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Los expertos como discípulos | Flor Aguilera, novelista, cuentista, poeta

Por: Andrés García Barrios

En esta primera entrega de la serie “Los expertos como discípulos”, Andrés García Barrios charla con la escritora mexicana Flor Aguilera sobre la Escuela Dinámica de Escritores, el proceso de escribir, cómo aprender a perder el control y la pasión por la lectura.

La serie de entrevistas “Los expertos como discípulos” recoge las vivencias de destacadas personalidades durante sus procesos de aprendizaje, tanto en el ámbito académico como en la cotidianeidad. Tiene un doble objetivo (además del natural de entretenimiento): servir como herramienta de orientación vocacional para estudiantes, docentes y el público en general, y destacar lo que a mi parecer es el rasgo más común de los seres humanos: el estar siempre aprendiendo.

Alguien alguna vez me dijo que los directores de teatro no son sino público profesional; de la misma manera, pienso que los maestros son sólo alumnos experimentados que comparten con otros sus vivencias.

Flor Aguilera es una exitosa escritora mexicana, que se ha concentrado sobre todo en novelas y cuentos para niños y jóvenes (aunque también tiene textos para lectores adultos, incluyendo seis de poesía). Es la autora favorita de miles de chavos que, en su búsqueda de sinceridad, encuentran en ella alguien que los entiende. Sus títulos no podrían ser más sugestivos: El día que explotó la abuela, El hombre lobo es alérgico a la Luna, Para que sepas qué hacer conmigo, As the Audience begs for a Ferocious Tango (cuatro de sus numerosos libros, este último de poesía en inglés).

Lo que Flor tiene para compartirnos como constante aprendiz de la vida, pasa por las ocho ciudades del mundo en las que ha vivido, sus cuatro áreas de estudio profesional (periodismo, historia del arte, literatura inglesa y relaciones internacionales) y la radicación final en el territorio de la escritura, que de alguna manera da comienzo en la Escuela Dinámica de Escritores, semillero floreciente de la literatura mexicana en la primera década de este milenio. Flor ha recibido numerosas distinciones, entre las que destaca el Premio René Cassin en Derechos Humanos (Paris, 2000) y la aparición de su novela Jane sin prejuicio en la lista anual de la prestigiosa fundación Cuatro gatos como uno de los mejores libros del 2020. Este último texto, además, forma parte de los programas de lectura de la Prepa Tec, de la misma forma en que muchos de sus libros se leen en primarias, secundarias y preparatorias de todo México.

¿Recuerdas tu primer día de clases en la Escuela Dinámica de Escritores?

¡Claro, me acuerdo muy bien! ―cuenta Flor―. Lo primero que nos dijeron, cuando estábamos todos ya ahí “sentaditos”, fue: “En esta escuela hay una sola regla: No Escribirás”. La idea era que, al principio, los alumnos inventáramos nuestro propio método de escritura, que encontráramos una voz propia a través de experimentar con procesos creativos en otras artes. Nos dieron clases un fotógrafo, una coreógrafa, un escultor, un experto en grafología, un experto en fisonomía, un gran diseñador de modas. Toda emocionada, yo pensaba que estaba en el lugar correcto en el momento correcto de mi vida: si había tenido que estudiar muchas cosas antes, en muchos lugares, era para llegar por fin ahí y vivirlo de aquella forma tan gozosa.

Ese día también nos preguntaron “¿Por qué escriben?”

Recuerdo algunas de las respuestas de mis compañeros: “¡Escribo en venganza!”, “Escribo para que me pongan atención”. Yo tenía preparada una respuesta chistosa, que provocó por ahí algunas risitas: “Escribo porque cuando hablo siempre me sonrojo”. Era una broma no del todo sincera, pero en realidad decía muchísimo de mí. Era cierto que sentía que a través de la escritura podía contar cosas que me daba pena decir en voz alta, que no me salían muy bien cuando abría la boca. De hecho, es algo que siento en este momento, mientras respondo a estas preguntas.

Como escritora, ¿podrías haberte saltado la primaria, la secundaria, la prepa?

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No, definitivamente. En la escuela en la que estudié en Estados Unidos desde tercero de primaria había un club de lectura, y cada mes podíamos elegir un libro que nos llegaba por correo a la escuela. ¡Era una gran emoción abrir el paquetito y encontrar el libro nuevo! Eso tiene mucho que ver con el encanto que siento por los libros, y también con el hecho de que escriba para niños y adolescentes.

¿Y tus carreras profesionales?

Haber hecho varias carreras y haber viajado por tantas partes me da una perspectiva del mundo que me permite inventar circunstancias bastante singulares para mis personajes. Siempre me digo: “Mi personaje es como es porque vive en tal lugar, porque su familia es de esta forma o de esta otra”. Lo más interesante de escribir es crear personajes con un punto de vista peculiar, ponerte en los zapatos de alguien más y hablar por él.

Si pudieras viajar al pasado, ese extraño país, ¿volverías a hacer la carrera en la escuela de escritores?

Sin duda alguna. Últimamente he estado en contacto con mis excompañeros y todos sentimos la misma nostalgia. Ahí conocimos escritores increíbles, cuyas experiencias de vida eran tan importantes como lo que narraban en sus obras. Nos daban tips geniales: Ignacio Padilla,[i] por ejemplo, nos dio una clase que se llamaba Plagio. Nos dijo: “Si van a sentarse a escribir, primero vean cómo lo hacen los maestros”. ¡Y nos puso a pasar a mano libros de los grandes escritores! A mí me tocó transcribir en un cuaderno varios capítulos de El otoño del patriarca de García Márquez, y mientras lo hacía, me daba cuenta de cosas: “Okey, okey, ya entendí cómo construye una frase…” Eso me tocó adentro de verdad, pude experimentar lo que es ser escritor sin ser todavía escritora. ¡Y me enganché y quise más!

Gracias a la escuela de escritores, publicaste tu primera novela.

Las escuelas también son un lugar para eso, encuentras oportunidades. Además, ahí nos enseñaron también esa parte, la de publicar. De eso nos hablaba nada menos que Marisol Schultz, que era directora de Grupo Santillana y después dirigió también la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Su clase era magistral. Definitivamente sí volvería a la escuela. ¡Era fantástica!

Jugando a ser escritores, aprendían a serlo…

Sí, gran parte de lo que hacíamos en la escuela era eso. Una maestra genial nos ponía grabaciones de gente leyendo cuentos en sueco, para que hiciéramos traducciones simultáneas ¡sin entender nada! En un taller que se llamaba Escritura Desaforada, y que tomaba yo fuera de la escuela, otra maestra también única nos ponía a seguir gente en la calle y a apuntar todo lo que la veíamos hacer. Ja, ja, no es un ejercicio muy seguro, pero a mí, que de chica soñaba con ser detective privado, me encantaba. Alguno de mis “objetivos” se dio cuenta una vez de que la seguía y se asustó, je, je. Ser escritor tiene sus riesgos, pero así descubrí que, para seguir creando, yo debía jugar. Al escribir hay una parte muy rigurosa, que es corregir el texto, editarlo; editas, y editas, y vuelves a editar. Pero para empezar un nuevo texto lo que necesitas es desbloquearte, dejar que fluyan la creatividad y la imaginación. Da mucho miedo enfrentarte a una página en blanco. ¿Cómo inicias? Hay trucos, y uno de los mejores es aprender a jugar.

Aprender a perder el control de alguna forma, ¿no? Dicen por ahí: Si intentas controlarlo todo, pierdes el control.

Sí, claro. Pero también hay algo más: cuando escribes, el descontrol va de la mano de un cierto orden sin el cual es difícil perderle el miedo a la pantalla en blanco, a la hoja en blanco… Eso lo aprendí en otro taller fuera de la escuela, con el escritor Toño Malpica.[ii] Toño nos enseñó a ir paso a paso para no asustarnos tanto ante la pregunta: “¿Cómo voy a escribir una novela?” Y ante esta otra, peor: “¡¡¡Cómo, ¿voy a escribir una novela?!!!” La respuesta era: ¡estructura! ¡Es-truc-tura! La estructura es básica, para mí lo es. Primero planeas capítulo por capítulo, sabiendo exactamente qué pasa al inicio y qué pasa al final.  Eso te ayuda a controlar tu caos interno y a no perderte.

A tomar el control, de alguna forma.

Sí, pero entonces volvemos al principio: por más que tengas bien planeado quiénes son tus personajes realmente, no debes perder de vista que en algún momento se te van a salir de las manos y van a contradecirse, y que eso es parte de su verosimilitud. Eso es lo interesante de escribir acerca de lo que yo llamo “seres humanos de verdad de ficción”.

Una cosa que me gusta saber de los expertos es cómo viven el ser parte de una tradición. En el caso de los artistas esto es muy claro: ustedes suelen saberse receptores de una herencia que viene de tiempo atrás (incluso desde edades que se pierden en el tiempo) y consideran a muchos de sus antecesores como maestros.

Los que nos dedicamos a escribir formamos parte de una tradición gigante. Y te voy a confesar algo: muchas veces, cuando entro a una librería me siento un poco triste, y es que ¡hay tantos libros escritos, tantos libros publicados! Me pregunto ¿para qué uno más? Sin embargo, la vergüenza se me quita al pensar que lo que escribo será divertido para alguien, conmovedor, valioso; que puedo acompañar a esa persona, hacerla enojar, provocarle miedo. Lo que resulta entonces es una mezcla entre honrar a los maestros y hacerte un lugar (un lugar en ese lugar que no tiene lugar).

La cadena de recibir y dar no acaba…

Así es. La verdad, no tengo una lista muy larga de escritores clásicos. Aprendí de Shakespeare porque de niña memorizaba los parlamentos de Romeo y Julieta y los recitaba encerrada en mi cuarto. Me dejó huella Beverly Cleary[iii] porque su personaje Ramona Quimby se parecía a mi (en el cine, en la tele nadie se me parecía, así que verla en la portada fue todo un descubrimiento). A los 14 años, mientras guardaba reposo por una operación de anginas, mis papás me trajeron un box set de Jane Austen,[iv] la novelista británica… ¡y todo cambió para siempre! Sigue siendo mi autora favorita: su inteligencia, su sentido del humor, sus diálogos, el que con tres palabras describa a un personaje. Después llegó Emily Dickinson,[v] poeta, con su mezcla de sarcasmo y ternura, y finalmente dos canadienses que al leerlos empecé a pensar en dedicarme a escribir:  Margaret Atwood,[vi] que transforma los cuentos de hadas en algo muy chistoso, muy inteligente… ¡y oscuro! Y Douglas Coupland,[vii] famoso por su libro Generación X, pero que a mí me marcó por La vida después de Dios. Ahí se encendió algo en mí, y me dije: “Esto es lo que yo quiero hacer”.

Cuéntanos otra cosa importante que hayas aprendido de alguien.

Al escritor Dave Eggers[viii] un día le preguntaron: “Si pudieras pertenecer a un grupo como los de las viejas vanguardias literarias (los surrealistas, los dadaístas…), ¿cómo se llamaría ese grupo?” Él contestó: “Se llamaría La nueva sinceridad”. Eso aprendí de él, que yo también pertenecería a La nueva sinceridad.

[i] Ignacio Padilla (1968-2016), escritor mexicano, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

[ii] Antonio Malpica (1967), multipremiado escritor mexicano de novelas y textos para niños y jóvenes, incluyendo teatro.

[iii] Beverly Cleary, escritora estadunidense nacida en 2016 y fallecida este 2021 a los ciento cuatro años.

[iv] Jane Austen (1775-1817), novelista británica.

[v] Emily Dickinson (1830-1886), poeta estadunidense.

[vi] Margaret Atwood (1939), escritora y activista política canadiense.

[vii] Douglas Copland (1961), escritor y artista visual canadiense.

[viii] Dave Eggers (1970), escritor y editor estadunidense, director de la revista literaria Mcsweeneys.

Fuente de la información e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/entrevista-flor-aguilera

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Atravesar el cerco al Rojo

Por: Daliri Oropeza

Esta es una exploración de la poesía y filosofía de Enrique González Rojo, quien revela con ellas caminos de esperanza en la autogestión y su enérgico rechazo a las mafias literarias. Un memorial en el Día de la poesía, después de su muerte.

Al buscar movimientos sociales relacionados a la poesía encontré a los poeticistas. Con ellos, entendí uno de mis mayores disgustos con la extraestética: el individuo creador y la obra por la obra per se.

¿Dónde quedan los momentos de ruptura que no obedecen cánones? ¿Cómo transmitir las sublevaciones o grietas? ¿Cuál es el lugar para los gestos de levantamientos sociales en el arte? ¿Quiénes definen el arte?

Así llegué, llena de preguntas, al vasto trabajo literario de Enrique González Rojo. No se puede entender su poesía sin hacer una revisión de sus aportaciones teóricas desde la filosofía: sobre la clase intelectual y sus mafias, la revolución articulada, una propuesta de enfoque de la autogestión, el sincretismo productivo, el placer estético desde el Poeticismo.

No se puede entender su poesía sin una revisión de su acompañamiento en la práctica y desde la pluma, al Partido Comunista (desde los 27 años), luego la Liga Leninista Espartaco (LLE), Espartaquismo Integral-Revolución Articulada (EIRA), la Organización de Izquierda-Línea de Masas (OIR-LM) y otros múltiples movimientos populares.

Por no olvidar a su abuelo y padre (con el mismo nombre), que lo antecedieron con un trabajo literario destacado.

El término Poeticismo lo inventó junto con su grupo de amigos para diferenciarse de otros poetas. Se basaba en tres premisas: originalidad, complejidad y claridad. Las vanguardias y el surrealismo se agotaban en el desorden onírico y en el inconsciente.

“La nueva estética (con el poeticismo) partía de la aceptación del desorden; pero una vez asumido y convertido en criterio insoslayable de la creación, lo sometía a una tajante negación al reinterpretarlo como desorden necesitado de acotación o irrealidad disminuida por un proceso específico de metaforización realizante”, asegura en el ensayo El placer estético en la concepción poeticista.

“La lógica de la poesía es en alguna proporción la lógica en la poesía. Pero la lógica formal (o dialéctica) injertada en el mundo de las imágenes y metáforas, se deshace de algo que en su función natural le es imprescindible: la verdad”.

 Para deletrear el infinito es una de sus obras más conocidas escrita desde de esta corriente. En los 70, fue el catalizador de una obra poética original, que resuena con potencia. En los últimos años, bajó las barreras entre géneros para fusionar la poesía con el cuento y la novela.

“No he venido al mundo sólo a poetizar y a filosofar”, decía González Rojo.

Algo que las «sesudas» plumas de Letras Libres omiten decir en sus panfletos es que Octavio Paz se dedicó a tender un cerco a Enrique González Rojo desde sus espacios y cercanía con el poder. No era criticar por criticar al escritor estrella del salinismo [sí, Octavio Paz], sino denunciar las mafias literarias y de la cultura que estaba imponiendo un circuito de “artistas” de élite haciendo política, que no necesariamente tienen escritos destacados, pero sí afines al poder o poderes.

“La mafia (literaria) censura, discrimina, prohíbe. Se hace pasar por la historia y lo hace no sólo respecto al presente en que el puñado de escritores elegidos hace cola para ingresar a la eternidad, mientras los otros son condenados al infierno de la nada sino también respecto al pasado de nuestra literatura. Se ejerce la censura hacia atrás y hacia adelante.La arbitrariedad mafiosa decreta quién es quién en la cultura nacional”, describe González Rojo en el ensayo En Prolegómenos a una sociología de la mafia literaria, porque le tocó vivirlo.

A la mafia literaria la describe como una asociación de contornos identificables que ocultan que son un sector privilegiado puesto a los intereses de sus integrantes, sin negar la presencia de una élite.  “Un grupo selecto en la cultura nacional” que argumenta que tiene ese lugar  por el “valor extraordinario de la poesía, la novela, los cuentos o los ensayos de sus componentes” no por obra de una mafia.

Esa es “la base material, fundamentalmente extraestética, que les garantiza tanto individual como colectivamente figurar en la cultura nacional y hasta ser alguien en el boom latinoamericano”, escribe González Rojo en su ensayo.

Pero puede ser aún más incómodo para quienes ostentan el poder. Así es aún más comprensible el cerco impuesto.

“Esta base material está constituida por la influencia que la mafia va logrando poco a poco en las casas editoriales realmente decisivas del país, en las revistas literarias, en los suplementos dominicales, en el otorgamiento de premios en efectivo de diferente carácter e importancia, en la distribución de becas y, desde luego, en las relaciones internacionales con la intelectualidad de otros países”.

No importa si la producción literaria de esta élite es mediocre y sin sustancia. Ser parte de esta mafia puede sustituir —dice Rojo— la ausencia de grandes valores artísticos por un procesamiento extraestético. Por ello recomienza hacer una comparación entre la actividad literaria y la práctica económica, y recuerda como son los monopolios en la historia del capitalismo.

Es cuando su Manifiesto Autogestionario Hacia un encuentro con la esperanza adquiere particular relevancia, por promover la ética de la humanización del hombre, como él lo dice, o ser humano como prefiero enunciarlo, para coadyuvar con el ideal de gestar un modo de

producción autogestionario, que es una estructura organizativa.

“Mandar obedeciendo significa ir de la base a la base. Antes de mandar, y para mandar, el centro tiene que obedecer. ¿Obedecer a quién? A los deseos e intereses de la base. No a los intereses y anhelos de una parte de la red organizativo-política, sino al conjunto de ella”.

Enrique vivió el cerco de las mafias literarias, el ninguneo interesado de su obra y la traición de viejas amistades que terminaron acercándose al grupo de Octavio Paz, y dejaron atrás todo lo que fueron como jóvenes. Al mismo Paz no le importó hablar mal del abuelo Enrique González Martínez, abuelo de Rojo, después de beneficiarse de su trato. Sin embargo, a pesar del  cerco a su creación desde los poderes culturales, González Rojo encontró a lo largo de los años a sus lectores y a su público, en recitales al aire libre que se convirtieron en verdaderas celebraciones de su palabra.

Desde la filosofía, la poesía ha estado en la encrucijada de ser concebida como un estímulo o participación emotiva, un modo privilegiado de expresión, o un modo de verdad absoluta o gradual, desde la Grecia de Platón.

Al entenderla como poiesis, Matín Heidegger propuso que “la poesía, el nombrar que instaura el ser y la esencia de todas las cosas, no es un decir caprichoso, sino aquel por el cual inicialmente se revela todo, cuanto después hablamos y tratamos en el lenguaje cotidiano. Por lo tanto, la poesía no toma el lenguaje como un material ya existente, sino que la poesía ese el lenguaje primitivo de un pueblo y la naturaleza del lenguaje debe ser la esencia de la poesía”.

Una revelación o manifestación de lo que es.

Cuán reveladora es su poesía, que hasta ahora da la potencia creativa para atravesar el cerco al Rojo. Para revelarnos. Para rebelarnos.

En pie de lucha

Por Enrique González Rojo

Eduardo. Guillermo, Jaime
¿recuerdan cuando fuimos terroristas
y armábamos el delicado mecanismo
de explosivas mentadas de madre
para ponerlas en lugares claves
del sistema?
¿Recuerdan cuando, con Pepe,
con la boca cosida por el mismo propósito, levantamos una barricada de hambre? ¿Recuerdan nuestra fiebre clandestina,
el salir a una junta
poniéndonos el traje, la bufanda y el seudónimo? ¿Recuerdan nuestros puños
-opuestos siempre al asco-
discutiendo por las noches
hasta el advenimiento del nuevo día,
hasta que los arroces de la penumbra
eran picoteados por los gallos?
¿Han olvidado acaso las reuniones,
las órdenes del día
en que el sueño era el Presidente de debates? Se dice que tan sólo
la sangre juvenil es subversiva,
o que la adolescencia,
con su chorro de tiempo tan exiguo,
no moja aún la pólvora
del furor; pero dícese que ello es transitorio, que ha de venir el día
en que sienten cabeza las neuronas
impulsivas;
se dice que la edad,
con su telaraña de canas,
toma preso y devora
el tábano rebelde de otro tiempo.
Se habla de ingenuidad,
de muchachos utópicos y anémicos
que formaban brigadas o círculos o células
de glóbulos blancos.

Se habla de castillos
formados con la arena de fantasmas
que a la incredulidad se desmoronan.
Se cita
la escasez lamentable de mazmorras
que hay en los manicomios.
Pero Eduardo y Guillermo.
Pero Jaime.
No quiero,
no, no quiero la cordura.
En vísperas de ser por las arrugas invadido,
no quiero, mis amigos, encontrarme con los pies muy bien puestos en la tierra de la lógica.
Sueño, mis camaradas,
que hasta el último instante,
mi voluntad aún halle la forma
(contra mí, mis arrugas, mi cansancio)
de levantarse en armas.

Fuente e imagen: https://piedepagina.mx/atravesar-el-cerco-al-rojo/

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Entrevista a Rubis Camacho: “Escribo por vocación y destino, siempre con la misma felicidad”

Por: Wilkins Román Samot 

Rubis Marilia Camacho Velázquez (Puerto Rico, 1959-) es una destacada mujer de la palabra divina y también de la escrita, destacándose como poeta, cuentista y novelista. Estudió su bachiller en Artes con concentración en Bienestar Social en la Universidad de Puerto Rico (B.A., 1981), continuando estudios teológicos en Divinidad en el Seminario Evangélico de Puerto Rico (M.D.,1984). Realizó estudios doctorales en Derecho en la Universidad Interamericana de Puerto Rico (J.D.), al cabo de los cuales se desempeñó como Jueza Administrativa. Tiene una maestría en Creación Literaria de la Universidad del Sagrado Corazón (M.A, 2007), y estudios doctorales en Literatura Puertorriqueña y del Caribe del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe (Ph.D.). Camacho Velázquez tiene publicados otros trabajos creativos. Uno de éstos, su primer libro de cuentos intitulado Cuentos traidores (2010) fue premiado por el Pen Club de Puerto Rico y el Instituto de Literatura Puertorriqueña en el 2011. El Ateneo Puertorriqueño le destacó como uno de los mejores libros del 2010. En el 2012, la editorial puertorriqueña Boreales le publicó su novela Sara: La historia cierta en Puerto Rico, y la editorial Letra Negra en Guatemala. Ese mismo 2012 salió también publicado por Letra Negra su segundo libro de relatos, El fraile confabulado. Tiene un poemario de amor en el amor lésbico, intitulado Safo: Ritual de la Tristeza (2015) publicado por Indeleble Editores en Guatemala. Su poesía lesbo-erótica es una muestra de los misterios de su vida pastoral religiosa y de que Dios obra por senderos de amor al prójimo como o desde sí o nosotros entre nosotros acá. Camacho Velázquez ha respondido a mis preguntas, y todas sus respuestas son para compartirles con vosotros.

 Wilkins Román Samot (WRS, en adelante) – Recientemente publicó Tu rostro en la memoria (2018).¿De qué trató o tratas en esa vuestra primera novela?

– Rubis Marilia Camacho Velázquez (RMCV, en adelante) –

“Tu rostro en la memoria” es mi segunda novela. Abordé este género en el 2011 con un texto breve titulado “Sara: La historia cierta”, publicada por Boreales (una segunda edición en el 2012 por Letra Negra Editores/ Guatemala).

“Tu rostro en la memoria” relata la historia de Medrash: celtíbero, mercenario en las filas del ejército cartaginés (año 218), soldado al comando del gran Aníbal, sobrevivió a la fatalidad de la guerra para contar un hecho alucinante que vivió camino a la batalla de Tesino. Ese día, montado en el caballo, armado con espada y escudo, luchó con un hombre pequeñísimo. El hombrecito no tenía armas, pero no lo pudo matar. Otras historias se tejen alrededor de esta narrativa de viaje, mostrando los aspectos más controvertidos de la historia humana.

 WRS – ¿Cómo surgió la oportunidad de trabajarle?

– RMCV – Examinaba algunos textos de Borges, cuando topé con el dato de su interés por la vida de los caballeros y soldados antiguos.  Procuré lecturas de esa naturaleza, y confirmé la riqueza y el gran reto de investigación que planteaba el desarrollo de una novela en semejantes contextos. La lectura de “Salambó”, novela histórica escrita por Gustav Flaubert (publicada en el 1862), cuya acción tiene lugar en el siglo III a. C., también avivó el interés por recrear espacios muy antiguos y construir personajes cuyas vidas bordearan los límites. A esa factura responden los personajes de “Tu rostro en la memoria”. Luego, meses de investigación sobre el mundo bélico (mapas de rutas, armas, estrategias de guerra, etc.) y la cultura cartaginesa (códigos religiosos, gastronomía, música, objetos caseros, costumbres, ritos de iniciación y ritos de tránsito, política, vestimenta, fauna, flora, medicina, arquitectura, etc.).

 WRS – ¿Qué relación tiene su trabajo creativo previo a Tu rostro en la memoria y vuestro trabajo creativo-investigativo entonces y hoy?

– RMCV – Asumo el oficio de escribir como un ejercicio del pensamiento o la razón, un acto de reverencia al lenguaje, es una manera de guardar palabras y emociones en un baúl imaginario para que el tiempo no destroce ni borre las historias o los versos.  Escribo por vocación y destino, siempre con la misma felicidad. Así era, antes de escribir “Tu rostro en la memoria”, y así desarrollo mis nuevos trabajos. Por supuesto, mis trabajos creativos o enfoques temáticos evolucionan, porque la escritora cambia. Cada vez tengo menos certezas, menos claridades, menos teorías, menos conocimiento; cada día confirmo la inutilidad de las fórmulas (piadosas o no) en relación a todo aquello que se vincule con lo humano. El mundo es un caos con algún orden interno (desconocido por mí), sumamente misterioso. Entonces, la pasión al escribir es la misma, pero mi literatura se convierte poco a poco en meras preguntas.

 WRS – ¿Cómo lo hilvana con su experiencia de puertorriqueña-caribeña y su memoria personal o no de lo caribeño dentro de Puerto Rico y el Caribe?

– RMCV – La caribeñidad (ese concepto que apela a la conciencia colectiva de ser hijos e hijas de islas del bello Caribe) es una realidad de luz y color, sonidos y texturas, sabores y aromas, decires y cantares, que inevitablemente intervienen el carácter de sus habitantes. Mi escritura está plagada de esa luz, de esa esencia, de esa cultura natural. No obstante, toma un matiz diferente cuando la realidad me establece que soy escritora caribeña, habitante de una colonia, un país invadido. La zozobra de vivirlo se cuela, también, en cada texto, personaje, verso, aun cuando los lectores no lo adviertan, aun cuando yo no lo advierta. Es una especia de hiedra que subsiste en la pared, a un punto en que pared y hoja resultan un todo indivisible. Creo, sufro, pienso, disfruto y lucho la literatura desde esos contextos.

 WRS – Si comparas vuestro crecimiento y madurez como persona y escritora, con su época actual de escritora en Puerto Rico, ¿qué diferencias observas en vuestro trabajo creativo? ¿Cómo ha madurado su obra? ¿Cómo has madurado?

– RMCV – En esta desembocadura o asomo a eso que llaman “madurez”, persigo modos lúdicos que facilitan mi fluir como mujer plural, como ente real e imaginario que desarrolla un discurso literario. Es una enorme responsabilidad. Se requiere cierto balance para escribir (aunque desarrollemos los temas del caos), pero los tiempos que enfrento son de una abominable corrupción y menosprecio por la vida. Mi trabajo creativo abre puertas y pregunta, cierra puertas y discurre, y termina aislándose para buscar en mis adentros.

 WRS – Rubis, ¿cómo visualizas vuestro trabajo creativo con el de su núcleo generacional de escritores con los que comparte o ha compartido en Puerto Rico? ¿Cómo ha integrado vuestro trabajo creativo e investigativo a su quehacer literario?

 RMCV – Puerto Rico goza en estos momentos de un auge insospechado en el oficio de escribir; gente de todas las edades escribe, publica y participa de certámenes. En ese sentido, no es fácil delinear los perfiles de un núcleo generacional, si pensamos que las generaciones en la literatura se definen por las coincidencias temporales y preocupaciones temáticas, por un uso particular del idioma, por la forma en que enfrentan los mismos eventos, etc. Celebro los proyectos literarios de mis compatriotas, pero no siento pertenecer a una generación o tradición literaria particular, a la manera de la generación del 30 y su enfrentamiento a la dicotomía: España o Estados Unidos (sus definiciones de lo puertorriqueño, el jíbaro como símbolo, los temas del café y el tabaco, etc.), o a la manera de la generación del 40 y 50 y su atención al tema de la Guerra de Corea, la emigración a Estados Unidos, el urbanismo, etc. No me preocupa la inserción, porque las redes de información derribaron las fronteras, de modo que la comunidad temática o generacional; si se quiere, es mucho más amplia. Creo que mis enfoques temáticos tienen que ver con mis constantes cuestionamientos existenciales. Convivo con mis dudas, somos hermanas, pero en silencio, un tipo de clandestinaje o clausura.

 WRS – Ha logrado mantener una línea de creación literaria enfocada en la novela, la poesía y el cuento. ¿Cómo concibes la recepción a vuestro trabajo creativo dentro de Puerto Rico y fuera, y la de sus pares?

– RMCV – Las redes sociales permiten una difusión extraordinaria, así como la concreción de nuevos vínculos con escritores, escritoras, editoriales, gestores culturales, ferias, festivales, etc. En ese sentido, agradezco la recepción que tienen mis trabajos literarios (y los de mis compañeros) en y fuera de Puerto Rico. No obstante, sé que solo la buena literatura prevalece en el tiempo, más allá de los premios (con sus métodos de juicio tan desprestigiados), más allá del ruido mediático, más allá de las ventas. Será el tiempo y la academia quienes determinen algún día quién queda y quién desaparece.

 WRS – Sé que vos es de Puerto Rico. ¿Se considera una escritora puertorriqueña o no? O, más bien, una escritora, sea esta puertorriqueña o no. ¿Por qué? José Luis González se sentía ser un universitario mexicano. ¿Cómo se siente vos?

– RMCV – Soy una escritora puertorriqueña. Cuando me siento a escribir, no puedo dejar en la puerta mi identidad, mi cultura visual, musical, literaria, religiosa, política, gastronómica, espiritual, amorosa… Ejerzo mi oficio desde mi cuna, es decir, mi puertorriqueñidad.

 WRS – ¿Cómo integra vuestra identidad étnica y de género y su ideología política con o en vuestro trabajo creativo y su formación en la Universidad de Puerto Rico?

– RMCV – Me alegra que enciendas mis memorias en la Universidad de Puerto Rico. La sombra de sus arboledas, el viento entre las hojas, los estudiantes descansando sobre la hierba, los discursos fervorosos, los libros ardientes, la poesía de Gibran, de Matos Paoli, de Pura de Hamilton, los cursos con Maldonado Denis, el teatro y sus hechizos, La Biblioteca General, los rincones de Sociales… Fue un tiempo de asombro, desconciertos y valiosas decisiones ideológicas; una jungla tan diferente al patio de mi escuela superior. Durante ese tiempo, nunca me visualicé como escritora, aunque amaba la literatura. Todo me preparaba para ello. Debo a la escuela pública de mi país, a la Universidad de Puerto Rico, y a los ministros que pastorearon la iglesia protestante en la que crecí, mi deslumbramiento por las palabras y mi necesidad de comunicar.

 WRS – ¿Qué diferencia observas, al transcurrir del tiempo, con la recepción del público a vuestro trabajo creativo y a la temática ficcional del mismo? ¿Cómo ha variado?

– RMCV – He publicado seis libros: “Cuentos Traidores”, “El fraile confabulado”, “Sara: La historia cierta”, “Safo: Ritual de la tristeza”, “Tu rostro en la memoria” y “Curriculum Vitae”. Quienes me han leído reconocen mis constantes o manías temáticas. Eso ha permitido la identificación de cierto sector que apoya mi forma de contar.

No escribo pensando en el público (aunque lo recomienden para atrapar a los lectores), detesto la fórmula hollywoodense: violencia, sexo y muerte. Permito que la historia me hable, que me trace el camino, que se vierta y se devele. Luego, el goce de contar. Esto no ha cambiado.

 WRS – ¿Qué otros proyectos creativos tienes pendientes?

– RMCV – Próximamente publicaré dos libros (terminados hace algún tiempo): “Las madreselvas son unas flores” (relatos verídicos) y “Los huesos de la cereza” (novela).

Wilkins Román Samot, Doctor de la Universidad de Salamanca, donde realizó estudios avanzados en Antropología Social y Derecho Constitucional.

Fuente e imagen: https://rebelion.org/escribo-por-vocacion-y-destino-siempre-con-la-misma-felicidad/

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Libro (PDF) ¿Qué está pasando? : cómo la música le da forma a lo social

Reseña:  CLACSO

¿Qué está pasando?: Cómo la música le da forma a lo social argumenta de manera efectiva que la música sirve como lenguaje central de la cultura negra y la experiencia moderna. Wilfried Raussert nos lleva por un viaje maravillosamente investigado a través de los mundos musicales de Brasil, Jamaica y el Sur de Estados Unidos, entre otros, mientras explora el impacto de la música negra en la política, la cultura, la literatura y los museos. William R. Ferris, Profesor emérito de Historia. Cátedra Joel R. Williamson: University of North Carolina at Chapel Hil

 

Autor/a:                               Kaltmeier, Olaf –  Raussert, Wilfried –  Raussert, Wilfried

 

Editorial/Editor: Center for InterAmerican Studies – CIAS
Año de publicación:  2020
País (es): Alemania
Idioma: Español
ISBN : 978-3-946507-44-4
Descarga:   Libro (PDF) ¿Qué está pasando? : cómo la música le da forma a lo social
Fuente e imagen:

 

http://biblioteca.clacso.edu.ar/
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México: Reconocen a la escritora Nadia López por preservar las lenguas originarias

Texto:  Fabiola Méndez / Damián Mendoza

Ganó el Premio Casa de Literatura para niños

Nadia López García, pedagoga de la UNAM y poeta, es una promotora incansable por lograr que las lenguas originarias “nunca mueran”.  A través de su trabajo literario ha logrado promover y difundir  la suya: la lengua mixteca.

Este 2020 su trabajo fue reconocido con el Premio CaSa de Literatura para niños,  promovido por el Gobierno de México, la Secretaría de Cultura, Secretaría de Cultura y Artes de Oaxaca y la Secretaría de Cultura de Guerrero, en la categoría tu´un savi (mixteco).

El premio instituido por el Centro de las Artes de San Agustín (CaSa) busca promover la creación literaria en lenguas originarias y la lectura entre la niñez en Oaxaca.

En entrevista con UNAM GLOBAL, la poeta  detalló que el premio lo recibió por el poemario que hizo para niños, donde aborda cómo hablar con ellos sobre la desaparición forzada. “En nuestro país no es algo lejano, está lleno de personas que han desaparecido. Y con estos poemas le hacemos ver a los niños cómo de alguna forma siguen esperándolos y buscándolos”.

Los pájaros han sido un personaje que ha tomado protagonismo en sus libros, de alguna manera va consolando a esos niños sobre las ausencias, sin embargo, “lo más importante  es trabajar para que haya un público que los lea y los escuche, hacer visible los esfuerzos por escribir y publicar”.

Nadia comentó que hablar sobre la premiación es incierto, está planeada para noviembre pero “con la pandemia ya no se sabe”.

La  contingencia le ha demostrado que se crece y se hace en colectivo, “la otra persona necesita de nosotros y viceversa”.

Y aunque ahora los esfuerzos son individuales, se necesita caminar junto a otros, “la pandemia nos ha mostrado la desigualdad que hay, hay que trabajar primero  para llevar el trabajo a las comunidades en las que no hay ni luz eléctrica. Es un tiempo para repensar y de darnos cuenta de las necesidades que hay, ya que el reforzamiento de las lenguas no se dará si no se trabaja y se satisfacen las necesidades básicas de los hablantes de esas lenguas: si ya comieron, tienen problemas de salud y si están bien en esta contingencia”.

Para Nadia, estos meses le han traído un gran aprendizaje, ya que aun con pandemia las lenguas siguen muriendo, sigue habiendo racismo y discriminación, pero hay que cambiar las formas para no dejar de hacer su labor. Este año aprendió que la salud es muy importante.

 “La contingencia vino a reforzar la clasificación y separación de las personas, la discriminación y la violencia.  A veces queremos que lo que sembramos  dé frutos rápido pero es como sembrar, todo lleva su tiempo. Nada es de la noche a la mañana y este año nos está enseñando nuevas formas para sembrar y cosechar”.

La Dirección de Literatura de la UNAM editó su libro “Isu ichi. El camino del venado” (Ediciones de Punto de Partida 20, Poesía). Es una edición bilingüe en español y mixteco que incluye poemas en los que la autora sigue las huellas de sus ancestros.

Fuente e imagen: https://desinformemonos.org/reconocen-a-la-escritora-nadia-lopez-por-preservar-las-lenguas-originarias/

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¿Qué es una idea? La prolongación de un cuerpo en el lenguaje

Por: Amador Fernandez Savater

 

La lectura, por tanto, lejos de ser una actividad puramente mental o racional, mero ejercicio de desciframiento de sentido, es la escucha -se escucha con todo el cuerpo- del afecto que las palabras transportan, de su acarreo de fuerza.

No lee el espíritu, sino la materia ensoñada que somos. La imaginación es un órgano de la sensibilidad: la amplifica, intensifica y prolonga.

Pero en el lenguaje siempre es la guerra. ¿Por qué? Porque lo que en su día fue movimiento de afecto cristaliza y se impone como consenso, autorizando sólo la repetición. Tal estilo, tal concepto, tal gesto. El consenso es la desaceleración de las energías, el olvido de su dimensión instituyente, la petrificación y la pacificación.

El signo es la ceniza de la intensidad. Las instituciones establecidas -en política o en la academia, en literatura o poesía- son las guardianas del signo, mantenedoras de un orden de ceniza. Ideología, estética, cultura, progresismo: distintos modos de nombrar el discontinuo organizado entre cuerpo e idea, palabra y experiencia, pensamiento y afecto. Modos de no escuchar.

Leer y escribir, pensar o poetizar se juegan siempre “contra” las tentaciones de la Cultura y la Forma: sus recompensas, reconocimientos, likes. Contra nosotros mismos y nuestro miedo. A fracasar, a decepcionar, a no tener nada que decir, a no encajar, a no ser interesantes, a abandonar los gestos que han devenido simples trucos de seducción pero que reportan éxito, a no ser nadie…

Sólo desestabilizándonos podemos desestabilizar los sentidos de la época. La verdad es solitaria. Menos crítica y más guerra, interior, exterior.

El argentino Pedro Yagüe llama “engendros” a algunos puntos de potencia en este mapa de la guerra del lenguaje.

Lee a los engendros Barret, Mansilla, Fogwill, Gombrowicz, Lamborghini, Albertina Carri, Asís, Viñas, Rozitchner.

Y los lee asimismo como engendro.

Fuente e imagen:  http://lobosuelto.com/que-es-una-idea-la-prolongacion-de-un-cuerpo-en-el-lenguaje-amador-fernandez-savater/

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La música, el arte y la literatura del Caribe Colombiano serán exaltados en Santa Marta

A través de una intensa programación del Centro Cultural Santa Marta del Banco de la República

-Septiembre inicia con una conversación cuyo protagonista es el pianista Andrés Linero Branly, uno de los más destacados en su arte y culmina con un diálogo sobre la música preferida del premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez.

Santa Marta, septiembre de 2020 El centro cultural del Banco de la República en Santa Marta preparó, en septiembre, una nutrida agenda de actividades culturales que buscan exaltar, entre otros aspectos, los valores musicales, artísticos y literarios de la región Caribe Colombiana.

Entre los eventos más destacados está la realización, este jueves 3 de septiembre de la actividad “Conversaciones con un maestro: Andrés Linero Branly”, en la que los invitados –a través de la plataforma Cisco Webex y de Facebook Live- podrán escuchar un recuento de su formación como pianista, empezando por sus primeros maestros en Santa Marta, luego su formación en Paris (Francia) y su retorno a Bogotá, para integrarse a la Orquesta Sinfónica de Colombia como uno de sus pianistas principales.

Los asistentes, a partir de las 5:00 pm (hora Colombia), podrán observar al maestro Linero Branly comentar su trayectoria como profesor de piano al tiempo que recordará a los pianistas samarios más destacados que han sido sus alumnos.

El martes 8 de septiembre podrá seguir, a través de la virtualidad, la conferencia “Manuel Zapata Olivella, entre juglares del Magdalena Grande”, con el gestor cultural Nicolás Corena Guerra, licenciado en español y literatura Universidad de Córdoba.

En la disertación podrá conocer cómo Manuel Zapata Olivella (Lorica, 1920-Bogotá, 2004) llegó al antiguo Magdalena Grande a finales de los años cuarenta, vivió en La Paz (Cesar), pero transitó también por muchos pueblos de aquella región. En ese periplo ayudó a dignificar a los acordeoneros y juglares provincianos, observó con su lupa de buen etnógrafo los comportamientos y las virtudes de aquellos hombres que llevaban una vida corriente, y seguramente anónima, pero al ser guiados por él hacia otros espacios, fueron descubriendo la magnitud de la riqueza musical de la cual eran naturales portadores.

A juicio del conferencista, en la memoria de este paso de Zapata Olivella por el Magdalena Grande quedaron inscritos Fermín Pitre, Antonio Morales, Antonio Sierra, Juan López, Dagoberto López, Juan Manuel Muegue, y su amigo y compadre, Rafael Escalona Martínez, entre otros.

Los pueblos indígenas también tienen cabida en la programación del Centro Cultural Santa Marta del Banco de la República. El próximo 15 de septiembre a partir de las 10:00 de la mañana se realizará la conferencia “¿Qué es el diálogo intercultural?” con el líder arhuaco Cayetano Torres, quien define esta actividad como necesaria para la búsqueda de lenguajes de principios y valores culturales que sustentan la oralidad tradicional de la vida ambiental en un momento difícil de articular en armonía y equilibrio con el universo.

No menos importante, el martes 22 de septiembre, a partir de las 10:00 de la mañana, la plataforma Banrepcultural recibirá al cronista Alberto Salcedo Ramos con “La música que le gustaba a Gabo”. En esta charla el invitado hará un acercamiento a la música que estuvo en la vida y la obra de Gabriel García Márquez desde sus primeros escritos.

Se abordará la música que escuchaba en los vapores por el río Magdalena, en las emisoras de Barranquilla o Cartagena, en sus correrías por Valledupar y la zona bananera o sencillamente en el estudio de su casa. Tal era su pasión por la música de acordeón que escribió su primera columna sobre el tema a los 21 años y definió su novela Cien años de soledad como un vallenato de 360 páginas.

Más eventos

Durante el mes de septiembre, el Centro Cultural Santa Marta del Banco de la República tiene un ciclo de actividades dirigidas a todo público y con diferentes intereses.

Por ejemplo, el ciclo de conversaciones “Polifonías etnográficas” recibirá a Guillermo Federico Rey, magister en antropología de la Universidad de Cartagena con “Prácticas comunitarias en la Ciénaga Grande de Santa Marta” a partir de las 5:00 de la tarde.

De igual forma, Jaider Orsini y Oscar Leone, continúan la serie de conferencias “Prácticas de distanciamiento” los días 2 y 17 de septiembre a las 4:00 de la tarde con Livier Jara y Sol Henaro, respectivamente, como invitadas.

Los sábados 5, 12, 19 y 26 de septiembre podrá conocer el Salón Creativo, que cada semana trae talleres especiales para niños y jóvenes. Las actividades se desarrollan entre las 10:00 am y 12:00 m a través de la plataforma Cisco Webex.

La programación completa puede ser consultada a través de la página Banrepcultural.org que agrupa a las sucursales del Banco de la República en todo el territorio nacional.

Fuente: https://diariolalibertad.com/sitio/2020/09/la-musica-el-arte-y-la-literatura-del-caribe-colombiano-seran-exaltados-en-santa-marta/

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