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Resolución de conflictos: Estrategias para educar en el valor de la justicia

06 de septiembre de 2017 / Fuente: https://compartirpalabramaestra.org

Por: Marta Salinas y Luz Isaza

Se le recomienda al maestro utilizar adecuadamente cada uno de los recursos de que dispone, para el diseño de estrategias y manejo del debate.

Tomado del libro: Para educar en el valor de la justicia. Representaciones sociales en el marco de la escuela. Autor: Marta Lorena Salinas Salazar – Luz Stella Isaza Mesa. pp: 169-170

Antes de entrar al análisis de la estrategia de la resolución de conflictos, es importante hacer precisión sobre el concepto mismo. Él supone una interacción entre varias personas o grupos de personas con algún tipo de interdependencia, con objetivos o fines incompatibles, o bien de competencia en la consecución de ciertas recompensas. El conflicto es inherente a lo humano, no es sinónimo de violencia como frecuentemente se concibe en el ámbito de la escuela; por el contrario, se puede convertir en motor que dinamiza las relaciones y conduce a un ejercicio de reflexión crítica.

En consecuencia, la resolución de los conflictos debe tener un espacio im portante en el trabajo escolar. En este orden de ideas, Grasa (1994) sostiene que no todos respondemos de la misma manera ante un conflicto, porque en ellos intervienen situaciones, estados evolutivos de las personas, contexto, personalidad; elementos que hacen compleja su resolución o su mediación. Puig (1995), ubica la resolución del conflicto como parte de la educación mo ral, que en situaciones controvertidas o difíciles, ayuda a orientar y a conducir reflexivamente la búsqueda de las herramientas básicas para la solución de los mismos.

Siguiendo a Grasa (1991), otro aspecto importante en la utilización de esta estrategia, tiene que ver con la toma de conciencia sobre las actitudes y comportamientos que se asumen con mayor frecuencia en los ambientes escolares para su solución; ellos son: competir, evitar, huir, pactar, negociar, ceder, acatar, colaborar.

Volviendo a Puig (1995), éste propone que a la hora de acercarse al análisis y búsqueda de salidas al conflicto, deben evitarse las posiciones pasivas o egoístas, para priorizar la negociación y la colaboración como alternativas que permitan encontrar fórmulas que favorezcan a todos los implicados.

Se sugiere realizar la aplicación de esta estrategia en la escuela, siguiendo algunos de los pasos que ya han sido trabajados por autores como Lederach (1994), Grasa (2000) y Puig (1997); veamos:

• Iniciar con el análisis de los tres elementos involucrados: las personas, los procesos y los problemas. En este aspecto se sugiere diferenciar, claramente, los actores que están involucradas en la situación conflictiva teniendo en cuenta las posturas de cada uno; reconocer el origen y el desenlace de los acontecimientos; e identificar el problema en el que convergen.

• Hacer claridad sobre el origen, la forma que ha tomado el conflicto y su magnitud.

• Favorecer el desarrollo de un clima propicio no solo para la comunica ción entre las partes, sino la expresión de experiencias, información y sentimientos, como la confianza.

• Buscar estrategias que permitan orientar adecuadamente el problema; esto implica: definirlas, aplicarlas y evaluarlas en relación con los resul tados.

En la solución de los conflictos que se presentan a diario en la escuela, toda la comunidad escolar tiene que aprender a actuar como mediadora. En este sentido, el lugar del maestro cobra vital importancia en la medida en que ofre ce, con esta estrategia de resolución de conflictos, una herramienta para el acercamiento más positivo a las situaciones que generan conflicto; además, la presencia del maestro como mediador es importante porque hace posible la visión global del conflicto en la comprensión de sus pasos, es decir, ampliar el conocimiento sobre la posición que tiene cada una de las partes, precisar el problema, identificar las personas involucradas y visualizar las soluciones posibles.

Tan importante como la aplicación de la estrategia metodológica sugerida para la resolución del conflicto es, como lo afirma Puig (1995), la actitud con que el maestro aplica y usa dicha estrategia. Así mismo, se recomienda al maestro, utilizar adecuadamente cada uno de los recursos de que dispone, para el diseño de estrategias y manejo del debate, pues esta tarea exige, por su parte, la búsqueda de salidas dialogadas y creativas, sin olvidar por supuesto, que su posturas y opiniones han de estar enmarcadas por principios como el respeto, la libertad, la igualdad, la justicia, el diálogo y la solidaridad.

Referencias:

GRASA, R., 1994, “Resolución de conflictos”, en: MARTÍNEZ, M. y J. Puig, (coord.), 1994, La Educación Moral: Perspectivas de futuro y técnicas de trabajo, Barcelona, Grao, Instituto de Ciencias de la Educación, Uni versidad de Barcelona ICE, pp. 105-112.

PUIG, J., 1995aAprender a dialogar, Buenos Aires, AIQUE.

PUIG, J., 1995bLa educación moral en la enseñanza obligatoria. Barcelona, Horsor.

PUIG, J., 1997, «Conflictos escolares: Una oportunidad», en: Cuadernos de Pedagogía,(257), Barcelona, pp.58-65.

LEDERACH, J., 1994, «Mediación», en: Documentos «Red Gernika», Gernika Gogoratuz, 1997,http://pangea.org/edualter/material/euskadi/mediacio.htm.

Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/alianza-editorial-magisterio-fundacion-compartir-columnas/resolucion-de-conflictos-estrategias-para

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Jack Ma: «La inteligencia artificial podría provocar la Tercera Guerra Mundial»

Asia/China/25 Junio 2017/Fuente y Autor: mdzol

El fundador de Alibaba ha instado a los líderes mundiales a aumentar la educación para evitar las dolorosas consecuencias de las nuevas tecnologías.

El presidente y fundador de la plataforma de comercio electrónico Alibaba, Jack Ma, piensa que las nuevas tecnologías suponen una amenaza más allá del futuro del mercado laboral y podrían provocar una Tercera Guerra Mundial.

«La primera revolución tecnológica causó la Primera Guerra Mundial», afirmó el multimillonario chino durante una entrevista con CNBC. «La segunda revolución tecnológica provocó la Segunda Guerra Mundial. Esta es la tercera revolución tecnológica», añadió.

Los humanos ganarán la guerra

Así, según Ma, la inteligencia artificial podría provocar una nueva guerra mundial. Sin embargo, ha asegurado que los humanos ganarían esta batalla, ya que las máquinas jamás podrán tener la sabiduría y la experiencia de los humanos.

«La sabiduría procede del corazón (…) Siempre se podrá crear una máquina que aprenda el conocimiento, pero es difícil para las máquinas tener un corazón humano», explicó. Además, Ma defendió que el objetivo de esta tecnología debería ser la creación de máquinas que hagan cosas que los humanos no pueden, en lugar de que estas máquinas sustituyan a las personas.

En este sentido, el fundador de Alibaba dijo que los líderes mundiales tienen la responsabilidad de educar a la gente para evitar el dolor provocado por el rápido crecimiento de la automatización y la inteligencia artificial. «Si no se mueven rápido, va a haber problemas», añadió.

En 30 años, trabajaremos 4 horas

Por otro lado, el magnate también reconoció que el crecimiento de las nuevas tecnologías podrían tener el beneficio de permitir a los ciudadanos viajar más y pasar menos tiempo trabajando en el futuro. «Creo que en lo próximos 30 años, la gente solo trabajará cuatro horas al día y quizás cuatro horas a la semana», opinó. «Mi abuelo trabajaba 16 horas al día en una granja y con mucho trabajo. Nosotros trabajamos ocho horas durante cinco días a la semana y creo que tenemos menos», añadió.

No es la primera vez que el fundador de Alibaba advierte sobre el futuro de las nuevas tecnologías. El pasado mes de abril, Ma aseguró que la sociedad debe prepararse para décadas de agitación social y dolor mientras se adapta a los cambios que trae Internet a la economía global.

En una conferencia empresarial en Zhengzhóu (Henán, China), el multimillonario chino sostuvo que «el dolor del mundo será mucho mayor que su felicidad» en los próximos 30 años, mientras que los conflictos sociales «afectarán enormemente a todas las industrias».

Fuente de la noticia: http://www.mdzol.com/nota/740567-jack-ma-la-inteligencia-artificial-podria-provocar-la-tercera-guerra-mundial/

Fuente de la imagen: http://i1.mdzol.com/files/image/778/778886/594cf75666e31_644_!.jpg?s=00e8c8a6d413de8537d324d031b288b9&d=1498365

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Entrevista a Mariano Martín: «Educar es mucho más que enseñar: es humanizar»

Entrevista realizada por Manuel Crespo. OEI-IBERCIENCIA a Mariano Martin Gordillo.

 Mariano Martín Gordillo es profesor de educación secundaria desde hace casi 25 años. Trabaja en Avilés, una ciudad del Principado de Asturias, en el norte de España, donde da clases de Filosofía, Ética y también sobre temas relacionados con ciencia, tecnología y sociedad. Sobre su propia experiencia como estudiante, recuerda lo siguiente: «Cuando yo era alumno, los pupitres estaban clavados en el suelo y formaban filas de a dos, mirando siempre a la pizarra, donde estaba el profesor. Él hablaba siempre, nosotros pocas veces. Él preguntaba y nosotros debíamos responder. Eso era lo que se esperaba de nosotros: el silencio, las respuestas y, si se daba el acaso, alguna pregunta pertinente. Aquello no me gustaba. A mí me gustaba y me gusta hablar. Por eso ahora tiendo a hablar mucho cuando me invitan a hacerlo con otros profesores y a hablar menos cuando estoy con mis alumnos, para que sean ellos quienes lo hagan».

Alrededor de esta inquietud giran algunos de los conceptos que el profesor expondrá durante la entrevista, dedicada en su mayor parte a la inclusión de las nuevas tecnologías en el aula. Martín Gordillo, que también es miembro de la Comisión de Expertos de la OEI, dice que está de acuerdo con la llegada de ordenadores, entornos virtuales y libros-computadora, siempre y cuando estos progresos nunca dejen de ser lo que son: una herramienta para asegurar la participación cada vez más integral del alumno en la clase y la construcción de un espacio en el que primen el diálogo y el intercambio como principales métodos de enseñanza.

PREGUNTA: El aula de la escuela no ha cambiado en muchísimo tiempo. Siguen estando el pizarrón y la tiza, mientras que afuera las tecnologías evolucionan sin cesar. ¿Cómo puede hacer la escuela para capturar la atención del alumno de hoy, que está muy pendiente de los actuales cambios tecnológicos?

RESPUESTA: Creo que hay que pensar en términos de metáforas. Me refiero a la lógica 2.0 de la que tanto se habla, a la integración no mediada por el espacio y el tiempo. Sería interesante verla como una metáfora de la relación educativa. Durante un tiempo Internet fue 1.0. Hubo unos poquitos años de redes escaparates, de páginas que mostraban cosas y se suponía que uno era un mero espectador. Y en ese sentido el 2.0 es una metáfora de lo que puede ser el ámbito escolar. No es tanto cómo entran las TIC como artefactos en el aula, sino de qué manera podemos hacer que el aula recupere la dimensión dialógica que siempre debió tener. Porque en los orígenes de la educación estaba el diálogo. Parece que eso se nos ha olvidado. Las primeras reflexiones de la educación están en Platón. El espacio público que era el ágora, el espacio de encuentro en las polis griegas, donde se intercambiaban y se compartían razones. Es aquello lo que podemos y debemos recuperar en el ámbito escolar. Hoy en día, muchas aulas son un escenario demasiado contemplativo donde alguien habla y alguien escucha, pero podría ser un espacio dialógico que tuviera además una ventaja frente a los otros entornos: junto a los alumnos hay un adulto. Y ese adulto, que teóricamente tiene contacto con un conocimiento que viene de antes, es una oportunidad que en otras redes sociales los jóvenes no van a tener. En el mundo de la comunicación virtual, la comunicación intergeneracional no es tan fácil. El aula es una oportunidad para ello se produzca.

P: ¿Qué beneficios podrían traer innovaciones como el e-book a la enseñanza?

R: Respondo a esta pregunta a comienzos del 2010, cuando se anuncia la llegada del iPad, y con eso me excuso de que con el tiempo lo que ahora digo pueda resultar ingenuo o descaminado. Sin embargo, tengo ciertas expectativas hacia estos nuevos cacharros, no sólo por lo que tienen de novedad, sino también por lo que tienen de viejo. Para los nativos digitales puede ser novedoso un artilugio que les pone adelante la inmensidad de la cultura del libro. Para los inmigrantes puede ser amigable un dispositivo digital con el que pueden interactuar sin perder algunos de los códigos del mundo comunicativo del que proceden. Creo que, sobre todo en las aulas, las TIC pueden ser un interesante lugar de encuentro entre ambas especies generacionales. Al menos como escenario de transición, me interesa ver la forma en que esos nuevos artefactos pueden llegar a ser útiles para que las lógicas 1.0 y 2.0 puedan encontrar un puente en las aulas.

P: ¿Y qué piensa de iniciativas como las de «una laptop por niño»?

R: No seré yo quien se oponga a que todos los niños del mundo accedan a recursos de los que yo disfruto desde hace tiempo. Es evidente que nunca debe ser visto como problema que todos los niños tengan un ordenador, pero tampoco creo que deba ser considerado como la única solución. Como mucho es una parte de las soluciones que requieren los muchos problemas educativos existentes en los entornos más carenciados. Me gusta esa imagen de los niños, y sus familias, disfrutando con el mundo al que acceden a través de esos pequeños ordenadores, pero no me gusta ese discurso que a veces acompaña a estas iniciativas, según el cual los niños pueden ser educados casi sin maestros. También me preocupa la sostenibilidad de esas iniciativas: su visibilidad inmediata no siempre se conjuga con suficientes garantías de reposición y continuidad.

P: ¿Cuál será, en lo específico, el rol del maestro dentro de un esquema que integre a las nuevas tecnologías?

R: Será el artesano del diálogo. Tendrá que generar el contexto y hacer posible un espacio donde se pueda intercambiar, crecer y aprender intercambiando. Más que preocuparse por qué conocimientos debe llevar al aula -eso es una cuestión superada: los conocimientos están constantemente en todos los lugares-, deberá preocuparse por cómo crear dispositivos y situaciones de organización que favorezcan el acceso al conocimiento y su discusión. Otra cuestión que está presente es que el aula se concibe como un lugar donde sólo ocurre una transmisión de conocimientos, pero no se plantea como un espacio de cuestionamiento de conocimientos, de intereses, de valores.

P: Cuando habla de educación unidireccional, ¿por qué cree que hasta el momento se ha educado así?

R: Desde que existe la escolarización masiva, todos hemos sido educados en un aula. Todos tenemos una idea de lo que es o debe ser un aula. La transformación de esa tecnología supondría una renuncia a los preconceptos que uno tiene sobre cómo debe ser la educación. Nuestra aula no era dialógica, de modo que tenemos que crear escenarios de relación que no tenemos en nuestra memoria. Creo que esto es un obstáculo importante para el cambio. Haber sido educados de cierta manera supone un lastre muy grande para todos. Por eso los modelos son tan importantes. Aprender como docentes a crear otros escenarios de participación en el aula es vital. Si no lo haces, no te das cuenta de cómo se puede hacer. No es una cuestión teórica.

P: Dentro de un potencial esquema dialógico, ¿no hay riesgo de que se produzca una descentralización de la autoridad?

R: ¡Hombre, la descentralización nunca es mala! La autoridad concebida como el espacio donde yo hablo y tú te callas es una autoridad no democrática. La superación de este modelo autoritario -que no es autoridad sino autoritarismo- me parece perfecta. La autoridad es otorgada por la legitimidad que tiene tu rol. Es una legitimidad en ejercicio, en la medida en que el maestro sea capaz de crear situaciones y aportes a los alumnos. Se trata de un rol muy importante: en un espacio de debate la voz del profesor siempre es una voz autorizada, pero no solamente porque sea la del profesor, sino porque aporta o incorpora objetos que no están en el escenario mental de los niños. La voz del maestro debe ser respetada por lo que dice, no por quién lo dice. Claro, esto supone un paso previo que es muy importante: el profesor tiene que contar con una densidad cultural que esté por encima del nivel medio de las familias de sus alumnos. Esto es crucial. Sin un cierto nivel cultural, sin un cierto interés por la cultura en el rol del profesor, el aula es un escenario problemático. Y eso tiene que ver con algunos contextos nacionales, donde la formación del profesorado está en baja.

P: ¿Cómo se puede establecer un diálogo horizontal entre maestro y alumno si se tiene en cuenta que las competencias de uno y otro no son las mismas?

R: Es evidente que las competencias no son las mismas, pero el que yo planteo no es sólo un diálogo entre dos sujetos, sino entre muchos más. El diálogo más vivo, y quizá más rico educativamente, es el que se da en el aula entre los propios alumnos. Ellos también son diversos en competencias, intereses y actitudes, pero esa diversidad es muy fértil si se sabe aprovechar educativamente. Ahí es donde entra el docente como organizador crucial de la comunicación en el aula, como experto competente en propiciar espacios para la interacción y la cooperación. Su competencia epistemológica en las materias que enseña es muy importante, pero no lo es menos su densidad cultural general o su capacidad para generar espacios propicios para el diálogo, la colaboración y el aprendizaje. Ser un docente competente es, por tanto, mucho más que ser un docente bien formado en una disciplina. Son competencias que se adquieren con una sólida formación inicial. Y también con una formación continua que permita al docente aprender con sus compañeros y aprender de las mejores experiencias que ellos le puedan aportar.

P: Llegado un momento, también se discutirán los contenidos de enseñanza…

R: Si, pero eso será tan sencillo como abrir un poco las ventanas a la vida. Los contenidos que tradicionalmente estaban presentes en los libros de texto tenían que ver con saberes disciplinados tradicionalmente por la academia, por la escuela, por la historia. Es el formato de la enciclopedia del siglo XVIII: un saber ya estructurado en cada escuela, con un currículo ordinario. Pero si miramos cómo es y cómo se difunde el saber, en los medios de comunicación encontramos una metáfora muy clara de lo que podemos hacer en la escuela. En el contexto de la ciencia, por ejemplo, el contenido científico no es un contenido de saber puro: hay un saber que tiene que ver con el hacer, con la tecnología, y también con la controversia, con los problemas. Es decir, sobre todo el contenido científico, un porcentaje altísimo de lo que los medios de comunicación incorporan no tiene que ver sólo con cuestiones de hecho o de saber, sino también con cuestiones de deber, con controversias de carácter valorativo. Incorporar en el aula toda la ciencia real -no solamente la ciencia conceptual, sino la ciencia controvertida, la ciencia que está en la agenda de las decisiones macro y micro, aquellas que tienen que tomar tanto el ciudadano particular como el conjunto de la sociedad- es una buena forma de hacerlo. Llevar los periódicos al aula y ver cómo se maneja el conocimiento científico en la prensa, cuándo la prensa lo hace bien y cuándo lo hace mal, es una de las herramientas más útiles para entender cómo debería ser el cambio de los contenidos.

P: ¿Se debería poner en duda la obligatoriedad de la educación formal?

R: ¡Hombre! Jamás deberíamos poner el acento en esa idea. La educación ha sido y es un bien social indiscutible. Los pueblos que han apostado por escolarizar a más gente, durante más tiempo y en mejores condiciones, son los pueblos que más han progresado. La extensión de la obligatoriedad -no en el sentido del encerramiento, sino simplemente de la obligación de los Estados de proveer servicios educativos a todos los ciudadanos, de la obligación de los padres de manejar el tiempo para que sus hijos estén en las aulas y de la obligación de los niños de asistir a clase- no debe ser relativizada bajo ningún aspecto.

P: Algunas TIC ya se usan en las escuelas, pero aún no hay un programa que explique los cambios que implican esas nuevas tecnologías. ¿Los estudios CTS podrían ayudar en ese sentido?

R: Sí, creo que son fundamentales. En el enfoque CTS hay una nueva mirada que es muy positiva. Muestra qué son la ciencia y la tecnología y cómo están afectadas por la historia y la vida social. Las sociedades están presentes en la propia construcción de la verdad, así que no hay verdades puras y aisladas del contexto en las que han nacido. Los estudios CTS, para la ciencia que se muestra en las aulas, también evidencian que la ciencia es humana e incorpora las condiciones que permitieron su gestación. Incluso la otra parte de los estudios CTS -aquella más involucrada en temas como la participación pública, el cambio social y demás- sería de mucha utilidad en el aula. La clase debe convertirse en un escenario donde los chicos puedan aprender a tomar decisiones en relación con la ciencia y la tecnología. Yo suelo hablar de dos paradigmas en educación. De un lado estaría el escenario siempre conocido, el paradigma narrativo y contemplativo, donde el aula es un espacio físico en un sentido tradicional y donde se construyen relatos que se transmiten. Aquí estamos hablando de narraciones y de una actitud contemplativa por parte del educando. Del otro lado nos encontramos con el paradigma dialógico-participativo. El que va a llevar la organización del espacio tiene que promover el diálogo, mientras que el alumno es un sujeto que se educa participando. Allí está la clave del cambio, pero vuelvo a lo de la memoria que dije antes: en el tránsito del paradigma narrativo-contemplativo al dialógico-participativo, no hay que descontar que todos hemos sido socializados en el primero. Este punto debe ser tenido muy en cuenta, ya que implica un obstáculo que no es menor a la hora de modificar el esquema tradicional de enseñanza.

P: En definitiva, ¿está de acuerdo con la implantación de TIC en las escuelas?

R: Una respuesta negativa a esta cuestión sería tan patética como seguir aferrado a la pluma y al tintero cuando ya se dispone de bolígrafos, o como oponerse al uso de los libros tras la invención de la imprenta. Pero más allá de lo obvio, conviene que nos demos cuenta de que asistimos a un cambio histórico descomunal. No se trata sólo de la entrada de cacharros digitales en las aulas. La escuela tuvo durante mucho tiempo funciones alfabetizadoras y ése fue el saber hacer propio que la hacía socialmente imprescindible. Sin embargo, el mundo digital no requiere tanto, al menos no como el mundo académico, de enseñanzas específicas para entrar en él. Pero sí puede seguir siendo relevante una educación para las nuevas formas de socialización en los nuevos entornos virtuales. Sigue siendo importante diferenciar entre enseñar y educar. Al aludir a una educación para los nuevos entornos virtuales no quiero referirme a esas ñoñas cantinelas llenas de prevenciones que insisten en educar frente a los peligros de esos nuevos entornos. Se trata, más bien, de instalar un nuevo contrato educativo en el que sea posible entender que, para muchas de las competencias que los nativos digitales necesitan, siguen siendo funcionales las aulas presenciales. El diálogo en el ágora, la participación cooperativa en el aula y la interacción en las redes sociales forman un continuo históricamente coherente. Lo que no es coherente es imaginar tarimas 2.0 o insistir en perpetuar formatos de aulas como la de la película Entre les murs. Si nos enrocamos, como muestra esa película, en el rancio paradigma narrativo-contemplativo, la escuela tendrá poco futuro y se quedará petrificada, añorando un tiempo que ya no existe. Los pesimistas disfrutan de esa película porque confirma su visión apocalíptica sobre el presente y sus pronósticos agoreros sobre el futuro. Bienvenidas sean pues las redes digitales y las TIC en las aulas, aunque sólo sea para que nos enredemos buscando la manera de disolver esos muros simbólicos que a veces han aislado a la escuela del mundo.

P: Recién dijo que «enseñar» y «educar» son dos conceptos distintos. ¿Podría decir algo más al respecto?

R: Efectivamente, hay diferencias significativas. La educación es más que la enseñanza. Incorpora ese valor añadido que le da sentido a ésta última. Educar es humanizar, favorecer el desarrollo de las potencialidades de las personas. Antes se consideraba que ese proyecto podría lograrse sumando las enseñanzas de los distintos campos del saber, pero hoy sabemos que eso no es suficiente. Siendo muy importante, la mera instrucción no conduce a una educación integral. De la suma de los saberes conceptuales no emergen las actitudes que permiten a las personas valorar el mundo en el que viven y apreciarlo. A valorar se aprende valorando y a participar se aprende participando. Quizá en esos verbos se sitúe ese valor añadido que tienen los buenos sistemas educativos sobre los buenos sistemas de enseñanza.

P: ¿Cuál es hoy el rol del examen en la escuela?

R: Muchas veces les digo a mis alumnos que la lógica de los exámenes se parece a la de un simulacro teatral: ellos hacen como que dominan ciertos contenidos en una fecha determinada y yo hago como que lo constato para siempre. Todo se basa en que nadie se salga del guión ni de la fecha. Si se pregunta o se responde lo que no toca o cuando no toca, todo se desmorona. ¿Aprobaríamos el último examen que hicimos si tuviéramos que repetirlo sin aviso un año después? La lógica del examen no es la de la buena educación, ni siquiera la de la verdadera enseñanza ni la del verdadero aprendizaje. Es la lógica de la acreditación, la del valor de cambio de lo que la escuela certifica frente al valor de uso de lo que la escuela promueve o debería promover. El problema es que esa escenificación impregna nuestra cultura escolar desde que somos alumnos y hace que un mecanismo tan simple como el del examen monopolice muchas veces la interpretación de lo que es, lo que puede ser y lo que debe ser la educación. Usando términos chomskianos, los exámenes muestran actuaciones, pero no siempre demuestran competencias. Lo educativo está en lo potencial, en las competencias, mientras que lo instructivo está en los actos, en las pruebas. El examen se ha convertido en un artefacto escolar que condiciona muchas otras cosas, pero esa pretendida objetividad acaba condicionando los roles y las posibilidades de interacción de los sujetos de la relación educativa. Cuando el alumno le pregunta al docente «Profe, ¿esto entra en el examen?», está haciendo, sin saberlo, una lúcida denuncia de lo que sucede: lo único que tiene valor es lo que se evalúa.

P: ¿Considera que algo debería cambiar?

R: Sí. Para empezar, convendría cambiar las actitudes hacia la escuela y hacia lo que sucede en ella. Últimamente parece que está de moda decir que la escuela está en crisis, que las nuevas generaciones son intratables y que los docentes no podemos hacer nada. Esa es una buena forma de intentar convertir un mal diagnóstico en un pronóstico peor. Pero la realidad de las aulas no es así. Y lo que es más importante: no debe ser así. Las nuevas generaciones son lo más importante que tiene una sociedad. A diferencia de muchos de los que opinan sobre los jóvenes desde lejos y con desconfianza, quienes trabajamos cada día con ellos podemos constatar que los de hoy no son peores que los de otros tiempos. Al contrario, nacen en un mundo mucho más ancho y abierto a sus inquietudes y, por ello, son muchos más los que pueden formarse y hacerlo en sentidos mucho más variados. Yo tengo confianza en estas nuevas generaciones que se mueven con desparpajo en los nuevos entornos virtuales. Las escuelas que tienen problemas no requieren discursos pesimistas o excusas para no afrontarlos. Pero también pienso que en la escuela hay cosas muy importantes que conservar. Por ejemplo, la voluntad de educar: esa vocación de los docentes, esas decisiones de los políticos y esa complicidad de la sociedad que han permitido durante décadas que en todos los lugares del mundo donde se ha ensayado sea siempre cierto que más educación es igual a más progreso social y a más felicidad individual. La novedad en los últimos tiempos es que podemos hacer que ese proyecto alcance a todos.

Fuente entrevista: http://www.oei.es/historico/divulgacioncientifica/?Mariano-Martin-Gordillo-Educar-es&utm_content=bufferbb7c5&utm_medium=social&utm_source=facebook.com&utm_campaign=buffer

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¿Y si estamos ahogando la sed de aprender de los niños con un bombardeo de estímulos?

Por: Catherine L’ecuyer

Los incentivos externos saturan los sentidos, empachan y anestesian la capacidad de saborear lo lento de lo ordinario

Qué curioso que el niño de 18 meses vaya corriendo hacía el enchufe y tire del mantel sin que tengamos que prometerle recompensas a cambio. Ni los castigos, ni los más severos, pueden contra el poderoso deseo de conocer, ese asombro, esa curiosidad innata que lleva en sí el joven aprendiz. «En cada una de esas deliciosas cabezas se estrena el mundo por primera vez, como en el séptimo día de la creación», decía Chesterton. Cabe preguntarnos lo que ocurre años después y adonde se marchitó el interés para aprender, que hace elucubrar a tantos gurús de la educación sobre los métodos más indicados para paliar su ausencia.

Estamos asistiendo a un desencanto por la educación formal, que desencadena un juicio en el que se la acusa de mecanicismo y de conductismo, por lograr sus objetivos cortoplacistas a través de premios y castigos externos que nunca llegan, como es lógico, a modelar el interior de la persona. Con razón, se salta con entusiasmo al mantra del protagonismo del alumno en el aprendizaje. Pero habrá que ver si todos entendemos lo mismo por ello y si los medios que se proponen son los adecuados para revertir la situación. Montessori ya decía que no era lo mismo que el niño quiera hacer todo lo que hace, que dejarle hacer todo lo que quiere. Menudo matiz.

Cabe ampliar la mirada y preguntarse por el papel que tienen esas gafas en dos dimensiones a través de las cuales los niños estrenan la realidad, como lo hacían aquellos personajes encadenados de la caverna de Platón que se contentaban con las sombras. ¿Son reales aquellas sombras? Por supuesto, pero empobrecidas reducciones de la realidad. Es curioso que el cine en tres dimensiones nos emocione tanto —quizás anhelamos secretamente re-inventar el teatro—, mientras nos empeñamos en quitar la tercera dimensión de la vida misma, convirtiendo el mundo en un lugar plano y sin profundidad, con más pantallas que ventanas.

Cabe levantar la mirada. Cabe preguntarse por el efecto de desplazar el locus de control —ese secreto lugar desde el que arranca la acción de cada uno— hacía fuera de la persona, convirtiendo al niño en un periférico más y el aula en una diversión continua. Con ese parche, ¿no estaríamos generando más de lo mismo, es decir un conductismo disfrazado de apetecible? Denunciamos el rígido proceso educativo que llena al niño como si fuera un cubo vacío. ¿Y si fuera el mismo niño ahora el que se llena a sí mismo —»a ver lo que me echan»— de todo aquello que encuentra navegando felizmente? ¿Eso nos pasará por confundir diversión con juego, o fascinación con asombro?

Hace miles de años, Platón dijo que educar es ayudar a desear lo bello. Hace unos años, Steve Jobs dijo que había que diseñar los teléfonos inteligentes de forma que le entren «ganas al usuario de lamerlos». ¿Que sobre gustos no hay nada escrito? Sobre belleza hay mucho escrito, lo que pasa es que la generación que viene lee muy poco. Como decía Gisela, en el opera de Chaikovski del mismo nombre, «¿cómo puedo desear ardientemente lo que solo puedo ver confusamente?»

Y si volviésemos a la primera causa de todas y nos preguntáramos: ¿dónde marchitó aquel asombro? ¿Y si la sed de aprender se hubiera ahogado en un océano de información sin sentido, en un bombardeo de estímulos externos compuestos por ruidos, contenidos y horarios que no respetan el orden interior de los niños, y por qué no decirlo también, de nosotros sus padres? Para que la sed sea sostenible, es preciso dejar beber poco a poco a la persona de una fuente que se ajuste a sus necesidades reales. ¿Hay que sorprenderse si uno se ahoga intentando tomar un sorbo de una boca de incendio? El asombro es lento, saborea la realidad a la que se acerca por primera vez, o como si fuera por primera vez. En cambio, los estímulos externos que saturan los sentidos empachan, embotan, anestesian el deseo, la sensibilidad y la capacidad de saborear la dimensión estética y lo lento de lo ordinario.

Ya lo decía Christakis, el neuropediatra con más publicaciones científicas sobre el efecto pantalla: «Una exposición prolongada a cambios rápidos de imágenes durante el periodo crítico de desarrollo condiciona la mente a niveles de estímulos más altos, lo que lleva a una falta de atención más adelante en la vida». En otras palabras, la mente del niño se acostumbra a una realidad que no existe normalmente en la vida real. Y entonces, cuando la mente del niño o del adolescente vuelve a experimentar la vida ordinaria real, todo le parece extraordinariamente aburrido o agobiante, porque no puede ver la belleza en la vida cotidiana. Como no capta la belleza, el niño no se siente atraído por nada y se distrae fácilmente —la distracción es lo opuesto a la atracción—, haciéndose así completamente dependiente del entorno externo. Como decía Edith Stein, uno siente esta insensibilidad como algo que no está de acuerdo con lo que debiera ser la realidad, y eso hace sufrir, o agobia.

Ante el embote y la insensibilidad, el umbral de sentir del niño sube a niveles dramáticamente altos, lo que le deja en un estado que oscila entre la apatía, la hiperactividad y la inatención. En un desesperado intento de reconectar con la realidad, el niño busca compulsivamente y a ciegas sensaciones nuevas, que le introducen en un círculo vicioso que le desconecta aún más de la lentitud de la realidad y le impide dejarse medir por ella.

Ahora bien, aprender consiste esencialmente en dejarse medir por lo real. Y la principal condición que favorece esa introducción en la realidad total es la atención sostenida, que no es lo mismo que la fascinación ante estímulos llamativos e intermitentes, por mucho que algunos los llamen «métodos activos de aprendizaje». Si esos métodos están fundamentados en llamar la atención de forma artificial, en el mejor de los casos paliarán la ausencia del interés por aprender, pero no irán más allá. Es preciso volver a la causa, la primera de todas: el asombro. Ya lo profetizó Chesterton cuando dijo que «el mundo nunca tendrá hambre de motivos para asombrarse; pero si tendrá hambre de asombro». La educación en el asombro es un intento de dar la vuelta a la profecía de Chesterton para que, en el medio de tantas distracciones, nuestros hijos puedan otra vez asombrarse ante lo irresistible de la belleza que les rodea.

Fuente: http://elpais.com/elpais/2017/05/29/mamas_papas/1496047869_711835.html

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7 ideas para educar en valores

05 de abril de 2017 / Fuente: http://blog.tiching.com/

Por: Josep Maria Puig

No se puede enseñar química sin pasar muchas horas en el laboratorio experimentando. Una química de libro es una mala química, aunque una química sin ningún libro quizás no llega ni a química. A la educación en valores le ocurre lo mismo: no se adquiere sin práctica, pero tampoco se aprende si falta la consideración de ideas. Para alcanzar este doble objetivo vamos a proponer siete sugerencias:

1. Reforzar la consideración distribuida de la educación en valores.

Los contenidos actitudinales y de valor de todas las áreas del currículum, así como los contenidos que tratan temas de valor a propósito de cualquier materia, son oportunidades formativas irrenunciables.

2. Dar espacio a la educación para la ciudadanía.

Entender esta “asignatura” como un espacio de diálogo para aprender a vivir en una sociedad democrática. Un proceso que consiste en llegar a formar parte de una colectividad y convertirse en un ciudadano activo: una persona que sabe exigir sus derechos, cumplir sus deberes y contribuir al bien común.

3. Una tutoría con tiempo suficiente para educar en valores.

Considerar la tutoría como otro momento fundamental de educación en valores. Una tarea orientada a trabajar la regulación y dinamización de la vida del grupo-clase y el desarrollo personal de cada uno de los alumnos.

4. Educación laica, cultura religiosa y reconocimiento de las diferencias.

Separar la educación religiosa confesional del currículo escolar y conseguir que todos los alumnos adquieran un conocimiento suficiente del hecho religioso, entendido como fenómeno antropológico, sociológico, histórico y cultural.

5. Construir una cultura moral de centro que impregne valores en el alumnado.

Crear un clima de centro que logre que el alumnado se sienta acogido en una comunidad democrática de aprendizaje, convivencia y animación.

6. La participación como mejor escuela de ciudadanía.

La cultura de las instituciones educativas debería abrirse de manera clara a la participación del alumnado. Los alumnos deben ser los protagonistas en las diferentes instancias de la vida escolar.

7. La formación cívico-moral a través del aprendizaje servicio.

Implicarse en un servicio a la comunidad y además prolongar este trabajo con actividades de aprendizaje escolar es uno de los mejores dinamismos de formación personal y de educación cívica.

Siete ideas para mejorar la educación en valores, aunque a buen seguro no son todas las buenas ideas que entre todos podríamos proponer 😉

Fuente artículo: http://blog.tiching.com/la-semana-de-la-educacion-en-valores-7-ideas-para-educar-en-valores/

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Educar: Adolescencia y pubertad

Por: Pita Laddaga

Todos los padres quisiéramos que nuestros hijos crecieran sanos y felices

Deseamos  que nuestros hijos lleguen a ser adultos responsables, satisfechos, amorosos y felices; intentamos darle la mejor formación, pero a veces no sabemos como hacerlo.

Para educar tenemos que prepararnos, ampliar nuestros conocimientos, reflexionar sobre nuestros valores, pensar qué ejemplo les damos y encontrar la mejor manera de apoyar  el desarrollo de sus sentimientos, habilidades y virtudes.

Cuando contemplamos el panorama del desarrollo  del adolescente comprendemos mejor  el sentido de los retos y logros de esta etapa

La personalidad del adolescente es sumamente compleja e integra aspectos muy diferentes: físico, emocional, intelectual, social, creativo y espiritual. Los padres tenemos que atender cada uno de ellos y saber que se entrecruzan unos con otros, se influyen unos a otros y se desarrollan juntos.

Para tratar  los distintos elementos de la personalidad vamos a verlos en tres  apartados: Aprender a vivir juntos, aprender a conocer y a hacer, y aprender a ser.

En el desarrollo del  adolescente, los aprendizajes  incluidos constituyen una unidad indivisible, sin embargo, cada uno tiene sus particularidades y, para comprenderlos mejor, conviene tratarlos por separado.

Estos apuntes es una invitación a ampliar nuestros conocimientos y reflexionar sobre los distintos temas  para saber que esperar y qué hacer a medida  que maduran nuestros hijos. Si entendemos mejor y ponemos atención a sus avances, podremos restarle la ayuda necesaria en cada momento y prepararlos para que ellos sigan evolucionando y aprendiendo por su cuenta durante toda la vida.

Estos apuntes está dedicado a los padres de adolescentes en la etapa de la secundaria, es decir, a los padres de chicos y chicas  que tienen entre 12 y 15 años de edad

Las características  del proceso del desarrollo durante la adolescencia se describen de manera general, pero con la conciencia de que cada chico es diferente y único. La información que aquí se ofrece es una orientación para aprender a observar a nuestro hijo y comprender sus procesos  individuales de  crecimiento.

Los padres de adolescentes tenemos la oportunidad de encauzarlos  por medio del diálogo, del convencimiento, de la cooperación y del ejemplo. En esta edad aún podemos sembrar y reforzar intereses, actitudes y valores que los ayuden a convertirse en personas autónomas, responsables, solidarias y amorosas; en ciudadanos activos y capaces de convivir en un ambiente de respeto a la dignidad y a los derechos de los demás.

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA FAMILIA

La familia es una influencia fundamental para el y la adolescente

Aún cuando otros adultos, y sobre todo los amigos, adquieren mayor  importancia en la vida de los adolescentes, la familia sigue siendo fuente de seguridad, confianza, afecto, guía ,estímulo y educación. La familia  lo hace sentir que pertenece a un grupo, que tiene un lugar propio y que es único.

La familia es un factor fundamental para su futuro. Nuestro hijo va a enfrentar la vida, en gran parte, con los recursos que obtenga de su vida familiar. Sus logros se apoyarán en la confianza y seguridad en sí mismo que le ayudemos a desarrollar, en los conocimientos y destrezas que adquiera con nuestro estímulo, en la autonomía y la habilidad de decidir y de ser responsable que sepamos alentar, en los valores que asimile, en el afecto que reciba y aprenda a dar, en su capacidad de relacionarse  con otros, de compartir y de ser solidario.

El trabajo principal de los padres en la educación de nuestros hijos e hijas adolescentes es el que hacemos sobre nosotros mismos

Lo que trasmitimos a nuestros hijos es lo que somos en verdad. En la adolescencia , los jóvenes cuestionan  las normas y valores familiares y observan atentamente la congruencia entre nuestros comportamientos y nuestras palabras. Ser modelo de nuestros hijos en esta etapa supone una gran responsabilidad y un esfuerzo constante, nos exige revisar las creencias y  costumbres que han pasado de generación en generación hasta llegar a nosotros, discutirlas con sentido crítico y arriesgarnos a buscar una mejor manera de vivir.  Así como las personas evolucionan, las familias también van cambiando. Tanto las personas como las familias necesitan detenerse en el camino de cuando en cuando para reflexionar sobre las nuevas circunstancias que se van presentando y modificar si es conveniente, su modo de actuar  y relacionarse. En cada etapa, nuestro hijo e hija requiere distintos cuidados, ayuda atención  y guía; en cada etapa, también nosotros vamos cambiando y hemos de satisfacer nuestras necesidades personales al mismo tiempo que fortalecemos los vínculos familiares y encontramos nuevas formas de apoyarnos unos a otros.

Fuente: http://vialibrechiapas.com/educar-adolescencia-pubertad/

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Educar es enseñar a pensar

Por: Vicente Berenguer

¿Qué significa educar? ¿Cuál es la función de los docentes dentro de la educación? Las respuestas a estas preguntas podrían en principio parecer obvias aunque si se reflexiona sobre cómo es el funcionamiento del actual sistema educativo la obviedad no es tanta.

Si atendemos a las bases de los modelos educativos de los distintos países, que salvo excepciones son prácticamente los mismos, vemos que estos están basados en unas series de premisas. Por ejemplo, advertimos que una de ellas es que la educación debe fundamentarse en la respuesta. Esto quiere decir que se transmiten una serie de conocimientos que el alumno debe incorporar. La persona, de este modo, irá adquiriendo una cultura y en definitiva unos contenidos que le serán supuestamente útiles a lo largo de la vida.

Conocer la tabla periódica de los elementos, el volcán más alto de Nicaragua o los ríos más importantes de China es algo muy recomendable y son materias que deben ser enseñadas por los sistemas educativos. El problema surge cuando el sistema basa por completo la educación de los ciudadanos en las respuestas y en la absoluta memorización de contenidos y no en la reflexión.

Tenemos una educación basada en la respuesta y no en la pregunta, y la respuesta es, como decimos, el principal pilar o premisa de nuestros modelos educativos. Se nos enseñan contenidos, los memorizamos para posteriormente olvidar muchos de ellos y sin embargo no se nos instruye desde la pregunta. Y es que la pregunta, al contrario de la respuesta, moviliza al pensamiento y lo expande, no lo constriñe, posibilitando así que el alumno reflexione y explore posibilidades. Con la respuesta todo viene dado, en cambio, mediante la pregunta, se activa nuestro pensar: no el pensar de los demás sino el mío propio.

Tenemos ya pistas de por qué la educación no se basa en el “arte” de la pregunta sino en las respuestas, pistas que nos conducen a la conclusión de que el sistema no busca ciudadanos reflexivos con pensamiento autónomo sino todo lo contrario: busca personas sin capacidad para la crítica ni el cuestionamiento. Porque pensar es también cuestionar: pensar es no aceptar intelectualmente cualquier idea por el hecho de formar parte de la tradición, la cultura, la política o la religión de una zona. Pensar es reflexionar sobre cualquier cuestión de forma autónoma, es poder realizar un análisis personal manteniendo la autonomía, y la autonomía y la libertad es algo que no gusta a los poderes fácticos, tanto es así que, como decimos, el que debería ser el pilar educativo -la pregunta- no lo es y en cambio aquello que son aspectos secundarios -como la memorización- pasan al primer plano.

No se nos enseña a hacer preguntas, no se nos instruye en el hacernos preguntas para nosotros mismos porque lo que se busca son justamente ciudadanos que no piensen, personas que no expandan sus mentes; justo al revés: se pretende construir seres simples mentalmente y sin capacidad de crítica. La misión de estos futuros adultos dentro de la sociedad no será pues el cuestionarse todo: el sistema económico, el tipo de organización social, la legislación, el reparto de la riqueza…no será esta nuestra función sino otra distinta, el aceptar todo aquello que se nos diga ya que los futuros adultos no podrán vislumbrar alternativas a lo fáctico debido a que no se les ha enseñado ya de jóvenes a preguntarse y a pensar sino a dejar de hacerlo. De esta forma el sistema logra “fabricar” una sociedad que no se cuestiona nada, consigue construir ciudadanos sumisos ya que desde pequeños se nos aparta del arte de la pregunta y por tanto del pensamiento.

Tenemos pues que desde el sistema no se busca fomentar el pensamiento sino lo contrario, que se deje de pensar; y partiendo de estas premisas, de las premisas de una educación no basada en el pensamiento sino en la mera memorización de contenidos el resultado no puede ser otro que unos ciudadanos sin capacidad de crítica y análisis, ciudadanos que no cuestionarán nada sino que sencillamente aceptarán lo que se les diga y también cualquier sistema social injusto.

Pero hemos convenido que educar -o mejor dicho la verdadera educación- no es simplemente el obligar a memorizar, es mucho más: es formar a individuos, en efecto, con capacidad crítica y reflexiva, personas que se hagan preguntas, que se cuestionen, ciudadanos creativos que puedan aportar soluciones y conclusiones propias…seres con autonomía que puedan realizar un examen de cualquier situación y también un autoexamen; en definitiva, seres capacitados y libres. Porque pensar, algo que cada vez es menos frecuente, nos hace libres: libres en cuanto a poder elaborar un pensamiento crítico y propio y libres en cuanto a poder desarrollar nuestras capacidades evitando convertirnos así en puros autómatas.

Será por tanto la responsabilidad y tarea del docente formar al alumno no en la memorización -que también será necesario pero nunca el fundamento- sino en la reflexión y en la creatividad, porque estas nos hacen libres. Deberá el maestro, sí, ser un amigo que colabore y busque la expansión de las mentes de sus alumnos y no su constreñimiento, ser un guía que fomente la creatividad y el cuestionamiento; en pocas palabras: alguien que enseñe a pensar y por tanto a ser libre.

Fuente: http://www.cubaperiodistas.cu/index.php/2017/03/educar-en-ensenar-a-pensar/

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