Los feminicidios son algo muy apartado de la violencia común. Son en específico misóginos y llevan intrínseco el odio hacia el género femenino. Muy de la mano van los transmicidios que llevan su fuerte dosis de homofobia, transfobia y lesbofobia agregada al odio hacia el género femenino; es alarmante la cantidad de asesinatos de personas transexuales que se dan en el continente y que al igual que los feminicidios quedan en absoluta impunidad. Y es que si nos va como nos va, a las mujeres transexuales la violencia del patriarcado y el machismo las invisibiliza aún más y en esa exclusión los abusos se multiplican, ajenos a nuestra insensibilidad como sociedad: podrida, patriarcal, misógina, fanática, carente de toda moral e inhumana.
Cada vez que nos enteramos de la desaparición de una niña lo que decimos es que tenía corta edad pero que se comportaba como una mujer vivida. Y con esto le restamos importancia a su desaparición. Si es adolescente o mujer, lo primero que decimos es que de seguro se fue a coger con el novio o el amante. Que de seguro era de cascos ligeros y que se fue huida con algún enamorado escondido que tenía. Que se fue por puta. Y todo el ataque es hacia su sexualidad, que dicho sea de paso tiene todo el derecho de disfrutar con libertad y no ser juzgada por eso. Si esa desaparición de por sí trágica, se convierte en la noticia de un feminicidio, entonces decimos que se lo tenía merecido por puta. -¿Desde cuándo ser puta es un delito? Todas las mujeres lo somos. Y vivir la sexualidad en plena libertad no es razón para ningún tipo de señalamiento y abuso, mucho menos para una violación y feminicidio.
Pero, ¿cómo llegamos a este nivel de violencia hacia la mujer?¿Dónde comienza? Desde el momento del nacimiento y cuando quien recibe a la criatura dice: “es una niña”. Y equivocadamente continuamos con los patrones patriarcales de los roles por género, y seguimos con las normas machistas y misóginas que rigen nuestra sociedad. Un papel primordial juega la iglesia en la violencia de género, la propaga, la apoya y la acredita.
La enorme irresponsabilidad de los medios de comunicación sensacionalistas que ayudan a propagar el machismo, la misoginia y el patriarcado. La pregunta es, ¿cuándo vamos a comenzar a cambiar los patrones y a erradicar el patriarcado y la cultura de la violencia de género? ¿Cuándo vamos a dejar de propagar y secundar el acoso callejero, la violencia emocional y física? ¿Los abusos sexuales y los feminicidios? ¿Cuándo vamos a dejar de castigar, señalar y desvalorizar a una mujer por vivir su sexualidad en plena libertad y con todo el derecho que tiene como ser humano?
¿Cuándo vamos a entender que cuando una mujer dice no es no y que no hay derecho a abusarla por eso?
¿Cuándo vamos a entender que una persona tiene derecho a elegir cómo vivir y no por eso tenemos el derecho a denigrarla, abusarla y asesinarla? Peor aún, solapar ese abuso amparados en religiones, patrones inhumanos y la doble moral.
¿En qué momento las mujeres vamos a dejar de atacarnos unas a otras, unas por santas y las otras por putas beneficiando con esto al patriarcado que nos oprime? ¿En qué momento vamos a dejar de ser esta porquería que infesta a Latinoamérica y nos vamos a convertir en seres humanos que se respetan unos a otros en la hermosa diversidad? ¿En qué momento hombres y mujeres vamos a dejar de ser machistas, misóginos y patriarcales? ¿En qué momento vamos a dejar de orar y dejarle todo a Dios y a exigir justicia por los abusos sexuales y feminicidios que se engavetan en absoluta impunidad?
¿Cuándo será el día en que nos liberemos del patriarcado y seamos por fin una sociedad que respeta las diferencias de género y de toda índole y que se acepte diversa? No esperemos a que la violencia, la tragedia y el dolor, nos toquen de cerca y se queden a habitar en nuestras vidas para siempre, empecemos hoy: erradiquemos la cultura de la violencia de género.