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Debate, Educación y Discurso de la Meritocracia

México / 15 de junio de 2018 / Autor: Juan Carlos Miranda Arroyo / Fuente: SDP Noticias

Este 12 de junio, durante el tercer debate entre candidatos a la presidencia de la República, en Mérida, veremos cómo algunos de ellos, especialmente Ricardo Anaya y Pepe Meade, emplearán el discurso de la «Meritocracia» en la Educación, como argumento para contrastarse ante las propuestas en esa materia, del puntero en la contienda, según los estudios de preferencias electorales, Andrés Manuel López Obrador. ¿Cuál es el fundamento, el contenido y el sentido de ese discurso?

Funcionarios públicos (altos y medios), tecnócratas, líderes empresariales y de opinión, del sector privado, así como políticos «modernos» convencidos de las bondades del modelo neoliberal (cuyos valores imprescindibles son el «libre mercado», la globalización de las economías y un «Estado de bienestar disminuido o limitado», entre otros), consideran que la «Meritocracia«, como sistema de selección y formación de élites, es una condición indiscutible en la ruta por alcanzar una educación de «calidad».

El empleo, que hacen estos personajes, de un discurso con ese enfoque particular de la Meritocracia en la Educación, en México y el mundo, puede encontrarse en los textos de los pontífices de la Evaluación Educativa. Eduardo Backhoff, ex consejero del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), por ejemplo, al tratar de contraargumentar las propuestas del candidato Andrés Manuel López Obrador (AMLO) sobre cómo resolver los problemas de la cobertura en educación superior, afirma lo siguiente: «…siempre habrá estudiantes que deseen estudiar en una institución, carrera o modalidad educativa (presencial o a distancia) y que por el cupo limitado de la institución no puedan acceder. En este caso, el único mecanismo que se me ocurre que AMLO puede estar pensando es el que utiliza la Universidad de la Ciudad de México (UCM): el sorteo de ingreso. Con este mecanismo se selecciona al azar a los estudiantes que ingresan a la institución… Sin embargo, este mecanismo presenta muchos inconvenientes. El primero de ellos es que rompe con la racionalidad del mérito y del esfuerzo. Ya no serán los estudiantes más destacados que ingresen a las mejores universidades, sino que todas las IES tendrán estudiantes igualmente formados (buenos, regulares y malos).» (ver SDP Noticias, 9 de junio, 2018)

El discurso de estos tecnócratas de «altos niveles académicos» (algunos, además, miembros del Sistema Nacional de Investigadores), como el ex consejero presidente del INEE, que ocupan puestos en las instituciones públicas con elevados ingresos económicos como «aristócratas de la intelectualidad» (diría Antonio Gramsci: como «intelectuales orgánicos»), sostiene que los estudiantes de Secundaria «deben» ser evaluados para ingresar a la Educación Media Superior, y que éstos a su vez, para ingresar a la Educación Superior, «deben» ser también sujetos (objetos) de la evaluación de ingreso o selección. No podría ser de otra manera, según ellos, porque se podría romper con la sagrada racionalidad meritocrática. Para ellos el «pase automático» en la UNAM, es una desviación insana. Como si el sistema de clasificación no fuera, en sí mismo, un sistema de reproducción de las prácticas de exclusión y de reciclaje de las desigualdades sociales.

Las historias reales de estudiantes que se han abierto camino, como individuos, por medio del sistema de méritos, han sido utilizadas por ciertas narrativas y en este tipo de discursos, para resaltar trayectorias de esfuerzo, trabajo, disciplina y «éxito». A través de esas biografías extraordinarias, se enfatizan los valores y las actitudes de dedicación y perseverancia para abrirse paso como personas, pese a las adversidades sociales, y alcanzar así un «lugar» en la sociedad.

Visto desde una mirada histórica superficial y desde un discurso simplista de la ruta Meritocrática, algunos personajes de nuestra historia nacional, serían ejemplos a seguir en la lógica de ese sistema. Sin embargo, hay que considerar que la noción de la «Meritocracia» es también una concepción ideológica, que busca legitimar un tipo específico de valores del ser humano para una sociedad de desigualdades. En ese sentido, la racionalidad del mérito es una construcción cultural e ideológica, que se basa en la creencia de que es posible generar, de manera libre, las élites profesionales o dirigentes como si se tratara de concretar, en lo social, los mecanismos de la «selección natural» darwiniana. Ideología que, al no considerar sus orígenes ni su estructura filosófica, como noción axiológica, corre el riesgo de dejar de lado las ideas de equidad, inclusión y democratización de la educación.

Tal como lo afirmó recientemente Adriana Puiggrós: «Marcar y establecer jerarquías o méritos entre los alumnos basándose en los logros de aprendizaje, en lugar de atender los obstáculos que se interponen para algunos, está al servicio de intereses que llamaré de la manera más directa: clasistas… Antediluviana es la pedagogía de la voluntad. Pero calza como anillo al dedo con el protocolo pedagógico destinado a formar al meritócrata. Definamos al meritócrata del Siglo XXI: es el que logra alcanzar metas que se imponen desde la sociedad del conocimiento corporativo, potenciadas por los prejuicios clasistas de los dueños del poder. Para ser meritócrata hay que ganarles a todos, meritócrata sólo hay uno, el que gana la carrera y se compra el Chevrolet. Pero no se trata de una rifa, sino de una carrera cruel que deja en el camino a miles y miles de niños y jóvenes, cuyo mérito destruye consignándolos como desertores en diversos escalones del sistema escolar, convertido en maquinaria de clasificación social. Sobre la correlación entre nivel de escolaridad y clase social hay una abundante literatura europea, norteamericana y latinoamericana. La relación entre ambos factores no es automática, pero la intención de usar las diferencias en el proceso educativo como instrumento que afirme a los alumnos en el sector de clase del cual provienen, ha cobrado fuerza en la era neoliberal. Hay cierto placer, cuando no saña, en ilusionarse con ser meritócrata. Hay que tener voluntad y esforzarse para no equivocar un renglón en los comportamientos y contenidos impuestos. Nada de imaginación. Es especialmente importante otorgar consenso a la evaluación. Esta sustituye la enseñanza pues en la pedagogía meritocrática lo que vale es medir bien, no saber. Sustituye el enseñar por la tasación de los conocimientos. Esa es la línea que rige la política educativa del gobierno.» (1)

Un estudiante que egresa de una Telesecundaria, ubicada en una zona rural, sin condiciones económicas favorables y sin servicios sociales ni culturales a su alcance; que no cuenta con oportunidades de desarrollo intelectuales y económicas, y que vive en un entorno con escasa conectividad con las nuevas tecnologías de la información, será con toda seguridad un estudiante expulsado del sistema meritocrático. ¿Qué hacer, entonces, con ese fenómeno social vigente, de la expulsión masiva de los jóvenes (400 mil cada año) del sistema educativo mexicano? ¿Continuar con la aplicación de las reglas y contenidos de la Meritocracia o hacer un cambio profundo, en el que consideren los criterios de equidad y apertura de oportunidades?

«El logro individual (basado en esfuerzo y mérito) versus adscripción o herencia es una imagen poderosa, una representación de las posibilidades del capitalismo moderno, una fuente de legitimación; una importante promesa de movilidad social, de las recompensas al individuo que estudia y se empeña. Al mismo tiempo es una representación que minimiza el papel de las desigualdades socioculturales preexistentes, en las posibilidades reales de movilidad social y en el funcionamiento de la presunta meritocracia (Young: 1958). También implica la “individualización” del éxito y del fracaso escolar y laboral, y la legitimación de la desigualdad (desigualdad “merecida” o deserved inequality) como el resultado objetivo de diferencias en mérito y en logros educativos.» (2)

El discurso de la meritocracia es eje lingüístico y racional de las élites políticas; de los círculos poderosos y cerrados del saber institucionalizado; de los privilegiados miembros del «establishment»; de los sectores dirigentes empresariales que deciden qué y cómo se habrán de seleccionar o reproducir los aspirantes a ocupar las posiciones de poder en los ámbitos económico, político, científico y cultural. El discurso meritocrático es el que esgrimen los «pontífices del saber» para reafirmar su propia autorrepresentación como líderes y como parte esencial de su imaginario social: alcanzar la «cima de la meritocracia». Sin embargo, ignoran, de manera contradictoria o intencional, que la racionalidad meritocrática es, sobre todo, un mecanismo excluyente, de reproducción de las inequidades y las desigualdades sociales.

 

(1) Adriana Puiggrós. Meritocracia o democracia en la Educación. Sociología de la Educación. Mayo, 2016. http://socioldelaeduc.blogspot.com/2016/05/meritocracia-o-democracia-en-la.html

 

(2) Gómez, V. M.; L. González y R. Forero.  Formación de élites y educación superior: meritocracia y reclutamiento en el Departamento Nacional de Planeación. Universidad Nacional de Colombia, Rev. Colombiana de Sociología. Nº 28, 2007.

 

jcmqro3@yahoo.com

 

Fuente del Artículo:

https://www.sdpnoticias.com/nacional/2018/06/11/debate-educacion-y-discurso-de-la-meritocracia

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Pablo Pineau: “El ‘sí, se puede’ va en desmedro del pensamiento crítico”

El director de la licenciatura en Ciencias de la Educación de la UBA analiza el papel de la escuela para construir una sociedad más justa en un contexto en el que se ensalzan desde el poder los discursos que premian el éxito y castigan el fracaso.
 La meritocracia es un mito que presupone una sociedad de iguales, en la que el esfuerzo es recompensado con el éxito y la holgazanería con el fracaso. Cuando el destino solo depende de las acciones individuales, el “sí, se puede” se transforma en un canto a la esperanza. Bajo esta premisa, solo resta comprometerse y darle para adelante, porque en la lotería del merecimiento, a la suerte hay que saberla acompañar con sacrificio. Sin embargo, detrás del cristal, lo que se oculta es un conflicto estructural: como el sistema capitalista solo produce desigualdades, no todos los humanos cuentan con idénticas posibilidades y medios para el progreso. De la misma manera que los ricos necesitan de los pobres, los buenos alumnos necesitan de los malos para diferenciarse, destacar y ensanchar la brecha.

No obstante, ir a la escuela no equivale –simplemente– a rendir exámenes y pasar de curso año tras año, pues lo que ocurre en el aula está mediado por trayectorias individuales, orígenes sociales diversos, límites económicos y vaivenes políticos. Además, como si la complejidad de las escuelas no fuera suficiente, desde otros ámbitos representativos como el fútbol, las excepciones se confunden con la norma y sirven de escudo para justificar el funcionamiento general. Así, “colgados del éxito de Tevez, hay miles de pibes que alguna vez se ilusionaron con ser estrellas del deporte y terminaron asesinados en las villas”, apunta Pablo Pineau, doctor en Educación por la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, director de la Carrera de Ciencias de la Educación en la misma institución y profesor en la Escuela Normal Superior Mariano Acosta.

–¿Qué es la meritocracia? ¿Cuándo surge el término?

–Es un concepto cuya emergencia histórica puede ubicarse hacia fines del siglo XIX y principios del XX. Se utiliza en un contexto signado por transformaciones que plantean el pasaje desde una educación que brinda respuestas específicas para cada grupo social, hacia una que comienza a ser concebida como motor del ascenso para todos sin distinción. Se relaciona con aquello que Eric Hobsbawm denomina como “carrera abierta al talento”, en tiempos en que los miembros de la sociedad burguesa creen que es posible morir en mejores condiciones a las que nacieron. Un término que también puede vincularse al de meritocracia es el de justicia.

–¿En qué sentido?

–Por aquella época se inician las reflexiones sobre cuándo, efectivamente, una sociedad es justa y qué espacio debería ocupar la educación en este contexto. Mientras que en una sociedad feudal lo justo se asociaba a que cada individuo permaneciera en el lugar que le correspondía, con la modernidad burguesa la justicia se relaciona al hecho de que cada persona logre ascender en la escala social. En este marco, la idea de meritocracia parte de suponer que cada persona nació en un sitio bajo determinadas condiciones de existencia que, con el tiempo, debe revertir y superar. El objetivo de nuestras escuelas es formar ciudadanos iguales, sin embargo, en pleno siglo XIX ya comenzará a vislumbrarse cierta bifurcación entre los representantes y los representados. La escuela secundaria formará al primer grupo, mientras que los del segundo solo accederán a la formación primaria. Se creía que solo aquellos miembros de las clases populares que merecían culminar sus estudios en el colegio secundario triunfarían.

–El problema es que el esfuerzo y el merecimiento determinan el éxito pero también el fracaso.

–Exacto. Tiene que ver también con la lógica del talento, con aquello innato, que aparentemente se porta desde la cuna. En el siglo XX comienza a pensarse que la escuela secundaria es justa, no solo cuando permite que aquellos que lo merecen logren sus objetivos sino cuando democratiza las posibilidades de acceso y participación de todos. El título, de este modo, resigna su capital económico y ya no vale tanto. Si a fines del XIX, alguien considerado bien educado era aquel que había completado tres niveles educativos (primario, secundario y terciario/universitario), en la actualidad, la educación esperable de un individuo son cinco ya que se suman el nivel inicial y el posgrado.

–Lo que oculta la lógica del mérito es que las sociedades son desiguales. La excepción del niño que enfrentó todas las adversidades y hoy es médico se confunde con la norma.

–Sí, claro. Para su funcionamiento, la meritocracia presupone un mito que prevé puntos de partidas iguales cuando lo que caracteriza a nuestras poblaciones son las desigualdades; de aquí la relevancia del talento y del esfuerzo individual ya que “todos podemos esforzarnos y lograr lo que queremos”.  El “sí, se puede” es un discurso que va en consonancia con esto y en desmedro del pensamiento crítico, que nos invita a reflexionar que los logros conseguidos fueron posibles porque existieron condiciones sociales que así lo posibilitaron más allá de las virtudes individuales. Sin ir más lejos, ¿por qué no hay un Maradona o un Messi en 1910? Básicamente, porque la sociedad no valorizaba tanto al deporte y no generaba los dispositivos de selección que hoy operan. Pensar las dinámicas sociales en términos de mérito nos conduce a olvidar los contextos y las políticas que empujaron para que determinados fenómenos se expresaran así y no de otra manera.

–De modo que para estar bien educado hay que tener dinero. 

–Primero habría que definir qué es estar bien educado para nuestra sociedad.

–Adelante. 

–Es poder vender los créditos individuales al mercado laboral; conseguir un buen trabajo que implique cierto nivel económico, tener una obra social. También, estar bien educado tiene que ver con acceder a ciertos derechos que habilitan nuevos grados de comprensión del mundo, estudios de posgrados, cursos de capacitación. Bajo estas premisas, por supuesto, es posible pensar que las familias con dinero tienen mejores posibilidades de atravesar experiencias educativas de calidad. No obstante, la escuela debería ser un espacio democrático, un lugar donde los estudiantes aprendan a ejercer sus derechos. A los alumnos que provienen de sectores populares les cuesta más la escuela porque existe una distancia cultural enorme. Solo contamos los casos de los que triunfan, pero nos faltan más relatos de malos alumnos, de los que tienen conflictos y abandonan todo. Lo mismo ocurre en el fútbol: colgados del caso Tevez, hay miles de pibes que alguna vez se ilusionaron con ser estrellas del deporte y terminaron asesinados en las villas.

–¿Un ejemplo de conflicto escolar invisibilizado?

–Sucede en algunas instituciones, por caso, que los estudiantes paraguayos hablan mal el español porque en sus casas se conversa en guaraní, se dificultan sus aprendizajes y son estigmatizados; pero si esto le ocurre a un alumno que proviene de Europa la diferencia se tolera de otro modo. En la médula de la sociedad burguesa se halla una contradicción: si bien proclama la igualdad educativa (a través del reaseguro del cumplimiento de derechos universales), desarrolla prácticas diferenciadoras. Entonces, mientras plantea que todos los individuos tienen la oportunidad de progresar, asigna muy bien el lugar que a cada quien le corresponde en el entramado social. Aquí se visibiliza el mito de la meritocracia y el discurso adulto “a mí me costó un montón terminar el secundario, ¿por qué a los pibes les tiene que costar menos ahora?”, opera para reafirmarlo.

–¿Cómo se combate la idea de meritocracia?

–A partir de la creación de espacios públicos y de movimientos sociales que sean capaces de repensar, por ejemplo, por qué la educación volvió a ser colonizada por relatos economicistas. Ya no se piensa en términos políticos (inclusión, derechos, bienestar común), sino que interesa más medir la calidad, las evaluaciones y la eficacia. Debemos acepar la desigualdad y concebir que puntos de partida diferentes implican estrategias educativas diferentes. Sin embargo, bajo esta premisa no podemos dejar de pensar en qué somos iguales y qué tenemos en común, porque de lo contrario se atomiza la posibilidad de construir proyectos colectivos.

–Ahora bien, con tantos problemas: ¿dónde queda el sentido transformador de la escuela? ¿La transformación social continúa siendo una utopía?

–Pienso que aquel que se dedica a la educación tiene la obligación de ser optimista. El día que ese optimismo ya no funcione, sería mejor correrse a un lado y vender cerveza artesanal. Es fundamental estar convencido de que podemos crear un mundo más justo que el que en principio conocimos. Es cierto, muchas veces opera un optimismo ingenuo, tozudo, vasco, pero ello no equivale a dejar de estar convencidos de lo fundamental que es la educación. Por algo, instituciones como el Banco Mundial y el FMI se ocupan tanto de monitorear qué se enseña en nuestras escuelas. Como decía Michel de Certau: “el poder habla cuando teme”.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/102855-el-si-se-puede-va-en-desmedro-del-pensamiento-critico

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Critican opiniones de Idel Vexler sobre la reforma educativa.

El nuevo ministro de Educación dice que apoyó la política de sus antecesores y que continuará fortaleciendo la meritocracia.

Por: Giovanna Castañeda Palomino.

La designación de Idel Vexler como ministro de Educación ha sido una de las que más polémica ha generado sobre el nuevo Gabinete presidido por Mercedes Aráoz. Incluso cuando su nombramiento solo era un trascendido, empezaron los cuestionamientos a la decisión del presidente Pedro Pablo Kuczynski.

Vexler fue viceministro de Gestión Pedagógica por siete años (2004-2011), durante los gobiernos de Alejandro Toledo y Alan García.
En julio pasado, el jefe del Estado y la entonces ministra de Educación, Marilú Martens, entregaron a Vexler las Palmas Magisteriales en grado de Amauta, la máxima distinción que se otorga a un educador en el país.

Sin embargo, sus opiniones en entrevistas o artículos emitidas antes de asumir el cargo, no han sido bien recibidas por algunos sectores que critican su designación.

Por ejemplo, hace algunos meses, Idel Vexler pidió al Minedu retirar la palabra “identidad de género” del Currículo Escolar Nacional porque podía causar “confusiones”.

Sobre esta designación, el ex congresista Daniel Mora –promotor de la Ley Universitaria– dijo que le sorprendió porque Vexler “nunca ha estado de acuerdo” con las reformas en el sector.

“Ha sido un ácido crítico tanto de la reforma magisterial, como de la Ley Universitaria. Si [el presidente] quiere una continuidad en la política educativa, no me explico cómo puede poner a una persona que es totalmente opuesta”, precisó.

El investigador Hugo Ñopo, experto en temas educativos, consideró que “hay que darle el beneficio de la duda” a Vexler. “Más allá de los reparos, hay que seguir sumando”, agregó.

En Twitter, Ñopo afirmó también que Vexler se ha mostrado a través de los años “en contra del mérito docente y de la Sunedu”.

En un artículo publicado en este Diario en noviembre pasado, Vexler calificó de “supuesta reforma educativa” a las políticas que lideró el ex ministro Jaime Saavedra.

“Es indispensable fortalecer la universidad pública […] generando, entre otros, cambios a la actual Ley Universitaria. De ninguna manera para volver a la ANR, pero tampoco para mantener la actual sujeción de la Sunedu al Ministerio de Educación”, escribió.

Tras su juramentación, y al ser consultado en Canal N por las críticas referentes a que representa la contrarreforma de Saavedra, Vexler remarcó que ha reconocido los cambios “importantes” del ex ministro y ha apoyado a Martens cuando ocurrió la huelga de maestros.

“Continuaremos fortaleciendo la meritocracia, que valora al maestro y mejora calidad de educación. Como maestro estoy al servicio de mi país”, escribió Vexler en Twitter y recordó que en el 2004, con PPK como primer ministro, se inició un proceso de reforma que está “en constante mejora”.

Fuente: http://elcomercio.pe/politica/critican-opiniones-idel-vexler-reforma-educativa-noticia-458900

Imagen: https://img.elcomercio.pe/files/article_content_ec_fotos/uploads/2017/09/17/59bf3efa046c0.jpeg

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Una reforma para controlar

México / 24 de septiembre de 2017 / Autor: María de la Luz Arriaga Lemus / Fuente: El Universal

El Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, INEE, anunció el inicio de un seminario titulado “La reforma educativa: Avances y Desafíos”. Es un evento público, pero cerrado sólo a sus invitados. Es un evento en el que funcionarios de la SEP, sus intelectuales orgánicos y representantes de la organización empresarial Mexicanos Primero, comentarán sobre el tema mencionado.

Más que ser un espacio para que ante la sociedad y con su participación, el INEE realizara una verdadera evaluación de la reforma educativa, parece ser un acto de acompañamiento a la intensa campaña del gobierno de Peña Nieto para mostrar que sus reformas han sido exitosas. Pero también aparece como una plataforma para dar a conocer nuevas propuestas para profundizar el control del proceso de trabajo docente.

Dos son los cambios fundamentales que se han impuesto a la educación en México y que permiten a los empresarios y al Estado avanzar en la transformación de la educación en mercancía, cuando es un derecho social.

El primero es la modificación del proceso de trabajo docente, y el segundo las transformaciones en los contenidos de planes y programas, cuyo eje es la teoría del capital humano y las competencias para cumplir con exigencias de formar mano de obra flexible, por eso el lema de “Aprender a aprender”.

 

¿Cuáles son los cambios del proceso de trabajo de maestras y maestros de educación básica?

1) La Introducción del bachillerato pedagógico como antecedente a la normal, impactó en la composición social del magisterio, limitando el acceso de hijos de campesinos y de obreros.

2) La Carrera magisterial y los estímulos a la productividad, rompió el tejido social del magisterio como cuerpo docente, introdujo una falsa “meritocracia”, amarrando el desempeño a una compensación monetaria.

3) Con la “Alianza por la calidad educativa” en 2008, eliminan el derecho a acceder a una plaza de maestro a los egresados de las normales públicas, el Estado deja de ser responsable de garantizar los maestros que una educación para la soberanía nacional y la construcción de sociedades democráticas le obligaba por mandato Constitucional. Agudizan el ataque a las normales rurales, mientras el Conafe habilita a 50 mil jóvenes de secundaria como instructores comunitarios en el país, sin contratos, para atender a las poblaciones más vulnerables.

4) Evaluación del desempeño docente punitiva, los declarados no idóneos son sujetos de despido, sin importar su antigüedad en el puesto de trabajo. Es uno de los ejes de la Reforma educativa del gobierno del Presidente.

5) Eliminar la exclusividad del acceso al trabajo docente en educación preescolar y primaria con una formación normalista.

6) Imponer un Nuevo perfil. Un docente para formar consumidores, para formar trabajadores que requiere el mercado laboral; un profesor moderno (con manejo de nuevas tecnologías), bilingüe, y sumiso.

Preocupa que ahora en el seminario del INEE el subsecretario de Planeación, Evaluación y Coordinación de la SEP, Otto Granados, propusiera ampliar las atribuciones del INEE, “un organismo operativo no sólo normativo”, para hacerlo una “gran agencia de administración de docentes”. ¿Estarán considerando avanzar en la instrumentación de una forma de outsourcing docente? Estaremos atentos a los planteamientos que la SEP realice, pues aunque pensemos que no puede haber algo peor que la política educativa existente, siempre está el riesgo de una idea “creativa” desde los tecnócratas de la burocracia gubernamental.

Fuente de la Noticia:

http://www.eluniversal.com.mx/articulo/maria-de-la-luz-arriaga-lemus/nacion/una-reforma-para-controlar

Fuente de la Imagen:

http://ente.over-blog.com/article-cortinas-de-humo-que-no-dejan-vislumbrar-futuro-de-la-reforma-educativa-122990418.html

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Ministra de Educación de Perú: “evaluación asegura una carrera meritocrática”

Perú/24 agosto 2017/Fuente: RPP

Marilú Martens, ministra de Educación precisó que la evaluación de desempeño docente no es punitiva.

En entrevista con la Rotativa Regional de Cajamarca, la ministra de Educación, Marilú Martens, precisó que en las mesas técnicas anteriores los docentes habían aceptado la evaluación de desempeño, pero en la última reunión mostraron su oposición.

Martens manifestó: “La evaluación de desempeño docente asegura una carrera meritocrática, que es una política de hace varios gobiernos y esto nos asegura mejorar la calidad educativa del país”.

También anunció que a partir de este mes se inicia la evaluación de desempeño docente en el nivel inicial, la misma que consiste en ver lo que los profesores hacen todos los días frente a sus estudiantes

Además mencionó que se trata de una evaluación formativa, que tiene hasta tres evaluaciones y dos procesos de capacitación en un proceso de tres años.

También recalcó que se ha dispuesto el congelamiento de cuentas en cinco regiones, dentro de las que no está Cajamarca, pero de persistir esta situación la Contraloría iniciará los procesos administrativos, que incluso pueden llegar a ser penales y posteriormente se congelaría las respectivas cuentas.

Fuente: http://rpp.pe/peru/cajamarca/ministra-de-educacion-evaluacion-asegura-una-carrera-meritocratica-noticia-1071830

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Los riesgos del mérito.

Por: Manuel Gil Antón.

“En memoria de Víctor Manuel Cárdenas, poeta. ¡Estamos!”

Supongamos, sin conceder, que el modelo de asignación de plazas docentes, vía el resultado en la evaluación para el ingreso que establece el Servicio Profesional Docente, es perfecto: implica, sobre todo, que los exámenes, en efecto, miden con precisión milimétrica quién es mejor para el ejercicio de la docencia y se puede hacer una lista de prelación exacta.

Suspendiendo cualquier duda, admitamos que se ordenan los aspirantes de acuerdo al dominio del conocimiento, así como la destreza para poner en práctica estrategias pedagógicas adecuadas. Además, aceptemos, sin chistar, que esto es resultado, exclusivo, de su esfuerzo y dedicación: las variaciones se deben a distinto empeño en prepararse.

Asumamos que los supuestos de una estrategia de distribución de los puestos, basada en el mérito individual se cumplen de manera incuestionable. Y que de ello se sigue, con total certidumbre, que quien sea “más meritorio” favorecerá, per se de forma directamente proporcional e inmediata, el aprendizaje de sus alumnos. Imaginemos, por un momento, que podemos asegurar de manera indiscutible todas estas condiciones al máximo nivel: el cielo de la meritocracia.

Si de acuerdo al lugar ocupado, cada persona elegirá la ubicación y tipo de la escuela, turno incluido, donde trabajará, es muy probable que quien sea “mejor” opte por una “plaza de mayor calidad”. Esta última frase no es de mi autoría, sino del Presidente de la República: hace cuatro días afirmó que estos exámenes “permiten acreditar mejores conocimientos, el poder tener un mejor ingreso y, además, una plaza de mayor calidad”.

¿Qué significa que haya plazas mejores? ¿Qué implica que los muy diestros vayan a ellas y ganen más, y los menos aventajados, en orden descendente, ocupen las regulares o peores sin ingresos adicionales? Una consecuencia es que la reforma, por su estrategia basada en la medición de méritos diferenciados, incremente la desigualdad de condiciones para el aprendizaje en el sistema educativo.

Dar clases en una escuela urbana, de organización completa (un profesor para cada salón y que ofrezca todos los grados) ubicada en una zona con baja o nula marginalidad, en el turno matutino, seguramente estará en los primeros lugares del ordenamiento de mayor a menor calidad de las vacantes disponibles. Si ocurre que está cerca de su casa, o de una vivienda confortable accesible al sueldo, será preferida por quien haya resultado ser más idóneo que otros.

En el polo de la distribución de la idoneidad perfectamente medida en este experimento mental, no en la cima sino en la sima, habrá un maestro y, sin titular, un sitio laboral en una escuela multigrado, situada en un lugar donde predomine la pobreza y abunde la escasez hasta de vías de acceso rápidas, lejos de su vivienda, en la que los pobladores han construido, con sus medios, la escuela, la casa del maestro y los pupitres. A ella será asignado quien, supuestamente, es poco idóneo en comparación con los primeros.

Si la meritocracia es perfecta, a quien requiere “más calidad docente” se le dará menos, y los ya privilegiados por condiciones sociales, serán atendidos por los mejores. Señalar este riesgo no implica defender la obtención de la plaza por medios inaceptables, que fueron pactados, siempre, entre las burocracias sindicales y las del gobierno para beneficio de ambas camarillas. De ninguna manera. La vía del mérito tiene este riesgo. A su vez, no es trivial, ni fácil, resolver de manera progresiva la asignación de tareas docentes, hay que reconocerlo.

Por eso, entronizar al mérito es incorrecto, y no está bien, señor Presidente, que usted diga sin rubor que hay “plazas de mayor calidad”: es reconocer inmutable la relación entre la desigualdad social y la educativa. Eso es una vergüenza, no un mérito de su reforma.

Fuente: https://www.debate.com.mx/opinion/Los-riesgos-del-merito-20170812-0351.html

Imagen: http://eldiariodechihuahua.mx/imagesnotas/2016/05/EST1224553c76ca703_0.jpg

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Entrevista a Frei Betto: «No hay política progresista sin un trabajo de educación popular»

Entrevista realizada por Matías Loja. La Capital

El teólogo brasileño Frei Betto estuvo en Rosario. Destacó la vigencia de una pedagogía liberadora.

Cuando era un joven educador popular, Frei Betto trabajó durante cinco años en una favela y en una oportunidad fue convocado para ayudar a los médicos a comunicarse con las mujeres del barrio. «Los médicos hablaban en FM y las mujeres captaban en AM», recuerda con ironía sobre esa distancia. Lo primero que advirtió fue que en el consultorio el material de difusión sobre maternidad estaba alejado de la realidad del lugar: todos los bebés de los carteles eran bien rubios, de ojos azules, como salidos de una publicidad de Johnson. Se hacía difícil lograr una identificación del paciente con el profesional. Pero además notó que el doctor utilizaba un lenguaje abstracto, lejano de lo popular. Una de esas pacientes fue doña María, quien asistió a una charla sobre la importancia de amamantar a sus bebés. Betto le preguntó si había entendido la explicación del médico, de por qué la leche materna era necesaria. Ella le contestó: «No entendí nada, yo no tengo cultura, fui poco a la escuela. Y el doctor tiene mucha cultura». Betto vio en esa respuesta la lejanía y también la oportunidad para saldarla. Sabía de antemano que el médico no se cocinaba ni un huevo y que doña María, por el contrario, era una excelente cocinera. Le pidió que les contara cómo se hacía un pollo con salsa y ella les dio una clase magistral de gastronomía. «¿Se da cuenta doña María? Si usted y el doctor están perdidos en una selva y solo hay un pollo él, con toda su cultura, se muere de hambre. Y usted no». La mujer sonrió de oreja a oreja y ese día comprendió que nadie es más culto que otro. Que ser culto no significa ser escolarizado. Y que en todo caso hay culturas distintas y socialmente complementarias.

La anécdota de doña María y el doctor Raúl está descripta en el libro Esa escuela llamada vida (1985), que condensa una extensa conversación que el periodista Ricardo Kotscho mantuvo con Frei Betto y Paulo Freire. Betto la recordó esta semana, cuando junto a Atilio Borón estuvo el miércoles en Rosario para dialogar sobre la importancia de la realfabetización política en América latina y los desafíos de la educación popular, a la que definió como «un sacacorchos, que cuando sale deja libre lo mejor».

«Soy de Minas Gerais, nací en 1944, me gusta la soledad de las montañas y contemplar el mar que no tiene fronteras. Detesto las aulas, las hamburguesas y la gente que se jacta de engañar a los demás», se presentaba Frei Betto en El día de Angelo P., su primera novela publicada en 1987. Fraile dominico y destacado representante de la teología de la liberación, Betto es uno de los referentes y defensores de la educación popular latinoamericana. Fue asesor de movimientos sociales y comunidades eclesiales de base, y durante los primeros años de la presidencia de Lula en Brasil coordinó la movilización social del programa Hambre Cero. Además es el autor de Fidel y la Religión, un texto icónico de la década del 80 y traducido a varios idiomas.

El itinerario de Betto en Rosario incluyó una charla en el auditorio de Empleados de Comercio ante entidades gremiales, políticas y sociales, sobre «Trabajo y organizaciones sociales en el neoliberalismo», organizada por ATE. Minutos antes de ese encuentro dialogó con La Capital sobre el rol de la educación popular en el siglo XXI, criticó la idea de meritocracia como eje educativo y destacó la actualidad del pensamiento de Paulo Freire, a 20 años de su fallecimiento. De él retoma una y otra vez el concepto de «educación bancaria», cuando el proceso educativo se transforma en un mero acto de «depositar» contenidos para que los alumnos los memoricen mecánicamente.

—¿Qué fuerza o vigencia tiene hoy la educación popular?

—Creo que no hay posibilidad de avanzar en ninguna propuesta política progresista sin un trabajo de educación popular a la luz del método de Paulo Freire. La educación popular, justamente, es la que ha permitido el surgimiento de una persona como Lula. No habría Lula ni protagonismo político de metalúrgicos si no hubiese antes toda una metodología que han construido las organizaciones populares como el PT, como los Trabajadores Sin Tierra, la Central Única de los Trabajadores, el Movimiento de los Sin Techo que ahora es muy expresivo, fuerte y combatiente. Todo eso se debe a la metodología de Paulo Freire y es fundamental esa metodología. Porque muchas veces la izquierda ha cometido el error de imponer las cosas, hacer «educación bancaria». En nombre de consignas de izquierda ha tenido actitudes pedagógicas de derecha. Y la educación popular es el camino indicado para revertir eso.

—¿Y para acompañar ese proceso los movimientos sociales son buenos referentes educativos hoy?

—Depende de los movimientos sociales. Hay movimientos sociales progresistas, que quieren cambios estructurales. Y hay movimientos sociales que son muy asistencialistas, con dirigentes que jamás quieren cambiar su poder y que no tienen mucho contacto con la gente. Son muy paternalistas y no abren muchos espacios para el protagonismo del pueblo.

—Sí, claro. Porque la educación que se adopta en las escuelas es una «educación bancaria», que se impone de arriba para abajo. Pero no es posible adaptar la metodología de Paulo Freire en la educación formal. Habría que cambiar todo el sistema de enseñanza para ello.—¿Seguís siendo crítico del aula como espacio para educar?

—¿Qué es hoy una buena escuela?

—Para mí una buena escuela, por ejemplo, es la que el MST (Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra) mantiene cerca de San Pablo, en Guararema, de formación de militantes. Una escuela que no está en la camisa del currículo oficial de un país. Ahí se puede seguir el ritmo de sus educandos. El ritmo de un campesino es distinto que el de un obrero. El ritmo de un muchacho de clase media es muy distinto del ritmo de una señora que vende en la zona rural. Y eso se puede hacer pero no dentro de la escuela formal o curricular que tiene aprobación oficial del Estado.

—Imagino que allí también el rol del docente es distinto.

—Sí, son docentes que tienen una estrategia pedagógica-política unificada.

En Esa escuela llamada vida, Betto se reconoce como víctima del sistema educativo. Y hasta confiesa que sufrió más en los cuatro años del secundario que en los cuatro años que estuvo en la cárcel como preso político entre 1969 y 1973. «Hay alumnos considerados buenos, mediocres y malos. A mí me situaban en el tercer nivel», admite Betto en ese libro, donde describe su experiencia de alumno como traumática. En su adolescencia fue al colegio Maristas en Belo Horizonte, donde otorgaban un diploma de Honor al Mérito a los que lograban tener un promedio excelente al menos en una materia. Nunca conquistó ese diploma y lo sufrió. «Las cosas no me entraban en la cabeza. Pensaba que siempre iba a ser un ignorante», dice en el libro. Hoy, cuando apenas se le menciona esa anécdota, la recuerda perfectamente y al instante esboza una sonrisaMeritocracia   

—En «Esa escuela llamada vida» recordás tu experiencia negativa con el diploma al mérito que no podías alcanzar. Y hoy se pone el eje en la meritocracia. ¿Cuál es tu mirada?

—Sí, parece que uno como alumno no se puede equivocar. Eso es «deseducativo» desde mi punto de vista, porque un muchacho no puede buscar éxito en las cosas que hace en la vida porque va a haber un premio, una recompensa. Tiene que tener conciencia de la responsabilidad de estudiar y profundizar en los estudios, y no porque va a ganar un premio para eso. Y como estamos en un sistema capitalista cuyo valor principal es la competencia y no la solidaridad, entonces cuando la escuela ofrece un premio a los alumnos está despremiando a la mayoría que no llega a ese logro y los coloca como fracasados. Creando serios problemas psicológicos.

—Lo mismo debe pasar con escuelas y sistemas educativos sometidos a los rankings.

—Exactamente. Como el sistema de pruebas que tenemos hoy. Hay una competición. Eso es «deseducativo», no es educativo.

—Seguimos apostando entonces a la pedagogía de la liberación.

—Sí, hay que dotarnos de la pedagogía liberadora. Y Paulo Freire tiene mucho para enseñarnos todavía hoy a nosotros.

El recuerdo del Che Guevara, el «San Francisco de la política»

El próximo 9 de octubre se cumplen 50 años del asesinato del Che Guevara en Bolivia. Y Frei Betto no dejó pasar la fecha para reflexionar: «La persona más ejemplar que conocí en mi vida nació en esta ciudad: Ernesto Che Guevara, el San Francisco de la política»

«Espero que en octubre conmemoren los 50 años de la desaparición del Che debidamente, no se olviden», pidió el brasileño. Recordó al médico y guerrillero rosarino como un hombre que tras su viaje por Latinoamérica pudo haber abierto un consultorio privado y vivir de ello. Pero que quedó marcado por la «alfabetización política» que adquirió en contacto con los mineros de Chile y los enfermos de Venezuela y Guatemala, hasta que conoció a Raúl Castro en un hospital de México y se unió a la experiencia revolucionaria.

«Hoy podría estar tranquilo en Cuba como ministro. Pero tuvo el coraje del desapego», dijo Betto, y agregó que el rosarino «murió temprano, con 37 años pero feliz, porque el eje de la felicidad es el sentido que le imprimimos a nuestras vidas. Aunque pasemos por los mayores sufrimientos. Y el Che se sintió más feliz en las adversidades de Bolivia que en los salones ministeriales de La Habana, seguramente porque estaba dentro de él dedicarse a los demás, seguir luchando y plantar la semilla de la liberación».

Hacia una universidad pública y popular
La visita de Frei Betto a Rosario —la tercera que hizo a la ciudad— llegó con una cargada agenda de entrevistas y conferencias que dio junto al sociólogo Atilio Borón. Con solidez conceptual, brindaron el miércoles dos charlas abiertas para repensar las alfabetización política, ya sea en las organizaciones gremiales como en la universidad.
El primer encuentro fue en el auditorio de Empleados de Comercio, que estuvo a tope con gente que copó hasta los pasillos laterales. Algunos asientos estaban vacíos; el hábito de «guardar lugar» para alguien. Apenas tomó la palabra, Frei Betto pidió desde el escenario que los que estaban parados ocupen esos sitios. «No podemos venir a una charla contra el neoliberalismo y hacer neoliberalismo, es contradictorio», dijo y se ganó el primer aplauso de la tarde.
Ante un público conformado esencialmente por movimientos sociales, políticos y gremiales, instó a generar espacios para enfrentar la «masacre de domesticación ideológica y lavaje cerebral» que se genera las 24 horas del día a través de los medios de comunicación. No basta —dijo— con que los trabajadores hagan paros y manifestaciones. Si no hay un trabajo complementario «cuando el pueblo se apaga vuelve a su vida burguesa». Y citando a Paulo Freire lamentó que «muchos oprimidos son hoteles de opresores».
Del sacacorchos al destornillador
Para contrarrestar este esquema propuso avanzar en una «estrategia pedagógica» de alfabetización política desde la educación popular, mediante un trabajo metódico que no admite improvisaciones. Y con un equipo que no busque «bajar» a enseñar a los obreros qué es el capitalismo o la plusvalía, porque advierte que ello sería caer en la «educación bancaria» criticada por Freire.
«La educación popular no es escolar, tiene como punto de partida la vida de los educandos», agregó Betto. Y recordó la experiencia realizada con obreros metalúrgicos de Brasil, donde trabajó a través de dos herramientas pedagógicas: «Primero la del sacacorchos, para sacar de la gente su experiencia de vida, lucha, inquietudes, sueños, fracasos y anhelos. Y después la del destornillador, para apretar, porque una vez que se conoce la realidad hay que ajustar los puntos ¿Por qué tu papá, que tenía una tierra en el nordeste, tuvo que migrar para San Pablo para alquilar su mano de obra en una fábrica? ¿Por qué tu hijo de dos meses murió de gastroenteritis y no fue bien atendido en el hospital? ¿Por qué usted hoy, que trabaja tanto, ni siquiera puede comprarse una bicicleta para moverse? Desde su experiencia de vida, la gente llegaba al dibujo de la sociedad de clases en la que vivimos».
Cada concepto Betto lo graficó con un ejemplo concreto o una anécdota. Como cuando miró al techo y señalando los tubos de luz advirtió que si bien todos disfrutamos de la iluminación, solo quien tiene formación de electricista sabe mirar eso con otros ojos, porque comprende cómo llega la luz a la sala. «Eso —dijo Betto— es la conciencia política: ver los hilos, saber lo que pasa por detrás. De los medios de comunicación, del sistema bancario, de las escuelas, de los partidos y del poder, incluso de los vicios de la izquierda, para no cometer los mismos errores». Sobre esto dijo que «entre los tantos aciertos del PT si hubo un error fue el olvidarse de las bases» y desmovilizarlas. Entiende que de lo contrario «una cuadrilla de bandidos» no estaría ahora gobernando su país.
Por una universidad popular   
Por la tarde Betto y Borón disertaron en el SUM de Arquitectura de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), en el marco de un ciclo de conversaciones públicas que la Facultad de Ciencia Política prepara de cara al centenario de la Reforma Universitaria de 1918. La charla fue organizada por Secretaría Extensión Universitaria y Vinculación de Ciencia Política, y ATE, con el auspicio del Sindicato de Prensa Rosario, la Facultad Libre y el Centro de Estudios y Formación Marxista Héctor Agosti.
Un auditorio compuesto en su mayoría por jóvenes escuchó atento la invitación de Frei Betto a repensar «La universidad en la realfabetización política de América latina». Porque en esencia fue eso: una convocatoria a revisar la práctica y los fines de la educación superior a casi cien años de la Reforma. «La universidad no basta con que sea pública, también tiene que ser popular», arrancó el teólogo y educador.
Repasó el surgimiento de las universidades en América latina en Santo Domingo, Lima (San Marcos) y La Habana y cómo los monasterios fueron «los propietarios del saber». Y destacó la figura de Sor Juana Inés de la Cruz como la primera poeta de América latina: «Fue una mujer que tenía ganas de expresarse con la poesía y ser independiente en una época donde si una mujer era laica fuera del monasterio la familia podía decidir con quién debía casarse. Eso era una prisión para su vida. Por eso muchas buscaban ingresar a un monasterio para tener independencia, que hoy suena a paradoja». No en vano Betto la elige como personaje para comenzar el libro El día de Angelo P., su primera novela.
En este marco cuestionó que las universidades hayan creado «la idea monástica de campus, separados de la ciudad», aislándose de los movimientos sociales hasta transformarse en «un depósito de saber inútil, con montones de tesis que no le sirven a nadie». Cargó contra las casas de estudio que ignoran su contexto: «Obreros, desocupados, inmigrantes, prostitutas, drogadictos».
«La universidad no hace de nadie una mejor persona, a menos que adopte una pedagogía de colectividad, participación social y formación política», dijo en otro tramo de la charla, al recordar que «los mayores asesinos de la humanidad fueron eruditos con posdoctorados, como los que tiraron la bombas de Hiroshima y Nagasaki». También cuestionó la lógica del discurso antipolítico que propone para el Estado «menos políticos y más administradores del mercado», que utilizan los recursos públicos para sus intereses privados.
Frei Betto se reconoció como parte de una generación «viciada en utopías» que buscó cambiar el mundo, porque para el ser humano «es insoportable vivir sin sueños». Ante ello, propuso rescatar «el carácter popular de la universidad, que tenga vínculos orgánicos con las organizaciones sociales y gremiales, para aprender con los oprimidos». Y cerró con una invitación: «Ustedes son jóvenes y espero que viciados en utopías encuentren el camino para vincularse con los movimientos sociales; porque ante la crisis que estamos viviendo, hay que guardar el pesimismo para días mejores».

Fuente de la Entrevista:

http://www.lacapital.com.ar/educacion/frei-betto-no-hay-politica-progresista-un-trabajo-educacion-popular-n1408941.html

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