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Móviles: ¿prohibir o educar?

España / 28 de octubre de 2018 / Autor: Víctor Bermúdez / Fuente: El Periódico Extremadura

Acerca de la idea del Gobierno de eliminar de las escuelas el uso del teléfono móvil

El gobierno español considera prohibir a los alumnos el uso de teléfonos móviles en la escuela. La idea se inspira en un reciente decreto del gobierno francés, y aduce motivos parecidos: prevenir la adicción al móvil y proteger a niños y adolescentes de ciertas disfuncionalidades cognitivas (falta de atención), sociales (aislamiento) o morales (acoso escolar), presuntamente asociadas al uso del móvil y otras tecnologías.

¿Es cierto todo esto? A mi juicio, no. Por lo que la medida me parece injustificada, amén de demagógica, impracticable y humillante para el que tenga que sufrirla (y aplicarla).

Es una medida desproporcionada en tanto los problemas que genera el uso del móvil en el recinto escolar (no en las aulas, en las que, salvo excepciones, está ya prohibido) son nimios, si es que son algo, y no requieren de una medida gubernamental de este cariz.

En cuanto a la presunta adicción al móvil de los adolescentes, existe una enorme confusión en que se mezclan la parte más infusa de la ciencia psicológica y los prejuicios generacionales. Los que observan alarmados el tiempo que los jóvenes dedican a sus terminales electrónicos no acaban de entender (ni, por tanto, de apreciar) que multitud de actividades (informarse, entretenerse, hacer gestiones, aprender, opinar, comunicarse con los demás…) se realizan ahora normalmente a través del móvil. Lo que muchos conciben como ‘patología’ no es, pues, más que un cambio generalizado (e imparable) de costumbres que son incapaces de comprender (no hay nada más viejo que depreciar lo nuevo). Es obvio que muchos jóvenes se inquietan si se quedan sin móvil. ¡Y yo! ¡Y usted! Y todos los que hemos aprendido que se vive mejor teniendo al lado una centralita permanentemente actualizada de información y comunicación. Es algo tan ‘adictivo’ como lo fue en su tiempo tener agua corriente o disponer de vehículos a motor.

De otro lado, no conozco un solo estudio serio que demuestre que el uso de las nuevas tecnologías genere cambios cognitivos significativos. Y si los hubiera, ¿por qué tendrían que ser necesariamente perjudiciales –en lugar de beneficiosos para adaptarse al modo en que se procesa hoy la información–? Particularmente, yo no noto en mis estudiantes menos capacidad de concentración (salvo, como siempre, para lo que es un rollo macabeo), y si, por ejemplo, un ingenio y una rapidez mental asombrosa cuando se manejan en el medio digital que les es propio.

En cuanto al presunto aislamiento social que generan las nuevas pautas de comunicación tampoco lo veo mayor ni distinto al que podían generar las antiguas. Personas con ‘problemas de relación’ las ha habido siempre (con la ventaja de que hoy tales personas pueden mantener un hilo mínimo de interacción a través de las redes). La idea de que los chicos interaccionan mejor sin móvil y jugando al corro en el patio es un prejuicio de gente que se ha criado (obligatoriamente)… jugando al corro en el patio.

Se alude, también, a los usos ‘perversos’ del móvil. Es cierto que se puede utilizar para acosar o violentar. ¿Pero qué cosa no es susceptible de usarse para agredir a otros? De lo que se trata es de educar en el uso correcto del móvil, ¡no de prohibirlo! ¿No es de educar de ‘lo que va’ la escuela? Si la solución de cada problema fuera prohibir, no harían falta institutos ni profesores, solo cárceles, juzgados y policías.

Finalmente, hay que recordar que el móvil no es solamente un objeto más o menos útil (incluso como herramienta educativa), sino un medio de gestión y expresión de la vida privada y la libertad individual (especialmente valioso en un entorno tan alienante como puede ser el de la escuela). Arrebatarle a un adolescente su móvil en un pasillo o el patio es, en este sentido, un acto de humillación e intimidación injustificable.

Pero pese a todo lo dicho, ya verán como se impone la medida, absurda y antipedagógica, pero popular, de prohibir el móvil – que, por supuesto se seguirá usando, tal como lo hacen los mismos profesores, con completo desparpajo, por todo el centro –. Así, de paso, se nos distraerá un poco de los problemas que de verdad asolan al sistema educativo.

Fuente del Artículo:

https://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/opinion/moviles-prohibir-educar_1112707.html

ove/mahv

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Unamuno, demagogia, «demagogía» y pedagogía

España / 28 de octubre de 2018 / Autor: Pedro de Tena / Fuente: Libertad Digital

Don Miguel diferencia el término ‘demagogía’, o educación del pueblo, de ‘demagogia’, su deformación consistente en manipulación interesada del pueblo

No se le escapó a Miguel de Unamuno el significado original y etimológico de «agogía», conducción y dirección de algo, que hacía a los pedagogos artesanos, alguna vez artistas, de la educación de los niños, del ejercicio de hacerlos crecer como personas. Educar tiene también la común relación de parentesco con ducere: ‘conducir’; y educere: ‘sacar afuera’, ‘criar’. Lamentablemente, cuando la demagogia une demos, pueblo, y agogia, aunque se supone que su primer sentido apunta a la conducción o jefatura del pueblo, en realidad, se refiere históricamente a la perversión de pueblo y conductor, a la degradación de ambos.Unamuno, en su ensayo sobre la educación que prologa la obra sobre el tema de Carlos Octavio Bunge, distingue entre demagogia y demagogíapara diferenciar el sentido de lo que era propiamente educación del pueblo de su deformación consistente en manipulación interesada del pueblo. De este modo, demagogía sería pedagogía del pueblo, un arte mayor. Él mismo se sintió atraído por esa nueva idea de demagogía hasta el punto de confesar —siempre fue más sincero que otros pensadores—, :

«Tengo mi cátedra, procuro en ella, no sólo enseñar la materia que me está encomendada, sino disciplinar y avivar la mente de mis alumnos, obrar sobre cada uno de ellos, hacer obra pedagógica; pero no desperdicio ocasión de hacerla demagógica, de dirigirme, ya por la pluma, ya de palabra, a muchedumbres, de predicar, que es para lo que acaso siento más vocación y más honda.»

De todos modos, Unamuno parece aseverar que en la educación de los individuos y los pueblos, tan importante puede ser el pedagogo como el demagogo, Los políticos, hombres demosténicos, movedores de muchedumbres mediante la demagogia, acusan a los pedagogos de perder el tiempo y los pedagogos de lo mismo a los políticos. En mi opinión, su obsesión «etimológica» no contribuyó a esclarecer del todo su posición ante la demagogia como degeneración democrática.

Tómese nota de este texto, que se encuentra en su conferencia sobre ser Rector en España de 1914, como ejemplo de esta ambigüedad: «La política ha de ser, ante y sobre todo, pedagogía, demagogia más bien, aunque esta voz haya sido injustamente mancillada. Mas las desgraciadas banderías electoreras que nos desgobiernan carecen de política pedagógica o de pedagogía política, es decir, carecen de política por carecer de ideales a falta de ideas.»

Sin embargo, a continuación define que «la más profunda inmoralidad de un político estriba en carecer de ideas, en no tener un concepto normativo y claro de lo que ha de ser el Estado, y de su finalidad y destino. Para un político llega a ser mucho más inmoral que robar del tesoro público supeditarlo todo a allegar votos, a lograr el poder o la jefatura —¡ y a las veces, por qué medios !—… Eso es vender el alma a un poder más tenebroso que el mismísimo demonio. Mejor que eso…, ¡robar! ¡Antes robar que caer en esa pordiosería». Parece estar contemplando la España actual desde su tumba. ¿O no?

La relación directa entre democracia y demagogia es puesta de manifiesto una y otra vez por Unamuno. En su trabajo Mitología y demagogia, incluido en sus nuevos Arabescos en el tomo titulado Meditaciones y otros escritos de sus Obras Completas ( editado por Vergara sobre la edición de Afrodísio Aguado), Unamuno expresa que la democracia conlleva el culto a la incompetencia porque «es el gobierno de los oradores. O, si usted quiere, de los demagogos. Es decir, que la democracia suele ser demagogia, en el sentido primitivo y más etimológico de este vocablo. Y el demagogo, el conductor de muchedumbres —¿a dónde?—, suele ser un político que se asigna su propio lugar adecuado, su «right place».

Por ejemplo, al considerar el esfuerzo de llevar el teatro al pueblo que hacía La Barraca de García Lorca y otros, dice haber asistido «a las representaciones que los jóvenes estudiantes de la Barraca, dirigidos por el de veras joven García Lorca, van dando por lugares chicos y grandes, como había asistido a las de las Misiones pedagógicas. Hondo movimiento, no sólo pedagógico, sino en el derecho sentido de la palabra —no en el pervertido— demagógico, esto es: político».

En este contexto, Unamuno parece considerar que el pueblo, de algún modo, ama la demagogia, la espera, la desea. Como en el teatro y los cuentos, el público quiere que se repitan las historias ya conocidas, «tanto pedagogos como demagogos, guiadores de niños y de pueblos, aprendiendo de aquellos a quienes tratan de enseñar, aprendan el cuento que hay que contar a diario y dejen el hastío de la vida, que pasa al quedarse —se queda al pasar—, que se renueva al repetirse —se repite al renovarse—; » De hecho, los demagogos son pedagogos del pueblo, ‘otros niños'», sentencia.

Él mismo, a veces, parece desesperar de la democracia y alude a una imposición «liberal» de la cultura, un despotismo liberal, para que el pueblo pueda sacudirse de «los traductores de rebuznos » que pretenden gobernar desde las opiniones de un pueblo analfabeto y del sistema «desmembrativo» ligado al federalismo.

Unamuno se pregunta cómo se fragua la opinión pública y se responde que lo hace desde las opiniones de la minoría, la única parte capacitada de la nación para marcar el rumbo político, y que es opinión publicada en los diarios. Otra opinión que no se fragüe así es demagogia y no democracia.

No es tan definitivo como Ortega a la hora de la condena de la demagogia en sí misma como degeneración intelectual y divide a ésta en roja y blanca, pareciendo considerar —no lo explica—, que la roja es la demagogia de los progresistas y liberales y la blanca, la de los tradicionalistas. Tan demagogia es la una como la otra, cierto, pero ataca fieramente a la blanca «que se apoya en los votos de los que no leen ni periódicos ni otra cosa alguna».

El público al que se dirige esta demagogia blanca es la «beocia», la masa de tontos y estúpidos que en una nación existen y que recuerdan el retraso de aquella región griega respecto a la floreciente Atenas. «La beocia no opina, ni lee periódicos, ni aun vota —se firman las actas con supuestos votos—; mas cuando la caldean alguna vez se tira al monte. La beocia aborrece por instinto todo lo que se sale de su nivel, y todo lo que se aparta del cauce en que viene corriendo su pensamiento muerto, las apariencias de ideas que le han alojado en el cerebro, y es ese instinto de demagógica nivelación espiritual lo que atizan en ella los servidores de la tradición estancada.

Uno de los hallazgos de Unamuno, que vivimos de manera particularmente intensa en la España de hoy, es la demagogia que llamaremos «judicial», la desconsideración de toda presunción de inocencia por la obsesiva inclinación a ser jurado. Tomando la comedia de Aristófanes Las Abejas como referencia, destaca la manía de juzgar «y más que de juzgar, de condenar», que había hecho presa en los atenienses. De hecho, Unamuno consideraba que el ostracismo, exilio provocado por los tribunales populares, era un invento diabólico, tanto como la Inquisición, donde el fiscal es el diablo.

Otras veces, sin embargo, parece señalar la demagogia como degeneración moral y política tanto del demagogo como del pueblo. Los grandes mandones y déspotas se vengan así de los que por envidia piden opresión. ¿Y quién pide opresión? «Todas las masas rebañegas que reniegan de la libertad en rendición a la disciplina. Atacadas de manía persecutoria colectiva, de envidia demagógica pasiva, la de creerse y quererse enviados, reniegan de la libertad para poder perseguir —con achaque de defensa—, pues la envidia pasiva se hace activa. ‘Y muera el que no piense igual que pienso yo'».

Por debajo de la demagogia, late la envidia, la «pasión demagógica por excelencia», enfermedad común a pueblos democráticos y demagógicos como el griego y el español. Contaba Unamuno que una vez paseando por la plaza Mayor de Salamanca con Francisco Cambó, este le confesó que «la envidia nació en Cataluña». Pero la envidia que da vida a la demagogia no es la envidia que se defiende y es casi angelical, sino «otra envidia hipócrita, solapada, abyecta, que está devorando a lo más indefenso del alma de nuestro pueblo».

También es el analfabetismo, bien ya sea absoluto, bien sea funcional en cada área de la vida, el que favorece la mentira de la democracia y la demagogia. «Pocas mentiras hay en España, de las innumerables que nos envuelven y paralizan, más mentirosas que la mentira de nuestra democracia, entendida como una «oclocracia», una soberanía de las muchedumbres y de las muchedumbres analfabetas», resuelve.

Cuando se refiere a Joaquín Costa, como ejemplo de personaje soberbio y endiosado con escasa paciencia para soportar a contradictores, defiende su comportamiento valeroso y honesto, no hipócrita ni demagógico. Es más, se proponía a sí mismo continuar la batalla del aragonés de Monzón contra las miserias, la mayor de ellas «la del embuste y la insinceridad sistematizados. Siendo lo peor que todos estamos en el secreto. Hay miedo de decir la verdad, un miedo cerval, y más que miedo a perder ventajas de posición y de fortuna, miedo a que se le atribuyan a uno móviles bastardos».

Sobre estos mimbres, sitúan su acción los verdaderos demagogos siendo los presuntos maestros del pueblo, lo engañan mediante la gran mentira, a saber que «cuando se instruya y eduque, y sea más culto y más inteligente, vivirá con más facilidad, más comodidad y más abundancia.» Pero la verdad es que «para que un pueblo se haga más culto necesita trabajar más y gozar menos; aumentar su trabajo y aumentar los tributos. Hay que repetir la vieja sentencia: Quien añade ciencia, añade dolor… lo que Santa Teresa llamaba dolor sabroso».

Sin embargo, contra la demagogia no hay más arma que la cultura. «Libertad y democracia significan, pues, en cierto respecto, cultura y aristocracia. Aristocracia, sí, no rehúso el dictado por pervertido que esté. Y si alguien nos preguntara quién define esa cultura cuya imposición a nuestro pueblo juzgo el único camino de verdadera libertad, nuestra rotunda y categórica respuesta debe ser : ¡nosotros!¿Y quiénes sois vosotros? Los que tenemos fe en nosotros mismos y fe en la cultura…, el ideal de la cultura europea moderna… sólo la imposición de la cultura puede borrar el caciquismo y la demagogia».

Y apunta lo que debe ser un comportamiento anti demagógico, en sentido tradicional: «Discrepamos en nuestros juicios y convicciones unos de otros, pero, al menos, se nos debe exigir a todos honradez mental, lealtad y un santo odio a todo falseamiento, a toda insinceridad y a toda insidia, por definidoras que sean». (Sobre la tumba de Costa, febrero, 1911).

Fuente del Artículo:

https://www.libertaddigital.com/cultura/2018-07-15/pedro-de-tena-unamuno-demagogia-demagogia-y-pedagogia-85534/

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Prohibir no es educar, es coaccionar

Por: Pedro Badía

La institución escolar es de las más resistentes al cambio. La Historia nos ha enseñando en muchos momentos que el progreso, en el caso que nos ocupa el tecnológico, y las mejores ideas sociales han pasado por delante de la escuela sin detenerse y entrar en ella.

La Asamblea Nacional de Francia, aprobó en julio una ley que prohíbe, a los niños y niñas de hasta 15 años, el uso del teléfono móvil y las tablets en los colegios, incluido el tiempo de recreo. Para el ministro de Educación Jean-Michel Blanquer, “se trata de un mensaje de salud pública para las familias”.

Es una medida polémica, cuyo alcance solo se conocerá a medio y largo plazo, cuando el gobierno evalúe el impacto real que haya tenido en los centros educativos. Pero que ya ha despertado dudas en la comunidad educativa. En palabras de un portavoz sindical, recogidas en el diario El Mundo, no encuentra “lógica o pragmatismo en este anuncio”.

La mayoría de los problemas que se plantean en el subsistema escolar, con repercusiones en los subsistemas familiar y sociocultural, tienen su origen en las normas generales de aplicación a todos y todas por igual, que no tienen en cuenta las realidades sociales, culturales y de aprendizaje de cada persona. En cualquier caso parece más fácil gestionar la obediencia que la creatividad y la autonomía. La ley francesa es un buen ejemplo de ello.

En España no existe ninguna normativa como la aprobada en Francia, pero sí el uso discrecional por parte de los centros educativos de medidas que restringen el uso del teléfono móvil. Aunque el gobierno español ya está valorando la posibilidad de prohibir el uso de los teléfonos móviles en las escuelas y en los institutos.

Según información del diario de Canarias El Día.es el ministerio de Educación ha elaborado los primeros datos y tiene información reciente que aborda las posibilidades de utilizar soportes tecnológicos como el móvil para el aprendizaje. Entre las diferentes comunidades autónomas, Canarias, lidera junto a Murcia y Euskadi, la utilización del móvil como recurso didáctico, utilizándolo más de la mitad del alumnado de Enseñanza Secundaria Obligatoria y de Bachillerato. Dónde menos se utiliza el móvil como recurso es en las comunidades de Asturias, Valencia, La Rioja; y en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla.

¿No es un error desaprovechar las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías para el aprendizaje? ¿No es vivir de espaldas al presente y al futuro?

Como escribía al principio de este artículo, nos hemos acostumbrado a que el progreso pase por delante de la institución escolar sin parar, tan siquiera, en la puerta. Herramientas tradicionales y métodos resecos incapaces de esponjar y de fecundar lo mejor de cada persona. Y como escribía Montaigne hace cuatro siglos, “los maestros truenan siempre en nuestros oídos como si vertieran agua en un tubo, y nuestro deber consiste simplemente en repetir lo que nos dicen”.

El desajuste en el sistema educativo es evidente. Mientras el subsistema escolar sigue resistiendo la incorporación generalizada de las nuevas tecnologías y de las redes sociales al quehacer diario, en los subsistemas familiar y sociocultural forman parte de la vida cotidiana; de las nuevas formas de entender el trabajo, la cultura, la economía y las relaciones sociales y personales. El impacto es innegable. ¿Por qué prohibir el uso de tecnologías, como el móvil, tan importantes en la vida de las personas?

La prohibición no tiene sentido si no es acordada en el centro por el conjunto de la comunidad educativa sobre lo que permitiremos o no para aprender y relacionarnos. El móvil y la tablet ya son unas herramientas más de trabajo que nos permiten un aprendizaje más eficaz, libre y creativo. Cuando hablamos de dotación de recursos para el aula, estos soportes tecnológicos ya están presentes. En numerosos proyectos de innovación pedagógica ya se utilizan el móvil y la tablet, como herramientas que favorecen el aprendizaje autónomo y respetuoso en el aula y que se extiende fuera de ella. Empoderan al alumnado.

El problema, si es que existe, pues una gran parte de los conflictos que surgen en el centro educativo tienen su origen en el mal uso de las redes sociales, no se soluciona prohibiendo el móvil en el centro y desentendiéndonos de su uso fuera de él, sino educando a los niños, las niñas, los adolescentes y jóvenes, en un uso responsable tanto de los soportes tecnológicos como de las redes sociales, según unos criterios compartidos y acordados por el conjunto de la comunidad educativa, familias, profesorado y estudiantes, que trasciende al aula y al propio centro.

Las nuevas tecnologías pueden ayudar a eliminar cualquier obstáculo que dificulte el proceso de enseñanza y aprendizaje. Una educación interactiva y práctica, en la cual la persona se sienta parte fundamental, y no solo un receptor o recipiente de contenidos, garantiza una formación continuada a lo largo de la vida, respetando los intereses, las necesidades y las características de cada persona.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/10/08/prohibir-no-es-educar-es-coaccionar/

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Por qué es importante educar sin culpa y con firmeza

Colombia / 30 de septiembre de 2018 / Autor: Redacción / Fuente: Revista Semana

A la hora de criar la mayoría de papás cometen errores: se dejan manipular de los hijos, no toman decisiones con seguridad y sienten culpa de impartir disciplina. En su nuevo libro, la psicóloga Amy Morin, describe las cosas que los padres deben dejar de hacer si quieren educar hijos felices y seguros. Estas son las cinco más comunes.

¿Lo estaré haciendo bien? ¿Me habré pasado de la raya? ¿Estaré siendo muy blando? ¿Debería castigarlo? Son algunas de las preguntas que pasan a diario por la cabeza de los padres. Aunque la inseguridad y la angustia hacen parte del reto de educar, llevarlas al extremo puede perjudicar a largo plazo la educación de los hijos. Muchos expertos han advertido, con preocupación, que el exceso de sobreprotección y culpa con la que hoy los padres crían a sus hijos está influyendo significativamente en que sean adultos frágiles, menos competitivos, infelices y menos tolerantes a la frustración.

Hacerles las tareas, excusarlos ante el profesor, sentir excesiva culpa por llamarles la atención, darles demasiado poder sobre las decisiones familiares o evitar que sufran a toda costa, son tan solo algunos de los errores más frecuentes de los padres débiles, dice la escritora y psicóloga Amy Morin en su reciente libro ‘13 cosas que los padres mentalmente fuertes no harían’.

Morin es reconocida mundialmente por haber escrito en 2013 una carta titulada ‘13 cosas que las persona mentalmente fuertes no hacen’ que se volvió viral en internet. Al publicarla en línea fue leída por más de 50 millones de personas y se convirtió en un libro que llamó por el mismo nombre. Tras su éxito en librerías, este año lanzó ‘13 cosas que los padres mentalmente fuertes no harían’, un texto que reúne algunas de las experiencias que ha vivido como trabajadora social clínica, psicoterapeuta, y profesora universitaria; y que pretende ser una guía práctica para aquellos que enfrentan el reto de la crianza.

Para la escritora, la clave de criar hijos más exitosos y mentalmente saludables está en que los padres fortalezcan su músculo mental, sean firmes y no sientan culpa por fungir autoridad frente a sus sus hijos. De las 13 propuestas que hace en el libro, SEMANA selecciona cinco de las más importantes:

1. No le dé a su hijo demasiado poder sobre usted

Acceder a todos sus caprichos, sobornarlo para que obedezca, o intentar ser más un amigo que una figura de autoridad son estrategias que usan muchos padres. Pero según Morin, “hay una gran diferencia entre capacitar a tu hijo para que tome decisiones saludables y darle demasiado poder en la familia”. Lo que sucede es que los padres no saben identificar cuándo cruzan esa línea. Pero lo cierto es que cederles el poder perturba la jerarquía familiar y los daña de diferentes formas: una es que sin la guía adecuada, es muy posible que lidien con problemas de autocontrol en la adultez; otra es que sin reglas firmes, tienen un riesgo más alto de presentar problemas académicos. Por último, Morin advierte que esto incluso puede significar más problemas de salud, desde caries hasta obesidad, pues al tener ausencia de autoridad es mucho más probable que adquieran hábitos poco saludables.

Para no caer en este error Morin aconseja fortalecer la fuerza de voluntad, otorgar privilegios solo cuando se los hayan ganado, separar las conversaciones de adultos de las de niños, evitar pedirle permiso a él para hacer ciertas cosas, y dejar claro que es él quien debe pedir permiso. “Ceder ante él cuando hace un berrinche solo le enseña malos hábitos”, concluye.

2. No evite que cometa errores

Este es uno de los errores más comunes de los padres. En aras de querer protegerlos, insisten en llevar las riendas de la vida de sus hijos: quieren decidir qué clases debería tomar, cómo debería vestirse, cómo debería actuar ante diferentes situaciones, con qué amigos salir, entre otras cosas. El problema, explica Morin, es que aunque esto les enseña la manera correcta de hacer las cosas, también puede ser contraproducente: hacerlos creer que cometer un error o fallar en algo sería fatal. Además, en casos muy extremos, puede ocasionar que tengan problemas para tomar decisiones por sí mismos, entre otros casos concretos que explica en su libro.

En este punto Morin recomienda que los padres resistan la tentación de intervenir en todos los problemas de los hijos. “Darles un poco de libertad puede ser buena para la relación. Más que ser visto como un superior quisquilloso con grandes exigencias, puedes ser el jefe que apoya y ofrece guía”, explica. También ayuda, enseñarles a admitir sus fallas y enfrentarlas, como hablarles abiertamente de las historias personales de errores y fracasos. Así aprenderán que pueden recuperarse de ello siempre y cuando hagan su mejor esfuerzo.

3. No tolere la mentalidad de víctima

El rechazo, el fracaso y la injusticia son parte de la vida, por eso los padres no deben permitir que los niños exageren sus desgracias. El primer error, según Morin, es darles ejemplo de esta mentalidad, pues les enseñan que está bien culpar a terceros para justificar los fracasos. “Los padres que crecen creyendo que fueron víctimas crían niños con mentalidad de víctimas”, dice Morin. El segundo es subestimar las capacidades del hijo o sentir pena secretamente por él, pues aunque nunca haya sido discutido abiertamente, llevará a que construya una mentalidad de víctima.

La sugerencia de Morin en este aspecto es que los padres sean conscientes de cuánto y por qué se quejan, pues de alguna manera eso afectará la manera cómo su hijo concibe el mundo. Por otra parte, aconseja crear ambientes positivos: ayudar a otras personas, tratar con amabilidad a los demás. Así el niño aprenderá que tiene la habilidad de mejorar el mundo. Como último punto, la psicóloga aconseja que los padres se muestren firmes, pero respetuosos, ante situaciones tensas. “Si alguien se le cuela en la fila, quéjese o coméntelo con el administrador, así su hijo aprenderá a que no debe ser una víctima pasiva”, explica.

4. No espere la perfección

Los padres buenos esperan que sus hijos tengan éxito. Sin embargo, esperar demasiado de ellos no es bueno para su salud mental. Por una parte, pueden desarrollar la creencia de que otros solo los valorarán si son perfectos, e incluso, presentar problemas de insatisfacción crónica. Es decir que a pesar de sus logros no se sentirán completos.  De acuerdo a la autora, los padres mentalmente fuertes reconocen que sus hijos no van a sobresalir en todo lo que hacen y en lugar de presionarlos para que sean mejores que los demás, se centran en ayudarlos a convertirse en las mejores versiones de sí mismos.

La psicóloga advierte que los padres deben evitar criticar más de lo que elogian a los hijos, evitar compararlos con otros, no microgestionar sus actividades para que cumpla las expectativas, ni amenazarlos con cosas malas si no las cumplen. Lo útil para incentivar la excelencia y no la perfección es preguntarle al hijo qué espera de sí mismo, alentarlo a cometer un pequeño error o acompañarlo a hacer actividades sin ninguna competencia.

5. No se convierta en un padre lleno de culpa

De acuerdo a Morin hay tres tipos principales de culpa que los padres experimentan. La culpa apropiada, que puede ser un indicio de que las acciones del padre no estuvieron bien; la culpa innecesaria que, aunque no es dañina, puede llevar sentir que se falló al hijo sin razón; y la culpa crónica, que ya llega a un extremo y consiste en culparse todo el tiempo, sin una razón clara ni un por qué. Aunque será inevitable sentirla cuando se está en el proceso de crianza, la experta asegura que guiar la crianza a través de este sentimiento no envía un mensaje sano. Podría nublar el pensamiento, y generalmente, llevar a acceder a demandas del hijo solo para ganar un alivio temporal.

Para no caer en esta trampa, la experta sugiere quitarse la presión de tratar de ser un padre perfecto, evitar avergonzar al hijo por su mal comportamiento, practicar la autocompasión, aprender a mantener los límites aun cuando el niño trate de chantajear y ensayar cómo disculparse. “Cada error de crianza que cometes es una oportunidad para que tu hijo se fortalezca mentalmente. Eso no quiere decir que debas salir de tu camino para acelerar su proceso de desarrollo de fortaleza, sino que puedes darle experiencias de aprendizaje en la vida real a través de tus propios errores”, concluye.

Fuente del Artículo:

https://www.semana.com/vida-moderna/articulo/la-importancia-de-educar-sin-sentir-culpa/583517

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La educación, en verdad, es totalmente diferente a la instrucción

Venezuela / 12 de agosto de 2018  / Autor: José M. Ameliach N. / Fuente: Aporrea

Sería muy conveniente para la población que existiera un texto basado en las experiencias y estudios de algunos profesionales en pedagogía, sociología, filosofía, teología, psicología, psiquiatría y cualquier otra ciencia afín en donde se pudiera conseguir las recomendaciones sobre la educación que en el hogar se le debe impartir a los niños; desde que nace hasta que cumple los 12 años. Los primeros años de vida de los seres humanos son fundamentales para dejar en su conciencia, personalidad, entendimiento, moralidad y/o sensibilidad, una buena formación sobre la conducta que deben observar en la sociedad. Estos textos deberían editarse por el gobierno y obsequiarse a todas las parturientas para que los estudien y se preparen para cuando vengan al mundo su hijo. Todos aquellos profesionales que colaboren con sus aportes para la edición de ese material didáctico, deberán esmerarse en hacerlo en un lenguaje sencillo, ameno y contener algunas gráficas motivadoras para que así todas las madres los puedan leer, lo entiendan y lo apliquen en la crianza de su niña o niño. Este manual debería contener un capítulo sobre el comportamiento que deben guardar los padres cuando estén ante sus niños. Así mismo debería el manual contener otros 2 capítulos, uno, para que en determinada edad de la niña, mujer, se le enseñara una educación acorde con su feminidad y el otro dedicado al niño, hombre, que le enseñe una educación acorde con su masculinidad.

La literatura impresa en los manuales dirigidos a los padres, con la finalidad de que se preparen y capaciten para tratar con los niños, debe estar dividido en secciones identificadas de esta; o similar manera: Niños de 0 a 1 año. Niños de 1 a 2 años. Niños de 2 a 3 años y así sucesivamente hasta llegar a los 12 años. Aprender sobre como guardar una buena conducta en el transcurso de su vida, como comportarse con el prójimo y como conservar una buena costumbre, después que el niño ha asimilado un modelo de mala conducta, hábito o actuación, es muy difícil ello sea revertido, por no decir imposible de lograr. Si, un niño de 13 años que no esté íntegramente formado moralmente, que no sepa identificar lo bueno de lo malo, que no tenga un algo en su interior que le impida realizar una mala acción, no logrará cambiar así lo hagan estudiar en el mejor colegio del mundo, ya que a un niño de 13 años de edad debe considerarse muy difícil de educar. No, ese ser ya tiene bien desarrollado el odio, la maldad y la envidia y esos malos sentimientos poco a poco lo irá manifestando en sus actos y les provocará gozo, emoción y un disfrute íntimo y entonces se dedicará a robar, dañar un bien material, dañar a las personas con las palabras y por último dañarlas físicamente. Aunque si puede captar la instrucción a cualquier edad, bien sea niño, adolescente, joven, adulto, adulto mayor y hasta las postrimerías de su vida terrenal.

Usted se habrá preguntado el por qué un hombre practica la pedofilia, ello es violento, cruel, absurdo, inhumano, es algo monstruoso; pero usted seguramente no se ha puesto a analizar cual es el problema de fondo. Acaso no es verdad que desde el más sencillo o profundo análisis que de estos temas se haga siempre la conclusión es que lo que hace falta para evitar todas estas cosas desalmadas es la educación en la gente. Y usted también se habrá preguntado cual es esa educación. Observe como muchas personalidades se confunden y cuando hablan de educación en realidad se refieren a la instrucción del individuo. La instrucción en si mismo no es educación, una persona puede ser muy bien instruida y ser un tremendo bandido, por lo que solo la instrucción no basta para lograr un buen ciudadano para la patria; aquí en Venezuela se ha visto mucha gente bien instruida y muy poco, o nada, educada. Se puede decir que la educación viene del corazón, viene del alma, en cambio la instrucción viene de la mente, viene del conocimiento. Un individuo que posea buenos sentimientos y que esté bien instruido es necesariamente un buen ciudadano, pero un individuo por más instruido que sea y que posea malos sentimientos, necesariamente no es un buen ciudadano, es más, será para siempre un mal ciudadano. Es vital para la república buscar un mejor futuro para sus nacionales, por tanto, el gobierno de inmediato debe ponerse a trabajar en constituir un equipo interdisciplinario en el área de la educación con la finalidad de que aporten sus ideas de cómo los padres deben guiar a sus niños, que metodología establecer, como reaccionar ante una conducta extraña y finalmente, a donde acudir cuando se note algo anormal en el comportamiento de sus pequeños hijos.

Fuente del Artículo:

https://www.aporrea.org/educacion/a267419.html

Fuente de la Imagen:

https://www.google.co.ve/search?q=David+Rabinovich&biw=1024&bih=662&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwi6hqHD_rHPAhWE6x4KHYK4C9sQ_AUIBigB#tbm=isch&q=La+educaci%C3%B3n+vs+la+instrucci%C3%B3n&imgrc=zpz5XTG8LrwpwM%3A

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La tarea de educar

Autor: Abel Ayala Guerrero

La tarea de educar, consideran los especialistas en preparar para la vida, formar personas capaces de interactuar con el medio social y cultural, enfrentar los retos que plantea el entorno hoy en día.

El futuro se gana desde el presente, por eso en las escuelas, la educación no sólo consiste en transmitir conocimientos o memorizarlos, sino de favorecer la construcción de personalidades fuertes y saludables.

La actual educación está sustentada en un marco de caracteres psicopedagógicos, se reconoce la solidez teórica que aporta al desarrollo personal y del aprendizaje, así como también su perspectiva sociológica que ofrece espacios para reflexionar en las necesidades que son cubiertas para satisfacer su función social.

Las relaciones entre sociedad y educación abarcan múltiples aspectos: los económicos, donde su acción está más extendida; en el plano técnico difundiendo la ciencia y la tecnología; en la cultura; en el cauce hacia la justicia y la igualdad.

En una sociedad con rápidos cambios sociales y grandes innovaciones, la educación sirve más que nunca como factor igualador de oportunidades y elementos de homogeneización social al integrar en los alumnos hábitos y valores de base colectiva y solidaria.

Un sistema educativo que no es innovador se ancla en el pasado de ahí que exista el compromiso de poner al centro del proceso educativo a los niños y jóvenes, favoreciendo su autonomía y aprendizaje a través de la experiencia que prepare para la vida y el futuro, formándolos en valor y esperanza, que es aprender a vivir los cambios, sabiendo que hay riqueza en cada nueva experiencia y que se debe estar dispuesto a enfrentar situaciones diferentes cada vez.

A través de los distintos valores y capacidades que se han enumerado, se vislumbra que el objetivo del sistema educativo es tener un modelo innovador y con calidad educativa, este último aspecto depende de diversos factores, uno de ellos es el papel que desempeñan los maestros en el logro de una educación con calidad.

Al respecto, los propósitos educativos se cumplen si los maestros los practican en su trabajo diario y los recursos para la enseñanza son útiles sólo como instrumento de trabajo. También se sabe que muchos problemas que suelen agobiar a los sistemas escolares son menos graves ahí donde existe un buen maestro.

Al destacar no se pretende trasladarle una responsabilidad única, pues ésta es compartida por las autoridades, los directivos escolares, los padres de familia y los alumnos, es por ello que se establecen condiciones para que los docentes realicen su labor con los requerimientos que exige una situación profesional estable, de apoyos materiales y técnicos adecuados a la naturaleza de su tarea, ya que en un contexto favorable, la función de los maestros es insustituible.

Los profesores orientan su trabajo al desarrollo de personas maduras y responsables de una sociedad más justa y humana. La vida profesional del docente tiene plenitud de sentido, en ella encuentran diversas recompensas que los llevan a sus autentica realización, se distinguen de otros profesionales por su interés de relacionar su trabajo con otros aspectos de su existencia, por ello la esencia de los educadores está en su capacidad de responder a una de las preocupaciones centrales del ser humanos: comprender el mundo y transformarlo.

Es el hombre de pensamiento quien puede plantearse de un modo cabal la situación de la sociedad y este solo hecho engendra la necesidad de superación.

Las personas alcanzan su estatura justa únicamente cuando proyectan su energía y sus capacidades a un propósito que rebasa sus intereses particulares. Con frecuencia afirmamos que una tarea normada por los principios educativos no debe permanecer ajena a los hechos sociales, sino que debe contribuir a formularlos correctamente, a explicarlos y encauzarlo por medio de acciones concretas, esto exige de los educadores el compromiso de ayuda a solucionar los problemas que surgen en la sociedad, con una influencia profundamente integradora, capaz de motivar capacidades criticas de las personas para hacerlas evolucionar.

En las circunstancias actuales, una de las labores más altas de los maestros es contribuir en los alumnos hacia un espíritu más responsable que los convierta en hombres y mujeres capaces de crear, trabajar, vivir en libertad y para la libertad.

Fuente: https://www.elsoldepuebla.com.mx/analisis/la-tarea-de-educar-1715353.html

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