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De sol a sol

Por: Ilka Oliva-Corado

Francisco tiene la suerte de trabajar de lunes a domingo sin importar el clima. Así le cuenta a su mamá en su natal Morazán, El Salvador, cada vez que la llama por teléfono. El trabajo es duro, pero no tan distinto a la jornada en el campo en su país natal, donde creció arando la tierra con una yunta de bueyes.

Cuando le dijeron de irse para El Norte, no lo pensó dos veces, de eso ya treinta años. Dejó los cerros y los ríos para irse a vivir a una ciudad de rascacielos para trabajar en el sótano de uno de estos picando y empacando apios. Pero después de cinco años sin ver la luz del sol agarró camino hacia California donde estaban sus amigos de infancia y varios miembros de su familia, lo que se encontró ahí fue una inmensidad de campos de cultivo y prácticamente a la mitad de su aldea.

Conocedor de la labor campesina, se sorprendió de la tecnología que utilizan en El Norte para trabajar la tierra, el tipo de abono y los tiempos de cosecha. Todo industrializado. Sin importar las altas temperaturas, las tormentas invernales o los temporales de lluvia, Francisco se pone sus botas de hule y su sombrero y se convierte en una de las hormigas que se ven a distancia entre los surcos.

En su aldea las limitaciones de terreno las marcan los cerros, los barrancos y los ríos, en California los campos agrícolas son del tamaño del municipio donde creció. Todo queda lejos, también los garrafones de agua que llevan para la hora de almuerzo, salir de los surcos para ir al baño se convierte en una aventura, por eso muchos no toman líquidos durante la jornada laboral para no perder tiempo en ir al baño y que les descuenten del salario.

Tiene suerte, le dice siempre a su mamá, porque en otros trabajos, como en el de jardinería, dependiendo el estado se hace sólo de primavera a otoño y si llueve fuerte no se trabaja y no reciben pago. En cambio, el trabajo del campo es el más seguro, le comenta, porque la gente tiene que comer truene, llueve o relampaguee y la tierra tiene que producir.  Francisco no le pone cuidado a trabajar de doce a catorce horas diarias de lunes a domingo, tampoco que su salario sea el mínimo y que por no tener derechos laborales por ser indocumentado no se le paguen horas extras.

Cuando se aburre de un campo se cambia a otro, es así como ha trabajado en sembradíos de fresas, apio, cilantro, pepinos, remolachas y cuanta fruta y vegetal crezca en California. Cuando se aburre de California se va con las caravanas de jornaleros golondrina que viajan de estado en estado cosechando por temporada.

Cada vez que llama por teléfono a su mamá le cuenta la cantidad de aventuras que se viven en el trabajo agrícola, pero jamás le contará que tiene deficiencia renal y que necesita urgentemente un trasplante de riñón que no puede realizarse por ser indocumentado.

Fuente de la información: https://cronicasdeunainquilina.com

 

 

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África – Negocio con vidas humanas. Reseña de película

Los traficantes de personas hacen negocio con los necesitados en Mauritania. Organizan travesías de africanos de la parte occidental hacia Europa.

¿Ayudan a las personas o actúan como los traficantes de esclavos del siglo XVI?

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La trata de esclavos en el siglo XVI devastó las sociedades de África Occidental. En ese entonces, algunas pocas personas se hicieron ricas a través de esto. Aún hoy hay especuladores que se lucran con la miseria de sus compatriotas. Abdourahmane es un traficante mauritano.

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El bote será pilotado por su tocayo Abdourahmane, un capitán experimentado. Este es consciente de que, al viajar en una pequeña embarcación, arriesga su vida.

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Esta película establece paralelismos entre la trata de esclavos de antaño, el secuestro involuntario de miles llevados encadenados y el negocio actual de la migración. Incluso si ahora son personas desesperadas las que voluntariamente y llenos de esperanzas se suben a un bote. ¿De dónde viene el fuerte deseo de querer abandonar el hogar? ¿A pesar de que muchos saben que en Europa con demasiada frecuencia también son explotados como mano de obra barata?

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Emprendieron la marcha a pesar de todas las advertencias de que los refugiados no son recibidos con los brazos abiertos en Europa. Corren el riesgo de ser atrapados por las autoridades. Gastan fortunas e incluso arriesgan la vida tratando de llegar a Europa a través del Atlántico y el Mediterráneo por una ruta irregular.
Fuente: https://www.dw.com/es/%C3%A1frica-negocio-con-vidas-humanas/a-64563314

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Migrar NO es un delito ¡todxs somos migrantes!

Por: Rocío Moreno 

Historias de vida en las luchas de México

Por razones que aun no comprendo, me he convertido en migrante. Hace unos pocos meses, tenía una vida estable en México (jajaja). A pesar de las condiciones de guerra que existen en nuestro país, uno puede ingeniárselas para hacer la vida en ese escenario tan contradictorio y desalentador. Cada vez la vida es más difícil de sostenerla; no tendría que ser así, pero lo es, de hecho, ahora debemos de luchar por ella, por seguir conservándola y colocarla de nuevo en el centro de todas nuestras organizaciones. Pues como les decía, yo tenía una vida en México, una lucha y muchos sueños por hacer. Pero como todo migrante lo sabe, no tuve otra opción más que desplazarme y simplemente me fui. Dejé a mi familia y amigos, dejé mi trabajo y de la cercanía de mis alumnxs que me dejaban observar y comprender el mundo a través de lecturas y libros increíbles que nos hacían creer en otros mundos posibles. Dejé mi casa, mis plantas, mis muebles, un tocador viejo de mi abuela materna, mis fotografías, mis cuadros, mis libros y mis cazuelas que tanto disfrutaba usar. Lo que más extraño de mi casa es recibir a mis amigos y familia para cocinar, beber y convivir, hacer la buya. Todo mi mundo se esfumo de un día a otro. También extraño mucho saber por dónde caminar, yo allá sabia como encontrar lugares, gente, comida… todo, sabia todo. También conocía mi territorio, mi historia. Leia y observaba las problemáticas de mi región y el país, y pues tenía una postura frente a todo eso. El día que partí, guarde lo que más pude en dos mochilas y tome a mi hija para salir del país. Ahora, estoy en un país distinto. Ahí hablan una lengua distinta, es una sociedad que prioriza el individualismo sobre lo comunitario y definitivamente me encuentro en otro territorio, frente a muchas culturas, pero al mismo tiempo, con una cultura dominante que cada vez que la consumes te aleja poco a poco de dónde vienes.

Como no tengo muchas palabras, ni sentimientos sinceros para explicar las razones de mi partida, quisiera compartirles las razones que he escuchado de todos los que estamos de este lado del continente y que, sin duda, es la voz de todas nuestras historias. Cuando me desplacé, recordé mucho a mi profesora de la primaria, de cuando explicaba que en la historia de la humanidad siempre se han tenido migraciones. Muchas de ellas fueron masivas, e incluso que trascendieron continentes. Creí que eso era solo cosa del pasado, que había pasado hace miles de años, pero no. En un sentido natural, la migración es una condición que le ha permitido a las sociedades mantenerse y buscar nuevos espacios donde hacer la vida, desde esa perspectiva, la migración siempre se hace para buscar la sobrevivencia, pero también están las marcas de las migraciones que han sido generadas por las guerras, hambrunas, violencias, pobreza, etc.

El sistema capitalista patriarcal y colonialista que nos gobierna en la actualidad, es un sistema que provoca migraciones masivas de gente de todo el planeta que corren de sus territorios por las guerras, injusticias, pobreza y violencia que existen en sus lugares de origen. Nadie habla de los migrantes, pero existen millones de personas caminando por todo el planeta buscando un lugar para vivir y poder hacer la vida. Si no se habla de esos millones de personas, mucho menos se habla de las razones por las que la gente se tiene que desplazar. Y claro que es importante hablar sobre las razones que obliga a mujeres, hombres, ancianxs y niñxs a abandonar sus tierras y sus vidas. Este escrito no es un informe sobre las causas de las migraciones que hay en el planeta, lo único que intento colocar en este dialogo, es recordarnos que las migraciones provocadas son necesariamente uno más de los efectos que el sistema capitalista patriarcal y colonialista genera en la humanidad. Piensen en las migraciones masivas de centro América y Sudamérica, Medio oriente, África, Asia y por supuesto nuestro país, son millones de personas caminando, sin techo, sin trabajo, sin derechos, sin nombre, ni voz.

Migrar y ser desplazado de tu territorio es un acto profundamente violento para cualquier ser humano. Dejas todo y llegas a un lugar extraño a iniciar de nuevo. Comenzar de nuevo es muy difícil, pero es más duro quedarse en sus lugares de origen a solo esperar la muerte. Personalmente, no tengo miedo a iniciar, pero si tengo miedo a cambiar y a olvidar mi camino, ahora solo me reconforto al estar con mucha gente que nos sentimos de la misma manera. No me alegra saber que hay refugiados de guerra, familias que huyen de las organizaciones criminales, jóvenes que buscan encontrar trabajo y así poder reunir dinero para regresar a su casa de nuevo… Así llegamos a este país, destrozados, desplazados de nuestras tierras y vidas que teníamos. Aun las personas que migran por las guerras que hay en sus países, aun así, suspiramos al añorar el retorno. En esos suspiros, me enrabia saber que nuestra situación es generada y provocada por el sistema de muerte que gobierna a la humanidad.

Ahora, tengo vecinos filipinos, una de mis amigas con la que aprendo inglés y un poco de Darí, es afgana, el chico que atiende una tienda es Apache, la maestra de mi hija es colombiana, el esposo de mi sobrina es Afroamericano, hay sirios, indios, africanos, chinos, filipinos, coreanos cerca de mí, y también por su puesto hay mexicanos, muchos de ellos, son familias que están solicitando asilo político por el alto nivel de violencia que está provocando el crimen organizado y el Narco Estado que nos gobierna en México. Así es el tamaño de la violencia de nuestro país, es también una guerra.

Afortunadamente, no todo es dolor. También hay mucha Rabia, quiero decir, digna rabia y eso, ¡sí que me da gusto! Por supuesto que la memoria y la costumbre de nuestros pueblos sale a flote, en todas nuestras prácticas. He visto rituales hindús en los garajes, reuniones de hombres con turbantes en los parques, mujeres haciendo ejercicio con su Hijab puesto, asiáticos sembrando sus hierbas y flores, latinos vendiendo su comida tradicional por todas las calles, mercados de todas las culturas, sinceramente no se como la gente hace para ingresar todos los alimentos, hierbas y artefactos tradicionales de sus países a los Estados Unidos. Yo voy a un mercadito donde compro tlayudas, charales, chapulines, camote, nopales, cacao, mole, maíz azul, sal de colima, hay puestos de tacos, birria, raspados, aguas frescas, prácticamente todo lo que hay en México, y aunque no es México, es el otro México que suspira y recuerda quién es, en un territorio ajeno. También hay organizaciones, gente organizándose para no olvidarse de quienes son. He estado en reuniones con nativos americanos, con hermanos de pueblos originarios de distintas partes de México, Guatemala, Perú y Salvador, pero también, afroamericanos, chicanos, gringos, etcétera que buscan tener una vida digna y justa. Personas que quieren luchar, organizarse y no rendirse.

Los compañerxs de este lado, me han enseñado a comprender que la lucha que hacemos para recuperar nuestras vidas, es necesariamente transterritorial, quiero decir que en esos otros mundos que buscamos crear, no deben de existir las fronteras que nos dividen y separan, y las migraciones deben de ser por decisiones propias y no por situaciones de guerra y violencia. Por lo pronto, no podemos dejar de decir que migrar es un derecho humano, no es un delito. No sé si algún día podremos tener una sociedad que derrumbe las fronteras, pero si podemos comenzar a imaginarlo.

Migrar NO es un delito ¡todxs somos migrantes!

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Reseña: Entre la escuela y el surco. La experiencia de niñas y niños migrantes (PDF)

Por: Selene Kareli/CII-OVE

Entre la escuela y el surco. La experiencia de niñas y niños migrantes a partir de sus relatos de vida, es un texto que surge a partir del proyecto de investigación Equidad educativa en los campos agrícolas. Recuperando la voz de niñas, niños y jóvenes de familias de jornaleros migrantes, a partir de sus relatos de vida, mismo que fue coordinado por Carlos Rafael Rodriguez Solera desde el Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación (INIDE) perteneciente a la Universidad Iberoamericana. Tiene número de ISBN: 978-607-417-951-4, consta de 238 páginas y fue publicado en 2022.

Este texto consta de seis capítulos; 1) Discusiones conceptuales y metodología; 2) No accedieron a la educación básica; 3) Abandonaron antes de concluir la educación básica; 4) Trayectorias regulares sin problemas de extraedad; 5) Concluyeron la educación básica; y, 6) Conclusiones y análisis de conjunto.

Entre la escuela y el surco recupera la voz de 100 niños, niñas y jóvenes migrantes que, en palabras de Carlos Rodriguez, accedieron a compartir sus vivencias, sus sueños y esperanzas: confiaron sus voces para trascender los campos agrícolas. De esta manera, las infancias a quienes se acercaron durante varios años de investigación (2016-2020) provienen de Baja California, Estado de México, Hidalgo, Morelos, Sinaloa y Sonora. Carlos Rodríguez expresa que, se enfocaron en los itinerarios migratorios, laborales y escolares, la forma en que se entrelazan y se afectan mutuamente y, en particular, trataron de identificar mecanismos sociales que explican por qué algunos niños y niñas siguen la trayectoria de abandono escolar, mientras que otros logran sortear ese destino y culminar con éxito sus estudios.

En este sentido, uno de los propósitos del texto que ahora se comparte, ha sido dar a conocer la voz de niñas, niños y jóvenes migrantes; un segundo objetivo es denunciar sobre las difíciles condiciones en que viven, trabajan y estudian estas infancias, mismas que ya se han documentado en gran cantidad de investigaciones pero se requiere seguir haciendo ruido y eco para voltear, mirar y hacer algo por transformar contextos; pues como enuncia Rodriguez Solar: “las condiciones de vida de los migrantes son terribles; es una de las poblaciones que sufre más problemas de exclusión educativa, y tanto niñas y niños como jóvenes y adultos viven las peores formas de explotación laboral”.

Así pues, este libro comparte relatos que muestran historias de personas que viven en condiciones de pobreza y con bajos niveles educativos que sacan adelante a sus hijas e hijos. Sin duda, sus voces tienen mucho que decir sobre su propia situación y sobre temas centrales de la sociología y de la educación.

Finalmente, Carlos Rodriguez señala que haber captado las voces en este libro, en el que niños, niñas y jóvenes migrantes ayudan a entender cómo operan algunos de los mecanismos por los cuales se producen y se transmiten las desigualdades en educación, y por qué, en determinados casos excepcionales, dicho proceso se puede interrumpir y algunas niñas y niños logran escapar de la trampa de la exclusión educativa.

Enlace de descarga: http://bit.ly/3VE90dR

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La travesía emocional de ser niña y migrante

Por: Cristina Bazán

Ser niña y tener que migrar a otro país sola o acompañada implica una serie de riesgos a la salud física, pero también a la salud mental de los que pocas veces se habla.

Las experiencias dependen mucho del tipo de migración, si se cruza una frontera a pie, en bus o vía aérea y si el ingreso ha sido de manera regular o irregular, pero Fiorela Alva, Nahiobe González y Gabriela Vega, tres migrantes sudamericanas que se mudaron a otros países cuando eran niñas o adolescentes, coinciden en que es importante tomar en cuenta el impacto que un cambio de vida de esa magnitud puede suponer para las niñas, y piden mayor implicación en la adaptación emocional de las menores.

«Creo que es importante hablar con la niña, independientemente de la edad que tenga, pero hablar de lo que va a pasar, hacerles sentir seguras, decirles: ‘Estemos donde estemos, vayamos donde vayamos, vas a estar segura porque estoy yo contigo y vamos a hacer juntas esta este viaje, vamos a estar juntos en esto hacia lo desconocido’», dice Vega, quien a los siete años tuvo que viajar desde su natal Bolivia a un pequeño pueblo de España para reencontrarse con su madre.

De hecho ella misma vivió por muchos años una especie de «duelo», pues no lograba comprender lo que estaba sucediendo en su vida y eso provocó que sintiera que no pertenecía al lugar en el que estaba viviendo.

Plan Internacional señala que un 13% de las niñas migrantes encuestadas para un reciente informe presenta cuadros de tristeza, generados principalmente por la fragmentación de su grupo familiar, las condiciones socioeconómicas que afrontan, la limitación al derecho a la educación en los países a los que llegan, y la condición de vulnerabilidad frente a diferentes formas de violencia.

Fiorela Alva, por su parte, cuenta que si bien ella no vivió ningún tipo de acoso, sí es importante que los padres den apoyo psicológico a los hijas o les hagan entender la situación que van a vivir, especialmente si llegan a un país en el que el idioma es diferente.

«Creo que el riesgo que también tienen las niñas es el impacto mental que tiene haber vivido toda su vida en un lugar diferente y de porrazo viven con otra persona en otro lugar. Tienes que ir a una escuela y en algunas lamentablemente hay bullying hacia los migrantes», precisa Alva, quien migró a los 14 a Italia desde Perú.

Las tres jóvenes han contado sus historias en el conversatorio virtual «¿Cómo viven las niñas latinas», organizado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en el marco del Día Internacional de la Niña.

El impacto emocional en la niña migrante

Nahiobe González cuenta que ella salió a los ocho años de su natal Venezuela junto con su madre y que aunque ingresaron por vía aérea vivieron muchos años de incertidumbre hasta obtener un estatus migratorio que les permitiera acceder a trabajos y estudios formales.

«Yo soy hija única y mi madre es soltera, entonces nos sentíamos muy solas. Tuvimos que crear una red de apoyo de otras migrantes latinas, gente que hoy en día son como tías mías, mujeres que vinieron de Colombia, de Cuba, de Venezuela y que uno va haciendo su propia familia en este nuevo país», recuerda. También dice que le ha tocado «esforzarse el doble» para sobrevivir como niña en un nuevo país.

Asegura, además, que utilizó el estudio como un refugio para enfrentar la incertidumbre que le generaban los problemas migratorios y económicos que tenían. Pero que adaptarse más rápido que su madre en la cultura y en el idioma hizo que ella pusiera un peso adicional sobre sus hombros. «Empecé a llamar a la compañía de teléfono, a traducirle documentos. Sé que ella lo hizo de manera inconsciente, pero creo que se debe proteger esa niñez».

González también es consciente de que, pese a todas las dificultades que ha vivido, su migración fue completamente distinta a la que ahora viven miles de niñas venezolanas. «Ahorita los venezolanos están pasando por el Darién (zona de selva compartida por Panamá y Colombia), están yendo a pie a Chile o Estados Unidos y obviamente esa es una forma de migrar increíblemente riesgosa y sobre todo para las mujeres y las niñas».

Según Unicef, las familias de migrantes con niños y niñas que cruzan la selva del Darién están particularmente expuestas a la violencia, incluido el abuso sexual, la trata y la extorsión por parte de bandas criminales. Mientras Plan Internacional asegura que venezolanas que han migrado por tierra a Perú, Colombia y Ecuador reportan una alta exposición a múltiples formas de violencia sexual, en particular la explotación sexual comercial infantil.

La violencia a la que están expuestas las niñas

Cada vez más niñas y niños de Latinoamérica viajan solas para reencontrarse con sus familiares en países como Estados Unidos.

De acuerdo al Boletín de Estadísticas Migratorias del Instituto Nacional de Migración de México, entre enero y septiembre de 2021, el flujo de niñas, niños y adolescentes extranjeros que viajaban solos fue de 9.585, provenientes especialmente de Guatemala (4.815), Honduras (3.480), El Salvador (1.033) y, en una proporción más reducida, de naciones como Haití, Perú, y Ecuador (257).

«En este tránsito muchas niñas y adolescentes no acompañadas están particularmente expuestas a muchos peligros, así como son sometidas a violencia sicológica y tratos deshumanizados», asegura Plan Internacional.

Para intentar generar recursos económicos mientras continúan el camino a Estados Unidos, les ofrecen contratación irregular en el servicio doméstico. Por esos oficios les pagan alrededor de 20 dólares mensuales cuando en muchas ocasiones trabajan más de 12 horas. «Otras no reciben pago con el pretexto que tienen un techo donde permanecer, y en múltiples ocasiones viven bajo las amenazas de ser acusadas en Migración, si no cumplen con las exigencias», explica el organismo.

En uno de sus últimos reportes, Save the Children relata la historia de una menor que huyó de la violencia de San Pedro Sula, Honduras, uno de los lugares más violentos del mundo. Su sueño era reencontrase con su hermana, también menor, que había migrado a México.

«Migró sola, pasó a México desde Guatemala. Al llegar allí se encontró con su hermana en Tapachula. Feliz por empezar una nueva vida, comenzó a buscar una habitación para instalarse. Concertó una visita para alquilar una. Cuando llegó la rodearon varios hombres y la violaron. Se entregó a la policía y acabó en el centro de menores», cuenta la organización.

Si logran cruzar las fronteras y llegar a su destino, las niñas enfrentan diversos temores que provocan que identifiquen a las calles como lugares inseguros. Las organizaciones de Derechos Humanos que trabajan a favor de los derechos de las niñas piden mayores esfuerzos a los gobiernos del mundo para garantizar su seguridad física y emocional.

Fuente de la información e imagen:  https://efeminista.com

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#FOTOS ¡Migración venezolana al límite! Vea las impactantes fotos captadas en la selva del Darién #8Oct

Recientemente, The New York Times realizó un reportaje sobre los miles de venezolanos que están emprendiendo un viaje repleto de dificultad y riesgos a través del Tapón del Darién, con el objetivo de llegar a Estados Unidos; una meta que no todos pueden conquistar, tomando en consideración el peligro que se evidencia durante el transcurso de esta selva.

Según información de las autoridades de Estados Unidos, más de 150.000 venezolanos han llegado a la frontera a través de este paso. Asimismo, se conoció que cientos de oriundos de Venezuela han tenido un desenlace mortal debido a accidentes y hechos irregulares en el Darién.

Desde 2015, más de 6,8 millones de venezolanos han abandonado el país, según las Naciones Unidas, con destino sobre todo a otros países suramericanos. Pero ahora, uno de los principales rumbos que han tomado los venezolanos es hacia Estados Unidos, pese a que esto significa iniciar un viaje osado y al límite.

En las fotografías y reportaje reseñado por The New York Times, se observó y conoció historias desgarradoras de venezolanos, como el hecho de que existen cientos de niños recorriendo esta selva, repletos de lodo y en constante pánico por lo que experimentan. Asimismo, muchas personas con discapacidades han tomado la decisión de atravesar El Darién, para intentar cumplir «el sueño americano», y a su vez, conquistar una mejor calidad de vida.

Reunidos, cansados, con lágrimas en los ojos, esforzándose y con mucha entereza, así se pueden ver a estos venezolanos mediante las fotografías publicadas por el medio de comunicación estadounidense.

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Los grandes azadones

Por: Ilka Oliva-Corado

Sabina envió durante veintisiete años cajas de encomiendas llenas de ropa y regalos para sus cuatro hijos en Guatemala. Migrante indocumentada se le astillaron las vértebras de tanto limpiar bañeras e inodoros. Se le agrietaron las manos de tanto cloro y químicos. Compartiendo apartamento con siete personas más Sabina tuvo tres trabajos al día. Limpiando baños en restaurantes, edificios de oficinas, centros comerciales y casas particulares. Si sabrá de lo sucia que es la gente dentro y fuera de su casa.

Viuda con cuatro niños, decidió emigrar para poder darles un futuro mejor al de ella que no llegó ni a segundo de primaria. Los dejó a cargo de sus padres y se fue de mojada al país del norte. Logró darles universidad a todos, también enviarles remesas para que cada uno tuviera una cuenta de banco, mientras ella en Estados Unidos no pasaba de cuatro mudas de ropa y dos pares de zapatos, de dormir tres horas al día.

La ropa y los zapatos que le regalaban sus empleadoras que era de sus hijos, Sabina los recibía emocionada y los empacaba para las cajas de encomiendas, también les compraba ropa usada en las tiendas de segunda mano, que era para lo único que le alcanzaba.

Un día intentaron sacar visa para viajar a Estados Unidos a visitar a su mamá y a todos se las dieron porque sirvió de mucho el dinero de las remesas que tenían ahorrado en el banco. Cuando Sabina lo supo brincó de felicidad y los recibió en el apartamento que compartía con las siete personas, también indocumentadas de países de Centroamérica. Cuando los hijos vieron el lugar en donde vivía, un maletín con su ropa y su colchón tirado sobre el piso en una esquina de la sala, se sintieron decepcionados, ellos esperaban que los recibiera en una casa como las de los migrantes triunfadores que salen en la televisión.

Sabina los recibió con varias mudas de ropa usada que les fue comprando desde que supo que viajarían, también les pagó los boletos de avión. Se le rompió el corazón cuando vio que sus hijos licenciados no quisieron recibirle la ropa y le pidieron que les fuera a comprar ropa nueva a los centros comerciales. Cosa que ella viviendo veintisiete años en el país jamás hizo por su economía tan precaria. Con desencanto comían la comida que ella les cocinaba, ninguno quiso acompañarla al trabajo para ayudarla ni para conocer de dónde había salido el dinero de las remesas que les enviaba. Esperaban que su mamá los recibiera en un carro del año y que los llevara a los mejores restaurantes.

El viaje que era de un mes sus hijos lo acortaron a diez días porque no esperaban ese recibimiento ni las condiciones en las que vivía su mamá.  Regresaron los licenciados a Guatemala y Sabina lloró día y noche durante meses, hasta que un día decidió cambiar su número de teléfono y rentar en otro lugar, para perderse de los que llamó: “los grandes azadones.” Sigue limpiando baños en los tres trabajos que tiene al día, comenzó a ahorrar para ella por primera vez a sus cincuenta y dos años y también por primera vez   a pensando en no retornar jamás a su país de origen.

Fuente de la información: https://cronicasdeunainquilina.com

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