Page 1 of 3
1 2 3

«Hay un nuevo torrente de luchas de las mujeres en defensa de la vida»

«Hay un nuevo torrente de luchas de las mujeres en defensa de la vida»

Entrevista a Raquel Gutiérrez, feminista latinoamericana

Begoña Zabala

Raquel Gutiérrez es de formación matemática, socióloga y filósofa, de origen mexicano y, como ella dice, feminista tardía. En la década de los 80, la que consolidó el neoliberalismo en América Latina, viajó a Bolivia, donde fue parte de la fundación del Ejército Guerillero Tupac Katari (EGTK). En 1992 fue detenida junto a otros miembros del EGTK. Pasó cinco años en la cárcel, acusada de terrorismo. Actualmente Raquel reside en México, donde es profesora de la Universidad Autónoma de Puebla. Participa activamente en las renovadas propuestas feministas que surgen y se nutren al calor de las luchas. Hablamos con ella aprovechando su presencia en Iruñea para la charla “Rebelión feminista, horizontes de transformación y amenazas fascistas en América Latina”.

Begoña Zabala. Me gustaría que nos hablases de las movilizaciones masivas feministas que están recorriendo el territorio latinoamericano, en torno a las huelgas feministas 8 de marzo y de otras luchas, también feministas y de mujeres, contra los actuales procesos de penetración de las multinacionales en vuestros territorios. Me gustaría que nos hablases tanto sobre las luchas que se producen, como en cuanto a las reflexiones que estáis haciendo sobre ello.

Raquel Gutiérrez. La primera cosa que quiero señalar es que nosotras usamos la palabra renovadas con respecto al feminismo. Y no es un prurito del lenguaje. Es tratar de eludir la contraposición excluyente de viejo/nuevo, que es una discusión que se está presentando mucho, sobre todo en América.

Es decir, hay un segmento de feministas históricas que, en algunos momentos, se alejan de los contenidos de las luchas que muchísimas mujeres jóvenes están poniendo en el tapete. Y hay entonces como una ausencia de puente. Una especie de puente que puede nutrir ambas experiencias, que permita a las más mayores renovarse y volverse a sacudir con la energía que se desprende en la calle, pero que también pueda transmitir cosas, contribuir a que la experiencia de esas mayores nutra, que no falte nunca. Entonces usamos el término renovado, experiencia en términos de feminismo renovado.

Yo soy una feminista tardía y eso sí quiero aclararlo. En el lenguaje que manejamos mucho en América Latina he sido, y me puedo reconocer, como una feminista intuitiva, y de muchos años. O sea, peleando en muchos contextos y siempre tratando de buscar el relacionamiento con otras mujeres, en fin, que podría hacer una lectura de cierto feminismo, pero nunca he sido parte de la corriente feminista que buscó inscribir derechos. Me costó mucho trabajo poderme nombrar a mí misma como feminista y sentir que adhiero el feminismo. Por eso me llamo feminista tardía.

¿Y qué me convoca? Me convocan las dos cosas que yo voy narrando, en los textos que voy escribiendo, un poco para promover la discusión, que tienen dos ejes.

Tiene el seguimiento bastante amplio del conjunto de luchas en defensa de los territorios amenazados por el extractivismo en expansión en todo el continente americano, que son uno de los núcleos de los procesos de acumulación del capital que reinstala nuevas lógicas brutales de violencia, de manera situada y que sobre todo desplazan a las tramas comunitarias -sean pueblos indígenas o no-, que habitan esos territorios, para quitarles el agua, para aprovechar los minerales, para quitar los cultivos de sustento y poner agroindustria, etcétera. Para reconfigurar los territorios, en definitiva.

Esas luchas han estado al menos, de forma documentada, desde 2011, protagonizadas básicamente por mujeres. Y reiterando un patrón muy interesante que ya habíamos observado antes, pero que ahora se vuelve a presentar. Y esto ¿es nuevo o viejo? ¡Ah! Esa es la cosa, pues esto es renovar. Así nos zafamos de caer en esta especie de contradicción binaria que no lleva a ningún lado, a mi juicio, para los fines de dotación de sentido a esas luchas o de contribución a que amplifiquen el sentido de impugnación que tienen las propias luchas en el mundo. O sea, clasificarlas no sirve. Sirve entenderlas, sirve contribuir a explicarlas.

Estas luchas, en defensa territorial han seguido un patrón muy interesante, que tiene que ver que este protagonismo femenino, rompe claramente los términos de la negociación, jerarquizada y subordinada, entre propietarios de la tierra que, generalmente son varones, y empresas que quieren desplazar y apropiarse de las tierras, quieren despojar.

B.Z. Cuando hablas de propietarios, ¿hablas de pequeños campesinos o pequeñas extensiones (que siempre visibilizan a hombres en esa titularidad, aunque sea pequeña), de propiedades familiares o de comunidades?

R.G. Claro, pequeños campesinos o en el caso mexicano, especial por su forma de tenencia de la tierra todavía heredera de la revolución mexicana, de propiedad ejidal o propiedad comunitaria. O sea que las grandes empresas capitalistas quieren despojar y eso implica alterar las viejas formas de propiedad, de pequeña propiedad privada en cualquier versión que hayan quedado como herencia de luchas pasadas. En este caso, como herencia de la revolución mexicana.

Y entonces qué pasa, al menos en México. Se establecen negociaciones entre las asambleas, o los comisariados ejidales o las asambleas comunales, donde el monopolio de la decisión política la tienen los varones de ese conjunto de estructuras familiares. Y estos empiezan a pactar, y empiezan a lo que en buen mexicano diríamos irse con la finta, es decir, a caer en la trampa de ellos. El discurso de las empresas es claro: “ustedes están empobrecidos, y ahora va a haber empleos, va a haber modernización, y les ofrecemos esto, y esto…” Ofrecen cosas para los varones. Y quienes con toda claridad ven que hay una amenaza inminente para el sustento de la vida, cuya realización está en sus espaldas, y en esas tramas sobre todo femeninas, son las mujeres. Y entonces esto es lo que empezamos a ver: Que las mujeres son las que impiden esos pactos asimétricos. Son las que lideran.

Y te doy casos. Una empresa canadiense que quiere despojar en un pueblo, en los valles centrales de Oaxaca, Magdalena Teitipac, y son las mujeres cuando están viendo que el comisariado está pactando, que hay una amenaza, que la máquina está haciendo una exploración para abrir una minería a tajo abierto, y ya llega muy cerca del ojo de agua… pues cierran y bloquean la máquina, retienen a los trabajadores, los hacen salir de la comunidad, se plantan. Ellas se plantan, ellas establecen que esto no va a pasar.

B.Z. Si esto es así de claro, se puede sospechar que hay en estos momentos un enfrentamiento con los varones, con los negociadores genuinos, y que estos enfrentamientos producirán cierta quiebra en la comunidad, en las familias… ¿es esto así?

R.G. Sí claro, después hay conflicto, pero de momento toman la iniciativa, porque dicen que esto es imposible y no lo van a permitir pues los hombres están haciéndolo mal. Es lo mismo que lo que pasa en Cherán. Lo que pasa con Cherán es que un pueblo mucho más conocido por su lucha, porque tuvo un enfrentamiento muy duro contra los paramilitares ligados a la agroindustria del aguacate y al trasiego de sustancias ilegales. Pero a las dos cosas: a la agroindustria y al narco. Bueno, pues en Cherán es exactamente el mismo caso. En un momento determinado y centralmente, lo que ya se ve amenazado es el agua. Es decir, cuando en el caso de Cherán estos talamontes paramilitarizados, talamontes ilegales, penetran en una comunidad de bosque de altura, con muchísimos árboles que ha vivido de los recursos forestales históricamente, y llegan a amenazar el manantial, el ojo de agua. Allí son las mujeres las que se lanzan, se enfrentan, cavan zanjas para que no puedan pasar las camionetas de hombres armados y empiezan a prender fogatas. Ellas, y luego vienen los hombres. Y las mujeres se quedan en las fogatas, se quedan en las zanjas, diciendo: aquí esto ya no va a pasar, aquí vamos a poner un límite, aquí basta.

Otro ejemplo es Tariquía, en Bolivia, con un gobierno progresista como es el de Evo Morales, absolutamente ligado al extractivismo de la peor calaña. Está en el Sur de Bolivia, donde campa la industria petrolera, con intereses capitalistas de Petrobras, que es esta empresa para-estatal de Brasil. Entonces su actuación es igual: extracción de petróleo en una reserva natural que es la fuente de recarga de uno de los ríos más importantes del continente americano, que es el río de la Plata y ahí está la reserva natural de Tariquía. Las mujeres que han vivido en esa tierra, que la calificaron como reserva natural, e incluso les empezaron a condicionar el acceso a los recursos de la leña y a los recursos del bosque, por estar así calificada, se ven amenazadas pues es ahí donde viven. Y así de repente se ven afectadas porque va a llegar ahora una exploración petrolera a título de progreso. Otra vez. ¿Y que hacen las mujeres? Se brincan las estructuras, arman un comité, impiden que vengan, empiezan a movilizarse.

Es decir, en muchísimos lugares tenemos este patrón parecido. Luchas en defensa de la vida, protagonizadas por mujeres que intervienen. Rompen, digamos, la dinámica de la acumulación inicialmente a nivel local, y después se genera una discusión enorme al interior de sus propias comunidades porque, como se dice en buen americano, estas viejas desobedientes qué se creen. Y son sus hombres los convocados a disciplinar a estas viejas desobedientes. Y empieza una tensión tremenda al interior de las propias relaciones de poder, al interior de las comunidades.

B.Z. En este caso estaríamos hablando de una pugna por el poder, pero es el poder de la lucha, por el protagonismo, por el papel que tradicionalmente han ocupado los hombres, que es el poder fundante de las comunidades.

R.G. Claro, por eso. Lo que pasa es que las estructuras viejas, aún a nivel de base, por lo general, establecen y permiten y habilitan el patrimonio del asunto político en manos de varones. Y esto empieza a ser cuestionado de forma tajante. Empieza a ser cuestionado, no en términos liberales, no exigiendo derechos, sino planteado y armado en términos de re-equilibrio general, del tipo de relaciones que van a regir en estas dinámicas locales. Pero lo ves en muchas partes, lo estás viendo en todos los lugares en donde las personas y las comunidades habitan los territorios y viven de ellos, y van a ser expropiados. Lo ves en México, lo ves en los territorios andinos, en Guatemala, en el Sur de América. Y esto cruza con el extractivismo que pretende estas tierras o esos denominados bienes.

Entonces, nos preguntamos cómo es que empiezan a enunciarse todas estas luchas. Luchas en defensa de la vida. Y eso es un nuevo torrente de luchas de las mujeres, feministas o no, en términos de etiqueta. Porque muchas de esas luchas y de esas mujeres no se piensan a sí mismas como feministas. Pero están haciendo una práctica feminista porque están erosionando los poderes patriarcales a nivel local y a la vez están confrontando al gran poder transnacional que está, en palabras de mujeres jóvenes, repatriarcalizando los territorios, al tiempo que desataron los procesos de acumulación. O sea, empujan los grandes procesos de acumulación del capital a gran escala. Entonces es volver a tejer el hecho de que los ciclos de acumulación entrañan y significan siempre, un proceso de repatriarcalización. Porque es un dominio de lo abstracto sobre el mundo concreto de la reproducción, del día a día, que por lo general ha estado sostenido por las mujeres. No hay ningún esencialismo ahí. Esta ha sido un poco la historia en la que nos hemos constituido.

B.Z. ¿Y es en este proceso de repatriarcalización donde aparece y se funde con las violencias machistas y lo que se ha denominado feminicidio? ¿Hay un punto de coincidencia de los procesos que has descrito situados en los territorios objeto de expoliación por parte de las industrias extractivistas y otros fenómenos que los situamos más en zonas de reciente y populosa urbanización?

R.G. Por ahí vamos. Esto en América Latina, al menos, ha empezado, o coincidió con otros fenómenos, que son parte del mismo proceso. Así el hecho de estos procesos de relanzamiento brutal de bucles de acumulación, son conexos con la precarización, con la gran migración, con el establecimiento de maquila para proletarizar en condiciones muy malas, sobre todo fuerza de trabajo femenina. Esto ocurre en muchos lugares, no solo de México sino del Sur también. Ha venido con toda esta descomposición de lo que Federici ha llamado patriarcado del salario. Porque se descomponen ese tipo de relaciones.

Y entonces ahí se ha ido detonando esta especie de complejo de violencia. No es un tipo de violencia, pues son varias formas de violencia muy entrelazadas que son muy difíciles de seguir y de distinguir que se vuelcan contra mujeres de ciudades y pueblos. Y sobre todo contra mujeres, pobres, trabajadoras y jóvenes. Esas son las que están muriendo mayoritariamente. Puede que una que otra mujer burguesa, una que otra mujer de la élite, que se la ha robado un chófer de taxi, aparezca asesinada, por supuesto que también. Pero si tú empiezas a documentar quiénes son las asesinadas, son las muertas de Juárez, las trabajadoras de maquilas, son las muertas de la ciudad conurbada de Ecatepec, en México DF.

¿Dónde está pegando más duro esta epidemia de feminicidios que tenemos en América? En esta nueva clase obrera, en este nuevo cúmulo de mujeres proletarizadas en condiciones de gran adversidad donde se trastocan un tipo de relaciones muy opresivas a nivel familiar, porque ellas empiezan a ganar su propio dinero, empiezan a ganar autonomía para sus cuerpos, porque empiezan a aterrizar.

B.Z. ¿Esto quiere decir, por ejemplo, que unas mujeres que viven en las zonas del extractivismo puro y duro, son asesinadas por los paramilitares, por los narcos, por los ejércitos privados de las empresas… y en las conurbaciones pueden ser asesinadas también por sus maridos o novios, por sus hombres cercanos, o no es el caso?

R. G. ¡Claro! Por sus hombres cercanos también. Es una cosa que a nosotras nos interesa conectar, no nos interesa pensarlo, como feministas, como fenómenos aislados, son parte de los efectos del modo en cómo se están recolonizando los territorios de América.

Pero además estamos tratando de releer la historia en la clave que nos alumbran las luchas, porque quiénes están luchando y cuáles son las luchas más importantes que estamos viendo tiene una respuesta: las de las mujeres de los territorios en defensa de la vida y las de las mujeres contra todas las violencias. Estas más urbanas, son mujeres más jóvenes. Muchas veces se presentan protagonizadas por mujeres en su calidad de estudiantes.

Pero, ¿qué tanto son luchas estudiantiles? Esa es una pregunta teórica, o sea, y lo que estoy tratando de ir alumbrando es cómo siento yo este nuevo momento de luchas de mujeres desplegado, feministas o no, que está exigiendo una reactualización de nuestro propio léxico, de nuestro propio vocabulario. Porque hay como muchas palabras que se nos están quedando chicas para realmente entender, si queremos entender, desde la potencia de impugnación de la lucha desplegada, que es lo que a mi me interesa. O sea, entender la calidad filosa de esas impugnaciones masivas, es decir, entenderlas en su radicalidad. Las palabras me hacen falta, los conceptos no me cuadran y ahí vamos también.

Entonces, al mismo tiempo que esto pasa hay una revitalización en las universidades, en los colectivos de mujeres, en los grupos, pero generalmente en grupos de mujeres jóvenes que están tratando de pensar las palabras adecuadas para nombrar esto que yo ahora puedo decir, no porque sea muy lista, sino porque estamos muchas pensando.

Así, en algunos textos del año 2017, que es apenas un esfuerzo de síntesis, yo logro nombrar cómo hay que dar cuenta de estos dos torrentes. Porque no son dos cosas separadas. Hay que buscar las palabras que permitan la conexión de esto, para resignificarlo como una potente lucha feminista, renovada, y para destacar sus contenidos anticapitalistas y anticoloniales. Y esto es lo que empiezas a ver, empezamos a leer y a estudiar. Pero esto lo hacen muchísimas mujeres en América Latina. Entonces ahí si tengo un mapa bastante claro. Y resulta que en Guatemala, en Centro América, en el Sur, en Brasil, en fin, en prácticamente todo el continente, el libro de más éxito es Caliban y la bruja, de Federici.

Yo lo que observo es que a veces, obviamente, estas luchas están desplazando a algunas otras, están desplazando el feminismo de los derechos, para decirlo rápido. Están desplazando el feminismo de inscribir derechos en el Estado, que a mi modo de ver está requeteagotado y que fue, creo yo, una de las maneras como la anterior rebelión feminista, de las mujeres europeas sobre todo, de los 60 y principios de los 70, en muchos países, fue capturada por las instituciones internacionales para limar sus aristas más filosas. Para encapsularlo en asuntos manejables. Y entonces nos pusimos a inscribir derechos, que no está mal. O sea, tener derechos está bien, y no hay que echarle tierra, pero, ¿qué pasó después? Teníamos unos derechos que no podíamos ejercer, teníamos unos derechos que eran falsos. Se nos veló la calidad patriarcal en las relaciones sociales. Pareció como que el paradigma de la igualación aquí era el camino que tenía que seguir el movimiento. Nos metimos en la agenda de la paridad.

Entonces ahora es una cosa nueva la que hay. Pero no es nueva, es renovada. Porque vuelve a recuperar experiencias muy anteriores pero las vuelve a relanzar y sobre todo va tratando de producir su propia explicación, una vez más.

B.Z. Estás planteando temas que aquí también estamos escuchando a muchas feministas de allá. A mí me gustaría ahora que me hablases de vuestras genealogías feministas, de conocimientos y de luchas feministas. Vemos que hay corrientes decoloniales, descoloniales y anticoloniales, que se nos muestran con mucha frecuencia. Parece que hay diferentes planteamientos y a veces no terminamos de ver el auténtico alcance y sobre todo en la relación que se puede mantener desde los diferentes feminismos de aquí, con los de allá.

R.G. Estoy tratando de pensar y está muy difícil porque yo te estoy hablando desde una de las posiciones en competencia en el continente. Te estoy tratando también de contestarte con seriedad a la pregunta que me estás diciendo y no sólo decirte la genealogía de la que yo estoy abrevando, sino presentarte un panorama más estructural. Me está costando.

Por un lado, yo sí creo que hay una cosa muy importante en América Latina y hay que reconocer, que fue la permanencia de bloques de feminismo autónomo. O sea, la distinción más fuerte, más que la de igualdad y diferencia, que yo observo en América Latina y que se dio en términos de los encuentros, fue feminismo institucional/feminismo autónomo. Y el feminismo autónomo luego tuvo muchos problemas y luego los encuentros no se mantuvieron demasiado, pero casi en todos los países hay núcleos de feministas autónomas que cultivaron, digamos, la brasa, de la rebelión feminista de alguna u otra manera.

Ya he citado a Silvia Federici y ahora debo señalar a María Mies. Luego de Calibán, vamos profundizando y vamos estudiando y recuperamos a María Mies y a las alemanas con el tema de patriarcado y acumulación. El libro de María Mies, que era del 86, que lo habíamos leído quienes estábamos un poco en el debate en aquellos años, vuelve a ser un libro altamente significativo, porque te explica el proceso de complejización de estas relaciones violentas en la medida en las que se relanzan los bucles de acumulación renovando formas patriarcales de dominación.

A mí en lo particular, y a muchas de las compañeras con las que yo puedo tener interacción en donde estoy, lo que me nutrió mucho fue el pensamiento de Mujeres Creando. Fue el pensamiento de María Galindo. A ella yo la reconozco plenamente como parte de mi genealogía. Pero no solo de mi genealogía, sino como mi hermana.

Pero hay como un nudo que, digamos, cultivó la tradición del feminismo de lucha en los momentos aciagos de una institucionalización en donde muchísimas compañeras se metieron al Estado, la pura verdad, a nada. Y donde también una gran parte del trabajo académico, a mi juicio, se volvió bastante asignificativo. Porque, bien, es la temporada en la que al feminismo se lo comió el género. Entonces sí tenemos una cantidad loca de información que es útil; sí tenemos una cantidad increíble de artículos y de literatura producida para entender la jerarquización y la desigualdad; pero no tenemos una palabra para orientar la manera de luchar. Eso yo lo sentía. Cuando yo salí de la cárcel a mi me invitaron a dar clases en un diplomado de género que se acababa de inaugurar y yo agarré la chamba porque si no de qué vivía. Y no tenía idea, porque de haber tenido unas ciertas lecturas en años bastantes anteriores, ahora era un lenguaje nuevo. Yo tengo el recuerdo así. Un recuerdo de incomprensión total de qué estaban hablando cuando decían políticas públicas con enfoque de género. ¿Cuándo cambió esto? La cárcel me ha hecho perder un trozo de película, sí. Pero esto es una devaluación de lo anterior, eso sí me quedaba muy claro. O sea, pedir al Estado que nos haga programas focalizados para tal cosita es una devaluación de lo que estábamos diciendo. Eso sí yo me daba cuenta.

Entonces están estos núcleos. Luego están todos los contenidos anticoloniales que han puesto en el tapete de la discusión política en el conjunto de los países los levantamientos indígenas de reciente fecha. Hay una nueva ola de levantamientos, digamos, que se puede marcar a mediados de los años 90, con el primer levantamiento de Ecuador. Frente al de ahora, era bastante menos radical, pero muy importante en términos de acción de masas y de protagonismo indígena, de una reivindicación de la cosmovisión, del saber, de la capacidad política de la trama comunitaria, es decir de los comunitarios étnicamente distinguidos, presentándose a sí mismos como que no les falta nada. Porque es el mismo juego cómo la ideología dominante determina a las mujeres como a aquéllas a las que les falta algo y cómo les definen a los indios, son a los que les falta algo.

Así aparece esta radicalidad de lucha anticolonial de que los otros, los comunarios indígenas, se presentaran en los países por su propia cuenta y riesgo con sus propias palabras exponiendo sus ideas, etcétera, ha sido también una cosa muy importante que pasaron en estos últimos veinte y pico años. Entonces hay un nuevo momento de lucha anticolonial que luego queda capturado en la academia como las posturas decolonial, descoloniales y poscoloniales. Pero a mí lo que me gusta reivindicar es el carácter anticolonial de esas luchas protagonizadas por tramas comunitarias indígenas quechuas, aymaras, quichés… Porque ha sido de veras un parteaguas, el que se presenten los indios con voz, con práctica propia, no solo con cultura propia, con práctica política, con práctica productiva propia defendiendo eso. Y luego con una serie de problemas también. Pero eso es lo que hemos visto, olas de levantamiento en estos años.

Bueno, eso ha vuelto a revitalizar una dinámica anticolonial, y una perspectiva anticolonial que, insisto, queda documentada en esta constelación de posiciones en disputa, en su mayor parte protagonizadas por señores que compiten entre sí. Y sí, estoy hablando del señor Dussel, estoy hablando de los otros señores decoloniales famositos de las escuelas gringas, que además desconocen a otras mujeres que acompañaron esa lucha indígena desde hace muchísimos más años que contribuyeron a la feminización de esas teorías.

Luego otra feminista de la que abrevamos se llama Silvia Ribera Cusicanqui, Oprimidos, pero no vencidos es su libro más famoso, que está escrito hace muchos años. Sus investigaciones sobre las artesanas de La Paz, su fundación de una cátedra de historia…

Después hay –que creo que es importante- al menos en Argentina, toda una lectura muy en profundidad y muy interesante y no académica, del trabajo de Judith Butler. Toda la discusión contra lo binario, como los formatos lógicos del pensamiento patriarcal, lo queer, en fin. Pero ¿quiénes traen a Butler y, digamos, que la tejen en todo este sancochado? Son las feministas de la disidencia heterosexual que están en Argentina, que eran las que la conocían. Porque Butler se volvió en otras ciudades y en otros lugares una autora muy de élite. O sea, las muchachas jóvenes que estudiaban sus post-grados en feminismo, que es parte de la herencia de la lucha feminista capturada, que amplificó el marco, y ahora podemos estudiar esto, y está bien. Pero una cosa es estudiar y otra cosa es pelear. Por ejemplo para mí toda esta discusión de lo queer y tal era muy distante. Y yo tengo la impresión de que las compañeras argentinas han sido como el interface para poder conocer y nutrirnos de ese conjunto de ideas que son muy potentes en términos críticos, pero para ponerlos a circular y jugar en la pelea.

¿Y cuál es la pelea? Allí es la pelea por cómo vamos a articular, como vamos a acuerpar esta heterogeneidad. Y cómo vamos a pensar, ahora sí, desde la pluralidad. Y desde una pluralidad en lucha. Y hay muchas herramientas que vienen de ahí. Entonces sí, esto es sostener la llama del feminismo en lucha: algunas acompañando las luchas anticoloniales, acompañando el pensamiento sobre lo anticolonial en lucha y su significado, el significado de lo comunitario, impugnando el orden político, en fin, en todos estos campos. También estas teóricas de lo queer, de las disidencias, la crítica al patriarcado, otra vez. Se trata de convertirlo en alimento de la propia lucha, a través de la pelea de las argentinas. Eso está nutriendo.

Las españolas tienen un lugar en todo esto, pero cuál es. Bueno, sí se leen mucho, yo veo que hay realmente mucha identificación, sobre todo con las mujeres jóvenes. Lo vemos con el trabajo que hicieron Precarias a la Deriva. Y en particular todo este asunto de economía feminista, de Amaia Pérez Orozco, Cristina Vega, Silvia Gil. Ellas empujan una mirada. No son las fuentes principales, pero es parte de la literatura obligada para tejer, para entender.

Ahora, cada una de esas personas a su vez, jala sus autoras, y entonces pues hay una renovación rica, a mi manera de ver, del debate feminista. Porque estamos leyendo mucho, estamos estudiando mucho. A mí, por alguna serie de razones, desde hace mucho tiempo, tengo una especial predilección por aquellas feministas de la diferencia. Pueden estar acusadas de esencialistas, pueden ser tachadas de burguesas, pero qué listas, señoras. Qué crítica filosófica más de fondo. A mi eso me parece muy importante. Y esa veta, ¿qué nos da? Nos da esa importancia de la filosofía de la diferencia. Ellas plantean dos cosas: hacerse cargo de la diferencia sexual, no de la teoría de género, en la experiencia vital, por lo que cuando dicen diferencia sexual no están diciendo hombre/mujer, están diciendo diferencia sexual, allá donde esté hagámonos cargo. O sea que abre, no cierra. Y la otra cosa es que ponen la clave básica del feminismo siempre en el patriarcado, que cuando hace una diferencia, hace una jerarquía, y de lo que se trata es de desmontarla, romper el mecanismo que replica esa jerarquización. Y vamos a pensar tanto como necesitemos en términos de lucha. A mi me parecen que ellas nutren, pues me siento emparentada con ellas genealógicamente.

Así que con todo esto concluyo señalando que hay un debate potente porque muchas mujeres jóvenes están escribiendo. Y muchas mujeres jóvenes están diciendo cosas verdaderamente interesantes. Es un magnífico momento para vivir en América Latina, por más que estén pasando miles de desastres también, es un momento enérgico, es un momento vitalmente potente.

11/10/2019

Begoña Zabala forma parte de la redacción de viento sur

 

Fuente de la Información: https://vientosur.info/spip.php?article15271

Comparte este contenido:

La estereotipación negativa de los feminismos y la invisibilización de los estudios de género

Coral Herrera Gómez

Los estudios de género deberían formar parte del contenido curricular en la educación básica y en la Universidad. No es justo que todas las obras y hazañas de mujeres en el área de la ciencia, de la política, de las artes están invisibilizadas y apartadas de los ámbitos académicos. Cuando yo comencé a leer sobre teoría feminista, me di cuenta de que lo que yo había estado estudiado durante veinte años seguidos era la Historia de los Hombres. Excepto Cleopatra y la Reina Isabel la Católica, todos los reyes, príncipes, emperadores, zares, caudillos, gobernantes, condes, marqueses, militares y papas han sido hombres

No sólo en Historia: en Literatura todos los poetas, escritores y editores son hombres; solo recuerdo a Santa Teresa de Ávila y aRosalía de Castro como ejemplos de mujeres creadoras. En Filosofía, todos los autores importantes (Aristóteles y Platón, San Agustín y Santo Tomás, Rousseau y Hobbes, Locke y Erasmo, Ortega y Marx…), pero nada de María Zambrano o Hanna Arendt hasta que llegué a la Universidad. Yo he estudiado a los grandes artistas (Miguel Ángel, Velázquez, Beethoven, Mozart, Picasso) y también he leído sobre los científicos más grandes (Galileo, Newton, Einstein), pero sólo recuerdo a una mujer científica importante: Madame Curie.

Cuando empecé a leer sobre mujeres que gobernaron países, que escribieron, que pintaron, que pensaron, que compusieron música, que descubrieron cosas importantes para la Ciencia, me pregunté cómo era posible que nadie me hubiera hecho notar la invisibilidad de las mujeres en los libros de texto mientras me contaban las guerras y las batallas de los Hombres.

Empecé a leer sobre las mujeres que a lo largo de los siglos se han organizado para luchar por sus derechos y sus libertades;  muchísimas de ellas han sufrido y sufren aún ostracismo social, torturas y vejaciones. A lo largo de los siglos, las mujeres feministas han sido encarceladas, violadas y asesinadas sólo por defender la igualdad.

Cuando me paro a pensar en los logros de esa lucha en las democracias actuales, me doy cuenta de la importancia que ha tenido para mí y para mi generación porque gracias a ellas puedo estudiar y trabajar, elegir con quién comparto mi sexualidad y mis emociones, elegir el momento de mi maternidad, configurar mi proyecto vital yo sola, etc. Y me emociono comparándome con mi abuela, que vivió toda la dictadura franquista y asumió su ideología católica y misógina, y con mi madre, que salió a las calles para luchar por sus derechos y por los míos.

Lo terrible no es solo es silenciamiento de estas luchas, sino que además muchos piensan que ya es suficiente porque la ley nos reconoce la igualdad de derechos que reclamábamos, a pesar de que las cifras muestren que esas leyes no se cumplen.  Los feminismos gozan de escasa reputación porque al poder le ha interesado transmitir una  visión estereotipada y negativa del feminismo; muchos siguen creyendo que el feminismo y el machismo son lo mismo, y nos acusan a las feministas de ser odiadoras de hombres, pese a que nosotras no deseamos imponer el poder femenino para instaurar un sistema violento y jerárquico como el patriarcado en el que dominen las mujeres.

Los feminismos no quieren imponer un matriarcado basado en la violencia contra el hombre, como ha sido el patriarcado hastaahora. No desean dejarlos sin voto, ni violarlos en las guerras, ni mutilar sus genitales en pro de una tradición cultural, ni confinarlos en el ámbito doméstico, ni quiere matarlos por adulterio. Los feminismos no pretenden que los hombres sean propiedad de sus madres y luego de sus mujeres, ni desea que los hombres cobren salarios más reducidos, ni tampoco querría desterrarlos de las cúpulas de poder mediático, empresarial y político. No quiere traficar con cuerpos masculinos para el disfrute de los femeninos, ni desea que los niños varones estén desnutridos o abandonados en orfanatos, ni, por supuesto, promovería
su marginación social o económica. Tampoco vetarían el acceso a la escuela a los niños varones, ni les prohibirían el acceso a la Sanidad y la Universidad.
Comprendan que eso es una locura que no promueven los feminismos, que han luchado siempre por la igualdad entre mujeres y hombres.
Es una cosa muy simple de entender que los feminismos son algo más diverso, más complejo y más fascinante que el estereotipo hembrista que circula por el espacio social. Sin embargo, cuando en mis clases cuando pregunto quién es feminista, nadie levanta la mano, ni hombres ni mujeres. Cuando pregunto por qué, el argumento es siempre el mismo: «es que yo estoy a favor de la igualdad, no de que las mujeres dominen el mundo«. El feminismo, sin embargo, no es una ideología anti-hombres llena de odio, rencor y miedo. Prueba de ello es la cantidad de hombres feministas que existen, y que han colaborado en esas luchas desde los años 60 en Occidente.
Los feminismos del siglo XX son, de igual modo que el pacifismo y el ecologismo, una extensión en la lucha por los derechos humanos.  Defienden la igualdad entre hombres y mujeres, y trabajan contra la discriminación que sufren las mujeres en las sociedades patriarcales. Las mujeres nos reunimos para pensar(nos), para organizarnos, para reflexionar y visibilizar la discriminación y la violencia. Los feminismos pretenden poner en cuestión las tradiciones patriarcales, reclaman un mundo más igualitario, denuncian la violencia ejercida contra mujeres y niñas en todo el planeta.
El problema es que estas luchas de mujeres han quedado desprestigiadas por un estereotipo negativo que se ha extendido en la conciencia colectiva: la feministaque odia a los hombres y protesta por todol. Esta imagen de mujer amargada y masculinizada ha hecho mucho daño a la lucha por la igualdad; al ecologismo le pasó lo mismo cuando se comenzó a construir una imagen del movimiento como un grupúsculo de radicales irracionales.

Así que las feministas y las ecologistas son mujeres «locas», o «histéricas», o «desviadas», y eso le conviene al patriarcado para que no cunda el ejemplo.

Por eso me parece fundamental que en las escuelas, en los medios de comunicación, en los espacios públicos se visibilicen los logros de los feminismos, que son redes que tejemos, conglomerados de escuelas, corrientes teóricas, grupos de activismo muy variado. Los feminismos tienen un objetivo común, que es la igualdad de derechos y oportunidades, pero existen muchas ideologías en esa red de luchas y reflexiones: feminismo progre, feminismo institucional, feminismo punk, feminismo radical, feminismo comunista, feminismo anarquista, feminismo burgués, feminismo multicultural, feminismo lesbiano, post feminismo… y estudios de masculinidad que investigan cómo el patriarcado ha afectado a los hombres, a su salud mental y psíquica, a sus emociones y a sus relaciones afectivas.

Además, dentro de los estudios de género también están los estudios gays y lesbianos, la teoría marica… y la teoría queer, que propone ir más allá del feminismo y diluir las barreras de género, integrando a la especie humana en un todo en el que caben mujeres masculinas, hombres femeninos, travestid@s, transexuales, y gente que no se siente ni una cosa ni la otra.

En ese entorno tan vasto de posibilidades, existen profundos choques entre las diferentes corrientes, pero en cualquier caso lo interesante de los estudios de género es la puesta en común de un análisis en torno a cómo el patriarcado ha afectado a la vida cotidiana de mujeres y hombres, a nuestras relaciones sexuales y afectivas, a nuestras formas de organización política, económica y social , a nuestras expresiones artísticas y nuestras producciones culturales… es simplemente analizarlo y proponer vías para que las mujeres no sigan estando invisibilizadas en los libros de texto.

Esto en el caso de los países desarrollados, que son pocos comparados con el resto del planeta. No hace falta recordar que fuera de estas islas de privilegio (Europa y Norteamérica) 100 millones de niñas son mutiladas y privadas de su derecho a la sexualidad y al placer, a la educación y al trabajo remunerado, son apedreadas en el mundo árabe hasta la muerte, se trafica con ellas y sus cuerpos como negocio en todo el mundo, son más pobres y analfabetas y están más desnutridas que los hombres, trabajan el doble o el triple que ellos. En esos países hay muchísimo trabajo por hacer y el activismo feminista es fundamental para poder garantizar la vida de muchas mujeres. Por eso es importante proteger a las activistas amenazadas de muerte, y promover la cultura de la igualdad para lograr que más mujeres y hombres se unan al trabajo por los derechos humanos.

En el ámbito de la investigación lo justo sería visibilizar el papel de las mujeres en la Historia, sacar a la luz la cantidad de mujeres astrónomas, matemáticas, biólogas, médicas, filósofas, poetas, políticas, escultoras, arquitectas, etc. que han hecho grandes aportaciones a la Humanidad y que han sido reconocidas o despreciadas en su época. Su importancia ha quedado silenciada porque en el pasado sufrieron las burlas de sus colegas de profesión y en el presente no se las estudia en los colegios ni en las universidades.

A mí me parece increíble que se estudie la crítica de Erich Fromm a la crítica de Marcuse sobre Freud, pero que no se hable de lacrítica de Mary Wollstonecraft a Jacques Rousseau, hombre que creía en la igualdad y en la libertad, pero no en la de todo el mundo, sino solo la de los hombres. También que me parece increíble que me expliquen la Revolución Francesa sin contarme que las mujeres exigieron, al inicio de las revueltas, que la carta de derechos fundamentales del hombre también fuese para la otra mitad de la población. Lo mismo con las revoluciones socialistas: mujeres comunistas y anarquistas exigieron que antes de derribar las diferencias de clases había que derribar la inferioridad de la mujer y la superioridad del hombre, porque si no la Revolución no sería una Revolución, ni una lucha real por la igualdad de todos los seres humanos.

El desprecio de las luchas de emancipación femenina que mantuvieron los hombres revolucionarios del siglo XVII hasta hace bien poco deslegitima, desde una perspectiva libertaria, la lucha socialista por el fin de las clases sociales y de las relaciones de dominación entre ricos y pobres, porque al mantener las jerarquías de género siguen proponiendo sistemas políticos no igualitarios.

En cualquier caso, ya va siendo hora de que las instituciones se esfuercen por dar la importancia que se merece a la lucha feminista dentro de la Historia Universal, y de que se impliquen en acabar con la idea de que las mujeres somos inferiores sólo porque a nuestras antepasadas se las prohibió el acceso a la educación, al prestigio intelectual, y a la disciplina científica. Que los grandes de la Historia hayan sido Hombres es normal en una cultura patriarcal; ya se sabe que son los vencedores los que escriben el relato histórico que la ciudadanía tendrá que estudiar y asimilar.

Ahora que las leyes democráticas fijan la igualdad de mujeres y hombres, hay que comenzar también a visibilizar una parte de nuestro pasado y nuestro presente que no nos han contado en las escuelas. Sólo para que las niñas y los niños del futuro sepan que muchas mujeres dieron su vida por alcanzar la igualdad, y que en la actualidad, muchas siguen arriesgando su libertad y su vida por los derechos de todas.

Es necesario visibilizar estas luchas y darles la importancia que merecen, los feminismos recorren el planeta entero tratando de acabar con  la violencia y la discriminación que sufren a diario millones de mujeres en el mundo. Para ello es importante, entonces, seguir derribando mitos, estereotipos y roles, y unirnos, mujeres y hombres feministas, para poder seguir trabajando en esos cambios en la cama, en la casa, en las calles, en las instituciones, en el mundo laboral, en la cultura, en las escuelas y universidades, en los congresos y en las redes sociales.

Fuente del articulo: http://haikita.blogspot.com/2010/03/el-feminismo-como-asignatura-y-la.html
Fuente de la imagen:
http://1.bp.blogspot.com/_3zvFtMuSQmo/S6QL2e6pP0I/AAAAAAAAI0k/JWz0Ao6JGK4/s1600-h/seneca+falls.jpg
Comparte este contenido:

Educación para el amor desde el feminismo y la diversidad

Coral Herrera Gómez

Tenemos que proteger a las niñas y las adolescentes del mito del amor romántico. Es urgente que les demos herramientas desde la más tierna infancia para que aprendan a distinguir entre la ficción y la realidad, a cuestionar la magia del amor, a analizar los mitos desde una perspectiva crítica, a despatriarcalizar las emociones, y a construir relaciones igualitarias, sanas y bonitas.

No es justo dejarlas indefensas frente a la ideología que les seduce y les hace creer que el amor es la salvación y la solución, y que no es el amor entre nosotras, sino el amor hacia un hombre. Porque cuando se hacen adultas siguen consumiendo fantasías románticas, y configuran sus vidas en torno a la necesidad de sentirse amadas. 

Nos pasa a casi todas. Cuando nos hacemos adultas ya no creemos en el Ratoncito Pérez ni en Papa Noel, pero seguimos creyendo que el amor nos hará felices, será perfecto, y durará toda la eternidad. Nuestros sueños y nuestros proyectos se abandonan o se dejan para después porque nosotras no somos lo importante: ponemos el amor en el centro de nuestras vidas, y en eso se nos van las energías y el tiempo, en tratar de encontrar a nuestra media naranja. 

Hay millones de mujeres en el planeta que viven en ese mundo de ilusión y decepción constante, que dependen económica y emocionalmente de un hombre, que creen que sin pareja no son nadie, que no se sienten capaces de arreglar sus problemas por si solas, que aguantan malos tratos en nombre del amor, que se sienten inferiores, que creen que obedeciendo serán más amadas, que creen que para ser amada hay que sufrir, que piensan que la felicidad está en esperar pasivamente la llegada del príncipe azul. 

Como no nos enseñan en las escuelas, luego nos hacen falta muchos años de terapia y de duro trabajo personal para poder desaprender todo lo que aprendimos con los cuentos que nos cuentan. Si nos vacunasen contra esta magia podríamos acabar con tantas decepciones y sufrimientos, tantos embarazos prematuros, tantos sueños abandonados, tantas vidas rotas, y tanta violencia machista. 

Los niños y los adolescentes también necesitan herramientas para perderle el miedo al amor, para aprender a expresar sus emociones, para desaprender el machismo que aprenden en la televisión y en la cultura del entretenimiento.

Los niños tienen que poder defenderse de la mitificación del macho violento, necesitan otros héroes y otros modelos de masculinidad para que aprendan a resolver sus problemas sin utilizar la violencia. Los niños tienen derecho a sentirse libres para vestirse como quieran, para llorar si lo necesitan, para pedir ayuda cuando se sienten tristes, para mostrar su vulnerabilidad sin miedo a las burlas. Los niños necesitan aprender a cuidarse y a cuidar a los demás, a respetar a las niñas y a si mismos, a dejar de considerar que las niñas son seres inferiores que han nacido para amar y para servir a los hombres. 

Los niños y adolescentes necesitan herramientas para gestionar sus emociones, y para aprender a relacionarse de un modo igualitario, en horizontal, sin jerarquías y sin esquemas de dominación ni sumisión. Necesitan mucho feminismo para aprender a ser seres autónomos que no dependan de su madre o de su novia, que no necesiten criadas, que no necesiten ser obedecidos. Necesitan amar y respetar la diversidad para que cualquiera de ellos puedan amar a otros hombres sin ser discriminados. 

Necesitamos mucho feminismo en las escuelas para aprender a querernos bien, para amarnos más y mejor, para poder alejarnos del modelo tradicional del romanticismo patriarcal y sus paraísos imposibles. Por eso es tan importante aprender a pensar por nosotros mismos, con perspectiva de género y con capacidad para analizar cualquier mensaje desde la crítica, visibilizar la ideología que subyace a los contenidos mediáticos, y así desmontar todos los cuentos que nos cuentan.

Hay que desaprenderlo todo, resistir ante el bombardeo del romanticismo patriarcal, generar espacios de ternura, libres de machismo y llenos de solidaridad, cooperación, y ayuda mutua. Reinventarnos el amor, probar otras formas de querernos, imaginar otras estructuras sentimentales para poder sufrir menos, y disfrutar más del amor. 

Fuente del articulo: http://haikita.blogspot.com/2017/02/educacion-para-el-amor-desde-el.html

Fuente de la imagen:

https://disidenciasexualcuds.files.wordpress.com/2014/06/10317835_10203534842988293_1839073855654034113_o.jpg?w=700&h=54

Comparte este contenido:

Ravensbrück, el campo de concentración para mujeres del que nadie quería hablar

Por: Hector G. Barnés

El 30 de abril de 1945, alrededor de 3.500 prisioneras del campo de Ravensbrück, malnutridas y muchas de ellas al borde de la muerte, fueron encontradas y liberadas por el Ejército Rojo en su avance sobre Alemania. Puede parecer el final de uno de los episodios más dramáticos de la locura nazi, pero era tanto el epílogo a los horrores del campo de concentración como el prólogo de una larga historia de olvido, humillación y desprecio a las supervivientes del campo alemán, que se acostumbraron a ver cómo se dudaba de su palabra.

Si hoy en día conocemos lo ocurrido ha sido gracias al esfuerzo de algunas de sus supervivientes por contarlo, especialmente a partir de los años 90, cuando algunas académicas feministas alemanas empezaron a indagar en las memorias de mujeres que, hasta la fecha, habían preferido callar. La última de ellas es Sarah Helm, la autora de “Ravensbrück: Life and Death in Hitler’s Concentration Camp for Women” (Bantam Dell), quizá la obra definitiva sobre lo ocurrido entre mayo de 1939, apenas cuatro meses antes de la guerra, y abril de 1945.

“Ravensbrück fue el único campo de concentración nazi construido para mujeres”, explica la autora en un fragmento del libro reproducido en “Long Reads”. “Tomó su nombre del pequeño pueblo que colinda con la ciudad de Fürstenberg y que se encuentra a unas cincuenta millas al norte de Berlín”.

Su localización fue otro motivo más para que no se hablase de lo allí ocurrido: el acceso a los terrenos propiedad de Himmler, intencionadamente lejos de las miradas de los viajeros, quedó en la República Democrática Alemana, por lo que durante décadas fue terreno vedado para los historiadores occidentales que quisieron comprobar con sus propios ojos lo que algunos testimonios contaban.

Los datos son confusos, ya que todos los documentos fueron quemados en una pira o en los hornos crematorios y arrojados a las profundidades del lago que se encontraba al lado del campo (como recuerda Helm, a Himmler le gustaba que los campos de concentración fuesen construidos en bellos parajes). La autora calcula que en Raensbrück murieron entre 30.000 y 90.000 mujeres. En su peor momento, 45.000 vivieron en sus habitáculos, muy probablemente hacinadas, ya que Himmler mandó construir un campo de tamaño pequeño, a pesar de los avisos de compañeros como Rudolf Höss, que le recordaban que, si estallaba la guerra, se iba a quedar corto muy pronto.

Una cosa en común: eran mujeres

Uno de los datos que sorprenden a los que conocen la existencia de Ravensbrück, explica la autora, es que un porcentaje muy pequeño de las víctimas (apenas un 10%) eran judías. La composición de la población del campo era muy diversa, y por lo general, exceptuando a los niños, tan solo tenían una cosa en común: eran mujeres. La mayoría de sus 2.000 habitantes iniciales eran alemanas que se habían opuesto a Hitler. Entre esas primeras pobladoras destacaba un populoso grupo de 500 testigas de Jehová, que consideraban a Hitler “el Anticristo” y que ya habían pasado por Moringen, antes de que este fuese reconvertido en una prisión juvenil. Su fe en Dios, y no en el Führer, fue lo que las condujo a Ravensbrück.

Otro importante contingente era el formado por las mujeres comunistas y antiguos miembros de la Reichstag que habían sido detenidas a lo largo de la década de los 30, además de miembros de la intelectualidad como la pintora Gerda Lissack. Como ocurría a menudo en los campos de concentración nazis, la mayor parte de sus habitantes eran aquellas que las autoridades de la SS consideraban desechos sociales: prostitutas, criminales y gitanas. A lo largo de su historia, unas 130.000 mujeres pasaron por el campo, donde fueron “golpeadas, obligadas a pasar hambre y a trabajar hasta la muerte, envenenadas, ejecutadas y gaseadas”.

A este primer grupo se le añadieron durante la guerra varios miembros de los equipos de operaciones especiales de los Aliados, detenidas tras aterrizar en paracaídas sobre suelo alemán. También miembros de la resistencia francesa. Es el caso de Anise Postel-Vinay, una de las últimas supervivientes de Ravensbrück y que contó su historia en ‘Vivir’ (Errata Naturae). Capturada en Le Havre, pronto comprendió lo que le esperaba: “Al ver a aquellas mujeres desfiguradas, grises, con la mirada ausente, nos asustamos. De repente sentimos que entrábamos en una zona de muerte”. Se calcula que en sus barracones fueron encerradas 8.000 francesas, 1.000 holandesas, 18.000 rusas y 40.000 polacas (y tan solo 20 inglesas, una de las razones por las que, sospecha Helm, no se ha escrito mucho sobre el tema).

Muchas de las supervivientes se negaban a hablar con la autora sobre lo ocurrido, como Yvonne Baseden, miembro de las Fuerzas Especiales, que le preguntó “¿No puedes escribir sobre otra cosa? Es horrible”. Las presas llevaban un triángulo de color que identificaba su categoría y nacionalidad, algunas de ellas tuvieron que afeitar su cabeza (como las checas y las polacas), y la mayoría de ellas eran obligadas a trabajar en la fábrica de Siemens que se encontraba al lado del campo, construyendo componentes del cohete V-2. A partir de agosto de 1941, la cosa empezó a empeorar: cada día morían unas 80 internas por enfermedades relacionadas con el hambre. Las prisioneras judías empezaron a ser deportadas a Auschwitz en el verano de 1942.

Algunas de las presas que se quedaron, especialmente las polacas, se vieron sometidas a experimentos médicos. Uno de ellos consistía en probar sulfonamidas cortando e infectando huesos, músculos y nervios de las mujeres para infectarles con bacterias a través de piezas de madera o cristal. El otro consistía en intentar trasplantar huesos de una mujer a otra, lo que en la mayoría de los casos, las dejó mutiladas. Además, entre 120 y 140 mujeres romaníes fueron esterilizadas en enero de 1945 a través de la (falsa) promesa de que, si lo aceptaban, serían liberadas. En los días finales del campamento, los oficiales de la SS obligaron a 24.500 supervivientes a caminar hacia Mecklenburg huyendo del Ejército Rojo en una de las marchas de la muerte más terribles que se recuerda. Muchas de las que quedaron no tuvieron mejor suerte, ya que fueron violadas por los soldados rusos.

Los testimonios de las supervivientes coinciden en señalar que fue el compañerismo entre las víctimas lo que permitió que saliesen adelante. Muchas diseñaban sus propios efectos personales (brazaletes, colgantes, muñecas) como recordatorios de su sentido de humanidad. La propia Postel-Vinay lo recuerda en su libro: “La solidaridad entre mujeres nos salvaba. Era una necesidad vital. Nos ayudábamos mutuamente. Cuando una amiga caía enferma, hacíamos todo lo posible por ayudarla”.

El silencio cómplice

A pesar de todo, no ha sido hasta hace relativamente poco que se ha empezado a hablar en profundidad de lo ocurrido en Ravensbrück. En 1946, tuvieron lugar los juicios de Hamburgo en los que las guardias, acusadas de crímenes de guerra y contra la humanidad, fueron sentenciadas a la muerte. Pero tuvieron que pasar décadas para que los testimonios completos fuesen escuchados. En parte porque, como hemos explicado, los rusos impidieron a muchas investigadoras, como la oficial Vera Atkins, acceder al campo. Este, por otra parte, fue en muchos casos considerado un campo de trabajo y no de concentración, lo que, a ojos de muchos, suavizaba lo ocurrido.

Durante décadas, la historia de Ravensbrück se partió en dos. Como explica Helm, en la zona soviética el campo se convirtió en un santuario para las heroínas comunistas caídas, y en Occidente, simplemente, desapareció. No solo por la imposibilidad de acceder al territorio y por la desaparición de todos los documentos, sino porque en muchos casos no se quiso escuchar a las supervivientes. No ayudó que los archivos sobre el juicio de Ravensbrück estuviesen clasificados hasta casi los años ochenta.

Una de las historias rememoradas por Postel-Vinay en su libro resume bien el clima de rechazo que existía hacia aquellas que se atrevían a contar lo ocurrido. Cuando explicó en la televisión que el profesor Karl Gebhardt había seleccionado a varias mujeres para realizar “experimentos humanos” con gérmenes del tétanos y la gangrena gaseosa que introducía en el hueso de las conocidas como “kaninchen” (“conejas”), el médico con el que compartía plató la tomó por mentirosa. “No solo no me creyó, sino que encima se puso hecho una furia”. Ese fue su principal pecado, no solo durante el auge del nazismo y durante la Guerra, sino también en las décadas que siguieron: eran mujeres.

Fuente: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2016-11-27/ravensbruck-campo-concentracion-nazi-mujeres_1291431/

Comparte este contenido:

Por unos feminismos inclusivos y diversos: Claves para la autocrítica en torno al feminismo patriarcal

Coral Herrera Gómez  

A algunos feminismos les sobra un poquito de patriarcado, y les hace falta más diversidad. Hoy es un buen día, como otro cualquiera, para hacer autocrítica y hablar de las estructuras patriarcales con las que construimos un colectivo feminista, un departamento de género en una universidad,  una sección de un partido político, una asociación de mujeres, un instituto de estudios de género, una ONG de mujeres, un grupo de investigación feminista, etc.

Con algunas de mis compañeras llevo años hablando sobre este tema y no me he atrevido hasta ahora a lanzar las preguntas en los foros sociales, pero me parece fundamental que empecemos por preguntarnos por qué algunos feminismos están tan enfrentados o divididos, por qué las mujeres nos hacen fotos cuando salimos a manifestarnos como si fuéramos bichos raros, por qué nuestras reivindicaciones no tienen el impacto que desearíamos en la opinión pública, o por qué no logramos sensibilizar a la mayoría de la población sobre el tema de la violencia de género. Urge un debate profundo para reflexionar colectivamente en torno a los estereotipos negativos del feminismo, analizar el modo en cómo estamos comunicando y visibilizando nuestro trabajo, debatir acerca de nuestras debilidades y nuestras fortalezas, y re-plantearnos el modo en el que podríamos contagiar a más gente para que se unan a la lucha feminista por los derechos humanos de las mujeres.

Un primer paso podría ser trabajar en la despatriarcalización de nuestras estructuras, y analizar la forma que tenemos de relacionarnos y organizarnos. Existen muchas organizaciones que practican el feminismo patriarcal: me refiero a esos colectivos que funcionan de manera similar a otros colectivos sociales o políticos construidos sobre bases patriarcales. Bases que preferimos no ver porque creemos que nos hemos liberado de todas las opresiones, y que al ser feministas no reproducimos la misma estructura que el resto de los movimientos sociales.

El patriarcado dentro de nuestros movimientos feministas se expresa fundamentalmente a partir de las jerarquías que establecemos entre nosotras, y a partir del pensamiento binario que nos obliga a definirnos en oposición a las otras. Estas dicotomías nos dividen en pequeños grupos separados por diferencias ideológicas o intereses particulares­: feminismo islámico, feminismo católico, feminismo decolonial, feminismo campesino, ecofeminismo, feminismo anarquista, feminismo lesbiano, feminismo queer, etc.

Al definirnos con etiquetas identitarias, nos diferenciamos unas de otras en base al pensamiento binario que nos hace creer que somos una cosa y no somos otra: feministas/no feministas, mujeres cisexuales/mujeres transexuales, lesbianas/heteros, académicas/activistas, blancas/negras, ricas/pobres, etc. En medio se quedan todas aquellas que no encajan en estas etiquetas, y son categorizadas con otros términos que las discriminan todavía más (transgénero, bisexuales, mestizas, indias claras, precarias, travestis, trabajadoras sexuales, etc.).

Otra característica del feminismo patriarcal es que se construye sobre la dicotomía entre “nosotras” y “las otras”, de modo que cerramos las puertas a otros colectivos y personas que no son “nosotras”, o que no son como “nosotras”. Pese a que dentro de los feminismos tenemos unos objetivos básicos comunes (derechos humanos de las mujeres y las niñas), se nos olvidan cuando nos aferramos a estas etiquetas para diferenciarnos unas de otras. Y si bien es cierto que los recursos en nuestra área son limitados, deberíamos poder compartirlos  para hacerlos más grandes. Además, las diferencias son enriquecedoras y deberíamos aprovecharlas para construir feminismos inclusivos, no para crear oposiciones irreconciliables entre nosotras.

Yo estoy convencida de que para lograr la igualdad y para que todas podamos disfrutar de nuestros derechos básicos fundamentales, es necesario despatriarcalizar el feminismo, abrirlo a todo el mundo, y aplicarle un enfoque basado en los valores de la inclusión y la diversidad. El feminismo, creo, no es solo cosa de mujeres, y por eso tenemos que liberarlo de las etiquetas de género, nacionalidad, etnia, edad, clase socioeconómica, orientación sexual, religión, edad, etc. que nos diferencian y nos discriminan.

Estas son algunas propuestas que he elaborado para el análisis del patriarcado en los feminismos desde una perspectiva autocrítica.

–          Creo que es esencial que empecemos a hablar de las jerarquías patriarcales que reproduce el feminismo institucional y que anidan en muchos de nuestros colectivos. Dentro de los mundos feministas, unas mujeres ocupan altos cargos, acceden a información valiosa (consultorías, subvenciones, puestos de trabajo, etc.), toman decisiones y obtienen buenos salarios, y otras son el proletariado feminista.  Sería interesante analizar por qué reproducimos este sistema vertical de organización, y debatir conjuntamente cómo podríamos crear estructuras horizontales de trabajo.

–          Otras jerarquías que tenemos dentro del feminismo están basadas en torno a la famosidad y/o estrellato de teóricas y activistas. Algunas de nosotras de pronto nos ponemos de moda y acaparamos micrófonos, estrados, escenarios, publicaciones, premios y reconocimientos. Otras trabajan arduo por visibilizar sus obras o acciones, y no  obtienen el mismo reconocimiento. Algunas son encumbradas como divas, y otras caen en desgracia para siempre cuando desentonan con alguna idea escandalosa.

–          Si nuestro objetivo principal es luchar contra la discriminación, no podemos discriminar a otras personas porque no sean mujeres, o porque no sean heterosexuales, o porque no sean lesbianas. Ni tampoco cerrar nuestros espacios a mujeres  transexuales, ni impedir la entrada a nuestros foros a las trabajadoras del sexo…. Cualquier discriminación que establezcamos es patriarcal.

–          La guetización de nuestros espacios tiene como consecuencia que las que no son como “nosotras” se sienten excluidas. Los espacios cerrados de gente que se apropia de los intereses colectivos huelen demasiado a corporativismo cuando son incapaces de aliarse con otros colectivos con las mismas reivindicaciones. Habría que ventilar estos espacios con un poco de aire fresco y nuevas ideas que permitan que nuestras luchas se expandan más allá de las cuatro paredes en las que nos reunimos.

–          La gestión de los recursos podría colectivizarse en lugar de dejar el tema en manos de las lideresas de cada grupo. Es importante que nos responsabilicemos de los recursos con los que contamos, y aprendamos a gestionarlos conjuntamente.

–          Los liderazgos que tenemos dentro de los feminismos. Debemos democratizar el feminismo, pero no para elegir representantes, sino para crear estructuras basadas en la autogestión y en la participación activa de todas las participantes. Los absolutismos de ciertas lideresas provocan, creo, la desmotivación de todas aquellas personas que se mantienen al margen de esos círculos de poder, y que prefieren trabajar en equipo y tomar decisiones conjuntamente.

–          Las relaciones marcadas por el interés propio. En el mundo de la política y las empresas los hombres se relacionan tratando de tener contactos clave para sus posiciones estratégicas, dentro del feminismo sucede algo parecido. Las lideresas suelen estar rodeadas de mujeres precarias que se relacionan con ellas en base a intereses económicos o políticos, pues tener contactos sigue siendo imprescindible para abrirse un hueco en el mundo de la investigación, las políticas públicas de género o la cooperación y ayuda al desarrollo con enfoque de género. Estas relaciones jerárquicas e interesadas fomentan la competitividad y la rivalidad que se establecen en torno a los recursos, a las mujeres con poder,  o en torno a las diferencias ideológicas entre nosotras. Las luchas de poder y los boicots entre nosotras se pueden solucionar con solidaridad, comunicación y redes de trabajo horizontales, diversas e internacionales.

–          La xenofobia feminista, basada en la idea de que cuando las feministas extranjeras de países en crisis acuden a tender redes de trabajo a los países pobres,  en realidad su intención es imponer sus ideas, sacarles la plata y quitarles sus puestos de trabajo en el área del género. La justificación de esta xenofobia parte de la idea de que las colonizadoras vuelven a tierras colonizadas para extraer sus recursos, imponer sus agendas, dar lecciones a las feministas locales, y perpetuar el colonialismo blanco. Pese a que todas estamos colonizadas por el capitalismo y el patriarcado, y nuestras causas sean comunes, la xenofobia feminista se sustenta sobre la construcción de una identidad grupal en oposición a otras identidades, reproduciendo los binarismos patriarcales que perpetúan el rechazo hacia “las otras”. Este feminismo xenófobo se construye también sobre el concepto de nación decimonónico que define a las personas según su lugar de origen, y que justifica plenamente la hostilidad de las colonizadas hacia las colonizadoras. Esta división parece un asunto de justicia histórica que vuelve de revés la opresión, porque impone una nueva división entre “nosotras” y “las otras”, las de dentro y las de fuera, las autóctonas y las inmigrantes, las colonizadoras y las colonizadas.

–          Las luchas no son de tu colectivo o el mío: no podemos apropiarnos de las problemáticas ni de los logros como si fueran nuestros, porque pertenecen al  ámbito del poder popular. Es importante trabajar conjuntamente con otros colectivos, compartir protagonismos creando redes de trabajo conjunto, y asumir los éxitos como colectivos.

Seguro que hay muchos puntos más que podríamos tratar en foros para despatriarcalizar nuestros feminismos y liberarlos de etiquetas discriminatorias y jerarquías de todo tipo. Yo apuesto por incorporar el enfoque de la diversidad para que sean más plurales y abiertos, y para que nuestras reivindicaciones despierten la solidaridad de otros colectivos que trabajan en otros ámbitos sociales y políticos. Yo apuesto, también, por crear redes y espacios de trabajo conjuntos sin renunciar a nuestro trabajo en una comunidad o área específica.

Creo que solas no podemos,  y la muestra es que no sirve de mucho que haya mujeres presidiendo países si lo hacen con las mismas estructuras patriarcales que los hombres. Tampoco sirve de mucho empoderar a mujeres porque después se quedan solas, rodeadas de señoras y señores patriarcales. Absolutamente dañino es también el lenguaje bélico que empleamos para insultarnos y descalificar a compañeras feministas que no comparten nuestros puntos de vista. Ni el desprecio que algunas feministas muestran hacia el trabajo de feministas porque son blancas, porque son gringas, porque son europeas. O la indiferencia que existe entre las feministas ateas y las feministas islámicas, o las feroces críticas que se cruzan entre abolicionistas y no abolicionistas, activistas y académicas, entre las queer y las feministas institucionales, por poner unos pocos ejemplos.

Si queremos sumar a la gente, sensibilizar y transformar el mundo que habitamos, tenemos que dejar a un lado los intereses personales, eliminar las etiquetas que nos separan y establecer alianzas no solo con otros colectivos de mujeres feministas, hombres igualitarios y grupos LGBTQI, sino también con el resto de los movimientos sociales y políticos.

Unidas tenemos el poder de colapsar ciudades y detener la barbarie y la violencia de los gobiernos. En España, antes de las mareas indignadas y el 15M, los colectivos solo sacaban a la calle a unos pocos cientos de simpatizantes y su impacto era mínimo. Ahora en cambio sabemos que podemos generar grandes estructuras de lucha masiva y una prueba de ello es la cantidad de gente que salió el 8 de Marzo en Madrid a defender el derecho a decidir de las mujeres. Creo que es maravilloso que el tema del aborto no sea una problemática exclusiva de grupos feministas, sino una reivindicación de la ciudadanía entera.

Tenemos que articular la construcción de un feminismo global que nos permita apoyar las luchas que sostienen las mujeres en todos los puntos del planeta, como es el caso de la soberanía alimentaria o la trata de esclavas con fines de explotación sexual. Ambos asuntos son cosa del capitalismo transnacional, y por lo tanto, nuestras luchas han de ser transnacionales también, construidas en redes múltiples que generen cambios en diversos puntos del planeta.

Yo apuesto por la sororidad, este hermoso concepto de Marcela Lagarde: es preciso crear un “nosotras”  en el que quepa todo el mundo. Trabajando desde la solidaridad dentro de los feminismos y con otros movimientos sociales, será más fácil contribuir a la transformación de nuestras sociedades desde nuestras posiciones feministas. Somos muchas las que ya estamos apostando por la creación de espacios de discusión inclusivos donde podamos establecer estrategias de lucha conjunta, gestión colectiva de los recursos, estructuras horizontales de relación,  y redes de apoyo mutuo y solidaridad internacional.

Necesitamos sumar gente, en definitiva, y para eso hay que abrir las puertas, tender puentes, ensanchar conciencias, dialogar y cooperar mucho, compartir recursos, pactar y llegar a acuerdos, practicar la sororidad, y ejercer la autocrítica. Las redes virtuales son una de las mejores herramientas que tenemos para visibilizar nuestro trabajo en todos los ámbitos, para intercambiar información y transmitir conocimiento, para debatir y ejercer la autocrítica sin miedo. Sólo así podremos sensibilizar al planeta entero para luchar por nuestros derechos, y para eliminar la desigualdad, la violencia y los discursos de odio.

Porque lo personal es político, tenemos que trabajar también dentro de nuestros colectivos para aprender a tratarnos entre nosotras con cariño, cuidar a la gente aunque tenga posiciones ideológicas diferentes a las nuestras, construir relaciones en las que no exista la competitividad, las luchas de poder, ni los “malos rollos”. Así podremos acabar con las estructuras patriarcales de nuestros colectivos, aprender a organizarnos de otras maneras, sacar el debate a la calle, y crecer juntas en el proceso.

Compañeras, necesitamos solidaridad internacional,  sororidad feminista, espacios abiertos y plurales, y mucho amor del bueno para construir unidas unos feminismos más inclusivos y diversos.

Fuente del articulo: http://haikita.blogspot.com/2014/05/por-unos-feminismos-inclusivos-y.html

Fuente de la imagen: http://4.bp.blogspot.com/-QZpn8ipQaqA/U3tTjvuyE-I/AAAAAAAAUPI/DcdctgqMBP4/s1600/adespatriarcalizar.jpg

Comparte este contenido:

La Comisión de DDHH advierte aumento de la violencia contra mujeres en México

América del Norte/México/Noviembre de 2016/Fuente: Diario de Yucatán

La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) alertó sobre el aumento de la violencia contra las mujeres y niñas en varias entidades de México, un país donde -dijo- las medidas adoptadas por el Estado “no han sido suficientes” para acabar con este mal.

Pese a la implantación de políticas públicas, presupuestos etiquetados, armonización legislativa, creación de mecanismos e instancias para la prevención y atención de las violencias contra las mujeres en México, la Comisión observa que estas iniciativas no han erradicado la violencia de género en México.

La entidad denunció el incremento de violencia de género contra niñas y mujeres en diversas entidades federativas de México y reclamó “que no debe haber impunidad.”

La institución subrayó que “la violencia se enmarca en la persistencia de conductas discriminatorias y misóginas contra las mujeres y niñas, que han derivado en una violación a sus derechos humanos, agravada por la impunidad.”

“Si queremos erradicar la violencia de género y erradicar el feminicidio, es preciso priorizar en la agenda política, la justicia y los derechos humanos de las mujeres como una de las causas de la democracia“, afirmó.

La CNDH se sumó hoy a la iniciativa ciudadana “#MxEnAlertaDeGénero” en memoria de las niñas y mujeres víctimas de violencia de género en México.

La CNDH destacó que actuará desde cuatro ejes fundamentales para acabar con la violencia contra las mujeres: derecho a la verdad; derecho a la justicia; reparación integral del daño a las víctimas y sus familiares y las garantías de no repetición.

Fuente: http://yucatan.com.mx/mexico/derechos-humanos-mexico/la-comision-ddhh-advierte-aumento-la-violencia-mujeres-mexico

Comparte este contenido:

Latinoamérica, tierra de feminicidas

Por: Ilka Oliva Corado
La violencia emocional y física que vivimos las mujeres es el pan nuestro de todos los días en Latinoamérica. Todos los días nos acosan, nos insultan, nos golpean, sufrimos violaciones sexuales, nos torturan, nos desmiembran y nos dejan tiradas en cunetas y campos baldíos, como desperdicios en bolsas de basura. Nos desaparecen en fosas clandestinas. Todos los días las mujeres latinoamericanas enfrentamos el miedo y tenemos que vencerlo para salir de nuestras casas e ir a estudiar y trabajar. Pensar que está latente que ése sea el último día que veamos a nuestra familia, porque algo nos puede suceder en el camino. Niñas y adolescentes están en peligro constante debido a la vulnerabilidad de la edad y, a la amenaza que representa una sociedad enferma de patriarcado e insensible ante la violencia de género.

¿En qué momento nos convertimos en ésta porquería de población? ¿En qué momento nos deshumanizamos así? ¿Cómo llegamos a sobrepasar los límites del respeto y hemos ahondado las raíces del patriarcado y la misoginia que nos exterminan a pasos agigantados?

Los feminicidios son algo muy apartado de la violencia común. Son en específico misóginos y llevan intrínseco el odio hacia el género femenino. Muy de la mano van los transmicidios que llevan su fuerte dosis de homofobia, transfobia y lesbofobia agregada al odio hacia el género femenino; es alarmante la cantidad de asesinatos de personas transexuales que se dan en el continente y que al igual que los feminicidios quedan en absoluta impunidad. Y es que si nos va como nos va, a las mujeres transexuales la violencia del patriarcado y el machismo las invisibiliza aún más y en esa exclusión los abusos se multiplican, ajenos a nuestra insensibilidad como sociedad: podrida, patriarcal, misógina, fanática, carente de toda moral e inhumana.

Cada vez que nos enteramos de la desaparición de una niña lo que decimos es que tenía corta edad pero que se comportaba como una mujer vivida. Y con esto le restamos importancia a su desaparición. Si es adolescente o mujer, lo primero que decimos es que de seguro se fue a coger con el novio o el amante. Que de seguro era de cascos ligeros y que se fue huida con algún enamorado escondido que tenía. Que se fue por puta. Y todo el ataque es hacia su sexualidad, que dicho sea de paso tiene todo el derecho de disfrutar con libertad y no ser juzgada por eso. Si esa desaparición de por sí trágica, se convierte en la noticia de un feminicidio, entonces decimos que se lo tenía merecido por puta. -¿Desde cuándo ser puta es un delito? Todas las mujeres lo somos. Y vivir la sexualidad en plena libertad no es razón para ningún tipo de señalamiento y abuso, mucho menos para una violación y feminicidio.

Pero, ¿cómo llegamos a este nivel de violencia hacia la mujer?¿Dónde comienza? Desde el momento del nacimiento y cuando quien recibe a la criatura dice: “es una niña”. Y equivocadamente continuamos con los patrones patriarcales de los roles por género, y seguimos con las normas machistas y misóginas que rigen nuestra sociedad. Un papel primordial juega la iglesia en la violencia de género, la propaga, la apoya y la acredita.

La enorme irresponsabilidad de los medios de comunicación sensacionalistas que ayudan a propagar el machismo, la misoginia y el patriarcado. La pregunta es, ¿cuándo vamos a comenzar a cambiar los patrones y a erradicar el patriarcado y la cultura de la violencia de género? ¿Cuándo vamos a dejar de propagar y secundar el acoso callejero, la violencia emocional y física? ¿Los abusos sexuales y los feminicidios? ¿Cuándo vamos a dejar de castigar, señalar y desvalorizar a una mujer por vivir su sexualidad en plena libertad y con todo el derecho que tiene como ser humano?

¿Cuándo vamos a entender que cuando una mujer dice no es no y que no hay derecho a abusarla por eso?

¿Cuándo vamos a entender que una persona tiene derecho a elegir cómo vivir y no por eso tenemos el derecho a denigrarla, abusarla y asesinarla? Peor aún, solapar ese abuso amparados en religiones, patrones inhumanos y la doble moral.

¿En qué momento las mujeres vamos a dejar de atacarnos unas a otras, unas por santas y las otras por putas beneficiando con esto al patriarcado que nos oprime? ¿En qué momento vamos a dejar de ser esta porquería que infesta a Latinoamérica y nos vamos a convertir en seres humanos que se respetan unos a otros en la hermosa diversidad? ¿En qué momento hombres y mujeres vamos a dejar de ser machistas, misóginos y patriarcales? ¿En qué momento vamos a dejar de orar y dejarle todo a Dios y a exigir justicia por los abusos sexuales y feminicidios que se engavetan en absoluta impunidad?

¿Cuándo será el día en que nos liberemos del patriarcado y seamos por fin una sociedad que respeta las diferencias de género y de toda índole y que se acepte diversa? No esperemos a que la violencia, la tragedia y el dolor, nos toquen de cerca y se queden a habitar en nuestras vidas para siempre, empecemos hoy: erradiquemos la cultura de la violencia de género.

Fuente: https://cronicasdeunainquilina.com/2016/10/08/latinoamerica-tierra-de-feminicidas/
Comparte este contenido:
Page 1 of 3
1 2 3