España: Catalunya elimina el 11% de las plazas escolares públicas y fuerza a las familias a matricular a sus hijos en la concertada

Por: Emma Zafón y GessamiForner

Catalunya no cubre la demanda existente de plazas en la red pública en el periodo de preinscripción para el curso 2022/23.

Ni para el inicio de la escolarización infantil, que arranca en el curso P3, ni para la educación secundaria, Catalunya ofrece suficientes plazas de educación pública, a pesar de la demanda existente y la obligación legal de atenderla, como exige el artículo 109 de la Lomloe. El modelo educativo que se reproduce en cada gran ciudad catalana, y que alcanza la cúspide en el área metropolitana de Barcelona, provoca que miles de familias atraviesen el periodo actual de preinscripciones como una angustiosa gincana. El motivo principal es la endémica falta de plazas en los centros de enseñanza públicos, una realidad que se ha perpetuado desde los inicios de la masiva escolarización de la clase trabajadora y que lleva décadas supliéndose con los remiendos de la educación privada y concertada, que ofrece muchas más plazas de las necesarias.

Según los datos de la Affac, la federación de ampas de Catalunya, a pesar de la demanda de las familias, Educación ha eliminado para el próximo curso el 11% de las plazas públicas de P3 (5.322) y el 1% de la ESO (385), pasando de 49.244 a 43.922 y de 53.250 a 52.865, respectivamente y en comparación con el curso 2021/22. Sin embargo, en la red privada, solo ha eliminado el 11% de las plazas ofertadas en P3 (2.587), pasando de 23.421 a 20.834, a pesar de que hay una evidente sobreoferta (el 35% del alumnado cursa en la red concertada), e incluso ha incrementado ligeramente (10 plazas) las ofrecidas en secundaria, de 6.767 a 6.777. El grueso de plazas de institutos privado concertados no se oferta en el periodo de preinscripción, dado que ya están ocupadas por el alumnado de primaria de esta red.

En Barcelona, la Plataforma Proeducació Pública i de Proximitat ha denunciado que en la oferta inicial en el proceso de preinscripción para el próximo curso, el Consorci d’Educació de la ciudad ofreció 5.761 plazas públicas, mientras que se han solicitado 5.977. Un total de 216 niñas y niños se han quedado sin plaza pública. Mientras que los centros privado concertados han ofrecido 6.253 plazas y solo han recibido 4.775 solicitudes de ingreso. Sobran 1.478 plazas. A pesar de que no serán ocupadas, recibirán financiación pública.

La Administración argumentó la eliminación de plazas como “una bajada de ratio” en la educación pública, de 23 a 20 alumnos por aula, aseguró el consejero Josep Gonzàlez-Cambray. “No es una bajada de ratio, es un cierre de plazas públicas, porque si solo bajas la ratio y no aumentas los grupos de los centros, te limitas a ofrecer menos plazas en la red pública, y a empujar al alumnado a ir a la red privada concertada”, alerta Lidón Gasull, portavoz de Affac.

Esta situación ha tocado techo en Barcelona, ciudad que, “a nivel educativo, es una anomalía”, asegura Quim Serra, profesor de secundaria que formó parte del Consell Escolar del Distrito de Gràcia entre 2012 y 2015. “Este modelo nace de dos ramas diferentes: una se corresponde con los colegios impulsados por la Iglesia y, la otra, con la red de escuelas cooperativas surgidas en los 70. De esta última rama, hubo centros que se integraron en el sector público y centros que no lo hicieron”. De aquí, junto con los religiosos, surgió la reconversión a la concertada como complemento a la insuficiente oferta pública de las zonas más densamente pobladas. “Replantear este modelo encuentra ahora diferentes barreras: la primera sería ideológica, porque ha habido un consenso desde la Transición sobre que ambos sistemas, público y privado, deben complementarse; la segunda sería económica, puesto que construir nuevos centros es caro y, además, los costes laborales de la pública son mayores; y la tercera barrera es la urbanística, de escasa disponibilidad de suelo”.

Una vecina del barrio de Sant Andreu no consiguió que su hija entrase en la pública ni en infantil ni tampoco en primaria, cursa en un centro religioso investigado pedofilia y con un suicidio por bullying

La perversión del sistema

La concertada no ha dejado de representar un modelo segregacionista y, con frecuencia, religioso, pero no por ello ha encontrado dificultades para encontrar cobijo en los Gobiernos que se han sucedido en la Generalitat. El resultado es que, cada año, miles de alumnos se ven obligados a acceder a cualquiera de estos centros pese a la firme oposición de sus familias que, por militancia o por recursos económicos, prefieren la pública. Pero la perversión del sistema no acaba aquí: una vez aceptada la derrota en el acceso a primaria las familias asumen que es posible que sus hijos nunca pisen un centro público durante la enseñanza obligatoria, puesto que, al haber entrado en la concertada, carecerán de puntos en la preinscripción a secundaria.

El caso de la hija mayor de Alba Fernández Pous, en el barrio de Sant Andreu. No consiguieron que entrase en la pública ni en infantil ni tampoco en primaria. No consiguieron sacarla de la concertada y es más que probable que ahora, con 12 años, tampoco tenga una plaza pública de secundaria. Hay más en su historia: la escuela en la que la joven se ha visto obligada a cursar la primaria, pese a los esfuerzos de su madre de sacarla de allí, es la religiosa Pare Manyanet, un centro que lleva meses copando titulares por el suicidio de Kira, de 15 años, tras haber sufrido bullying, y por acusaciones de presuntos abusos sexuales.

Y aún hay más: el informático del centro denunció el pasado marzo de 2021, poco antes del suicidio de Kira, que había encontrado 39 gigas de material pedófilo en el ordenador de un cura de la congregación, caso que actualmente está en el juzgado de instrucción número 7 de Barcelona.

“Las docentes nos han tratado muy bien, pero el problema es el centro. Necesito sacar como sea a mi hija de allí”, explica Fernández Pous. A todo ello se añaden los motivos económicos: “No quiero seguir pagando las cuotas de la concertada ni el precio de todas las actividades que se llevan a cabo”.

De media, contando la cuota y el precio de excursiones y material, la cuota puede oscilar entre 400 y 500 euros al mes. “Es cierto que te garantizan una plaza pública donde sea —continúa Fernández Pous— pero eso en una ciudad como Barcelona es prácticamente imposible. Estoy separada, tengo otro hijo más pequeño y trabajo de lunes a viernes, ¿cómo lo hago para acompañar a mi hija si le dan una plaza en otro barrio, volver a casa y llevar al pequeño al colegio, luego ir yo al trabajo y por la tarde vuelta a empezar?”.

“Juegan con el miedo de la gente a que sus hijos se queden sin escolarizar para seguir fomentando la concertada”, critica David Gómez, del barrio de Gràcia

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Afganistán: Lápices o ladrillos

Afganistán / 2 de diciembre de 2017 / Autor: Marina Villén y Julia R. Arévalo / Fuente: EuroEFE

 Ir a la escuela no es un derecho para los niños afganos refugiados en Irán, hogar para tres millones de huidos de las inacabables guerras de Afganistán. Muchos tienen que trabajar junto a sus padres en empleos precarios como la fabricación de ladrillos.

Pese a la presión para que se vayan del país que los acoge y las campañas de repatriación organizadas por agencias como la ACNUR, es difícil para los afganos regresar a un país destruido por sucesivos conflictos desde la invasión soviética en 1979.

Los afganos eran a finales de 2016 la segunda nación con más refugiados en el mundo, después de los sirios.

La agencia ACNUR tenía registrados a 2,5 millones de refugiados de Afganistán, casi todos en los países vecinos: Irán acogía a un millón de ellos y Pakistán a 1,4 millones. En Europa, han hecho su principal hogar en Alemania, con 43.000 asilados.

Escolarizar a los niños

Pero en Irán hay otros dos millones de refugiados afganos indocumentados.

Recientemente, las autoridades iraníes han lanzado varias iniciativas para permitir la escolarización de los niños, incluidos aquellos sin residencia legal, y para regularizar a los indocumentados y suavizar los requisitos de residencia.

«Lo que nosotros queremos es que los niños puedan ir a la escuela, que se abran posibilidades en el mercado laboral», dijo a Efe la eurodiputada alemana Cornelia Ernst, del Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica. 

Ernst formó parte de una delegación del Parlamento Europeo que visitó Irán para un de las reuniones interparlamentarias regulares Irán-UE, presidida por el polaco Janusz Lewandowski.

Al término de sus encuentros con diputados y autoridades iraníes, la delegación visitó uno de los centros de registro y asistencia médica de los refugiados afganos en Isfahan, en el centro del país.

 

 

 

 

 

 

La UE, que ha financiado proyectos humanitarios en Irán desde 1997, asignó este año para ayudar a los refugiados afganos asentados en este país 10 millones de euros, canalizados a través de oenegés y agencias de la ONU.

Este presupuesto está dedicado a apoyar la integración de los niños en el sistema educativo iraní, su asistencia médica y su seguridad alimentaria, así como ayudar a pagar la prima del seguro público de salud y ofrecer asesoría legal.

En el centro de Isfahán, los eurodiputados comprobaron el estado de los ambulatorios y tuvieron la oportunidad de hablar tanto con médicos y enfermeros afganos como con los responsables del lugar, gestionado por la Gobernación local y la ACNUR (Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados).

El Gobierno iraní ha dado pasos para incluir a todos los afganos documentados en el sistema nacional de salud y son frecuentes las campañas de vacunación de niños, especialmente contra la polio, ya que Afganistán y Pakistán son los únicos países del mundo donde esta enfermedad todavía es endémica.

Y el líder supremo iraní, Ali Jameneí, publicó en 2015 un decreto para permitir que los afganos – documentados o no- pudieran asistir a los colegios públicos iraníes.

En 2016, unos 48.000 niños afganos indocumentados fueron escolarizados por primera vez y, este año, el número total de menores refugiados que acude a las escuelas iraníes asciende a 400.000.

Repatriar o acoger

Irán puso en marcha en 2002 un programa de repatriación voluntaria, cuyo éxito requiere movilizar el apoyo internacional y un enfoque coordinado del Gobierno, los donantes y la ONU.

En noviembre pasado, el Gobierno iraní pidió al director general de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), William Lacy Swing, de visita en el país, planes que permitan a los afganos regresar a sus zonas de origen.

El viceministro iraní de Exteriores para Asuntos Legales e Internacionales, Abás Araqchí, instó a la comunidad internacional a que contribuya a mejorar las condiciones internas de Afganistán, de seguridad y económicas, para allanar el retorno.

Ernst no considera el regreso a Afganistán un opción en el corto plazo: «La solución no puede ser la deportación» porque Afganistán «no es un país seguro”.

Al mismo tiempo, juzgó necesario mejorar sus condiciones de vida en Irán, citando como «una cuestión no resuelta» los refugiados que siguen indocumentados, quienes afrontan «grandes problemas”.

Los indocumentados sufren limitaciones en el acceso a medios de subsistencia y servicios esenciales.

La mayoría se tiene que conformar con trabajos informales, poco cualificados y mal pagados, como obreros en la construcción o guardianes de aparcamientos. En Qasem Abad, a las afueras de la ciudad de Varamin, los empleados del horno de ladrillos local ganan diez dólares trabajando 14 horas diarias. Sólo tienen empleo seis meses al año, cuando hace calor.

Su acceso al mercado laboral se ve facilitado, no obstante, por la libertad en la elección del lugar de residencia. El 97 % de los afganos reside en zonas urbanas -un 33 % de ellos en la provincia de Teherán- y solo un 3 % está alojado en campos de refugiados.

Las inevitables comparaciones con Europa

El polaco Lewandowski, del Grupo del Partido Popular Europeo (PPE), apreció la acogida que Irán da a los afganos, «una medida -agregó- de reacción humanitaria al desastre humano en Afganistán».

«Es una buena medida apoyar a los refugiados en Irán. Queremos ayudar. No pensamos que sea la mejor idea que todos los refugiados vengan a Europa”, abundó Ernst.

Tres millones de refugiados en Irán es una cifra abrumadora. Más si se tiene en cuenta que en las últimas cuatro décadas Irán ha vivido una revolución en 1979, una guerra contra Irak (1980-1988) y años de embargo económico internacional.

Las comparaciones con Europa se hicieron inevitables durante la visita de la delegación parlamentaria a Irán, entre el 25 y el 27 de noviembre, y que incluyó también reuniones en Teherán con el jefe de la diplomacia iraní, Mohamad Yavad Zarif, y el presidente del Parlamento, Ali Lariyaní.

El eurodiputado italiano Flavio Zanonato, miembro del Grupo de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas (S&D) en el PE, reconoció a Efe que la acogida iraní es «positiva» y que su número es muy superior al de los refugiados que han llegado a Europa.

«Los refugiados, las personas que piden asilo, vienen a Irán en un número que en Europa no podríamos ni imaginar. En Italia -resaltó-, cuando son 250.000 decimos que es un número desproporcionado, y aquí son tres millones”.

Fuente de la Noticia:

http://euroefe.euractiv.es/6478_europarlamento/4986290_lapices-o-ladrillos.html

 

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