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Cuba: Logros de Cuba en Educación Especial son cada vez mayores

Cuba / 31 de diciembre de 2017 / Fuente: http://www.cubadebate.cu/

La formación de niños y jóvenes capaces de vivir en una sociedad bajo los principios de equidad e igualdad de posibilidades, es una de las máximas de laEducación Especial en Cuba.

En este sentido, pedagogos cubanos coinciden en que toda la educación ha de ser especial, adaptarse al ritmo individual de cada educando, abierta a quienes la necesiten, que sea incluyente, asuma las diferencias como valor y sea más justa y solidaria.

En la actualidad, la Educación Especial cubana está orientada hacia la solución de aquellos problemas que emanan de las necesidades sociales, y para tal empeño cuenta con más 12 mil profesores, más de 500 máster y de 120 doctores en Ciencias Pedagógicas, cifra que avala los avances en este campo.

También dispone de más 370 escuelas especiales con un personal docente que rebasa la cifra de 15 mil 700.

De acuerdo con información del Centro de Referencia Latinoamericano para la Educación Especial, no existe la pretensión de alinear el pensamiento en una sola dirección, es vital el análisis permanente de las prácticas educativas y de las reflexiones teóricas que deriven del perfeccionamiento educacional cubano, y ningún hombre está condenado por las leyes de la genética a no desarrollarse.

De ahí que cada día deja de tener sentido hablar de ‘niños diferentes’ por lo que hay que centrarse en el déficit que presentan.

El concepto inclusión en Cuba reconoce el derecho de todos a una educación de calidad, independientemente de sus particularidades y características que condicionan las variabilidades en su desarrollo.

También propicia la integración a la sociedad como individuos plenos en condiciones de poder disfrutar las posibilidades que ella ofrece y contribuir a su perfeccionamiento.

Más que asegurarle la educación a quienes poseen algunas deficiencias, reconocidos aún como los que tienen Necesidades Educativas Especiales, su objetivo debe tener un mayor alcance: la incorporación a la vida socio-laboral y estar preparados para contribuir a su transformación.

La inclusión educativa no está centrada en el tipo de escuela, especial o regular, sino en el alcance de objetivos socioeducativos.

Fuente noticia: http://www.cubadebate.cu/noticias/2017/12/30/logros-de-cuba-en-educacion-especial-son-cada-vez-mayores/#.WkgjrNR97eQ

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La actualidad en las aulas

Por: Xavier Besalú

Probablemente sea la actualidad el mejor recurso para aprender a vivir juntos personas diferentes, uno de los pilares de la educación, según la Unesco, y uno de sus mayores retos.

En agosto fueron los atentados terroristas de Barcelona y Cambrils; en octubre, la plaga de incendios de Galicia; desde mediados de septiembre, el llamado desafío soberanista en Cataluña, por poner solo tres ejemplos de hechos cercanos en el tiempo y en el espacio que han inundado las redes sociales, han llenado horas y horas de radio, han aparecido repetidamente en las portadas de los periódicos y han sido protagonistas de múltiples programas y tertulias de televisión.

La actualidad se nos cuela por todas partes, es prácticamente imposible aparentar que ni nos importa, ni nos conmueve. Sin embargo hay quien todavía sostiene que eso –la actualidad, la vida, lo que ocupa y preocupa a los humanos, próximos o lejanos– debe quedar fuera de la escuela, que no debe perturbar el discurrir cansino, ordenado y previsible del currículum escolar. Que eso es meterse en camisa de once varas, porque el riesgo de caer en el adoctrinamiento o en la manipulación es más que evidente, que no es materia susceptible de ser evaluada ni en los exámenes internos, ni en las pruebas estandarizadas y, en consecuencia, no debe usurpar ni un minuto del precioso tiempo escolar, que el análisis y la valoración de temas abiertos y controvertidos, cargados de valores y de ideología –la educación moral, en definitiva–, en las sociedades democráticas y pluralistas, es más propio de las familias que de los centros educativos.

Pero resulta que el propio Parlamento Europeo, en una Resolución sobre la prevención de la radicalización de los jóvenes, ante el auge de los extremismos y su reclutamiento por parte de organizaciones fundamentalistas o terroristas, aprobada en 2015, alerta de la función esencial e irrenunciable de la educación para incrementar las competencias sociales, cívicas e interculturales de la ciudadanía, para garantizar la alfabetización mediática y el pensamiento crítico ante lo que acontece y es susceptible de ser representado, interpretado y valorado desde múltiples enfoques, intereses y afectos, para debatir sin prisas, explorar a fondo y posicionarse con argumentos sólidos ante cuestiones relevantes, controvertidas y sensibles, y así reforzar la capacidad de resistencia de los estudiantes a la radicalización.

¿Es posible la adquisición de competencias interculturales en abstracto, sobre controversias del pasado, sobre hipótesis imaginarias? ¿En qué se traduce esa pretendida alfabetización mediática más allá de los mensajes de móvil, sin mediación, ni reflexión, ni contextualización? Ciertamente la actualidad no puede aparecer en los libros de texto, ni en las programaciones de principio de curso, pero ¿no estamos en la era de la información? ¿No hemos dado por sentado que el problema de los niños y jóvenes de hoy no es el acceso a la información, sino su traducción en conocimiento? Cuando la sociedad nos exige a voces que las escuelas se ocupen en serio y con eficacia de la educación en valores, justamente porque vivimos en sociedades extraordinariamente plurales, atravesadas por tantas diferencias y por insufribles desigualdades, ¿vamos a hacerlo mediante prédicas moralizantes, memorizando machaconamente el listado de los derechos humanos universales o de las virtudes formateadas por la religión de que se trate, celebrando “días o semanas de”?

Ciertamente llevar la actualidad a las aulas plantea como mínimo dos problemas: el de la neutralidad y el de la verdad. En cuanto al primero, hay que decir de entrada que, según nuestro ordenamiento jurídico, la educación española no es en absoluto neutral, pues debe orientarse –entre otros– a la consecución de los fines siguientes: el respeto de los derechos y libertades fundamentales, el ejercicio de la tolerancia y de la libertad dentro de los principios democráticos de convivencia, la resolución pacífica de los conflictos, la paz, los derechos humanos, la cooperación y solidaridad entre los pueblos, el respeto hacia los seres vivos y el medio ambiente, la equidad, la no discriminación, etc. Y que la docencia, sobre todo en la educación básica, supone por principio un compromiso moral, por la autoridad con la que ha sido investido el profesorado, por su condición de adulto entre menores de edad, por su bagaje intelectual y cultural, por lo que su capacidad de influencia debe estar siempre enmarcada en un férreo código deontológico.

Pero dicho esto, probablemente sea la actualidad el mejor recurso para aprender a vivir juntos personas diferentes, uno de los pilares de la educación, según la Unesco, y uno de sus mayores retos. Porque la neutralidad no es ni olvido, ni ignorancia, sino que la neutralidad obliga a la participación de todos, a escuchar todas las razones y todas las voces y, si no aparecen espontáneamente, ahí debe estar el docente para introducirlas, como principio y como método, acudiendo si cabe al saber científico.

En lo relativo a la verdad, aquí está otro de los aprendizajes más poderosos que puede propiciar la actualidad: los problemas a los que nos enfrentamos casi nunca son simples, ni de solución fácil; todos pueden ser vividos desde lógicas e intenciones distintas y ninguna debería ser descartada por la fuerza de la imposición o por una supuesta superioridad moral o intelectual. Hay que enfrentarse a los hechos desde todos los prismas posibles, con un punto de incredulidad, porque sabemos a ciencia cierta que las apariencias engañan, que los poderes de la seducción y la propaganda son enormes y que el poder tiene múltiples caminos para llevar el gato al agua, y sin a priori, ni dogmatismos, una actitud por lo demás estrictamente científica y éticamente respetuosa. Por lo demás, la actualidad puede ser un instrumento inmejorable para educar para la prevención, la gestión, la resolución si es posible, o la conllevancia si no hay más remedio, pacífica de los conflictos, que forman parte de la cotidianidad de la vida en libertad y del discurrir de las sociedades complejas y abiertas.

Como escribieron los alumnos de la escuela de Barbiana (Italia), en el periódico viene la historia que vivimos en primera persona. Por eso se leía cada día en Barbiana, en voz alta y de arriba abajo, constituyendo el punto de partida de todo el quehacer escolar. Porque la escuela existe para comprendernos a nosotros mismos, a los demás y al mundo, al planeta entero. Pero… con los exámenes encima cualquiera pierde dos horas de clase para leer el periódico. Y es que en el periódico no hay nada que sirva para vuestros exámenes. Es la prueba más evidente de que en vuestra escuela hay poca cosa que sirva para la vida.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/12/13/la-actualidad-en-las-aulas/

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Entrevista: Adela Cortina. “El cerebro humano es xenófobo y aporófobo, recela del pobre»

España/ 28 de noviembre de 2017/Fuente: http://www.eldiario.es

La filósofa asegura existe en la sociedad un miedo «biológico» al pobre y que es necesario acabar con ese prejuicio que considera «transversal».

La filósofa Adela Cortina, Premio Nacional de Ensayo 2014, plantea en su libro “Aporofobia, el rechazo al pobre” que el miedo al diferente es un prejuicio “biológico”. Por suerte, apunta, el cerebro “es plástico y se puede educar”. Para Cortina esas sospechas sobre el distinto se convierten en “transversales” cuando el individuos es pobre. Recibe a eldiario.es en  l a Fundación Ética de los Negocios y las Organizaciones (Étnor)  que preside.

-“No tenemos fobia al extranjero, tenemos miedo al pobre”, asegura en “Aporofobia”. Esta reflexión denota que en la sociedad más que racismo existe clasismo.

-La tesis de Aporofobia se centra en que existen muchas fobias, muchas prevenciones, recelos o miedos en las sociedades a los que ya se les ha puesto nombre: islamofobia, cristianofobia, homofobia, xenofobia… Siempre son el recelo o la sospecha frente a alguien. Pero yo pienso que no es tanto el recelo frente al extranjero, frente al diferente. Sólo hay que ver a Donald Trump bailando la danza del sable con los jeques árabes. No parece que le moleste tanto que sean árabes. Efectivamente existe ese miedo transversal, cuando el extranjero es el inmigrante pobre. O cuando es un homosexual pobre y no el gran productor de Hollywood al que todo el mundo alaba por salir del armario. A mí siempre me llamó la atención esa prevención con las personas de etnia gitana mientras se visibilizaba el amor por la familia Flores.

-El Gobierno de Mariano Rajoy concede el visado de residencia en España a los extranjeros que inviertan en una propiedad inmobiliaria superior a los 500.000 euros mientras cierra la puerta a los refugiados sirios o a las personas que llegan en patera. ¿Se evidencia por rango de ley esa aporofobia?

-Es evidente. Pasa también con el turismo, que parece que tampoco nos importa la nacionalidad del visitante. En cambio, los extranjeros que vienen con las pateras parte de la ciudadanía sí que lo rechaza.

-Alemania ha aceptado un millón de refugiados. Se fijó un cupo para el resto de países pero en España se ha incumplido flagrantemente pese a que la sociedad parecía que sí que estaba abierta al acogimiento. ¿Van por delante los ciudadanos a los políticos en esta apertura?

-En el acogimiento de los refugiados la sociedad va muy por delante. Demuestra que existe una gran hospitalidad, de hecho el último capítulo del libro va sobre ese concepto. Hay mucha gente que reclama que se sea hospitalario porque debe ser una palabra que reivindique la Unión Europea. En el Mediterráneo la hospitalidad la aplicamos desde la Iliada o la Odisea de Homero. Ser hospitalario era un signo de civilidad. Quien no acogía al extranjero, al pobre o a la viuda era el incivilizado. Era un tradición muy cultivada en España y ahora se observan unas actitudes hostiles que no son propias de nuestra cultura. Los partidos políticos deberían ponerse manos a la obra en este tema y si es necesario un impuesto para acoger al que viene de fuera.

-¿Un impuesto para obtener más recursos?

-Claro, si se dice que se debe acoger a quienes vienen de fuera existe la posibilidad de que alguien diga que no hay medios suficientes. Pues propongamos un impuesto para acoger a los que vienen de fuera porque estamos convencidos de que somos hospitalarios. O, fijar una partida en los presupuestos del Estado. Si no estamos hablando por hablar. Si fuera política y quisiera ganar las elecciones lo propondría. Aunque no sé lo que pasaría, porque Angela Merkel perdió muchos votos por abrir las puertas a los refugiados.

Adela Cortina, filósofa y autora del libro "Aporofobia, el rechazo al pobre", durante la entrevista.
Adela Cortina, filósofa y autora del libro «Aporofobia, el rechazo al pobre», durante la entrevista. JESÚS CÍSCAR

-O el ascenso de la extrema derecha en Austria, donde ha sido clave su discurso antiinmigración.

-Son tremendos. Y ahora los liberales alemanes no quieren acoger inmigrantes porque han perdido muchos votos por poner una cara amable a los que vienen.

-Ante este ascenso de la extrema derecha en Francia, Austria, Hungría… ¿Cómo pueden los demócratas frenar este crecimiento alimentado por esa aporofobia?

-Hay que ponerle nombre al problema. El término aporofobia debería estar en los diccionarios de todas las lenguas para que la gente sepa que, frente a los pobres hay una prevención. Las sociedades tienen que decirse a sí mismas si están dispuestas a acoger a los más desfavorecidos. Ese sí que es el gran tema del siglo XXI, si tenemos suficientes recursos para ello. Y tenemos el deber de ayudar a todo el mundo a salir de la pobreza. Esa obligación social y de justicia a ayudar a todo el mundo, a salir de la pobreza, nos la impusimos cuando firmamos la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948.

-En España algunos partidos y medios de comunicación ponen el grito en el cielo por ciertos países donde existe desabastecimiento o la población tiene problemas de alimentación mientras nuestro país es el tercer Estado de Europa en pobreza infantil. ¿No queremos reconocer o ver nuestros problemas?

-Tenemos que ver nuestros problemas y contarlo en los medios de comunicación para despertar la conciencia social. Los políticos que quieran dirigir esta sociedad deben tener como prioridad acabar con la pobreza y las desigualdades. Son dos temas que tendrían que estar en cualquier agenda política de sentido común.

-¿Pero eso sería bien recibido por la sociedad?

-Ahí es donde veríamos qué somos y qué pensamos realmente. Espero que una gran mayoría estuviera de acuerdo, pero hay que verlo y ponernos a prueba.

-Plantea que la aporofobia es un prejuicio biológico, consustancial al ser humano y a su organización en sociedad. ¿Tiene cura?

-Me pareció muy interesante investigar por qué existe esa especie de prevención y recelo. Parece ser que nuestro cerebro tiene una tendencia que se ha ido desarrollando biológicamente a estar en ambientes que nos resultan agradables, cómodos y a poner entre paréntesis todo aquello que nos molesta. Es lo que lleva a decir a algunos autores que nuestro cerebro es xenófobo, porque nos gusta estar con los que son parecidos a nosotros, con los que son de la misma raza, etnia o hablan la misma lengua. Nos gusta estar con lo familiar, lo extraño lo ponemos entre paréntesis porque nos molesta.

-Por lo tanto hay que educar al cerebro.

-Y tanto, yo voy más allá y no solo digo que el cerebro es xenófobo sino aporófobo. No solo ponemos entre paréntesis o recelamos del que no es familiar, sino además del pobre porque es alguien que no nos va a dar ventajas ni nos va a dar nada a cambio. La buena noticia es que el cerebro es flexible, si fuera rígido no tendríamos solución. La pregunta que nos tenemos que hacer como sociedad es si podemos comportarnos de una manera xenófoba y aporófoba. Queremos cambiar esa tendencia y cultivar otras como la simpatía, la empatía y ponerse en el lugar del que sufre o no? Podemos elegir, eso es el ser humano.

Adela Cortina, filósofa y autora del libro "Aporofobia, el rechazo al pobre".
Adela Cortina, filósofa y autora del libro «Aporofobia, el rechazo al pobre». JESÚS CÍSCAR

-¿Qué debería hacer un ciudadano ético cuando va por la calle y una persona le pide dinero para comer o ve a ciudadanos buscando comida dentro del contenedor?

-La primera persona que se ocupó de la pobreza en las ciudades fue Luis Vives. Y a Vives le encargaron que hiciera un estudio de la situación y que propusiera soluciones. Fue la primera persona que dijo que tenía que ser el ayuntamiento el que interviniera. Es decir, hasta entonces quienes habían actuado eran instituciones privadas por caridad. En este caso las administraciones son las que deben actuar ante estas situaciones porque es una cuestión de justicia. El ciudadano, cuando ve estas situaciones, debe informar y acompañar a estas personas sobre dónde están los lugares donde pedir ayudas. Porque no se puede alimentar a mafias que explotan a niños o discapacitados como pasa. Los responsables políticos se deben dar cuenta de que es su obligación atender a estos ciudadanos.

-Siempre generalizar es malo y nos puede inducir al error, pero, ¿esa hospitalidad intrínseca de la cultura latina del sur de Europa es menos habitual en los países del norte de Europa?

-Nuestra cultura latina es radicalmente hospitalaria. Alguna superioridad tendríamos que tener ante otros países -ríe- que no han resultado ser tan hospitalarios. Pero también hay que tener en cuenta que una cosa es ser hospitalario acogiendo a una persona en casa y otra cuando el problema es tan grande que se debe articular una estrategia de Estado. Institucionalmente hay que organizar esa hospitalidad.

Fuente de la Entrevista:

http://www.eldiario.es/cv/cerebro-humano-xenofobo-aporofobo-recela_0_711479576.html

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EcoInclusión es la gran ganadora del #DesafíoGoogleOrg

19 Noviembre 2017/Fuente:mba /Autor: AmericaEconomía.com

Al igual que las ONGs, en Google también nos hacemos esas grandes preguntas y creemos que la tecnología puede y tiene que cumplir un rol fundamental para resolverlos. Así llegamos a la final del Desafío Google.org con la satisfacción de estar ayudando a encontrar esas respuestas.

Cinco ganadoras nacionales, elegidas por el voto del público para representar a Argentina, Chile, Colombia, México y Perú, participaron de la gran final regional en Ciudad de México donde un notable jurado seleccionó a los ganadores del certamen.

Luego de un intenso debate EcoInclusión, de Argentina fue elegida como la gran ganadora del Desafío Google.org. Recibirá US$ 150.000 (que se suman a los US$350.00 que ya ganó en la etapa nacional) para la fabricación de ladrillos ecológicos de bajo costo a través del reciclaje de botellas de plástico PET.

En segundo lugar quedó Movimiento Peruanos Sin Agua que recibirá US$150.000 adicionales para desarrollar su sistema de captación de agua de niebla y aguas subterráneas para poblaciones con acceso limitado a este recurso y en tercero, Patrulla Aérea Civil Colombiana, que ganó US$100.000 extra para continuar llevando atención médica y quirúrgica a zonas vulnerables, de difícil acceso y sin hospitales. Las ONGs Corporación Red de Alimentos de Chile y Sin Fronteras de México llevarán un premio adicional de US$50.000 cada una.

El jurado, compuesto por Rigoberta Menchú, embajadora de buena voluntad de la UNESCO y ganadora del Premio Nobel de la Paz; Gabriel Baracatt, director Ejecutivo de Fundación Avina; Anamaría Schindler, responsable de Ashoka para América Latina, los artistas Shakira y Diego Luna; la presidenta de Google.org, Jacquelline Fuller, y yo, Adriana Noreña, vicepresidenta de Google para Hispanoamérica, evaluamos cada proyecto teniendo en cuenta su impacto social, su grado de innovación, la factibilidad técnica de realización y su escalabilidad.

Además todas las ONGs ganadoras, un total de 15 seleccionadas en los cinco países que participan del certamen, también recibirán el apoyo de un grupo de voluntarios de Google que los acompañará durante el proceso de hacer realidad su idea.

Para el Desafío Google.org, América Latina será un hito. No solo fue la primera vez que el certamen se desarrolla en forma regional, sino que recibimos un récord de más de 2300 proyectos que abordaron temas educativos, medioambientales, de salud y derechos civiles, entre muchos otros. Y además, con un total de US$5.85 millones en donaciones, será el monto más grande otorgado por el certamen en todo el mundo.

Este certamen ya recorrió un largo camino, pero todavía queda mucho por hacer. Estamos orgullosos de poder encontrar respuestas a los problemas de la sociedad. Pero en ese camino también encontramos nuevas preguntas, que seguiremos trabajando para ayudar a responder.

Fuente de la noticia: https://mba.americaeconomia.com/articulos/notas/ecoinclusion-es-la-gran-ganadora-del-desafiogoogleorg

Fuente de la imagen: https://mba.americaeconomia.com/sites/mba.americaeconomia.com/files/styles/article_main_i

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Pluralismo reflexivo: debates y tensiones en nuestra cultura

José Joaquín Brunner

El pluralismo afirma y da expresión al principio de la diversidad de los valores, las culturas, los dioses y los modos de vida. Supone una visión abierta frente a la historia (las historias) de las civilizaciones y una celebración de la variedad. Acepta por tanto en el seno de la sociedad, en las esferas pública y privada, una coexistencia pacífica de diversidades no solamente toleradas, sino acogidas, celebradas y expresadas.

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Tópicos propios de la teoría y práctica del pluralismo están cada vez más presentes en nuestra sociedad. Discutimos si es posible sentarse a la mesa a conversar con un cómplice pasivo de la dictadura. Si los representantes de una derecha “cavernaria” merecen nuestro respeto en la esfera pública. Si los mapuches son portadores de un principio de legitimidad nacional y, por ende, deberíamos aceptar la idea de un Estado plurinacional. Si la Pontificia Universidad Católica de Chile, y sus congéneres de igual confesión, deben ser reconocidas como auténticas universidades para participar en la esfera de la razón pública. Si el PC merece ser admitido por las instituciones democráticas a pesar de su defensa del chavismo, del régimen castrista y del capitalismo de partido único de la República Popular China. Si puede haber establecimientos de educación obligatoria K-12 de carácter religioso, de identidad y misión filosóficamente definida o con identidad cultural de raíces étnicas. Si acaso el Estado democrático debería promover activamente las libertades de culto, la diversidad de concepciones de mundo y una pluralidad de maneras de orientar la propia vida de acuerdo a valores autónomamente asumidos.

Mi respuesta personal a todas las anteriores cuestiones es clara y definidamente que sí.

Reacciono frente a estos asuntos de manera semejante al filósofo inglés Isaiah Berlin, quien en una entrevista recuerda una oración hebrea que se reza, cuenta él, al ver un monstruo: “Bendito sea el Señor nuestro Dios, que introduce la variedad entre sus criaturas”. Y luego explica que él se sitúa en la tradición de quienes rechazan “la idea surgida en el Siglo de las Luces en el sentido de que el hombre, en cualquier país y en cualquiera época, tiene valores idénticos”. Para esa tradición, remata, “al igual que para mí, la pluralidad de las culturas es irreductible”.

Rechaza por lo mismo con igual energía los nacionalismos agresivos y el universalismo abstracto; aquel que pretende uniformar las culturas en nombre de una racionalidad superior, habitualmente aquella provista por la razón instrumental fundada en la ciencia y la tecnología.

Por el contrario, sostiene Berlin, la variedad es una virtud. Y el pluralismo —“que entraña la posibilidad de innumerables ideales incompatibles que atraen la devoción humana”—, una vez aceptado como modo de vida, resulta difícil de aplastar por una fuerza autoritaria.

Su optimismo histórico es evidente. Cree que siempre, “tarde o temprano, la gente se tiene que rebelar contra la uniformidad y los intentos por establecer soluciones globales de cualquier tipo”. En cambio, aboga por el reconocimiento de perspectivas diferentes e incombinables. Sin embargo, al mismo tiempo, afirma la necesidad —y cree en la posibilidad— de “un mínimo de valores comunes”. Ésta es la única forma, piensa, de preservar la paz entre las naciones y evitar que las diferencias que trae consigo la aceptación amplia del pluralismo terminen destruyendo la sociedad.

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Este breve recorrido de la mano de Berlin muestra de inmediato lo difícil que resulta vivir en medio del pluralismo y la diversidad de valores. Veamos algunas encrucijadas.

Al pluralismo se opone la uniformidad; la idea de que sería mejor una sola cultura global, regida por algún principio universal como la razón científica, o una fe religiosa, o la ideología secular de un partido único.

Al contrario, el pluralismo afirma y da expresión al principio de la diversidad de los valores, las culturas, los dioses y los modos de vida. Supone una visión abierta frente a la historia (las historias) de las civilizaciones y una celebración de la variedad, como en la oración hebrea. Acepta por tanto en el seno de la sociedad, en las esferas pública y privada, una coexistencia pacífica de diversidades no solamente toleradas, sino acogidas, celebradas y expresadas.

Al mismo tiempo, según Berlin, el pluralismo no es incompatible con una base común mínima de valores que serviría para proteger el pluralismo, en primer lugar, y para promover un elemental consenso moral que facilite la integración social más allá de la solidaridad orgánica creada por la división del trabajo y por los intercambios de mercado.

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Las discusiones recientes en torno a la despenalización del aborto en tres causales son un ejemplo de deliberación pública en torno a una materia donde chocan “ideales incompatibles que atraen la devoción humana”, al mismo tiempo que dan cuenta de un esfuerzo por elaborar un mínimo ético común sobre cuya base resulte posible legislar y convivir en paz.

De hecho, durante el intenso debate en torno a dicho proyecto se tematizaron públicamente motivos científicos, religiosos, ideológicos, técnicos y de preferencia personal que parecían difíciles de articular en un acuerdo mínimo. Con todo, finalmente, tal acuerdo se logró y expresó en términos prácticos en el terreno político-legal, incluso admitiendo una objeción de conciencia —individual e institucional— en el marco de la ley.

El conflicto de valores subsiste, por consiguiente, lo mismo que la inconmensurabilidad de los valores en juego y de las visiones ético-filosóficas divergentes sobre los que aquellos se fundan. Continuará, pues, existiendo una tensión en estos ámbitos, igual que una discusión en los medios de comunicación, la academia, las iglesias, los hospitales, entre los profesionales de la salud y del derecho, en los tribunales de justicia y en el seno de las familias.

Pero, desde el punto de vista de la democracia deliberativa, qué duda cabe, se dio un importante paso mediante la elaboración de un acuerdo de convivencia cultural. Se alcanzó un equilibrio ético inestable; se energizó la conciencia moral de las personas, grupos e instituciones, y se instituyó una perspectiva cultural de integración en torno a un asunto que, en el mundo contemporáneo, es objeto de similares procesos conflictivo-deliberativos en diversos países.

Miradas las cosas en perspectiva temporal más larga, el acuerdo establecido (por ahora) significa asimismo el resultado de procesos evolutivos y de cambio en el plano de la ética social de diferentes grupos. Refleja una cierta liberalización de pautas evaluativas y unos procesos intersubjetivos de aprendizaje. Además, el reconocimiento de la complejidad de ciertas situaciones que antes se prefería mantener a la sombra de las virtudes públicas como vicios privados.

Todo esto ha conducido, eventualmente, a nuevos tipos de consensos ético-jurídicos y a una mayor reflexividad del pluralismo cultural de la sociedad chilena en este ámbito. Muestra que, incluso las convicciones que comprometen de manera más vital y emotiva la razón y el juicio moral de las personas y sus creencias religiosas, se hallan sujetas al influjo del medio ambiente, a los cambios generacionales, a nuevas evidencias científicas, al razonamiento de grupos e instituciones, y al discernimiento de las personas y de las comunidades étnicas y de fe. De allí que la clasificación de una “derecha cavernaria” en relación con este tema no pasó de ser una boutade (“intervención pretendidamente ingeniosa, destinada por lo común a impresionar”) del ilustre Vargas Llosa.

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El reciente intercambio de opiniones en torno a la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC) sirve también para reflexionar sobre el pluralismo en las sociedades contemporáneas. (Debo declarar en este punto que me formé en dicha universidad y que luego fui exonerado de ella en septiembre de 1973).

Nadie duda que esta institución constituye, ante todo, una importante contribución al campo académico-científico, intelectual y cultural del país. Es una de las dos universidades líderes chilenas y goza de amplio reconocimiento internacional, especialmente a nivel de la región iberoamericana. Es, asimismo, una importante fuente del pluralismo de dicho campo institucional, el cual, a su turno, es un pilar del pluralismo político y cultural de la nación.

Además, realiza sus aportes en conformidad con la lógica de valores y con la autonomía propia del campo académico. Digamos así: la PUC es reconocida dentro de las comunidades disciplinarias y profesionales —desde historiadores a biólogos, de ingenieros a médicos y abogados— como un miembro legítimo que actúa de buena fe (bona fide) en el campo universitario.

Efectivamente, posee todos los atributos mediante los cuales se reconoce hoy a las universidades en el mundo democrático: (i) Autonomía (organizacional, académica, financiera y de recursos humanos) de acuerdo a los indicadores establecidos por la Asociación Europea de Universidades; (ii) Libertades humboldtianas de enseñanza, investigación y aprendizaje, según la auto-comprensión —y con las tensiones— con que dichas libertades se cultivan en las organizaciones universitarias contemporáneas; (iii) Principios institucionales conformados a las mejores tradiciones universitarias y a los retos del futuro, tal como estos principios se expresan en la Declaración de Glion: La universidad ante el milenio, suscrito a fines del siglo pasado por un grupo de las más prestigiosas universidades de los países desarrollados; (iv) Pertenencia a prestigiosas asociaciones universitarias internacionales, como es el caso de Universitas 21, con exigentes criterios de inclusión y excelencia para las instituciones miembros, y (v) Generación de bienes públicos y efectivo compromiso con el desarrollo nacional.

De manera que —más allá de estrechas disputas legalistas (¡que apasionan a los grupos dirigentes del país!)— no puede sorprender que la PUC aparezca, a la luz de cualquier análisis serio, como una institución pública por su misión, trayectoria, vocación, contribuciones y resultados. Ni que, como consecuencia de lo anterior, haya sido cofinanciada por el Estado chileno desde hace más de sesenta años, ininterrumpidamente, bajo los más diversos gobiernos.

Su carácter misional, más aún confesional, en calidad de universidad católica y pontificia, produce sin duda ciertas peculiaridades que una sociedad pluralista debe aprovechar (¡antes que condenar!) para enriquecer su discusión reflexiva.

Por ejemplo, cuenta la PUC con una facultad de teología que, como ya enseñaba Kant en su tiempo, ejerce la razón pública en asuntos que, decía él, interesan no sólo al Estado, sino además, a la Iglesia (protestante). Por eso, proponía que la antigua facultad reina de la universidad medieval, debía ahora, al momento de nacer la universidad moderna, situarse en un lugar jerárquicamente subordinado a la facultad de filosofía, la única que podía evaluar y juzgar con independencia el trabajo de las facultades profesionales, incluyendo junto a la de teología, a las de derecho y medicina.

Hoy, la querella de las facultades ha desplazado su eje hacia tensiones o contradicciones posmodernas (o propias de la modernidad tardía), tales como aquellas existentes entre la cultura de las ciencias y la cultura de las humanidades, o entre las ciencias naturales y las ciencias humanas, o entre la formación general (liberal) y la formación profesional y técnica.

Es decir, con el creciente pluralismo en todas las esferas de la sociedad, incluido el campo universitario, el viejo conflicto de las facultades profesionales (comprendiendo a la de teología) con la facultad de filosofía, se ha vuelto más diferenciado, sutil, entrecruzado y complejo, convirtiéndose en un conflicto multiforme: entre múltiples tribus disciplinarias, racionalidades científicas, orientaciones de valor, concepciones de mundo, modelos formativos, estilos de trabajo académico, poderes académicos, lenguajes esotéricos, asignaciones presupuestarias, etc.

Efectivamente, en los sistemas académicos contemporáneos hay por doquier una enorme variedad; un acentuado pluralismo que crece con la complejidad de las organizaciones. Conflictos entre ciencias más o menos dogmáticas o normativas, entre enfoques epistemológicos, entre formas y tipos de conocimientos, entre sensibilidades hacia lo sagrado y lo profano, ente reglas de la tribu y control de territorios del saber, entre especialidades emergentes y declinantes, entre escuelas y tendencias, entre principios jerárquicos y de participación horizontal, entre localismo y cosmopolitismo, etc.

En medio de tales tensiones y de la variedad generadas por el pluralismo interno de las universidades y su entorno exterior, los resultados formativos de las instituciones tienden a ser múltiples y variados también. Lo mismo ocurre con la PUC. Por ejemplo, durante los últimos cincuenta años ella ha dado origen —al menos parcialmente— a un número significativo de élites públicas, políticas y técnicas, como han sido las del MAPU, del gremialismo-UDI, de una sociología de impronta cultural católica, de los Chicago Boys, de la escuela CIEPLAN, de RD y otras. Sin mencionar su influencia, otra vez variada, en campos profesionales especializados como el de la medicina, la ingeniería, el derecho, la administración de empresas, la arquitectura, las comunicaciones. Y algo similar ocurre en campos especializados de las ciencias, las humanidades y las artes. Resulta difícil imaginar que estos resultados pudieran haberse obtenido en una universidad monista, uniforme, monocolor y rigurosamente vigilada por la autoridad eclesiástica.

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¿Significa todo esto que el pluralismo intrainstitucional transcurre en la PUC de una manera perfectamente armoniosa, pacífica, sin roces o querellas, rupturas y conflictos?

Sería francamente infantil suponerlo. Y no sólo en el caso de la PUC. Pues en estas instituciones, sobre todo si poseen un marcado carácter misional, la forma de gobierno tiende a ser más compleja a veces; la evaluación entre pares más exigente en cuanto a atributos biográficos, de trayectoria y fidelidad a valores comunitarios; los roces entre movilidad académica disputada y patrocinada (habituales en toda universidad) más frecuentes; los códigos de control moral más explícitos y exigibles; el peso de ciertas doctrinas más gravoso; el conflicto entre racionalidades weberianas más agudo; la tentación de ejercer censuras —implícitas o explícitas— mayor; los conflictos ideológicos más complicados y diferenciados, el choque de los dioses más fuerte y dramático.

Cualquier académico, de cualquier universidad, reconoce estos fenómenos como propios de las organizaciones y la profesión a las que pertenece. Sin duda, puede haber matices en la forma como se manifiesta la diversidad y se compone el pluralismo subyacente, según si se trata de una universidad jesuita o de tradición masónica, liberal o conservadora, estatal o privada, del Opus o de impronta empresarial, de élite o popular, de derecha o de izquierda, de base científica pesada o de artes liberales, de espíritu crítico o conformista, de horizonte nacional o internacional, tradicional o innovadora. Pero en todos los casos se producirán similares tensiones y contradicciones, según muestra la vasta literatura que hoy existe sobre tribus académicas y sus culturas disciplinarias y profesionales.

Por eso, pensar que el pluralismo y la diversidad de una universidad u otra pueden entenderse de manera monista y simplificada, a través de estereotipos jurídicos o morales, con criterios gruesos y superficiales, sólo conduce a trivializar estos asuntos. Algo similar, como vimos antes, ocurre con los debates morales sobre la despenalización del aborto. O sobre cualquier asunto que movilice la razón, las emociones y las creencias personales.

Cuando tales trivializaciones tienen lugar, las sociedades —en vez de aprender y avanzar en reflexividad— se estancan y reducen su potencial de aprendizaje. De allí que, ante lo diferente y diverso que continuamente produce el pluralismo, nuestra oración debe ser: “Bendito sea el Señor nuestro Dios por la variedad de sus criaturas, y no de temor, rechazo o banalización”.

Fuente del articulo: http://ellibero.cl/opinion/pluralismo-reflexivo-debates-y-tensiones-en-nuestra-cultura/

Fuente de la imagen: http://ellibero.cl/wp-content/uploads/2017/10/Pluralismo-645×400.jp

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Sin educación.

Por: Natalia K. Denisova.

Muchos son los cambios que suceden en nuestro alrededor. Es normal que la sociedad se transforme, pero lo anormal es el cariz que adquieren algunas de estas transformaciones. Cada vez son más las personas que viven en un espacio-tiempo indefinido: con dificultades ubican en el mapa la ciudad donde viven y con aún mayor esfuerzo responden a las preguntas sobre el pasado de España. Numerosas razones tenemos para explicar este analfabetismo del siglo XXI, pero una es determinante: es el fracaso de la educación cuyas consecuencias actuales son graves, pero lo peor está por venir.

El reciente debate en el Congreso de los Diputados sobre el “adoctrinamiento” en los colegios de Cataluña y, muy probablemente, en otras comunidades autónomas no trae buenas noticias. Cs ha fracasado estrepitosamente con su propuesta de revisar los programas educativos. La reacción de los partidos es verdaderamente preocupante: el PP se abstuvo, el PSOE y Podemos votaron en contra junto con los nacionalistas. Los comentarios de estas fuerzas políticas para justificar su silencio o protesta son de una sandez insuperable: la iniciativa de los de Ciudadanos fue tachada de “sobreactuación”, “sensacionalista” y acusada de “alimentar la división” y sembrar “odio y sectarismo”.

Hagan lo que hagan los políticos, cierren o no los ojos ante un problema de tal calado, el fracaso educativo ya no consiste únicamente en el adoctrinamiento nacionalista. Lo más preocupante es que hay una creciente mayoría de la población española desconoce las nociones básicas de historia y geografía de España. Ya no hace falta el adoctrinamiento para propagar las medio-verdades sobre la historia nacional. Desde hace muchos años contemplamos en todos los aspectos de nuestras vidas, como la palabra “español” ha sido desterrada del vocabulario cotidiano. Hablamos de lo gallego o de lo leonés, de lo burgalés o castellano. Lo que antes se señalaba como la cultura española y los creadores españoles, ahora se atomizó, se separó entre sus patrias chicas de tal manera que es difícil hablar del arte español, sin mencionar sus respectivas provincias.

Parece que las fuerzas políticas no quieren darse cuenta de que la educación se les ha ido de las manos en toda España. Nadie ahora ni en los próximos años se va a ocupar de esta cuestión fundamental. En este contexto de analfabetismo generalizado quién se atrevería a explicar en Cataluña que no hubo la “unión” de Cataluña y Aragón en el siglo XII por el sencillo hecho de que no existía ni siquiera el término “Cataluña”; que los catalanes nunca han sido un reino, pero siempre tenían a un rey ya ora el de Aragón ora el monarca de España.

Fuente: https://www.elimparcial.es/noticia/182774/opinion/sin-educacion.html

Imagen: http://www.masaborreguera.com/educacion/fotos/educacion-espana.jpg

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Gestionar y educar: ¿Cómo enfrentar a dos de tres imposibles?

18 de octubre de 2017 / Fuente: http://www.educaweb.com

Por: Silvia Gabriela Vásquez

Freud planteó la imposibilidad de educar, gobernar y curar.  La sociedad da por sentado que el director de escuela cumplirá con eficiencia su misión, desafiando, día a día, no uno sino dos de estos imposibles freudianos.

Repensar la función del director  

«La innovación es el resultado de un sabio y frágil equilibrio entre el saber acumulado y la necesidad de repensarlo» (Carbonell, 2001)

Si hay algo en lo que todos estamos de acuerdo con respecto a los centros escolares es en que los alumnos están allí para formarse.  Otro de los supuestos que suele aceptarse sin discusión es el que sostiene que los docentes están allí para enseñar.

Más adelante retomaremos esta división entre quien enseña y quien aprende con la intención de desarmarla.  Por ahora nos centraremos en el director (protagonista del presente monográfico) ya que su función no parece tan clara.

¿Qué significa, en su caso, dirigir? ¿Administrar? ¿Dar órdenes? ¿Tutelar? ¿Conducir? ¿Regir? ¿Representar? ¿Hacer que las normas sean respetadas? ¿Organizar?

El burnout del directivo

«Cuando cambias la forma en que miras las cosas, las cosas que miras cambian» (Wayne Dyer)

El director ha elegido una profesión «imposible», aunque no por ello menos practicada: se le pide que gobierne y, como si fuera poco, que eduque al mismo tiempo.

Si bien tendemos a culpar a la sobrecarga de trabajo como causa inevitable del burnout, dicho estrés se asocia más con la superposición y ambigüedad de roles que con la duración de la jornada laboral.  Por otra parte, algunos investigadores, entre ellos, Moreno y Peñacoba (1996), colocan el acento en la pérdida de la motivación emocional y cognitiva frente a actividades que en otro momento han sido importantes para la persona.

La sensación de no ser capaz de cumplir con las múltiples tareas demandadas suele aparecer cuando el director compara sus resultados con los ideales, evaluándolos como insuficientes. Trabajar en equipo favorece el encuentro con miradas distintas que detectan y valoran los pequeños avances, estimulando a avanzar y tornando más liviana la carga de la autocrítica.

La experiencia suele demostrar que en un ambiente en el que todos aprenden a desarrollar el propio potencial, beneficiándose a su vez con los aportes de otros, hay menos lugar para que se instale el burnout. Por fortuna, esta buena noticia es válida aún para aquellos que dedican una gran cantidad de horas a sus empleos.  Gracias a la escucha y la cooperación se logra mantener o recuperar el sentido, la vocación y la pasión originales, alejando los síntomas de agotamiento o desgaste.

¿Cómo debería prepararse un profesional para dirigir y educar con eficacia?

«Si gestionar se redujese sólo a operar (…) a partir de los recursos con que se cuenta, entonces no quedaría mucho margen para dar respuesta a todas las situaciones –sobre todo a aquellas que resultan inéditas– que se presentan a diario en las escuelas» (Marturet y Bavaresco, 2010)

Se espera de un director que lidere, que convierta los dilemas en problemas con solución posible para hacer que las cosas marchen; que no improvise, pero que sea flexible;  que tenga visión de conjunto; que sepa detectar prejuicios, generar diálogos que los evidencien, discutirlos, mediar y prevenir futuros inconvenientes; que fomente espacios de convivencia amable; que resuelva conflictos; que fije límites; que impulse la capacitación del profesorado; que articule recursos con personas e ideas; que conciba proyectos innovadores y viables; que los comunique, los implemente, los evalúe…

Es fundamental que los directores reciban instrumentos durante su formación académica para afrontar su compleja tarea con mayor seguridad (por ejemplo participando en cursos sobre liderazgo o asistiendo a talleres de resiliencia como los que compartimos en UdeMM desde hace casi una década) y en especial, que tengan la oportunidad de escuchar y observar in situa quienes se ocupan de gestionar centros.

Ningún libro podría contener las innumerables situaciones que los directivos deben resolver en su labor cotidiana. Gestionar es más que utilizar los recursos disponibles en los intentos de solución ante problemas cotidianos. Exige, entre otros requisitos, «crear las condiciones para», estar presente, ser tutor, inaugurar espacios, inspirar a otros, orientar, proteger…

Uno de los roles que el director desempeña con sus docentes y estudiantes es el de «quitamiedos«. Se denomina así a los guardarrailes, dispositivos de guía o vallas de protección que se colocan en algunas carreteras como medida de seguridad vial para indicar el borde de la calzada, el sentido de circulación, la presencia de una curva u otros obstáculos. Llegado el caso de una mala maniobra, absorben el impacto de los vehículos devolviéndolos a la vía.  Para que estos sistemas de contención cumplan con su objetivo (y no resulten ineficaces o, en el peor de los casos, ocasionen aquello que tratan de evitar) deben fabricarse con el material adecuado y colocarse a la altura precisa.

El director de una institución educativa funciona a la manera de un «quitamiedos»: contiene a los profesores y a los alumnos, les advierte acerca de la cercanía de desviaciones del proyecto institucional o los riesgos de «caer al vacío» y, ante un error o inconveniente, en lugar de «encausar» (señalar o culpar), absorbe el impacto, encauzando a todo el equipo para que retome el camino inicial con una mayor autoconfianza.

De esperanzas y de huellas: a esperar también se aprende  

«Ningún cambio educativo es posible si no se cuenta con profesores en diálogo e interacción entre sus prácticas y la teoría» (Anijovich, 2007)

En las primeras líneas de este artículo decíamos que si había algo en lo que todos concertábamos con respecto a los establecimientos educativos era en que los alumnos estaban allí para aprender.  A esta altura queda claro que los docentes y los directivos también.  Nuestra tarea no es inabordable pero jamás dejará de ser perfectible y debemos aprender, sobre todo, a esperar… porque tal como les ocurre a los maestros, los frutos provenientes de una gestión siempre se revelan a largo plazo.

Nos gusta creer que aquello que un profesor brinda en sus clases perdura, de lo contrario, nuestros esfuerzos no tendrían razón de existir.  Sin embargo, acaso no permanezca el contenido disciplinar propiamente dicho, sino el modo en que ha tenido lugar el milagro del aprendizaje.

Un director dispuesto a continuar aprendiendo propicia tanto la puesta en práctica de la teoría como la teorización a partir de la experiencia y consigue que en sus aulas predomine el pensamiento crítico sobre la memorización, la reflexión sobre la impulsividad y la acción sobre la palabra vacía.  Sabe que, en educación, la huella que se deja nunca es inmediata, por eso confía su siembra, solidariamente, a aquellos que lo acompañan hoy y que, tal vez, habrán de sucederlo mañana…

Fuente artículo: http://www.educaweb.com/noticia/2016/11/10/gestionar-educar-como-enfrentar-dos-tres-imposibles-10629/

Foto: http://impactoevangelistico.net/imagenes/upload/enero2016/aprendamos-educar-nuestros-hijos-20160112153831.jpg

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