Por: José Antonio Marina
En 2011, Betsy Sparrow y sus colegas publicaron un llamativo artículo en ‘Science’ titulado «Google effects on memory: cognitive consequences of having information at our fingertips». El ‘efecto Google’ es la tendencia a no guardar en la memoria información que podemos encontrar fácilmente en internet. Los motores de búsqueda actuales son tan eficaces que se extiende la idea de que ya no hace falta recordar o aprender nada. Basta con saber dónde y cómo encontrar la información. El efecto Google se ha visto ampliado con la aparición de los ‘filtros burbuja‘, que pueden seleccionar la información que recibe una persona, encerrándola literalmente en un burbuja informática.
Se acaba de publicar en España, aunque con bastante retraso, el libro de Eli Pariser ‘El filtro burbuja’, que advierte de los problemas que plantea recibir solo las noticias que se adecúan a mis intereses. Puede provocar una ‘visión en túnel’, que fomente los fanatismos y los prejuicios, al bloquear las informaciones contrarias a ellos. En la revista ‘Wired’, Mostafa M. El-Bermawy considera que los filtros burbuja son un peligro para la democracia.
Se conoce como ‘efecto Google’ la tendencia a no guardar en la memoria información que podemos encontrar fácilmente en internet
El asunto es serio porque, según Pew Analysis, el 61% de los ‘millennials’ usa filtros burbuja para recibir noticias sobre política. Voces apocalípticas se unen a este coro. Por ejemplo, la de Nicholas Carr, que señala que el efecto Google acarreará males sin cuento. El título de su obra más famosa es revelador: ‘Superficiales. ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes?’. O la de Jaron Lanier, especialmente relevante porque es un extraordinario técnico informático, que escribe “contra el rebaño digital”.
Estupidez expandida
Nos movemos entre apocalípticos —que ven solo los problemas— e integrados, que no ven problema alguno. Ambos simplifican las cosas. La potencia de las nuevas tecnologías plantea un enorme reto a nuestras ideas sobre inteligencia y educación, porque en paralelo con la ‘realidad expandida’ nos permiten hablar de ‘inteligencia expandida’ y, también, de ‘estupidez expandida’. Por ello, es imprescindible que la educación, en vez de quejarse o dejarse llevar, estudie seriamente las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías y diseñe los nuevos aprendizajes. Eso es lo que intentamos con el ‘Proyecto Centauro’, del que ya les he hablado.
Desdeñar el pensamiento analítico supone carecer de pensamiento crítico, que es la única defensa contra el adoctrinamiento y el fanatismo
Muchos de los peligros derivan de unas ideas equivocadas. Por ejemplo, sobre la memoria. Si la única función de la memoria fuera conservar los conocimientos, internet es invencible. Ocurre, sin embargo, que la memoria (sobre todo la que denominamos ‘working memory’) se encarga de tareas mucho más sofisticadas. La más importante de ellas es la comprensión. Comprendemos desde los conocimientos guardados en la memoria neuronal. Vean las siguientes expresiones:
Son las cuatro ecuaciones de Maxwell, que describen un campo electromagnético. Para muchos, unas de las más bellas creaciones de la inteligencia humana. ¿Les sirve para algo tenerlas en pantalla si no tienen en su memoria los conocimientos y los procedimientos necesarios para entenderlas? El estúpido mantra “para qué voy a aprender si lo puedo encontrar” es una estupenda receta para la ignorancia, porque si no sabemos, no podremos encontrar nada aprovechable.
La pereza, el otro problema
Otro peligro no procede de la tecnología, sino de la pereza. El premio Nobel Daniel Kahneman dice que el cerebro es ‘cognitive miser’, un tacaño cognitivo, que procura gastar la menor energía posible en resolver los problemas. Barr y Pennycook (‘The brain in your pocket: Evidence that Smartphones are used to supplant thinking’) han mostrado que quienes usan más el móvil como ayuda para resolver problemas suelen ser los que tienen más dificultad o menos interés en el pensamiento analítico, que es costoso. Eso no es culpa del móvil, sino del usuario. Y, en efecto, es peligroso, porque desdeñar el pensamiento analítico, que es lento y largo, supone carecer de pensamiento crítico, que es la única defensa que tenemos contra el adoctrinamiento, el fanatismo y la superchería.
Y llegamos así al filtro burbuja. De nuevo no tenemos que quejarnos de la técnica, que puede ser utilísima si defino bien los filtros. Es cierto que puede encerrarme en el fanatismo, si selecciono solo aquellos canales que corroboran mis prejuicios, pero también pueden ampliar mi mente, si elijo los adecuados.
La ‘inteligencia ampliada’ exige un cambio radical en los currículos para señalar lo que es necesario aprender, es decir, guardar en la memoria neuronal
Las conclusiones preliminares del ‘Proyecto Centauro’ indican que en la definición de la ‘nueva inteligencia’ debemos incluir la inteligente construcción de nuestra memoria electrónica, y el sabio uso de las posibilidades de la tecnología, y que eso es mucho más que ser un manitas con las ‘apps’, juguetear con programas, cortar y pegar con habilidad y navegar por la nube. Se puede hacer todo eso y formar parte del nutrido grupo de ‘nativos digitales analfabetos‘.
La ‘inteligencia ampliada’ exige un cambio radical en los currículos, para señalar lo que es necesario aprender, es decir, guardar en la memoria neuronal. Debemos tener presente que hay que conocer para comprender, y que hay que comprender para tomar buenas decisiones y actuar.
Esto no ha hecho más que empezar.
Fuente: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/educacion/2017-06-06/el-efecto-google_1394245/