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Construyamos un sistema educativo

Por: Jorge Yzusqui.

 

La crisis sanitaria ha tenido un impacto negativo en muchos sectores y la educación privada no ha sido ajena a esta difícil coyuntura. Miles de alumnos de colegios, universidades e institutos privados se han retirado de las aulas y ello ha originado una baja considerable en la recaudación y un incremento en la morosidad, generando un impacto negativo en sus finanzas que las ha obligado a tomar medidas extraordinarias para evitar cerrar sus puertas de manera definitiva. Esto al margen del gran perjuicio para los estudiantes y para el país por el tiempo perdido de miles de niños y jóvenes.

Muchas de estas instituciones han reducido sus pensiones, han otorgado planes de financiamiento, programas de becas y se han adaptado a esta nueva coyuntura, enfocados en garantizar los aprendizajes y la formación de estudiantes, pues cada acción a realizar debe tenerlos a ellos como protagonistas.

Esta crisis no debe pasar por alto los esfuerzos que vienen realizando las instituciones educativas privadas, que se han consolidado como una alternativa atractiva para miles de familias. En el sistema educativo escolar peruano, 27% de los estudiantes a nivel nacional y 50% en Lima, asisten a una escuela privada y en la educación superior, el 60% estudian en centros privados.

Por lo tanto, el sistema educativo del país se sostiene en los ámbitos públicos y privados, y tiene que trabajar en conjunto con nuestras autoridades, padres de familia y el Congreso con un solo objetivo: no destruir, sino construir un sistema educativo que nos permita formar a los futuros líderes del país para que no se repitan historias de corrupción ni de falta de ciudadanía y liderazgo.

Fuente del artículo: https://peru21.pe/opinion/construyamos-un-sistema-educativo-noticia/?ref=p21r

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Abandono antes de empezar la educación media

Por: Carlos Onelas.

 

• ¡Qué bueno que la SEP lance una alerta temprana y motive a los maestros a ir a buscar en sus casas a los niños que no asistan a clases y traten de que no abandonen la escuela!

«Ninguna niña, niño, adolescente o joven abandonará del Sistema Educativo Nacional sin que la autoridad haga lo posible por apoyarlos y por atender las causas» 

Esteban Moctezuma Barragán

El jueves 25, el equipo que dirige la Secretaría de Educación Pública tuvo una sesión virtual para evaluar las secuelas de un ciclo irregular (pandemia obliga) en la educación básica y prepararse para el futuro inmediato. Observé dos mensajes encontrados.

El primero, de preocupación por lo que viene, por las dificultades que enfrentarán niños, padres de familia y maestros y cierto tipo de prevenciones para aminorar el daño que causó la suspensión del calendario por el c ovid-19. El epígrafe de este artículo resume esa postura. El segundo mensaje ratifica el tono triunfalista que caracteriza a este gobierno.

¡Qué bueno que la SEP lance una alerta temprana y motive a los maestros a ir a buscar en sus casas a los niños que no asistan a clases y traten de que no abandonen la escuela! Una señal importante y oportuna que, es casi seguro, respaldará la dirigencia formal del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.

Aún no es posible medir las secuelas de la pandemia en la educación nacional, ni siquiera sabemos cuándo terminará. Por eso, varios sectores aplaudieron la declaración de la semana pasada del secretario Moctezuma de que no habrá clases hasta que todos los semáforos estén en verde.

Me pareció sincero el reconocimiento que el secretario Moctezuma y el subsecretario de Educación Básica, Marcos Bucio Mújica, hicieron los maestros por su labor en tiempos arduos.

No obstante, en el otro plato de la balanza se dispuso una exageración. El secretario afirmó que, gracias al programa Aprende en Casa, los alumnos alcanzaron los aprendizajes esperados y se cubrieron los planes y programas de estudio. Este tipo de aserciones que no tienen fundamento en la realidad, deprecia los esfuerzos que hizo la Secretaría en plazo breve y con recursos escasos.

La reserva del subsecretario Bucio, sin embargo, pone un aviso infausto, calcula que alrededor de 800 mil alumnos que acreditaron la secundaria no transitarán a la educación media. No se necesita ser adivino para prever que la mayoría de ellos proviene de las clases pobres. Tampoco para augurar que habrá migración de la educación privada a la pública debido a la crisis económica. Vienen tiempos difíciles.

El discurso de alabanza propia, al no tener refrendo en la mente de la mayoría, conduce a disminuir la credibilidad en la expresión de la autoridad. Y, con todo y que las intenciones de trabajar duro sean genuinas, no siembran confianza.

Fuente del artículo: https://www.excelsior.com.mx/opinion/carlos-ornelas/abandono-antes-de-empezar-la-educacion-media/1390782

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El abandono de la escuela pública

Por: Guadalupe Jover.

Hemos necesitado una pandemia para reconocer las insoportables desigualdades en el derecho a la educación. Dispositivos móviles y conexión a Internet se han erigido en dolorosas metáforas de las condiciones de pobreza material que impiden la educabilidad de muchos niños y niñas. Maestras y maestros hemos tratado de llegar a cada rincón, a cada hogar, y nos hemos asomado a entornos de cuya existencia algo sabíamos y en los que es imposible reclamar concentración, trabajo y esfuerzo. Niños que burlaban la vigilancia de la policía para poder acudir al hogar de un familiar que sí contara con un ordenador. Niñas que debían aguardar a que todos en casa durmieran para poder disponer del silencio que reclama el estudio.

Para paliar esto no basta con la provisión de una tableta. No basta tampoco con la aprobación del ingreso mínimo vital ―pese a ser una buenísima noticia―. Porque las desigualdades de capital cultural de las familias son tales que niñas y niños parecen tener marcado a fuego en su código postal cuál habrá de ser su futuro académico y profesional. El determinismo se agrava en un sistema escolar tan segregador como el nuestro sin que nada apunte ―¡ni siquiera ahora!― a un golpe de timón en las políticas educativas. Veremos en qué acaban los 2.000 millones de euros cuyo destino debiera ser, según el presidente Sánchez, la educación pública.

Maestras y maestros, con mayor o menos acierto, nos hemos dejado la piel en esto. Claro que hemos cometido errores, y mucho habremos de trabajar para enmendarlos. Pero hemos estado solos. Nuestras Administraciones educativas se han lavado las manos. No sabían qué hacer y han optado por la dejación de funciones. Primero fue el silencio. Luego, el frenesí de instrucciones contradictorias. Ahora, pretenden la vuelta a las aulas como si nada hubiera ocurrido, imaginando una escuela en que sea posible respetar las distancias a que la pandemia obliga sin reducir ratios, aumentar las plantillas o dotar de infraestructuras.

Al abandono institucional hemos sumado el maltrato en los medios. Se ha llegado a responsabilizar al profesorado del cierre de las escuelas, cuando ni el estado de alarma permitía su apertura ni las condiciones de los centros ―de los centros públicos que yo conozco y en los que llevo 30 años trabajando― lo hacen posible. Tampoco los diagnósticos de los expertos parecían apuntar a la raíz del problema, al menos desde la percepción de quienes estamos a pie de aula.

Nuestro malestar y nuestro estupor son ya insoportables cuando escuchamos a los responsables políticos hablar del curso próximo. Su propuesta es ―y ahí la propia ministra― “optimizar espacios”, ignorando al parecer que, en el escuela pública, hace años que bibliotecas, laboratorios y aulas de usos múltiples se utilizan como aulas convencionales. Que centros construidos para 600 estudiantes pasan ya de los 1.000. Que no cabe un alfiler ni en aulas ni en pasillos ni en patios, y que estos nada tienen que ver con los fastuosos polideportivos que nos enseñan en los telediarios. De eso hablamos cuando hablamos de los recortes que llevan asfixiándonos curso tras curso.

Durante estos meses maestras y maestros hemos tratado de acompañar a nuestros estudiantes supliendo la falta de educadores sociales ―en muchos casos fulminantemente despedidos al comienzo de esta pandemia allí donde los había― sin escatimar ni medios ni tiempos ni energías. El desmantelamiento de los departamentos de Orientación y el menosprecio por las labores de tutoría amenazaban con dejar a niñas, niños y adolescentes abandonados a su suerte. Hemos dedicado mañanas, tardes y noches, días laborables y festivos, periodo escolar y vacacional a acompañar educativamente a nuestros 100, 200 o 300 estudiantes tratando de atender, en primer lugar, a su situación personal: “Esta noche murió mi papá”. Que en esta ocasión ―como en tantas otras― hayamos tenido que suplir a psicólogos o trabajadores sociales no puede enmascarar la apremiante urgencia de que unos y otros pasen a formar parte, en número suficiente, de las plantillas de los centros. Y que la tutoría reciba al fin en la jornada laboral docente el reconocimiento que merece. Ojalá sea ya ineludible con la Ley Integral de la Infancia.

Hemos hecho todo lo posible por proponer escenarios de aprendizaje pese a la desaparición de la clase como espacio y tiempo compartido, como grupo humano. Y lo hemos hecho con nuestros propios equipos y pese a la ausencia de plataformas institucionales ágiles y seguras. Cuando las “autoridades” discutían acerca de cómo evaluar, lo que a nosotros nos agobiaba era qué hacer para que el alumnado aprendiera. Claro que nos hemos equivocado en muchos momentos. Y por ello estos dos meses que restan para el comienzo del próximo curso debieran ser un tiempo ganado y no perdido, en que toda la comunidad educativa trabajara codo con codo. En que nos escucháramos.

Pero es también la hora de la política. Autoridades ministeriales y autonómicas no pueden seguir jugando a esconderse. Cuando debieran estar también ellos preparando el próximo curso ―construcción de nuevos centros, mejora de infraestructuras, reducción de ratios, ampliación de plantillas, dotación de recursos, reestructuración de la jornada laboral docente, replanteamiento curricular, provisión de entornos virtuales que aseguren la privacidad de los datos allí alojados―, los vemos dando todo por perdido, desplazando la responsabilidad al que está “por debajo”. En esto ha venido a parar “la autonomía de los centros”. En un sálvese quien pueda.

Necesitamos sumar voces y el concurso de toda la comunidad educativa, de economistas y sociólogos, de politólogos y periodistas, de cuantos están opinando de educación en los medios para exigir una escuela pública a la altura de la de los países en que pretendemos mirarnos. Una escuela que vele por la equidad educativa y la justicia social, por los derechos de los más vulnerables y por la mejora del bienestar y la calidad de los aprendizajes de todo nuestro alumnado.

No hay tiempo que perder. En septiembre será tarde.

Fuente del artículo: https://elpais.com/educacion/2020-06-23/el-abandono-de-la-escuela-publica.html

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Chad reabrirá el 25 de junio universidades y lugares de culto por la «clara mejora» de la situación ante el coronavirus

Redacción: Notimérica

El presidente de Chad, Idriss Déby, ha anunciado este miércoles que las universidades y los lugares de culto del país podrán reabrir sus puertas el 25 de junio, tras cerca de tres meses de cierre a causa de la pandemia de coronavirus, al tiempo que ha apuntado a la posibilidad de reiniciar los vuelos comerciales.

Déby ha recalcado que la reapertura de universidades y lugares de culto deberá tener lugar «con un respeto estricto a las medidas de prevención», entre ellas el distanciamiento social, según ha informado el portal chadiano de noticias Alwihda.

Asimismo, ha indicado que «la opción del reinicio de los vuelos comerciales será estudiada» ante «la clara mejora de la situación epidemiológica» en el país, si bien ha recalcado que es un asunto sobre el que hay que «reflexionar» antes de tomar una decisión.

Déby aprobó el 9 de junio prorrogar otras dos semanas el toque de queda impuesto en varias zonas del país, incluida la capital, Yamena, y extenderlo a otras dos provincias a causa del coronavirus.

El Gobierno hizo además obligatorio el uso de la mascarilla y ha lanzado una campaña en la que participan cerca de 80 trovadores para concienciar a la población en zonas remotas del país acerca de los riesgos de la pandemia y las medidas que deben adoptar para protegerse y evitar la propagación del virus.

Las autoridades chadianas han confirmado hasta el momento 853 casos de coronavirus, con 74 fallecidos, según datos facilitados por los Centros de África para el Control y la Prevención de Enfermedades (Africa CDC), dependientes de la Unión Africana (UA).

Fuente: https://www.notimerica.com/politica/noticia-chad-reabrira-25-junio-universidades-lugares-culto-clara-mejora-situacion-coronavirus-20200617205054.html

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Educación, racismo y aceite barato

Por: Cinthia Wanschelbaum

En el campo de la educación, uno de los problemas que comenzó a aflorar con mayor fuerza, a partir de la forzosa virtualización que se produjo con la pandemia, es el de la desigualdad educativa.

La desigualdad educativa no es un fenómeno nuevo, ni resultado específico de las diferenciales posibilidades de acceso a la educación a distancia. Es una relación social históricamente configurada que excede a las condiciones de estudio actuales, pero que la virtualización hizo profundizar.

Hace unos días escribí un artículo en el cual relataba las historias de Felipe y Maite. Maite vive en un barrio popular de Rosario. Hasta que llegó el coronavirus, estaba estudiando en una escuela de adultos. Tiene un hijo y trabaja en un supermercado. Tanto a ella como a su hijo se les complica la posibilidad de la continuidad pedagógica. En el barrio en el que viven no hay conexión y el gasto que genera la utilización de datos con el celular es mucha plata que, con su salario, no puede pagar. Felipe vive en la ciudad de Santa Fe, estudia en la universidad, su papá es profesor y su mamá maestra. Comparten la computadora que hay en la casa o, en su defecto, utilizan el celular. Felipe está pudiendo cursar sin ningún tipo de problema sus clases, amén de las tensiones pedagógicas que genera lo virtual.

Esta es la historia de dos jóvenes, que viven en la misma provincia, en el mismo momento, pero de muy distintas formas. Si bien sus desiguales condiciones de existencia no son una novedad, la crisis sanitaria y la virtualizacion de la educación las profundizaron, a la vez que las hicieron más visibles para el conjunto de la sociedad.

Lxs personajes ficcionales de mi artículo viven en la provincia de Santa Fe. Hace unos días, el presidente de Argentina, Alberto Fernández, anunció la intervención y expropiación de Vicentín, que es una de las empresas cerealeras más importantes del país y que justamente tiene su planta de producción en esa provincia. Seguramente, para muchxs de nosotrxs, antes del día en el que se dio a conocer la diversificada producción de esta corporación, el vínculo más directo, por así decirlo, con la empresa era a través de sus aceites. O por lo menos, así lo era para mí porque era el aceite que usaba mi abuela. Quizás mi abuela, como miles de consumidores de ese alimento, no advertían que cocinar con ese aceite constituye un acto social y mucho menos que esa práctica cotidiana podía tener vínculo con las desiguales condiciones de acceso al derecho de la educación. A comienzos de los años 2000, Michael Apple, uno de los pedagogos críticos más importantes de Estados Unidos, escribió un texto a partir de una anécdota personal ocurrida en un local de comidas rápidas. En esa obra reconstruye lo que ocurrió con la educación de las niñas y los niños en un país asiático donde se plantan las papas que luego, por toda una cadena de producción, devienen en las papas fritas baratas de ese local de fast food, el más conocido a nivel mundial. En ese texto, nos enseñó que comer una papa frita barata es una acción social que contiene atrás todo un conjunto de relaciones sociales desiguales en términos de clase, género y raza, que produjeron que miles de niños y niñas de ese país en Asia se quedaran sin escuela.

Como se está denunciando y demostrando actualmente, durante el gobierno de Macri, Vicentín -como tantas otras empresas- fue beneficiada por el Estado de diferentes formas. Y si de capitalismo/neoliberalismo estamos hablando, y si al capitalismo estamos analizando, siempre que se beneficia un sector, a una clase, en este caso al empresariado, se lo hace en detrimento de otra. El proyecto político-económico-cultural del macrismo se sustentó en el extractivismo en todos sus sentidos y dimensiones. De la naturaleza, sí, pero sobre todo de una clase para satisfacer a otra. Vicentín sobrevivió durante muchos años a costa de un Estado que lo financió a la par que desfinanció y desmanteló programas educativos, como, por ejemplo, el Plan Conectar Igualdad que garantizaba que lxs estudiantes de todos los niveles del país y sus docentes tuvieran computadoras y formación en el uso de las mismas, de modo de generar mayores niveles de igualdad. Con Apple, podríamos decir entonces que detrás de las imposibilidades de conexión de Maite y detrás de cada bocado de los fideos Don Vicente existe un conjunto de relaciones sociales que privilegiaron el salvataje de empresarios millonarios y la ganancia empresarial, por sobre el financiamiento de la educación.

¿Qué estoy queriendo decir? Que el problema de la imposibilidad de conexión no es ni técnico, ni estrictamente educativo. Es un problema político. Y que las diferentes posibilidades de acceso a la educación en las condiciones actuales que impuso la pandemia no son una novedad, sino que expresan relaciones sociales históricamente construidas en una violenta y arrolladora desigualdad.

Y eso es lo que el asesinato de George Floyd en Estados Unidos vino también a denunciar.

Hace unos días, en una de las tantas movilizaciones que se están produciendo en todo el imperio –que nos está mostrando su fase de decadencia–, una maestra sostenía una pancarta que decía “Debería estar en casa enseñando a mis estudiantes ciencia. Sin embargo, estoy acá enseñando a la policía de Nueva York que mis estudiantes son personas”. En ese pizarrón del pueblo, sintetizó la historia de violencia y racismo hacia los afroamericanos que existe desde el origen mismo de los Estados Unidos.

Las calles y movilizaciones se han convertido en la nueva escuela de resistencia popular. Miles de jóvenes, a costa de arriesgar su vida contagiándose de covid-19, todos los días salen a las calles a combatir a un sistema que, como la pandemia ha demostrado, no da para más.

Expropiar para educar y movilizar para enseñar pueden convertirse en las prácticas educativas más necesarias de este momento histórico, para que la opresión por raza, género y/o clase no existan nunca más.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/274423-educacion-racismo-y-aceite-barato

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América Latina y el Caribe: La recesión podría llevar a miles de niños a trabajar

Redacción: La Prensa Gráfica

La profundización del desempleo y de la pobreza en los hogares podría llevar hasta 326,000 niños y adolescentes a trabajar, según estimaciones de la OIT y la CEPAL.

El deterioro de las condiciones económicas de las familias en América Latina podrían provocar un incremento de entre 1 % y 3 % en el trabajo infantil, lo que significaría que entre 109,000 y 326,000 niños y adolescentes podrían ingresar al mercado laboral sumándose a los 10.5 millones que ya trabajo actualmente.

Una nota técnica publicada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) advierte que «la desaceleración de la producción, el desempleo, la baja cobertura de la protección social, la falta de acceso a seguridad social y los mayores niveles de pobreza son condiciones que favorecen el aumento del trabajo infantil».

En El Salvador, habían 101,921 niños y adolescentes de entre 5 y 17 años trabajando, según la Encuesta de Hogares de 2018, de estos 31,310 estaban por debajo de la edad mínima autorizada para trabajar y 70,611 eran considerados como trabajo peligroso. La nota señala que cuando la fuente de empleo son micro, pequeñas y medianas empresas (mipyme) hay mayor riesgo.

Este tipo de empresas son más vulnerables a la crisis sanitaria y económica, lo que se traduce en mayor riesgo de pérdida de empleo. El niño puede verse en la situación de tener que trabajar para buscar un ingreso complementario o incluso para sustituir parte del ingreso perdido.

En el caso de las familias que son propietarias de algún negocio, como microempresas, puede haber presión para que el niño realice el trabajo que antes hacía una persona asalariada a quien ya no alcanza para pagarle.

Por otra parte, donde ya existían condiciones de riesgo, como ingresos insuficientes y altos niveles de informalidad, existe la probabilidad que los niños y adolescentes se incorporen al trabajo en modalidades peligrosas.

«Las zonas rurales, donde existen mayores riesgos de trabajo infantil, se verán posteriormente afectadas por la crisis debido a las características de una menor interacción entre las personas y un menor dinamismo económico», dice la nota.

La OIT también publicó un informe junto al Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) sobre la relación entre el covid-19 y el trabajo infantil que consigna un aumento de un punto porcentual del nivel de pobreza puede implicar un aumento del 0.7 %, o más, del trabajo infantil.

«A medida que la pobreza aumenta, las escuelas cierran y la disponibilidad de los servicios sociales disminuye, más niños se ven empujados a trabajar. Cuando imaginamos el mundo después de la covid-19, debemos asegurarnos de que los niños y sus familias disponen de las herramientas necesarias para afrontar tormentas similares en el futuro. Una educación de calidad, servicios de protección social y mejores oportunidades económicas pueden cambiar las cosas», dijo la directora ejecutiva de UNICEF, Henrietta Fore.

El informe propone medidas como ampliar la protección social, facilitar la concesión de créditos, promover el trabajo decente para los adultos, facilitar el regreso de los niños a la escuela sin costos y disponer de más recursos para realizar inspecciones laborales.

«La protección social es fundamental en épocas de crisis, puesto que permite brindar asistencia a los más vulnerables», dijo Guy Ryder, director general de OIT.

https://www.laprensagrafica.com/economia/La-recesion-podria-llevar-a-miles-de-ninos-a-trabajar-20200620-0044.html

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Acceso a la educación de las niñas en Latinoamérica puede retroceder por la pandemia

Redacción: Vistazo

El acceso a la educación de las niñas de América Latina podría «retroceder décadas» debido a la pandemia de la COVID-19 si los Gobiernos «no toma medidas urgentes» que incluyan concienciar a los padres para que garanticen su retorno a las escuelas, alertó este jueves la ONG Plan International.
Plan recordó que la cuarentena decretada por los Gobiernos en los países de la región para frenar la propagación de la COVID-19 ha dejado al 95 % de los estudiantes «alejados de los servicios de educación, con dificultades de acceso a las redes de protección y apoyo social».
«En el caso específico de las niñas, la combinación de factores de riesgo como la violencia basada en género, el embarazo precoz, los matrimonios y uniones infantiles tempranas y forzadas, el asumir las responsabilidades del hogar, la falta de acceso a servicios de salud sexual y reproductiva pueden llevar a que muchas niñas no regresen a las escuelas», dijo la ONG global.
El derrumbe de la economía en América Latina por la pandemia, que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) prevé hasta de un 8 % en 2020, afectará a la educación de las niñas, ya que muchas familias «han visto la reducción de sus ingresos» y «no podrán costear el valor de los estudios, o dejarán a sus hijas al cuidado de la casa y la familia», explicó la especialista de Plan International, Janaina Hirata.
Es por ello que alertó de que «si los gobiernos no toman medidas de respuesta urgentes, y se hace un trabajo de concientización con padres y madres que garantice que sus hijas retomen el ciclo escolar (…) la brecha de género en términos de acceso a la educación podría ampliarse retrocediendo décadas y dejando atrás lo logros ya obtenidos» en favor de las niñas y adolescentes.
CONSECUENCIAS DE CERRAR ESCUELAS
El aumento de la violencia doméstica en América Latina, embarazos en adolescentes y el riesgo de aumento de los matrimonios y uniones infantiles tempranas y forzadas son algunas de las consecuencias por cerrar escuelas que Plan Internacional señala.
Países como Colombia, El Salvador y Perú han reportado un alza de la violencia doméstica durante el confinamiento, lo que se «espera siga en aumento afectando el bienestar de las niñas y adolescentes», denunció la organización.
La pandemia puede disminuir el financiamiento de programas de salud sexual y reproductiva dirigidos a niñas, adolescentes y jóvenes, con lo cual pueden aumentar los embarazos adolescentes en la región.
Los casamientos forzados y prematuros también pueden incrementarse ya que es otro de los grandes problemas que afrontaba la región antes de la llegada del coronavirus: 1 de cada 4 mujeres jóvenes se casó o unió antes de los 18 años según datos de la organización.
Fuente: https://www.vistazo.com/seccion/mundo/actualidad-mundial/acceso-la-educacion-de-las-ninas-en-latinoamerica-puede-retroceder
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