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Libro: El cine como posibilidad de pensamiento desde la pedagogía: una mirada a la formación de maestros (PDF)

Colombia / 2 de diciembre de 2018 / Autores: Víctor Manuel Rodríguez Murcia, Angélica del Pilar Osorio, Diana Milena Peñuela Contreras y Claudia Marcela Rodríguez / Fuente: UPN

Primera edición, 2014
Editor: Universidad Pedagógica Nacional, Alba Lucía Bernal Cerquera.
El presente libro da cuenta de nuestros deseos imaginados, manifiestos en las imágenes hechas pedagogía, formación y maestro; es una apuesta política y académica, con relación al pensamiento y al cine. La investigación parte del deseo que busca mostrar y describir imágenes hechas experiencia que el lector encontrará asociadas a figuras metafóricas empleadas desde el
lenguaje técnico cinematográfico y que articulan los distintos capítulos del libro.
Así, a partir de seis apartados que buscan profanar lo ya naturalizado, lo hecho sagrado e incuestionable en nuestra sociedad, se busca cuestionar la imagen profana, lo imaginado que desea ser imagen a partir de la potencia en sujeto y en colectivo de la experiencia de ser maestro.
Link para la descarga:
http://editorial.pedagogica.edu.co/docs/files/El%20cine%20como%20posibilidad%20de%20pensamiento%20desde%20la%20pedagogi_a.pdf
Fuente de la Reseña:
http://editorial.pedagogica.edu.co/verpub.php?pubid=464
ove/mahv
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37 centros en Ecuador ofrecen 286 carreras para educadores

América del sur/Ecuador/29 Noviembre 2018/Fuente: El comercio

En las universidades de Ecuador se ofertan 286 carreras de tercer nivel (hay más de 2 000) y 33 programas de posgrado relacionados con educación. La especialidad en la que se forman las parvularias estuvo entre las 10 más buscadas en el segundo semestre del 2017 y en el primero de este 2018.

Ese interés no se registró entre el 2012 y el 2016, cuando las carreras más postuladas fueron las que tienen que ver con la salud, como ocurre hasta ahora. Eso muestran los datos de la Secretaría de Educación Superior (Senescyt).

Emilia Rojas tiene 20 años y cursa el séptimo semestre de Educación en la Universidad San Francisco de Quito (USFQ). Ella optó por esta alternativa debido a su vocación. Siempre recuerda que desde que era niña jugaba a ‘la escuelita’ con sus primas.

Entonces adoraba ser profesora, al igual que disfruta de sus clases ahora. ¿La razón? La formación que recibe está basada en las experiencias, proyectos y prácticas, que le dejan conectarse con estudiantes y romper con los estereotipos de la educación tradicional.

Antes -relata la joven- una clase tenía como protagonista al docente, quien dictaba la materia y los chicos escribían todo. Hoy eso ya no aplica. “El aprendizaje colaborativo debe tener más peso. Esto significa que el maestro sea el guía que se retroalimenta con los aportes de sus alumnos”.

En esta carrera se trabaja en conocimientos y destrezas pedagógicos, científicos e investigativos. La meta es que los chicos desarrollen una mente más abierta e iniciativas para proponer cambios, anota Claudia Tobar, directora del Instituto de Enseñanza y Aprendizaje (IDEA) y de la Academia Shift, de la USFQ.

En el país hay 37 universidades y escuelas politécnicas que ofrecen carreras y programas en el campo educativo. La mayoría son públicas, esto es 23 planteles (60,8%). El resto son cofinanciadas y autofinanciadas, según la Senescyt.

En la Universidad Central está la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación, que dispone de 10 subcarreras. Inicial, Pedagogía de los idiomas nacionales y extranjeros, de la Historia y Ciencias Sociales, de las Ciencias Experimentales, Matemática, Física e Informática son algunas de ellas. Más de 1 000 chicos se forman para ser profesores.

Ellos se graduarán con un perfil humanista, científico y tecnológico. Esa es la meta en los nueve semestres, explica la decana Ruth Páez.

Jorge Sandoval, de 22 años, egresó de esa facultad. No fue su primera opción, lo admite, pero de un semestre a otro se “enamoró de la carrera”.

Durante sus años de formación lo prepararon para dar clases y para emprender investigaciones. Espera obtener su licenciatura y luego postularse para una maestría.

En la Universidad Nacional de Educación (UNAE), el docente que se forma en este centro tiene un perfil de investigador. Desde el primer ciclo se pone énfasis para desarrollar esta habilidad, señala el rector Freddy Álvarez.

En el 2014, la UNAE abrió sus puertas con 19 estudiantes. Hoy registra a 3 207 alumnos en carreras presenciales y a distancia. Y hay 575 personas en el programa de posgrado.

La demanda de carreras de educación se ha mantenido estable en los últimos años, indicó el titular de Senescyt, Adrián Bonilla.

En la primera postulación del segundo ciclo del 2018, un 3,7% de los ­aspirantes -es decir 5 994 chicos- optó por Educación Inicial y el 3,1% o 5 020, por una de Básica. En ese período se ofertaron 21 274 cupos para docencia.

Contrario a lo que ocurre en Ecuador, otros países con mejores resultados en evaluaciones educativas mantienen parámetros estrictos para la admisión de aspirantes.

En Singapur, los mejores bachilleres son ‘reclutados’ para que se conviertan en profesores. Además, reciben incentivos como becas mensuales durante su entrenamiento.

Mientras que en Alemania, la preparación para ser profesor de Educación Básica dura entre seis y siete años. En este período el futuro profesor debe completar una maestría y, al menos, un año de práctica en el aula. Los aspirantes deben superar un proceso nacional de certificación. En Ecuador hay un escalafón desde que rige la Ley de Educación Intercultural, en el 2011. Pero los salarios no son tan atractivos.

Fuente:https://www.elcomercio.com/actualidad/centros-ecuador-ofrecen-carreras-maestros.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com

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No a la UNICABA.

Por: Conversaciones neesarias. 28/11/2018

Sres. y Sras.
Legisladores y Legisladoras de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
República Argentina
De nuestra consideración:
Queremos hacerles llegar nuestra severa preocupación ante la información que esta semana se aprobaría en la Legislatura una normativa que, por un lado, crea la UNICABA y, en el mismo acto, pone en gravísimo riesgo la subsistencia de los históricos Institutos de Formación Docente de la Ciudad.
Sintetizamos a continuación las razones de esta alerta:
1. Acerca de Institutos y Universidades:
– Los IES de la CABA son experiencias valiosísimas para el conjunto de las instituciones formadoras de docentes de América Latina. Han sido señeras en el campo, objeto de observación y de ricos intercambios con instituciones más jóvenes de la educación pública de nuestra región.
– Los IES y las Normales son instituciones históricamente especializadas en la formación de las y los que van a enseñar, con experticia incomparable en el trabajo pedagógico que exige esta preparación.
– Como en prácticamente toda América Latina, el conjunto de las instituciones formadoras de docentes ya forman parte del Nivel Superior de educación. Este es un acuerdo generalizado. Ahora bien, no hay investigación disponible que muestre que las Universidades necesariamente forman mejor a los docentes que los Institutos Superiores. Por el contrario, hay estudios que dan cuenta de las vacancias de dicha formación cuando se desarrolla en Universidades.
2. Acerca de los desafíos de la masificación escolar:
– En tiempos en los que la educación extiende su obligatoriedad y expande su matrícula, la cuestión pedagógica adquiere una relevancia inédita. Frente a la heterogeneidad de poblaciones y trayectorias, está en juego una democratización que exige nuevas pedagogías, que solo pueden construirse con y a partir de los saberes y experiencias acumuladas. En ese sentido, los ISFD trabajaron desde su origen en una articulación entre los saberes disciplinares y las prácticas pedagógicas que ha sido pionera incluso para las universidades que recientemente han emulado ese modelo a partir de las regulaciones para la formación docente de todo el país.
3. Acerca del reconocimiento público del trabajo docente:
– La tarea de enseñar hoy es de una relevancia y responsabilidad inmensa. Las transformaciones contemporáneas sin duda la colocan en un cruce de demandas y advertencias muy complejas cuando de formar a las nuevas generaciones se trata. Sobre todo, si entendemos que en sus manos quedará la formación de los ciudadanos y ciudadanas de las décadas que vienen.
– Dignificar el trabajo de enseñar, reconocer públicamente a quienes lo construyen día a día, mejorar sus coordenadas concretas de trabajo son, sin dudas, condiciones para su mejoramiento. Por eso, pensar y repensar la formación docente exige hacerlo con quienes la construyen cotidianamente. Llama la atención y preocupa la ausencia de diálogos constructivos y respetuosos, de debates abiertos y plurales que los tengan como protagonistas junto a investigadoras, docentes universitarios, gremios docentes, padres de familias, centros de estudiantes, etc.
Entendemos que la formación docente requiere alentar mejoras y promover cambios democráticos. Sin embargo, la futura normativa a punto de aprobarse parece ir en el sentido contrario. Queremos entonces reiterar nuestra inmensa preocupación por las decisiones que tomarán en breve sobre la institucionalidad de la formación docente de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Está en juego, nada más ni nada menos, que la formación de las nuevas generaciones.
Grupo de Trabajo Política educativa y Derecho a la Educación-CLACSO (Investigadores/as de Chile, México, Uruguay, Brasil, Colombia, Argentina).
RED ESTRADO (Red de Estudios sobre el Trabajo Docente)-Argentina (Docentes e investigadoras/es de todas las provincias argentinas).
OPECH (Observatorio Chileno de Políticas Educativas). Universidad de Chile.
Buenos Aires, 21 de noviembre de 2018

Fuente: https://www.facebook.com/notes/conversaciones-necesarias/no-a-la-unicaba/1483003248500745/

Fotografía: Canal Abierto

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Propuestas para una Reforma Educativa

España / 18 de noviembre de 2018 / Autor: Dolores Álvarez Peralías / Fuente: INED21

#eduhora210

La semana pasada –como cada martes de 22 a 23 h–, estuvimos debatiendo en Twitteer sobre educación,#eduhora210, hablamos de la posible Reforma Educativa que se está proponiendo a niveles del Ministerio.

El día anterior se había celebrado un foro en Madrid en el que participaron personas que actualmente rigen los derroteros educativos pero que, a mi entender, no deberían estar en ese contexto; dejemos de lado a aquellas personas que se están enriqueciendo en nombre de la educación y que tienen una experiencia alejada de la escuela, la OCDE será muy importante; pero, al fin y al cabo, está rigiendo una economía de mercado que no es lo que debe imperar en la educación, igualmente, en las mesas había mucha gente de universidades que ya sabemos que en su mayoría están alejadas de lo que son las escuelas y los centros educativos en general, además de esta gente, asistieron a esta jornada profesorado de «a pie de aula», pero no sé muy bien cuál fue su papel allí, porque sus propuestas no creo que tuvieran lugar para el debate.

A GOLPE DE TUITS

Mi aportación en la #eduhora210 a golpe de tuits

Yo empezaría cambiando el sistema de la formación inicial del profesorado porque hay pocas prácticas y se da mucho conocimiento enlatado, la educación es más viva, hay que conocer y experimentar teorías pedagógicas.

El profesorado debe estar en un continuo reciclaje y, para eso, la administración debe contemplarlo en el horario laboral del docente, no a base de horas del horario personal y dependiendo de la voluntad del que la realiza.

Para llevar a cabo cualquier reforma hace falta cubrir las necesidades que hoy tienen los centros, de personal, de edificios, de material… Hace falta creerse que la educación es importante y que para eso hay que destinar más dinero de los presupuestos generales.

La educación no puede fluctuar según el partido que gane el gobierno, tiene la suficiente importancia como para blindar cuestiones tan importantes como la de las plantillas y recursos humanos en general.

Para una reforma educativa hay que considerar a los niños y las niñas como miembros de pleno derecho en la sociedad en la que viven, esto es fundamental; habría quecompensar desigualdades, según los contextos.

Si de verdad el profesorado está motivado daría igual las horas, lo malo es que hay gente que hace las horas justa y cobra lo mismo que el que está echando el doble; es cuestión demotivación.

Queramos o no la profesión docente es muy vocacional, el que ha escogido este camino porque no encontraba otra salida, estará siempre amargado y buscando pegos por todos lados… yo le recomendaría que se buscara otro trabajo porque caerá en depresión.

Yo reformaría la formación inicial y el sistema de acceso, haría como las prácticas en las empresas que si te evalúan correctamente te quedas, en los inicios ya se ve si una persona tiene ganas de aprender y ama su profesión.

Lo difícil sería quiénes evaluarían esas prácticas en las que se decidiría quiénes son compotentes para ejercer de docentes; hay un cuerpo de inspectores que podría, con el debido reciclaje, hacer esa labor.

La reforma educativa debe atender la posibilidad de que todos los centros sean y tengan recursos para ser inclusivos, porque los niños y las niñas son miembros de pleno derecho y deben ser atendidas todas las necesidades educativas personales (NEP).

No podemos olvidar que hay áreas que desarrollar para la integridad de la persona, no todo puede ser lengua y matemáticas… hay niños que con la música, la plástica pueden aprender conceptos básicos de igual manera, integrar las áreas de conocimiento sería lo correcto.

La reforma debe partir de la base, con el apoyo de la Administración, de esta forma nos entenderíamos mejor, nada de lo que otra vez venga impuesto por ley me va a hacer mejorar si yo no quiero, hay gente que se lo salta la «piola».

La educación no puede ser referente de comunidades que se mueven por intereses económicos, la educación es algo muy serio que afecta a la sociedad presente y futura y que debe ir en beneficio de una ciudadanía más crítica, democrática y participativa.

La reforma educativa debe ser integral, teniendo en cuenta a los sectores que componen una comunidad educativa, con verdaderos cauces de participación. Hasta el 10/11 hay para hacer aportaciones, a ver si los claustros se animan y se implican.

Muy de acuerdo, Mercedes, los bancos, las empresas… no tienen mucho que decir en esta cuestión, nuestra profesionalidad debe cerrar las puertas de los intereses económicos que cada vez se están dando más y están manipulando las realidades del aula.

Hace falta mucha lectura pedagógica y didáctica para estar al día y saber por dónde buscar nuevos caminos hacia la motivación del alumnado, de esto carecen mucho nuestros docentes, creen que en la universidad ya lo aprendieron todo y se echan a dormir.

Si queréis ver las aportaciones que se dieron en toda la #eduhora210 podéis pinchar la etiqueta y ver cuánto se habló del tema.

Creo que la EDUCACIÓN necesita una Reforma a lo grande, con la participación de la comunidad educativa, que se tenga en cuenta que un país necesita de gente bien formada como personas en toda su integridad y que para eso la gente que está dirigiendo tiene que creer en ella, no es cuestión baladí, hace falta mucha democracia, justicia, inclusividad, solidaridad, cooperación… para que nuestros estudiantes no se dejen llevar por criterios económicos o partidistas y tengan sus propias ideas que defender y puedan ponerlas en práctica.

Fuente del Artículo:

PROPUESTAS PARA UNA REFORMA EDUCATIVA

ove/mahv

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Estrategias para el Manejo de la Violencia Escolar: Guía para mejorar la convivencia en ámbitos educativos dirigida a personal docente y directivo

Autor(es): Guilli Sergio Mario
Colaborador :Ministerio del Poder Popular para la Educación
Tipo: texto
Editor: Caracas, Venezuela
Idioma:spa

Resumen :Este material está orientado a personal directivo y docente de los establecimientos de educación inicial y media. Surge de la amable invitación que me realizó el personal del Ministerio del Poder Popular para la Educación, luego de haber organizado un conversatorio sobre el tema. La idea cardinal de aquel encuentro y con la que fue pensado este folleto es la de ofrecer soluciones concretas a los desafíos que presenta la violencia en el contexto educativo, a través de una serie de herramientas tanto conceptuales como prácticas y que son el contenido de estas páginas. Si asumimos que la escuela es una comunidad de convivencia, la superación cierto sesgo racionalista en la construcción de la vida de la institución educativa debe ser objeto de nuestros esfuerzos, planteándonos como desafío la posibilidad de integrar de manera más decidida y sistemática la educación en valores y los aspectos emocionales, en el diseño curricular.

Fuente: http://koha.cenamec.gob.ve/cgi-bin/koha/opac-retrieve-file.pl?id=371e0c7c7446b3f740190eb288cadab2

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Docentes para nuestra época

Por Carlos Magro

Urgía crear escuelas, pero urgía más crear maestros

Preámbulo del Decreto de 29 de septiembre de 1931

Cada época demanda sus maestros

Rodolfo Llopis. La revolución en la escuela. 1933

La enseñanza está lejos de ser una tarea sencilla. Es una actividad incierta, contextualizada y construida siempre en respuesta a las particularidades de la vida diaria en las escuelas (Marcelo. 2001). Es una tarea compleja, “laboriosa, paciente y difícil. Mucho más de lo que la gente cree y muchísimo más de lo que piensan los políticos,” dice Francisco Imbernón en Ser docente en una sociedad compleja (Imbernón, 2017).

A pesar de que los docentes son la pieza fundamental de los sistemas educativos y ejercen la influencia más determinante en el aprendizaje de los alumnos (Montero, 2006), la docencia es una profesión paradójica(Hargreaves y Lo, 2000). Cuanto más necesarios son más les criticamos. Cuanto más importante es su intervención y más se espera de ellos, menos apoyo, respeto y margen para la creatividad, la flexibilidad y la innovación tienen (Hargreaves y Lo, 2000). Asistimos a un constante doble discurso (Montero y Gewerc, 2018). Afirmamos su papel central en la mejora de los resultados educativos, pero apenas contamos con ellos a la hora de definir nuevas políticas.

De hecho, repasando las numerosas reformas educativas de los últimos decenios observamos con sorpresa que no se ha planteado en ningún momento una revisión profunda de la profesión docente (competencias docentes, formación inicial, acceso a la profesión, definición de una carrera, desarrollo profesional) y que los cambios que se han hecho (la creación de las facultades, el máster de educación secundaria…) no han generado los resultados esperados y necesarios.

Respecto al profesorado parecen convivir dos políticas contradictorias: “por un lado, la tendencia a la uniformización de la enseñanza y a cierta aversión por la profesionalización de los docentes; y por el otro, la tendencia a una mayor calidad y profesionalidad del ejercicio docente” (Hargreaves y Lo, 2000). Sentimos “la necesidad de revalorizar una profesión que tiene en sus manos el futuro de las generaciones venideras”, pero hemos optado por políticas de control, enfrentamiento y desconfianza que provocan desprofesionalización, “reduciendo los márgenes de libertad en la toma de decisiones profesionales y regulando su quehacer cotidiano de forma exhaustiva.” (Montero y Gewerc, 2018)

Hoy, parece que, por fin, tras varias décadas de reformas educativas, hemos entendido que para cambiar la educación es necesario hacerlo con los docentes, como decía (Vaillant, 2005) no contra o a pesar de ellos y hemos asumido que el cambio y la mejora escolar están más asociados “a procesos de búsqueda, indagación, confianza, formación, asesoramiento, colaboración, que a procesos de vigilancia” (Monarca y Fernández-González, 2016). Parece que, por fin, somos conscientes que es necesario reconocer y dar un mayor protagonismo a los docentes en la reivindicación de su función y en el refuerzo de su presencia pública.

el cambio y la mejora escolar están más asociados a procesos de búsqueda, indagación, confianza, formación, asesoramiento, colaboración, que a procesos de vigilancia

Uno de los aspectos más determinantes y que menos atención ha recibido en nuestro país es el momento de la incorporación a la profesión. Hace años que la investigación insiste en la importancia y dificultad que tienen los primeros años de práctica docente. Hay cosas que solo se aprenden en la práctica. La transición desde la formación inicial a la carrera profesional puede ser en muchos casos traumática y provoca en la mayoría lo que desde hace décadas se conoce como un shock de realidad (Veenman, 1984).

Un shock que lleva en muchas ocasiones a los docentes a recurrir a sus propios recursos, siguiendo aquello que Dan Lortie, en un libro ya clásico titulado Schoolteacher (1975), denominó el aprendizaje por observación, es decir, recurriendo a aquello que aprendieron, muchas veces de manera no intencionada, sobre la práctica docente tras miles de horas pasadas previamente como estudiantes observando a sus maestros, y que llega a crear expectativas y creencias difíciles de remover.

Los primeros años constituyen un periodo fundamental en el desarrollo profesionalLos profesores nuevos tienen que enseñar y tienen que aprender a enseñar (Feiman-Nemser, 2001). Veenman identificó los principales desafíos de los nuevos docentes en distintos países encontrando bastantes similitudes entre ellos: “motivar a los alumnos a aprender, gestionar la clase, lidiar con las diferencias individuales entre los estudiantes, evaluar el trabajo de éstos y gestionar la comunicación con los padres de familia”. (OCDE, 2009). Y, por si fuera poco, como señaló Carlos Marcelo (1999), los nuevos docentes deben hacer todo esto cargados de las mismas responsabilidades que los docentes con más experiencia.

Los profesores nuevos tienen que enseñar y tienen que aprender a enseñar (Feiman-Nemser, 2001)

Los primeros años son un periodo clave también porque es cuando los nuevos profesores aprenden e interiorizan las normas, los valores y las conductas que caracterizan a la cultura escolar (MECD, 2015). Es una etapa “determinante para conseguir un desarrollo profesional coherente y evolutivo” (Marcelo, 2007) y son también años importantes para asegurar un profesorado motivado, implicado y comprometido con su profesión. Para Marcelo (2009), “si queremos asegurar el derecho de nuestros alumnos a aprender y si queremos que nuestras escuelas sigan siendo espacios donde se construye el conocimiento de las nuevas generaciones, es preciso prestar mucha mayor atención a la forma cómo los nuevos profesores se insertan en la cultura escolar”. Aprender a enseñar es un proceso complejo que lleva años.

Clase de construcción de aviones. Volusia County, 1942 | Howard R. Hollem. Library of Congress

                                Clase de construcción de aviones. Volusia County, 1942 | Howard R. Hollem. Library of Congress

Centrarse en estos primeros años nos permite además, como han señalado Denise Mewborn y Andrew Tyminski (2006), entender la importancia que tienen sobre los profesores sus imágenes y creencias previas sobre la enseñanza y el aprendizaje y, por tanto, nos da pistas sobre la necesidad de capacitar a los docentes durante su formación inicial y continua para analizar críticamente esas creencias, a menudo profundamente arraigadas, ayudándoles a desarrollar nuevas visiones de lo que es posible y deseable en la enseñanza que inspiren y guíen su práctica profesional. Como sostuvieron Johnston y Ryan (1983), “los profesores en su primer año de docencia son extranjeros en un mundo extraño, un mundo que les es conocido y desconocido a la vez. Aunque hayan dedicado miles de horas en las escuelas viendo a profesores e implicados en los procesos escolares, los profesores principiantes no están familiarizados con la situación específica en la que empiezan a enseñar”.

No son pocos, por tanto, los autores que defienden de manera clara que el periodo inicial de inserción profesional es una etapa bien diferenciada tanto de la formación inicial como de la formación continua y que requiere una atención específica con programas adecuados. Programas que, en la literatura educativa, y en la práctica en muchos países, se denominan de inducción profesional y que aquí, haciendo uso de una metáfora potente pero peligrosa por las evidentes diferencias, hemos denominado MIR educativo.

Karry K. Wong, en un artículo seminal sobre los programas de inducción profesional, los definió como “una formación integral y exhaustiva, más un proceso de asesoramiento y apoyo a nivel de todo el sistema que dura entre 2 o 3 años, para integrarse posteriormente y de manera natural en los programas de desarrollo profesional de los nuevos profesores” (Wong, 2004).

No hay dos programas de inducción iguales. Hay, de hecho, una gran variedad internacional en cuanto a sus características, contenidos y duración. Pero sí hay elementos comunes: en todos comienzan con una iniciación de 4 o 5 días antes de que comience la escuela; se ofrece una capacitación sistemática durante un período de 2 o 3 años; se facilitan la formación de comunidades de aprendizaje en las que los nuevos maestros puedan establecer contactos y encontrar apoyo; hay un apoyo administrativo fuerte; poseen un elemento de mentoría; y ofrecen oportunidades para que los participantes visiten las aulas de otros compañeros (Wong, 2004). Comparando programas de inducción en Suiza, Japón, Francia, Shanghai y Nueva Zelanda Wong encontró varias coincidencias: programas muy estructurados, completos, rigurosos y monitoreados, donde los distintos roles están claramente definidos; en todos se entendía que era la inducción era una primera fase en un proceso de aprendizaje profesional continuo a lo largo de la vida; y, en todos, la colaboración era vista como una fortaleza, fomentando así el intercambio entre los docentes no solo de experiencias, prácticas, herramientas sino también de un lenguaje común.

La mejora necesaria de la educación pasa por una profunda reforma de la profesión docente pero también somos conscientes hoy que “para cambiar la educación no solo es necesario cambiar al profesorado, sino potenciar al mismo tiempo el cambio en los contextos donde el profesorado desarrolla su cometido: las escuelas, la normativa, el apoyo comunitario, los procesos de decisión, la comunicación” (Imbernón, 2006). “Si queremos nuevas prácticas docentes y patrones de relaciones entre los profesores, esto conduce paralelamente a actuar en los contextos organizativos en que trabajan” (Bolívar, Domingo, Escudero, Rodrigo, 2007).

Si queremos que los cambios tengan una incidencia real en la vida de los centros y que sean sostenibles han de generarse desde dentro para desarrollar su propia cultura innovadora, incidiendo en la estructura organizativa y profesional, implicando al profesorado en un análisis reflexivo de lo que hace. La mejora de un centro educativo depende en gran medida de su capacidad para desarrollar internamente el cambio. La buena noticia es que “todas las escuelas tienen la capacidad interna de mejora”. (Harris, 2002). La transformación, la innovación y el cambio necesarios dependen menos de leyes y reformas que de proyectos de institución y de prácticas profesionales.

Si queremos que los cambios tengan una incidencia real en la vida de los centros y que sean sostenibles han de generarse desde dentro para desarrollar su propia cultura innovadora, incidiendo en la estructura organizativa y profesional, implicando al profesorado en un análisis reflexivo de lo que hace.

Javier Murillo y Gabriela Krichesky recogieron en 2015, las principales lecciones aprendidas de cinco décadas del movimiento de mejora escolar, identificando seis factores que deberíamos tener en cuenta para la puesta en marcha de procesos de transformación escolar: “la colaboración docente y el trabajo en redes; la implicación de la comunidad; el liderazgo sistémico; la centralidad de los procesos de enseñanza y aprendizaje; el debate entre la responsabilidad y la rendición de cuentas; y las nuevas relaciones entre la administración pública y las escuelas”.

Es bien conocida, por reiterada, la frase del informe elaborado por Michael Barber y Mona Mourshed para la consultora Mckinsey en 2007 (Barber y Mourshed, 2007) “la calidad de un sistema educativo tiene como techo la calidad de sus docentes”. Afirmación errónea y perjudicial y que Fernández-Enguita (2017), muy acertadamente ha calificado como el error Mckinsey. Errónea porque como bien sostiene el propio Fernández-Enguita “una organización es siempre algo distinto de los elementos que la forman, el todo es distinto que la suma de las partes” y perjudicial porque al centrar exclusivamente la atención en los profesores de manera individual ignora la enorme importancia que tienen las organizaciones, los recursos y las culturas escolares para la mejora escolar. Un techo, el de la calidad individual de los docentes, que es en todo caso frágil y fácilmente fracturable, y que está sujeto a una presión y a unas demandas que lejos de disminuir crecerán en los próximos años.

no basta con actuar sobre las personas a nivel individual, debemos también actuar sobre las escuelas y las culturas escolares.

La primera consecuencia de todo esto es que no basta con actuar sobre las personas a nivel individual, debemos también actuar sobre las escuelas y las culturas escolares. Para que los cambios sean eficaces han de afectar a los procesos de enseñanza y aprendizaje y a la organización, pero sobre todo a la cultura escolar y a la cultura profesional. Entendiendo por cultura escolar al conjunto de “valores, normas, expectativas, compartidas a la comunidad; a esos elementos que hacen que una escuela sea innovadora, aprenda, trabaje en equipo” (Murillo y Krichesky, 2015) y por cultura profesional los “conocimientos, creencias, valores, normas, rutinas y actitudes del profesorado sobre la enseñanza, sobre enseñanza y tecnologías, sobre el alumnado, las relaciones entre profesores, las visiones de su actividad profesional, sus percepciones sobre el cambio” (Montero y Gewerc, 2018).

Ignacio Sanz. cc by-sa https://flic.kr/p/5gg8Wx

Ignacio Sanz. cc by-sa https://flic.kr/p/5gg8Wx

El cambio educativo sólo será significativo si activa los procesos de acción-reflexión-acción de los protagonistas de forma participativa, cooperativa, negociada y deliberativa (Miranda Martín, 2002). Algo que, por cierto, ya estaba en John Dewey cuando hablaba de la reflective action y en Donald Schön y su profesional reflexivo. Tal y como sostenían Darling-Hammond y Mclaughlin (2004), los profesores aprenden haciendo, leyendo y reflexionando a través de la colaboración con otros, observando muy de cerca el trabajo de los estudiantes, y compartiendo lo que observan.

Lo que nos lleva de nuevo a los programas de inducción profesional. De nada nos serviría poner en marcha programas de inducción profesional (véase un MIR educativo) si éstos refuerzan modelos de enseñanza, prácticas docentes y culturas escolares poco adecuadas para los desafíos educativos actuales. El proceso de inserción no debe solo integrar al nuevo profesorado en la cultura escolar vigente, debe ayudar a desarrollar en los nuevos docentes una mirada crítica y reflexiva de la profesión. Y en eso, el lugar donde se desarrolle ese período de inducción será determinante.

No podemos, por tanto, diseñarlos de manera superficial. Ni hacerlos en cualquier lugar. Los programas de inducción deben ofrecer oportunidades de conexión entre docentes y estar estructurados dentro de comunidades de aprendizaje donde los docentes nuevos y los veteranos interactúen (Wong, 2004). Los mejores programas de inducción, mantenía Wong, deben apoyar redes que creen comunidades de aprendizaje; tratar a todos los participantes como colaboradores valiosos; crear comunidades de aprendizaje donde tanto los nuevos maestros como maestros veteranos, adquieran conocimientos; y demostrar que la enseñanza de calidad no es solo una responsabilidad individual, sino también o, sobre todo, una responsabilidad colectiva.

La colaboración y el apoyo mutuo, las redes profesionales, el aprendizaje permanente, el uso de las evidencias, la implicación de las familias y la colaboración de las administraciones educativas son fundamentales frente al desafío de mejorar un sistema educativo en su conjunto (Hargreaves y Shirley, 2009)

La colaboración y el apoyo mutuo, las redes profesionales, el aprendizaje permanente, el uso de las evidencias, la implicación de las familias y la colaboración de las administraciones educativas son fundamentales frente al desafío de mejorar un sistema educativo en su conjunto (Hargreaves y Shirley, 2009). “La enseñanza se ha convertido en un trabajo imprescindiblemente colectivo”, decía Francisco Imbernón (2001). La colaboración y el intercambio de prácticas entre colegas, no el aislamiento, deben convertirse en la norma para los docentes.

Marianitaaaaa cc by-nc https://flic.kr/p/3mjuTh

Marianitaaaaa cc by-nc https://flic.kr/p/3mjuTh

Este escenario nos exige trabajar a favor de un profesionalismo ampliado, construido en la interacción y colaboración con otros colegas. Necesitamos transformar la tradicional cultura escolar individualista por una cultura de la colaboración. La reclusión en el aula individual no lleva muy lejos la innovación si, al tiempo, no se incrementan los modos de trabajar y aprender juntos. Debemos tener siempre presente que las creencias de los docentes suelen estar determinadas por las estructuras en las que trabajan.

Hoy la complejidad de la enseñanza exige una cultura profesional que, desde la autonomía y el juicio crítico, adopte una disposición colaborativa en el pensamiento y la práctica (Revenga en Imbernón, 2017). No se trata, como advierten Bolívar, Escudero, Teresa Y Rodrigo (2007), de que todos piensen y sientan del mismo modo, “ni de que lo colectivo diluya a lo individual y más personal.” Eliminar el individualismo no es lo mismo que eliminar la individualidad. La individualidad genera desacuerdo creativo y riesgo que son recursos de aprendizaje grupal dinámico y de progreso (Hargreaves y Fullan, 2014).

Hoy la complejidad de la enseñanza exige una cultura profesional que, desde la autonomía y el juicio crítico, adopte una disposición colaborativa en el pensamiento y la práctica (Revenga en Imbernón, 2017)

La innovación y el cambio exigen hacer esfuerzos explícitos para fomentar y desarrollar en las escuelas entornos de confianza. Cada actor implicado debe tener confianza en su propia capacidad, en la de sus colegas y en la de la escuela globalmente para promover la innovación y el cambio (Harris, 2002). El trabajo colectivo en entornos de confianza facilita la reflexión en las propias prácticas, lo que permite a los docentes tomar riesgos, resolver problemas y atender los dilemas en su práctica (Darling-Hammond, Hyler y Gardner, 2017). Necesitamos trabajar por una cultura de la colaboración, la cooperación, la confianza, la complicidad, el apoyo mutuo y la tolerancia profesional. Sin embargo, las actuales estructuras escolares, los tiempos, la organización curricular dificultan que los profesores piensen en términos de problemas compartidos o de objetivos organizativos más amplios. “En el interior de las escuelas, los profesores tienden a pensar en términos de mi aula, mi materia o mis alumnos” (Darling-Hammond y Mclaughlin, 2004). Necesitamos reprofesionalizar la docencia.

Antolín Hernández cc by-nc-sa https://flic.kr/p/59mWjC

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Reprofesionalizar la docencia es, en primer lugar, oponerse a aquellos que pretenden simplificar la complejidad de la enseñanza. Pero también a todos los que consideran que ser docente es sobre todo una cuestión técnica, basada esencialmente en las capacidades individuales y que aceptan sin crítica la afirmación del informe Mckinsey, insisten en individualizar los retos (buscar los mejores expedientes, priorizando la formación de las capacidades individuales…) e ignoran la importancia de los contextos de trabajo y las culturas escolares.

Reprofesionalizar la docencia es, en primer lugar, oponerse a aquellos que pretenden simplificar la complejidad de la enseñanza.

Reprofesionalizar la docencia es aumentar el capital profesional de los docentes y de las escuelas, entendido como la combinación de capital humano, social y decisorio (Hargreaves y Fullan, 2014). El capital humano hace referencia al talento individual. Hace referencia directa a la afirmación del informe Mckinsey, en concreto, y, en general, a todas las políticas educativas y a las posturas que sostienen que la mejora de la educación pasa por seleccionar a los mejores, a los más dotados, a los más formados para ejercer. Pero, como sostienen Hargreaves y Fullan (2014) la variable clave que determina el éxito no es el capital humano sino el grado de capital social, es decir, la cantidad y calidad de las interacciones y relaciones sociales entre las personas.

No es que no sea importante la capacitación individual de los docentes y, por tanto, su formación inicial, la inducción profesional y el desarrollo profesional posterior. Es que no es suficiente. No es suficiente si todo ello no está orientado a desarrollar la capacidad de trabajar y aprender con otros. No es suficiente si lo individual no sirve para potenciar lo colectivo.

No es que no sea importante la capacitación individual de los docentes y, por tanto, su formación inicial, la inducción profesional y el desarrollo profesional posterior. Es que no es suficiente.

Jimmy Baikovicius cc by-sa https://flic.kr/p/CdyDMR

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Reprofesionalizar la docencia pasa, en definitiva, por hacer una apuesta decidida por mejorar la colaboración entre docentes, aumentando su capital profesional. Lo que pasa por aumentar el capital profesional (humano, social y decisorio) de todos los docentes individualmente y del centro educativo colectivamente. Pasa por reconstruir las escuelas como comunidades profesionales de aprendizaje (Bolívar y Bolívar-Ruano, 2016), por romper la cultura individualista y por promover la colegialidad y el trabajo en colaboración como requisitos básicos para la mejora y el cambio educativo. Pasa por ser conscientes de que los grupos, los equipos y las comunidades son muchos más poderosos que los individuos cuando se trata de desarrollar capital humano. Pasa por crear una comunidad de docentes que discuta y desarrolle sus intenciones en conjunto, con tiempo, de modo de desarrollar un sentido común de misión en sus escuelas (Fullan y Hargreaves, 1996). Pasa por hacer de las escuelas no sólo un lugar de aprendizaje para los alumnos, sino también un lugar de aprendizaje y desarrollo profesional para quienes en ella trabajan (Bolívar, Domingo, Escudero, Rodrigo, 2007). Pasa por pensar “el centro como tarea colectiva, convirtiéndolo en el lugar donde se analiza, discute y decide, conjuntamente, sobre lo que pasa y lo que se quiere lograr” (Bolívar, 2000).

La enseñanza no es un asunto técnico

La enseñanza no es un asunto técnico. Todo lo contrario. Es algo profundamente ligado a la acción y a la práctica. Es una práctica racional, reflexiva e intencional pero también subjetiva y altamente incierta. Requiere improvisación, conjetura, experimentación y valoración (Marcelo, 2001), cualidades muy alejadas de una concepción puramente técnica de la misma. Requiere, por parte de los profesionales, de una continua reflexión sobre, desde y en la práctica (Schön, 1983).

Abordar los retos actuales de la educación escolar pasa por hacer una apuesta decidida por mejorar la colaboración entre docentes. Es cierto, como se sostenían desde el Foro de Sevilla, que “es necesario volver a poner de relieve el modelo de profesional docente ligado a un trabajo autónomo, reflexivo y comprometido, lejos de la figura de un aplicador de estándares y normas, sujeto a perfiles profesionales que no corresponden con el trabajo educativo” (Imbernón, Gimeno Sacristán, Rodríguez Martínez y Sured, 2017), pero sobre todo debemos trabajar por transformar la tradicional cultura individualista que aún impera en la mayoría de nuestros centros educativos por una cultura de la colegialidad y el apoyo mutuo. La colegialidad que necesitamos no es lo opuesto a la individualidad.

Abordar los retos actuales de la educación escolar pasa por hacer una apuesta decidida por mejorar la colaboración entre docentes.

Ante los retos educativos de nuestro tiempo, es cada vez más importante romper el tradicional aislamiento del profesor en su aula, así como la separación entre la escuela y su entorno. Es necesario trabajar desde la formación inicial, los periodos de inducción profesional y el desarrollo profesional continuo por una cultura de la colaboración docente, el liderazgo distribuido, el trabajo en redes y la implicación de toda la comunidad.

La única manera de atender al reto de la diversidad es con diversidad

La única manera de atender al reto de la diversidad es con diversidad. Una educación de calidad y adaptativa, no puede surgir de la simple suma de las decisiones de los docentes y otros profesionales, sino que requiere un proyecto educativo compartido que nos lleva al nivel y el ámbito del centro y a su proyecto. (Fernández-Enguita, 2018). Tradicionalmente la escuela ha dado respuestas colectivas (iguales para todos) basadas en el trabajo individual de los docentes. Ahora debe dar respuestas individualizadas desde el trabajo colectivo de equipos docentes.

Parafraseando el decreto de 29 de septiembre de 1931Tan urgente es hoy “crear” escuelas que asuman esta nueva cultura escolar, como “crear” los maestros que impulsen y sostengan esa cultura, desde una concepción de la profesión basada en la colaboración y el apoyo mutuo.

No hay manuales, ni cursillos para ser un buen docente. Llegar a serlo es un proceso largo, altamente contextual, lleno de incertidumbre y conocimiento tácito. El tema es todo menos sencillo.

Referencias:

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Libro: El Gobierno de las palabras de Juan Carlos Monedero

Autor (es):Monedero, Juan Carlos
Tipo:Libro

Editor: Centro Internacional Miranda

Fecha: Caracas 2011
Idioma: spa
Resumen:Con el nacimiento del lenguaje nació la mentira (el engaño, podemos suponer, tiene más larga data). Aún hoy sigue mintiendo más la palabra que el cuerpo, el lenguaje que el gesto, la comunicación no verbal que la entonación o la mirada. De hecho, nuevas hipótesis apuntan que el viaje hacia el lenguaje pasó por desarrollos corporales previos desde donde luego saltaría la palabra: una determinada estructura cerebral, la conexión entre el movimiento de la mano, los ojos y el cerebro, el desarrollo muscular que permite los gestos, la comunicación no verbal, y todo ello en múltiples contextos y posibilidades, terminaron construyendo esa realidad inaudita, extraordinaria, compleja y aún desconocida que es el lenguaje. La posibilidad de comunicarnos permitió dar un salto exponencial en la historia de la humanidad, pues lo que antes necesitaba de la conjunción del azar y de miles de años para permitir la evolución, pasó a lograrse con un recurso, el lenguaje, que otorgaba la capacidad de informar y alertar sin riesgo, sin esfuerzo y con espectaculares resultados (baste pensar lo que implica enseñar el uso del fuego, las capacidades del arado o los efectos de la penicilina). La selección natural dejó, así, paso a la selección técnica, y la comunicación de los desarrollos tecnológicos, de los descubrimientos científicos y médicos, de las formas de organización social y política ha llevado a la humanidad a un momento especial en su historia. Un momento en donde la responsabilidad es tan alta y las respuestas tan escasas que el vértigo se adueña de ella.

Descargar en:http://koha.cenamec.gob.ve/cgi-bin/koha/opac-retrieve-file.pl?id=ffb370a467d280b1a5b15c6672c1b8d7

Fuente:http://bibliotecadigital.cenamec.gob.ve/index.php/el-gobierno-de-las-palabras/

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