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Una Educación rebelde para transformar el mundo

Por: Alba Bartolome/www.magisnet.com

Cristian Olivé, profesor de Lengua y Literatura, presenta su segundo libro en el que analiza el poder transformador de la Educación y la necesidad de romper los esquemas.

Cuando le pregunto a Cristian cómo se imagina la sociedad futura, me responde que le gustaría que fuese “una sociedad sin miedo, orgullosa de lo que tiene y de lo que es”. Menciona también que sueña con una sociedad “respetuosa y tolerante con lo que le rodea” y, sobre todo, “entusiasta, que aprenda por placer”.

El afán por transformar la sociedad a través de la Educación es lo que ha llevado a este profesor de Lengua y Literatura de un Instituto de Barcelona a escribir su segundo libro, Una Educación rebelde, que, según asegura, “no solo está dirigido a profesores, sino a todo aquel que esté interesado en Educación, en cambiar las cosas y romper los esquemas”.

Elige el término “rebelde” para hacer referencia a este nuevo concepto de enseñanza que “está pendiente de lo que el alumno necesita, de fomentar su creatividad y de formar personas entusiastas y reflexivas”. Considera que la única forma de cambiar el sistema educativo y la sociedad actual es a través de “un aprendizaje activo, que centre su atención en los jóvenes, les de voz y les haga cuestionarse su día a día, lo que les rodea”.

«Me posiciono a favor de una Educación que trate temas sociales de relevancia como la lucha por la igualdad»

Fiel defensor de una Educación cercana, que “mire a la cara” y que permita “compartir experiencias”, Olivé considera primordial que la relación profesor-alumno se base en el respeto y la confianza porque, desde su experiencia personal, “al final los profesores más cercanos son los que recuerdas toda la vida”.

Tratar a los alumnos “con superioridad” por el simple hecho de ser adulto puede “afectar gravemente al ego del docente”. Hay que pensar en la escuela “no como un lugar, sino como un refugio”, en el que los alumnos aprenden de los profesores y, “desde que decidimos bajarnos del pedestal, viceversa”.

Ciudadanos críticos

En su nuevo libro, Cristian asegura que “hay que pensar para poder opinar y  para poder opinar es necesario conocer las distintas verdades”. Con el fin de formar alumnos “críticos y libres”, Olivé lleva al aula temas sociales de actualidad, como la igualdad de género o la diversidad sexual. Piensa que es importante implementar estos temas “de manera natural, en cualquier momento”, no dedicar solo una sesión especial a tratarlos.

Olivé, que gracias a las redes sociales se ha convertido en una especie de “gurú” de la Educación, comparte ideas con el resto de profesores sobre cómo tratar estos temas. El año pasado con motivo del Día Internacional de la Mujer, propuso a sus alumnos analizar las pancartas utilizadas en las manifestaciones del 8M para trabajar algunos aspectos relacionados con la Literatura. Los lemas feministas, que eran “pura poesía”, permitieron a los alumnos identificar distintas metáforas, comparaciones, ironías y demás recursos literarios.

“La Educación no tiene que caminar alejada de la sociedad, tiene que evolucionar a la vez, por lo que tratar temas sociales y actuales es imprescindible”, dice Cristian asegurando que cualquier profesor, independientemente de su edad, puede proponer actividades que le permitan conocer  un poco más a sus alumnos.

«Hay que exponer a los alumnos a la realidad para que desarrollen un pensamiento propio y crítico»

Si algo tiene claro es que “en Educación toca posicionarse” y él lo hace “a favor de una Educación que trate los temas sociales de relevancia, como la lucha por la igualdad de género, la diversidad sexual, el medio ambiente y la forma en la que construimos nuestras relaciones sociales”. Contenidos que ciertos sectores tachan de “intrusivos” y “delicados” y asocian a prácticas de “adoctrinamiento”.

“No creo que lo sea. Simplemente estamos dialogando con los alumnos y exponiéndoles a la realidad para que tengan un pensamiento crítico. No hay por qué ofrecer tu opinión personal”, dice Olivé.

Ley educativa

Aunque Cristian trabaja en un centro concertado, con una visión de la Educación “muy afín” a la suya y que tiene como bandera la declaración de los derechos humanos, considera que “la apuesta sincera debe ser por la Educación pública”.

Cuando le pregunto si cree que la nueva ley educativa trata de preservar los derechos de la enseñanza pública dice que “se intenta, pero que aún queda un largo camino para conseguirlo”. Después de leerse a conciencia la nueva ley educativa, que elimina la demanda social que permite abrir nuevos centros concertados o aumentar las plazas y no permite pedir cuotas a las familias por ofrecer enseñanzas que son de carácter gratuito, puede decir que no le desagrada del todo, pero que “sigue protegiendo a la Concertadareligiosa” que, desde su punto de vista, “vive de una herencia caducada”.

La nueva reforma incluye la religión católica como materia en los niveles educativos que corresponde, siendo de oferta obligatoria para los centros y voluntaria para los alumnos. 

*https://www.magisnet.com/2021/03/una-educacion-rebelde-para-transformar-el-mundo/

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Entrevista a la escritora Elvira Sastre: Mientras siga habiendo una mujer que viva con miedo no habremos conseguido nada.

Por: Marisa Kohan
Fuentes: Público [Foto: Elvira Sastre, escritora. — Gloria Nieto]

Elvira Sastre llena teatros y auditorios a ambos lados del Atlántico con algo de consumo tan poco masivo en nuestros días como es la poesía. Tiene ya ocho libros publicados bajo diversas editoriales y una legión de fans y seguidores en redes sociales que supera el medio millón de personas. Cualquiera que mire estos datos pensará que se trata de una escritora con una extendida carrera. Pero Sastre (Segovia, 1992) publicó Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo, su primer libro de poesía, hace apenas ocho años. Ahora está trabajando en un nuevo proyecto editorial y ampliando su shop, una tienda de productos online con camisetas, bolsos y complementos ilustrados con versos de su poesía.

En esta entrevista, realizada a pocos días de la celebración del 8M, Sastre se muestra convencida de que a pesar de los avances hay que seguir reivindicando los derechos de las mujeres. «El objetivo es una igualdad real, y hasta que no se consiga habrá que presionar y hacer más», afirma la poeta. Y añade con rotundidad: «Mientras siga habiendo una sola mujer que ha sido asesinada o es maltratada o siga habiendo un despido improcedente o salarios que no son iguales o algún tipo de desigualdades, nos seguirá quedando muchísimo camino».

Usted se ha convertido en un ídolo de masas capaz de llenar  teatros y salas con algo tan poco masivo  a priori como la poesía. Muchas jóvenes se miran en usted como un referente. ¿A qué cree que se debe esto?

No sabría decirte. Yo como lectora de poesía, cuando doy con un libro de alguien que escribe cosas que yo no sé expresar, siento mucho agradecimiento. Y puedo entender que la gente cuando lee mis libros o lee poemas que le resuelven cosas o hace que se sientan acompañados y entendidos, sientan agradecimiento. E incluso la pasión de algunos que quieren darte un abrazo porque le has dado luz en este rincón de su vida. Me pasa cuando leo y cuando escribo. Creo que esto viene por ahí.

También creo que la salud emocional está un poco abandonada, no se cuida, no se trata a no ser que uno lo busque. La poesía ahí da un poco la respuesta y por eso creo que ha llegado a tanta gente. En este momento de tanta inmediatez y tanta superficialidad, de repente te cruzas entre selfie selfie con un poema que le llega dentro y funciona. Estos años me he dado cuenta que hay mucha gente que acude a la poesía porque le gusta y mucha que no sabía que le gustaba y la ha descubierto así, sin buscar. Y creo que por eso funciona. La poesía al final es emoción y emoción tenemos todos. Es algo común a todas las personas.

¿Considera que su poesía es feminista?

Creo que el feminismo no es una intención. Es algo que forma parte de nosotras. Como yo me considero una persona feminista, no me supone un esfuerzo escribir un poema feminista. Creo que todo lo que hago está impregnado de feminismo porque yo soy así. También es verdad que hay poemas con temática feminista que he hecho a propósito por una necesidad de soltar cosas y de expresarme, y que siempre los leo con ese empeño y con ese discurso, y que además me paro y lo digo. Y el hecho de viajar y conocer tantas culturas distintas me ha hecho aprender mucho de esto. Cada vez que viajo a Argentina vuelvo con el escudo morado porque es alucinante lo que aprendo allí e intento luego transmitirlo aquí. Cuando doy recitales y leo un poema, intento contar lo que está pasando ahí afuera y cómo es la lucha de las mujeres fuera de nuestro país. Irremediablemente el feminismo está en todo lo que hago y hay algunos poemas en que está de una manera más explícita.

La literatura, al igual que otras artes, ha utilizado tradicionalmente las historias de amor para cosificar a las mujeres ¿Qué vías ha encontrado para hacer de la poesía un vehículo del feminismo?.

Yo hablo siempre en mi poesía de mujeres, por lo que de una manera irremediable, cuando le escribo un poema de amor a una mujer, la estoy viendo como una igual, y no hay un artificio que tal vez habría si yo fuera un hombre y le estuviera haciendo un poema de amor a una chica. Creo que por esa parte me he salvado casi sin pretenderlo. Yo escribo siempre sobre mujeres y esto me hace estar muy cercana a la mujer que no soy yo, la que tengo enfrente, la que es mi compañera y me hace ver cosas de ella que en mí no veo y al verlas en ella las veo en mí.

Yo escribí una novela que se llama Días sin ti que va sobre un personaje que es la abuela y el nieto y esa abuela está basada en mi propia abuela. Tengo referentes personales en mi familia, de mujeres muy luchadoras que lo han dado todo, que han sobrevivido a todos los obstáculos que les ha puesto la vida, con mucho esfuerzo y como es la historia de mi vida y lo he visto desde siempre, no me cuesta. También hay muchos referentes que ni siquiera hay que buscarlos a poco que te informes. Al final, este tema lo ideal o la utopia es que en esta sociedad no tengamos que buscar esos ejemplos, sino que los estemos recibiendo constantemente. Esa es la forma de educar: rodearte de todo eso. Creo que para generaciones futuras lo estamos consiguiendo.

Las niñas y las mujeres en general tienen muy pocos referentes femeninos. ¿Considera importante recuperar esos referentes, especialmente en la literatura?

Sí. Yo creo que es básico. Al final los programas educativos se lo suelen saltan un poco, aunque quiero creer que cada vez menos y que está habiendo algún cambio. Yo me he encontrado con muchas maestras que hacen esa labor. He ido a institutos a dar recitales y a charlar con alumnos y muchas veces veo el trabajo de esas profesoras que contactan conmigo, que emplean parte de su tiempo libre en preparar una actividad para acercar a sus alumnos y alumnas a nuevas voces, y sobre todo a voces de mujeres. Incluso son a veces los mismos estudiante las que lo piden.

Y es cierto que faltan referentes, pero creo que es una generación que está mucho menos cansada que mía y que las generaciones anteriores a la mía, que llevamos ya muchos años de lucha. Están más frescos, tienen más herramientas, tienen un desparpajo muy distinto y es algo que me tranquiliza. Porque pienso que nosotras lo haremos mejor o peor e intentaremos dejarles el mundo lo mejor mundo posible, pero ellas van a enderezar lo que no esté bien y en eso vamos a estar salvadas.

En las últimas décadas se ha avanzado mucho en los derechos de las mujeres social y legislativamente. ¿Qué nos queda por conquistar? ¿Dónde hay agujeros negros?

Mientras siga habiendo una sola mujer que ha sido asesinada o es maltratada o siga habiendo un despido improcedente o salarios que no son iguales o algún tipo de desigualdades, nos seguirá quedando muchísimo camino. El objetivo es no conformarnos, sino conseguir la igualdad al 100%. Si no es al 100%, a mí no me vale. Porque con qué cara te plantas al mundo diciendo que hemos llegado al 80% y nos conformamos. No. El objetivo es una igualdad real y hasta que no se consiga habrá que presionar y hacer más. Es cierto que se han hecho muchas cosas, pero mientras siga habiendo una mujer que viva con miedo no habremos conseguido nada.

¿Es importante reivindicar en las calles el 8M?

Yo creo que sí. En la calle es donde está la lucha al final. Yo este 8M no voy a salir a ningún sitio porque soy persona de riesgo y llevo sin salir mucho tiempo. Llevo saliendo lo justo todo el año. Pero creo que tenemos herramientas para que esta lucha se pueda hacer desde distintos focos. Considero que hay una realidad que no podemos cambiar y es que ante este feminismo haya un sector, más pequeño de lo que parece, al que le molesta y tampoco hay que darles herramientas para que puedan atacar. Es cierto que hay otras manifestaciones sobre las que no se ha dicho nada, que se han hecho miles de cosas, pero soy de la opinión de que es mejor hacer las cosas bien. Podemos luchar desde casa, desde las plataformas de redes que mueven muchísimo y alzar la voz desde todos los sitios que podamos. A mi la manifestación del 8M me da una fuerza que me dura hasta el año siguiente y eso nos va a faltar este año, como nos han faltado un montón de cosas. Pero creo que hay que hacer las cosas con cabeza y se pueden hacer otros planes.

Recientemente hemos visto que en el Teatro comienza a asomar un tímido #Metoo. ¿Se necesita un #Metoo en el mudo de la literatura, en el mundo editorial?

Yo no conozco ningún caso de esa gravedad. Si creo que hay muchísima desigualdad. Yo lo veo. Cuando me invitan a festivales o voy a viajes o a congresos, son todo hombres por encima de 50 o 60 años, con trajes y corbatas y apenas hay mujeres.  Yo me he visto en situaciones muy incómodas, de llegar a un hotel y ver cómo te miran todos pensando ‘¿esta chiquita quién es?’ Son momentos ante los que me crezco de alguna manera. Recuerdo que me invitaron hace unos años al congreso internacional de la Lengua en Córdoba (Argentina) y estaba lleno de académicos. Me pusieron en una mesa con otros ponentes. Ese día iba a leer un poema que había escrito a Argentina, pero de repente vi que esa muy curioso porque todos los invitados eran hombres y todos los asistentes prácticamente eran mujeres. Entonces decidí usar la plataforma y los medios para leer el poema que escribí para el día de las mujeres, que es el más feminista que tengo. Y decidí leerlo porque a lo mejor son cosas que ellos no quieren escuchar de manera voluntaria, pero como estaban aquí tienen que escucharme. Ese fue un momento brutal porque el público hizo una ovación de varios minutos. Fue un momento muy mágico. Y al día siguiente te miraban de otra manera.

Eso lo he tenido que luchar, porque es un mundo muy de hombres. Das con hombres buenos, por supuesto. Yo me rodeo de hombres buenos, porque a los malos no los quiero cerca. Son hombres que te ayudan y te impulsan y te hacen camino. Es verdad que falta aire. Yo tengo las dos experiencias: tengo edictores que son hombre y editoras que el equipo son casi todas mujeres y me siento muy a gusto en las dos partes. Pero creo que en cuanto a visibilidad, a nivel representativo de autores y autoras aún nos falta. Hay algo que a mí me enfada mucho es esto de que te inviten para llenar al cartel y que haya alguna mujer. También me da rabia, y me ha pasado, que te llamen para hacer un prólogo porque el epílogo ya me lo ha hecho un hombre. Y no. Si quieres que te haga algo es por lo que yo escribo. Al final un libro no tiene género. No quiero rellenar una lista ni este falso feminismo. Si quieres algo que sea por mi trabajo y no por el género que yo tenga o que decida tener.

Muchas de sus seguidoras afirman haberse tatuado palabras o poemas suyos y usted ha afirmado tener algunas palabras tatuadas en su cuerpo ¿Qué palabras han marcado su vida?

Aquí tengo [muestra el brazo derecho) una que pone ‘palabras’, que está escrito con la letra de mi padre. También tengo este dibujo que es de mi perrito que falleció, de Tango, y algunas cositas. Todas con mucho significado. Es verdad que hay mucha gente que se tatúa cosas mías, que incluso me lo piden escrito a mano porque que se lo quieren tatuar así. Yo siempre digo que mi letra es muy fea, pero a la gente les gusta, les hace ilusión. Y es verdad que me piden todo tipo de cosas. Peticiones de matrimonio también…. Un montón de cosas que a veces me dan un poco de cosa, pero ya que estoy ahí vamos al lío y que esto salga bien.

¿Y hay alguna palabra que sea particularmente especial?

Hay una que es como firmaba cuando empecé a escribir en un blog de Internet, que es ‘saudade’. La descubrí en el instituto en el libro de lengua y me gustó mucho lo que significaba, porque era una mezcla entre añoranza, nostalgia, melancolía, que acompaña mucho mi obra. Viene del gallego y el portugués que tienen palabras que significan cosas muy bonitas y es una palabra que me ha acompañado siempre.

Hay muchas vivencias de las mujeres que siguen siendo tabú para la literatura en nuestra sociedad. ¿Se puede hacer arte con aspectos claves de nuestra vida como el aborto, la menstruación o la menopausia?

Si. Sin duda. De hecho mi vertiente de traductora me ha permitido estar en contacto con obras de otros países, otras lenguas, que es un efecto como cuando viajo. Ves como se tratan ciertos temas en otros países. Tuve un encuentro maravilloso con Rupi Kaur a la que traduzco desde su primer libro (lleva tres) y recuerdo ese primer libro en el que narraba los abusos que había sufrido en su niñez por parte de un familiar, como había salido de ello. No lo escondía y ese libro me marcó muchísimo, porque cuando traduces un libro es un paso más allá de leerlo. Te metes por completo. Luego pude conocer en persona a Rupi Kaur y es un ser de luz. En sus libros habla de estos otros temas que no son de amor o desamor. Y como sus relaciones son con hombres trata mucho el tema del hombre en las relaciones con las mujeres y sobre experiencias muy nocivas que ella ha tenido y de hombres buenos que ha conocido y lo que ha aprondido de ellos.

Creo que hay autoras, incluso en nuestro país también. Luna Miguel, por ejemplo, tiene obras maravillosas que hablan de mil cosas interesantes para las mujeres o cuando Paula Bonet hizo ese libro sobre el aborto, que son temas que llevados a la literatura, sobre todo en momentos como este, son imprescindibles. Hay que leerlos para conocer de primera mano algo tan emocional y tan íntimo como un poema, que además hable de un tema tan emocional e íntimo como estos, es una fuerza y un golpe tremendo.

¿Veremos a los hombres leyendo este tipo de literatura?

Ojalá. Yo conozco hombres que los leen. Tengo amigos que los leen, que son sensibles y que tienen muchas ganas de aprender y de reaprender. Que son lectores habituales y escriben poesía y se dan cuenta de que también leyendo estos poemas y estos libros pueden reaprender cosas que la sociedad les ha enseñado de una manera errónea y por ahí conectan. Yo en mi círculo lo he visto. Ya he dicho que yo me rodeo de hombres buenos y tal vez estoy muy alejada de los hombres malos que no quieren saber nada de esto. Confía en que poco a poco lo terminen haciendo y que si deciden no hacerlo sea la sociedad la que los eche a un lado y no les quede más remedio que aprender o desaparecer.

Fuente: https://www.publico.es/entrevistas/elvira-sastre-siga-habiendo-mujer-viva-miedo-no-habremos-conseguido.html

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La Plataforma Trans defiende la gestión de Irene Montero al frente del Ministerio de Igualdad

Por: Tercera Información

Mar Cambrolle Jurado: «Cuando niegan nuesTrans identidades, nos entregan a la violencia patriarcal, nos expulsan, nos dejan en las calles para que nos sigan agrediendo. Por eso el verdadero feminismo abraza y lucha por todas las mujeres. Somos más».

La Federación Plataforma Trans defiende la gestión de la Ministra de la Igualdad, Irene Montero, por su compromiso con la igualdad de todas las mujeres, niñas y colectivo LGTBI.

Su compromiso decidido y con un amplio apoyo de los movimientos feministas, LGTBI y colectivos sociales, hacen que las políticas publicas y propuestas legislativas partan de un principio feminista, inclusivo, intersecional y transversal donde ninguna mujer queda atrás.

La propuesta legislativa de la Ley Trans, que cuenta con el apoyo de más del 96% de personas que participaron en la consulta publica de esta propuesta, así mismo, el movimiento feminista no institucionalizado de manera unánime ha apostado por el avance en derechos de las personas trans y por tanto apoyan el tramite de la Ley Trans.

Todos estos apoyos, donde se incluyen también numerosos profesionales, hacen de la Ley Trans, una propuesta legitima y que viene a saldar la deuda que la democracia tiene con las personas trans.

En los últimos días hemos visto como paralelo al avance de la Ley Trans, grupos anti derechos trans, han elevado la presión hacia el Ministerio de Igualdad, convirtiendo a Irene Montero en el blanco de su guerra contra el avance en derechos de las personas trans, alineándose esta corriente con la ultraderecha y fundamentalismos religiosos, como ya ha sucedido en otros países.

Este compromiso valiente y decidido de Irene Montero con la igualdad plena de las personas trans, se enmarca en un contexto donde Europa, Latinoamérica y hora EEUU han decidido proteger a las personas trans contra las discriminaciones y blindar sus derechos en igualdad de condiciones.

“El feminismo ha sido y es la herramienta para luchar por la igualdad de condiciones y contra todas las opresiones, siendo una estrategia que se ha enfrentado a las políticas excluyentes, negacionistas y opresivas de la ultraderecha” declara Mar Cambrollé, presidenta de Plataforma Trans. “Es perverso atrincherarse bajo las siglas del feminismo para oprimir a las personas trans y atacar a un Ministerio que por primera vez representa a todas las mujeres y sus políticas están más que avaladas por el sujeto político” continua Cambrollé “El progreso histórico es imparable y sin lugar a dudas, el Siglo XXI será el de la liberación de las personas trans” Concluye Cambrollé.

Fuente e Imagen: https://www.tercerainformacion.es/articulo/actualidad/25/01/2021/la-plataforma-trans-defiende-la-gestion-de-irene-montero-al-frente-del-ministerio-de-igualdad/

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Entrevista a la escritora y periodista Cristina Fallarás «La Iglesia católica es la fuente de todo el dolor para la mujer»

Por: Juan Losa

Cristina Fallarás (Zaragoza, 1968) se ha saltado dos de sus máximas a la hora de sentarse a narrar; no escribir novela histórica y no estudiar para escribir. La culpa es de María Magdalena, o mejor, de la imagen de puta que la Iglesia ha perpetuado sobre su figura. Su último libro, El evangelio según María Magdalena (Ediciones B, 2021), planta cara a una versión patriarcal que ha resultado devastadora para las mujeres.


De prostituta a santa, el periplo de María Magdalena a lo largo de la historia no es cosa menor, que diría aquel…

Y el caso es que en La Biblia jamás aparece como prostituta ni nada que se le parezca. Ella en realidad es la que acompaña a Cristo en los evangelios y la única que está ahí cuando resucita, sólo ella puede dar fe de lo que ha ocurrido. Hay una contradicción tremenda en la construcción del personaje de María Magdalena, una contradicción que se hace evidente cuando encuentran los papeles del Mar Muerto y de repente la Iglesia católica no puede seguir ninguneando su figura.

Aquel hallazgo deslizaba la hipótesis de que María Magdalena venía de una «ciudad judía rica» y que cuidaba de Jesús con sus propios medios…

Y que era una persona culta perteneciente a la élite del momento, una mujer privilegiada para la época. De repente, la cúpula de la Iglesia con Bergoglio a la cabeza decide de la noche a la mañana que hay que santificarla, la hacen incluso apóstol de los apóstoles…

Pero el daño, entiendo, ya está hecho.

Exacto, María Magdalena será ya por siempre la puta. Pero es que esto no es lo que pone en los evangelios, y no sólo eso, es que resulta además redundante porque nosotros ¡ya teníamos una puta!La escritora Cristina Fallarás en su casa de Madrid. Fernando Sánchez

Ah, ¿sí?

Claro, Eva, la del pecado original. Por eso sorprende que conviertan a María Magdalena en prostituta siglos más tarde, es una redundancia en toda regla.

No contentos con una…

Eva es la que ofrece la manzana de la tentación y por su culpa tú trabajas con el sudor de tu frente y yo paro a gritos de dolor, ella es culpable de todo lo que somos y por lo tanto merecemos castigo. Pero ahí no queda la cosa, es que también está la Virgen María, que es la madre de Dios y que siendo virgen da a luz, no como tú, puta, que para parir necesitas follar, y que incluso exiges gozar. Y ahí tienes un segundo castigo, que es el castigo de la sexualidad femenina.

Una sexualidad que, además, aborda con tremenda crudeza en el libro.

Es que a las vírgenes se les llamaba así no porque las casaran sin haber follado, sino porque las casaban sin la regla. Así que lo que les pasaba a aquellas muchachas es que el tipo las empezaba a follar cuando ni siquiera tenían la regla, eran crías de trece o catorce años, no estaban suficientemente desarrolladas y las pobres reventaban.

Y cuando esto sucedía, eran ellas, también, las que se encargaban de curarlas.

No sólo de curarlas, es que eran ellas las que se ocupaban de todo lo doméstico. El parto, la crianza, la salud, la higiene… La mujer no participa en el ámbito público, eso se lo apropian los hombres, la mujer permanece en el castigo, en el oprobio.

Ni penitente, ni prostituta, ni sirvienta… La María Magdalena de Fallarás es independiente y dura. ¿Así la imagina?

No hace falta imaginarla. Le doy la vuelta. Simplemente introduzco otro punto de vista a lo que narran los evangelios; el punto de vista de una mujer. Y al mirarlo así, te das cuenta de que todo lo que son grandes gestas, toda esa ampulosidad y esa épica, todos esos milagros, se convierten en asuntos cotidianos, porque la ampulosidad, la guerra y los milagros forman parte de un relato masculino, de esa épica masculina.Cristina Fallarás. Fernando Sánchez

Y frente a esa épica, ¿lirismo?

Sólo en el estilo. Frente a esa épica; lo práctico, lo doméstico. Las narraciones épicas se convierten en historias domésticas. Así, cuando se escucha aquello de pedid y se os dará, en realidad de lo que se está hablando es de qué coño, todo se os dará porque nosotras ordeñamos las cabras, amasamos el pan, parimos, cuidamos, limpiamos la casa… De repente, todo es verosímil, es decir, todos aquellos milagros pasan al plano de lo cotidiano.

¿Qué opina de que ahora las mujeres puedan dar la comunión y leer textos en la misa?

Bueno, partamos de la base de que a mí la Iglesia católica me aterra. En realidad me aterran todas las religiones, pero la católica en particular; la Iglesia católica es la fuente de todo el dolor para la mujer. El papel de las monjas es el papel de aquellas que obedecen lo que de verdad la Iglesia querría para todas las mujeres. Fíjate en los votos de castidad de las monjas, en el de silencio o el de obediencia, es aterrador porque reproduce exactamente el papel que quisieran para la mujer. Quizá por eso las monjas se dedican a la educación y por eso somos como somos. A mí me educaron las monjas.

Pues algo no fue del todo bien…

Porque yo me revolví de puro cristiana, es decir, yo fui cristiana de la misma manera que ahora soy marxista, y por las mismas razones.

¿Abrazó una nueva fe?

Busqué otra construcción de la igualdad y del reparto de la riqueza. En realidad, si lees los evangelios te das cuenta de que te están hablando de igualdad.

Fuente: https://rebelion.org/la-iglesia-catolica-es-la-fuente-de-todo-el-dolor-para-la-mujer/

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Un feminismo fuerte, igualitario y crítico

Fuentes: http://www.mientrastanto.org

Análisis sociológico sobre el feminismo en el momento presente

El feminismo ha adquirido una nueva relevancia sociopolítica y cultural, particularmente en España. Incluso se habla de otra ola feminista, la cuarta, por perfilar sus características específicas. La reactivación feminista, con su dinámica expresiva, sus objetivos y sus procesos identificadores, en sus distintos niveles, ha cobrado una nueva dimensión los últimos años. Tiene un gran impacto en los ámbitos político-institucionales y culturales, en la transformación y legitimidad de los distintos actores, así como en la conformación de una dinámica más amplia y multidimensional de cambio de progreso frente a las tendencias machistas (o patriarcales). La acción por la igualdad y la emancipación femenina se enfrenta a la discriminación, la desigualdad y la dominación de las mujeres, así como a los factores estructurales e institucionales que las mantienen, en particular a las tendencias conservadoras, reaccionarias o autoritarias.

El feminismo como sujeto social

Los fundamentos de la subordinación femenina están claros: gravedad de las desigualdades sociales, laborales y de estatus, con desventaja para las mujeres; persistencia de la violencia y las coacciones machistas, con mayor dependencia e inseguridad para ellas; insuficiente reconocimiento de las libertades para desarrollar las distintas opciones vitales, sexuales o de género. Constituyen los tres ejes fundamentales expresados en la actual ola feminista: por la igualdad social, económico-laboral y relacional o de estatus de las mujeres; contra la presión y las agresiones machistas, y por la emancipación y la capacidad de decisión sobre sus trayectorias y preferencias personales.

Los contextos sociopolítico-cultural y económico-laboral están bien definidos. Primero, amplio y duradero descontento feminista y popular, convertido en activación cívica masiva a partir de 2018 y, especialmente, entre las mujeres jóvenes que han profundizado su identificación feminista. Todo ello como respuesta cívica y solidaria ante la incapacidad de las élites gobernantes y las principales políticas institucionales para superar esas lacras, sobre todo durante el Gobierno anterior del Partido Popular de M. Rajoy. Pero también, por las insuficiencias de la normativa, la gestión y el entramado institucional impulsados en la época anterior por el Ejecutivo socialista de R. Zapatero. Así, la Ley de igualdad y La ley contra la violencia machista, desde hace quince años, tuvieron un efecto inicial positivo de sensibilización feminista, pero han sido incapaces de garantizar un cambio real en esas condiciones de subordinación y desventaja de las mujeres, quedando en el formalismo retórico, con ausencia de políticas preventivas y sustantivas, y el punitivismo contraproducente. Sus procesos legitimadores se han agotado y exigen un nuevo impulso transformador.

Al mismo tiempo, desde el reaccionarismo ultraconservador aparecen nuevos riesgos de involución sociocultural respecto de la relativa posición social igualitaria conseguida, así como nuevas desventajas derivadas del sobreesfuerzo exigido a las mujeres en el ámbito laboral y de los cuidados. Esas reacciones se producen, precisamente, ante los amplios avances democrático-igualitarios en las relaciones interpersonales y las mentalidades, así como ante las nuevas exigencias de un cambio real y sustantivo por la igualdad y la libertad de las mujeres, reforzado por un amplio campo progresista. El choque de expectativas, principalmente entre las jóvenes, desde una cultura democrática e igualitaria y con dinámicas reales desventajosas, es evidente. Es la base del malestar, la indignación y la activación feminista.

Este marco sociopolítico y de legitimidad de la acción cívica feminista está conectado con el empeoramiento del contexto socioeconómico y la precarización del empleo durante la última década, por las crisis socioeconómicas y las políticas de recortes sociales, laborales y servicios públicos que han debilitado la protección social pública y el empleo decente, ahora agravados por la crisis sanitaria. Ello genera un incremento del sobreesfuerzo femenino en la gestión de los cuidados y la reproducción vital, así como peores consecuencias en el ámbito laboral-profesional, sus condiciones de vida y su estatus público, lo que ha perjudicado especialmente a las mujeres de las capas populares y, particularmente, a las jóvenes con mayor incertidumbre para sus proyectos vitales.

Por último, esta activación y concienciación feministas tiene fundamentos sólidos, aunque con distintos niveles de compromiso y pertenencia. Según diversas investigaciones (véase mi libro Identidades feministas y teoría crítica), conviene distinguir tres niveles de identificación feminista: Uno, más de la mitad de las mujeres y de la gente joven así como un tercio de varones tienen conciencia feminista y avalan sus principales objetivos igualitarios; dos, varios millones (entre tres y cuatro) de personas, mayoría mujeres, participan de alguna forma (individual y/o colectiva) en esa activación feminista, más o menos descentralizada o de conjunto, y se consideran identificadas con el movimiento feminista en sentido amplio o bien se muestran solidarias con las grandes movilizaciones feministas y sus objetivos (8 de marzo, 25-N o grandes campañas); tres, varios centenares de miles de activistas en los ámbitos institucional, parainstitucional y de grupos y redes sociales, muy heterogéneos entre sí, con una participación más estable, comprometida e identificadora.

La situación de discriminación, así como la experiencia compartida de movilización cívica, has generado —están generando— una identificación individual y colectiva que conlleva el sentido de pertenencia. El movimiento feminista, como masivo y democrático movimiento social, ha conformado y fortalecido una positiva y solidaria identidad feminista, a diferenciar de la estricta identidad de género. La activación de la acción feminista estos últimos tres años ha expresado un proceso sociopolítico y cultural de identificación igualitario, emancipador, inclusivo, popular, interseccional e integrador.

La identidad feminista, como proceso relacional solidario, no se opone a una identidad o sentido de pertenencia más amplia, de ciudadanía o ser humano, es decir, con componentes universales. Depende de los lazos comunes existentes y su persistencia, así como de su diversidad de pertenencias, su combinación y la conformación de una identidad múltiple o compleja. Esta multidimensionalidad identitaria se forma en cada sujeto real con un nuevo, específico y cambiante equilibrio entre las distintas identidades parciales con variadas combinaciones según los contextos relacionales y junto con otras identidades o valores cívicos transversales. Además, los procesos identitarios pueden ser más o menos inclusivos, densos, mixtos e interactivos, junto con otras características más universales o cívicas. Es positivo un feminismo fuerte y crítico, con sus rasgos identitarios igualitarios, emancipadores y solidarios en conexión con otras dinámicas populares por una transformación progresista de la sociedad.

La pugna interna en el feminismo

El carácter masivo y unitario del feminismo, al mismo tiempo que diverso y plural, está atravesado, además de por unas tendencias sociohistóricas y del contexto económico e institucional, por un aspecto específico que conviene explicar: la formación de la representación de la dinámica transformadora feminista, con sus procesos colectivos de articulación y liderazgo, el sentido de su orientación, los intereses grupales y las características culturales o ideológicas. Su reto es la formación de representaciones democráticas, plurales y unitarias.

Hago el análisis desde la sociología sobre los movimientos sociales, la acción colectiva y el cambio social, junto con la sociología de género. Como movimiento social y cultural, el movimiento feminista, en sentido amplio, conlleva una dinámica autónoma de la esfera política, partidista e institucional. Pero, evidentemente, está penetrado y condicionado por múltiples intereses y demandas de ese ámbito, así como, más en general, por las influencias ideológicas y culturales, las dinámicas asociativas del conjunto de actores sociales y las trayectorias progresistas (o reaccionarias). El intenso debate de ideas, las polémicas entre las élites feministas más activas, a veces agrias y sectarias, así como los forcejeos para conseguir reconocimiento social (o visibilidad pública) obedecen a la pugna por el estatus organizativo sociopolítico e institucional y la influencia mediática, cultural y de poder, relacionadas con el sentido, la capacidad y la cohesión de las bases sociales y representaciones feministas.

Se enmarca en el declive de una élite hegemónica en el periodo anterior, particularmente en los ámbitos institucionales, académicos y mediáticos, vinculada al aparato socialista (aunque no solo ni toda ella), que defino como socioliberal y formalista por sus escasos resultados para el avance real igualitario y emancipador de las mujeres, particularmente en la última década por su adaptación a la dinámica neoliberal dominante. Así, algunas personas reaccionan con argumentos sectarios y doctrinarismo esencialista ante la disputa de sus privilegios y su preponderancia anterior, utilizando un discurso excluyente para legitimarse como monopolio representativo de las mujeres. Se atrincheran frente al desborde de las nuevas élites, algunas con una larga experiencia de trabajo feminista de base, reforzadas por la nueva ola de activación feminista.

Además, está la particularidad de la existencia de un amplio abanico descentralizado de experiencias, grupos y personalidades. Hay una ausencia de articulación asociativa estructurada, con credibilidad y autoridad colectiva, ya que los mecanismos coordinativos y representativos son muy puntuales e inestables. Ante la evidencia de esta pugna por el control y la gestión (sociopolítica, cultural e institucional) de este amplio e influyente proceso sociopolítico se desarrolla una dinámica nada serena y argumentada. Mientras hay un relativo consenso, más o menos ecléctico, entre las mayorías de las bases feministas, entre determinadas élites se tiende a la descalificación sumaria, o sea, a la pura lucha por el ventajismo relacional inmediatista, muchas veces impotente para consolidar unas posiciones democráticas y razonadas que justifique su representatividad y su credibilidad pública. El marco es la ausencia de jerarquías formales, al mismo tiempo que la presencia de pretensiones elitistas permanentes de preponderancia organizacional y cultural.

Nada que envidiar a los peores procesos tanto de las izquierdas y fuerzas progresistas como de las derechas, poco edificantes en talante democrático, respecto de la regulación pluralista de los conflictos y divergencias respetando un marco unitario frente al adversario común y la argumentación razonada. La amplia cultura democrática y participativa de la activación feminista de millones de personas se contrapone con las prácticas intransigentes de determinadas élites, sobre todo de las que se resisten a dejar de serlo, pero también de algunas que aspiran a serlo, como se refleja en el estilo insultante utilizado en distintos medios y redes sociales.

La paradoja es que este intenso y prolongado ejercicio sectario, visto en perspectiva, favorece las posiciones privilegiadas de la corriente socioliberal o institucional, con mayor acceso mediático e iniciadora de la ofensiva deslegitimadora. No es una buena experiencia de aprendizaje y formación de liderazgos y representaciones alternativos en la base social respectiva y para el impulso y la reafirmación del feminismo en su conjunto. Es una debilidad en la construcción unitaria y plural del conglomerado asociativo feminista que lo debilita en su función transformadora igualitaria y emancipadora frente al auténtico adversario común: el machismo como orden social institucionalizado e imbricado con los grupos de poder.

Por otro lado, hay que reconocer que esta debilidad en la articulación y representación de un amplio movimiento social como el feminismo, incluidas sus pugnas más sectarias, no es exclusivo de él. O sea, no es específico de las mujeres o, al contrario, tampoco es incompatible con ellas. Hay que desechar interpretaciones deterministas sobre sus causas: en el primer caso, por la supuesta inmadurez o irracionalidad de las mujeres; en el segundo caso, por una supuesta esencia femenina más tolerante. Es necesario un enfoque relacional, comparativo y sociohistórico. La pugna interna (y externa) tiene que ver con la distancia entre, por un lado, el carácter, la dimensión y el impacto de un gran proceso sociopolítico y transformador feminista y, por otro lado, la fragilidad derivada de la dispersión organizativa, la capacitación de liderazgos sociales, la relevancia de esa tarea sociopolítica transformadora y los intereses y posiciones de estatus que conlleva.

Por tanto, esa conflictividad interna es similar, en contextos parecidos, a la configuración de trayectorias populares, representaciones sociales y políticas y liderazgos organizativos o ideológicos en distintos movimientos sociales y dinámicas político-electorales, especialmente cuando hay procesos profundos de cambio, de reorientación cultural o político-ideológica y recomposición de élites representativas.

Esta tensión y sus reequilibrios de espacios y liderazgos también afectan a las derechas y los grupos de poder, a veces de forma mucho más cruenta, como en las guerras interimperialistas y luchas nacionales o sus actuales tensiones con las ultraderechas. Pero ellas tienen la ventaja relativa de que el poder establecido, normalmente desde posiciones no públicas, condiciona o disciplina a su representación social y política.

La diferencia con el campo popular, específicamente con las formaciones políticas y los movimientos sociales más relevantes, como es el caso del actual movimiento feminista, es que aquí es más fundamental la democracia participativa, la deliberación y decisión colectiva y unitaria. En ese sentido, para ser efectivos se necesita más la democracia y su unidad y, por tanto, resolver mejor la legitimidad representativa de cada sensibilidad o élite diferenciada.

Sin embargo, a veces, en sus pugnas elitistas se utilizan los limitados recursos de poder o capacidad burocrática y organizacional. Ello puede conllevar, si no hay una fuerte cultura democrática y ética de fondo, a mayor énfasis en lo discursivo y, al mismo tiempo, en una actitud prepotente. Es un plano relacional y comunicativo diferente al de las derechas, cuya manipulación sociocultural y crispación institucional antipluralistas las ejercen con todo su poderío fáctico cuando se cuestionan sus posiciones hegemónicas y de poder por los desafíos progresistas y de participación popular democrática. Pero esa práctica sectaria refleja los límites democráticos y éticos de variadas élites que pugnan por la representación y los liderazgos populares, incluido en este caso algunas del movimiento feminista.

Los tres feminismos

En distintos análisis esquemáticos sobre las sensibilidades internas en el feminismo se establecen dos corrientes en torno a la identidad ‘mujer’: una, llamada ilustrada (esencialista, elitista, homogénea y excluyente), y otra, llamada diversa (posmoderna, popular e inclusiva). No obstante, a mi modo de ver, más allá de las etiquetas, hay una simplificación. La realidad es más compleja pero, sobre todo, el enfoque es insatisfactorio: el eje central para definir el sujeto sociopolítico debe ser la identidad ‘feminista’ no la identidad mujer como identidad de género; en ese sentido cobra una mayor importancia un enfoque relacional y sociohistórico de los procesos participativos de identificación con la causa de la igualdad y la liberación de las mujeres. Por supuesto, debe ser interseccional y en colaboración con otros procesos igualitarios y emancipadores, en particular, por ser el aliado más próximo con los colectivos LGTBI. Además, se producen situaciones mixtas, eclécticas o intermedias entre distintos espacios feministas y en el interior de estos, a veces con una alta variabilidad en diferentes contextos, personas y grupos.

La corriente ilustrada, que a veces es llamada feminismo institucional no es solo ni principalmente la pequeña élite académica socialista que, en los últimos años, ha cogido una deriva esencialista y prepotente frente al feminismo crítico y popular y el feminismo posmoderno, sino una tendencia plural defensora de los derechos y la igualdad de las mujeres. Por tanto, no conviene desacreditar todas las experiencias y fundamentos liberadores e igualitarios de la trayectoria dominante en el feminismo en estos más de dos siglos. Esa crítica de elitismo esencialista y excluyente se podría achacar a un sector determinista que utiliza retóricas contradictorias por la igualdad (formal) y por la diferencia entre los sexos, desde un enfoque mecanicista, ya sea estructuralista o biológico.

No obstante, otro sector histórico y actual participa de una tradición por la igualdad real y es popular e inclusivo. Además, acepta la diversidad en forma de pluralidad real, sobre todo respecto de la clase social, la raza y la opción sexual; se trata del grueso del feminismo crítico e igualitario, dominante en el feminismo popular y de base en España desde la Transición, o el feminismo interseccional del 99% como lo denominan personalidades como la anticapitalista y crítica Nancy Fraser. El énfasis en lo nuevo no debe desconsiderar las mejores tradiciones democrático-emancipadoras del feminismo, aún con sus insuficiencias y límites, según sus contextos históricos, sociales y culturales.

Lo más problemático de ambos esquematismos valorativos, determinista y posestructuralista, es que desconsideran la tradición igualitaria y transformadora. Para la actual élite esencialista, que mejor defino como socioliberal por su limitado impacto transformador, no existe un feminismo crítico, popular, igualitario y emancipador, es decir, de cambio relacional y cultural por la igualdad y la libertad reales de las mujeres. Se quedan en algo de la retórica que han utilizado, apropiándose del discurso de la igualdad, quedándose en lo formalista.

Para las élites posmodernas, más heterogéneas entre sí, una vez tergiversada esa experiencia ilustrada, al tomar una parte por el todo, es más fácil contraponer su discurso de la diferencia y/o posestructuralista, con peso en la tercera ola de los años noventa. Así, bajo el paraguas de la descalificación del feminismo de la igualdad, al que asocia con la razón o el determinismo biologicista, anula las aportaciones igualitarias y transformadoras, con sus fundamentos sociales y su subjetividad, cuya representación queda invisibilizada.

Se produce una convergencia, coincidiendo ambos tipos de élites, socioliberales y posmodernas, en la infravaloración de la realidad desventajosa de las mujeres y la acción cívica transformadora de las relaciones sociales desiguales y dominadoras. Sin embargo, la amplia tendencia realista, social, transformadora y crítica supera a las demás corrientes: liberales o deterministas y posestructuralistas.

La tradición transformadora progresista del feminismo

La realidad histórica nos dice que existe un feminismo crítico e igualitario desde la primera ola (desde mitad del siglo XVIII, el siglo XIX y primeros del XX) y la segunda ola (años sesenta y setenta), más o menos conocido como tendencia igualitaria y emancipadora. Incluso en esas primeras olas los cambios de los derechos formales o legislativos (igual que el liberalismo político progresista) tenían un componente transformador de las relaciones desiguales (patriarcales) civiles, familiares, de acceso educativo y por la participación y representación sociales y políticas, como la paridad representativa de ahora. No era solo un feminismo liberal o ilustrado en el sentido actual de retórico, formalista y elitista, sino que ese igualitarismo era fundamental y sustantivo, combinado con corrientes de izquierda transformadora (socialistas, anarquistas y marxistas), con un compromiso activista solidario y en confrontación unitaria frente al machismo y conservadurismo imperante y hegemónico.

Dicho de otra forma, el feminismo liberal de las dos primeras olas, con su igualitarismo normativo, era bastante radical y transformador, dado el gran peso conservador y patriarcal y la gran opresión y discriminación femenina y su impacto en normas y costumbres. Es importante considerar a todo ese feminismo histórico de la igualdad (liberal y de izquierdas), sin confundirlo con el pretexto de los límites del feminismo socioliberal actual de algunas élites feministas socialistas de estas décadas pasadas o del feminismo neoliberal pseudoprogresista (aunque contenga componentes posmodernos).

Incluso las aportaciones del feminismo institucional socialista, con su posibilismo reformista, también contribuyeron al cambio de mentalidades y a algunas reformas (limitadas) antedichas, aunque con sus elementos contraproducentes, particularmente dos. Por un lado, su ventajismo o prepotencia institucional frente al conglomerado del movimiento feminista de base de la tercera y, sobre todo, de cuarta ola actual. Por otro lado, su posibilismo político-cultural que tiende a consensos con las derechas, por ejemplo con su tendencia hacia el punitivismo y la inacción transformadora real.

Además, el feminismo popular o de base tiene dos tendencias: la posmoderna o de la diferencia, y la transformadora o igualitaria; esta última, que denomino feminismo crítico es la que mayoritariamente se ha expresado en los últimos procesos identificadores feministas y, seguramente, en el activismo organizado que ha promovido las grandes movilizaciones de estos últimos tres años.

Discrepancias entre feminismos

Las tres principales tendencias feministas actuales se constituyen respecto de los tres ejes de la acción feminista de esta cuarta ola: por la igualdad social y relacional, frente a la violencia machista y por la libertad sexual y de género. La pugna interpretativa, argumentativa y representativa de sus élites respectivas expresa una fragmentación organizativa y una debilidad de liderazgo y teórica. Se enfrentan a la tarea democrática de adquirir autoridad y posiciones de prestigio y estatus, con actitudes diferenciadas en esos tres ejes, aunque con ideas básicas comunes que facilitan la expresión masiva de las grandes movilizaciones feministas. Lo analizo desde la sociología crítica.

El problema de fondo que subyace es el descontento popular feminista por la falta de igualdad sustantiva en las relaciones sociales, laborales e institucionales, interpelada, interpretada, representada y orientada desde esa trayectoria igualitaria y transformadora, hoy oscurecida en el ámbito mediático. Las tres sensibilidades, socioliberal, posmoderna y crítica o transformadora, conforman un impacto heterogéneo por abajo, en el conjunto de las bases feministas, entre las que no hay una articulación organizativa estable, ni una referencia cultural unificada ni una cohesión ideológica. En el amplio conglomerado llamado movimiento feminista, predomina el eclecticismo o posiciones mixtas e intermedias respecto de esos diferentes posicionamientos de las élites o personas más activistas.

El activismo discursivo, mediático y en redes sociales, busca la legitimidad en los procesos de formación de liderazgos de las personas y grupos de referencia. Pero, a veces, el exceso de confrontación con estilo descalificador debilita el interés común. Sus efectos son la desactivación de la acción colectiva (e individual) por la igualdad real de la mayoría de las mujeres (y capas subalternas), así como la polarización extrema sobre los otros dos ejes sin avanzar en su transformación preventiva y real: medidas necesarias para acabar con la violencia machista, dando respuesta a la situación de las mujeres víctimas, y favorecer la libertad de opciones sexuales y de género.

Los tres ejes temáticos constituyen la experiencia sustantiva de las actuales movilizaciones feministas ante la persistencia y gravedad de sus desventajas. Es el fundamento que sostiene su carácter transformador y unitario. Pero hay algunas élites, con distintas justificaciones, que priorizan su interés corporativo por ocupar posiciones de privilegio o situar su marco interpretativo particular como el dominante.

Insuficiencias de los feminismos socioliberal y posmoderno

El feminismo elitista, socioliberal y determinista, con su guerra cultural, elige el campo que les parece más fácil y adecuado (prostitución, trans…) para desacreditar a sus oponentes, tachadas incluso de antifeministas. Trata de imponer un marco discursivo y jurídico (punitivista y excluyente) con el que, como objetivo implícito fundamental, aísla y margina también al feminismo transformador, o sea, las demandas de la mayoría feminista de cambio real en esos tres ejes. Por tanto, es un pretexto para defender sus privilegios y desacreditar la alternativa real del movimiento feminista reciente, precisamente por el desborde de los límites transformadores de su estrategia formalista y retórica, su puritanismo y punitivismo y su gestión institucional corporativa.

Aparece con acritud esa pugna por la credibilidad o autoridad del feminismo sin abordar lo sustancial, es decir, apartándose de la dinámica principal del movimiento real y sus amplios apoyos sociales e identificadores y haciéndose eco de las tendencias conservadoras. Es una dinámica destructiva de la capacidad relacional y transformadora progresista del conjunto del feminismo.

De todo ello apenas se habla desde sectores del feminismo posmoderno, en el que me voy a centrar por su mayor complejidad y ambivalencia. Dentro de la diversidad que proclama formalmente no existe el suficiente reconocimiento e inclusión de lo principal de la nueva realidad: la problemática de la mayoría de las mujeres, su situación de discriminación y desventajas y sus demandas y movilizaciones igualitarias y emancipadoras.

En particular, algunas de sus élites infravaloran el gran objetivo de la igualdad relacional y socioeconómica y sus derechos, fundamento básico del feminismo transformador en todas sus olas. Supone abandonar el campo de la ‘distribución’ material o social, y abordar el campo del ‘reconocimiento’ solo desde el ámbito cultural o simbólico para esas élites y no desde la mejora de su estatus relacional y socioeconómico. Así, desconsideran las transformaciones estructurales y sociopolíticas que afiancen la posición social del conjunto de las mujeres y su reconocimiento público y en las relaciones interpersonales. En ese sentido, para ciertas nuevas élites postestructuralistas su feminismo cultural, aunque sea positivo y transgresor en diferentes campos de la normatividad sexual y de género, no es suficientemente radical (no va a todas las raíces) sino que en diferentes ámbitos es superficial y poco transformador.

El feminismo cultural, posmoderno o diverso, ha crecido y se ha polarizado frente al feminismo esencialista, pero difumina al amplio feminismo social, igualitario y crítico, auténticamente plural e inclusivo de lo sustancial de la realidad femenina y las demandas feministas, así como de su subjetividad integradora y complementaria de lo racional y lo emocional.

Para salir del atasco habría que, por un lado, profundizar las críticas a las insuficiencias del feminismo institucional y la impotencia transformadora del feminismo posmoderno-cultural y, por otro lado, reforzar el feminismo crítico e igualitario. Pero eso es lo que se ventila en la pugna por el liderazgo, por su apropiación e instrumentalización de la amplia y sugerente capacidad relacional y movilizadora de la actual ola feminista. La reactivación feminista de estos años es una dinámica alternativa y diferenciada, conectada con lo mejor de las tres olas anteriores, dentro de una orientación unitaria y transformadora progresista global, que esas élites posmodernas y socioliberales no están en condiciones de abordar claramente.

En definitiva, en algunos discursos posestructuralistas, la calificación de feminismo ‘inclusivo’ (de las trans o LGTBI) esconde otra función hegemonista con dos variantes complementarias. Una, absorber y representar esa dinámica transformadora generalizada; otra, excluir o subordinar a sus representantes, especialmente las nuevas élites asociativas emergentes. En ese sentido, convergen con representantes del feminismo socioliberal en infravalorar un feminismo popular transformador.

Un feminismo crítico por la igualdad y la emancipación

Se ha producido el desplazamiento del marco discursivo de las otras dos corrientes para marginar los procesos reales y discursivos del feminismo crítico y transformador sustentado en la mayoría de la amplia identificación feminista. En ese sentido, la corriente posmoderna (o queer) se asimila a lo diferente (diverso, anómalo, raro o retorcido —literalmente—) sin destacar su carácter constructivista radical que reafirma J. Butler y otras, o sea, idealista por su sobrevaloración de la construcción discursiva de la identidad y el sujeto social.

Frente al determinismo (económico, biológico, étnico, institucional de poder…), es mejor un constructivismo ‘moderado’, relacional y sociohistórico, basado en la experiencia prolongada de prácticas, funciones, estatus y subjetividades. Es distinto al constructivismo idealista radical o posestructuralista, que infravalora la existencia de la realidad social o estructural, la llamada (clásica) ‘sustancia’ que niegan bajo la acusación de esencialismo. Según esa posición posmoderna, la realidad está construida por la (convencional) ‘forma’: apariencias, emociones o discursos.

Así, es importante la subjetividad y lo simbólico. No hay que infravalorarlos. Pero, en un efecto pendular frente a los excesos del estructuralismo más mecanicista, esa posición posmoderna desconsidera los fundamentos de la realidad social, de la situación de desigualdad y dominación existentes. Salen perdiendo las capas populares y subalternas, incluidas la mayoría de las mujeres y LGTBI, con una realidad desventajosa, material, cultural y de subordinación.

Pero esa interpretación de la preponderancia de lo diverso sobre lo unitario, a veces, no es sinónimo de pluralismo democrático e integrador, sino de imposición de una cosmovisión, junto con su representación social o política, frente a otra; es decir, puede conllevar hegemonismo prepotente según nos enseña la experiencia histórica y reciente.

Dicho de otra forma. La modernidad ha creado monstruos (capitalismo, imperialismo colonialista… el universalismo totalizador antipluralista y eurocéntrico), aunque también (la ilustración, la razón, la ética y el Estado de derecho) ha permitido o generado procesos liberadores: la democracia, la igualdad, la libertad, el laicismo… el socialismo. Pero la posmodernidad, que hunde sus raíces en el irracionalismo (F. Nietzsche) y el idealismo (Carl Schmitt), ha generado o compartido el fascismo totalitario y el nacionalismo excluyente; el relativismo cultural no es más flexible o pluralista que cierto universalismo moderado, pluralista e integrador, por ejemplo con los valores de los derechos humanos o la ciudadanía social.

Por tanto, es positivo decir que los grupos oprimidos pueden ser la base para conformar un sujeto emancipador, con los correspondientes procesos, experiencias y mediaciones tras una finalidad ‘universalista igualitaria-emancipadora’. En ese sentido, tiene conexión con las minorías marginadas. Pero la palabra diversa (o diferente o queer) no conlleva necesariamente el rechazo de una relación jerarquizada de desigualdad u opresión. No se deduce, por tanto, un ideal emancipatorio-igualitario, sino simplemente una diferenciación individual o colectiva. Puede entroncar con la pulsión identitaria individualista, no necesariamente liberal, de la realización del yo, del ‘reconocimiento’ personal, haciendo abstracción de la ‘distribución’ de las condiciones sociales de desigualdad. Así, es compatible con la emotividad y la autorrealización, más o menos consumista, simbólica y estética, que estimula el neoliberalismo ‘progresista’, con sus sistemas publicitarios diferenciadores o individualizadores.

En consecuencia, hay un desdoblamiento. Por un lado, mucha diversidad e individualización; por otro lado, imposición homogeneizadora del beneficio privado y el poder establecido (capitalismo o desigualdad de clase, étnico-nacional y género), con procesos adaptativos y de subordinación. Son cuestiones que se expresan mal desde posiciones deterministas o esencialistas. Por ejemplo, su crítica a la trampa de la diversidad o a las identidades ‘asesinas’ frente a la realidad o el sujeto supuestamente universal está mal planteada. No obstante, esa posición posmoderna de la diversidad responde a la defensiva y no da armas suficientes para luchar contra las desigualdades reales, particularmente las de clase social, y frente a esa retórica esencialista.

En definitiva, ese feminismo posmoderno, bajo esa aparente transversalidad y ambigüedad sustantiva que relativiza la desigualdad social y de estatus, no integra todo lo diverso ni incluye a todo el mundo. Confunde identidad de género e identidad feminista, al infravalorar los procesos complejos y duraderos de identificación y prácticas relacionales. Relativiza la realidad material y relacional desigual de las propias mujeres, más allá de algunos rasgos culturales y sexuales. No incluye sus experiencias mayoritarias y los sujetos ‘externos’ a su acotada diversidad, solo las admite de forma subordinada bajo la elaboración elitista y controlada de un discurso articulador de las jerarquías y representaciones sociopolíticas. No es una buena referencia analítica ni ideológico-política para un feminismo crítico, transformador, igualitario y emancipador conectado con los amplios procesos identificadores feministas. En todo caso, es necesario un debate sereno, argumentado y constructivo.


Fuente: http://www.mientrastanto.org/boletin-197/ensayo/un-feminismo-fuerte-igualitario-y-critico

** Sobre el autor: es profesor de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid y autor de Identidades feministas y teoría crítica]

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España: La juventud de Valdés ya tiene donde estudiar

Europa/España/11-12-2020/Autor(a) y Fuente: www.elcomercio.es

La Casa de la Juventud Margarita Salas cuenta también con una zona de ocio y se ubica en el Palacio de Gamoneda. Se invirtieron 15.000 euros.

La científica valdesana Margarita Salas se ha ganado otro rincón en su concejo natal. A escasos metros de su estatua, inaugurada en la clausura de la Semana de la Ciencia, se inauguró ayer la Casa de la Infancia y Juventud, que lleva su nombre. Tal y como recordó el regidor valdesano, Óscar Pérez, «es el primer nombre de mujer que tenemos en una instalación municipal». «Supone un paso adelante en materia de igualdad y de visibilización de la mujer», dijo, tras mostrar su satisfacción por poder inaugurar un equipamiento que permitirá «a los más jóvenes desempeñar actividades de ocio y formativos y que opositores y universitarios, que llevan muchos años mostrando interés por disponer de un espacio de estudio, puedan desempeñar esta actividad».

Este nuevo equipamiento, ubicado en el Palacio de Gamoneda, en el centro de la villa, contó con una inversión municipal de 15.000 euros que permitieron acondicionar el espacio para dotarlo de una zona de estudio y otra de ocio. Esta última se encuentra en la primera planta y servirá de punto de encuentro para los más jóvenes, además de contar con un futbolín o una mesa de billar como atractivos. En la otra zona, el área de estudio, situada en la zona bajo cubierta, reúne las condiciones de una sala de estudios y está dotada de conexión a internet libre para que los estudiantes puedan preparar sus pruebas. Los horarios harán compatibles ambos usos, al mismo tiempo que dan respuesta a una demanda de los más jóvenes del concejo.

«Un valor añadido»

La edil de Infancia y Juventud, Clara García, recordó que se trata de un espacio «público, abierto a todos los niños y jóvenes del concejo cuyo principal objetivo es generar actividades de participación social para conseguir que nuestros jóvenes sean ciudadanos activos y críticos», afirmó. Las actividades, cuya programación está condicionada por la actual situación sanitaria, trabajarán aspectos como la lucha contra la violencia, la igualdad de género, el respeto por el medio ambiente, la solidaridad entre los pueblos, la participación democrática y la integración de jóvenes socialmente desfavorecidos, entre otras cuestiones.

Al acto de inauguración acudió la directora general de Juventud, Clara Sierra, que tras conocer el espacio destacó la importancia de estas iniciativas que «promueven el ocio saludable y fomenta la participación de los jóvenes, que tienen mucho que aportar». Además, Sierra destacó que estos espacios «dan un valor añadido a las zonas rurales», que ganan atractivo para los más jóvenes y ayudan a fijar población.

Tras más de año y medio de reformas y, a pesar de su inauguración, la apertura al público de este equipamiento, recordó la edil valdesana, aún no tiene fecha. Todo dependerá de las restricciones derivadas de la pandemia.

Fuente e Imagen: https://www.elcomercio.es/asturias/occidente/juventud-valdes-estudiar-20201207010255-ntvo.html

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Ecuador: Una serie animada promueve derechos de niños con discapacidad y enseña sobre el covid-19

En el marco del Día Internacional de las Personas con Discapacidad, que se conmemora este jueves 3 de diciembre del 2020, el Consejo Nacional para la Igualdad de Discapacidades (Conadis) presentó la serie animada Teo y Bujía vs. covid-19, un proyecto que reivindica la importancia del respeto y garantía de los derechos de los niños y niñas con discapacidad.

El Conadis informó que Teo y Bujía vs. covid-19 busca generar interés e involucrar a niños y niñas de 6 a 12 años en el conocimiento de sus derechos y dar pautas de cuidado frente al coronavirus y la garantía de la protección de la salud.

La propuesta es de carácter lúdico y entretenida. “Siempre ha sido un sueño del Conadis contar con una serie animada que promueva los derechos de los niños y niñas con discapacidad, y sobre todo sensibilizar sobre la discapacidad, una condición que forma parte de la diversidad”, señaló Xavier Torres, titular del Consejo, quien agradeció al Ministerio de Educación, que apoyará en la difusión de este proyecto que, aseguran, permite tener una visión incluyente en la atención de los niños y niñas del país, en relación al cuidado por la pandemia.

Torres se mueve en silla de ruedas debido a que cuando tenía 26 años fue parte de un incidente de violencia intrafamiliar. Su cuñado le disparó en cinco ocasiones, luego mató a sus dos hijos y se suicidó. Por años ha estado en organizaciones de defensa de derechos de esta población.

Revisa el vídeo  de la  serie en:  https://www.elcomercio.com/app_public.php/actualidad/IckAcPxC

Teo y Bujía vs. covid-19 contó con el apoyo de varias instituciones nacionales e internacionales: Ministerio de Educación del Ecuador, Cruz Roja Internacional, Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid), Unión Europea y el proyecto Bridging the Gap, Fundación ONCE de España, Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (Cocemfe) y de la Federación de Ecuatorianos con Discapacidad Física (Fenedif).

La Ministra de Educación, Monserrat Creamer, felicitó esta iniciativa y señaló que en la actualidad, la educación ecuatoriana tiene grandes reformas pero que estas no podrán llegar a culminarse sin la colaboración de todos los actores del entorno educativo.

Rafael Ruiperez, coordinador general de Aecid, dijo que la Agenda 2030 tiene como lema no dejar a nadie atrás. Allí, indicó, radica la importancia de implementar medidas de acción afirmativa que equiparen las condiciones de las poblaciones vulnerables.

La serie animada está compuesta por un video promocional y cuatro capítulos relacionados a la responsabilidad frente al virus que causa el covid-19, con temáticas como: costumbres diarias para prevenir la propagación del virus; actividades para proteger el sistema inmunológico, importancia y cuidado de la salud mental de niños y niñas junto a su familia y conexión familiar y su influencia, para manejar de la mejor manera el distanciamiento social.

Estos videos serán difundidos por Educa TV y a través de Teleeducación del Ministerio de Educación, y por las redes sociales de las instituciones involucradas. Además, la Fenedif y el Ministerio de Educación firmaron el Convenio Educación Pública, Inclusiva y de Calidad para contribuir para que los niños de Manabí permanezcan en el sistema escolar público.

Como parte del convenio está previsto implementar patios inclusivos con la participación de padres y madres involucrados en el proceso de ejecución y sostenibilidad, así como capacitaciones sobre inclusión social, igualdad de género, sostenibilidad ambiental, entre otros.

Fuente: https://www.elcomercio.com/actualidad/serie-animada-derechos-ninos-covid19.html

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