Page 56 of 213
1 54 55 56 57 58 213

Docentes para nuestra época

Por Carlos Magro

Urgía crear escuelas, pero urgía más crear maestros

Preámbulo del Decreto de 29 de septiembre de 1931

Cada época demanda sus maestros

Rodolfo Llopis. La revolución en la escuela. 1933

La enseñanza está lejos de ser una tarea sencilla. Es una actividad incierta, contextualizada y construida siempre en respuesta a las particularidades de la vida diaria en las escuelas (Marcelo. 2001). Es una tarea compleja, “laboriosa, paciente y difícil. Mucho más de lo que la gente cree y muchísimo más de lo que piensan los políticos,” dice Francisco Imbernón en Ser docente en una sociedad compleja (Imbernón, 2017).

A pesar de que los docentes son la pieza fundamental de los sistemas educativos y ejercen la influencia más determinante en el aprendizaje de los alumnos (Montero, 2006), la docencia es una profesión paradójica(Hargreaves y Lo, 2000). Cuanto más necesarios son más les criticamos. Cuanto más importante es su intervención y más se espera de ellos, menos apoyo, respeto y margen para la creatividad, la flexibilidad y la innovación tienen (Hargreaves y Lo, 2000). Asistimos a un constante doble discurso (Montero y Gewerc, 2018). Afirmamos su papel central en la mejora de los resultados educativos, pero apenas contamos con ellos a la hora de definir nuevas políticas.

De hecho, repasando las numerosas reformas educativas de los últimos decenios observamos con sorpresa que no se ha planteado en ningún momento una revisión profunda de la profesión docente (competencias docentes, formación inicial, acceso a la profesión, definición de una carrera, desarrollo profesional) y que los cambios que se han hecho (la creación de las facultades, el máster de educación secundaria…) no han generado los resultados esperados y necesarios.

Respecto al profesorado parecen convivir dos políticas contradictorias: “por un lado, la tendencia a la uniformización de la enseñanza y a cierta aversión por la profesionalización de los docentes; y por el otro, la tendencia a una mayor calidad y profesionalidad del ejercicio docente” (Hargreaves y Lo, 2000). Sentimos “la necesidad de revalorizar una profesión que tiene en sus manos el futuro de las generaciones venideras”, pero hemos optado por políticas de control, enfrentamiento y desconfianza que provocan desprofesionalización, “reduciendo los márgenes de libertad en la toma de decisiones profesionales y regulando su quehacer cotidiano de forma exhaustiva.” (Montero y Gewerc, 2018)

Hoy, parece que, por fin, tras varias décadas de reformas educativas, hemos entendido que para cambiar la educación es necesario hacerlo con los docentes, como decía (Vaillant, 2005) no contra o a pesar de ellos y hemos asumido que el cambio y la mejora escolar están más asociados “a procesos de búsqueda, indagación, confianza, formación, asesoramiento, colaboración, que a procesos de vigilancia” (Monarca y Fernández-González, 2016). Parece que, por fin, somos conscientes que es necesario reconocer y dar un mayor protagonismo a los docentes en la reivindicación de su función y en el refuerzo de su presencia pública.

el cambio y la mejora escolar están más asociados a procesos de búsqueda, indagación, confianza, formación, asesoramiento, colaboración, que a procesos de vigilancia

Uno de los aspectos más determinantes y que menos atención ha recibido en nuestro país es el momento de la incorporación a la profesión. Hace años que la investigación insiste en la importancia y dificultad que tienen los primeros años de práctica docente. Hay cosas que solo se aprenden en la práctica. La transición desde la formación inicial a la carrera profesional puede ser en muchos casos traumática y provoca en la mayoría lo que desde hace décadas se conoce como un shock de realidad (Veenman, 1984).

Un shock que lleva en muchas ocasiones a los docentes a recurrir a sus propios recursos, siguiendo aquello que Dan Lortie, en un libro ya clásico titulado Schoolteacher (1975), denominó el aprendizaje por observación, es decir, recurriendo a aquello que aprendieron, muchas veces de manera no intencionada, sobre la práctica docente tras miles de horas pasadas previamente como estudiantes observando a sus maestros, y que llega a crear expectativas y creencias difíciles de remover.

Los primeros años constituyen un periodo fundamental en el desarrollo profesionalLos profesores nuevos tienen que enseñar y tienen que aprender a enseñar (Feiman-Nemser, 2001). Veenman identificó los principales desafíos de los nuevos docentes en distintos países encontrando bastantes similitudes entre ellos: “motivar a los alumnos a aprender, gestionar la clase, lidiar con las diferencias individuales entre los estudiantes, evaluar el trabajo de éstos y gestionar la comunicación con los padres de familia”. (OCDE, 2009). Y, por si fuera poco, como señaló Carlos Marcelo (1999), los nuevos docentes deben hacer todo esto cargados de las mismas responsabilidades que los docentes con más experiencia.

Los profesores nuevos tienen que enseñar y tienen que aprender a enseñar (Feiman-Nemser, 2001)

Los primeros años son un periodo clave también porque es cuando los nuevos profesores aprenden e interiorizan las normas, los valores y las conductas que caracterizan a la cultura escolar (MECD, 2015). Es una etapa “determinante para conseguir un desarrollo profesional coherente y evolutivo” (Marcelo, 2007) y son también años importantes para asegurar un profesorado motivado, implicado y comprometido con su profesión. Para Marcelo (2009), “si queremos asegurar el derecho de nuestros alumnos a aprender y si queremos que nuestras escuelas sigan siendo espacios donde se construye el conocimiento de las nuevas generaciones, es preciso prestar mucha mayor atención a la forma cómo los nuevos profesores se insertan en la cultura escolar”. Aprender a enseñar es un proceso complejo que lleva años.

Clase de construcción de aviones. Volusia County, 1942 | Howard R. Hollem. Library of Congress

                                Clase de construcción de aviones. Volusia County, 1942 | Howard R. Hollem. Library of Congress

Centrarse en estos primeros años nos permite además, como han señalado Denise Mewborn y Andrew Tyminski (2006), entender la importancia que tienen sobre los profesores sus imágenes y creencias previas sobre la enseñanza y el aprendizaje y, por tanto, nos da pistas sobre la necesidad de capacitar a los docentes durante su formación inicial y continua para analizar críticamente esas creencias, a menudo profundamente arraigadas, ayudándoles a desarrollar nuevas visiones de lo que es posible y deseable en la enseñanza que inspiren y guíen su práctica profesional. Como sostuvieron Johnston y Ryan (1983), “los profesores en su primer año de docencia son extranjeros en un mundo extraño, un mundo que les es conocido y desconocido a la vez. Aunque hayan dedicado miles de horas en las escuelas viendo a profesores e implicados en los procesos escolares, los profesores principiantes no están familiarizados con la situación específica en la que empiezan a enseñar”.

No son pocos, por tanto, los autores que defienden de manera clara que el periodo inicial de inserción profesional es una etapa bien diferenciada tanto de la formación inicial como de la formación continua y que requiere una atención específica con programas adecuados. Programas que, en la literatura educativa, y en la práctica en muchos países, se denominan de inducción profesional y que aquí, haciendo uso de una metáfora potente pero peligrosa por las evidentes diferencias, hemos denominado MIR educativo.

Karry K. Wong, en un artículo seminal sobre los programas de inducción profesional, los definió como “una formación integral y exhaustiva, más un proceso de asesoramiento y apoyo a nivel de todo el sistema que dura entre 2 o 3 años, para integrarse posteriormente y de manera natural en los programas de desarrollo profesional de los nuevos profesores” (Wong, 2004).

No hay dos programas de inducción iguales. Hay, de hecho, una gran variedad internacional en cuanto a sus características, contenidos y duración. Pero sí hay elementos comunes: en todos comienzan con una iniciación de 4 o 5 días antes de que comience la escuela; se ofrece una capacitación sistemática durante un período de 2 o 3 años; se facilitan la formación de comunidades de aprendizaje en las que los nuevos maestros puedan establecer contactos y encontrar apoyo; hay un apoyo administrativo fuerte; poseen un elemento de mentoría; y ofrecen oportunidades para que los participantes visiten las aulas de otros compañeros (Wong, 2004). Comparando programas de inducción en Suiza, Japón, Francia, Shanghai y Nueva Zelanda Wong encontró varias coincidencias: programas muy estructurados, completos, rigurosos y monitoreados, donde los distintos roles están claramente definidos; en todos se entendía que era la inducción era una primera fase en un proceso de aprendizaje profesional continuo a lo largo de la vida; y, en todos, la colaboración era vista como una fortaleza, fomentando así el intercambio entre los docentes no solo de experiencias, prácticas, herramientas sino también de un lenguaje común.

La mejora necesaria de la educación pasa por una profunda reforma de la profesión docente pero también somos conscientes hoy que “para cambiar la educación no solo es necesario cambiar al profesorado, sino potenciar al mismo tiempo el cambio en los contextos donde el profesorado desarrolla su cometido: las escuelas, la normativa, el apoyo comunitario, los procesos de decisión, la comunicación” (Imbernón, 2006). “Si queremos nuevas prácticas docentes y patrones de relaciones entre los profesores, esto conduce paralelamente a actuar en los contextos organizativos en que trabajan” (Bolívar, Domingo, Escudero, Rodrigo, 2007).

Si queremos que los cambios tengan una incidencia real en la vida de los centros y que sean sostenibles han de generarse desde dentro para desarrollar su propia cultura innovadora, incidiendo en la estructura organizativa y profesional, implicando al profesorado en un análisis reflexivo de lo que hace. La mejora de un centro educativo depende en gran medida de su capacidad para desarrollar internamente el cambio. La buena noticia es que “todas las escuelas tienen la capacidad interna de mejora”. (Harris, 2002). La transformación, la innovación y el cambio necesarios dependen menos de leyes y reformas que de proyectos de institución y de prácticas profesionales.

Si queremos que los cambios tengan una incidencia real en la vida de los centros y que sean sostenibles han de generarse desde dentro para desarrollar su propia cultura innovadora, incidiendo en la estructura organizativa y profesional, implicando al profesorado en un análisis reflexivo de lo que hace.

Javier Murillo y Gabriela Krichesky recogieron en 2015, las principales lecciones aprendidas de cinco décadas del movimiento de mejora escolar, identificando seis factores que deberíamos tener en cuenta para la puesta en marcha de procesos de transformación escolar: “la colaboración docente y el trabajo en redes; la implicación de la comunidad; el liderazgo sistémico; la centralidad de los procesos de enseñanza y aprendizaje; el debate entre la responsabilidad y la rendición de cuentas; y las nuevas relaciones entre la administración pública y las escuelas”.

Es bien conocida, por reiterada, la frase del informe elaborado por Michael Barber y Mona Mourshed para la consultora Mckinsey en 2007 (Barber y Mourshed, 2007) “la calidad de un sistema educativo tiene como techo la calidad de sus docentes”. Afirmación errónea y perjudicial y que Fernández-Enguita (2017), muy acertadamente ha calificado como el error Mckinsey. Errónea porque como bien sostiene el propio Fernández-Enguita “una organización es siempre algo distinto de los elementos que la forman, el todo es distinto que la suma de las partes” y perjudicial porque al centrar exclusivamente la atención en los profesores de manera individual ignora la enorme importancia que tienen las organizaciones, los recursos y las culturas escolares para la mejora escolar. Un techo, el de la calidad individual de los docentes, que es en todo caso frágil y fácilmente fracturable, y que está sujeto a una presión y a unas demandas que lejos de disminuir crecerán en los próximos años.

no basta con actuar sobre las personas a nivel individual, debemos también actuar sobre las escuelas y las culturas escolares.

La primera consecuencia de todo esto es que no basta con actuar sobre las personas a nivel individual, debemos también actuar sobre las escuelas y las culturas escolares. Para que los cambios sean eficaces han de afectar a los procesos de enseñanza y aprendizaje y a la organización, pero sobre todo a la cultura escolar y a la cultura profesional. Entendiendo por cultura escolar al conjunto de “valores, normas, expectativas, compartidas a la comunidad; a esos elementos que hacen que una escuela sea innovadora, aprenda, trabaje en equipo” (Murillo y Krichesky, 2015) y por cultura profesional los “conocimientos, creencias, valores, normas, rutinas y actitudes del profesorado sobre la enseñanza, sobre enseñanza y tecnologías, sobre el alumnado, las relaciones entre profesores, las visiones de su actividad profesional, sus percepciones sobre el cambio” (Montero y Gewerc, 2018).

Ignacio Sanz. cc by-sa https://flic.kr/p/5gg8Wx

Ignacio Sanz. cc by-sa https://flic.kr/p/5gg8Wx

El cambio educativo sólo será significativo si activa los procesos de acción-reflexión-acción de los protagonistas de forma participativa, cooperativa, negociada y deliberativa (Miranda Martín, 2002). Algo que, por cierto, ya estaba en John Dewey cuando hablaba de la reflective action y en Donald Schön y su profesional reflexivo. Tal y como sostenían Darling-Hammond y Mclaughlin (2004), los profesores aprenden haciendo, leyendo y reflexionando a través de la colaboración con otros, observando muy de cerca el trabajo de los estudiantes, y compartiendo lo que observan.

Lo que nos lleva de nuevo a los programas de inducción profesional. De nada nos serviría poner en marcha programas de inducción profesional (véase un MIR educativo) si éstos refuerzan modelos de enseñanza, prácticas docentes y culturas escolares poco adecuadas para los desafíos educativos actuales. El proceso de inserción no debe solo integrar al nuevo profesorado en la cultura escolar vigente, debe ayudar a desarrollar en los nuevos docentes una mirada crítica y reflexiva de la profesión. Y en eso, el lugar donde se desarrolle ese período de inducción será determinante.

No podemos, por tanto, diseñarlos de manera superficial. Ni hacerlos en cualquier lugar. Los programas de inducción deben ofrecer oportunidades de conexión entre docentes y estar estructurados dentro de comunidades de aprendizaje donde los docentes nuevos y los veteranos interactúen (Wong, 2004). Los mejores programas de inducción, mantenía Wong, deben apoyar redes que creen comunidades de aprendizaje; tratar a todos los participantes como colaboradores valiosos; crear comunidades de aprendizaje donde tanto los nuevos maestros como maestros veteranos, adquieran conocimientos; y demostrar que la enseñanza de calidad no es solo una responsabilidad individual, sino también o, sobre todo, una responsabilidad colectiva.

La colaboración y el apoyo mutuo, las redes profesionales, el aprendizaje permanente, el uso de las evidencias, la implicación de las familias y la colaboración de las administraciones educativas son fundamentales frente al desafío de mejorar un sistema educativo en su conjunto (Hargreaves y Shirley, 2009)

La colaboración y el apoyo mutuo, las redes profesionales, el aprendizaje permanente, el uso de las evidencias, la implicación de las familias y la colaboración de las administraciones educativas son fundamentales frente al desafío de mejorar un sistema educativo en su conjunto (Hargreaves y Shirley, 2009). “La enseñanza se ha convertido en un trabajo imprescindiblemente colectivo”, decía Francisco Imbernón (2001). La colaboración y el intercambio de prácticas entre colegas, no el aislamiento, deben convertirse en la norma para los docentes.

Marianitaaaaa cc by-nc https://flic.kr/p/3mjuTh

Marianitaaaaa cc by-nc https://flic.kr/p/3mjuTh

Este escenario nos exige trabajar a favor de un profesionalismo ampliado, construido en la interacción y colaboración con otros colegas. Necesitamos transformar la tradicional cultura escolar individualista por una cultura de la colaboración. La reclusión en el aula individual no lleva muy lejos la innovación si, al tiempo, no se incrementan los modos de trabajar y aprender juntos. Debemos tener siempre presente que las creencias de los docentes suelen estar determinadas por las estructuras en las que trabajan.

Hoy la complejidad de la enseñanza exige una cultura profesional que, desde la autonomía y el juicio crítico, adopte una disposición colaborativa en el pensamiento y la práctica (Revenga en Imbernón, 2017). No se trata, como advierten Bolívar, Escudero, Teresa Y Rodrigo (2007), de que todos piensen y sientan del mismo modo, “ni de que lo colectivo diluya a lo individual y más personal.” Eliminar el individualismo no es lo mismo que eliminar la individualidad. La individualidad genera desacuerdo creativo y riesgo que son recursos de aprendizaje grupal dinámico y de progreso (Hargreaves y Fullan, 2014).

Hoy la complejidad de la enseñanza exige una cultura profesional que, desde la autonomía y el juicio crítico, adopte una disposición colaborativa en el pensamiento y la práctica (Revenga en Imbernón, 2017)

La innovación y el cambio exigen hacer esfuerzos explícitos para fomentar y desarrollar en las escuelas entornos de confianza. Cada actor implicado debe tener confianza en su propia capacidad, en la de sus colegas y en la de la escuela globalmente para promover la innovación y el cambio (Harris, 2002). El trabajo colectivo en entornos de confianza facilita la reflexión en las propias prácticas, lo que permite a los docentes tomar riesgos, resolver problemas y atender los dilemas en su práctica (Darling-Hammond, Hyler y Gardner, 2017). Necesitamos trabajar por una cultura de la colaboración, la cooperación, la confianza, la complicidad, el apoyo mutuo y la tolerancia profesional. Sin embargo, las actuales estructuras escolares, los tiempos, la organización curricular dificultan que los profesores piensen en términos de problemas compartidos o de objetivos organizativos más amplios. “En el interior de las escuelas, los profesores tienden a pensar en términos de mi aula, mi materia o mis alumnos” (Darling-Hammond y Mclaughlin, 2004). Necesitamos reprofesionalizar la docencia.

Antolín Hernández cc by-nc-sa https://flic.kr/p/59mWjC

Antolín Hernández cc by-nc-sa https://flic.kr/p/59mWjC

Reprofesionalizar la docencia es, en primer lugar, oponerse a aquellos que pretenden simplificar la complejidad de la enseñanza. Pero también a todos los que consideran que ser docente es sobre todo una cuestión técnica, basada esencialmente en las capacidades individuales y que aceptan sin crítica la afirmación del informe Mckinsey, insisten en individualizar los retos (buscar los mejores expedientes, priorizando la formación de las capacidades individuales…) e ignoran la importancia de los contextos de trabajo y las culturas escolares.

Reprofesionalizar la docencia es, en primer lugar, oponerse a aquellos que pretenden simplificar la complejidad de la enseñanza.

Reprofesionalizar la docencia es aumentar el capital profesional de los docentes y de las escuelas, entendido como la combinación de capital humano, social y decisorio (Hargreaves y Fullan, 2014). El capital humano hace referencia al talento individual. Hace referencia directa a la afirmación del informe Mckinsey, en concreto, y, en general, a todas las políticas educativas y a las posturas que sostienen que la mejora de la educación pasa por seleccionar a los mejores, a los más dotados, a los más formados para ejercer. Pero, como sostienen Hargreaves y Fullan (2014) la variable clave que determina el éxito no es el capital humano sino el grado de capital social, es decir, la cantidad y calidad de las interacciones y relaciones sociales entre las personas.

No es que no sea importante la capacitación individual de los docentes y, por tanto, su formación inicial, la inducción profesional y el desarrollo profesional posterior. Es que no es suficiente. No es suficiente si todo ello no está orientado a desarrollar la capacidad de trabajar y aprender con otros. No es suficiente si lo individual no sirve para potenciar lo colectivo.

No es que no sea importante la capacitación individual de los docentes y, por tanto, su formación inicial, la inducción profesional y el desarrollo profesional posterior. Es que no es suficiente.

Jimmy Baikovicius cc by-sa https://flic.kr/p/CdyDMR

Jimmy Baikovicius cc by-sa https://flic.kr/p/CdyDMR

Reprofesionalizar la docencia pasa, en definitiva, por hacer una apuesta decidida por mejorar la colaboración entre docentes, aumentando su capital profesional. Lo que pasa por aumentar el capital profesional (humano, social y decisorio) de todos los docentes individualmente y del centro educativo colectivamente. Pasa por reconstruir las escuelas como comunidades profesionales de aprendizaje (Bolívar y Bolívar-Ruano, 2016), por romper la cultura individualista y por promover la colegialidad y el trabajo en colaboración como requisitos básicos para la mejora y el cambio educativo. Pasa por ser conscientes de que los grupos, los equipos y las comunidades son muchos más poderosos que los individuos cuando se trata de desarrollar capital humano. Pasa por crear una comunidad de docentes que discuta y desarrolle sus intenciones en conjunto, con tiempo, de modo de desarrollar un sentido común de misión en sus escuelas (Fullan y Hargreaves, 1996). Pasa por hacer de las escuelas no sólo un lugar de aprendizaje para los alumnos, sino también un lugar de aprendizaje y desarrollo profesional para quienes en ella trabajan (Bolívar, Domingo, Escudero, Rodrigo, 2007). Pasa por pensar “el centro como tarea colectiva, convirtiéndolo en el lugar donde se analiza, discute y decide, conjuntamente, sobre lo que pasa y lo que se quiere lograr” (Bolívar, 2000).

La enseñanza no es un asunto técnico

La enseñanza no es un asunto técnico. Todo lo contrario. Es algo profundamente ligado a la acción y a la práctica. Es una práctica racional, reflexiva e intencional pero también subjetiva y altamente incierta. Requiere improvisación, conjetura, experimentación y valoración (Marcelo, 2001), cualidades muy alejadas de una concepción puramente técnica de la misma. Requiere, por parte de los profesionales, de una continua reflexión sobre, desde y en la práctica (Schön, 1983).

Abordar los retos actuales de la educación escolar pasa por hacer una apuesta decidida por mejorar la colaboración entre docentes. Es cierto, como se sostenían desde el Foro de Sevilla, que “es necesario volver a poner de relieve el modelo de profesional docente ligado a un trabajo autónomo, reflexivo y comprometido, lejos de la figura de un aplicador de estándares y normas, sujeto a perfiles profesionales que no corresponden con el trabajo educativo” (Imbernón, Gimeno Sacristán, Rodríguez Martínez y Sured, 2017), pero sobre todo debemos trabajar por transformar la tradicional cultura individualista que aún impera en la mayoría de nuestros centros educativos por una cultura de la colegialidad y el apoyo mutuo. La colegialidad que necesitamos no es lo opuesto a la individualidad.

Abordar los retos actuales de la educación escolar pasa por hacer una apuesta decidida por mejorar la colaboración entre docentes.

Ante los retos educativos de nuestro tiempo, es cada vez más importante romper el tradicional aislamiento del profesor en su aula, así como la separación entre la escuela y su entorno. Es necesario trabajar desde la formación inicial, los periodos de inducción profesional y el desarrollo profesional continuo por una cultura de la colaboración docente, el liderazgo distribuido, el trabajo en redes y la implicación de toda la comunidad.

La única manera de atender al reto de la diversidad es con diversidad

La única manera de atender al reto de la diversidad es con diversidad. Una educación de calidad y adaptativa, no puede surgir de la simple suma de las decisiones de los docentes y otros profesionales, sino que requiere un proyecto educativo compartido que nos lleva al nivel y el ámbito del centro y a su proyecto. (Fernández-Enguita, 2018). Tradicionalmente la escuela ha dado respuestas colectivas (iguales para todos) basadas en el trabajo individual de los docentes. Ahora debe dar respuestas individualizadas desde el trabajo colectivo de equipos docentes.

Parafraseando el decreto de 29 de septiembre de 1931Tan urgente es hoy “crear” escuelas que asuman esta nueva cultura escolar, como “crear” los maestros que impulsen y sostengan esa cultura, desde una concepción de la profesión basada en la colaboración y el apoyo mutuo.

No hay manuales, ni cursillos para ser un buen docente. Llegar a serlo es un proceso largo, altamente contextual, lleno de incertidumbre y conocimiento tácito. El tema es todo menos sencillo.

Referencias:

Barber, M. y Moursehd, M. (2007). How the world’s best-performing school systems come out on top. Mckinsey Obtenido de https://www.mckinsey.com/industries/social-sector/our-insights/how-the-worlds-best-performing-school-systems-come-out-on-top

Bolívar, A. (2000). Los centros escolares como comunidades. Revisando la colegialidad. Revista Española de Pedagogía. Año LVIII, nº 216, mayo-agosto 2000, 253-274. Obtenido de http://reunir.unir.net/bitstream/handle/123456789/4356/LosCentrosEscolaresComoComunidades.pdf?sequence=1

Bolívar, A., Domingo, J., Escudero, J.M., Rodrigo, J. (2007). El centro como contexto de innovación. Obtenido de https://www.researchgate.net/publication/277311548_1505_Bolivar_Domingo_Escudero_y_Rodrigo_El_Centro_como_lugar_de_Innovacion

Bolívar, A. y Bolívar-Ruano, R. (2016). Individualismo y comunidad profesional en los establecimientos escolares en España: limitaciones y posibilidades. Educ. rev.  no.62 Curitiba Oct./Dec. 2016. Obtenido de http://www.scielo.br/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0104-40602016000400181&lng=en&nrm=iso&tlng=es

Darling-Hammond, L. y McLaughlin, M.W (2004). Políticas que apoyan el desarrollo profesional en una época de reforma. Profesorado, revista de currículum y formación del profesorado 8 (2) 2004

Darling-Hammond, L., Hyler, M. E. y Gardner, M. (2017). Effective Teacher Professional Development. Palo Alto, CA: Learning Policy Institute. Obtenido de https://learningpolicyinstitute.org/sites/default/files/product-files/Effective_Teacher_Professional_Development_REPORT.pdf

Fernádez-Enguita, M. (27/01/2017). El error McKinsey. Obtenido de http://blog.enguita.info/2017/01/el-error-mckinsey.html

Fernández-Enguita, M. (2018). Más escuela, menos aula. Madrid. Morata.

Feiman-Nemser, S. (2001). From preparation to practice. Designing a continuum to strengthen and sustain teacher. Teachers College Record. Vol. 103, Nº6, December 2001. Pp.1013-1055

Fullan, M. y Hargreaves, M. (1996). La escuela que queremos. 1996.

Hargreaves, A. y Lo, L.N.K. (2000). Una profesión paradójica: la docencia al comenzar el siglo en UNESCO. El profesionalismo en la enseñanza en Perspectivas. Revista trimestral de educación comparada Vol. XxX, no 2, junio 2000. Obtenido de http://www.ibe.unesco.org/sites/default/files/resources/prospects-114_spa.pdf

Hargreaves, A. y Shirley, D. (2009). The fourth way: The inspiring future for educational change. Thousand Oaks, CA: Corwin Press.

Hargreaves, A. y Fullan, M. (2014). Capital profesional. Madrid. Morata

Harris, A. (2002). School Improvement. What’s in It for Schools? Routledge. London

Imbernón, F. (2001). Claves para una nueva formación del profesorado. Obtenido de http://www.ub.edu/obipd/docs/claves_para_una_nueva_formacion_del_profesorado._imbernon_f.pdf

Imbernón, F (2006). La profesión docente desde el punto de vista internacional ¿qué dicen los informes?

Imbernón, F. (2017). Ser docente en una sociedad compleja. Barcelona. Grao

Imbernón, F., Gimeno Sacristán, J., Rodríguez Martínez, C. y Sured, J. (2017). El profesorado, su formación y el trabajo educativo. Obtenido de https://porotrapoliticaeducativa.org/2017/11/07/el-profesorado-su-formacion-y-el-trabajo-educativo/

Johnston, J. y Ryan, K. (1983). Research on the Beginning Teacher: Implications for Teacher Education, en: K. Howey y W. Gardner (eds.). The Education of Teachers, New York, Longman, 1983.

Marcelo, C. (1999). Estudio sobre estrategias de inserción profesional en Europa. Revista Iberoamericana de Educación. Número 19. Formación Docente. Obtenido de https://rieoei.org/historico/oeivirt/rie19a03.htm

Marcelo, C. (2001). Aprender a enseñar para la Sociedad del Conocimiento. Revista Complutense de Educación Vol. 12 Núm. 2 (2001) 531-593. Obtenido de http://revistas.ucm.es/index.php/RCED/article/viewFile/RCED0101220531A/16749Revista

Marcelo, C. (2007). Empezar con buen pie: inserción a la enseñanza para profesores principiantes. Revista Docencia Nº 33, Año XII, Colegio de Profesores de Chile, Diciembre 2007. Obtebnido de http://www.oei.es/historico/noticias/spip.php?article2470

Marcelo, C. (2009). Los comienzos en la docencia: un profesorado con buenos principios. Profesorado. Revista de currículum y formación del profesorado. Vol. 13. Nº 1, 2009. Obtenido de https://www.ugr.es/~recfpro/rev131ART1.pdf

MECD/Eurydice (2015). La profesión docente en Europa. Prácticas, percepciones y políticas. Obtenido de https://sede.educacion.gob.es/publiventa/d/20609/19/0

Mewborn, D. y Tyminski, A. (2006). Lortie’s Apprenticeship Of Observation Revisited. For the Learning of Mathematics 26, 3 (November, 2006). Obtenido de https://flm-journal.org/Articles/79737B7EDE7A641EB5A27DAE448B65.pdf

Miranda Martín, E (2002). La supervisión escolar y el cambio educativo. Un modelo de supervisión para la transformación, desarrollo y mejora de los centros. Profesorado, revista de currículum y formación del profesorado, 6 (1–2), 2002. Obtenido de http://www.ugr.es/~recfpro/rev61ART5.pdf

Monarca, H. y Fernández-González, N (2016). El papel de la inspección educativa en los procesos de cambio. Cad. Pesqui. vol.46 no.159 São Paulo Jan./Mar. 2016. Obtenido de http://www.scielo.br/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0100-15742016000100212#B2

Montero Mª. L. (2006). Profesores y profesoras en un mundo cambiante: el papel clave de la formación inicial en VV.AA. Comentarios a los informe Eurydice y OCDE sobre la cuestión docente. Revista de Educación, 340. Mayo-agosto 2006, pp. 66-86. Obtenido de http://www.revistaeducacion.mec.es/re340/re340_03.pdf 

Montero Mª.L. y Gewerc A. (2018). La profesión docente en la sociedad del conocimiento. Una mirada a través de la revisión de investigaciones de los últimos 10 años. RED. Revista de Educación a Distancia. Núm. 56, Artíc. 3, 31-01-2018. Obtenido de http://www.um.es/ead/red/56/montero_gewerc.pdf

Murillo J. y Krichesky G. (2015). Mejora de la Escuela: Medio siglo de lecciones aprendidas. REICE. Revista Iberoamericana sobre Calidad, Eficacia y Cambio en Educación, 13(1), 69-102. Obtenido de https://www.uam.es/personal_pdi/stmaria/jmurillo/arts/reice/vol13num1_art5.pdf

OCDE (2009). Los docentes son importantes: atraer, formar y conservar a los docentes eficientes. Obtenido de http://www.waece.org/enciclopedia/2/Los%20docentes%20son%20importantes.pdf

Vaillant, D. (2005). Formación de Docentes en América Latina. Re-inventando el modelo tradicional. Barcelona: Octaedro.

Schön, D. (1983). The Reflective Practitioner. New York: Basic Books.

Veenman, S. (1984). Perceived Problems of Beginning Teachers. Review of Educational Research Summer, 1984, Vol. 54, No. 2, Pp. 143-178

Wong, H. (2004). Induction programmes that keep new teachers teaching and improving. National Association of Secondary School Principal, NASPP Bulletin, 88(638), 41-59. Obtenido en http://newteacher.com/pdf/Bulletin0304Wong.pdf

Comparte este contenido:

Libro: El Gobierno de las palabras de Juan Carlos Monedero

Autor (es):Monedero, Juan Carlos
Tipo:Libro

Editor: Centro Internacional Miranda

Fecha: Caracas 2011
Idioma: spa
Resumen:Con el nacimiento del lenguaje nació la mentira (el engaño, podemos suponer, tiene más larga data). Aún hoy sigue mintiendo más la palabra que el cuerpo, el lenguaje que el gesto, la comunicación no verbal que la entonación o la mirada. De hecho, nuevas hipótesis apuntan que el viaje hacia el lenguaje pasó por desarrollos corporales previos desde donde luego saltaría la palabra: una determinada estructura cerebral, la conexión entre el movimiento de la mano, los ojos y el cerebro, el desarrollo muscular que permite los gestos, la comunicación no verbal, y todo ello en múltiples contextos y posibilidades, terminaron construyendo esa realidad inaudita, extraordinaria, compleja y aún desconocida que es el lenguaje. La posibilidad de comunicarnos permitió dar un salto exponencial en la historia de la humanidad, pues lo que antes necesitaba de la conjunción del azar y de miles de años para permitir la evolución, pasó a lograrse con un recurso, el lenguaje, que otorgaba la capacidad de informar y alertar sin riesgo, sin esfuerzo y con espectaculares resultados (baste pensar lo que implica enseñar el uso del fuego, las capacidades del arado o los efectos de la penicilina). La selección natural dejó, así, paso a la selección técnica, y la comunicación de los desarrollos tecnológicos, de los descubrimientos científicos y médicos, de las formas de organización social y política ha llevado a la humanidad a un momento especial en su historia. Un momento en donde la responsabilidad es tan alta y las respuestas tan escasas que el vértigo se adueña de ella.

Descargar en:http://koha.cenamec.gob.ve/cgi-bin/koha/opac-retrieve-file.pl?id=ffb370a467d280b1a5b15c6672c1b8d7

Fuente:http://bibliotecadigital.cenamec.gob.ve/index.php/el-gobierno-de-las-palabras/

Comparte este contenido:

“Los docentes quieren cambiar, pero luego llegan a los centros y solo tienen papeleos que hacer”. Entrevista a Juanjo Vergara

Entrevista/ 15 Noviembre 2018/Autor: Daniel Sánchez Caballero/Fuente: El diario la Educación

Reformar el sistema curricular por materias estancas, «casi contradictorias»; evaluación de la práctica docente o buscar experiencias para enriquecer los aprendizajes. Estas son algunas de las ideas de Juan José Vergara, maestro y docente desde hace 32 años.

Juan José Vergara podría vivir de dar conferencias y sus libros. Se lo han propuesto, pero no se ve. Este profesor de Intervención Sociocomunitaria y maestro no quiere dejar el aula porque, dice, “perdería credibilidad”. Y ahí sigue 32 años después. Autor de Aprendo porque quiero (SM, Biblioteca de Innovación Educativa), le ha dado continuidad con el recién publicado Narrar el Aprendizaje. La fuerza del relato en el Aprendizaje Basado en Proyectos (SM) en el que cuenta “cómo construir la enseñanza utilizando los recursos narrativos de guionistas, literatos, etc.” y expone otras ideas. Por ejemplo, Vergara cree que la educación se ha quedado estancada en un modelo antiguo, de los 70, que necesita grandes reformas, por ejemplo: acabar con el modelo de asignaturas “casi contradictorias entre sí”. También sostiene que todo iría mejor si se preguntara “a quien sabe”. O sea, a los profesores que están en clase.

Una pregunta quizá muy amplia para empezar. ¿Cómo debe ser un buen docente?

Doy algunas claves que me parecen interesantes: alguien que es capaz de generar experiencias educativas y no exclusivamente transmitir contenidos. Alguien que se cuestiona su perfil como líder de esas experiencias educativas, reconociendo que el centro del aprendizaje es el alumno, asumiendo que el aprendizaje no solo se produce en su cabeza y no solo dentro de las clases. Se produce dentro y fuera de las aulas y sobre todo a partir de las experiencias de los alumnos. Alguien que deja de ser un transmisor y pasa a ser un provocador de proyectos y aventuras.

¿Los sistemas formativos empujan a los maestros a ser estas personas?

Vivimos una situación un poco enloquecida. Sabemos que es importante que los alumnos aprendan en el SXXI. Y se da una dejación inercial tecnocrática representada por los currículums educativos. Esta es la encrucijada. Estamos por un lado en modelos legislativos que organizan la enseñanza ordenando los contenidos en asignaturas, bloques, cursos, incluso momentos de evaluación en cuanto a rendición de cuentas y que no reconocen lo que es importante que aprendan los alumnos en este mundo que nos ha tocado vivir. El desafío es ser capaz de construir modelos educativos que respondan a una visión más global de la enseñanza que la que tenemos. No creo que el gran desafío sea seguir en una dinámica de responder a políticas de derechas o izquierdas en relación a la defensa de unas asignaturas u otras, sino más bien dar un salto cualitativo y entender que el aprendizaje se produce de otra manera y es necesario que sea así si queremos educar a chavales para el mundo que estamos viviendo.

Fotografía: Teresa Rodríguez

Hay cierta polémica entre si en la docencia debe primar el conocimiento o la pedagogía. Si es más importante el qué o el cómo. ¿Qué opina?

Creo que se nos olvida algo fundamental. La educación es algo político, es el compromiso con cómo queremos entender que una persona es capaz de habitar el mundo y le dotamos de las habilidades personales para hacerlo, tanto a nivel personal, ciudadano, etc. ¿Qué es lo importante? Que el alumno o aprendiz seamos capaces de analizar la realidad, ver dónde está en nuestras vidas, en nuestra realidad concreta, y ver cómo el aprendizaje mejora la comprensión de esta realidad y de lo que hacemos con ella. Cómo actuamos, cómo realizamos acciones innovadoras. El qué es importante, hay que tratar cosas que son importantes para los alumnos. El cómo también, hay que adaptarse a cómo se producen los aprendizajes de forma real. Heredamos un modelo educativo en el que el qué, los contenidos, han sido muchas veces elementos no demasiado relevantes y el cómo se ha organizado de una manera lógica que no responde a cómo aprendemos que es, sobre todo, habitando los contenidos. Creo que ese es el problema.

¿Qué le parece la evaluación que propone el Gobierno para docentes?

Sobre la evaluación, llevo años diciéndolo: no es lo mismo evaluar que calificar. Calificar es etiquetar, poner un número. Evaluar es invitar a la reflexión. Creo que es importante que los docentes nos evaluemos y nos evalúen y nos ayuden a reflexionar sobre nuestras prácticas educativas. Para eso sería fantástico que se haga en torno a elementos que nos ayuden a esa reflexión. Luego está la parte de calificación. Si evaluar a los docentes se trata exclusivamente de ponerles en un ránking y calificar habría que ver cómo se genera ese ránking, en virtud de qué, etc. y ahí ya entramos en unas arenas movedizas.

Es importante que los docentes tengamos procesos de reflexión sobre nuestra práctica. Hay experiencias claras: que varios profesores trabajen juntos y comenten su labor. Eso es evaluación por pares. Que los alumnos sean capaces de evaluar a sus profesores, que los docentes sean capaces de evaluar y vean si se adecuan o no a sus necesidades. Que los docentes sean capaces de ver cuáles son sus demandas en cuanto a innovación metodológica y que haya organismos. Eso es un proceso de evaluación interesante, que no tiene mucho que ver con la calificación.

¿Se siente señalado por la administración como culpable de (casi) todos los males de la educación, tal y como lamentan muchos docentes?

En educación los cambios son muy lentos y esto es algo que no se termina de entender. El cambio no es ideológico ni legislativo solo, exige un cambio de mentalidad y estos son muy lentos. Hay que ir hacia ellos, pero son lentos. La salida fácil entonces es decir que el docente tiene la culpa. Creo que estamos en un momento realmente estupendo en relación a la iniciativa y las ganas de los docentes, lo veo a diario. Se generan centenares de foros con docentes que quieren cambiar, que se preguntan cómo mejorar sus clases y responder a las necesidades educativas. Vas un sábado a un foro y te encuentras a 500 docentes. Me dicen que quieren cambiar, pero luego llegan a los centros y solo tienen papeleos que hacer. Los docentes han cubierto una masa crítica y hacen que el cambio sea imparable. Pero está en la mesa de los administradores facilitar que esto suceda. Se tienen que sentar con ellos y darse cuenta de que son los expertos en sus alumnos.

Yo llevo 32 años dando clase, no he hecho otra cosa en mi vida. Veo que los docentes tienen una desconfianza importante respecto a la administración y esta también tiene desconfianza por alguna razón. Legislar al margen de ellos es un error. Creo que habría que subirse a la ola de esa ilusión que está habiendo en los docentes, que es generar un cambio y, a partir de ahí, trabajar en un cambio real que se adecue. La administración sigue generando modelos basados en cursos, asignaturas. Ahora quitan los estándares o no. No son elementos de calado.

Lo ha mencionado un par de veces. ¿Cree que las asignaturas están obsoletas?

Todos los que hablamos o escribimos sobre las necesidades educativas o cómo hacerlas (yo me centro sobre todo en el cómo hacer las clases y desarrollarlas), decimos lo mismo. El aprendizaje es algo global, holístico. No nos podemos quedar en herederos de modelos de los 70 del siglo pasado, de hace 50 años. Los alumnos aprenden globalmente y no hay diferencia entre lo que aprenden dentro de las aulas y fuera, todo se ha roto. Las empresas exigen de los profesionales no ya que desarrollen saberes técnicos, si no de otro tipo. A mí no me gusta mucho citar a Finlandia, pero allí están trabajando en su currículum. Nosotros insistimos en asignaturas casi contradictorias entre unas y otras.

Fotografía: Teresa Rodríguez

Pero no parece que esto esté en los debates educativos a nivel administrativo ahora…

No, pero al margen de eso, no me parece lo más importante. Al alumno un docente le tiene que generar una experiencia, ponerle una serie de retos. Lo que está sucediendo es que seguimos en el modelo en el que recibe una serie de contenidos que parece que son los buenos. Vamos a dejar esto. A nivel organizativo, en los centros de secundaria, por citar un ejemplo, seguimos con el modelo de departamentos, de tal manera que hay departamentos unipersonales que se reúnen. Una persona consigo misma. Es el colmo. Claro que hay que cambiar cosas, pero son cosas ridículas.

¿Cómo ve la formación inicial? ¿Hace falta un MIR educativo?

Con la formación inicial creo que hace falta generar un cuerpo de docentes. Existen personas que cuando terminan el Bachillerato y van a las universidades quieren ser docentes porque es su vocación, y luego hay otros con vocaciones dispares y por avatares de la vida acaban convirtiéndose en docentes. Y eso no puede ser. El reto es saber cuál es el sistema para que los que lleguen a la docencia. Ellos mismos reconocen que sus lagunas metodológicas son espectaculares. Los sistemas que ha habido hasta ahora, desde luego, no han funcionado bien. El modelo MIR habría que verlo. Un modelo en el que los docentes que empiezan, entren a trabajar colaborativamente con otros docentes que tienen más experiencias y se vean inmersos en procesos metodológicos, no tendría por qué ser negativo.

¿Es apropiado que un alumno pueda obtener el Bachillerato sin aprender todas las asignaturas como propone el Ministerio de Educación?

No voy a entrar, necesitaría leer la propuesta directa. Como concepto general que todo lo que sea adaptarse a las necesidades educativas de la gente es fantástico, pero tengo que ver el detalle. Me parece ridículo hablar de suspensos y aprobados. Deberíamos cambiar de concepto, y en vez de que sea la escuela la que aprueba o suspende, que eso solo genera exclusión, lo haga la sociedad.

¿Me desarrolla un poco este concepto?

Tenemos que pasar a este concepto, es importante. Se empezó a decir que era importante que las familias entren en la escuela, que la comunidad participe. Tenemos que empezar a creernos que la educación no es una tarea solo de la escuela, tiene que ser de toda la comunidad. El fracaso o el éxito de un aprendiz no depende de la escuela, sino de que la comunidad en su conjunto… En una familia con altos niveles socio-culturales el índice de fracaso escolar son realmente menores que los de una familia en una situación de mayor vulnerabilidad. ¿Esto por qué es? Porque en un caso la tarea educativa se ha relegado a un solo agente (la escuela) mientras en la otra se apoya en la familia: clases particulares… Es una cuestión social. Entiendo que esto llevarlo a la práctica desde el punto de vista legislativo es complicado, pero creo que es dónde tenemos que ir.

¿Le molesta que “gente que nunca ha pisado un aula” —queja que realizan muchos maestros— pretendan decirles a los maestros y profesores de instituto cómo dar clase?

Tienen toda la razón, no se me caen los anillos en decirlo. El modelo de formación docente que se está realizando desde las universidades deja mucho que desear. Es raro encontrar docentes de universidad que sean expertos en didáctica. Es muy excepcional y maravilloso cuando sucede. El modelo de formación universitaria está muy orientado a la investigación, a la reproducción de contenidos y poco a la implementación en la práctica. Los docentes de la universidad que quieren hacer algo distinto, muchas veces se ven en problemas en las universidades para sacar a los alumnos, llevarlos a colegios, etc.

Imagen y fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/11/15/los-docentes-quieren-cambiar-pero-luego-llegan-a-los-centros-y-solo-tienen-papeleos-que-hacer/

Comparte este contenido:

¿Quién le teme a la evaluación docente?

Por: Eduardo Backhoff

a evaluación es una función que realizan todos los animales racionales para comportarse de acuerdo a las circunstancias y adaptarse al medio que los rodea. Igualmente, la evaluación es esencial en una sociedad democrática para que ésta funcione correctamente. Los gobiernos deben obligarse a evaluar todos los programas donde se utilicen recursos públicos; no solo para identificar áreas de mejora, sino también para rendir cuentas a la sociedad. Entre mejor estén diseñados los componentes evaluativos de un programa gubernamental, mayor serán sus beneficios para el país. Por ello, se han instrumentado distintos programas de calidad que evalúan y certifican los procesos de las instituciones, públicas y privadas, como es el caso de las normas ISO 9000.

En el ámbito educativo, la evaluación es consustancial a su función formadora; no se puede concebir una acción educativa sin su correspondiente acción evaluativa. Se evalúa para corregir y mejorar tanto los procesos como los resultados de los programas educativos; pero también se evalúa para certificar procesos, programas o personas. Por esta razón, los docentes evalúan a sus estudiantes durante el ciclo escolar y al final de éste. Durante el año escolar el maestro utiliza las evaluaciones para retroalimentar a sus estudiantes sobre su aprendizaje. Pero al término del ciclo escolar el profesor emite un juicio sobre el logro académico de cada estudiante, lo que se materializa en una calificación. Este juicio sobre el aprovechamiento de los estudiantes se vuelve en una certificación de lo aprendido por los estudiantes.

Pero la evaluación no solo la practican los docentes. También las instituciones educativas utilizan la evaluación para certificar a personas y a programas educativos. Tales son los casos de los profesores que presentan exámenes de oposición para ingresar a las universidades o para recibir estímulos económicos. O bien, el de los programas de bachillerato, licenciatura y posgrado que son evaluados por agencias externas para poder obtener recursos extraordinarios.

Por ello, llama tanto la atención que se satanice a la evaluación de los docentes y que se diga que ésta se debe de utilizar solamente con propósitos formativos, dejando a un lado a una de las funciones más importantes: la de certificar competencias y servir como un mecanismo de control de calidad. Imaginemos que esta regla se aplique en todos los procesos educativos y que ningún estudiante, ni profesionista será evaluado para certificar sus competencias académicas o profesionales. Todos acreditarán los cursos, serán promovidos a los siguientes grados y serán certificados automáticamente. Tampoco habrá concursos para seleccionar a los estudiantes a las universidades, ni concursos de oposición para conseguir una plaza docente, ni evaluación del desempeño para otorgar estímulos a profesores, ni habrá evaluaciones instituciones para acreditar los programas educativos. No habrá ni estudiantes ni instituciones que gocen de mayor prestigio académico, pues no habrá evaluación de sus procesos ni de sus resultados. Todos por igual; pero, igualmente malos.

Me pregunto: ¿quién le teme a la evaluación docente? En su mayoría, los que no se esfuerzan, no estudian, los que no se capacitan, los que están seguros de reprobar, los que justifican su fracaso en las evaluaciones «mal elaboradas», en las evaluaciones estandarizadas (sin saber su significado), en los propósitos «ocultos, perversos y políticos» de las evaluaciones. Resulta paradójico que en Oaxaca los padres de familia no quieran a los docentes de la CNTE y que exijan que los profesores de sus hijos sean docentes «idóneos»: es decir, aquellos certificados por la evaluación que va a desaparecer AMLO.

La evaluación es solo un instrumento que sirve para mejorar a las personas, los procesos y las instituciones. No se le debe de tener miedo; por el contrario, hay que estudiarla, conocerla bien y saberla utilizar inteligentemente.

Fuente: https://vanguardia.com.mx/articulo/quien-le-teme-la-evaluacion-docente

Comparte este contenido:

Chile: Colegio de Profesores: “Se ha instalado la posverdad de que no queremos evaluarnos”

Chile / 11 de noviembre de 2018 / Autor: Montserrat Rollano / Fuente: Diario UChile

A raíz de la encuesta de Elige Educar que, entre otras cosas, señala que la mayoría de los docentes aprueba la evaluación, desde el Magisterio aseguraron que lo que produce rechazo es la forma en que se realiza esta práctica que, según acusan, genera agobio en los docentes. En esa línea, expertos en educación coincidieron en sus dudas respecto de los mecanismos y la forma en que sus resultados son utilizados.

Más del 80 por ciento de los profesores de colegios municipales habrían visto aumentado su salario gracias a la Ley de carrera Docente. Así lo expuso una encuesta de Elige Educar que, aplicada a más de mil docentes, refleja que la mayoría de ellos tuvo un incremento de entre 100 y 200 mil pesos.

El sondeo también revela que el 69 por ciento de los maestros está de acuerdo con la evaluación docente, mientras que el 80 por ciento aprueba la acreditación obligatoria de la carrera de pedagogía. Un 85 por ciento valora positivamente la formación continua gratuita.

Sin embargo, para el Colegio de Profesores dicha encuesta no es un avance sustantivo respecto de lo que se prometió en un comienzo. En conversación con Radio y Diario Universidad de Chile, el líder del gremio docente, Mario Aguilar, sostuvo que “en principio parece una encuesta que tiene cierto sesgo en la forma en que se pregunta”.

En esa línea, Aguilar aseguró que “efectivamente, un porcentaje alto subió su sueldo, pero la misma respuesta de los profesores señala que el aumento no fue tan considerable como se propagandeaba en esos momentos. Se hablaba, incluso, que los profesores podrían duplicar su sueldo y lo que se demuestra es que los aumentos fueron bastantes más modestos”, dijo.

El presidente del Magisterio abordó, además, el alto respaldo del profesorado a la evaluación docente. Según señaló, la mayoría del gremio está de acuerdo con la medida, sin embargo, “sigue vigente el cuestionamiento al concepto del rol docente que está en la evaluación”.

“El profesorado entiende perfectamente que distintos modos de evaluar el trabajo que se hace, deben existir, en eso no hay una resistencia. Efectivamente se ha instalado una pos verdad de que el profesorado no quiere evaluarse. Lo que nosotros cuestionamos es el sistema de evaluación, el agobio que se genera(…) desde el Ministerio de Educación hay dos sistemas de evaluación paralelos, además, la ley faculta que los sostenedores hagan otra más. Todo eso ha llevado a que muchas veces el docente tenga que dedicar mucho más tiempo a preparar las evaluaciones que el trabajo pedagógico con los niños”.

Para la directora de Política Educativa de Educación 2020, Nicole Cisternas, “es notable que en poco tiempo, tantos profesores reconozcan un incremento en sus salarios” Esto, considerando que Chile era conocido por ser uno de los países de la OCDE con las remuneraciones más bajas”.

Sin embargo, advirtió que las condiciones de trabajo de los docentes se componen de más elementos que sólo las remuneraciones. En ese sentido, señaló que se debe poner atención en otros factores como la cantidad de horas extras que laboran los maestros.

“Es bueno que celebremos este avance, pero también que pongamos atención en otros factores que son importantes de agobio. Sobre el tema de la evaluación, efectivamente demuestra que la consideran importante, pero que no la consideran muy útil para su trabajo. Yo creo que ahí hay un desafío en cómo se usan los resultados de la evaluación” indicó.

En relación a este punto, el director de la fundación Nodo XXI, Víctor Orellana, cuestionó la real utilidad de este instrumento tal cual es aplicado.

“Hay un tremendo esfuerzo en evaluarlos (a los profesores) que no se traduce en herramientas reales para que puedan hacer mejor su trabajo y eso es preocupante. Creo que hay un ánimo de sacarle un resultado a esta encuesta para legitimar una reforma y seguir evadiendo el problema de fondo que es que los profesores no tienen condiciones para hacer bien su trabajo”.

El experto enfatizó que “insistir en responsabilizar a los profesores como los grandes culpables de los problemas de la educación chilena es un discurso interesado que han elaborado quienes han hecho éstas políticas durante los últimos años.

Fuente de la Noticia:

Colegio de Profesores: “Se ha instalado la posverdad de que no queremos evaluarnos”

ove/mahv/293887

Comparte este contenido:

México: ¿Son los profesores holográficos el futuro de la enseñanza?

México / 11 de noviembre de 2018 / Autor: José Carlos Naranjo / Fuente: Crónica Global

Un centro educativo de México ha ofrecido su primera clase formal utilizando el holograma de un profesor situado a kilómetros de distancia de sus estudiantes

Comparte este contenido:

El Banco Mundial distingue a un proyecto argentino de capacitación para directores de escuela

La capacitación incluye seis semanas de manera presencial y un año de seguimiento virtual.

America del Sur/Argentina
El Programa de Liderazgo e Innovación Educativa (PLIE), que capacitó en liderazgo educativo a 3.740 directivos y docentes de 1.974 escuelas de distintos niveles y modalidades educativas, fue reconocido por el Banco Mundial entre las 13 experiencias educativas más innovadoras de América latina.

Implementado desde hace dos años en las provincias argentinas de Mendoza, Salta, Jujuy y Corrientes, merced a un convenio entre la Fundación Varkey y el Ministerio de Educación de la Nación, el programa ya había sido destacado en marzo pasado cuando se convirtió en un caso de estudio de la Universidad de Harvard.

El plan consiste en una capacitación presencial de seis semanas, con distintas etapas de desarrollo de proyectos, y un seguimiento virtual a lo largo de un año. Ese último período es acompañado por “seguidores de proyectos” que van a las escuelas a colaborar con lo que haga falta.

“Encontramos que había mucha necesidad de este tipo de capacitación y la demanda sigue siendo alta. Por cada escuela que se anotó, cursaron un director y un integrante del equipo de conducción que, a su vez, luego llevaron sus proyectos a los establecimientos”, explicó a telefenoticias.com.ar Agustín Porres, director de la Fundación Varkey.

Es que conducir una escuela no es tarea sencilla. Los docentes que encaran el desafío suelen enfrentarse a la necesidad de contar con una formación específica y herramientas para la gestión. Partiendo de esa base y de un diagnóstico que revela falencias en la preparación, el PLIE otorga herramientas muy útiles a los participantes.

Al presentar los resultados de su trabajo en la sede de la entidad en la Universidad Champagnat de Mendoza, Porres contó que decidieron medir el impacto del programa a través de una encuesta a los docentes. “El 96 por ciento de los maestros entrevistados manifestó haber percibido cambios favorables en sus escuelas”, precisó.

El 98 por ciento de los participantes proceden de escuelas estatales. La idea es que puedan pensar y proponer acciones para lograr una escuela mejorada e integrada con la comunidad. Y resaltar el valor del liderazgo y la innovación

Mónica Coz, supervisora de Escuelas Primarias en Mendoza, contó a telefenoticias.com.ar que normalmente en las capacitaciones cada uno lleva una problemática de su escuela pero también, a veces, los directivos plantean dificultades de articulación. Por eso, tres supervisores de la regional norte de esa ciudad que nuclea a 30 escuelas, decidieron desarrollar un proyecto conjunto. Así fue como crearon una comunidad de aprendizaje que apunta a un trabajo metodológico común.

“Armamos un sitio web con contenidos consensuados para poner a disposición de todos e interactuar entre los establecimientos”, ejemplificó la supervisora.

Gustavo Capone, subsecretario de Educación de la Dirección General de Escuelas, expresó que los resultados que se empiezan a percibir son alentadores. “Hemos medido particularmente dos escuelas de alta vulnerabilidad social en las que los directivos participaron de la capacitación y ya estamos viendo cómo comienzan a instrumentar sus aprendizajes. Se genera un clima distinto en beneficio directo de toda la comunidad educativa”, destacó.

Las experiencias son diversas. El informe con la evaluación del programa da cuenta de algunos de esos trabajos.

– El proyecto de la conducción de la Escuela N° 553 de San Cayetano, en Corrientes, apuntó a renovar formas de trabajo. Ahí, donde acostumbraban a dejar los celulares fuera del aula, por ejemplo, ahora los aprovechan para trabajar con distintas aplicaciones educativas.

– En la Escuela Agrotécnica N° 10 de Maimará, en Jujuy, el equipo directivo tomó nuevas prácticas de enseñanza inclusivas y en contacto con la comunidad, alentando la valorización de los productos regionales en un trabajo colaborativo.

– En la Escuela Camino del Inca de Vaqueros, en Salta, donde realizaban un trabajo comprometido pero individualizado y enfrentaban serios problemas de ausentismo, el proyecto apuntó a una planificación articulada con los padres: hicieron un relevamiento de sus oficios y ocupaciones y los invitaron a enseñar sus conocimientos. Eso motivó el interés de los chicos y profundizó el diálogo con las familias para evitar el ausentismo.

Fuente: https://telefenoticias.com.ar/actualidad/el-banco-mundial-distingue-a-un-proyecto-argentino-de-capacitacion-para-directores-de-escuela/

Comparte este contenido:
Page 56 of 213
1 54 55 56 57 58 213