Por: Sergio Abraham Méndez Moissen
La adolescencia: esa máquina de guerra perdurable, rebelde, de la humanidad.
Walter Benjamin, marxista alemán de formación judía, escribió una teoría pedagógica crítica de la infancia. Efectivamente. Uno de los más importantes pasatiempos del autor de Los pasajes de París era coleccionar libros para niños y adolescentes. Su bella colección se encuentra en Londres.
Niños en Fotoplastikon de Varsovia
¿Qué le fascinaba tanto sobre la adolescencia al autor de las Tesis sobre la historia? Varias aristas. Escribió sobre la cuestión en Infancia en Berlín hacia 1900 y Calle de dirección única. Dedicó varias sesiones de radio para adolescentes con temas muy variados: la quema de brujas, la Edad Media, los mitos de Roma, Cartago.
Vivir ahora, gozar ahora
El adulto moderno no puede alegrarse. Ya no disfruta igual. Según Benjamin el adolescente vive en un presente intacto difícilmente entendible por el adulto. ¿Quien pagará las cuentas? ¿Quien me ayudará a llegar a fin de mes? El adulto ni disfruta el tiempo ahora.
El adulto vive en un futuro alargado, permanente y perpetuo. Planea, organiza, construye. Algo sucede en el medio. No puede permanecer en el tiempo presente.
El adolescente es especial y opuesto en el vértice, según Benjamin, pues tiende a que su sensibilidad esté a flor de todos los sentidos; tiene una aptitud maravillosa para el goce, el miedo, el padecimiento, la felicidad; una entrega en plenitud al presente, en esa detención “mesiánica del tiempo en el momento”. Señala María Delia Cabral que esta idea constituye una aporía: los adolescentes disfrutan del presente como nadie, el adulto se angustia por lo que vendrá.
A esto le llaman indisciplina. De ahí que al adolescente se le considere un adulto pequeño que debe ser disciplinado por las instituciones de la modernidad: la escuela, el trabajo, la familia. Se le considera incapaz de pensar individualmente y además, es considerado como incapacitado para pensar de modo coherente.
El adolescente vive el ahora en tanto que está permanentemente disfrutando, gozando de modo pleno, por medio de la experiencia presente de un modo lúdico la realidad y la traspasa, la modifica, la transgrede. El adulto piensa en dinero, en cosas para comprar el mundo material y en banalidades del mundo artístistico, piensa en tener más aunque se endeude, en la moda, el carro del año y cosas que no son tan importantes en el fondo como disfrutar el ahora, el presente y el mundo real desencantando lo que nos hacen pensar es “lo importante”.
La fuerza del juego se expresa en la idea benjaminiana, jugar es un acto liberador, olvidamos cómo se hace cuando el impulso de jugar repentinamente invade a un adulto, esto no significa recaída en la infancia. Por supuesto jugar siempre supone una liberación. Al jugar los niños, rodeados de un mundo de gigantes, crean uno pequeño que es el adecuado para ellos; en cambio el adulto, rodeado por la amenaza de lo real, le quita horror al mundo haciendo de él una copia reducida.
Lo que vendrá, catástrofes
Difícilmente sabremos qué es vivir ahora. Los adultos siempre pensamos las grandes angustias de la vida. Aquí se invierte la teoría Benjamin sugiere: no tenemos de disciplinar al adolescente, debemos aprender de él.
Con el paso del tiempo el trabajo, la escuela, la familia, la moda, los medios de comunicación, los años de vida nos hacen olvidar lo maravilloso que es vivir y gozar, disfrutar el ahora mismo, el tiempo hoy, el presente mesiánico.
¿No será que los adolescentes y los niños deberían deseducar a los adultos? Pienso en que vamos obligado a nuestros jóvenes a vivir un estilo de vida que no les corresponde y que los adultos debemos aprender el mundo mágico de la adolescencia y la juventud. En el mundo capitalista los adolescentes y los niños viven una terrible situación de explotación.
¿Cuantos niños deben ir a trabajar en el surco y olvidar los juguetes y entrar en el mundo real de los jornaleros? ¿Cuantos deberán pensar en el futuro sobre que deben hacer para el trabajo? ¿Cuantos más deberán pensar que deben llegar a casa con algunas monedas para aliviar el dolor familiar?
Según la OIT:
En todo el mundo hay aproximadamente 168 millones de niños que trabajan. Y muchos de ellos lo hacen en regiones asoladas por conflictos y catástrofes. Más de la mitad de ellos, es decir, 85 millones, efectúan trabajos peligrosos poniendo en riesgo su vida, pero además estos menores no van a la escuela y no tienen tiempo de jugar.
Sigue el informe sobre trabajo infantil y juvenil de la OIT:
La industria textil depara grandes problemas al respecto en Asia: en Bangladesh, pero también en Myanmar, los niños se encargan de coser ropa barata para su exportación. H&M y otros grandes marcas de ropa dieron a conocer que buscan actuar expresamente contra el trabajo infantil. Pero esto representa un gran desafío. Porque, por ejemplo, se ha propagado el hábito de concurrir a la cita laboral con papeles de parientes de mayor edad, indica la DPA.
Esa niñez es obligada a dejar sus juguetes: deben vender su mano de obra para que su especie sobreviva. Niñez y adolescencia proletaria, le llama la OIT.
A los adultos: aprendamos a jugar y a regresar a los fuertes compromisos con el tiempo ahora mesiánico del presente. A los niños y adolescentes: sigan en un guerra perdurable, rebelde, de la humanidad.
Fuente: https://www.laizquierdadiario.com/Walter-Benjamin-una-teoria-critica-de-la-adolescencia-vivir-ahora-gozar-ahora