Mundo/31-05-2020/Autor(a) y Fuente: www.elnacional.com
Datos de la Evaluación de los Recursos Forestales Mundiales 2020, advierte que a pesar de que hubo una disminución de la tasa de deforestación en la última década, se siguen perdiendo 10 millones de hectáreas cada año.
Se requieren medidas urgentes para salvaguardar los bosques del mundo frente a las altas tasas de deforestación y degradación forestal, «puesto que la conservación de la biodiversidad a nivel global depende enteramente de la forma en que interactuemos y utilicemos nuestros bosques», declararon la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Durante la celebración del Día Internacional de la Diversidad Biológica, el pasado 22 de mayo, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura presentó en conjunto con el Programa de la ONU para el Medio Ambiente y el Centro Mundial de Vigilancia de la Conservación, el informe El estado de los bosques del mundo.
La mitad de la población activa mundial amenazada por el desempleo
Segundo trimestre del 2020: 305 millones menos de puestos de trabajo
Sergio Ferrari desde la ONU, Ginebra, Suiza
Las proyecciones estadísticas más pesimistas van quedándose cortas ante la dimensión de la crisis. Desempleo, desinformación y pobreza aparecen como algunas de las piezas de un rompecabezas todavía no armado, pero con efectos directos y colaterales devastadores. La mitad de los empleos en la escala mundial se ven amenazados.
El «privilegio» del empleo
En el mundo, 1.600 millones de los 2.000 millones de trabajadores de la economía informal se ven afectados por las medidas de confinamiento y de contención. La mayoría trabaja en los sectores más afectados o en pequeñas unidades económicas más vulnerables a las crisis, según un informe publicado el 7 de mayo por la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Estos incluyen a los trabajadores en los servicios de hostelería y restauración, la industria manufacturera, la venta al por mayor y al por menor, y los más de 500 millones de agricultores que abastecen los mercados urbanos. Las mujeres se ven especialmente afectadas en los sectores de alto riesgo, destaca el informe.
Por otra parte, la caída constante de las horas de trabajo a nivel mundial a causa del COVID-19 significa que 1.600 millones de trabajadores de la economía informal, esto es, casi la mitad de la población activa mundial, “corre peligro inminente de ver desaparecer sus fuentes de sustento”, señalaba la OIT en su 3er documento analítico de fines de abril.
Entre su primer informe sobre el COVID-19 y el mundo del trabajo publicado el 18 de marzo pasado y las estimaciones actualizadas difundidas a fines de abril la OIT cambió su punto de referencia. Ya no se trata de comparar la actual crisis con el terremoto financiero del 2008, sino con los estragos resultantes de la Segunda Guerra Mundial.
El 81% de la fuerza de trabajo – más de 2.700 millones de trabajadoras y trabajadores- padecía desempleo total o parcial a fines de abril. Y de continuar esta tendencia, en el segundo semestre del año en curso la reducción del empleo golpeará a 305 millones de trabajadoras y trabajadores a tiempo completo, teniendo como referencia una jornada laboral de 48 horas semanales.
En el estudio actualizado de la OIT (https://www.ilo.org/global/about-the-ilo/newsroom/news/WCMS_743056/lang–es/index.htm) la alarma suena con respecto a los trabajadores de la economía informal, que representan en su totalidad, unos 2.000 millones de personas, la mayoría en países emergentes y en desarrollo de ingreso bajo y mediano. Con el agravante que, en general, carecen de protección básica, de cobertura de seguridad social, de atención médica y, en caso de enfermedad, de sustitución de ingresos.
La crisis económica provocada por la pandemia ha dado una estocada contundente a la capacidad de ganar el sustento de casi 1.600 millones de trabajadora-es de la economía informal – el sector más vulnerable-, de un total de 2.000 millones a nivel mundial, y de una fuerza de trabajo de 3.300 millones de personas a escala planetaria. Las medidas de confinamiento y/o el hecho de que esas personas trabajan en alguno de los sectores más golpeados por la crisis, determinan esta dramática situación.
India, con 400 millones de trabajadores informales, Nigeria, Brasil, Indonesia, Pakistán y Vietnam, se encuentran entre las naciones que por concentración demográfica más sufrirán el impacto. Sin embargo, regiones enteras, como Centroamérica, o la América andina, dependen en gran medida de las actividades informales. Las que tienen, también, una fuerte incidencia en las concentraciones urbanas latinoamericanas, desde Buenos Aires hasta la Ciudad de México, pasando por Bogotá, Caracas, Lima o La Paz.
La pandemia desinformativa
Beber alcohol fuerte, comer gran cantidad de ajo, bañarse con agua casi hirviente, ingerir medicamentos caseros… Miles de informaciones falsas sobre el COVID-19 explotan en internet, en las redes sociales y en las plataformas de comunicación.
«La información falsa y poco fiable pone en riesgo muchas vidas”, señala la Organización Mundial de la Salud. Con los Consejos para la población acerca de los rumores sobre el nuevo coronavirus 2019-nCoV, (https://www.who.int/es/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019/advice-for-public/myth-busters) intentó salir al cruce de creencias, desinformaciones o métodos “caseros”, que se presentan como eficaces para contrarrestar el virus. Con el agravante, además, de que detrás de muchas desinformaciones se expande el comercio creciente de medicamentos falsificados o adulterados.
Ya en la segunda quincena de marzo la Federación Internacional de Periodistas (FIP) que nuclea a 600.000 trabajadores del sector había advertido sobre la necesidad que “periodistas y medios informen sobre hechos y con fuentes fiables, sin especulación alguna…” Y convocaba a autoridades públicas e instituciones médicas a suministrar “información puntual y transparente”. Fue la misma FIP quien en la segunda semana de abril condenó los ataques sistemáticos del presidente brasilero Jair Bolsonaro a periodistas de su país. Un estudio al que hace referencia la central sindical mundial con sede en Bruselas contabiliza más de 140 ataques de este tipo, en los últimos tres meses, en torno a la cobertura informativa de la pandemia.
Futuro dramático
Si la explosión desbocada del desempleo y la problemática de la desinformación acompañan la nueva coyuntura pandémica mundial el tema de la deuda externa se convierte en agenda crucial de países y regiones.
No solo la antigua, acumulada y pendiente. Sino también la nueva, que muchos Estados contraerán para hacer frente a la crisis de sobrevivencia. Fue uno de los temas cruciales, por ejemplo, del debate interno de la misma Unión Europea durante las últimas semanas y aún pendiente de resolución.
Un grupo de 60 organismos y agencias de las Naciones Unidas, llamaron el pasado 10 de abril a los gobiernos a abordar la actual recesión y su repercusión en las naciones más empobrecidas del planeta. Según las instituciones onusianas miles de millones de personas viven en países al borde del colapso económico debido a la combinación explosiva de los “problemas financieros impulsados por la pandemia del COVID-19, pesadas obligaciones de deuda y un descenso de la ayuda oficial al desarrollo”, subraya el documento del Grupo de Trabajo Interinstitucional sobre Financiación para el Desarrollo.
Actores de primer orden de la sociedad civil internacional subrayan, también, el riesgo de que a causa de la pandemia más de 500 millones de personas, adicionalmente, caigan en la pobreza. Así lo señala Oxfam internacional en su último informe Elijamos dignidad, no indigencia (https://www.oxfam.org/es/informes/elijamos-dignidad-no-indigencia), que fue difundido en abril pasado.
La magnitud de esta crisis, según la ONG internacional, excede toda proyección racional. “Podría suponer un retroceso de una década en la lucha contra la pobreza y de hasta 30 años en algunas regiones como África subsahariana, Oriente Próximo y el Norte de África. Más de la mitad de la población mundial podría vivir en condiciones de pobreza tras la pandemia”.
Oxfam exige a los organismos internacionales (incluidos al FMI y al Banco Mundial que tuvieron su reunión de primavera el tercer fin de semana de abril) “cancelar inmediatamente el pago de la deuda en 2020 y alentar a otros acreedores que hagan los mismo…” Y recomienda “… acordar la inmediata inyección de dinero en los países de desarrollo para ayudarles a rescatar a las comunidades en situación de pobreza y vulnerabilidad”.
Pronósticos, estadísticas, proyecciones, cada día peores, cada semana más dramática. En solo algo más de cuatro meses, la Tierra parece ser otro planeta y la humanidad no termina de agotar su capacidad de asombro.
Cuando finalmente se pueda habitar el mundo que gira fuera de nuestro hogar, el reto no será la conservación de empleos, sino la creación de empleos que sean más eficientes que un algoritmo, un robot o un asiático al otro lado del mundo. Incluso allí, en el mundo que se está gestando en medio de la depresión económica y el pánico sanitario, se requerirán destrezas más flexibles y creativas, más cambiantes y elásticas, que aquellas que imparte el sistema educativo ecuatoriano.
Entre tanto, en nuestro país hay niños que deben caminar hasta seis kilómetros para acceder a una computadora con conexión a Internet, y el debate se centra en qué estaciones de radio o TV se difundirán las “clases”.
El historiador y filósofo Yuval Noah Harari, autor del libro ‘21 lecciones para el siglo XXI’, advierte desde mediados de la década, de la creación de una “clase inútil”: un grupo demográfico que no solo vivirá desempleado, sino que se tornaría “inempleable”. Su predicción apuntaba al 2050, pero nadie anticipó que la pandemia empujaría a la humanidad en el tiempo. Las decisiones que se esperaba tomar en los siguientes 5, 10 o 15 años, de pronto se volvieron urgentes y decisivas. Los empleos que se presagiaba se volverían innecesarios, hoy son una realidad. El mundo se enfrenta a un desempleo masivo y a una horda de seres humanos de edad media y avanzada cuyas destrezas no serán aplicables a la demanda de una economía motivada por el miedo, la pobreza y la necesidad de automatización y tecnología.
Si algún día el Ecuador pretende sacar a su población de la pobreza, y no solo permitirle sobrevivir como lo ha hecho por 190 años de vida republicana, deberá educar para el futuro. La del Covid-19 es una oportunidad única para reinventarnos, ojalá que así lo entienda la Educación también.
El efecto de la pandemia global de coronavirus sobre el empleo va a ser «devastador» y superará con creces lo sucedido durante la crisis financiera mundial de 2008-2009, según un informe de la Organización Internacional del Trabajo.
El covid-19 hará desaparecer globalmente, solo entre abril y junio de este año, el 6,7% de las horas de empleos, lo que equivale a la pérdida 195 millones de puestos a tiempo completo.
El daño es muy pronunciado y se ha registrado en muy poco tiempo, dicen los expertos.
Es la crisis más severa desde la Segunda Guerra Mundial, que terminó en 1945.
De hecho, la agencia de la ONU advierte que 4 de cada 5 trabajadores a nivel mundial ya está sufriendo las consecuencias de los confinamientos totales parciales de ciudades enteras que muchos gobiernos se han visto forzados a imponer.
«Drástico impacto»
Es el caso de casi todos los países de América Latina, con la excepción de México y Uruguay que hasta la fecha solo han emitido recomendaciones nacionales, y de Nicaragua.
Los cierres de ciudades, el cierre de negocios, fábricas y de los colegios, las restricciones de viajes y otras medidas para contener la expansión de la enfermedad «han tenido un repentino y drástico impacto en trabajadores y empresas».
Este tipo de medidas afectan actualmente a 2.700 millones de trabajadores, que representan el 81% de la fuerza de trabajo mundial.
«Los trabajadores y las empresas se enfrentan a una catástrofe tanto en las economías desarrolladas como en las que están en desarrollo«, declaró el Director General de la OIT, Guy Ryder».
El documento prevé que la región de Latinoamérica y el Caribe pierda 14 millones de puestos de trabajo, mientras que Centroamérica verá destruidos 3 millones de empleos.
Las cifras reflejan tanto despidos como la reducción temporal de las horas.
«Esta contracción del empleo sin precedentes ya ha empezado a sentirse en muchos países», dice el documento.
Cifras menores
Ambas regiones van a tener una pérdida de empleo por debajo del ratio global.
Mientras a nivel global las horas de trabajo perdidas en el segundo trimestre del año van a ser del 6,7% según las estimaciones, en Latinoamérica y el Caribe serán del 5,7% mientras que en Centroamérica se sitúan en el 4,5%.
Esto se debe al retraso en el momento en que la pandemia llegó al continente.
Si en Wuhan, China, donde se inició el brote, ya se están adoptando medidas para recuperar la normalidad en las calles, Europa aún está pendiente de alcanzar el pico de contagios y América Latina empieza a hacer frente a la crisis.
«Básicamente lo que reflejan estos datos es una menor progresión de la enfermedad por continentes», explica a BBC Mundo, Roger Gomis, economista de la OIT y colaborador en la redacción del informe.
«Latinoamérica está experimentando por el momento una menor intensidad (de la pandemia) que en otras partes del mundo y después de implementarse medidas de contención puede que la situación se mantenga».
«Pero los datos reflejan una estimación de lo que se va a perder en términos de empleo en el segundo trimestre. Es el escenario más probable por ahora», dice.
¿Qué país de la región se verá más afectado?
El mercado laboral de Latinoamérica tiene 3 vulnerabilidades propias -que comparten casi todos los países de la región- de las que va a depender cómo se verá afectada.
Por un lado, dice Gomis, está la tasa de empleo informal, por otro, los sectores en los que se concentran los trabajadores.
Y a todo esto hay que sumar el margen fiscal y monetario que tiene cada gobierno para ayudar a sus trabajadores.
Perfil sectorial
Las consecuencias van a depender de cuántas personas tenga cada país trabajando en los cuatro sectores que se van a haber más afectados, es decir, del perfil sectorial del empleo.
La OIT ha identificado sectores de la economía que concentran mayor riesgoy que serán las áreas de la economía que más empleos podrían perder según las estimaciones.
el sector hotelero y de la alimentación
el sector inmobiliario y las actividades administrativas
las fábricas y los servicios de reparación, los comercios y tiendas
el área de los negocios y el sector artístico
Estos sectores emplean unos 1.250 millones de trabajadores en todo el mundo.
«En términos de empleo en riesgo, en América Latina tenemos identificado que un 44% de los trabajadores lo hacen en sectores que consideramos que tienen un alto riesgo», afirma el economista de la OIT.
Esta es una cifra sustancialmente más alta que la media global, situada en el 38% de la fuerza de trabajo global.
Por poner un ejemplo, «en México el porcentaje de trabajadores en sectores en riesgo es aún más alto y este ratio llegaría a un 51,5%», dice.
«Esto supone casi 28 millones de empleos. No decimos que se van a perder, pero sí que estos puestos de trabajo están en áreas de mayor riesgo por los cierres derivados de la pandemia».
En Argentina, el 41,8% de sus trabajadores están en sectores de mayor riesgo.
Colombia tiene un 46,8%, Chile casi un 40%, el mismo ratio que Ecuador y similar al de Honduras y Nicaragua.
Por su parte, Costa Rica registra un 42,3%, Perú cuenta con el 41% de su fuerza laboral y Bolivia el 38%.
Empleo informal
Otra de las vulnerabilidades de América Latina se refiere al empleo informal.
A nivel mundial, 2.000 millones de personas trabajan en sectores al margen.
La mayoría lo hace en las economías emergentes y en desarrollo y según la OIT, corren un riesgo especial.
En América Latina y el Caribe hay al menos 140 millones de personas trabajando en condiciones de informalidad, lo que representa alrededor de 54% de los trabajadores.
Con un 57% México vuelve a superar el ratio de trabajadores en la economía sumergida, que no tienen ningún tipo de protección.
Y en Argentina casi la mitad de los trabajadores ocupados, el 47%, desempeñan su actividad en sectores informales con empleos de muy baja calidad.
La cifra es de aproximadamente el 60% en Colombia, del 59% en Ecuador y del 69% en Perú.
En el otro lado se encuentran por ejemplo Uruguay (24,5%), Chile (40,5%) o Costa Rica (39%).
Medidas para amortiguar
«En este caso lo importante y hacia dónde los gobiernos deberían encaminar sus medidas es a paliar la menor protección de estos trabajadores» que tienen un acceso limitado a los sistemas sanitarios y a programas de protección social, explica el experto.
Gomis estima que los efectos pueden ser más graves para estos trabajadores en las regiones y países donde las tasas de informalidad son más altas.
«El informe hace énfasis en que es muy importante hacer programas específicos para esos trabajadores, en concreto realizando transferencias de efectivo para compensar los ingresos perdidos, pero también para asegurar la provisión de bienes de primera necesidad».
Margen fiscal
Por último, la forma en que cada país pueda responder a la crisis va a depender de su margen fiscal.
Es el margen de maniobra que existe dentro del presupuesto público para proporcionar recursos sin comprometer la sostenibilidad financiera ni la estabilidad de la economía.
«Muchos países ya tenían situaciones fiscales muy precarias antes de entrar en este problema y tienen acceso muy limitado al financiamiento de los mercados», explicaba en una entrevista con BBC Mundo el economista venezolano Ricardo Hausmann.
Otros, como Perú, llevan años de disciplina fiscal que le han permitido poner en marcha un paquete de medidas por un importe de más US$25.000 millones, equivalente al 12% de su PIB.
Entre otras cosas, el país pondrá en marcha un esquema de préstamos a sus empresas por valor de US$8.500 millones.
Según la OIT, el mundo del trabajo después del coronavirus dependerá de dos factores: la evolución de la pandemia y las medidas políticas que se adopten para auxiliar a las empresas, preservar el empleo y los ingresos, y estimular la economía.
«Las decisiones que tomemos hoy afectarán directamente la manera en que esta crisis evolucionará, así como la vida de millones de personas. Con las medidas correctas podemos limitar su impacto», aseguró declaró el Director General de la OIT, Guy Ryder.
La UE busca dejar atrás el paternalismo con un nuevo acuerdo pensado para fortalecer lazos intercontinentales y apostando por la digitalización, el empleo y la transición verde.
La construcción de alianzas sólidas se ha convertido en una tarea compleja para la diplomacia europea. Mirando a Occidente, Bruselas se topa con el cambiante humor de Donald Trump y el fragmentado bloque latinoamericano. En la otra dirección, el ruso Vladimir Putin y su homólogo turco Recep Tayyip Erdogan son fuente habitual de conflicto. Y en el resto del flanco oriental, los países árabes no terminan de encontrar una salida a la guerra en Siria, la promesa India no acaba de cumplirse y China emerge como un socio puntual, pero también como un formidable rival económico. En medio de ese laberinto geopolítico, los Veintisiete giran la vista hacia el Sur para actualizar su relación con África, un continente que tiene casi todo de lo que Europa carece, para bien —pujanza demográfica, potencial económico— y para mal: 560 millones de personas aún viven en una situación de pobreza multidimensional, es decir, que son pobres de todo.
Un compromiso sobrevuela el futuro acuerdo entre ambos continentes, cuyo borrador se presentó este lunes en Bruselas: diseñar una política conjuntamente con África y no para África. “Somos dos continentes en pie de igualdad”, insistió el Alto Representante de Política Exterior, Josep Borrell. El objetivo es que el pacto esté listo para ser rubricado en la cumbre entre la UE y la Unión Africana en octubre, y que gire en torno a cinco puntos.
Transición verde
2050 se ha convertido para la UE en la fecha clave para su ambición verde. Ese año, la neutralidad climática debe ser una realidad en los Veintisiete. La cuestión se ha convertido también en un eje de sus relaciones comerciales y diplomáticas: Bruselas incluye en sus pactos el respeto al Acuerdo de París como condición. Con África no se hará una excepción. “Pese a que el continente africano tan solo emite un 2% de las emisiones totales de energía a nivel global, es la región más golpeada por las consecuencias del cambio climático. Se trata de un desafío que solo puede afrontarse de manera conjunta”, afirma la eurodiputada de Ciudadanos Soraya Rodríguez, presidenta de la Delegación para las relaciones con el Parlamento Panafricano. En el documento que sirve de base a la negociación, Bruselas advierte contra la sobreexplotación pesquera, la desertificación y la deforestación, y llama a invertir en energías renovables, basarse en modelos de urbanización inteligentes y combatir juntos los delitos contra el medio ambiente.
¿Cómo se ve desde África? >>> En África, atenuar los daños y combatir el calentamiento global son dos prioridades. Al mismo tiempo, el continente está inmerso en un ambicioso proyecto de industrialización para el que va a necesitar cada vez más energía. ¿Cómo resolver esta ecuación? Acudiendo a las fuentes limpias y renovables. Y ya ocurre. Hace unos días, Senegal inauguraba el parque eólico más grande de África Occidental, en Marruecos ya cuentan con la mega planta solar de Noor, una de las más potentes del mundo, y Etiopía está a punto de poner en marcha la Gran Presa del Renacimiento que aprovechará el curso del Nilo para producir la electricidad que necesita.
Digitalización
Un dato marca el convencimiento de la UE de que África debe llevar la digitalización a todos los sectores de su economía. Por cada 10% de aumento de la cobertura digital, el PIB africano sube un 1%. Bruselas cree que hay mucho margen para implantar tecnologías en sectores como la agricultura, comercio electrónico, servicios financieros, educación o administración pública. “La UE deben profundizar su colaboración en este ámbito, incluyendo medidas de prevención frente al uso de Internet con fines terroristas o extremistas”, recoge el texto.
¿Cómo se ve desde África? >>> La Agenda 2063 impulsada por la Unión Africana es la auténtica clave de bóveda del crecimiento continental. En este documento, aprobado en 2013, ya se propone una «revolución del conocimiento» en materia tecnológica a la que Europa podría contribuir. Sin embargo, el bloguero y cíberactivista Cheikh Fall advierte de ciertos riesgos. «La colaboración está bien, pero los Estados africanos deben estar muy atentos a la hora de mantener su independencia digital. Debemos dotarnos de leyes y protocolos que nos permitan guardar nuestra soberanía en un nuevo espacio como este», asegura. Uno de los grandes desafíos para un continente donde la mitad de la población tiene menos de 20 años es que nadie quede descolgado del futuro. El mundo digital debe penetrar en las escuelas. «Europa podría invertir ahí, acompañarnos», añade Fall.
Crecimiento sostenible y empleo
La UE es el mayor inversor extranjero en África con 222.000 millones de euros, por encima de Estados Unidos (42.000) y China (38.000). El objetivo es afianzar esa posición y redirigir ese flujo de dinero hacia proyectos que hagan al continente más resistente frente a los envites del cambio climático. Bruselas aplaude el Acuerdo de Libre Comercio en África (ZLEC), en vigor desde mayo pasado, considerado como el primer paso hacia la creación de una de las zonas de intercambios económicos más grandes del mundo, y está dispuesta a compartir sus conocimientos sobre cómo ha funcionado el mercado único europeo y la unión aduanera.
Para aumentar el capital extranjero presente en la región, la UE cree que África debe emprender reformas que creen un ambiente propicio para los negocios y liquidar malas prácticas como la corrupción, el fraude, el lavado de dinero y la financiación del terrorismo.
Con 375 millones de jóvenes incorporándose al mercado laboral en los próximos 15 años, la formación de esos futuros empleados es una de las grandes inquietudes para un continente que acoge en su seno a seis de las diez economías que más crecieron en 2018. “La UE debería facilitar la movilidad de estudiantes, profesores, formadores e investigadores, proteger los derechos sociales y, en particular, erradicar el trabajo infantil”, recomienda el documento.
En plena crisis del coronavirus, los Veintisiete también recogen la intención de aumentar su apoyo a los sistemas de salud de los países africanos, en muchos casos precarios. “Los problemas sanitarios en los países africanos existían antes del virus y seguirán existiendo después”, alertó Borrell en un ejercicio de realismo.
¿Cómo se ve desde África? >>> «Toda esa narrativa, esos esfuerzos, tienen como objetivo combatir la creciente influencia china en África, la UE está obligada a reaccionar, a cambiar su discurso», asegura el economista senegalés Demba Moussa Dembelé. Pero los nuevos vientos no proceden solo de Pekín. Estados Unidos y Rusia también han entrado en el tablero con fuerza. Sin embargo, un acontecimiento puede cambiarlo todo. El próximo mes de julio el ZLEC dará sus primeros pasos efectivos, lo que permitirá ir creando un gigantesco mercado único de hasta 1.200 millones de personas. «Esta iniciativa tendrá sentido si favorece la industrialización del continente, si logramos transformar nuestras materias primas y negociar con una sola voz en los acuerdos comerciales», añade el experto. De continuar esta tendencia de integración, no exenta de obstáculos, los acuerdos comerciales bilaterales entre Estados y la UE serán cosa del pasado en una década, como asegura el economista bisauguineano Carlos Lopes. Y ahí África saldrá ganando.
Paz y gobernanza
“Garantizar la paz y la seguridad duradera en África es tanto del interés de África como de la UE”, señala la comunicación sobre la estrategia europea. En ella, se insta a los países europeos a tratar de resolver las crisis del Sahel, la región de los Grandes Lagos o el Cuerno de África utilizando la diplomacia y el diálogo en cumbres al más alto nivel. Para los dirigentes africanos, un recado para sacar a sus Estados del círculo vicioso de la pobreza y la violencia: la inclusión económica, la educación, el acceso igualitario a servicios sociales y la justicia, y la redistribución de recursos son el motor de las sociedades capaces de crear empleo y crecimiento y atraer inversores.
¿Cómo se ve desde África? >>> Las guerras en África ya no son lo que eran, y la gran amenaza de hoy es el avance del terrorismo. Países como Somalia, Nigeria, Malí, Burkina Faso, República Centroafricana, Mozambique y Níger se enfrentan a la emergencia de un enemigo con múltiples rostros que se nutre de las injusticias y la pobreza. Según el experto Bakary Sambe, director del Instituto Timbuktu, «Europa debe tomar conciencia de la nueva situación creada por la amenaza terrorista. Para ser eficaces, las iniciativas europeas necesitan un mínimo de coordinación, es aberrante que hoy haya más de 18 estrategias para el Sahel con una intensa presencia militar mientras las poblaciones locales se sienten más inseguras que nunca».
La última cumbre de la Unión Africana rescató el reto de «hacer callar las armas» en el que ha fracasado con estrépito durante los últimos años, con viejas guerras como la de RDC y nuevos conflictos como el de Malí que se enrocan o incluso se agravan. A juicio de Sambé, «el enfoque militar intenta curar los síntomas superficiales de un mal más profundo. Mientras los grupos yihadistas estrechan sus vínculos y colaboración, los esfuerzos de la comunidad internacional se dispersan».
Inmigración
El apartado migratorio aparece situado en último lugar, aunque suele ser el que más preocupa en Europa. La UE ha otorgado ayudas a Marruecos para que blinde su frontera. Y aunque los mayores flujos de los últimos años no proceden de África sino de la guerra en Siria, estos han dejado cicatrices en la política comunitaria al aprovechar los movimientos populistas la oleada migratoria para buscar réditos electorales. Borrell insistía este lunes en que África “fue, es y será fuente de migración hacia los países europeos”, pero cree que la cuestión no debe monopolizar el debate sobre África. Organizaciones como Oxfam y Cáritas han mostrado el mismo temor a que la migración opaque el resto de la agenda. Bruselas muestra su interés por favorecer la inmigración legal, y afirma que continuará en contacto con los países de origen, tránsito y destino.
¿Cómo se ve desde África? >>> Al contrario que el medio ambiente, la digitalización, la paz y el crecimiento económico, las migraciones no forman parte de la agenda pública africana. Porque si para Europa representa un «problema», en África son más bien una solución: válvula de escape social, herramienta política de presión sobre Europa que redunda en proyectos de desarrollo como los del fondo fiduciario aprobado en la cumbre de La Valeta y envío de remesas. Así la perciben muchos Estados y dirigentes africanos.
En primer lugar habría que dimensionarla: el 85% de las migraciones africanas se producen dentro del continente. «Europa está obsesionada con las migraciones», asegura Bakary Sambe, «en lugar de eso debería abrir las perspectivas de una relación más sostenible construida conjuntamente en el marco de un nuevo acuerdo estratégico». La nula gestión de flujos por parte de la UE, que se limita a la apuesta represiva de las vías clandestinas mientras tapona toda opción legal, es muy criticada en África. «Si saqueas los bienes de la gente, esa gente va a seguir el mismo camino: emigrar», añade el líder político panafricanista Ousmane Sonko.
El Observatorio Social de La Caixa concluye que la recuperación económica no ha alcanzado a las capas más débiles de la sociedad.
Un 48,1% de los niños que viven en España en hogares donde solo trabaja uno de los progenitores está en riesgo de pobreza, según un informe del Observatorio Social de La Caixa hecho público este martes.
El informe, titulado ‘Objetivo: paliar la pobreza infantil’, analiza la estrecha relación entre la pobreza infantil, el mercado de trabajo y las ayudas económicas públicas y concluye que el empleo es determinante en la pobreza infantil, incluso en épocas de bonanza económica.
El estudio constata que en el 2008 el riesgo de pobreza anclada entre los niños que vivían en hogares donde solo uno de los padres tenía empleo era del 35,5%, mientras que en el 2018 esa cifra subió al 48,1%. Según la autora del estudio, Sara Ayllón, investigadora del Departamento de Economía de la Universitat de Girona, en España, cuando solo uno de los dos progenitores está empleado, «vivir con ambos no garantiza una vida digna» para los niños.
El informe denuncia que España tiene una de las tasas de pobreza infantil más altas de Europa y al mismo tiempo es uno de los cinco países europeos que menos ayudas destinan a la infancia.
Por debajo del umbral de la pobreza
También destaca que en el 2018, el 29,9% de los niños españoles vivían por debajo del umbral de la pobreza, una cifra superior a las de antes de la crisis, lo que significa que la recuperación económica no ha alcanzado a las capas más débiles de la sociedad.
«Al inicio del período estudiado, en 2008, más de tres de cada diez niños en esta situación vivían bajo el umbral de pobreza anclada (35,5%), pero el panorama para este grupo no ha mejorado: en 2018, el 48,1% de los niños en este tipo de hogares vivían en la pobreza», señala Ayllón.
Los colectivos más vulnerables
Los más vulnerables son aquellos niños de familias en las que ninguno de los dos progenitores trabaja, lo que hace que en el 2018 fueran pobres ocho de cada diez menores en esta situación, frente a los siete de cada diez del 2008.
A estos les siguen los niños que crecen en familias monoparentales en las que el padre o la madre no trabaja (siete de cada diez son pobres).
Según Ayllón, la recesión económica tuvo importantes consecuencias en los niños, «agravando una situación ya preocupante antes de la crisis» y ha dejado que España tenga actualmente una de las tasas de pobreza infantil más elevadas de Europa.
Tomando como referencia la pobreza relativa (indicador que considera a aquellos que viven en hogares con rentas inferiores al 60 % de la renta mediana equivalente), la tasa era alta ya en 2008 (26,9%), alcanzó su máximo en el 2014 (30,2 %) y bajó ligeramente con la recuperación económica hasta llegar en el 2018 al 26,6%.
Apuesta por las ayudas directas a la infancia
El estudio incluye un apartado dedicado a «las transferencias a la infancia como mejor método para luchar contra la pobreza infantil», elaborado por los investigadores de la Universidad de Málaga Elena Bárcena, M.Carmen Blanco y Salvador Pérez. Este trabajo concluye que concentrar las ayudas económicas en la infancia es tres veces más eficaz para combatir la pobreza infantil que canalizarlas hacia toda la población en función de su nivel de renta.
Los autores estiman que un incremento del 1% en el gasto en transferencias condicionadas a la renta, como por ejemplo los subsidios de desempleo, reduce la probabilidad de que un menor esté en riesgo de pobreza entre el 2 y el 2,3 %. En cambio, si se incrementa el mismo porcentaje en el gasto destinado únicamente a la infancia, como puede ser la prestación por nacimiento y cuidado de un menor, esa probabilidad disminuye entre el 5,7 y el 6%.
En términos relativos, en el 2016 España destinaba el 3,3% del total de transferencias a la infancia, frente al 9% de la media europea, lo que sitúa a España en uno de los cinco países de la UE que menos ayudas de este tipo destina a la infancia.
Fuente e imagen: https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20200218/informe-pobreza-infantil-espana-observatorio-social-la-caixa-7853282
¿Qué pasaría si hubiera una manera de cuantificar el valor de cada capacitación educativa y mapear cómo darían forma a tus habilidades y oportunidades disponibles para ti?
Para prosperar en una era de constantes cambios tecnológicos, se suele decir que debemos ser aprendices de por vida y fomentar habilidades como la creatividad, la adaptabilidad y la inteligencia emocional.
Pero a menudo hay poca orientación sobre cómo hacerlo. Navegar por la desconcertante variedad de opciones educativas a nuestro alcance puede ser una tarea desalentadora.
Qué pasaría si hubiera una manera de cuantificar el valor de cada módulo universitario, curso de capacitación o elección de carrera, y mapear cómo darían forma a tus habilidades y las oportunidades disponibles para ti.
Ese es el objetivo de Learning Economy (Economía de aprendizaje), una compañía sin fines de lucro con sede en Washington que está construyendo una forma segura de compartir datos sobre nuestras habilidades, educación e historial de trabajo utilizando blockchain, la tecnología detrás de bitcoin, la criptomoneda.
El sistema podría simplificar las tareas administrativas como verificar las calificaciones, pero lo más importante es que podría hacer un seguimiento de cómo las personas aprenden desde el jardín de infantes hasta su retiro.
Esos datos podrían dar a los educadores una visión sin precedentes de la línea educativa y proporcionar a las personas una orientación personalizada sobre cómo trazar un curso a través de la capacitación y el trabajo.
«Nuevo patrón oro»
Puede parecer una tarea difícil para un proyecto que comenzó hace menos de dos años, y que hasta ahora contó con voluntarios y el apoyo financiero de dos de sus cofundadores, el director ejecutivo Chris Purifoy y el director de tecnología Jacksón Smith.
Pero el Departamento de Educación Superior de Colorado y las Escuelas Públicas del Condado de Broward en Florida, a la que estas últimas asisten en torno a 250.000 estudiantes, ya se anotaron para una prueba de la tecnología de Learning Economy y los pilotos deberían estar listos para el final del verano, que en el hemisferio norte es en septiembre.
El equipo innovador también está en proceso de recaudar fondos más sustanciales de fundaciones educativas con ideas afines.
Smith cree que el sistema que están construyendo podría apoyar a crear una economía global donde las habilidades sean una nueva moneda y se les paga a los estudiantes por aprender a cambio de sus datos.
«Tenemos este mantra: ¿y si la educación fuese el nuevo patrón oro?«, dice Smith.
«Si puedes cuantificar el valor de la educación… en realidad puedes construir un mercado sobre ella».
Datos educativos y Blockchain
Smith cree que primero la cadena de suministro educativa necesita ser reparada.
Las escuelas, los empleadores y los gobiernos miden el desarrollo de habilidades, pero la falta de intercambio de datos significa que el proceso está fragmentado.
La concentración de toda esa información en un solo lugar podría ser enormemente valiosa, pero también crearía enormes preocupaciones de privacidad, por lo que Learning Economy está desarrollando una forma de compartirla de forma segura y anónima en una base de datos pública.
Eso es posible gracias a blockchain, un sistema de mantenimiento de registros de alta tecnología inventado para alojar la criptomoneda bitcoin.
La tecnología permite compartir registros a través de una gran red de computadoras y los cambios deben ser acordados por toda la red en lugar de depender de una sola autoridad central.
Los registros también están protegidos por un potente cifrado que hace que sea prácticamente imposible manipularlos y oculta la identidad de los usuarios.
Un número creciente de compañías está experimentando con el uso de esta tecnología como una forma más rápida y segura de compartir información para aplicaciones tan variadas como el mantenimiento de registros médicos y el seguimiento de la procedencia de los alimentos.
Y Learning Economy también la ha adaptado para unir el vasto tesoro de datos de aprendizaje que están perdidos en bases de datos privadas.
«Unifica toda la cadena de suministro», asegura Smith. «Una vez que tienes la cadena de suministro, puedes hacer una serie de cosas profundas e importantes».
Billetera educativa
Según la propuesta de Learning Economy, cada usuario tendría una «billetera universal para el alumno».
Dependiendo de la aceptación de otras organizaciones, eso podría incluir calificaciones escolares y universitarias, registros de empleo, cursos en línea completos, asistencia a talleres, incluso idiomas aprendidos.
Los usuarios no subirían detalles de ellos mismos sino que confiarían en los que tienen los registros para suscribirse al sistema.
Pero solo el usuario tendría una vista completa de su registro y podría controlar con quién lo comparte.
Esto podría usarse para probar automáticamente las credenciales a posibles empleadores o escuelas, que puede ser un proceso largo y costoso en Estados Unidos, dice Smith.
Los registros de los alumnos también podrían usarse para evitar el proceso altamente burocrático de transferencia de créditos entre universidades, agrega.
Pero el verdadero valor del sistema estaría en los datos agregados.
El sistema de Learning Economy lograría generar patrones (sin identificar a las personas) que podrían analizarse para proporcionar un «gráfico de habilidades»: un mapa detallado del desarrollo de habilidades que las escuelas, los administradores y los empleadores podrían usar para identificar áreas de excelencia, mejores prácticas y brechas de habilidades.
Y lo más importante, los datos también podrían usarse para mapear potenciales rutas a través de la educación y el empleo cuantificando cómo diferentes detalles de aprendizaje y experiencia contribuyen a las habilidades y trayectorias profesionales.
Smith dice que Learning Economy se encuentra en las primeras fases de un proyecto conjunto con el brazo de investigación de Alphabet para crear una interfaz impulsada por inteligencia artificial (IA) que utilizaría estos datos para proporcionar consejos de aprendizaje.
«La idea es que puedas trabajar con IA para determinar cuál es tu objetivo en el aprendizaje», asegura Smith. «Y te dará una especie de menú de tácticas para lograr ese objetivo».
Hoja de ruta personalizada
Muchos sistemas educativos han intentado implementar sus propias soluciones para mapear las rutas de aprendizaje, dice Jennifer Adams, exdirectora de Educación de una junta escolar que supervisó 147 escuelas en Ottowa, Canadá.
Pero usar blockchain para descentralizar el proceso y traer datos de muchas más fuentes podría ampliar en gran medida el alcance de estos esfuerzos y reducir la barrera de entrada para las nuevas organizaciones que actualmente no tienen las capacidades tecnológicas para hacerlo, opina.
Sin embargo, advierte que no es bueno confiar solo en el enfoque de forma aislada, y dice que debe usarse junto con otros métodos para guiar a los alumnos.
«Tenemos que asegurarnos de ser realistas en la forma en que hablamos de esto, que reconocemos que es complejo», dice Adams.
«Puede haber cierta previsibilidad, pero no es un camino definido».
Sin embargo, dado el alcance expansivo de los datos que Learning Economy quiere agrupar, ella dice que el trabajo más difícil puede ser convencer a los estudiantes, las escuelas y los padres de que blockchain puede mantener sus datos seguros y que no se los utilizará para otras cosas.
«Los padres, completamente comprensible, serán cautelosos al respecto», afirma Adams. «Tiene que haber herramientas de comunicación realmente buenas para decirles cómo se están usando esos datos y cómo pueden ayudar a sus hijos».
Learning Economy es consciente de esto.
Es por eso que el sistema y los datos serán propiedad (mitad y mitad) de aquellos que los producen, como estudiantes, maestros y empleados, y las organizaciones que actualmente los recopilan, como escuelas, administradores y empleadores.
Además se está desarrollando un sistema de autoridad para ayudar a la red a decidir cómo se utilizan los datos que incluirán un voto directo sobre los problemas y cómo elegir representantes.
Smith cree que los datos que recopila su sistema serán tan valiosos para los gobiernos y los empleadores que estarán dispuestos a pagar para acceder a un tablero que les permita explorar el gráfico de habilidades.
Si la idea logra escalar a proporciones nacionales o incluso internacionales, han creado modelos en los que este dinero podría utilizarse para crear una «reserva central de aprendizaje» que paga automáticamente a los alumnos y maestros que crean los datos.
«El aprendizaje en sí mismo es la energía que entra en esta economía», dice Smith. «El mundo no está todavía listo para eso, pero estamos trabajando para llegar hasta ahí», asegura.
«Gráfico de vida»
El director ejecutivo Purifoy reconoce los peligros de usar un enfoque diseñado en términos explícitamente económicos para cuantificar el valor de la educación.
Es por eso que sus planes no terminan con el gráfico de habilidades.
A largo plazo quieren crear un «gráfico de vida» integrando una variedad mucho más amplia de fuentes de datos, como encuestas sobre la vida y la satisfacción laboral, pruebas de personalidad o incluso datos de ejercicio de dispositivos portátiles.
Eso podría permitir trazar rutas de aprendizaje que no se basen únicamente en el éxito académico y profesional, y permitir a los usuarios crear un camino personalizado para una vida más feliz y exitosa, lo que sea que eso signifique para ellos, dice Purifoy.
«Esto puede ayudarnos a protegernos contra la optimización solo para el trabajo», asegura.
«Debe tenerse en cuenta la vida holística y la felicidad y las cosas cualitativas que no obtendrás de la economía», agrega.
Poner en práctica la idea de Purifoy y Smith requerirá la aceptación de muchas más escuelas, universidades y empleadores.
Pero el esfuerzo podría no ser tan alocado como parece, dice la consultora de Educación Sarah Lee, que participó en un taller de Learning Economy en la Cumbre Mundial de Innovación para la Educación 2019, que se celebró en Doha.
Básicamente, muchas compañías están pagando a las personas para que aprendan a través de pasantías, financiando posgrados o brindando capacitación en el trabajo.
«Existe impulso en este sentido, pero solo es dentro de cada burbuja corporativa», detalla Lee.
«Ahora, una vez que empiece a abrirse y ser intercambiable, eso se convierte en increíblemente interesante».
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