Un cómic denuncia el viaje forzado de los refugiados desde la visión femenina (descargar)

Europa/España/obreelsulls.normaeditorial.com

Barcelona, 23 nov (EFE).- La Cruz Roja ha presentado esta mañana el cómic «Quan tanco els ulls, recordo» (Cuando cierro los ojos, recuerdo), escrito y dibujado por Cristina Bueno, que relata, en clave de género, el viaje forzado de las personas refugiadas a través de la historia de Zarah, una madre de familia que huye con sus hijos de Alepo.

El cómic, que pretende sensibilizar a los lectores acerca de las consecuencias de los desplazamientos forzados y las dificultades añadidas que tienen las mujeres refugiadas, ha sido editado por Norma Editorial y ha contado con la colaboración de la Agencia Catalana de Cooperación al Desarrollo (ACCD).

 

La técnica de Cooperación Internacional y Derechos Humanos de la Cruz Roja, Alexandra Gabarró, ha expresado que «el libro sirve para poner en evidencia los periplos por los que pasan los refugiados, especialmente las mujeres, que sufren riesgos específicos debido a la exclusión y la violencia a la que se ven sometidas».

«El viaje forzado de Zarah, que se ve precipitado por la muerte de su marido en Alepo, simboliza la historia de miles de mujeres refugiadas y se relata desde una visión de respecto hacia las mujeres refugiadas y su capacidad de resiliencia», ha añadido Gabarró.

El cómic muestra todos retos que la madre tiene que afrontar para traer a sus hijos a occidente, como son el acoso sexual, las estafas y sobornos por parte de mafias, el tráfico de personas o numerosas enfermedades, entre otros.

La autora del cómic, Cristina Bueno, ha destacado que «no es una historia ficticia, sino que es una realidad por la que muchas mujeres pasan», y que «a pesar de que muchas historias quedan reflejadas en una sola viñeta, estas evocan sentimientos que invitan al lector a reflexionar por mucho tiempo».

En este sentido, el editor de la publicación, Luis Martínez, ha afirmado que «el cómic te permite acercarte a las personas que han vivido el viaje migratorio sin ahuyentarles, ya que allí donde no puede entrar una cámara, sí que entra una libreta y un bolígrafo».

«Además, el cómic es algo físico, por lo que es una historia que puedes atesorar o regalar y que en tan solo 20 minutos de lectura puede conmover al lector e invitarle a reflexionar», ha añadido el editor.

 

«Quan tanco els ulls, recordo», también va acompañado de una guía pedagógica y educativa para trasladar la historia de Zarah a las escuelas y prevenir la exclusión social, el racismo y la xenofobia en los espacios escolares. EFE

Ficha bibliográfica:

Cómic documental de no ficción que quiere ser una herramienta para hacer incidencia a las personas responsables de tomar decisiones y sensibilizar a la sociedad sobre las causas y las consecuencias de los desplazamientos forzados en las mujeres.
Lugar de publicación:  Barcelona
Año de publicación:  2018
editorial:  Norma Editorial: Cruz Roja

Descargar en; http://obreelsulls.normaeditorial.com/pdf/cclor-esp.pdf

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México/Centroamérica: Las autoridades dan la espalda a las personas refugiadas LGBTI

Por: Amnistía Internacional/01-12-2017

La vida y la seguridad de las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI) de El Salvador, Guatemala y Honduras —países acechados por la violencia— están expuestas a un peligro cada vez mayor, ya que las autoridades de sus países no las protegen, dejándolas sin otra opción que huir y enfrentar más peligros en México, ha declarado Amnistía Internacional en un nuevo informe publicado hoy.

Sin lugar que me proteja revela el peligroso viaje al que se enfrentan las mujeres trans y los hombres gays refugiados que huyen debido al vertiginoso aumento de los niveles de discriminación y violencia por motivos de género en El Salvador, Guatemala y Honduras por parte de las bandas criminales y de miembros de las fuerzas de seguridad. El informe también acusa a las autoridades mexicanas de no proteger a estas personas frente a las violaciones y los abusos que sufren durante su viaje a través del país y hace hincapié en las insoportables experiencias que viven cuando son recluidas en el marco de la detención prolongada y sistemática de personas migrantes en Estados Unidos.

“En Centroamérica hay personas que sufren una terrible discriminación por su identidad de género, y no tienen absolutamente ningún sitio al que huir en busca de seguridad”, ha afirmado Erika Guevara-Rosas, directora para las Américas de Amnistía Internacional.

En sus países viven aterrorizadas y, cuando tratan de hallar refugio en el extranjero, sufren abusos; se cuentan actualmente entre las personas refugiadas más vulnerables de las Américas. El hecho de que México y Estados Unidos estén dispuestos a seguir mirando mientras estas personas son objeto de violencia extrema es, sencillamente, criminal
Erika Guevara-Rosas, Directora para las Américas de Amnistía Internacional

“En sus países viven aterrorizadas y, cuando tratan de hallar refugio en el extranjero, sufren abusos; se cuentan actualmente entre las personas refugiadas más vulnerables de las Américas. El hecho de que México y Estados Unidos estén dispuestos a seguir mirando mientras estas personas son objeto de violencia extrema es, sencillamente, criminal.”

El Salvador, Guatemala y Honduras tienen unas de las tasas de homicidio más altas del mundo:

81,2 por cada 100.000 habitantes en El Salvador; 58,9 en Honduras, y 27,3 en Guatemala, según cifras oficiales.

La mayoría de las personas refugiadas y solicitantes de asilo que hablaron con Amnistía Internacional dijeron que la discriminación constante y los niveles de violencia que sufrían en sus países —tales como agresiones físicas y extorsión económica a manos de bandas criminales, y asesinatos— les hicieron sentir que no tenían más opción que huir.

Los elevados niveles de impunidad y corrupción en sus países hacen improbable que las autoridades castiguen a los responsables de crímenes contra las personas LGBTI, sobre todo cuando las fuerzas de seguridad están detrás de los ataques.

Según la ONG hondureña Cattrachas, 275 personas LGBTI perdieron la vida de forma violenta en el país entre 2009 y 2017. En la mayoría de los casos, no se llevó a las personas responsables ante la justicia.

Carlos, de Honduras, se vio obligado a huir a México tras ser agredido violentamente y amenazado de muerte por pandilleros por ser gay.

Contó a Amnistía Internacional: “Nunca intenté poner denuncia por lo que anteriormente les había pasado a unos amigos. De hecho, mi amigo […] fue a poner una denuncia, y ni bien había terminado de poner la denuncia que ya estaban en su casa de él, por esta razón se vino a México; otro amigo fue a poner la denuncia y en el camino lo mataron, después de poner la denuncia.”

Nunca intenté poner denuncia por lo que anteriormente les había pasado a unos amigos. De hecho, mi amigo […] fue a poner una denuncia, y ni bien había terminado de poner la denuncia que ya estaban en su casa de él, por esta razón se vino a México; otro amigo fue a poner la denuncia y en el camino lo mataron, después de poner la denuncia
Carlos, migrante de Honduras

Un viaje aterrador

Amnistía Internacional constató en los casos documentados que la brutalidad sufrida por los hombres gays y las mujeres trans en Centroamérica no termina cuando salen de sus países.

La mayoría de las personas entrevistadas para el informe afirmaron haber seguido sufriendo discriminación y violencia — incluso por parte de funcionarios públicos— en México, donde se tiene noticia de elevados niveles de violencia contra las personas LGBTI en general. Asimismo, muchas de estas personas dijeron sentirse inseguras en el país, ya que muchas de las maras y pandillas que las amenazaban en sus países de origen también actúan tras la frontera sur de México.

Según un estudio del alto comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados, dos tercios de las personas refugiadas LGBTI de Centroamérica con las que habló en 2016 y 2017 habían sufrido violencia sexual y de género en México.

Muchos hombres gays y mujeres trans también contaron a Amnistía Internacional que en ningún momento se los informó adecuadamente sobre su derecho a pedir asilo en México, pese al extremo peligro al que se enfrentarían en caso de ser devueltos a sus países. También se quejaron de que las autoridades mexicanas no los informaron sobre ningún avance relacionado con las investigaciones tras denunciar haber sufrido abusos contra los derechos humanos en ese país.

Carlos contó a Amnistía Internacional que, estando en México, unos agentes de inmigración trataron de disuadirlo de presentar una solicitud de asilo. A pesar de ello, finalmente la presentó y sigue a la espera de la decisión.

Varias mujeres trans que lograron sobrevivir al peligroso viaje a través de México y cruzar la frontera de Estados Unidos se quejaron del trato recibido bajo custodia. Otras fueron deportadas desde Estados Unidos y México y devueltas a sus países, a la pesadilla de la que desesperadamente trataban de escapar.

Cristel, una mujer trans salvadoreña de 25 años, contó a Amnistía Internacional que la recluyeron en régimen de aislamiento en un centro de detención de inmigrantes en Estados Unidos tan pronto cruzó la frontera entre México y ese país, en abril de 2017.

Una semana después, la pusieron en una pequeña celda con ocho hombres. Al final, Cristel no pudo obtener asilo y fue devuelta a El Salvador, donde las maras siguen amenazándola.

“No quiero ser ilegal. Solo quiero vivir y estar segura”, ha contado Cristel a Amnistía Internacional.

“Cuanto menos actúen las autoridades de El Salvador, Honduras, Guatemala, México y Estados Unidos para proteger a algunas de las personas más vulnerables de América, más manchadas de sangre tendrán las manos”, ha afirmado Erika Guevara-Rosas.

“Estos gobiernos deben tomar urgentemente medidas decisivas para abordar los niveles epidémicos de violencia contra las personas LGBTI en la región y mejorar las políticas y las prácticas para garantizar que todas las personas que necesitan protección internacional pueden acceder a ella.”

Cuanto menos actúen las autoridades de El Salvador, Honduras, Guatemala, México y Estados Unidos para proteger a algunas de las personas más vulnerables de América, más manchadas de sangre tendrán las manos
Erika Guevara-Rosas, Directora para las Américas de Amnistía Internacional
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Australia toma un rumbo equivocado con la prohibición de refugiados

Australia/10 noviembre 2016/ Fuente: Amnistia Internacional

Hubo una época en que Australia encabezó la protección de las personas refugiadas.

Después de la II Guerra Mundial, Australia fue el segundo país, después de Estados Unidos, en el reasentamiento de refugiados europeos. Unos años después, su firma hizo que entrase en vigor la Convención sobre los Refugiados. Y en la década de 1970, fue el tercer país de reasentamiento de la población refugiada de Indochina tras las guerras que sufrió esa región.

Por desgracia, esa época es ahora un recuerdo lejano. Tras adquirir fama mundial por la crueldad con la que sigue tratando a las personas refugiadas y solicitantes de asilo en Nauru y la isla de Manus, el gobierno de Australia ha demostrado que es capaz de algo peor.

No sólo se niega a cerrar sus centros en estas dos islas del Pacífico, sino que ahora planea promulgar una ley para prohibir permanentemente a las personas atrapadas en ellos la obtención de un visado para entrar en Australia.

Este proyecto de ley constituye una clara violación del derecho internacional, y además es una medida cruel y mezquina que discrimina aún más a quienes se dirigen a Australia en busca de seguridad. Como Estado Parte en la Convención sobre los Refugiados, Australia tiene la obligación de tratar con humanidad a las personas solicitantes de asilo y refugiadas y de reasentarlas sin riesgos. En cambio, ha decidido sumar una injusticia a otra.

En julio viajé a Nauru a investigar para el nuevo informe de Amnistía Internacional sobre las personas refugiadas y solicitantes de asilo. Estuve cinco días en la isla y me entrevisté con 58 personas refugiadas y solicitantes de asilo, así como con cuatro proveedores de servicios. Muchas personas me contaron los viajes que se habían visto obligadas a hacer, afrontando grandes peligros para huir de peligros aún mayores en su lugar de origen.

El domingo, hablando con la prensa, el primer ministro Malcolm Turnbull reconoció que la política de tramitación de Australia es “un desastre”, aunque aparentemente no entendía por qué. El principal problema no son las “llegadas no autorizadas”, como dijo Turnbull, sino que, en su intento de detenerlas, Australia ha creado una prisión al aire libre en Nauru.

El gobierno australiano esboza desde hace muchos años un plan de acción peligroso. Ahora, tras una avalancha de revelaciones —procedentes de diversas fuentes independientes y dignas de crédito—, no sólo se niega a afrontar la realidad, sino que tiene la intención de acelerar en la dirección equivocada.

En mi reciente visita a Australia, me sorprendió la reacción del gobierno a nuestro informe Isla de desesperación: La «tramitación» de personas refugiadas en Nauru por Australia. Por haber crecido y trabajado en Rusia, conocía demasiado bien los desmentidos de carácter general de las autoridades y los ataques de los periodistas que siguen a pies juntillas la línea del gobierno. No esperaba ver las mismas tácticas desplegadas en una democracia multipartidista que se enorgullece de sus valores y reivindica su autoridad moral en materia de derechos humanos.

Australia esboza desde hace muchos años un plan de acción peligroso. Ahora está acelerando en la dirección equivocada.
@AnnaNeistat

No éramos en absoluto los primeros en expresar preocupación por los abusos contra los derechos humanos en Nauru. Ya en 1998, un informe de la Comisión de Derechos Humanos de Australia sobre la detención de “refugiados del mar” señaló una serie de quejas sobre “la duración y el carácter indefinido del periodo de detención, y los efectos que esto tiene en la salud física y mental de las personas detenidas”.

Casi todas las personas con las que hablé en Nauru habían sufrido un deterioro de su salud mental. El gobierno de Australia sabe que estas condiciones crean angustia psicológica. Lo sabía antes de que se trasladara a Nauru a las personas que están actualmente allí. Y aun así persistió en llevar a cabo prácticas que infligen daños intencionados, para intimidar y coaccionar a las personas de modo que sus condiciones puedan servir de disuasión.

Según el derecho internacional, esto equivale a tortura. No hacemos esta afirmación a la ligera, y tampoco es la primera vez que se acusa al gobierno australiano de esto. El año pasado, un relator especial de la ONU, horrorizado por el trato que reciben las personas en la isla de Manus, llegó a la misma conclusión basándose en las condiciones imperantes allí.

No mucho después de mi visita a Nauru, The Guardian publicó más de 2.000 informes filtrados sobre incidentes que confirmaban nuestras conclusiones y revelaban una constante de de abusos. En octubre, el Comité de los Derechos del Niño de la ONU señaló con alarma que las condiciones en los centros de tramitación “generaban y agravaban problemas de salud mental, propiciando sentimientos de desesperanza y a menudo pensamientos suicidas”.

Otras agencias de la ONU y ONG destacadas que han hecho denuncias en los últimos meses llegaron a la misma conclusión: los centros de tramitación de Nauru y de la isla de Manus deben clausurarse de inmediato.

En todos los lugares en los que estuve en Australia conocí a personas que daban las gracias a Amnistía Internacional por contar la verdad sobre las prácticas del gobierno. Incluso quienes se mostraban comprensivas con los objetivos de Canberra estaban horrorizadas por el manto de secreto, ahora en jirones, que había cubierto sus ojos.

Todas ellas merecen saber por qué se está haciendo daño a unas personas que buscan refugio so pretexto de reforzar la protección de las fronteras, cuando ninguna práctica de control fronterizo debería basarse en un sistema de tortura.

Globalmente, Australia sufre una crisis de credibilidad. El gobierno quiere ocupar un puesto en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Pero, como muestra la reacción a nuestro informe, pocos creen que esté preparado para liderar en materia de derechos humanos. “El encarcelamiento inhumano de personas desesperadas por parte de Australia”, escribió el comité editorial deThe New York Times el mes pasado, “es una vergüenza”.

El gobierno de Australia tiene ante sí una decisión clara. Puede dar marcha atrás, cambiar de rumbo y recuperar la reputación de Australia de país que protege los derechos humanos o puede decidir ser conocido como un país que comete abusos, deliberada y sistemáticamente, contra miles de personas.

Fuente: https://www.amnesty.org/es/latest/news/2016/11/australia-is-heading-in-the-wrong-direction-with-refugee-ban/

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