Page 11 of 44
1 9 10 11 12 13 44

Estudios: Transformación de Latinoamérica Post-Pandemia

El efecto de la pandemia en lo económico, político y social es innegable, con un impacto bastante más notorio en la región de Latinoamérica que en otras latitudes, dada la situación actual de alternancia gubernamental, enlentecimiento económico y cambios en la dinámica social. Si bien se han realizado ya varios esfuerzos por entender el impacto del COVID-19 en nuestra vida cotidiana, todos estos esfuerzos se centran en consecuencias inmediatas, tales como la evaluación del incremento en el consumo de artículos de limpieza, el incremento en el desempleo, la migración del comercio a plataformas digitales y la aceleración de la tendencia del teletrabajo.

Sin embargo, todos estos cambios son respuestas a la inmediatez, a los primeros momentos de reacción ante una emergencia como si la crisis por la pandemia fuera efectivamente un estado momentáneo de nuestra historia. Pareciera que muchas de estas acciones tienen sólo una motivación de eventualidad como si al desaparecer la pandemia, todo regresará a la normalidad. Lamentablemente, todos los organismos internacionales que se dedican a analizar la dinámica social desde un abordaje más amplio llegan a la misma conclusión.

El impacto del COVID-19 en la sociedad es permanente, y no veremos llegar ese tan esperado retorno a la normalidad. Por el contrario, cada vez más hay más evidencia que demuestra que la crisis desatada por la pandemia no hizo sino servir de catalizador para acelerar una serie de dinámicas psicosociales que ya estaban en transición. . Un ejemplo es la transformación digital. Si bien era ya una tendencia en algunos sectores empresariales, la crisis por COVID-19 obligó a sectores completos a abrazar la digitalización de la noche a la mañana.

Lo mismo se puede decir de modelos económicos basados en flujos que se consideraban fuentes de flujo infinitas, tales como el turismo. Ciudades latinoamericanas cuyas economías dependían del turista extranjero vieron desaparecer su fuente de ingresos de un día a otro sin mayor posibilidad que cerrar comercios tras más de cuatro meses de una cuarentena que parece no terminar nunca.

Pero estos son, otra vez, efectos momentáneos. La pregunta correcta es, ¿Cómo veremos en el pasado esta pandemia? Mejor dicho, qué consecuencias de esta crisis resonarán en nuestra dinámica psicosocial los próximos diez años y voltearemos a ver al COVID-19 como ese detonador de dichas realidades.

Para dar una respuesta más allá de lo efímero que resulta retratar la inmediatez, nos dimos a la tarea de diseñar una evaluación regional de estos cambios que formarán parte de nuestra realidad postpandémica. Es decir, esta realidad donde miraremos al 2020 a la distancia como el año en que se provocaron los cambios que serán ya entonces, los ejes de nuestra vida cotidiana.

Elegimos referirnos a esta época del futuro como la post-pandemia, para evitar el eufemismo mediático de “nueva normalidad” que pretende mitigar una transformación que de normal tendrá muy poco y lejos de ser una novedad, será una colección de estándares a los cuales deberemos habituarnos lo más rápido posible. SEELE Neuroscience desarrolló tres escalas de medición:

  1. Certidumbre psicosocial
  2. Sentimientos actuales frente a la pandemia
  3. Sentimientos futuros a diez años de la pandemia Estas escalas fueron estandarizadas en validez y confiabilidad para generar los reactivos finales.

Estas escalas fueron estandarizadas en validez y confiabilidad para generar los reactivos finales.

Blacksmith Research realizó la recolección de 473 respondientes repartidos en diez países de Latinoamérica y SEELE Neuroscience recolectó respuestas de 30 participantes presenciales mediante un protocolo de asociación implícita para generar un factor de corrección que permite detectar reactivos donde los participantes pudieron haber mentido o tratado de dar respuestas “correctas” o socialmente deseadas.

Techo y familia: Los dos pilares que sostienen a la región

No importa lo que pase, los latinoamericanos siempre consideraremos el hogar y la familia como los dos ejes de nuestra certidumbre. Cuando todo a nuestro alrededor parece derrumbarse, acudimos a nuestro círculo más cercano para reasegurar nuestra integridad. Esto no es necesariamente positivo si se interpreta como la contracara de nuestra incertidumbre generalizada hacia el panorama mundial.

Así, como característica fundamental de la escala de certidumbre, veremos en años venideros una reducción del círculo social a sólo nuestros cercanos. Daremos prioridad a nuestro hogar y nos sentiremos abrumados por el acontecer mundial. Las tendencias girarán en torno a la preservación de la seguridad de lo más básico y fortalecer los lazos con pequeños núcleos familiares.

En un contexto favorable, esto podría reforzar un nacionalismo dialógico; una promoción del consumo local, una revaloración del arte y deporte de casa, por encima de ofertas globales.

Observaremos un retorno al consumo local, a la tienda de barrio, a la exaltación de las raíces y un prolongado surgimiento de propuestas autóctonas, más éticas y más cercanas a la reconstrucción del orgullo nacional. Pero en una ruta desfavorable, esta misma necesidad de aseguramiento del círculo cercano podría fortalecer propuestas xenofóbicas, estigmatizar la inmigración y favorecer propuestas centralistas.

Corremos el riesgo de convertirnos en una sociedad temerosa del exterior. Podríamos ver con recelo a vecinos extranjeros y pudiéramos suscitar escenarios de segregación promovida por la misma sociedad. Ideas como promover una moneda o un tabulador de precios para nacionales y otro para extranjeros serán propuestas que circularán en las mesas de los políticos para asegurar la soberanía nacional. De ocurrir este escenario, los migrantes lo pasarían muy mal al ser víctimas indirectas de este rechazo a lo desconocido.

 gif;base64,R0lGODlhAQABAAAAACH5BAEKAAEALAAAAAABAAEAAAICTAEAOw

En el caso de las personas que tienen una pareja y/o una familia formada, ésta se constituye como un tercer eje que entra en juego en este nuevo orden de estructura social, donde la célula mínima de certidumbre se circunscribe a cuatro paredes y sus habitantes, correlato indiscutible de lo errático que resulta el mundo exterior.

Menos complacientes, más exigentes

Uno de los cambios más notorios de la vida postpandémica será en el ánimo social. Si bien actualmente existen diferencias regionales, Latinoamérica se caracteriza por una tendencia hacia los estados psicoafectivos positivos, como son la alegría y la búsqueda de estados el bienestar general. Nos gustan las fiestas, los eventos masivos, llenamos estadios de futbol y nuestros calendarios están llenos de días de asueto donde no importa la falta de presupuesto, se aprovecha para gastar y vacacionar.

Sin embargo, en los próximos años, la energía canalizada a expresiones placenIlustración 1, medición de la certidumbre frente a diversas áreas de la vida. La escala va de cero a uno, donde cero significa “total incertidumbre” y uno significa “total certidumbre” de que dicho aspecto no cambiará dentro de 10 años a pesar de la pandemia.

Sin embargo, en los próximos años, la energía canalizada a expresiones placenteras será reorientada a un ánimo centrado en la prevención, el alejamiento de amenazas y la circunscripción de lo negativo tal como lo muestra la ilustración 2. Esto significa que desaparecerán paulatinamente estas escenas de gastos no planeados, esas salidas nocturnas espontáneas a dar una vuelta por los bares, esa condescendencia casi natural hacia la vida.

Para entender esto mejor, es importante conocer el modelo general de las emociones que clasifica las mismas en cuatro cuadrantes.

En primer lugar está el activo-positivo (AP) donde radican emociones agradables que se expresan como la felicidad y el amor. En segundo lugar está el activonegativo (AN) donde están las emociones desagradables que se expresan tales como la ira o el miedo. En un tercer cuadrante tenemos las emociones Pasivonegativas (PN), emociones desagradables pero que no requieren expresarse como son el aburrimiento o la decepción.

Finalmente están las emociones pasivo-positivas (PP) tales como la tranquilidad o la relajación, donde hay un estado emocional agradable pero que no se expresa.

 gif;base64,R0lGODlhAQABAAAAACH5BAEKAAEALAAAAAABAAEAAAICTAEAOw

Si observamos la gráfica del análisis comparativo de los diferentes cuadrantes emocionales antes y después del COVID-19, es evidente un incremento en los cuadrantes negativos y un decremento en los positivos:

Veremos una sociedad transformada en su ánimo, con menores expresiones festivas, menor presupuesto dedicado a celebraciones, y mayores movimientos sociales de exigencia y reclamación de derechos

Las protestas sociales que presenciamos en Chile y Argentina son apenas el comienzo de una revolución de reclamación de garantías que la pandemia vino a acelerar. El impacto generará códigos de comunicación más honestos, una búsqueda por los valores detrás de las empresas y las instituciones. Se sumará a la demanda de responsabilidad social y ecológica, la responsabilidad ética.

Las empresas cambiarán su oferta disminuyendo la -hasta ahora crecientetendencia de narrativas aspiracionales. El consumidor no buscará más esas campañas que lo acerquen a sus ídolos o a estilos de vida soñados. Observaremos una migración a narrativas de conciencia, compromiso, unidad, e incluso, que capitalice el enojo del cliente.

Si hoy los mensajes buscan ganarse al cliente a través de ofrecer diferenciadores alineados a sus valores, en la vida postpandemia ganarán fuerza las estrategias de diferenciación a partir de lo que rechaza o reniega el cliente.

La industria del hartazgo generará nuevos productos y servicios de mitigación de pérdidas de energía y dinero, de reducción de interacciones innecesarias, y de justificación de la exigencia. Los datos permiten vislumbrar un futuro donde a cada cosa que nos moleste, surgirá un nicho de mercado donde los emprendedores capitalizarán esta emoción: ¿odia usted las multitudes? Surgirán empresas que le buscarán la hora y fecha en que menos gente hay en el supermercado; ¿siempre se le rompe el móvil y pierde el cargador y además casi no lo usa? Surgirá el móvil desechable con batería de un mes.

Pero todavía algo alegres y optimistas

Este cambio de ánimo social, si bien exacerbará emociones predominantemente negativas, no nos impedirá conservar el tono alegre frente a la vida. Si bien percibiremos una menor disponibilidad de energía, la canalizaremos a un sentido de esperanza de que siempre se puede hacer algo para mejorar.

Nos convertiremos en una sociedad que privilegiará los momentos de felicidad como especiales, a manera de burbujas que nos ofrecen por breves instantes esa ilusión de que todo está bien. Si bien actualmente este fenómeno ya ocurre en algunos estratos sociales, veremos con mayor frecuencia que eventos como los cumpleaños, las vacaciones, las graduaciones, los asuetos, serán auténticos momentos de relevancia donde se permitirá ser feliz sin concesiones para abrir un oasis de felicidad. Estos eventos requerirán planeación tanto social como financiera y se utilizarán como pretexto perfecto para fortalecer los lazos sociales Veremos una transformación en la materialización de estos eventos con aspectos más concretos.

Será casi obligatorio viajar en las vacaciones o dar un regalo en los cumpleaños. Incluso se instaurarán nuevas tradiciones para darle ese sentido de tangibilidad concreta, como pudiera ser, el “regalo de año nuevo” para quitarle su carácter de festividad etérea. Sumando a esto al nacionalismo que tomará fuerza, surgirán incluso eventos como “la fiesta de los originarios” donde se celebrarán las raíces prehispánicas o inmigrantes -según el país- con sus respectivos rituales de reciente creación. 

Una generación joven que tuvo que cambiar el rumbo sin aviso

Las generaciones que en 2020 recién se incorporaban al ambiente laboral son los más afectados en su perspectiva hacia el futuro. Las metas que tenían visualizadas a corto y mediano plazo fueron eliminadas de golpe.

Terminar el semestre sin ver a los amigos, graduarse frente a un monitor, y tener su primera experiencia laboral desde el hogar son hechos que marcarán a toda una generación. Por otro lado, muchos que recién comenzaban a vislumbrar un futuro tuvieron que eliminar metas que antes del COVID-19 eran sólo cuestión de tiempo.

Este impacto es -por poner un ejemplo- similar al de aquella persona que soñaba con ir a Nueva York para tomarse una foto desde lo alto de las torres gemelas antes de los acontecimientos del 9/11. En este contexto, el factor de la educación tiene mayor influencia en ajustarse a la vida postpandémica, por encima del país o incluso el género.

Los latinoamericanos nos reconciliaremos con el valor de la educación académica como un recurso para salir adelante, ahora que el COVID-19 nos demostró que salir a la calle a vender arepas no será siempre una solución ante la falta de ingresos. El encierro obligó a una generación a conocer estrategias de capitalización de sus talentos y sus aprendizajes que antes se veían sólo como beneficios intelectuales. Esto traerá una nueva ola de promotores de contenido y disolución del monotalento.

Ser bueno en una sola cosa ya no será suficiente, y las universidades se transformarán en centros de validación y reconocimiento de fortalezas, habilidades y conocimientos.

La transformación académica llegará a su punto máximo cuando los países se vean obligados a modificar radicalmente su sistema educativo, basado en cursos más breves, estructuras multiplataforma e incorporación de conocimientos técnicos.

 gif;base64,R0lGODlhAQABAAAAACH5BAEKAAEALAAAAAABAAEAAAICTAEAOw

El mundo de la postpandemia ofrecerá un universo académico donde desde los catorce o quince años se pueda ejercer una profesión de medio tiempo, mientras se estudia para tener una segunda ocupación. Veremos universidades híbridas con horarios matutinos y vespertinos, mitad de cursos en plataforma digital y mitad de cursos presenciales.

Además, surgirán fenómenos de incorporación de la universidad en el ámbito empresarial y gubernamental.

No será raro tener empresas con su “campus intraempresa” donde los empleados trabajarán media jornada y estudiaran en el campus universitario dentro de la empresa la segunda jornada para segur formándose. Nos imaginamos una compañía que paga la mitad del sueldo con un salario monetario y la otra mitad con educación para tener empleados más competitivos que aspiren a crecer dentro de la empresa. Lo mismo podría ocurrir a nivel instituciones gubernamentales.

Rumbo a un período de adaptación complicado del que se espera lo mejor

Finalmente, la visión global del futuro destaca por reconocerse como un período adaptativo de duración incierta donde sabemos que las cosas no van a ser fáciles. Pese a ello, la percepción generalizada es que habrá una vida después del COVID-19 con la esperanza de que esto sólo es un “bache”, donde nos esperan del otro lado, cosas más agradables.

En Latinoamérica no existe todavía la noción de que los cambios de la postpandemia llegaron para quedarse. Esto nutre la esperanza de que las cosas buenas “regresarán” tarlde o temprano, lo que fungirá como acelerador del sentimiento de nostalgia de cosas que incluso ocurrieron hace algunos años y no décadas enteras como suele ser.

Veremos una disociación en la velocidad de diferentes aspectos de la vida, se acelerará lo que permita nutrir esta sensación de que dichas acciones son para “pase el bache” y se tratará de prolongar por más tiempo aquello que nos dé la sensación de que ya lo hemos rebasado. Buscaremos un retorno a actividades seguras, que permitan sentir que estamos en ese “antes” de la pandemia.A diferencia de otras latitudes como en Europa, la glamourización de la vida postpandemia no será un estándar.

No veremos esos invernaderos a la orilla del río donde los comensales se encierran para mantener la distancia social. En ese sentido, la respuesta adaptativa hacia el distanciamiento social permanente será uno de las grandes interrogantes que psicosocialmente aún no tienen respuesta; ¿cómo procurar la distancia social una cultura que acostumbra saludar de beso a desconocidos?

Será conforme avance el tiempo que crearemos un nuevo código de convivencia donde la cercanía y la lejanía dejen de ser dicótomas, pero mientras tanto, la manera en cómo lidiar con nuestra carga cultural llena de expresiones de contacto físico es uno de los conflictos que por ahora no tienen solución y detonarán toda una nueva forma de comunicarnos con ademanes, gestos y palabras que quizá, hace varios años abandonamos y ha llegado el momento de reinventarlos.

Fuente: https://www.america-retail.com/estudios/estudios-transformacion-de-latinoamerica-post-pandemia/

Comparte este contenido:

Contemplar un hormiguero o aprender las fases lunares… propuestas de un maestro para este verano

Por: ABC

Manolo Gordillo, maestro de Primaria conocido como “el Profe Manolo» tras hacerse viral en 2018, lanza sus nuevos «deberes de vida» para el verano 2020.

Manolo Gordillo, maestro de Primaria conocido como «el Profe Manolo» tras hacerse viral en 2018 en redes sociales su lista de deberes de verano, ha enviado hoy nuevamente a su alumnado la ya tradicional lista de actividades para disfrutar de las vacaciones. En ella hay cabida para hasta cuarenta tareas tan especiales como escuchar la radio, visitar un jardín botánico, decir las cosas que parecen injustas o jugar delante de un espejo a poner caras extrañas. De esta forma, este docente cordobés que trabaja en un centro educativo de Bollullos de la Mitación, en Sevilla, busca que los niños y niñas desconecten de las tareas educativas tradicionales y realicen actividades con las que puedan valorar aspectos cotidianos de la vida, rodeados de amor en familia y en el entorno.

«Este verano quizás, más que nunca, recobra sentido que los niños y niñas disfruten de actividades sencillas y estimulantes, que les acerquen a la naturaleza, a su familia, que les hagan reír y conocerse mejor a sí mismos, aprendiendo al mismo tiempo», enfatiza el Profe Manolo, quien reconoce que hay tantas actividades que incluso es difícil seleccionar sólo algunas para confeccionar una lista estival.

Libro «Deberes de vida»

El «Profe Manolo» se dio a conocer en el verano de 2018 cuando entregó a su alumnado al final del curso escolar una lista de deberes poco convencional. Creer en ti, ver amanecer, cuidar una planta, mirar las estrellas…. Eran algunas de las actividades que proponía. Él fue el primer sorprendido del éxito que tuvo aquella hoja de deberes y que se viralizó tras compartirlo una madre en sus redes sociales. Al año siguiente, en 2019, esta circunstancia le llevó a escribir el libro, titulado «Deberes de Vida» (Editorial Montena, de Penguin Random House) en el que apunta, a modo de cuaderno, actividades que «todos tendríamos que hacer, una vez en la vida», señala. El docente busca con esta propuesta una serie de actividades lúdicas y motivadoras para estudiar los contenidos pues «aprendemos con lo que nos motiva y emociona», enfatiza.

En sus páginas se pueden encontrar diferentes ideas para aprender a través del juego y de la diversión porque, en su opinión, «estamos demasiado acostumbrados a trabajar de forma tradicional y hay muchos contenidos vistos a lo largo del curso que en verano se pueden afrontar de otra manera». Su libro está pensando para estudiantes de Primaria, pero también está abierto a otras personas, como niños más pequeños e incluso adultos.

Comparte este contenido:

La gran familia

Por: Daniel Seixo

 

La felicidad no la hace el dinero, y es así positivamente, y los hombres que tienen un sentido espiritual de la vida y tienen una concepción filosófica lo saben. Otros ingredientes son los que hacen felices a la familia: el cariño, la tranquilidad, la paz, la seguridad, el respeto, una tradición, un sentimiento, y lo esencial para vivir sin tener que depender de nadie. Esas cosas son las que hacen feliz a la familia y al ser humano

Fidel Castro

El comunismo no priva a nadie del poder de apropiarse productos sociales; lo único que no admite es el poder de usurpar por medio de esta apropiación el trabajo ajeno

Karl Marx

«En vez de la familia de tipo individual y egoísta, se levantará una gran familia universal de trabajadores, en la cual todos los trabajadores, hombres y mujeres, serán ante todo obreros y camaradas.«

Alejandra Kollontai

«Mediante el trabajo ha sido como la mujer ha podido franquear la distancia que la separa del hombre. El trabajo es lo único que puede garantizarle una libertad completa

Simone de Beauvoir

Es que le ronca la mandarina

Soy gallego y vivo en una pequeña aldea, así que si en estas páginas únicamente buscan alguna diatriba con la que lograr amenizar las conversaciones durante sus brunch a base de cupcakes y cerveza artesanal en alguno de esos barrios con tintes «obreros» arrasado por la gentrificación, me temo que este no es su espacio. Siento decepcionarlos, pero ni el que aquí deposita sus reflexiones es un maldito influencer de medio pelo en busca de la validación de las redes, ni tampoco entre sus pretensiones se encuentra que algún niñato elegante se atragante con la «crudeza» de lo que a continuación aquí se va a exponer. Lo siento por los posibles damnificados, pero me aseguro puntualmente de que mi tinta permanezca libre de opio.

El socialismo no es una bufanda de F.C. San Pauli, ni un triángulo rojo en tu perfil de Twitter o una camiseta de Los Chikos del Maíz en el Viña. No se trata de votar a Podemos para supuestamente contener el avance electoral de Vox, ni tampoco de leer El País, El Salto o La Última Hora. Aunque os pueda sorprender lo sincero de las palabras de este texto, tampoco el equipo de redacción de Nueva Revolución representa la más fiel ortodoxia socialista, aunque al menos les aseguro que entre los que aquí escribimos, la palabra y su práctica política no produce alergia alguna. Sin duda, mi pluma podría transmitirles alguna milonga que nos erigiese como la última vanguardia de la lucha obrera, pero en este medio somos más de crear grupos de acción política que de alinear masas de groupies acríticos para nuestro propio beneficio. Cuestión de clase y conciencia.

Últimamente el onanismo literario tan propio de occidente se ha desatado entre los nuevos aspirantes a referentes teóricos de una generación incapaz de distinguir entre el talento y el cinismo. En estas aguas, el enfoque idealista basado en presentarnos la línea histórica como un sainete protagonizado únicamente por los egos y las ideas de los grandes hombres, ha logrado abrirse paso en una sociedad adormecida, apenas dispuesta a verbalizar la insurrección y ni mucho menos a llevarla a la práctica. Pasar por tanto del sentimiento a la acción. Somos una sociedad acostumbrada a la mentira y el espejismo de la falsa evolución y la revolución mercantilizada, meros despojos del capitalismo posmoderno arrojados a los brazos de la ensoñación, el desánimo y la inapetencia política. Nos conformamos definitivamente con vivir en esta gran mentira social, acongojados y amedrentados por una futura distopía total en que hace tiempo que residimos sin llegar todavía a comprenderlo o quizás simplemente a aceptarlo.

Pese a la caza de brujas y el quintacolumnismo histórico de ciertos sectores de la lumpenburguesía culutral, lo inhumano, lo irracional y lo socialmente inconsistente, no logrará nunca imponerse

Nos mentimos a nosotros mismos para lograr sobrellevar el día a día en nuestras urbes deshumanizadas, nos mentimos para conseguir un trabajo precario que logre definirnos entre la masa social inerte y nos mentimos a su vez para conservar diariamente y de forma desesperada nuestros escasos bienes de consumo rápido y perecedero. En definitiva, hoy vivimos en una gran y continua mentira inserta cómodamente en el seno del capitalismo, para de ese modo evitarnos el desvanecimiento de nuestro propio «yo«, ya vacío de moral y deseos. Somos un mero espejismo de la humanidad, representaciones virtuales de nuestra propia existencia en redes, ese extraño cajón desastre en el que nuestros posts, nuestras mentiras e incluso nuestros nudes, crean una falsa sensación de empoderamiento y felicidad en busca del feedback y la aceptación de personas tan extrañas para nuestras vidas, como por otra parte ya lo podemos ser nosotros mismos.

Frente al enfoque de la prestidigitación del idealismo posmoderno, sobrevive hoy a duras penas en nuestras trincheras el materialismo histórico como un sistema filosófico capaz de analizar las leyes que rigen la evolución de la Sociedad humana, sin tener pro ello que caer en abusos ketamicos o abstracciones propias de ratas de facultad que en su vida han empatizado o socializado con un sector social que no pudiese llevarles directamente a un ascenso, bien sea este social o económico. Para el socialista, las ideas son un reflejo de las condiciones materiales de vida y no existen por tanto un análisis de la realidad que pueda rehuir la lucha de clases como verdadero motor de la historia. El resto, son historias para no dormir o cuentos para sentirse bien traicionando a la clase obrera previo paso por caja. No existen más alternativas, no necesitan buscarlas.

Tras la gran resaca de la caída del Muro y el colapso de la URSS, algunos personajes públicos se han levantado todavía adormecidos y convencidos del fin de la historia de Francis Fukuyama, buscando desesperadamente un rincón en el que lograr encajar sin demasiadas dificultades sus mercantilizadas e inhábiles creaciones teóricas. A esa necesidad se deben engendros como la transversalidad, los populismos parlamentarios de diversa índole y las batalla identitarias, siendo el culmen de las mismas la cacareada Doctrina queer, esa que pretende negar el sexo biológico para sustituirlo por meras ensoñaciones individuales y cambiantes. Los mismos entes que en su momento no habrían dudado en besar los pies del politburó si así hubiese resultado preciso para su proyección personal y profesional, son los que en nuestros días critican abiertamente la experiencia soviética y criminalizan sin tregua alguna el supuesto pensamiento ortodoxo. Todo al tiempo que santifican y veneran el muy rentable populismo de la partidocracia española. Influencers y políticos estructuran un hueco caparazón capaz de erigir una estructura partidista atractiva a la vista, pero engañosa para el corazón y a todas luces falsa y perniciosa para la razón política. Es el tiempo del engaño como arma electoral, la gran trampa política de la pseudoizquierda: promesas, promesas y más promesas, sin contenido y proyección real alguna.

Una de las últimas y tristes argucias de esta entente populista, se ha basado en el análisis sesgado y totalmente descontextualizado de la obra y legado de Engels sobre la familia, con la intención de lograr de ese modo asegurar de forma cobarde, pero vehemente, siempre vehemente, que esta institución en su forma «tradicional» se encuentra todavía hoy entre los principales ejes reaccionarios a los que la clase obrera debería hacer frente sin vacilación y con premura.  La misma semana en la que Jeffrey Preston Bezos, el hombre más rico del mundo, hijo de una madre latina adolescente y soltera e hijastro de un migrante cubano, conseguía amasar la –esta sí histórica– cifra de 13.000 millones de dólares en un solo día pese a sus conocidos escándalos sexuales y a ser un hombre divorciado, la jauría posmoderna fijaba su rabia y frustración en la familia tradicional. A todas luces basándose en una lectura rápida y superficial de «El origen de la familia, la propiedad privada y el estado» de Friedrich Engels.

Este ataque a la familia lanzado oportunamente por diferentes voces de ese entorno de la «revolución» televisada, mercantilizada y empaquetada con servicio de entrega en 24 horas, responde a los tiempos de la barbarie populista y su asalto a la casa común de la izquierda

Pese a que el propio autor y teórico socialista, señala claramente en el prólogo a la primera edición publicada en 1884 que según el materialismo «el factor decisivo en la historia es, en última instancia, la producción y reproducción de la vida inmediata”  y a que por tanto el orden social en el que viven las personas en una época determinada se condicionará principalmente por el grado de desarrollo del trabajo y por el tipo de familia, quienes hoy basan su pasividad infeliz en la crítica a la familia tradicional en oposición al mercadeo líquido de nuevos modelos familiares sacados de Netflix o productos pseudoculturales patrios tan casposos en su fondo «pedagógico» como La que se avecina, parecen oportunamente olvidar una parte del rompecabezas para arremeter de nuevo contra la base de la pirámide sin riesgo y sin espíritu de cambio real alguno. Siempre su ataque se dirige contra el eslabón más débil e indefenso.

Si bien es cierto que la continua división social del trabajo y la obligada limitación de la mujer a las tareas del hogar, cediendo con ello el trabajo asalariado al hombre, propició en su momento que poco a poco los excedentes y la capacidad de explotación del varón sobre hembra humana se desenvolviese en paralelo al desarrollo de la familia heteropatriarcal tradicional, no es menos cierto a su vez que ese proceso de incremento de la productividad y la riqueza individual masculina –que a través del concepto de familia patriarcal logró erradicar la mentalidad basada en la propiedad colectiva de los recursos– hace tiempo que se ha visto relegado por un nuevo estadio del capitalismo en el que la extrema individualización de la sociedad, el adelgazamiento de los estados y las nuevas formas de conexión social basadas en gran medida la tecnología y no en las relaciones directas, en muchos casos han terminado transformando a la estructura familiar en un último pilar económico o afectivo para parte de la población más depauperada por la superestructura social. Un último baluarte de resistencia frente al concepto líquido de existencia.

Asegurar a día de hoy que la estructura familiar goza de un peso preeminente en la reproducción de las condiciones de explotación en el sistema capitalista o señalar directamente al núcleo familiar como un eje reaccionario al que combatir con firmeza desde el socialismo, no solo no es propio de personas con un mínimo bagaje teórico, sino que además no es propio de ninguna persona que simplemente se haya molestado de forma directa en hacer la compra inmersos de lleno como nos encontramos en la sociedad de la individualización compulsiva. Desde los productos monodosis, hasta el cambio de los grandes carros de aluminio por las pequeñas cestas con ruedas, todo en estos recintos comerciales tan característicos de nuestra cotidiana vida social, aporta claras señales para que cualquiera con los ojos medianamente abiertos a la realidad que lo rodea pueda llegar a comprobar en sus propias carnes como la sociedad de consumo hace tiempo que ha encontrado disfuncional al núcleo familiar tradicional y lo ha terminado cambiando, al compás del los nuevos tiempos, por unidades familiares más pequeñas y diversas.

El régimen familiar se encuentra en la actualidad totalmente sometido a las relaciones de propiedad individual en las que se desarrollan con total libertad las contradicciones de clase, pero lejos de encontrarnos con un estado fuerte capaz de ejercer como eje vertebrador de las relaciones sociales, décadas de recortes, privatizaciones y adelgazamiento de los recursos públicos, han terminado por retrotraernos a los lazos más básicos de socialización como último recurso frente a la pérdida de identidad y el saqueo constante de nuestra existencia material.  No se trata de que la familia sea el tótem redistributivo del socialismo para evitar el saqueo diario del sistema capitalista, pero tampoco en estos tiempos debemos, ni podemos permitirnos, retrotraernos a los años 60 para volver a considerar a la familia como un ente ajeno a cualquier evolución histórica, con la única intención de lograr cuadrar las abstracciones teóricas de siglos pasados. Especialmente bochornoso resulta desplegar tal cinismo y oportunismo en nombre del marxismo, cuando solapadamente se hace bajo una falsa revolución de color y purpurina patrocinada por Washington.

Como señala el inicio de este artículo, escribo estas líneas desde una pequeña aldea gallega. Mi abuelo paterno, Pedro, emigró a Venezuela siendo muy joven para huir de la miseria e incultura de los vencedores de una guerra que él odiaba, como odiaba también al fascismo que representaban los nuevos dirigentes poseedores del estado español. Su mujer y mi abuela, Antonia, lo esperó durante un tiempo mientras hacía sus pinitos como camarero o cualquier otro oficio que le permitiese ganar un jornal y acumular unos pequeños ahorros con los que lograr comenzar un proyecto familiar y de vida. Todo hasta que finalmente pudo reagrupar a seres queridos en un país extranjero, pero que poco a poco comenzó a sentir como propio. No es esta ni mucho menos una historia desconocida para los gallegos y apostaría a que tampoco lo es para gran parte de los que en estos momentos estáis leyendo estas líneas. Tampoco resulta extraña con total seguridad la historia de mi abuela materna, Manola. Mi abuela materna permaneció en Galiza, su tierra natal, mientras su marido emigraba a Europa. Alemania, Holanda, cualquier país con fábricas y puestos de trabajo suficientes era bueno para lograr enviar unas pesetas a casa y cualquier hogar europeo estaba lo suficientemente lejos como para que el núcleo familiar efectivo formado por mi abuela, mi madre y sus dos hermanas, fuese un matriarcado, tal y como también lo fueron en su momento muchos hogares de esta aldea que hoy habito y tantas otras aldeas gallegas. Fábricas europeas, negocios en América Latina, familias desarraigadas, familias sin padres, matriarcados de facto y contextos sociales que evolucionan, mudan y en algunos casos, en sus aspectos materiales y más restrictivos, también permanecen. Todo por supuesto bajo el influjo directo e insoslayable de las relaciones de producción capitalistas.

Somos una sociedad acostumbrada a la mentira y el espejismo de la falsa evolución y la revolución mercantilizada, meros despojos del capitalismo posmoderno arrojados a los brazos de la ensoñación, el desánimo y la inapetencia política

A lo largo de las últimas décadas, mi familia, como tantas otras, ha cambiado mucho. Las aventuras en Venezuela finalmente dieron lugar al regreso de mi familia paterna a Galiza, no le fue mal el esfuerzo a mi abuelo y pese a haber ganado dignamente su jornal y sus bienes materiales, no había nacido aquel joven migrante gallego ni para especulador, ni para abandonar definitivamente su tierra. El hecho de que mi padre naciese en su tierra natal tras un largo viaje cruzando el charco únicamente para tal cometido y el libro de «Azaña» que acompañó siempre a su padre incluso en el largo tiempo del oscurantismo fascista, daban buena señal de que el provecho inmobiliario y el enriquecimiento parasitario, no iban a acumularse en nuestra familia como sí lo hicieron en tantas otras durante aquellos tiempos. A su regreso y tras prácticamente haber regalado gran parte de lo acumulado en Venezuela a los compañeros que allí dejaba, intentó sin éxito convencer al hermano de mi abuela y al resto de la familia para montar una cadena de supermercados familiar con la que poder gestionar el escaso patrimonio conquistado en su forzado exilio económico.  Por desgracia, pese a ser una familia tradicional y aunque pueda sorprender a muchos, ese tío abuelo mío soltero y muy acostumbrado a vivir su propia vida y el resto de la familia, decidieron encaminarse por otros derroteros vitales. A Coruña era un territorio extraño para una familia con raíces rurales y mientras mi tío abuelo –que había trabajado en sus tiempos mozos como minero o marino– no necesitaba para ser feliz más que el campo y la agricultura, a la que había abrazado siempre para sentirse libre, mis tíos y mi padre, «decidían renegar» de ese proyecto familiar que los encadenaba, para optar por labrarse su propio camino. En este caso particular –que no deja de ser solo eso, la experiencia de un caso particular– la estructura familiar de mi línea paterna huyó de la herencia recibida para buscar nuevos caminos de forma individual ante la promesa de una democracia que comenzaba a despertar lentamente en el estado español.

La historia de mi línea materna fue distinta, pero en cierto modo muy similar. Mi abuelo Juan se pasó décadas en Holanda, para mí fue siempre esa figura que nos visitaba durante unas semanas cada ciertos años y a la que desde niño miraba con una extraña mezcla de sorpresa y parentesco que solo las familias de los migrantes conocen perfectamente. Realmente, no puedo decir que llegase a conocer a mi abuelo de forma plena y creo que eso es algo que  podrían repetir incluso sus hijas. Manuela, mi abuela materna, fue y es a día de hoy una mujer fuerte. No existe un calificativo mejor que fuerte para una madre que logra criar sola a tres hijas y que pese a todas las dificultades, les proporciona una educación y un futuro en medio de una Galiza rural sumida en el abandono estatal y en un profundo atraso económico. Cada una de mis tías, y mi propia madre, eligió su camino en la vida y a día de hoy a pocas personas conozco con la capacidad de sacrificio y trabajo de la que mi madre ha hecho gala siempre. La nuestra nunca ha sido una casa en la que sobrasen los recursos y pese a que mis padres nacieron en el seno de familias muy tradicionales, la vida y especialmente las condiciones materiales impuestas por la resaca de la Guerra Civil y su única salida en la migración, hicieron que sus realidades variarán hasta encontrarse con núcleos familiares muy dispares y cambiantes a lo largo del tiempo.

A día de hoy en esta pequeña aldea gallega en la que resido, existe una multiplicidad de familias con bases tradicionales y estructuras modernas. En esta pequeña parte del mundo se han superado los recelos de antaño al matrimonio de un primo que emigró a Estados Unidos con una afroamericana, la salida del armario de menganito y que menganita tenga novia y viva con su hija de un matrimonio anterior. Mi propia abuela, Antonia, aprendió en a lo largo de su vida a convivir con el divorcio de mis tíos pese a sus creencias religiosas, soportó la convivencia de mi prima con su novio sin casarse e incluso que su nieto se pinte como una puerta y le asegurase siempre que eso de tener hijos lo veía muy complicado. Nunca terminó de admitir del todo que admirase la tarea chavista en su país de acogida, pero la Venezuela que ella recordaba en nada se parecía afortunadamente a la vivencia de la revolución bolivariana. En realidad, si uno lo piensa un poco, estas realidades familiares que aquí les narro no distan mucho de alguna de esas series estadounidenses sobre familias modernas. Aunque en la realidad los apartamentos son más pequeños, los trabajos son más precarios y los protagonistas están menos maquillados y también han pasado en menos ocasiones por el quirófano. Y en la mayor parte de los casos, si lo han hecho ha sido por problemas cardíacos, un cambio de cadera o alguna que otra lesión sin importancia, siempre sufragada por la Seguridad Social.

Estas vidas normales en cualquier latitud, quizás cuadren peor en cámara y sean menos fieles al modelo de consumo neoliberal de lo que les gustaría a los guionistas de Hollywood y a las ensoñaciones posmodernas. Pero sin duda, las familias de esta pequeña aldea gallega son mucho más parecidas a lo que ustedes viven diariamente en sus barrios que toda esa basura propagandística del alienante capitalismo pseudocultural. Aquí también nos prestamos dinero entre familiares cuando resulta preciso, nos ayudamos con una chapuza en casa, nos prestamos el coche, la llave inglesa o la bicicleta de montaña para ir a dar una vuelta por el campo este fin de semana y así lograr desconectar del trabajo sin gastarnos una fortuna, siempre bajo la excusa del deporte y la vida sana. Cuando uno lo pasa mal en estas realidades, sabe a qué puerta tiene que llamar para desahogarse y si los nietos no tienen con quien quedarse mientras sus padres trabajan, la abuela no pondrá «un pero» para pasar la mañana con ellos, ni tampoco protagonizará una graciosa escena en la que la vejez se presente como una etapa para el disfrute individual a base de apuestas en el bingo o cócteles con las amigas mientras intenta ligarse al último jovenzuelo de su larga lista de ligues. Aquí, las pensiones no dan para eso. Y aunque así fuese, la familia sería siempre el primer agujero a tapar.

El onanismo literario tan propio de occidente se ha desatado entre los nuevos aspirantes a referentes teóricos de una generación incapaz de distinguir entre el talento y el cinismo

En nuestros días, la posmodernidad ha decidido basar su continuo engaño en la idea de la performance cultural, apoyándose para ello en Netflix, la publicidad o cualquier otro medio que resulte favorable a sus intereses. No existen apenas distinción entre la panda de nenes elegantes que abandonan sus facultades para hablar de revolución en un bar pijo y todos esos influencers, periodistas y políticos reciclados de forma oportuna y oportunista para dedicarse a citar continuamente su propio «trabajo» en una eterna postergación de la revolución que nunca llega y ni tan siquiera termina de asomarse en sus prácticas políticas. Se trata de una rebeldía adolescente e indolente que únicamente pretende destruir el pasado y lo que ellos denominan tradición, sin por ello verse en la obligación de ofrecer alternativas o proyectos más allá de su mera palabra y la falsa y desgastada sensación de modernidad. El posmoderno, no es más que el niño pijo de la movida madrileña viajando a Londres para comprarse una chupa de cuero y el último disco de los Sex Pistols. El punki de plástico reciclado, el niño de papa, el desclasado de toda la vida. La posmodernidad es hoy un libro sobre la revolución firmado por su autor en Fnac o un concierto «anticapitalista» el 1 de mayo en el Viña Rock, previo pago de 80 euros. Ketamina aparte.

Este ataque a la familia lanzado oportunamente por diferentes voces de ese entorno de la «revolución» televisada, mercantilizada y empaquetada con servicio de entrega en 24 horas, responde a los tiempos de la barbarie populista y su asalto a la casa común de la izquierda, sostenida hasta el momento únicamente por la reflexión teórica del mundo proletario y sus pensadores más destacados. No resulta casual este cínico ataque directo a nuestros últimos nexos de unión y memoria basándose en malinterpretaciones o directamente manipulaciones de las palabras de los padres del socialismo. Privados de nuestra identidad productiva, el paraguas estatal e incluso los espacios comunes en las nuevas y todopoderosas urbes gestionadas por y para el consumo, tan solo mediante el engaño y la alienación colectiva podría el felón posmoderno convencer a la población obrera para cuestionarse el papel de la familia en sus machacadas vidas.

Del mismo modo que se han apoyado cínicamente en postulados anarquistas para vendernos la hipersexaulización de la mujer e incluso la prostitución como ejercicios deseables, retorciendo e ignorando así la evolución cultural y material de la vida social, hoy los teóricos del engaño posmoderno, pretenden retorcer el trabajo teórico de Friedrich Engels para, saltándose la evolución de la vida material y de la propia familia durante los últimos 200 años, señalarnos como disfuncional el papel de nuestra más cercana red de apoyo en estos tiempos de crisis continua.

Siendo serios, no creo que deba perder mucho más tiempo con estos asuntos cuando cualquiera de ustedes reconoce perfectamente el papel de los suyos funcionando hoy como casa de acogida frente a los diarios desahucios, caja de ahorros ante la realidad del paro o la última bala para que los más pequeños tengan un plato caliente en la mesa. En más ocasiones de las deseadas, la red de apoyo en los barrios tiene nuestro mismo apellido. No se trata por tanto de vanagloriar esta situación, ni tampoco de abogar por la sustitución del papel que debería jugar el estado por la familia como subterfugio redistributivo. Tan solo un cretino o un menesteroso intelectual con escasa comprensión lectora podría abrazar semejante reflexión ante los argumentos de quienes se oponen a la destrucción del papel familiar sin la existencia real de alternativa. Lo que en este texto se plasma es la realidad social de nuestros tiempos, la realidad material que rodea a nuestros barrios obreros y la actual importancia de la familia para la clase trabajadora. El resto, son meras distracciones para una panda de indolentes jugando a la rentable farsa de moda en el mundo anglosajón.

Nos acusa la jauría posmoderna de no saber interpretar la teoría marxista, aunque en otras ocasiones nos acusen también de ortodoxos, nos acusan de inmovilistas, tradicionalistas o incluso frígidos por no aceptar la prostitución de nuestras ideas, nuestros cuerpos o nuestras familias. Nos señalan y persiguen desde redes sociales transformadas en atalayas de la ensoñación y el mercadeo capitalista de la identidad, pero desconocen que no existe inquisidor capaz de impedir la absolución de la historia para el pensamiento racional. Pese a la caza de brujas y el quintacolumnismo histórico de ciertos sectores de la lumpenburguesía cultural, lo inhumano, lo irracional y lo socialmente inconsistente, no logrará nunca imponerse. El peligro no reside en la implantación efectiva de sus postulados a pie de calle, lugar que nunca ha sido realmente de dominio burgués, sino en la imposición autoritaria desde los secuestrados parlamentos mesocráticos.

El socialismo no es una bufanda de F.C. San Pauli, ni un triángulo rojo en tu perfil de Twitter o una camiseta de Los Chikos del Maíz en el Viña

Resulta curioso que al falso libertario le moleste la estructura «opresora» de la familia y la señale a día de hoy como un elemento primordial en la acumulación capitalista, pero a su vez defienda sin complejos el caparazón teórico de quienes compran vientres en Ucrania sin miedo a la ruptura de facto de la filiación consanguínea. Como siempre, los postulados del posmodernismo se derrumban cual fichas de dominó ante el mínimo foco de luz sobre su prostitución ideológica. Columnas, directos de Instagram e hilos en Twitter… Resulta indiferente el medio en el que el pérfido populismo español pretenda ahora levantar sus enormes muñecos de neón con los que desde hace tiempo únicamente logran en última instancia disimular su evidente inacción revolucionaria. Ni tan siquiera cinco monedas de plata han resultado precisas para que quienes decían llamar a las puertas del cielo, esos judas de la pluma y el brilli-brilli con su inseparable cinismo caritativo y su falso voto de pobreza cristiano, hayan terminado vendiendo incluso a los suyos, a sus familias, al diablo del capital. Acostumbrados como están a la traición en aras de su crecimiento personal y la conservación del poder, no deberíamos ya sorprendernos por ello.

Mientras tanto, los falsos salvadores y la nueva izquierda política y cultural, prosigue evitando toda crítica al sistema capitalista, para de este modo gestionar lucrativamente las miserias del mismo para el vulgo. La desigualdad y la opresión se han convertido en su razón de ser, la pieza angular de su supervivencia. No es por tanto precisamente la estructura familiar la que garantiza la acumulación de riqueza capitalista y la herencia de privilegios materiales y sociales, sino la inacción y la traición política de nuestros parlamentos y la codicia individual presente en todas las capas de nuestra sociedad. En oposición a ese mundo dominado por el consumo y el autoconsumo moral, en nuestro regreso final o momentáneo al hogar familiar, el abrazo de los nuestros y el nuevo despertar en nuestros barrios, tan solo se esconde para nosotros el primer paso de cara al despertar de la conciencia, la rabia y la necesidad de alternativas. Un golpe de precariedad necesario a nuestra memoria para percatarnos de que la realidad en la que vivimos inmersos bajo el yugo del individualismo capitalista, supone ya hoy, la peor de nuestras condenas.

Fuente e imagen: https://nuevarevolucion.es/la-gran-familia/

Comparte este contenido:

¿Debo comprar un cuadernillo de actividades para estas vacaciones?

Por: Carlota Fominaya

Carla A. Carvalho Gómez,s psicóloga general sanitaria con formación específica en Neuropsicología y fundadora del portal Hablemos de Neurociencia, aboga por métodos alternativos de repaso.

El verano ha llegado y con él múltiples preocupaciones y preguntas en los hogares españoles, una tónica habitual que se repite año tras año: ¿es el momento de descansar o, por el contrario, deben los niños seguir trabajando para no perder lo aprendido durante el curso escolar?

Actualmente, son muchos los padres y madres en nuestro país que se hacen esta pregunta. Un interrogante agravado aún más por las consecuencias de la crisis del coronavirus en la que España se ha visto inmersa en los últimos meses. Situación que, sin duda alguna, ha supuesto un antes y después en el terreno de la Educación. ¿Debo comprar un cuadernillo de actividades para estas vacaciones? Quizás esta sea una de las preguntas más repetidas en los últimos días en todos los hogares de nuestro país. Pero (…) ¿es la pregunta correcta?

Para responder a esta pregunta en primer lugar debemos de tratar de dar respuesta al siguiente interrogante: ¿qué es lo que quiero lograr a través de estos cuadernillos? Quizás, la respuesta sea obvia: evitar que los niños pierdan lo aprendido durante el curso escolar. Si esta es la respuesta, te invito a responder a la siguiente pregunta: ¿son los cuadernillos vacacionales el único modo de estimular el cerebro de los más pequeños de la casa? La respuesta de Carla A. Carvalho Gómez, psicóloga general sanitaria con formación específica en Neuropsicología y fundadora del portal  Hablemos de Neurociencia, es tajante: «no».

En los últimos años, explica Carvalho, «los conocimientos aportados por la Neurociencia han evidenciado que existen diferentes formas de estimular el cerebro de niños a edades tempranas. Estimulación que va mucho más allá de sentarse frente a un libro a estudiar». Pero, ¿cuáles son estos modos estimulación?. Sin duda, expone esta experta, «durante la infancia y la adolescencia, el juego ocupa un lugar relevante en toda su extensión. Cada vez son más los profesionales de diferentes disciplinas quienes apuestan por utilizar este tipo de metodología para lograr un desarrollo cerebral óptimo».

Los juegos, prosigue Carla A. Carvalho Gómez, «además de ayudarnos a repasar diferentes materias escolares (matemáticas, ciencia, lectura, escritura, etc.) nos permiten estimular distintas funciones cognitivas como, por ejemplo, la atención, la memoria, el lenguaje y las funciones ejecutivas, entre otras. Funciones claves en el proceso de aprendizaje. Mi recomendación a los padres que quieren trabajar en esta línea es que se inclinen por un buen juego de mesa».

Según esta psicóloga, antes de adquirir uno, las familias deben tener en cuenta, al menos, tres características básicas. Serían las siguientes:

1. ¿Cuál es mi objetivo a través del juego?

2. ¿Es un juego apto para todas las edades o, por el contrario, está indicado para un rango de edad concreta?

3. Apuesta siempre por juegos colaborativos en lugar de en solitario. De esta forma, de manera lúdica, también podremos favorecer los lazos y la comunicación entre los diferentes miembros de la familia.

«La lectura es otra de las actividades claves en el desarrollo de niños y niñas», continua Carla A. Carvalho Gómez. «A través de la misma podemos obtener múltiples beneficios y es que, además de favorecer la estimulación de diferentes funciones cognitivas, permite al niño desplegar toda su creatividad e imaginación. Por lo tanto, es otra de las actividades que debemos tener presente este verano».

Juego, lectura… y ahora más que nunca, tras el confinamiento, deporte. «Practicar ejercicio en familia, además de favorecer nuestra salud física, un poco mermada tras el confinamiento, también favorece nuestra salud mental. Los últimos estudios realizados han demostrado que el deporte, además de ser un poderoso medio a través del cual liberar las tensiones y estrés que los niños hayan podido sufrir a lo largo de este extraño curso escolar, también mantiene una estrecha relación en todo lo relacionado con el desarrollo cognitivo de los más pequeños. Por lo tanto y, teniendo en cuenta lo anterior, ¿por qué no aprovechar el verano para desplegar todas nuestras habilidades deportivas?», pregunta esta psicóloga.

Para terminar, concluye esta experta, «es importantísimo recalcar la importancia de un buen descanso. El verano es una excelente época para descansar y coger fuerzas para todo lo que está por venir. Por lo tanto, no debemos olvidarnos de que los niños y niñas necesitan tiempo para sí mismos, para hacer y deshacer a su antojo con la única preocupación de pasar un buen rato».

Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-debo-comprar-cuadernillo-actividades-para-estas-vacaciones-202007200205_noticia.html

Comparte este contenido:

Hablar sobre sexualidad continúa siendo un tabú: los pendientes de la educación sexual en Chile

El Mostrador Braga conversó con Karla Donoso, psicóloga infanto juvenil especialista en sexualidad, quien expone la realidad chilena en torno a la educación sexual en infancia, adolescencia y adultez, las principales problemáticas derivadas de las carencias en educación y comunicación en esta materia, el adultocentrismo y los caminos hacia la construcción de una relación con el cuerpo sexuado autónoma y responsable.

“Llegamos tarde a la educación sexual de nuestras hijas e hijos”, dice Karla Donoso, psicóloga del equipo docente del CESCH (Centro de estudios de la sexualidad de Chile) para manifestar que en el país existe una deuda en torno a este tema. La salud sexual y reproductiva es otra arista de la salud pública que se ha remecido en este periodo. La educación juega un rol central en su prevención, diagnóstico precoz y tratamiento. ¿Nos ha faltado tiempo o espacio para conversar? ¿Cómo, cuándo y quién nos educa para hablar sobre sexualidad? La respuesta a estas preguntas a continuación en reportaje para El Mostrador Braga.

Es un hecho que en los últimos años y en un país que se transforma minuto a minuto, ha existido una apertura a poner sobre la mesa temas que por muchos años fueron cubiertos por el pudor, sin embargo es probable que esta apertura no alcance para establecer programas Ministeriales que fortalezcan la intimidad, autoconocimiento y autonomía de nuestras niñas y niños, por tanto la educación sexual se ha transformado en una verdadera tradición oral, en la que los padres son quienes ponderan la opinión “creo ciertamente que aún para muchos es un tabú. El mundo adulto que hoy está a cargo de hablar sobre estas temáticas fue criado bajo estrictas reglas morales y religiosas que han impactado negativamente en la capacidad de abrirse a estas temáticas”, opina Karla sobre el adultocentrismo aún presente en sexualidad.

Sin miradas reduccionistas, “debemos entender que la sexualidad se refiere a cómo nos relacionamos con un otro y consigo mismos, a las formas en que entendemos el cariño, a cómo son nuestros apegos y vínculos primarios. Implica también el cómo nos comunicamos, cómo resolvemos conflictos, cómo les hablamos a nuestros hijos, todo eso habla de sexualidad. Creo que cuando entendamos la sexualidad desde allí, ese será el momento en que podremos educarnos realmente para tener una vida sexual responsable”, explica.

Carencia de educación sexual en Chile

La psicóloga expone que la existencia de una “seria carencia a nivel país”, esto ya que no existe un programa unificado por el Ministerio de Educación que se encargue de cubrir temas como educación sexual y sexualidad, “muchas veces tiende a confundirse o tratarse como si fueran conceptos sinónimos siendo que la sexualidad es mucho más amplia”, subraya y aclara que en actualmente existen siete programas reconocidos por el Ministerio de Educación organizados por universidades y centros particulares u otro tipo de programas a los que los colegios pueden acceder, sin embargo esta oferta no es suficiente de acuerdo a la evaluación de la especialista, ya que no incluyen a los tres estamentos básicos que son estudiantes, progenitores y profesores  y “sino se trabaja con los tres al mismo tiempo finalmente la educación sexual se vuelve difusa y poco práctica porque, en ocasiones, difiere con los valores morales o creencias familiares, creando un conflicto en los y las adolescentes”, examina.

En este orden, Karla se refiere a los adultos, quienes no se encuentran al margen de esta situación, existiendo muy pocas instancias de formación en esta materia dirigida a ellos, quedando a merced de “algunas charlas que los establecimientos educacionales pudieran entregar”, por tanto plantea que el capital cultural en torno a la sexualidad que los adultos manejan es lo aprendido en su núcleo familiar, quedando sujeto a “las conversaciones, creencias, criterios morales y mitos asociados y que impide la transmisión de información certera hacia los adolescentes”.

Y vislumbra el problema general de la cuestión y el que radica en el foco que se da a la educación sexual,  hoy volcado hacia “lo biologicista”, dice y explica“se reduce al coito, las ITS, el uso del preservativo y los anticonceptivos, pero sin un marco que entregue la real importancia del uso de estos dos últimos elementos”.

Así, la comunicación se encontraría debilitada, ya que a su juicio, las inquietudes no están centradas en las reales necesidades de los adolescentes, abandonándolos al uso de internet en busca de respuestas  lo que representa un peligro, puesto que “ellos tienen acceso a mucho contenido desde la pornografía, el internet o desde lo que sus amigos o amigas les cuentan”, de esta forma el desconocimiento se profundiza como “una bola de nieve”, reduciéndolo al básico uso de preservativos y la falsa creencia de que “a ellos jamás les ocurrirá nada, que es incómodo y no se le toma el real peso en su vida sexual cotidiana”, enfatiza.

“Finalmente, hoy en contexto de pandemia, esta temática ha quedado relegada al olvido pese a su importancia, pues los colegios deben enfrentarse a otras temáticas más urgentes”, sentencia.

Intimidad y autonomía sexual: una mirada desde el adultocentrismo

“No podemos hablar sobre autonomía en ésta área si partimos hablando de educación sexual a los 15 – 16 años, hoy hay niños que ven pornografía desde los 9 o 10 años por lo que tenemos que orientarnos a la realidad actual del país”, dice Karla para iniciar este punto. “También, es importante considerar que la edad de inicio en la vida sexual en nuestro país es muy precoz”, señala y comenta una experiencia obtenida a partir de estudios realizados en establecimientos educacionales donde se ha observado que la actividad sexual se inicia alrededor de los 12 o 13 años, “sin mucho contexto, pero con harta curiosidad y por supuesto sin ningún tipo de protección: ni anticonceptiva, ni de preservativo. Por lo tanto, creo que desde los 12 años es necesario hablar con nuestros hijos e hijas respecto de estos temas, esto con objeto de que puedan tomar decisiones informadas y acompañadas por nosotros como adultos”.

La autonomía es relativa, la especialista no considera pertinente “dejar a un adolescente ser completamente autónomo en esta materia”, siendo fundamental el acompañamiento y la supervisión de los adultos, ya que “la adolescencia es una etapa donde se vive al límite creyendo que a otros les ocurrirán cosas y no a mí, por lo tanto, tienden al descuido, a olvidarse de las pastillas anticonceptivas o del preservativo. Además, aún se tiende a polarizar que en una relación de pareja la mujer debe velar por su anticoncepción y el hombre por el uso del preservativo cuando se debería instar a que ambas partes mantengan una preocupación por la temática de manera global”.En esta línea “Autonomía no es sinónimo de dejarlos sin un soporte”.

Tal vez nos ha faltado tiempo y espacio para conversar, de acuerdo a la opinón de la psicóloga “no es común que las familias hablen abiertamente sobre sexo, prevención y anticoncepción”, es así entonteces que “nunca se trabajó la educación sexual propiamente tal, no se daba espacio a la discusión sobre esta temática”, agrega la especialista para reflexionar que la sexualidad es un tema que “se trataba como algo más bien oculto que se debía aprender desde la experiencia”. Es esa la raíz por la que los adultos“hoy no tienen las herramientas apropiadas para poder hablar sobre sexo, se sienten inexpertos en el tema, les da vergüenza, no saben cómo afrontar las preguntas de sus hijos y se quedan sin responder”, dijo.

Por tanto el adultocentrismo que se vive en torno a la sexualidad no sería sinónimo de orientaciones a la medida de las necesidades de las y los adolescentes que inician su vida sexual. La realidad indica lo contrario, siendo altamente probable que ni la gran mayoría de las madres y padres y/o los adultos a cargo en los colegios se encuentren preparados para abordar incluso su propia educación sexual.

Por otro lado, la psicóloga señala que “los padres se niegan a una realidad que ocurre y que es que la edad de inicio sexual es muy baja en el país y aún así muchas veces prefieren evitar la temática y confiarle al establecimiento educacional ese trabajo, el problema es que allí tampoco se aborda la temática y los adolescentes siguen quedando con las mismas dudas.

Finalmente, la clave estaría en la comunicación y la búsqueda de equilibrios “contar con la opinión de los adolescentes, de lo que ellos quieren saber y también incorporar los conocimientos que como adultos formados en el área tenemos y que son relevantes a la realidad país.Mientras el adulto no considere la opinión de los adolescentes en la temática muchos programas de educación sexual están destinados al fracaso y pasarán a ser otra clase expositiva más”.

Y todo se inicia en casa, la educación sexual en la adultez no es un detalle, “es muy difícil que los adolescentes puedan tener una vida sexual responsable, ya que son los adultos quienes tienen el control de los anticonceptivos y preservativos por un tema económico, quedando a criterio (o descriterio) de los padres, el cómo se incorporará ese tema en la vida de sus hijos”, puntualiza y finaliza manifestando que “Muchos creen que con comprar las pastillas es suficiente, pero no explican cómo usarlas o cuál es la verdadera importancia de su uso, así como también se cree que porque no vemos a la pareja podemos dejar de usarlas y luego volver a ellas, eso sólo habla del desconocimiento que hoy presentamos como sociedad y estamos poniendo en riesgo a nuestros adolescentes por la falta de formación de los adultos”, finaliza.

Fuente: https://www.elmostrador.cl/braga/2020/07/17/hablar-sobre-sexualidad-continua-siendo-un-tabu-los-pendientes-de-la-educacion-sexual-en-chile/

Comparte este contenido:

Manu Velasco: “Los niños tienen su ritmo de aprendizaje y les contagiamos con la prisa”

Por: Laura Román

Durante la pandemia, la tecnología ha sido esencial para continuar el curso académico desde la distancia. Sin embargo, y de cara al futuro, Manu Velasco, maestro y autor del libro ‘Soñando personas’, considera esencial invertir un mayor tiempo de calidad con los estudiantes para evitar ‘contagiarles’ con otro virus muy presente entre los adultos: el del apresuramiento.

Manu Velasco se considera un maestro con los pies en la tierra y la cabeza en las estrellas. Quizá, por esa razón, ha escrito ‘Soñando personas’, un libro para creer en la magia de los seres humanos a través de una serie de reflexiones personales con las que indaga en temas como la vida, el amor, la educación, la amistad… Unas cuestiones que, incluso durante la pandemia, siguen vigentes ya que cree que los niños han tenido más tiempo que nunca para ‘soñar’.

Pregunta: Dice la escritora Ángeles Caso en el prólogo que su libro trata sobre los sueños, el tiempo, el pasado… ¿Está de acuerdo?

Respuesta: Es un libro para creer en la magia de las personas. Sobre lo que somos, lo que sentimos y lo que vivimos. Unas veces en versos y otras en pequeños recuerdos y reflexiones. Invita a repensar las vidas y el mundo que habitamos para mejorarlo.

A lo largo de los 17 capítulos, he intentado expresar con un estilo sencillo y creativo la hondura de mis sentimientos y mi experiencia. Dedico los juegos de palabras a la educación, a la amistad, a la familia, a los sueños, a las personas, a las nuevas tecnologías, al amor o a la vida para intentar llegar a lo más profundo del lector y para que le haga pensar en otras personas, soñar con ellas. Es un libro sobre nosotros.

P: ‘Soñando personas’ es un conjunto de reflexiones personales que comenzó en las redes sociales y que tuvo una respuesta muy buena por parte de sus seguidores, ¿cuál fue la razón para convertirlas en un libro?

R: Siempre me ha gustado jugar con las palabras y disfruto mucho haciéndolo. Me apasiona observarlas, acariciarlas, doblarlas, darles forma y convertirlas en aquello que necesito en cada momento. Empecé a escribirlas por esta misma razón y porque sentí la necesidad de hacerlo, de expresarlo y de compartirlo de esta manera.

Manu Velasco

P: ¿Cómo podría un docente utilizar su libro con los estudiantes?

R: Es vital comprometerse activamente con la educación lectora y escritora. Es muy importante despertar en los más pequeños y en los no tan pequeños el deseo de escribir, promoviendo siempre una escritura personal y creativa.

Puede servir como ejemplo para trabajar la escritura creativa y personal a la vez que se abordan aspectos tan importantes como los sueños, la autoestima, el amor, la familia, la tecnología, la amistad, la muerte o la vida.

P: En su libro comenta que educar al estilo ‘correcaminos’ es tan nutritivo como la bollería industrial, ¿qué es lo que debería cambiar ahora que la vida también se ha transformado debido a la pandemia? ¿Qué papel tendrá la tecnología en todo ello?

R: La tecnología es un recurso más que puede ayudarnos y enriquecer nuestra práctica educativa. Es un gran tren capaz de llevarnos a sitios maravillosos, pero las vías por las que circula ese tren siempre se llamarán pedagogía. La tecnología debe estar al servicio de la pedagogía, nunca al revés.

Dicho esto, está claro que ha tenido un papel fundamental y que nos ha ayudado más que nunca. Por este motivo, debemos seguir desarrollando todos (docentes, familias y alumnos) la competencia digital para sacarle el mayor partido posible y para saber discernir aquello que es útil de aquello que no es más que pirotecnia, que simplemente adorna y que nos deslumbra.

Creo que si algo debe cambiar es nuestra formar de estar y de ser en muchas ocasiones, debemos pararnos y dejar de andar como ‘pollos sin cabeza’. Es evidente que no existe mejor manera de no estar en ningún sitio que intentando hacer y estar en todos. Correr no es siempre la mejor manera de actuar. Existen ciertas cosas que no podemos ni deberíamos acelerar, que requieren tiempo y que si las aceleramos el precio a pagar es altísimo.

«Es muy importante despertar en los más pequeños y en los no tan pequeños el deseo de escribir, promoviendo siempre una escritura personal y creativa»

Sería más interesante y mucho mejor hacer menos y disponer del tiempo necesario para sacar el mayor provecho posible a cada experiencia, a cada momento, a cada contenido o cada actividad. Los niños tienen su propio ritmo de aprendizaje y los estamos contagiando con el virus adulto del apresuramiento. Un virus realmente peligroso que les acorta la infancia, los presiona para que imiten las costumbres adultas y los obsesiona con la velocidad.

P: ¿Cree que por dicha situación los sueños de los estudiantes también han cambiado?

R: Creo que no. En tal caso, han tenido más tiempo para soñar. El primer sueño que tenemos cuando somos pequeños es sobre nosotros mismos. Nos soñamos y nos proyectamos en el futuro siendo o haciendo algo. Es muy importante que dejemos que nuestros hijos o estudiantes se conozcan, descubran lo que les apasiona y ‘se sueñen’. Ojalá esta pandemia haya contribuido y regalado un tiempo para ello.

Manu Velasco

P: Usted aboga por una educación basada en los valores, en las emociones. ¿Cómo puede ayudar ese tipo de educación en los tiempos que vienen?

R: Cuando hablamos de valores y emociones, hablamos de educación. Una educación muy necesaria en estos momentos, centrada en el corazón y que nos hace ver que educar es respetar la individualidad y la autonomía de los demás; que educar es abrigar sus sueños y destapar sus miedos; que es alimentar sus talentos y sus pasiones; que es confiar en sus capacidades; que educar es regar su independencia y cimentar su confianza.

«Hay que dejar que nuestros hijos o estudiantes se conozcan, descubran lo que les apasiona y ‘se sueñen’. Ojalá esta pandemia haya contribuido y regalado un tiempo para ello»

P: ¿Cuál es la clave para que ‘soñemos personas’?

R: Ser capaces de dejar de oír todo el ruido que nos rodea e intentar viajar a nuestro interior para redescubrirnos y para valorar la suerte de tenernos; la suerte de tener cerca de nosotros a tantas personas que están ahí para lo que haga falta.

Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/entrevistas/manu-velasco-ninos-ritmo-de-aprendizaje/

Comparte este contenido:

Ecuador: Cierre de Guagua Centros, un problema para las madres

América del Sur/Ecuador/05-07-2020/Autor(a) y Fuente: lahora.com.ec

Son 9.000 niños beneficiarios del proyecto. Sin estos espacios la brecha laboral ente hombres y mujeres aumenta.

Carmelina Cabezas es madre de un niño de 4 años, él tiene microcefalia y epilepsia. Conseguir un espacio donde cuidaran a su pequeño, con especialistas en discapacidad, fue complicado hasta hace dos años, cuando ingresó al Guagua Centro de Santa Mónica, especializado en discapacidad infantil.

“Para mi hijo ha sido como un segundo hogar y para mi una oportunidad de poder estar trabajando en paz”, dice Carmelina.

A inicios de mayo, el Municipio de Quito decidió suspender el trabajo de los 180 Guagua Centros (dos son especializados en discapacidad), enfocados en cuidar y estimular a pequeños entre 1 y 4 años, de forma gratuita.

Quienes trabajan en estos centros no tienen una relación de dependencia con el Municipio, explica la parvularia Gabriela Villacís. Cada directora firma un contrato y se convierte en asignataria del servicio.

La Unidad del Patronato San José, a través de un comunicado, indicó que planteó el inicio del proceso de “composición amistosa”. Una figura jurídica con la que buscan “una terminación de los convenios por mutuo acuerdo, debido a los riesgos sanitarios de ejecutarlos, tal como se encuentran planteados”.

Luego de esto, las asignatarias de los Guagua Centros pidieron acción de protección, para impedir el cierre; sin embargo, la Unidad Judicial negó el pedido. Ellas decidieron apelar.

Al ser consultada, la entidad, liderada por Lilia Yunda, señala que están a la espera a la decisión de la autoridad judicial; mientras tanto, no hay un proyecto alterno para los beneficiarios.

Trabajar o cuidar a los niños

Carmelina es madre soltera. “Soy el único sustento de mi hogar, tengo cuatros hijos”, dice la mujer que se siente preocupada, pues el Municipio no ha planteado un plan de acción para los beneficiarios del programa infantil. “Tampoco puedo buscar otros lugares, porque son particulares y no me alcanza”, dice. Aunque sus hijas de 16 y 14 años le ayudan, ella es conscientes de que no es el rol que les corresponde.

Lo mismo le pasa a Jesenia Sandoval, quien está a la espera de reincorporarse a su trabajo, en un restaurante.  “Cuando abramos no sé con quién le voy a dejar. Vivo con mis papás, pero igual trabajan. Estaba viendo para que mi hermana le cuide”, cuenta Sandoval, cuyos ingresos le permitían solventar los gastos de la casa junto a su esposo.  “Ahora tal vez me toque quedarme en la casa”, señala.

Araceli Vinueza también se plantea la idea de dejar su trabajo. Ella es empleada doméstica, pero no puede llevar a su pequeña, tampoco le alcanza para ir a un lugar particular. “Sí va a estar difícil. Trabajar es una posibilidad de ayudar a mi esposo y organizarnos en el hogar”.

Villacís señala que hay un gran porcentaje de madres solteras con trabajos informales que llevaban a sus hijos a los Guagua Centros. “También chicas que tuvieron su bebé a temprana edad y tratan de terminar sus estudios (…) Nosotros los cuidábamos de 07:00 a 16:00”, comenta la parvularia, quien no sabe si la reubicarán o quién asumirá el sueldo de abril que tienen pendiente.

El Patronato señala que al haber suspendido el convenio no hay base legal para pagar sueldos.

Desigualdad y falta de oportunidades

A Cristina Almeida, presidenta de la Fundación Nina Warmi, le parece una medida “insensible con la dura realidad que atraviesan todas esas mujeres y madres. Se está invisibilizando la urgencia de las madres jefas de hogar, que necesitan trabajar para sostenerse”.

Solo el 6,4% de los niños realiza actividades de estimulación con su papá. El 50,6% recae en la madre.Denisse Melo, abogada y activista, señala que esto trunca el derecho a trabajar de las mujeres lo que amplía la brecha de desigualdad que ya existe con los hombres. “Son miles de mujeres que se apartarán del ámbito laboral, porque la crianza y el cuidado sigue, erróneamente, recayendo en la figura materna”.

Los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), a través de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut), publicada en enero de 2020, dan razón de esto.

Los Guagua Centros funcionan desde 2014. Han sido reconocidos por organizaciones internacionales, como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.Se estima que a penas el 6,4% de padres cuida o se involucra en las actividades de los hijos. Mientras que este mismo rol lo cumple un 50,6% de madres. El porcentaje restante está en otros miembros del hogar, como hermanos, abuelos o tíos.

“Todavía hay una visión machista sobre el cuidado en el hogar y de los hijos. Además, casi siempre, en momentos de crisis las mujeres son las que prescinden del trabajo, porque ganan menos que sus parejas”, añade Melo.

ONU mujeres ha indicado que en Ecuador y otros países, en promedio, las mujeres ganan 77 centavos por cada dólar que ganan los hombres; ocupando los mismos cargos. (AVV)

Guagua Centros

Beneficiarios

  • 9.000 niños, aproximadamente, eran beneficiarios.
  • 720 educadoras.
  • 360 personas de personal de apoyo.
  • El Municipio pagaba $173,58 por menor al mes.
  • Eran 200 establecimientos, antes de la pandemia quedaron 180.

Con esto que cierran los Guagua Centros es un poquito difícil, no voy a poder ir a trabajar porque no tengo dónde dejarle”. Araceli Vinueza, beneficiaria.

Fuente e Imagen: https://lahora.com.ec/quito/noticia/1102321781/cierre-de-guagua-centros-un-problema-para-las-madres

Comparte este contenido:
Page 11 of 44
1 9 10 11 12 13 44