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Ministra belga de Educación dimitió tras ser inculpada de fraude de fondos públicos

www.noticias24.com

(Bruselas, 11 de abril – EFE).- La ministra belga de Educación, Joëlle Milquet, presentó hoy su dimisión al Parlamento tras ser inculpada por haber contratado supuestamente, cuando era titular de Interior en el anterior Gobierno federal, a ocho colaboradores que en realidad acabaron trabajando para la campaña electoral de 2014.

La instrucción de este caso, conocido en Bélgica como el de los “empleos ficticios”, se abrió en abril de 2015, informó el diario “La Libre Belgique”.

La ministra, sobre cuya gestión pesaban sospechas desde que se abrió la instrucción de este caso en abril de 2015, ha anunciado su decisión en una rueda de prensa en la que ha explicado que su puesto depende ahora de su partido.

Se sospecha que Milquet cuando era ministra de Interior e Igualdad de oportunidades en el anterior Gobierno federal utilizó fondos del Ministerio para contratar a ocho colaboradores

“Tras varios días de vacaciones -en Bélgica concluyeron hoy las vacaciones escolares de Semana Santa- recibí una carta que ha significado mi inculpación, infundada y precipitada“, consideró Milquet.

La ministra dijo que se expresa ahora por primera vez sobre el asunto y que “he dejado a la instrucción hacer su trabajo en este asunto”, recoge la cadena pública RTBF.

“No tengo nada que reprocharme y voy a poner toda mi energía en demostrarlo”, afirmó, y añadió que, “a pesar de esta inculpación infundada, he decidido remitir mi mandato al Parlamento“.

La Fiscalía sospecha que Milquet incurrió en un conflicto de intereses en este caso al pagar con dinero público a los trabajadores de su campaña electoral.

“No se trata de empleos ficticios ya que cinco de ocho me siguieron al Ministerio de Educación“, apuntó.

Según dijo, sus cuentas han sido examinadas “a fondo” y “no se ha constatado ningún fraude”.

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Argentina: El premio Clarín-Zurich a la educación lanzó una nueva convocatoria

www.clarin.com/09-04-2016/

El premio Clarín-Zurich a la Educación lanzó su octava edición. Este año está dedicada a promover las prácticas de lectura y producción escrita y oral en las distintas disciplinas de la escuela secundaria.

Como se sostiene en las Bases, existe consenso en considerar que aprender los contenidos de cada asignatura implica no solo apropiarse de saberes, sino también de sus prácticas discursivas: “En contexto de estudio, la lectura y la escritura no son objetivos exclusivos del área de Lengua, sino que constituyen prácticas insoslayables para el dictado y el aprendizaje de todas las disciplinas”.

Por eso, en esta edición se convoca a especialistas y al conjunto de los profesores de enseñanza secundaria a elaborar propuestas tendientes a ayudar a los estudiantes a mejorar sus prácticas de lectura, escritura y oralidad en las diferentes asignaturas. Y se alienta “a la elaboración de proyectos interdisciplinarios que hagan hincapié en la importancia que estas prácticas tienen en el aprendizaje y que tengan en cuenta las particularidades de los textos que los estudiantes deben leer y producir”.

Los proyectos pedagógicos que se presenten deberán, entre otras condiciones, poder ser replicados en otras escuelas secundarias, ser sostenibles en el tiempo con éxito y vigencia, articular teoría y práctica, incorporar criterios de creatividad e innovación, favorecer la construcción de aprendizajes significativos para alumnos y docentes y establecer sus plazos de aplicación.

En esta edición se entregarán 440.000 pesos en premios:  230.000 pesos al proyecto ganador: recibirá 40.000 pesos el autor/a del Proyecto y 190.000 pesos estarán destinados a su implementación. También habrá tres Menciones de Honor de 70.000 pesos cada una.

Como en las ediciones anteriores, especialistas de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés realizarán el seguimiento de la implementación del proyecto ganador.

Podrán participar mayores de 18 años, personas jurídicas, escuelas y universidades públicas y privadas de todo el país. Se pueden presentar proyectos pedagógicos a desarrollar o que ya se encuentren en etapa de implementación, pero en todos los casos la condición del Premio es que las propuestas ganadoras se implementen en una o más escuelas secundarias públicas de gestión estatal. La fecha de cierre para la entrega de los trabajos es el 31 de agosto.

Una comisión de preselección, designada por representantes de Clarín y de Zurich, evaluará el conjunto de los proyectos recibidos y seleccionará un máximo de 10 finalistas que someterá a la consideración del jurado, que elegirá el Proyecto ganador y las tres Menciones de Honor.

El jurado está integrado por Guillermo Jaim Etcheverry, médico y Doctor en Medicina (UBA); Diego Golombek, Licenciado y Doctor en Ciencias Biológicas (UBA); María Marta García Negroni, Doctora en Ciencias del Lenguaje (EHESS, Francia); Pablo Miguel Jacovkis, Licenciado y Doctor en Matemáticas (UBA) y Beatriz Hall, Profesora en Letras (USAL).

Quienes tengan interés en participar podrán descargar el Formulario de inscripción y las Bases y Condiciones del concurso en www.clarin.com/premioalaeducacion. Luego deberán enviar el formulario completo y el desarrollo del proyecto a la dirección premioalaeducacion@clarin.com, o bien hacer llegar el formulario y tres copias del proyecto en papel, junto con su versión digitalizada, a Finocchietto 872, Ciudad de Buenos Aires, Código Postal Argentino C1140ABK, de lunes a viernes de 11 a 17 horas.

En la misma página también encontrarán una “Guía para el diseño de Proyectos Educativos” que tiene como objetivo contribuir a la calidad de los proyectos que se presentan cada año en el marco de este Premio. En ella los participantes encontrarán un documento de fácil lectura y que en su conjunto representa una herramienta práctica para visualizar la forma de pensar y escribir un proyecto educativo.

Con esta distinción, Clarín y Zurich, con el apoyo de la Fundación Noble, se proponen realizar un aporte a la mejora de la calidad educativa en todos los niveles del sistema, desde el inicial hasta el universitario. Las ediciones anteriores del premio estuvieron destinadas a la Educación Técnica, a la Lengua, las Ciencias Naturales, la Matemática, el uso de las TIC, la Educación Ambiental y las Ciencias Sociales.

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Entrevista a Stanislas Dehaene sobre su libro el cerebro matemático. «Cuanto antes desarrollemos la intuición matemática, mejor»

En un nuevo libro, el brillante neurocientífico francés presenta todo lo que se sabe sobre cómo la mente crea y adquiere conceptos matemáticos

Stanislas Dehaene, en Buenos Aires

¿Qué es un número, que el hombre puede conocerlo, y qué es un hombre, que puede conocer un número?

Esta pregunta, que inspiró y atormentó a Warren Mc Culloch, genio inclasificable, también guía a Stanislas Dehaene en la apasionante travesía que propone en su nuevo libro, El cerebro matemático (Siglo XXI, 2016), donde reúne todo lo que se sabe acerca de cómo el cerebro desarrolla una de las más cardinales competencias humanas.

En un texto atrapante, tal como El cerebro lector y La conciencia y el cerebro (ambos de Siglo XXI), el profesor del Collège de France, director de la unidad de neuroimágenes cognitivas del Instituto Nacional de Investigación Médica y de la Salud de Francia (Inserm) y ganador (junto con Giacomo Rizzolatti y Trevor Robbins) del Nobel de las neurociencias, el Brain Prize, analiza las competencias matemáticas de los animales y de los bebés humanos, las bases biológicas del talento matemático, los vínculos entre la palabra y el número, y los aportes de las neurociencias a la educación matemática. Una lectura indispensable.

-Doctor Dehaene, escribió este libro antes de cumplir 30 años. ¿Hubo avances importantes en lo que se sabe sobre cerebro y matemática desde entonces?

-El libro fue revisado extensamente desde su primera publicación. Aprendimos mucho acerca de qué circuitos del cerebro se activan con las operaciones matemáticas; es un campo en constante crecimiento. Para mí, uno de los descubrimientos más provocativos tiene que ver con el rol de neuronas específicas que codifican para la matemática. Nosotros habíamos empezado a tomar imágenes cerebrales de personas haciendo cálculos. Luego, nuestros colegas descubrieron que los animales pueden hacer matemática elemental; por ejemplo, ver un conjunto de puntos y saber cuántos objetos hay aproximadamente, e incluso combinar dos conjuntos y decidir cuál es el número total. De modo que pensamos: «Tal vez estén usando los mismos lugares del cerebro que nosotros». Les sugerimos a colegas que estudian monos que busquen en esos lugares y encontraron neuronas que responden a números específicos. Neuronas que se activan con el tres, otras que se activan con el cinco, poblaciones de neuronas que se ocupan de números. Ha sido una exploración intelectual extraordinaria.

-El investigador argentino Rodrigo Quian Quiroga mostró que si les mostraba a sujetos de investigación la imagen, el sonido o el nombre escrito de ciertas celebridades, como Jennifer Aniston o Maradona, se activaban siempre las mismas neuronas. ¿Ocurre algo similar para los números?

-Exactamente. Bueno, esto fue observado en animales; hay pocas observaciones en humanos, porque en esta área no podemos llegar con electrodos. Pero en animales es lo que encontramos: si ponemos un electrodo en el área parietal, vemos que cierto conjunto de neuronas reaccionan si ven un solo objeto, hay otro conjunto que reacciona si ven dos objetos, otro, si hay tres. Si sigue con cuatro o cinco objetos, ocurre lo mismo, pero los conjuntos se hacen menos precisos; es decir que hay algunas neuronas que reaccionan al cuatro y al cinco. Eso explica porqué nuestro sentido del número es sólo aproximado. Creemos que hay un código similar en el cerebro humano. Tenemos observaciones indirectas.

-¿Estos y otros hallazgos confirman que el sentido del número no es una capacidad exclusivamente humana?

-Así es. En distintos experimentos, se les enseñó a los monos a usar cospeles como una suerte de dinero que pueden usar para cambiar por víveres y entienden las cantidades. Pero incluso en un ambiente completamente natural, hay ahora observaciones en todo tipo de especies, ratas, palomas, peces, incluso en salamandras sin ningún entrenamiento, que muestran que saben cuántos congéneres tienen (¿cuántos están en mi grupo y cuántos están en otros grupos?) y también pueden estimar cantidades de comida disponible. Hay animales que esconden semillas para tener granos durante el invierno, saben cuántos granos tienen ocultos en un determinado lugar.

-¿Es decir, que la habilidad matemática fue preservada por la evolución?

-El título de mi libro en inglés es The number sense (El sentido del número). Creo que se trata exactamente de eso, un sentido, comparable con el sentido del color que también es una computación del cerebro. El color no está en el mundo externo, está en el cerebro del observador. En este caso es el sentido del número lo que nos permite mirar un conjunto de elementos y decidir que allí hay una cantidad que podemos evaluar aproximadamente. Ésta es una de las bases de la matemática. Pero también hay un sentido del espacio, otro del tiempo… Y lo interesante es que están todos en el mismo lugar del cerebro: el lóbulo parietal. Nosotros mostramos que este lóbulo parietal es una de las áreas críticas para la matemática de alto nivel. Esto es muy consistente con la idea de reciclaje neuronal que desarrollé para el dominio de la lectura y aquí se aplica muy bien a la idea de número: desarrollamos la matemática gracias al «reciclaje» de circuitos que tienen una historia evolutiva muy larga y nos permiten evaluar un número aproximado, los transformamos para que nos permitan estimar un número exacto, y usamos eso para el álgebra y la matemática de alto nivel.

-¿Del mismo modo en que ustedes demostraron que hay un área muy precisa sin la cual no podríamos leer, la matemática está localizada en un área específica del cerebro?

-En 1993, con uno de los primeros experimentos de imágenes cerebrales, descubrimos que todos cuando hacemos cálculos activamos el mismo punto del cerebro. En el caso de la lectura está en el parietal izquierdo, en el de la matemática está también en el lóbulo parietal, pero es bilateral. Y recientemente encontramos otra área que tiene que ver con el reconocimiento de los números arábigos. Es verdaderamente un descubrimiento asombroso. Sabemos que hay un área a la que «le gustan las letras». Ésta última es un área a la que «le gustan» los dígitos. Y ambas áreas están a alrededor de un centímetro una de la otra.

-Así como hay diferentes idiomas en el lenguaje, ¿hay diferentes lenguas en la matemática?

-De hecho, la historia de la matemática puede seguirse a través del desarrollo de notaciones apropiadas para los números. Los romanos no tenían una muy buena notación, como todos sabemos, uno no puede calcular con dígitos romanos. Para calcular, los romanos usaban un ábaco, donde movían objetos físicos. La invención de los dígitos arábigos fue una notable innovación que le permitió a nuestros cerebro hacer cálculos exactos mentalmente sin necesidad de mover ningún objeto físico, simplemente pensando sobre los símbolos correspondientes.

-En su libro usted discute posibles diferencias entre el cerebro femenino y masculino en relación con la matemática, un tema particularmente irritativo que últimamente dio lugar a grandes peleas en el mundo científico. ¿A qué conclusiones llegó?

-No estoy seguro de que haya ninguna diferencia biológica real y, si la hubiera, sería muy, muy pequeña.

Lo que sabemos hoy es que, si hay una diferencia, lo que no está probado, es estadísticamente mucho menor que el efecto de la educación. Si uno va a Asia, donde en promedio los estudiantes obtienen mejores puntajes en las pruebas internacionales de matemática que los del mundo occidental, y toma una mujer promedio, estará por encima del hombre promedio en los Estados Unidos, por ejemplo. Nosotros vemos que el efecto de la educación es mayúsculo comparado con cualquier diferencia biológica.

-¿Por qué para los chicos es notablemente más fácil sumar y restar, que multiplicar y dividir, o hacer otras operaciones?

-Sumar y restar son parte de nuestra herencia. Hay experimentos que muestran que bebés de cinco meses ya pueden realizar sumas. Suena loco, pero si uno tiene una pantalla y esconde detrás objetos, primero dos y después otros dos, y luego deja caer la pantalla, ve la sorpresa en la cara del bebé si el número de objetos que aparece es erróneo; por ejemplo si son nueve. Uno puede medir esa sorpresa, por ejemplo, midiendo el tiempo en que se quedan mirando. Este sentido del número incluye una capacidad para combinar cantidades en operaciones de suma y resta. Sin embargo, no hay sentido de raíz cuadrada, incluso la multiplicación no está clara. Aparentemente, aprendemos a multiplicar por una suerte de memoria verbal, no es intuitivo. De modo que hay límites para el sentido del número y para sobrepasarlos necesitamos educarnos.

-Una de los temas que exploran las neurociencias es cómo una entidad física puede producir ideas abstractas. ¿Hay alguna respuesta en relación con la matemática?

-Realmente, no sabemos. Hicimos un experimento en el que tomamos imágenes cerebrales de matemáticos profesionales y pudimos ver que cuando ellos hacen matemática muy abstracta, por ejemplo, cuando están pensando en espacios de infinitas dimensiones, activan las mismas regiones, lo que ignoramos es cómo están codificadas estas operaciones. Sospechamos que hay redes neuronales con algoritmos de aprendizaje que extraen información, como el programa de inteligencia artificial que acaba de ganarle al campeón mundial de Go. Esas redes tienen codificación implícita de conceptos, como «territorio», «frontera»… Éste es un modelo aproximado de lo que hace el cerebro.

-¿Hay personas que nacen con un talento especial para la matemática? La historia abunda en ejemplos asombrosos, como Gauss, Galois, Ramanuján…

-Hablo sobre Ramanuján en el libro, es un personaje maravillosamente romántico. Pero incluso Ramanuján tenía que esforzarse. Trabajaba muy duro. Y enfrentaba los mismos problemas que enfrentamos todos. Es muy conocida esa leyenda de que, cuando Ramanuján estaba en su lecho de muerte, [el matemático británico] Hardy fue a visitarlo y le dijo «El taxi que me trajo hasta aquí tenía una patente número 1729». Parece una cifra banal, pero Ramanuján enseguida le habría dicho: «Es el número más pequeño que puede ser escrito como la suma de dos cubos de dos maneras diferentes». Entonces uno piensa «¡Qué impresionante!». Pero después se fija un poco más. Alguien como Ramanuján tiene que saberse los cubos. El cubo de 10 es 1000, eso es algo obvio, y el cubo de 9 es 729. De modo que, con un poco de entrenamiento, uno ve inmediatamente que 1729 está hecho de 1000 y de 729. Esa es una solución. Pero ¿cómo sabía que era la suma en dos formas diferentes? Bueno, resulta que Ramanuján se había entrenado en el sistema británico de medición, y había aprendido que hay 12 pulgadas por pie, y que un pie cúbico es 12 al cubo. ¿Y cuánto da 12 al cubo? 1728. Ramanujan sabía eso de memoria… como muchos escolares. Por lo tanto es muy probable que le resultara obvio que 123 +1 es 1729. Con esto no quiero quitarles la magia a los grandes matemáticos, pero ellos luchan, como todos nosotros, tienen que superar obstáculos que también nosotros enfrentamos. Todos los chicos vienen equipados con las mismas capacidades para la matemática, sólo que algunos están más motivados para esforzarse en este campo.

-Se diría que con los grandes matemáticos ocurre lo mismo que con músicos y bailarines: cuando se los ve actuar parece sencillo, pero antes de llegar a eso tuvieron que pasar por un entrenamiento extenuante.

-En cualquier caso, no podemos subestimar los efectos de la educación. Fui extraordinariamente afortunado de colaborar con un lingüista que va todos los años al Amazonas a trabajar con los Mundurukú. Les tomamos pruebas para analizar las diferencias entre los que recibían educación y los que no. Encontramos que incluso las cosas más simples son resultado de la educación. Por ejemplo, usted sabe que existe la misma distancia entre 8 y 9 que entre 1 y 2. Es una distancia de uno, y por eso pensamos en los números como una línea, la recta numérica, donde están equidistantes unos de otros. Los Mundurukú no piensan eso. No pueden contar. Contar es una invención, igual que los números arábigos o la calculadora de bolsillo. Su lenguaje se detiene en 4 o 5 y para ellos 8 está más cerca de 9 de lo que 1 está de 2. Porque la razón entre 8 y 9 es más pequeña que la que existe entre 1 y 2 (2 es el doble de 1). Y, aunque los Mundurukú puedan parecer raros, si uno toma un chico de cinco años recibe la misma respuesta. Se puede hacer un test casero: si dibuja una línea de 1 a 100 y pregunta dónde está el 10, pondrán 10 en el medio. Puede sonar loco, pero uno tiende a pensar en términos de proporción. La intuición sobre números tiene límite. Uno es que es aproximada, pensamos en términos de proporciones. Por eso, en la vida de todos los días, por ejemplo, cuando negociamos el precio de un auto, operamos con porcentajes.

-¿Y por qué piensa usted que para los chicos es más difícil aprender matemática que lectura?

-Depende de lo que usted llame «matemática». Si uno se fija en la historia, lo que ahora les pedimos a nuestros chicos, que resuelvan ecuaciones de segundo grado, en la Edad Media fue un problema que enfrentaron los mejores matemáticos árabes. El que tenía éxito era considerado un genio. La matemática está evolucionando constantemente y le pedimos más y más a nuestro cerebro. No nos damos cuenta de que los chicos de hoy tienen un nivel notable en matemática. Ahora, ¿por qué no les gusta a todos? Creo que tiene que ver más bien con la forma en que introducimos la matemática en la escuela. La usamos como una herramienta de selección. Por definición, es una materia en la que no todos los chicos deben tener éxito. En nuestro sistema queremos favorecer a unos pocos chicos porque son buenos en matemática. Creo que esto es erróneo, y que en principio todos los chicos pueden aprender instrumentos mínimos de matemática sin problemas. De hecho, es muy placentero desafiar al cerebro a resolver problemas. Es una lástima que en nuestra sociedad consideramos que «cultura» es literatura, no nos damos cuenta de los beneficios extraordinarios que la matemática le dio a la humanidad. Es parte de nuestra cultura, pero no la estamos cultivando.

-¿Qué les puede enseñar la neurociencia a los maestros y profesores de matemática?

-Lo primero es que los chicos son mucho más competentes de lo que piensan. Aquí deberíamos hablar de Piaget, que tuvo una enorme influencia en la educación y fue un genio, pero en este caso se equivocó: no es correcto pensar que los chicos avanzan lentamente, y que empiezan con un conocimiento muy pequeño de lógica y matemática. Lo que estamos viendo es que los chicos son extraordinariamente capaces de entender lo que es una suma o una resta. También conceptos de lógica y probabilidad. Los bebés de menos de un año pueden estimar cuál es la probabilidad de que un objeto salga de un cofre, por ejemplo. Los conceptos de probabilidad, número, espacio, tiempo están todos presentes en cualquier humano desde muy temprano. Mi mensaje a los maestros es «Capitalicen esa intuición», «No introduzcan la matemática como una disciplina abstracta». Eso vendrá después, pero primero adjunten los símbolos a la intuición correspondiente. Si uno mira la historia de la matemática, estos símbolos fueron introducidos para resolver problemas específicos. «Geometría» es «medir la Tierra». El Nilo se desborda y hay que encontrar dónde estaban los campos, así que los reconstruyen con la «geometría». Si uno introduce el número y la geometría de este modo, les encanta. Si les pide que armen un cubo con una hoja de papel, tienen que medirlo y se dan cuenta de que si no lo miden bien no les va a salir un lindo cubo. Eso ya es matemática.

Mi colega Elizabeth Spelke, de Harvard, hizo un experimento en el que les pidió a chicos de preescolar que hicieran sumas de dos dígitos. Es loco, porque nunca les presentaron números de dos dígitos. Tom tiene 65 bolitas y le regalan 37, y Peter tiene 25. ¿Quién tiene más? Parece muy complicado, pero cuando vieron los resultados, los preescolares tuvieron mejor rendimiento que los chimpancés. Usaron su sentido de la cantidad. Como las cifras están distantes, no es necesario hacer el cálculo exacto. Los preescolares pueden hacer eso, aunque nunca les hayan enseñado. Y los resultados que obtienen en problemas como éste permiten predecir cómo les va a ir en matemática.

Hay toda una cadena de intuición; cuanto más rápido la desarrollemos, mejor. Maria Montessori ya lo decía a principios del siglo XX y tenía razón.

Cazadores de números

Stanislas Dehaene y su equipo no sólo plantean teorías sobre el funcionamiento de la mente y analizan cómo aplicar sus hallazgos en la educación, también los someten a prueba.

A partir de sus descubrimientos, diseñaron dos jueguitos de computadora para chicos de entre 4 y 10 años. Evaluaciones independientes comprobaron que los que jugaron dos veces por semana durante seis semansa mejoraban en suma, resta y comprensión de la recta numérica. «Estamos empezando a obtener evidencia de que estas ideas realmente funcionan», comenta Dehaene.

Los juegos (The number catcher, http://www.thenumbercatcher.com/nc/home.php, yThe number race, http://www.thenumberrace.com/nr/home.php) están disponibles online (en inglés y francés).

publicado originalmente en: http://www.lanacion.com.ar/1888154-stanislas-dehaene-cuanto-antes-desarrollemos-la-intuicion-matematica-mejor

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Miseria en la cultura: decepción y depresión

 En 1930 Sigmund Freud escribió su famoso libro El malestar en la cultura y ya en la primera línea denunciaba: «en lugar de los valores de la vida, se prefiere el poder, el éxito y la riqueza, buscados por sí mismos». Hoy día estos factores han alcanzado tal magnitud que el malestar se transformado en miseria en la cultura. La COP-15 en Copenhague nos dio la demostración más cabal: para salvar el sistema del lucro y de los intereses económicos nacionales no se ha temido poner en peligro el futuro de la vida y del equilibrio del planeta sometido ya a un calentamiento que, si no es encarado rápidamente, podrá exterminar a millones de personas y liquidar gran parte de la biodiversidad.

La miseria en la cultura, o mejor, de la cultura, se revela por medio de dos síntomas verificables en todo el mundo: la decepción generalizada en la sociedad y una profunda depresión en las personas. Ambas tienen su razón de ser. Son consecuencia de la crisis de fe por la que está pasando el sistema mundial.

¿De qué fe se trata? Es la fe en el progreso ilimitado, en la omnipotencia de la tecnociencia, en el sistema económico-financiero, con su mercado, que actuarían como ejes estructuradores de la sociedad. La fe en estos dioses poseía sus credos, sus sumos sacerdotes, sus profetas, un ejército de acólitos y una masa inimaginable de fieles.

Hoy día esos fieles han entrado en una profunda decepción porque tales dioses se han revelado falsos. Ahora están agonizando o simplemente han muerto, y los G-20 tratan en vano de resucitar sus cadáveres. Los que profesan esta religión fetiche constatan ahora que el progreso ilimitado ha devastado peligrosamente la naturaleza y es la principal causa del calentamiento global. La tecnociencia que, por un lado, ha traído tantos beneficios, creó una máquina de muerte que sólo en el siglo XX mató a 200 millones de personas y es hoy capaz de exterminar a toda la especie humana; el sistema-económico-financiero y el mercado quebraron y si no hubiera sido por el dinero de los contribuyentes, a través del Estado, habrían provocado una catástrofe social. La decepción está estampada en los rostros perplejos de los líderes políticos, que no saben ya en quien creer y qué nuevos dioses entronizar. Existe una especie de nihilismo dulce.

Ya Max Weber y Friedrich Nietszche habían previsto tales efectos al anunciar la secularización y la muerte de Dios. No que Dios haya muerto, pues un Dios que muere no es «Dios». Nietszche es claro: Dios no murió, nosotros lo matamos. Es decir, para la sociedad secularizada Dios no cuenta ya para la vida ni para la cohesión social. En su lugar entró el panteón de dioses que hemos mencionado antes. Como son ídolos, un día van a mostrar lo que producen: decepción y muerte.

La solución no estriba simplemente en volver a Dios o a la religión, sino en rescatar lo que significan: la conexión con el todo, la percepción de que la vida y no el lucro debe ocupar el centro, y la afirmación de valores compartidos que pueden proporcionar cohesión a la sociedad.

La decepción viene acompañada por la depresión. Ésta es un fruto tardío de la revolución de los jóvenes de los años 60 del siglo XX. Allí se trataba de impugnar una sociedad de represión, especialmente sexual, y llena de máscaras sociales. Se imponía una liberalización generalizada. Se experimentó de todo. El lema era «vivir sin tiempos muertos; gozar la vida sin trabas». Eso llevó a la supresión de cualquier intervalo entre el deseo y su realización. Todo tenía que ser inmediato y rápido.

De ahí resultó la quiebra de todos los tabúes, la pérdida de la justa medida y la completa permisividad. Surgió una nueva opresión: tener que ser moderno, rebelde, sexy y tener que desnudarse por dentro y por fuera. El mayor castigo es el envejecimiento. Se concibió la salud total, y se crearon modelos de belleza, basados en la delgadez hasta la anorexia. Se abolió la muerte, convertida en un espanto.

Tal proyecto posmoderno también fracasó, pues con la vida no se puede hacer cualquier cosa. Posee una sacralidad intrínseca, y límites. Si se rompen, se instaura la depresión. Decepción y frustración son recetas para la violencia sin objeto, para el consumo elevado de ansiolíticos y hasta para el suicidio, como ocurre en muchos países.

¿Hacia donde vamos? Nadie lo sabe. Solamente sabemos que tenemos que cambiar si queremos continuar. Pero ya se notan por todas partes brotes que representan los valores perennes de la condición humana: casamiento con amor, el sexo con afecto, el cuidado de la naturaleza, el gana-gana en vez del gana-pierde, la búsqueda del «bien vivir», base para la felicidad, que es hoy fruto de la sencillez voluntaria y de querer tener menos para ser más.

Esto es esperanzador. En esta dirección hay que progresar.

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País Vasco: XI Jornadas por el Derecho a la Educación

Fuente EDU-COMP/ 11 de Abril de 2016

Todos los años diferentes ONGes organizan una semana de acción que el compromiso internacional valioso y necesario con el derecho a la educación no pase desapercibido.

En este marco, y siguiendo una dilatada trayectoria, para el día 13 de abril, el Grupo de Estudios Históricos y Comparados en Educación – Garaian y la Unidad de Formación e Investigación “Educación, Cultura y Sociedad” de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea, con la colaboración de Alboan y Unicef, organiza las XI Jornadas por el Derecho a la Educación.

Para este año el programa, es el siguiente:

13 de abril

9,15: Presentación de las Jornadas

9,30 Conferencia: Hezkuntzaren Aldeko Munduko Kanpainaren Aurkezpena. María Lezaun. Alboan

9,45 Conferencia: La educación en Honduras.Visión de los protagonistas. Eric—Radio Progreso

11,15 Conferencias cortas:

La (des)protección de las niñas, niños y adolescentes en situación de desahucio en Gipuzkoa: escuela, familia y sociedad. Joana Miguelena. Grupo de Estudios Históricos y comparados en Educación—Garaian. UPV/EHU

El concepto de autonomía en Educación Infantil. Un estudio curricular del sistema educativo noruego. Inés Mena. Doktorego programako ikaslea

12,15 Videoforum: _ El gran día

 

Más información sobre la campaña la puedes  obtener en la siguiente URL:

http://www.cme-espana.org/

 

 

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¿Dar clases?

Una reforma educativa es tan seria como su comprensión de la complejidad de factores que intervienen en el milagro de aprender a pensar y preguntar con fundamento, y da muestra de la solidez de su proyecto en relación directa con la concepción que tenga del quehacer docente. La emprendida en esta administración, si atendemos a estos dos criterios, reprueba: lejos de la complejidad, simplificó las cosas y endilgó todos los males educativos a un solo actor: el magisterio. Además, percibe a la docencia como el proceso que arranca y termina en una frase que es la antítesis del trabajo educativo: “dar clases”. Te toca tercero B… a ti matemáticas en segundo: a darle.

Los gestores de la reorganización laboral, administrativa y política del sistema escolar en el país tienen discursos largos pero miras cortas: consideran que lo crucial es que ningún niño se quede sin clases, como sean, y quien acceda a una plaza docente a eso se dedique: a impartirlas. ¿Quién no puede dar clases? Es fácil: repartir, repetir, recordar, repasar y reiterar lo que se sabe, y reprender o reprobar al que no atine a reconocerlo y rellenar el ovalito correcto del reactivo. Erre con erre, cigarro…

Esa profesión, oficio en el mejor sentido de la palabra, es lo más remoto al verbo repartir. Enseñar es la forma más alta del conocimiento, porque hay que saber, pero, a su vez, saber cómo propiciar en otros el hambre y la pasión por pensar las razones en las que se funda lo que se conoce. Por eso, ha habido en la historia instituciones dedicadas a la preparación del magisterio. Son escuelas, en nuestro caso las Normales, especializadas en la formación de lo que diferencia al que es erudito en un campo del conocimiento, del que sabe del mismo, sin duda, pero cuenta en su haber, además, con la sapiencia para ejercer el domino pedagógico del contenido a enseñar. Los distingue la perspectiva pedagógica y la capacidad para producir, de manera creativa, diversas  modalidades didácticas orientadas al aprendizaje. ¿Dar? Que den misa los curas y discursos los funcionarios. Las maestras y los profesores producen ambientes de aprendizaje en relación con sus alumnos y colegas.

Hay un programa de estudio inicial para ello, específico, que incluye prácticas docentes dirigidas y, como en las demás profesiones, en el ejercicio cotidiano y los retos que se presentan, ocurre la habilitación más profunda: no es nada más experiencia. Es experiencia reflexionada y discutida. Es lo que sabemos apreciar en la vida diaria cuando decimos: ese señor sabe bien su oficio. El que sea.

No va en este sentido considerar que, con base en la ley, a partir de este año “cualquier persona con un título universitario que obtenga el puntaje adecuado podrá acceder a una plaza docente en Educación Básica” Esta expresión relaciona un diploma y un examen, suponiendo que el diploma avala que se sabe, y el examen mide si se tienen las condiciones para ser docente. No hace referencia a la necesidad ineludible de una especialización en la labor pedagógica.

¿Tiene título y le falta trabajo? No se angustie: con la licenciatura y buen puntaje puede dar clases. ¿Y el examen? Calma: abundan negocios en que le enseñan, en un par de fines de semana, cómo sacar nota de idóneo. Garantizado. ¿Cobran? Sí: nada es gratis. Es una inversión…con lo escaso que está el empleo.

Fortalecer a las Normales y otras modalidades de formación de profesores es crucial. Urge. Suponer que la llegada de “cualquier” persona con algún título mejorará la educación ignora que la evaluación oficial reportó que el 85% de los examinados resultó satisfactorio, bueno o destacado: egresaron de Escuelas Normales. No cualquiera es capaz de llevar a cabo el oficio, salvo que dar clases sea el rumbo y objetivo. Así, la educación no avanzará pues no es idóneo el camino.

 

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OREALC: Red de Innovaciones Educativas (INNOVEMOS)

Fuente Orealc Unesco 9 Abril 2016

La educación no puede limitarse a dar respuesta a las exigencias externas, también debe influir en forma proactiva en los cambios sociales, económicos y culturales. En este desafío, las innovaciones educativas son cruciales para anticipar respuestas a los problemas emergentes y ofrecer nuevas soluciones a los temas pendientes.

La OREALC/UNESCO Santiago difunde y comparte experiencias entre los países de la región a través de la Red de Innovaciones Educativas (INNOVEMOS), foro permanente de reflexión y debate acerca de la innovación y el cambio educativo y que tiene como finalidad crear una cultura innovadora en los docentes y escuelas.Esto se realiza identificando, sistematizando y difundiendo experiencias innovadoras, investigando y evaluando las innovaciones, generando conocimientos desde y hacia la práctica, intercambiando experiencias y haciendo reflexión crítica para la toma de decisiones sobre políticas y prácticas educativas que ayuden a mejorar la calidad de la educación sin exclusiones, en todos sus niveles y modalidades.

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