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Entrevista a Joaquín Miras Albarrán: La confianza en la humanidad, en nosotros mismos, es algo que constituye el fundamento del pensamiento de la izquierda

Entrevista a Joaquín Miras Albarrán sobre Praxis política y Estado republicano.
Crítica del republicanismo liberal
“La confianza en la humanidad, en nosotros mismos, es algo que constituye el fundamento del pensamiento de la izquierda”

 

Salvador López Arnal

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano.

Decías que es absurdo y alocado pretender elaborar pensamiento für ewig, para la eternidad. ¿»La lucha de clases es el motor de la historia» no sería un ejemplo de este pensamiento für ewig? La filosofía de la praxis a la que has hecho referencia, ¿no está llena de estos pensamientos «para la eternidad? 

Sí, es así; pero no porque el ser humano no posea regularidades ontológicas: su regular plasticidad e historicidad por ejemplo, es decir, su regular falta de naturaleza fija –no es paradoja-; su regular comunidad o socialidad. Su regular, desde el Neolítico y hasta la fecha, explotación del hombre por el hombre. Regularidades, todas ellas, registradas por el saber. Tampoco porque no haya pensamiento valioso que nos interpela desde otras épocas y muestra ser fuente perenne de inspiración: Aristóteles, Hegel, Marx, Gramsci. Los clásicos. El asunto está en la creatividad. Y en la praxeología. O sea en la historicidad humana. La praxeología para ser útil debe ser capaz de aferrar en concreto, en su singularidad, la totalidad del mundo en que se encuentra. Y debe ser capaz de transmitir ese saber. También debe ser capaz de explicar que la alternativa está en la capacidad de hacer de los activistas, de los sujetos que se organizan, en el concreto hacer, singular e histórico, que generan en esas concretas circunstancias. La alternativa práctica misma surge del proceso de lucha singular, histórico, desarrollado por el movimiento concreto, histórico, que exista en un determinado momento. El mismo programa, tal como dice Gramsci debe surgir elaborado dramáticamente, debe surgir desde la propia «entraña» de ese movimiento concreto, «que está ante nuestros ojos», de la voluntad colectiva, que el intelectual colectivo, orgánico, ha ayudado a construir, que el intelectual colectivo es él mismo.

Como por ejemplo… 

Como por ejemplo la exigencia del lote de tierra y de la «paz ahora», de los millones de campesinos rusos en 1917. Pero se trata de eso, dada una singular situación, específica, única, es decir, histórica –ahora, por ejemplo- ayudar a que un sujeto, una comunidad sujeto sea capaz de adoptar la actividad adecuada al logro de un fin, histórico también. Será un hacer que tiene que ser singular, específico, concreto, histórico. Pensado para el ahora y aquí. Que si es adecuado produce cambios reales, cuyas consecuencias inmediatas, nuevas, son impronosticables a priori, por su singularidad, porque producen la emergencia, el surgimiento de nuevas capacidades y facultades activas, y de nuevas exigencias y problemas no previsibles: historicidad. Y vuelta comenzar la praxis a partir de esa emergente singularidad. La reflexión sobre la actividad y para la actividad debe ser sobre lo concreto, y proponer cosas concretas. Es lo de Milón, y el comer bien, que nos explica Aristóteles al comienzo de su Ética nicomáquea. Comer bien es algo que resulta un ideal para todo el mundo. Pero Milón, el gran atleta, tiene una especificidad que le exige una alimentación que a otros nos mataría. Todos nos orientamos según el mismo fin –»premisa mayor»-, tenemos en cuenta nuestra singularidad -premisa menor- y adoptamos una decisión que es «particularidad», un hacer singular que tiene en cuenta la orientación y nuestra constitución singular, las concretas, por singulares y por históricas, condiciones de posibilidad. La praxis tiene como fin intervenir en la realidad, y su intervención sobre una realidad singular debe ser un singular pensado conforme al fin –premisa mayor-, surgido también en la historia, surgido también en el proceso histórico.

Suena de nuevo a Aristóteles 

Todo esto es Aristóteles. Aristóteles piensa su época singular. Y también Hegel. Hegel, como Marx, como todos los hegelianos, piensa que la reflexión para la acción «va de lo abstracto a lo concreto», y que lo «perfecto», se entienda por este término lo que se entienda –por ejemplo: «lo logrado, lo acabado»- , se define por ser modificación concreta, efecto concreto sobre lo real. Un hacer singular que produce un cambio singular, ambos concretos, gracias a haber comprendido la totalidad de circunstancias históricas que son, por ello, irrepetibles, únicas, ahora, aquí. Así reflexiona y propone actuar, también, Gramsci, como hegelomarxista que es: ese mundo, Italia. Conocer la especificidad de la totalidad concreta de Italia, incluida la singular historia de los territorios que confluyen a la construcción de la misma, y de las diversas capas sociales y sus respectivos proyectos históricos anteriores. Por ejemplo, las de sus intelectuales, y su específica historia en una península donde estaba Roma y podían tener especiales opciones de buena vida dejándose reclutar como miembros de la iglesia; de ahí su cosmopolitismo y su no interés por un estado propio fuerte. Un norte industrial y un sur agrario latifundista, y además organizado en ciudades, con vida urbana –el «centocittà»-. Un sur conquistado y absorbido….precisamente lo que da validez y potencia al pensamiento de Gramsci, sin duda el mayor pensador político del siglo XX, es este enseñarnos a reflexionar sobre la totalidad singular concreta

Precisamente su valor, su riqueza está en que los escritos de Gramsci nos enseñan cómo se debe pensar, cómo se elabora el pensamiento de la Filosofía de la Práctica; en realidad, todas mis respuestas, que insisten en la singularidad histórica y en la concreción de la práctica, se inspiran en su pensamiento. Pero por eso, vuelvo a la misma tecla –si me permites la expresión-: si alguien quiere pensar para la eternidad, no estará pensando nada sobre ningún mundo real, su pensar será vacuo, «buoto». Tanta cosa posmoderna, tanta deconstrucción que es discurso para todo mundo, vademécum de prescripciones universales para todo mundo, nunca aplicables en uno concreto…

Para terminar: supongo que me he metido en un jardín, al utilizar una frase reconocible de Gramsci. Es una de esas 10 o 12 frases de Gramsci que se reiteran constantemente. Abres Google, la escribes y ¡pum!, sale un repertorio interminable de referencias sobre la misma. Esa frase se encuentra en una carta suya de 1926, escrita a su cuñada. Procede de un libro accesible, al menos en su antigua versión: el epistolario de Gramsci que se titula Cartas de la cárcel; el tradicional, no el exhaustivo actual que es un tomazo más que gordezuelo.

Pero no es esa la única reflexión sobre el trabajo «per l’eternità» –o «Für ewig»- hecha por Gramsci. Hay otra posterior.

¿Cuál es? 

Hay que adentrarse en los Quaderni del carcere, claro. Y allí critica claramente ese estilo de trabajo intelectual abstracto que busca pasar a la eternidad; es del cuaderno 8, de 1931 a 1932, párrafo 57: «Cuando, por el contrario el motivo de la crítica es único, es preciso reflexionar: 1) porque puede tratarse de una deficiencia real, 2) porque se puede estar equivocado sobre la «media» de los lectores a los cuales se interpela y en consecuencia, se trabaja en el vacío, «para la eternidad»…» Para Gramsci, aquí, trabajar «para la eternidad», así, entrecomillado, es sinónimo de trabajar «en el vacío», ser estéril; es trabajar sin tener en cuenta que se debe elaborar para interpelar en concreto a una gente, aquí y ahora, lo que exige compartir sus problemas concretos, entender el mundo singular, histórico, compartido.

Creo que la misma carta de 1926 de Gramsci en que éste cita esa frase de Goethe –»für ewig»/para la eternidad- que según Gramsci había ya atormentado a otro intelectual italiano, debe ser entendida como una reflexión distanciada sobre sí mismo en tanto que preso; como autoironía sobre el tormento que él siente. Gramsci explica que ese deseo o imperativo atormentador le surge en la cárcel. A lo largo de su obra posterior insistirá en esto, en reflexionar sobre sí mismo y sobre los cambios «moleculares» que la cárcel produce en la personalidad. Las frustraciones, la impotencia, y los fantasmas, las neurosis, que genera: el hundimiento moral de la personalidad. A veces compara al preso con el hambriento que se jura no comer carne humana, pero al que la hambruna lo asedia y lo transforma poco a poco hasta ya no ser aquel que sentía horror ante el comer carne humana. Yo interpreto esa carta en esta línea, como autoironía, como comentario un poco sarcástico sobre sí mismo y sobre los efectos que produce en él la cárcel, las neurosis, la impotencia y el deseo de poder incidir sobre la realidad, de hacer algo que sea valioso…. Pero puedo estar equivocado, desde luego.

Creo que Paco Fernández Buey, hablo de memoria, tenía una interpretación parecida. ¿A qué otro intelectual había atormentado el tema? ¿Te estabas refiriendo a Pascoli? 

Sí, era Pascoli.

Voy finalizando este apartado del libro. Señalas, cuando reflexionas sobre nuestra experiencia, nuestras astenia, nuestra carencia de fuerzas. Tal vez pero, querido amigo, ¡no han sido pocas las revoluciones hechas en este último siglo que han vencido o cuanto menos lo han intentado a las clases dominantes, a ese capitalismo que no ha impuesto formas de vida individualizadas y aisladas. ¿Me equivoco de mucho?

Por entero de acuerdo. Este siglo XX ha sido un siglo, un tiempo, un «mundo trastornado» y tras–tornado, por las luchas. Lo contrario es apariencia: generada por la provisional desmovilización social que recogemos en nuestra experiencia –todos desearíamos poder ver resultados, y nos cuesta reconocer que algunos debemos ser estiércol, material que prepare lo que puede llegar a ser- y la propaganda enemiga que declara todo levantamiento como imposibilidad y proclama el advenimiento de su Reich de Mil años.

Estiércol entendido como abono, no como algo a desechar, menospreciable. Nadie lo es si no he entendido mal tus reflexiones. 

Exacto. Todos somos necesarios. Y todos tenemos, en potencia, una tarea; en determinadas épocas, la de preparar el suelo social para que fructifique posteriormente. Esto es tan necesario y tan noble como cualquier otra tarea humana en favor de la liberación humana. Es la más noble, cuando eso es lo que toca hacer.

Por lo demás, si tú mismo admites, que la gente percibe, percibimos, la enorme dificultad de elaborar otra alternativa empírica de vida, ¿no hay aquí una paradoja marcada y difícil? ¿Cómo entonces, admitido lo anterior, salir, superar nuestra situación si tenemos pocas fuerzas y es tan difícil elaborar una alternativa de vida?

Creo que la confianza en la humanidad, en nosotros mismos, es algo que constituye el fundamento del pensamiento de la izquierda. Junto a las mayores atrocidades vemos actos constantes, numerosos, cotidianos, de generosidad humana: una madre con su hijo; un desconocido que atiende a un emigrante ecuatoriano que acaba de ser desvalijado por un desaprensivo en una estación de tren; el que clava papeles en el corcho de información para sus compañeros trabajadores en un centro de trabajo,… Mil generosas actitudes cotidianas de miles de personas. A partir de ahí, recordemos que si el mundo humano existe es porque, a cada instante, millones de personas lo crean, lo producen y lo reproducen, con su hacer: el mundo es producto de la actividad de los subalternos. Y que cada individuo más que se suma a la actividad por cambiar la sociedad tal como es hoy, es un individuo menos, uno menos que la apoya, uno más que la socava: «somos» una «suma cero». Toda sociedad, en consecuencia, aún la aparentemente más sólida, se fundamenta sobre un suelo formado por millones de granos de arena suelta, granos conscientes, los seres humanos. Seres humanos cuya consciencia se desdobla, se extraña, percibe como ajeno, extrañado y no propio este mundo que ellos hacen; lo prueba el hecho de que en todos los tiempos históricos, las clases dominantes han tenido que emplear muchos recursos para tratar de convencer a los subalternos de que no se puede anhelar cambiar el mundo -o que anhelar eso, no está bien, es «pecado», es «el» pecado de la «consciencia desgraciada» medieval, cristiana.

Muy bien visto. 

Porque todo ser humano, todos, generamos reflexión sobre nuestro propio vivir, sobre la actividad generada por nosotros desde nuestra consciencia y sobre las expectativas, las necesidades conscientes que tenemos, como resultado de nuestra formación dentro de un ethos. Esta consciencia reflexiva, esta autoconsciencia, es ya un poder pensar y considerar evaluativamente, en perspectiva, desdobladamente, nuestro vivir y el mundo que lo produce. Toda autoconsciencia ejercida sobre nosotros mismos, nuestro vivir, nuestra comunidad, es un vernos como entidad distinta, separada, enfrentada, extrañada, con el mundo que nos ha construido; como en potencia capaces de vivir de otra forma, de hacer otra cosa que reproducirlo. Esa autoconsciencia es, solo por el hecho de operarse, negatividad: estudia su mundo, o sea, lo pone frente a sí. Pero todo esto es algo que toda mente humana hace cotidianamente; por eso necesitamos del arte, porque anhelamos mejorar nuestra autocomprensión de nosotros y nuestro vivir, expresándonos por medio de un objeto artístico y porque nos sabemos capaces de otras vidas… Y, bueno, el mundo humano siempre cambió, nunca ha dejado de ser «histórico».

Bueno, me he puesto a rebuscar argumentos y me han salido bastantes. Está claro que la skepsis vale tanto contra el optimismo como contra el pesimismo…

Seguramente, pero tu defensa del esperancismo es muy hermosa, muy machadiana. Sacristán citó en una conferencia unos hermosos versos de Guillevic sobre esta esperanza. Por hoy no te molesto más, seguimos en la próxima.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=219441&titular=%93la-confianza-en-la-humanidad-en-nosotros-mismos-es-algo-que-constituye-el-fundamento-del-

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«Conocimiento y cambio»: La estratificación del trabajo bajo el Capitalismo Global.

Por: Marxismo Crítico. 23/11/2016

Zak Cope es el autor de Divided World, Divided Class: Global Political Economy and the Stratification of Labour Under Capitalism (Mundo dividido, clase dividida: Economía política global y estratificación del trabajo bajo el capitalismo), obra publicada el pasado Agosto por Kersplebedeb Presscomo parte de su reciente lanzamiento de las series Kalikot. El libro “traza la historia de la “aristocracia obrera” en el sistema capitalista mundial, desde sus raíces en el colonialismo hasta su nacimiento y finalmente maduración en una clase media de pleno derecho en la era del imperialismo. Argumenta que el chauvinismo nacional, racial y cultural en los países capitalistas centrales no es principalmente atribuible a la “falsa conciencia de la clase”, adoctrinamiento ideológico o la ignorancia tanto como la izquierda o el pensamiento liberal asume. Más bien, estas y otras formas relacionadas de fanatismo son expresiones concentradas de los principales estratos sociales del interés económico que comparten las naciones capitalistas principales en la explotación y la represión de las naciones dependientes.

Recientemente tuve la ocasión de entrevistar al Dr. Cope sobre el proyecto.

Nikolai Brown para Anti-Imperialism.com: Saludos y gracias por la entrevista.

Dr. Zak Cope: Es un placer. Gracias por vuestro interés.

NB: Lo primero que quisiera preguntarte es sobre el libro en sí. ¿Para quién lo escribes y por qué; y qué puede esperar encontrar leyendo el libro alguien que quizás solamente está descubriendo el tema?

Creo que las ideas que se discuten en el libro son accesibles y de gran interés para cualquiera que se interese por las relaciones internacionales, pobreza y desigualdad. Además de académicos y estudiantes que investigan en el campo de la economía política, estudios de desarrollo, y la historia de los movimientos obreros y socialistas, espero que el libro tenga cierto atractivo entre profesores, lectores, funcionarios públicos, trabajadores sociales, consejeros, políticos profesionales, anticapitalistas, antirracistas y activistas de liberación nacional, y cualquiera interesado en entender y cambiar el mundo extremadamente desigual e inhumano en el que vivimos. Sobre todo, espero que el libro tenga atractivo para la gente angloparlante in países en desarrollo y gente oprimida en los países desarrollados. Lo ideal es que el libro sea de interés, al menos, para las personas que trabajan en este último también.

Creo que la gente descubrirá tres cosas que no destacan frecuentemente en el libro. En primer lugar, que las depredaciones del colonialismo y esclavitud aportaron no sólo el impulso histórico para el crecimiento del capitalismo y el nacimiento de la clase obrera como tal, sino que también fue una fuente importante de alimento, oportunidades de empleo y terreno para la mano de obra metropolitana. En segundo lugar, el libro recalca un cambio histórico mediante el cual la mano de obra metropolitana depende en primer lugar de la mano de obra colonial para su existencia, después, más tarde, para su sustento cada vez mayor, y finalmente, ahora, de la mano de obra neo-colonial para todo su estilo de vida. En tercer lugar, el libro muestra que las tareas que enfrentan los trabajadores de los países desarrollados no son las mismas que enfrentan los trabajadores de países no desarrollados. Este hecho puede parecer obvio, pero el libro va más allá y muestra que hay una contradicción muy arraigada entre los objetivos e intereses de las respectivas fuerzas de trabajo, como se demuestra en los contratos laborales activos de los trabajadores metropolitanos en la política colonial y neo-colonial.

NB: ¿Cuál fue tu motivación para escribir este libro? ¿Cómo te topas con este tema y qué te llevó a investigarlo?

Tuve tres motivaciones iniciales. La primera es averiguar es por qué los trabajadores en los países ricos parecen haber abandonado el socialismo. Como muestra brillantemente Donald Sasoons en su libro “Cien años de socialismo”, la clase obrera de los países imperialistas lleva un siglo luchando por regular y socializar el capitalismo, no por sustituirlo. Si es cierto que el capitalismo es inherentemente explotador y opresivo, ¿Porqué los trabajadores de los países ricos se han contentado con él?. Es más, ¿Cómo es que los trabajadores de los países desarrollados tienen bastante más que perder, como escribió Marx, que las cadenas?

Mi segunda motivación era confrontar a aquellas ideologías en la izquierda que buscan explicar este fenómeno (éstas son por lo general conservadurismo aburguesado de la clase obrera metropolitana). Así que, para gran parte de la izquierda, es su militancia, su productividad o una combinación de ambas lo que explica la relativa influencia del laborismo metropolitano. Paradójicamente, la izquierda occidental busca explicar el conservadurismo de la clase obrera de una forma distinta. Afirman que la razón del éxito de las políticas conservadoras y ultrareaccionarias del laborismo metropolitano tienen tanto éxito debido al lavado de cerebro ejercido por el aparato ideológico del Estado (intentando justificarlo en referencia a la inseguridad laboral, la precariedad y cosas por el estilo).

En resumen, para gran parte de la izquierda, su falsa conciencia de clase ha hecho que la clase obrera occidental prefiera la socialdemocracia, el corporativismo y el nacional chovinismo (predicando una alianza con la clase capitalista y sus representantes) al socialismo.

Finalmente, y más fundamental, el libro fue motivado por un deseo de recuperar la perspectiva internacionalista tan renegada por un marxismo lleno de pernicioso eurocentrismo. En este sentido, el libro fue motivado por una gran oposición al colonialismo y al imperialismo, que son los verdaderos causantes del aburguesamiento, del reformismo y racismo.

El libro es una continuación de mi anterior investigación a la que yo llamo la economía política de la intolerancia. Mi primer libro, Dimensiones de prejuicios (Peter Lang, 2008) mostró que las creencias dogmáticas irracionales son expresiones de prejuicios estructurados socialmente. Sostuve que creencias sobre la religión, el género, la raza y la cultura no son simples productos de la ignorancia individual o de la falta de educación, pero si el resultado ideológico de varios productos relacionados (patriarcado, supremacía blanca, capitalismo). El nuevo libro añade sustancia al antiguo análisis mostrando que la división entre países ricos y países pobres la trajo el colonialismo y el imperialismo, y el imperialismo en la actualidad es la mayor relación entre diversos productos que moldean el punto de vista de la población. Ideas sobre las masas a punto de dar un salto revolucionario que sólo son detenidas por un sindicato corrupto o un liderazgo político contaminado con propaganda capitalista están constantemente siendo usadas por la izquierda occidental.

A pesar de ello la clase obrera ignora tanto el factor político e histórico del conservadurismo laborista, así como los hechos (paralelos) económicos del aburguesamiento. En resumen, ignora la desigualdad histórica creada por el colonialismo y el imperialismo.

NB: ¿Cuán importante es para los movimientos radicales, emancipatorios o socialistas actuales entender el papel histórico y el rol de la aristocracia obrera? ¿Qué tipo de errores pueden verse como consecuencia de la incapacidad para comprender esta realidad social?.

Hay serios problemas asociados con la incapacidad de entender cómo afecta el imperialismo a la estructura global de clases.

Primero, los trabajadores del Tercer Mundo deben tener cuidado cuando las organizaciones líderes políticas e ideológicas del Primer Mundo declaran ayudarles. Los trabajadores y sus representantes de los países en desarrollo han de estudiar a fondo el carácter tan arraigado que la izquierda del Primer Mundo dejó en todas y cada una de sus manifestaciones, a fin de que puedan formular o diseñar independientemente sus propias estrategias.

En segundo lugar, las escasas reivindicaciones en los países imperialistas de los intereses de los propios trabajadores ha dado históricamente como resultado el tradeunionismo reformista (sindicalismo) y un mayor descenso al nacional-chovinismo. Hasta ahora mientras los trabajadores metropolitanos exigen mayores salarios, los monopolios del trabajo y el proteccionismo industrial se sostienen a expensas de los trabajadores y campesinos del Tercer Mundo y sólo sirven para formar una subsección de la fuerza de trabajo internacional dependiente del imperialismo.

Tercero, comprender como se forma la aristocracia obrera significa entender el imperialismo, y viceversa.

No es casualidad que las organizaciones que no entienden el aburguesamiento de los obreros rebajen por completo la importancia del imperialismo. Incluso las organizaciones socialistas nominalmente enfrentadas al imperialismo fracasan en sus objetivos con frecuencia. Así pues, un grupo de organizaciones socialistas dan prioridad al pacifismo y a la oposición al militarismo, equiparando el imperialismo con el ejercicio de la fuerza bruta contra una o más naciones soberanas. Su papel puede ser una administración en particular o una política exterior. Incluso puede ser el complejo militar-industrial. O bien, el imperialismo podría oponerse a la supuesta ganancia de beneficios de un puñado de banqueros ultramillonarios e inversores extranjeros (incluso, a la máxima, un puñado de bien pagados burócratas sindicalistas y profesionales muy cualificados). En este caso, sólo un 1-5% de los más ricos de la sociedad son vistos como los defensores del capital monopolista.

En cambio, el enfoque multi-facético expuesto en mi libro es tratar el imperialismo envolviendo la transferencia de plusvalor de un país a otro y de un país imperialista como un importador neto de la plusvalía. Sólo este enfoque nos permite medir realmente el tamaño y los límites de la aristocracia obrera y , por tanto, las posibilidades concretas de la creciente oposición efectiva al capitalismo y a sus pilares militares legales, financieros y políticos.

NB: ¿Qué implicaciones y consecuencias tiene el entendimiento de la división del trabajo bajo el capitalismo en las economías centrales, semicentrales y periféricas para la praxis radical y revolucionaria?

En los países desarrollados, una comprensión exacta de la división del trabajo bajo el capitalismo debe tener un impacto en los objetivos, estrategias y tácticas de los movimientos comprometidos con un progreso social real, tanto globalmente como a nivel nacional.

Afortunadamente, el análisis del libro habla por sí solo sobre las conclusiones políticas, especialmente sobre las posibilidades de organizar la oposición al capitalismo en las naciones centrales.

No deseo sonar desanimado con respecto a los que los trabajadores en los países imperialistas han de hacer o buscan hacer, pero lo que debe evitarse es el pronóstico de auto-derrota y mandatos moralistas sin tener en cuenta las condiciones sociales. En los llamados países “en vías de desarrollo”, el principal foco de lo que llamamos “praxis radical y revolucionaria” ha sido evidente durante bastante tiempo. Lo que no ha estado ( o ha sido tan evidente) claro, yo creo, es la extensión en la cual los rivales del imperialismo han confrontado al Primer Mundo como un todo, y no sólo sus miembros más ricos y poderosos.

NB: En los últimos años, parece haber habido un resurgimiento en el discurso sobre la estratificación de la mano de obra. Dentro de este contexto, ¿Qué esperas conseguir con este libro?

Creo que tienes razón en que estos debates cobran relevancia de nuevo, gracias al esfuerzo de grupos como el tuyo.

Espero que el libro pueda ser útil para proporcionar una serie de argumentos a las personas interesadas en desafiar el primermundismo predominante en la izquierda y, por ende, una mejor praxis por su parte. Espero, también, que el libro estimule la necesaria investigación sobre la transferencia del valor en el imperialismo. Hay varias áreas importantes de investigación en el libro sobre cómo debe abordarse un análisis completo de cómo funciona el imperialismo. Por ejemplo, ¿ Cómo la transferencia del valor global descrita en el libro se relaciona con la infravaloración de las divisas del Tercer Mundo en términos de adquisición paritaria?, ¿Cómo se relaciona esto a “la guerra del petrodolar” (ya sea la denominación de la venta del petróleo en dólares de Estados Unidos obligando a los países a tener reservas de dólares, por lo tanto, creando una demanda consistente de dólares y aumentando la presión al valor del dólar, sin importar las condiciones económicas en Estados Unidos)?, ¿Cuáles han sido las consecuencias de la recesión actual en relación con el imperialismo y qué papel ha jugado el imperialismo en la precipitación de la recesión?, ¿Qué métodos y medios alternativos hay para calcular la transferencia de valor desde los países del Sur Global hasta los países imperialistas? Mi libro ha de considerarse un trabajo en progreso, en todos los aspectos.

NB: Pienso que no ves un gran potencial revolucionario o progresivo en las luchas de las masas en los países imperialistas. De todas maneras, realmente me pregunto qué tipo de efectos podría tener en los movimientos más amplios contra el imperialismo una discusión más extensa, sistemática y hermética sobre la economía política global dentro o en los márgenes de las economías imperialistas. ¿Qué importancia ves en las amplias discusiones que exponen estas cuestiones aunque por el momento éstas estén ocurriendo principalmente entre las personas angloparlantes en los países en vías de desarrollo y masas oprimidas en los países desarrollados?. En otras palabras, crees que si los debates acerca de cómo están construidas las clases ganasen más popularidad, incluso entre la gente que se encuentra alienada de las luchas cotidianas de la mayoría explotada, podría lograrse un entendimiento más correcto por ósmosis?. Si suficientes personas empiezan a poner encima de la mesa estos temas de manera crítica, incluso en los idiomas imperialistas (inglés, francés, español), ¿En algún momento podrán formarse grupos nominalmente revolucionarios o marxistas en el Tercer Mundo, algunos de los cuales emprendan luchas armadas contra los Estados neocoloniales?. O bien, dado el compromiso más amplio en estos temas de un sector de la izquierda inglesa ¿Alentar o impulsar a los grupos de la periferia a que tomen o adopten una posición más clara?

De lo contrario, ¿Qué piensas de la posible importancia que pueda tener la discusión de estos temas en vuestro más amplio público? Por último, ¿Cómo encaja el marxismo en vuestro análisis?, y ¿Qué opinas de su significado más amplio con respecto a las tendencias ideológicas como el anarquismo o el islam radical?

En primer lugar, vale la pena mencionar que no son estas ideas sobre la estructura global de clase, como algunos podrían suponer, tan ajenas a los revolucionarios del Tercer Mundo. Kwane Nkrumah, M.N.Roy, Sultan Galyev, Julius Nyere y el Che Guevara son solo algunos de los revolucionarios de las naciones periféricas quienes en su momento u otro han abrazado la idea de que los trabajadores de las naciones centrales estaban recibiendo una parte de la plusvalía arrancada de sus países. (Esto no significa un reconocimiento de cualquiera de las líneas políticas de estos hombres, por cierto). Hoy hay indicios de señales positivas en que los movimientos del Sur Global son cada vez más conscientes del papel que juegan los Partidos y corporaciones conservadoras en los países dominados por el Norte.

En este sentido, estoy de acuerdo en que los sólidos estudios de clases realizados en los países desarrollados pueden servir para fortalecer y espolear a los trabajadores y activistas de la periferia decididos a romper con el imperialismo, incluyendo a sus abanderados de izquierda.

De manera más general, creo que es de vital importancia el que estos temas sean discutidos con el objetivo de aclarar el potencial intrínseco a las diversas luchas sociales, donde quiera que puedan estar sucediendo. Por ejemplo, qué debemos concluir sobre la lucha por la redistribución de la riqueza en el 1% de la población estadounidense, cuando uno de cada diez del restante 99% son millonarios y el resto están en el 10-15% mundial salarial?, ¿Qué debemos decir sobre esos grupos en la izquierda que buscan organizar desde la raíz la oposición al neoliberalismo, aunque alguno de los más famosos partidos anti-neoliberales son fascistas?. Por supuesto, lo mismo vale para el movimiento antiglobalización.

La pregunta para las personas preocupadas con la desigualdad global, incluyendo la desigualdad dentro de la clase obrera es ¿Qué cantidad de la riqueza procedente del imperialismo debemos redistribuir, políticamente hablando?, ¿Qué tiene de positivo la socialización del imperialismo?. Si podemos mostrar como gran parte de la riqueza de los países del Primer Mundo depende de la sobreexplotación, conseguimos ampliar el horizonte social, político y económico de la realidad actual.

El marxismo enseña que la conciencia no determina el ser social (la vida) sino, más bien, el ser social determina la conciencia. Esto significa simplemente que las ideas acerca de lo inhumano de grandes grupos de personas, o nuestro trato con total o absoluto desprecio no caen básicamente del cielo. Son el producto de ciertas condiciones de vida, principalmente, predominan las ideas en la forma que tienen las sociedades de organizar su producción. A lo largo de cientos de años, la producción en las principales naciones se ha organizado sobre bases capitalistas, a las que el marxismo ha proporcionado la más profunda crítica científica. Hoy en día, el capitalismo se ha convertido en algo global, pero el marxismo ha fallado en estar a la altura. Desde mi punto de vista, esto se debe al fenómeno expuesto en el libro, a saber el aburguesamiento ocasionado por un imperialismo específicamente capitalista. Sin embargo, utilizando los conceptos (teoría del valor) y métodos (materialismo dialéctico) desarrollados por el marxismo podemos llegar a ver las raíces materiales, sin duda, mucho más de lo que fueron capaces las doctrinas religiosas y cuasi-religiosas como el Islam o el anarquismo.

NB: Dado lo controvertido que son estos puntos de vista, ¿Cómo han sido acogidos en la Academia y en la izquierda más amplia?

Si ideas como las del libro tienen vigencia en alguna parte, diría que es dentro de la Academia y, en algunos sectores de la izquierda. Sin embargo, en general, la Academia y la izquierda son totalmente hostiles a las ideas que se sostienen en el libro. Para un gran número de socialistas la clase obrera se ha convertido en una vaca sagrada. Y ninguna de todas las manifestaciones chovinistas de los trabajadores metropolitanos debe explicarse, inmediatamente, como culpa suya. Se admite al menos tácitamente que los trabajadores de los países desarrollados son incapaces de actuar de manera racional en sus intereses. A toda costa, nunca debe admitirse por parte de la izquierda que las luchas económicas de la clase obrera occidental en los países desarrollados sólo puedan, en última instancia, tener éxito a expensas de las naciones explotadas. Las personas y los grupos con perspectivas como las mías son criticadas por romper la conexión orgánica entre las luchas del Tercer Mundo y las de los países imperialistas. Esto es así cuando es imposible ver cualquier vínculo entre, por ejemplo, la lucha palestina por su condición de Estado y la lucha de los trabajadores del Reino Unido por salarios más altos o el monopolio de puesto de trabajo vis a vis de mano de obra extranjera.

Se muestra incluso cuando los propios trabajadores no tienen aparente simpatía e incluso indiferencia hacia las luchas de liberación nacional y extranjeras. Lamentablemente, hasta ahora no ha habido realmente un análisis suficientemente sólido y riguroso de la estratificación laboral en la economía mundial capitalista. Este hecho ha facilitado la marginación académica de análisis como el mío, pero esto no lo explica por completo.

El hecho es que, tal y como digo en mi libro, tanto si es por razones de autopreservación institucional, falso cosmopolitanismo bien intencionado o declarada predisposición conservadora, mediante la presentación de la bifurcación de la fuerza de trabajo mundial entre ricos y pobres como resultado de la natural e inevitable de las diferencias nacionales en eficiencia económica, logros educativos y normas culturales, la izquierda occidental, incluyendo a la académica, promulga efectivamente (con eficiencia) una mitigante -pero que sirve a su propio interés- ideología que oculta la estructura imperialista subyacente en la economía política internacional. Esto ha de ser confrontado.

Con todo lo dicho, estoy encantada de que el libro haya sido recogido por la prensa de Kersplebedeb Press como parte de su serie de libros Kalikot. Kersplebedeb publica y distribuye una amplia gama de trabajos de gran utilidad.

NB: ¿Hay otros proyectos o libros que estés trabajando y a los que debamos estar atentos? ¿Cuál es el siguiente?

En estos instantes, estoy preparando un par de ensayos para su publicación. Con suerte, al menos uno verá la luz este año. De lo contrario, tengo material sobre la historia del movimiento obrero alemán sobre el que puedo escribir un libro. También estoy pensando en hacer un estudio más a fondo sobre las condiciones políticas y económicas actuales en Irlanda. Me gustaría animar a todos ustedes, lectores, para mantener su estudio y añadir más sustancia al análisis desarrollado en el libro.

Fuente: https://marxismocritico.com/2016/10/31/conocimiento-y-cambio/

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“Lo fundamental para Marx es entender los procesos reales, lo que está en el mundo”
 
Enric Llopis

A los 80 años continúa intelectualmente activo, escribiendo y publicando. Antes de jubilarse, entre 1979 y 2001, Wolfgang Fritz Haug fue profesor titular de Filosofía en la Universidad de Berlín. Pero esto sólo en teoría, pues lo que hizo fue reconvertir la asignatura en “filosofía de la praxis”; así la impartía desde un punto de vista marxista y feminista (por la influencia del movimiento feminista alemán de mayo del 68, y de su mujer Frigga Haug, especialista en la obra de Rosa Luxemburgo). Hoy continúa en el empeño de sacar adelante una magna obra en 15 volúmenes, y de la que se han publicado 10: el “Diccionario Histórico-Crítico del Marxismo”, que cuenta con varios artículos vertidos al castellano. En 2016 también vio la luz en lengua castellana “Lecciones de Introducción a la Teoría del Capital” (Laertes). Dentro de su vasta producción, en México se tradujo “Publicidad y consumo. Crítica de la Estética de Mercancías”. Wolfgang Fritz Haug está afiliado a Die Linke desde la fundación del partido en 2007 y es miembro del Consejo Científico de ATTAC. Fundó y dirigió durante muchos años la revista de filosofía y ciencias sociales “Das Argument”, que intentó ser heredera de “Zeitschrift für sozialforschung”, la publicación lanzada por Max Horkheimer. El filósofo alemán ha participado en la presentación del último número de la revista “Pasajes” (primavera de 2016) en la Universitat de València (La Nau).

-Fundaste y eres actualmente coeditor y director científico del “Diccionario Histórico-Crítico del Marxismo”. Hace una década pronunciabas en el estado español conferencias sobre el legado de Marx ¿Piensas hoy lo mismo que en 2007?

La respuesta es sencilla. Tenemos un capitalismo absolutamente global por primera vez en la historia. Y para los fundamentos del análisis del capitalismo, no hay teoría más fuerte y que a la vez nos oriente hacia la verdad que el marxismo. Pero en 2007 se trataba de otra cosa. De Marx se tenía la impresión, tras el final de la Unión Soviética, de un pensador pre-totalitario y determinista. Yo quise enseñar otra cosa, la “sorpresa” del Marx real. Lo que, con el filósofo y poeta Bertolt Brecht, llamo un “campo axiomático”, es decir, un Marx que construye y forma teoría, que trabaja como teórico.

-¿Qué aspecto de Karl Marx te interesa especialmente: el rol de economista, filósofo, político, agitador o tal vez como periodista? ¿En qué aspecto piensas que tiene mayor vigencia?

Mi planteamiento es otro. Investigué la fuente del pensamiento de Marx, pero no las teorías ya hechas sino su origen. El “código-fuente” de su pensamiento. Me parece que eso es muy actual. Por ejemplo, lo que entiende Marx –y no Hegel- por dialéctica. La interpretación que creo haber descubierto no es la tradicional, ni tan siquiera es compartida hoy por la mayoría de marxianos. La mayor parte de ellos tienen un concepto de la dialéctica que es el de Hegel. Sin embargo, aunque Marx haga muchas referencias a Hegel y lo venere, su idea es la contraria. Porque uno (Hegel) es idealista y el otro, materialista (Marx). ¿Qué significa esto? Lo expliqué ayer en una conferencia durante dos horas (sonríe). Mientras que la dialéctica hegeliana es de conceptos, lo esencial para Marx es entender los procesos reales; en otros términos, lo que está en la cabeza frente a lo que está afuera, en el mundo. No pueden ser lo mismo.

-¿Así de sencillo?

Estas sencillas fórmulas siempre son “secretas”, esconden algo que no se percibe a primera vista. En el epílogo de la segunda edición de El Capital, Marx define la dialéctica como tratar todo fenómeno en el fluir de su devenir. La pregunta es, entonces, cómo se analiza el fluir del devenir de las cosas. Y aquí entra la praxis… Porque sin recurrir a la praxis resulta imposible. Es lo que trato de probar en el libro “Lecciones de Introducción a la lectura de El Capital”. En Marx la génesis es el proceso del devenir; pero muchos marxianos se han quedado en la parte de los conceptos.

-Por otro lado, realizaste la tesis doctoral sobre Sartre y la construcción de lo absurdo…

Lukács ya hizo una crítica del existencialismo, pero la mía es diferente. Responder a esta pregunta es imposible en dos palabras. El problema era cómo se construía la idea de lo absurdo; de hecho, se trataba de una tesis “deconstructiva”, aunque tampoco frontalmente en contra: todo planteamiento filosófico tiene siempre algo de valor; tener muy en cuenta este principio resulta siempre útil. ¿Si el marxismo perdió de vista durante mucho tiempo al individuo de carne y hueso? Es la división entre deterministas, objetivistas, estructuralistas y, por otra parte, los subjetivistas. La filosofía de la praxis es el conjunto.

-En el último número de la revista Pasajes (Universitat de València, primavera de 2016) publicas un artículo titulado “La digitalización: un cambio de época”. ¿Cuándo empieza este proceso totalizador, que tiene como protagonista a las nuevas tecnologías?

Empecé a estudiarlo a finales de los años 70, durante la primera etapa de la automatización de la industria alemana. Lo denominé la “arqueología del modo de producción electrónico-automático”. Ésta era la terminología de entonces. Se trata, nuevamente, del proceso del devenir. Observaba y le dediqué mucho esfuerzo a estudiar el proceso de automatización, además me preguntaba qué seguiría después. En la década de los 90, irrumpió Internet con una rapidez increíble. Así, a principios del nuevo siglo publiqué el primer volumen de la trilogía “Hightech-Kapitalismus”. El “Capitalismo de Alta Tecnología” hacía referencia a todo el cuerpo de tecnologías basadas en el ordenador. Pero la izquierda hablaba de “post-fordismo”. Mi argumento contrario era que cuando Gramsci analizó en la prisión el “fordismo”, no hablaba de “post-liberalismo”, sino sobre la realidad de su tiempo: y le asignaba un nombre. Pues bien, el nombre de la nueva época, de la fuerza de producción rectora es el ordenador y todas las tecnologías que operan alrededor de esa meta-máquina. Actualmente, incluso el individuo es un elemento en la suma de informaciones del “Big Data”. Tras la gran recesión de 2008 publiqué el segundo volumen –“Hightech-Kapitalismus in der Groben Krise”- ya que el capitalismo, al igual que ocurrió con el fordismo en 1929, tuvo aquel año su gran crisis. La pregunta pertinente es: ¿Qué va a seguir? ¿La guerra y el fascismo como entonces? La interrogante aún no tiene respuesta.

-Además de Marx, has trabajado en torno a la obra de Brecht, Mariátegui, los teóricos de la Escuela de Frankfurt… ¿Qué vigencia atribuyes a Gramsci, tan citado en los últimos años en España?

Dediqué diez años de mi vida a la traducción al alemán de los “Cuadernos de la Cárcel”, en una edición crítica de diez volúmenes. Un trabajo tremendo, que hicimos básicamente entre tres personas. Fue como una travesía por el desierto del Sahara. Actualmente hay una edición más barata a la venta (los diez libros por menos de cien euros), y cada día se venden. Ya forman parte de la cultura política de la juventud alemana, estudiantes y algunos sindicalistas. La filosofía de la praxis marxista –es decir, no especulativa, como sí lo era el materialismo tradicional objetivista- está en Gramsci, pero antes en el filósofo marxista de primera generación Antonio Labriola (1843-1904). La praxis implica, siempre, actividad humana. Ahora bien, estas tesis de Gramsci y Labriola arrancan de Marx, en concreto de las “Tesis sobre Feuerbach”, que es donde encontramos la esencia. Gente como Althusser despreciaban estas ideas, pues las consideraban para intelectuales de salón… Aunque en aquella época Althusser no sabía mucho sobre Marx. Pero yo no soy de salón, te lo aseguro: trato de poner a las teorías de Marx (sobre el capital) a la prueba de si tienen utilidad, o no, para analizar la crisis actual.

-¿Y en cuanto a la categoría gramsciana de Hegemonía?

El Partido Socialista Unificado de la RDA estuvo bajo la tutela de la URSS, al igual que los estadounidenses destacaron sus fuerzas en la RFA. Cuando Walter Ulbricht, secretario general del Partido, quiso durante los primeros años llevar una política menos rígida, menos centralista y “desde arriba” de lo que marcaban los soviéticos, éstos lo depusieron. El partido dominante en la RDA no necesitaba a Gramsci, allí se practicaba el despotismo burocrático. La categoría de “hegemonía”, central en Antonio Gramsci, fue suplantada en la RDA por el concepto de propaganda; pero ocurre que cuando la gente entiende que la propaganda no es la verdad, los efectos son peor que la nada. Lenin también utiliza el concepto de hegemonía durante la revolución rusa de 1905. Plejánov, uno de los maestros filosóficos de Lenin, aunque de otra tendencia dentro del Partido Socialdemócrata ruso, sabía bien que el final de Atenas como poder independiente en la Edad Antigua, se produjo cuanto dejó de trabajar “hegemónicamente” y lo hizo de manera despótica. En esos momentos su aliados se le fueron, era el fin… Todo esto lo tuvieron claro Plejánov y Lenin. Actualmente las izquierdas en Europa, sin poder militar y burocrático, luchan por cambios desde abajo, culturales y desde la raíz: no tenemos otra posibilidad. Die Linke también hace uso de estas ideas (de hegemonía gramsciana). La Fundación Rosa Luxemburgo de Die Linke publica selecciones de textos del filósofo italiano, lo utilizan en sus cursos y le otorgan gran relevancia práctica.

-¿Qué aspectos consideras aceptables del modelo económico y político de la RDA, que puedan ser “rescatados” de la propaganda anticomunista y el celebrado “fin de la historia”?

En 1996 fundé el Berliner Institut Für Kritische Theorie (INKRIT) para dar soporte al Diccionario Histórico Crítico del Marxismo. Tomamos como emblema para el proyecto el dibujo de Picasso para el Congreso Internacional de la Juventud Comunista celebrado en Berlín, en el que figuran una paloma en el centro y en el entorno los pueblos, en unidad plural. Brecht también adoptó este símbolo para su teatro. En fin, es algo que hemos salvado de las ruinas. Todos los años el Instituto celebra un congreso internacional en Berlín; en una edición la pregunta fue qué queda de las experiencias de planificación central, de tipo soviético, aplicadas en la RDA. Es una cuestión muy importante, que ha de estudiarse. Si se han producido errores, es importante conocerlos para que no se repitan. Pero ahora es imposible sacar unas conclusiones, tendrán que extraerlas las generaciones venideras.

-Pero con independencia de las investigaciones y la opinión de las próximas generaciones, ¿Cuál es tu balance sobre la experiencia comunista en la RDA?

Mi opinión, que no es sólo personal, sino en general bastante aceptada, es que las consecuencias pueden apreciarse en Cuba y China, donde todavía hay algo que salió de las revoluciones del siglo pasado. Esta supercentralización administrativista no funcionó. Hacen falta fórmulas que incluyan un control social y dejen espacio al movimiento de actores concretos. Una de las cuestiones medulares es cómo se realizan las innovaciones, porque planificarlas resulta ontológicamente imposible. Hay siempre un factor imprevisible en lo nuevo, y además la novedad está en la base de otros cambios. Un plan general, directivo, preveía con cinco-seis años de antelación cada pequeño detalle de la producción en la URSS. Pero durante esos años podía cambiar todo: nuevos materiales, formas de producción o necesidades. En resumen, éste era un método que ya se aplicaba en Egipto hace 4.000 años, y tampoco sabían previamente si la cosecha sería buena o no.

-¿Qué “alternativas” planteas?

Por ejemplo la tecnología digital, sería un campo en el que trabajar, pues no se requiere un centro y sería posible en cada momento cambiar los planes, casi en el momento en que surgieran nuevas posibilidades. Además se opera en red: cada terminal es “co-central” con las demás. Para ello la tecnología resulta ideal, aunque también sirva para todo tipo de “trumpismos”. Ciertamente Internet no es lo que se prometía, pero al tiempo es el medio idóneo para el autogobierno de una sociedad entera. Es decir, todo depende de los contenidos y del uso que se le dé.

-Los filósofos proponen habitualmente reflexiones de carácter general, en una sociedad cada vez más especializada y compartimentada…

Con cierta ironía a los filósofos se nos llama “generalistas”. Pero mira, Nietzsche decía que los filósofos se nutren de la filosofía común como los gusanos de un muerto. Porque ¿quién es filósofo? Hay gente muy sencilla, sin títulos académicos, que reflexiona sobre los problemas. Gramsci afirma que, en cierto modo, todos somos filósofos porque elaboramos nuestros pensamientos. Pero ocurre que a alguien que sólo se prepara su comida no se le considera cocinero. Hablamos, por tanto, de la profesionalización de la Filosofía. Hay muchos filósofos empleados por los estados que se nutren de filosofías muertas, aquellas que sólo están en los libros y tratados; por otra parte, hay quien trata de estudiar el mundo tal como se nos presenta hoy, y además utiliza lo que otros han pensado antes… Porque también somos estudiantes de los maestros del pasado.

-Por último, ¿hay algún filósofo que te parezca hoy de especial interés?

No veo a un gran filósofo, aunque sí del día a día y con gran agitación mediática. Los ves y aprendes algo, pero no encuentro una reflexión sistemática. Además, actualmente hay poca filosofía marxista que merezca tal nombre; podría ser otra, sin nos enseñara a analizar el conjunto de las relaciones sociales y con la naturaleza… Esto es lo que hace el materialismo histórico dialéctico. Hemos aprendido y tenemos que continuar haciéndolo de los ecologistas, los avances de las ciencias, la lingüística o el psicoanálisis. Hay que incorporarlos. Somos aprendices toda la vida.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=218987&titular=%93lo-fundamental-para-marx-es-entender-los-procesos-reales-lo-que-est%E1-en-el-mundo%94-

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La teología de la liberación: Leonardo Boff y Frei Betto

Por: Michael Löwy. Marxismo y Revolución. 

Los cristianos comprometidos socialmente son uno de los componentes más activos e importantes del movimiento altermundista; particularmente, pero no sólo, en América Latina y muy especialmente en Brasil, país que acogió las primeras reuniones del Foro Social Mundial (FSM). Uno de los iniciadores del Foro, Chico Whitaker, miembro de la “Comisión Justicia y Paz” de la CNBB (Conferencia Nacional de los Obispos Brasileños), pertenece a esta esfera de influencia, lo mismo que el sacerdote belga François Houtart, amigo y profesor de Camilo Torres, promotor de la revista Alternatives Sud, fundador del “Centro Tricontinental” (CETRI) y una de las figuras intelectuales más influyentes del Foro.

Podemos fechar el nacimiento de esta corriente, que podríamos denominar como “cristianismo de la liberación”, a principios de los años 60, cuando la Juventud Universitaria Cristiana brasileña (JUC), alimentada de cultura católica francesa progresista (Emmanuel Mounier y la revista Esprit, el padre Lebret y el movimiento “Economía y Humanismo”, el Karl Marx del jesuita J.Y. Calvez), formula por primera vez, en nombre del cristianismo, una propuesta radical de transformación social. Este movimiento se extiende después a otros países del continente y encuentra, a partir de los años 70, una expresión cultural, política y espiritual en la “Teología de la Liberación”.

Los dos principales teólogos de la liberación brasileños, Leonardo Boff y Frei Betto están, por tanto, entre los precursores e inspiradores del altermundismo; con sus escritos y sus palabras participan activamente en las movilizaciones del “movimiento de los movimientos” y en los encuentros del Foro Social Mundial. Si su influencia es muy significativa en Brasil, donde muchos militantes de los movimientos sociales como sindicatos, MST (campesinos sin tierra) y movimientos de mujeres, provienen de comunidades eclesiásticas de base (CEB) que se reconocen en la Teología de la Liberación, sus escritos también son muy conocidos entre los cristianos de otros países, tanto de América Latina como del resto del mundo.

Si hubiera que resumir la idea central de la Teología de la Liberación en una sola frase, sería “opción preferente para los pobres”.

¿Cuál es la novedad? ¿La Iglesia no estuvo siempre caritativamente atenta al sufrimiento de los pobres? La diferencia -capital- es que el cristianismo de la liberación ya no considera a los pobres como simples objetos de ayuda, compasión o caridad, sino como protagonistas de su propia historia, artífices de su propia liberación. El papel de los cristianos comprometidos socialmente es participar en la “larga marcha” de los pobres hacia la “tierra prometida” -la libertad- contribuyendo a su organización y emancipación sociales.

El concepto de “pobre” tiene obviamente un profundo alcance religioso en el cristianismo, pero corresponde también a una realidad social esencial en Brasil y América Latina: la existencia de una inmensa masa de desposeídos, tanto en las ciudades como en el campo, que no son todos proletarios o trabajadores. Algunos sindicalistas cristianos latinoamericanos hablan de “pobretariado” para describir a esta clase de desheredados que no sólo son víctimas de la explotación sino, sobre todo, de la exclusión social pura y simple.

El proceso de radicalización de las culturas católicas de Brasil y América Latina que desembocó en la creación de la Teología de la Liberación no va desde la cumbre de la Iglesia para irrigar su base ni de la base popular hacia la cumbre (dos versiones que se encuentran a menudo en los planteamientos de los sociólogos o historiadores del fenómeno), sino de la periferia hacia el centro. Las categorías o sectores sociales del ámbito religioso que serán el motor de la renovación son todos, de alguna forma, marginales o periféricos con relación a la institución: movimientos laicos de la Iglesia y sus capellanes, expertos laicos, sacerdotes extranjeros, órdenes religiosas. En algunos casos el movimiento alcanza el “centro” y consigue influir en las conferencias episcopales (particularmente en Brasil), en otros casos se queda bloqueado en los “márgenes” de la institución.

Aunque existen divergencias significativas entre los teólogos de la liberación, en la mayoría de sus escritos encontramos repetidos los temas fundamentales que constituyen una salida radical de la doctrina tradicional y establecida de las Iglesias católica y protestante:

  • Una implacable acusación moral y social contra el capitalismo como sistema injusto e inicuo, como forma de pecado estructural.
  • El uso del instrumento marxista para comprender las causas de la pobreza, las contradicciones del capitalismo y las formas de la lucha de clases.
  • La opción preferente a favor de los pobres y la solidaridad con su lucha de emancipación social.
  • El desarrollo de comunidades cristianas de base entre los pobres como la nueva forma de la Iglesia y como alternativa al modo de vida individualista impuesto por el sistema capitalista.
  • La lucha contra la idolatría (y no el ateísmo) como enemigo principal de la religión, es decir, contra los nuevos ídolos de la muerte adorados por los nuevos faraones, los nuevos Césares y los nuevos Herodes: El consumismo, la riqueza, el poder, la seguridad nacional, el estado, los ejércitos; en pocas palabras, “la civilización cristiana occidental “.

Examinemos más de cerca los escritos de Leonardo Boff y de Frei Betto, cuyas ideas contribuyeron sin duda a la formación de la cultura político-religiosa del componente cristiano del altermundismo.

El libro de Leonardo Boff -en la época miembro de la orden franciscana- Jesús Cristo libertador, (Petropolis, Vozes, 1971), puede considerarse como la primera obra de la Teología de la Liberaciónen Brasil. Esencialmente se trata de una obra de exégesis bíblica, pero uno de los capítulos, posiblemente el más innovador, que se titula “Cristología desde América Latina”, expresa el deseo de que la Iglesia pueda “participar de manera crítica en el arranque global de liberación que conoce hoy la sociedad sudamericana”. Según Boff, la hermenéutica bíblica de su libro está inspirada por la realidad latinoamericana, lo que da como resultado “la primacía del elemento antropológico sobre el eclesiástico, del utópico sobre el efectivo, del crítico sobre el dogmático, del social sobre el personal y de la ortopraxis sobre la ortodoxia”; aquí se anuncian algunos de los temas fundamentales de la Teología de la Liberación[2].

Personaje carismático, con una cultura y una creatividad enormes, al mismo tiempo místico franciscano y combatiente social, Boff se convirtió enseguida en el principal representante brasileño de esta nueva corriente teológica. En su primer libro ya encontramos referencias al “Principio Esperanza” de Ernst Bloch, pero progresivamente, en el curso de los años 70, los conceptos y temas marxistas cada vez aparecen más en su obra hasta convertirse en uno de los componentes fundamentales de su reflexión sobre las causas de la pobreza y la práctica de la solidaridad con la lucha de los pobres por su liberación.

Rechazando el argumento conservador que pretende juzgar el marxismo por las prácticas históricas del llamado “socialismo real”, Boff constata no sin ironía que lo mismo que el cristianismo no se identifica con los mecanismos de la Santa Inquisición, el marxismo no tiene porqué equipararse a los “socialismos” existentes, que “no representan una alternativa deseable a causa de su tiranía burocrática y el ahogo de las libertades individuales”. El ideal socialista puede y debe tomar otras formas históricas[3].

En 1981 Leonardo Boff publica el libro Igreja carisma e poder, una vuelta de tuerca en la historia de la Teología de la Liberación: por primera vez desde la Reforma protestante, un sacerdote católico pone en entredicho, de manera directa, la autoridad jerárquica de la Iglesia, su estilo de poder romano-imperial, su tradición de intolerancia y dogmatismo –simbolizada durante varios siglos por la Inquisición-, la represión de toda crítica venida de abajo y el rechazo de la libertad de pensamiento. Denuncia también la pretensión de infalibilidad la Iglesia y el poder personal excesivo de los papas, que compara, no sin ironía, con el del secretario general del Partido Comunista soviético.

Convocado por el Vaticano en 1984 para un “coloquio” con la Santa Congregación para la Doctrina de la Fe (antes el Santo Oficio), dirigida por el Cardenal Ratzinger, el teólogo brasileño no agacha la cerviz, se niega a plegarse, permanece fiel a sus convicciones y Roma le condena a un año de “silencio obsequioso”; finalmente, frente a la multiplicación de las protestas en Brasil y otros lugares, se le redujo la sanción a varios meses. Diez años más tarde, cansado del hostigamiento, las prohibiciones y las exclusiones de Roma, Boff abandona la orden de los franciscanos y la Iglesia sin abandonar, no obstante, su actividad de teólogo católico.

A partir de los años 90 se interesa cada vez más por las cuestiones ecológicas, que aborda a la vez con un espíritu de amor místico y franciscano por la naturaleza y con una perspectiva de crítica radical del sistema capitalista. Será el objeto del libro Dignitas Terrae. Ecologia: grito da terra, grito dos pobres, (S. Paulo, Atica, 1995) y escribe innumerables ensayos filosóficos, éticos y teológicos que abordan esta problemática. Según Leonardo Boff, el encuentro entre la Teología de la Liberación y la ecología es el resultado de una constatación: “La misma lógica del sistema dominante de acumulación y la organización social que conduce a la explotación de los trabajadores, lleva también al pillaje de naciones enteras y finalmente a la degradación de la naturaleza”.

Por tanto, la Teología de la Liberación aspira a una ruptura con la lógica de este sistema, una ruptura radical que apunta a “liberar a los pobres, los oprimidos y los excluidos, las víctimas de la voracidad de la acumulación injustamente distribuida y liberar la Tierra, esta gran víctima sacrificada por el pillaje sistemático de sus recursos, que pone en riesgo el equilibrio físico, químico y biológico del planeta como un todo”. El paradigma opresión/liberación se aplica, pues, para ambas: las clases dominadas y explotadas por un lado y la Tierra y sus especies vivas por otro[4].

Amigo próximo de Leonardo Boff (publicaron algunos libros juntos), Frei Betto es sin duda uno de los teólogos de la liberación más importantes de Brasil y América Latina y uno de los principales animadores de los CEB (movimientos cristianos de base). Dirigente nacional de la Juventud estudiante cristiana (JEC) a principios de los años 60, Carlos Alberto Libânio Christo (su verdadero nombre) comenzó su educación espiritual y política con Santiago Maritain, Emmanuel Mounier, el padre Lebret y el gran intelectual católico brasileño Alceu Amoroso Lima, pero, durante su actividad militante en el movimiento en que estudiaba, la Unión Nacional de los Estudiantes (UNO), descubrió El Manifiesto Comunista y La Ideología Alemana. Cuando entró como novicio en la orden de los dominicos en 1965, en aquella época uno de los principales focos de elaboración de una interpretación liberacionista del cristianismo, ya había tomado firmemente la resolución de consagrarse a la lucha de la revolución brasileña[5].

Impresionado por la pobreza del pueblo y por la dictadura militar establecida en 1964, se incorpora a una red de dominicos que simpatizan activamente con la resistencia armada contra el régimen. Cuando la represión se intensificó en 1969, socorrió a numerosos militantes revolucionarios ayudándolos a esconderse o a cruzar la frontera para alcanzar Uruguay o Argentina. Esta actividad le costó cinco años de prisión, de 1969 a 1973.

En un libro fascinante publicado en Brasil y reeditado más de diez veces, Batismo de Sangue. Os dominicanos e a morte de Carlos Marighella (Río de Janeiro, Ed. Bertrand, 1987), traza el retrato del dirigente del principal grupo revolucionario armado, asesinado por la policía en 1969, así como el de sus amigos dominicos atrapados en las ruedas de la represión y destrozados por la tortura. El último capítulo está consagrado a la trágica figura de Frei Tito de Alencar, tan cruelmente torturado por la policía brasileña que jamás recobró su equilibrio psíquico: liberado de la prisión y exiliado en Francia, sufrió una aguda manía persecutoria y acabó por suicidarse en 1974.

Las cartas de prisión de Betto, publicadas en 1977, muestran su interés por el pensamiento de Marx, a quien designaba, para burlar la censura política, “el filósofo alemán”. En una carta de octubre de 1971 a una amiga, abadesa benedictina, observaba: “la teoría económico-social del filósofo alemán no habría existido sin las escandalosas contradicciones sociales provocadas por el liberalismo económico, que lo condujeron a percibirlas, analizarlas y establecer principios capaces de sobrepasarlas”[6].

Después de su liberación de prisión en 1973, Frei Betto se consagró a la organización de las comunidades de base. Durante los años siguientes publicó varios folletos que, en un lenguaje simple e inteligible, explicaban el sentido de la Teología de la Liberación y el papel de las CEB. Muy pronto se convirtió en uno de los principales dirigentes de los encuentros intereclesiásticos nacionales, donde las comunidades de base de todas las regiones de Brasil intercambiaban sus experiencias sociales, políticas y religiosas. En 1980 organizó el 4º Congreso internacional de los teólogos del tercer mundo.

Desde 1979 Betto es responsable de la Pastoral obrera de Sao Bernardo do Campo, ciudad industrial del suburbio de Sao Paulo donde nació el nuevo sindicalismo brasileño. Sin adherirse a ninguna organización política, no escondía sus simpatías por el Partido de los Trabajadores (PT). Tras la victoria electoral del candidato del PT, Luis Inacio Lula da Silva, en 2001, fue designado por el nuevo presidente para dirigir el programa “Hambre Cero“; sin embargo, descontento con la orientación económica del gobierno, prisionero de los paradigmas neoliberales, dimitió de su puesto dos años después.

Mientras algunos teólogos intentan reducir el marxismo a una “mediación socio-analítica”, Betto defiende, en su ensayo de 1986, Cristianismo e Marxismo, una interpretación mucho más amplia de la teoría marxista que incluye la ética y la utopía: “el marxismo es, sobre todo, una teoría de la praxis revolucionaria (…). La práctica revolucionaria sobrepasa el concepto y no se agota en análisis estrictamente científicos, porque necesariamente incluye dimensiones éticas, místicas y utópicas (…). Sin esta relación dialéctica teoría-praxis, el marxismo se esclerosa y se transforma en una ortodoxia académica peligrosamente manipulable por los que controlan los mecanismos del poder”. Esta última frase es sin duda una referencia crítica a la URSS y a los países del socialismo real que constituyen, a sus ojos, una experiencia deformada por su “óptica objetivista”, su “tendencia economicista” y sobre todo, su “metafísica del Estado”.

Betto y Boff, como la inmensa mayoría de los teólogos de la liberación no aceptan la reducción, típicamente liberal, de la religión a un “asunto privado” del individuo. Para ellos la religión es un asunto eminentemente público, social y político. Esta actitud no es necesariamente una oposición a la laicidad; de hecho, el cristianismo de la liberación se sitúa en las antípodas del conservadurismo clerical:

Predicando la separación total entre la Iglesia y el Estado y la ruptura de la complicidad tradicional entre el clero y los poderosos.

Negando la idea de un partido o un sindicato católico y reconociendo la necesaria autonomía de los movimientos políticos y sociales populares.

Rechazando toda idea de regreso al “catolicismo político” precrítico y su ilusión de una “nueva cristiandad”.

Favoreciendo la participación de los cristianos en los movimientos o partidos populares seglares.

Para la Teología de la Liberación no hay contradicción entre esta exigencia de democracia moderna y seglar y el compromiso de los cristianos en el ámbito político. Se trata de dos enfoques diferentes de la relación entre religión y política: desde el punto de vista institucional es imprescindible que prevalezcan la separación y la autonomía pero en el ámbito ético-político el imperativo esencial es el compromiso.

Teniendo en cuenta esta orientación eminentemente práctica y combativa no es de extrañar que muchos de los dirigentes y activistas de los movimientos sociales más importantes de los últimos años –desde 1990-, se formasen en América Latina en las ideas de la Teología de la Liberación. Podemos poner como ejemplo el MST (Movimiento de los Campesinos sin Tierra), uno de los movimientos más impresionantes de la historia contemporánea de Brasil por su capacidad de movilización, su radicalismo, su influencia política y su popularidad (y además una de las principales fuerzas de la organización del Foro Social Mundial). La inmensa mayoría de los dirigentes y activistas del MST proceden de las CEB o de la Pastoral de la Tierra: su formación religiosa, moral, social y, en cierta medida, política, se efectuó en las filas de “la Iglesia de los pobres”. Sin embargo, desde su origen en los años 70, el MST se quiso un movimiento laico, seglar, autónomo e independiente con relación a la Iglesia. La inmensa mayoría de sus militantes son católicos pero también hay evangélicos y no creyentes (pocos). La doctrina (¡socialista!) y la cultura del MST no hacen referencia al cristianismo, pero podemos decir que el estilo de militancia, la fe en la causa y la disposición al sacrificio de sus miembros, de los que muchos han sido víctimas de asesinatos y hasta de matanzas colectivas durante los últimos años, tienen probablemente fuentes religiosas.

Las corrientes y los militantes cristianos que participan en el movimiento altermundista son muy diversos -ONG, militantes de los sindicatos y partidos de izquierda, estructuras próximas a la Iglesia- y no comparten las mismas elecciones políticas. Pero la inmensa mayoría se reconocen en las grandes líneas de la Teología de la Liberación tal como la formularon Leonardo Boff, Frei Betto, Clodovis Boff, Hugo Assmann, D. Tomas Balduino, D. Helder Câmara, D. Pedro Casaldaliga, y tantos otros conocidos y menos conocidos, y comparten su crítica ética y social del capitalismo y su compromiso por la liberación de los pobres.

Traducción por Caty R.

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BIBLIOGRAFÍA

Leonardo Boff, Jesus Christ Libérateur, Paris, Cerf, 1985.

  1. Boff, Eglise, Charisme et Pouvoir, Bruxelles, Lieu Commun 1985.
  2. Boff, O caminhar da Igreja com os oprimidos, Petropolis, Vozes, 1988, 3a ediçâo, prefacio de Darcy Ribeiro.
  3. Boff, “Je m’explique” (entrevistas con C. Dutilleux), Paris, Desclée de Brouwer, 1994.
  4. Boff, Dignitas Terrae. Ecologia: grito da terra, grito dos pobres, S.Paulo, Atica, 1995.
  5. Boff, “Libertaçâo integra: do pobre e da terra”, en A teologia da libertaçâo. Balanço e Perspectivas, S.Paulo, Atica, 1996.

Fr. Fernando, Fr. Ivo, Fr. Betto, O canto na fogueira. Cartas de três dominicanos quando em carcere politico, Petropolis, Vozes, 1977.

Frei Betto, Cristianismo e Marxismo, Petropolis, Vozes, 1986.

Frei Betto, Batismo de Sangue. Os dominicanos e a morte de Carlos Marighella, Río de Janeiro, Editora Bertrand, 1987.

Théologies de la libération. Documents et debats, Paris, Le Cerf, 1985.

Michael Löwy, La guerre des dieux. Religion et politique en Amerique Latine, Paris, Ed. du Felin, 1998.

[1] Löwy, M. (8 de Agosto de 2016). www.rebelion.org. Obtenido de www.rebelion.org: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=48447

[2] L. Boff, Jesus Christ Libérateur, París, Cerf, 1985, pp. 51-55. Ibid. p. 275.

[3] L.Boff, “Libertaçâo integra: do pobre et da terra”, en A teologia da libertaçâo. Balanço e Perspectivas, S.Paulo, Atica, 1996, pp. 115, 124-128.

[4] Entrevista de Frei Betto con el autor, 13-09-1988.

[5] Fr. Fernando, Fr. Ivo, Fr. Betto, O canto na fogueira. Cartas de três dominicanos quando em carcere politico, Petropolis, Vozes, 1977, pp. 39 e 120.

[6] Frei Betto, Cristianismo e Marxismo, Petropolis, Vozes, 1986, pp. 35-37.

Fuente: http://marxismoyrevolucion.org/?p=182

Fotografía: mediolleno

 

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La ideología existe.

Por: Rolando Pérez Betancourt.

Bastante ha llovido desde que Antoine-Louis-Claude Des­tutt, marqués de Tracy, acuñara durante la Revolución Francesa el término «ideología». Aristócrata, político, soldado y filósofo de la Ilustración, el marqués definió la ideología como una ciencia de las ideas, «base de todas las ciencias».

Al cuestionarse de dónde provenían nuestras ideas y cómo se desarrollaban y elaborar, como respuesta a sus inquietudes, la teoría de que la conducta humana es formada por ciertos elementos ideológicos, de Tracy se convierte según no pocos especialistas en un antecesor del concepto de superestructura de la filosofía marxista.

Napoleón le estrechó un día la mano, pero terminó por no soportarlo cuando los iluministas del Instituto  de Francia, con Tracy a la cabeza, empezaron a criticarle sus guerras imperiales.  «Los ideólogos —dijo un Bonaparte airado— son todos aquellos intelectuales que no avalan mis planes políticos y que carecen de sentido realista y práctico».

Y Tracy fue conducido a la Bastilla durante casi un año, tiempo tras el cual, exiliado en Bruselas, escribió en cuatro tomos su trascendental Eléments D’Idéologie (1801-1815).

Muchas páginas han sido entintadas tratando de definir un concepto exacto de ideología, mancillada ella misma por manipulaciones espurias  provenientes del poder, como en sus días lo hizo el nazismo.

Si aquella ideología terminó por ser derrotada a cañonazos y  costó mucho sufrimiento y vidas, un papel meritorio correspondió a las fuerzas progresistas del pensamiento, adheridas a principios y valores civilizadores, lo que condujo a gran parte de los intelectuales a comprometerse  en sintonía con el  marxismo con la lucha antifascista.

Las ideologías existen en todas las sociedades, se hacen evidentes (y algunas exportables) tanto en las ideas como en las prácticas personales y es necesario conocerlas y explicárselas, más allá de la creencia  de que constituyen un asunto exclusivo de los estudios filosóficos.

Al referirse al poder de la ideología, el brasileño Paulo Freire (1921-1997), uno de los más significativos pedagogos del siglo XX, remarcó la «miopía» de los que «no quieren ver cómo son manipulados para aceptar dócilmente que lo que vemos y oímos es lo que en verdad es, y no la verdad distorsionada. La capacidad que tiene la ideología de ocultar la realidad, de hacernos “miopes”, de ensordecernos, hace, por ejemplo, que mu­chos de nosotros aceptemos con docilidad el discurso cínicamente fatalista neoliberal que proclama que el desempleo en el mundo es una fatalidad. O que los sueños murieron y que lo válido hoy es el “pragmatismo” pedagógico».

A la par del neoliberalismo, la ideología que lo defiende se globaliza y se hermana en un discurso beligerante, o de trivial disfraz (que es el que nos interesa), presente en los más diversos temas sociales, políticos y culturales aparecidos en los medios. No existen rangos a la hora de hablar del hambre mundial, de los daños colaterales causados por la aviación estadounidense en tierras lejanas,  o de la última conquista amatoria de una estrella de la farándula. Es más, receptores hay que,  dispuestos a quitarse de encima abrumadoras informaciones referidas al aplastamiento de la condición humana en diversos lugares del mundo, apartan la mirada y buscan alivio en un titular menos gravoso a su sensibilidad.

«No quiero ser apocalíptico escribió José Saramago pero el espectáculo ha tomado el lugar de la cultura. El mundo está convertido en un enorme escenario, en un enorme show».

La banalización es la gran estrella de ese show diario presente en los medios y en gran parte de los productos procedentes de la gran industria del entretenimiento, interesada  ella tanto en amasar dinero como en domesticar el pensamiento crítico ante lo que ofrece. (Luego de presenciar el segundo debate entre los candidatos a la presidencia de Estados Unidos y sopesar parte de lo que allí se dijo y se hizo, busqué en una larga lista de filmes «presidenciales» realizados por Hollywood escenas que superaran en fantasía a la realidad de los exhibidos por televisión, y tuve la certeza  de que,  en  todos los casos, la ficción se había  quedado por debajo de lo insólito real acontecido ante las cámaras).

Lo superfluo se extiende como una plaga y la bacteria ideológica  que lo acompaña cumple perfectamente su cometido de que la gente piense cada vez menos y acepte como natural la representación «ligera» de hechos trascendentes, o relacionados a la vida pública o privada de aquellos a los que la fama  ha convertido en personajes
Y de esa trivialidad, superfluidad, banalidad, surge una mercancía de moda acuñada por la insistencia y el machaqueo publicitario de una seudo cultura que hace del consumo frívolo la máxima felicidad individual a partir de la persuasión de que  «tengo que tener, para valer».

¿Qué hacer entonces para apartar lo genuino de lo falaz en esa revoltura de mareas que a diario se nos viene encima?
Aunque  no vivió en estos días, se me ocurre pensar que al marqués de Tracy no le hubieran faltado proposiciones, entre ellas, pensar, analizar y actuar ante las impunidades invasivas de una  ideología que interesada en seducir a incautos se disfraza de todas las maneras.

Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/la-ideologia-existe/

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“El reciente brote de protesta alrededor del mundo incluye un retorno al debate que lleva a la gente de regreso a lo que Marx ha escrito y analizado”

Entrevista con Immanuel Wallerstein sobre Lenin y el leninismo, hoy.

[Nota del editor: Las pasadas dos décadas han presenciado una ola sin precedentes del péndulo histórico entre el colapso de la Unión Soviética hace veinte años y la profunda crisis financiera desde el 2008. Estos cambios dramáticos nos han interpelado —si no forzado— contemplar a algunos viejos conceptos de cambios sociales desde una nueva perspectiva. Con esto en mente, presentamos la siguiente conversación entre un joven académico chino, Gao Jingyu e Immanuel Wallerstein sobre Lenin y el leninismo hoy en día.]

-Gao Jingyu (GJ): El “socialismo real” de la Unión Soviética —el cual supuestamente estaba basado en lo que es llamado el “marxismo-leninismo”— falleció hace 20 años. ¿Cómo ves al marxismo-leninismo hoy en día?

-Immanuel Wallerstein (IW): El marxismo-leninismo está muerto. No hay manera en que sea capaz de re- emerger . Pero ni el leninismo ni el marxismo están muertos. Y el mismo Lenin está en camino a la resurrección histórica en Rusia. Desafortunadamente, el fracaso en distinguir analíticamente entre estos varios conceptos es amplio, e incapacita un pensamiento claro no sólo en Rusia sino en todas partes del mundo.

El marxismo-leninismo fue una invención pos-1923 de los altos mandos soviéticos. Fue impuesto a los partidos comunistas a lo largo del mundo, y se convirtió en una camisa de fuerza en que eran forzados a operar (o ser denunciado como contrarrevolucionario). Lo que hemos venido a llamar marxismo-leninismo fue elaborado como un catecismo que fue incesantemente repetido, pero cuyos detalles podrían alterarse cuando sea que el liderazgo soviético decidiera cambiar las tácticas geopolíticas. Fue una rígida doctrina que de hecho fue bastante maleable, pero maleable sólo para el liderazgo soviético.

El marxismo-leninismo no tuvo una definición intelectual permanente. Era tanto un grave pecado adherir a una versión obsoleta del marxismo-leninismo como participar en un debate intelectual serio acerca de su última versión aprobada.

El marxismo-leninismo fue una doctrina viable mientras vivió Stalin, y podría hacerla cumplir por medio de repetidas purgas, y afuera de la URSS a través del largo alcance de la estructura ejecutiva soviética. Cuando Stalin murió, la cuestión política inmediata si alguien más podría asumir el control de esta estructura ejecutiva. La respuesta resultó ser no.

El informe de Kruschev para el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) representó la rebelión de la nomenklatura en contra de la estructura ejecutiva stalinista. Sin embargo, Kruschev no permitió por ello otra versión del marxismo-leninismo que consiguiera la conservación estable del régimen, lo cual fue la intención de Kruschev. En vez de eso, su informe socavó irreparablemente la legitimidad de la doctrina, como muchas personas dentro y fuera de las estructuras del Partido Comunista observaron abiertamente. Para la época en que Gorbachov llegó al poder, nadie en el mundo siguió siendo en algún sentido significativo un marxista-leninista.

No obstante, la muerte del marxismo-leninismo no constriccionó por mucho tiempo la vida continua tanto del marxismo como del leninismo como construcciones intelectuales y políticas. De hecho, era casi todo lo contrario.

La muerte del marxismo-leninismo dio nueva vida tanto al marxismo como al leninismo. La muerte del marxismo-leninismo liberó al marxismo como un modo de análisis y como una inspiración para varias tendencias políticas de izquierda alrededor del mundo. Por una cosa, relegitimó un debate sobre las propias ideas de Marx. La gente realmente empezó a leer los mismos escritos de Marx en vez de confiar en versiones abreviadas propagadas por los voceros del marxismo-leninismo. Ni tampoco fue el redescubrimiento de las ideas de Marx reservadas a las personas en la izquierda política.

La crisis económica mundial de las últimas décadas, y especialmente de los últimos años, ha llevado incluso a los expertos conservadores a encontrar ideas útiles, e incluso apremiantes, en los análisis de Marx. En 1999, una encuesta de la BBC News Online preguntó a los encuestados británicos por el nombre del gran pensador del milenio. Karl Marx encabezó la encuesta.

Sin embargo, lo que es más interesante que el resurgimiento que las propias ideas de Marx es la supervivencia del leninismo como una doctrina. ¿Cómo puede ser esto si el marxismo-leninismo está muerto? Para responder esa interrogante, tenemos que analizar qué es el leninismo. Marx famosamente dijo , “no soy marxista ”. Lenin bien habría dicho “no soy leninista ”.

-GJ: Entonces, ¿qué cree usted que constituye al leninismo?

-IW: El leninismo no es realmente el resumen de las propias ideas de Lenin como es expuesto en sus varios escritos. Ni son sus prácticas como un líder del CPSU y de la Unión Soviética. Es una estrategia de gobernar un país. Como tal, el leninismo es practicado en muchos países bajo otros nombres, o bajo sin ningún nombre del todo. Me parece que el leninismo es una estrategia compuesta, que comprende la combinación de seis características.

1] Es la práctica de un partido/movimiento que cree que tiene que obtener el poder estatal de una forma u otra, y una vez en el poder, permanecer allí de una forma u otra. Sin el poder estatal, este partido/movimiento cree que nada puede ser conseguido. El leninismo, por consiguiente, rechaza cualquiera y todas las versiones de estrategias anarquistas, las cuales también han re-emergido en la estela de la muerte del marxismo-leninismo.

2] Una vez que el partido/movimiento ha conseguido el poder del Estado, su objetivo más inmediato es fortalecer el aparato estatal. El objetivo es aislar la estructura estatal en dos direcciones, tanto en contra de disidentes internos y de las fuerzas descentralizadas y en contra de la capacidad de las fuerzas externas de limitar la capacidad estatal para perseguir sus objetivos. Esto podría llamarse incrementar el grado en que un Estado es soberano, no teóricamente sino en la práctica.

3] El partido/movimiento es organizado como una estructura jerárquica que opera con un mecanismo de control de arriba hacia abajo. Esto, por eso, busca impedir cualquier y todos los vínculos de estructuras locales y de nivel medio, inclusive aquellas ubicadas al interior del partido/movimiento. Esta es la característica crucial que lleva a algunos analistas a denuncias al leninismo como no democrático, o al menos que no cumple los procesos formales típicos de un sistema electoral multipartidista con partidos alternativos gobernantes.

4] El principal objetivo político no es, como se alega a menudo, la retención del poder por el bien del régimen de los gobernantes. El principal objetivo político es alcanzar el crecimiento económico, como lo es medido en una escala comparativa mundial. Todas las demás preocupaciones son subordinadas a la primacía del crecimiento económico. Esto es decir, que hay otras preocupaciones de seguro —por ejemplo: la persecución de una política sensible vis-à-vis el medio ambiente— pero tales otras preocupaciones estaban en segundo lugar en el orden de prioridad.

5] Ideológicamente, el partido/movimiento se presenta a sí mismo, de hecho se piensa a sí mismo, como un baluarte del anti-imperialismo. Este es su lenguaje cuando está hablando a sus propios ciudadanos, al menos la mayor parte del tiempo. Cuando se habla al resto del mundo, el lenguaje anti-imperialista es usado cuando es diplomáticamente útil. Sin embargo, puesto que la retórica anti-imperialista es un tema indispensable en el marco compuesto del leninismo, el leninismo no puede existir en Estados en la cima de la estructura geopolítica de poder mundial.

6] La práctica del partido/movimiento en el poder es fundamentalmente pragmática, nunca dogmática. El partido/movimiento corregirá su práctica cuando sea considerado necesario para mantener en el poder al partido/movimiento. Es pragmático, incluso sobre la cuestión de si es más útil reconocer públicamente que es pragmático que de negarlo.

Llamo leninista a estos partidos/movimientos solo cuando esas seis características están ahí. Es la combinación de todas las seis características lo que hace del leninismo un modo efectivo tal de conservación del régimen. Algunas veces, después de un golpe militar, el nuevo régimen presenta su régimen como el equivalente al de un partido/movimiento. Efectivamente, este tratará de crear un nuevo partido/movimiento que este controle. Sin embargo, esta forma parece ganar menos legitimidad que el partido/movimiento normal leninista. Hay partidos/movimientos dentro de los cuales los militares ganan autonomía considerable y en que los militares asumen importantes funciones económicas.

-GJ: ¿Qué cree usted que significa el leninismo para el sistema-mundo?

-IW: Cuando uno mira alrededor del mundo hoy en día, uno puede ver muchos Estados en el cual el grupo en el poder se desempeña según estar reglas, combinando todas las seis características. La mayoría de ellos no usan el término leninismo para describirse a sí mismos. Por supuesto, no tenemos que llamar leninista a esta fórmula para el dominio estatal. En cuanto a la Unión Soviética, no sabemos realmente cómo habría evolucionado el régimen si Lenin hubiese vivido 10 años más. El punto a subrayar es que el leninismo, como lo he descrito, no tiene un vínculo necesario con el marxismo o con las propias ideas de Marx.

Cuando la Unión Soviética colapsó, y con ella el Partido Comunista de la Unión Soviética, el nuevo régimen en la Federación Rusa se enfrentó a la decisión de qué hacer con Lenin, el hombre, como un símbolo histórico y una memoria histórica. Ellos parecen no haber encontrado muy fácil tomar una decisión definitiva.

Por una parte, no solo estaba muerto el marxismo-leninismo como un catecismo, sino que la gran mayoría de la población rusa parecía estar muy contenta con esto. El uso de cualesquiera término —marxismo o leninismo— cayó en una amplia desaprobación, a pesar de la supervivencia de un movimiento que reclamó ser un movimiento comunista. Sin embargo, el régimen decidió no borrar todas las alusiones positivas a Lenin. Algunas estatuas y retratos se vinieron abajo, y otras no. La tumba de Lenin todavía está ahí en la Plaza Roja. Está cerrada por algún tipo de renovación por el momento, pero parece que reabrirá. Sospecho que será nuevamente posible visitar la tumba.

Cuando visité recientemente Moscú me llamó la atención de cuántos objetos materiales relacionados con Lenin eran ofrecidos a la venta en mercados públicos —poleras, pequeñas réplicas, etc.—. ¿Tales objetos eran comprados solamente por turistas extranjeros? ¿O algunos de estos eran comprados por jóvenes rusos? Y si es así, ¿por qué? Y, ¿este fenómeno crecerá en importancia en la siguiente década o dos, y es más que solo nostalgia o kitsch?

Podría ser notado como un principio histórico general del sistema-mundo moderno que las naciones nunca parecen eliminar a las grandes figuras históricas de su memoria histórica y de su celebración histórica, sin embargo aunque hayan sido controvertidos. Después de 200 años, los franceses finalmente parecen haber llegado a un acuerdo con la idea de que la Revolución de 1789 debería ser vista como una parte positiva de su legado. Una manera en que ellos hicieron esto es al engendrar interpretaciones diferentes, incluso conflictivas, de lo que sucedió durante la Revolución Francesa. En efecto, grupos diferentes están celerando realmente diferentes cosas. Pero solo un puñado hoy en día denuncia a la Revolución sin reservas. Algo parecido parece haber sucedido con la memoria de Napoleón.

Por supuesto, Lenin sigue siendo una figura controvertida en Rusia. La opinión está muy dividida, y en este sentido Lenin no es una figura unificadora. La memoria histórica Nacional parece necesitar héroes unificadores, y siempre está en la búsqueda de ellos. Pero la imagen actual de Lenin es menos importante que la imagen futura de Lenin. Lo que necesitamos considerar es cómo presentarán Lenin los libros de texto a los colegiales en el 2050. Sospecho que harán de él una figura central de la historia Rusa del siglo XX y que enfatizarán cuatro cosas acerca de él.

Primero, pienso que será presentado como un nacionalista Ruso, quien rescató a Rusia de su colapso nacional debido a la incompetencia del ancien régime —incompetencia militar, incompetencia política, incompetencia social—. Se dirá que mantuvo unida a Rusia de cara a la intervención extranjera y los movimientos secesionistas. Él hizo posible reconstruir las fuerzas armadas.

Segundo, pienso que será alabado particularmente por llevar a cabo las reformas que von Witte defendió y fue políticamente incapaz de obtener. Recuerda su eslogan: el socialismo es igual a los soviets más electricidad. En el 2050, la gente solo notará la mitad de la electricidad del eslogan.

Será dicho que estas reformas hicieron posible la industrialización de Rusia, su “modernización”, y por eso la base de un serio incremento del Producto Nacional Bruto (PNB) de Rusia. Esta evaluación será comparable a la evaluación de Tocqueville de la Revolución francesa. Tocqueville vio a la Revolución Francesa como la continuación del impulso colbertista de la modernización francesa, la cual se había estancado en el siglo XVIII por la resistencia de elementos del ancien régime.

Tercero, creo que será alabado por ser simultáneamente un occidentalizador (“electricidad” y ponerse al día) y un tercer-mundista. La Conferencia de Bakú de 1920 será vista como el abrazamiento de Rusia como el líder efectivo de los “pueblos del Este”. Quizás en el 2050, los “pueblos del Este” —lo que hoy en día llamamos el Sur global— no querrán darle a Rusia demasiado crédito en este aspecto. Todo es una razón más para que los rusos en el 2050 hagan reivindicaciones por este logro, y acreditar a Lenin por ello.

Analistas más sutiles podrían decir que Lenin fue el primero en resolver el debate occidentalizador-eslavófilo (anti-occidentalizador) al ser ambos simultáneamente. Esta es la forma en que tales eternos debates culturales a menudo se resuelven. En añadidura, estos analistas podrían notar que al enfatizar el apoyo por las revoluciones en los países no-occidentales, él silenciosamente terminó el apoyo para las irremediables insurrecciones en Europa occidental.

Los libros de texto escolares no pondrían esto de esta manera, pero los historiadores de universidades podrían sacar libros junto con estos lineamientos. Y cuando lo hagan, el mensaje se filtrará hacia la conciencia del pueblo, y los hará orgullosos.

Finalmente, Lenin será visto como un líder decisivo. Él tomó el tren hasta estación Finlandia. Él persuadió a los líderes bolcheviques a tomar el poder “permaneciendo en las calles”. Incluso la Nueva Política Económica (NEP) será tomada como una señal de decisión. Él sabía cuándo cambiar de marcha pronto y de manera importante. Lenin pudo haber estado en lo correcto o equivocado, pero él fue definitivamente un líder decisivo.

En el 2050 Lenin podría ser el héroe nacional de Rusia en el siglo XX. Eso no nos dice nada del destino ya sea del marxismo o del leninismo en el 2050, en Rusia o en otras partes. Y lo repito, la única cuestión segura es que el marxismo-leninismo no solo habrá desaparecido del mundo real, sino muy posiblemente de los recuerdos reales de la gente.

-GJ: Su pudiéramos considerar al stalinismo como la continuación del leninismo en que su estructura ejecutiva mantuvo al régimen leninista, entonces ¿quién cree usted que debiera ser considerado responsable por el colapso de tal régimen, Lenin y Stalin o aquellos que socavaron la legitimidad del marxismo-leninismo tales como Kruschev y Gorbachov?

-IW: Nunca he usado la palabra stalinismo. He hablado de Stalin como aplicación de la doctrina del marxismo-leninismo. Recuerda que dije que Lenin no era leninista. Stalin lo fue . No fue inevitable que el régimen soviético se haya derrumbado. El régimen en China no se ha desmoronado, ciertamente no todavía si es que.

Sí, Kruschev socavó crucialmente la legitimidad de la doctrina. Esto fue claro casi inmediatamente. La gente en Rusia todavía no decide de si esto se trataba de su gran crédito o su gran descrédito. Pero esta no fue una decisión individual. Kruschev reflejó la fuerte presión de la nomenklatura, para quienes las homicidas purgas se habían convertido en una amenaza personal insoportable.

En cuanto a Gorbachov, él será eventualmente recordado como el único que hizo posible realizar los cambios que todos querían sin matanza o represión. Él intentó salvar a la Unión Soviética, no a Rusia. Casi tuvo éxito, pero cometió algunos errores en la última fase. Y por consiguiente, tenemos lo que tenemos hoy en día.

-GJ: Algunos académicos ponen a los partidos leninistas y los partidos fascistas en la misma categoría después de comparar sus estructuras. Ambos partidos son descritos al ser caracterizados de sistemas anti-parlamentos, que es la razón principal por su fracaso al establecer la democracia al empoderar a los ciudadanos.

Este es el problema de un “déficit democrático”, en la frase de Robin Blackburn, un problema que tanto Lenin como Mao Tse-Tung intentaron resolver pero que fracasaron. ¿Diría usted que el régimen está destinado a nunca evitar un déficit democrático? ¿Es este el talón de Aquiles del régimen?

-IW: No considero a los partidos fascistas, o los nazis, como lo mismo que los partidos leninistas. Por una cosa, no pueden ser en ningún sentido considerados anti-imperialistas en sus doctrinas o en sus acciones. Recuerda de nuevo, en mi discusión, insistí que el leninismo tuvo seis componentes, y consideré que los regímenes son leninistas sólo si manifestaban todos los seis componentes.

Sí, por supuesto, los regímenes leninistas tienen un déficit democrático. Pero también, en mi perspectiva, lo tienen los regímenes parlamentarios multipartidistas. No tenemos ningún país en el mundo hoy en día que en mi opinión sea democrático. La democracia es algo que todavía tenemos que construir.

-GJ: ¿Qué tipo de relación existe entre Lenin y Marx? Me recuerda a la comparación de Badiou que hace de Pablo “un Lenin para quien Cristo ha sido el equívoco Marx”.

-IW: No me gusta esta analogía. Marx no fue un dios . Él fue un pensador y un militante. En términos de perseguir una estrategia política apropiada para avanzar, hubo alternativas posibles. Las dos principales fueron aquellas expuestas por Lenin y Bernstein. La estrategia de Lenin tuvo mayor sentido en un país como Rusia. La estrategia de Bernstein tuvo mayor sentido en un país como Alemania. En el largo plazo ninguna estrategia ha funcionado realmente. Hoy en día todos estamos repensando las estrategias de transformación social, precisamente porque estas dos estrategias fueron un fracaso.

-GJ: ¿Por qué son aquellos Estados, en las áreas o regiones menos desarrolladas, propensos a adoptar un régimen leninista?

-IW: En orden de perseguir una estrategia “parlamentaria”, tú necesitas una situación en la que al menos la mitad, o más, de la población son parte de la “clase media” según estándares mundiales. Esto no es precisamente cierto de las áreas “menos desarrolladas”. De ese modo el leninismo parece más plausible.

-GJ: La caída del comunismo destruyó al socialismo marxista como proyecto político, pero le dio a los análisis de Marx del capitalismo un nuevo aliciente en su vida solamente en la academia. Bajo la condición de la deslegitimación del discurso y representaciones colectivas de clases, un individualismo ascendente, el consumismo y preocupaciones de estilo de vida, el socialismo ya no es el ideal común para la izquierda como alguna vez lo fue en el siglo XX. La principal fuerza de izquierda, la socialdemocracia, se ha reducido a ser una cultura de preferencia después de la neoliberalización, como usted dijo. Los otros movimientos de protesta han corrido ya sea al anarquismo o al extremismo.

Las fragmentadas fuerzas de la izquierda desconfían entre sí. El marxismo ya no parece ser más una teoría para los movimientos radicales. Ernesto Laclau y Chantal Mouffe han argumentado que sólo un discurso democrático podría deslegitimar el sistema existente y articular diferentes fuerzas de protesta. ¿Es posible para la democracia emprender esta tarea? Entonces, ¿qué tipo de rol tomará el marxismo en los futuros movimientos? ¿Son las recientes revueltas por los derechos democráticos en el área arábiga una señalización de esto?

-IW: No creo que el resurgimiento del marxismo esté limitado a la academia. Pienso que el reciente brote de protesta alrededor del mundo incluye un retorno al debate sobre la economía política y las desigualdades, un debate que lleva a la gente de regreso a mucho de lo que Marx ha escrito y analizado. ¿Será el “socialismo” su proyecto político? Todo depende de lo que queramos decir por socialismo. Estamos en medio de una confusión que no es meramente política sino también intelectual. Sería más prudente en mis predicciones acerca de lo que sucederá en los próximos 20 o 30 años, y más optimista.

-GJ: ¿Cómo evalúas a Mao Tse-Tung? ¿Recibirá comentarios similares como los que has predicho para Lenin en el 2050?

-IW: Mao Tse-Tung probablemente será recordado positivamente por dos cosas. Él liberó al partido chino, y por eso a la Revolución china, del control de Stalin. Y reunificó China, una tarea histórica de grandes líderes chinos. Por supuesto, él hizo muchas cosas negativas. ¿Se desvanecerán de la memoria?

Muy posiblemente . La memoria no es eterna. Es creada, y recreada, constantemente. Dependerá de los historiadores chinos. Pero éstos dependerán de la atmósfera política total de China en 2050.

Fuente original: http://socialismo21.net/lenin-y-el-leninismo-segun-immanuel-wallerstein/

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=177633

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A tale of two Chomskys: the military-sponsored scientist and the anarchist activist

Por: Chris Knight

I need to start by saying that I love Noam Chomsky. I have often watched television images of a US drone strike perpetrated on an Afghan wedding party, or perhaps by the Israeli state on a school in the occupied West Bank or Gaza. And then onto my screen comes Noam Chomsky, speaking loud and clear, in a monotone, absolutely steadfastly, telling it like it is. As his admirers say, ‘speaking truth to power’.

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If politicians were honest, if they told the truth, if the mass media were not so mendacious, we would not need a Noam Chomsky. But, of course, as we know, politicians lie. The media is full of professional liars. So we do need a Noam Chomsky. If he did not exist we would have to invent him. What other academic who has something to lose says it like it is with such extraordinary tenacity and courage? He has been doing so since the 1960s and is still at it today, as lucid and effective as ever.

So what is my book, Decoding Chomsky – Science and revolutionary politics, all about? When people ask me, they usually want to know whose side I am on. Am I one of Noam’s fans, they ask, or a critic? I can never answer this question because it all depends on whether you mean Noam the activist, or Noam the scientist. You cannot give the same answer to both.

And it is not just me who says there are two Noam Chomskys. He says it himself. By way of explanation, he once suggested, with a bit of a smile, that if his brain is a computer, it is a special one with ‘buffers’ between its two separate parts.[1] He flits between the half of his brain that covers science and the other half that does activism. ‘[I live a] sort of schizophrenic existence’, he elaborated on another occasion. An interviewer once asked him ‘What do [the two Chomskys] say to each other when they meet?’ Chomsky replied that there was ‘no connection’. So I am not the only one who says there are two Noam Chomskys.[2]

The first Noam Chomsky is the one you most likely know about – the political activist who has spent his life denouncing the US military. But then there is this paradox: the man who made his reputation as the world’s most famous critic of the US military is also the man who has spent his whole working life in one of the world’s foremost research institutes specialising in weapons design. The Massachusetts Institute of Technology (MIT) has been central to the development of all the most ingenious helicopter stabilisation machines, multiple weapons guidance systems and much of what made Ronald Reagan salivate over the prospect of Star Wars during the 1980s. Many of these inventions were incubated inside the laboratories that Chomsky spent his life working in. So there we have the Chomsky paradox. One of those two Chomskys has spent his life attacking the US military; the other has been developing linguistics in the employ of a Pentagon-funded military laboratory.

(Click to see pictures: Riot police confronting students outside a nuclear missile laboratory at MIT in November 1969, and: Police attack the students.[3])

Let me begin by referring to a chapter near the middle of my book, entitled ‘The Cognitive Revolution’. I am always a bit surprised when I talk to Marxists, socialists, Jeremy Corbyn supporters, Occupy or Green activists about the cognitive revolution. Their eyes simply glaze over. So I tend not to start by talking about it. It is really strange that so many left activists show no interest in the cognitive revolution. It is as if they considered the biggest intellectual upheaval since Galileo’s discovery of a moving Earth to be unimportant.

The cognitive revolution is essentially the computer revolution. More accurately, it’s the effect of the invention of computers on how we think. From the early 1960s onwards, digital computation has been revolutionising the way that philosophers, cognitive scientists, psychologists – even archaeologists – think about what it means to be human. So let me just explain a little about this.

There is something about digital communication that is strange. As you know, if you have a vinyl disc and you make a pressing from it, and then make a pressing from the pressing, and so on, after a while you cannot hear the recording clearly – it degrades with each copy you make. It is the same with a photocopier – with successive copyings, eventually the pattern is lost. However, with a digital starting point you can make a million copies of copies and all of them in sequence will be perfect. That is because digital signals are either fully on or fully off and there is no intermediate position. Any digital piece of information is made up of lots of switches, each totally off or totally on, and therefore impossible to degrade.

Linked to that is the fact that when communication is digital it makes not a blind bit of difference what material you are using to encode the stream of signals. Whether you are sending your message using copper, fibre-glass optical cable, pigeons or whatever makes no difference at all. As long as the signal is either off or on and the receiver can tell the difference, a faithful copy of the message will be transmitted.

In other words, the information is autonomous with respect to the material in which it is encoded. Or you could say that information is now floating free of the composition of matter. When US philosophers discussed the implications of all this, they began to think that possibly it had solved the great problem that the ancient Greeks and Descartes faced long ago: how such an intangible thing as the soul can influence or be influenced by the material body. They imagined they now had the solution to the mystery: if mind can be seen as software and the body as hardware, all was now clear. It even meant that we might be able in the future to discard our hardware – our bodies – while remaining who we really are.

Take cognitive science’s Marvin Minsky – brilliant co-founder in 1958 of MIT’s artificial intelligence laboratory and described as the ‘father of artificial intelligence’. As I discuss in my book, Minsky’s main interest lay in building computer models capable of replicating the activities of human beings. Among other things, he was the scientist who advised Stanley Kubrick on the capabilities of the HAL computer in his 1968 film 2001: a Space Odyssey.

If the mind really is a digital computer, concluded Minsky, then our bodies no longer really matter. Our arms, legs and brain cells are all just imperfect and perishable hardware – essentially irrelevant to the weightless and immortal software, the information that constitutes who we really are.

At a public lecture delivered by Minsky in 1996 on the eve of the Fifth Conference on Artificial Life in Japan, Minsky argued that only since the advent of computer languages have we been able to properly describe human beings. ‘A person is not a head and arms and legs,’ he remarked. ‘That’s trivial. A person is a very large multiprocessor with a million times a million small parts, and these are arranged as a thousand computers.’

It seems that Minsky dreamed of banishing death by downloading consciousness into a computer. As he explained:

The most important thing about each person is the data, and the programs in the data that are in the brain. And some day you will be able to take all that data, and put it on a little disk, and store it for a thousand years, and then turn it on again and you will be alive in the fourth millennium.[4]

So you can see the imaginative dreams that emanated from this conception that we humans are computers and who cares about the hardware? If your current bit of hardware falls apart, you can always install the software somewhere else.

The point I am getting round to is this: all this would have only been of interest to computer nerds, technicians and engineers producing little gadgets, had it not been for Noam Chomsky. It was Chomsky who connected all this with what it means to be human. It was Chomsky who, with a great deal of authority, managed to persuade an awed scientific community that a human being can be treated as a digital computer. A characteristic of our species is that we have language, and this corresponds to the language organ in the brain. This organ is a digital computer!

Chomsky managed to convince virtually the entire scientific community of this claim. But you have to wonder how he did it. The answer becomes clear when we recall who exactly were these scientists who became so excited. They were not people engaged in studying the intelligence of monkeys, apes or human beings. They were not psychologists with a special interest in how children acquire language. They were not anthropologists interested in the world’s different languages or in how our species evolved. They were not even brain neurophysiologists. No, they were computer scientists.

They were computer scientists in the pay of the Pentagon, tasked with the science-fiction job of making English accessible to their digital machines. Even more thrilling, they dreamed of automatic machine translation, so that not only English, but any language in the world, would be available. The stuff they were doing was clever, but would have been of zero interest to all those other scientists, had it not been for Noam Chomsky. Chomsky told them what they wanted to hear: they were suddenly made to feel relevant beyond their wildest dreams! He said that their research applied to human beings. Children, he said, are able to quickly acquire the grammar of their first language because they are in essence digital computers wired up from the outset in the necessary way. You can see why the MIT scientists loved it, needed to believe it and insisted on the brilliance of the idea. You can also see why these same computer nerds and their Pentagon backers might have wanted to confer authority on anyone who told them it was true. The claimed presence of one of their computers inside each child’s head was the one thing which connected their otherwise boring technical expertise with grand issues of philosophy, psychology and meaning. If the human mind contains at its core a digital computer, then they were the experts in what it means to be human! It just had to be true.

Let me now turn to one of the consequences for Marxists of this cognitive revolution. Again, it seems to me strange that so many of us are unaware of what has been done to Marxism since the end of World War II. I am talking about the complete removal of science from our horizons. Marxists never talk these days of the science behind their activism. When did you last hear a Marxist commenting on the latest research in physics, chemistry or molecular biology? When I speak of science I mean that huge collective enterprise which these days has worked out more or less what happened in the first nanoseconds after the Big Bang, which can look at the whole universe and roughly work out how galaxies were formed. Science as in modern genetics, or as in the modern study of climate change.

My own – perhaps controversial – view is that there is nothing more revolutionary than hard science. It is the most revolutionary thing there is. And yet Marxists very rarely take an interest in it. Our predecessors did. For example, in the 1920s and 1930s, they revelled in the new knowledge in the fields of astronomy and genetics, and many leading scientists were themselves Marxists or at least committed leftists. I am thinking of Haldane, for example, and even Einstein.

My book is an attempt to trace how this intellectual catastrophe came about. One theory is that it isn’t just the Stalin version of dialectical materialism which is rubbish, but any attempt to follow Marx in thinking dialectically. Chomsky generally goes along with this. If you do not accept that theory, you need a more convincing one. My theory is social and political: the ruling class found a clever new way to utterly discredit the dragon of Marxism, not by attacking it directly, but by ‘draining the marsh’ – removing the philosophical premises and intellectual environment in which Marxism had previously thrived.

It was the cognitive revolution that saw to it that the connection between science and activism was ruptured. And it was Noam Chomsky who most symbolised this revolution. His fundamental thesis is that science – though of interest to specialists – is not relevant to political activism! I know that even when enthusiastic activists ask him about his linguistics he discourages them from pursuing that trail.[5] ‘None of your business’ is the disappointing message they receive. Chomsky wants us to believe that science and life pass each other by, just as they do for him. Science, he claims, deals only with highly simplified questions devoid of human interest or significance.[6]

Again, it is the way that computer science draws on the distinction between software (or information) and hardware (or the body) which makes these claims seem natural, almost self-evident. Digital information is one thing; the body – matter – is another. Information does not weigh anything; it does not occupy space; it passes by the matter it is encoded in and interacts with. For Chomsky, there is a radical disjunction between information and matter – or, if you like, between mind and body, theory and practice. Noam Chomsky says that his activism has nothing to do with his scientific work, and vice versa. His work on language is politically neutral.

Chomsky makes no concessions at all in his programme of decontaminating his science of all political significance. In order to go the whole way, he removes any aspect of language that might remotely seem political. He does this by eliminating everything social about language, including even the idea that a child acquiring its first tongue might learn something from its carers or playmates, or the idea that language is for communicating thoughts and ideas to others. Strictly speaking, says Chomsky, a child does not need to learn from others how to speak its native tongue, since it is equipped with the basics already:

Learning language is something like going undergoing puberty. You don’t learn to do it; you don’t do it because you see other people doing it; you are just designed to do it at a certain time.[7]

You begin to see how, for Chomsky, one thing leads to another. Once he had decided that there could be no learning, he had to come up with something else – ideally the opposite of learning. And so, in pursuit of his own logic, he lights on the concept of forgetting. A child is said to acquire its first tongue by discarding one language after another from the vast repertoire of languages stored in its head from birth.

So the child is equipped with all the languages that ever were, are or will be, but discards all but the one that it is actually raised in. If you are a scientific linguist you are apparently never interested in people talking to one another. You are only interested in this thing in the head of the individual who is said to be talking to himself or herself. To count as the study of nature, linguistics must exclude the investigation of human social interactions, politics, communication or culture. Yes, the bizarre logic goes that far. These are the basics of Chomsky’s linguistics, of the philosophical underpinnings of his whole life’s work.

I am not giving all these quotes to show that they are nonsense, by the way: I am doing it to suggest that we need to ask why this whole set of ideas dominated vast swathes of Western thought from the early 1960s onwards.

As I state in my book, I am approaching this as a social anthropologist would. In other words, if, say, you listen to a shaman or tribal elder – a person of importance who may be saying deep and meaningful things, even if they are nonsense to you – you have to investigate the causes of his authority, which gives this nonsense meaning and significance for the tribe. It is the same with Chomsky.

I am generally happy with my 1991 book, Blood Relations, but it had a huge hole in it: it did not get to language, a key element. Why did I leave it out? Well, because when I researched language I started reading Noam Chomsky, the world’s expert, but I could not make head nor tail of it – it was completely baffling. Naturally I thought it was my fault that I did not understand it – after all, I am not a mathematician, so I would not expect to fully understand Einstein either. After all, everyone says Chomsky is a genius, so I thought I would have to work really hard to get my head round it. It took me 20 years to fully understand it, but what I immediately worked out was that, although I loved Chomsky’s politics, his linguistics were so baffling that what I had to do was study the social tribe in which it was incubated.

What was the time, the place, the institution, the political circumstances in which all this nonsense took root? The ‘tribe’ I needed to investigate was the US war science community immediately after WWII. In other words, it was the inhabitants of a large number of Pentagon think-tanks who, just after defeating the Nazis, were beginning to turn all their attention to ‘Communism’. They were drunk with power at that time. Europe was in ruins, China was nowhere, they had just invented the nuclear bomb and dropped a couple; and now they were dreaming of using their computers as omnipotent command-and-control instruments for eavesdropping on the world’s communications and, above all, for guiding their nuclear weapons to hit their exact targets. That was what I needed to investigate and the resulting book is about this particular tribe.

What I am trying to argue is that, as soon as you do look at that period, you realise why the military needed someone like Noam Chomsky to solve a number of their problems. I should stress that nothing that Noam produced was even slightly useful militarily to the Pentagon. None of the language modules he developed ever worked and I do not think he wanted them to work: his anti-militarist conscience was too strong. To be able to look himself in the mirror each morning he needed to do the work for which he was paid, but refuse to step over the line from abstract theory into any military application.

My whole thesis is that there were good social and political reasons why it became acceptable to isolate theory from practice in this way. As Perry Anderson showed long ago, all the various schools of Western Marxism became mentalist in the way that I have discussed: mind over matter, software more important than hardware, turning Karl Marx upside-down.[9] Marx, of course, had the view that if you want to understand what goes on in the mind you need first to understand what happens in and through the body – eating, reproduction, cooperation, the relationship between the means of production and the relations of production – in order to work out what is in the head. The cognitive revolution proved so dangerous to the Marxist movement because it successfully turned this idea on its head.

Almost all supporters of the cognitive revolution acknowledge Noam Chomsky as their mentor, their founder. Many describe what he did as the triumph of mind over matter. In fact they go further: they say that with the cognitive revolution we scientists abolished matter. If you are serious, you no longer study matter – you study the mind.

So how did all this come about? To figure it out, I want you to put yourself in Noam Chomsky’s place. While you are not necessarily a pacifist, you have been strongly opposed to killing people since you were a teenager. When Chomsky heard about Hiroshima on a summer camp somewhere, he went very quiet. Everyone around him was very happy that the US had managed to ‘get the Japs’, but Chomsky found that he could not talk to anyone – the shock was just too much and he needed to be alone, as though he was in mourning.

In other words, he always felt a massive, deep and instinctive hostility to nuclear weapons. So imagine Noam Chomsky when he found himself not only with a well-paid job, but heaped with honours for what he was achieving in what he termed a ‘Department of Death’ – a laboratory on a campus heavily involved in the production of nuclear missile guidance systems and other weapons.[10] The question is, how did he manage to cope?

I have documented in chapter 4 of my book how, when his own students were just beginning to rise up and demand the closing down of MIT’s military laboratories, Chomsky wrote a letter, which was published in the New York Review of Books, saying that he was thinking of «resigning», because MIT was up to its neck in actual or potential war crimes. Chomsky had not meant the letter to be published, but when it was, suddenly everyone must have assumed that he was resigning in disgust because of what his own institution was up to. After some time, Chomsky decided not to resign after all. He explained this decision by writing that his previous letter had been quite ‘unfair’. MIT was not an institution devoted to making weapons of mass destruction. Yes, he conceded, there might well be «individuals at MIT» working on such weapons, but his university as such was an honourable, ‘libertarian’ institution, allowing him complete freedom to follow his own conscience without any pressure.[11]

I also document in the book Chomsky’s relationship at a later stage with a certain John Deutch, director of the CIA from 1995 to 1996. Chomsky tells us:

We were actually friends and got along fine, although we disagreed on about as many things as two human beings can disagree about. I liked him. We got along very well together. He’s very honest, very direct. You know where you stand with him.[12]

Chomsky voted for him in the election for principal of his college. Most of Chomsky’s friends said, ‘You can’t vote for that man’ – it was Deutch who invented the fuel-air explosives. When dropped from planes, they explode above the ground, destroying everything below and killing everybody, but hopefully leaving much of the equipment intact. Noam Chomsky was friends with this guy. There he was, in the evening denouncing the CIA to his anarchist friends. Then he gets up in the morning, goes to work and then sits down and perhaps has a coffee with his friend, John Deutch, the future director of the CIA.

So what could Chomsky do? One obvious solution was to keep his two constituencies at arm’s length from each other. He might keep the military people and their boffins over in one corner of his life, and his anarchist friends somewhere else. He might try to create a firewall between the laboratory work and his activism, so that the two camps do not speak to each other and cannot in any case understand what the other lot are saying. He would have to speak one esoteric, highly specialised language to one side and a completely different language to the other, with a firewall in between.

Because Chomsky was so highly respected, no-one could fault his moral integrity as an anti-war activist, and no-one could fault his standing as a scientist either. I am not blaming Chomsky for adopting the position he took. We all have to make compromises of some kind, given the conditions we live under. I am thinking particularly of people with jobs in the mendacious media, academics, people in the arms industry, bankers – we all have to earn a living and our work is not always what we would like it to be. But we have to be able to hold our heads high and think of ourselves as doing a good job.

Where this happens, there is a divide between what we are obliged to do as paid workers or professionals and what we might do as autonomous activists outside our jobs. It is not an easy matter to get the two to connect. But, while many of us face that contradiction, Noam faced in it more of an intense form than anyone else I can think of. The world’s number-one critic of the US military was working as a prominent scientist in a militarily funded laboratory. How do you square that?

If you are Noam Chomsky in this position, you need to find a way to make your linguistics as politically irrelevant as possible. So you define language in a new way. You define it as not even social. You have to remove every last trace of social science, of anthropology, psychology and so on. You make it like mathematics. So Chomsky’s strange conception of language is what happens if you must remove every last trace of politics from your linguistics.

We know quite a lot now about how words emerge. We know that there is some link between the sound of the word, its shape, and what it means. As language develops and we develop shorthand, that link eventually disappears. Certainly words are coined by people who may come up with a metaphor which seems to be quite clever and appropriate. Then someone else thinks of a different metaphor, and the first one becomes a tired, dead metaphor, then a purely grammatical marker. But the point is that words are historical, cultural products emerging out of social interaction.

But for Chomsky there is a problem with all this. He needs to be able to claim that words too are ‘natural’ and installed in the brain from birth. So what about the word, ‘book’? In the Stone Age, when the concept of a book was unknown, did people have the word in their heads? Chomsky says they did. How about ‘bureaucrat’? They didn’t have those in the Stone Age either. Chomsky said, yes, the word was always there in people’s heads. What about «carburettor»? Yes, that one too.[13] What I find is that, whereas Chomsky’s anarchist supporters know that he defines universal grammar as innate, they are astonished to be told that this applies to lexical concepts (words) as well. So I read them out all this stuff, expecting them to start laughing – Stone Age people with the lexical concept of a book, a bureaucrat, or a carburettor in their heads? Why would a world-renowned linguist need to say such strange things?

The point about language is that it is where nature meets society, politics and culture. If you want to know where language comes from you need to look at the big picture. You have to link up the Earth sciences – geology, the science of climate change during past periods, anthropology, the study of apes and monkeys and fossils of human ancestors. You have to join the humanities with the sciences to understand how we came to possess language. But Noam Chomsky was forced by his job to separate the two domains. He did this by placing language in the natural sciences, totally at the expense of anything social or political. So towards the end of my book I go into some detail on the question of how all these different sciences link up, converging on an adequate theory of the origin of language.

Over the 20 years since I published Blood Relations I have helped establish and sustain Evolang, the main international research community and conference series dedicated to the origin of language. To explain the origin of language you cannot just invent a theory. You need the international scientific community to study this hugely challenging and difficult problem. And over the years I think we have got somewhere. We know roughly how language evolved in our species. We have our disagreements, but I basically think we are on the verge of cracking it.[14] How does Noam Chomsky deal with what we say?

First of all he did not – he just refused. But then, after he came to some of these conferences, his friends were saying to him that he could not continue to assert that language was simply there in the brain: he had to have a theory about how it gets there. He came up with the idea of a ‘great leap forward’ – a sudden revolutionary transformation. But if we became human through a revolution, wouldn’t that idea be politically subversive? Unable to propose anything which might seem remotely political (because for him science must never be political) Chomsky ended up with the most non-political, neutral, irrelevant version of a revolution you could possibly imagine. Finding a solution was no easy matter. How can you make the greatest revolution in all history – the one which constructed our humanity – appear unconnected with revolutionary politics? How can you make it all seem completely irrelevant?

Well, here was an answer. How about you have an ape-person wandering around who gets bombarded by a ‘cosmic ray shower’? These cosmic rays then cause a mutation which installs a language organ in the brain. Not just any old language organ, but a perfect one, fully formed in an instant, whereupon this ape-person begins talking to itself. That is Chomsky’s suggestion.[15]

Let me spell this out. Chomsky says that once the mutation had occurred, our fortunate ancestors were able to speak but never got round to doing so for ‘something like 50,000 years’. This did not matter, says Chomsky, because the organ was for private thinking, not talking aloud. ‘The capacity to think became well embedded. The use of it to communicate could have come later. Furthermore, it looks peripheral: as far as we can see from studying language, it doesn’t seem to affect the structure of language very much.’[16]

For Chomsky, then, making oneself comprehensible to others is ‘peripheral’, having no effect on what language is: ‘Language is not properly regarded as a system of communication. It is a system for expressing thought: something quite different. It can, of course, be used for communication, as can anything people do – manner of walking or style of clothes or hair, for example.’ So language is no more designed for communicating your thoughts than are your legs, clothes or hair. Language exists for talking to just one person – yourself: ‘Actually you can use language even if you are the only person in the universe with language, and in fact it would even have adaptive advantage. If one person suddenly got the language faculty, that person would have great advantages: the person could think, could articulate to itself its thoughts.’[17]

Chomsky says that although language is perfect in design, it is superficially imperfect. What he means by this is that humans do not use language like robots. We do not speak in digital code, but expect that a listener will use a little imagination and employ proper interpretation to understand the intended meaning, whether we are using metaphors or other figures of speech, or perhaps humour. We need a certain level of trust on the part of our audience. That is the reality: language relies upon a certain amount of goodwill, cooperation and trust. But for Chomsky the ambiguity of language is one of its defects. It prevents it from being perfect. For him the fact that people speak different languages is another imperfection. As are the differing phonetic structures. If things were perfect, we would all be speaking t he same language and all these ambiguities about meaning would not exist, because basically we would be talking to ourselves.

In conclusion, I have tried to explain why Chomsky’s science is everything which his political output is not. His science is individualistic to the nth degree; meanwhile, his politics celebrates solidarity and is basically socialist.
Chomsky has validated the idea that since these two modes of thought are so utterly different, activism is best conducted without reference to science. Conversely, he argues, scientists need to do their work completely autonomously, without worrying about any political implications. In opposition to Chomsky, I believe that nothing is more revolutionary than science and that to be revolutionaries we all have to be scientists. Science is intrinsically internationalist. Climate science in particular has urgent political consequences. Borders and states are getting in the way of putting things right – we have one planet, a living planet and we need to look after it.

(This article is an edited version of a talk given in August 2016.)

Chris Knight is author of  Decoding Chomsky: science and revolutionary politics, Yale University Press 2016.

Notes

1. N.Chomsky, Class Warfare (1996), p15.

2. CP.Otero, Noam Chomsky: Language and politics (1988), p98-9, 318.

3. In order to suppress activism against the Vietnam war, MIT had six of its students sentenced to prison terms. (The Tech, December 14,1971,p4 and August, 4, 1972.) Yet, surprisingly, Chomsky claims that MIT has «the freest and the most honest and has the best relations between faculty and students than any other… quite a good record on civil liberties. That was shown to be particularly true during the 1960s»

4. K.Hayles, How We Became Posthuman (1999), p244-5.

5. Otero, p318; N.Chomsky, Radical Anthopology, No 2, (2008), p23.

6. Otero, p592; N.Chomsky, New Horizons in the Study of Language and Mind (2000), p115.

7. N.Chomsky, Language and Problems of Knowledge (1988), p174.

8. N.Chomsky, ‘Lecture at the University of Rochester’, 21/4/16

9. P.Anderson, Considerations on Western Marxism (1976).

10. In 1969 the radical student newspaper, The Old Mole, I.Wallerstein, University Crisis Reader Vol.2 (1971), p240-3.

11. New York Review of Books, March 23 1967 and april 20 1967; A.Davidson, Focault and his Interlocutors (1997), p144.

12. N.Chomsky, Powers and prospects (1996), p101.

13. N.Chomsky, New Horizons in the study of language and mind (2000), p64–66.

14. D.Dor, The Social Origins of Language (2014).

15. N.Chomsky, The Architecture of Language (2000), p4; N.Chomsky, The Science of Language (2012) p 44, 51,78; N.Chomsky, Powers and Prospects (1996), p29-30.

16. N.Chomsky, «On the evolution of language», UNAM Skype talk, 4/3/16, (40m); N.Chomsky,The Science of Language (2012), p44.

17. N.Chomsky, On Nature and Language (2002), p76, 148.

Tomado de: http://www.thenorthstar.info/?p=12865

http://conversations.e-flux.com/t/a-tale-of-two-chomskys-the-military-sponsored-scientist-and-the-anarchist-activist/4804

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