Por: Rocío Moreno
Historias de vida en las luchas de México
Por razones que aun no comprendo, me he convertido en migrante. Hace unos pocos meses, tenía una vida estable en México (jajaja). A pesar de las condiciones de guerra que existen en nuestro país, uno puede ingeniárselas para hacer la vida en ese escenario tan contradictorio y desalentador. Cada vez la vida es más difícil de sostenerla; no tendría que ser así, pero lo es, de hecho, ahora debemos de luchar por ella, por seguir conservándola y colocarla de nuevo en el centro de todas nuestras organizaciones. Pues como les decía, yo tenía una vida en México, una lucha y muchos sueños por hacer. Pero como todo migrante lo sabe, no tuve otra opción más que desplazarme y simplemente me fui. Dejé a mi familia y amigos, dejé mi trabajo y de la cercanía de mis alumnxs que me dejaban observar y comprender el mundo a través de lecturas y libros increíbles que nos hacían creer en otros mundos posibles. Dejé mi casa, mis plantas, mis muebles, un tocador viejo de mi abuela materna, mis fotografías, mis cuadros, mis libros y mis cazuelas que tanto disfrutaba usar. Lo que más extraño de mi casa es recibir a mis amigos y familia para cocinar, beber y convivir, hacer la buya. Todo mi mundo se esfumo de un día a otro. También extraño mucho saber por dónde caminar, yo allá sabia como encontrar lugares, gente, comida… todo, sabia todo. También conocía mi territorio, mi historia. Leia y observaba las problemáticas de mi región y el país, y pues tenía una postura frente a todo eso. El día que partí, guarde lo que más pude en dos mochilas y tome a mi hija para salir del país. Ahora, estoy en un país distinto. Ahí hablan una lengua distinta, es una sociedad que prioriza el individualismo sobre lo comunitario y definitivamente me encuentro en otro territorio, frente a muchas culturas, pero al mismo tiempo, con una cultura dominante que cada vez que la consumes te aleja poco a poco de dónde vienes.
Como no tengo muchas palabras, ni sentimientos sinceros para explicar las razones de mi partida, quisiera compartirles las razones que he escuchado de todos los que estamos de este lado del continente y que, sin duda, es la voz de todas nuestras historias. Cuando me desplacé, recordé mucho a mi profesora de la primaria, de cuando explicaba que en la historia de la humanidad siempre se han tenido migraciones. Muchas de ellas fueron masivas, e incluso que trascendieron continentes. Creí que eso era solo cosa del pasado, que había pasado hace miles de años, pero no. En un sentido natural, la migración es una condición que le ha permitido a las sociedades mantenerse y buscar nuevos espacios donde hacer la vida, desde esa perspectiva, la migración siempre se hace para buscar la sobrevivencia, pero también están las marcas de las migraciones que han sido generadas por las guerras, hambrunas, violencias, pobreza, etc.
El sistema capitalista patriarcal y colonialista que nos gobierna en la actualidad, es un sistema que provoca migraciones masivas de gente de todo el planeta que corren de sus territorios por las guerras, injusticias, pobreza y violencia que existen en sus lugares de origen. Nadie habla de los migrantes, pero existen millones de personas caminando por todo el planeta buscando un lugar para vivir y poder hacer la vida. Si no se habla de esos millones de personas, mucho menos se habla de las razones por las que la gente se tiene que desplazar. Y claro que es importante hablar sobre las razones que obliga a mujeres, hombres, ancianxs y niñxs a abandonar sus tierras y sus vidas. Este escrito no es un informe sobre las causas de las migraciones que hay en el planeta, lo único que intento colocar en este dialogo, es recordarnos que las migraciones provocadas son necesariamente uno más de los efectos que el sistema capitalista patriarcal y colonialista genera en la humanidad. Piensen en las migraciones masivas de centro América y Sudamérica, Medio oriente, África, Asia y por supuesto nuestro país, son millones de personas caminando, sin techo, sin trabajo, sin derechos, sin nombre, ni voz.
Migrar y ser desplazado de tu territorio es un acto profundamente violento para cualquier ser humano. Dejas todo y llegas a un lugar extraño a iniciar de nuevo. Comenzar de nuevo es muy difícil, pero es más duro quedarse en sus lugares de origen a solo esperar la muerte. Personalmente, no tengo miedo a iniciar, pero si tengo miedo a cambiar y a olvidar mi camino, ahora solo me reconforto al estar con mucha gente que nos sentimos de la misma manera. No me alegra saber que hay refugiados de guerra, familias que huyen de las organizaciones criminales, jóvenes que buscan encontrar trabajo y así poder reunir dinero para regresar a su casa de nuevo… Así llegamos a este país, destrozados, desplazados de nuestras tierras y vidas que teníamos. Aun las personas que migran por las guerras que hay en sus países, aun así, suspiramos al añorar el retorno. En esos suspiros, me enrabia saber que nuestra situación es generada y provocada por el sistema de muerte que gobierna a la humanidad.
Ahora, tengo vecinos filipinos, una de mis amigas con la que aprendo inglés y un poco de Darí, es afgana, el chico que atiende una tienda es Apache, la maestra de mi hija es colombiana, el esposo de mi sobrina es Afroamericano, hay sirios, indios, africanos, chinos, filipinos, coreanos cerca de mí, y también por su puesto hay mexicanos, muchos de ellos, son familias que están solicitando asilo político por el alto nivel de violencia que está provocando el crimen organizado y el Narco Estado que nos gobierna en México. Así es el tamaño de la violencia de nuestro país, es también una guerra.
Afortunadamente, no todo es dolor. También hay mucha Rabia, quiero decir, digna rabia y eso, ¡sí que me da gusto! Por supuesto que la memoria y la costumbre de nuestros pueblos sale a flote, en todas nuestras prácticas. He visto rituales hindús en los garajes, reuniones de hombres con turbantes en los parques, mujeres haciendo ejercicio con su Hijab puesto, asiáticos sembrando sus hierbas y flores, latinos vendiendo su comida tradicional por todas las calles, mercados de todas las culturas, sinceramente no se como la gente hace para ingresar todos los alimentos, hierbas y artefactos tradicionales de sus países a los Estados Unidos. Yo voy a un mercadito donde compro tlayudas, charales, chapulines, camote, nopales, cacao, mole, maíz azul, sal de colima, hay puestos de tacos, birria, raspados, aguas frescas, prácticamente todo lo que hay en México, y aunque no es México, es el otro México que suspira y recuerda quién es, en un territorio ajeno. También hay organizaciones, gente organizándose para no olvidarse de quienes son. He estado en reuniones con nativos americanos, con hermanos de pueblos originarios de distintas partes de México, Guatemala, Perú y Salvador, pero también, afroamericanos, chicanos, gringos, etcétera que buscan tener una vida digna y justa. Personas que quieren luchar, organizarse y no rendirse.
Los compañerxs de este lado, me han enseñado a comprender que la lucha que hacemos para recuperar nuestras vidas, es necesariamente transterritorial, quiero decir que en esos otros mundos que buscamos crear, no deben de existir las fronteras que nos dividen y separan, y las migraciones deben de ser por decisiones propias y no por situaciones de guerra y violencia. Por lo pronto, no podemos dejar de decir que migrar es un derecho humano, no es un delito. No sé si algún día podremos tener una sociedad que derrumbe las fronteras, pero si podemos comenzar a imaginarlo.
Migrar NO es un delito ¡todxs somos migrantes!