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Como socialistas nuestra tarea es defender la libertad

Por: David Harvey

La propaganda de la derecha sostiene que el socialismo es enemigo de la libertad individual. Pero en realidad es al revés: trabajamos para crear condiciones materiales bajo las cuales las personas puedan ser verdaderamente libres, sin los límites rígidos que el capitalismo impone a nuestras vidas.

Este texto es un fragmento del nuevo libro de David Harvey, The Anti-Capitalist Chronicles, editado por Pluto Press.

***

Durante unas charlas que di en Perú surgió el tema de la libertad. Un grupo de estudiantes estaba muy interesado en esta pregunta: «¿El socialismo implica renunciar a la libertad individual?».

La derecha se las ha arreglado para apropiarse del concepto de libertad como si le perteneciera y para usarlo como un arma en la lucha de clases contra el socialismo. Argumenta que la sumisión del individuo al control estatal impuesta por el socialismo o por el comunismo es algo inevitable.

Mi respuesta es que no deberíamos abandonar la idea de que la libertad individual es una parte constitutiva de un proyecto socialista emancipatorio. La conquista de las libertades individuales es, tal como argumenté en aquella ocasión, una de las metas centrales de estos proyectos emancipatorios. Pero esta conquista requiere la construcción colectiva de una sociedad en la cual todas las personas tienen la oportunidad y la posibilidad de realizar su potencial.

Marx y la libertad

Marx dijo algunas cosas muy interesantes sobre este tema. Una de ellas es que «el reino de la libertado comienza solo allí donde termina el trabajo impuesto por la necesidad». La libertad no significa nada para alguien que no puede alimentarse, que no puede acceder un servicio de salud adecuado, a una vivienda, al transporte, a la educación, etc. El rol del socialismo es proveer estas necesidades básicas para que la gente sea libre de hacer todo lo que desee.

El punto de llegada de una transición socialista es un mundo en el cual las capacidades y la potencia individual son liberadas completamente de los límites que les impone la necesidad y otras limitaciones sociales y políticas. En lugar de conceder que la derecha tiene el monopolio sobre la noción de libertad individual, debemos reclamar la idea de libertad para nuestro proyecto socialista.

Pero Marx también señaló que la libertad es un arma de doble filo, dado que quienes deben trabajar en una sociedad capitalista son libres en un doble sentido. Pueden vender libremente su fuerza de trabajo en el mercado a cualquiera. Pueden ofrecerla bajo los términos de un contrato negociado libremente.

Pero al mismo tiempo son «no libres» porque se han «librado» de cualquier control o acceso a los medios de producción. Por lo tanto, deben entregar su fuerza de trabajo al capital para vivir.

Estos son los dos costados de su libertad. Para Marx esta es la contradicción central de la libertad bajo el capitalismo. En el capítulo sobre la jornada laboral de El capital, lo pone en estos términos: el capitalista es libre de decirle al trabajador o a la trabajadora: «Quiero emplearte pagándote el salario más bajo posible por la mayor cantidad de horas posibles para que hagas exactamente el trabajo que yo preciso. Eso es lo que te exijo cuando te contrato». Y el capitalista es libre de hacer esto en una sociedad de mercado porque, como sabemos, la sociedad de mercado se trata de ofrecer y  de competir por esto y por aquello.

Pero por otro lado, quien trabaja también es libre de decir: «No tienes derecho a hacerme trabajar 14 horas por día. No tienes derecho a hacer lo que quieras con mi fuerza de trabajo, especialmente si esto acorta mi vida y pone en peligro mi salud y mi bienestar. Solo estoy dispuesto a trabajar durante una jornada justa a cambio de un salario justo».

Dada la naturaleza de una sociedad de mercado, tanto el capitalista como el trabajador tienen razón en lo que reclaman. Marx dice que ambos tienen razón por la ley del intercambio que domina en el mercado. Dice también que entre derechos iguales solo decide la fuerza. La lucha de clases entre el capital y el trabajo define la cuestión. El resultado depende de la relación de fuerzas entre el capital y el trabajo que, en algunos casos, puede volverse coercitiva y violenta.

Un arma de doble filo

Esta idea de la libertad como un arma de doble filo es muy importante y debe ser considerada con más detalle. Una de las mejores elaboraciones de este tema se encuentra en un ensayo de Karl Polanyi. En su libro La gran transformación, Polanyi dice que hay buenas formas y malas formas de libertad.

Entre las malas formas que enumera se cuentan las libertades para explotar al prójimo sin límites; la libertad de obtener ganancias exorbitantes inconmensurables con el servicio que se brinda a la comunidad a cambio; la libertad de evitar que las invenciones tecnológicas sean utilizadas para el beneficio de toda la población; la libertad de sacar rédito de las tragedias humanas o naturales, algunas de las cuales son secretamente diseñadas para el beneficio de agentes privados.

Sin embargo, continúa Polanyi, la economía de mercado bajo la cual prosperan estas libertades, también generó libertades por las que tenemos una alta estima: la libertad de conciencia, la libertad de expresión, la libertad de reunión, la libertad de asociación y la libertad de elegir el propio trabajo.

A pesar de que podemos apreciar estas libertades en sí mismas, no dejan de ser, en gran medida, un producto derivado de la misma economía que es responsable de las libertades malas. La respuesta de Polanyi a esta dualidad le resulta muy extraña a algunas personas, dada la hegemonía actual del pensamiento neoliberal y la forma en la cual el poder político existente nos presenta la libertad.

Polanyi escribe: «La quiebra de la economía de mercado» — es decir, la posibilidad de ir más allá de la economía de mercado— «puede suponer el comienzo de una era de libertades sin precedentes». Es una afirmación bastante impactante. La libertad real comienza una vez que se abandona la economía de mercado. Polanyi continúa:

La libertad jurídica y la libertad efectiva pueden ser mayores y más amplias de lo que nunca han sido. Reglamentar y dirigir puede convertirse en una forma de lograr la libertad, no sólo para algunos sino para todos. No la libertad como algo asociado al privilegio y viciada de raíz, sino la libertad en tanto que derecho prescriptivo que se extiende más allá de los estrechos límites de la esfera política, a la organización íntima de la sociedad misma. De este modo, a las antiguas libertades y los antiguos derechos cívicos se añadirán nuevas libertades para todos y engendradas por el ocio y la seguridad. La sociedad industrial puede permitirse ser a la vez libre y justa.

Libertad sin justicia

Ahora bien, creo que esta idea de una sociedad basada en la justicia y en la libertad fue la agenda política del movimiento estudiantil durante los años sesenta, la agenda de la así denominada «generación del 68». Había una demanda muy extendida tanto de libertad como de justicia: libertad de la coerción del Estado, libertad de la coerción impuesta por el capital corporativo, libertad de las coerciones del mercado, todo esto conjugado con la demanda de justicia social.

La respuesta política capitalista a esto durante los setenta fue interesante. Implicó abordar estas demandas para decir: «Les daremos las libertades (con algunas salvedades) pero se olvidan de la justicia».

Lo que terminó por significar esta libertad fue muy limitado. En gran medida se trató de la libertad de elección en el mercado. El libre mercado y la liberación de cualquier regulación estatal fueron las respuestas a la cuestión de la libertad. Y hubo que olvidarse de la justicia. Esta sería impartida por la competencia de mercado, que supuestamente era tan efectiva que aseguraría que cada quien recibíría lo que merecía. Sin embargo, el efecto fue que se le dio rienda suelta a muchas de las libertades malas (por ejemplo, la liberta de explotar a otras personas) en nombre de las libertades virtuosas.

Este giro fue algo que Polanyi evidentemente reconoció. Observó que el pasaje hacia el futuro que él imaginaba estaba bloqueado por un obstáculo moral, y este obstáculo moral era algo que él denominó «utopismo liberal». Creo que todavía nos enfrentamos a los problemas que plantea este utopismo liberal. Es una ideología que se ha generalizado en los medios de comunicación y en los discursos políticos.

El utopismo liberal del Partido Demócrata, por tomar un caso, es uno de los obstáculos en el camino hacia la conquista de la libertad real. «La planificación y el control», escribió Polanyi, «están siendo atacadas como si implicaran la negación de la libertad. En cambio, se define como lo esencial de la libertad a la libertad de empresa y a la propiedad privada». Esto es lo que plantearon los principales ideólogos del neoliberalismo.

Más allá del mercado

Yo creo que este es uno de los temas principales de nuestra época. ¿Vamos a ir más allá de las libertades limitadas del mercado y de la regulación de nuestras vidas por las leyes de la oferta y la demanda? ¿O vamos a aceptar, como dijo Margaret Thatcher, que no hay alternativa? Somos libres de todo control estatal pero tenemos una relación de esclavitud con el mercado. No hay ninguna alternativa a esto y más allá de esto no hay ninguna libertad. Esto es lo que profesa la derecha, y esto es lo que mucha gente ha llegado a creer.

Es la paradoja de nuestra situación presente: que en nombre de la libertad hemos adoptado la ideología del utopismo liberal, que en realidad es una barrera para alcanzar la libertad real. No creo que estemos en un mundo de libertad cuando alguien que quiere recibir una buena educación debe pagar una inmensa cantidad de dinero y cargar con una deuda enorme por el resto de su vida.

En Gran Bretaña, una proporción considerable de la provisión de vivienda durante los años sesenta estaba a cargo del sector público; se trataba de una vivienda social. Cuando era joven, esta vivienda social brindaba satisfacción a una necesidad básica por un costo razonable. Luego llegó Margareth Thatcher y lo privatizó todo, argumentando básicamente que «seríamos más libres cuando poseyéramos nuestra propiedad y nos convirtiéramos en parte de una democracia de propietarios».

Una situación en la cual el 60% de la provisión de vivienda estaba a cargo del sector público se transformó de repente en una situación en el cual solo el 20% —o tal vez menos— lo estaba. La vivienda se convierte en una mercancía, y la mercancía forma parte de las actividades especulativas. Hasta tal punto de convertirse en un vehículo para la especulación. Cuando el precio de las propiedades sube, el costo de la vivienda sube sin que se incrementen proporcionalmente los medios de acceso.

Estamos construyendo ciudades y viviendas de un modo que le brinda una libertad enorme a las clases altas mientras hace que el resto de la población sea cada vez menos libre. Creo que Marx se refería a esto cuando hizo su célebre comentario: el reino de la necesidad debe ser superado para alcanzar el reino de la libertad.

El reino de la libertad

Esta es la forma en la cual las libertades de mercado limitan las posibilidades y, desde este punto de vista, creo que una perspectiva socialista implica una respuesta del tipo de la de Polanyi; es decir, es necesario socializar el acceso a la libertad socializando, por ejemplo, el acceso a la vivienda. Hacemos que deje de ser algo que está simplemente en el mercado para que se convierta en algo que existe en el dominio público. La vivienda pública es nuestro lema. Esta es una de las ideas básicas del socialismo en el sistema contemporáneo: poner las cosas bajo dominio público.

Muchas veces se dice que para alcanzar el socialismo debemos renunciar a nuestra individualidad y hacer un sacrificio. Ahora bien, esto puede ser verdad hasta cierto punto; pero tal como dijo Polanyi, queda una enorme libertad por conquistar si vamos más allá de las crueles realidades que nos imponen  las libertades individualizadas del mercado.

Creo que lo que Marx quería decir es que hay que maximizar el reino de la libertad, pero que esto solo puede suceder si se dan respuestas a los problemas que surgen del reino de la necesidad. La tarea de una sociedad socialista no es en absoluto regular todo lo que sucede en la sociedad. La tarea de una sociedad socialista es garantizar que todas las necesidades básicas sean atendidas —de manera gratuita— para que las personas puedan hacer todo lo que quieran cuando lo deseen.

Si le preguntan a alguien ahora mismo «¿cuánto tiempo libre tienes a tu disposición?», la respuesta típica es «no tengo tiempo para casi nada. Todo mi tiempo está ocupado en hacerme cargo de esto y de aquello». La libertad real implica un mundo en el cual tenemos tiempo libre para hacer todo lo que queremos, y para un proyecto emancipatorio socialista esta es una de las misiones principales. Por lo tanto, esto es algo por lo que debemos trabajar.

Fuente: https://jacobinlat.com/2020/10/23/david-harvey-como-socialistas-nuestra-tarea-es-defender-la-libertad/

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Fernando Savater: “El problema no es el político demagogo o ignorante, sino la gente que lo elige”.

Por: Laura Ventura. La Nación

SEGOVIA

Cuando la conoció, ella llevaba una cresta punk. En la vieja Facultad de Filosofía de Zorroaga, en el País Vasco, en cuyos pasillos se vendían vino y bocadillos de tortilla, la muchacha se acercó una mañana al joven profesor. Destacaba entre la multitud y no por su cabellera excéntrica que le valió el nom de guerre Pelo Cohete. Llamaba la atención de modo tan natural, recuerda su gran amor, “como perfuman las flores o sobresaltan los truenos”. Fernando Savater (San Sebastián, 1947) describe este momento clave de su existencia. “He estado en tu clase. ¡Y no me ha gustado nada!”, le dijo Sara Torres. Lejos de irritarse con esta impertinencia, él entendió que era solo una manera de entablar conversación. Así nació una relación que se extendió durante 35 años hasta que ella murió de un cáncer fulminante. La peor parte. Memorias de amor (Ariel) es el himno de un sobreviviente, la carta de amor sin cursilería de una pluma excelsa, una oda a la desolación, un perfil sobre el motor que desde las sombras del anonimato enciende una lúcida voz del pensamiento, la biografía de una mujer desconocida por la historia, una pancarta contra el escepticismo y las bondades de los fármacos y del psicoanálisis para sobreponerse al dolor. “Con la pérdida de mi amada, perdí también el afán de futuro y sobre todo el regocijo de la vida, pero seguí sintiendo la habitual antipatía por la muerte. Es como cuando padecemos un fuerte catarro nasal que embota nuestro sentido del gusto: seguimos teniendo apetito y nos atrae el aspecto de los platos preferidos, pero al probarlos vemos que han perdido su sabor y así nos aburrimos pronto de comer”, escribe en el libro que demoró en publicar casi cuatro años.

Es domingo por la mañana y la voz de tenor de Fernando Savater inunda el living del hotel donde se encuentra. Es uno de los invitados estrella del Hay Festival Segovia, que se celebra en la ciudad castellana, uno de los oradores más convocantes, que junto con el historiador polaco Adam Michnik indaga sobre las amenazas nacionalistas que azotan Europa.

Durante los meses en los que se extendió el confinamiento por el Covid-19, Savater estuvo recluido en su casa en San Sebastián, donde algunas ventanas miran al mar. El filósofo es autor de Ética para Amador, con el que tantos jóvenes hispanoamericanos han estudiado, y muchos otros ensayos sobre la ética (Invitación a la éticaÉtica de urgenciaÉtica como amor propioÉtica para la empresa, etcétera). Su compromiso político y el amor por su esposa no son esferas divisibles. Era Pelo Cohete quien estimulaba a Savater a escribir sus ideas políticas, a combatir contra el atropello de los violentos, de los nacionalistas, y en particular contra la agrupación terrorista ETA.

Define al populismo como “la democracia de los ignorantes”. ¿Se refiere a los líderes o a los votantes?

Son los ciudadanos. La mayoría de las personas no sabe hacer una operación a corazón abierto y eso no tiene nada de malo. El problema es si tú vas al hospital y tienes que hacerte una operación y te toca una de esas muchas personas que no saben hacerlo. El problema no es el político en sí, que suelen ser demagogos e ignorante, sino el problema está en la gente que lo elige. Hay otras formas de populismo, los que se imponen por la fuerza. Hay dictadores que se imponen por medios populistas, por ejemplo, pero el problema es cuando los ciudadanos eligen al populista.

¿De qué modo se puede educar para no votar al populismo?

Se puede educar ciudadanos con sentido de su libertad y de sus posibilidades, derechos y deberes. Algunos nos hemos pasado 35 años tratando de educar a la gente.

También interviene la ética a la hora de votar. Por ejemplo, ¿voto a un corrupto, a pesar de que lo sea, si me beneficiará con una política?

Sí. Claro. Ahí está la libertad de cada uno y por eso hay que educar sobre la ética.

Hay una figura, la del militante. ¿Es dañino? ¿Atenta contra la libertad en una sociedad?

No, ser militante está bien si hay una buena causa. Me gustan las personas que se comprometen y no las que ven pasar las ideas, como las vacas ven pasar el tren, y no se mueven. Me gusta la gente que viaja en el tren.

Cuando hay una sociedad tan polarizada, ¿qué se puede hacer para proponer el diálogo, para acercar posiciones y que no haya un abismo?

En una democracia, la unanimidad es sospechosa. La polémica no es mala, siempre que esté sometida a las pautas de la democracia, que no tiene que crear la armonía, sino civilizar la desarmonía y las discrepancias. Una cosa es que uno discrepe con el otro y otra que el otro le pegue un tiro. Lo malo también en este caso no es la discrepancia, sino el tiro. La democracias se llaman parlamentarias porque están basadas en la palabra. Dice Montesquieu: “Si uno acerca al oído a un país y no oye nada, puede estar seguro de que es una dictadura. Si uno se acerca y escucha gritos, insultos y polémicas, es una democracia”.

Fernando Savater
Fernando Savater Fuente: EFE – Crédito: Cézaro de Luca

¿De qué modo se puede recomponer un tejido social?

Con educación y libertad, pero lo importante es que entendamos que somos, a pesar de todas nuestras diferencias, seres semejantes. ¿En qué? Somos seres vulnerables, somos frágiles, un mecanismo con grandes posibilidades, pero que se estropea fácilmente. En sociedad nos defendemos mejor, es nuestro mejor instrumento para luchar contra nuestra vulnerabilidad. Somos tan sociales que las enfermedades son sociables, como las epidemias, y por eso hay que separarnos.

Pero también hay muchedumbres, un concepto que usted estudia.

La muchedumbre es cuando cada cual se dedica a sí mismo, cuando se atropella, patea, y también se deja asustar, porque son personas inseguras las que la integran. La solidaridad es lo que convierte a una muchedumbre en una sociedad.

Hay algunos líderes que utilizan las redes sociales para despotricar, para acusar de modo nada diplomático.

Sí, hay algunos muy conocidos…

¿Cómo interpreta esta acción?

Cuando los líderes son malos lo que hay que hacer es cambiarlos. Votar a otros. Y si el líder sigue siendo malo, la culpa es tuya porque no lo has cambiado.

Decía Éric Vuillard en el Hay Festival, parafraseando a Voltaire, que cuando surgen estas expresiones populares, generalmente hay un líder en las sombras con resentimiento y frustración. ¿Está de acuerdo?

Hay momentos donde los movimientos populares expresan un descontento objetivo. La gente se queja porque la economía va mal, la salud va mal, se pisotean derechos colectivos o individuales. No hace falta rascar mucho. Pero a veces se lanza un falso pretexto, que parece vital, pero quiere cambiar la democracia. Así ocurre a menudo en la historia.

Usted ha expresado siempre de modo muy valiente su voz y repudio ante las acciones de ETA.

Ya menos, estoy bastante jubilado.

¿Vio el polémico cartel que anticipaba la serie Patria, basada en la novela homónima de Fernando Aramburu [se equiparaba a un terrorista con una víctima]? ¿Qué sintió?

Un poco de rabia, porque traicionaba la novela. La novela no es eso. Es excelente. Eso fue una operación comercial, probablemente hecha con esta intención de ahora “Aquí todos somos malos para que no sea malo ninguno”. La novela no es así, sino todo lo contrario. Me fastidió. Afortunadamente la serie responde a la novela y no al cartel.

Usted habla y cita a menudo, desde hace décadas, a Celia Amorós. Ella es una referente indiscutida del feminismo. ¿Ha sido atacado por el feminismo?

Celia ha sido compañera mía mucho tiempo. He tenido ataques por todas las razones que puedas imaginar. Di una y seguro he tenido un ataque. Con Celia ambos compartíamos en un momento un gran interés por Sartre. Actualmente no nos vemos, pero siempre le he tenido un gran respeto intelectual y procuro respetar intelectualmente a quienes se expresan intelectualmente. Pero extender ese respeto a esas encuestas que hace el Ministerio de Igualdad, a veces, no puedo.

Hablaba de los sartreanos, y pienso en Mario Vargas Llosa, que también lo fue en un momento. Junto a él ha adherido al manifiesto de un grupo de intelectuales de Estados Unidos, publicado en la revista Harper’s, donde condena la intolerancia de algunas esferas, así como también la hoy denominada “política de la cancelación”. ¿Alguna vez la ha practicado?

Personalmente, sí. Lo que no me gusta, lo cancelo, pero no por eso voy a tirar la estatua. Tengo en el mundo muchas personas canceladas, pero es a nivel personal. En fin, es inevitable. Tener cierta capacidad de eliminar cosas que uno no quiere es un poco limpiar el desván de la cabeza.

Me gusta esa metáfora, sobre el “desván de la cabeza”. La memoria es limitada.

Es que tienes que vaciar a veces tu cabeza para que tenga sentido todo lo demás.

¿A qué autores no quiere sacar nunca del desván?

Ídolos literarios, Borges o Samuel Beckett. Luego, como soy muy aficionado a las carreras de caballos, soy muy burrero, Jorge Valdivieso. Y algunos ídolos cinematográficos.

¿Quiénes son sus héroes del cine?

Charles Laughton, John Wayne, Gene Kelly.

En 2012, en la televisión argentina, tuvo un programa que vinculaba la literatura y lo urbano [Las ciudades y los escritores, por TN]. En la actualidad estamos en un escenario donde la autoficción, o la ficción del yo, ocupa un papel relevante. ¿Qué dice este fenómeno, no tanto en términos literarios, sino del contexto en el que estamos?

Ahora hay mucha más gente que escribe que gente que lee. Lo difícil es encontrar lectores. Aunque siempre ha sido así, no es algo exclusivo del presente. Los buenos lectores son más preciosos que los escritores. A mí me gustan mucho estos libros, la literatura del yo. Según qué “yo”, claro.

La peor parte, su último libro, está dedicado a su mujer. Allí escribe que usted muchas veces escribía para que ella lo quisiera más.

Sí, me suelen preguntar qué es el amor. Y pienso que es dejar de vivir para algo y vivir para alguien. Hacía las cosas que sé hacer, que no son muchas, no pensando que me iban dar el Nobel, sino que ella me iba a sonreír. Con eso me bastaba. Las cosas que vienen del amor no tienen precio, mientras que todo lo demás está en venta.

Entonces, ¿qué es el amor?

Es un giro que da tu vida. Tu vida funciona en un cauce de rutina, de imitación, y el amor hace que veas al mundo con otros colores, para bien y para mal. El amor te da una intensidad nueva en el mundo, y por otra parte te deja un poco inerme ante muchas cosas, sobre todo ante el miedo de perder al amado. De perder al objeto de amor, porque si se muere la persona que amas, el amor sigue.

¿El amor platónico realmente existe?

No, no. Esa es una tontería que se inventaron los provenzales. Es como la gente que ahora dice que está en contra del amor romántico. ¡Pero si es que no hay más que amor romántico!

Se habla de las relaciones y del amor tóxico…

No. Hay gente a la que todo se le vuelve tóxico porque no ha nacido para vivir, sino solamente para padecer. Entonces la literatura, el amor, la religión, la política, se les vuelven tóxicos.

¿Cuál es su opinión sobre el concepto de las relaciones líquidas y el amor líquido [una tesis que propone el sociólogo Zygmunt Bauman]? ¿Piensa que realmente existe algo así?

A mí eso del amor líquido… No hay que hacer caso. Son cosas que nos inventamos los profesores.

¿Teme a la muerte?

Creo que mucho no estoy pensando en ella. Spinoza en su Ética dice:. “El hombre libre nada piensa menos que en su muerte y todas sus reflexiones son sobre la vida”. He procurado aplicar esa norma. La muerte propia no me preocupa, la de los demás sí. Para mí la muerte siempre ha sido eso que les pasa a los demás. Aquello que dice la tumba de Marcel Duchamp, en Ruan: “Por otra parte, son siempre otros los que mueren”.

¿Qué podemos sacar como positivo de este momento tan complejo en lo social y en lo personal, marcado por la pandemia?

De todos los males puede sacarse algo provechoso. Tenemos libros que se nos olvida leer, tenemos tiempo para hacerlo, y para ver películas y series. Y también está la conversación, porque a veces vivimos con personas a las que apenas saludamos. No hay que perder tiempo lamentándose sobre aquello que no podemos hacer. También debemos desarrollar una virtud que hemos perdido: la gratitud.

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Fotografía: Diario de la Cultura.

Fuente e Imagen: https://insurgenciamagisterial.com/fernando-savater-el-problema-no-es-el-politico-demagogo-o-ignorante-sino-la-gente-que-lo-elige/

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Eutanasia: un derecho fundamental

Por: Víctor Arrogante

LAS COSAS YA NO PUEDEN SER COMO ANTES Y MENOS SI SON SOMETIDAS A PRINCIPIOS MORALES VINCULADOS A LA IGLESIA CATÓLICA, QUE NO SOLO NO PROMUEVE LA FELICIDAD, SINO QUE SIEMBRA EL SUFRIMIENTO PARA ACCEDER AL «REINO DE SUS CIELOS».

Si vivir con dignidad es un derecho, también lo es morir dignamente. Un derecho para poder ejercer la última libertad. Hace unos días, el Congreso de los Diputados rechazó las enmiendas a la totalidad del PP y Vox a la proposición de Ley Orgánica de regulación de la eutanasia. La proposición de ley aún debe pasar por la Comisión de Justicia, ser debatida en la Cámara Baja, ir al Senado y volver al Congreso para la aprobación definitiva; todo está en marcha y espero poder utilizar sus mecanismos cuando llegue la ocasión.

«Quien quiera vivir que viva, pero a los demás que nos dejen morir dignamente». Con estas palabras de Fernando Cuesta, enfermo de ELA, que tuvo que viajar a Suiza para poner fin a su vida, arrancó en el Congreso de los Diputados la toma en consideración de la proposición de ley para regular la eutanasia en España presentada por el PSOE en el pasado febrero. Recibió el apoyo de 201 votos, 2 abstenciones, y 140 en contra (PP y Vox), que acusan al resto de partidos de querer aprobar la norma, para ahorrar en pensiones y tratamientos médicos. Estos grupos siempre han sido indeseables, pero en esta ocasión vuelven a representar las vergüenzas de España

«El sufrimiento no tiene ideología», insistió la diputada socialista y exministra de Sanidad María Luisa Carcedo. El texto aprobado, convierte la eutanasia en un derecho que será incorporado a la sanidad pública, para quienes lo soliciten y sufran una enfermedad grave e incurable o «invalidante», que cause un sufrimiento insoportable. Las cosas ya no pueden ser como antes y menos si son sometidas a principios morales vinculados a la iglesia católica, que no solo no promueve la felicidad, sino que siembra el sufrimiento para acceder al «reino de sus cielos», que no es sino una aberrante idea que avaló la esclavitud y ahora el trabajo precario indigno.

El recuerdo de quienes han muerto en España sin la eutanasia legalizada −Ramón Sampedro, Maribel Tellaetxe o María José Carrasco−, ha sido una constante en un debate que ha tenido momentos con una alta carga emocional y que se ha crispado cuando el indeseable diputado del PP, José Ignacio Echániz, ha acusado a los impulsores de la ley de querer ahorrar a costa de «los más vulnerables».

Pablo Echenique, de Unidas Podemos, ha mostrado su orgullo por participar en la tramitación: «Nadie tendrá que hacer como Ángel Hernández», encausado por ayudar a morir a su esposa, sino que quienes requieran la eutanasia podrán hacerlo en la sanidad pública. Echenique ha calificado a PP y Vox de «gente sin escrúpulos».

El Parlamento holandés viene tramitando un polémico proyecto de ley, por el que los progresistas del D66, defienden el derecho de los mayores de 75 años que, aun estando sanos, opten por solicitar la eutanasia al considerar que han vivido bastante. Esta iniciativa provocó alarma entre los socios conservadores de la coalición de Gobierno, que están en contra de legalizar esta opción. Unos 10.000 holandeses mayores de 55 años mostraron su interés en ello. El problema es cada vez mayor, cuando la diferencia entre la vida biológica y la vida biográfica aumenta gracias a los avances médicos. La gente deja de formar parte del sistema laboral a los 67 años, pero vive más que antes, sin participar en la sociedad y con quejas como la soledad o los achaques de la vejez.

Actualmente la eutanasia está considerada como un homicidio, por lo que el objeto de la Proposición de Ley «es regular el derecho que corresponde a toda persona que cumpla las condiciones exigidas a solicitar y recibir la ayuda necesaria para morir, el procedimiento que ha de seguirse y las garantías que han de observarse». Esta ley supone una regulación histórica en España y en el resto del mundo.

Eutanasia y muerte digna, no son conceptos idénticos, aunque si conexos. La eutanasia es un derecho individual subjetivo de las personas ante situaciones en las que, sin estar abocadas a un proceso de muerte inminente, deciden, por su situación de invalidez o sufrimiento solicitar ayuda para morir anticipadamente. Esto, según defiende el PSOE, da seguridad jurídica a los profesionales que participan de esta práctica sin obligarles a ello. La muerte digna, en cambio, engloba la serie de derechos y garantías de todas las personas a una asistencia sanitaria y social en el final de sus vidas que respete su autonomía y su voluntad para morir en condiciones dignas. Se trata del rechazo a la obstinación terapéutica, la garantía de unos cuidados paliativos integrales, intimidad, acompañamiento y apoyo. También consiste en establecer un régimen que obliga y dota de seguridad jurídica de todos los profesionales implicados

La regulación de la eutanasia exige una regulación no solo sanitaria, sino también civil y penal, pues exige la derogación parcial del artículo 143 del Código Penal (1.- El que induzca al suicidio de otro será castigado con la pena de prisión de cuatro a ocho años). La muerte digna, ya contemplada en varias comunidades autónomas, es una cuestión de legislación sanitaria y no demanda cambios en el CP. A día de hoy, la eutanasia, considerada como un homicidio, es ilegal en España, mientras que la sedación terminal sí está permitida. El PSOE ha venido insistiendo en que son dos debates muy diferentes, y por eso han de caminar por carriles distintos.

El PSOE abre la puerta al suicidio médicamente asistido, aunque solo en condiciones de enfermedad incurable o discapacidad crónica (no válido para cualquier situación), y con presencia del facultativo hasta el final. El PSOE calcula que todo el proceso, desde la petición hasta la resolución final, no debería tardar menos de 32 días. En el suicidio médicamente asistido, el médico indica al paciente qué fármaco debe ingerir por sus propios medios para morir. Este supuesto es legal en Suiza (y en algunos estados de EEUU) y ha generado un cierto «turismo de la muerte».

La ley de la eutanasia divide a los partidos entre una medida «garantista» y los cuidados paliativos. Para el PSOE, la Ley es una respuesta jurídica, sistemática, equilibrada y garantista. No solo busca la legalización, sino también controlar todo el proceso, desde la información al paciente hasta la labor del médico. Consideran que de aprobarse la ley, se introduciría en el ordenamiento legal «un nuevo derecho individual». Podemos, que ya había registrado su propuesta sobre la eutanasia antes que el PSOE, respalda de manera casi total la iniciativa. No considera que este cambio tenga que asentarse «en el sufrimiento del paciente», sino en la «libertad de decidir». «No es una competencia para ver quién sufre más, sino cuando alguien dice no puedo más y en el camino me quedo«.

La eutanasia conecta con un derecho fundamental de la persona constitucionalmente protegido como es la vida, pero que se debe conectar con otros derechos y bienes, igualmente protegidos por la Constitución, como son la integridad física y moral de la persona (artículo 15 CE), la dignidad humana (artículo 10), el valor superior de la libertad (art. 1.1), la libertad ideológica y de conciencia (art. 16) o el derecho a la intimidad (art. 18.1). Cuando una persona plenamente capaz y libre se enfrenta a una situación vital que a su juicio vulnera su dignidad e integridad, el bien de la vida puede decaer en favor de los demás bienes y derechos. No existe un deber constitucional de imponer o tutelar la vida a toda costa y en contra de la voluntad del titular del derecho a la vida. En estos casos, el Estado está obligado a proveer un régimen jurídico que establezca las garantías necesarias y de seguridad jurídica.

Junto con la Ley propuesta por el PSOE, hay que promover el derecho de toda persona a disponer con libertad de su cuerpo y de su vida, y a elegir libre y legalmente el momento y los medios para finalizarla; especialmente el derecho de los enfermos terminales e irreversibles a morir sin sufrimientos, si este es su deseo expreso.

La legalización y regulación de la eutanasia se asientan sobre la compatibilidad de unos principios esenciales que son basamento de los derechos de las personas, y que son recogidos en la Constitución. De un lado, los derechos fundamentales a la vida y a la integridad física y moral, y de otro, bienes constitucionalmente protegidos como la dignidad, la libertad o la autonomía de la voluntad.

Si el Sistema difícilmente es capaz de proteger mi vida y que se desarrolle dignamente y en bienestar, al menos que me de protección para que el fin de mi vida sea cómo y cuando yo quiera. Vivir puede ser una maravilla, dejar de vivir, hacer desaparecer la vida, es como un acto de magia, que los magos conocemos; como cuando hacemos desaparecer una paloma blanca entre sedas de colores.

Fuente e imagen: https://nuevarevolucion.es/eutanasia-un-derecho-fundamental/

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Cada acontecimiento nos obliga a recolocar la mirada y a redefinir lo que es “luchar”

Por: Amador Fernández Savater

 

Aquí algunas dificultades que he encontrado, en mí mismo o en mi entorno “de izquierdas”, para encontrar potencias en la situación que vivimos, para no verla o vivirla como una situación cerrada, de dominación total:

-pensar que el confinamiento es lo que más quería el Estado, cuando todos los Estados han tratado más bien de minimizar lo que estaba pasando para no tener que suspender la producción y el consumo (lo que más quieren evitar).

-pensar que aceptar la mascarilla o la distancia física es un signo de sumisión o de interiorizacion del control y la paranoia, cuando puede verse más bien como conciencia cuidadosa de una situación común de la que se forma parte.

-pensar que la crítica y la transformación pasa siempre por la acción, la palabra y la movilización, cuando puede haber crítica y transformación en el silencio, la pasividad, la interrupción…

-dificultad de pensar otros modos de estar juntos donde quepan la distancia y las soledades, otros modos de “poner el cuerpo” aunque no haya contacto físico. No dejo de querer a los míos porque no les pueda tocar.

-dificultad para pensar la política sin calle…

-dificultad de pensar que la libertad no es siempre “lo voluntario”, sino a veces también lo que nace o puede nacer a partir de la aceptación de una situación que no elegimos…

Fuente:  https://www.filosofiapirata.net/cada-acontecimiento-nos-obliga-a-recolocar-la-mirada-y-a-redefinir-lo-que-es-luchar/

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Pensamiento crítico y Deuda

Por: Jorge Alemán

Entiendo por pensamiento crítico la actividad que consiste en desentrañar los distintos alcances del Neoliberalismo en su captura de la realidad .Tanto en en el orden social como en el  político y subjetivo.

El Neoliberalismo es la época del capitalismo donde su modelo de acumulación ya no sólo pasa por el intercambio de mercancías sino también por el crédito y la deuda. Su gran novedad es que el Neoliberalismo no sólo inscribe la deuda en el orden económico. La relación acreedor-deudor penetra tanto en las naciones,  los estados, las sociedades y en la subjetividad.

El homo economicus del neoliberalismo tiende a realizarse como fábrica de deudores. La existencia singular vive, o se la presiona para que viva, en la lógica del crédito y la deuda. La relación acreedor-deudor impregna los lazos sociales, incluso familiares. En esto, el neoliberalismo cuenta con un factor clave para imponerse como «fábrica de deudores«. El sujeto, tal como lo explicaron Freud, Nietzsche y Heidegger, adviene al mundo como deudor y culpable. El neoliberalismo ha logrado por primera vez colonizar esa instancia originaria del sujeto y llevarla a la lógica del mercado.

La paradoja es que para que una situación perversa semejante se haya instalado fue necesario que el neoliberalismo unificara al mundo con el término Libertad, traduciendo al mismo como iniciativa privada o como lo anticipó Foucault, con la expresión «emprendedor de sí mismo».

Cualquier actividad que se oponga a esta captura de la subjetividad es considerada totalitaria. Veamos a los tres pensadores triunfantes en la realidad efectiva. Hayek (que veía en Keynes una especie de Hitler), Popper; que sólo veía a la Ciencia como el paradigma orientador de la sociedad democrática y Fukuyama que señaló al Capitalismo como un momento insuperable de la historia.

Entre estos tres, la libertad se convirtió en el núcleo de sentido del mercado, la gran red que pescaba en los hechos históricos la posibilidad de revertirlos e integrarlos a su movimiento circular. El neoliberalismo es la posibilidad que tiene el Capitalismo de trasladar cualquier acontecimiento de ruptura y degradarlo a uno de los elementos claves del mercado: la novedad.

 Lo decisivo en el neoliberalismo es que todo se remita a la circulación de novedades.

Incluso los proyectos que se inauguran con una indudable vocación emancipatoria pueden ser integrados en la «avidez de novedades». Por supuesto que los tres intelectuales antes citados no gozan de ningún prestigio en los medios académicos progresistas. Pero estamos hablando de la realidad efectiva, aquella de la que hablaban Hegel y la marcha peronista.

Un ejemplo culminante del modo en que el Neoliberalismo puede incluir un pensamiento crítico en el circuito mercantil de la novedad fue el mayo del 68.

Al poco tiempo, las premisas del 68 dieron forma a un nuevo espíritu del capitalismo. El nuevo Amo comenzó a privilegiar las iniciativas novedosas, el talento original, la imaginación y la creatividad siempre y cuando que todo ello se organice a través del mercado.Y son esos mismos valores los más eficaces para endeudarnos .

De un instante a otro dejamos de ser una novedad y pasamos a los saldos. Es el imperativo neoliberal por antonomasia. A partir de aquellos años y de distintos acontecimientos en las latitudes más variadas, el pensamiento crítico debió afrontar un dilema muy difícil de transitar: el modo en que la crítica refuerza, después de muchas vueltas, lo criticado.

Se podría considerar, aunque a estas alturas todo es discutible en la izquierda, que el consenso mundial que se respira en el Neoliberalismo es el rechazo al Populismo de izquierda. Obviamente, en mi posición, solo denomino Populismo al de izquierda y no a las retóricas xenófobas de las ultraderechas. El Populismo es a lo que apunta todo el arsenal mediático, judicial y donde el aparato de dominación de la deuda realiza su poder corrosivo. El neoliberalismo deja siempre como herencia el condicionamiento fatal ( ahora redoblado por la Pandemia) a los movimientos nacionales y populares que cuando gobiernan lo hacen en un mundo donde cada ser que nace en el mundo de lo popular lo hace como endeudado .

Fuente e imagen: https://www.pagina12.com.ar/289557-pensamiento-critico-y-deudaj

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La banda educativa del pacto gris

Por: Manuel Gil Antón

Ya uno no sabe ni qué pensar. Menudos tiempos: mezclan la necesidad del cambio frente a la contundencia de la sospecha verosímil, a la que se añaden, hoy, urgencias semejantes. ¿Será verdad lo que el señor Emilio L. dice que pasó en el sexenio que estuvo uncido al poder, robando? ¿Quién soy para asegurarlo? Pero si no es así, algo muy parecido creo (casi seguro) sucedió. Tropelías, hurtos, desfalcos y fraudes a pasto. No pocos pensamos así.

El Pacto por México, ese favorable acuerdo entre las élites políticas y empresariales para dizque mover al País a través de las Reformas Estructurales se desmorona, y los que antes lo defendieron no solo ya no lo hacen: ahora lo repudian y dicen que siempre lo hicieron. Mienten. Hace muy poco, criticarlo era traicionar a la patria. Fue contra México. Fue por, para y en su beneficio.

No hay que olvidar que la primera reforma, y más importante a su decir, fue la educativa. El 10 de diciembre de 2012 la mandaron al congreso. Estaba más que lista al inicio del gobierno. Si una reforma educativa pretende ser, en serio, el trazo cultural de un horizonte educativo, no puede provenir de un grupo de gobernantes carentes de ética. Por eso nunca lo fue: consistió en generar un nuevo equilibrio de poder en el inmenso sistema escolar, mediante modificaciones administrativas fincadas en el mito del mérito y el atraco laboral, legitimado por la mayoría de los estudiosos, intelectuales y opinantes de esta tierra. Eso sí: la reconfiguración del acuerdo contra la educación nacional.

Recién volvimos a ver la foto del triunfo: en mangas de camisa remangadas y con la corbata suelta, Peña abre los brazos anticipando la inmensidad del botín soñado, y Emilio L., Nuño y Videgaray (son a quienes reconozco) sonríen por el triunfo. Llegaba el nuevo PRI llevando en las alforjas un acuerdo sólido con la derecha panista y ese remedo de izquierda impresentable, llamado PRD, para hincharse de dinero. La victoria tiene muchos progenitores, la derrota es huérfana.

Al cinismo del cacique que acuñó a la moral como un árbol que da moras, se sobrepuso la convicción presidencial que como la corrupción era elemento cultural, la ética y probidad eran signos claros de incultura, de estupidez. ¿Desde ahí proponer un nuevo modelo educativo? Imposible. La reforma ocurrió en los medios, billete de por medio. Y a raudales.

Si no se parte de una convicción ética que se expresa y vive, no hay reforma educativa posible si por ello se entiende enunciar los valores a practicar en las aulas, y construir las condiciones de ciudadanía crítica como anticipo de lo que sucederá en las calles. Es condición de posibilidad: lo fue, lo ha sido, lo es y lo será. Que no se nos olvide.

Hace un siglo, en 1919, “La banda del automóvil gris” llegó al cine mudo. Era el retrato de reales bandidos roba ricos. Estos miserables atracaron a los más necesitados. Sin pudor ni medida.

Adenda 1. No tengo ningún interés material en el caso. Tampoco comparto muchas veces sus miradas. Escriben en sus páginas personas con las que discrepo. Alguna vez me pidieron unas letras. Las entregué y tal cual se imprimieron. No somos amigos. Desde esta posición, porque así lo creo y se finca en una convicción, rechazo la maniobra contra Nexos. En su defensa es preciso estar, pues el nexo es con la libertad y valorar la diferencia.

Adenda 2. Señor presidente: hay momentos en que nos alcanzan, a todos, las palabras. Por encima de la ley, nadie, aunque sea de mi familia. Cumpla. Será por el bien de todos.

Fuente:  http://www.educacionfutura.org/la-banda-educativa-del-pacto-gris/

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