La Asociación Nacional de Normandistas e Institutarios de Haití califica hoy de abrumadores los desafíos del sistema educativo y propuso formas concretas para evitar su colapso.
«Es una realidad sombría, las escuelas están desorganizadas por la inseguridad, los maestros abandonados y los estudiantes privados de una enseñanza de calidad», subraya una carta abierta de la agrupación al ministro de Educación Nacional y Formación Profesional, Augustin Antoine.
La educación, la verdadera alma de una nación, está ahora en peligro, y es más complicado ante el incremento del número de desplazados forzosos debido a la violencia.
El movimiento de las familias compromete seriamente el acceso a la instrucción, especialmente en las zonas más vulnerables, puntualiza el texto divulgado por el diario Le National. Los maestros sufren los efectos de la crisis económica, no son bien atendidos y su calidad de vida sigue deteriorándose, por lo que muchos deciden abandonar el país en busca de mejores oportunidades dejando una vacío en el sistema educativo.
Es necesario y urgente el ajuste de los salarios y el otorgamiento de una tarjeta de débito a los profesionales del sector ante el alto costo de la vida y la inflación galopante que vive el país en los últimos años.
La asociación pidió también dotar a todas las escuelas públicas de un comedor escolar para luchar contra el hambre, un gran obstáculo para el aprendizaje.
Recomendó el nombramiento de nuevos maestros e inspectores sobre la base de sus calificaciones, y el establecimiento de préstamos hipotecarios a largo plazo para permitir que los educadores tengan acceso a una vivienda y un transporte dignos.
Solo mejorando las condiciones de los maestros podría lograrse una enseñanza liberadora en la perspectiva de un nuevo Haití.
La asociación hizo un llamado a tomar medidas urgentes para corregir la situación teniendo en cuenta el apoyo a estudiantes, padres de familia y docentes afectados por la inseguridad a través de programas de apoyo psicosocial, financiero y logístico.
En caso de que la cartera mencionada obvie las demandas, será inevitable una huelga nacional y generalizada, advirtieron los miembros de la agrupación.
Informe revela alarmante aumento de violencia sexual contra menores de edad en Haití
Las denuncias por violencia sexual contra menores de edad en Haití han aumentado un alarmante 1.000 % en lo que va de 2024, revelando la magnitud de la “catástrofe humanitaria” que enfrenta el país, según informó el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
En un informe presentado ante el Consejo Económico y Social de la ONU, la directora ejecutiva de Unicef, Catherine Russell, destacó que los grupos armados están abusando de los niños de manera “recurrente”, y sus acciones incluyen asesinatos o mutilaciones.
Each day, Haitians endure some of the worst abuses, and threats to their lives that we are seeing anywhere in the world.
Russell calificó estos hechos como una “aberración” y el “colmo del horror”, y señaló que las bandas paramilitares han comenzado a reclutar menores para aumentar sus filas. Se estima que hasta el 50 % de los integrantes de estas pandillas son niños y adolescentes, lo que representa un incremento del 70 % en la captación de este grupo vulnerable durante el último año.
“Se les utiliza como informadores, cocineros y esclavos sexuales, y se les obliga a perpetrar actos violentos”, afirmó Russell, quien hizo un llamado a la comunidad internacional para que preste más atención a la población haitiana, que “ha sufrido demasiado” y “durante demasiado tiempo”.
Según estimaciones de la ONU, de las 5,5 millones de personas que requieren ayuda humanitaria en Haití, tres millones son niños, quienes representan cerca de la mitad de los más de 700.000 desplazados internos. La situación se agrava aún más debido a que las organizaciones humanitarias enfrentan serias dificultades para llevar a cabo su labor a causa de la violencia, que afecta directamente a 2,7 millones de personas.
La comunidad internacional se enfrenta a un urgente llamado a la acción para abordar esta crisis humanitaria y proteger a los más vulnerables en Haití.
La educación es otra de las muchas víctimas de la violencia en Haití: las escuelas son objetivos de las bandas armadas, refugio de desplazados y los alumnos pierden decenas de días al año de horas lectivas.
Y, si hay algo en lo que creen los haitianos, es en la educación. Los padres prefieren pasar hambre para gastar el dinero en la educación de sus hijos, apuestan por ella para salir de la pobreza y contribuir al progreso de Haití, como queda patente con el dicho ‘Si la escuela vale algo, la nación lo vale todo’, pues se considera que, cuando la escuela no funciona, el país se paraliza.
En el pasado las escuelas se conservaban y respetaban, pero ahora se están convirtiendo en objetivo de bandas armadas. Profesores, alumnos y directores han sido secuestrados y asesinados y muchos centros educativos han sido blanco de tiroteos, saqueos e incendios.
En 2023, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) estimó que la violencia armada contra las escuelas deHaití se había multiplicado por nueve en un año.
Ejemplo de ello es una escuela cuyas paredes están plagadas de agujeros de bala de todos los calibres en el barrio de Cité-Soleil, en la zona de Brooklyn, centro de un conflicto entre dos coaliciones armadas que luchan por controlar el territorio.
“Se puede ver lo nueva que es nuestra escuela, pero tenemos que abandonarla y dar clase a los niños en un espacio estrecho”, dice la responsable de una institución humanitaria que trabaja en Cité-Soleil, donde miles de personas viven en la miseria extrema, lejos de servicios básicos como el agua, la electricidad y la sanidad.
Las escuelas se vacían
La educación en Haití ya no es la misma, se deteriora, por lo que las escuelas tienen que revisar su funcionamiento, reinventarse o desaparecer, lo que repercute en el rendimiento escolar.
Michelle, que se dedica a la enseñanza desde hace al menos diez años, puede dar fe de ello: “Hacemos muy pocos ejercicios. Solo nos centramos en lo esencial. Es como si preparáramos a los niños para los exámenes, mientras que antes la escuela preparaba a los niños para la vida”.
“Organizábamos días de recreo y días llenos de color. Dada la situación del país, ya no podemos hacerlo. Antes podíamos hacer visitas, llevar a los niños a sitios históricos, pero ya no podemos hacerlo. Ya no es posible por la inseguridad”, afirma Michelle, quien se queja de que hace dos semanas que no puede dar clase ni llevar a su hija a la escuela.
Educación en Haití, bloqueada por la brecha de desigualdad
Para suplir las carencias y seguir funcionado, algunas escuelas recurren a la tecnología, como los grupos de WhatsApp o las plataformas de aprendizaje virtual, pero en un país donde solo alrededor del 25 % de la población tiene acceso a la electricidad y donde la alimentación prima sobre otras necesidades lo que esto hace es crear desigualdades.
“Los deberes que se dan en la escuela exigen que los niños investiguen en internet. Se dan muy pocas clases. Ya no se trabaja los sábados”, explica a EFE Sandrine, una joven educadora.
Además, las escuelas y también las universidades se enfrentan a una importante pérdida de alumnos en los últimos años, o bien disminuye la cifra de matriculados o bien el número de estudiantes que van a diario a clase se reduce jornada tras jornada. La culpa de ello la tienen los ataques de bandas que obligan a las familias a abandonar sus casas y los programas humanitarios que facilitan a los haitianos la salida del país
También escuelas y universidades se están vaciando de profesores que optan por abandonar el país. Además, unas familias cada vez más empobrecidas no pueden mandar a sus hijos al colegio.
El fracaso escolar
La vida ha cambiado para los alumnos, que pierden decenas de días al año de clase con el consiguiente impacto en el nivel escolar. Cuando no son las bandas las que ocupan los colegios, lo hacen los desplazados que huyen del terror de las bandas armadas (hay más de 300.000 desplazados, según las últimas cifras de la Organización Internacional para las Migraciones).
Tampoco se ven ya imágenes antes habituales, como cuando caía la noche a finales de año y los estudiantes se preparaban para los exámenes finales u oficiales bajo las torres eléctricas y en las plazas públicas. Ahora, cuando cae la noche, las calles se vacían.
A ello se une unos alumnos cada vez menos motivados e interesados, lo que provoca un aumento del fracaso escolar.
La infancia ya no es la misma. Vive al ritmo de los disparos, los desplazamientos forzosos y la pérdida de sus padres. En la escuela, las calles y los barrios, los tiroteos forman parte de su vida cotidiana. Ahora los niños no necesitan estar enfermos o que lleguen los fines de semana para no ir al colegio, simplemente muchas veces no pueden acudir.
El gobierno del primer ministro de Haití, Ariel Henry, sólo destina un 1,1 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) a la educación, un presupuesto que hoy sigue sin cubrir las necesidades esenciales de ese sector.
Esto demuestra la debilidad de la inversión pública en el sistema educativo, declaró la especialista, Marie Evane, quien explicó que este porcentaje del PIB está muy por debajo de la media, que es de un 4,3 por ciento.
La cifra refleja la falta de interés del gobierno haitiano por la educación, satisfacer las necesidades de las escuelas, e incluso la calidad de la enseñanza, parece una misión imposible, puntualizó la experta en una reunión organizada por el Banco Interamericano de Desarrollo
En ese contexto, la ministra de Educación Nacional y Formación Profesional, Nesmy Manigat, abogó por una reforma prioritaria de los planes de estudios, con exigencias como la educación integradora, la innovación, el papel de los padres y las comunidades, y la elección de un multilingüismo funcional y abierto.
Para pasar de las palabras a los hechos, la titular anunció su intención de digitalizar próximamente el registro de escuelas y alumnos en el ministerio.
No faltan proyectos, pero es vital el aumento de la cantidad del gasto público en educación como uno de los factores clave para garantizar el éxito, resaltó Manigat citada por el diario Le Nouvelliste.
El Director General del Fondo Nacional de Educación, Jean Ronald, se refirió a la Constitución de 1987 para subrayar la responsabilidad de los poderes públicos en materia de educación.
Pues la carta magna estipula que “la educación es responsabilidad del Estado y de las autoridades locales. Deben poner la escolarización gratuita al alcance de todos y velar por que los profesores de los sectores público y no público reciban una formación adecuada», citó Ronald.
Declaración con motivo del Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres
La Agrupación Educación para Todos (REPT) expresa su preocupación por el aumento de los actos de violencia contra las mujeres y las niñas con motivo del Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres, que se celebra cada 25 de noviembre.
La difícil situación que atraviesa el país, donde la inseguridad hace estragos en muchas zonas de Puerto Príncipe y en las provincias, expone a las mujeres y las niñas a todo tipo de violencia. En este contexto, las mujeres y las niñas siguen siendo víctimas de violaciones y secuestros colectivos o individuales.
Los bandidos armados utilizan el cuerpo de las mujeres como arma en las violaciones colectivas en los barrios populares, mientras que las autoridades estatales se niegan a tomar las medidas adecuadas para poner fin a estas malas prácticas.
Al mismo tiempo, a la Agrupación Educación para Todos (REPT) también le preocupa que, incluso en las escuelas, las niñas y las jóvenes sigan siendo víctimas de violencia sexual y de otras violencias distintas de la violencia contra las mujeres.
La Agrupación Educación para Todos (REPT) hace un llamamiento a las autoridades para que tomen las medidas adecuadas para combatir todas las formas de violencia contra las mujeres y las niñas en el país. El REPT pide a los responsables gubernamentales que tomen medidas para prevenir la violencia en las escuelas y que presten el apoyo necesario a todas las víctimas de la violencia.
El último Informe Global sobre la Crisis Alimentaria, publicado en 2023, alerta sobre las posibilidades de una hambruna en Haití, país donde las sucesivas intervenciones extranjeras -para su “normalización”- han consolidado una crisis de carácter estructural.
La crisis humanitaria que vive Haití no es ninguna novedad. Tanto el terremoto de 2010, que dejó más de 200.000 muertos y millones de desplazados, las “intervenciones humanitarias” plagadas de denuncias de abuso sexual y participación en diferentes masacres contra organizaciones barriales, así como las constantes crisis políticas -desde golpes de Estado hasta el asesinato del presidente Jovenel Moïse- han servido de excusa, por parte de los organismos internacionales, de una acción conjunta internacional para “normalizar” el país.
De los 11,4 millones de habitantes que tiene Haití, al menos 5 millones sufren inseguridad alimentaria. A esta situación de miseria generalizada, se le suma la violencia que padece la población frente a las bandas criminales, que controlan gran parte del territorio ante la omisión (o acción) del gobierno de turno.
Sólo en 2023, se cometieron 1.446 asesinatos en el territorio, un promedio de 14 por día. A su vez, se registró 28% más secuestros que en 2022, con un total de 395 hasta la fecha. Estos datos reflejan la situación de violencia sistemática, pese a las sucesivas misiones humanitarias que llegaron al país a instancias de los organismos multilaterales.
Si bien los números son escalofriantes, la solidaridad internacional para con Haití está lejos de ser verdadera. Las sobradas muestras de preocupación y exigencias de una normalización del país se reducen únicamente a pedidos de intervención extranjera, algo que las y los haitianos conocen bien, y que sólo ha servido para empeorar la situación.
Según explican Mamyrah Prosper y Lautaro Rivara en el artículo “El intervencionismo humanitario. Misiones de paz, ONG coloniales y violencia sexual: el caso Haití”, este llamado a la intervención por cuestiones humanitarias “es una de las modalidades, cada vez más dominantes, del cambio de régimen”, cuyo carácter es indirecto y subsidiario.
Bajo el paradigma de “ayuda humanitaria”, tanto las potencias imperialistas como los organismos internacionales por ellas creadas pretenden una recolonización permanente del territorio. El argumento es que tanto el gobierno como la sociedad civil son incapaces de propiciar las condiciones para una normalización a la medida de Occidente, lo cual no sólo deshumaniza a las poblaciones receptoras de dicha ayuda, sino que las entiende incapaces de gestionar por sí mismas los aspectos más elementales de su existencia.
Bajo esta lógica es que, en Haití, se llevan a cabo una serie de intervenciones desde 2004, año en que una crisis política doméstica motivó el despliegue de más de 10.000 soldados de diferentes países, en lo que se denominó como Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH). La decisión fue impulsada por la ONU y la Organización de Estados Americanos (OEA), quienes, a instancias de Estados Unidos, Canadá y Francia (con fuertes intereses en el territorio), determinaron de forma deliberada que Haití representaba una amenaza a la seguridad internacional.
Si bien la MINUSTAH fue concebida para actuar en el territorio durante seis meses, su presencia se extendió por 13 años, durante los cuales se aplicó una política sistemática de violencia sexual contra la población y se cometieron una serie de masacres con el fin de diezmar a la resistencia y someter a la sociedad civil.
A lo largo de su historia como nación, la violencia sexual en Haití sirvió como forma de generar terror en las personas y su consecuente desplazamiento, algo que permitió a las potencias imperialistas consolidar su dominio sobre territorios ancestrales de las comunidades. A su vez, las masacres en barrios populosos de la zona metropolitana (la más famosa ocurrida en Cité Soleil), atribuidas a los Cascos Azules, tuvieron como fin desmembrar organizaciones sociales y la desmovilización popular para romper los lazos comunitarios. En esos territorios es donde hoy crece el dominio de las bandas criminales y organizaciones armadas.
Estas intervenciones humanitarias contaron también con otro factor: problema de las organizaciones no gubernamentales. Con las ONG, que comenzaron a ganar peso en la década de 1990 con la consolidación del neoliberalismo como política económica, se dio una instrumentalización particular del intervencionismo humanitario. A través de la captación de ayuda internacional, las ONG hicieron de la ayuda humanitaria un mecanismo de intervención para la defensa de los intereses geoestratégicos de los Estados centrales.
En palabras de Rivara y Prosper, “en el caso haitiano, los cuantiosos flujos de cooperación internacional ayudaron a inhibir aún más el deficitario accionar estatal, privatizando y fragmentando la oferta de servicios públicos en materia sanitaria, educativa, productiva y habitacional”.
La narrativa de la ayuda humanitaria sirvió durante años para Haití y, con el tiempo -y su éxito en la opinión pública debido al abordaje que de ella se hace en los medios hegemónicos-, otros países como Venezuela y Cuba fueron objeto de pedidos de intervención humanitaria, cuyo fin último es forzar el cambio de régimen en favor de los intereses del imperialismo.
La situación de Haití, con la violencia social y la extrema pobreza como características estructurales, es consecuencia directa de la lógica intervencionista humanitaria. No se trata de “normalizar” el país para imponer allí una democracia que responda a los intereses de Occidente, sino de una estrategia sostenida y sistemática de recolonización, la cual comienza a vislumbrarse como una nueva forma de intervención en los países donde el imperialismo pretende mantener su influencia.
Foto de portada: Andrés Martínez Casares – Reuters
El Ministerio de Educación de Haití anunció hoy que a finales de este mes comenzará el censo a las escuelas del país, lo cual permitirá una mejor gobernanza del sistema de enseñanza.
El registro de las instituciones académicas que tendrá lugar del 27 de marzo al 28 de abril expresa la voluntad de las autoridades a transformar la escuela, aseguró el ministro Nesmy Manigat.
La transformación, agregó, no será posible si no se dispone de datos fiables sobre el número de escuelas que funcionan, su ubicación, cifra de profesores afiliados y otros, señaló el titular.
La iniciativa forma parte de una serie de medidas adoptadas por el Ministerio de Educación para controlar los centros docentes y reformar el sistema de enseñanza con el propósito de que todos los estudiantes tengan un acceso equitativo a las materias.
Otro de los proyectos implementados es la distribución del libro único en criollo haitiano para los alumnos de los primeros grados fundamentales, que les permitirá aprender en su lengua materna.
En Haití cerca del 90 por ciento de las escuelas son privadas y en varias ocasiones las autoridades educativas advirtieron que algunas de ellas no forman parte del sistema de enseñanza.
También denunciaron que algunos profesores no están capacitados para impartir clases, con lo cual los alumnos terminan los cursos sin los conocimientos suficientes.
El sistema de educación enfrenta también los desafíos de los recurrentes disturbios sociopolíticos, crisis económica e inseguridad, y Manigat reconoció que en el último lustro los estudiantes perdieron al menos un año escolar.
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