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Las africanas de verdad sufren y tienen curvas

Reseñas/África/05 Marzo 2020/elpais.com

La ciberactivista marfileña Bintou Traoré provoca un debate en redes sociales cargado de enfado e ironía sobre los roles de género con el hashtag #VraieFemmeAfricaine

Una africana de verdad luce orgullosamente la cicatriz de una quemadura de la sartén, como si se tratara de una honorable herida de guerra. Cuando las contracciones la atenazan, no deja escapar un grito y encima, sonríe. Lo único que la pone al borde del ictus son los disgustos que le da su familia, a la que se consagra en cuerpo y alma. Engendra hijos varones, deja los estudios para el hombre, sobrelleva dignamente las infidelidades, soporta sin quejarse los golpes y las humillaciones. Es una virgen irreductible hasta la noche de bodas y después, de la noche a la mañana deviene una consumada experta en las artes del porno. Sabe cocinar, mantener la casa impoluta, educar a los hijos y tener siempre satisfecho a su marido. Es una mujer entrada en carnes, con curvas apetitosas. No ignora que todos los hombres son infieles por naturaleza, pero se culpa y mima a su pareja cuando le crecen los cuernos.

La ciberactivista marfileña Bintou Mariam Traoré recoge testimonios de este tipo etiquetados con el hashtag #VraieFemmeAfricaine (africana de verdad, en francés), que comparte y difunde desde el pasado 25 de febrero con mucha ironía. No llega al millar de seguidores en Twitter, pero ha logrado una enorme repercusión en las redes sociales de su país y sus vecinos en África occidental. Las ondas expansivas de esta campaña han provocado el desahogo de muchas mujeres en Twitter y Facebook, la ira de algunos hombres y la adhesión de otros, así como una réplica, #VraiHommeAfricain, que también carga las tintas de la ironía. Esta campaña de sensibilización, armada de sarcasmo y sororidad, se volvió viral en apenas 24 horas y alcanzó el clímax el 28 de febrero, aunque continúa dando guerra. El objetivo es deconstruir los estereotipos vinculados a la noción de «mujer africana», burlándose de ellos.

«Vi un informe sobre el tratamiento a las mujeres negras que dan a luz en Europa y había mucha violencia», explica Traoré en un audio desde Francia, donde vive. «También hay mujeres de mi entorno que quisieron utilizar epidural o hacerse una cesárea y les dijeron que eso no lo hacía una verdadera mujer africana, porque una africana de verdad sufre. A mí misma me han dicho que no soy una verdadera africana porque soy feminista. Todo eso me hizo pensar. La mujer africana sufre constantemente», dice.

Las respuestas a esta campaña han sido viscerales en algunos casos, sobre todo entre hombres que se sintieron atacados. En otras ocasiones, el sarcasmo pasó desapercibido y tanto hombres como mujeres se sumaron a ella con sinceridad, añadiendo el hashtag a situaciones no siempre agradables para las mujeres, pero que a veces se normalizan en nombre de la tradición o la identidad. El feminismo africano se situó en el punto de mira, como una amenaza más a la sociedad africana y la forma de organización familiar y así lo reflejaban algunas respuestas a la iniciativa: «Una africana de verdad es inteligente y, por lo tanto, está en contra del feminismo, porque comprende que el feminismo es, en realidad, una trama de los blancos para crear conflictos entre la mujer negra y el hombre negro», “Una verdadera africana se encarga de su trabajo, su esposo y sus hijos y no del hogar de los demás», etc.

Traoré afirma que hay hombres que las apoyan, pero admite también que la mayoría no aprecia la campaña «porque son los que se benefician del patriarcado». «Creo que los privilegiados ven siempre la igualdad de derechos como el odio», precisa ella. «Cada vez que se libera la palabra femenina o que hay una acción feminista o femenina, la reacción que recogen los medios es el odio de los hombres. No están contentos». También afirma que le gustaría que las mujeres del país se agruparan alrededor del hashtag para llevar adelante acciones, que espera que tenga un efecto federador y que las ayude a darse cuenta de que hay algo que no funciona en sus sociedades.

#VraieFemmeAfricaine es heredera de otras campañas previas, como #LasRobeuses, otra acción viral iniciada en redes en 2017, también desde Costa de Marfil. En aquella ocasión, fueron Laure Blédou del colectivo Abidjan Lit, la bloguera Saraounia, la escritora Edwige Dro y Yoyo la Jolie, del blog cultural Jolieville, las que invitaron a mujeres y hombres a compartir las reflexiones sexistas que escuchaban cada día en los restaurantes, las oficinas, las casas, los transportes públicos y hasta los talleres. Las redes sociales se inundaron de ellas, demostrando que hay mucho trabajo por delante.

El debate continua tres años más tarde y levanta ampollas. Además, Bintou Traoré ha lanzado otro hashtag, #JeSuisVictime, casi pisando los talones del anterior y dedicado a denunciar a agresores sexuales y violadores. Esta segunda campaña tiene un tono más combativo, en la onda de #BalanceTonPorc o #MeToo ,y está incendiando redes y conversaciones. Las redes sociales están revueltas, sueltan chispas y se sublevan. Acaba de comenzar apenas el mes de marzo, el mes de las mujeres, y las africanas de verdad se dan codazos entre risas y afilan sus lenguas.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/03/02/africa_no_es_un_pais/1583182644_583751.html

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Una fiesta de la menstruación para responder a la misoginia en India

Asia/India/https://verne.elpais.com/

La intolerancia religiosa respecto a la impureza de la sangre menstrual aumenta el tabú sobre la higiene íntima

Música, comida, globos y hasta un fotomatón. Los ingredientes imprescindibles para una fiesta especial que, sin embargo, celebró algo tan común como la menstruación. La iniciativa ocurrió hace unos días en Nueva Delhi liderada por un grupo sin ánimo de lucro. No era la primera edición pero, en esta ocasión, el evento también servía de respuesta a un caso reciente contra la dignidad de las mujeres indias. Las connotaciones negativas atribuidas a la regla por el fanatismo religioso sirven para la discriminación constante y el insulto ocasional. Tradiciones y comentarios misóginos que, cada vez más, encuentran respuesta en gestos como el de Sachhi Saheli, una organización que combate el estigma de la menstruación en India con información y actividades lúdicas como este banquete en Delhi.

“Tengo la regla y estoy cocinando. Así que invito a todos a que vengan a probar mi comida”, explicaba Kajal Kumari, de 21 años, luciendo un delantal con el eslogan “Soy una mujer orgullosa de menstruar”. El mensaje era una respuesta clara al comentario hecho en un vídeo por un predicador religioso del Estado de Gujarat, en el noroeste de India. “Si comes platos preparados por una mujer que menstrúa solo una vez, serás un buey en tu próxima vida. Una mujer que tiene el periodo y cocina para su marido se reencarnará en puta, claramente”, pregonaba Krushnaswarup Dasji. El sermón dado hace un año no es más que otra salida de tono machista de uno de los mucho autodenominados swamis (profesor religioso hindú). Pero su sermón se hizo viral hace una semana cuando las profesoras del centro donde se imparten estos preceptos obligaron a desnudarse a un grupo de alumnas para comprobar que no tenían la regla.

El 11 de febrero, 68 estudiantes alojadas en Shree Sahajanand Girls Institute (residencia universitaria de la ciudad de Bhuj gestionada por el grupo hindú Swaminarayan Sampradaya) fueron obligadas a desvestirse y a enseñar su ropa interior para demostrar que no estaban con la regla. Las jóvenes denunciaron el acoso, originado por la queja de un trabajador del centro que había denunciado que se estaban violando las reglas que les impiden entrar a templos y cocinas, o tocar a otros estudiantes con la regla. Tras publicarse el caso, los responsables de la universidad de Gujurat a la que está afiliada la residencia cesaron a su director.

Una mujer cocina con un delantal que dice: «Soy una mujer orgullosa de menstruar». Foto: @sachhisaheli

El Estado de Gujarat, del que fue gobernador el actual Primer Ministro indio, el nacionalista hindú Narendra Modi, es uno de los más prohibitivos del país. Allí no se permite ni el alcohol ni la carne de vaca. Dentro de la región norte, en la que se ubica, conocida como el cinturón hindú de India, también se encuentra Uttar Pradesh. En este Estado, en 2017, también hubo un episodio en el que forzaron a decenas de niñas a desnudarse por el mismo motivo. Así como los tabúes de la regla afectan a otros países del mundo, la intolerancia de la religión hindú respecto a la impureza de la sangre menstrual no solo daña a las indias. En Nepal, país de mayoría hindú, las mujeres de algunas zonas rurales siguen siendo víctimas del chhaupadi, o exilio por menstruación, una costumbre que las obliga a vivir fuera de casa durante el periodo. Pese a estar perseguida por ley, la tradición sigue tan presente que una madre y sus dos hijos murieron a la intemperie por esta causa hace solo un año.

Iniciativas para combatir el tabú de la regla

No es la primera vez que Sachhi Saheli recurre a actividades de ocio para educar contra las supersticiones relativas a la menstruación. El año pasado la organización ya reunió a unas 6.000 niñas de Nueva Delhi para una marcha por el centro de la capital con el objetivo de concienciar e informar sobre la regla. “Cuando trabajé en medicina, me di cuenta de que muchas mujeres de muchos sectores sociales tenían una idea falsa de la menstruación”, explica la doctora Surbhi Singh, ginecóloga y presidenta del grupo.

SACHHI SAHELI@SachhiSaheli

These women are true inspirations for the society. They set an example and let the world know that no one can question their dignity in the name of religion. Let’s put united front and claim our azadi from the misogyny. @SachhiSaheli salutes to them.

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Estas mujeres son auténticas inspiraciones para la sociedad. Son un ejemplo y hacen saber al mundo que nadie puede cuestionar su dignidad en nombre de la religión. Mantengámonos unidos y reclamemos nuestra liberación de la misoginia. Sachii Saheli las saluda.

Las presiones de organizaciones sanitarias y para la protección de los derechos de la mujer llevaron a que el Gobierno indio eliminase el impuesto a compresas y tampones en 2018, tras un año de protestas. La subida fiscal había transformado los productos de higiene íntima femenina en un bien de lujo en un país donde los problemas sanitarios son la principal fuente de absentismo escolar femenino. La concienciación social está acompañada por una mayor visibilidad del problema en los principales medios de comunicación de masas. Ese mismo año, una película de Bollywood basada en la historia real del conocido como “hombre compresa”, llevó el tabú de la menstruación al cine por primera vez.

Incluso el medio más importante para la educación en India, la religión, experimenta cambios. En octubre de 2018 y tras años de litigios, la decisión judicial del Tribunal Supremo del país declaraba ilegal la norma por la que mujeres entre 10 y 50 años no podían acceder al templo hindú de Sabarimala, en el estado sureño de Kerala, haciéndose eco de un movimiento feminista contra la prohibición de la entrada de mujeres a lugares de culto en India. Sin embargo, las restricciones a la entrada de mujeres a este y otros templos del país continúan en la práctica. Esto demuestra que la religión, como el principal canal de socialización, es el mayor escollo para la erradicación de los tabúes relacionados con la sexualidad y la mujer en el país asiático.

El templo hindú que honra la menstruación en India

La pluralidad religiosa india hace que existan más de 100.000 lugares de culto para los diferentes credos que conviven en el país, entre templos hindúes, mezquitas musulmanas, gurdwaras sijs e iglesias cristianas. Entre tanta variedad, también hay particularidades excepcionales en una sociedad tan patriarcal como la india y una religión tan machista como el hinduismo. Es el caso del templo de la diosa Kamakhya Devi, en las colinas Nilachal, en el Estado de Assam, al noreste de India. Este lugar de culto no cuenta con ninguna escultura de un dios al que adorar, sino la de una vagina (símbolo de una reencarnación de la diosa Kali), que permanece húmeda debido a la altitud en la que se encuentra. Cada año, en agosto, los pandits (sacerdotes hindúes) cierran el templo durante varios días en conmemoración del ciclo menstrual de la diosa. Entre tanto, miles de devotos peregrinan allí; aunque probablemente nunca hablen del periodo o tengan tabúes e ideas erróneas sobre el mismo. Irónicamente, el templo no puede ser visitado por mujeres que estén menstruando.

Fuente e imagen tomadas de: https://verne.elpais.com/verne/2020/03/03/articulo/1583253802_274368.html

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Iria Marañón: “En el momento en el que los niños se puedan comportar como las niñas, serán libres”

Entrevista/05 Marzo 2019/Autor: Adrián Cordellat/elpais.com

La autora de ‘Educar a un niño en el feminismo’ centra su atención en la educación de los niños, en masculino, con el fin de detectar las injusticias que repetimos inconscientemente

Educar en el feminismo (Plataforma Editorial) de Iría Marañón se convirtió desde su lanzamiento en un manual de referencia para crear una sociedad más justa e igualitaria desde la infancia. Ahora la editora y filóloga madrileña ha dado un paso más con un nuevo libro, Educar a un niño en el feminismo (Plataforma Editorial), que centra su atención en la educación de los niños, en masculino, con el fin de detectar y cambiar muchos de los errores y de las injusticias que repetimos inconscientemente y que perpetúan los roles y los estereotipos de género; y de que los hombres del futuro se sumen, desde sus propios espacios, a una revolución feminista que es y debe ser un movimiento de mujeres. En ese sentido, Marañón, que dice no creer en la figura de los hombres “aliados” del feminismo (“lo que implica ser mujer solo lo sabemos las mujeres”), aboga por la abolición del género, porque en su opinión solo cuándo desaparezca el género desaparecerán todas las desigualdades entre hombres y mujeres: “En el momento en el que los niños se puedan comportar como las niñas, en que niños y niñas sean completamente libres, y en que las personas adultas rompamos con el género, se acabaron los privilegios”, afirma convencida de que el reto está al alcance de nuestras manos.

PREGUNTA. Dices en Educar a un niño en el feminismo que la primera pregunta en cualquier diálogo político con los hombres debería ser: ¿Qué pueden hacer ellos por nosotras? Me gustaría empezar devolviéndote de vuelta la pregunta: ¿Qué podemos hacer?

RESPUESTA. A mí me parece importante dejar claro que el movimiento feminista es un movimiento de mujeres y, por lo tanto, los hombres tenéis que buscar la manera de ayudarnos, pero siempre desde fuera del movimiento feminista. Creo que en vuestros espacios sociales, laborales, familiares y políticos tenéis una buena oportunidad para crear vuestros propios espacios feministas. Para mí es una gran aportación que podéis hacer.

P. A mí se me ocurre otra aportación: no tergiversar el movimiento feminista con ese argumento simple y ramplón de que el feminismo odia a los hombres.

R. Eso por supuesto. El feminismo no odia a los hombres, aunque es verdad que el sistema patriarcal y el machismo no brotan de las plantas, sino que hay personas que los perpetúan y esas personas sois los hombres. Pero eso no significa que odiemos a los hombres. Todo lo contrario, tenemos que entendernos. Pero sí que es importante identificar este hecho y que los hombres seáis conscientes de que sois vosotros los que estáis generando esta situación y los que tenéis que cambiarla.

P. En el libro afirmas que niegas que hoy en día puedan existir hombres aliados de la causa feminista. A más de uno le vas a dar una mala noticia, ya que viste mucho ponerse esa etiqueta en la bio de Twitter…

R. Dudo mucho que existan los aliados feministas. Y no porque tenga nada en contra de los hombres que se ven a sí mismos como aliados, pero hay una cosa que está clara: lo que implica ser mujer solo lo sabemos las mujeres. Toda la presión que nosotras sufrimos, solo la conocemos nosotras. Vosotros podéis, a través de la empatía y la solidaridad, intentar entendernos y apoyarnos, pero nunca vais a saber lo que significa ser una mujer. Por eso creo que no puede haber aliados feministas, ya que seguro que hay muchas cosas de las que pedimos y reivindicamos que vosotros no entendéis porque habéis sido socializados para no hacerlo.

P. La sensación que tengo yo es que muchos, más que aliados feministas, somos lo que me decía el escritor peruano Renato Cisneros: feministas en construcción. Es decir, machistas por estructura que intentamos erradicar en nosotros las taras machistas con las que crecimos. ¿Dirías que se ajusta más esta definición a la realidad?

R. Desde luego, porque los hombres habéis sido socializados para ser como sois, así que está en vuestra mano revertir todo eso, deconstruir vuestra masculinidad. Más que construiros en el feminismo, que insisto en que es un movimiento de mujeres, lo que tenéis que hacer es deconstruir vuestro género. Y lo mismo nosotras. Lo que pasa es que vuestro género oprime, así que la deconstrucción tiene que ser mucho más profunda.

P. Y qué difícil resulta erradicar esas taras, deconstruirse.

R. Es que es muy difícil, porque a todos y a todas nos han educado así, han construido nuestro género en función de una cultura machista. Por eso insisto tanto en el libro en la necesidad de abolir el género, porque solamente cuando desaparezca el género desaparecerán todas las desigualdades.

P. Nosotros hemos crecido en unas familias y una sociedad machista, así que algunos estamos en plena reforma interior, intentando reconstruirnos. Con nuestros hijos, sin embargo, tenemos la oportunidad de empezar desde cero gracias a esa mayor conciencia feminista que existe hoy en día. No obstante, como dices en el libro, seguimos haciendo cosas mal. ¿Qué sigue fallando?

R. Mi sensación es que no terminamos de identificar dónde están las desigualdades. Se sigue perpetuando el género sin que nos demos cuenta. Muchas veces ni siquiera somos conscientes de que estamos fomentando los estereotipos. Y eso pasa prácticamente a diario con cada palabra, con cada referencia que le llega a nuestras hijas e hijos. Todo lo que nos rodea va construyendo su género y ni siquiera lo percibimos. Ahí está el problema.

P. Es que hemos dado una especie de paso adelante con las niñas: “dejamos” que se disfracen de superhéroes, les compramos ropa en los “pasillos de chicos” de las grandes superficies comerciales, las animamos a jugar al fútbol o a otros deportes tradicionalmente vinculados al género masculino. Sin embargo, si nuestro hijo quiere disfrazarse de princesa, llevar tutú, pintarse las uñas o comprarse una sudadera rosa… ¡Ay!

R. Claro, porque la masculinidad tiene muchos más privilegios que perder. ¿Por qué la sociedad no acepta que un niño se salga de lo que es la masculinidad? Porque está hecha para perpetuar ese sistema de géneros y de roles. Con lo cual se castiga más a un niño que se viste de princesa o que se pinta las uñas que a una niña que se pone ropa “de chico”. Pero oye, también nos ha costado a nosotras nuestra lucha poder llevar pantalones, pero llevamos 300 años de feminismo y bastante hemos avanzado en la deconstrucción de nuestra feminidad y de nuestro género. El problema es que el género de los chicos sigue intocable, no se puede cambiar, porque es un tema de privilegios y de poder. En el momento en el que los niños se puedan comportar como las niñas, que niños y niñas sean completamente libres, y que las personas adultas rompamos con el género, se acabaron los privilegios. Y eso a muchos les cuesta aceptarlo.

P. ¿Ves ese objetivo de abolición del género viable hoy en día?

R. Por supuesto, pero hay que hacer mucha pedagogía. Si yo no creyera que la agenda feminista se puede cumplir, no estaría aquí hablando contigo de estos temas. Hay una cosa fundamental que dice Andrea Dworkin, que el movimiento feminista no es reformista, sino revolucionario. Aquí no venimos a cambiar cuatro cositas, sino que el objetivo es cambiar el sistema. Y sí, creo que se puede abolir el género.

P. Mientras llega esa sociedad sin género que señalas como objetivo del movimiento feminista, ¿qué valores dirías que son importantes que transmitamos desde casa para educar en el feminismo a nuestras hijas y, fundamentalmente, a nuestros hijos?

R. Es importante educar en la empatía, la generosidad, la asertividad, el saber escuchar, el respeto a niñas y mujeres. También poner ejemplos de niñas y mujeres referentes. Y, sobre todo, evitar las desigualdades: no hay juguetes de niños y de niñas, no hay ropa de niños y de niñas, no hay nada que sea de niños o de niñas. Eso lo tenemos que tener súper claro. Solo si rompemos con todas esas desigualdades los niños serán libres.

P. Como explicas en el primer capítulo del libro, educar a nuestros hijos en el feminismo no solo tiene beneficios para las mujeres, sino también para los niños, hombres y el conjunto de la sociedad. ¿Qué beneficios destacarías en ese sentido?

Hay una lista brutal, pero si pensamos en los hombres, te puedo dar datos que reflejan que el feminismo es bueno también para vosotros. De hecho, dedico un epígrafe en el libro que he titulado “hombres contra ellos mismos”.

P. Quiero escuchar esos datos.

R. Para que te hagas una idea, los hombres tenéis el doble de riesgo de sufrir lesiones medulares que las mujeres, tenéis tres veces más probabilidades de suicidaros, cuatro veces más de ser personas sin hogar; según la DGT sois más arriesgados al volante, sufrís más accidentes y estos son más graves que los que ocasionamos las mujeres. También tenéis más posibilidades de consumir drogas. En 2019 el 86% de los ahogados durante el verano en espacios acuáticos no vigilados fueron hombres. El 92% de los presos de nuestro país son hombres, el 62% de los homicidios son de hombres a manos de otros hombres, el 89% de los delitos homicidas son perpetrados por hombres… Y así podría seguir hasta el infinito.

P. Son demoledores los datos.

R. Obviamente el movimiento feminista vela por nosotras, las mujeres, que tenemos mucho que perder, pero es que vosotros también estáis perdiendo mucho por el camino por culpa de la construcción del género. Todo esto ocurre por cómo os construyen a los hombres: tenéis que ser más arriesgados, más valientes, emocionalmente inaccesibles, etc. Sé que esta no es la forma de convenceros, pero desde luego es un argumento para derribar la masculinidad y abolir el género.

P. Muchas veces, sin querer, como decías antes, somos los propios padres, y hablo en masculino, los que transmitimos estos valores machistas del género masculino a nuestros hijos varones. ¿Qué les dirías a los padres para que cambien el chip y piensen en esto cuando ejercen como tales?

R. Lo fundamental es que os miréis a vosotros mismos, hagáis autocrítica e identifiquéis aquellos rasgos de la masculinidad que estáis trasladando a vuestros hijos. Al final, por ejemplo, si vosotros no sois responsables de los trabajos domésticos y de los cuidados, ellos van a aprender que los hombres no se responsabilizan de estos temas y lo van a seguir perpetuando generación tras generación.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/02/27/mamas_papas/1582815100_655532.html

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Contra el régimen patriarcal

Por: Tlachinollan

Retomando a la antropóloga Rita Segato, de que el “Estado es parte de la historia del patriarcado”, tenemos que entender que su genealogía y su ADN es también patriarcal. En el momento histórico que vivimos la desigualdad ha llegado a extremos impredecibles, la concentración de la riqueza esta en pocas manos, dejando a millones de personas del todo el mundo morir en la miseria. En esta desigualdad las mujeres, son víctimas del poder económico, bélico, político, jurídico que imponen las élites que gobiernan con una visión patriarcal.

A lo largo de los siglos las mujeres han sido enclaustradas a los espacios privados y se ha normalizado y legalizado que a ellas les esta vedado el poder político y económico. Desde la colonialidad, las leyes se hicieron para castigar a las mujeres y exaltar el poder de los hombres. Con la modernidad, a pesar de la lucha por la reivindicación de los derechos de las mujeres, se ha mermado más su poder. La violencia que se ejerce en este sistema capitalista, es una violencia que se ha globalizado, que se ha desterritorializado y que ha cobrado millones de víctimas para mantener un sistema basado en el poder económico que se transforma en un poder criminal. Este poder se erige en un señorío, en el dueño del mundo que esta sobre la vida y la muerte de los demás, de quienes amenazan el cambio en estas relaciones de poder. La mejor manera de expresar la dominación hacia los desheredados de esta tierra es ejercer el control del pueblo. Asumirse como dueños de los cuerpos de las mujeres, que es la zona extrema del patriarcado.

La estructura del poder político esta armada para reproducir la imagen omnipotente y potente del hombre, que forma parte del mandato de la masculinidad, que se ha traducido en la vida cotidiana con las formas aterradoras de la crueldad. En un ambiente bélico como el que vivimos en nuestro país, lo que se multiplica es la violencia contra las mujeres en las formas más crueles. La guerra que se gesta desde las estructuras del poder político para controlar a la población, ya sea por la aplicación de la ley o poder el uso de la fuerza es la que se incrusta en los hogares. Actualmente, la violencia delincuencial que de algún modo ha crecido por esta complicidad que existe con los cuerpos policiales y el ejército para fortalecer la economía criminal, es la guerra cruenta que nos ha colocado en una situación sumamente critica, por los asesinatos y desapariciones de personas para aterrorizar y mantener bajo control a una sociedad insumisa.

El Estado patriarcal ha sido construido con la visión masculina de que el hombre es la figura de la humanidad, es el sujeto de la actividad pública, el que asume el mandato del dominio, ejerce su poder y que demuestra superioridad al gobernar de manera cruel contra las mujeres a quienes les niega el derecho a irrumpir en la historia como sujetos diferentes, para desmontar este régimen patriarcal. En la práctica más allá de las luchas históricas, las conquistas, logradas a pulso por las mujeres, ellas aún no cuentan con receptores dentro del Estado, porque existe la muralla de la masculinidad. Se mantienen intocadas las relaciones desiguales entre el Estado patriarcal y las mujeres consideradas como minorías.

En este modelo de Estado, que ejerce el mandato de la masculinidad, los gobernantes han sido incapaces de modificar estas relaciones asimétricas basadas en el poder económico y en la crueldad. Las voces de las mujeres siguen sin tener crédito, se duda que ellas construyan su propia historia y protagonismo político. Se les descalifica por irrumpir en los espacios públicos haciendo sentir su poder. No se le da credibilidad a sus exigencias y demandas. Se le sigue viendo como actoras incomodas que atentan contra la legalidad masculina. Su discurso que increpa al poder causa escozor, entre las élites políticas y ciertos sectores de la sociedad, porque cuestionan el régimen patriarcal y porque asumen un rol diferente al que históricamente se les ha impuesto, como entes pasivos, cuyo espacio ha quedado restringido al ámbito privado. La lucha de las mujeres es contra el monopolio del poder que la sojuzga, contra la estructura relacional de un poder asimétrico. Es una lucha también contra el poder económico, contra la etapa apocalíptica del capital que se expresa de manera violenta en todos los ámbitos de la vida pública y privada. Es una lucha a muerte contra la cosificación de la mujer y la esclavitud ejercida en los espacios domésticos. Es un movimiento emancipador, que no requiere tutelajes, ni condicionamientos políticos. Es la forja de una nueva etapa que busca modificar de raíz estas relaciones enfermizas del poder masculino que actúa de manera temeraria, usando su poder económico, político y bélico contra el poder femenino.

Esta politización de las mujeres esta desenmascarando a este modelo patriarcal del poder público, que a lo largo de los siglos ha reproducido una forma masculina de ejercer el poder, institucionalizando la violencia contra las mujeres. Para ellas es insuficiente ampliar la participación de las mujeres en los ámbitos públicos, si sigue arraigada en la medula del poder político, el mandato de la masculinidad, donde los hombres están llamados a dominar todas las esferas del poder económico, político, jurídico y bélico. Por eso, se requiere también la politización de los hombres desde otra perspectiva que no siga reproduciendo el señorío masculino ni afianzando el dominio de los hombres. Más bien tienen que entender que su obsesión por el poder, de querer mostrar en todo momento su potencia, ejerciendo el dominio hacia los demás y mostrando su crueldad contra las mujeres, es lo que nos ha llevado a un estado fallido.

Ver una mujer empoderada, para la mayoría de hombres que tiene poder y que aún no lo tienen, representa una amenaza al sistema patriarcal, un gran riesgo para la economía global y un cuestionamiento de fondo a las políticas belicistas que han hecho de la guerra el gran negocio del mundo. Ver una mujer empoderada, no significa la derrota del hombre, ni el dominio de las mujeres o la imposición de una opresión femenina, sino es la liberación de las cadenas impuestas por el coloniaje patriarcal que se construyó agrediendo a las mujeres, transformando esta relación desigual en un reencuentro de sujetos con voz, con derechos y rostro propios. Implica refundar un Estado que reconstituya con la participación política de las mujeres, que se erijan también como sujetos transformadores de una realidad oprobiosa.

Aún estamos lejos de asumir esta lucha protagonizada por las mujeres, que en México y en Guerrero les hemos escamoteado sus derechos. En nuestro estado sigue vigente la cultura patriarcal al grado que las mujeres se les ha colocado en una situación de extrema vulnerabilidad. La violencia es más cruenta contra las mujeres y a pesar de que las estadísticas muestran que las víctimas son niñas y jóvenes, las autoridades no han emprendido acciones que reviertan esta escalada de la crueldad por parte de sus perpetradores. A pesar de la declaratoria de la Alerta de Violencia de Género contra la Mujer (AVGM) en junio de 2017, en los 8 municipios del estado seguimos documentando varios casos de feminicidios, que las mismas autoridades se niegan a tipificarlos, por esa visión patriarcal y misógina que han introyectado, haciéndose cómplices de esta tragedia. Las mujeres han constatado que el sistema de justicia la revictimiza, las criminaliza y hace escarnio de la violencia que sufre. No solo se les ignora y se les obliga a obedecer las órdenes de quienes tienen la obligación de investigar estos delitos, sino que se les pone en alto riesgo, al filtrar la información a los responsables que por ser hombres se sienten con poder y con capacidad para negociar estos delitos con los hombres que tienen el encargo de velar por los derechos de las víctimas. Estamos ante un sistema de justicia patriarcal que requiere una transformación de fondo, los mismos operadores de este sistema forman parte del problema, porque cosifican a la mujer, no le dan credibilidad a su testimonio, dudan de su honorabilidad y se empeñan en hacer más cruento su sufrimiento.

Son las mujeres la que están abriendo nuevos caminos para hacer realidad sus derechos, pelean contra todo los poderes económico, político y jurídico, luchan desde los espacios privados contra el dominio y la violencia de los hombres, son heroicas sus batallas para desafiar a este sistema que vulnera sus derechos y no permiten el empoderamiento de las mujeres para desmontar ese mandato de la masculinidad. Son alentadoras las iniciativas que han emergido desde las organizaciones de base de las mujeres, como las veracruzanas que prendieron a nivel nacional con el hashtag #UnDíaSinNosotras “El nueve ninguna se mueve”. Es muy significativa su propuesta que ha logrado incidir en las esferas gubernamentales, demostrando la fuerza y la capacidad de un movimiento que quiere colocar en la agenda pública el respeto a los derechos de las mujeres y, sobre todo, un alto a los feminicidios. En Guerrero además de esta iniciativa a la que se han adherido varias organizaciones de mujeres, también se están organizando eventos estatales para seguir dignificando la vida de las mujeres.

Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan

Fuente e imagen: http://www.tlachinollan.org/opinion-contra-el-regimen-patriarcal/

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El 8-M no es una fiesta, sigue la lucha

Por: Carmen Domingo

El feminismo no es un alegre festejo del orgullo de ser mujer. Es un movimiento que lucha por el pleno acceso de las mujeres, sí, mujeres, al ejercicio de sus derechos, tantas veces pisoteados

Habrá que recordar todo esto, digo, porque parece que la posmodernidad capitalista quiere sustituir las reivindicaciones de las trabajadoras y luchas feministas por una celebración despolitizada de la identidad de las mujeres. Sus orígenes no pueden por menos que evocarnos a todo lo contrario.

Porque el feminismo no es un alegre festejo del orgullo de ser mujer, ni siquiera lo es del orgullo de pertenecer a alguna de las recién proclamadas diversidades, tan de moda hoy en día. El feminismo es un movimiento que lucha por el pleno acceso de las mujeres, sí mujeres, al ejercicio de sus derechos, tantas veces pisoteados. Por eso sorprenden varias de las reivindicaciones que en estos días, previos al 8M, se han sucedido. La primera es que hayan sido numerosas las convocatorias vinculadas a la celebración del 8M en las que en sus carteles ni siquiera se menciona la palabra mujer. Como si pasáramos a ser un ente invitado de nuestra celebración, como podían ser las gallinas o las tortugas. Nadie se imaginaría el día del Orgullo gay sin los gays. Pues parece que sí que nos imaginamos, o eso quieren, un 8M sin mujeres.

La segunda, que estos días, en aras de la posmodernidad y con intención de engrosar las filas del feminismo (parece ser el 51% de la población es suficiente), hayamos asistido a cómo, desde colectivos supuestamente feministas, se ha llevado a cabo la defensa e inclusión en el movimiento feminista de las participantes de prácticas que oprimen a la mujer: la prostitución, los vientres de alquiler, o lo que han dado en llamar binarismo de género apelando a su libertad para decidir. Argumentos amparados en la “inclusión” y el orgullo afirmativo de la capacidad de decisión que tenemos las mujeres justo en unos temas que para el feminismo han sido percibidos, desde siempre, como una vulneración de los derechos de las mujeres.

Ya me perdonarán, pero hace falta tener muy poca vergüenza para hablar de derecho de la mujer a elegir en libertad poder ejercer la prostitución, mientras millones de mujeres están siendo explotadas sexualmente. Hace falta tener muy poco respeto por las mujeres a las que compran sus hijos para defender el “deseo” de terceros — me da igual por parte hombres que por mujeres— a tener un hijo, por delante del derecho de esa mujer y de ese niño a estar y saber quién es su madre y a vivir y crecer a su lado. Hace falta muy poco conocimiento de la biología para pedir que se reconozca un género cambiante cuando justo el género es el constructo social por el que nos oprimen a las mujeres y que las feministas llevamos tiempo tratando de eliminar, porque es una invención. Las mujeres no queremos acabar desapareciendo en aras de no binarismos, géneros fluidos, agéneros y diversidades varias.

Habrá que empezar en el ayer, digo, para que no nos olvidemos del hoy y terminemos convirtiendo la lucha feminista en una lucha de todos y para todos. Es la lucha de las mujeres y para las mujeres, y en ella queremos: mostrar nuestra agenda política; reivindicar nuestra lucha contra la explotación reproductiva; reafirmarnos en nuestro firme convencimiento a negarnos a aceptar la explotación sexual de mujeres y niñas; mantenernos firmes en nuestra lucha contra la precarización, la discriminación laboral, la explotación económica y el abuso sistemático que seguimos sufriendo las mujeres en estos tiempos. Por eso el 8M es nuestro, de las mujeres, y en él reivindicaremos nuestros derechos.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/ccaa/2020/02/25/catalunya/1582634497_799074.html

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Por el camino equivocado

Por: Carolina Vásquez Araya

La vida de niñas, niños y mujeres depende de un retorcido marco cultural.

De nada sirve tratar de explicar los motivos detrás de la tortura, violación y muerte de niñas y niños, de adolescentes y de mujeres, los cuales suceden a diario en nuestros países. Esto, porque no existe tal cosa como un “motivo” capaz de llevar a otro ser humano a cometer semejantes atrocidades y mucho menos la recurrente justificación de los crímenes como resultado de arrebatos pasionales o situaciones de orden privado. Basta leer las noticias para constatar hasta qué punto el feminicidio y la violencia contra la niñez se han ido consolidando como un problema sin solución, como una carga cuyo peso sacude los cimientos morales y los valores de nuestras sociedades, pero para la cual nadie ofrece solución.

Algunos intentos por hacer visible la dimensión del horror chocan de frente contra una comunidad humana cuya sensibilidad se ha perdido junto con su sentido de pertenencia. Por lo general, se utiliza como excusa el desconocimiento o la desestimación de la gravedad del fenómeno, y todo se reduce a dejar pasar para no comprometerse en una lucha para la cual es necesario un acto de suprema valentía: reducir en pedazos la escala de valores caduca y deshumanizante que nos gobierna y, a partir de esa latitud cero, asumir como sociedad la tarea de reconstruir un tejido social en donde la vida ha perdido valor y la justicia es poco menos que una utopía.

Para nadie es un secreto la connivencia entre sectores de poder y organizaciones criminales. A partir de ahí, resulta casi imposible detener la incidencia de crímenes tan espeluznantes como la trata de personas, entre cuyas víctimas se encuentra toda clase de seres inocentes; desde niñas y niños recién nacidos hasta hombres y mujeres adultas capturadas por estas organizaciones para esclavitud laboral, prostitución, adopciones ilegales y toda clase de atrocidades, en un flujo indetenible que los separa para siempre de sus comunidades y sus familias.

En el origen de la degradación en el trato a niños, niñas y mujeres, se puede identificar con absoluta certeza esa visión patriarcal y machista de reducir la significación de esas vidas en una escala según la cual son prescindibles y sujetas a la propiedad de otros. Asesinar a una mujer en un arrebato de celos o violar a la hija porque “pertenece” a su padre han sido actos tolerados por sociedades inmersas en un esquema imperante durante siglos, cuyas normas permanecen activas por un sistema de poderes totalmente desequilibrado y deshumanizante. Ante esta realidad, las estrategias institucionales diseñadas por algunos gobiernos para eliminar o por lo menos reducir esta clase de crímenes, de nada servirán en tanto no exista una revisión profunda de las causas que los provocan. Esa tarea, aún pendiente, representa la eliminación de obstáculos a la integración de todos los sectores en la toma de decisiones, pero también en programas sociales ausentes en los planes políticos de la actualidad.

Sumado a ello, otro factor indignante es la manera de presentar los feminicidios y los crímenes contra la niñez en los medios de comunicación social. La forma despectiva y sensacionalista de divulgar en detalle estos actos atroces con el único fin de alimentar el morbo de sus audiencias, retrata de manera puntual una de las más graves falencias humanas de nuestras sociedades. A eso, es preciso añadir la indiferencia de esa audiencia, cuya actitud de ver y dejar pasar demuestra cuán enraizada es la tolerancia de la violencia contra las mujeres y la infancia y cuánto de esa tolerancia –aún en estos tiempos- es considerada una herencia cultural incuestionable.

Fuente: https://rebelion.org/por-el-camino-equivocado/

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Tragedia Siria

Por: El PAIS

Cuando están a punto de cumplirse nueve años de guerra civil en Siria, el conflicto sigue sumando cifras de devastación cada vez peores en las que, de lejos, la parte más perjudicada es la población civil. La última alerta lanzada por la ONU sobre la existencia del mayor éxodo de refugiados desde 2011 es un buen ejemplo de la preocupante degradación de una confrontación que más allá de sus implicaciones políticas y estratégicas está teniendo un intolerable coste en vidas humanas.

En medio del invierno y con temperaturas que han llegado a alcanzar los 10 grados bajo cero, unos 900.000 sirios de la provincia de Idlib, en la frontera con Turquía, han tenido que abandonar el lugar donde se encontraban prácticamente con lo puesto. De ellos unos 290.000 son niños y el 80% de los adultos son mujeres viudas. En numerosos casos se trata de refugiados que no han abandonado sus hogares, sino campos de acogida en los que se habían instalado huyendo de la guerra de otras zonas de Siria. En esos campos, las condiciones de vida han sido calificadas de “horribles” por las agencias de ayuda internacional, pero al menos allí estaban a salvo de la guerra. Ya no. Emprender la huida se ha convertido en una desesperada rutina para cientos de miles de personas.

Es urgente que, tal y como demanda Naciones Unidas, se establezcan corredores humanitarios que sean respetados por todos los grupos combatientes: el Ejército sirio apoyado por la fuerza aérea rusa, el Ejército turco, las milicias kurdas, los grupos rebeldes que combaten al presidente Bachar el Asad y las milicias yihadistas. También es preciso que se respeten mínimamente las reglas de la guerra y el derecho internacional para que hospitales, instalaciones médicas y colegios civiles dejen de ser bombardeados sistemáticamente como reflejan las denuncias de la ONU, que atribuyen la mayor parte de los ataques (y muertes) a la aviación rusa y a las fuerzas leales a El Asad.

Incluso en un escenario de enfrentamiento directo entre dos países de Oriente Próximo como Siria y Turquía, que tendrá importantes consecuencias regionales y en el que ya se han vivido episodios de choques directos entre los Ejércitos de ambos países, deberían respetarse unas mínimas reglas. La diplomacia debe servir en primer lugar para que la situación humanitaria no empeore y después para que la situación en su conjunto no se siga degradando.

Lamentablemente la guerra en Siria se ha sumergido en una espiral de destrucción que hace poco probable una solución a corto plazo, pero lo que no pueden esperar más son medidas concretas y factibles para evitar una nueva sangría de vidas civiles.

Fuente e Imagen: https://elpais.com/elpais/2020/02/21/opinion/1582304963_497794.html

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