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México: Contra el miedo, esperanza, autocuidado y cuidado mutuo durante la pandemia

Compartimos materiales de la campaña “Contra el Miedo, la Esperanza, sobre el autocuidado y el cuidado mutuo durante esta pandemia”, una iniciativa de Unitierra Oaxaca. La intención de esta campaña es proporcionar información útil sobre el covid-19, manteniendo como eje principal la esperanza.

Ante el miedo generalizado, queremos compartir formas de protegernos, sanarnos y reconstruir nuestros estilos de vida ante la pandemia. Los materiales han sido elaborados de manera conjunta con comunidades y colectivos con los que Unitierra mantiene vínculos cercanos.

La campaña radiofónica está disponible en español, mixe medio y zapoteco del istmo. Aborda temas sobre el cuidado mutuo, el autocuidado, la desinformación, así como los hábitos alimenticios que nos ayudarán a mantenernos sanos.

Escucha las cápsulas radiofónicas y accede a los diversos materiales de la campaña: Contra el Miedo, la Esperanza, sobre el autocuidado y el cuidado mutuo durante esta pandemia

Este material se comparte con autorización de La Minuta

 

Fuente e imagen:  https://www.educaoaxaca.org/contra-el-miedo-esperanza-autocuidado-y-el-cuidado-mutuo-durante-esta-pandemia/

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Argentina: el milagro de la vida en las periferias urbanas

Por: Raúl Zibechi

 

Lo que aprendimos durante años en la escuelita de educación popular trashumante nos ha nutrido para enfrentar esta situación”, asegura Mari, del barrio 12 de Julio en la periferia de Córdoba. Un barrio ocupado en el que viven 300 familias, que abrieron calles y colocaron la luz y el agua trabajando en colectivo. Funcionan en asamblea, están instalando ollas comunitarias y huertas familiares con apoyo de las vecinas más comprometidas.

La Trashumante, formalmente Universidad Trashumante, surgió en la década de 1990, “en un contexto en el que la gente estaba descreída de los gobiernos y de la política”, explica Mariana. “Salimos a trashumar con el Quirquincho —el autobús con el que hicieron extensas giras— en busca de ese otro país para encontrarnos con el abajo profundo, para aprender otras formas de hacer política”.

Durante años la Trashumante recorrió los pequeños pueblos que apenas figuran en los mapas y son invisibles para la política mediática. “Le llamamos pedagogía intimista, que consiste en escuchar a los grupos locales. Nos encontramos con mucho fatalismo y mucha quietud y ahí nos dimos cuenta de la persistencia del virus de la dictadura militar a través del miedo”.

“La pandemia nos ha mostrado lo que somos capaces de hacer, todo lo que aprendimos durante años de formación lo estamos poniendo en práctica y nos hizo mucho más fuertes”

Piter sostiene que “la primer trashumancia fue salir de un proyecto de extensión en la Universidad de San Luis, migrar de lo institucional a la intemperie, porque dentro de las instituciones estaba todo podrido y el pensamiento critico era muy conformista”.

Agrega algunas palabras a ese concepto de pedagogía intimista: “No salimos a buscar una nueva teoría política racional que explique lo que estaba pasando, sino cómo la gente estaba sintiendo la coyuntura y cómo la estaba resistiendo”.

Mariana explica que durante años se dedicaron a “cavar y rodar abajo”, pero en 2008 dieron un vuelco: militaban en organizaciones integradas por personas de clase media, en general universitarias que ponían sus esperanzas en las instituciones que la Trashumante rechazaba. “Ahí nos decidimos a trabajar en los territorios de los sectores populares, para que ellos mismos dirigieran sus propias organizaciones”.

Crearon un nuevo proyecto: la Escuela de Formación de Educadores de los Territorios Populares o, simplemente, escuelita. Las razones las pone Piter: “La pedagogía de las y los oprimidos estaba siendo capturada por la clase media y la creación de la escuelita tiene que ver con salir del lugar de enseñarle a la gente y empezar a compartir con las compas de los barrios sobre las formas de organización y de educación”. La red tiene tres principios: autonomía, autogestión y horizontalidad que, dice Mariana, “están llenos de contradicciones”.

Varias vecinas del barrio 12 de Julio participan en la escuelita, como Ana que se dedica al área de salud y autocuidado. “Trabajamos con hierbas medicinales y nos articulamos con el dispensario”, se escucha la voz entrecortada por la pésima conexión que tienen con internet.

“Las ollas las hacemos con lo que tiene cada vecino en su casa. Uno aporta una zanahoria, otra un paquete de fideos y la otra una o dos cebollas»

Gabi participa en el área de educación. “Tres veces por semana trabajamos con niños y niñas para ayudarlos en la tarea escolar y también apoyamos en conseguir semillas para las huertas”. Cultivan alimentos como zapallos para las ollas comunitarias y plantas medicinales para tratar las enfermedades crónicas, que se multiplican en la pobreza.

A Mari la conocí hace varios años en la escuelita: “Las ollas las hacemos con lo que tiene cada vecino en su casa. Uno aporta una zanahoria, otra un paquete de fideos y la otra una o dos cebollas. Tenemos algunas donaciones de la iglesia y de amigos profesionales de la Trashumante. Le decimos a la gente que abran más ollas, una por cuadra si se puede, porque del Estado no llega nada”.

El Encuentro de Organizaciones, una corriente inspirada en el movimiento piquetero (desocupados) luego de la insurrección de diciembre de 2001, aporta alimentos fruto de sus movilizaciones para presionar al Estado. “No queremos donaciones de gente que nos pone condiciones, como algunas iglesias que nos traen comida pero quieren que pongamos las banderas de la iglesia”.

En el espacio La Soñada, en el barrio Autódromo, Yaqui que se formó también en la escuelita sostiene que en estos días el principal objetivo de la organización del barrio es estar junto a los niños y las niñas. También formaron una olla comunitaria para alimentar a los abuelos y embazadas. En la escuelita debatieron sobre la centralidad del autocuidado.

“La pandemia nos ha mostrado lo que somos capaces de hacer, todo lo que aprendimos durante años de formación lo estamos poniendo en práctica y nos hizo mucho más fuertes”, siente Mari. Yaqui agrega que en los barrios hay más organización y más capacidad de hacer que antes de la cuarentena: “Aparecen manos solidarias de gente que no conocemos, hay un olorcito a solidaridad”.

Imposible no mencionar la violencia de género. “En el barrio hubo incendios y mujeres lastimadas, pero todo el barrio se unió para darle una mano a esas familias”, cierra Ana. No esperan nada del Estado, ni alimentos ni justicia. “Se nota la necesidad de la gente de estar junta”.

En apretada síntesis, esta es la historia de dignidad de un colectivo de educadores populares que dejaron las aulas para compartir con recicladores de basura y changarines, para hacer posible que los de más abajo dirijan sus organizaciones, sin “jefes” provenientes de las clases medias ilustradas.

*  *  *

“Una niña o un niño pueden pasar toda su vida, hasta que sean ancianos, en espacios autogestionados por las vecinas y los vecinos que son los que llevan adelante estas tareas”, relata con parsimonia el padre Carlos Olivero, de la Villa 21-24 de Barracas, en la ciudad de Buenos Aires.

En la mayor “villa miseria” de la ciudad, el padre Charly, como lo conocen los vecinos, vive y trabaja en la Parroquia de Caacupé desde 2002. La iglesia fue construida por los vecinos en minga: mientras ellos hacían la mezcla y colocaban los ladrillos, ellas preparaban el almuerzo y sostenían el trabajo comunitario. El nombre se lo pusieron los migrantes paraguayos, por la virgen la más emblemática de su país.

En la villa funciona una red impresionante de hogares, relata Charly: para abuelos, embarazadas y recién nacidos, jardines de infantes, para personas trans, para pacientes de diversas enfermedades como HIV y tuberculosis, para consumidores de drogas y para acompañar a personas privadas de libertad cuando salen de prisión.

Cuentan además con una escuela de oficios donde los jóvenes estudian, unos mil cada cuatrimestre, una escuela primaria y una secundaria. A la hora de enumerar los trabajos en la villa, es imposible no perderse. Charly va sumando espacios y tareas. “El Hogar de Cristo está centrado en el cuidado de los más vulnerables, personas en calle, en consumo, liberados. Tenemos una granja para mujeres con sus hijos y cooperativas para cuando los ex consumidores se reinsertan”.

Visitan a más de 300 personas sometidas al sistema penitenciario, pero con una cualidad que los diferencia otros proyectos: “Los que van a visitarlos son compañeros que estuvieron privados de libertad y por lo tanto saben de qué se trata. Los acompañan para que tengan la seguridad de que cuando salgan en libertad tendrán quién los apoye”.

En contra de la estigmatización de los medios —que no dejan de mentar violencia, drogas y delincuencia— sostiene que “la villa 21 es el mejor barrio de Buenos Aires, por la solidaridad, por el nivel de organización”

Seguimos sumandos: los exploradores son alrededor de 2.500, por el Hogar de Cristo pasan unas mil personas y atienden nueve comedores donde acuden un promedio de 200 personas cada día. “Imposible cuantificar”, se queja Charly con una sonrisa, ante la insistencia.

“Lo importante es que las vecinas y los vecinos son los que llevan adelante todos los espacios. Por eso te digo que una niña o un niño puede pasar toda su vida en espacios autogestionados, desde antes de nacer hasta que son abuelas. La idea es que haya propuestas sólidas para cada grupo del barrio, pero es el barrio el que los cuida”.

El padre Charly asegura que están construyendo algo “diferente del sistema”. Pertenece al movimiento de “curas villeros”, inspirado en el compromiso con los pobres que llevó al padre Carlos Mugica a comprometerse con los habitantes villa 31 (en Retiro, muy cerca del puerto), lo que le costó la vida al ser asesinado por la Triple A en 1974. Los curas villeros sostienen que vienen a las villas a aprender. Por eso Charly asegura que “más que a construir un mundo distinto venimos a conectarnos con lo que ya está, porque nuestro barrio es de inmigrantes, de gente que vino porque no tenía acceso a la salud y al trabajo”

En contra de la estigmatización de los medios —que no dejan de mentar violencia, drogas y delincuencia— sostiene que “la villa 21 es el mejor barrio de Buenos Aires, por la solidaridad, por el nivel de organización”. Durante la pandemia comprobaron la escasa noción que tienen los gobiernos, incluso los progresistas, de lo que sucede en las villas.

“Lo que hace la pandemia es hacer emerger todo lo que no estaba resuelto, la precariedad del trabajo, la falta de agua, la imposibilidad de ahorrar… y ahora emergen todos los problemas juntos”. En la villa no sólo había pobreza y trabajo informal, estaban la tuberculosis, el dengue, el HIV, las personas que viven en la calle y las privadas de libertad.

Cuando aterrizó la pandemia, multiplicaron los comedores, la entrega de alimentos a las familias y pusieron todos sus espacios al servicio del barrio. “Porque los gobiernos quieren ahorrar con la comida y los trámites burocráticos son un desastre al punto que ya nadie quiere venderles”, se indigna Charly.

Trabaja junto a los movimientos sociales del barrio, a los que considera imprescindibles. Con los militantes sociales hicieron un censo de personas vulnerables y de enfermeras e instalaron puestos de vacunación, distribuidos en las 63 hectáreas de la villa 21-24. “Aquí las personas no pueden aislarse porque viven hacinadas, hasta siete duermen en una misma cama”.

Nos recuerda que en el barrio no entran las ambulancias, por “seguridad”. Los protocolos oficiales, por lo tanto, no tienen la menor utilidad en la extrema pobreza. Por eso las organizaciones sociales superaron las diferencias para cuidar al barrio, dice Charly.

“Veo un escenario bastante difícil. En tiempos de guerra aceptamos economía de guerra, pero cuando no haya guerra las necesidades van a explotar. Queremos responder a la urgencia, pero que esa respuesta deje una capacidad instalada en el barrio”. En suma, organización.

El padre Carlos Olivero se despide con una frase casi bíblica, fruto de su experiencia vital: “Con el Estado no alcanza, porque no conoce la realidad de los barrios. Lo que venga tiene que ser con la organización popular. Esto significa que las compañeras y compañeros no ocupen cargos, para que no bajemos los brazos”.

 

Fuente e imagen: https://www.elsaltodiario.com/america-latina/villas-coronavirus-argentina-milagro-vida-periferias-urbanas

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Distanciamiento Social

Por: Giorgio Agamben

 

“No sabemos dónde nos espera la muerte, esperamos en todas partes. La meditación de la muerte es la meditación de la libertad. Aquel que ha aprendido a morir, ha dejado de servir. Saber cómo morir nos libera de toda sujeción y toda constricción”. Michel de Montaigne

 

Dado que la historia nos enseña que todo fenómeno social tiene o puede tener implicaciones políticas, es apropiado registrar cuidadosamente el nuevo concepto que ha entrado en el léxico político de Occidente hoy en día: “distanciamiento social”. Aunque el término se ha producido probablemente como un eufemismo para la crudeza del término “confinamiento” utilizado hasta ahora, hay que preguntarse qué cosa podría ser un orden político fundado en él. Esto es tanto más urgente cuanto que no se trata sólo de una hipótesis puramente teórica, si es cierto, como se ha dicho desde muchos sectores, que la actual emergencia sanitaria puede considerarse como el laboratorio en el que se preparan los nuevos dispositivos políticos y sociales que esperan a la humanidad.

Aunque hay, como siempre ocurre, los tontos que sugieren que tal situación puede considerarse ciertamente positiva y que las nuevas tecnologías digitales han permitido durante mucho tiempo comunicarse felizmente a distancia, no creo que una comunidad basada en el “distanciamiento social” sea humana y políticamente vivible. En cualquier caso, sea cual sea la perspectiva, me parece que es sobre esta cuestión sobre la que debemos reflexionar.

Una primera consideración se refiere a la naturaleza verdaderamente singular del fenómeno que han producido las medidas de “distanciamiento social”. Canetti, en esa obra maestra que es Masa y Poder, define la masa en la que se basa el poder a través de la inversión del miedo a ser tocado. Mientras que los hombres suelen temer ser tocados por el extraño y todas las distancias que los hombres establecen a su alrededor surgen de este temor, la masa es la única situación en la que este temor se invierte en su opuesto. “Sólo en la masa puede el hombre redimirse del miedo a ser tocado… Desde el momento en que nos abandonamos a la masa, no tenemos miedo a ser tocados… El que se nos acerca es igual a nosotros, lo sentimos como nos sentimos a nosotros mismos. De repente, es como si todo ocurriera dentro de un solo cuerpo… Esta inversión del miedo a ser tocado es peculiar de la masa. El alivio que se difunde en ella alcanza una medida llamativa cuanto más densa es la masa”.

No sé qué habría pensado Canetti de la nueva fenomenología de la masa a la que nos enfrentamos: lo que las medidas de distanciamiento y pánico social han creado es ciertamente una masa, pero una masa en ascenso, por así decirlo, formada por individuos que se mantienen a toda costa a distancia unos de otros. Una masa que no es densa, por lo tanto, sino enrarecida y que, sin embargo, sigue siendo una masa, si ésta, como señala Canetti poco después, se define por su compacidad y pasividad, en el sentido de que “un movimiento verdaderamente libre no le sería posible en modo alguno… espera, espera un líder, que debe serle mostrado”.

Unas páginas más tarde, Canetti describe la masa que se forma por una prohibición, “en la que muchas personas reunidas quieren dejar de hacer lo que habían hecho como individuos hasta ese momento”. La prohibición es repentina: se la imponen a sí mismos… en cualquier caso les afecta con la mayor fuerza. Es categórica como una orden; para ella, sin embargo, el carácter negativo es decisivo”.

Es importante no dejar escapar que una comunidad fundada en el distanciamiento social no tendría, como se podría creer ingenuamente, que ver con un individualismo empujado al exceso: sería, por el contrario, como la que vemos hoy en día a nuestro alrededor, una masa enrarecida fundada en una prohibición, pero, precisamente por eso, particularmente compacta y pasiva.

Fuente e imagen: https://ficciondelarazon.org/2020/04/07/giorgio-agamben-distanciamiento-social/

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La pandemia del miedo

Por: Carlos Fazio

Con saldo de 11 mil muertos sobre una población mundial del orden de los 7,800 millones, la denominada pandemia del coronavirus 2 (Covid-19) −síndrome respiratorio agudo grave cuyos efectos sobre la vida social están originando pánico colectivo y una situación de excepcionalidad, emergencia y alarma mundial− ha derivado en la virtual militarización de sociedades enteras, con la consiguiente aplicación de draconianas cuarentenas con vigilancia activa bajo el argumento de intentar evitar el contagio.

Como señaló Giorgio Agamben en un artículo titulado “La invención de una epidemia”, los medios de difusión masiva y las autoridades de varios países industrializados se esforzaron por difundir un “clima de pánico”, provocando “un verdadero estado de excepción” con graves medidas de control que limitaron la libertad de movimientos y una suspensión del funcionamiento normal de las condiciones de vida y trabajo en regiones enteras. “En un círculo vicioso perverso, la limitación de la libertad impuesta por los gobiernos es aceptada en nombre de un deseo de seguridad que ha sido inducido por los mismos gobiernos que ahora intervienen para satisfacerla”, escribió Agamben.

Sin minimizar la gravedad de la epidemia, y cuando ya había una recesión económico-financiera en ciernes en varios países y sistemas de salud pública colapsados por las políticas neoliberales, los diversos lenguajes del poder −entre ellos los jurídicos, culturales y mediáticos− han venido adoptando un léxico médico y hasta epidemiológico, pero también militar con fines de control de población.

Así, tras las medidas de confinamiento social punitivas decretadas inicialmente por las autoridades chinas, seguidas de las de los gobiernos de Italia, Francia, España y Bélgica, se decretaron posteriores cierres de frontera de corte xenofóbico por Canadá y Estados Unidos, lo que vino a reforzar la patologización de los extranjeros y las segregaciones raciales ya en curso en América del Norte y Europa, y ello derivó  en el aislamiento de 500 millones de personas en el mundo.

El miedo a la peste o la plaga y el pánico colectivo generado por el despliegue mediático en clave de “seguridad sanitaria”, ha sido aprovechado de manera oportunista en América Latina −vía una suerte de biologización de la política como en la Alemania nazi−, por el régimen asesino de Sebastián Piñera en Chile, quien decretó un estado de sitio sanitario con prohibición de movilizaciones callejeras en vísperas del plebiscito nacional para reformar la Constitución, previsto para el 26 de abril. A lo que se sumó el aplazamiento indefinido de la elección presidencial en Bolivia, decretado por el régimen golpista de Jeanine Áñez, que debía verificarse el próximo 3 de mayo. En ambos casos, siguiendo de nuevo a Agamben, el poder soberano y la vida nula podrían explicar esos procedimientos del poder y convertir la emergencia (el estado de excepción) en norma, como advirtiera de manera temprana Walter Benjamin.

En ese contexto, tras el bombardeo mediático, el esloveno Slavoj Zizek detectó ciertos elementos de “histeria racista” en el nuevo coronavirus y también “epidemias de virus ideológicos” latentes en nuestras sociedades, entre ellos, las noticias falsas (fake news) y  teorías conspirativas paranoicas.

Al respecto, cabe consignar que en febrero último, durante la Conferencia de Seguridad de Múnich –en el pico de la lucha contra el coronavirus en Wuhan, en la provincia de Hubei−, las autoridades de Beijing consideraron a Estados Unidos una “amenaza” y a través del ministro de Relaciones Exteriores, Wang Yi, deslizaron que desde los primeros casos de pacientes infectados estaban siendo sometidos a una “guerra híbrida” por el Pentágono.

El propio presidente Xi Jinping utilizó la palabra “guerra”. Y el vocero de la Cancillería china, Zhao Lijian, manejó en un tweet explosivo la posibilidad de que una delegación de 300 soldados del ejército de Estados Unidos, que participaron en los Juegos Militares de Wuhan en octubre de 2019, haya introducido el virus en esa ciudad asiática. Incluso, medios periodísticos chinos han insistido en una presunta conexión entre el cierre, en agosto pasado, de un laboratorio militar de armas biológicas declarado “inseguro” en Fort Detrick, en Maryland, donde está instalado el Comando Médico del Pentágono, con los juegos militares y la epidemia.

La campaña de propaganda de los medios occidentales con eje en el miedo, el pánico y la incertidumbre, tuvo como blanco deliberado inicial a China, para aislarla y satanizarla en el marco de la prolongada guerra comercial con Estados Unidos.

El 1 de marzo, Michel Chossudovsky, de Global Research, preguntó si EU tenía conocimiento previo de la pandemia Covid-19 y sus probables impactos. Y mencionó que el 18 de octubre del año pasado, dos meses antes del brote en Wuhan, el Centro John Hopkins para la Seguridad de la Salud, llevó a cabo un “ejercicio de simulación” de una epidemia de coronavirus nCoV-2019, en la ciudad de Nueva York.

En el Evento 201 Simulación, se “simuló” un colapso de un 15% de los mercados financieros. El ejercicio fue patrocinado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), la Fundación Bill & Melinda Gates, el Foro Económico Mundial, Bloomberg y la Fundación Hopkins. El 17 de marzo, un grupo de científicos occidentales concluyó que el SARS-CoV-2, que provoca la enfermedad Covid-19, no se creó en un laboratorio ni es un virus manipulado de forma intencionada.

Vía el poder blando (soft power) de sus paquetes de ayuda médica humanitaria a Europa y América Latina, China se ha reposicionado geopolíticamente de manera rápida, mientras, de cara al “virus extranjero”, el eje Trump-Johnson-Bolsonaro viene impulsando una salida neomaltusiana inspirada en el darwinismo social.

Según el marxista británico Michael Roberts, la gran mayoría de los economistas convencionales han llegado a un consenso: pronostican una caída mundial del PIB real mundial en al menos dos trimestres consecutivos del 2020. Habrá una contracción producto de la pandemia Covid-19 y del “confinamiento” como respuesta. El Instituto Internacional de Finanzas (organismo de investigación de la banca internacional) calcula que la economía de EU se contraerá en un 10% y la de Europa en un 18% a fines  de junio de este año. Sin embargo, aunque esas economías luego se recuperarán, Roberts dice que se habla muy poco del devastador impacto en miles de millones de personas del llamado “Sur Global”.

Como señala David Harvey, el COVID-19 no es una fluctuación repentina. Es un shock verdaderamente poderoso en el corazón del consumismo que domina en los países más prósperosSegún el geógrafo británico, el presidente Trump realizó “una imitación del Rey Canuto frente a una potencial marea de enfermedades y muertes”. El hecho de que Trump haya perdido el tiempo durante tantas semanas puede resultar costoso en muchas vidas humanas.

Harvey dice que si China no puede repetir el papel que jugó en 2007-8 en el rescate del capitalismo mundial, entonces la carga de la salida de la actual crisis económica se trasladará a los Estados Unidos. Y he aquí la gran ironía: “Las únicas políticas que funcionarán, tanto económica como políticamente, son mucho más socialistas que cualquier cosa que pueda proponer Bernie Sanders. Los programas de rescate tendrán que iniciarse bajo la égida de Donald Trump, presumiblemente bajo la máscara de Making América Great Again”.

Harvey agrega que todos los republicanos que se opusieron de manera visceral al rescate de 2008, tendrán que comerse el cuervo o desafiar a Donald Trump.  Y este personaje podría llegar a cancelar las elecciones de este año “por la emergencia” e imponer una “presidencia autoritaria del Imperio” para salvar al capital y al mundo de “los disturbios y de la revolución”.

Fuente e imagen: https://nuevarevolucion.es/la-pandemia-del-miedo/


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El miedo y la ira en la vida escolar

Por: Miguel Ángel Rodríguez

Hace una par de semanas me invitaron a charlar con un nutrido grupo de profesoras y profesores de educación básica de Huauchinango, Izúcar de Matamoros y San Martín Texmelucan, Puebla. Las charlas fueron parte de la inauguración del Programa Nacional de Convivencia Escolar (PNCE) que pretende “…promover la intervención pedagógica en las aulas y escuelas, de carácter formativo y preventivo con apoyo de materiales educativos, orientada a que las/os alumnas/os reconozcan su propia valía; aprendan a respetarse a sí mismos y a los demás; a expresar y regular sus emociones; a establecer acuerdos y reglas, así como a manejar y resolver conflictos de manera asertiva.”

En fin, preparé un par de exposiciones, una sobre la educación básica como derecho social fundamental y otra sobre qué son los valores en el tiempo, para las diferentes culturas, en un mundo globalizado, con un presidente norteamericano que proclama la supremacía biológica de los blancos, los White Anglo-Saxon Protestant  (WASP) e infecta de miedo, ira, culpa (que se atribuye a los otros) y envidia a la sociedad estadounidense –lo dice Martha C. Nussbaum.

Tenía sentido, pues muchos poblanos de esas regiones tienen familiares viviendo, desde hace mucho tiempo, en Estados Unidos y algunos sintieron en carne viva, incluso, el estigma del inmigrante en tierras más allá del Río Bravo.

Sin la pretensión de ser alarmista, con la celebrada filósofa de la justicia poética, con Nussbaum, me pregunto aquí, después de mis charlas, si algunos de esos sentimientos del ser humano, que retratan nuestra vulnerabilidad, se encuentran presentes en la vida pública nacional y de qué manera pueden afectar la consolidación de un proyecto democrático de nación. Me refiero con énfasis a la particularidad histórica del gremio: ¿cuál es el sentimiento, la emoción que prevalece, traspasa la epidermis y se instala como conciencia de finitud, en este momento, en una buena parte del magisterio nacional…?

Quiero hablar, siguiendo a Nusbbaum, de La monarquía del miedo, de la ira que cobija y alimenta secretamente, de la manipulación que los poderes fácticos y los poderes públicos pueden hacer, ¿están haciendo?, de tales emociones entre la ciudadanía de nuestras sociedades globalizadas. Es la ira que nace del miedo permanente a una muerte violenta, de la impotencia frente a la impunidad, de no encontrar responsables y, en consecuencia, de culpabilizarnos todos, unos a otros, sin mejores resultados que la ruptura de los lazos de  fraternidad.

Siempre resulta refrescante sentir la presencia, los estados emotivos, las disposiciones afectivas que despliegan los profesores y las profesoras de México antes de decidir, frecuentemente en escenarios escolares adversos, como el de la violencia, ¿qué hacer…? ¿qué fundamentos pedagógicos elegir para la formación, para la educación de los seres humanos, ahí, en las aulas…?

Son los protagonistas del proceso educativo, son las fuentes originarias del cuidado del ser humano. Mucho tiempo estuve ciego para intuirlo, para comprenderlo. Y era lo más próximo, lo más cercano.

Expuse un esbozo histórico de los derechos humanos hasta el momento de concebir a la educación como uno de los cuatro derechos sociales fundamentales, como un derecho que es la base, el impulso anímico para conquistar otros derechos, una condición sine qua non para abrir otras, mejores posibilidades de habitar el mundo –todo sazonado con alguna dosis risueña de escepticismo, de realismo pesimista propio de la edad.

Hablé del Estado legislativo de derecho y del Estado constitucional de derecho, de la impostergable necesidad de hacer efectivos, para que sean válidos, los derechos de las niñas y niños de México a una mejor educación, que incluye el derecho a tener escuelas completas, con infraestructura suficientemente satisfactoria para potenciar las capacidades y habilidades de las profesoras, profesores y estudiantes, particularmente en las comunidades indígenas. Es ahí donde la inequidad social clava sus garras desde la Colonia.

No es una novedad, en muchas regiones indígenas aún pervive el Estado paleoliberal, el de “la indiferencia jurídica de las diferencias”, a cuya organización estatal no le interesa garantizar la existencia de las diferencias y, en el mejor de los casos, son incluidas solo en calidad de excluidas. Son espacios en los que la organización estatal revela sobredosis seculares de xenofobia (rechazo a los extranjeros) y aporofobia (rechazo a los pobres –lo llama Adela Cortina).

Las cifras del INEE son devastadoras, pues el escenario que nos presentan de los pueblos indígenas originarios ilustran muy vivamente, o, mejor dicho, con una luz mortecina, las tristes condiciones de existencia de los estudiantes y la deficiente infraestructura de las escuelas 
indígenas de México.

Al terminar las respectivas exposiciones se abrió una pequeña ronda de preguntas y respuestas. Esperaba poner sobre la mesa que Puebla es uno de los estados con mayores índices de discriminación, creo que si lo dije, no me acuerdo bien, en todo caso llevaba indicadores actualizados…pero los caminos de la vida no son como yo pensaba, como los imaginaba, no son como yo creía, porque el magisterio tenía su propia agenda y, sin cortapisas, la extendió sobre la mesa.

Había una constante en las tres ciudades y era la memoria reciente del Colegio Cervantes de Torreón, Coahuila, la del asesinato de una maestra a manos de uno de sus alumnos de once años de edad, quien, a sangre fría, casi a quemarropa, disparó sobre ella y, después, en el delirio del juego, descargó el arma inclemente contra otro profesor y cinco estudiantes que estaban en el patio, antes de voltear la pistola homicida hacia sí mismo, antes de suicidarse. Replicaba, al parecer, la masacre perpetrada por dos estudiantes de la secundaria de Columbine, en Colorado, en Estados Unidos, la tragedia más grande que registra la historia de la educación secundaria en aquel país.

Vinieron, pues, los cuestionamientos. Elegí para ilustrar mi propósito los dos siguientes:

Maestra de Izúcar:  ¿Qué nos recomienda usted, qué hacer frente a la amenaza de que se repita la tragedia del Colegio Miguel de Cervantes de Torreón, Coahuila…?, ¿Se debe regresar al plan de mochila sana y segura?


Maestra de San Martín: Si ya se canceló el programa operativo mochila segura, ¿quién nos va garantizar que mañana, dios no lo quiera, se presente una situación similar…?

Las interrogantes hicieron que el auditorio se removiera inquieto, nervioso, sobre sus asientos, un rumor fue subiendo de tono hasta convertirse en coro cuando las profesoras soltaron como oscuros enigmas sus preguntas. Me quedé paralizado, podía responder, con datos estadísticos e información de política educativa comparada, por el estado de los derechos políticos, económicos, sociales y culturales, pero nunca me preparé para responder la pregunta crucial: la pregunta por el derecho a la vida.

Eran cuestionamientos sobre los fundamentos del pacto social en México, sobre la validez y legitimidad del contrato social, porque el miedo, según recuerdo de Thomas Hobbes, es el origen que posibilita saltar del Estado de Naturaleza al Estado civil, pero no cualquier miedo sino el miedo a una muerte violenta, ahí reside el secreto del pacto de sujeción y de la primera forma del Estado moderno. El pueblo cede parte de sus libertades al poder soberano, para que lo libre de una muerte violenta. ¿Qué pasa cuando el Estado no garantiza ese derecho efectivamente…?

Lo que los docentes estaban desocultando era una disposición afectiva, un estado emotivo primario, de conservación y afirmación de la vida, de incertidumbre frente a la ausencia de un Estado, no parecían tener la certeza de que el Rey de los soberbios, el Leviatán, pudiera someter a las fuerzas del mal. 
El desasosiego de las profesoras y profesores era la expresión del miedo al que están diariamente sometidas las escuelas y las aulas -el sistema educativo en su totalidad-, pues viven temerosas por la alta probabilidad de ser víctimas de la violencia impune.

El tema que ellas estaban introduciendo era la cúspide del derecho internacional: el derecho a una vida digna.

Una vez que me repuse del sorpresivo giro que tomaron las circunstancias traté de responder que el derecho a la intimidad personal y familiar se considera inalienable, intransferible e imprescriptible, que es un principio sagrado de los filósofos liberales, pues está relacionado con la protección a la dignidad de los seres humanos. La conquista del derecho a la intimidad –continué- nos había llevado muchos siglos, tuvieron que pasar muchas inquisiciones, muchos tribunales de la fe y muchos crímenes de odio para su coronación como principio fundamental de las libertades y derechos humanos.

En esa intimidad se incuba la semilla de la libertad de conciencia, la libertad de expresión, la libertad de crítica. Y concluí que por todo ello no podíamos olvidar, abandonar, el derecho a la intimidad de los estudiantes.

En suma, que no me parecía una buena política escolar atentar contra la intimidad que, como la correspondencia, atesoran las mochilas del estudiantado. Que equivaldría a invertir el principio básico del derecho que reza que “todos somos inocentes hasta que no se demuestre lo contrario” por el de “todos somos culpables mientras no se demuestre la inocencia”.

Les comenté que en la intimidad de la casa, quizá, las madres y los padres de familia pudieran revisar las mochilas de los menores de edad antes de que fuesen a la escuela. Sentí que mis argumentos racionales y razonables resultaban muy endebles, débiles para calmar las acusadas expresiones de temor.

A regañadientes, podría decirse, las profesoras y profesores aceptaron mis argumentos, reconocían la lógica y el contenido, pero mis razones no calmaban sus miedos, sus enojos, sus malestares contra el sistema, contra el escenario de violencia impune que impera en sus regiones.

Pude sentir el miedo a una muerte violenta en las escuelas, flotando, intoxicando el ambiente. En ese contexto un profesor de Izúcar de Matamoros, un maestro mayor que no vio más que viento en mis palabras, demagogia –debe haber pensado-, tomó decidido la palabra para fijar su posición. Era un tono enérgico, mostraba un sentimiento de enojo contenido, porque su voz lindaba con el grito cuando me dijo que mi manera de pensar era muy irresponsable, porque los dejaba inermes a ellos, a los profesores. Pude percibir que yo era la representación, en ese momento, de la ausencia de responsables de la probabilidad de la violencia escolar en las escuelas. Volví a pensar con Nussbaum que el miedo socava la fraternidad de la vida escolar.

Y es que el miedo extremo nos conduce a dar palos de ciego, buscamos y no encontramos quiénes son, bien a bien, los responsables de la descomposición social por la que atraviesa México. En el sistema educativo ocurre lo mismo cuando se habla de la catástrofe estridente, los medios suelen arremeter contra la dignidad del magisterio de manera infame, los padres y madres de familia se levantan igual contra las autoridades educativas que contra los maestros. Mientras el magisterio responsabiliza a los padres y a los directivos, los sindicatos de maestros responsabilizan a las autoridades educativas y, desde luego, la acusación tiene un oscuro camino de regreso.

En esa confusión de responsabilidades y culpabilidades no es extraño que el sentimiento de impotencia aflore en el magisterio, que el miedo a la muerte violenta sea el impulso anímico sobre el cual se monte el enojo y la ira, porque aunque queremos intervenir, participar para transformar los escenarios, no encontramos el camino, no sabemos cómo hacerlo efectivamente.

Es una ira que nace del sentimiento de la propia vulnerabilidad, del desmoronamiento de las instituciones de justicia. Los griegos y los romanos, nos recuerda Nussbaum, consideraban a la ira como un veneno mortal contra cualquier régimen democrático y los primeros declararon un guerra cultural a la ira vengativa, basta recordar las primeras líneas de la Iliada que canta la ira de Aquiles, quien termina reconciliado con su enemigo, el Rey Príamo, dejando atrás los crímenes inspirados por el deseo de venganza, por la muerte de su querido amigo Patroclo.

Y pienso que tal vez hemos reparado muy poco en la extensión que el miedo está generando en las comunidades escolares, una emoción que, combinada con la ira y la culpabilización (de los otros, los diferentes), desemboca en el asco (un pensamiento de contaminación), en los crímenes de odio, como ha sucedido contra las mujeres, indígenas, pobres, musulmanes, judíos, afrodescendientes, homosexuales, transexuales, con un largo y enlutecido  etcétera.

El PNCE es un programa preventivo de la SEP que apenas comienza, y considero que es muy pronto para decir nada; no obstante, de sus contenidos se desprende que se trata de disolver o, por lo menos disminuir, el racismo y la pigmentocracia creciente de nuestras sociedades, promover la igualdad de género, el respeto a la diversidad cultural, la diversidad sexual y la aporofobia (el rechazo a los pobres).

La propuesta pedagógica es pertinente, porque incluso recurre a técnicas básicas de meditación (budista) para calmar las emociones y los sentimientos desbordados a la hora de tomar decisiones, para evitar el sufrimiento derivado de la mente de mono, de la inconciencia y disfrute del tiempo presente por estar en el tormento del tiempo pasado y el tiempo futuro.

Sin embargo, como siempre, falta ver qué opinan los grandes capitanes de empresa de la televisión y la radio comerciales de nuestro país y de Estados Unidos, pues ellos son, en la historia real, como nos enseñó Pablo Latapí Sarre, con su programación violenta, lacrimógena, banal, racista, homófoba, sensiblera, los únicos y verdaderos criadores de las políticas culturales de las emociones entre la niñez y la juventud de México y el mundo entero.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/el-miedo-y-la-ira-en-la-vida-escolar/

Imagen: https://pixabay.com/photos/hiding-boy-girl-child-young-box-1209131/

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Libro: Educación Emocional. Propuestas para educadores y familia (PDF)

España / Autor: Rafael Bisquerra (coordinador) / Fuente: rafaelbisquerra.com

«La educación emocional es una respuesta a las necesidades sociales: ansiedad, estrés, depresión, violencia, consumo de drogas, etc. Todo esto es manifestación del analfabetismo emocional. El objetivo es el desarrollo de competencias emocionales, entendidas como competencias básicas para la vida.

 

Este libro tiene un enfoque eminentemente práctico. Se presentan multitud de actividades y ejercicios para el desarrollo de competencias emocionales, dirigidas a la educación infantil, primaria, secundaria y familias.En diversos capítulos se tratan: miedo, ansiedad y estrés; regulación de la ira para la prevención de la violencia; la tristeza; inspirar la felicidad, etc. Hay un capítulo sobre música, emoción y motivación, con la presentación de una experiencia interdisciplinaria, que puede servir de modelo y ejemplo. Otro capítulo pone un énfasis especial en la educación emocional en la familia, con la presentación de propuestas para la práctica.La intención es contribuir a la difusión de la educación emocional, tanto en la educación formal como en la familia. Investigaciones recientes han demostrado sus efectos positivos en las relaciones interpersonales, en la disminución de la conflictividad, en el rendimiento académico y en el bienestar.»

 

Links para la descarga:

Educación Emocional. Propuestas para educadores y familias – Rafael Bisquerra Alzina (2)

ó

https://drive.google.com/file/d/1LPjPptmCs9lpCmKwrkb4r5JaeONOgjdD/view?fbclid=IwAR00MkEcSJGU5alzMnYfOp6O1q6u93dSmfWdKycqZ9mDw7EiEB7zm8Dzaxc

 

Fuente de la Reseña:

http://www.rafaelbisquerra.com/es/biografia/publicaciones/libros-basicos/150-educacion-emocional-propuestas-para-educadores-y-familias.html

ove/mahv

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