Colección Clásicos Recuperados.
ISBN 978-987-722-265-4
CLACSO.
Buenos Aires.
Octubre de 2017
Dialéctica
Libro: Las nuevas ciencias y las humanidades
Las nuevas ciencias y las humanidades
De la académia a la política
Pablo González Casanova. [Autor]
ISBN 978-987-722-265-4
CLACSO.
Buenos Aires.
Octubre de 2017
El trabajo científico-filosófico de José Sarrión y la noción de ciencia de Manuel Sacristán
Salvador López Arnal
Rebelión
Para Eli, que está siempre ahí, donde hay que estar
Presentación del libro de José Sarrión Andaluz, La noción de ciencia en Manuel Sacristán, Madrid, Dykinson, 2017.
***
Al lector/a, a modo de advertencia:
El recuerdo de Matilde Landa, señalaba Jesús Puente González [1], miembro del colectivo Juan de Mairena y atento lector de la obra de Francisco Fernández Buey, “me trae a la memoria el de Matilde Zapata, directora del diario la Región de Santander, pareja de su anterior director, Luciano Malumbres, asesinado por un pistolero mandado por Hedilla poco antes del golpe”, en junio de 1936. Matilde Zapata, un referente del periodismo comprometido, y del feminismo, la militancia y la coherencia poliética, huyó de Gijón -se había refugiado allí, tras la entrada de las tropas franquistas en Santander- en un barco que fue capturado por la marina de los sublevados fascistas. Fue fusilada en mayo de 1938, a los 32 años edad -los mismos que vivió un camarada suyo, el poeta Miguel Hernández-, tras una pantomima de juicio en el que puso de manifiesto su dignidad y coraje moral. El fiscal pidió para ella dos penas de muerte. Matilde Zapata, con excelente lógica civil[2] (la misma que gustaba, practicaba y cuidaba nuestro germanista, la misma que cuida y practica el estudioso de su obra), supo orteguianamente a qué atenerse y le dijo al fiscal que con una le bastaba, que la otra se la podía guardar para él. A lo mejor la necesitaba en el futuro. Desgraciadamente no la llegó a necesitar; moriría feliz en la cama ya mayor probablemente.
Conviene saber, en todo caso, que el autor de estas páginas y el filósofo a cuya obra están dedicadas están hechos de la otra pasta, del espíritu solidario, la rebeldía y la dignidad de Matilde Zapata (y Matilde Landa). Ambos son, entre muchas otras cosas y pensando siempre -y heterodoxamente cuando es necesario- con su propia cabeza, “zapatistas y landistas”. En la estela de dos mujeres republicanas inolvidables.
Hablando de lógica civil, es necesario recordar también una toma de posición gnoseológica y política de Sacristán, a los 53 años de edad. En 1979, en una conversación con Antoni Munné y Jordi Guiu pensada inicialmente para ser publicada en la revista El Viejo Topo [3] pero que permaneció inédita durante unos 16 años[4], el autor de El orden y el tiempo señalaba:
A mí me gusta intentar saber cómo son las cosas. A mí, el criterio de verdad de la tradición del sentido común y de la filosofía me importa y no estoy dispuesto a sustituir las palabras “verdadero” o “falso”, por las palabras “válido”, “no válido”, “coherente”, “incoherente”, “consistente”, “inconsistente”. No, para mí, las palabras buenas son “verdadero” y “falso”, como lo son en la lengua popular, como lo es en la tradición de la ciencia. Igual en Pero Grullo y en la boca del pueblo que en Aristóteles. Los del “válido”, “no válido”, son los intelectuales que en este sentido son “tíos” que no van en serio.
José Sarrión Andaluz no es en absoluto un intelectual en ese sentido. Al igual que Sacristán, va en serio. Las palabras buenas son también para él verdadero o falso; decencia o indecencia; justicia o injusticia; igualdad o desigualdades crecientes; compromiso con los de abajo o aspiración a ser un acomodado intelectual orgánico del poder y sus representantes. Cuando intentan saber cómo son las cosas, cuando hablan de conocimiento positivo, de ciencia, la piensan ambos en los términos siguientes (y en los alrededores político-culturales de esta aproximación):
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Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=233151
Entrevista a Salvador López Arnal sobre Manuel Sacristán (1925-1985) (I) “Sacristán pensó y habló para la Academia (poco) y para la ciudadanía (más)”
Salvador López Arnal es profesor-tutor de Matemáticas en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y profesor de Economía e Informática de Ciclos Formativos en el Instituto de enseñanza media Puig Castellar de Santa Coloma de Gramenet. Colabora en las revistas El Viejo Topo y Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, en el diario electrónico Rebelión y es autor de diversos ensayos sobre la obra de Manuel Sacristán, del que también ha sido editor: La destrucción de una esperanza (Akal, 2010); Entre clásicos (La Oveja Roja, 2012), La observación de Goethe (La Linterna Sorda, 2015) y Siete historias lógicas y un cuento breve (Ediciones Bellaterra, 2017).
AP: Pese a haber sido considerado (junto a Ortega) uno de los dos más grandes filósofos españoles del siglo XX, y a pesar de ser con toda probabilidad, el más eminente filósofo marxista que haya escrito en castellano, Manuel Sacristán es un autor muy poco conocido en Argentina y en América Latina, ¿qué nos podría decir sobre la naturaleza de su obra?
SLA. Poco conocido, ciertamente, pero en su momento, en los años setenta y ochenta del siglo pasado, la Antología de Antonio Gramsci que presentó, tradujo y anotó para Siglo XXI tuvo su influencia en círculos académicos y militantes si no estoy equivocado. No debe olvidarse tampoco su estancia en la UNAM, durante el curso 1982-1983. Allí impartió dos cursos de doctorado -”Karl Marx como sociólogo de la ciencia” e “Inducción y dialéctica”-, además de algunas conferencias, y concedió entrevistas que aún se recuerdan: la que se publicó en la revista Dialéctica, una de las más importantes. También dejó huella entre algunos intelectuales mexicanos. Pienso, por ejemplo, en Ignacio Perrotini, alumno suyo en aquellos cursos, o en la que sería su segunda esposa, la profesora María Ángeles Lizón.
Perdone por la digresión. Contesto ahora a su pregunta, aunque me temo que no voy a ser muy breve. Intento resumir. La naturaleza de la obra de Sacristán es, por un lado, muy poliédrica, por decirlo de algún modo, y por otro, está marcada por las difíciles circunstancias políticas en las que vivió y combatió. Sacristán no sólo fue un compañero de viaje. Fue un activo militante y durante cinco años miembro del comité ejecutivo de un partido clandestino duramente perseguido por el fascismo, el PSUC, el partido de los comunistas catalanes. Su noción de la filosofía y del filosofar es consistente con lo que acabo de señalar.
Licenciado en Derecho y Filosofía, doctor en esta última disciplina con una tesis sobre Las ideas gnoseológicas de Heidegger, el traductor de El Capital fue de joven un crítico literario, musical, teatral (autor también de una obra de teatro de un solo acto, publicada pero no representada: “El pasillo”), un comentarista político también, que publicó sus primeros trabajos filosóficos en una revista disidente barcelonesa llamada Laye. De estos últimos destaco dos: “Verdad: desvelación y ley”, sobre la noción de verdad en Ortega y Heidegger, y “Nota acerca de la constitución de una nueva filosofía”. Escribió muchos más y también reseñas (cinco sobre obras de Simone Weil, entonces una perfecta desconocida entre nosotros). Algunos de estos textos, no todos, están recogidos en los cuatro volúmenes que componen sus “Panfletos y Materiales”, editados a partir de 1983: Sobre Marx y marxismo, Papeles de filosofía, Intervenciones políticas y Lecturas, los dos últimos son póstumos.
En 1954, tenía entonces 29 años, consiguió una beca y fue a estudiar a Alemania, a la Universidad de Münster en Westfalia. Estudió en el Instituto de Lógica y Fundamentos de la Ciencia que entonces dirigía (aunque ya muy enfermo) el gran lógico-filósofo-teólogo Heinrich Scholz, uno de sus pocos maestros como él apuntó en una ocasión. Sus estudios de posgrado y las personas que conoció en el Instituto alemán fueron decisivos en su evolución filosófica y en su compromiso político. Destaco en este punto la influencia que tuvo sobre él Ettore Casari, un lógico y epistemólogo pisano entonces militante del Partido Comunista Italiano.
Tras su estancia en Alemania, donde renunció a una plaza de profesor en el Instituto para incorporarse a la lucha antifranquista, Sacristán pasó a militar, clandestinamente, antes he hablado de ello, en el Partit Socialista Unificat de Catalunya, el partido de los comunistas catalanes, estrechamente vinculado al PCE, al Partido Comunista de España, del que fue miembro del Comité Central.
Se convirtió entonces en una especialista en lógica formal -y en su filosofía- a la que no se pudo dedicar con toda la intensidad, tiempo y tranquilidad que él hubiera deseado en circunstancias más apacibles. Su fuerte compromiso político y, además, tenerse que ganar la vida son causa de ello. Su sueldo de profesor universitario, cuando pudo serlo que no fue siempre (fue trasladado de la Facultad de Filosofía a la de Económicas a finales de los cincuenta por presiones del nacional-católico arzobispado barcelonés, expulsado por el rector fascista y gran farmacólogo Francisco García-Valdecasas en 1965 hasta después de la muerte del dictador golpista Francisco Franco y antes, en 1962, no consiguió la cátedra de lógica de la Universidad de Valencia por razones políticas), su retribución, decía, siempre fue muy mermada. Por ello tuvo que convertirse en un traductor y colaborador de editoriales como Ariel, Grijalbo, Alianza, Revista de Occidente, Labor, etc. Aparte de informes, cartas e iniciativas editoriales en torno a la edición de la obra de Lukács, por ejemplo, o a las obras completas de Marx y Engels, las MEW, llegó a traducir más de 30.000 páginas del alemán, francés, italiano, inglés, griego clásico, latín y catalán, especialmente desde 1956 hasta 1977.
Como sé que me estoy alargando en demasía, resumo y finalizo. A partir de 1956, Sacristán publicó dos ensayos: su tesis doctoral, la he citado anteriormente, y, a medidos de los sesenta, una obra de lógica y epistemología que fue esencial en la consolidación de estos estudios en España: Introducción a la lógica y al análisis formal. Dejó también un libro inédito de lógica que su hija, Vera Sacristán, publicó años después de su fallecimiento, en 1996. Lógica elemental es su título; fue presentado por Jesús Mosterín. Cabe recordar igualmente un breve ensayo que recoge dos de sus incursiones en el ámbito de la crítica literaria, Lecturas, y un opúsculo Sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores, muy polémico en su momento -abrió una discusión sobre la filosofía y el filosofar con un filósofo español recientemente fallecido, Gustavo Bueno- y también en años posteriores. Un joven filósofo español, José Luis Moreno Pestaña, ha escrito páginas de enorme interés sobre este trabajo.
Hay que sumar a lo anterior, su papel, esencial en mi opinión, de introductor de grandes autores de la tradición marxista. Empezando por Marx y Engels, siguiendo por Labriola, Gramsci, Korsch, Marcuse y Lukács, y finalizando en Zeleny y Harich por ejemplo. Quedan muchos más en el tintero.
Una gran parte de los trabajos que he ido citando se han recogido en los cuatro volúmenes de “Panfletos y materiales”, he hablado antes de ellos, y en Pacifismo, ecologismo y política alternativa, una obra editada por Juan-Ramón Capella, uno de sus discípulos y autor de una biografía política sobre él publicada por Trotta en 2005, que recoge sus últimos textos. Entre ellos, una sentida presentación al undécimo cuaderno de Gramsci, en traducción de Miguel Candel, otro de sus discípulos, y la entrevista, magnífica en mi opinión, con Dialéctica a la que he hecho antes referencia.
Hay también un nudo central que no debe olvidarse: la irrupción en su obra, a partir de principios de los setenta, del ecologismo, cuando nadie o casi nadie en España, y en muchos otros países, hablaba de estas temáticas y de los movimientos sociales anexos. Este giro político-filosófico es esencial para comprender sus últimas aportaciones y sus nuevos intereses y enfoques, siempre renovadores (recuerdo, cito de memoria, uno de sus aforismos preferidos: “Todo pensamiento decente debe estar en crisis permanente”). Entre estas novedades es necesario citar la revisión del ideario comunista (que no implicó nunca una renuncia a él ni su desnaturalización) y su interés creciente por temáticas de sociología y política de la ciencia, asunto no muy estudiado de su obra hasta fechas recientes (el profesor José Sarrión presentó en 2014 una tesis doctoral sobre estos asuntos).
Por mi parte, yo mismo estoy preparando actualmente un ensayo sobre la tecnociencia contemporánea y la reflexión poliética en su obra. Recuerdo otro de sus aforismos centrales: “lo malo de la ciencia actual (hablando poliéticamente) es que demasiado buena (desde un punto de vista epistemológico)”.
Pido disculpas por la extensión. No he cumplido uno de los lemas clásicos, muy del gusto de Sacristán: de nada en demasía.
AP: El filosofar de Sacristán ha estado estrechamente vinculado a su rol político militante: ¿cómo cree que sus convicciones filosóficas influyeron en su práctica política y, recíprocamente, en qué sentido cree usted que las coyunturas políticas influyeron en el filosofar de Sacristán?
SLA. No siempre en mi opinión, como ya he comentado, el filosofar de Sacristán ha estado estrechamente vinculado a su militancia política. Aún más: después de 1956 y hasta el final (prematuro) de su tiempo, y-a pesar de sus 23 o 24 años de militancia en el PSUC-PCE y en otros colectivos como el CANC, el comité antinuclear de Cataluña, interesado y concernido siempre por los asuntos públicos, hay muchas aristas de su obra que no están relacionadas con su práctica política. Pienso, por ejemplo, en su obra lógica y epistemológica. No olvidemos que, cuando le dejaron, el traductor de Gramsci, Marcuse y Adorno fue profesor de “Fundamentos de la Filosofía” y de “Metodología de las Ciencias sociales”, no de “Marxismo y política” por ejemplo. Otra cosa es que también en estos ámbitos teóricos su mirada político-filosófica fuera siempre penetrante y singular y no olvidara nunca las dimensiones sociales de esa cosa, en el decir de Alam Chalmers, llamada ciencia o tecnociencia contemporánea. He hablado antes de ello.
Más allá de lo que acabo de apuntar, tiene usted razón cuando señala esa doble influencia, esa doble implicación filosófico-política. Las convicciones filosóficas de Sacristán, siempre revisables por cierto y siempre enriquecidas, influyeron en su práctica política, en los fundamentos que, en general, intentó apuntar y mostrar en su práctica política y en la de su organización (cambiar el mundo, exige pensarlo y conocerlo y, por supuesto, tener voluntad de transformación socialista). También influyó en su búsqueda de temas y autores relevantes, evitando además errores de bulto en la tradición que en ocasiones, bastante frecuentes, se repetían (e incluso se repiten) como lemas litúrgicos indocumentados. Por ejemplo y destacadamente: considerar la dialéctica como una lógica proletaria, perfecta, alternativa y lista para un guisado y un descosido, frente a la burguesa, fijista, idiotizante y simplista lógica formal que no era capaz, ceguera burguesa se afirmaba, de captar la esencias y las contradicciones del mundo, de la historia y de la vida. Frente a la rica y contradictoria vida dialéctica, la lógica formal debía enmudecer. ¡Respetaba, absurdamente, el principio de contradicción!
El nudo didáctico, en el mejor de los sentidos del término, tuvo aquí un papel muy importante, destacado. Sacristán pensó y habló para la Academia (poco) y para la ciudadanía (más). Por ejemplo, tras su vuelta de Alemania, escribió, con la ayuda de su esposa-compañera Giulia Adinolfi, una gran hispanista italiana, y su discípula activista, Pilar Fibla, un papel netamente filosófico, un material diría él probablemente, con el título “Para leer el Manifiesto Comunista”. ¿Con qué objetivo? Con la finalidad de aproximar a los lectores a una lectura crítica, no servil ni repetitiva, con problemas y cuestiones abiertas, del clásico marx-engelsiano a los militantes y simpatizantes del PSUC-PCE. La tarea socrática de Sacristán, lo señaló hace muchos años con toda razón otro de sus grandes discípulos, Joaquim Sempere, es esencial para comprender muchas aristas de su obra y de su hacer.
Para decirlo rápido: su práctica política intentó tener siempre fundamentos filosóficos conscientes, sin olvidar lo básico: Sacristán fue un comunista democrático -que dictó una excelente y, en su momento, muy polémica conferencia sobre el estalinismo en 1978- hasta el final de sus días, y dijo, repitió y argumentó que el serlo no era asunto meramente intelectual, filosófico, teórico, sino tema de moral, de indignación, de rebeldía ante la injusticia y el dolor de este mundo grande y terrible, en el decir de Gramsci y en el de su discípulo y traductor.
La otra parte de la implicación es acaso más evidente. En dos sentidos: algunas de las temáticas filosóficas que analizó tenían motivaciones políticas en su base. Pienso, por ejemplo, en lo que se llamó eurocomunismo, una -lo digo generosamente- teoría política que entusiasmó a muchos partidos comunistas occidentales, el Partido Comunista italiano entre ellos, y a muchos de los dirigentes políticos e intelectuales marxistas aquellos años setenta. No a él, en absoluto (su texto más importante sobre el tema, “A propósito del ‘eurocomunismo” está recogido en Intervenciones políticas). Su giro ecocomunista, su interés científico-filosófico central en sus últimos años por estas temáticas, a veces en minoría de a uno (con el apoyo, entre otros, de su discípulo y amigo, Francisco Fernández Buey, probablemente una de las personas que más ha entendido su obra y su compromiso militante: recomiendo calurosamente su Sobre Manuel Sacristán, Barcelona, El Viejo Topo, 2005) y con notables silencios en su propia organización, es otro ejemplo destacado de cómo temáticas político-económicas influyeron en su reflexión filosófica, en sus “giros copernicanos”. Cuando se piensa desde abajo, cuando tu noción del filosofar y de la filosofía tiene una neta derivada político-social, en el sentido más noble del término, suelen pasar esas cosas.
En síntesis: sin olvidar desarrollos filosóficos no directamente relacionados, que abarcarían incluso temáticas estéticas (fue el traductor de la Estética lukácsiana y escribió sobre poética y estética), la doble implicación que usted ha señalado me parece más que pertinente. No hay duda, por otra parte, de que lo mismo puede decirse de otros muchos autores. Salvando todas las distancias y sin olvidar grandes diferencias entre ellos y respecto a Sacristán, bastaría pensar también en Althusser, Lukács o Harich por ejemplo. Y también en Platón o en Spinoza por citar dos grandes clásicos que también le interesaron. Tradujo, anotó y presentó de joven El Banquete, unas de sus traducciones más celebradas y reconocidas.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=225856&titular=%93sacrist%E1n-pens%F3-y-habl%F3-para-la-academia-(poco)-y-para-la-ciudadan%EDa-(m%E1s)%94-
Imagen: http://www.rebeldemule.org/foro/biblioteca/tema8223.html
Filosofía de las Ciencias Huanas y sociales
FILOSOFÍA DE LAS CIENCIA HUMANAS Y SOCIALES MATERIALES PARA UNA FUNDAMENTACIÓN CIENTÍFICA
Por: J. M. Mardones y N. Ursua
La corriente dialéctica a critico-hermenéutica se pone del lado de los críticos del reduccionismo positivista. Por esta razón, los mejores representantes actuales leen a Marx, distinguiendo lo que hizo, de lo que creía que hacia. Hay en Marx una admiración por la ciencia newtoniana que le induce a enfatizar el dominio técnico del hombre sobre la naturaleza en la línea de un subjetivismo dominador al estilo de Bacón y Descartes. Desde esta posición Marx acentúa el desarrollo y las fuerzas productivas como causa última de la vida social y humana en general. La carencia de reflexión explicita sobre su propio pensamiento le impidió poner al descubierto los aspectos irreducibles de las relaciones de producción. La tentación, por consiguiente, el caer en el mecanicismo: pretender instaurar la ciencia sobre la base de los hechos y del método. Se olvida la actividad del sujeto. Por este camino, que reduce las relaciones de producción al desarrollo de las fuerzas productivas, solo se pueden fundamentar las ciencias naturales.
No hay lugar para las ciencias humanas y sociales. Pero Marx hizo más de lo que expresamente creyó hacer. Mantuvo una tensión dialéctica entre el dominio de la naturaleza, el conocimiento técnico y el interés de dominio y control, con la interacción que se desarrolla por medio del lenguaje y cristaliza en instituciones, la reflexión critica que pone en evidencia la manera como se enmascaran las diferencias en la distribución de lo producido y la tensión hacia una sociedad emancipada y justa que implica una interpretación del hombre y la historia. Esta tensión que supone el ejercicio permanente de la critica (Adorno) es la que han querido proseguir los críticos de ha sociedad de la Escuela de Frankfurt. Prosiguen los esfuerzos de Korsch y Lukáes y desembocan en los intentos de fundamentación de las ciencias humanas y sociales efectuadas por J. Habermas y K. O. Apel. Nosotros recogemos fundamentalmente la disputa de Adorno y Habermas con el racionalismo critico de Popper y Albert. La confrontación nos da luz sobre los planteamientos dialécticos. La dialéctica no es un método, tal como entiende esta palabra la corriente positivista, sino un estilo de pensamiento. Hay pues dos racionalidades en litigio. Si la dialéctica es critica la es en sentido diverso al racionalismo critico. Quiere ser critica de los presupuestos que el científico empírico no cuestiona: el carácter contradictorio racionalirracional de la sociedad; la necesidad de situar los hechos en un todo social para que tenga sentido; la interacción entre sujeto y objeto en las ciencias humanas y sociales, a sea, la dependencia del objeto de conocimiento y de la manera de ser conocido. Se airean una serie de presupuestos sobre los que la racionalidad empírico-analítica extiende el silencio. Se advierte asimismo que el aparato científico se apoya en una inteligencia previa del objeto que afecta la comprensión del misma. Nos movemos en un circulo entre objetividad social e investigación que solicita un esclarecimiento hermenéutico.
Para comprender las diversas posturas y metodologías para la construcción de conocimientos en las llamadas Ciencias humanas y Sociales.
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“Los posmodernos escriben sobre Marx, Engels o Lenin sin conocerlos en profundidad”
27 de octubre de 2016/Fuente: la izquierda diario
Dialogamos con el autor de «Crónicas marxianas. Marx & marxismo» que se publicará el año próximo. En esta entrega, la segunda parte de la entrevista.
En tu libro señalas que el trabajo de Engels como editor póstumo de Marx es un trabajo formidable, pero revela una faceta no dialéctica de Engels ¿por qué?
La Dialéctica marxiana, podríamos decir, despareció bajo las presiones tácticas y la pedagogía científico-popular. Engels asumió la tarea “forzosa” (por circunstancias tanto personales como políticas) de divulgar, concluir y presentar como sistema concluso una (contra) teoría en realidad abierta e inconclusa. Un torso, como precisó la intuitiva Luxemburg. Muchas de estas presiones por presentar un Marx científico se debieron al propio rol de Engels en la lucha y consolidación del SPD. Engels tenía una visión hiperpráctica del mundo, era más pragmático que Marx, nunca fue (ni pretendió ser) un gran filósofo político; era consciente de la necesidad que la idea comunista tuviera una encarnación organizacional, una maquinaria política, por eso presionaba en vida a Marx, ya desde 1845 cuando esbozaban La Ideología alemana, para que terminara escritos con los que guiar al movimiento político. Bajo estas premisas “sistematizó” a marchas forzadas el Nachlass de Marx y fue una suerte de Streetfighter ideológico a la hora de demarcar la ortodoxia.
Como había afirmado Adler, líder del socialismo austríaco, Engels más que teórico era el “gran tacticista” indispensable del Socialismo de la II internacional. El “ismo” en Marx nació en la época de Engels como timonel, en las revistas de partido dirigidas por los futuros centristas, revisionistas y socialistas de derecha, Kautsky, Bernstein; nació en la correspondencia de Engels con Bebel; nació en la Vulgata de los textos y prólogos de Engels y de las polémicas del propio Engels con fracciones, escuelas, críticos, socialistas de cátedra, populistas e incluso con el renacimiento del Materialismo vulgar a fines del siglo XIX. Una rápida revisión del trabajo editorial de Engels nos revela una faceta no-dialéctica: al avisar al lector que se ha preocupado por facilitar la “comprensión del texto”, las premisas metodológicas marxianas. La fundamental división (que incluso llega a ser formal, formell) entre Modo de Investigación (Forschungswiese) y Modo de Exposición (Darstellungswiese), que Marx presentaba no solo en la Einleitung de 1857 sino en el prólogo a la segunda edición de Das Kapital como el “Método dialéctico” que evitaba toda construcción a-priorística, queda ahora desechado sin más.
Estas contradicciones internas en el legado literario de Marx (que no existen en el Nachlass) reflejan y proyectan las propias contradictorias intenciones de Engels: por un lado, deseaba mantener el espíritu original de los manuscritos de Marx, su carácter auténtico pero provisorio y abierto; por el otro, se obligaba a lograr un texto más “escolar”, legible, comprensible políticamente. La propuesta retórica fue una utopía comunicativa inconsciente: retrotraer al dialéctico Marx a una forma popular expositiva científica, a la aridez de la ortodoxia más pedagógica y al método de deslinde.
La Dialéctica entre idealidad y materialismo sería reemplazada por la comprensión escolar de leyes positivas del movimiento. El elemento precientífico en la ideología dominante en las clases obreras, en su conciencia-en-sí, sería superado no con más sino con menos dialéctica. Dada la propia historia interna del Marxismo, el rol de Engels como albacea testamentario, editor, leyenda viva y popularizador es absolutamente crucial para una satisfactoria comprensión de lo que se entendió por Marxismo durante un siglo. Es decir en este aspecto debemos cambiar la vieja óptica, inducida por la misma autointerpretación del “El General”, y analizar en cuanto al nacimiento y difusión del Marxismus a Engels en primer plano, y a Marx en un segundo. Para la Política práctica, que desea revolucionar la realidad, el Marxismus como tal depende directamente del trabajo difusor-editorial del Engels tardío e indirectamente de los textos del propio Marx. Durante un tiempo leeremos a Marx con las gafas de Engels. E invertir esta situación es nuestra tarea teórica pendiente.
Precisamente, en el libro parecería haber permanentemente un paralelismo entre dos planos: lo que Marx escribió y cómo se lo editó y difundió. En este marco contanos la valoración que hacés del trabajo de David Riazanov.
Uno de los primeros y más trágicos intentos de reconstruir el Marx mutilado-reprimido fue el del ucraniano David Zimkhe Zelman Berov Goldenbach, alias “Riazanov”, a quién definieron adecuadamente como aquella persona que “por una duda en una coma en un manuscrito de Marx era capaz de viajar toda la noche en un tren de cuarta clase sin calefacción desde Viena a Londres.” Entre los grandes méritos de Riazanov, no el menor, fue el haber sido el alma mater de la gran empresa editorial de las primeras obras completas crítico-históricas de Marx y Engels, la mítica MEGA (1), publicadas simultáneamente en la Rusia bolchevique y en Alemania entre 1921 y 1931. Riazanov, militante-teórico al mismo tiempo, adquiere la merecida reputación de ser una de las más autorizadas voces sobre Marx, Engels y la historia del Marxismo en toda Europa. En su faceta política, Riazanov fue instintivamente anti-stalinista, se conoce su temeraria afirmación de 1924: “Yo no soy un bolchevique, no soy un menchevique, no soy un leninista. Soy solamente marxista, y, como marxista, soy un comunista”.
El intuitivo Trotsky lo definía como “orgánicamente incapaz de cobardía, o de perogrullo”, añadiendo que “toda ostentación vistosa de lealtad le repugnaba”. Hay una anécdota que lo pinta de cuerpo entero: estando exiliado Trotsky en Alma-Ata Riazanov lo contacta… ¡para que trabaje en la edición crítica de la obra polémica de Marx Herr Vogt!, incluso Riazanov le encarga revisar traducciones y realizar correcciones en las pruebas de imprenta de los volúmenes de Marx y Engels. A contra-corriente, afirmaba con razón que corremos el riesgo de “conocer a Luxemburg o Lenin de la A a la Z, e ignorar los escritos del propio Marx.” Entre 1900 y 1918 Riazanov adquiere en Europa la merecida reputación de ser una de las más autorizadas voces sobre Marx, Engels y la historia del Marxismo en toda Europa. Sus principales trabajos de esta época son sobre Marx y la Rusia zarista, Marx y el trabajo periodístico, Engels y la cuestión polaca y la I Internacional.
Riazanov valoraba a Marx en su totalidad: las obras perdidas, inéditas u olvidadas de Marx de igual importancia que las ya conocidas, y lo hacía públicamente y sin miedos, ante un auditorio público en 1924 decía que las obras escritas por Engels y Marx entre 1845 y 1847 “hoy ciertamente han envejecido… pero no más que las obras de Plejanov o de aún de Lenin. Tómese un libro cualquiera de Plejanov aparecido en 1883, o de Lenin en 1903, y el lector joven no comprende casi nada sin un buen comentario.” Riazanov incluso, sabiendo desde el interior de la SPD las manipulaciones y arbitrariedades cometidas en el Nachlass marxiano, ponía en duda hasta el mismo papel de Engels como albacea literario y editor póstumo de Marx.
Además Riazanov relacionaba estrechamente Revisionismo con Marxismo vulgar, justificando políticamente la edición del Marx inédito y auténtico por las deficiencias en la formación de las nuevas generaciones comunistas. Una tarea paralela fue ser el alma mater y director del famoso IME (Instituto Marx-Engels), pretenderá estudiar a los clásicos relacionándolos con la amplia historia del anarquismo, socialismo y del movimiento obrero europeo. El IME incluirá biblioteca, archivo, y museo, dividido en cinco departamentos (Kabinetts): Marx y Engels, historia del socialismo y el anarquismo, economía política, filosofía e historia de Inglaterra, Francia y Alemania. A lo largo de los años se le sumaron otros: I y II Internacionales, historia de la ciencia, historia de la sociología, historia del derecho, la política y el estado, relaciones internacionales, historia del marxismo en el movimiento obrero, etc.
El viejo proyecto bolchevique de un “Museo del Marxismo”, el primero de su tipo en todo el Mundo, se había transformado en un verdadero laboratorio para investigadores, académicos, activistas, cuadros y militantes en general. Indudablemente la empresa editorial apuntaba políticamente a un combate ideológico contra el Revisionismo, la vulgarización y banalización de Marx. Riazanov no era un pensador original, ni un creador vanguardista: en esas obras expone a Marx en sus textos, los documentos hablan por sí solos. Su relación con los Nachlass literarios de Marx y Engels puede ser llamada de “piedad positivista”: el documento desnudo y completo (textual e intertextualmente) es el elemento esencial en la investigación histórica. Pero esto ya es revolucionario…
Otro tema importante que planteas es la idea del comunismo como «contrateoría» ¿qué relación tiene esta definición con los debates recientes en un sector de la intelectualidad sobre «la Idea del Comunismo» o «el comunismo como Idea»?
Existe un problema entre los autores diríamos “posmodernos”. Pueden escribir libros sobre Marx, Engels o Lenin sin siquiera nombrarlos o al menos conocerlos con cierta profundidad. Es un arte de prestidigitación literario más cerca del márketing que de la auténtica búsqueda de la verdad.
Creo que el Comunismo moderno tiene un origen eminentemente reactivo, de respuesta y contragolpe a los callejones sin salida de la democracia burguesa, y sus complejidades, nuevos desarrollos y crecimiento en tanto teoría política va de la mano con la magnitud del impulso democrático de masas. Pero además la idea comunista crece desde el candoroso suelo popular de la realidad de las formaciones económico-sociales. Es un producto bifronte, con doble laminación, con tensiones y asimetrías, que explican mucho de su tortuoso camino. Teóricamente el Comunismo es una reducción, crítica e inversión del máximo punto alcanzado por la Filosofía clásica burguesa (Idealismo objetivo=Hegel), y, al mismo tiempo, reflexión sobre la propia lucha de clases y popular de la época. Pasó de ser un adjetivo a conformarse como un fuerte sustantivo filosófico-político, a devenir una base lógica.
En Marx el Comunismo crítico es la negación práctica-teórico-práctica de la propiedad privada burguesa, por ello creo que puede ser explicado en términos filosóficos por Marx como “oposición reflectiva”. Comunismo es re-flexio, reflexión (por oposición) y determinación negativa desde el propio estado de la clase obrera y los presupuestos de la sociedad civil capitalista; el Comunismo es al mismo tiempo una intelección (racional) y una subjetividad concreta (Materialismo), por lo que, parafraseando a Fichte, para el joven Marx vale aquello de es “sólo a través de la Oposición resulta posible obtener una conciencia específica y clara de lo que sea.” Lo que evita la unilateralidad del Comunismo crítico de Marx con respecto a los realmente existentes es precisamente la Dialéctica.
Para leer la primera entrevista: El joven Marx y la construcción del comunismo crítico
*Nicolás González Varela es ensayista y periodista cultural. Sus últimas obras publicadas son: Nietzsche contra la Democracia (Montesinos, Barcelona, 2010), Los Archivos de Nación Apache (Libros del Sur, Buenos Aires, 2011). Ha sido traductor y cuidador de la edición del Cuaderno Spinoza, de Karl Marx (Montesinos, Barcelona, 2012), así como de la edición de Sobre el suicidio, también de Marx (El Viejo Topo, 2012). Actualmente reside en Andalucía, España.
Fuente: http://www.laizquierdadiario.com.ve/Los-posmodernos-escriben-sobre-Marx-Engels-o-Lenin-sin-conocerlos-en-profundidad?id_rubrique=5442
Imagen: www.factorymag.es/wp-content/uploads/2014/06/Marx-Engels-Lenin-2.jpg
Libro: Nuestra América: complejidad y unidad dialéctica de la humanidad y la naturaleza en el siglo XXI
Resumen: Los contenidos de este volumen entretejen una propuesta compleja y bien argumentada ante el desafío de la sostenibilidad de la vida en el planeta Tierra.
Autores: Camilo Valqui Cachi, José Gilberto Garza Grimaldo, Jaime Salazar Adame, Medardo Reyes Salinas, ángel Ascencio Romero y Cyntia Raquel Rudas Murga (Coordinadores)
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