Grecia: Cientos de personas refugiadas, incluidas menores, duermen al raso en la isla griega de Rodas

Por: Pepa Suárez

Organizaciones humanitarias denuncian que unas 350 personas refugiadas, algunas de ellas procedentes de Líbano, están durmiendo a la intemperie sin comida, sin agua, sin baños y sufriendo la violencia de las fuerzas de seguridad en Rodas.

“Llegamos al paseo principal donde los turistas paseaban entre tiendas de helados y souvenirs, mientras la otra cara de la moneda nos mostraba un parque lleno de basura, sábanas tiradas en el suelo, gente tumbada en cartones y un hiriente olor a orina y desconsuelo”. Elena Martínez, una voluntaria de la ONG española SOS Refugiados Europa, narraba de esta manera en un informe, la situación que había visto con sus propios ojos en la isla griega de Rodas.

Según esta organización, entre trescientas y trescientas cincuenta personas refugiadas, entre ellas muchas familias con menores, incluidos bebés, malviven en unas condiciones dramáticas desde que llegaron a la isla hace más de dos meses. Se trata de personas que han estado esperando en Turquía la oportunidad de subirse a un bote para llegar a suelo europeo.

La gran mayoría procede de Siria, Yemen, Sudán, Egipto, Iraq, Kuwait y, en menor medida, de Palestina. Muchos de esos países están envueltos en largos conflictos bélicos, sin embargo, algunas personas poseen estatus de refugiadas en Líbano. La profunda crisis económica de este país y el reciente conflicto con Israel les han obligado, a quienes ya habían encontrado refugio, a buscar lugares más seguros.

En pleno corazón de la ciudad de Rodas, junto a la ciudad medieval, situado al norte de la isla, duermen al raso sobre cartones, sin apenas mantas, hambrientos, sedientos y sin baños disponibles. El flujo de llegadas es constante. Entre veinte y cuarenta personas llegan casi a diario a la isla desde la ciudad turca de Fethiye. Un parque, situado junto al paseo marítimo, se ha transformado en un campamento improvisado donde duermen, protegidos por la arboleda, familias con sus hijos e hijas y hombres que viajan solos. Los refugiados denuncian que las autoridades locales les han prohibido, incluso, acercarse a los baños públicos gratuitos de la zona.

La falta de higiene y las pésimas condiciones de vida han provocado infecciones cutáneas generalizadas en los menores. El grupo de refugiados incluye personas que sufren heridas provocadas en la ruta en bote, diabetes, cáncer y discapacidades físicas, lo que agrava, aún más, su estado de vulnerabilidad. Así lo cuenta Ruhi Akhtar, médica y coordinadora de la organización humanitaria inglesa Refugee Biryani and Bananas

Apenas sin recursos, porque declaran haber gastado todo lo que tenían en la ruta migratoria, solo cuentan con la ayuda de una ONG local que proporciona comida cada dos días. En ese estado de desesperación, solo desean ser trasladadas a un centro de la península griega y esperar allí su documentación para continuar el viaje hacia otros países europeos en busca de refugio, según Martínez. “Solo queremos salir de aquí, eso es todo”, escriben en sus móviles traducido del árabe. Después de visitar Rodas y conocer la situación de primera mano, SOS Refugiados Europa ha puesto en marcha una campaña para la compra de 350 sacos de dormir.

Las autoridades griegas realizan traslados, de forma aleatoria, desde Rodas a los campos de refugiados de las islas de Leros y Kos, así como al campo de Diavata en Tesalónica, ciudad situada a unos 500 kilómetros al norte de Atenas. Pero la elección se lleva a cabo de una manera arbitraria, señalando al azar a las personas elegidas, sin registro y sin criterios, generando desesperación entre quienes esperan salir de ese callejón sin salida. La policía lleva a cabo la elección, en la puerta de la comisaría de 9 a 10 de la mañana, donde, previamente, se agolpan los refugiados con los pasaportes en mano y gritando para llamar la atención. Esta situación produce tumultos y enfrentamientos entre los mismos refugiados que la policía trata de sofocar a base de golpes, empujones y gritos. La desesperanza mina la moral de quienes ya arrastran dolorosos traumas y, por eso, hay gente que ni siquiera se acerca a la comisaria porque ha perdido toda esperanza, según cuentan las organizaciones humanitarias.

Refugee Biriyani and Bananas dio visibilidad al maltrato que sufren las personas refugiadas cada día ante la puerta de la comisaría, a través de un video publicado en su perfil de instagram y lo describe de esta manera : “La policía empuja de una manera brutal a todos hacia atrás, los niños sienten miedo y lloran. No hay datos de las personas que llegan, ni cuándo. No hay organización. La gente se inquieta cada vez más. Un padre grita: “Family, help, help”. Todos gritan: “Please, help, please”. Ellos eligieron a 15 personas para registrar su petición de asilo y al resto las dejó tiradas en la calle”.

Este periódico se ha puesto en contacto con la Embajada de Grecia en España, vía telefónica y correo, para conocer la visión oficial de estos hechos, pero hasta el momento de la publicación de este reportaje no hemos obtenido respuesta.

Según los refugiados, las llegadas a Rodas desde Turquía supone una nueva ruta abierta por los traficantes como alternativa a Lesbos, Chios o Samos, islas a las que suelen llegar la mayoría de refugiados por su cercanía a las costas turcas.

Grecia se ha enfrentado a una creciente ola de denuncias por el uso de la violencia contra personas refugiadas. Amnistía Internacional (AI) documentó en 2023 cómo los supervivientes del naufragio del barco Adriana, frente a las costas griegas, acusaron a las autoridades griegas de provocar el incidente, donde perdieron la vida más de 600 personas. En el mismo informe, AI señalaba la persecución y criminalización de las defensoras y defensores de los derechos humanos por su trabajo con personas refugiadas y migrantes. Investigaciones de la BBC demostraron el abandono de 12 personas en un bote tras ser transportadas en un barco guardacostas griego, a pesar de que Mitsotakis aseguró en el Parlamento y en algunas entrevistas a los medios que “las devoluciones en caliente son ilegales y, por tanto, no existen”. Este gobierno conservador acumula un largo historial de violaciones de los derechos humanos, incluyendo violencia policial, maltratos, devoluciones en caliente y casos como el de Baris Büyüsku, kurdo de 30 años de edad, quien presuntamente murió bajo custodia griega.

Tanto las organizaciones humanitarias como las propias personas refugiadas han relatado a los medios en multitud de ocasiones la insalubridad de los contenedores de los campos de refugiados, así como la mala calidad de los alimentos que reciben. “La comida está congelada, es muy mala, no puedo dar a mis hijos esa comida”, aseguraba a este periódico, el pasado mes de mayo, una refugiada iraquí con cuatro hijos en el campo de refugiados de Malakasa.

La ruta que va de Turquía a Grecia es una de las más transitadas del mundo. Más de un millón de personas procedentes de Afganistán, Siria, Egipto, Eritrea, Palestina, Yemen y Sudán entre otros, han cruzado esta ruta en frágiles embarcaciones, huyendo de la violencia, la guerra y las persecuciones, para alcanzar suelo europeo. Según ACNUR, más de 850.000 personas hicieron esta travesía en la llamada “crisis de los refugiados” en 2015, debido a los conflictos en Siria, Afganistán y Yemen.

El acuerdo entre la UE y Turquía de 2016, denunciado por las organizaciones humanitarias por el coste humano que supone, frenó en seco las llegadas a suelo europeo. Mediante este acuerdo, toda persona que llegara de manera irregular a suelo griego sería devuelta a Turquía. A cambio, Turquía ha recibido, hasta la fecha más de 11.500 millones de euros para atender las necesidades de los refugiados, pero los testimonios describen las continuas redadas de la policía turca, los encarcelamientos, el maltrato y las torturas. Algunas personas migrantes entrevistadas recientemente en Rodas por SOS Refugiados, aseguran haber pasado por estas cárceles y enseñan las cicatrices de las palizas recibidas.

El acuerdo UE – Turquía y la posterior pandemia de Covid en 2020, frenaron en seco la llegada de personas a suelo europeo para repuntar en 2023 con más de 40.00 personas frente a las 12.000 de 2022. En el primer semestre de este año, las entradas se han disparado al doble comparado con el mismo periodo del año anterior. La guerra de Sudán, la llegada de los talibanes al Gobierno de Afganistán y la guerra siria que no cesa provocan un éxodo continuo de quienes buscan refugio en lugares seguros.

La precariedad de los primeros campamentos de refugiados en las islas griegas, como el de Moria en Lesbos, o Idomeni situado al norte de la península griega, denunciados por sus condiciones de hacinamiento e insalubridad, dio paso a los nuevos campos llamados Centros de Acceso Controlados para Solicitantes de Asilo construidos con presupuesto de la UE. En la actualidad existen cinco campos distribuidos en las islas de Samos, Lesbos, Cos, Quíos y Leros, además de otros 24 campamentos distribuidos por el territorio griego. Organizaciones humanitarias como Médicos Sin Fronteras (MSF) han criticado duramente estos centros por su situación aislada y el largo confinamiento al que someten a las personas mientras esperan una resolución de asilo que puede tardar muchos meses.

Fuente de la información e imagen:  https://www.elsaltodiario.com

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Refugiados, desplazados y apátridas

El problema de las personas refugiadas, de las que buscan refugio huyendo de las guerras, del hambre, etc., no es un problema más y no es un problema nuevo

Según Antonio Guterres, alto comisionado de Naciones Unidas, se trata de “la crisis humanitaria más dramática a la que se ha enfrentado el mundo desde hace mucho tiempo”.

No es un problema nuevo. Durante el siglo pasado, a este grupo pertenecen por orden cronológico millones de rusos, centenares de miles de armenios, miles de húngaros, centenares de millares de alemanes y de medio millón de españoles…”

Hoy la historia se repite. Los desplazados y desplazadas no son europeos sino sirios, iraquíes, palestinos o saharauis, o de otros países asiáticos o africanos.
En pocos meses los gobiernos europeos han pasado de hablar de acogida a primar la expulsión de quienes buscan refugio.
Actualmente, en el año 2023 más de 110 millones de personas se han visto obligadas a huir. Las causas son diversas: guerras, hambrunas, el cambio del clima y la desigualdad social, etc., causas cada año más intensas y numerosas.

Los países con más desplazados son:

– Siria, el país con más de 10 años de guerra, 6,5 millones de desplazados y 600.000 muertos. (Aunque hoy, sin embargo, apenas se informa de ello.)
– Ucrania, con 6,5 millones de exiliados, 9600 muertos, 17500 heridos. 4,2 millones encontraron refugio, siendo en 2023 la nacionalidad con más acogidas
– Palestina es un caso especial. El número de desplazados externos es de 5,9 millones; pero, además de un desplazamiento que dura más de medio siglo, hay que sumar los desplazados internos, de modo especial los 2,7 millones encerrados en Gaza, sufriendo varios años de ataques con bombas de efectos terribles que han matado a más de 40.000 personas, en especial niños y personas indefensas. Hay que añadir la ocupación de Cisjordania, con más de 4 millones de palestinos sometidos al ejército y gobierno de Israel.
– Congo y Sudán son hoy países de los que no se habla, a pesar de que tienen una situación de conflictos causantes de miles de muertos y desplazados. Sudán del Sur fue primeramente un país que acogió a 220 000 personas que huían de las guerras de países próximos; pero ahora son más de medio millón los que huyen de Sudán del Sur por las guerras que abrasan el país.

Los muertos en el mar:

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Un aspecto de especial gravedad tanto por el número de muertos, cuanto por su forma de intentar el refugio, es el de los que perdieron sus esperanzas y sus vidas en el mar. En Europa, en el mar Mediterráneo y en el Atlántico han muerto más de 4000 personas buscando llegar a nuestro continente (sin contar los muertos desconocidos en el mar). En las aguas de Canarias murieron 1.109 personas.
La ruta de Libia y Túnez está siendo la más mortífera. Solo niños se cuentan más de 10.000. No existen números registrados… no se conoce el número de personas desaparecidas ¡¡¡no hay palabras!!!.

En España en 2023 hemos tenido 163000 solicitudes de asilo, un récord histórico. Las peticiones se han incrementado un 82% en relación al 2022. Aunque España ha mejorado en la tasa de asilo, un 16%, sigue siendo inferior a la media europea, un 38%.
En España las dificultades que tienen que superar para lograr solicitar el asilo son absolutamente vergonzosas. Para la solicitud les lleva entre 6 y 8 meses para conseguir que les den cita, solo un papel con su número para ser recibidos y poder exponer sus motivos y circunstancias por los que piden asilo.
Al respecto hay que señalar una clara discriminación entre la atención a los refugiados de Ucrania, y la de otros países como Nicaragua (un país con un gobierno muy represivo), o Venezuela, que 122.035 están pendientes de resolución. Hoy son los venezolanos y colombianos los que más intentan entrar en España.

La legalidad internacional se halla ahora sistemáticamente vulnerada por un buen número de países de una Unión que, hipócritamente, dice defenderla. Solo la política basada en los derechos de las personas representa una garantía de seguridad común. La historia del siglo XX ha demostrado, una y otra vez, que sin derechos no hay seguridad, sino abusos, violencia e inestabilidad, así como un incremento del poder de los traficantes y por ende, de la ilegalidad y la muerte.

Fuente de la información e imagen:  https://loquesomos.org

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Un cómic denuncia el viaje forzado de los refugiados desde la visión femenina (descargar)

Europa/España/obreelsulls.normaeditorial.com

Barcelona, 23 nov (EFE).- La Cruz Roja ha presentado esta mañana el cómic «Quan tanco els ulls, recordo» (Cuando cierro los ojos, recuerdo), escrito y dibujado por Cristina Bueno, que relata, en clave de género, el viaje forzado de las personas refugiadas a través de la historia de Zarah, una madre de familia que huye con sus hijos de Alepo.

El cómic, que pretende sensibilizar a los lectores acerca de las consecuencias de los desplazamientos forzados y las dificultades añadidas que tienen las mujeres refugiadas, ha sido editado por Norma Editorial y ha contado con la colaboración de la Agencia Catalana de Cooperación al Desarrollo (ACCD).

 

La técnica de Cooperación Internacional y Derechos Humanos de la Cruz Roja, Alexandra Gabarró, ha expresado que «el libro sirve para poner en evidencia los periplos por los que pasan los refugiados, especialmente las mujeres, que sufren riesgos específicos debido a la exclusión y la violencia a la que se ven sometidas».

«El viaje forzado de Zarah, que se ve precipitado por la muerte de su marido en Alepo, simboliza la historia de miles de mujeres refugiadas y se relata desde una visión de respecto hacia las mujeres refugiadas y su capacidad de resiliencia», ha añadido Gabarró.

El cómic muestra todos retos que la madre tiene que afrontar para traer a sus hijos a occidente, como son el acoso sexual, las estafas y sobornos por parte de mafias, el tráfico de personas o numerosas enfermedades, entre otros.

La autora del cómic, Cristina Bueno, ha destacado que «no es una historia ficticia, sino que es una realidad por la que muchas mujeres pasan», y que «a pesar de que muchas historias quedan reflejadas en una sola viñeta, estas evocan sentimientos que invitan al lector a reflexionar por mucho tiempo».

En este sentido, el editor de la publicación, Luis Martínez, ha afirmado que «el cómic te permite acercarte a las personas que han vivido el viaje migratorio sin ahuyentarles, ya que allí donde no puede entrar una cámara, sí que entra una libreta y un bolígrafo».

«Además, el cómic es algo físico, por lo que es una historia que puedes atesorar o regalar y que en tan solo 20 minutos de lectura puede conmover al lector e invitarle a reflexionar», ha añadido el editor.

 

«Quan tanco els ulls, recordo», también va acompañado de una guía pedagógica y educativa para trasladar la historia de Zarah a las escuelas y prevenir la exclusión social, el racismo y la xenofobia en los espacios escolares. EFE

Ficha bibliográfica:

Cómic documental de no ficción que quiere ser una herramienta para hacer incidencia a las personas responsables de tomar decisiones y sensibilizar a la sociedad sobre las causas y las consecuencias de los desplazamientos forzados en las mujeres.
Lugar de publicación:  Barcelona
Año de publicación:  2018
editorial:  Norma Editorial: Cruz Roja

Descargar en; http://obreelsulls.normaeditorial.com/pdf/cclor-esp.pdf

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México/Centroamérica: Las autoridades dan la espalda a las personas refugiadas LGBTI

Por: Amnistía Internacional/01-12-2017

La vida y la seguridad de las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI) de El Salvador, Guatemala y Honduras —países acechados por la violencia— están expuestas a un peligro cada vez mayor, ya que las autoridades de sus países no las protegen, dejándolas sin otra opción que huir y enfrentar más peligros en México, ha declarado Amnistía Internacional en un nuevo informe publicado hoy.

Sin lugar que me proteja revela el peligroso viaje al que se enfrentan las mujeres trans y los hombres gays refugiados que huyen debido al vertiginoso aumento de los niveles de discriminación y violencia por motivos de género en El Salvador, Guatemala y Honduras por parte de las bandas criminales y de miembros de las fuerzas de seguridad. El informe también acusa a las autoridades mexicanas de no proteger a estas personas frente a las violaciones y los abusos que sufren durante su viaje a través del país y hace hincapié en las insoportables experiencias que viven cuando son recluidas en el marco de la detención prolongada y sistemática de personas migrantes en Estados Unidos.

“En Centroamérica hay personas que sufren una terrible discriminación por su identidad de género, y no tienen absolutamente ningún sitio al que huir en busca de seguridad”, ha afirmado Erika Guevara-Rosas, directora para las Américas de Amnistía Internacional.

En sus países viven aterrorizadas y, cuando tratan de hallar refugio en el extranjero, sufren abusos; se cuentan actualmente entre las personas refugiadas más vulnerables de las Américas. El hecho de que México y Estados Unidos estén dispuestos a seguir mirando mientras estas personas son objeto de violencia extrema es, sencillamente, criminal
Erika Guevara-Rosas, Directora para las Américas de Amnistía Internacional

“En sus países viven aterrorizadas y, cuando tratan de hallar refugio en el extranjero, sufren abusos; se cuentan actualmente entre las personas refugiadas más vulnerables de las Américas. El hecho de que México y Estados Unidos estén dispuestos a seguir mirando mientras estas personas son objeto de violencia extrema es, sencillamente, criminal.”

El Salvador, Guatemala y Honduras tienen unas de las tasas de homicidio más altas del mundo:

81,2 por cada 100.000 habitantes en El Salvador; 58,9 en Honduras, y 27,3 en Guatemala, según cifras oficiales.

La mayoría de las personas refugiadas y solicitantes de asilo que hablaron con Amnistía Internacional dijeron que la discriminación constante y los niveles de violencia que sufrían en sus países —tales como agresiones físicas y extorsión económica a manos de bandas criminales, y asesinatos— les hicieron sentir que no tenían más opción que huir.

Los elevados niveles de impunidad y corrupción en sus países hacen improbable que las autoridades castiguen a los responsables de crímenes contra las personas LGBTI, sobre todo cuando las fuerzas de seguridad están detrás de los ataques.

Según la ONG hondureña Cattrachas, 275 personas LGBTI perdieron la vida de forma violenta en el país entre 2009 y 2017. En la mayoría de los casos, no se llevó a las personas responsables ante la justicia.

Carlos, de Honduras, se vio obligado a huir a México tras ser agredido violentamente y amenazado de muerte por pandilleros por ser gay.

Contó a Amnistía Internacional: “Nunca intenté poner denuncia por lo que anteriormente les había pasado a unos amigos. De hecho, mi amigo […] fue a poner una denuncia, y ni bien había terminado de poner la denuncia que ya estaban en su casa de él, por esta razón se vino a México; otro amigo fue a poner la denuncia y en el camino lo mataron, después de poner la denuncia.”

Nunca intenté poner denuncia por lo que anteriormente les había pasado a unos amigos. De hecho, mi amigo […] fue a poner una denuncia, y ni bien había terminado de poner la denuncia que ya estaban en su casa de él, por esta razón se vino a México; otro amigo fue a poner la denuncia y en el camino lo mataron, después de poner la denuncia
Carlos, migrante de Honduras

Un viaje aterrador

Amnistía Internacional constató en los casos documentados que la brutalidad sufrida por los hombres gays y las mujeres trans en Centroamérica no termina cuando salen de sus países.

La mayoría de las personas entrevistadas para el informe afirmaron haber seguido sufriendo discriminación y violencia — incluso por parte de funcionarios públicos— en México, donde se tiene noticia de elevados niveles de violencia contra las personas LGBTI en general. Asimismo, muchas de estas personas dijeron sentirse inseguras en el país, ya que muchas de las maras y pandillas que las amenazaban en sus países de origen también actúan tras la frontera sur de México.

Según un estudio del alto comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados, dos tercios de las personas refugiadas LGBTI de Centroamérica con las que habló en 2016 y 2017 habían sufrido violencia sexual y de género en México.

Muchos hombres gays y mujeres trans también contaron a Amnistía Internacional que en ningún momento se los informó adecuadamente sobre su derecho a pedir asilo en México, pese al extremo peligro al que se enfrentarían en caso de ser devueltos a sus países. También se quejaron de que las autoridades mexicanas no los informaron sobre ningún avance relacionado con las investigaciones tras denunciar haber sufrido abusos contra los derechos humanos en ese país.

Carlos contó a Amnistía Internacional que, estando en México, unos agentes de inmigración trataron de disuadirlo de presentar una solicitud de asilo. A pesar de ello, finalmente la presentó y sigue a la espera de la decisión.

Varias mujeres trans que lograron sobrevivir al peligroso viaje a través de México y cruzar la frontera de Estados Unidos se quejaron del trato recibido bajo custodia. Otras fueron deportadas desde Estados Unidos y México y devueltas a sus países, a la pesadilla de la que desesperadamente trataban de escapar.

Cristel, una mujer trans salvadoreña de 25 años, contó a Amnistía Internacional que la recluyeron en régimen de aislamiento en un centro de detención de inmigrantes en Estados Unidos tan pronto cruzó la frontera entre México y ese país, en abril de 2017.

Una semana después, la pusieron en una pequeña celda con ocho hombres. Al final, Cristel no pudo obtener asilo y fue devuelta a El Salvador, donde las maras siguen amenazándola.

“No quiero ser ilegal. Solo quiero vivir y estar segura”, ha contado Cristel a Amnistía Internacional.

“Cuanto menos actúen las autoridades de El Salvador, Honduras, Guatemala, México y Estados Unidos para proteger a algunas de las personas más vulnerables de América, más manchadas de sangre tendrán las manos”, ha afirmado Erika Guevara-Rosas.

“Estos gobiernos deben tomar urgentemente medidas decisivas para abordar los niveles epidémicos de violencia contra las personas LGBTI en la región y mejorar las políticas y las prácticas para garantizar que todas las personas que necesitan protección internacional pueden acceder a ella.”

Cuanto menos actúen las autoridades de El Salvador, Honduras, Guatemala, México y Estados Unidos para proteger a algunas de las personas más vulnerables de América, más manchadas de sangre tendrán las manos
Erika Guevara-Rosas, Directora para las Américas de Amnistía Internacional
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Australia toma un rumbo equivocado con la prohibición de refugiados

Australia/10 noviembre 2016/ Fuente: Amnistia Internacional

Hubo una época en que Australia encabezó la protección de las personas refugiadas.

Después de la II Guerra Mundial, Australia fue el segundo país, después de Estados Unidos, en el reasentamiento de refugiados europeos. Unos años después, su firma hizo que entrase en vigor la Convención sobre los Refugiados. Y en la década de 1970, fue el tercer país de reasentamiento de la población refugiada de Indochina tras las guerras que sufrió esa región.

Por desgracia, esa época es ahora un recuerdo lejano. Tras adquirir fama mundial por la crueldad con la que sigue tratando a las personas refugiadas y solicitantes de asilo en Nauru y la isla de Manus, el gobierno de Australia ha demostrado que es capaz de algo peor.

No sólo se niega a cerrar sus centros en estas dos islas del Pacífico, sino que ahora planea promulgar una ley para prohibir permanentemente a las personas atrapadas en ellos la obtención de un visado para entrar en Australia.

Este proyecto de ley constituye una clara violación del derecho internacional, y además es una medida cruel y mezquina que discrimina aún más a quienes se dirigen a Australia en busca de seguridad. Como Estado Parte en la Convención sobre los Refugiados, Australia tiene la obligación de tratar con humanidad a las personas solicitantes de asilo y refugiadas y de reasentarlas sin riesgos. En cambio, ha decidido sumar una injusticia a otra.

En julio viajé a Nauru a investigar para el nuevo informe de Amnistía Internacional sobre las personas refugiadas y solicitantes de asilo. Estuve cinco días en la isla y me entrevisté con 58 personas refugiadas y solicitantes de asilo, así como con cuatro proveedores de servicios. Muchas personas me contaron los viajes que se habían visto obligadas a hacer, afrontando grandes peligros para huir de peligros aún mayores en su lugar de origen.

El domingo, hablando con la prensa, el primer ministro Malcolm Turnbull reconoció que la política de tramitación de Australia es “un desastre”, aunque aparentemente no entendía por qué. El principal problema no son las “llegadas no autorizadas”, como dijo Turnbull, sino que, en su intento de detenerlas, Australia ha creado una prisión al aire libre en Nauru.

El gobierno australiano esboza desde hace muchos años un plan de acción peligroso. Ahora, tras una avalancha de revelaciones —procedentes de diversas fuentes independientes y dignas de crédito—, no sólo se niega a afrontar la realidad, sino que tiene la intención de acelerar en la dirección equivocada.

En mi reciente visita a Australia, me sorprendió la reacción del gobierno a nuestro informe Isla de desesperación: La «tramitación» de personas refugiadas en Nauru por Australia. Por haber crecido y trabajado en Rusia, conocía demasiado bien los desmentidos de carácter general de las autoridades y los ataques de los periodistas que siguen a pies juntillas la línea del gobierno. No esperaba ver las mismas tácticas desplegadas en una democracia multipartidista que se enorgullece de sus valores y reivindica su autoridad moral en materia de derechos humanos.

Australia esboza desde hace muchos años un plan de acción peligroso. Ahora está acelerando en la dirección equivocada.
@AnnaNeistat

No éramos en absoluto los primeros en expresar preocupación por los abusos contra los derechos humanos en Nauru. Ya en 1998, un informe de la Comisión de Derechos Humanos de Australia sobre la detención de “refugiados del mar” señaló una serie de quejas sobre “la duración y el carácter indefinido del periodo de detención, y los efectos que esto tiene en la salud física y mental de las personas detenidas”.

Casi todas las personas con las que hablé en Nauru habían sufrido un deterioro de su salud mental. El gobierno de Australia sabe que estas condiciones crean angustia psicológica. Lo sabía antes de que se trasladara a Nauru a las personas que están actualmente allí. Y aun así persistió en llevar a cabo prácticas que infligen daños intencionados, para intimidar y coaccionar a las personas de modo que sus condiciones puedan servir de disuasión.

Según el derecho internacional, esto equivale a tortura. No hacemos esta afirmación a la ligera, y tampoco es la primera vez que se acusa al gobierno australiano de esto. El año pasado, un relator especial de la ONU, horrorizado por el trato que reciben las personas en la isla de Manus, llegó a la misma conclusión basándose en las condiciones imperantes allí.

No mucho después de mi visita a Nauru, The Guardian publicó más de 2.000 informes filtrados sobre incidentes que confirmaban nuestras conclusiones y revelaban una constante de de abusos. En octubre, el Comité de los Derechos del Niño de la ONU señaló con alarma que las condiciones en los centros de tramitación “generaban y agravaban problemas de salud mental, propiciando sentimientos de desesperanza y a menudo pensamientos suicidas”.

Otras agencias de la ONU y ONG destacadas que han hecho denuncias en los últimos meses llegaron a la misma conclusión: los centros de tramitación de Nauru y de la isla de Manus deben clausurarse de inmediato.

En todos los lugares en los que estuve en Australia conocí a personas que daban las gracias a Amnistía Internacional por contar la verdad sobre las prácticas del gobierno. Incluso quienes se mostraban comprensivas con los objetivos de Canberra estaban horrorizadas por el manto de secreto, ahora en jirones, que había cubierto sus ojos.

Todas ellas merecen saber por qué se está haciendo daño a unas personas que buscan refugio so pretexto de reforzar la protección de las fronteras, cuando ninguna práctica de control fronterizo debería basarse en un sistema de tortura.

Globalmente, Australia sufre una crisis de credibilidad. El gobierno quiere ocupar un puesto en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Pero, como muestra la reacción a nuestro informe, pocos creen que esté preparado para liderar en materia de derechos humanos. “El encarcelamiento inhumano de personas desesperadas por parte de Australia”, escribió el comité editorial deThe New York Times el mes pasado, “es una vergüenza”.

El gobierno de Australia tiene ante sí una decisión clara. Puede dar marcha atrás, cambiar de rumbo y recuperar la reputación de Australia de país que protege los derechos humanos o puede decidir ser conocido como un país que comete abusos, deliberada y sistemáticamente, contra miles de personas.

Fuente: https://www.amnesty.org/es/latest/news/2016/11/australia-is-heading-in-the-wrong-direction-with-refugee-ban/

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