Según un nuevo estudio, los niños transgénero tienen un conocimiento sólido sobre quiénes son desde antes de entrar a preescolar
América del Norte/EEUU/huffingtonpost.com.mx
Las discusiones sobre cómo deben responder los padres cuando sus hijos les revelan que son transgénero deberían tener una solución sencilla. Según un nuevo estudio, la respuesta podría ser confiar en ellos, incluso si son tan jóvenes como de tres años.
El estudio, realizado por psicólogos como Kristin Olson, quien dirige el Proyecto TransYouth de la Universidad de Washington, analizó los intereses y el comportamiento de más de 250 niños, de tres a 12 años, durante aproximadamente tres años y medio.
La investigación descubrió que lo que podría considerarse como intereses e identidades basadas en el género de los niños es altamente probable que no cambien con la edad.
El estudio, que también incluyó a psicólogos de la Universidad de Oxford y la Universidad de Massachusetts dividió a los niños en tres grupos.
En el primero estaban los niños que habían «hecho una transición social», es decir, que habían cambiado sus pronombres de género, la forma en que se visten o usan su cabello, y su nombre. En otro, hijos que se ajustaban al género que tenían al nacer. Y en el tercero estaban los niños que no estaban de acuerdo con el género de alguna manera. Todos los niños del tercer grupo tenían cierto grado de interés en los juguetes, la ropa o el comportamiento generalmente asociado con el sexo opuesto al que se les asignó al nacer.
Después de reconectarse con los niños no conformes con el género dos años después de haberles preguntado inicialmente acerca de su identidad de género, el estudio descubrió que cuanto más fuerte era la no conformidad de género de un niño, más probabilidades tenían de hacer una transición social.
Por lo tanto, una niña que prefería jugar con camiones pero, por lo demás, estaba interesada en un comportamiento en gran parte «femenino» tenía menos probabilidades de hacer la transición que alguien que había nacido niña, pero que les dijo a los investigadores que se sentían más como un niño o que prefería jugar con los niños.
En otras palabras, fue el comportamiento de género y la identidad que los niños describieron a sí mismos lo que determinó si se realizarían la transición más adelante. Otros factores, como la afiliación política o el ingreso de sus padres, tuvieron poco efecto.
«Creo que esto no sorprendería a los padres de niños trans, y mis hallazgos a menudo son obvios para ellos», dijo Olson a The Atlantic. «Parece bastante intuitivo».
Charlotte Tate, psicóloga de la Universidad Estatal de San Francisco y mujer trans, dijo a la revista que el estudio reitera algo que ha encontrado en muchas conversaciones con personas trans.
«Uno de los temas más consistentes es que en algún momento temprano, a veces tan temprano como entre los tres y cinco años, existe la sensación de que la persona es parte de otro grupo de género», dijo. «Cuando se les dice que son parte de su género asignado dirán que no, que eso no es correcto. ‘Eso no me queda bien'».
El estudio también hizo otro descubrimiento significativo sobre la identidad de género en los niños. Los investigadores encontraron que si hacen o no la transición a vivir como otro género, hacen poco para cambiar su identidad y preferencias. Así que una niña transgénero que aún vive como un niño se siente tan «femenina» como después de hacer la transición.
Los investigadores también dicen que la identidad femenina previa, y posterior a la transición de una niña trans, es «comparable en grado» a la de una niña cisgénera, que nació femenina y se identifica de esa manera.
Sin embargo, el estudio tiene algunas limitaciones. Por ejemplo, los investigadores escriben que el tamaño de su muestra es pequeño y que no existe una gran diversidad en términos de ingresos, educación o raza. Los psicólogos dicen que los niños transgénero son un área que podría beneficiarse de un mayor estudio.
Olson le dijo a la cadena de televisión CBS News que es común que los niños trans experimenten disforia de género, es decir, una «infelicidad, malestar y angustia persistentes acerca de la incongruencia entre el género que se le asigna, según su anatomía al nacer, en comparación con la forma en que experimenta el género internamente».
Este artículo fue publicado originalmente en el HuffPost Canadá y editado y traducido para su publicación en el HuffPost México.
Tres casos reales que plantean dilemas y para los que no hay ninguna respuesta fácil
Hay un fenómeno o como se lo quiera llamar que es nuevo o, mejor dicho, parcialmente nuevo. Lo más nuevo e importante es que ahora no se oculta y se conoce.
Tiene que ver con los cambios de identidad de género. Y tiene que ver con la escuela, donde el malestar y el conflicto entre la sexualidad biológica asignada al nacer y la gestada en el desarrollo de la infancia y la adolescencia provocan interrogantes, dudas y desconcierto. Los que siguen son casos reales. Sólo por discreción periodística se ponen iniciales.
. Caso 1. La mamá de M. va a la escuela para hablar con la directora. Con un poco de vergüenza le dice que su hijo se siente mujer, que había conseguido cambiar los documentos y que ahora iría vestido de nena. Sorprendida, la directora lo habla con los docentes y la maestra de grado se lo explica o trata de explicar a los chicos. Todos tratan de explicarse no el cambio de M. sino el de paradigma o costumbre social.
Los chicos se acostumbran y asumen el cambio con la naturalidad de los chicos.No los padres de otros chicos. Algunos se quejan, otros se sienten incómodos. M., que ahora es L., pierde invitaciones de compañeros que antes eran habituales. Tal vez más por los padres, que no saben si invitarla como nena o como antes, nene.
L. le pide a la directora usar el baño de chicas. La directora no sabe qué contestarle. Piensa en los padres y en las nenas en el baño, si habrá la misma naturalidad ante el cambio que en la clase.
. Caso 2. Las iniciales, por casualidad, son las mismas pero al revés. M., que hasta ahora ha sido mujer, ve al rector de una escuela secundaria pública. Le informa que ha cambiado de género y que ahora es L. Le plantea que el profesor de natación le ha dicho que tiene que competir con los varones. L. teme que estará en inferioridad de condiciones físicas y que sabe que no volverá a ganar. El rector no sabe qué decirle. El nuevo escenario lo confunde y se le hace muy difícil tomar una decisión. No sabe qué reacción tendrán los chicos.
. Caso 3. C. es un maestro de jardín. Era: ahora es F., mujer, incluso en el documento. Le dice a la directora que irá vestido de mujer. Los chicos lo tuvieron como maestro, que en algunos casos los ha limpiado en esa tarea. Ha sido, además, un buen maestro y esta transformación de género no parece comprometer su profesionalidad. Pero ¿cómo reaccionarán padres y chicos? La directora del jardín también está en un dilema. Como sus colegas de los casos anteriores, todo es interrogante.
Hay varones que deciden ser chicas y chicas que deciden ser varones y profesores y maestros que también cambian de sexo. La revolución de los géneros ha comenzado y modifica parámetros profundos ya desde la escolarización temprana.
Las autoridades de las escuelas y las aulas responden desafíos para los que no están capacitadas. “Es muy difícil ser director en una sociedad que se transforma y no logra alcanzar consensos. Y es muy difícil ser joven en una sociedad en la que los adultos no marcan caminos sino que plantean un supuesto escenario de libertad de decisión”, dice Gustavo Iaies, experto en cuestiones educativas.
Escuchar a los chicos y entenderlos no quiere decir hacer automáticamente lo que piden, como si ellos supieran lo que los adultos no saben. No es de los chicos darse seguridad a sí mismos y proponerse su rumbo. Es cosa bien de mayores aunque no todos los mayores tengan el rumbo claro.
Fuente del artículo: https://www.clarin.com/opinion/historias-cambios-sexo-escuela_0_nyE4fg_uP.html
El país cuenta con algunas provisiones legales que permiten la discriminación de estudiantes y profesores homosexuales.
Australia debería modificar la ley para permitir que las escuelas religiosas en todo el país puedan rechazar a estudiantes y profesores homosexuales, según un informe encargado por el gobierno del país filtrado a la prensa local.
El documento titulado La Revisión de las Libertades Religiosas en Australia, parcialmente filtrado por el diario Sydney Morning Herald, propone cambiar la ley federal de Discriminación Sexual para que las escuelas puedan excluir a las personas por su orientación sexual, identidad de género o estatus de relación.
«Es de suma importancia para algunas comunidades escolares cultivar un entorno y una ética que se ajusten a sus creencias religiosas», dice un extracto del informe entregado en mayo al gobierno de la coalición Liberal-Nacional, que aun no ha sido divulgado y que es discutido por el Gabinete.
«En la medida en que esto se pueda hacer en el contexto de las salvaguardas apropiadas para los derechos y la salud mental del niño, el panel acepta su derecho de seleccionar, o de dar preferencia, a los estudiantes que defiendan las convicciones religiosas de esa comunidad escolar», añadió el documento.
Australia ya cuenta con algunas provisiones legales que permiten la discriminación de estudiantes y profesores homosexuales y en algunos estados algunas escuelas tienen este poder discrecional.
Las enmiendas, que según el diario se aplicarían solo a los nuevos aspirantes, extendería esta prerrogativa y la haría uniforme en todo el país.
«La ley vigente ya permite que las escuelas hagan exactamente lo que dice el informe», dijo a la prensa el primer ministro, Scott Morrison, que precisó que el Gobierno valora el informe para dar una «respuesta equilibrada».
El informe, elaborado por un panel encabezado por el ex fiscal general Philip Ruddock, rechazó que las empresas invoquen las razones religiosas para rechazar la prestación de servicios ya que supondría «infringir otros derechos humanos» y «causaría daño innecesario a grupos vulnerables».
La oposición laborista anunció que no apoyará la reforma que su portavoz en Educación, Tanya Plybersek, tachó de «propuesta perturbadora».
El copresidente de la campaña a favor de la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, Alex Greenwich, exigió que se descarte esta propuesta mientras que la portavoz de Amnistía Internaciona, Emma Bull, aseguró que las escuelas privadas y religiosas no deberían recibir fondos del Estado si van a tener excepciones adicionales frente a la ley de discriminación.
«La santidad de la religión no debe ser usada para justificar la discriminación o marginación», dijo Bull a la cadena SBS.
El gobierno de la coalición Liberal-Nacional, que incluye a una potente ala conservadora, pidió que se analizara si el derecho de culto de los australianos estaba adecuadamente protegido durante el debate sobre el matrimonio entre personas el mismo sexo que fue aprobado en diciembre pasado.
La Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación, en alianza con la Oficina Regional de UNICEF para América Latina y el Caribe, la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex para América Latina y el Caribe (ILGALAC), la Agenda Ciudadana por la Educación (ACED), el programa Agenda Joven de la Universidad Estatal a Distancia (UNED) Costa Rica y el Ministerio de Educación Pública de Costa Rica, invita a la segunda edición del festival audiovisual “¡Luces, cámara y educación!”.
Esta edición tendrá lugar los días 29 y 30 de noviembre de 2018 en San José, Costa Rica, y exhibirá audiovisuales sobre el tema “Hacia la superación de la violencia y discriminación por orientación sexual e identidad de género en los centros educativos”.
Con la iniciativa, se quiere sensibilizar a las autoridades y tomadores/as de decisiones, así como a los y las estudiantes, docentes y la ciudadanía en general, sobre la importancia de garantizarse plenamente el derecho a la educación de las personas LGBTI y de promover los centros educativos como espacios de realización de todos los derechos humanos. Asimismo, se pretende crear canales de participación y diálogo, virtuales y presenciales, para los y las jóvenes y adolescentes latinoamericanos/as y caribeños/as, por los cuales puedan expresar sus miradas sobre los derechos a la orientación sexual e identidad de género en el contexto educativo.
Los videos inscriptos que atiendan al reglamento serán exhibidos en la Galería de esta página. A su vez, un Consejo Curador elegirá las producciones que se presentarán durante el Festival en San José, y asimismo seleccionará cuatro videos que se premiarán con el viaje de una/o representante del equipo realizador de cada película para participar en el evento en Costa Rica. La muestra incluirá tanto videos producidos especialmente por ocasión del Festival, como aquellos ya existentes.
Fuente de la reseña: https://lucescamarayeducacion.redclade.org/
Vivimos en una sociedad en la que el género está asociado a la genitalidad. Esto dificulta entender y, sobre todo, aceptar la existencia de otras alternativas. Para comenzar a comprender este tema, es importante diferenciar dos conceptos que suelen mezclarse: identidad de género y orientación sexual.
Todos tenemos cerebro y genitales -relacionados con el género-. Por otro lado tenemos sentimientos y gustos o atracciones. Cuando el pensamiento y los órganos sexuales se corresponden (o sea, cuando uno nace con pene y se siente varón o con vagina y se siente mujer), se habla de una persona cisgénero. Pero cuando si alguien siente diferente de lo que “indican” los genitales (o sea, el sexo asignado al nacer) se habla de una persona transgénero.
Entonces, se entiende que las personas, según el sentido interno y bien asentado sobre el género con el que se identifican, pueden ser cisgénero o transgénero. Las primeras pueden ser categorizadas en femeninas o masculinas; y las segundas, en femeninas, masculinas y agéneros o género no binario.
Por otra parte, la orientación sexual se refiere a una construcción que la persona forma a lo largo de su vida siguiendo el sentimiento de atracción hacia otra persona o hacia con quien decide complementarse en su sexualidad y en el amor.
Así lo explica la doctora Fabiana Reina, ginecóloga infanto-juvenil, especialista en endocrinología ginecológica y médica referente en Diversidad de Género de la provincia. La profesional además asegura que el problema central está en las consecuencias que conlleva la no aceptación, por parte de la sociedad, de las personas con orientaciones diversas, tanto en identidad como en sexualidad.
Ante este panorama, y para comprender más sobre el tema, lo correcto es definir cada uno de estos conceptos que, últimamente, están apareciendo con más frecuencia e instalándose en una sociedad que de a poco les va otorgando un lugar merecido a las personas que antes no lo tenían.
“El hecho de que ahora se empiece a visibilizar la diversidad no quiere decir que antes no existiera, sino que se vivía en un contexto absolutamente reservado, en el que eventualmente no podían seguir viviendo. Ahora sienten que la sociedad les abre una posibilidad de mostrarse como realmente sienten ser”, explicó Reina.
Glosario
– Sobre el género:
Cisgénero: persona cuya identidad de género coincide con el sexo biológico asignado al nacer.
Transgénero: persona cuya identidad de género no corresponde al sexo biológico en relación a su autopercepción de identidad de género.
Agénero o género no binario: persona que no se identifica como hombre o mujer, o que se considera carente de una identidad de género extrema (absolutamente femenino o absolutamente masculino).
Genderqueer o género fluido: persona cuya identidad de género no es de hombre ni de mujer sino que está en medio o más allá de los géneros, o los combina. Es una construcción social.
Expresión de género: presentación externa del género por parte de una persona. Forma de mostrar la identidad de género a la que uno pertenece.
Identidad de género: sentido interno y bien asentado de una persona sobre su género, o sea con el que se autoidentifica.
– Sobre la sexualidad:
Orientación sexual: sentimiento de atracción de una persona hacia otras o búsqueda de la complementariedad en la sexualidad y en el amor, de una persona hacia otra.
Heterosexual: búsqueda de una persona cisgénero del género contrario. Pareja de personas cisgénero que se constituye entre un varón “cis” y una mujer “cis”, que se complementan en su sexualidad y en el amor
Homosexual: personas “cis” ambos femeninos (lesbianas) o ambos masculinos (gays), que se complementan en su sexualidad y en el amor.
Bisexual: persona que siente atracción por otras tanto de su mismo sexo como del opuesto.
Pansexual: término que tiene que ver con la amplitud en cuanto a las posibilidades de complementarse en la sexualidad. Por ejemplo: una mujer «trans» con un varón «cis». Es decir, son todas las demás alternativas sexuales en las que no necesariamente participan las personas «cis».
Fuente de la reseña: https://www.lagaceta.com.ar/nota/782708/actualidad/glosario-para-entender-hablamos-cuando-hablamos-diversidad-genero.html
Tres jóvenes murcianos ´trans´ hablan de la diversidad LGTBI+ y de la importancia de separar el sexo biológico y la identidad de género Además de varones y féminas, hay personas no binarias y agéneros
Que no solo hay mujeres y hombres, tal como establece la sociedad cisheteropatriarcal, es algo que ha quedado claro con la visibilidad de las personas transgénero y no binarias en el orgullo LGTBI+ de este año, cuya finalidad era dar voz a la diversidad de género y al colectivo ´trans´.
En cambio, la mayoría de personas desconocen las diferencias entre los conceptos que definen a las personas no normativas, es decir, aquellas que no se identifican con lo tradicionalmente conocido como ´mujer´ y ´hombre´ en nuestra sociedad occidental. A ello se suman los numerosos estudios que muestran que aún queda mucho camino por recorrer hasta acabar con todas las discriminaciones y agresiones que sufren las personas LGTBI+.
Para acabar con estos problemas, hace tres años en la Región de Murcia se creó el grupo joven LGTBI+ de No Te Prives, un espacio donde pueden participar tanto jóvenes del colectivo como heterosexuales que defienden la igualdad e inclusión de las personas LGTBI+. Además, para trabajar específicamente las cuestiones que afectan a las transgénero, en la asociación hay un grupo trans en el que participan personas de todas las edades. Entre los coordinadores de estos grupos, se encuentran Sam García y Félix Peñalver. Sam tiene 20 años, es ´trans´ y no binario.
«No soy ni mujer ni hombre, aunque principalmente tengo una expresión de género masculina», explica. Es bisexual y tiene una relación con un chico ´trans´. Con él se casará pronto. A nivel profesional, se dedica al arte y a la literatura. Por su parte, Félix, de 19 años, retomará sus estudios el año que viene. Él se define como chico ´trans´, bisexual, vegetariano y poliamoroso. También tiene una relación abierta. Además, otro chico ´trans´ colabora con la asociación LGTBI+: Anton Khokhashvili, que tiene 38 años y es psicólogo. En su día a día colabora con varias ONG como intérprete para personas refugiadas y también como facilitador de talleres de prevención del consumo de drogas para presos.
Todos ellos quieren hablar con LA OPINIÓN para explicar la diversidad de géneros, algo que viven en primera persona. De hecho, es una de las cosas a las que se dedican durante su activismo.
Los tres coinciden en que hay que visibilizar la diversidad así como separar el sexo biológico y la identidad de género. Sam lo explica con el ejemplo de la luz y los colores. «Los géneros son como el espectro de luz. No todo es blanco o negro. Hay dentro muchos colores más. También hay luz no visible. Hay personas que son de otros colores intermedios y hay personas que se perciben de un color o de otro dependiendo de su etapa personal. Hay personas agénero, como la luz no visible. Son personas sin género, no hay color con el que se puedan identificar. El género fluido es un punto que no se mantiene fijo en ese espectro y ese movimiento no está condicionado por nada que se sepa. Solo conocemos que se mueve, que fluye. De ahí lo de género fluido. Hay personas que se pueden levantar hombres un día y otro día mujeres. Y esa fluidez puede durar años, meses, o días. Incluso también fluir en otros colores intermedios o incluso salirse del espectro y ser agéneros por un tiempo».
Con respecto a las personas transgénero, Félix señala que «hay que entender el pene o la vagina como un órgano más. No son ni masculinos ni femeninos. Una mujer puede tener pene o pene y vulva y seguir siendo una mujer».
Además, es algo que sienten desde la infancia. Anton, por ejemplo, reconoce que desde pequeño le gustaban las chicas, pero «había algo más». Con la llegada de la pubertad su intelecto no cambió, seguía identificándose como hombre, pese a tener la menstruación. Era un hombre.
En cambio, todos denuncian que a las personas ´trans´ se les sigue pidiendo informes de psicólogos. «No queremos que un test diga lo que somos porque estos están hechos para personas con trastornos mentales y nos sentimos atacados cuando nos los hacen». Además, tanto Anton como Félix aseguran que si una persona sufre algún problema como ansiedad, depresión o un trastorno como personalidad múltiple, ya no se les reconoce como transgénero.
La educación, la solución
Los tres apuestan por educar en la diversidad para que desde el colegio se entienda y conozca con naturalidad que hay personas no binarias y trans para prevenir futuras discriminaciones. «Los niños son los más abiertos porque no tienen prejuicios, asumen la diversidad sin cuestionarla», explica Félix. A su vez, Anton afirma que «si un niño acosa o dice comentarios despectivos, es porque ya los ha escuchado en su casa. Los padres son responsables del acoso escolar y tienen que formarse para educar en el respeto y la igualdad».
A nivel sanitario, también hay cosas que cambiar y demandan formación para los profesionales. «Cuando vamos al médico tenemos que explicarles lo que somos y tenemos la sensación de que no nos escuchan», dice Félix. También lamenta que los doctores no entienden que hay personas ´trans´ que no quieren operarse. Incluso Sam reconoce que no le ha dicho nunca a sus médicos y endocrinos que es no binario, ya que teme «que no lo entiendan o lo manden al psicólogo».
Lenguaje inclusivo
Por último, también rechazan las típicas frases sobre las personas transgénero y piden que no se sigan usando. Frases como «es una mujer que se ha operado para hacerse hombre» o «nació en el cuerpo equivocado». Ambas son tránsfobas. Además, apoyan el uso de la ´e´ y del pronombre ´elle´, por ser neutro, aunque son conscientes de que es difícil ahora mismo. Eso sí, reclaman el uso de sustantivos colectivos. Porque todes somos valioses.
Fuente del artículo: https://www.laopiniondemurcia.es/descubre-fds/2018/08/12/mujer-hombre/945775.html
«Yo soy, yo soy, yo soy», repetían las voces infantiles en el salón angosto con pisos de madera. Dos ventanas dejaban entrar la luz tibia del sol. La ronda giraba y el mantra iba subiendo el tono mientras los pies golpeaban el piso. «Más fuerte», arengaba Victoria Lagos, profesora de expresión corporal de la asociación Infancias Libres. Y las vocecitas agudas seguían, «yo soy, yo soy, yo soy», se potenciaban, subían cada vez más para que ese «yo soy» latiera, como rezaba la consigna, «al ritmo del corazón». El final del ejercicio fue un grito colectivo con muchos nombres superpuestos. Identidades secretas que salían, por fin, a la luz. Ese día, Guadalupe gritó bien fuerte Guadalupe y se empezó a reír. Seis años, el pelo rubio por los hombros, el short celeste y la remera de volados. Volvió a su casa feliz. Cuando su papá le regaló un diario íntimo de Soy Luna, se dibujó sin ropa, con el pelo muy largo y los genitales de varón. «Soy Lupe y soy trans», escribió.
Hubo una época en que Guadalupe tuvo otro nombre; uno que ahora ni ella, ni sus padres, Silvia y Sebastián, quieren recordar. De los berrinches, en cambio, sí se acuerdan. Y de la dermatitis que ardía y picaba y no se iba pese a las cremas y la ropa de algodón. Sebastián y Silvia cuentan que su hijo estaba siempre callado, tenía broncoespasmos, dormía mal, comía lo mínimo. Un día le regalaron un disfraz de Superman, pero solo usó la capa de pollera. Con cada torta de cumpleaños, un llanto distinto: no quería Cars, ni jugadores de fútbol, ni siquiera a los Minions. «Apenas sabía hablar cuando me contó que había soñado que era una nena», dice Sebastián, médico traumatólogo. «Me contó que en el sueño había usado un vestido y, cuando me lo contaba, tenía una sonrisa tan grande que yo no sabía qué hacer». Junto con su mujer, también médica, consultaron a las maestras del jardín de infantes a ver si habían conocido algún caso parecido. «Pensé que teníamos un nene gay. No entendíamos la diferencia entre género y sexualidad», se reprocha Sebastián. En la casa nadie dormía, todo era un caos. Más tarde llegaron los psicólogos, la terapia de pareja, la terapia familiar. Angustiado, Sebastián habló con el área de salud mental del hospital donde trabaja, pero como su hijo tenía 4 años, las respuestas era siempre las mismas: «Es muy chico, esperen, esto no quiere decir nada».
Pero sí quería decir. Al menos eso le explicaron un tiempo después los médicos del equipo interdisciplinario del hospital Durand, solo con ver los dibujos en los que Guadalupe se autorrepresentaba. «Lxs niñxs trans son niñxs en lxs que la identidad de género (es decir, la forma en que se autoperciben) no coincide con el sexo asignado al nacer», explica el doctor Adrián Helien, coordinador del Grupo de Atención a Personas Transgénero Gapet (adultxs, adolescentes y niñxs) y autor del libro Cuerpxs equivocadxs. El doctor pide expresamente que su discurso se escriba así, con la x que engloba un plural fuera de cualquier división binaria. Y agrega: «Al nacer se nos asigna un sexo y una identidad basada en la biología. En lxs niñxs trans, esa asignación no coincide con la identidad de género. Pero es importante aclarar que lo expresan de manera persistente, coherente e insistente a través del tiempo. En los seres humanos, el género define la identidad por sobre la biología. Entonces, si nació biológicamente varón, pero se autopercibe mujer: ¡es mujer! Lo mismo sucede con las mujeres biológicas: si se sienten varones, son varones. La ley de identidad viene a apoyar esta realidad. Esto es un aspecto humano normal, pero llama la atención porque solo una minoría de niñxs lo presenta y por la enorme ignorancia que tenemos al respecto». ¿Qué les aconsejaron a Silvia y Sebastián estos médicos? Algo más simple de lo que ellos se habían imaginado: que le dijeran (a su hijo) que lo iban a amar más allá de la ropa o el largo de pelo que quisiera tener. Y entonces ellos, que hasta entonces no se habían animado, que no querían cometer errores o incitar a algo que no sabían si era correcto, lo sentaron a la mesa y le dijeron una frase que fue el principio del cambio, mejor dicho, de la transición: «Te vamos a respetar siempre».
El caso de Guadalupe se parece al de los otros 35 niños y niñas que hoy se nuclean en la asociación Infancias Libres, creada por Gabriela Mansilla, madre de Luana, la primera niña trans que obtuvo su DNI en la ciudad de Buenos Aires a los 6 años de edad. En 2013, su caso fue pionero y recorrió el mundo. Gabriela tuvo mellizos varones, pero antes de cumplir el primer año de vida uno de ellos empezó a dar señales de que no estaba bien. Lloraba mucho. Se le caía el pelo. Se golpeaba la cabeza contra la pared cuando lo obligaban a vestirse como nene o cuando no lo dejaban bailar como Bella frente a la película de Disney. Terminaba robándole remeras a Gabriela y usándolas como vestido. Entre las primeras palabras que dijo, hubo cuatro que su mamá nunca olvidará: «Yo nena, yo princesa», le dijo. Tenía dos años.
En esa época, Gabriela no era activista ni experta en cuestiones de género; era un ama de casa del conurbano profundo que vendía pizzas y que solo quería que su criatura se dejara de lastimar. Así que aguantó que su marido la abandonara, que en el barrio los vecinos de toda la vida le quitaran el saludo, que no le quisieran vender ropa de nena, que los médicos pediatras de los hospitales públicos las humillaran (a ambas) en cada visita. Aguantó todo para que Luana fuera Luana. Y logró, con el asesoramiento de Valeria Pavan, coordinadora del área de salud de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), que su hija hiciera su propio camino de transición y tuviera un DNI con su nueva identidad.
Con la llegada de Luana, en 2011, la CHA inauguró un universo nuevo de acompañamiento, porque hasta ese momento solo trabajaba con jóvenes y adultos. «Habíamos escuchado recuerdos infantiles, pero no habíamos trabajado directamente con niños -cuenta Pavan-. Lo que me llamó la atención es que por primera vez encontré una madre que escuchaba lo que su hija le decía sin responder con violencia. Gabriela se comprometió a acompañar a su hija, y se puso al hombro el objetivo de que los derechos fueran para todos los niños y niñas». Hoy, la asociación Infancias Libres, que hace menos de un año Gabriela fundó con sus padres y hermanos para ayudar a quienes vivan algo similar, pasó de nuclear ocho familias a 35. Y no son los únicos. Según datos de la Secretaría de Infancias y Adolescencias Trans y sus Familias de la Federación Argentina GLBT, creada en 2016, en el lapso de dos años se acercaron 80 familias, entre las cuales hay niños y niñas trans de entre 2 y 5 años.
En conjunto con Casa Trans y el hospital Pedro de Elizalde les ofrecen acompañamiento psicológico y encuentros de diálogo para intercambiar experiencias. Desde el hospital Durand, en tanto, aseguran que la edad de la primera consulta actualmente descendió por debajo de los 18 años y que por esa razón el año pasado crearon el equipo que atiende niños, niñas y adolescentes. Desde entonces, es la consulta que más creció y hoy acompañan a 50 pacientes en este rango de edad. ¿Por qué hasta hace poco nada de esto existía? ¿Es la infancia trans un fenómeno reciente? «Nosotros tenemos una encuesta del Grupo de Atención a Personas Transgénero que indica que la gran mayoría se descubrió trans en la primera infancia: el 88% antes de los 10 años y el 67% antes de los 5», detalla el doctor Helien. Pero nadie estuvo ahí para escucharlos.
Armar red
Hoy, a Gabriela Mansilla su casa de Merlo le quedó chica como sede de la fundación y busca nuevo lugar. Allí tienen encuentros de diálogo, clases de expresión corporal, acompañamiento terapéutico. Cada día le escriben de diferentes provincias; de otros países, también. «Los padres llegan a mí muy angustiados. Algunos sienten alivio cuando hablan conmigo; otros en cambio se enojan, no me quieren escuchar», cuenta desde el living de su casa, el mismo donde días atrás escuchó durante cuatro horas a una madre de la localidad de Mercedes que no dejaba de llorar por lo que acababa de confirmar, por todo lo que se venía a partir de ese momento. «Llegan acá con miedo, con vergüenza, con culpa y con muchos prejuicios. Yo abrazo a los padres, pero no les abrazo sus prejuicios. Les digo la verdad. ¿Qué preferís? ¿Acompañar desde ahora a tu hijo o hija o abandonarlo y que se te suicide antes de llegar a los 35?», dice con tono firme, la convicción de alguien que ya lleva peleando demasiado tiempo. Sobre la mesa hay dibujos que dejaron Luana y su hermano mellizo, Elías. No tocar, reza el cartel escrito con marcadores de colores y caligrafía infantil sobre una cajita cerrada. Desde el cuarto llegan sus risas. «No te puedo mostrar, son unos tesoros que trajeron del patio», bromea Gabriela.
«Ante la situación de un hijx trans, la aceptación es la mejor opción -plantea el doctor Helien-. Primero, porque todos necesitamos ser validados en nuestra identidad, luego porque no es una enfermedad, y porque la aceptación salva vidas en esta temática. Hay trabajos científicos que nos dicen que el rechazo familiar multiplica por ocho el riesgo de suicidio en personas trans y por seis el riesgo de depresión. Lxs niñxs son muy vulnerables en su primera infancia, necesitan de la aceptación y del amor de sus padres, tanto como del alimento. Muchas veces, los familiares que los tienen que proteger son los que los niegan, discriminan o ejercen violencia. Cuando hay un niñx trans, los que tienen que salir del closet son los padres».
Silvia y Sebastián tuvieron reacciones distintas con respecto a la aceptación. Silvia sintió alivio. Por fin podía darle una muñeca a su hijo; podía dejarlo vestirse como quisiera y verlo sonreír sin sentirse culpable. Sebastián, en cambio, se debatía con él mismo. «Yo quería una explicación científica, hacerle un estudio genético, que hubiera un protocolo a seguir… Primero, pensé: ¿por qué me pasa a mí? Yo, la víctima. Pero nunca fui yo la víctima de nada, era Lupe, que no la podíamos escuchar ni entender». Con ayuda de Silvia salió de ese lugar y empezó a asumir, a aceptar. En la transición de Guadalupe, sin embargo, tuvo un período de depresión. Un duelo, en realidad. Porque él sabía que iba a pasar, pero pensó que iba a ser más tarde, en el paso al secundario. «Sucedió antes», dice con voz calma. Por eso el duelo, porque de un día para el otro el hijo con el que él se proyectaba jugando al fútbol desde que estaba en la panza de Silvia ya no estaba más. «Lo que pasa es que los proyectos son de la persona, no míos, y esa persona sigue existiendo. Se trata de entender que cambian las proyecciones o los proyectos, y entonces el duelo es más corto, más simple, por eso ahora estoy en otra etapa».
Bárbara Magarelli, coordinadora de la Secretaría de Infancias y Adolescencias Trans y sus Familias, es la madre de Mauro, el primer varón trans en haber obtenido el DNI en la ciudad. Ella asegura que los hijos siempre dan señales, pero los padres tienen que poder escuchar. En su caso fue una frase muy concreta, algo que le dijo su hija antes de llegar a los 9: «Mamá, voy a cagar a palos a la cigüeña. Me trajo nena y soy varón». Bárbara recuerda el abrazo y el silencio posterior a esa charla. Quería decir algo, pero no sabía qué. Estaba shockeada. Primero vio un documental de infancias trans; después se puso a buscar en internet y así conoció a otra madre de un niño trans en Japón, de la que se hizo amiga y con quien todavía habla por WhatsApp. «Lo único que sabía era que lo iba a acompañar. No sabía cómo, pero no lo iba a dejar solo». Cuando su marido se enteró, llegó un nuevo problema: por más que quisiera aceptar el camino de la transición, no podía llamar en masculino a quien, hasta entonces, había sido su «nena», su «reina», su «beba». Quería, pero no podía. Entonces le empezó a decir Facha. «Mi marido cambió el ‘reina’ por el ‘facha’, fue lo que pudo aceptar en ese primer momento y después le quedó como apodo», cuenta Bárbara. «El nombre Mauro era el de mi papá. Lo elegimos juntos. Parece simple, pero es tan complejo… Yo por nueve años la llamé como nena, cuesta de un día para el otro cambiar el nombre, por eso digo que hay que tenerles paciencia a los padres. Permitirles que se equivoquen. Siempre les aconsejo lo mismo cuando vienen a Casa Trans en busca de ayuda: busquen un sobrenombre, un apodo, algo que para empezar les resulte más fácil. Está bueno que los padres se involucren en la elección del nombre, vuelve a nacer un hijo para vos, con su verdadera identidad».
Tal vez, uno de los principales objetivos de Infancias Libres sea enseñarles a los niños y niñas trans (y a sus padres) a querer sus cuerpos como son. Un objetivo complejo que obliga a salir de la lógica binaria (hombre/mujer) y busca que, desde pequeños, entiendan la diferencia que existe entre nociones como género, genitalidad y orientación sexual sin recurrir necesariamente a tratamientos de hormonización u operaciones de reasignación de sexo. «Ese es uno de mis grandes miedos con Luana, que ya está cerca de la adolescencia. Nosotros apuntamos a la aceptación, ese es el trabajo que queremos hacer desde acá», dice Gabriela, que nunca olvidará la tarde en que se desesperó porque vio que Luana se quería arrancar el pene. Ese día decidió explicarle que podía ser una nena y tener genitales masculinos; decirle, en sus propias palabras, aquello que teóricos como Judith Butler llevan años tratando de difundir: que el género, el «ser hombre» o «ser mujer» es una construcción cultural. La decisión final, en última instancia, siempre será de Luana.
Hay una diferencia fundamental, clave a la hora de abordar esta temática: la identidad de género no es lo mismo que la orientación sexual. Según Valeria Pavan, la identidad de género incumbe a nuestro ser en el mundo porque es algo propio. La orientación sexual, en cambio, acontece a partir de nuestro deseo respecto de terceras personas, afectiva y eróticamente. «La orientación sexual tiene que ver con el afuera; la identidad es algo propio, ligada a la pregunta quién soy, cómo me paro en el mundo. El gran obstáculo es el prejuicio ligado a representaciones tradicionales respecto del sexo y el género. Concluyen en una mirada binaria a partir de un dato biológico: el genital que porte ese niño o niña mientras lo están gestando. Manejamos una concepción muy biologicista».
Identidades flexibles
Claro que dejar que los niños y niñas transiten y expresen identidades flexibles no es una propuesta fácil y genera contradicciones incluso en los mismos padres. «Hacé pis sentada», le decían hasta hace poco Sebastián y Silvia a Guadalupe, hasta que se dieron cuenta de que la estaban obligando a comportarse como una nena repitiendo los esquemas de los que precisamente querían escapar. También está el caso de Martín, un nene trans de 5 años que hoy es Martín, pero mañana no saben porque se cambia el nombre todos los días y seguirá fluctuando hasta que elija uno definitivo. Tal vez entonces hagan el cambio de DNI, «que es un derecho y no una obligación», cuentan Martín y Florencia, sus papás, remisero y empleada doméstica, respectivamente. En un camino muy similar al de los otros, estos padres se informaron, se comprometieron, se volvieron prácticamente defensores de una causa: la de su hijo trans. De alguna manera, todos los padres que apoyan a sus hijos en este camino se vuelven militantes. Su voz es la de los chicos, que todavía no pueden hablar o no tienen las herramientas para hacerlo. Son los mismos padres los que, entre el amor y la actitud defensiva, asumen la responsabilidad de educarse, incorporar nuevos conceptos, explicar todas las veces que sea necesario, darles pelea al mundo y a un discurso heteronormativo que se expande como un pulpo por todos los frentes. «Yo decidí dejarme el pelo largo y ponerme aritos para que mi hijo vea que no hay un único modelo de masculinidad, que no hay una sola manera de ser varón», dice Martín padre, con su voz grave y sus casi dos metros de altura. Además, quiere que cuando su hijo llegue a la pubertad, él mismo pueda explicarle cómo usar toallitas femeninas.
Para Bárbara, el bloqueamiento hormonal de Mauro fue una opción desde el primer momento, para evitar en el futuro una masectomía. «A él le gusta estar en cuero desde que nació y así puede hacerlo. Es un tratamiento inocuo, cuando se deja de aplicar, las hormonas reaparecen. Se utiliza desde hace 30 años con niñas que tienen pubertad precoz. No tiene contraindicaciones. Es un trabajo con endocrinólogas y estudios que se hacen cada seis meses en el hospital Pedro de Elizalde», explica.
Para que estas nuevas identidades se respeten en todos los ámbitos, tanto en Infancias Libres como en Casa Trans aseguran que el trabajo en la escuela resulta fundamental. Al fin y al cabo, ahí es donde los chicos y las chicas pasan la mayor parte del día, de sus vidas. El problema es que al no haber, todavía, políticas públicas, la única opción que queda es apuntar a la buena voluntad de la institución y a planes personalizados de integración. «Antes esto era invisibilizado, pero hoy estos niños son cada vez más y eso es lo que intentamos trabajar con las escuelas para organizar estas situaciones en las instituciones -dice Valeria Pavan-. Yo en cada escuela tengo que armar un proyecto de acompañamiento que depende de lo que la escuela esté dispuesta a hacer». Su intervención más reciente fue en una escuela religiosa, donde hay dos niñas trans en el mismo grado. Valeria se juntó con todos los padres y escuchó con respeto a los que estaban enojados, los que tenían bronca ante lo diferente. Después les habló. E invitó a las familias de las niñas trans a contar lo que les estaba pasando en la casa. Cómo había sido el proceso y qué significó para ellos poder escuchar y validar a sus hijas. «Al final terminaron todos llorando abrazados. La verdad es que es más la gente que entiende que la que no, al menos en nuestra experiencia», dice Valeria. Con la ley de identidad de género de su lado, padres y especialistas coinciden en que el mayor límite lo encuentran hoy en la Educación Sexual Integral (ESI). «En los materiales, los cuerpos de los niños trans no están representados. En ese sentido es el cambio cultural que necesitamos que se empiece a organizar en todos lados, haya o no haya niños trans en esa institución», plantean.
Que va a llevar tiempo no hay dudas. Se trata de una apuesta titánica: escribir de otra manera las leyes de la cultura, el mandato social, el familiar. Aun así, hay brazos, discursos y personas que trabajan para que estos niños y niñas puedan tener una infancia como la de cualquiera. Y quizá, con el tiempo, los paradigmas y las representaciones que nos moldean sean otros. Más flexibles. Más tolerantes. Más humanxs.
Más información:
Según datos de la Secretaría de Infancias y Adolescencias Trans y sus Familias de la Federación Argentina GLBT, creada en 2016, en el lapso de dos años se acercaron 80 familias, entre las cuales hay niños y niñas trans de entre 2 y 5 años.
Son 35 los niños y niñas que hoy se nuclean en la asociación Infancias Libres, creada por Gabriela Mansilla, madre de Luana, hace menos de un año. «Los padres llegan a mí muy angustiados».
«Tenemos una encuesta que indica que la gran mayoría se descubrió trans en la primera infancia: el 88% antes de los 10 años y el 67% antes de los 5», detalla el doctor Adrián Helien, coordinador del Grupo de Atención a Personas Transgénero y autor del libro Cuerpxs equivocadxs.
«Muchas veces, los familiares que los tienen que proteger son los que los niegan, discriminan o ejercen violencia. Cuando hay un niñx trans, los que tienen que salir del closet son los padres».
Tanto en Infancias Libres como en Casa Trans aseguran que el trabajo en la escuela resulta fundamental.
Una diferencia clave a la hora de abordar esta temática: la identidad de género no es lo mismo que la orientación sexual.
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