Por: Mara Nieto
Imaginemos cómo sería la vida en un instituto, en un colegio, en una asociación, en una familia o en un barrio, si pusiéramos el foco en los cuidados. Para empezar, tendríamos en cuenta que las personas somos un todo, que somos mucho más que nuestra productividad, que somos emociones y motivaciones, que somos en relación con otras.
En todos los debates, cuando se habla de la lucha contra las violencias machistas, hay un eje fundamental que siempre es mencionado: la educación. La educación tiene un papel privilegiado en la prevención de la violencia de género, y no hablamos sólo de la escuela, sino de todos los contextos en los que las personas reciben influencia educativa.
En este sentido, hay una propuesta educativa que nos ayudaría a erradicar las distintas manifestaciones de las violencias machistas desde las primeras edades: la pedagogía de los cuidados. No se trata sólo de enseñar en la infancia y la adolescencia a identificar las situaciones machistas de nuestra vida cotidiana para señalarlas, revisarlas y luchar contra ellas. Por supuesto, esto es necesario e igualmente importante. Sin embargo, hay un factor con un carácter aún más preventivo: educar y construir relaciones desde los cuidados. ¿Qué significa? Educar desde la pedagogía de los cuidados implica reconocer las vidas de quienes nos rodean, significa poner la vida en el centro y cuidarla, supone ver a las personas en todo su ser, y no solamente fijarnos en aspectos académicos, en los méritos, en la productividad y en el poder. Educar desde los cuidados requiere tener en cuenta las emociones de los y las aprendices, implica vernos como seres ecodependientes de la naturaleza y de las personas de nuestras vidas. Educar desde esta perspectiva significa subrayar las labores de cuidados que necesitamos para sobrevivir, y reflexionar sobre por qué son las mujeres las que generalmente las realizan y qué implicaciones sociales tiene este hecho.
¿Por qué si educamos desde la pedagogía de los cuidados estamos previniendo las violencias machistas? Porque si educamos para poner la vida en el centro, nos resultaría mucho más complicado atentar contra ella. Porque estaríamos ayudando a erradicar las desigualdades de poder existentes entre hombres y mujeres, y valoraríamos lo que históricamente se ha asociado a estas y ha sido despreciado y ridiculizado por considerarlo una debilidad.
Imaginemos cómo sería la vida en un instituto, en un colegio, en una asociación, en una familia o en un barrio, si pusiéramos el foco en los cuidados. Para empezar, tendríamos en cuenta que las personas somos un todo, que somos mucho más que nuestra productividad, que somos emociones y motivaciones, que somos en relación con otras.
Podríamos vernos desde el respeto, el amor y el cuidado, y tendríamos más en cuenta nuestras necesidades y las del resto. Habríamos aprendido a escucharnos para hacer algo si realmente queremos hacerlo o para detenernos si no queremos. Habríamos aprendido a identificar cuándo estamos pasando por encima de los derechos y las necesidades ajenas o de las propias. Nos desenvolveríamos en los distintos ámbitos de nuestras vidas desde la participación y la colaboración, desde la solidaridad, desde el ser en comunidad. Entenderíamos que no podemos ser en la Tierra si no somos comunidad, si no nos asumimos como seres vulnerables que se necesitan entre sí para sobrevivir y aprenderíamos a respetar y cuidar mucho más la naturaleza que nos da la vida. Relacionarnos desde los cuidados implicaría ir tejiendo redes de apoyo y sostén entre todas, ayudar y estar para quien lo necesite, sostenernos en la vulnerabilidad. Imaginemos a nuestras jóvenes relacionándose desde esos valores, unas con otros, cuidándose, reconociéndose.
Si los niños y adolescentes aprenden a relacionarse así, es más probable que abandonen ciertas actitudes machistas, muy basadas en los pilares contrarios a la ética de los cuidados (la competitividad, la agresividad, la jerarquía, la violencia…). Si las niñas y adolescentes aprenden a relacionarse desde los cuidados, les resultará más fácil sostenerse unas a otras desde la sororidad, les costará menos identificar las violencias machistas y se sentirán capacitadas para decir que no, para frenarlas, para no tolerar ni una sola manifestación de machismo hacia una misma o hacia otras compañeras. Sería un primer paso para que tanto unos como otras aprendan a construir relaciones sanas, lejos de los estereotipos machistas de amor romántico que constituyen las primeras manifestaciones de violencia de género en las parejas jóvenes… Sería una primera fase para que existan esas redes de apoyo en las que también participen hombres jóvenes, que decidan cuidarse entre ellos y cuidar de sus compañeras, que apuesten por relacionarse desde los cuidados con sus familiares, amistades, etc., y abandonen las actitudes machistas propias o cuestionen las de sus iguales. Sería un aspecto fundamental para que chicos y chicas aprendan a relacionarse de forma más igualitaria, cuestionando las violencias machistas que tienen lugar en otros contextos además del de pareja, siendo agentes de cambio en sus propios grupos de iguales.
Imaginemos un centro escolar en el que no sólo los niños, niñas y adolescentes aprenden y se relacionan desde los cuidados, sino en el que el profesorado, el personal de administración y servicios, y las familias lo hagan también. Pensemos cómo sería si todos estos agentes educativos los tuvieran como eje en sus relaciones: estaríamos tejiendo grandes redes en comunidad, generando apoyos y demostrando que otra manera de relacionarnos es posible, sin violencias, sin jerarquías ni desigualdades de poder, respetándonos y sosteniéndonos.
Además de salir a las calles el 25 de noviembre para reivindicar los derechos de las mujeres y denunciar las violencias machistas a las que hacemos frente todos los días, la propuesta de cuidarnos y poner la vida en el centro es de las cosas más revolucionarias que podemos hacer en este momento… En este mundo que nos quiere aisladas, en una falsa idea de independencia total, que nos quiere sin capacidad crítica frente a las violencias y sin herramientas para hacerles frente, relacionarnos desde los afectos y poner los cuidados en el eje central de nuestro quehacer educativo es una propuesta de lo más transgresora en la construcción de un presente más igualitario.
Si te interesa saber cómo puedes incluir esta pedagogía de los cuidados en el curriculum y en el día a día de tu centro escolar, en la guía 71 propuestas para educar con perspectiva de género, elaborada por el grupo de género de FUHEM, puedes encontrar muchísimas claves que pueden ayudarte.
Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/11/25/pedagogia-de-los-cuidados-frente-a-las-violencias-machistas/