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Gritar a los niños daña su cerebro

Por: Jennifer Delgado Suárez

Alzar la voz no hará que tengamos más razón. Además, utilizar esta estrategia como recurso educativo puede ser completamente contraproducente. De hecho, cuando le gritamos a los niños solo estamos reconociendo que los pequeños están fuera de control, y nosotros también. Gritar es una señal de que la situación se nos ha ido de las manos y no tenemos estrategias para resolverla.
En Estados Unidos se dice que gritar a los hijos es como usar el claxon para conducir el coche, y suele generar los mismos resultados. Además, normalmente no gritamos después de una cuidadosa y profunda reflexión porque consideremos que se trata de la táctica más eficaz, simplemente gritamos porque no sabemos qué otra cosa hacer.
Las situaciones que provocan los gritos son muchas y diversas, pero se ha apreciado que el aislamiento materno y el agotamiento son las causas principales. De hecho, muchos padres reconocen que detrás de sus gritos se esconde el estrés y el cansancio. En práctica, lo que nos lleva a gritar no es tanto el mal comportamiento del niño, sino nuestra incapacidad para lidiar con la situación, probablemente porque nuestros recursos cognitivos y emocionales están agotados.

Los gritos afectan el desarrollo psicológico y cerebral de los niños

Un estudio llevado a cabo en la Universidad de Pittsburgh reveló que gritar a los niños con regularidad, como una forma de disciplina, encierra numerosos riesgos para su desarrollo psicológico, entre ellos la posibilidad de que desarrollen conductas agresivas o, al contrario, híper tímidas.

Estos psicólogos analizaron a 976 familias y sus hijos durante dos años, y descubrieron que los gritos cotidianos, que formaban parte de la crianza, podían predecir la aparición de problemas de conducta en los adolescentes de 13 años o de síntomas depresivos a los 14 años.

Además, descubrieron que en vez de minimizar los problemas, los gritos solían agravar la desobediencia. Y también constataron que la “calidez” de los padres; es decir, su amor y el grado de apoyo emocional no disminuían el impacto psicológico de los gritos. Esto significa que la marca que dejan los gritos no se borra después con un abrazo o un gesto de cariño.
Otra investigación realizada por un grupo de psiquiatras de la Escuela de Medicina de Harvard fue un paso más allá: sus resultados alertan que el maltrato verbal, como los gritos y la humillación, puede alterar de forma significativa y permanente la estructura del cerebro infantil.
Estos investigadores analizaron el cerebro de 51 niños que recibían tratamiento psiquiátrico y los compararon con el de 97 niños sanos. Descubrieron que el abandono, el castigo físico e incluso la disciplina verbal causaban una reducción significativa en el cuerpo calloso, una especie de “cable” compuesto por células nerviosas que conecta ambos hemisferios del cerebro.
Un cuerpo calloso más pequeño conduce a una menor integración de las dos mitades del cerebro, lo que puede causar cambios dramáticos en el estado de ánimo y la personalidad. En el estudio también apreciaron una disminución de la actividad en partes del cerebro relacionadas con las emociones y la atención. Estos niños tenían menos flujo sanguíneo en una parte del cerebro conocida como vermis cerebeloso, el cual es fundamental para mantener un buen equilibrio emocional.
¿Por qué los gritos pueden afectar tanto a los niños?
Cuando los niños son muy pequeños, no son capaces de identificar la diferencia entre los gritos y el cariño. En práctica, no comprenden que si sus padres les gritan, no significa que no les quieran sino que pueden estar estresados o que están reprendiendo un mal comportamiento. No conocer esa diferencia puede generar una gran sensación de angustia y estrés. De hecho, los investigadores creen que los cambios en la estructura del cerebro se deben a la liberación excesiva de cortisol, la hormona del estrés, durante los primeros años de vida.
Es curioso, pero los niños y adolescentes que han crecido en un ambiente donde los gritos son pan cotidiano, también tienen el doble de probabilidades de presentar una actividad eléctrica cerebral anormal. En algunos casos esta actividad incluso se ha llegado a comparar con la de personas que sufren epilepsia.

¿Cómo dejar de gritarles a tus hijos?

– Asume que gritar es sinónimo de perder el control. Los gritos no son una estrategia educativa  ni disciplinaria sino el signo de que la situación se te ha ido de las manos. Si eres consciente de esa diferencia, lograrás regularte mucho mejor.
– Descubre cuáles son las situaciones o momentos en los que más gritas. Los investigadores han descubierto que los padres suelen gritar más durante algunos momentos específicos del día, como a la hora del desayuno antes de ir al colegio o por la noche. Detectar ese patrón te permitirá descubrir la causa que se encuentra en la base de los gritos, que generalmente suelen ser las prisas, el estrés o el cansancio.
– Tómate el tiempo que necesites para calmarte. Es importante que los padres se mantengan atentos a las señales que indican que están perdiendo el control. Antes de dejar que el cerebro emocional asuma el mando, tómate unos minutos para calmarte. Respira profundamente y, si lo necesitas, sal de la habitación.
– No alimentes expectativas demasiado elevadas. A veces la frustración proviene de la diferencia entre tus expectativas y la realidad. Puedes frustrarte porque esperabas que tu hijo hiciera solo los deberes, por ejemplo, y no los ha hecho. Por eso, a veces es conveniente que recuerdes que es solo un niño y que no hace las cosas para molestarte sino porque aún necesita madurar.
– No te culpes. En cualquier caso, no te culpes porque sentirte mal solo aumentará la tensión. A cualquiera se le puede escapar un grito de vez en cuando, solo tienes que asegurarte de que no se convierta en la norma. Ser padres no es fácil, y tampoco es necesario que seas perfecto/a, solo asegúrate de intentar mostrar siempre la mejor versión de ti.
Fuentes:
Wang, M. T. & Kenny, S. (2014) Longitudinal Links Between Fathers’ and Mothers’ Harsh Verbal Discipline and Adolescents’ Conduct Problems and Depressive Symptoms. Child Developmental; 85(3): 908–923.
Teicher, M. H. et. Al. (1993) Increased prevalence of electrophysiological abnormalities in children with psychological, physical, and sexual abuse. J Neuropsychiatry Clin Neurosci; 5(4): 401-408.

Fuente: http://www.rinconpsicologia.com/2017/04/gritar-los-ninos-dana-su-cerebro.html

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Educar no es crear, sino ayudar a los niños a crearse a sí mismos

Por:  Ana Isabel Laguna

Educar no es crear intentando que los más pequeños sean como nosotros queramos, pues no estamos hablando de máquinas que no tienen voluntad propia.

Si evitamos que los niños se creen a sí mismos, los estaremos limitando. Tarde o temprano, reflejarán las consecuencias.

Enseñarles a pensar, a cómo ser, a creer en ciertas verdades sin cuestionarlas hará que no puedan hacer uso de una de las más valiosas capacidades: la autodeterminación.

Tú eres el protagonista de tu vida

La autodeterminación en los niños implica que, elijan lo que elijan, ellos serán siempre los protagonistas de su vida, porque es así como debe ser.

Aunque sean pequeños no tenemos por qué darles la fruta masticada. Los errores, equivocarse y el poder de la elección tienen que estar presentes desde ahora.

Es el momento ideal para enseñarles buenas prácticas, para que sepan gestionar sus emociones, aprender de todo lo que hacen y saber que, aunque se caigan, pueden volver a levantarse.

Sin embargo, los padres actuamos queriendo ser los protagonistas de la vida de nuestros hijos. Diciéndoles cómo deben pensar, actuar y decidir.

Cambiar una verdad absoluta por un desafío les permitirá a los más pequeños adquirir un montón de beneficios. Les ayudará a tomar decisiones, a reflexionar y a observar lo que ocurre.

Comenzarán a confiar en sus capacidades y, solo así, podrán ganar en seguridad y empezar a enfrentarse a sus grandes miedos.

Educar no es crear, sino permitir.

Educar no es crear, sino permitir que los niños labren su propio camino. Piensa que no hacerlo, a veces, se extiende incluso a etapas posteriores del crecimiento.

Pongamos por ejemplo a esos jóvenes que entran en la universidad con una falta de motivación patente porque sus padres les han obligado a estudiar determinada carrera.

¿Por qué no permiten que su hijo vuele? ¿Por qué no dejar que persiga lo que él quiere? Quizás esto sea fruto de los miedos e inseguridades de los progenitores.

Y es que el tiempo del que disponen los hijos se acorta, pues lo están perdiendo en lo que no les interesa. Por todo esto es necesario que desde pequeños les demos alas a su pensamiento, fomentemos la capacidad de crítica y evitemos, siempre, las respuestas y soluciones aprendidas y predeterminado.

¿Cómo podemos hacerlo?

  • Permitiendo que los niños lleven a cabo tareas que no les supongan un elevado estrés o ansiedad. De esta manera, podrán verse como competentes.
  • Dejar que vuelen solos, brindándoles un espacio de autonomía donde sientan que tienen el control para buscar sus propias soluciones.
  • Apoyarles siempre, estando ahí, pero sin condicionar lo que hacen. Haciéndoles saber que cuentan con tu amparo.

Es normal que eduquemos a nuestros hijos tal y como lo han hecho con nosotros. Sin embargo, es importante abrir los ojos para evitar cometer los mismos errores que una vez nos afectaron.

Ten siempre presente que educar no es crear, sino permitir que los más pequeños se creen a sí mismos para que puedan ser auténticos y únicos.

Fuente: https://www.el-carabobeno.com/educar-no-crear-sino-ayudar-los-ninos-crearse-mismos/

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Educación para el amor desde el feminismo y la diversidad

Coral Herrera Gómez

Tenemos que proteger a las niñas y las adolescentes del mito del amor romántico. Es urgente que les demos herramientas desde la más tierna infancia para que aprendan a distinguir entre la ficción y la realidad, a cuestionar la magia del amor, a analizar los mitos desde una perspectiva crítica, a despatriarcalizar las emociones, y a construir relaciones igualitarias, sanas y bonitas.

No es justo dejarlas indefensas frente a la ideología que les seduce y les hace creer que el amor es la salvación y la solución, y que no es el amor entre nosotras, sino el amor hacia un hombre. Porque cuando se hacen adultas siguen consumiendo fantasías románticas, y configuran sus vidas en torno a la necesidad de sentirse amadas. 

Nos pasa a casi todas. Cuando nos hacemos adultas ya no creemos en el Ratoncito Pérez ni en Papa Noel, pero seguimos creyendo que el amor nos hará felices, será perfecto, y durará toda la eternidad. Nuestros sueños y nuestros proyectos se abandonan o se dejan para después porque nosotras no somos lo importante: ponemos el amor en el centro de nuestras vidas, y en eso se nos van las energías y el tiempo, en tratar de encontrar a nuestra media naranja. 

Hay millones de mujeres en el planeta que viven en ese mundo de ilusión y decepción constante, que dependen económica y emocionalmente de un hombre, que creen que sin pareja no son nadie, que no se sienten capaces de arreglar sus problemas por si solas, que aguantan malos tratos en nombre del amor, que se sienten inferiores, que creen que obedeciendo serán más amadas, que creen que para ser amada hay que sufrir, que piensan que la felicidad está en esperar pasivamente la llegada del príncipe azul. 

Como no nos enseñan en las escuelas, luego nos hacen falta muchos años de terapia y de duro trabajo personal para poder desaprender todo lo que aprendimos con los cuentos que nos cuentan. Si nos vacunasen contra esta magia podríamos acabar con tantas decepciones y sufrimientos, tantos embarazos prematuros, tantos sueños abandonados, tantas vidas rotas, y tanta violencia machista. 

Los niños y los adolescentes también necesitan herramientas para perderle el miedo al amor, para aprender a expresar sus emociones, para desaprender el machismo que aprenden en la televisión y en la cultura del entretenimiento.

Los niños tienen que poder defenderse de la mitificación del macho violento, necesitan otros héroes y otros modelos de masculinidad para que aprendan a resolver sus problemas sin utilizar la violencia. Los niños tienen derecho a sentirse libres para vestirse como quieran, para llorar si lo necesitan, para pedir ayuda cuando se sienten tristes, para mostrar su vulnerabilidad sin miedo a las burlas. Los niños necesitan aprender a cuidarse y a cuidar a los demás, a respetar a las niñas y a si mismos, a dejar de considerar que las niñas son seres inferiores que han nacido para amar y para servir a los hombres. 

Los niños y adolescentes necesitan herramientas para gestionar sus emociones, y para aprender a relacionarse de un modo igualitario, en horizontal, sin jerarquías y sin esquemas de dominación ni sumisión. Necesitan mucho feminismo para aprender a ser seres autónomos que no dependan de su madre o de su novia, que no necesiten criadas, que no necesiten ser obedecidos. Necesitan amar y respetar la diversidad para que cualquiera de ellos puedan amar a otros hombres sin ser discriminados. 

Necesitamos mucho feminismo en las escuelas para aprender a querernos bien, para amarnos más y mejor, para poder alejarnos del modelo tradicional del romanticismo patriarcal y sus paraísos imposibles. Por eso es tan importante aprender a pensar por nosotros mismos, con perspectiva de género y con capacidad para analizar cualquier mensaje desde la crítica, visibilizar la ideología que subyace a los contenidos mediáticos, y así desmontar todos los cuentos que nos cuentan.

Hay que desaprenderlo todo, resistir ante el bombardeo del romanticismo patriarcal, generar espacios de ternura, libres de machismo y llenos de solidaridad, cooperación, y ayuda mutua. Reinventarnos el amor, probar otras formas de querernos, imaginar otras estructuras sentimentales para poder sufrir menos, y disfrutar más del amor. 

Fuente del articulo: http://haikita.blogspot.com/2017/02/educacion-para-el-amor-desde-el.html

Fuente de la imagen:

https://disidenciasexualcuds.files.wordpress.com/2014/06/10317835_10203534842988293_1839073855654034113_o.jpg?w=700&h=54

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Roger Llopart: “Los métodos autoritarios solo dan resultado a corto plazo”

25 de enero de 2017 / Fuente: http://blog.tiching.com/

Roger Llopart

¿Es el modelo tradicional del profesor como centro del aula un modelo autoritario?
Sí. Recuerdo una imagen, una pintura que se llamaba “Escuela en el pueblo”, de 1848, en la que se ve un profesor en una clase llena de niños con una vara en la mano. Se ven dibujos y enciclopedias de fondo. Es la imagen del profesor que con una vara debe intentar gestionar una clase de 40 niños. Hoy en día, por suerte, tenemos otros modelos más allá de la escuela tradicional y autoritaria. También tenemos muchas herramientas que hacen que el profesor no necesite una vara para generar autoridad o disciplina.

¿Qué entiende por autoridad dentro del aula?
Max Weber decía que la autoridad nos la ganamos, pero el poder nos viene dado. Yo entiendo que la idea es que el profesor tiene “el poder” por la posición que tiene, pero que la autoridad o el respeto se los tiene que ganar con la confianza y el vínculo cercano a sus alumnos.

¿Confundimos respeto con autoritarismo?
A veces, algunos profesores piensan que deben ser muy duros para no perder el control del aula. En estos casos, se priorizan los métodos autoritarios para gestionar esta situación. Lo cierto es que estos métodos pueden ser un camino y, en ocasiones, pueden ser útiles, pero tenemos otros métodos y herramientas.

¿En qué se diferencian?
Si desarrollamos estas herramientas podemos llegar a obtener los mismos resultados que cuando somos autoritarios. La diferencia, sin embargo, es importante: cuando eres autoritario haces daño al otro, a nivel físico o psicológico. La gestión positiva evita que se hiera la autoestima o la visión del propio niño.

Cuando encuentra a profesores que tienen esta idea, ¿qué les dice?
Los métodos autoritarios pueden dar resultado a corto plazo, pero cuando el profesor no mira, se distrae o no está en el aula, los comportamientos logrados desaparecen. La misión del profesor es que los propios alumnos lleguen a la conclusión de que deben portarse de una forma adecuada, pero debe basarse en la confianza y en la convivencia.

Comenta que cuando somos autoritarios nos hacemos daño. ¿Qué consecuencias tiene para los individuos una educación autoritaria?
Pueden tener afectaciones en su desarrollo emocional, moral y social. Los niños que son sometidos a situaciones violentas, tanto físicas como psíquicas, tienen tendencia a desarrollar patologías cuando son adultos, a tener baja autoestima, a ser dependientes, a generar conductas antisociales o a tener relaciones conflictivas, entre otros.

¿Existe un modelo perfecto?
Kurt Lewin realizó un experimento en 1939 para analizar distintos métodos de liderazgo. A un grupo de alumnos se les expuso a tres tipos de profesores: uno autoritario, otro democrático y otro partidario del libre albedrío. Las conclusiones fueron que, con el autoritario, el comportamiento de los niños era disciplinado mientras éste estaba con ellos, pero no cuando se ausentaba. Con el más liberal, los límites fueron difusos y hubo problemas de convivencia. Finalmente, en el caso del profesor democrático, los resultados fueron mucho mejores. Así pues, generar un buen clima dentro del aula puede ser una herramienta muy poderosa para crear convivencia.

Así pues, ¿es posible mantener los límites y las normas sin un modelo que afecte a la autoestima de los niños?
Es importante buscar modelos que generen un clima positivo y social agradable. Hay escuelas  que están poniendo en práctica herramientas muy útiles. Un ejemplo de ello son las que tienen formación de mediadores. Cuando hay un conflicto, los propios alumnos median entre sus compañeros.

Interesante…
Hay escuelas que cuentan con espacios para la reflexión sobre normas y comportamiento. También hay centros que trabajan las emociones y la relajación. Todas estas prácticas hacen que el clima mejore y disminuyan las malas conductas.

¿Por qué cree que algunos niños se portan mal?
Pueden ser razones diversas: porque hay una indefensión previa, por venganza, porque quiere llamar la atención o porque quiere manifestar su poder, por ejemplo. Identificar el porqué del conflicto es clave para resolverlo.

¿Y qué tipo de estrategias se pueden aplicar?
Hemos de partir de dos ideas clave: la primera es que las relaciones han de estar basadas en el respeto, y la segunda es no hablar de castigos, sino de consecuencias lógicas y naturales. Por lo tanto, si un niño se deja el bocadillo en casa, la consecuencia lógica es que ese día el niño no desayune, o que sus compañeros compartan el desayuno con él. Pero si viene su madre corriendo y se lo trae, el niño no ve la consecuencia lógica de su acto.

¿En qué consiste el modelo psicodinámico?
Consiste en, ante una situación de conflicto, seguir estos cinco pasos. Lo primero que hacemos es expresar nuestros sentimientos. En segundo lugar, hay que manifestar las expectativas y decirles a los alumnos lo que esperábamos de ellos. Lo tercero es que el niño rectifique y asuma la consecuencia de lo que ha hecho. Si, por ejemplo, rompe algo, que lo arregle o que asuma su reparación. Por último, hay que dar opciones: o nos comportamos de forma correcta o habrá consecuencias lógicas. Si un niño no se ha estudiado el papel de la obra de teatro no hará la representación porque no se sabe el papel, pero no porque su profesor le prohíba hacerla.

Los castigos, entonces, mejor evitarlos, ¿no?
Correcto. Hay muchos autores que nos dicen que no es bueno castigar a los niños. Un castigo no inhibe una mala conducta, solo conseguimos que el transgresor sea más cauteloso, que no deje pistas y que sea más hábil. El castigo puede controlar una conducta puntual, pero no enseña al niño a adoptar un comportamiento ejemplar.

¿Qué otras claves debemos tener en cuenta?
Es muy importante también saber cómo decimos las cosas y cómo utilizamos la asertividad. Debemos intentar positivizar siempre los discursos y evitar el “no”. De esta forma conseguimos que el niño haga aquello que le pedimos. Cuantas más órdenes damos y más negativo es el mensaje, más probabilidades hay de que la conducta que queremos evitar se repita.

Pero si un niño no sabe comportarse, ¿qué hacemos?
Es importante enseñarle cuál debe ser el comportamiento correcto. Para ello, hay que buscar espacios para hablar de las normas y, si se puede, hacerlas entre todos.

¿Qué papel tienen las emociones en el control del comportamiento?
La gestión de las emociones es muy importante, porque a veces tenemos sentimientos que desconocemos y debemos aprender a gestionarlos. Existe una relación directa entre lo que siente un niño y cómo se comporta. En el momento en el que un niño está a gusto, su comportamiento es adecuado.

Los sentimientos también son importantes…
Hay que aceptar los sentimientos de los niños. Los adultos a veces no los tenemos en cuenta, y hay que ponerles nombre a los sentimientos, tipo  “Pepito, te veo muy enfadado” o “María, te veo muy triste”. Cuando pones nombre a los sentimientos, los niños sienten que se les entiende.

¿Qué 3 consejos daría a profesores que quieran poner en práctica modelos menos autoritarios?
Una primera idea sería que trabajen las normas en clase y que generen normas positivas, claras y coherentes. En segundo lugar, tener una actitud positiva y evitar los chillidos y las faltas de respeto. Los maestros deben ser conscientes de la forma en que se están comunicado con sus alumnos. Por último, debemos evitar los modelos conductistas para basarnos en modelos alternativos al castigo.

¿Cuál diría que debe ser la máxima de un profesor cuando entra en su aula?
Es importante que, como educadores y profesores, tengamos presente que debemos ser blandos con las personas pero duros con los problemas. Hay que escuchar a los alumnos y ayudarlos.

Fuente entrevista: http://blog.tiching.com/metodos-autoritarios-solo-dan-resultado-corto-plazo/

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Emociones ¿cómo regularlas en la vida cotidiana?

14 de diciembre de 2016 / Fuente: http://isepclinic.es/

Por: Maribí Pereira

Claudia Meléndez, alumna de prácticas de ISEP Clínic, ha realizado un interesante artículo sobre la Inteligencia Emocional (IE) en el cual nos explica el origen de nuestras emociones y cómo podemos regularlas en el día a día a partir de ciertas técnicas cognitivo-conductuales que nos permitirán desarrollar habilidades personales y sociales y por tanto, llevar una vida más equilibrada y plena.

Una emoción es una reacción subjetiva al ambiente que viene acompañada de cambios orgánicos (fisiológicos y endocrinos) de origen innato, influidos por la experiencia, que sobrevienen de forma súbita y brusca y que resultan pasajeras.

En el ser humano la experiencia de una emoción generalmente involucra un conjunto de cogniciones, actitudes y creencias sobre el mundo, que utilizamos para valorar una situación concreta y, por tanto, influyen en el modo en el que se percibe dicha situación. Es por ello que cada individuo experimenta una emoción de forma particular, dependiendo de sus experiencias anteriores, aprendizaje, carácter y de la situación concreta. Algunas de las reacciones fisiológicas y comportamentales que desencadenan las emociones son innatas, mientras que otras pueden adquirirse.

Durante mucho tiempo las emociones han estado consideradas poco importantes y siempre se le ha dado más relevancia a la parte más racional del ser humano. Pero las emociones, al ser estados afectivos, indican estados internos personales, motivaciones, deseos, necesidades e incluso, objetivos.

Apenas tenemos unos meses de vida, adquirimos emociones básicas como el miedo, el enfado o la alegría. Existen seis emociones básicas:

MIEDO: Anticipación de una amenaza o peligro que produce ansiedad, incertidumbre, inseguridad.

SORPRESA: Sobresalto, asombro, desconcierto. Es muy transitoria. Puede dar una aproximación cognitiva para saber qué pasa.

AVERSIÓN: Disgusto, asco, solemos alejarnos del objeto que nos produce aversión.

IRA: Rabia, enojo, resentimiento, furia, irritabilidad.

ALEGRÍA: Diversión, euforia, gratificación, contentos, da una sensación de bienestar, de seguridad.

TRISTEZA: Pena, soledad, pesimismo.

Cada una de las emociones antes mencionadas cumplen una función adaptativaen el ser humano para interactuar con el medio que le rodea, así pues, el miedo nos permite protegernos del peligro, la sorpresa nos ayuda a ubicarnos en una situación inesperada, la rabia nos conduce a destruir aquello que nos hace daño, la aversión nos hace rechazar lo que tenemos delante, la tristeza nos motiva hacia una reintegración personal y la alegría nos induce a reproducir el suceso que nos ha hecho sentir bien.

Sin importar la profesión o rol social que desempeñemos, a menudo nos encontramos con situaciones que generan determinado tipo de emociones en nuestro interior y nos conllevan a actuar bajo un estado conductual de:

  • Pesimismo
  • Desconfianza
  • Victimismo
  • Enojo
  • Culpa (reproches)
  • Excusas
  • Aislamiento
  • Venganza

Como consecuencia de estas conductas nos podemos llegar a sentir solos, tristes o irritables, e incluso a desarrollar síntomas psicológicos que puedan requerir ayuda profesional. Sin embargo, la buena noticia es que esto se puede mejorar y lograr ser emocionalmente inteligentes.

Por ello, es importante conocer el término inteligencia emocional. La inteligencia emocional (IE) es la habilidad de comprender, manejar y trabajar nuestras emociones y las de los demás generando empatía y resultados positivos. Para desarrollar la IE deben entrenarse tanto habilidades internas, como el autoconocimiento, la motivación y el control emocional, y las habilidades externas como la empatía y la destreza social.

En este sentido, se requiere de motivación, apertura y puesta en práctica de algunas estrategias que nos permiten regular adecuadamente las emociones. Entonces, si estás dispuesto a cambiar tu antigua forma de pensar y renovar tus pensamientos, te sugerimos que empieces por:

  1. Identificar de forma adecuada tus emociones y sentimientos.
  2. Comunicar cómo te sientes y verbalizarlo de forma clara, precisa y respetuosa ante el otro.
  3. Esfuérzate en ver lo positivo de cualquier situación.
  4. Comprende a los demás.
  5. Descansa y relájate
  6. Realiza ejercicios de respiración.
  7. Toma decisiones responsablemente, teniendo en cuenta las consecuencias de las mismas para ti y para quienes te rodean.

Siguiendo estos pasos, es probable que disminuyan los problemas de comunicación en tu vida, los conflictos, y probablemente tengas un desempeño más eficiente en diferentes ámbitos, así como una sensación de bienestar general. De hecho, la IE reporta beneficios, como por ejemplo:

  • Mejora en las relaciones sociales a partir de comprender las actitudes de los demás.
  • Capacidad de encontrar el aspecto positivo de las personas y las situaciones
  • Vivencia de las críticas como constructivas y como una oportunidad para mejorar y crecer personal y profesionalmente.
  • Desarrollo de estrategias de afrontamiento para sobrellevar las adversidades y contratiempos, sin venirse abajo tan fácilmente.
  • Apertura al cambio.
  • Respeto por las opiniones opuestas y con ello, aceptación e las diferencias.
  • Control de los impulsos antes de actuar o hablar.
  • Motivación, optimismo y generosidad.

Por ello, es fundamental incorporar en nuestra filosofía de vida que, “La inteligencia emocional no es lo contrario de la inteligencia, no es el triunfo del corazón sobre la cabeza. Es la única intersección de ambas”, tal como dijo David Carusso.

Fuente artículo: http://isepclinic.es/blog/emociones-como-regularlas-en-la-vida-cotidiana/

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Entrevista a Guillermo Kozameh: Muchos niños diagnosticados como hiperactivos lo que tienen es ansiedad

España/01 diciembre 2016/Fuente: Redem

Actualmente se diagnostican muchos niños de hiperactividad y déficit de atención. ¿Por qué es tan común este trastorno?

Lamentablemente, hay muchos niños diagnosticados de trastorno por déficit de atención, y eso tiene que ver con una nueva manera (que existe desde hace años) que tienen los médicos y psiquiatras de describir y clasificar las enfermedades y, lamentablemente, también tiene que ver con intereses económicos de la industria farmacológica.

O sea, que no son todos los que están. ¿Cómo define usted el THDA?

G.K.: En el trastorno por déficit de atención, al niño le cuesta mucho concentrarse, no puede seguir una lectura o una secuencia de juego acorde con su edad y se mueve sin motivo. Digo «acorde con su edad» porque en los niños pequeños, de dos o tres años, es normal que su atención sea breve y que pasen de una lectura a otra o de un juego a otro.

hiperactividad

¿Cuál es la causa de este trastorno?

Por desgracia se ha focalizado en una sola causa: una posible alteración cerebral. Pero en un gran porcentaje de niños diagnosticados de trastornos por déficit de atención las causas no son neurológicas, sino emocionales. Así lo atestiguan los neurólogos, que conocen a los niños y a su entorno familiar y social y que están en contacto con sus psiquiatras y psicólogos.

¿A qué se refiere?

Muchos niños diagnosticados con síndrome de hiperactividad y déficit de atención están padeciendo una situación de ansiedad familiar, y responden con un síntoma: no atienden, no se concentran. En esos casos, tratarles con un medicamento no solo no está indicado, sino que es perjudicial, porque aparentemente mejoran, aparentemente pueden concentrarse más, pero los motivos reales por los cuales fallan en su atención no se tratan.

¿Cuál es el tratamiento cuando no hay un trastorno neurológico?

Consiste en hacer psicoterapia al niño y entrevistas a los padres para averiguar qué es lo que ha originado esa hipermotilidad y ese exceso de ansiedad en el niño. Hay que hacer sesiones individuales al pequeño en las que pueda expresar, a través del juego o del dibujo, los conflictos que «nos está mostrando» a través de su «no poder estar ni un minuto quieto».

Porque cuando nosotros vemos por primera vez a un niño con hiperactividad y déficit de atención, descubrimos que tiene fallas en la atención y el aprendizaje, pero que él, en realidad, y aunque no lo sepa conscientemente, está muy atento a las preocupaciones de su mundo interior. Esos conflictos le producen angustia y su única manera de expresarlo es moviéndose continuamente, tocando las cosas sin motivo, durmiendo mal y con otros síntomas que se incluyen en este síndrome.

¿Una vez que empieza a tratarse, mejora pronto?

En las primeras sesiones el niño juega con varios elementos lúdicos, toca y deja objetos, empieza a armar construcciones y las abandona sin terminarlas, va al servicio varias veces sin necesidad, pide agua aunque no tenga sed…, no puede quedarse quieto, pero una vez que comienza a expresar sus conflictos inconscientes, y cuando puede manifestarlos a través de la palabra, los dibujos y los juegos, notamos que cambia su modo de comportarse: comienza a concentrarse y puede dedicar más tiempo a una actividad.

Si el terapeuta es un buen profesional y hay colaboración de los padres, en pocas semanas ese niño que era un torbellino está más atento, más tranquilo y tiene mejor rendimiento escolar.

¿Qué es lo que produce tanta ansiedad en el niño?

No existe un tratado de causas y sus efectos: puede haber muchas causas y muchos síntomas. Con frecuencia son problemas «normales» que el niño no ha podido superar adecuadamente: la muerte de un familiar que quizás los padres no le dieron la importancia que tenía para él, la muerte de una mascota que quería mucho, la separación de los padres, cuando no ha sido bien manejada en el ámbito familiar, los celos «no superados» ante el nacimiento de un hermanito, el ingreso de la madre después de un parto por alguna complicación o muchas otras causas que forman parte de nuestra vida cotidiana.

Estas situaciones merecen un estudio y un tratamiento intenso, son traumas psíquicos o físicos que el niño pudo haber sufrido y que han desencadenado el síndrome de hiperactividad.

¿Entonces, no es cierto que el niño será hiperactivo toda la vida?

No, en absoluto. El problema se ha exagerado de tal manera que se habla en la prensa de presidentes de gobierno o de actores famosos que tienen hiperactividad. Pero yo creo que si una persona ha llegado a esos puestos de prestigio profesional y de gran responsabilidad, es porque su déficit de atención, después del tratamiento, ha desaparecido o es muy leve.

Ahora bien, un niño que tiene un estado de ansiedad crónico y que no recibe ayuda, sí está condenado a tener fracaso escolar y problemas laborales en el futuro.

¿Cuánto tiempo tarda en curarse una vez que inicia la terapia?

Depende de cada niño. Si la hiperactividad se debe a un trastorno neurológico, es probable que necesite llevar una medicación bastante tiempo, pero si el trastorno es de origen emocional –que es muy frecuente, aunque los laboratorios farmacéuticos digan lo contrario– en poco tiempo se logran efectos muy, muy buenos. Lo primero que mejora es el rendimiento escolar: el niño comienza a asimilar conceptos, a memorizar temas, a prestar atención, a fijar su atención y a controlar sus movimientos.

¿Y sin tomar medicamentos?

El medicamento que se prescribe es un derivado anfetamínico que mejora los síntomas, pero el organismo se acostumbra a él. Ayuda a corregir el déficit de atención solo cuando el origen es neurológico y se han descartado causas emocionales; si las causas son problemas afectivos, hay que trabajar con el niño y con la familia y no es necesaria la medicación.

¿Cuáles son los problemas neurológicos que producen hiperactividad?

La disritmia cerebral, las alteraciones en el embarazo, los traumatismos craneoencefálicos, ciertas infecciones virales o bacterianas que dejan secuelas y pueden producir este trastorno o no.

¿Cómo se sabe si la hiperactividad se debe a un problema emocional o a un trastorno neurológico?

Los psicólogos tienen tests muy complejos y precisos para averiguar cuándo el déficit de atención se debe a una u otra causa.

En psicología hay varias tendencias, ¿con cuál se obtienen mejores resultados en el tratamiento de niños hiperactivos?

Psicoanalistas, psicólogos cognitivos, gestálticos, comportamentalistas… los buenos profesionales de todas las escuelas saben que la solución de la hiperactividad no pasa siempre por la medicación.

¿Cuál es la edad ideal para empezar a tratar estos síntomas?

Los síntomas de hipermotilidad llaman la atención a los padres suele ser a partir de los cinco o seis años –antes de esa edad el niño normalmente es inquieto y movedizo–, y a los seis años los maestros suelen advertir a los papás de que el niño «no atiende como los demás».

Ahora que está tan de moda la hiperactividad con déficit de atención, algunos padres de niños de dos o tres años que son muy inquietos vienen a consulta y en ese caso es mejor informarles y tranquilizarles, ya que esas reacciones que les llaman la atención pueden ser comportamientos evolutivos normales. Es alarmante el aumento de niños con estos trastornos y lamentablemente en muchos casos son diagnosticos erróneos e influidos por las tendencias actuales.

¿Los padres también deben hacer psicoterapia?

No tienen que hacer psicoterapia (excepto casos particulares que sí lo requieran), sino unas entrevistas para aclarar cuáles pueden ser los conflictos que preocupan al niño.

¿Los psicofármacos pueden tener efectos secundarios?

Todos los medicamentos tienen efectos secundarios. Por ese motivo desde hace ya varios años los laboratorios médicos adviertan en sus prospectos de los posibles inconvenientes. La cuestión es utilizarlos adecuadamente en los niños que realmente lo necesitan

¿En esos casos, puede prescribirlos el médico de cabecera?

Es recomendable que esta medicación sea pautada y controlada por un psiquiatra infantil.

También debe de tener efectos secundarios poner una etiqueta a un niño, decirle: «Eres hiperactivo».

Sí, es un peligro, pero los padres buscan un diagnóstico y una etiqueta porque ingenuamente les tranquiliza. Decir «tengo un niño con hiperactividad y déficit de atención» en muchos casos quita a la familia la responsabilidad que pueda tener en ese trastorno.

Fuente: http://www.redem.org/muchos-ninos-diagnosticados-como-hiperactivos-lo-que-tienen-es-ansiedad/

 

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Dejemos que las emociones nos ayuden a enseñar

30 de noviembre de 2016 / Fuente: http://blog.tiching.com/

Por: José Carlos Ángel

La mayoría de los formadores de una cierta edad, digamos de mediana edad, hemos sido educados básicamente para obtener conocimientos. Las clases se basaban en la memorización, la resolución de problemas, el dominio del lenguaje, etc.  A pesar de eso, todos recordamos con cariño a algunos, habitualmente unos pocos, de nuestros profesores. Nos han ayudado a amar una asignatura y, en algunos casos, a escoger un camino profesional. En mi caso, recuerdo a una profesora que nos enseñaba a leer mientras fomentaba el respeto y la tolerancia hacía los que no lo hacían del todo bien. También recuerdo la unión de las clases de matemáticas y filosofía para explicar conjuntamente lo que un día no estuvo separado. Y por suerte podría seguir con algunos más.

La buena noticia es que, desde hace unos años, la educación emocional está reclamando su espacio en la enseñanza. Si queremos que el alumnado desarrolle plenamente su personalidad, tenemos que prestar atención tanto a su desarrollo cognitivo como al desarrollo emocional. Cada vez hay más investigaciones de cómo favorecen las emociones al proceso de aprendizaje.

Personalmente, creo que lo más interesante de la educación emocional es que nos ayuda a ser mejores personas. Es decir, mejoramos mientras ayudamos a que lo hagan nuestros alumnos. Y, si ellos mejoran, es muy posible que las familias también lo hagan.

Las emociones van a tener que hacerse un lugar en el aula. Muchos de los que nos dedicamos a enseñar, hemos aprendido a dejarlas de lado, a ignorarlas. Además, tenemos unas rutinas aprendidas de cómo hacer las clases. Y, porque negarlo: ¡cambiar requiere esfuerzo! Es cierto. Pero una vez que cambiamos, la mejora siempre vale la pena. Y entonces pensamos: ¡tenía que haberlo hecho antes!

La mayoría habréis visto El club de los poetas muertos.  Si queréis continuar el camino, os dejo algunas recomendaciones:

  • Ser y tener: Una película documental francesa sobre una pequeña escuela rural en la que un profesor educa a un pequeño grupo de alumnos, entre 4 y 10 años.
  • Pensando en los demás: Un documental sobre la experiencia de un pedagogo japonés que, en contra de lo que suele ser habitual en su país, enseña a los niños a ser mejores personas.
  • Estrellas en la tierra: Una película india de cómo puede cambiar la vida de un niño incomprendido con la llegada de un nuevo profesor a su vida.
  • Entre maestros: Un documental español sobre el descubrimiento del maestro que todos llevamos dentro.

Si las emociones forman parte de tus clases, ¡te invitamos a compartir tu experiencia!

Fuente artículo: http://blog.tiching.com/dejemos-que-las-emociones-nos-ayuden-ensenar/

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