, la medición, la lógica y la matemática. Estas dos herramientas te permiten darle contenido a esa frase “hay que enseñar a aprender”.

De paradojas y desigualdades

Tenti Fanfani señala que la desigualdad existente en la sociedad se replica en las instituciones educativas, con circuitos diferenciados de escuelas para ricos y para pobres. Interrogado acerca de cómo se hace para desarticular esos mecanismos de elección familiar, que muchas veces no están vinculados con la calidad de la educación, sino con la creencia de que la escuela privada es mejor, señala con ironía: “Ese es el libro de Dubet ¿Por qué preferimos la desigualdad? (Aunque digamos lo contrario). Todos estamos con la igualdad, pero para mi nene busco el colegio más selectivo. La inclusión es para los otros. Yo quiero vivir en el country, en una sociedad exclusiva, para pocos”. “Hay otro libro interesante de Dubet —prosigue— que se llama Las sociedades y su escuela, donde plantea que, incluso en sociedades desiguales, hay escuelas que son más justas que otras, en términos de resultados, donde los chicos pobres aprenden y aprenden más que en otras. O sea que hay factores institucionales”.

—¿Cómo ayudan las políticas educativas para que la escuela no reproduzca las desigualdades?

—Hay que enriquecer la institución: no puede ser que haya escuelas en donde se mueran de frío en invierno, calor en verano, los baños den asco, el espacio esté todo deteriorado, sucio. Hay que hacer más atractivas las escuelas públicas, también desde el punto de vista pedagógico, para que no las abandonen los sectores medios, y achicar diferencias en lo que es la oferta educativa. El mito de la meritocracia permite dormir tranquilos a los ricos —“Yo estoy acá por mi mérito, mi esfuerzo, mi trabajo, mi inteligencia”— y también a los pobres, que se culpabilizan de su suerte, como si fuera un problema de esfuerzo —“A mí no me gustaba estudiar”— y, entonces, no se rebelan —“Este es el lugar que a mí me corresponde en la sociedad”—. Como si no hubiera factores externos: el capitalismo, la explotación, las relaciones de clase… Cada uno obtiene lo que se merece por su trabajo, su esfuerzo: esa es la creencia que te permite explicar —y trata de hacerlo la sociología— por qué en sociedades tan desiguales hay paz social, no hay una revolución. Ojo, que hay momentos en que también explota, como Francia con los chalecos amarillos: es la desigualdad lo que les molesta, que los ricos sean cada vez más ricos. Otro es el tema de la evaluación. Como dice el sociólogo uruguayo Pedro Ravela, hay que volver a la evaluación formativa, de todos los días, que no es para la acreditación, que no tiene que ser con nota, ni estableciendo jerarquías, ni méritos, ni ordenando, sino para darle a cada uno una devolución.

Yo apostaría todo a la formación inicial. Replicar el modelo finlandés, donde no hay disciplinas. Ellos estudian temas, por ejemplo, familia y escuela, y ven los aportes de la antropología, la psicología, la sociología…

—Recién señalabas cuales son las condiciones objetivas, vinculadas a brindar cuestiones materiales, pedagógicas, institucionales…, ¿qué pasa con las condiciones subjetivas?

—En los institutos de formación docente (ISFD) hay que volver a estudiar y discutir toda la tradición de estudios que hay sobre Pigmalión en la escuela y la profecía autocumplida. Cada uno tiende a ser como es visto. Si vos le decís a tu nena que es inteligente, va a tener autoestima; en cambio, si le decís: “Sos una burra”, no. No hay que enjuiciar a los chicos por sus cualidades (“Este para la matemática no sirve”); en todo caso se puede decir que no hizo bien la tarea o el ejercicio. En este caso un aplazo no sirve para nada. Lo que hay que hacer es hacerlo reflexionar para que él mismo perciba lo que hizo mal y logre hacer las correcciones correspondientes… Hicimos una encuesta en los ISFD de la provincia de Buenos Aires, el 30 o 40% de los profesores creía que muchos de sus alumnos no iban a terminar la secundaria. Si vos creés que no van terminar, entonces vas a contribuir para que no la terminen, con lo cual vas a reproducir tus prejuicios.

—¿Cómo hace el Estado, para modificar estas cuestiones que hacen a las políticas subjetivas, para convencer al docente de que el chico puede aprender?

—Hace falta formación. Yo apostaría todo a la formación inicial. Replicar el modelo finlandés, donde no hay disciplinas. Ellos estudian temas, por ejemplo, familia y escuela, y ven los aportes de la antropología, la psicología, la sociología… Hay que formar una nueva generación de docentes para el siglo XXI, mejorar las condiciones de trabajo (si no quién va a querer ser docente después). Cambiar las leyes es fácil. El tema es cómo hacemos para cambiar la subjetividad. Eso requiere tiempo, generar un escalafón aparte, como en Colombia, que tienen dos estatutos, uno en el que avanzás por la antigüedad y otro por mérito académico. Acá lo primero que habría que hacer es que los profesores de los ISFD tengan una maestría. Argentina debe ser el único país en Latinoamérica donde los docentes no tienen un título de licenciatura, después 4 años de estudio. Es simbólico, pero no es una pavada.

La entrevista está finalizando, pero antes de que eso ocurra Tenti Fanfani, quizás para zanjar posibles cuestionamientos, señala: “La separación entre la teoría y la práctica es otro verso que hay que erradicar completamente de la educación”. Esta diferenciación —afirma— “solo ocurre en este campo; no se da en un congreso de física, ni de economía, ni de medicina” y replica el argumento que utiliza cuando se enfrenta a un auditorio de docentes: “No es que ustedes no tienen teoría y yo no tengo práctica. Tenemos ambas, pero con diferentes puntos de vista. Mi interés es cognoscitivo, para lo cual necesito un distanciamiento; el tipo que está en la escuela necesita un conocimiento práctico para actuar; en vez de estar discutiendo, mejor les cuento qué se ve de lejos y ustedes me cuentan cómo ven y sienten la escuela de cerca, así ambos salimos enriquecidos”.

 

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Whatsapp, tele y radio: los más usados para educar durante la pandemia

Reseñas/25 Junio 2020/Autora: Belén Hernández/elpais.com

Un recorrido gráfico sobre el modo en que se las han arreglado los escolares de todo el mundo para no perderse enseñanzas. Cerca de 1.200 millones de ellos siguen afectados por el cierre de escuelas. La desigualdad de acceso a la tecnología y al wifi amenazan su derecho a la educación en muchos lugares, especialmente de África, Asia y América Latina

 

  • La madre de Ange, de ocho años, ayuda a sintonizar su televisión para acceder a las clases desde casa, en Man, al oeste de Costa de Marfil. "Me gusta estudiar en casa. Mi madre es maestra y me ayuda mucho. Por supuesto que extraño a mis amigos, pero puedo dormir un poco más por la mañana. Cuando sea mayor quiero ser abogada o jueza", dice la niña. En este país africano, desde que comenzó la pandemia, Unicef ha estado trabajando con el Ministerio de Educación en una iniciativa llamada 'Escuela en casa' que incluye la grabación de lecciones que se transmiten en la televisión y radio nacionales.
    1 Ange, ocho años. Costa de Marfil La madre de Ange, de ocho años, ayuda a sintonizar su televisión para acceder a las clases desde casa, en Man, al oeste de Costa de Marfil. «Me gusta estudiar en casa. Mi madre es maestra y me ayuda mucho. Por supuesto que extraño a mis amigos, pero puedo dormir un poco más por la mañana. Cuando sea mayor quiero ser abogada o jueza», dice la niña. En este país africano, desde que comenzó la pandemia, Unicef ha estado trabajando con el Ministerio de Educación en una iniciativa llamada ‘Escuela en casa’ que incluye la grabación de lecciones que se transmiten en la televisión y radio nacionales. FRANK DEJONGH UNICEF
  • En Timor Oriental, el programa de educación a distancia 'Eskola ba Uma' (La escuela va a casa) permite a los niños seguir estudiando a través de plataformas de internet, la televisión o la radio. Para quienes no tienen acceso a ninguna de estas opciones, Unicef trabaja con la compañía telefónica Telenor con el fin de proporcionar acceso gratuito a materiales a 600.000 usuarios de teléfonos móviles en las zonas rurales.
    2 Clases en remoto en Timor Oriental En Timor Oriental, el programa de educación a distancia ‘Eskola ba Uma’ (La escuela va a casa) permite a los niños seguir estudiando a través de plataformas de internet, la televisión o la radio. Para quienes no tienen acceso a ninguna de estas opciones, Unicef trabaja con la compañía telefónica Telenor con el fin de proporcionar acceso gratuito a materiales a 600.000 usuarios de teléfonos móviles en las zonas rurales. SOARES UNICEF
  • En Siria, millones de niños en edad escolar han visto interrumpida su educación debido a la suspensión de actividades como medida de precaución contra la propagación de la covid-19. Sin embargo, los maestros y los niños han encontrado formas de mitigar el impacto de esta suspensión y continuar su educación. "Los profesores aquí crearon grupos de WhatsApp para conectarnos con nuestros estudiantes. Con la ayuda de sus padres, pueden seguir las lecciones e incluso enviarnos preguntas". Una de las personas que se benefician de estas clases remotas es María, de nueve años, que nació en un pueblo cerca de Maarat Al-Numan, y ella y su familia buscaron seguridad más al norte en el campamento de Kili, donde también se unió a la escuela del campamento. "Estas lecciones pregrabadas no son un sustituto del aula", dice Walid, maestro en las carpas educativas apoyadas por Unicef en el campamento de desplazados internos en Kili, a 20 kilómetros al norte de Idlib, "pero hasta que podamos dar la bienvenida a nuestros estudiantes nuevamente en sus aulas, esta es la mejor alternativa que tenemos por ahora".
    3 María, 9 años. Siria En Siria, millones de niños en edad escolar han visto interrumpida su educación debido a la suspensión de actividades como medida de precaución contra la propagación de la covid-19. Sin embargo, los maestros y los niños han encontrado formas de mitigar el impacto de esta suspensión y continuar su educación. «Los profesores aquí crearon grupos de WhatsApp para conectarnos con nuestros estudiantes. Con la ayuda de sus padres, pueden seguir las lecciones e incluso enviarnos preguntas». Una de las personas que se benefician de estas clases remotas es María, de nueve años, que nació en un pueblo cerca de Maarat Al-Numan, y ella y su familia buscaron seguridad más al norte en el campamento de Kili, donde también se unió a la escuela del campamento. «Estas lecciones pregrabadas no son un sustituto del aula», dice Walid, maestro en las carpas educativas apoyadas por Unicef en el campamento de desplazados internos en Kili, a 20 kilómetros al norte de Idlib, «pero hasta que podamos dar la bienvenida a nuestros estudiantes nuevamente en sus aulas, esta es la mejor alternativa que tenemos por ahora». SULEIMAN UNICEF

    Azah y Zaara tienen a su padre como principal apoyo educativo desde que se encerraron bajo confinamiento en su casa en Delhi, la capital de la India. Las dos adolescentes hacen diariamente los deberes que su escuela les manda por correo electrónico.
    4 Azah y Zaara, India. Azah y Zaara tienen a su padre como principal apoyo educativo desde que se encerraron bajo confinamiento en su casa en Delhi, la capital de la India. Las dos adolescentes hacen diariamente los deberes que su escuela les manda por correo electrónico. KHEMKA UNICEF
    A Sheila Achieng, una joven estudiante del asentamiento informal de Kibera, su maestra le envía preguntas de revisión una vez por semana a través del teléfono de sus padres. Ella las imprime, completa las preguntas y regresa a la escuela para que el maestro las marque. Sheila está en su último año de primaria, pero le preocupa que debido a la pandemia que ha cerrado todas las escuelas en Kenia, pueda suspender sus exámenes o verse obligada a repetir la misma clase.
    5 Sheila Achieng. Kenia A Sheila Achieng, una joven estudiante del asentamiento informal de Kibera, su maestra le envía preguntas de revisión una vez por semana a través del teléfono de sus padres. Ella las imprime, completa las preguntas y regresa a la escuela para que el maestro las marque. Sheila está en su último año de primaria, pero le preocupa que debido a la pandemia que ha cerrado todas las escuelas en Kenia, pueda suspender sus exámenes o verse obligada a repetir la misma clase. OTIENO UNICEF
    Cristian, Sherlyn y Sharon, siguen sus clases a través de la televisión. En Guatemala, el ministerio de Educación y Unicef han producido y distribuido distintos materiales didácticos por diversos medios, uno de ellos, programas educativos que se transmiten en la televisión nacional. Además, se han grabado y transmitido 570 horas a través de radios y ha habido más de 27 publicaciones impresas en los principales medios escritos del país.
    6 Cristian, Sherlyn and Sharon. Guatemala Cristian, Sherlyn y Sharon, siguen sus clases a través de la televisión. En Guatemala, el ministerio de Educación y Unicef han producido y distribuido distintos materiales didácticos por diversos medios, uno de ellos, programas educativos que se transmiten en la televisión nacional. Además, se han grabado y transmitido 570 horas a través de radios y ha habido más de 27 publicaciones impresas en los principales medios escritos del país. VOLPE UNICEF
    George Latjor, de 17 años, escucha una lección grabada para la radio en la sala de estar de la familia. "No tenemos radio, así que estoy usando mi teléfono. A veces no tiene batería o está cargando y no puedo escucharlo", explica este joven. “No siempre es fácil entender lo que dicen los maestros en la radio y es posible que necesites múltiples explicaciones. Me preocupan los alumnos lentos y los que viven en zonas rurales donde las ondas no llegan". George está en su último año, quiere ser médico cirujano y tendrá que hacer sus exámenes finales para pasar al nivel superior. Sin embargo, nadie puede decir cuándo, ya que la pandemia se sigue extendiendo por el país. George está preocupado por lo que esto significará para él.
    7 George Latjor, 17 años. Sudán del Sur George Latjor, de 17 años, escucha una lección grabada para la radio en la sala de estar de la familia. «No tenemos radio, así que estoy usando mi teléfono. A veces no tiene batería o está cargando y no puedo escucharlo», explica este joven. “No siempre es fácil entender lo que dicen los maestros en la radio y es posible que necesites múltiples explicaciones. Me preocupan los alumnos lentos y los que viven en zonas rurales donde las ondas no llegan». George está en su último año, quiere ser médico cirujano y tendrá que hacer sus exámenes finales para pasar al nivel superior. Sin embargo, nadie puede decir cuándo, ya que la pandemia se sigue extendiendo por el país. George está preocupado por lo que esto significará para él. RYENG UNICEF
    La radio es la tercera plataforma más utilizada por los gobiernos para ofrecer educación mientras las escuelas permanecen cerradas: un 60% de los 127 países, según recoge un estudio de Unicef. Irasubiza Uwayo Merveille, de 10 años, hace sus deberes junto a su madre, Nyiraneza Jeannette, después de escuchar juntas la lección de radio de Merveille Primary 3. La escuela de Merveille está actualmente cerrada para ayudar a prevenir la propagación de la covid-19.
    8 Irasubiza Uwayo Merveille, 10 años. Ruanda La radio es la tercera plataforma más utilizada por los gobiernos para ofrecer educación mientras las escuelas permanecen cerradas: un 60% de los 127 países, según recoge un estudio de Unicef. Irasubiza Uwayo Merveille, de 10 años, hace sus deberes junto a su madre, Nyiraneza Jeannette, después de escuchar juntas la lección de radio de Merveille Primary 3. La escuela de Merveille está actualmente cerrada para ayudar a prevenir la propagación de la covid-19. KANOBANA UNICEF
    Igihozo Kevin, de 11 años, estudia en casa escuchando sus lecciones en una radio. “Es el medio más popular y accesible en Ruanda. Como emisora ​​pública nacional, las estaciones de Rwanda Broadcasting Agency llegan a casi el 99% de la población, incluidas Radio Rwanda y cinco emisoras regionales", explica Aldo Havugimana, director de Radio de Rwanda Broadcasting Agency. "Dado este alcance expansivo, las lecciones por este medio se identificaron como la solución inmediata más adecuada".
    9 Igihozo Kevin, 11 años. Ruanda Igihozo Kevin, de 11 años, estudia en casa escuchando sus lecciones en una radio. “Es el medio más popular y accesible en Ruanda. Como emisora ​​pública nacional, las estaciones de Rwanda Broadcasting Agency llegan a casi el 99% de la población, incluidas Radio Rwanda y cinco emisoras regionales», explica Aldo Havugimana, director de Radio de Rwanda Broadcasting Agency. «Dado este alcance expansivo, las lecciones por este medio se identificaron como la solución inmediata más adecuada». KANOBANA UNICEF
    Mounee Mahdeya, de 10 años, usa su tablet para completar sus deberes en su casa en Dacca, la capital de Bangladés. Su escuela ha introducido el aprendizaje a distancia a través de plataformas digitales para continuar la educación de los niños durante el bloqueo indefinido impuesto en todo el país por la pandemia.
    10 Mounee Mahdeya, 10 años. Bangladés Mounee Mahdeya, de 10 años, usa su tablet para completar sus deberes en su casa en Dacca, la capital de Bangladés. Su escuela ha introducido el aprendizaje a distancia a través de plataformas digitales para continuar la educación de los niños durante el bloqueo indefinido impuesto en todo el país por la pandemia. KHALIDUZZAMAN UNICEF
    Kimy, de seis años, estudia en casa con la ayuda de su padre en Yakarta, la capital de Indonesia. Ella y su hermana Feli, de cinco años, han estado aprendiendo a distancia desde la segunda semana de marzo, cuando el Gobierno cerró todas las aulas. Kimy y Feli están en el jardín de infancia y su maestra les envía una tarea todos los días que su padre les ayuda a completar. "Me gusta estudiar en casa, pero extraño a mis amigos en la escuela", dice Kimy. Unicef está apoyando al Ministerio de Educación y Cultura para que transmita un programa educativo de televisión para ayudar a los escolares con acceso limitado a internet a aprender desde casa.
    11 Kimy, 6 años. Indonesia Kimy, de seis años, estudia en casa con la ayuda de su padre en Yakarta, la capital de Indonesia. Ella y su hermana Feli, de cinco años, han estado aprendiendo a distancia desde la segunda semana de marzo, cuando el Gobierno cerró todas las aulas. Kimy y Feli están en el jardín de infancia y su maestra les envía una tarea todos los días que su padre les ayuda a completar. «Me gusta estudiar en casa, pero extraño a mis amigos en la escuela», dice Kimy. Unicef está apoyando al Ministerio de Educación y Cultura para que transmita un programa educativo de televisión para ayudar a los escolares con acceso limitado a internet a aprender desde casa. VESKA UNICEFFatimata Bagayogo, de 11 años, estudia en su casa durante la crisis de la pandemia, en Odienné, al norte de Costa de Marfil. Como las escuelas están cerradas, ella asiste a clases por televisión y practica matemáticas en una pizarra que le ha comprado su padre. Sidiki Bagayogo, de 47 años, es profesor y conoce la importancia de la educación. "Me gusta que mi padre me ayude. No me obliga. Me gusta estudiar y extraño la escuela. Echo de menos a mis amigos, pero ahora ayudo a mi madre a cocinar cuando estoy aburrida. Quiero ser médica", dice la pequeña.
    12 Fatimata Bagayogo, 11 años. Costa de Marfil Fatimata Bagayogo, de 11 años, estudia en su casa durante la crisis de la pandemia, en Odienné, al norte de Costa de Marfil. Como las escuelas están cerradas, ella asiste a clases por televisión y practica matemáticas en una pizarra que le ha comprado su padre. Sidiki Bagayogo, de 47 años, es profesor y conoce la importancia de la educación. «Me gusta que mi padre me ayude. No me obliga. Me gusta estudiar y extraño la escuela. Echo de menos a mis amigos, pero ahora ayudo a mi madre a cocinar cuando estoy aburrida. Quiero ser médica», dice la pequeña. FRANK DEJONGH UNICEF

    Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/06/05/album/1591356238_273904.html#foto_gal_12

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México: En crisis la educación superior

En crisis la educación superior

Por Fernándo Fuentes

Cuatro millones 900 mil estudiantes (aproximadamente) de educación nivel superior, incluyendo posgrado en México, han dejado de asistir a clases presenciales desde el pasado 23 de marzo hasta la fecha (aunque algunas universidades lo hicieron desde antes), en 3 mil 500 instituciones tanto de particulares como públicas, por la crisis mundial de la pandemia covid-19, de los cuales tan solo 632 mil de ellos estaban estudiando en educación a distancia alrededor del 15, así lo dio a conocer en exclusiva el ingeniero Manuel Quintero Quintero, fundador del Tecnológico Nacional de México.

“La educación superior se encuentra en una situación muy grave, no tan sólo la del país sino la de todo el planeta. Tan solo en este periodo que va de la pandemia han dejado de asistir más 200 millones de estudiantes a sus universidades, muchas de ellas trataron de atender el problema de forma inmediata, pero aun así no están preparadas, pues el problema se les vino de la noche a la mañana, a pesar de que varias ya lo estaban ejerciendo”. “La educación en línea implica hacer docencia no presencial, la cual aún no está preparada y que se tiene que capacitar. No todos los profesores saben usar herramientas como de videoconferencias, que tuvieron que aprender sobre la marcha. Los estudiantes muchos de ellos no tienen computadoras ni espacios en sus casas, sobre todo los de las públicas, y si sumamos el problema que en gran cantidad en sus hogares comparten con sus hermanos que estudian a nivel básico y tienen la misma necesidad de usar un ordenador igual que sus padres, es todo un gran problema para las familias y universidades», expresó Manuel Quintero, rector fundador de la Universidad Abierta y a Distancia de México (SEP).

“Es decir, se tienen que atender a estudiantes de educación básica, media, superior y posgrado, cada uno con su computadora, y con una conexión de internet con una cierta capacidad de vinculo. El transferir los cursos en línea de manera rápida no es cosa sencilla, hay que hacer una planeación didáctica, pedagógica, adecuar los contenidos y los materiales de estudio, los modelos y sistemas de evaluación. Y las universidades tampoco tienen recursos para dotar a los estudiantes y darles una computadora con capacidad para decirles vete a tu casa y desde allá te vamos impartir tus clases», lo afirmó el catedrático e ingeniero en Aeronáutica de ESIME del IPN.

Fuente de la Información: https://www.milenio.com/opinion/fernando-fuentes/fronteras-de-la-ciencia/en-crisis-la-educacion-superior

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El racismo, en aumento

Por: Rosa Cañadell

Desgraciadamente, hemos consolidado una sociedad cada vez más desigual y hemos aceptado situaciones de menosprecio, de explotación y de marginación de algunos colectivos. Con la crisis sanitaria a raíz de la Covid-19 y la crisis económica que ya tenemos encima, está rebrotando uno de los males que más barbaridades ha infligido a nuestra humanidad: el racismo.

Vemos como los EE.UU. están en llamas por las protestas antirracistas a partir del asesinato de un hombre negro a manos de la policía, pero este hecho no es más que la punta del iceberg de la marginación constante de los afroamericanos en ese país. Pero también en nuestra Europa estamos viendo como aumenta la xenofobia y como nadie se inmuta ante los miles de muertos en el Mediterráneo de personas que huyen de la guerra y el hambre. Y también aquí: en Lleida, los hoteleros se han negado a aceptar a 200 trabajadores que recolectan la fruta y que están viviendo en la calle, a pesar de que un futbolista de origen senegalés ha querido pagarles la estancia. Racismo y clasismo en estado puro.

El racismo no se basa en las preferencias individuals o en el grado de simpatía o antipatía hacia las personas que son diferentes. La diferencia existe siempre dentro de cualquier sociedad. La principal característica del racismo es la defensa de un sistema social que
niega una serie de derechos a un colectivo, en función de alguna de sus características. La negación puede ser al trabajo, a la vivienda, a la sanidad, a la educación, a circular libremente y, en circunstancias extremas, a la vida. Y el colectivo varía también en función de las necesidades del momento: los indios en la América colonial, los negros en las plantaciones americanas, los judíos en la Alemana nazi y, en la actualidad, los inmigrantes no comunitarios en la Unión Europea.

El racismo no es innato ni natural, sino que es una construcción social que tiene como objetivo justificar algún tipo de explotación. Es también una manera de dar salida al malestar social, de buscar una «cabeza de turco» a quién traspasar la responsabilidad de los males que sufre una sociedad en un momento dado. Por eso el racismo crece en momentos de crisis, y algunos líderes políticos lo utilizan en beneficio propio, estimulando el odio a partir de falsas informaciones y estereotipos que ayudan a fabricar enemigos y a desviar el malestar hacia los más débiles.

En los momentos actuales, es más fácil culpar los inmigrantes o los negros del paro y la carencia de servicios sociales que no a los banqueros y especuladores. El racismo, además, cumple otra función perversa, que es la de dividir a las clases menos favorecidas, para que no sumen sus fuerzas. Otro factor que estimula el racismo es la desaparición de los modelos tradicionales de confrontación social: la lucha de clases y las organizaciones sindicales y vecinales que habían articulado propuestas de lucha y de cambio, canalizando así el malestar social. Los proyectos de cambio, como el que proponía el movimiento obrero, ofrecían un eje para organizar las demandas de los sectores menos favorecidos. Cómo afirmaba M. Wieviorka, «cuanto más se organiza una sociedad a partir de un conflicto propiamente social, más restringido es el espacio para el racismo». Se trata, pues, de resituar los conflictos dentro del eje social y no de la pertenencia a una etnia, raza o nacionalidad.

Nos esperan tiempos de nuevas crisis. Una vez controlada la sanitaria en que la Covid-19 nos ha sumergido durante casi tres meses, nos esperan tiempos difíciles económicamente hablando, en los que azuzar la xenofobia en lugar de enfrentarse a los poderosos es una salida fácil y vergonzosa que la derecha no duda en utilizar. Hay que construir un nuevo discurso basado en la ciudadanía y la igualdad de derechos, un discurso en qué a los inmigrantes no se les tiene que tolerar porque hacen el trabajo que nosotros no queremos hacer, o porque les necesitamos para pagar nuestras pensiones, sino un discurso que valore a las personas que emigran, que se les reconozcan todos los derechos sociales y laborales y que se resalten los valores positivos de la diversidad cultural, ententdida como riqueza. Y en esto tienen que colaborar la escuela, los medios y los discursos oficiales.

Es imprescindible una alianza de todas las instancias sociales y políticas de izquierdas para exigir una salida de la crisis que no pase por el aumento de las desigualdades, el desmantelamiento de los servicios sociales, la violencia o la exclusión. No olvidemos que la desigualdad alimenta el racismo y este puede acabar convirtiéndose en fascismo. Y esto no nos lo podemos permitir.

Fuente: https://www.eltriangle.eu/es/opinion/el-racismo-en-aumento_106408_102.html

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