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El 40 % de las y los adolescentes cree haber tenido problemas de salud mental

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Casi la mitad de chicas y chicos ha tenido o cree haber tenido problemas de salud mental en el último año. La mitad de todos ellos no se lo ha contado a nadie porque no sabe a quién acudir o cree que el tema no es tan importante.

Unicef y la Universidad de Sevilla (US) han hecho públicos algunos datos de su último Barómetro de opinión de la infancia y la adolescencia, que en esta ocasión ha puesto el foto en la salud mental, un tema clave en los últimos años.

Uno de los datos que más destaca es que el 40 % de todos cree haber tenido problemas de salud mental (ansiedad, depreción, TDAH, etc.)  en el último año. Pilar Ramos, investigadora de la US, ha aclarado que no significa que los hayan tenido y que probablemente con otros malestares menos graves.

La mitad de quienes han dicho que ha pasado por algún problema de salud mental, no se lo han contado a nadie, ni a sus padres ni a otros adultos. Entre los motivos, destacan dos: no saben a quién o dónde acudir para contarlo y, además, le quitan importancia para el propio problema.

Los servicios de orientación en los centros educativos deberían ser uno de esos lugares en donde chicas y chicos podrían acudir para hablar de sus malestares y problemas. Pero chicas y chicos destacan que no suelen acudir porque o bien creen que no tienen la formación necesaria para tratar con ellos como que no confían en que guarden el secreto de aquello que les cuenten.

A esto se suma la percepción de que faltan muchos de estos profesionales en los centros educativos, de manera que no tienen el tiempo ni la cercanía necesaria para escucharles. Durante la rueda de prensa de presentación del informe, José Ángel, estudiante de secundaria, ha explicado que en su centro hay 1.600 alumnos y un único orientador, con lo que es casi imposible que pueda atender al alumnado. Su compañera, Alae, también ha comentado que es necesario que tengan una formación específica sobre las pautas que deben seguir con chicas y chicos jóvenes y mostrarse como figuras más cercanas y alejadas, de ese modo, de otras figuras docentes más estrictas.

Desde hace años los colectivos de orientadoras y orientadores vienen reclamando la necesidad de un aumento de las plantillas y recordando la recomendación de que debería haber uno de estos profesionales por cada 250 estudiantes. Una ratio que en la mayor parte de los institutos no se cumple por mucho. Ramos comenta que “detectamos que en contexto educativo hay una gran falta de apoyo al centro para que sirva primera puerta donde pueda acceder a la ayuda”.

Pilar Ramos comenta que el hecho de que no pidan ayuda tiene múltiples causas y, entre ellas, está el desconocimiento sobre los recursos existentes. “Esto es muy relevante porque nos dice hacia dónde tenemos que intervenir: mensajes más claros y directos a las madres, padres y adultos de los centros educativos, y también para chicas y chicos, para que sepan dónde tienen que acudir”.

Estigma y redes sociales

Una de las buenas noticias del barómetro, como destacó Pilar Ramos, es el hecho de que las y los jóvenes cargan con menor prejuicios sobre la salud mental de los que esperaban cuando comenzaron el estudio. Esto se desprende de que cerca del 80,5 % declaró que estaría dispuesto a tener una relación de amistad con alguien que tuviera un problema de salud mental.

“Estamos dispuestos a apoyar a las personas con problema de salud mental” dijo Alae en la presentación del intorme. Cree esta joven que esto se debe al hecho de que ahora es posible que las y los jóvenes tengan mayor acceso a la información sobre estos temas, así como a la manera de lidiar con ellos.

En este sentido, el informe ha sacado a la luz que buena parte de las y los chicos obtienen su información sobre salud mental en las redes sociales. Es algo que demandan y que tienen bastante a la mano.

Dato que contrasta con el hecho de que en diferentes partes del barómetro se habla del impacto que en muchas ocasiones tienen estas redes en relación a los modelos de vida. Es decir, chicas y chicos viven bajo la presión de encontrarse en ciertas redes sociales modos de estar en el mundo demasiado positivos y perfectos, circunstancia que en no pocos casos les empuja a intentar imitar dichas conductas.

Además, tienen identificadas algunas redes sociales como Twitter, Tiktok o Instagram como las más perjudiciales para su propia salud mental.

En todo esto, además, existen diferencias de género que, según Ramos, han de tenerse en cuenta a la hora de afrontar las medidas y actuaciones que se implementan. “Ellas son más sensibles y vulnerables a la imagen que proyectan en las redes sociales, tratan de quedar perfectas. Además, se valoran peor, valoran peor sus herramientas a la hora de afrontar problemas de salud mental”, dice la investigadora que, asegura, es algo que se ha visto en otras muchas investigaciones del estilo.

Además, señala, hay diferencias también a la hora de juzgar cuáles son algunas de las herramientas que favorecen una mejor salud mental. Las chicas suelen destacar el hablar con otras personas y, aunque la investigadora asegura que es una buena idea, otras como la actividad física, que se ha demostrado que favorece la salud mental, está más considerada por los chicos que por ellas.

Demandas

Además de las relativas a una mejora de los servicios de orientación de los centros educativos, el barómetro de Unicef, ponen el foco en la necesidad, y obligación legal, de desarrollar las figuras de coordinación de bienestar que desde la aprobación de la Lopivi son obligatorias en los centros. Unas figuras que, más allá de los departamentos de orientación, deberían ser las encargadas de velar por la salud y el bienestar de chicas y chicos y que en muchas comunidades autónomas no se han terminado de desarrollar o lo han hecho cargando de trabajo a otros perfiles dentro de los centros, como equipos de dirección u otras coordinaciones.

Reforzar los servicios y programas de salud mental de infancia y adolescencia, aumentando los recurso y haciendo que sean accesibles en cualquier parte del país; incremento del número de profesionales de la salud mental en la atención primaria y con formación específica en salud mental infanto-juvenil o promover la visión preventiva en los sistemas sanitarios autonómicos para lo cuál sería, dice el informe, “necesaria una mayor integración y desarrollo de los programas de prevención y detección precoz dirigidos a niños, niñas y adolescentes”.

En este sentido, Pilar Ramos insiste en que se deben fomentar servicios que atienden al derecho a la salud: “Tenemos listas de espera de meses; es una cuestión absolutamente necesaria desde la atención primaria”. “Está habiendo una crisis de atención sanitaria, especialmente, de atención primaria”, explica la investigadora que, continúa, “en salud mental estamos partiendo de cero”.

Mejorar la información que se tiene sobre estos temas, así como realizar campañas entre chicas y chicos y personas adultas para conocer este tipo de casuísticas, dónde acudir si se tiene algún problema o se cree tenerlo, son otras recomendaciones.

Entre otras muchas recomendaciones, también se mira a la empresa privada y a la necesidad de una mayor y mejor control de los contenidos que se publican en las redes sociales. Entre otros, los relativos a la salud mental, para que sean rigurosos y que aborden, dice el texto, desde el malestar emocional hasta la existencia de un problema de salud mental”.

La necesidad, finalmente, de dar información y formación a las familias, no solo en lo relativo al uso de pantallas, sino a cómo afrontar situaciones  de estrés o que puedan empujar a problemas de salud mental, es otro de los puntos clave dentro de las recomendaciones que se lanzan desde este nuevo barómetro de Unicef y la Universidad de Sevilla.

“Está bien no estar bien”, cerraba Alae en la presentación del texto. “Es necesario se consciente de la existencia del problema y no se debe tener vergüenza por pedir ayuda”, insistía esta joven. Un mensaje que apunta a buena parte de las claves que se señalan en en informe: la posibilidad de hablar con otras personas que te puedan ayudar para que una situación que, posiblemente, no haya derivado en un problema de salud mental, se quede en eso, un malestar que se pueden solucionar con mayor facilidad. Y que las vidas perfectas que muchas veces las redes sociales publicitan, no existen. Y no pasa nada.

Fuente e Imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/2024/10/08/el-40-de-las-y-los-adolescentes-cree-haber-tenido-problemas-de-salud-mental/

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Salud mental en el trabajo y el lucro privado de una minoría

Las enfermedades mentales han sido reconocidas desde tiempo primitivos. Antiguos escritos griegos y egipcios mencionan síntomas que hoy podrían ser considerados y avalados como evidencia subjetiva de las enfermedades mentales. De aquella información disponible, podemos asumir que en aquellos tiempos se pensaba que la mayoría de las enfermedades físicas y mentales eran causadas por espíritus endemoniados.  Sin embargo, a diferencia de una enfermedad somática, la cual tiene a menudo una serie de causas probadas una enfermedad mental, puede tener variedad de causas.

8 Formas de apoyar la Salud Mental en el Trabajo

No obstante, el abordaje de los trastornos mentales no es la única forma de entender la salud mental, sobre todo si consideramos que la mayoría de la población no padece ningún trastorno mental y por lo tanto no tiene un diagnóstico psiquiátrico: no necesita tomar psicofármacos, no necesita internamiento, ni amerita atención psiquiátrica especializada, pero puede llegar a tener problemas de salud mental con afectaciones en su salud emocional que implicará la necesidad de buscar alternativas terapéuticas como algún tipo de psicoterapia, sin necesidad de tomar psicofármacos, pero si hay factores determinantes.

En 2011, la Organización Mundial de la Salud publicaba un estudio titulado “Impact of economic crises on mental health”, en el que se analizaba el impacto en la salud mental de la crisis económica iniciada en 2007, donde se comprobaba la relación entre el cambio en la tasa de suicidios con respecto al cambio en la desigualdad según los valores del coeficiente de Gini en determinados países europeos.

A su vez, se comprobaba igualmente el riesgo de padecer enfermedades mentales en personas que veían incrementadas sus deudas económicas. En ambos casos se encontró una relación entre esos factores económicos y el incremento de enfermedades mentales y suicidios.

Estudios posteriores, entre la OMS y la OIT sobre salud mental en el trabajo no hicieron más que avalar esta tendencia.  Se estima que cada año se pierden 12.000 millones de días de trabajo debido a la depresión y la ansiedad, lo que cuesta a la economía mundial casi mil millones de dólares. Por lo tanto, es evidente que la situación económica es un factor determinante en la salud mental de las personas.

Empobrecimiento y salud mental

La situación de empobrecimiento generalizado que la clase trabajadora sufre cada día más en el capitalismo que genera numerosos problemas de salud, desde el estrés hasta la ansiedad y la depresión, que en ocasiones se convierten en suicidios.

El silencio generalizado sobre los suicidios en los medios, de (des) información lejos del temor al posible ‘efecto llamado’, está más relacionado con la incapacidad de encontrar factores que expliquen estos casos sin apuntar a la raíz de la gran mayoría de problemas que llevan a una persona a padecer problemas mentales que puedan acabar en suicidio, el propio sistema capitalista.

Las directrices mundiales de la OMS sobre la salud mental en el trabajo recomiendan medidas para hacer frente a los riesgos para la salud mental, como la gran carga de trabajo, los comportamientos negativos y otros factores que generan angustia en el trabajo. Por primera vez, la OMS recomienda la formación de los directivos para que puedan prevenir los entornos laborales estresantes y responder a los trabajadores que sufren.

De la ansiedad al 'mobbing': cuando el trabajo hunde la salud mental

El Informe Mundial de Salud Mental  de la OMS, publicado en junio de 2022, mostró que de los mil millones de personas que viven con un trastorno mental en 2019, el 15% de los adultos en edad de trabajar experimentaron uno.. El trabajo amplifica problemas sociales más amplios que afectan negativamente a la salud mental, como la discriminación y la desigualdad. La intimidación y la violencia psicológica (también conocida como «mobbing» o acoso psicológico) son las quejas clave de acoso laboral que tienen un impacto negativo en la salud mental. Sin embargo, hablar o revelar la salud mental sigue siendo un tabú en los entornos laborales de todo el mundo.

Las directrices también recomiendan mejores formas de atender las necesidades de los trabajadores con problemas de salud mental, proponen intervenciones que apoyen su reincorporación al trabajo y, en el caso de los que padecen problemas graves de salud mental, ofrecen intervenciones que facilitan la incorporación al empleo remunerado. Es importante destacar que las directrices piden intervenciones dirigidas a la protección de los trabajadores sanitarios, humanitarios y de emergencias.

«El bienestar del individuo es razón suficiente para actuar, pero una mala salud mental también puede tener un impacto debilitante en el rendimiento y la productividad de una persona. Estas nuevas directrices pueden ayudar a prevenir situaciones y culturas laborales negativas y ofrecer una protección y un apoyo a la salud mental muy necesarios para los trabajadores.» ha dicho el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS

#CUARENTENA | Las OMS advierte de que se deje de politizar sobre el coronavirus

En otro documento de la OMS/OIT se explican las directrices de la OMS en términos de estrategias prácticas para los gobiernos, los empleadores y los trabajadores y sus organizaciones, en los sectores público y privado. El objetivo es apoyar la prevención de los riesgos para la salud mental, proteger y promover la salud mental en el trabajo, y apoyar a las personas con problemas de salud mental para que puedan participar y prosperar en el mundo del trabajo. Inversión y liderazgo serán fundamentales para la aplicación de las estrategias.

El Convenio de la OIT sobre Seguridad y Salud en el Trabajo (N°155) y la Recomendación N° 164) proporcionan un marco legal para proteger la salud y la seguridad de los trabajadores. Sin embargo, el Atlas de Salud Mental  de la OMS descubrió que sólo el 35% de los países aseguraron contar con programas nacionales de promoción y prevención de la salud mental relacionada con el trabajo.

Por su parte la Covid-19  provoco un aumento del 25% en la ansiedad y la depresión en todo el mundo, lo que puso de manifiesto la falta de preparación de los gobiernos para lidiar con su impacto en la salud mental y reveló una escasez crónica de recursos de salud mental a nivel mundial. En 2020, los gobiernos de todo el mundo gastaron una media de sólo el 2% de los presupuestos sanitarios en salud mental, y los países de renta media-baja invirtieron menos del 1%.

El capitalismo principal causante

Salud Mental en el trabajo: Por qué es importante y 5 acciones para cuidar tu Bienestar Laboral

Sabemos de antemano que derivamos en un Waterloo en perspectivas: nada de lo que digamos perturbara las conciencias, pero, aunque lo enseñe Maquiavelo no es cierto que “el fin justifique los medios”. Ya que el fin no puede considerarse excelente cuando los medios son detestables, y es condenarse a todos los enojos el subordinar la moral, que es la única soberana.

Pero en un contexto social en el que la respuesta política brilla por su ausencia, se nos propone como modelo a seguir la figura del emprendedor, el «hombre hecho a sí mismo», la representación legítima del éxito en nuestra época. De igual manera, el sistema nos ofrece su particular solución para facilitar la pesada digestión de nuestros fracasos y frustraciones: la interiorización individual del desempleo, la precariedad o la frenética flexibilidad laboral generan niveles de estrés y sufrimiento que son tratados como trastornos mentales a base de ansiolíticos y otros psicofármacos, para consuelo de los grandes laboratorios.

Más de la mitad de la fuerza laboral mundial trabaja en la economía informal , más de 2500 millones de trabajadores, para los cuales no hay protección regulatoria en materia de salud y seguridad. Con frecuencia, estos trabajadores operan en entornos laborales inseguros, durante largas horas, con escaso o nulo acceso a protecciones sociales o financieras, y se enfrentan a la discriminación, todo lo cual puede redundar en detrimento de la salud mental. En 2019 se estimó que el 15% de los adultos en edad de trabajar tenía un trastorno mental. Se estima que cada año se pierden 12 000 millones de días de trabajo debido a la depresión y la ansiedad, a un costo de mil millones de dólares por año en pérdida de productividad.

Aunque pueden los riesgos psicosociales pueden encontrarse en todos los sectores, algunos trabajadores tienen más probabilidades de estar expuestos a  ellos, por la labor que realizan o los entornos en que se desempeñan y la manera de hacerlo. Los trabajadores de la salud, humanitarios o en situaciones de emergencia a menudo tienen que realizar tareas que conllevan riesgos elevados de exposición a eventos adversos, lo que puede afectar negativamente a su salud mental.

Las recesiones económicas o las emergencias humanitarias y de salud pública provocan riesgos como la pérdida de empleos, la inestabilidad financiera, la reducción de las oportunidades de empleo o el aumento del desempleo.  Sin duda, el lugar de trabajo puede constituir un entorno que amplifique problemas generales que afectan negativamente a la salud mental, incluidas la discriminación y la desigualdad, basadas en factores como la raza, el sexo, la identidad de género, la orientación sexual, la discapacidad, el origen social, la condición de migrante, la religión o la edad.

Lo veamos como lo veamos, dentro del capitalismo la clase trabajadora no puede aspirar a un bienestar mental. La única forma de lograr reducir los factores que incrementan estos problemas es armonizar las relaciones de producción, superar todas las contradicciones del capitalismo, construir un sistema en el que la producción de bienes materiales se rija por criterios sociales, no por el afán de lucro privado de una minoría.

Como lo señalaba Karl Marx en «El Manifiesto Comunista “No ha dejado otro (…) vínculo entre hombre y hombre que el interés desnudo , que el frio “pago” en efectivo”(…)  Ha disuelto la dignidad humana en valor de cambio.

*Periodista uruguayo residente en Ginebra, exmiembro de la Asociación de Corresponsales de Prensa de Naciones Unidas en Ginebra. Analista Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

Fuente de la información e imagen:  https://estrategia.la

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Perú: Año escolar 2024 ¿Es obligatorio que los colegios soliciten informe de salud mental a estudiantes?

Por: Manuel Rojas Berríos

El 20% de escolares en Perú sufrió de depresión durante el periodo pedagógico correspondiente al 2023, de acuerdo a datos del Ministerio de Salud (Minsa) que fueron solicitados por Infobae Perú.

Por tal motivo, a puertas de iniciar el año escolar 2024, la Defensoría del Pueblo hizo importantes recomendaciones al Ministerio de Educación (Minedu) en relación a la salud mental de los estudiantes y las acciones que deberían adoptar las instituciones educativas para hacerle frente.

Entre ellas destaca la necesidad de modificar la Resolución Ministerial Nº 447-2020-MINEDU, respecto al contenido de la Ficha Única de Matrícula (FUM).

El inicio de clases del año escolar 2024 será el lunes 11 de marzo. (Foto: Andina)El inicio de clases del año escolar 2024 será el lunes 11 de marzo. (Foto: Andina)

¿Es obligatorio que los colegios soliciten informe de salud mental a estudiantes?

A través del informe N° 11-2023-DP/AAE, denominado ‘La Gestión de la Información de la Ficha Única de Matrícula (FUM) para la Protección de la Salud de Niños, Niñas y Adolescentes en Instituciones Educativas’, la Defensoría del Pueblo exhortó al Minedu a solicitar un informe de salud mental de niños y adolescentes al momento de ser inscritos por sus padres, madres o apoderados en los colegios. Cabe destacar que, hasta el momento, este documento no es obligatorio.

“Establecer el carácter obligatorio del registro de la información del estado de salud de la población escolar, a partir del inicio de clases y durante el desarrollo del año escolar; de manera que el padre, madre o tutor deba entregar la información requerida, y el personal directivo la registre en el Siagie. Al tiempo, de realizar las coordinaciones con los establecimientos de salud del primer nivel de atención de su jurisdicción”, se lee en las conclusiones del informe.

“Disponer que la matrícula y el acceso al servicio educativo público no esté condicionado a la entrega inmediata de la información del estado de salud de las niñas, niños y adolescentes, disponiendo un plazo prudencial para tal finalidad”, continúa el texto.

Un total de 1 millón 076 mil 884 de menores, en el rango etario de 6 a 17 años, fueron atendidos por presentar episodios depresivos durante el año 2023. (Foto: Andina)Un total de 1 millón 076 mil 884 de menores, en el rango etario de 6 a 17 años, fueron atendidos por presentar episodios depresivos durante el año 2023. (Foto: Andina)

Cabe destacar que la Ficha Única de Matrícula (FUM) es el documento que contiene los datos personales de un estudiante, el cual se crea cuando éste ingresa por primera vez al sistema educativo peruano.

La información de la FUM se registra en el Sistema de Información de Apoyo a la Gestión de la Institución Educativa (Siagie) y puede actualizarse en cualquier momento, a pedido del estudiante o de su representante legal.

“Es coherente sostener que el sistema educativo debe garantizar que la gestión de la información referida a los niños, niñas y adolescentes sea idónea, veraz y actualizada durante el año escolar y, en general, en toda la trayectoria educativa de cada estudiante”, sostiene la Defensoría del Pueblo.

Los colegios privados también deben cumplir ciertas obligaciones con estudiantes con discapacidad. (Foto: Andina)Los colegios privados también deben cumplir ciertas obligaciones con estudiantes con discapacidad. (Foto: Andina)

Canales de ayuda

Es válido precisar que, en caso de enfrentar una emergencia relacionada a la salud mental, como episodios depresivos o conducta suicida, existen dos vías fundamentales para obtener asistencia inmediata.

Una opción disponible es comunicarse con el Sistema de Atención Móvil de Urgencia (SAMU) marcando el número 106. Este servicio no solo se ocupa de emergencias médicas físicas, sino que también está capacitado para abordar crisis psicológicas o psiquiátricas.

Adicionalmente, el Ministerio de Salud del Perú (Minsa) proporciona atención especializada en salud mental a través del número 113 Opción 5. En este canal, se ofrece información, orientación y apoyo para diversas cuestiones relacionadas con la salud mental, incluyendo episodios depresivos y otros problemas emocionales.

https://www.infobae.com/peru/2024/02/01/minedu-ano-escolar-2024-es-obligatorio-que-los-colegios-soliciten-informe-de-salud-mental-a-estudiantes/

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El negocio del malestar emocional y psicológico

Nos encontramos con que tenemos muchas personas que han decidido hacer negocio con lo que debería ser, por un lado, una atención totalmente pública, sin ánimo de lucro, al alcance de todos, y que además, no tienen suficiente conocimiento ni formación para ejercer como lo que ellos denominan terapeutas.

Últimamente, se ha puesto sobre la mesa la necesidad de cuidar de nuestra salud mental; este hecho, imprescindible y necesario, ha propiciado que muchas de las personas que no pueden acceder a este cuidado a través del sistema de salud (de forma regular o con la celeridad que preveían) —en gran medida debido a la falta de psicólogos y a la poca inversión actual para revertir esta situación— hayan empezado a realizar terapias a través de la atención privada.

En paralelo, se han desplegado una serie de influencers e instagrammers; personas con muchos seguidores y voces propias, que apelan a la cultura del autoconocimiento y eslóganes y frases vacías que llegan a miles de personas a través de las redes sociales. Este hecho supone un clarísimo intrusismo laboral en el ámbito de la psicología, pero lo más grave es que generan discursos y difunden contenidos que, en muchísimas ocasiones, no están validados científicamente ni apelan a los sistemas de opresión —y por tanto, nos responsabilizan única y exclusivamente a nosotros de nuestro bienestar—, y tampoco nos aportan una visión que pueda ayudarnos en un momento concreto de nuestras vidas.

De esta forma, nos encontramos con muchas personas que han decidido hacer negocio con lo que debería ser, por un lado, una atención totalmente pública, sin ánimo de lucro, al alcance de todos y que, además, no tienen suficiente conocimiento ni formación para ejercer como lo que ellos denominan terapeutas.

Este hecho genera dos derivadas: la primera es que para hacer negocio todo vale, y por tanto, estos eslóganes, esas frases vacías que nos responsabilizan de forma individual, sin abordar la raíz de los sistemas de opresión, generan un impacto en cada uno de nosotros que, paradójicamente, van en contra de nuestra salud mental. Al mismo tiempo, una segunda derivada es que tenemos personas que han hecho algunos cursillos “online o vivenciales” que se sienten con suficiente legitimidad —propia y colectiva— para atreverse a abordar problemas complejos como son los malestares psicológicos y emocionales de las personas a las que atienden y que necesitan de una perspectiva biopsicosocial para ser abordados.

No seré yo quien diga que cuando tienes una carrera de Psicología ya puedes ejercer y abordar la complejidad de los mundos emocionales y mentales de las personas, pero sí me parece necesario poner sobre la mesa que la carrera te ayuda a ver la complejidad de la realidad, los distintos sistemas que operan en el bienestar de un individuo y de un colectivo. Al mismo tiempo, la formación específica en psicología social te da las herramientas necesarias para entender las causas de las diferentes problemáticas sociales que nos acaban impactando como sociedad y, por tanto, para comprender que lo que nos está pasando no es única y exclusivamente responsabilidad nuestra sino que existen unos sistemas sociales y económicos —de valores, de creencias, de desigualdad— que nos afectan y que, por tanto, no estamos solas con nuestros malestares. De la misma forma, la psicología clínica nos da herramientas para abordar desórdenes de origen biológico en nuestro organismo; para entender su funcionamiento, así como aplicar un abordaje biopsicosocial de la realidad de las personas con el trabajo interdisciplinar, cuando es necesario.

Al mismo tiempo, nos encontramos en un momento en el que parece que cualquier cosa es una patología, es decir, lo estamos psicopatologizando todo. Y esto implica poner etiquetas a los diferentes malestares, cuando, de hecho, vivir y sentir emociones que no nos gustan —tristeza, rabia, ira, enfado— es precisamente un síntoma de salud; estas emociones deben estar ahí para darnos información sobre lo que nos impacta. Todas nos dicen algo y la clave es qué hacemos con ellas; con qué intensidad y frecuencia las sentimos, si nos permiten orientarnos hacia la acción o, por el contrario, nos inmovilizan. A menudo, las etiquetas que ponemos a nuestros malestares, más que aportarnos soluciones, nos estigmatizan y empeoran nuestro proceso de recuperación hacia una vida en la que el bienestar esté presente.

Y, si en un momento dado, sentimos que necesitamos un profesional que nos acompañe porque queremos cambiar cosas y no sabemos cómo, o porque nos encontramos en una situación de desorientación o malestar constante, es importante saber quién es la persona que nos acompañará. Por eso, es necesario contar con profesionales con una formación y experiencia en el campo de la psicología, que nos aseguren que las terapias que llevarán a cabo funcionan —que están validadas científicamente, porque las hay, y muchas, que cuentan con evidencia científica que demuestra su impacto en las personas y en el tratamiento—. También cabe preguntar desde qué perspectiva trabajará la persona con nosotros; delimitar cuál será el objetivo del acompañamiento, cómo lo evaluaremos y desde qué perspectiva en relación a las cuestiones sociales y sistémicas actuará (¿tendrá perspectiva interseccional, feminista y comunitaria?). Finalmente, necesitaremos saber cuál será el plan de trabajo, la duración de la intervención o, sobre todo, cuáles serán los indicadores que habrá que tener en cuenta para acabar la relación de acompañamiento.

Así pues, teniendo en cuenta que los sistemas de opresión nos vulnerabilizan, necesitamos, por un lado, estrategias comunitarias para hacer frente a las consecuencias emocionales y psicológicas que esto implica, y al mismo tiempo, que todas nosotras nos aseguremos de que en un momento dado contaremos con una persona cualificada y con el conocimiento científico y social necesario para acompañarnos en un momento de nuestras vidas. Es imprescindible tener y tejer herramientas de empoderamiento y debemos luchar para que existan los profesionales necesarios y para que el acceso a ellos y ellas sea público y universal.

Fuente de la información e imagen:  https://eldiariodelaeducacion.com

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Opinión | Salud mental: Locos productivos en el aula

Por: Andrés García Barrios

 

Ser calificado de productivo se ha convertido en el máximo galardón que la sociedad otorga a sus miembros pero, este «boom» de productividad ha sido uno de los detonantes de la epidemia de opioides.

Los millones de seguidores del filósofo esloveno Slavoj Žižek lo han visto más de una vez portando una camiseta en donde se lee la frase: I would prefer not to (Preferiría no hacerlo). No todos saben que esas palabras aluden a la frase que repite una y otra vez el protagonista de la brevísima novela Bartleby, el escribiente, del escritor norteamericano Herman Melville (universalmente conocido por otra de sus novelas, Moby Dick). Bartleby está traducida al español por Jorge Luis Borges, cuyo sólo nombre la recomienda.

Usted, estimada lectora, estimado lector, no se la puede perder (pensando en ello, le remito a una versión gratuita que está disponible en internet). Es una novela terrible. Trata sobre dos hombres: el narrador ─un jefe de oficina siempre apurado por lograr la máxima productividad de los empleados─ y Bartleby, uno de esos empleados, hombre taciturno que cumple su trabajo con eficiencia pero que, como él mismo dice, prefiere no hacer más de aquello para lo que fue contratado. “Preferiría no hacerlo”, repite una y otra vez.

Se ha querido ver en él un anarquista, alguien que se niega a hacer el juego al sistema; o un resistente pacífico, que desobedece sin agredir a nadie. Estas visiones, que lo idealizan, olvidan el deterioro que sufre el personaje a lo largo del texto. No es de ninguna manera un héroe; es un hombre que se encuentra en el límite de su capacidad de relacionarse con el mundo, y lucha por permanecer ahí pues más allá de ese límite todo se vuelve confuso para él. “Preferiría” no dar el mínimo paso hacia una zona de peligro a la que el jefe/narrador, hombre responsable, se ve orillado a jalarlo una y otra vez, no sin remordimientos: siendo también una persona sensible, el jefe no puede dejar de reconocer que él mismo es arrastrado a colaborar en algo que no quiere hacer: dañar a un semejante. Por eso, acaba lamentándose de lo que él y la sociedad entera le ha hecho a Bartleby: “Oh humanidad”, son las palabras con que acaba su narración.

Empecemos por reconocer que ser calificado de productivo se ha convertido en el máximo galardón que la sociedad otorga a sus miembros. Recuerdo la sorpresa que me llevé ya hace 15 años cuando por primera vez recibí, yo también de un jefe, la felicitación del 31 de diciembre con la frase: “Te deseo un feliz y productivo Año Nuevo”. Me quedé helado. Desafortunadamente, nunca he entendido (y me temo que empiezo así a manifestar rasgos bartlebyanos) el valor de la productividad como parte de los buenos deseos para otros y de los propósitos personales. Si yo fuera una máquina de tejer calcetines, lo entendería. Pero como humano que soy, siento que la frase ser productivo ni siquiera me describe como alguien que fabrica bienes útiles sino sólo como una especie de objeto que expide resultados. Se supone que yo entienda que “productividad” significa que esos resultados son al menos útiles y buenos, y que me sienta orgulloso de ello; pero la verdad es que la bienintencionada palabra no me dice que se espera de mi otra cosa que cantidad: cantidad de productos, resultados cuantitativos.

El lector, la lectora, se sorprenderán de a qué grado llega actualmente este boom de productividad: ¿han oído hablar de la epidemia de opioides (sustancias capaces de relajar a alguien prácticamente hasta el delirio, como la heroína y el fentanilo) que en Estados Unidos ha cobrado cientos de miles de muertos por sobredosis? Pues bien, según conocedores en materia de expansión del mercado de drogas, ese uso exagerado responde a la demanda social de detener la frenética carrera productiva actual, la cual arrancó hacia los ochentas y noventas del siglo pasado, por supuesto con su correspondiente droga asociada, la estimulante cocaína, tan acorde con aquella época como los tranquilizantes con la nuestra.

Por supuesto, la exigencia de productividad existe en todos los órdenes humanos, incluido el del pensamiento. Sobre éste habría mucho que decir. Está claro que a unos cuantos se les asigna el deber de pensar ideas que permitan que la sociedad opere de manera organizada para que la productividad llegue al máximo, y por supuesto que el circulo se cierre con el consumo de productos. Pero si bien las expectativas sobre la producción de este tipo de pensamientos son altas, de todos los seres humanos se espera que produzcamos al menos un tipo de pensamiento, ese que nos permite sopesar y elegir los beneficios de la obediencia. Pues bien, Bartleby apenas alcanza este mínimo nivel general, fuera del cual podemos pensar que no logra ningún otro pensamiento productivo. Más bien da toda la impresión de que, falto de otro asidero, gracias a su labor de “escribiente” (es decir, de encargado de copiar textos jurídicos), encuentra en las palabras que transcribe una especie de pensamiento artificial, una prótesis para sostenerse en el mundo del pensamiento productivo mientras el suyo propio se sumerge en quién sabe qué profundidades. Por eso, cuando el jefe le quita esa opción, Bartleby se hunde por completo (y lo hace de una de las maneras más tristes que reporta la literatura universal).

Ahora bien: si de maneras menos tristes volteamos hacia un pensamiento improductivo que sea mero vagabundeo, un soltar las riendas y dejar que las ideas nos lleven por donde ellas quieran, nos topamos con otro personaje de ficción, cuya vida completamente improductiva deviene en locura poderosamente rebelde.  Estoy hablando de Don Quijote de la Mancha, precursor del pobre Bartleby (este último, siendo un moderno y no un barroco como aquél, no tiene otra que ser mediatizado por la productividad y por el tipo de salud mental que la sociedad moderna sugiere). Hayamos leído o no la novela de Cervantes, todos sabemos que una de las técnicas preferidas del ingenioso hidalgo para su modo de vida, consiste en depositar una total confianza en el extravío, cosa que a veces aplica soltando las riendas para que su heroico y famélico corcel Rocinante tome el rumbo que desee. Pero hoy ─ese hoy que es el mismo que el del siglo XIX de Bartleby─, ¿cómo puede alguien soltar las riendas si no es un caballero andante que imita a caballeros andantes de un tiempo pasado, no sólo ya inexistentes sino que son, casi en total medida, personajes de ficción? Si Bartleby gastara sus horas de oficina imitando a antiguos amanuenses y en vez de copias jurídicas se pusiera a escribir textos sacros o poemas de amor cortés al más puro estilo medieval, quizás se salvaría. Aún si lo despidieran, podría salir a la calle a escribir en muros y a cantar sus versos… Pero no puede: como a todo ser humano moderno, se le impone un último rastro de responsabilidad productiva.

Bartleby está en el borde de la esquizofrenia. Mientras es tolerado por el jefe y mantiene su puesto en la oficina, se nos presenta como el último eslabón que sostiene al ser social que somos sobre el abismo infinito de la locura. Pero un pequeño empujón lo hará caer. Todos escuchamos el silencio que deja al despeñarse, y decimos: “Bien, se ha ido”, intentando cerrar el libro sin darle importancia… ¡Pero resulta que ese abismo es parte de todos nosotros, de cada uno de nosotros! Es entonces cuando escuchamos una voz que pregunta “¿Quién sigue?” y aterrorizados, nos alejamos de ese pozo sin fondo. Tomando las riendas de la productividad y su aliada la responsabilidad, volamos al galope con miedo infernal, y cuanto más lejos llegamos, más celebramos nuestro triunfo. ¡Pobre Bartleby!, seguimos diciendo, mientras el éxito y los premios nos deslumbran, y nos aferramos a ellos con el aplauso de todos, ponderando esa victoria como el verdadero fin de la vida humana y olvidando que en realidad venimos huyendo de algo que está en el centro mismo del pensamiento humano.

Olvidando a medias, porque ─siempre quijotescos─ inevitablemente regresamos a ese punto en que triunfar no nos es suficiente, y añoramos algo en lo que presentimos que está nuestro verdadero ser, nuestra profundidad auténtica. “La derrota tiene una dignidad que la ruidosa victoria no merece”, nos dice el mismo Jorge Luis Borges, sin alejarse del tema que también tradujo en Bartleby.

*

Un grupo de psiquiatras de la Universidad de Granada, España, nos dan información reveladora, y espeluznante para quienes habitamos grandes centros urbanos, en los cuales se enaltece al “individuo y sus realizaciones materiales”. Tras afirmar que estas realizaciones “son ideales que los esquizofrénicos en general no consiguen alcanzar” pues carecen de “los medios internos para desempeñar los roles que la sociedad les exige”, dichos expertos citan un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que explica que la esquizofrenia tiene una evolución mucho más favorable en “contextos socioculturales menos favorecidos”; es decir, en contextos en los cuales “hay más énfasis en la colectividad y menos en los individuos”. Estos entornos podrían resultar “en menos sufrimiento existencial, pues en ellos disminuye la presión social por tener éxito y ser normal”.

Creo que esto no se aplica sólo a los esquizofrénicos. Me atrevería a decir que todas las denominadas “enfermedades mentales” tienen que ver con lo que la sociedad exige de nosotros. Ya he hablado un poco de esto en un artículo anterior sobre las supuestas “discapacidades” y diferencias. Tocando ahora una de las condiciones más comunes en nuestros tiempos ─la depresión─, está claro que ésta se asocia con inutilidad para el trabajo y las labores cotidianas, con falta de concentración y dificultad para tomar decisiones, con metas no alcanzadas y con culpabilidad por aquello en lo que uno ha fallado. En la depresión, el sujeto mismo continuamente se mira como desde afuera, juzgándose.

Tendríamos que preguntarnos si al describir la condición llamada trastorno mental no nos estamos sólo refiriendo a la escasa capacidad que tienen los enfermos para actuar como los sanos mentales esperamos que lo hagan, sin tomar en cuenta lo que ellos mismos consideran sus capacidades. ¿De verdad no tiene nada que aportar al mundo alguien que suelta la rienda? (“Para ir a donde no sabes tienes que ir por donde no sabes”, decía acerca de su propia experiencia el místico San Juan de la Cruz, creador de una de las obras poéticas más sublimes de todos los tiempos). ¿No somos los actores productivos quienes, con nuestras exigencias, acabamos empujando a los esquizofrénicos, depresivos, bipolares, obsesivos/compulsivos y otros diagnosticados por el estilo, a un sitio en que dejan de aportar por completo y se sumergen en esa “sintomatología” tan bien descrita en todos los estudios psiquiátricos: ausencia de autoestima, aislamiento, soledad, angustia, sensación de vacío? ¿Son estos realmente síntomas de locura o son más bien las reacciones de algunas personas ante el trato que reciben por su forma de ser y sus preferencias?

El sentido de la vida ¿de verdad está adelante y no al fondo? ¿Estará de verdad en producir y no en sólo en escuchar y contemplar? Kant decía que es más inteligente quien más tolera la incertidumbre. ¿No serán los locos seres singularmente inteligentes a los que sin embargo queremos obligar a que nos reporten sus hallazgos de forma productiva y responsable?

Mi pregunta de fondo es: en esta sociedad en que tantos nuevos problemas parecen irresolubles, donde el escepticismo cae sobre la población como nunca antes, ¿no será momento de cuidar de las locuras de los locos ─lo mismo que de la genialidad de las personas autistas─, en las cuales quizás se resguardan soluciones insospechadas que un día ellos estarán listos para compartirnos?

Pensando en nosotros como maestros y líderes educativos, ¿no sería nuestra primera responsabilidad reducir la presión sobre la productividad de nuestros alumnos, sobre la responsabilidad y los valores basados en el desarrollo individual y la competencia, no sólo para prevenir el desbordamiento de quienes están justamente en el borde, sino para poder aprovechar todas esas llamadas locuraspensamientos sin sentidofantasías improductivas y miradas disruptivas que surgen del ocio y que quizás profetizan soluciones a problemas que ni siquiera las ciencias de la complejidad pueden resolver?

Nunca olvidemos que, así como un buen líder hace avanzar a su grupo a la velocidad del más lento, el buen maestro cuida el paso del que parece el más rezagado, respetuoso del infinito valor que lleva dentro.Y siempre recordemos que,mientras intentamos inútilmente menospreciar el modo de vida de los extraviados, grandes sabios sueñan con una vida de vagabundeo, como si en ella se guardaran secretos que ningún conocimiento puede darnos. Diógenes, el antiguo griego que habitaba entre la basura y vivía en un barril, era considerado la persona más sabia de su tiempo, y el notable físico cuántico Carlo Rovelli ─del que se ha dicho que es el nuevo Stephen Hawking─ expresa que si de verdad pudiera vivir la vida que desea, sería vagabundo. Admitamos que es algo que todos de alguna forma soñamos, intuyendo que la pérdida de toda responsabilidad y toda productividad no implica la pérdida de sentido, y que quizás incluso sea algo más acorde con la demanda de nuestros tiempos, hartos de una productividad desenfrenada, la cual por ahora parece tener como única solución esos verdaderos sueños de opio que también en nuestro país corren el riesgo de convertirse en crisis de opioides.

Fuente de la información e imagen:  https://observatorio.tec.mx

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En 20 años, aumentó más de 400 por ciento el suicidio en México

Por: Patricia López / Kattya Gutiérrez / Erik Hubbard

 

El suicidio en México ha aumentado de manera considerable, asociado a una creciente violencia y a sentimientos de frustración, impotencia y desesperanza, explicó Paulina Arenas Landgrave, profesora de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.

“La falta de habilidades ante los retos que se presentan a las personas, y no les permiten lograr lo que ellos quieren, está muy vinculada con este sentimiento de malestar, de desesperanza, que genera sufrimiento emocional”, señaló.

Dijo que el comportamiento suicida es muy complejo y se ha presentado a lo largo de la historia de la humanidad. Desde la psicología clínica es una conducta que se genera debido al enorme sufrimiento emocional que está viviendo una persona en relación a un contexto específico.

“Se puede manifestar con sentimientos de mucha frustración, hartazgo, fastidio, enojo, desesperanza, tristeza profunda y pérdida del sentido de la vida”, dijo.

En el marco del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que se conmemora este 10 de septiembre, la académica agregó que se trata de un fenómeno social en donde tiene que ver lo que le está ocurriendo a la persona a nivel interno pero también el contexto social.

“Lo que lleva a una persona a sentirse con ganas de quitarse la vida tiene que ver con el contexto en que está viviendo, cuando le genera un alto nivel de sufrimiento emocional. Influyen en el individuo la pareja, los amigos, la familia y la sociedad en conjunto”, señaló.

También participan factores como diversos tipos de violencia, el consumo de sustancias tóxicas, enfermedades con dolor crónico y problemas de salud mental como depresión, ansiedad, bipolaridad, alteraciones de personalidad y psicosis, agregó.

La psicóloga advirtió que, según datos de la Secretaría de Salud (SS) y el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) en nuestro país el suicidio aumentó 435 por ciento en los últimos 20 años, es decir, entre 1990 y el 2021, afectando principalmente a los jóvenes.

“Actualmente es la tercera causa de muerte en personas entre 15 y 24 años, rango en que se ubican la mayoría de los estudiantes de nuestra Universidad. Además, es la cuarta causa de muerte entre el grupo de 10 a 14 años, lo que es muy preocupante”, indicó.

Arenas Landgrave detalló que este aumento ha sido notable entre la comunidad universitaria que se atiende en la FP y otras instancias de la UNAM. “Lo hemos identificado sobre todo en la ideación suicida, y en las consultas es frecuente que, con el nivel de malestar que tienen, se lleguen a presentar estos sentimientos de muerte”.

La experta mencionó que el comportamiento suicida tiene que ver con dos elementos importantes: la ideación suicida (ideas recurrentes sobre la muerte, e incluso planes para realizarla) y los intentos (ocasiones en que se quiere llegar a la muerte pero no se concreta).

Dijo que ambos elementos los anteceden ideas como el sinsentido de vivir, qué hago aquí, nada de lo que hago me funciona, mi existencia no tiene sentido, etcétera. “Estas ideas pueden aumentar la probabilidad de que las personas intenten lastimarse, y hay que estar muy atentos a ellas”, señaló.

La especialista consideró que el mundo de las redes sociales muestra que no hay un adecuado manejo de nuestras habilidades sociales, que no se han desarrollado a la par de las tecnológicas.

“El impacto de las redes sociales está muy vinculado con las habilidades que tenemos para manejarnos dentro de las redes. Por ejemplo, si yo estoy pendiente de que pongan like porque me genera un estado de bienestar, y más bien tengo comentarios negativos, claro que esto tiene un impacto importante en mi estado emocional”, explicó.

Insistió en que la falta de habilidades sociales para una interacción efectiva con otras personas, para poner límites y expresar lo que necesitamos, ha sido lo que ha causado un gran impacto de las redes, donde estamos muy expuestos ante engaños y personas anónimas.

La efeméride

Sobre el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, Arenas Landgrave consideró que se trata de una efeméride importante para crear conciencia de este grave problema.

“Una de las graves barreras es el estigma a la salud mental; es lo que impide a las personas ir al psicólogo o al psiquiatra. Lo más importante de un día para la prevención del suicidio es generar conciencia de nuestra salud mental”, subrayó.

Indicó que sólo cuidando nuestra salud mental podemos prevenir, entre otras conductas de riesgo, el comportamiento suicida.

“Cuando identificamos este nivel de malestar y sufrimiento, así como la expresión del deseo de morir, lejos considerar que la persona está diciendo tonterías o no hacerle caso, hay que acercarnos al individuo y ser sensibles al dolor que está expresando”, finalizó. Para mayores informes sobre este tema se puede acudir al sitio: https://saludmental.unam.mx

La jornada del Día Mundial para la Prevención del Suicidio fue establecida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para que las naciones del mundo implementen y promuevan acciones para su prevención. El objetivo de este 10 de septiembre es centrar la atención en el problema, reducir el estigma asociado a él y crear conciencia entre las organizaciones, gobiernos y sociedad civil, dando el mensaje de que el suicidio puede prevenirse.

Fuente de la información e imagen:  UNAM Global

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Chile: Por una educación “más humanizada”. Gobierno presenta Estrategia de Salud Mental en Educación Superior

Por: Barbara Paillal

A través de un consejo asesor las autoridades buscan realizar cambios a las normativas de las instituciones en beneficio de los estudiantes. «Hay presiones que no las tenemos bien diseñadas en los ciclos formativos», afirmó el subsecretario Orellana.

Por una educación “más humanizada”: Gobierno presenta Estrategia de Salud Mental en Educación Superior

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